Autoritarismos Leonardo Morlino Fragmentos
Autoritarismos Leonardo Morlino Fragmentos
Autoritarismos Leonardo Morlino Fragmentos
Merlino,
A. Panebianco, G. Pasquino,
KarlNY
Versión española de
Pñar Chávarri, M.“ Luz Morán, Miguel A. Ruiz de Azúa
Alianza
Editorial
Capítulo 4
LOS AUTORITARISMOS
Leonardo M o rlin o
1. Problemas y delimitaciones
129
130 Leonardo Morlino
análisis son muy escasos y, en cualquier caso, es hasta difícil establecer frente a
qué tipo de autoritarismo o de no-democracia nos encontramos. Tras la notable
atención que algunos países pertenecientes a estas áreas han recibido en los años
sesenta después de los procesos de descolonización, los siguientes decenios han
asistido a un notable desinterés de los estudiosos y, por tanto, a una pérdida notable
de conocnnientos frente a las importantes transfonnaciones, también políticas, expe
rimentadas por esos países.
La tercera delimitación lleva a considerar solamente regímenes establecidos
ante un papel, activo o pasivo, de toda la sociedad civil o precisamente para impedh:
y limitar ese papel. Para comprender mejor la necesidad de esa limitación analítica '
bastará pensar: a) en el hecho de que son regímenes no-democráticos también los
ordenamientos políticos vigentes en los siglos pasados, por ejemplo, en la Roma
imperial, o en el Egipto de los' faraones; b) que evidentemente no es posible, ni
provechoso, llevar a cabo tal tarea de censo histórico en este lugar; c) que,
por otra parte, tampoco es posible fijar una única fecha o incluso un período válido
para todas las áreas, subáreas y países. Así pues, la distinción que establecemos
del ingreso de las masas en poh'tica (o de los intentos en esta dirección, incluso
bloqueados precisamente por la reacción autoritaria) parece ser una vez más la
mejor característica discriminante. Desde el punto de vista más específico de los
regímenes autoritarios, éstos pueden considerarse como una de las posibles res
puestas,, preventivas o posteriores, por parte de a lp n a s elites políticas a la de
manda, sólo potencial o real, de que se reconozcan un papel y un espacio político
a las clases sociales inferiores. Muy distinta es la situación, bastante menos fre
cuente, llamada «autoritarismo de izquierda», en la que las elites gobernantes se
proponen y tratan de tomar decisiones que privilegien las necesidades de las cla
ses inferiores.
Con estas precisiones, y limitaciones, el presente capítulo tratará de la defini
ción de régimen autoritario; hará un breve excursus sobre otras formas no-demo-
cráticas y no-autoritarias; afrontará el jproblema de los principales modelos que
entran dentro del genus autoritario; por último, en paralelo a cuanto se ha hecho
en el capítulo anterior, afrontará los temas importantes y espinosos planteados
por la instauración, por la consolidación y la persistencia, así como por la crisis de
esos regímenes, es decir, por los procesos más importantes en el cambio político.
2. Definición
similar del cesarismo; otros autores usan expresiones como neo-bismarckismo \ fas
cismo y otras más. La propuesta que logra conciliar mejor la exigencia de una
generalidad significativa y la de una más amplia aplicabilidad parece que es la
de Linz.
Elaborada hace más de veinte años y ya ampliamente aceptada, la definición
propone considerar autoritarios todos los - «sistemas políticos con un pluralismo
político limitado, no responsable; sin una ideología elaborada y directora (pero
con una mentaHdad peculiar); carentes de una movilización poKtica intensa o
extensa (excepto en a lp n o s puntos de su evolución), y en los que un líder (o si
acaso un grupo reducido) ejerce el poder dentro de lùnites formahnente mal defi
nidos, pero en realidad bastante predecibles»^. Se identifican así cinco dimensiones
o variables importantes; la primera, el p lu ra lism o lim itado, se refiere a la comuni
dad poKtica y a los actores determinantes para el régimen y sus políticas; la segunda,
mentalidades peculiares, se refiere a la m odahdad de la justificación ideológica del
. .régimen; la tercera, ausencia de m ovilización política, concierne también a la co
munidad poKtica; la cuarta, líd e r o grupo reducido que ejerce el poder, identifica
las autoridades presentes en el régimen; por último, la quinta, lím ites form alm ente
m al definidos, señala un aspecto general de las normas y procedimientos propios
del régimen autoritario.
Así, ante todo, a nivel de comunidad poKtica, el aspecto más im portante es el
nivel de movilización, o sea, concretando más, el quantum de participación de ma
sas propiciada o controlada desde arriba. A la comunidad poKtica no se le reconoce
ni autonomía ni independencia; en las fases de mayor estabilidad autoritaria, la
poKtica de los gobernantes será la de realizar unas poKticas tales que mantengan
a la sociedad civil fuera de la arena poKtica; en todo caso, un cierto nivel bajo
de participación, ni extenso ni intenso, puede ser querido y controlado desde
arriba. Esta «situación» tiene por lo menos dos hnpHcaciones a nivel de régimen.
<Trimera: la existencia de eficaces aparatos represivos que están en condiciones de
realizar las mencionadas políticas de desmovilización; como los servicios de s e p -
ridad, autónomos o dentro de la estructura militar. S e p n d a : la debilidad o la
ausencia de estructuras de movilización como el partido único o instituciones esta-
táles similares, es deck, estructuras capaces de provocar y controlar a la vez la
participación.^Por supuesto que hay otro aspecto implícito que no se debe olvidar;
la ausencia de garantías reales para el ejercicio de los distmtos derechos políti
cos y civiles.
Es de gran importancia, después, el pluralismo limitado y no responsable. Con
esta expresión se quiere indicar, a nivel de régimen y al mismo tiempo de la comu
nidad poh'tica, los actores importantes. En ella se manifiestan a la vez tres aspectos.
'A nte todo, en cada régimen autoritario es preciso ver cuáles son esos actores
importantes, que pueden dividirse en actores institucionales y actores sociales
políticamente activos. Los primeros son, por ejemplo, el ejército, la burocracia o
una parte de ella, el posible partido único; los sep n d o s, la Iglesia, los grupos
mdustriales o financieros, los propietarios agrícolas, en algún caso hasta los sindi
catos o estructuras económicas ¿ansnacionales que tienen importantes intereses
en el país>,Al mismo tiempo, sin embargo, en un régimen autoritario los actores
a considerar cada vez son diversos o, en todo caso, más de uno. Por último, tercer
aspecto, se subraya que tales actores no son políticamente responsables según el
mecanismo típico de las liberal-democracias de masas, es decir, mediante elecciones
libres, competitivas, limpias. Por tanto, si existe «responsabilidad», ésta se hace
valer de hecho, a nivel de «política invisible», en los acuerdos que se realizan, por
ejemplo, entre militares y grupos económicos o propietarios agrícolas. Además, las
elecciones u otras formas de democracia que eventuahnente puedan existir, como
las consultas directas mediante plebiscitos, no tienen significado real y no se carac
terizan por la efectiva competitividad propia de los sistemas analizados en el capí
tulo anterior. Sobre todo tienen ua significado simbólico de legitimación, de expre
sión de consenso o apoyo en favor del régimen por parte de una sociedad civñ
controlada y no autónoma. Esto no quiere decir del todo que las elecciones en
regímenes autoritarios no tengan sentido. Por el contrario, cumplen diversas fun
ciones, de las que las señaladas más arriba son sólo las más importantes ^
La noción de pluralismo limitado ha sido criticada por algunos autores. El ar-
p m e n to principal utilizado es que el término pluralismo deja entrever una especie
de legitimidad de actores diversos y en este sentido aproxima el régimen autoritario
al democrático, mientras olvida toda la realidad caracterizada por la represión
y la imposibilidad de exifiresión tanto de los derechos civiles y políticos como de
las demandas reales de la sociedad civil, propios de aquel régimen. Por tanto, desde
este punto de vista es fundam entahnente distorsionante. Pero la objeción es supe
rable cuando se precisa que el pluralismo de que se trata aquí no es el ilim ita d o
propio de las democracias liberales de masas, que se caracteriza por la competi
tividad y la garantía real de aquellos derechos civiles y políticos. Con ello se quiere
decir sólo que hay más de un actor de elite que es hnportante para el réghnen
que estudiamos; precisamente el adjetivo lim ita d o presupone la existencia de con
trol y represión por parte de los gobernantes.
Que la objeción se ha superado en tanto que es más el fruto de una mala
interpretación que otra cosa, lo demuestra también otro hecho. El intento más
Hnportante, después del de Linz, de definir un régimen autoritario* da un paso
adelante precisamente en la dirección del reconochniento y la identificación de
una pluralidad de actores importantes. Partiendo del análisis del concepto de bona
partismo en Marx, Rouquié afirma; «sistema semicompetítivo de tipo bonapartista
— a falta de un término mejor— es el réghnen sostenido por una burocracia civil
y m iñtar, relativamente independieate de los grupos sociales donimantes, que se
esfuerza por resolver los conflictos que paralizan a la clase dirigente despolitizando,
de manera no violenta (o no terrorista) al conjunto de las clases de la sociedad»
Si leemos con detenhniento esta definición no se encuentra una diferencia sustan
cial con respecto a la de Lmz, si no en una mayor atención a las políticas realizadas
más que a las mstituciones y, sobre todo, en el hecho de que identifica un tipo más
específico de régimen autoritario. Por tanto, es una definición más ú t il para iden
tificar los regímenes burocrático-militares que cuan'do se analiza en general el
autoritarismo.
Volviendo a la noción de pluralismo limitado, conviene hacer notar que
es lo suficientemente flexible — y ahí está su mayor ventaja— como para perm itir
5 H e r m e t , G.¡ R o tj o u ie , A., y L in z , J. J., Des Elections pas comme les Autres, Paris,
Presses de la Fondation Nationale des Sciences Politiques, 1973.
^ R o u o m E , A., L ’Hypothèse ^Bonapartiste» et l’Emergence des Systèmes Politiques Semi-
compétitifs, en «Revue Française de Science Politique», 25, 1975.
^ R o u q u ie , A., L’Hypothèse..., op. cit., p. 1098.
Los autoritarismos 133
Una breve alusión aparte se merecen los regímenes tradicionales, de los que
quedan muy pocos casos, porque muestran algunas peculiaridades respecto a los
regímenes autoritarios y por su notable distancia de los totalitarios. Dos ejemplos
de eüos podrían ser la Arabia Saudita y los Emiratos Arabes Unidos. Su base de
legitimación se entiende bien si se piensa en el patrimonialismo de que habla W eber
y en el papel de instituciones como la monarquía. Sus características son más com
prensibles si consideramos dos subtipos. Los regímenes sultanistas se basan sobre
el poder personal del soberano que tiene atados a sus colaboradores con una rela
ción hecha de miedos y recompensas; son típicamente regímenes ¡egibiis soluti,
donde las decisiones arbitrarias del soberano no están limitadas por normas, ni
tienen que justificarse sobre una base ideológica. Por lo tanto, uso del poder de
manera particularista y para fines esencialmente privados. En estos regímenes el
ejército y la policía juegan un papel central, mientras evidentemente faltan tanto
cualquier ideología como cualquier estructura de moviUzación de masas, como es
normahnente el partido único. Se está, en suma, dentro de un ámbito poHtico domi
nado por elites e instituciones tradicionales.
También son regímenes tradicionales las oligarquías competitivas. En eUas
persisten de hecho elementos culturales tradicionales. Por ejemplo, tienen gran
hnportancia los valores y las instituciones religiosas. Además, sus variantes de
caudillism o y de caciquismo se caracterizan por alianzas políticas entre las elites
detentadoras del poder central y los bosses locales, que «proveen» de votos a cam
bio de protección política o simplemente de no interferencia en el gobierno local,
paternalista .y autoritario. La base económica es predominantemente — ^pero no
exclusivamente— agraria ” ,
Por último, debemos recordar aquellos regímenes que son auténticos híbridos
institucionales Se trata de regímenes que ya no son completamente autoritarios
y que aún no han entrado del todo, en el genus democrático. Usando un voca
bulario conocido en el mundo ibérico se podría hablar también de. dictablandas
o de democraduras Los citamos aquí precisamente por la posibihdad de difusión
de ese fenómeno dentro de un proceso característico de los años ochenta en que
asisthnos a la afirmación cada vez mayor — al menos a nivel simbólico de propa
ganda y de aceptación verbal— de las democracias de tipo occidental. El fenómeno
puede y podrá referirse a ciertas áreas de América central, de Africa y de Asia.
Conviene comenzar por el régimen que configura un híbrido completamente espe
cial, la democracia racial, y que Linz ha incluido en el genus autoritario®. En
■países como Africa del. Sur —o Rhodesia del Sur antes de convertirse en Zim-
babwe— coexisten principios e instituciones liberaldemocráticos para la minoría
blanca y principios autoritarios para la mayoría negra a la que no se le reconoce
la ciudadanía política.
Híbridos institucionales, o mejor aún, regímenes de transición en sentido es
tricto son todos aquellos regímenes precedidos de una experiencia autoritaria, que
Einaudi, 1976 (pp. 345-377) y trata de aclarar las escasísimas posibilidades que tiene ese régi
men de cambiar internamente (pp. 312-344),
Linz, J. J., Authoritarian and Totalitarian..., op. cit., pp. 256-264.
** Este tema ya ha sido tratado en el capítulo anterior; ahora se vuelve a él aquí en una
clave distinta.
R o u q u ie , a . , L ’Hypothèse «Bonapartiste»..., op. cit.; O ’D o n n e l l , G., y S c h m i t t e r ,
P. C., Political Life A fter Authoritarian Rule: Tentative Conclusions A bout Uncertain Transi
tions, en O ’D o n n e l l , G., y S c h m i t t e r , P. C, (eds.), Transitions front Authoritarian Rule:
Comparative Perspectives, Baltimore, John Hopkins Press, 1986.
® Linz, J. J., Authoritarian and Totalitarian..., op. cit., pp. 326-330.
Los autoritarismos 137
4. Regímenes militares
2' Finer, desde un punto de vista instítucional, parece que quiere captar este fenómeno
cuando trata de las «democracias de fachada» y de las «cuasidemocracias» ( F i n e r , S. E.,
Comparative Government, Hardmonsworth, Penguin Books, 1970, pp. 441-531). Pero anali
zando mejor esos dos modelos, se ve que el- primero se puede incluir en la categoría de los
regímenes tradicionales y el segundo entra en el más amplio genus autoritario. De hecho, típi
cos ejemplos de «cuasidemocracias» se consideran al México de antes de 1975 o algunos países
africanos gobernados por partidos únicos.
138 Leonardo Morlìtìo
burguesía
industrial
o comercial,
incluso
transnacional so ci^sm o africano,
humanismo,
negritud
militares oligarquía
agraria
Coalición Ideología
dominante tecnocràtica,
(cuáles y cuántos racionalista
actores) Iglesia Nación
burocracia' doctrina de
la seguridad
partido único orden, nacional
o hegemónico autoridad
parlamento
corporativo,
sindicatos verticales
/ organización
burocrática
movilización movilización juntas,
■ elitista, de masas, consejos, partido único
limitada comités o hegemónico,
controlada
sus articulaciones
colaterales,
locales y centrales
Esta última observación perm ite comprender cómo sobre todo en los últimos
decenios, en las distintas regiones del tercer mundo y especialmente en América
Latina (con la clara excepción del P a ra p a y de Stroessner, una tiranía militar), la
mayor parte de los regímenes instaurados después de un golpe m ilitar son civiles-
militares. Antes de desviar nuestra atención hacia los principales modelos con-
fip ra d o s por tales regímenes, es necesario un breve excursus sobre la cuestión
general y compleja de la intervención militar, o sea sobre uno de los lo ci más fre
cuentados por la Uteratura sobre regímenes autoritarios Oportunam ente, la mayor
parte de los estudiosos se han detenido en analizar las motivaciones político-sociales
o las organizativas internas de la intervención militar; el llamado pretorianismo.
Poner en contraposición estos dos grupos de factores es, sin embargo, en buena
medida artificioso. Al final hay que reconocer que la explicación efectiva de la
intervención se encuentra precisamente en la interrelación entre los dos grupos
de variables, aunque tengan un peso distinto cada vez en los diferentes casos de
golpes.
Los temas de fondo de la cuestión se pueden entender mejor si la p re p n ta
principal acerca de las motivaciones de la mtervención se subdivide y descom
pone en varias p re p n ta s más precisas. Primera p re p n ta ; ¿por qué se derroca en
numerosos estados del Tercer Mundo un frágil ordenamiento democrático, o casi
democrático o mcluso autoritario, de tipo personalista o no? La respuesta sólo
puede ser básicamente, y con pocas variantes, la dada por Huntington; las razones
más miportantes de la intervención m ilitar no son mihtares, sino políticas, en cuan
to que.dependen de la ausencia.de instituciones políticas reales y sólidas®.
® Remito al apéndice bibliográfico para una indicación básica de los numerosísimos traba
jos sobre este tema. Entre otros, Thompson propone un interesante examen de las condiciones
poh'ticas principales de la intervención m üitar ( T h o m s o n , W. R., Regime Vulnerability and
the Military Coup, en «Comparatíve Politics», 7, 1975). En las ricas colecciones de ensayos de
distintos autores, tanto las de Janowitz y Van Doom como Perlmutter y Plave Bennet, sé
ofrece un cuadro completo y articulado del papel político de los militares en distintos perío
dos históricos tanto en los países europeos como en otros continentes ( J a n o w i t z , M. y V a n
D o o r n , J. (eds.), On Military Intervention, Rotterdam, Rotterdam University Press, 1971;
P e r l m u t t e r , A., y P l a v e B e n n e t t , V. (eds.), The Political Influence of the Military, New
Haven, Yale University Press, 1980). Rouquie analiza con mucho detalle y acierto la partici
pación y el papel de los militares en todos los países de América latina ( R o u q u ié , A., L ’E ta t .
Militaire en Amérique Latine, París, Editions du Seuil, Í982).
H u n t i n g t o n , S. P., Political Order in Changing Societies, New Haven, Yale University
Press, 1958, pp. 194-198.
Í.DS autoritarismos 143
31 H o r o w i t z (1964 y 1977).
^ J a c k m a n , R. W., The Predictability of Coups d’Etat: A Model with African Data, en
«The American Political Science Review», 72, 1978.
“ Jo H so N , T. H .; S l a t e r , R. 0 . , y M c G o w a n , P., Explaining African Military Coups
d’Etat, 1960-1982, en «The American Political Science Review, 7 8, 1984.
144 Leonardo Morlino
No se debe olvidar, además, que los militares se pueden mover también por
un interés de clase, como recuerda de alguna manera también Nordlinger cuando
se refiere a la movilización de las clases inferiores y a la consiguiente amenaza
percibida por las clases medias Este aspecto, recogido por diversos autores para
América La:tiná, ha sido teorizado muy bien por Nun. Partiendo del presupuesto
de la coincidencia de mtereses entre militares y a lp n o s sectores de las clases
medias, a causa del origen social de aquéllos, y del análisis de la debiHdad de las
clases medias latinoamericanas, el estudioso argentino ha acuñado el término
«golpe de estado de las clases medias», precisamente para designar esta situación
El interés de clase también puede referirse a intervenciones efectuadas en otras
áreas geopolíticas, como Oriente Medio o Africa del Norte, y no se refiere necesa
riamente a las clases medias y al intento de protegerlas de las clases inferiores: a
veces, parte de una identificación con la oligarquía agrícola o con las clases altas;
y en otras, más recientemente, la referencia es a las clases populares y a sus inte
reses, tal corno son percibidos por los militares.
A veces, en Africa, los mtereses de clases se convierten en intereses étnicos
o regionales, y las motivaciones de los militares son éstas en vez de aquéllas. En
otras ocasiones, el que interviene es un reducido grupo o un sector del ejército
a las órdenes de un oficial y lo hace por intereses exclusivamente personales. Decalo
propone explicaciones parecidas para algunos golpes africanos acaecidos en Bu
rundi, en Uganda, en Benm, en la República Popular del Congo ®. Y aunque no
se pueden negar esas motivaciones personales, concretas, peculiares de algunos
casos, tampoco se debe olvidar el contexto político — ^ni, a deck verdad, lo olvida
Decalo— que permite la intervención.
La validez de las conclusiones a que se llega sobre la intervención militar se
puede reforzar a contrario, planteando la siguiente p re p n ta : ¿qué aspectos se pue
den asociar negativamente a la intervención m ilitar, o qué factores han limitado
los golpes de estado? Recientemente, por ejemplo, Jaclgnan confirma de nuevo la
tesis de Huntington sobre el tema cuando, en su investigación sobre Africa, de
muestra que la existencia previa de un sistema con un partido dominante o hege-
mónico, o sea de una institución que juega un papel integrador de estabilidad, está
en correlación negativa con los golpes de estado Johnson, Slater y McGowan
confirman este elemento cuando sostienen que la situación ideal, contraria a una
intervención militar, es la de un partido de masas dommante que permite la com
petencia y la existencia de partidos menores ®. Finer había analizado este tema
llegando a conclusiones distintas. Esencialmente, según él, la existencia de una
gran profesionalización junto a la creencia en el principio de la superioridad civü,
o una valoración negativa de las capacidades de acción y eficacia de las fuerzas
armadas, o también el temor a una guerra ehtre los mismos militares, o, por último,
el miedo a que tras la mtervención el ejército pueda disgregarse son otros tantos
motivos que pueden mantener a los militares en los cuarteles ‘*1
A p i s a de conclusión sobre el papel de los militares en política se puede recor
dar la tesis de quien sostiene que regímenes con una fuerte presencia militar a
nivel de decisión tienen un rendimiento más alto que los regímenes civiles o, sen
cillamente, son capaces de provocar un mayor crecimiento socio-económico. Y ésta
es, entonces, la séptima y última pregunta: ¿ha encontrado esta hipótesis algún
apoyo empírico? Aunque con algunos distinguo, sobre todo respecto a las dife
rentes áreas afectadas, la respuesta es sustancial y claramente negativa para todos
los autores que se han ocupado del tema''^.
Tanto Schmitter para América Latina como Jackman para todas las áreas del
Tercer Mundo afirman con claridad que, independientemente del desarrollo eco
nómico, los gobiernos militares no producen efectos específicos y distinguibles
sobre el cambio social. Tales efectos, cuando eristen, se explican por otros fac
tores. Utilizando una metodología diferente, Berg-Schlosser consigue identificar
algunas diferencias en términos de políticas realizadas, pero sus conclusiones para
Africa son aún más claramente negativas; los regímenes pretorianos son los que
entre 1960 y 1975 llegan a tener los resultados más negativos Por último, los
regímenes militares son, normalmente, más inestables que los civiles: la duración
de los primeros es notablemente inferior a la de los se p n d o s
6. Regímenes civiles-militares
de Rivera y el Portugal de Salazar, en los primeros años del régim en’*. Otros
ejemplos posteriores de regímenes burocrático-militares, gobernados por una oligar
quía de inilitares-civiles del tipo que acabamos de bosquejar, se han dado y se dan
también en Africa y en Asia.
O ’Donnell propone, desde otras perspectivas y respecto a una situación social
y económicamente más avanzada y distm ta, un modelo de régimen burocrático-
a u torita rio en el que de nuevo se encuentra una coalición entre militares y civiles.
En resumen, el modelo de O ’Donnell, referido específicamente a América Latina
y sobre todo al Cono Sur, presenta las siguientes características; 1) la base social
real del régimen está constituida por la alta b u rp e s ía oligopolista y transnacional;
2) en ese régúnen («estado», en la terminología de O ’Donnell) se produce una
coalición entre militares, especialistas de la coerción, y tecnócratas cuyo objetivo
es «normalizar» la economía; 3) los estamentos populares, antes movilizados, son
excluidos de la política mediante distintas formas de represión; 4) la exclusión
es tanto política como económica; la creciente transnacionalización de la economía
favorece sólo al capital privado y a a lp n a s instituciones estatales Si se intenta
evaluar el modelo de O ’Donneü en base a los criterios radicados en la figura 4.1,
se puede añadir que, junto a la citada coalición dominante, no hay una ideología
específica si no es la señalada de la doctrina militar de la se p rid a d nacional, del
empeño en mantener la economía capitalista de mercado con una fuerte presencia
del capital extranjero, mientras la kmovación mstitucional estaría representada
sólo por el nuevo profesionalismo de los müitares
A lp n o s au to res^ han subrayado la únportancia del modelo de O’Donnell
que, a diferencia de otros, presta mucha atención a las variables socio-económicas
como la úidustrialización y las relaciones con el sector agrícola. Se ha mtentado
también extender la aplicación de ése modelo a otros países del continente latino
americano, como el Perú. Casi al mismo tiempo otros autores han elaborado un
modelo propio que en parte se superpone al anterior en cuanto ámbito de refe
rencia o aplicación, y en parte pone de manifiesto otras variables. Se trata del
modelo corporativo“ o, como prefiere llamarlo Lúiz® para evitar connotaciones
demasiado determinadas históricamente, «estatalismo orgánico». La expresión iden
tifica ante todo una ideología más que la coalición dommante que se encuentra
en su base y que siempre está constituida por la oMgarquía civiles-militares. Más en
concreto, el régimen corporativo se caracteriza fundam entahnente por una partici
pación controlada y por la movilización de la comunidad política a través de
estructuras «orgánicas». A nivel ideológico niega tanto la concepción liberal de la
competición política como lá marxista del conflicto de clases,'para seguir una
opción corporativa. Schmitter define el corporativismo como «un sistema de repre
sentación de los intereses cuyas unidades constitutivas están organizadas en un
® Para estos países remito a Emerson (1966), Zolberg (1966), Moore (1970), Hermassi
(1972), Gentili (1974), Tordoff (1984). En cuanto a los problemas, las dificultades y, en oca
siones, el declinar de los partidos únicos tras los primeros años de la independencia, véase
Wallerstein (1966). Estos países plantean también un problema de liderazgo carismàtico
(Jackson y Rosberg, 1984, y la bibliografía ivi).
■ ® S c h u lz , A ., Local Politics and Nation-States. Case Studies in Politics and Policy, Oxford
y Santa Barbara, Clio Press. 1979; A s m e r o n , H. K., Ideology, Politics and the Emerging Shape
of State Bureaucracy in Kenia, Tanzania and Zambia: a Comparative Review, Paris, Congreso
de la IPSA. 1985.
^ A l b r i c h t , D. E., a Comparative Conceptualization of Civil-Military Relations..., o p . cit.,
p . 559.
® P e r l m u t t e r , A., y L e o g r a n d e , W., The Party in Uniform: Toward a Theory of Civil-
Military Relations in Communist Political Systems, en «The American Political Science Re
view», 76, 1982.
Los autoritarismos 153
Democracia racial
Híbrido institucional
Régimen de transición
Régimen sultanista
Régimen tradicional
Oligarquía competitiva
Tiram'a militar
Régimen pretoriano Régimen militar
Oligarquía guardián
militar
Régimen militar
gobernante
Régimen burocrático-militar
Régimen civil-militar Corporativismo
Régimen excluyente
corporativo
Corporativismo
incluyente
Totalitarismo de derecha
universitaria, femenina Por último, la diferencia entre este modelo y los otros
dos tratados antes está no sólo en la ideología, sino también en los contextos com
pletamente diferentes en que se insertan
Para terminar esta parte del capítulo sobre modelos de régimen, es necesaria
una breve apostilla. De'hecho, al fitial del decenio de los setenta asisthnos también
a otro fenómeno completamente nuevo en cuanto a regímenes de movilización.
Si en los modelos diseñados más arriba la estructura principal de movilización
sigue siendo el partido, si en algunos regímenes militares o burocrático-miUtares,
como Libia, Sudán y Pakistán, la religión musuhnana constituye un aspecto impor
tante tanto para legithnar al régúnen como para indicar la base normativa políti
camente relevante, el régúnen que se úistaura en Irán es un fenómeno completa
mente nuevo Nos referimos a él aquí porque supone indudablem ente un régimen
de movilización con un líder carismàtico, Jomeúii. Sin embargo, al mismo tiempo,
se aleja de los otros modelos señalados: no nace, por ejemplo, de una lucha por
la independencia ni del conjunto de transformaciones posteriores a la segunda
guerra mundial, ni tampoco de un movimiento totahtario de ningún tipo. La nove
dad más únportante viene dada por la presencia combinada de una estructura
de movilización muy articulada y potenciahnente más eficaz que el partido, el
clero, y de una ideología también compleja que disciplina, controla, tiene prescrip
ciones para cada momento de la vida del «afiliado-creyente», la religión musul
mana. El resultado, en términos de régimen, es un ordenamiento monista en cuanto
al número de actores presentes, ideología compleja, una gran, enorme capacidad-
realidad movilizadora, mteresantes novedades institucionales a nivel local y na
cional. Desde esta perspectiva se podría hablar no tanto, como se ha hecho, de
una teocracia que trae a la mente ejemplos muy distmtos, propios de la experiencia
del mundo antiguo, smo más bien de un neo-totalitarism o religioso.
8. Transiciones e instauraciones
” Entre los últimos libros dignos de mención, nos limitamos a señalar Laqueur (1976),
Mosse (1979), Larse, Hagtvet y Myklebust (1981); entre los trabajos de historiadores italianos,
Veneruso (1981), Gaeta (1982), Pombeni (1984). El de Gentile (1985) es un análisis bibliográ
ficamente muy rico y documentado también sobre los estudiosos extranjeros del tema.
Aún más en general cabe afirmar que en distintos países del'O riente Medio de larga
tradición islámica se ha asisüdo en los años ochenta a un crecimiento del papel poh'tico del
islamismo, tanto a nWel de régimen como de partidos incluso en la oposición. Las razones
de este fenómeno (problemas y dificultades de legitimación de los regímenes, crisis económica,
surgimiento de nuevos grupos sociales) están aún a la espera de ser investígados en los diver
sos casos.
Los autoritarismos 173
a veces se puede constatar la discordancia entre los proyectos políticos del actor
en cuestión y el régimen democrático resultante, el hecho sigue siendo cierto.
En ninguno de ios casos europeos o latinoamericanos más recientes 1.a oposición
democrática y antirrégimen asume dhectam ente y como protagonista la iniciativa
del cambio, bien porque está escasamente organizada y movilizada o por otras
razones, de tiempo y de posibilidades concretas. Además, en la mayoría de esas
crisis la oposición democrática y civil juega un papel completamente secundario
en el derribo del régimen. Al final, en todo caso, el régimen cae o se transforma
porque la iniciativa de un grupo de actores o de un solo actor, dotados de recursos
capaces de superar alguna defensa residual del réghnen autoritario, ha creado una
alternativa capaz de caminar sobre sus propios pies.
En el caso de abdicación de los militares en regímenes militares o civiles-
militares o en los otros casos de transición a un régimen civil democrático, el
siguiente- problema es el de la instauración democrática, condicionada por las
modaUdades y por los otros factores relevantes en la crisis-caída o crisis-transfor
mación y por todos los diferentes aspectos analizados en el capítulo anterior.
Existen, sin embargo, al menos otras dos salidas posibles que debemos considerar.
La prhuera es el paso de un régúnen m ilitar o civil-militar a un régimen civil
todavía autoritario. Este es un caso relativamente raro. Se caracteriza, primero,
por la consolidación del anterior régimen autoritario y después por su posterior
gradual crisis y transfom ación hacia otro régimen en el cual, sin embargo, las
elites militares siguen siendo un poderoso y cualificado grapo de presión. Las con
diciones esenciales para que se produzca una transformación de ese tipo son por
lo menos dos; la institucionalización del régúnen que graduahnente tiene cada vez
menos necesidad del apoyo m üitar, en cuanto se apoya cada vez menos sobre la
represión y sobre la fuerza; y, después, a la vez, la voluntad política de un líder
capaz de llevar a cabo aquel cambio que lo libera en gran parte de una «protec
ción» inilitar, a veces demasiado opresiva y exigente.
El otro paso de un régúnen militar o civil-militar a otro régimen, respectiva
mente, civil-militar o m ilitar es muy frecuente. Surge de la división de la coalición
dominante y de las consiguientes transfonnaciones en su interior, tanto en lo que
se refiere a los actores que están directamente en el gobierno como a los que los
apoyan. Puede ser, por ejemplo, otro grupo de militares que, tras un golpe de
estado, se alian con grupos civiles o, por el contrario, los excluyen del gobierno.
Si una transformación de este tipo fuera gradual en vez de estar marcada clara
mente por un acontecimiento como es el golpe de estado, entonces aquel cambio
sería más difícil de señalar y podría confundirse con una simple alternancia entre
élites o en el úiterior de la misma élite gobernante.
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