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El Buque Fantasma (Maravelí)

En la costa pacífica colombiana existe la leyenda del buque Maravelí, que en


forma misteriosa viaja por las noches en el Océano Pacífico. Los bogas y
pescadores ven este buque fantasma en los días de la Semana Santa: sube y
baja con las olas y huye de los tifones violentos, según las gentes, lleva
lámparas amarillas con candelas en el palo mayor. Su luz refulgente es de tal
intensidad que enceguese a los animales, hiela la sangre de los hombres y
daña los sembrados.

La rapidez del Buque Fantasma es impresionante según los costeños del


Pacífico. En un instantes de encuentra en el Mataje, pasa a la ensenada del
Gallo, en las abras de Ancón de Sardinas, o se balancea indolente en la isla de
los Cocos o en el Malpelo coralino.

Algunos pescadores de Iscuandé dicen que el Buque Fantasma tiene como mil
brazas de largo, quinientos pies de eslora, una gran manga, ochenta pies de
puntal y una velocidad incalculable.

Las gentes hablan de que en el Buque Fantasma se hacen fiestas misteriosas


con bailes siniestros, diversiones de aquelarre, música con instrumentos
antiguos, y se escuchan gemidos, cadenas, seres que lloran y maldicen, gritos
profundos y un ambiente de misterio y desolación.

El Buque Fantasma lo han visto los marinos de Tumaco y los bogas de


Barbacoas. Existe la creencia de que es la proyección de un buque que hizo
tráfico de esclavos en la época colonial; otros relatan que es el fantasma de un
buque que cargaba las riquezas que se obtuvo de las explotaciones del caucho
y del cacao de las regiones de la Amazonia, el Putumayo y el Caquetá, y que
se hundió en el Pacífico con toda su tripulación.

Existe la creencia de que quien mira de cerca el Buque Fantasma se enloquece,


o queda ciego, o muere lanzando gritos espantosos; los perros aúllan y los
animales corren presos del terror. El Buque Fantasma viaja sin descanso a
toda máquina, estremece los bosques de manglares y llena de misterio la
naturaleza. Es el terror de las gentes del litoral pacífico.

[Ocampo López 1996: 288-90)

Una narradora local nos cuenta así:


Es otro fantasma marino: éste sale en forma de un barco muy hermoso y bien
iluminado; y él sale por las noches, por ocasiones, en el pueblo de Guapi, o sea
en mi pueblo. Lo veíamos y decíamos las muchachas: «¡Ay! Ahí viene un
barco». Al otro día preguntábamos: «¿Qué barco llegó?» —«No, no hay ningun
barco». Vamos a ver a la bahía y no había ningún barco.

Pero de noche nosotros vimos un barco bien bonito que venía bien iluminado.
No había barco... barco. El Maravelí es un fantasma; y esta tripulación son de
personas que hacen pacto con el diablo, para conseguir dinero. Ellas hacen la
lista y hacen un compromiso para que el diablo se adueñe del alma de esa
persona. Llaman lista y todos tienen que contestar. Si las personas no han
muerto todavía dicen: —«No han llegao». Pero el que va navegando y se
arrima a él oye esa llamada de lista, o sea que las personas que tengan por ahí
familiar —en Guapi le dicen el familiar— que hace de gato negro y le da de
comer esos cientos y cientos de huevo, mucho cuidado que vaya a estar en la
lista del Maravelí.

(Relatado por Carlina Andrade, maestra folklorista, en el Primer Encuentro


Regional de Contadores de Historias y Leyendas Buga-Colombia, 1986,
publicado en Memorias de tres encuentros, Instituto Andino de artes
populares, Convenio Andrés Bello, Quito, 1990, p. 66).

Reunión en la selva
Diego Varaona

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Cuento publicado el 13 de Octubre de 2015

-¡Algo tenemos que hacer! ¡Esta situación no se soporta mas! ¡Quiero


dormir!- dijo Juan el Chimpancé, saltando de una rama a otra.

-¡Yo también! -respondió Enrique, el ñu, con el poco aire que le


quedaba.
- ¡Tenemos que unirnos para terminar con el problema!-rugió Leonardo,
el león, mientras sacudía su melena

Las hienas se reían de los nervios. Los elefantes se tapaban las cabezas
con sus trompas largas y arrugadas. Las jirafas se quejaban porque les
dolía el cuello.

Esa tarde los animales de la selva se habían reunido para preparar un


plan que les permitiera volver a dormir. Todas las noches pasaba lo
mismo. Luego de la cena todos se ponían el piyama y se acostaban,
algunos dentro de una cueva, otros sobre el pastito, otros colgados de
una rama. Pero cuando sus ojos comenzaban a cerrarse, ¡paf!, otra vez
Tarzán con sus ganas de molestar. ¡Qué gritos insoportables!

-¡Ni mi hermana Chita lo aguanta!-dijo Juan meciéndose en un tronco.

-Escúchenme –intentó calmarlos a todos, Leonardo-. Esto es lo que


vamos a hacer: vamos a buscar a Nuria, la serpiente. Ella resolvió
muchos casos difíciles: acuérdense cuando desaparecieron las manchas
de los tigres o cuando los hipopótamos se volvieron flaquitos como un
escarbadiente.

-¿Quién me está llamando? -silbó Nuria abriéndose paso entre miles de


patas, evitando que la pisaran.

-¡Buenas Tardes, Nuria! -dijeron todos emocionados.

-¿En qué puedo ayudarlos?

-Tenemos que saber porque Tarzán nos llama por la noche. Hace
semanas que no podemos dormir. Necesitamos que nos ayudes y lo
investigues.

-Voy a averiguarlo. Sólo les pido una hora.

-¡Muchas gracias!-dijeron los cocodrilos secándose las lágrimas por la


emoción.

En silencio Nuria se fue despacito siguiendo el sendero que la llevaba


hasta la choza de Tarzán.

Media hora mas tarde, silenciosa como había llegado, regresó.

-¡Este caso está solucionado! -sonrió, orgullosa de poder comprobar que


era la mejor detective de la selva.

-¿Qué pasó? -preguntaron todos.

- ¿Se acuerdan del regalo que le hicieron para su cumpleaños?

- Si. Le regalamos un gallito despertador –contestó Leonardo.

- Bueno. Lo que pasaba es que ese gallito adelantaba su canto a las dos
de la mañana todas las noches. Tarzán se enojaba tanto, pero tanto,
tanto, que lo único que podía hacer era gritarle. Por más que lo intentó,
nunca había podido ponerlo en hora. Además, Tarzán nunca les quiso
pedir ayuda a Ustedes porque es muy orgulloso: se cree el rey de la
selva. Pero ahora el problema terminó. Convencí al gallo que lo
despertara a las ocho a partir de mañana.

- ¡Muchas gracias, Nuria!, festejaron todos los animales y cantaron un


rap en su honor.

Esa noche los sueños volvieron a cada rincón de la selva. Todos se


acostaron y comenzaron a dormir. Pero media hora más tarde, entre
tanto silencio, un sonido muy agudo y profundo los volvió a despertar.
Pero, ¡qué mala suerte! Justo ahora, a Tarzán se le ocurría ponerse a
roncar.

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