Descartes
Descartes
Descartes
concienzudo esfuerzo por justificar la base del conocimiento, con ello tiene la pretensión
pensamiento, al espíritu, como aquél que es digno de plena confianza y a través del cual
habrá de intentar deducir el conocimiento del mundo teniendo siempre como núcleo
línea tajante entre aquello que entra por los sentidos y aquello que se capta con el espíritu.
cómo deduciendo del yo soy (o cogito en latín), Descartes llega a afirmar la realidad de las
Descartes emprende una búsqueda para justificar el conocimiento. Pretende encontrar los
pilares que, si logran pasar todas las pruebas y validarse como firmes e irrompibles, podrán
servir como soporte para el agregando de otros conocimientos que se deriven de éste. El
plan de Descartes sigue unos pasos bastante claros; si encuentra unos cimientos sólidos a
los que pueda llamar justificadamente conocimiento, entonces a partir de ahí, podrá seguir
harto útil. Si construyéramos una casa sobre base de pútrida madera, sería muy probable
que la casa completa al tener cimientos débiles cayera. Por el contrario, si la base de nuestra
casa fuera del más duro mármol, entonces podríamos asegurar la estabilidad de la
construcción entera.
método que seguiría para reconocer los cimientos. Descarte se sincera consigo mismo y nos
comenta que durante toda su vida, ha tenido creencias que él consideraba verdaderas, pero
que al final, no eran capaces de pasar un análisis riguroso de la razón. Siendo consciente de
haber sido engañado, el filósofo sueco se pregunta si habrá algo de lo cual no pueda dudar.
Por lo tanto, Descartes se propone usar la vara de la duda para estremecer todo lo que
conoce hasta ahora. Si lograse encontrar algún sola creencia de la cual él no pudiera dudar,
entonces habría reconocido sus cimientos y podría proseguir a deducir la estructura del
edificio mismo.
Pero ¿Cómo opera la duda de Descartes? Y no menos importante ¿Hacia quién recae? El
filósofo de Estocolmo empieza meneando su guadaña de la duda por los campos del
conocimiento empírico “Todo lo que he aprendido hasta el presente como más seguro y
Descartes plantea de frente al enemigo, aquél de quién una vez confió, se vuelve ahora el
objetivo predilecto de su ataque. Ya que sabemos hacia quién, ahora falta clarificar cómo
es que habrá de operar. Descartes no se refiere a que los sentidos nos puedan engañar solo
en esas situaciones especiales, donde por la naturaleza rara del fenómeno o por descuidos
de nuestra parte confundimos lo que parece con lo que es. Sírvanos de ejemplo el típico
caso de una vara sumergida en el agua que parece estar rota a nuestros ojos. Este tipo de
malentendido sensible no es al que Descarte dirige sus ataques, no es a esos casos de los
que va a dudar, sino aquello de lo que consideramos como conocimiento empírico correcto.
Se trata pues de darle toda la posibilidad al empirismo de que se defienda, de posarlo sobre
su terreno más sólido y ver si aún ahí, en esas condiciones privilegiadas, es posible hacerle
flaquear. Es por eso que Descartes plantea, el escenario en el cual, él está sentado frente al
fuego escribiendo. Dicha situación que parece a primera instancia de naturaleza correcta,
en la cual los sentidos no nos engañan, todavía es posible poner una objeción ¿Cómo
sabemos que no estamos soñando? Para Descartes no hay manera de distinguir que
podríamos fiarnos de la experiencia como pilar del conocimiento ya que es posible dudar
menos propensa al error, puede ser producida en un sueño. Aquél Descartes que escribe
ser solo un sueño. Pero entonces no podría yo distinguir por la mera vía empírica que no
suponiendo que lográramos salir ¿Qué nos garantiza que no estamos en otro programa que
simula la realidad? Lo mismo aplica para el sueño y para toda supuesta llegada de la vigilia.
Nótese el filo de la guadaña de la duda, no es cualquier juego de crio, sino que está llevado
a sus últimas consecuencias. Con que algo me parezca dudable, entonces ya no es digno de
está mal fundado o que siempre nos lleva a error. A Descartes le basta con hacernos notar
que de estas creencias hay posibilidad de dudar. Y si hay posibilidad de duda en ellas, no
una clase de conocimientos, es que te ahorra una tarea interminable en principio. Ya que si
quisiéramos descartar los conocimientos empíricos uno a uno la tarea sería imposible. Pero
si el ataque se dirige ante sus fundamentos, si el ataque se basa en las mejores condiciones
dudables. En palabras de Stroud “Si los candidatos con las mejores credenciales posibles
resultan ser defectuosos, todos aquellos con credenciales menos impresionantes deben ser
defectuosos también” (Stroud, 1990, p.22). Es así como Descartes logra cortar todas las
hasta ahora negativa “Así, pues, supongo que todo lo que veo es falso; estoy persuadido
que nada de cuanto mi mendaz memoria me representa ha existido jamás; pienso que
carezco de sentidos; creo que creo que cuerpo, extensión, movimiento, figura, lugar no son
sino quimeras de mi espíritu ¿Qué entonces podré tener por verdadero? Acaso solo esto:
que nada cierto hay en el mundo” (Descartes, 1977, p.23). Es aquí, en medio del más espeso
escepticismo cuando entra un rayo de luz por el torrente espiritual de Descartes y encuentra
el pilar que habrá de servir de cimiento para el conocimiento. Aunque me sea posible dudar
de todo dato sensorial, aunque nunca pueda justificar éstos por completo, a pesar de que
no puedo verificar si lo que entra por mis sentidos es un ser o un parecer, hay algo que
siempre permanece en ambos, hay algo de lo cual no puedo dudar. Es indubitable que yo
soy quien acierta o se equivoca, puesto que aunque mis creencias sobre el mundo fueran
erróneas es indudable que soy yo el que se equivoca, no puedo siquiera ser capaz de
equivocarme sin antes existir. Regresando al ejemplo de la Matrix, podríamos nunca poder
justificar que el mundo sensorial es ficticio, pero de lo que si estamos seguros es de nuestra
existencia, seguros de que “no sabemos si el mundo es real”, la misma posibilidad de dudar
misma parte de nuestra existencia. Aunque yo viva en un engaño, es necesario que yo exista
Hasta aquí se han ganados dos cosas; 1) No podemos confiar plenamente en los datos de
los sentidos. 2) Mi existencia es indudable. Por lo tanto será el Yo soy la base de nuestro
preguntar aún, ¿Qué propiedad epistémica hace preferente al cogito en contrapartida con
los datos sensibles? Su garantía es que el cogito puede ser conocido, según Descartes, de
posición de Descartes. Por otro lado, los datos de los sentidos, siempre son problemáticos
porque no están de manera directa en mí, justamente porque son exteriores a mi yo. De tal
suerte que si queremos hacer del conocimiento del mundo externo, tendrá que ser siempre
Pero esto todavía no es suficiente, ya que, aunque sabemos que existimos, no sabemos
exactamente qué es lo que somos. El cogito cartesiano a secas no es suficiente aun para la
La siguiente tarea de Descartes será deducir los predicados del Yo. Pero para esto Descartes
necesita una guía, las cual se puede inferir de los dos elementos ya ganados hasta ahora. Si
ya sé de qué puedo dudar (conocimiento empírico) y también sé que hay otra cosa de la
cual no puedo dudar (yo soy, yo existo) entonces, aunque no sepa a ciencia cierta lo que
sea el yo pienso, si sé qué atributos no le convienen a este último. Ya que si del cogito no
puedo dudar y de lo empírico si, sería claro que hay una diferencia entre ambas y la primera
aproximación del cogito sería un descripción negativa, puesto que al menos sabemos del
cogito que éste no puede ser empírico. Ya que se puedo dudar de todo lo empírico, si el
cogito fuera empírico entonces podría dudar de él, pero debido a que no podemos hacer
Hasta este punto no puede Descartes sentirse satisfecho solo con una descripción negativa,
quiere encontrar la forma de atribuir predicados al cogito de forma positiva. Para llevar a
cabo esta tarea, será importante para Descartes tener bien claro cuáles son los elementos
Meditaciones Metafísicas nos proporciona una definición de cuerpo y por lo tanto de base
empírica “Entiendo por cuerpo todo aquello que puede estar delimitado por una figura,
estar situado en un lugar y llenar un espacio de suerte que todo otro cuerpo quede excluido;
todo aquello que puede ser sentido por el tacto, la vista, el oído, el gusto o el olfato”.
(Descartes, 1977, p.25) Así, si Descartes alguna vez pensó que su espíritu o el pensamiento
era algo parecido a un pequeño fuego, o a un soplo de viento habitando su cuerpo, incluso
como solemos hacerlo, pensar que el espíritu es una suerte de fantasma que luce
exactamente como nuestro cuerpo pero difuminado, estaríamos en un grave error, ya que
todos estos son atributos que corresponden al campo de lo empírico. Pero el terreno de lo
empírico tiene un hijo ilegitimo que Descartes hace muy bien en señalar. La imaginación es
aquél hijo ilegitimo que si no le prestamos la debida atención, podría pasar desapercibido,
como un inmigrante sin papeles en el país de lo espiritual. Para nuestro filósofo idealista,
Pero entonces ¿Qué soy además de algo que existe? Soy pensamiento, soy aquello que
duda, entiende y desea. Soy quien ve, escucha, huele y toca. Mi yo no puede ser
representado por nada que sea imaginable, pero si como el sujeto que imagina. Todas estas
mundo del espíritu. Es posible que yo no pueda justificar que mi percepción sensorial es
adecuada o real, pero de que soy yo quien tiene aquella percepción, que soy pensamiento
Hasta donde hemos visto, Descartes según sus criterios, puede justificar el
autoconocimiento, aquello de lo cual no puede dudar, pero parece que aún no puede pasar
el arroyo que divide el mundo espiritual, del empírico. Incluso alguien podría sentirse
inclinado a pensar que, a Descartes le basta con el parecer, ya que no importa si lo entra
por mis sentidos es o solo parece ser, ya que al cogito le es suficiente el parecer para
justificarse. Pero esto es solo el inicio, si Descartes puede basarse en el parecer es porque
del parecer empírico es que el pensamiento tiene ser indudable. Pero es importante para
Descartes dar ese paso afuera del mundo espiritual, ya que si no lo hiciera el castillo del
conocimiento quedaría reducir a una humilde choza donde no podemos confiar en nada del
mundo exterior. Más ¿Cómo sería esto posible si ya vimos que entre el mundo del
cortado toda relación entre ambos y uno de ellos se llevó todo el peso de la realidad,
El ejemplo de la cera recién sacada de una colmena, es rico en todos los sentidos, ya que en
Tomemos, por ejemplo, este pedazo de cera que acaba de ser sacado de la
colmena: aún no ha perdido la dulzura de la miel que contenía; conserva algo
del olor de las flores que con que ha sido elaborado; su color, su figura, su
magnitud, son bien perceptibles; es duro, frio, fácilmente manejable y si lo
golpeas producirá un sonido. En fin, se encuentran en él todas las cosas que
permiten conocer distintamente un cuerpo. Más he aquí que, mientras estoy
hablando, es acercado al fuego. Lo que restaba del sabor se exhala; el olor se
desvanece, el color cambia, la figura se pierde, la magnitud aumenta, se hace
líquido, se calienta, apenas se le puede tocar, y silo golpeamos, ya no
producirá sonido alguno. (Descartes, 1977, p.28)
Descartes nos exhibe una lista de atributos empíricos que competen a un pedazo de cera.
El punto del ejemplo es que todas estas cualidades pueden desaparecer y aun así nos
quedará siempre algo; la forma de la cera. Pero ¿Qué es exactamente esta forma de la cera?
Lo extenso, flexible y cambiante. Lo cual quiere decir que no es necesario tampoco que la
cera tenga una figura específica para permanecer. A lo que se refiere Descartes con
extensión, es a la posibilidad que tiene la cera de tener cualquier forma, ya sea un círculo,
cuadrado, rectángulo. Da igual la figura que sea porque la cera tiene la posibilidad de tener
una infinidad de formas diferentes, es así como debe ser entendida la extensión. Pero ¿No
sigue habiendo un problema aquí? Ya que aunque la extensión sea lo único que permanece
de los atributos empíricos de la cera ¿No habíamos dicho en la definición de cuerpo que
estos eran extensos? De ser así, tendríamos que reconocer a la forma de la cera como una
cualidad empírica y por lo tanto como acontecimiento digno de duda. Pero la respuesta ya
está dada en las líneas anteriores, solo habremos que explicitarla. La extensión, la forma y
su posibilidad de ser cualquier figura, son el ultimo atributo empírico que queda de la cera,
pero veamos si hay aquí algo que no pueda ser imaginado, y si no puede ser imaginado no
terreno espiritual ¿Es siquiera posible imaginar a la cera adquiriendo una infinidad de
formas? No me sería posible a mí ni a nadie recorrer todas las figuras que puede adquirir la
cera ya que esto es imposible por principio. Sugerirlo sería decir que imagino de una en una
las diferentes figuras posibles, pero esto es completamente imposible ya que la tarea al ser
infinita nunca acabaría. Esto quiere decir que la infinitud de formas de la cera no es
imaginable, por lo tanto tiene un contenido espiritual que no se capta con los ojos, sino con
el pensamiento. Descartes hace una especie de hibrido, alza un puente entre los dos
mundos, ya que por un lado la extensión, la cual es lo mínimo indispensable para que un
cuerpo exista (a diferencia de sus atributos tales como; olor, sabor, textura, etc) es parte de
la imaginación puesto que tiene extensión, pero ésta debe ser entendida como no siendo
una figura específica, sino como la posibilidad infinita de cualquier figura, y ésta última
así, lo único de lo que podríamos estar autorizados a hablar con confianza del mundo
La labor de Descartes no acaba aquí, sino que quiere deducir otra certeza. Distinguimos con
claridad que lo indudable no son las cosas del mundo, sino que yo soy quien piensa las cosas
del mundo. Pero entonces hay algo más de lo que puedo estar seguro: El criterio mediante
el cual reconozco a mi espíritu. Dicho criterio se aplica cuando algo nos parece claro y
distinto. Para Descartes, la realidad empírica algún día pareció claro y distinta, pero ahora,
es solo la realidad del pensamiento la que es apropiada llamar de esa forma. Nosotros
reconocemos la indubitable verdad del pensamiento, la cual nos llega por intuición
más elemental. Pero también, dentro de esas ideas que están en nosotros, podemos
reconocer que las hay de diferentes tipos. Algunas, tienen la apariencia de brotar
naturalmente de mí, otras sugieren venir por otra fuente fuera de mí. El asunto entonces
es comprobar cómo se justifica si una idea sale de mí o viene de fuera. La respuesta
empirista es poco plausible para Descartes, puesto que habría algunas ideas, como la
sensación de frio y calor, que al no depender de mi voluntad, podría sugerirse que tienen
sería posible que dichas sensaciones brotaran de mí, no hay contradicción alguna en ello,
además de lo único que estamos seguros es de que somos nosotros los que tenemos dichas
afecciones. Pero Descartes sugiere otra vía para reconocer qué ideas pueden venir del
exterior. Tomemos todas las ideas como si nacieran de nosotros, aun así podríamos
distinguir entre dos tipos diferentes de ellas; las que se me presentan como sustancias y las
que concibo como accidentales. Entre ambas ideas hay una relación de jerarquía, las
primeras se me presentan con mayor realidad que las segundas. Para Descartes es evidente
que, las ideas con menos realidad, deben su realidad a que fueron generadas por otras ideas
con más realidad. La sustancia es lo que permanece, lo esencial, aquello que tiene existencia
diferentes representaciones es una sustancia, y éstas últimas sus accidentes. Lo que se trata
secundarías hasta quedarnos con lo esencial, es solo en virtud de que entendemos (lo cual
quiere decir que no observamos) que a las cosas del mundo externo les puede corresponder
yo digo pronuncio el dato sensorial “la cera es dulce”, y notó que el predicado es solo
accidental para el sujeto cera, no es en virtud de sus cualidades empíricas, puesto que el
dato “dulce”, me aparece como siendo, como dado. Las papilas gustativas de mi boca no
me dicen que la dulzura es accidental, esto solo lo es en relación con lo que se considera
de ponerse a buscar cuál de los datos sensoriales de la cera es esenciales y cuáles no, implica
estar predispuesto a pensarlos en esa relación y para Descartes eso es solo posible porque
ya tenemos la idea de realidad y sustancia en nuestro espíritu. Pero ¿cómo es que decimos
y por qué pensamos en las cosas como sustancias? Por la sencilla razón de que nosotros
somos sustancias, y es gracias a ello que podemos reconocer con nuestro pensamiento que
es posible someter a los objetos físicos a un proceso similar del como nosotros mismos nos
entendemos. Para Descartes todo gira alrededor del yo. No es que uno descubra eso en las
propiedades físicas, más certero es decir que uno reconoce aquello en las cosas porque uno
Usando el mismo desarrollo del yo soy, Descartes pretende crear la idea de número y
duración. Ya que puedo recordar haber sido antes, gracias a que me doy cuenta de mi
pensamientos siendo una sucesión, puedo entender la idea de número. Estás dos también
son ideas que se generan solamente por el espíritu, y es posible que las apliquemos a las
cosas de la experiencia. No está demás, hacer hincapié, en que la extensión y figura, de las
que ya habíamos hablado antes, también pueden ser vistas como sustancias, ya que en el
ejemplo de la cera, son estos últimos atributos los que existen por sí mismos.
de Dios ¿Qué es Dios para Descartes? “Por Dios entiendo una sustancia infinita, eterna,
inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, que me ha creado a mí mismo y a
todas las demás cosas que existen”. (Descartes, 1977, p.39) Pero como ya vimos en la parte
de las sustancias y los accidentes, la realidad de una cosa debe venir de otra con más
realidad. Una relación causa-efecto, donde la existencia del efecto se deriva de la causa. Por
lo tanto, si yo soy una sustancia finita y Dios es pensado como sustancia infinita, será Dios
en virtud de lo cual puedo pensarme como sustancia. Así pretende Descartes comprobar la
idea de Dios, ya que la idea de la perfección sería una idea que nos viene de fuera y que es
Hasta aquí termina la labor arquitectónica de las tres primeras meditaciones de Descartes.
Vimos cómo Descartes quiere construir el edificio del conocimiento. Para ello, es necesario
que encuentre una base sólida sobre la cual construir. La duda será el radar que utiliza
Descartes para localizar su creencia justificada sobre la cual empezar a edificar. Por lo tanto,
solo confiará en aquello de lo cual no puede dudar. Por un lado, se percata con el argumento
del sueño que puede poner en duda todo el conocimiento empírico, por otro lado, se da
cuenta de que no puedo dudar de si mismo, el yo pienso es indudable. Lo que sigue es tener
bien presente qué cualidades pertenecen a lo empírico y cuales al yo pienso. Esto trae como
consecuencia una separación tajante entre lo que podríamos llamar mundo espiritual y
mundo físico. Teniendo cuidado de no sumar a los pilares del conocimiento atributos del
mundo externo, Descartes pretende deducir los demás elementos de su edificio cuando
principios.
Bibliografía
Descartes, Rene. Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid, Alfaguara, 1977,
466 págs.