Giddens Durkheim2

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ANTHONY GIDDENS.

“INDIVIDUALISMO, SOCIALISMO Y «GRUPOS PROFESIONALES»”.


En: El capitalismo y la moderna teoría social, Segunda parte: Durkheim, capítulo
VII, Barcelona, Labor, 1994 [1971], pp. 169-182.

LA CONFRONTACIÓN CON EL SOCIALISMO


La teoría que Durkheim desarrolla en La división del trabajo social, y sus
posteriores intentos de ahondar en los temas allí propuestos, culminó
inevitablemente provocando una confrontación directa con las doctrinas socialistas.
Según el testimonio de Mauss, Durkheim cuando estudiante ya había decidido
dedicarse al estudio de las «relaciones del individualismo y el socialismo». 1 Por
entonces Durkheim estaba familiarizado con las doctrinas de Saint-Simon y de
Proudhon, y había empezado a tratar los escritos de Marx. Pero, cuando escribió La
división del trabajo social, su conocimiento de la teoría socialista era bastante
escaso. El tipo de socialismo con que se sentía más próximo y más interesado en los
primeros años de su actividad, era la teoría reformista socialdemócrata tal como la
proponían Schäffle y los Kathedersozialisten. 2
Durkheim hace alusión a la crisis que experimentan las sociedades
contemporáneas, en La división del trabajo social, El suicidio y en otros muchos
escritos. Como queda claro en La división del trabajo social, no se trata ante todo de
una crisis que tenga raíces económicas ni que pueda resolverse con medidas
económicas. De lo cual se desprende que el tipo de programas que ofrecen la mayor
parte de socialistas —programas que consisten principalmente en la redistribución
de la riqueza por medio del control centralizado de la economía—, en la opinión de
Durkheim no alcanzan a captar los problemas más importantes con que se enfrenta
la época moderna. El socialismo es una expresión del malaise de la sociedad
contemporánea, pero en sí mismo no constituye una base adecuada para la
reconstrucción social necesaria para superar este malestar.
La actitud de Durkheim respecto al socialismo se basa en el supuesto de que
las doctrinas socialistas deben ser objeto del mismo tipo de análisis con que ellas
abordan los demás sistemas ideológicos: es decir, que las teorías socialistas deben
estudiarse en relación con el contexto social de que proceden. Durkheim intenta
este análisis empezando por trazar una distinción elemental entre «socialismo» y
«comunismo». 3 Al contrario de las ideas comunistas que, en el sentido que da
Durkheim al término, han existido en muchos períodos de la historia, el socialismo
es un producto del pasado muy reciente. Fue típico de las teorías comunistas tomar
la forma de utopías imaginarias: tenemos diversos ejemplos de ellas en las obras de
Platón, Tomás Moro y Campanella. La principal idea con que quieren justificar estas
construcciones utópicas es que la propiedad privada es la causa radical de todos los
males sociales. Por consiguiente, los escritores comunistas consideran la riqueza
material como un peligro moral que debe contrarrestarse mediante la imposición de

1 Marcel Mauss: «Introducción» a la primera edición de El Soc, p. 35.


2 Recensión de Durkheim de la obra de Schäffle Der Sozialismus en «Le programme économique de
M. Schäffle», Revue d’économie politique, vol. 2, 1888, pp. 3-7.
3 Durkheim indica que hay cierto fundamento lingüístico a primera vista para esta distinción. La

palabra «socialismo», al contrario de «comunismo», es de origen reciente; puede fecharse a principios


del siglo XIX: El Soc, p. 72. Marx, sin duda, estaba al corriente de ello, pero no establece ninguna
distinción entre los dos términos.
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rigurosas restricciones a su acumulación. En la teoría comunista, la vida económica


está separada de la esfera política. Por ejemplo, en la comunidad ideal de Platón, los
que gobiernan no tienen derecho a intervenir en la actividad productiva de los
labriegos y artesanos, del mismo modo que tampoco estos últimos grupos tienen
ningún derecho a influir en la conducta del gobierno.
La razón de esta separación reside en que, según Platón, la riqueza y todo cuanto se
relaciona con ella es la gran fuente de corrupción pública. Es ella la que, estimulando los
egoísmos individuales, crea las disputas entre los ciudadanos y desencadena los conflictos
interiores que arruinan los Estados. [...] Es, pues, necesario ponerla fuera de la vida pública, lo
más lejos posible del Estado, al cual sólo puede pervertir. 4
El socialismo es un producto de los cambios sociales que transformaron las
sociedades europeas a fines del siglo XVIII y en el XIX. Mientras que el comunismo se
funda en la idea de qué la política y la economía deben separarse, la esencia del
socialismo, en el uso que Durkheim hace del término, consiste en suponer que
ambos deben asimilarse. El principio básico del socialismo no se limita a decir que
la producción debe centralizarse en manos del Estado, sino que afirma que la
función de éste debe ser plenamente económica: en la sociedad socialista, la
dirección o administración de la economía vendrá a ser la tarea básica del Estado.
Mientras que el comunismo, que procura evitar la riqueza todo lo posible, tiene
generalmente un carácter ascético, las doctrinas socialistas se construyen sobre la
premisa de que la producción industrial moderna ofrece la posibilidad de riqueza
abundante para todos, y su principal objetivo es conseguir la abundancia universal.
El socialismo reclama «la vinculación de todas las funciones económicas, o de
algunas de ellas que son actualmente difusas, a los centros directores y conscientes
de la sociedad». 5
El objetivo del socialismo es, por tanto, la reglamentación y el control de la
producción en provecho de todos los miembros de la sociedad. No hay ninguna
doctrina socialista, en la opinión de Durkheim, que considere que el consumo deba
reglamentarse en forma centralizada: más bien, los socialistas sostienen que cada
individuo debe ser libre en el uso de los frutos de la producción para su propia
realización individual. Por contraste, «en el comunismo es el consumo lo común, y
la producción sigue siendo privada». «Sin duda —añade Durkheim—, y esto es lo
que engaña la murada, tanto de una suerte como de la otra hay una
reglamentación; pero hay que tener en cuenta que ésta se ejerce en sentido opuesto.
Aquí, tiene por objeto moralizar la industria ligándola al Estado; allá, moralizar el
estado excluyéndolo de la industria». 6
Ahora queda clara la conexión de este análisis con el de La división del trabajo
social. El comunismo es una doctrina apropiada para sociedades cuya división del
trabajo se ha desarrollado poco, y de ellas procede originariamente. La teoría
comunista conserva la concepción de cada individuo, o cada familia, como
productor universal; puesto que todos trabajan en parcelas semejantes, y puesto
que sus formas de trabajo son todas semejantes, no hay ningún tipo de
dependencia cooperativa entre todos en la producción. Se trata de aquel tipo de
sociedad en que la especialización profesional ha avanzado muy poco:
En la Utopía cada uno trabaja por su lado, como le parece, y sólo está obligado a no
permanecer ocioso. [...] Como cada uno hace más o menos lo mismo, o casi, no hay
cooperación que reglamentar. Salvo que, lo que cada uno produce no le pertenece. No puede

4 El Soc, p. 76; Le Socialisme, París, 1928, p. 44.


5 El Soc, p. 60; Le Socialisme, p. 25.
6 El Soc, p. 78; Le Socialisme, pp. 48 y 47.
INDIVIDUALISMO, SOCIALISMO Y “GRUPOS PROFESIONALES”

disponer de ello como quiera. Es necesario que lo aporte a la comunidad, y sólo puede
consumirlo cuando ella misma lo consuma colectivamente. 7
El socialismo, por otra parte, es un tipo de teoría que sólo puede haber surgido
en sociedades donde la división del trabajo se ha desarrollado notablemente. Es una
respuesta a la situación patológica en que se encuentra la división del trabajo en las
sociedades modernas, y exige que se introduzca una reglamentación económica que
reorganizará la actividad productiva de la colectividad. Debemos entender, recalca
Durkheim, que la teoría socialista no propone la idea de que la economía deba
sabordinarse al Estado; la economía y el Estado deben absorberse mutuamente, y
esta integración elimina el carácter específicamente «político» del Estado.
En la doctrina de Marx, por ejemplo, el Estado en tanto que tal, es decir en tanto que
tiene un papel específico, que representa intereses sui generis superiores a los del comercio y
la industria, tradiciones históricas, creencias comunes de naturaleza religiosa u otra, etc., no
existiría más. Las funciones propiamente políticas, que son actualmente su especialidad, no
tendrían ya razón de ser, y no tendría más que funciones económicas. 8
La lucha de clases, según Durkheim, no es intrínseca a las doctrinas
fundamentales del socialismo. Durkheim reconoce, naturalmente, que muchos
socialistas —y Marx en especial— consideran que la consecución de sus objetivos
está inseparablemente vinculada a la suerte de la clase trabajadora. Pero la defensa
de los intereses de la clase obrera en cuanto opuestos a los de la burguesía, afirma
Durkheim, es en realidad algo secundario respecto a la principal preocupación del
socialismo, la de llevar a la práctica la reglamentación centralizada de la
producción. Según los socialistas, el principal factor que influye en la situación de
la clase trabajadora es la desvinculación de su actividad productiva de las
necesidades globales de la sociedad, y su vinculación a los intereses de la clase
capitalista. De lo cual se sigue, al parecer de los socialistas, que el único camino
para superar el carácter explotador de la sociedad capitalista es la completa
abolición de las clases. Pero la lucha de clases no es más que el instrumento
histórico por medio del cual deben conseguirse objetivos más básicos. «El
mejoramiento de -la suerte de los obreros no es, pues, un objetivo especial; no es
más que una de las consecuencias que necesariamente debe producir la vinculación
de las funciones económicas a los órganos directores de la sociedad». 9
El comunismo y el socialismo, por tanto, presentan un marcado contraste en
muchos aspectos. Sin embargo, convergen desde un importante punto de vista:
ambos se interesan por poner remedio a situaciones en las que los intereses de
individuos particulares predominan sobre los de la colectividad. «Uno y otro están
animados por este doble sentimiento de que el libre juego de los egoísmos no es
suficiente para producir de manera automática el orden social y que, por otra parte,
las necesidades colectivas deben tener prioridad sobre las comodidades
particulares». 10 Pero aún en este punto la identidad entre los dos dista de ser
completa. El comunismo pretende borrar completamente el egoísmo, mientras que
el socialismo «no juzga peligrosa más que la apropiación privada de grandes
empresas económicas que se constituyen en un momento dado de la historia». 11
Históricamente, la rápida profusión de ideas comunistas en el siglo XVIII fue
presagio del subsiguiente desarrollo de teorías socialistas y quedó en parte asociado
con ellas. «El socialismo se ha abierto así al comunismo; ha emprendido la tarea de
7 El Soc, p. 78.
8 El Soc, p. 63.
9 El Soc, p. 67; Le Socialisme, p. 33.
10 El Soc, p. 84.
11 El Soc, p. 84.
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jugar el papel de éste al mismo tiempo que el suyo propio. En este sentido, ha sido
realmente su heredero; porque, sin derivar de él, lo ha absorbido aunque
permaneciendo distinto». 12 Ésta es la confusión, dice Durkheim, que hace que los
socialistas tomen «lo secundario por lo esencial». Es decir, «responden únicamente a
las tendencias generosas que están en la base del comunismo», y concentran la
mayor parte de sus esfuerzos en el intento de «aliviar la miseria de los obreros,
compensar por liberalidades y favores legales lo que hay de triste en su condición».
Este empeño no es, por supuesto, completamente indeseable; pero «se pasa así al
margen del objetivo que debería tenerse en vista». 13 El modo como plantean el
problema soslaya la verdadera naturaleza de los temas implicados. 14 Con todo, al
parecer de Durkheim, el socialismo es un movimiento de importancia primordial en
el mundo moderno porque los socialistas —o al menos, los más famosos y
cualificados entre ellos, como Saint-Simon y Marx— no sólo se han dado cuenta de
que la sociedad contemporánea tiene características notoriamente distintas de los
tipos tradicionales de orden social, sino que han formulado programas globales
para llevar a cabo la reorganización social necesaria para superar la crisis
ocasionada por la transición de lo antiguo a lo nuevo. Pero los programas políticos
que han sugerido los socialistas no son adecuados para poner remedio a la
situación que, en parte, ellos han diagnosticado certeramente.

LA FUNCIÓN DEL ESTADO


Aunque Durkheim rechaza explícitamente la necesidad de reorganizar la
sociedad contemporánea sobre la base de la revolución de clases, prevé una
marcada tendencia hacia la desaparición de la división de clases. 15 El
mantenimiento de los derechos hereditarios es un factor fundamental a favor de la
división clasista entre las «dos principales clases de la sociedad», el trabajo y el
capital. La transmisión hereditaria de las riquezas permite que siga la
concentración del capital en manos de unos pocos. 16 Durkheim reconoce también la
necesidad de que se extiendan los programas de ayuda y otras medidas que alivien
las condiciones de vida material de los pobres. Todo esto sólo es posible, concede
Durkheim, sobre la base de la reglamentación de la economía (la cual, sin embargo,
en su opinión, no debe colocarse únicamente en manos del Estado). 17
Pero la sola reorganización económica en lugar de resolver la crisis con que se
enfrenta el mundo moderno, la exacerbará, puesto que se trata de una crisis más
moral que económica. El creciente predominio de las relaciones económicas,
consecuencia de la destrucción de las instituciones religiosas tradicionales que
constituyeron el fondo moral de las anteriores formas de sociedad, es precisamente
la principal fuente de anomia de la sociedad contemporánea. Por no comprender
esto, el socialismo no ofrece para la crisis moderna soluciones más adecuadas que
las presentadas por la economía política ortodoxa. Si bien se oponen en muchos
puntos, los socialistas y los teóricos de la economía tienen ciertas características
comunes: ambos toman las medidas económicas como si fueran la panacea que
puede solucionar las actuales dificultades de la sociedad moderna. Ambos creen
posible y deseable reducir a un mínimo la función del gobierno. Los economistas

12 El Soc, pp. 104-5.


13 El Soc, p. 106.
14 El Soc, pp. 118-9.
15 Véase más adelante, pp. 329-331.
16 PECM, p. 213.
17 «La famille conjugale», RP, vol. 91, 1921, pp. 10 ss.
INDIVIDUALISMO, SOCIALISMO Y “GRUPOS PROFESIONALES”

proponen que se dé rienda suelta al libre juego del mercado, de modo que el
gobierno se limite a hacer cumplir los contratos; los socialistas quieren que el
gobierno se limite a ordenar el mercado por medio del control centralizado de la
producción. «Mas tanto unos como otros le rehúsan todo derecho a subordinar al
resto de los órganos sociales y hacerlos converger hacia un fin que los domine». 18
En la concepción de Durkheim, el Estado debe desempeñar una función moral
tanto como económica; y el alivio del malaise del mundo moderno debe buscarse en
medidas que en general son más morales que económicas. El puesto dominante de
la religión y su influjo en los anteriores tipos de sociedad ofrecía a todos los niveles
de personas un horizonte para sus aspiraciones, aconsejando a los pobres la
aceptación de su suerte e instruyendo a los ricos en su deber de preocuparse de los
menos privilegiados. Aunque este orden era represivo y encerraba las acciones y
virtualidades humanas dentro de estrechos límites, dio sin embargo a la sociedad
una firme unidad moral. El problema característico con que se enfrenta la edad
moderna consiste en reconciliar las libertades individuales que han surgido de la
disolución de la sociedad tradicional con el mantenimiento del control moral del que
depende la misma existencia de la sociedad.
El análisis que hace Durkheim del Estado, y de la naturaleza de la
participación política en una forma de gobierno democrática, está en el centro de su
idea de la probable tendencia evolutiva de las sociedades contemporáneas. La
noción de lo «político», indica Durkheim, presupone una división entre el gobierno y
los gobernados, de manera que es característica ante todo de las sociedades más
desarrolladas: en las sociedades más sencillas apenas existen órganos
especializados de administración. Pero la existencia de la autoridad como tal no
puede tomarse como el único criterio que indica si hay organización Política. Un
grupo de parentesco, por ejemplo, aunque pueda estar bajo la autoridad de un
determinado individuo o grupo, como un patriarca o un consejo de ancianos, no por
esto es una sociedad política. Durkheim rechaza también la idea (a la cual Weber
otorga considerable importancia) de que la ocupación permanente de un área
territorial fija es una característica necesaria para la existencia de un Estado. Los
territorios fijos y claramente deslindados han aparecido bastante tarde en el curso
de la historia. Aunque son una característica de las sociedades avanzadas, no
pueden considerarse de importancia esencial para definir si una sociedad es política
o no. Esto equivaldría a «negar todo carácter político a las grandes sociedades
nómadas cuya estructura fue a veces muy elaborada». 19 En cambio, territorios
estrictamente deslindados han sido a menudo propiedad de simples familias.
Algunos pensadores políticos han intentado establecer el número de habitantes
como índice de la existencia de una sociedad política. Esto no es aceptable, afirma
Durkheim, pero implica efectivamente una característica necesaria para una
sociedad política: el que la sociedad en cuestión no se limite a un grupo de
parentesco, sino que se componga de un agregado de familias o de grupos
secundarios. «Tendríamos entonces que definir la sociedad política diciendo que
está formada por la unión de un número mayor o menor de grupos sociales
secundarios, y sujeta a una misma autoridad, la cual no está sometida a ninguna
otra autoridad superior debidamente constituida». 20 Durkheim sugiere que el
término «Estado» no se haga coextensivo a la sociedad política como un todo, sino

18 ES, p. 204; LS, p. 284.


19 PECM, p. 43.
20 PECM, p. 45; Leçons de sociologie, París, 1950, p. 55.
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que se reserve para designar la organización de funcionarios que es el instrumento


en que se concentra la autoridad gubernamental.
Los tres componentes del análisis de Durkheim son, por tanto, la existencia de
una autoridad constituida, que se ejerce dentro de una sociedad que tiene por lo
menos algún grado de diferenciación estructural, y que es aplicada por un grupo
preciso de funcionarios. Mediante la referencia a estas características, Durkheim
intenta distinguir su punto de vista de las principales corrientes de pensamiento
que él considera que ofrecen teorías sobre el Estado y la sociedad opuestas entre sí:
el idealismo hegeliano, por una parte, y el utilitarismo y el socialismo por la otra. El
Estado no es ni «superior» a la sociedad, ni tampoco una mera carga parasitaria a
costa de ella, si reglamenta algo más que las relaciones puramente económicas.
Según Durkheim, el Estado ejerce, y debe ejercer, funciones morales (concepción
que él considera distinta tanto del socialismo como del utilitarismo), pero esto no
entraña, por otro lado, la subordinación del individuo al Estado, como (según
Durkheim) afirma Hegel.

LA DEMOCRACIA Y LOS GRUPOS PROFESIONALES


Como muestra Durkheim en La división del trabajo social, la principal
tendencia evolutiva, a medida que las sociedades se hacen más complejas, mira
hacia la progresiva emancipación del individuo de su subordinación a la conscience
collective. Viene asociada con este proceso la aparición de ideas morales que
acentúan los derechos y la dignidad del ser humano individual. Esto a primera vista
parecería crear un obstáculo insalvable a la expansión de las actividades del
Estado. Es una verdad manifiesta, dice Durkheim, que la importancia del Estado
tiende a aumentar con la creciente diferenciación de la división del trabajo: el
crecimiento del Estado es una característica normal del desarrollo de la sociedad. 21
Pero esta aparente antinomia se resuelve al ponderar el hecho de que, en las
sociedades modernas, el Estado es la institución primordialmente responsable de la
estipulación y protección de estos derechos individuales. Así, la expansión del
Estado se vincula directamente con el progreso del individualismo moral y con el
crecimiento de la división del trabajo. Sin embargo, ningún Estado moderno actúa
solamente como garante y administrador de los derechos de ciudadanía. La
perpetuación de rivalidades internacionales ha estimulado el desarrollo de creencias
comunes referentes a la nación como colectividad (patriotismo, orgullo nacional). Si
bien el nacionalismo tiene sólo una importancia secundaria, en la opinión de
Durkheim, en las sociedades modernas, 22 tiende sin embargo a generar conflictos
entre la afiliación a los ideales nacionales y el panhumanismo que es intrínseco a
las nociones de libertad e igualdad individual que hoy día han echado raíces tan
profundas. No es inconcebible, por otra parte, que en el futuro el orgullo nacional se
aliste a la promoción de los ideales generales de la humanidad. 23

21 Sobre este punto véase nota 49 del cap. 5. De todos modos, Durkheim pone de relieve que no se
da una relación universal entre sociedad y Estado: «Los tipos de sociedad no deberían confundirse
con los distintos tipos de Estado [...] un cambio en el sistema de gobierno de una nación no implica
necesariamente un cambio en el tipo de sociedad que predomina en ella». Esto constituye un
elemento de la crítica que hace Durkheim a Montesquieu. Véase Montesquieu and Rousseau, Ann
Arbor, 1965, p. 33 y passim.
22 El nacionalismo puede tomar una forma patológica, como en el militarismo alemán. Cf. el análisis

que hace Durkheim de la obra de Treitschke, Politik, en L’Allemagne au-dessus de tout, París, 1915.
23 PECM, pp. 73-5; cf. también Moral Education, Nueva York, 1961, pp. 80-1, donde Durkheim dice

que la nación podría «concebirse como una encarnación parcial de la idea de humanidad».
INDIVIDUALISMO, SOCIALISMO Y “GRUPOS PROFESIONALES”

A la vista de este análisis ¿podría darse el caso de que la creciente expansión


de las actividades del Estado llegue a alcanzar un punto en que se convierta en una
tiranía burocrática? Durkheim lo admite como posibilidad. El Estado puede
convertirse en un órgano represivo, aislado de los intereses de la masa de
individuos de la sociedad civil. Esto puede ocurrir si no están firmemente
desarrollados los grupos secundarios que se interponen entre el individuo y el
Estado: sólo si estos grupos son bastante vigorosos como para contrapesar al
Estado pueden protegerse los derechos del individuo. Esta afirmación de la
necesidad del pluralismo es precisamente la que traza la conexión entre la teoría de
Durkheim del Estado y su concepción de la democracia y, de ahí, con su llamada a
favor del resurgimiento de las asociaciones profesionales (corporations).
Durkheim rechaza la idea tradicional de democracia, en la medida que implica
el que la masa de la población participe directamente en el gobierno.
Excepto para las pequeñas tribus menos avanzadas, no existen sociedades donde el
gobierno sea ejercido por todos en común: se encuentra siempre en manos de una minoría
selecta, sea por nacimiento o por elección; su radio de acción puede ser amplio o reducido,
según las circunstancias, pero nunca comprende más que un círculo limitado de individuos. 24
Una sociedad es más o menos democrática, siguiendo la terminología de
Durkheim, según el grado en que se da en ella un doble proceso de comunicación
entre el Estado y los demás niveles de la sociedad. Según Durkheim, de la
existencia de un sistema democrático se sigue la consecuencia extremadamente
significativa de que la gestión de la vida social asume un carácter consciente y
dirigido. Muchos aspectos de la vida social que antes se regían por el hábito o la
costumbre irreflexiva se convierten en objeto de la intervención por parte del
Estado. Éste queda involucrado en la vida económica, en la administración de la
justicia, en la educación e incluso en la organización de las artes y las ciencias.
La función del Estado en la democracia no se reduce, por tanto, a resumir y
expresar las opiniones y sentimientos que tiene la masa de la población de una
manera difusa e irreflexiva. Durkheim llama al Estado el «ego» social (es decir, la
«consciencia»), mientras que la conscience collective es la «mente» social en su
conjunto (es decir, incluye muchos modos de pensamiento reflexivo habitual). Por
tanto, el Estado es a menudo el origen de nuevas ideas, y guía a la sociedad tanto
como es guiado por ella. En las sociedades donde el Estado no asume esta función
directiva, el resultado puede ser un estancamiento casi tan grande como en las
sociedades que siguen bajo el yugo de la tradición. En las sociedades modernas,
donde se ha disipado ampliamente la influencia de tradiciones restrictivas, se abren
muchos caminos para la ostentación del espíritu crítico, y son frecuentes los
cambios de opinión y de talante entre la masa: si el gobierno se limita a reflejar
estas variaciones, el resultado será la incertidumbre y la vacilación constante en el
ámbito político, lo cual no llevará a ningún cambio concreto. Ocurren muchos
cambios superficiales, pero se invalidan entre sí. «Aquellas sociedades que son tan
turbulentas en la superficie, están a menudo amarradas a la rutina». 25 Tal situación
tiende a darse precisamente en las circunstancias en que han escaseado los grupos
secundarios que median entre el individuo y el Estado. Esta misma deficiencia, en

24PECM, p. 85; Leçons de sociologie, p. 103.


25PECM, p. 94. Durkheim no fue, ni mucho menos, tan desconocedor de la existencia de conflictos
sociales como se ha dicho a veces; cf., por ejemplo, su crítica a Montesquieu, el cual no alcanzó a ver
que «toda sociedad entrarla factores conflictivos, por el simple hecho de que ha surgido
gradualmente de una forma Pasada y tiende hacia una forma futura». Montesquieu and Rousseau, p.
59.
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el caso de un Estado fuerte, puede llevar a un despotismo tiránico; y, cuando el


Estado es débil, puede producir una inestabilidad constante.
Incluso antes de la publicación de La división del trabajo social, Durkheim llegó
a la conclusión de que las asociaciones profesionales deben representar en las
sociedades contemporáneas un papel más amplio que el que desempeñan
actualmente. 26 Si bien este tema no se desarrolla con amplitud en el libro, no es
difícil percibir la relación entre él y el análisis de la división anómica del trabajo que
allí formula. 27 Hay anomia en el sistema profesional en la medida en que falta
integración moral en los «puntos neurálgicos» de la división del trabajo: los puntos
de articulación e intercambio entre los distintos estratos o niveles profesionales.
Una de las principales funciones de las asociaciones profesionales sería fortalecer la
reglamentación moral en estos puntos, y fomentar así la solidaridad orgánica. La
familia, cada vez más restringida en sus funciones, no puede realizar esta tarea en
las sociedades modernas. El grupo profesional es el único «bastante próximo al
individuo, para que éste pueda confiar directamente en él, y bastante permanente,
para que pueda ofrecerle una perspectiva». 28 Es evidente, reconoce Durkheim, que
el antiguo tipo de gremio profesional, tal como existía en los tiempos medievales, ha
desaparecido completamente. Los sindicatos que existen hoy día, en general están
organizados de una forma más libre y no responden a las necesidades sociales,
puesto que están en conflicto permanente con la patronal.
[...] patronos y obreros están, los unos en relación con los otros, en la misma situación que dos
Estados autónomos pero de fuerza desigual. Pueden, como lo hacen los pueblos por intermedio
de sus gobiernos, hacer contratos recíprocos- Pero estos contratos no expresan más que el
estado respectivo de las fuerzas económicas enfrentadas, como los tratados que concluyen dos
beligerantes no hacen más que expresar el estado respectivo de sus fuerzas militares.
Consagran un estado de hecho, no podrían hacer de éste un estado de derecho. 29
Según esto, es necesario reinstaurar las asociaciones profesionales como
grupos jurídicamente constituidos que «desempeñan una función social en lugar de
expresar solamente diversas combinaciones de intereses particulares».
Durkheim se abstiene de ofrecer una exposición detallada de cómo deberían
estructurarse los grupos profesionales. De todos modos, no deberían ser
simplemente una forma rediviva del gremio medieval; gozando de un alto grado de
autonomía interna, deberían estar jurídicamente bajo la supervisión general del
Estado; deberían tener autoridad para resolver tanto los conflictos entre sus propios
miembros como los que tienen con los demás grupos profesionales; y tendrían que
ser el centro de numerosas actividades recreativas y educativas. 30 Desempeñarían
también un importante papel en el sistema político en sentido directo. Una de las
razones de la volubilidad superficial de ciertas sociedades modernas es que están
atadas al predominio de la representación directa en el sistema electoral, lo cual
deja a los representantes elegidos, a su vez, encadenados a los caprichos del
electorado. Esto podría superarse mediante el establecimiento de un sistema
electoral en dos etapas o de múltiples niveles, en el cual los grupos profesionales

26 Durkheim trata de la función de las asociaciones profesionales en «La famille conjugale»,


conferencia pronunciada por primera vez en 1829. Esta conferencia no se publicó hasta 1921 (RP,
vol. 91, pp. 1-14).
27 Durkheim se propuso escribir una obra, que seguiría a La división del trabajo social, y que trataría

específicamente de la importancia de las asociaciones profesionales, pero nunca realizó tal proyecto.
Cf. el prefacio de la segunda edición de La división del trabajo social, p. 7.
28 «La famille conjugale», p. 18.
29 DT, p. 11; DTS, pp. VII-VIII.
30 PECM, pp. 28 ss. y 103-4; ES, pp. 308-313; DT, pp. 24-27.
INDIVIDUALISMO, SOCIALISMO Y “GRUPOS PROFESIONALES”

serían las principales unidades electorales intermediarias.


Estas propuestas, según Durkheim, no son una mera creencia fundada en los
deseos más que en los hechos, sino que se ajustan a la determinación específica de
las formas sociales «normales» que él propuso en Las reglas del método sociológico.
Esto equivale a decir que él desarrollo de los grupos profesionales es un principio
que surge de la compleja división del trabajo.
La ausencia de toda institución corporativa crea, pues, en la organización de un pueblo
como el nuestro, un vacío cuya importancia es difícil de exagerar. Nos falta todo un sistema de
órganos necesarios para el funcionamiento normal de la vida común [...]. Allí donde el Estado
es el único medio en el que los individuos pueden formarse para la práctica de la vida común,
es inevitable que se desliguen, que se separen los unos de los otros y que, en la misma medida,
se disgregue la sociedad. Una nación no puede mantenerse más que si entre el Estado y los
particulares se intercala toda una serie de grupos secundarios que estén lo bastante cerca de
los individuos como para atraerlos fuertemente a su esfera de acción y arrastrarlos así al
torrente general de la vida social. Hemos mostrado qué aptos son los grupos profesionales para
cumplir este papel, e incluso cómo todo lo destina a ello. 31

31 DT, p. 28. Cf. Erik Allardt: «Emile Durkheim: sein Beitrag zur politischen Soziologie», Kölner

Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie, vol. 20, 1968, pp. 1-16.

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