Cielo de Claraboyas
Cielo de Claraboyas
Cielo de Claraboyas
(FRAGMENTO)
Era la casa de mi tía más vieja adonde me llevaban los sábados de visita. Encima del hall de esa casa con cielo de
claraboyas había otra casa misteriosa en donde se veía a través de los vidrios una familia de pies aureolados como
santos. Leves sombras subían sobre el resto de los cuerpos dueños de aquellos pies, sombras achatadas como las
manos vistas a través del agua de un baño. Había dos pies chiquitos, y tres pares de pies grandes, dos con tacos altos
y finos de pasos cortos. Viajaban, baúles con ruido de tormenta, pero la familia no viajaba nunca y seguía sentada en
el mismo cuarto desnudo, desplegando diarios con músicas que brotaban incesantes de una pianola que se
atrancaba siempre en la misma nota. De tarde en tarde, había voces que rebotaban como pelotas sobre el piso de
abajo y se callaban contra la alfombra.
Una noche de invierno anunciaba las nueve en un reloj muy alto de madera, que crecía como un árbol a la hora de
acostarse; por entre las rendijas de las ventanas pesadas de cortinas, siempre con olor a naftalina, entraban
chiflones helados que movían la sombra tropical de una planta en forma de palmera (…). No había nadie ese día en la
casa de arriba. Salvo el llanto pequeño de una chica (a quien acababan de darle un beso para que se durmiera, que
no quería dormirse), y la sombra de una pollera disfrazada de tía, como un diablo negro con los pies embotinados de
institutriz perversa. Una voz de cejas fruncidas y de pelo de alambre que gritaba “¡Celestina, Celestina!”, haciendo de
aquel nombre un abismo muy oscuro. Y después que el llanto disminuyó despacito… aparecieron dos piecitos
desnudos saltando a la cuerda, y una risa caían de los pues desnudos de Celestina en camisón, saltando con un
caramelo guardado en la boca.
b. El propio narrador.
c. Celestina
2. El protagonista:
5. Es evidente que el narrador de la historia era, entonces, un niño o una niña porque:
6. A partir del título del libro, es evidente que este relato gira, entre otros asuntos, alrededor de:
c. La soledad.
7. La obra presenta una compleja combinación simbólica alrededor del tema de lo celeste:
d. Que se opone al mundo del niño que testimonia cada uno de los elementos.
b. Desvanecen la angustia que se había generado con el llanto y los llamados de la mujer.
(FRAGMENTO)
Era la casa de mi tía más vieja adonde me llevaban los sábados de visita. Encima del hall de esa casa con cielo de
claraboyas había otra casa misteriosa en donde se veía a través de los vidrios una familia de pies aureolados como
santos. Leves sombras subían sobre el resto de los cuerpos dueños de aquellos pies, sombras achatadas como las
manos vistas a través del agua de un baño. Había dos pies chiquitos, y tres pares de pies grandes, dos con tacos altos
y finos de pasos cortos. Viajaban, baúles con ruido de tormenta, pero la familia no viajaba nunca y seguía sentada en
el mismo cuarto desnudo, desplegando diarios con músicas que brotaban incesantes de una pianola que se
atrancaba siempre en la misma nota. De tarde en tarde, había voces que rebotaban como pelotas sobre el piso de
abajo y se callaban contra la alfombra.
Una noche de invierno anunciaba las nueve en un reloj muy alto de madera, que crecía como un árbol a la hora de
acostarse; por entre las rendijas de las ventanas pesadas de cortinas, siempre con olor a naftalina, entraban
chiflones helados que movían la sombra tropical de una planta en forma de palmera (…). No había nadie ese día en la
casa de arriba. Salvo el llanto pequeño de una chica (a quien acababan de darle un beso para que se durmiera, que
no quería dormirse), y la sombra de una pollera disfrazada de tía, como un diablo negro con los pies embotinados de
institutriz perversa. Una voz de cejas fruncidas y de pelo de alambre que gritaba “¡Celestina, Celestina!”, haciendo de
aquel nombre un abismo muy oscuro. Y después que el llanto disminuyó despacito… aparecieron dos piecitos
desnudos saltando a la cuerda, y una risa caían de los pues desnudos de Celestina en camisón, saltando con un
caramelo guardado en la boca.
CIELO DE CLARABOYAS
(FRAGMENTO)
Era la casa de mi tía más vieja adonde me llevaban los sábados de visita. Encima del hall de esa casa con cielo de
claraboyas había otra casa misteriosa en donde se veía a través de los vidrios una familia de pies aureolados como
santos. Leves sombras subían sobre el resto de los cuerpos dueños de aquellos pies, sombras achatadas como las
manos vistas a través del agua de un baño. Había dos pies chiquitos, y tres pares de pies grandes, dos con tacos altos
y finos de pasos cortos. Viajaban, baúles con ruido de tormenta, pero la familia no viajaba nunca y seguía sentada en
el mismo cuarto desnudo, desplegando diarios con músicas que brotaban incesantes de una pianola que se
atrancaba siempre en la misma nota. De tarde en tarde, había voces que rebotaban como pelotas sobre el piso de
abajo y se callaban contra la alfombra.
Una noche de invierno anunciaba las nueve en un reloj muy alto de madera, que crecía como un árbol a la hora de
acostarse; por entre las rendijas de las ventanas pesadas de cortinas, siempre con olor a naftalina, entraban
chiflones helados que movían la sombra tropical de una planta en forma de palmera (…). No había nadie ese día en la
casa de arriba. Salvo el llanto pequeño de una chica (a quien acababan de darle un beso para que se durmiera, que
no quería dormirse), y la sombra de una pollera disfrazada de tía, como un diablo negro con los pies embotinados de
institutriz perversa. Una voz de cejas fruncidas y de pelo de alambre que gritaba “¡Celestina, Celestina!”, haciendo de
aquel nombre un abismo muy oscuro. Y después que el llanto disminuyó despacito… aparecieron dos piecitos
desnudos saltando a la cuerda, y una risa caían de los pues desnudos de Celestina en camisón, saltando con un
caramelo guardado en la boca.