Neuromitos y Neurocertezas

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Pedro Francisco Morel Didáctica universitaria

Neuromitos y Neurocertezas
Al realizar la valoración de mi rol docente en el campo del desarrollo de la
Neurociencia en la educación puedo identificar, en primer lugar, muchos neuromitos
que inciden en mi percepción y desenvolvimiento en el aula.
Cuando escucho que es importante la incorporación de nuevas técnicas de aprendizaje
me encuentro con la dificultad o resistencia a adaptarme a las nuevas técnicas. Esto
ocurrió con el ingreso del COVID-19. En este sentido, voy entendiendo la realidad de
aprender algo nuevo es incorporar lo que se llama “plasticidad cerebral”, que es esta
capacidad cerebral de “crear y recrear por medio de su destreza, reorganizar sus
funciones y generar nuevas opciones que le concedan adquirir nuevos conocimientos a
cualquier edad.”1
Por otra parte, me puedo percatar que no todas las personas, en especial los
adolescentes, tienen un mismo nivel de desarrollo cerebral en proceso de maduración
con respecto de los adultos. Los lóbulos pre frontales son la última área cerebral por
madurar en los adolescentes. Así pues, percibo que los currículos académicos o nuestras
expectativas exigen de los estudiantes procesos neurológicos que aún no pueden darse
con total eficiencia.
Por ende, es importante el recorrer el camino con los alumnos para comprender el
proceso que esta etapa conlleva para elaborar un plan de adaptación curricular de
acuerdo a las características del grupo o de cada uno de ellos, más aún si son
adolescentes.
En segundo lugar, reconozco que el ambiente es algo central en la educación. Según
Montessori, “un ambiente preparado significa un espacio organizado cuidadosamente
para ayudar al niño o joven a aprender, adquirir cultura e independencia.” El entorno
físico en el que se intenta generar el aprendizaje, en muchas ocasiones, aulas cerradas,
bancos unidireccionales, poca luminosidad, genera la monotonía y el cansancio, a la
vez, la dispersión y el stress.
No pocas veces me he encontrado ante esta situación. Por ende, creo que es pertinente la
modificación de ciertas prácticas en el desarrollo de la clase, pues cuando hay
motivación e involucramiento dentro de la clase, podría generar otro tipo de expectativa.
De este modo, “la preparación del ambiente donde los niños tienen su experiencia de
aprendizaje implica tener en consideración los períodos sensibles y ofrecer los
materiales necesarios que apoyen el despertar y desarrollo del ser humano.”
Por tanto, un espacio de aprendizaje preparado es aquel que responda a la plasticidad
cerebral, diseñado con materiales que estimules el cerebro de acuerdo a cada etapa de
desarrollo y aprovechan sus ventanas de oportunidad cerebral.

1
M. Landívar, Alicia, NEUROEDUCACIÓN: Educación para jóvenes bajo la lupa de María Montessori,
Córdoba, Brujas, 2012.

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