Yoga para Niños Selva PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 6

Yoga para niños: Un día en la

selva

Érase una vez un Yoga para niños y niñas. La Tradición del


Yoga (que es muy seria) no nos ha legado un manual de
instrucciones de cómo aplicar el Yoga a un grupo determinado
con unas características específicas, en este caso el trabajo
con niños. Maravillosamente tenemos que reinventar el Yoga a
cada paso, tenemos que dotarlo de creatividad y adaptarlo para
que sea efectivo. Esa es nuestra labor como profesores.

De entrada, un yoga para niños no puede ser un yoga de


adultos, lento con posturas inmóviles mantenidas largo tiempo.
La dinámica del niño es mucho más activa, incluso agotadora.
Quizás deberíamos poner el acento en la realización de las
posturas pues el niño o niña está aprendiendo a manejar el
mundo, su propio cuerpo. En esta etapa el trabajo psicomotriz
es importante, coordinar bien sus movimientos, integrarlos, en
la medida de lo posible, con la respiración (aunque la
respiración tiene que ser trabajada de forma indirecta como
veremos más adelante). En especial, diría que, las posturas de
equilibrio son interesantes para su desarrollo psicomotriz.

El reto forma parte del mundo infantil, hay que lograr nuevas
proezas, nuevas habilidades pues el niño necesita sentir que
crece, que ya es un poquito más mayor. Entonces, un yoga con
tintes acrobáticos puede estimularlos para evitar el
aburrimiento, además de hacerles sacar todos sus recursos. No
estamos hablando de saltos mortales hacia atrás sino de
posturas un poco más complicadas (depende de la edad del niño)
que tengan toda la seguridad para que no se hagan daño.

Pongamos un ejemplo de clase, adaptada a niños de unos 8 años


aproximadamente. Una vez en la sala les doy una bolsita de
arena para que se la pongan en la cabeza. Por cierto, los
objetos, bolsitas, pelotas, aros, cuerdas, etc, tiene casi un
sabor mágico para el niño. El objeto es un medio a través del
cual se pueden comunicar con los demás, con el mundo. Pues con
la bolsita en la cabeza se trata de pasear por la sala en
todas direcciones sin que se caiga (reto). En realidad nuestro
objetivo es trabajar la verticalidad pues instintivamente la
columna se endereza para mantener la bolsita de arena. Podemos
ir más lentos o más rápidos, dar vueltas, jugar a pillar.
Seguramente con esto investigarán lo que es la proyección de
la cabeza y cervicales. Continuando a gatas en el suelo con la
bolsita sobre la espalda podemos hacer todos los movimientos
que hace un gatito sin que se caiga la bolsa de arena. Esta
nueva posición es interesante para movilizar la columna
vertebral en flexión, extensión y lateralmente.

El juego para el niño es su alimento. Jugando anticipa el


mundo, se prepara para la sobrevivencia y toma medidas de lo
que es. El juego recuerda al niño sus límites sin robarle su
imaginación y sus esperanzas.

Si con la bolsita de arena hemos trabajado la proyección en la


verticalidad, con el juego de los obstáculos del terreno vamos
a trabajar sobre el enraizamiento. Diseminados por la sala
pelotas pequeñas, bastones de madera, bolsas de arena, etc.
Entonces hay que caminar por la sala sin pisar el suelo firme.
Al pisar las pelotas, al caminar por encima de los bastones
como si fueran raíles de tren, toda la musculatura del pie
trabaja enormemente. Diríamos que el pie se va a apoyar mejor
en el suelo y puede mejorar la estructura de la vertical.

A continuación, con el calentamiento de los animales vamos a


hacer unos estiramientos divertidos y a intentar coordinarlos
con la respiración. Son movimientos precisos al inspirar y al
espirar que recuerdan al elefante, la jirafa, la serpiente, el
dragón, el avestruz, etc.

Y empezamos la serie de yoga para niños. Un día en la selva,


pero podría ser cualquier relato porque el relato para el niño
es una invitación a entrar en un tiempo mítico donde las cosas
y los seres tienen la máxima potencialidad de ser, aquella que
el niño siente y pretende buscar. El relato es un hilo
conductor que nos lleva de la mano, que asegura la curiosidad
y que plantea un trasfondo pedagógico. Evidentemente con la
serie de Un día en la selva vamos a hacer posturas, âsanas
intentando que el niño trabaje las articulaciones, estire los
músculos y los relaje. Pero tan importante o más que esto, Un
día en la selva es un relato que habla de la selva y la
biodiversidad, que habla de la importancia de conservar la
vida y de conocer las plantas y los animales. Que habla de la
sucesión imparable de los días y que nos recuerda que estamos
inmersos todos juntos en un planeta azul con sus leyes.

“Todavía no ha amanecido, la selva está tranquila, duerme un


sueño profundo, se respira el frescor de la noche. Y de golpe,
siempre por el este, el día amanece…” Y es cuando todos los
animales se desperezan, y oímos el rugido del león que ya
tiene hambre. ¿Por qué tiene un cuello tan alto las jirafas?
Nos convertimos en árboles (y cada uno elige el árbol que más
le gusta representar). Y aparece el águila (son posturas de
yoga tradicionales) que sobrevuela por encima de la selva, y
el camello a punto de atravesar el desierto. Y así desfilan
toda una serie de animales que tienen diferentes caracteres,
diferentes hábitos. Esa diversidad en la diferencia es
importante transmitirla al niño, cada animal es un mundo. Eso
sí, la montaña está tranquila con sus ríos subterráneos como
si fueran nuestras venas. Las nubes que pasan son como
nuestros pensamientos. Al final la montaña sabe que todos los
animales viven sobre su cuerpo hecho de tierra y árboles. Y se
va a dormir en silencio. Una serie donde empezamos con
calentamiento y acabamos con relajación.

Pues bien, el relato, al igual que la vida, tiene un


comportamiento cíclico. Empezamos al alba y acabamos
replegados para irnos a dormir. El tiempo mítico es siempre un
tiempo cíclico que nos libera de la racionalidad de un tiempo
lineal (que por otra parte es ajena a la naturaleza del niño).

Podríamos añadir a la serie de yoga algún trabajito en


parejas. Por ejemplo, mientras uno está tumbado el compañero
pone la oreja sobre el pecho y escucha el corazón. No es nada
nuevo para el niño, pero sentir un corazón que late sin parar,
el sonido de la respiración o el de los intestinos permite
redescubrir el cuerpo y hacerlo habitar de una mayor
complejidad. El cuerpo no sólo es complejo, es delicado,
sensible y percibe muchas cosas. Por eso hemos de cuidarlo,
mantener una buena higiene y sobre todo escucharlo a ver cuál
es su lenguaje.

A una cierta edad el niño ya sabe que el cuerpo es tabú, que


los adultos no se tocan, que hay “pecados” que hay que evitar.
Sin embargo, el tocar y el ser tocado forma parte de un
alimento vital para el niño, incluso de su maduración
psíquica. Por ejemplo, un niño está tumbado boca arriba con
brazos y piernas abiertos. El compañero le dibuja el perfil,
dedo a dedo, resiguiendo las extremidades, cabeza y tronco. El
niño o la niña siente su cuerpo, las diferentes
sensibilidades. Hay zonas más duras o más blandas, frías y
calientes, sensibles o menos sensibles. Además, el niño
descubre su perfil, su espacio vital. Y se reconoce en su
forma.

Por último podríamos hacer una relajación sobre globos. Elegir


tres o cuatro globos de colores e inflarlos. Al inflarlos se
hace una especie de pranayama, se trabaja el diafragma y se
oxigena el cuerpo. Previo a la relajación, podrían tirar los
globos arriba y patearlos con los pies mientras están tumbados
sobre la espalda. Está claro que los abdominales se tonifican
en pos de un buen equilibrio entre lumbares y abdomen. Y ya
estamos tumbados boca a bajo sobre tres o cuatro globos. A un
nivel muy sutil, tumbarse sobre algo tan frágil como un globo,
y comprobar que no explota es una metáfora de cómo lo
aparentemente débil puede ser extremadamente fuerte. Es una
invitación a la confianza ante la vida y su misterio. Mientras
se relajan podemos hablar de esa cualidad de la relajación con
imágenes. El agua, por ejemplo, es fluida, se mete por
cualquier hendidura, pero cuando hace calor se evapora. Y el
vapor de agua asciende y asciende hasta convertirse en nube.
Las nubes siempre tienen el dorso de la espalda caliente por
el sol, pero la barriguita está fría. Y cuando hace mucho
frío, la nube se derrite en lluvia, que fecunda las montañas y
da de beber a los animales. La lluvia, se convierte en arroyo,
y un sinfín de arroyos forma un pequeño río, que se va
ensanchando a su paso por los valles hasta llegar al inmenso
mar que lo acoge, de donde aquella primera agua partió.

En fin, imágenes del ciclo de la vida, sugerentes para sentir


peso o levedad, diferentes sensaciones y recuerdos de un mundo
sabio arquetípico que está en todos.

Dar clases a niños es de lo más difícil. Difícil comunicar ese


tono alegre y esas ganas de vivir. Difícil encontrar esa vena
creativa que posibilite al niño seguir curioseando para seguir
aprendiendo. El niño, no lo olvidemos, es un símbolo de lo que
fuimos, y también un recuerdo de lo que somos. Podríamos decir
que algo de niño tienen los sabios, pero también, algo de
sabio tienen los niños, y en nuestro acercamiento a ellos,
mucho de respeto es necesario. Mejor proponer que imponer, y
mejor dialogar que tratarlos como tontos, que está claro que
no lo son.

Érase una vez un colorín colorado. Hari Om. Paz a todos los
seres.

Julián Peragón

También podría gustarte