Fraga Iribarne - LaGuerraSinLimites-2129114 PDF
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(26) Las luchas entre cristianos siempre fueron más suaves que las
demás, salvo en el período llamado de las guerras de religión, en las que,
cabalmente, unos cristianos empezaron a tratar a otros como si no lo
fueran.
VÉALE, en su Advance to Barbarism (1953), distingue las guerras pri-
marias de las secundarias. Las primeras, realizadas entre pueblos de dis-
tinto nivel de civilización,- son más duras y despiadadas. Esta tesis (trans-
portando el acento de la civilización a la moral) es la misma de ALVARO
D'ORS.
(27) CYRIL FALLS, op. cit., pág. 8.
(28) FALLS, op. cit., pág. 19.
(29) Anótese que la guerra fría, que es una guerra civil internacional
permanente, lleva a toda guerra los honores de la guerra civil.
(30) Los últimos modelos americanos, como el ICBM y el «Navaho»
recorren 5.000 millas en treinta minutos, y su «cabeza de guerra», con
explosivo nuclear, puede destruir una gran ciudad y luego barrer una
región entera con su nube radioactiva.
(31) MHTZSCH, en La Guerra Moderna (obra colectiva, edit. por Mon-
taner y Simón, Barcelona, 1942,) ,pág. 26.
(32) Ver el libro de RAYMOND ARON: Les guerres en chame, 1951.
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fuerzan con marcas o glasis, como Estados satélites, con vastos pla-
nes de ayuda económico-militar, cadenas de bases, etc.
Llega un momento en el que casi no se sabe ni para qué se
pelea. La guerra total desborda sus propias fórmulas: «a la falta
de límite en las fuerzas desencadenadas corresponde el oscurecí'
miento de sus fines políticos» (33). En realidad, los gobernantes
han perdido el control de la guerra ilimitada, e irracional de nues-
tro tiempo; por eso no hay modo de terminarla, de ponerle fin,
de concluir la paz. Por eso, terminadas las hostilidades con la de-
rrota del ejército enemigo, sigue la obsesión de ocupar su terri-
torio por tiempo indefinido, de desmantelar su industria; de ins-
peccionar sus armamentos; de imponerle reparaciones a largo pla-
zo; de retener sus prisioneros', de imponerle un régimen político
artificial que lo debilite, etc. La guerra ya no tiene por fin la paz,
sino el vacío, por la destrucción total del enemigo. Pero entonces
surge la absurda sorpresa: el vacío de Alemania crea un peligro
mayor, el de Rusia; el de Japón el tremendo de China. Y se
vuelve a empezar.
Hasta el más pequeño detalle revela esta creciente totalización
de la guerra. Por una parte, del lado interior, todos se vuelven
combatientes: «la naturaleza de la guerra moderna atenúa, si
es que no borra por completo, la distinción entre las tropas com-
batientes y los servicios auxiliares» (34); hoy sólo los servicios mé-
dicos podrían considerarse no combatientes, mientras las mujeres
visten el uniforme. Por eso» «la Nación en guerra tiende a ofrecer
cierta semejanza con un hormiguero, y cuanto más se acerque
a este modelo, más eficaz será su acción» (35). Vamos, en efecto,
en camino de convertirnos en hormigueros permanentes, conde-
nados, a su vez, a los mayores desastres, de suerte que «si no lo-
gramos dominar la fuerza de la guerra, ésta puede terminar por
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