Apoyo Social
Apoyo Social
Apoyo Social
APOYO SOCIAL
Integrantes:
Víctor Cáceres
Josefina Retamal
Francisca Valenzuela
Fecha: 14 de junio del 2014.
Introducción.
El concepto de “apoyo social” tiene una historia reciente que no ha estado exenta de
polémicas, fundamentalmente en la definición y la medida del concepto. A pesar de estas
controversias de índole más conceptual, sin embargo, en la práctica, parecía existir un
acuerdo unánime en el carácter beneficioso del apoyo social; pero incluso, este aspecto ha
empezado a cuestionarse, tal y como hemos visto, en los últimos años. Todo ello ha
llevado, hoy en día, al reconocimiento del carácter multidimensional del apoyo social y a la
necesidad de adecuar los programas terapéuticos a las necesidades individuales.
Una segunda cuestión que se plantea en la actualidad, respecto a las intervenciones basadas
en el apoyo social, es el carácter multidisciplinar del mismo y las controversias surgidas, al
respecto entre, fundamentalmente los profesionales de la psicología y los de Trabajo social.
La monopolización del concepto por parte de unos u otros no tiene sentido, ya que si bien el
primero debe tratar de que sus clientes, por medio de la terapia pertinente, sean efectivos en
su medio ambiente, los profesionales de los servicios sociales deberían crear y promocionar
el desarrollo de redes de apoyo social en la comunidad concreta donde este inserto el
sujeto; una tarea más estructural que individual. De esta forma, adquiere sentido y practica
la diferenciación por niveles de intervención apuntados por Gottlieb (1998).
En definitiva, conjugando ‘contenido’ y ‘estructura’ del apoyo social, es decir, distintos
tipos de apoyo social y distintos niveles de aplicación, se podría diseñar una amplia
variedad de programas de intervención, en los que tendrían cabida distintos profesionales y
con los que se podría satisfacer las demandas individuales de las diferentes poblaciones de
clientes.
En el siguiente trabajo se intentará dar luces de los distintos tipos y niveles de aplicación
que posee el apoyo social, como también como la construcción del concepto de apoyo
social ha ido determinando nuevas dimensiones de apoyo social y por lo tanto, nuevos
campos de utilización, además se ejemplifica, a través del caso de del programa ‘Chile
Acoge’, la forma de funcionamiento de los grupos de autoayuda, sus fortalezas y
debilidades, sobre todo en lo que respecta a la utilización de los grupos de autoayuda con
mujeres que sufren de violencia intrafamiliar, en último término se mostrará, a modo de
reflexión, una de las falencias del apoyo social, como es la mala utilización de los grupos
de apoyo social para fines que no tienen relación con este y que pueden ser perjudiciales
para los miembros del grupo, así es como, a través de esto se hacen algunas distinciones
entre lo que es un grupo de ayuda social y otros tipos de grupos.
Apoyo social:
1) Antecedentes Históricos.
Estas tres tradiciones responden a su vez, a diferentes enfoques. Así, mientras los estudios
epistemológicos fueron llevados a cabo fundamentalmente por sociólogos y antropólogos,
las investigaciones sobre el estrés partieron de médicos y psicólogos y los programas de
salud comunitaria fueron en gran parte el resultado de la práctica diaria de los profesionales
de la salud mental.
Uno de los trabajos pioneros fue el realizado por el sociólogo francés Emile Durkheim a
finales del siglo XIX y que recogió en su obra ‘Suicidio’ (1897/1951). Conceptualmente se
ha descrito al suicida como una persona que experimenta un infierno interior al que intenta
poner remedio aun a costa de su propia existencia y a la que en ocasiones se ha intentado
asignar alguna forma de desequilibrio psicológico profundo, el trabajo de Durkheim parte
de una hipótesis radicalmente opuesta: este autor propone que las causas del suicidio se
pueden encontrar analizando el grado de desintegración social del suicida.
Para entender esta conclusión de Durkheim, hay que comprender cuál es el modelo de
funcionamiento del individuo que mantiene este autor. En líneas generales, para Durkheim
el ser humano se compone de dos tendencias básicas:
1) Por una parte posee una tendencia social, lo cual le permite satisfacer determinadas
necesidades que de otro modo no podría satisfacer, y
2) Por otra parte, posee una tendencia individual a satisfacer de manera independiente sus
necesidades.
Inconscientemente en esos años se hacía referencia a lo que hoy consiste en ‘el modelo
ecológico de Bronfenbrenner’ a partir de los pensamientos de Faris y Dunham, éstos dos
autores amplían la perspectiva de análisis y van más allá de las relaciones sociales dentro
de la comunidad (en este caso podríamos llamarlo una microcomunidad) para pasar a las
relaciones sociales que se establecían entre los miembros de esa comunidad y otras áreas
geográficas de la ciudad. En otras palabras analizaron el nivel de integración de desórdenes
psicológicos. Desde este punto de vista, la integración social no sólo hace referencia al
conjunto de relaciones establecidas en el seno de la propia comunidad, sino también a la
posibilidad de que estas relaciones sociales sean extracomunitarias.
Por lo que respecta a la historia del surgimiento del apoyo social, las investigaciones sobre
el estrés abrieron camino para vincular las condiciones ambientales al estado psicológico de
la persona. Una vez establecida esta vía, no fue demasiado difícil identificar qué otras
circunstancias ambientales podrían ayudar a superar la situaciones que implicaban estrés.
‘Stress’, vocablo ingles que proviene de la física, cuyo primer significado aludía a la
fuerzas extrema que se ejerce sobre un cuerpo y que fue popularizado a mediados de los
cincuenta por Hans Selye a través de su libro ‘Stress of Life’ defendió la idea de que
determinadas circunstancias ambientales podían llegar a generar cambios fisiológicos en el
organismo, y que estos cambios se producirían de acuerdo con un mecanismo que
denominó ‘Síndrome general de adaptación’. Este síndrome es básicamente un proceso en
tres fases (alarma, resistencia y agotamiento) que se inicia ante un estresor o situación
estresante y que desencadena cambios neuroendocrinos en el organismo, pudiendo incluso
llevar a la aparición de enfermedad. Lazarus (1966) realiza una diferenciación básica: la
valoración de que una situación estresante refleja dos fases (valoración primaria y
valoración secundaria). Por eso su teoría se conoce como hipótesis de la valoración
(appraissal hypothesis). La hipótesis de la valoración establece una diferenciación entre
percibir una situación como amenaza, por una parte, y percibir algo como estresante, por
otra. Así en la valoración primaria la persona entiende la situación como una amenaza, un
riesgo, una perdida que se ha producido. En la segunda valoración la persona realiza un
balance entre los recursos con los que cuenta y las exigencias de la situación y, en el caso
de que descubra que no tienen cómo afrontarla, se desencadenaría el estrés.
Hay dos elementos fundamentales en esta segunda valoración: los recursos y el
afrontamiento. Así, no es tanto que las personas en su vida cotidiana estén sometidas a
situaciones amenazantes; lo importante es si sabrán afrontar esas situaciones con los
recursos de que disponen. Lazarus destacó dos tipos de recursos: los personales y los
contextuales. Las personales tienen que ver con las características del individuo (ej. Control
de las emociones).
Los recursos contextuales incluyen el tipo de relaciones que la persona mantiene en su
entorno (por ejemplo personas que le animan a un propósito positivo para su vida).
Las investigaciones sobre el estrés permiten vincular el contexto en el que se desarrolla la
persona y su bienestar psicológico. En este vínculo es muy importante el papel de las
relaciones sociales como elemento esencial que incide en los procesos de estrés.
1.3 Programas de salud comunitaria.
La mejor manera de comprender el espíritu que alentó los programas de salud comunitaria
es a través del ejemplo de la puerta giratoria. Los pacientes que ingresaban y eran tratados
hasta su alta médica, a menudo terminaban regresando. En esta época existió abundante
evidencia empírica sobre los efectos de los entornos desorganizados en la salud de las
personas y estos profesionales buscaron la respuesta en la comunidad a la que volvían los
pacientes rehabilitados. Comenzaron entonces a darse cuenta de que las comunidades
integradas, en las que había redes de relaciones sociales estables caracterizadas por el
apoyo, eran los destinos de los pacientes rehabilitados que normalmente no volvían a
entrar por la puerta giratoria. Algunos estudios ya habían mostrado que existían elementos
en el entorno que evitaban la enfermedad o promovían la salud ( Faris y Dunham, 1939) y
otros estaban ya incidiendo en la necesidad de que la comunidad debía promocionar el
paciente rehabilitado los recursos necesarios a los que acudir en busca de apoyo durante su
vuelta a la vida comunitaria. Estos recursos, además, no debían ser excesivamente
profesionalizados, ya que, como habían señalado algunos autores, cuando las personas
tienen problemas, no acuden directamente a los especialistas, sino a personas próximas
como amigos, familiares, etc. (Gurin y colgs., 1963).
Cuando las personas asumen públicamente que tienen problemas (solicitar terapia es una
forma de reconocer públicamente que las cosas no marchan bien), se puede producir un
cambio sustancial en sus redes sociales, incrementándose los procesos de ayuda de forma
automática.
Si en las comunidades habitualmente podían encontrarse las personas con capacidad de
proporcionar apoyo a las personas necesidades, surgió la cuestión de si esas personas
deberían mantenerse al margen de la profesionalización. De alguna manera se reconocía
que los sistemas informales de apoyo (aquellos que reflejan la creación de redes de apoyo
naturales, no profesionalizadas) podían tener un efecto beneficioso distinto del de la ayuda
profesional, o al menos, complementario a la ayuda profesional. Como veremos más
adelante, esta fue y sigue siendo la lógica del movimiento de los grupos de autoayuda.
Es importante diferenciar entre los sistemas formales de ayuda (ayuda profesionalizada) y
su contrapartida natural, los sistemas informales de ayuda. En términos generales, las
sociedades instauran sistemas formales de ayuda siguiendo la lógica de atención al usuario
que, en principio, viene guiada teóricamente. Así, como veremos más adelante en nuestro
ejemplo, una de las preocupaciones sociales por temas como la violencia contra a la mujer
o intrafamiliar. Desde el punto de vista de la ayuda formal, las instituciones desarrollan
estrategias de ayuda que permitan paliar o mitigar los efectos nocivos de estas situaciones
para las personas. Iniciativas como la creación de pisos compartidos para mujeres que han
sufrido violencia doméstica o el desarrollo de programas de acogida residencial para
menores en situación de riesgo de maltrato constituye ejemplos de sistemas formales de
ayuda. Sin embargo, junto a esta iniciativa más formal suele coexistir un interés en los
profesionales que trabajan en estos centros por fortalecer los sistemas informales de las
personas que utilizan tales servicios. La colaboración entre los sistemas formales y los
sistemas informales se convierte, por tanto, en un objetivo prioritario de la intervención
comunitaria.
Los programas de salud comunitaria, por tanto, ayudaron a identificar recursos sociales
(los sistemas informales de ayuda) de la comunidad que pudieran ser de utilidad en el
proceso de integración social de pacientes psiquiátricos. Ello llevo a revisar el papel de
profesional en este proceso y a integración en la comunidad.
En este apartado entregaremos una definición precisa de apoyo social, considerando los
siguientes autores que son claves en el desarrollo de este concepto, ya que se trata de los
pioneros en el estudio de apoyo social. Estos investigadores trabajaron ya con el concepto
de apoyo social, delimitando su contenido e intentando aventurar hipótesis explicativas
sobre sus efectos en el bienestar de las persona.
Sídney Cobb (1976) también asumió que el apoyo social reflejaba un proceso informativo,
pero realizó una apreciación que hoy en día es considerada fundamental por los expertos en
apoyo social. Así, aunque Cobb asumió que la información procedente de las personas
importantes (familia, amigos, etc.) era muy relevante para permitir un equilibrio entre
individuo y entorno, comprendió que no toda la información procedente de estas personas
debería ser considerada como apoyo social.
Hoy en día existe un acuerdo unánime sobre este punto: proporcionar apoyo social implica
transmitir información que lleva a la persona a considerarse querido y estimado y que,
además, le lleva a percibir que es miembro de una red de comunicación y obligaciones
mutuas. En otras personas, que es una persona valiosa y que pertenece a un mundo
compartidos con otros.
Diferenciar el tipo de información que recibe la persona permite, entre otras cosas
distinguir lo que es apoyo de lo que es abuso. Para evitar esta confusión, restringimos el
apoyo social al tipo de información que transmite afectos positivos. El otro aspecto
fundamental de la definición de Cobb es el hecho de que la información, además de
transmitir afectos positivos, también lleva a la persona apercibir que es miembro de una red
de comunicación y obligaciones mutuas. O, en términos de Durkheim, es una información,
que reduce los niveles de anomia. Desde este punto de vista, el apoyo social es un poderoso
mecanismo de integración social. Resumiendo las ideas de Cobb, el apoyo social refleja la
transmisión de afectos de las personas próximas y, además, posibilita que el individuo se
sienta parte de un mundo social que comparte con otros. En suma, el apoyo social es
también integración social, al menos una integración en grupos de referencia que la persona
considera próximos.
Gerald Caplan se ha preocupado por identificar cómo se organizan los procesos de ayuda
en las comunidades y qué tipos de modalidades pueden adoptar estos sistemas. En sintonía
con las ideas de Cassel sobre el papel que juega la información en el proceso de ajuste de la
persona a su entorno, Caplan ha incidido en la importancia que para la persona tiene crear y
mantener entornos sociales estables que permitan el flujo de esta información.
Un sistema de ayuda es una agregado social continuo que proporciona a las personas
información sobre sí mismas, a la vez que valida sus percepciones sobre los demás, lo que
mitiga en parte las deficiencias de comunicación con la comunidad o sociedad en general
(Caplan, 1974).
Caplan mantiene, por una parte, que la persona interactuar con sus semejantes en contextos
estables (son los sistemas de ayuda) y que estos contextos proporcionan al individuo
información sobre quién es él y quiénes son los demás. Esto se obtiene de los sistemas de
ayuda una configuración del tipo de mundo y de vida que está viviendo. Sin embargo,
Caplan no olvida el importante papel que la información sobre los afectos juega en este
proceso, y en este punto converge con las tesis de Cobb.
“La persona es un individuo único. Los demás se interesan por él /ella de forma
personalizada. Hablan su lenguaje. Le dicen lo que se espera de él/ella y la guían en lo
que hace. Observan lo que hace y juzgan sus actos. La recompensa por sus éxitos y la
castigan o apoyan si falla. Por encima de todo, los demás son sensibles a sus necesidades
personales, que juzgan con respecto y cuya satisfacción fomentan.”
Pero, por otra parte, Caplan asume que aunque la comunidad puede ser un referente
teórico válido para entender el comportamiento y el bienestar de las personas, rara vez
interactuamos con ésta como un todo. Desde este punto de vista, interactuar en estos
sistemas de ayuda es, en parte, interactuar con la comunidad, y sentirse integrado en estos
sistemas de ayuda significa también sentirse integrado en la comunidad. Estas ideas de
Caplan son indispensables para entender la lógica que subyace a los grupos de apoyo y los
grupos de autoayuda.
Los sistemas de ayuda pueden clasificarse en dos grandes grupos: sistemas formales y
sistemas informales.
• Sistemas formales de ayuda: estos sistemas hacen referencia a la ayuda profesionalizada
instituida por la sociedad. Estos sistemas formales incluyen la amplia variedad de
iniciativas que las instituciones o la sociedad desarrollan para dar cobertura a una
diversidad de problemas sociales. Esta ayuda puede ser pública (instituciones y agencias
promocionadas por las administraciones) o privada (la práctica profesional de los
psiquiatras, psicólogos, etc.).
• Sistemas informales de ayuda: hacen referencia a sistemas que proporcionan ayuda de
manera no formalizada o institucionalizada. La familia, las amistades, las asociaciones o los
grupos de autoayuda son ejemplos de sistemas informales de ayuda o apoyo.
El trabajo de Caplan proporciona elementos de análisis muy útiles para entender el proceso
de integración social de las personas en sus comunidades a partir de su participación en
pequeños sistemas de ayuda en los que son protagonistas.
Ejes:
1) Dimensión expresiva contra instrumental
• La función expresiva Lin, señala que esta función tiene que ver básicamente con la
expresión de emociones. Hablar de nuestras frustraciones o preocupaciones con un amigo
constituye un medio para sentirnos mejor y también un fin en sí mismo (de hecho, lo que
buscamos es precisamente expresar esa emoción).
• La función instrumental hace referencia al hecho de que la provisión es un medio para
conseguir un fin. Esta función instrumental incluiría tanto el consejo como la ayuda
material. En este caso, el objetivo de nuestra conducta no es tanto la conducta en sí, sino lo
que pretendemos conseguir con ella (la conducta es, por tanto, un medio).
Finalmente, la definición de Lin identifica tres posibles fuentes de apoyo social: las
personas íntimas y de confianza, la red social y la comunidad. Aunque todas son
proveedoras potenciales de apoyo social, su efecto en el bienestar es diferente. Lin
identifica un efecto para cada una de ellas:
• La comunidad proporciona un sentimiento de pertenencia a una estructura social amplia.
• Las relaciones sociales proporcionan un sentimiento de vinculación con otras personas.
Como vemos, son tres fuentes de apoyo con efectos diferentes. Así, identificarse con los
procesos comunitarios puede llevarnos a percibir que mantenemos cierta afinidad con los
valores, actitudes y creencias del contexto social más amplio. De ser éste el caso, nuestra
participación en diferentes procesos comunitarios (actividades culturales, asociaciones de
vecinos, centros de ocio, etc.) se verá reforzada. En otras palabras, dispondremos de apoyo
comunitario.
La definición de Lin, en resumen, no sólo permite identificar las diferentes modalidades del
apoyo social, sino que, además, identifica sus posibles fuentes y ofrece una perspectiva
integradora sobre los procesos de ayuda en diferentes ámbitos, desde los más externos al
individuo (la comunidad) a los más próximos (las personas íntimas y de confianza).
Si bien la mayoría de las concepciones antes mencionadas incluyen los cuatro tipos de
apoyo social que a continuación se explican. Todos estos tipos han de ser considerados
como formas potenciales de apoyo y su capacidad para tener influencia en la salud y en el
bienestar de las personas. La importancia de un tipo u otro dependerá en cada caso de la
relevancia de la fuente de apoyo para la persona y del problema concreto que requiera tal
apoyo.
Herrero (2004) menciona que este tipo de apoyo implica transmitir información que lleva a
la persona a considerarse querido y estimado, haciéndola sentir una persona valiosa y que
pertenece a un mundo compartido con otros.
Hace referencia al hecho de que la provisión es un medio para conseguir un fin. Esta
función instrumental incluiría la ayuda material (Herrero, 2004). Este modelo se adecua al
destinatario, ya sea en su contexto y necesidad desarrollo (social, emocional, de redes,
económico, material, etc.).
Se ofrece "apoyo instrumental" cuando se emiten conductas instrumentales que
directamente ayudan a quien lo necesita; se ayuda a otro a hacer o acabar el trabajo, se
cuida de alguien. Es evidente que todo acto puramente instrumental tiene también
consecuencias psicológicas.
El "apoyo informativo" se refiere a la información que se ofrece a otras personas para que
estas puedan usarla para hacer frente a las situaciones problemáticas. Se diferencia del
apoyo instrumental en que la información no es en sí misma la solución sino que permite a
quien la recibe ayudarse a sí mismo.
Los grupos de apoyo y autoayuda son sistemas informales de ayuda. Sin embargo, existen
al menos cinco esenciales que permiten diferenciar entre estos grupos y los sistemas de
ayuda más naturales (familia, amigos, etc.):
Grupo de autoayuda
Desde los Centros de la Mujer, este espacio lo constituyen los Grupos de Autoayuda, que
son encuentros conducidos por las propias integrantes (no por profesionales, terapeutas, ni
monitoras ajenas al grupo de sobrevivientes de violencia). La diferencia principal entre un
grupo de apoyo y un grupo de autoayuda es que en el segundo, tanto las participantes como
las facilitadoras son mujeres que han sido víctimas de este flagelo.
Este tipo de formato grupal se fundamenta en que el haber vivido una situación de violencia
intrafamiliar entrega elementos valiosísimos para poder ayudar a otras mujeres que sufren
el problema. El compartir y aprender de quienes han sobrevivido a la violencia permite
darse cuenta de que es posible salir de una relación de pareja violenta y reconstruir su
proyecto de vida.
Uno de los modelos que dan origen a los grupos de autoayuda, son los grupos de
concientización que se formaron a partir del Movimiento de Liberación de la Mujer. Estos
surgieron como consecuencia del interés por participar, analizar y discutir la problemática
de la mujer entre las propias mujeres. Sobre una base similar los grupos de autoayuda se
desarrollan como respuesta a la necesidad de apoyo emocional de muchas mujeres cuyos
medios económicos para financiar una terapia son restringidos. A la vez de constituyen una
alternativa que transforma la experiencia terapéutica de una posibilidad elitista a una
vivencia accesible para todas.
Metodológicamente el Grupo de Autoayuda se basa en los principios de la asistencia entre
pares, lo que significa que cada persona se hace responsable de su propia vida y de su
proceso.
Desde el Centro de la Mujer, el objetivo general de los Grupos de Autoayuda es apoyar y
sustentar el empoderamiento y la capacidad de la mujer de definir y tomar decisiones frente
a su propia vida.
En coherencia con este objetivo, deben ser las mismas mujeres las que según sus
características, necesidades e intereses, definan los objetivos específicos de su grupo y su
forma de funcionamiento.
El grupo de autoayuda permite a las mujeres
- Aprender a confiar en sus propias percepciones.
- Desarrollar una autoestima estable.
- Superar la impotencia y el sentimiento de aislamiento.
- Intercambiar experiencias con otras mujeres. Alimentarse y complementarse con las
experiencias y las idea de las demás.
- Tener experiencias nuevas dentro de una estructura no-jerárquica y con relaciones
horizontales.
- Reconocer en la diversidad y la diferencia –equivalen, aunque no son iguales– un
potencial de enriquecimiento personal y no una amenaza.
- Vivir la autonomía, la solidaridad y el asombro dentro de una experiencia de
desarrollo personal.
- Apreciar su propia fuerza y desarrollar la capacidad de entender los procesos de las
demás.
- Desarrollar capacidades para actuar con otras y apoyarse ante diversos conflictos
(familiares, de trabajo, etc.)
- Desarrollar una conciencia de género partiendo de las propias experiencias.
Rol del Equipo Profesional y Técnico en los Grupos de Autoayuda:
De manera general el rol de los equipos técnicos en los Grupos de Autoayuda está
relacionado al de asesoramiento, por esta razón el/la profesional se asume como colega de
las integrantes del grupo. Realiza un trabajo de promoción social mediante la divulgación
de estrategias, propuestas técnicas y conceptos para apoyar aquello que no está en
conocimiento o alcance de las participantes. Importante destacar que el trabajo profesional
en comunidad es un diálogo entre saberes y medios sociales, cada uno con dinámicas y
objetivos distintos. El trabajo en comunidad busca la autogestión en tanto procedimiento y
la autonomía como objetivo final. La búsqueda de procesos sociales democráticos y
mecanismos de regulación y ajustes normativos horizontales es el objetivo comunitario del
fomento de la autoayuda.
Reflexión.
Referencias Bibliográficas:
- Jesús Pérez Bilbao, Félix Martín Daza (1999) Ministerio de trabajo y asuntos
sociales, España, instituto nacional de seguridad e higiene en el trabajo, NTP436,
recuperado de:
http://www.insht.es/InshtWeb/Contenidos/Documentacion/FichasTecnicas/NTP/Fic
heros/401a500/ntp_439.pdf.
- Matud Aznar MP, Aguilera Ávila L, Marrero Quevedo RJ, Moraza Pulla O,
Carballeira Abella M (2003). El apoyo social en la mujer maltratada por su pareja.
Revista Internacional de Psicología Clínica y de la Salud. 2003; 3:439-59.