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ISSN: 0048-7651
rchilite@gmail.com
Universidad de Chile
Chile
CONTEXTUALIZACIÓN
1
Lima: Compañía de Impresores y Publicidad, 1935, 110 p.
2
Santiago: Zig-Zag, segunda edición, 1962, 269-273.
3
Montevideo: Arca, 1967, 122-129.
4
Angel Rama. Transculturación narrativa en América Latina. México: Siglo XXI,
segunda edición, 1985, 305 p.
34 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
5
Documento mimeografiado en poder del crítico, fechado en Lima, mayo de 1969,
68 p.
Amor, odio y marginalidad en “Warma kuyay”, de José María Arguedas 35
6
Buenos Aires: Editorial Fernando García Cambeiro, 1973, 255 p.
7
Buenos Aires: Editorial Fernando García Cambeiro, 1973, 49-54.
8
Lima: Editorial Juan Mejía Baca, 1974, 205 p.
9
Juan Larco, editor. La Habana: Casa de las Américas, 502 p.
10
El presente trabajo no se publicó antes debido al impacto de la muerte de Arguedas en
el autor, quien trató de comunicarse con el escritor mediante un telegrama que éste nunca
recibió.
36 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
Kutu y el niño Ernesto se presentan como los dos extremos que aspiran a
Justina. Ella es el centro de sus miradas, intenciones y acciones. Han pues-
to sus esperanzas y realidades en su figura. Es la más cara y única aspira-
ción de ambos, pese a la nota específica que posee el amor de Kutu. Pero
hay un primer aspecto que ya resalta: un indio, Kutu, y un blanco, Ernesto,
tienen un mismo objetivo, un mismo centro de atención. En Justina pues,
se han yuxtapuesto los ideales de dos culturas, representadas por los dos
pretendientes.
La ligazón entre Kutu y Justina, el nexo existente entre ellos se prueba
en varios momentos del relato: el indio está deseando profundamente a
Justina, al mostrarse triste y molesto por la deshonesta acción de Froylán.
Así, la venganza por medio del castigo a los becerros es la objetivación
máxima del rompimiento entre ellos y, a la vez, la agudización permanente
del conflicto con el patrón que ha violado a la amada. En las primeras
líneas del cuento, el niño Ernesto mismo muestra conocer la relación que
une a Justina con el Kutu: “al Kutu le quieres...”, dice 14.
Con respecto al carácter de niño blanco de Ernesto, en el relato no apa-
rece expreso. Solo se dice que es sobrino del otro dueño de la hacienda y,
por tanto, conviene fundamentar aquí su condición. Se observa, por ejem-
plo, en el tratamiento que las indias tienen para con él al decirle “déjame
niño Ernesto...”, donde un especial tratamiento delata su diferencia; en la
actitud misma del Kutu en el momento en que confía en que el niño podrá
14
Todas las citas provienen de la versión aparecida en Antología del cuento
hispanoamericano, de Ricardo Latcham. Santiago: Editorial Zig-Zag, segunda edición, 1962,
269-273.
38 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
15
Arguedas ha dicho, al respecto, en una conversación con nosotros, en 1968, que “el
niño Ernesto quiere con la perversidad católica del blanco”.
Amor, odio y marginalidad en “Warma kuyay”, de José María Arguedas 39
LA RELACIÓN KUTU-JUSTINA
16
Nos decía Arguedas en 1968: “el Kutu no está manchado de pesimismo étnico. Es
incapaz, efectivamente, de otra solución. Si mata a Froylán, lo despedazan, a él y también a
sus amigos”.
44 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
LUMINOSIDAD Y OSCURIDAD
17
La cultura incaica concedió al sol y la luna valores religiosos y mágicos máximos.
Algunos ejemplos: 1) todo territorio de la comunidad indígena estaba dividido en tres sectores,
perteneciente el primero de ellos al sol (Louis Baudin, El imperio socialista de los incas.
Santiago: Editora Zig-Zag, 1953, tercera edición corregida y aumentada, 147); segundo, el
reino de los Caras, cuando tomó a Quito por capital la encuadró “con dos templos: el del sol
y el de la luna” (Louis Baudin, La vida cotidiana en el tiempo de los últimos incas. Buenos
Aires: Librería Hachette, 1958, 42); tercero, la célebre Puerta del Sol, en Tiahuanaco, críptica
aún (Baudin, La vida, 46-47); cuarto, la fiesta del sol en el sexto mes, conocida como “la
más grande festividad” (Baudin, La vida, 183-186); quinto, el hombre y la mujer son hijos
creados por el sol y los incas descienden directamente de él (Baudin, La vida, 27-30); sexto,
también en el Inca Garcilaso de la Vega, en sus Comentarios reales de los incas, primera
parte, libro primero, cap. XV y XVIII, etc. La siguiente opinión de Baudin (La vida, 231)
muestra más precisamente el carácter de la luna y el sol: “el indio se dirigía con más gusto a
la luna que al sol. La primera le parecía más familiar, más accesible y también menos uniforme
y rígida que el segundo. El sol era el dios oficial, el más imponente, con el mayor número de
templos, y permanecía inmutable, siempre idéntico a sí mismo; la luna por el contario, era
más dulce, más femenina y cambiaba frecuentemente de aspecto: cada una de sus fases
48 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
tercera persona, con la cual comienza la primera escena del cuento. Esa
luna está permitiendo que podamos ver todo lo que sucede, ya que la oscu-
ridad no dejaría ver nada. Sabida es la afición del narrador por la luz, por la
nitidez de las cosas que está viendo, para poder contarlas. Aquí hay algo
más que eso. Separado del círculo de los indios que hablan y cantan, Ernes-
to es guiado “por el blanqueo de la pared” del molino viejo al cual se enca-
rama y eso era “como las nubes que correteaban en las laderas del Chawala”.
Las nubes y el blanqueo asumen el papel de guía, de la esperanza que se
busca y no se encuentra en medio de la oscuridad exterior: las “sombras”
de los eucaliptus, “el cerro, medio negro... daba miedo por las noches”. Se
ha conformado una oscuridad exterior donde deslumbran elementos bri-
llantes (blanqueo, en lo real, y nubes en lo evocado) pero toda esta situa-
ción de luz y sombra tiene su correlato en esa oscuridad interior del niño
marginado, en esa pena psíquica del desplazado social y sentimentalmente,
negrura en la cual se engasta un puntito brillante: su amor por Justina, su
esperanza de tenerla, su visión de ella. La oscuridad, finalmente, surge en-
tonces como la no correspondencia de Justina, también, aparte de los valo-
res ya señalados18.
encerraba un significado”. Esa luna “familiar” será la que guie a Ernesto por la quebrada; se
la puede mirar con la cara levantada, no como al sol con dificultad; su condición femenina la
hace aparecer como la madre y la hermana que acompañan en esta soledad, su variabilidad
parece reflejar el cambio que le sucede al niño Ernesto. La desaparición gradual de la oscuridad
que culminará con ese día tranquilo también se conecta más bien con la luna como guía que
con el sol, apareciendo éste como momento final de plenitud, dentro del desarrollo del niño
Ernesto.
18
Baudin ubica también toda la significación del sol y la luna en la situación vital del
indio (El imperio, 109): “en el Perú, el vulgo adoraba las fuerzas de la naturaleza y, ante
todo, el sol. Cómo el indio después de la larga noche gélida pasada en la puna no se iba a
prosternar ante este astro que vertía sobre él a torrentes la luz, el calor, la alegría y la esperanza.
El sol era el principio y el fin del mundo; la luna era a la vez su hermana y su mujer; las
estrellas sus servidoras, el inca su hijo; el rayo su maldición”. La influencia del sol y la luna
reviste aquí una perspectiva mucho más amplia. La vida misma de los hombres más altos del
reino –los incas– se estructuraba a semejanza de los astros: inca-sol; mama ocllo-luna. Baudin
entrega la descripción de lo que llama “el lugar más sagrado del imperio: el templo del sol
en Cuzco” (Baudin, La vida, 178-183). Allí se pueden observar santuarios dedicados al sol
y a la luna; una profusión de oro y plata, metales que eran considerados emanaciones terrestres
de los dos astros, respectivamente, estatuas personificando el astro solar en diferentes
momentos; el maravilloso jardín de oro con árboles, reptiles, flores, pájaros y pastores de
oro. Finalmente la presencia de una placa de oro ovalada, el “huevo originario”, dice Baudin,
Amor, odio y marginalidad en “Warma kuyay”, de José María Arguedas 49
que es entendida como la esencia del sol, “el sol del sol” rodeado por las representaciones
del sol y la luna en sendos discos gigantes de oro y plata. Era de tal importancia el hecho de
que estuviera allí la esencia del sol, que hacía a los incas pensar que el Cuzco era una
ciudad-ombligo, centro del mundo (al respecto, confróntese con Mircea Eliade, El mito del
eterno retorno. Buenos Aires, Emecé Editores, 1952, cap. I, apartado iv, “El simbolismo del
“centro”, 24-29).
50 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
LO INTERIOR - LO EXTERIOR
Frente a ese olvido de que hará gala Kutu, según se supone, Ernesto sigue
recordando todo lo sucedido. Tanto recuerda, que el relato mismo es la
prueba de su recuerdo, la expresión escrita de él. Justina, la quebrada de
Viseca están presentes aún.
Se podría ver, como se ha hecho, en el final de este relato, la oposición
ciudad /campo. No es tan exacto. La ciudad, propiamente tal, no se encuen-
tra aquí buscada en la dimensión que el naturalismo le concedió. Aquí se
trata de una ciudad a orillas del mar, un puerto seguramente, que es com-
prendido como otro universo cultural-geográfico, un enclave volcado ha-
cia lo externo.
19
Arguedas nos ha confirmado, en 1968, que desde la quebrada de Viseca se fue,
efectivamente, a un puerto.
52 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
breve unidad estructural del relato solo muestra la conciencia que adquiere
el muchacho acerca de su existir.
Ya en la primera escena del cuento, se veía esta situación marginal del
niño blanco inmerso en la cultura quechua: “Se volteaban a ratos para mi-
rarme y reían. Yo me quedé fuera del círculo, avergonzado, vencido para
siempre. Los cholos se habían parado en círculo y Justina cantaba al me-
dio. En el patio inmenso, inmóviles sobre el empedrado, los indios se veían
como estacas de tender cueros”. La experiencia de quedar fuera del círcu-
lo, avergonzado, rechazado, con los indígenas dándole las espaldas, culmi-
nará al final del relato, sucediendo algo similar, en otro lugar, con el agra-
vante de que se tendrá como añoranza el lugar anterior –Viseca–, como
evocación y deseo terrible de volver, en virtud de todo lo allí sucedido, y en
virtud, además, de la inconsciencia absoluta, la de Viseca, hay atisbos, en
todo caso, de la dimensión verdadera de la situación. La madurez se los irá
entregando, cada vez más claros y obvios.
Por ejemplo, el indio Kutu se da cuenta de esta situación existencial de
Ernesto, por eso le dice a Ernesto: “tienes pena de los becerritos, pero a los
hombres no los quieres”. Aparte de captar la situación de Ernesto, Kutu
está prediciendo, anticipando esa frase final del niño Ernesto: “gentes que
no quiero, que no comprendo”. Anticipa, además, la conducta, que tendrá
con “Zarinacha”, la res, el niño Ernesto. Y es evidente que no está tan
integrado a los hombres el niño Ernesto, ya que son dos las posibilidades
que le propone a Kutu para matar a don Froylán: “con galga” o con “hon-
da”.
Otro elemento que se puede manejar con respecto a la marginalidad de
Ernesto, son los términos con que se enfrenta al mundo natural, a la natura-
leza, en dos situaciones. Cuando conversa con el cerro, desde el molino, le
dice: “si te cayeras de pecho, taita Chawala, nos moriríamos todos”. Lue-
go, al acercarse al becerro que está en el suelo, ya lleno de amor, expresa:
“Ninacha, perdóname. Perdóname, mamaya”. Los términos con los que se
refiere a estos elementos de la naturaleza hacen mención a instancias de la
familia. El padre, la niña, la madre. Diminutivos de cariño son las palabras
que se emplean en el relato, con ese “cha” y ese “ya” 20. Ernesto necesita la
20
Convendría anotar aquí que los diminutivos y otras expresiones de la afectividad
empleados por Ernesto, son bastante frecuentes: Justinita, Justinay, Justinacha, se presentan
54 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
en esta forma por la relación amorosa que Ernesto desea con Justina; Kutullay y Kutucha
prueban la relación de amistad que se establece entre Kutu y Ernesto cuando éste último se
entera del atentado contra Justina. Es la formación del bloque. Pedrucha, Anita, finalmente
demuestran la frecuencia con que son empleadas estas expresiones en este mundo. Menciones
como becerrito, echadita, palomita, lejitos, tienen un papel similar.
21
Baudin, en La vida, 226-227, define el ámbito indio como “un mundo donde lo natural
y lo sobrenatural se hallaban estrechamente mezclados”.
Amor, odio y marginalidad en “Warma kuyay”, de José María Arguedas 55
por uno u otro sector, como sería el caso del motivo de “menosprecio de
corte y alabanza de aldea”, o la dicotomía civilización-barbarie), ya que en
ambos lugares la situación existencial de marginación es la misma.
Se podría pretextar, e incluso probar, una mayor marginalidad en la
ciudad, pero, sin embargo, en la ciudad lo que ha aumentado es la concien-
cia sobre la verdadera condición que se posee. Y es esta conciencia del
dolor existencial la que muestra como más aguda la permanencia en la
ciudad.
Ese diálogo entre el cerro y la res con Ernesto es la prueba de la existen-
cia de la naturaleza con valores mágicos máximos, valores que son cotidia-
nos para los indios. Ni siquiera se puede pensar que el cerro y la res estén
personificados o animados, en virtud de recursos literarios; nada de eso,
solo sucede que se está detallando la situación efectiva de la relación natu-
raleza-ser humano, desde hace siglos, en la zona de las quebradas quechuas.
Cuando Ernesto expulsa a Kutu de la comunidad, le dice: “asesino tam-
bién eres, Kutu, un becerrito es como una criatura”. En estas palabras se
encuentran detallados los valores máximos de humanidad que el niño Er-
nesto le confiere a la naturaleza. Hay una diferencia, obviamente, con res-
pecto a la forma de encarar la naturaleza por parte de los indios. Es tanta la
humanidad que le concede el niño Ernesto, que trata de “taita” “mamaya” y
“ninacha” a instancias naturales. El valor de la mención “asesino” resalta
claramente desde este punto de vista. Lo que el Kutu le había dicho ante-
riormente “tienes pena de los becerritos, pero a los hombres no los quie-
res”, puede observarse aquí –por oposición– cuán llena de contenido se
encuentra.
La conducta hacia la naturaleza o sus instancias puede servir de una
buena norma para examinar la no pertenencia de un individuo al mundo
indígena. Cuando Kutu da de zurriagos a los becerros, ha dejado, en gran
parte, de pertenecer al mundo quechua. Sus actitudes están muy cerca de
los blancos, de don Froylán, “que se llevan las vaquitas de los otros, o las
matan de hambre en su corral”. Kutu no las mata, solo las golpea, pero
cuánto se aleja del mundo quechua con esos golpes, y cuánto se aleja tam-
bién el niño Ernesto, al gozar con esa acción.
En el momento final del relato, se observa que el niño Ernesto tiene
sumamente presente la quebrada de Viseca: “viví alegre en esa quebrada
verde y llena del calor amoroso del sol...”, dado que la menciona como su
“querencia”. En ese viaje a la costa, que alcanza valores psicológicos, al
penetrar en la conciencia de su situación de marginación, la quebrada surge
56 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
ESTRUCTURA Y TIPOS
Las instancias que estructuran una obra literaria son tres: el espacio, el
acontecimiento y el personaje22. Puede una de ellas predominar sobre las
restantes, configurándolas, y permitir así el acceso a ellas.
Una obra puede ser, según esto, de estructura espacial, de personajes o
de acontecimiento. Aquí no se encuentra un personaje clave que permita la
apertura del mundo total de la obra 23. Se capta, sin embargo, que lo que
interesa en ella es el ámbito mostrado, todo ese lugar donde sucede la his-
toria. Pero, ¿qué predomina entonces, el espacio o el acontecimiento? No
parecería tan efectivo que la estructuración de este cuento sea de aconteci-
miento, pero si el acontecimiento está en virtud de una exposición del mun-
do, la cuestión queda más clara. Aquí, el acontecimiento adquiere la inten-
ción de cualificar el mundo, está dado para que mediante él se comprenda
el espacio. El motivo de la narración adquiere, concretamente, esta fun-
ción. Y así se podría decir que el suceso es un medio para mostrar, para
abrir el mundo que interesa entregar, que le interesa al narrador y al autor
dar a conocer.
Las menciones espaciales y descriptivas que se encuentran en el rela-
to funcionan en este sentido. Dos de estas menciones se refieren exclusi-
vamente al presente, con un carácter obviamente descriptivo del ambiente,
entendido como escenario de la historia: “los cerros ennegrecieron
22
Sobre estructura, véase Kayser, Interpretación y análisis, 460-476.
23
Que el discurso casi total del relato esté organizado en base a una primera persona y
que por consiguiente este mundo sea estrictamente personal, no permite decir que sea
efectivamente una estructura de personaje. Lo que importa es la estructura del mundo
entregado, no el transmisor. Importa el contenido, no la envoltura. El acontecimiento
–exclusivamente puesto para mostrar la naturaleza y calidad de este mundo– es, con precisión,
el triángulo amoroso y su rompimiento. La posible ambigüedad teórica del concepto de
motivo literario que puede poseer el término, con su amplitud, solo puede solucionarse en la
práctica analítica al concretar la duda o resolverla. El motivo señala una situación reiterativa
en la historia de la humanidad, y su función es, por tanto, aparte de las abundantes anotadas
por Kayser, la de revelar el mundo configurado en su particular especificidad. Desde este
punto de vista, el motivo del triángulo amoroso ha cumplido abundantemente con ese fin. Al
explotar el triángulo, en este caso, y al dirigirse Kutu al interior y Ernesto hacia la costa, lo
que se está haciendo en verdad es configurar geográficamente un ámbito. Costa y sierra dan
la nación peruana, toda una dimensión nacional que quiere ser abarcada y comprendida en
ese doble movimiento.
58 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
rápidamente, las estrellitas saltaron de todas partes del cielo; el viento sil-
baba en la oscuridad, golpeándose sobre los duraznales y eucaliptus de la
huerta, más abajo, en el fondo de la quebrada, el río grande cantaba con su
voz áspera”. Y la otra: “los eucaliptus de la huerta sonaban con ruido largo
e intenso; sus sombras se tendían hasta el otro lado del río”.
Otro momento se refiere a las condiciones de la hacienda, y además a la
ubicación de otros personajes, y finalmente, la mención del lavadero es
descriptiva de un presente, pero remite a un pasado, e incluso se podría
decir que se le han concedido ciertos alcances valorativos, ya que con ello
se muestra una condición de desgaste del mundo, una precariedad y pobre-
za, sugerida a niveles sociales y económicos.
Y esa intención mostrativa de un mundo es la que ha tenido en cuenta
Arguedas, cuando escribe: “porque los relatos de Agua (donde se incluye
“Warma kuyay”) contienen la vida de una aldea andina del Perú, en que los
personajes de las facciones tradicionales se reducen, muestran y enfrentan
nítidamente” 24. Y más adelante exclama: “describir la vida de aquella al-
dea, describirla de tal modo que su palpitación no fuera olvidada jamás,
que golpeara como un río en la conciencia del lector” 25. Y nuevamente
resalta la misma idea como su ocupación e intención fundamental, cuando
agrega: “sería transmitido a los demás ese mundo. Sentirían las extremas
pasiones de los seres humanos que lo habitaban” 26.
La consecuencia de tomar el espacio que se entrega, con tal fuerza, no
se hace esperar. Repercute en los personajes, necesariamente, haciéndose
estos furiosamente representativos de sectores humanos. Es menester, para
dar ese mundo en la forma que se desea, que los personajes adquieran
rasgos y características un tanto comunes, un tanto rápidas, un tanto mol-
deadas.
Arguedas está perfectamente consciente de ello. Dice: “allí no vi-
ven sino dos clases de gentes que representan dos mundos implacables y
24
José María Arguedas. Diamantes y pedernales. Lima: Juan Mejía Baca y P. L.
Villanueva Editores, 1954, 5. El paréntesis es nuestro.
25
José María Arguedas. Diamantes y pedernales. Lima: Juan Mejía Baca y P. L.
Villanueva Editores, 1954, 5-6.
26
José María Arguedas. Diamantes y pedernales. Lima: Juan Mejía Baca y P. L.
Villanueva Editores, 1954, 7.
Amor, odio y marginalidad en “Warma kuyay”, de José María Arguedas 59
27
José María Arguedas. Diamantes y pedernales. Lima: Juan Mejía Baca y P. L.
Villanueva Editores, 1954, 5.
28
Cedomil Goic anota con respecto a la generación neorrealista chilena (posición
equivalente de Arguedas, en Perú) que “la novela del realismo social puede caracterizarse
en términos generales como una novela espacial, esto es, como una novela estructurada
mediante la suma de múltiples espacios que configuran el mundo de las luchas y de las
condiciones de vida proletarias y gremiales, agrarias, mineras, industriales o suburbanas...
las preferencias se ordenan entonces en la consideración de los diversos sectores en su
determinación política y económico-social”. Goic. “La novela chilena actual: tendencias y
generaciones”. Estudios de lengua y literatura como humanidades. Santiago: Editorial
Universitaria, 1960, 42.
60 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
LAS IMÁGENES
29
Joan Corominas. Diccionario crítico-etimológico de la lengua española. Madrid:
Editorial Gredos, 1954.
62 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
30
James Irby. “Ana María Barrenechea, La expresión de la irrealidad en la obra de
Jorge Luis Borges”. México: El Colegio de México, 1957; 189; Nueva revista de filología
hispánica, México: El Colegio de México, año xvi, números 1-2, enero-junio de 1962, 125-
132.
31
Arnold Hauser. Historia social de la literatura y el arte. Madrid: Ediciones Guadarrama,
1964, tercera edición, tomo II, cap. VIIII, 475. Véase, además, 465-499.
Amor, odio y marginalidad en “Warma kuyay”, de José María Arguedas 63
32
Goic. “La novela chilena actual: tendencias y generaciones”. Estudios de lengua y
literatura como humanidades. Santiago: Editorial Universitaria, 1960, 39.
64 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
solidaridad (el del final de la novela, por ejemplo, cuando Cristian y Aniceto
se unen).
En relación con algunos cuentos, se observa, en “Menos Julia”, de
Felisberto Hernández, cómo se rechaza el mundo externo, proponiéndose
un túnel como superrealidad, donde los personajes que allí penetran se co-
nectan con el pasado. El tercer momento llega cuando una de las partici-
pantes básicas –Julia– se niega a continuar, y la superrealidad se pierde. En
otros cuentos de Hernández: se rechaza el mundo externo, se propone un
conocimiento visual máximo o un balcón compañero y esta superrealidad
desaparece cuando la visión común viene –con ceguera incluso– o cuando
el balcón se desmorona, que son los casos de “El acomodador” y “El bal-
cón”, respectivamente. En “La niña esperanza o el monumento derrumba-
do”, de Agustín Yáñez, se rechaza lo pobre, viejo y feo de un barrio, para
proponer la riqueza, hermosura y juventud de una joven llamada esperan-
za. Finalmente, llega el tercer momento, de ironización, de pérdida de lo
construido, y la superrealidad desaparece, al morir esta niña. En “El Aleph”,
de Borges, se rechaza la visión del aleph que tiene el literato Carlos Argen-
tino Daneri, y se propone la visión que tiene el narrador, denominado Borges,
perdiéndose finalmente la superrealidad en una postdata que integra el cuen-
to, de mucho carácter intelectual y donde se afirma la falsedad de ese aleph
del narrador. En “El camino de Santiago”, de Alejo Carpentier, se rechaza
el lugar en que Juan se encuentra (Europa primero, América después). El
tercer momento llega cuando este viaje se hace ininterrumpido y constante.
Así, en multiplicidad de obras, la totalidad, en verdad, de las pertenecientes
a la primera generación, que incluye a los nacidos entre 1890 y 1904, acon-
tece una pérdida final de esa realidad postulada, de esa superrealidad. Es la
ironía por el mundo construido, la historización que llega, la posibilidad
solo momentánea de que se realice. Este es, definitivamente, el tercer mo-
mento que caracteriza la estructura trimembre de las obras de esta genera-
ción.
La segunda generación surrealista parece poseer tres direcciones: “El
realismo mágico o fantástico” (Juan José Arreola, Julio Cortázar), “El rea-
lismo existencial” (Juan Carlos Onetti, Ernesto Sábato) y “El realismo so-
cial” (José María Arguedas, Juan Rulfo, Augusto Roa Bastos, Nicomedes
Guzmán). Se aprecia claramente –en las denominaciones, al menos– por
qué a esta generación se le ha llamado neorrealista. Coincide con los dos
primeros momentos de la generación anterior, pero se separa e individuali-
za con respecto al tercero. Muy en general, es necesario decir que hay un
Amor, odio y marginalidad en “Warma kuyay”, de José María Arguedas 65
LA UBICACIÓN DE ARGUEDAS
33
Esta idea acerca del superrealismo que aquí se reseña pertenece a Carlos Santander y
ha sido utilizada también por Pedro Lastra.
Amor, odio y marginalidad en “Warma kuyay”, de José María Arguedas 67
34
José María Arguedas. “No soy un aculturado”. Árbol de letras. Santiago: Editorial
Universitaria, vol. 9, 95. Se reproduce aquí el texto del discurso leído en el acto de entrega
del Premio Inca Garcilaso de la Vega instituido en el Perú “para premiar al escritor cuya
obra haya alcanzado una reconocida trascendencia nacional e internacional”.
35
Para dar su verdadera condición a la idea de superposición de valores opuestos,
recuérdese la configuración de dios en algunas religiones donde surge con la máxima dignidad
al poseer las cualidades contrarias, anulándose en él. Mircea Eliade denomina a esto
“coincidentia opossitorum” en Mitos, sueños y misterios, y G. Van der Leeuw, en
Fenomenología de la religión, remite también al hecho en la quinta parte, apartado 99,
especialmente, 610.
68 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
36
José María Arguedas. “No soy un aculturado”. Árbol de letras. Santiago: Editorial
Universitaria, vol. 9, 95.
37
José María Arguedas. Diamantes y pedernales. Lima: Juan Mejía Baca y P. L.
Villanueva Editores, 1954, 5.
38
José María Arguedas. Diamantes y pedernales. Lima: Juan Mejía Baca y P. L.
Villanueva Editores, 1954, 5.
39
José María Arguedas. “No soy un aculturado”. Árbol de letras. Santiago: Editorial
Universitaria, vol.9, 95.
Amor, odio y marginalidad en “Warma kuyay”, de José María Arguedas 69
EL ASUNTO
40
Sobre asunto, véase Kayser. Interpretación y análisis, 70-75.
41
Conversación de Arguedas con el autor de este trabajo.
42
José María Arguedas. “No soy un aculturado”. Árbol de letras. Santiago: Editorial
Universitaria, vol. 9, 95.
43
Un borrador de este trabajo fue conocido por Arguedas, además de una presentación
sintética, oral, que se realizó en la Universidad de Chile, en su presencia, en 1968. Gentilmente,
formuló una cincuentena de indicaciones días antes de su muerte en 1969 y las remitió al
autor por intermedio de otra persona. Dichas circunstancias no permitieron una publicación
previa de este artículo, sino hasta esta ocasión.
70 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
44
Estas ideas de Rama, con las cuales se dialoga a continuación, están expuestas en La
ciudad letrada. Hanover, N. H., 1984, 176 p.
Amor, odio y marginalidad en “Warma kuyay”, de José María Arguedas 71
RESUMEN / ABSTRACT
El cuento “Warma kuyay (Amor de niño)” se publica en 1935, en Agua1. Han transcurrido
70 años desde su aparición. Esta breve pieza narrativa de José María Arguedas fue conocida
en Chile a partir de la Antología del cuento hispanoamericano de Ricardo Latcham2 y figu-
ra también en la recopilación de todos los cuentos de Arguedas en Amormundo3.
En el presente trabajo de investigación, se utilizará primero una técnica de análisis tex-
tual que se centrará en el análisis de motivos, entendidos como una situación básica en la
vida humana. El triángulo amoroso y la ruptura provocada por el cuarto elemento son cuida-
dosamente estudiados, en la perspectiva de definir al cuento tanto como una narración de un
solo episodio o como una narración de un solo motivo.
Esta definición orgánica es esencial para el discurso narrativo bajo análisis, en la cual se
percibirán oposiciones estructurales entre luminosidad-oscuridad, armonía e inarmonía,
naturaleza y marginalidad, interior y exterior. Finalmente, se intenta una clasificación, des-
de el punto de vista de su organización interna mediante una tipología, todo lo cual lleva la
exégesis a una propuesta histórica y diacrónica, abordando así las nociones de generación,
promoción, tendencia y corriente, características de la construcción de la historia literaria
en el periodo superrealista.
PALABRAS CLAVE: generación, promoción, tendencia y corriente, características de la cons-
trucción de la historia literaria en el periodo superrealista.
The short story “Warma kuyay” (“A child’s love”) was published in “Agua”, in 1935.
Seventy years have passed since then. This brief narrative piece by José María Arguedas
was known in Chile through Ricardo Latcham’s Anthology of 1962, “Antología del cuento
hispanoamericano”, and it also appears in the compilation of all of Arguedas’s short fiction
in “Amormundo”.
Our research will first use the textual analysis technique, centered on the analysis of
motivation, understood as a basic situation in human life. The love triangle and the rupture
1
Lima: Compañía de Impresores y Publicidad, 1935, 110 p.
2
Santiago: Zig-Zag, segunda edición, 1962, 269-273
3
Montevideo: Arca, 1967, 122-129.
72 REVISTA CHILENA DE LITERATURA Nº 68, 2006
provided by the fourth element are carefullly studied, in the perspective of a definition of the
story as a single episode narrative or as a single motivation narrative.
This organic definition is essential to the narrative discourse under analysis, in which
are perceived structural oppositions between light and dark, harmony and disharmony,
nature and marginality, interior and exterior. Finally, a classification is essayed from the
viewpoint of an internal organization through a typology, all of which carries the exegesis
to a diachronic and historical proposal, in this way bringing into study the notions of exege-
sis, promotion, tendency and trend, characteristics of the construction of the literary his-
tory in the superrealist period.
KEY WORDS: Generation; promotion, tendency and trend (current); characteristics of the
surrealist period.