El Reino de Dios
El Reino de Dios
El Reino de Dios
El Reino de Dios1
¿Cuál fue la novedad?
La irrupción de Jesús en medio de su pueblo está centrada en la proclamación del Reino
de Dios como una buena noticia (Evangelio)entre sus destinatarios. La novedad de Jesús
y del Evangelio no se podrá captar en su intensidad más que a la luz de la Pascua.
El Reino de Dios no sólo nos permite acceder al contexto de Jesús, sino también a las
relaciones que constituyen su identidad y su autoconciencia. También, permite percibir
la lógica del don y del exceso que caracteriza la revelación de Dios.
I. La intensidad dramática de un momento histórico
La época en que Jesús hace su aparición está dominada por la sensación de angustia y de
fracaso. Esta sensación general se puede concretar en sus coordenadas principales:
a) Desde lo económico y social, la situación resultaba insostenible debido a las
cargas fiscales que se debían satisfacer. A los impuestos nacionales y religiosos
había de añadir los impuestos a los invasores romanos. Muchos pequeños
propietarios debían vender sus propiedades. La mendicidad se extendía.
Proliferaban los grupos de bandoleros. La inestabilidad social aumentaba y se
extendía los focos de violencia y desestabilización.
b) En lo político, Israel se encontraba dominado por invasores que reprimían todo
intento de independencia. Entre los grupos sociales había fraccionamientos con
diversas fracturas: había grupos conniventes con el poder extranjero; otros, se
agrupaban en bandas violentas de carácter terrorista.
c) La experiencia histórica a nivel social y económica se convertía en problema
teológico: la tierra, objeto de la promesa divina, había sido usurpada; el mismo
templo, signo y garantía de la presencia de Yahvé, había sido deshonrado. La
abundancia de bienes se había invertido en pobreza y escasez. Era la soberanía
misma de Yahvé la que estaba cuestionada.
d) La misma identidad religiosa de Israel parecía cuestionada. La historia de Israel
había conducido al fracaso. La paciencia de Dios parecía agotada y el pueblo
abandonado y entregado a un destino cruel.
e) El oscurecimiento de la presencia de Dios resultaba evidente porque habían
desaparecido aquellos signos que garantizaban la presencia de Dios. No se había
vuelto a escuchar la palabra de Dios. La voz de los profetas se había apagado
desde siglos, no quedaba más que comentar el mensaje de los profetas antiguos.
f) La pertenencia al pueblo se había evaporado. No aportaba ya ninguna seguridad
la pertenencia al pueblo, la validez a la alianza o el gesto de la circuncisión.
Muchos experimentaban que se le había secuestrado la propia espiritualidad,
porque los gestores de la tradición religiosa la utilizaban en beneficio propio,
generando distancias inútiles y agobiantes entre las experiencias de los hombres
y el rostro de Dios.
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BUENO DE LA FUENTE, E., 10 palabras clave en Cristología, Verbo Divino, Navarra, 2000.
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milagros, y sobre todo los exorcismos, indican que la felicidad del Reino abraza
al hombre en todas sus dimensiones.
El Reino no se impone de modo forzado sino avanzando en la medida en que
sucede y fascina la libertad de los hombres. El Reino crece desde la sencillez de
lo cotidiano.
VI. El advenimiento del Reino desde las posibilidades de Dios: las parábolas
El anuncio del Reino de Dios no pretende aportar nuevos conocimientos o normas
morales, sino establecer a los hombres en una situación nueva. Por ende, esta novedad
aparece como un acontecimiento que incorpora como protagonistas a los hombres
haciéndoles gustar y experimentar lo que, de hecho, ya ahora, es el Reino de Dios. Este
objetivo se logra mediante las parábolas.
El género de las parábolas adquiere en su uso por Jesús una notable originalidad, una
realización paradigmática de la imaginación creadora. Su función consiste en fundir en
un mismo proceso el anuncio y el comportamiento de Jesús desplegando un dinamismo
que convierte al oyente en protagonista. Estos textos pueden ser paradigmáticos o
tomados como referencia: Lc 15, 11-32; Mt 18, 23-35; 20, 1-15.
Con las parábolas Jesús se muestra como un gran estratega del relato, que elabora una
historia ficticia con el fin de suscitar una provocación en los destinatarios. Pero, el relato
no se queda en el mundo de lo imaginario, sino que retorna a la experiencia concreta de
los oyentes mostrándoles unas posibilidades nuevas que pueden asumir o rechazar.
Jesús sencillamente deja a la libertad del hombre ante el milagro de la gracia que desvela
un mundo distinto y posible, no simplemente irreal.2
Por consiguiente, la parábola, mediante un relato de ficción, desorienta a los oyentes con
el fin de reorientarlos conforme a la lógica del Reino, que es la lógica del don sin
condiciones, del exceso de lo insospechado. Y por esa vía logra que aparezcan como
auténticos protagonistas quienes en un principio estaban aparentemente ausentes de la
ficción narrada:
a) Protagonista es ante todo el Dios que defiende la primacía del don que se regala.
b) Protagonista el hombre interpelado, encontrado por Dios e invitado al júbilo
permanente porque puede contemplar y experimentar el mundo de otro modo. Esa
nueva situación le deja emplazado ante la auténtica responsabilidad de su
protagonismo: si Dios se excede (porque se pasa de bueno) también el hombre
debe abandonarse a esa lógica nueva que puede rescatar a la historia de tanta
desventura creada por el egoísmo y la injusticia de los hombres.
c) El mismo Jesús narrador es protagonista fundamental. De hecho, Dios en las
parábolas actúa del mismo modo como Jesús se comporta en su relación con los
hombres.
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P. Ricoeur decía: son un evento lingüístico que da que pensar porque desvela dimensiones
dimensiones insospechadas de la realidad y posibilidades inesperadas para la libertad humana.
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