URLI Apostrofes Deixis y Referencia
URLI Apostrofes Deixis y Referencia
URLI Apostrofes Deixis y Referencia
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La Biblioteca posee la autorización del autor para su divulgación en línea.
Urli, Sebastián Daniel. “Apóstrofe, deixis y referencialidad en La voz a ti debida (1933) de Pedro Salinas” [en línea].
Tesis de Licenciatura. Universidad Católica Argentina. Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de Letras, 2011.
Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/tesis/apostrofe-deixis-referencialidad-voz-debida.pdf
[Fecha de Consulta:.........]
(Se recomienda indicar fecha de consulta al final de la cita. Ej: [Fecha de consulta: 19 de agosto de 2010]).
Pontificia Universidad Católica Argentina
Facultad de Filosofía y Letras
Departamento de Letras
Licenciatura en Letras
Tesis de Licenciatura
Agradecimientos…………………………………………...……. 5
Introducción……………………………………………………… 6
-2-
Capítulo 3: Estado de la cuestión de la bibliografía
referida a la poesía de Pedro Salinas………………………... 65
-3-
Capítulo 6: El ser a ti debido: rol y referencia de los
amantes…………………………………………………………….. 151
Conclusiones………………………………………………………. 205
Bibliografía………………………………………………………... 208
-4-
Agradecimientos
-5-
Introducción
-6-
Para desarrollar la hipótesis propuesta, hemos dividido la investigación en dos
grandes partes: la primera consiste en la delimitación de un marco teórico y
metodológico, y la segunda en el análisis crítico del texto de Salinas desde la
perspectiva de la deixis y la referencia literaria.
La primera parte se organiza en tres capítulos. En el primero, definimos la
noción de deixis gramatical, y estudiamos los pronombres en general, y los personales y
los demostrativos en particular, como ejemplos de deícticos que presentan un tipo
peculiar de referencialidad.
El segundo capítulo se centra en el problema de la referencialidad poética y en
las características que el yo y el tú lírico presentan en poesía. Para examinar esta
cuestión, consignamos las principales hipótesis críticas en torno a la referencia literaria
y al apóstrofe lírico.
En tercer capítulo presentamos un estado de la cuestión de la bibliografía sobre
La voz a ti debida y consignamos las principales opiniones de los críticos respecto al yo
y al tú y al problema de los límites espacio-temporales en el texto.
-7-
En 1918 Salinas volvió a España y obtuvo, tras ganar por oposición, la Cátedra
de Literatura Española en la Universidad de Murcia, y luego en la de Sevilla. En 1922 y
1923 ocupó el cargo de Lector de Español en Cambridge.
Tras haber colaborado en diversas revistas españolas y en distintas universidades
de su país, Salinas se trasladó, en 1935, a los Estados Unidos. Allí dictó conferencias y
fue profesor del Wellesley Collage. También trabajó en la Universidad de Johns
Hopkins pero, entre 1942 y 1945, enseñó además en la Universidad de Puerto Rico.
Salinas falleció en Boston el 4 de diciembre de 1951; sus restos fueron
trasladados, por voluntad expresa, al cementerio de Santa Magdalena frente al mar de
Puerto Rico1.
Salinas escribió nueve libros de poesía, entre los que se destaca la trilogía de
amor compuesta por La voz a ti debida (1933) -sin duda su poemario más famoso-,
Razón de amor (1936) y Largo lamento (este último se publicó póstumamente y en una
versión definitiva en 1991, aunque existen ediciones anteriores incompletas). Como es
sabido, Salinas perteneció a la conocida generación del 27 española, en la cual las letras
hispánicas alcanzaron uno de sus puntos de mayor calidad artística, y a la que también
pertenecieron Vicente Aleixandre (premio Nobel de Literatura), su amigo personal
Jorge Guillén, Federico García Lorca, Rafael Alberti y Luis Cernuda, entre otros.
Además de poesía, Salinas escribió obras de teatro, relatos y ensayos de crítica literaria.
A la par que escritor de ficción, fue un importante crítico (escribió libros sobre la obra
de Manrique y de Rubén Darío) y traductor.
1
Información obtenida de Costa Viva (1969: 15-20).
-8-
Apóstrofe, deixis y referencialidad
1. La teoría de la enunciación
2
Por cuestiones de espacio e interés no desarrollaremos los problemas que suscita la anáfora, que han
sido profusamente estudiados por Lyons (1980), Eguren (1990) y Kerbrat- Orecchioni (1997).
3
En el caso de aquellos aportes que fueron tomados de textos más nuevos y citados a partir de ellos
deberemos alterar el orden.
-9-
Apóstrofe, deixis y referencialidad
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La cursiva es del original.
- 10 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
que, como veremos en breve, se torna ambigua en el discurso lírico. Ambigüedad que,
como mostraremos más adelante, también está presente en los deícticos.
Es necesario destacar que la referencia de la que habla Benveniste posee ciertas
características propias. Si bien en el capítulo acerca de la referencia desarrollaremos con
más detalle el problema de la referencia en sí y desde el punto de vista de la crítica
literaria, quisiéramos ahora destacar las características singulares que posee la
referencia propia de la enunciación. Escribe Benveniste:
Está primero la emergencia de los indicios de persona (la relación yo-tú), que no
se produce más que en la enunciación y por ella: el término yo denota al
individuo que refiere la enunciación, el término tú, al individuo que está presente
como alocutario.
De igual naturaleza y atinentes a la misma estructura de enunciación son los
indicios numerosos de la ostensión (tipo este, aquí, etc.), términos que implican
un gesto que designa el objeto al mismo tiempo que es pronunciada la instancia
del término. (2008: 85)
5
La cursiva es nuestra.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
siempre disponibles, y que se vuelven “llenos” no bien un locutor los asume en cada
instancia de su discurso” (2007: 175). ¿Cuáles son dichos signos que dependen de la
instancia de discurso para significar con claridad? Benveniste incluye los pronombres,
los adverbios y diferentes locuciones adverbiales. Luego, cuando nos detengamos en la
definición de deixis veremos qué pronombres y qué adverbios entran dentro de esta
clasificación.
Hemos ya descripto los principales componentes que constituyen el aparato
formal de la enunciación según Benveniste. Reparemos ahora en algunas rectificaciones
que realiza Kerbrat-Orecchioni (1997).
En el primer capítulo de su libro, Kerbrat Orecchioni dedica un apartado final al
problema de la enunciación y lo analiza a partir de lo que ella llama dos deslizamientos
semánticos del término. Si bien no desarrollaremos completamente el análisis propuesto
por la investigadora francesa, nos es útil rescatar sus ideas principales.
El primer desplazamiento semántico del que habla la autora se centra en la
similitud, no siempre considerada por los lingüistas, entre el término enunciación y el
término enunciado. Basándose en el francés, sostiene Kerbrat-Orecchioni que el sufijo
–tion (–ción en castellano) denota polisémicamente el acto y el producto del acto:
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
locutor que establece unas coordenadas de espacio-tiempo desde las cuales poder
referir); y, por otro lado, Kerbrat-Orecchioni continúa con la idea de un aparato formal
de la enunciación (título de un artículo ya citado de Benveniste), pero lo denomina
marco enunciativo (M.E.), denominación que seguiremos.
Sin embargo, y pese a estas primeras rectificaciones, Kerbrat-Orecchioni
menciona un segundo deslizamiento semántico del vocablo “enunciación” que afecta la
comprensión cabal de su significado, a saber: la restricción del vocablo a la esfera del
productor del acto y no del receptor. Explica la autora:
Podemos decir, entonces, que los “hechos enunciativos” son similares a los
indicios de la ostensión mencionados por Benveniste con la salvedad de que incluyen
también la naturaleza del canal, el contexto socio-histórico y las restricciones del
universo del discurso, entre otras cosas. Es, además, muy interesante la categoría
- 13 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
2. Los deícticos
2.1. Deixis: hacia una definición
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
un símbolo (por ejemplo la palabra española «rojo») está asociado al objeto que
representa gracias a una regla convencional, mientras que un índice (por
ejemplo, el acto de señalar algo con el dedo) está en una relación existencial con
el objeto que representa. Los «conmutadores» combinan ambas funciones y, de
esta manera, pertenecen a la clase de los «símbolos-índices». Un ejemplo
curioso citado por Burks es el pronombre personal. «Yo» designa la persona que
enuncia «Yo». Así, por un lado, el signo «Yo» no puede representar a su objeto
sin que le sea asociado «mediante una regla convencional», y en códigos
diferentes el mismo sentido es atribuido a secuencias diferentes, tales como «je»,
«ego», «ich», «I», «yo», etc.: por lo tanto «yo» es un símbolo. Por otro lado, el
signo «yo» no puede representar a su objeto si no está «en una relación
existencial» con ese objeto: la palabra «yo» que designa al enunciador está en
una relación existencial con la enunciación, por lo tanto funciona como un
índice. (Jakobson citado en García Negroni y Tordesillas Colado, 2001, 65-66)
7
Vale decir que las autoras siguen como líneas fundamentales de investigación algunos trabajos de
Benveniste y otros de Ducrot.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Esta extensa cita aporta dos datos importantes en nuestro análisis sobre la deixis.
En primera instancia, aporta un nuevo nombre para el fenómeno (los deícticos son
«símbolos-índices») y, en segundo lugar, proporciona un ejemplo que, como veremos
cuando nos concentremos en los pronombres personales, ha suscitado una gran
polémica entre lingüistas como Kerbrat- Orecchioni y Eguren (1999), que defienden que
el sentido de un deíctico no cambia sino que lo que cambia es su referente, y otros,
como Benveniste y Lyons (1980), que sostienen lo contrario. Pero más allá de esta
polémica es indudable “la relación existencial” que el deíctico, conmutador o «símbolo-
índice» mantiene con la situación enunciativa en la que se lo utiliza y que determinará,
en gran parte, su sentido o, al menos, su referente.
Otro autor pionero fue Bühler. En el capítulo trece del tomo II de El comentario
gramatical, Ofelia Kovacci (1990) explica el fenómeno de la deixis a partir de la
clasificación que propone este autor.
Bühler disitngue tres funciones del lenguaje, a saber: la función representativa,
“en la que el signo actúa como un símbolo de los objetos y estados de cosas”; la función
emotiva, “en la que el signo es síntoma de subjetividad, ya que se vincula con el
emisor”; y la apelativa, en la que “el signo opera como una señal al receptor”. A partir
de esta división se configuran dos campos: “el simbólico (de la representación
conceptual) y el mostrativo, indicativo o señalativo –ámbito del hablante y el oyente –,
que abarca las otras dos funciones” (1990: 173).
Es en este último campo, el campo mostrativo, en el que se da el fenómeno de la
deixis. Pero Bühler no se detiene aquí. Como bien explica Kovacci, el autor menciona
tres tipos de deixis: la demonstratio ad oculos, la deixis am Phantasma y la anáfora.
Con respecto a la anáfora, nosotros no la tendremos en cuenta para el trabajo
como un uso deíctico de las expresiones deícticas por lo que no nos extenderemos
mucho más acerca de ella. Bástenos con la explicación proporcionada por Eguren,
previamente desarrollada.
En cuanto a los otros dos tipos de deixis, vale decir que la demonstratio ad
oculos “es la deixis efectuada en el campo mostrativo en la situación del enunciado”, es
decir, la que señala objetos presentes a los sentidos externos como pueden serlo los
emisores, los receptores y otras coordenadas espacio-temporales representadas a partir
de los pronombres personales y los demostrativos de lugar y tiempo, respectivamente.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
8
La traducción es nuestra. Las expresiones subrayadas aparecen así en el original.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Lyons (1980), por su parte, explica que el término deixis proviene del griego,
lengua en la que significaba «señalar» o «indicar», y aclara que en Grecia el deíctico por
excelencia era el demostrativo.9 No obstante, Lyons también centrará su análisis en los
pronombres personales y en otros rasgos gramaticales y léxicos que “relacionan los
enunciados con las coordenadas espaciotemporales de la enunciación”. De ahí que por
deixis se entienda
9
Lyons agrega que, de hecho, “fue justamente “demonstrativus” el término que escogieron los gramáticos
romanos para traducir el “deiktikós” [griego]” (1980: 573).
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Finalmente, para el caso de 3- (que es el que nos interesa), la autora explica que
esa misma persona x de los ejemplos anterior puede ser reemplazada por uno u otro de
los pronombre personales. En estas circunstancias
Esta aclaración contrasta con las ideas de otros lingüistas, como Benveniste,
pero nos resulta harto clara y muy significativa. Creemos que lo que entra en “crisis”, en
el caso de los deícticos, es la referencia y no el sentido. Yo siempre remite al sujeto de la
enunciación pero siempre su referente preciso va a cambiar según quién se apropie del
discurso en una situación enunciativa determinada. Y lo mismo ocurre con las
expresiones adverbiales que indican tiempo y espacio: decir ahí siempre indica una
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
En otras palabras, los deícticos no son clases de palabras con una referencia
preestablecida sino que más bien se trata de un fenómeno necesariamente vinculado a la
instancia de enunciación de la cual derivará la referencia. Este dato es muy importante
para nuestro trabajo porque en el discurso lírico, como veremos luego, la misma
instancia del discurso presenta características peculiares que harán difícil la aprehensión
del aquí y el ahora propios de una situación enunciativa corriente. Sin embargo, es
innegable la importancia que adquiere el problema de la referencia dentro del marco
más vasto de la deixis. Como explica Eguren al completar la definición de deixis, hay
una relación particular entre la unidad deíctica y el referente al que representa:
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Esta cita resume, en gran medida, lo dicho hasta el momento no sólo respecto a
la deixis sino también a la teoría de la enunciación: tenemos un hablante y un
interlocutor y una situación temporal y espacial determinada que se desarrolla a partir
de la apropiación por parte del discurso de ese hablante que se instala como un yo. Los
deícticos serían algunas de las marcas que permiten vincular el enunciado con dicha
situación de enunciación pero que, además, y justamente por ese vínculo, poseen una
relación referencial con el universo del discurso que también depende de la situación de
enunciación. Vemos así la importancia de la situación de enunciación que, como
dijimos, no será tan clara en el discurso poético.
Respecto a la referencia debemos precisar un poco más. Dice Eguren que:
En este sentido, los deícticos no sólo identifican entidades de primer orden (per-
sonas, animales y objetos), sino también entidades de segundo orden (aconteci-
mientos, situaciones y estados de cosas que se producen o existen en el mundo
físico) y de tercer orden (objetos intensionales como las proposiciones).
Igualmente, del mismo modo que los pronombres, por ejemplo, refieren a
entidades, los deícticos locativos y temporales identifican lugares y momentos o
períodos de tiempo, respectivamente. (1999: 932)
Vemos aquí los diversos tipos de entidades que puede identificar un deíctico y
que marcan la complejidad referencial de estas marcas discursivas, complejidad
referencial que nos parece propia de todo discurso lírico en el cual no siempre son
claros los alocutarios ni mucho menos las coordenadas espacio-temporales.
Eguren menciona asimismo dos rasgos esenciales de todo deíctico que sintetizan
las definiciones propuestas: según el autor, los deícticos, para ser tales, deben poseer la
propiedad de la referencialidad (de allí la importancia para nuestro trabajo) y la
egocentricidad (un yo que instale las coordenadas espacio-temporales de un discurso
desde sí como centro). Sin estas dos condiciones no serían necesariamente deícticos.
Vemos entonces cómo el concepto de deixis que plantea Eguren es un poco más amplio
(y en cierta medida más complejo) que el de Benveniste al instalar en el centro de la
definición no sólo la subjetividad (la egocentricidad) sino también la referencialidad.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Por el uso gestual de una expresión deíctica entiendo aquel que sólo puede ser
propiamente interpretado por alguien que está monitoreando algún aspecto físico
de la situación comunicativa; por el simbólico, entiendo el uso cuya
interpretación apenas requiere el conocimiento de ciertos aspectos de la situación
comunicativa, ya sea porque este conocimiento se obtiene por percepción
corriente o no; y por el uso anafórico de una expresión entiendo aquel que puede
ser correctamente interpretado al conocer con qué otras partes del mismo
discurso dicha expresión es correferencial”. (1971: 40) 10
10
La traducción es nuestra. Las expresiones subrayadas aparecen así en el original.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
En este caso, Eguren propone: “Piénsese, por ejemplo, en una situación en la que
una persona, ante una fotografía en la que aparecen tres políticos conocidos, y
apuntando sucesivamente con el dedo, le dice a otra: Él, él y también él hablan mucho y
cumplen poco” (1999: 935).
En resumen, los «deícticos transparentes» tiene un referente más fácilmente
identificable (porque sólo pueden emplearse en un tipo de situación posible) y no
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
necesitan necesariamente de un gesto pero pueden ser reforzados por medio de él. Los
«deícticos opacos», por su parte, sí presentan dificultades a la hora de identificar sus
referentes exactos porque, justamente, pueden hacer referencia a distintos elementos de
la situación enunciativa y, además, pueden, ya no ser reforzados mediante gestos sino,
directamente, ser reemplazados por ellos.
Son estos últimos deícticos, según Eguren, los únicos que por su
comportamiento, además de funcionar de modo gestual y simbólico, pueden ser usados
anafóricamente.
Esta última clasificación presentada por Eguren nos resulta muy útil porque nos
permite plantearnos si en el discurso lírico algunos deícticos, que en otras situaciones
comunicativas serían claramente transparentes, no pasan a presentar en el discurso lírico
cierta opacidad.
Desde una tercera perspectiva, se puede hablar de «deixis pura» y de «deixis
impura»11. Los deícticos puros “son aquellos cuyo significado es de naturaleza
exclusivamente deíctica: los pronombres personales yo y tú, por ejemplo, se refieren al
hablante y al interlocutor sin añadir ningún otro significado”. En el caso de los impuros,
en cambio, su significado “es en parte no deíctico, como es el caso de los pronombres
personales él, ella y ello, que a su significado deíctico añaden el significado no deíctico
de género” (1999: 935).
Finalmente, y para cerrar su clasificación, Eguren menciona, centrándose
especialmente en las expresiones deícticas locativas y temporales, la «deixis primaria» a
la que diferencia de la «deixis secundaria» también llamada «emocional o empatética».
Dice Eguren que
Mientras que la deixis primaria se puede explicar a partir del contexto deíctico
físico, la deixis secundaria implica la reinterpretación de las dimensiones
espacio-temporales de los contextos deícticos primarios. Así, por ejemplo, las
relaciones (primarias) de proximidad relativa de los demostrativos este, ese y
aquel con respecto al centro deíctico pueden verse alteradas como consecuencia
del grado de implicación emocional o de las actitudes del hablante con respecto
a su interlocutor o a algún otro elemento del contexto de la enunciación. (1999:
935)
11
Aquí Eguren sigue a Lyons.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
12
Como ya hemos aclarado al comienzo de este capítulo, no indagaremos acerca de la discrepancia entre
los lingüistas respecto a si la anáfora es un tipo de deixis o no, puesto que no analizaremos ese uso de las
expresiones deícticas en la poesía de Salinas.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Para ilustrar estos dos usos (el gestual y el simbólico), Eguren toma de Levinson
los siguientes ejemplos:
Como ya mencionamos, Fillmore destaca el uso anafórico que pueden tener los
deícticos mientras que Eguren considera que la anáfora no es un tipo de deixis porque
Sin embargo, Eguren destaca, además del uso gestual o el simbólico, un uso
textual o discursivo que incorpora a los usos deícticos ya explicados. ¿En qué consiste
dicho uso textual? ¿Cómo se diferencia del uso anafórico propuesto por Fillmore? En
palabras del autor, “algunas expresiones deícticas tienen un uso deíctico ‘textual o
discursivo’ esto es, se usan dentro de un enunciado para referirse a una expresión
lingüística o a alguna porción del discurso en el que se inserta dicho enunciado”. Lo que
las diferencia de la anáfora o de la catáfora es que estas expresiones deícticas textuales
no tienen el mismo referente que una expresión anterior presente en el discurso sino que
se refieren a la forma de una palabra o a entidades de tercer orden como las
proposiciones. Para ejemplificar Eguren considera los siguientes casos:
a) – Esto es una arpía.
– ¿Una qué? Repítemelo.
b) Eso que acabas de decir no tiene pies ni cabeza.
c) – La derecha ha barrido en las elecciones municipales.
– No me lo puedo creer. (1999: 937)
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
palabra que incluye muchos deícticos y que presenta cierta complejidad tanto en lo que
concierne a la referencia como también en cuanto a su definición conceptual y a su
categorización. Para esto describiremos brevemente las posturas de Ana María
Barrenechea y de Ofelia Kovacci.
Ana María Barrenechea (1986) plantea tres problemas interesantes en torno al
pronombre. En primer lugar, la autora se pregunta si el pronombre es una clase de
palabra que forma sistema con las otras o si forma una subclase dentro de alguna de las
otras categorías. En segundo lugar, propone examinar si se trata de una clase constituida
como categoría formal o como categoría semántica. Y, por último, se pregunta cuál es el
inventario del pronombre (1986: 27).
A partir de un rastreo de las precisiones terminológicas en torno a la naturaleza
del pronombre desde la antigüedad clásica hasta la actualidad13, Barrenechea distingue
dos pares de coordenadas con las que se puede establecer un sistema de cuatro
categorías semánticas (Barrenechea 1986: 58):
Rasgos No ocasionales Ocasionales
Descriptivos a) sustantivos comunes, c) numerales ordinales,
adjetivos calificativos, delante, detrás, primero,
numerales cardinales, último, izquierda, derecha,
partitivos y proporcionales, etc. (orientados por
adverbios conceptuales circunstancias objetivas).
fijos.
No descriptivos b) nombres propios d) pronombres (orientados
por circunstancias
lingüísticas)
Este primer grupo, entonces, se caracteriza por presentar vocablos que tienen
notas definitorias que los distinguen de los demás y que no necesitan incluir, para ser
comprendidos, las coordenadas enunciativas de la situación de comunicación. Si bien
13
Barrenechea analiza entre otros los aportes de Bühler, Husserl, Jakobson e investiga la definición de
pronombre como sustituto de nombre.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
puede haber muchos sillones, cuando se emplea la palabra sillón se sabe que dicho
sustantivo tienen rasgos semánticos y sintácticos que lo definen y que permiten que se
comprenda de qué se está hablando aun cuando el oyente o lector no conozca el sillón
particular en cuestión. De allí la importancia de la última parte de la explicación de
Barrenechea. Si bien hay objetos particulares a los que se apunta, siempre la referencia
es a la misma clase de objetos aislada por las notas definitorias.
En el caso de las palabras no descriptivas y no ocasionales que componen el
segundo grupo, Barrenechea coloca allí al nombre propio y dice de este que
Tras citar la crítica que John Dewey le hace a Mill respecto a la falta de
significación que el segundo atribuye a los nombres propios (pues según Dewey estos sí
tienen un referente y un sentido), Barrenechea reconoce la existencia de un referente
para los nombre propios (y en ese sentido está de acuerdo con Dewey) pero agrega que
los rasgos caracterizados de un objeto individual como la ciudad de Londres son
infinitos como posibilidad (políticos, históricos, geográficos, culturales, arquitectónicos,
etc). En otras palabras, Londres tiene un referente pero los rasgos que el usuario
atribuye a dicho objeto no están definidos y caracterizados por la lengua como sistema
sino por otros factores como el conocimiento personal que de esa ciudad tenga el
usuario. Los nombres comunes del primer grupo sí poseen rasgos definitorios
establecidos por la lengua y por eso se diferencia de los nombres propios de este
segundo grupo.
En tercer lugar, Barrenechea analiza las palabras descriptivas y ocasionales a las
cuales pertenece
un reducido número de palabras que establecen una relación entre objetos y
presentan notas descriptivas de los caracteres de esa relación que puede ser
espacial, temporal o jerárquica (izquierda, derecha, delante, detrás, numerales
ordinales como primero, segundo, etc). Por indicar esas notas se los coloca en el
grupo de los descriptivos. Además como ocurre también que el enfoque de la
relación varía al producirse un desplazamiento objetivo del punto de referencia,
las colocamos entre las palabras de significación ocasional. (1986: 67)
- 30 -
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Barrenechea, en nota al pie, hace una aclaración muy interesante respecto a este tema de la
significación de los pronombres. Salvo para el caso de que, esta autora confirmaría en gran parte lo
explicado por Kerbrat- Orecchioni. Escribe Barrenechea: “Todos los pronombres no carecen en la misma
medida de notas definitorias. Por ejemplo, el relativo que es una forma completamente libre de ellas; en
cambio, los "posesivos" (mío, tuyo, etc.) y los "demostrativos" (este, ese, etc.) poseen una parte
descriptiva y de significación fija (de "pertenencia o posesión" y de "cercanía") y otra parte vacía y
móvil”. (1986: 69)
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Explicación ya citada por nosotros más arriba.
16
Recuérdese que nosotros, siguiendo a Eguren, hemos distinguido la deixis textual de la anáfora dejando
a esta última fuera del concepto de deixis que nos interesa para el trabajo.
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Si bien algunos autores analizan dentro de los demostrativos a los adverbios de lugar, pues los
demostrativos, además de indicar un objeto o una persona, lo localizan, nosotros seguiremos a Eguren
quien analiza por separado los adverbios demostrativos. De todos modos, la mención de su uso como
localizadores también será esbozada en este apartado.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
como pronombres demostrativos las formas “este”, “ese”, “aquel” (masculino singular),
“esta”, “esa”, “aquella” (femenino singular), “estos”, “esos”, “aquellos” (masculino
plural), “estas”, “esas”, “aquellas” (femenino plural) y “esto, “eso”, “aquello” (neutro).
Aclara el estudioso que, en lo que a su semántica se refiere, “los pronombres
demostrativos identifican entidades bien en el mundo real, bien en mundos posibles”. Y
agrega que, en tanto expresiones deícticas, “además de identificar a sus referentes,
añaden cierta información relacionada con el centro deíctico: en concreto, sitúan algún
elemento del contexto de la enunciación con respecto al lugar en el que se encuentra el
hablante” (1990: 938). Cuando pronunciamos una oración como “Esto es lo que te pedí
que me trajeras”, “esto” no sólo brinda información sobre un determinado objeto (su
referente) sino sobre la distancia, relativamente corta, que separa al yo que enuncia de
dicho objeto. En otras palabras, “los pronombres demostrativos son unidades deícticas
personales y locativas simultáneamente”.
Algo similar explica Lyons -basándose en el inglés-, para quien los pronombres
demostrativos “deben interpretarse con respecto a la localización de los participantes en
el contexto deíctico”, es decir, respecto a su cercanía y lejanía con el punto cero de
dicho contexto (1980: 582). A la misma conclusión arriba Kerbrat-Orecchioni -aunque a
partir del francés- (1996:58).
Es interesante señalar que el referente de los pronombres demostrativos no es
fácil de determinar pues dichos pronombres “requieren información gestual o contextual
adicional para identificar con precisión a su referente, pueden referir a distintos
componentes del acto comunicativo, su referencia puede alterarse por medio de gesto” y
tiene diversos usos (simbólicos, anafóricos, ostensivos) (Eguren, 1990: 940).
Eguren asegura que muchas veces el hablante selecciona subjetivamente el
demostrativo y en lugares donde debería aparecer “este” nos encontramos con un “ese”
y esto lo hace “bien con un valor afectivo, bien para acercar subjetivamente algo que
está en el tiempo o en el espacio, o quizás para expresar un mayor grado de implicación
en la situación” (1990: 941).
Por último, vale seguir al autor cuando sugiere que la referencia de los
demostrativos neutros es a menudo más indeterminada que la de los masculinos y
femeninos al identificar entidades de segundo y tercer orden y al tener una referencia no
humana o de carácter colectivo (1990: 946).
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El lector interesado en un análisis detallado de lo que ocurre en otros idiomas puede consultar Huang,
(2007: 149-162).
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En el caso de “delante de” y “detrás de”, pueden darse tanto usos deícticos como
no deícticos “dependiendo de la estructura del objeto con respecto al cual se establece la
localización” (Eguren, 1990: 957). Así, en una oración como:
a- Ana está escondida detrás del árbol.
tenemos un objeto, el árbol, en el cual no se puede distinguir con claridad una
parte trasera de una delantera y, por ende, “la frase detrás del árbol” ha de entenderse
forzosamente de manera que detrás indique «el lado opuesto del árbol a aquel en el que
se encuentra el hablante»” (Eguren, 1990: 957), de allí que funcione deícticamente. En
cambio, en una oración como:
b- El gato está escondido detrás de la silla.
la situación es más compleja pues una silla tiene inherentemente una parte
delantera y otra trasera. Si entendemos que el gato está situado detrás de la parte de la
silla correspondiente al respaldo, estamos ante una lectura no deíctica; pero si, por el
contrario, entendemos en el lado opuesto a aquel en el que se encuentra el hablante
estamos frente a una lectura deíctica.
Kerbrat- Orecchioni señala un uso parecido para las expresiones “a la izquierda
de” y “a la derecha de” y destaca que así como en el caso de “detrás de” y de “delante
de” lo que determina el sentido es la orientación frontal del objeto, aquí la orientación
lateral es lo relevante. Así, en la oración “Vaya a sentarse a la izquierda de ese árbol” la
expresión tiene un uso deíctico (pues debe interpretarse como “del lado del árbol que
está en la esfera de mi lado izquierdo”), mientras que la oración “Colocate a la
izquierda de Pedro” no lo es, pues se entiende “del lado de su brazo izquierdo”, dato
que es objetivo (1997: 65-66).
En lo que a “debajo de” y “arriba de” se refiere, Eguren explica que puede darse
una interpretación deíctica así como también una no deíctica dependiendo de la
situación en que se enuncia. Cuando alguien dice “El libro está debajo de la mesa”, el
uso de la expresión es no deíctico pues el objeto se localiza a partir de una parte de la
mesa y no de las coordenadas de enunciación del hablante. En cambio cuando se dice
“Mi primo vive debajo”, la expresión depende del lugar desde donde enuncia el
hablante y requiere de esa información para interpretarse correctamente (1990: 956-
957).
Finalmente, los verbos de movimiento como “ir” y “venir” también pueden
aportar cierta información sobre las coordenadas de enunciación. En efecto, el verbo
“venir” en una oración como “Pedro viene a París todas las semanas” señala que el
- 37 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Dentro de este grupo Eguren incluye los adverbios “ahora”, “entonces”, “hoy”,
“ayer”, “mañana”, “anoche”, y también ciertas locuciones adverbiales lexicalizadas
como “antes de ayer (o anteayer), “antes de anoche” y “pasado mañana”. Todas son
expresiones referenciales que permiten identificar momentos o intervalos de tiempo
(1990: 955).
Al igual que acontecía con los adverbios y expresiones de lugar, algunos
adverbios de tiempo como “después” pueden dar lugar a interpretaciones tanto deícticas
como no deícticas. En una oración como “Te veré después del concierto”, el punto de
referencia temporal a partir del cual se interpreta el adverbio no es el momento en que
se lo enuncia sino un intervalo de tiempo objetivo “lexicalizado por medio de un
sustantivo con dimensión temporal (el concierto)” (Eguren, 1990: 956). En cambio, en
una oración como “Te veré después”, si bien “después” podría hacer referencia a un
tiempo especificado previamente en el discurso y, por ende, para Eguren no sería un
deíctico, también puede entenderse como “«después del momento en que el hablante
emite el enunciado»” y allí sí se comportaría como un deíctico (1990: 957).
Eguren destaca, asimismo, que los adverbios demostrativos de tiempo se
organizan en dos subsistemas: el primero “toma como eje el momento mismo de la
enunciación (ahora) y lo contrapone a cualquier momento o intervalo de tiempo que no
coincida con este, tanto en el pasado como en el futuro (entonces)”. El segundo, por otro
lado, tiene como centro “el día en que se produce el acto de enunciación (hoy) y se
opone (…) al día anterior (ayer), a la noche anterior (anoche) y al día posterior
(mañana), así como a otros días expresado por medio de frases lexicalizadas (anteayer,
pasado mañana)” (1990: 960).
- 38 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
19
Aunque aquí la autora aclara que estos últimos adverbios pueden algunas veces llegar a ser relativos al
contexto verbal o cotexto.
20
Kerbrat- Orecchioni llama neutras a las expresiones que “son indiferentes a la oposición simultaneidad/
anterioridad/ posterioridad (…) o a la oposición anterioridad o posterioridad” (1997: 62).
- 39 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Por último, debemos realizar algunas aclaraciones respecto al adverbio “ya” que
aparece en muchos de los poemas de La voz a ti debida. Si bien dicho adverbio no es
considerado, por lo general, como deíctico, su uso trae aparejados ciertos problemas.
Cuando el emisor dice “ya” se refiere a un evento que, finalmente, ha tenido lugar (“El
niño ya se durmió), pero también puede referirse a un tiempo casi inmediato al presente
de la enunciación de cuya coordenadas depende. En el Manual de la nueva gramática
española de la RAE leemos que el adverbio “ya” supone que “la situación denotada por
el predicado no se daba en un tiempo anterior relativamente cercano” (2010: 588), como
ocurre en el ejemplo anterior del niño. Además, “ya” se presenta como el reverso de
“todavía” en lo que concierne a la fase que ambos implican y a las expectativas que
suponen. Mientras que con “todavía” se expresa una situación que está en curso y que
no ha acontecido completamente, con “ya” “se denota una situación que no se daba y
que se presenta como real, nueva o existente (Ya vive aquí). En otras palabras, “ya exige
una situación a la que se puede llegar desde una fase anterior: se dice Ya es viejo, pero
no Ya es joven” (2010: 589). Junto a esto se destaca el valor incoativo que adquiere con
los predicados durativos y que indica, como señalamos al inicio del párrafo, una acción
que acaba de realizarse o de completarse.
- 40 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 41 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Ya nos hemos ocupado del problema del referente en los deícticos desde un
punto de vista exclusivamente lingüístico. Ahora nos concentraremos en el análisis de la
referencialidad poética, esto es, los problemas que presenta el referente en el discurso
lírico. Dividiremos este apartado en tres secciones. En la primera analizaremos los
aportes de tres de los más importantes pioneros en el tema: Gottlob Frege, Roman
Jakobson y Paul Ricoeur. En la segunda, explicitaremos otras concepciones de la
referencialidad poética que han cambiado el panorama de la teoría poética
contemporánea y que han cuestionado y ensanchado los presupuestos clásicos.
Finalmente, en la tercera sección, nos concentraremos en las figuras del yo y el tú líricos
con el fin de presentar, sucintamente, sus características y las peculiaridades de la
relación que se establece entre ellas.
21
El ejemplo que propone Orlando es más que iluminador: el referente de “Tolstoi” está determinado por
el sentido de “El autor de Ana Karenina”. Así se puede concluir que es por medio del sentido expresado
que el nombre denota o refiere a un individuo.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
22
Las interjecciones cumplirían este tipo de función.
23
La cual se manifiesta, claramente, en el vocativo y en el imperativo.
24
Ejemplos como “Hola, hola ¿me escuchás?” son los más comunes aunque Jakobson también menciona
“Bueno” o “Ya estamos”.
25
Frases cómo ¿qué quieres decir? o ¿Entiendes lo que quiero decir?” ejemplifican esta función.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
tipos de textos, como es el caso del eslogan político I like Ike, citado por Jakobson.
Según el lingüista del Círculo de Praga, la poesía épica, además de responder a la
función poética, implica la función referencial del lenguaje al estar centrada en la
tercera persona. La lírica, por su lado, está vinculada con la función emotiva por el
predominio de la primera persona, mientras que la poesía de segunda persona está
atravesada por la función conativa.
Ahora bien, debemos preguntarnos, siguiendo a Jakobson, “¿cuál es el criterio
lingüístico empírico de la función poética?”; en otras palabras, ¿cuál es el rasgo
fundamental que la caracteriza? Para contestar a dichos interrogantes, Jakobson
argumenta que los dos modos básicos de conformación empleados en la conducta verbal
son la selección y la combinación y aclara, con su ya conocida definición, que “la
función poética proyecta el principio de la equivalencia del eje de selección al eje de
combinación”26, por lo que “la equivalencia pasa a ser un recurso constitutivo de la
secuencia” (1985: 360). De este modo, las repeticiones, la sinonimia y la antonimia, el
paralelismo y otros recursos basados en estructuras recurrentes pasan a un primer plano.
Karlheinz Stierle (1997) sostiene que al producirse una identificación de la
poeticidad de los textos con las estructuras recurrentes, la definición de lo poético
propuesta por Jakobson se torna reduccionista y “se pierde así lo específico de la poesía,
que no está inscrito en el principio de recurrencia, sino que surge del antagonismo entre
el principio de recurrencia y el de innovación” (1997: 205). Si bien no analizaremos
ahora las principales ideas de este artículo, bástenos esta pequeña objeción a la tesis de
Jakobson27, que en la actualidad continúa siendo una de las bases para el estudio de la
literatura en general y de la poesía en particular.
Tras analizar y ejemplificar algunos de los rasgos recurrentes propios de lo
poético en textos de lenguas como el ruso o el inglés, Jakobson sostiene que la
ambigüedad es una característica propia de todo mensaje centrado en sí mismo,
ambigüedad que abarca también al destinador y al destinatario. Y agrega que
26
Con cursiva en el original.
27
Para otras críticas del modelo de Jakobson en general, véase la obra de Kerbrat-Orecchioni ya citada.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
28
Fernández Pedemonte (1996:82) sostiene que “la función referencial de la metáfora parece dirigida por
una red metafórica más que por un enunciado metafórico aislado”.
29
De acá la famosa sentencia Aristotélica del capítulo IX de que la poesía es más filosófica y elevada que
la historia por ocuparse de lo universal y no de lo particular. De hecho Sinnott, aunque traduzca mimesis
por imitación, aclara que la palabra que conviene es «ficción».
- 47 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
En los apartados que siguen reseñaremos las hipótesis de diversos estudiosos que
han aportado nuevas hipótesis relativas a la referencia literaria. Por cuestiones de
espacio, no desarrollaremos las corrientes deconstruccionistas y otras que han negado
toda referencialidad, aunque sí haremos mención de uno de los primeros trabajos de
Kristeva aun cuando dicha autora postule un no-sujeto y se empariente en cierto modo
con las teorías llamadas “postmodernas”. El lector interesado puede consultar los libros
de Puppo y de Fernández Pedemonte, ya citados, donde encontrará un compendio de las
principales posturas relacionadas con la deconstrucción del significado poético y la
negación del referente.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
30
Con cursiva en el original.
31
En este caso la cursiva es nuestra.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
32
Estas últimas ideas son citadas también por Puppo (2006a: 36).
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
que quizá sea el aporte más significativo de su trabajo, a saber: la existencia de una
referencia prospectiva:
pues está claro que cuando hablamos de función referencial no nos estamos
refiriendo a aquella retrospectiva mediante la cual un semema designa un
referente ya preexistente, sino a aquella proyectiva, mediante la cual un semema
ya existente, o el resultado de una operación metasémica, crea su propio
referente, o genera, al menos, una deriva referencial. (1984: 482)33
33
Si bien no nos detendremos a analizar en detalle las categorías de análisis que los lingüistas utilizan en
el área de la Semántica, bástenos recordar algunos presupuestos básicos. Como bien lo explica Cámpora
(2003) a partir de una lectura profunda de Coseriu, Geckeler y Greimas, un lexema es toda unidad dada
como palabra en una lengua; el archilexema es una unidad que engloba todo el contenido de un campo
léxico (un hiperónimo como equino, por ejemplo); los semas son los rasgos distintivos de contenido
mínimos; y, por último, los clasemas son rasgos que definen una clase, entendiendo por esto el conjunto
total de lexemas que más allá de los distintos campos léxicos se relacionan por un rasgo distintivo común.
(Cámpora, 2002: 16-17). Sin embargo, debemos aclarar que Greimas (2007 [1966]) denomina como
clasema a los semas contextuales en oposición a los semas nucleares y que menciona la existencia de los
sememas a los que define como un efecto de sentido formado por un núcleo sémico y semas contextuales
(a los que luego llamará, como vimos, clasemas). Como lo explica Osvaldo Dallera (Victorino
Zecchetto(cordinador), 2008), el lexema para Greimas, pertenecería al modo manifiesto de la
significación mientras que el semema forma parte del nivel inmanente de la significación. “Podríamos
decir que el semema es el sentido de los lexemas, en tanto que se presenta como una organización
sintáctica de las propiedades que componen o dan sentido a ese término”. (2008: 157)
- 52 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
humano. En el primer caso, se trata de objetos que ya han sido nombrados y cuya
denotación, siempre regresiva, no plantea problemas con su referencialidad (tronco,
hoja, etc.). Sin embargo, puede ocurrir que dichos objetos concretos naturales no sean
conocidos por el hombre y que, por ende, su descubrimiento implique un acto de
aprehensión lingüístico- epistemológico problemático “en la medida en que la referencia
se efectúa siempre sobre un referente flotante, al menos durante un período más o
menos largo”. El ejemplo que propone Prado Biezma sería el de átomo.34
Existen también objetos mentales con base sustancial en la realidad y que son
producto de la abstracción (árbol como abstracción de sauce, chopo, o asiento como
producto de silla, sillón). Acerca de estos objetos explica el autor que pueden tornarse
problemáticos, referencialmente hablando, “cuando se abandona el campo de las
categorías comúnmente admitidas (…) para acceder a campos en los que lo existencial y
lo ideológico toman parte primordial en la lectura (feminidad, vida, etc.)”.
Luego debemos considerar “los objetos mentales que son puras construcciones
abstractas basadas en elementos culturales, ideológicos y existenciales” (amor, paz,
familia) cuya referencialidad es siempre problemática al depender de los cambios
históricos y de las posturas ideológicas.
Finalmente, Prado Biezma describe la existencia de dos tipos de objetos
emparentados específicamente con el mundo ficcional. En una primera instancia,
debemos mencionar la existencia de “construcciones mentales que no pretenden una
relación referencial con la realidad, si bien aspiran a significarla desde una dimensión
ficcional, fija o dinámica” (Ulises, Don Quijote, Edipo, el minotauro, Emma Bovary).
El referente, en este caso, es “el contenido mismo del mito, en sus constantes y en su
historicidad”, esto es, el resultado de las recreaciones padecidas a lo largo de la
tradición literaria y cultural de la que forma parte35 (1984: 485-486).
No obstante, existen otras creaciones mentales “que pretenden aprehender,
nominándolos, sectores ocultos y flotantes de la realidad, cuya aprehensión es, en cierto
modo, un acto de creación, pues, dichos objetos pasan a existir mientras son
nombrados”. Por supuesto, dichos objetos son siempre problemáticos y nos enfrentan
con una nueva distinción que completa el catálogo de referentes ficcionales. Ya no sólo
tenemos ciertos signos cuyos referentes son el producto de años de recreación literaria y
34
Esto hoy en día ya no es problemático pero lo fue en el momento de su descubrimiento.
35
Es interesante resaltar que muchos nombres literarios quizá tuvieron un anclaje determinado en la
realidad (Romeo y Julieta), pero con el paso del tiempo estos signos con referencia ficcional fueron
adquiriendo el estatuto de mitos literarios.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 54 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
36
Cfr. Puppo (2006: 38-39), donde la autora analiza el ejemplo de Agamben, explica la teoría de Prado
Biezma y desarrolla otras teorías de la referencia como la que implica la teoría de los mundos posibles.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
fingida, verosímil, lo cual no implica la anulación completa del referente sino, por el
contrario, su problematización. Como bien señala Puppo, “la referencia que producen
los textos ficcionales es “suspensiva” porque se encuentra inacabada (…) pero siempre
constituye un proceso de vincularse con el mundo real a través de la multiplicidad de lo
posible” (2006a: 39).
Fernández Pedemonte concuerda con Puppo al descartar la existencia de un
referente completo en poesía. Según este autor, la poesía tiene una referencia
incompleta pero un plus de significación. Como explica en su libro, “la poesía recoge
una realidad que nosotros no conocemos completamente, la procesa, y en ese dar forma
a la realidad, “in-forma”, nos devuelve un mensaje con un plus de significación con el
que podemos indagar nuevamente la realidad” (1996: 197). Vemos una vez más que no
se trata de negar el referente sino de negar una concepción ingenua del mismo, que
pretenda igualar el referente del habla cotidiana con el de la poesía, olvidando de ese
modo el plus de significación y la recreación semántica que toda poesía conlleva. De
hecho, para Fernández Pedemonte, la ambigüedad de la poesía, si bien se ve acrecentada
por la desaparición de un contexto (contexto que, como vimos, es fundamental para
determinar la referencia de un deíctico), “debe ser tomada como ambigüedad
deliberada”, y lo mismo ocurre con respecto a la vaguedad o la multivocidad (1996:
198).
El crítico argentino agrega, además, que en el discurso poético (pero también,
algunas veces, en el lenguaje cotidiano) “el lenguaje pasa de comportarse como mero
receptor de una realidad que se le enfrenta a construir una realidad alternativa, a
proponer para una realidad x un nuevo referente (…) Este referente propuesto no está en
el ámbito del mundo sino en el del lenguaje” (1996: 205). Tenemos aquí una idea
similar a la de la referencia prospectiva de Prado Biezma según la cual ciertos referentes
son creados en el discurso poético, que les confiere, de ese modo, una identidad.
Identidad que, sin embargo, no se reduce necesariamente a ciertas características
existentes en la realidad extra-lingüística del poema sino que apela a derivas
referenciales surgidas del propio poema.
Para finalizar este apartado, y pasar a ocuparnos del «yo» y el «tú» propios del
poema, quisiéramos explicar la idea principal de un artículo reciente de Noé Jitrik
titulado “Referente: la nada es imposible”, perteneciente a su libro Verde es toda teoría
(2010).
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
A partir de la frase de Flaubert “Quisiera escribir sobre nada”, Jitrik plantea que
la lengua misma, al estar constituida por signos, no permite que se escriba sobre nada
pues la misma materialidad del signo y la dimensión de significado (“el algo”) que este
porta lo impedirían. El signo tiene un estrecho vínculo con el significado y con las cosas
porque las hace presentes. De hecho, sin signos “las cosas serían incognoscibles”. De
ahí la importancia que tiene el acto de referir, pues como explica el autor
El signo (…) en su relación con las cosas, las saca de su opacidad y las “trae”,
las saca de su silencio: las “refiere” en sí mismo, por lo que es, sin más; el signo
podría decirse, establece una referencia básica, sin ella el lenguaje perdería su
dimensión “traedora”, o sea metafórica, en el sentido de que “referir” es
precisamente eso, un “traer de nuevo”, de un plano – el de la cosa –, a otro – el
de la palabra –: referir es, por lo tanto, desplazar, de un allí, de la cosa, a un aquí,
de la palabra. (2010: 72)
El acto de referir no anula las cosas sino que las actualiza en un plano distinto al
de la realidad, esto es, en el plano del lenguaje. Más adelante Jitrik distingue entre la
referencia “inerte” de los signos aislados, y aquella de carácter “activo” que promueve
“significación” y que es propia de las frases y del discurso. Si bien es cierto que las
frases y el discurso se nutren del modo de referir de los signos aislados, “no lo hacen
como una suma de los significados que cada uno de ellos conlleva sino que al
producirse un efecto de subsunción de los significados lo referencial de los signos
desaparece” (2010: 73).
Ahora bien, ¿qué refieren los discursos y las frases? A primera vista se podría
decir que refieren “objetos” y “acciones”, pues ambas categorías englobarían toda la
experiencia del mundo. Sin embargo, Jitrik aclara que esta sería una respuesta elemental
puesto que el lenguaje no se limita a capturar el vasto número de referentes existentes
en el mundo sino que “hace algo” con ellos y en ese “hacer” “los dirige a un lugar otro,
que llamamos “significación”, lo cual, a su vez, configura un tercer nivel que podríamos
llamar “postdiscursivo o semiótico” (2010: 74). Tenemos así tres niveles de referencia:
uno que captura los referentes que surgen de la experiencia del mundo; otro, que los
dota de significación; y un tercero, de naturaleza semiótica. A partir de esta teoría de
los tres niveles de referencia el autor concluye que no existe acto verbal que carezca de
referente pero aclara que existe una diferencia entre los actos verbales generales o
corrientes y los literarios, pues en los primeros la relación con los referentes está
naturalizada mientras que en los segundos no. Dicha desnaturalización le otorga otro
- 57 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
carácter al acto verbal literario “en la medida en que se trata de un plus, de un algo más
que se produce o que emerge al producirse” (2010: 74).
En la comunicación corriente, las experiencias que forman los referentes se
configuran en formas de imágenes obtenidas de un pasado inmediato (que consideramos
presente) o de un pasado remoto, y están sometidas a dos instancias previas a la de
enunciación: la de selección y la de depuración. Es imposible, manifiesta Jitrik, abarcar
todo el vasto mundo, de allí que sea inevitable seleccionar ciertas experiencias y
procesarlas. Serán las experiencias seleccionadas y procesadas (consciente o
inconscientemente, racional o emocionalmente) que perduren, las que constituirán el
universo de saber. De ese conjunto se extraerán los referentes que se tratará de referir y
que pasarán a ser referidos puesto que, para el autor, el referente es la entidad
confirmada a partir del proceso descrito, que depende tanto de la experiencia como del
lenguaje y que es anterior al acto de habla, y “referido” es el resultado de dicho acto de
habla (2010: 74-75).
Ahora bien, cabe preguntarse qué ocurre en el caso de la literatura y del escritor
de ficción. Jitrik sostiene que este último recuperará ciertos referentes de su saber
apelando para ello a un aparato verbal que también forma parte de dicho saber. A partir
de allí tiene dos opciones: o intenta reproducir dichos referentes (ilusión referencial)37,
o intenta transformarlos (ilusión antirreferencial). No obstante, y cualquiera sea la
opción elegida, Jitrik aclara que el referente, entendido como saber, nunca desaparece
(2010: 76).
A propósito de la literatura de tipo realista, que aplicaría esta primera opción,
Jitrik aclara que dicha corriente no niega la ficción sino que trabaja con la
verosimilitud, es decir que intenta “parecerse” a la verdad (2010: 77). Y agrega que el
escritor realista, ya en su mente, trabaja dinámicamente con los referentes y los hace
adecuados para su reproducción.
En el caso de los que eligen la opción de transformar los referentes y generar una
ilusión antirreferencial, se trata de escritores que sólo recortan de su universo de saber
determinadas imágenes
que han perdido la originaria consistencia de objetos y acciones y que, por ser
entidades de palabras, no se les aparecen como posibles de reproducción sino de
escritura y sólo en la instancia de la escritura. Los referentes, en esta perspectiva,
37
En este punto, el autor se acerca a la concepción aristotélica de mímesis propuesta por Sinnot y
previamente explicada.
- 58 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Tenemos así dos tendencias, una realista y otra no realista, en las cuales, sin
embargo, figura cierta noción de referencia. Noción que no implica identificar el
referente como el resultado de una mímesis ingenua sino que se vincula, más bien, con
el “modo” de darse y de intervenir de la referencialidad. La pregunta que le interesa
responder a Jitrik, entonces, es cómo puede ser ese “modo” de intervenir del referente.
Destaca tres puntos importantes al respecto: 1- la relación del “modo” con las diversas
poéticas (realistas o no realistas); 2- su relación con las fuentes de la referencia (la
experiencia personal o histórica, que construye los referentes, o las lecturas, que los
proporcionan ya construidos); y 3- su relación con la manera de apelar al referente (que
va desde su búsqueda deliberada, hasta su espontánea convocatoria, convocatoria que
doblega el valor del referente o lo somete a lo que la escritura exige y no a su propio
valor) 39 (2010: 78-81).
Lo interesante, concluye el autor, no es negar el referente (algo que como vimos
es imposible) sino más bien investigar estos “modos” de darse de la referencia para
poder determinar si se trata de una trascripción de lo real y lo verdadero o de una
“alquimia del verbo” (2010: 82).
Tanto Linda Hutcheon (1995) como Lucía Puppo (2006b) han sistematizado, en
sus respectivos trabajos, diversos modelos de la referencia literaria. Hutcheon distingue
cinco modelos o tipos de referencia que denomina intra-textual reference (referencia
intratextual); self-reference (autoreferencia); inter-textual reference (referencia
intertextual); textualized extra-textual reference (referencia textualizada extratextual); y
hermeneutic reference (referencia hermeneútica).
Sobre la primera, la referencia intratextual, la autora entiende que se trata de
aquella por la cual el lenguaje ficcional se refiere al universo de la ficción y no al del
mundo empírico (1995: 154-155).
38
Esta última tendencia se acerca más, desde la mirada del crítico, al concepto de referencia prospectiva
de Prado Biezma, aunque para muchos escritores se trata de una postura más radical que busca negar o
prescindir de la referencia. La tesis de Jitrik es que, pese a todo, ésta siempre existe.
39
Según Jitrik este último tipo de apelación no pertenece a una actitud de tipo racionalista como el
primero, sino más bien a la literatura que merece el nombre de moderna “que sale en parte del
romanticisimo y alcanza la vanguardia” (2010: 81). Destacamos esto porque la crítica saliniana coincide
en la consideración de Salinas como un autor moderno.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Por su parte, Puppo (2006b), rastrea diversos modelos de referencia literaria que
surgieron en los diversos contextos de la teoría y la crítica literaria a lo largo del siglo
XX. Comienza señalando el modelo autorreferencial e inmanente de la función poética,
desarrollado por Jakobson.
Luego, analiza el problema de la ilusión referencial a partir de los aportes de
Barthes, Riffaterre y Eco. Este último autor explica que la “falacia referencial” consiste
“en suponer que el significado de un significante tiene que ver con el objeto
correspondiente” (2006b: 313). Para este modelo, la referencialidad “aparece como un
fenómeno puramente discursivo” (2006b: 313). Puppo presenta las exageraciones y
también las críticas que generó este modelo en las escuelas de orientación marxista, para
- 60 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
40
No nos detendremos aquí en este problema que abarca todo el capítulo 1 del libro titulado
“Aproximaciones a un poética figurativa. En torno a una teoría de la referencia”. En él Scarano repasa
diversas hipótesis vinculadas con el problema de la referencia y el de la ficcionalidad, enmarcadas en la
filosofía del lenguaje, la teoría de los actos de habla, la semiótica y la teoría de los mundos posibles, entre
otras.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
José María Pozuelo Yvancos (1994) plantea que, como el resto de la literatura, la
poesía presenta un carácter diferido, in absentia, respecto a la comunicación emisor-
receptor. Pero agrega que en la poesía se produce una “subordinación de los deícticos
personales, espaciales y temporales a la propia frase que da lugar a la enunciación por
parte del llamado yo lírico” (1994: 186), es decir, se trata de una consideración
inmanente del fenómeno de comunicación que da lugar, asimismo, a ciertas
peculiaridades pragmáticas.
El crítico español explica que uno de los aspectos que más problemas ha
suscitado es la relación entre el yo y el tú líricos y la identificación de ambos con un
referente extratextual claramente reconocible. A partir de los aportes de Martínez
Bonati, quien sostiene que no se debe identificar yo=autor/hombre, y de Jonathan Culler
(1992: 161-170), quien propone que los rasgos pragmáticos que se destacan en el
discurso lírico son la distancia y la impersonalidad, el autor explica que la ausencia de
un referente propio del mundo real “provoca una multiplicación y extensión de los
roles” hasta “llegarse a una identificación del tú con el yo, en una misma instancia”.
Esta multiplicación de los referentes, especialmente de los referentes de los deícticos, se
debe, en parte, a que la situación de enunciación del poema no es la corriente, es decir,
no está “prefijada como en el discurso cotidiano” (1994: 87).
La poesía, entonces, trata de generalizar la experiencia que puede culminar en
una identificación del lector (tú) con el yo, o bien del tú inmanente del poema con el yo
también inmanente. En palabras de Pozuelo Yvancos, el tú poético tiene a veces “un
referente designado por el propio texto y aun en esos casos el valor de la referencia se
amplía para abarcar al lector y en otros al sujeto mismo (yo), en un proceso claro de
identificación con quien ha escrito” 41 (1994: 188).
Ahora bien, es importante destacar que esta multiplicación de los referentes no
se limita a los pronombres personales sino que abarca también a los deícticos espaciales
y temporales pues “el «ahora» del poema no es el ahora de cuando fue escrito, sino el
41
Con cursiva en el original.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
ahora de cuando es leído” (1994: 189) y esto genera una ampliación de los contextos
originarios. Todas estas consideraciones nos resultarán muy útiles para el abordaje de
los poemas de Salinas.
Alan Richardson (2002) analiza desde una óptica cognitivista las definiciones de
apóstrofe lírico provistas por Culler y De Man. Según explica el autor, para Culler el
apóstrofe puede ser definido como un cambio en el acto de habla de un locutor que pasa
de dirigirse de un primer alocutario a otro que puede estar ausente, muerto o ser
imaginario. El apóstrofe serviría para Culler como una forma de complicar o
interrumpir el circuito de la comunicación.
Para De Man, por su parte, el apóstrofe es una figura central para la definición
de la oda lírica y paradigmática para la poesía en general. Se trata de una figura retórica
claramente disruptiva, pues constituye el desvío lingüístico y literario por excelencia y
propone un gran problema para los lectores de poesía.
No obstante, y pese a reconocer la labor de Culler y de De Man, Richardson
analiza varios poemas de autores románticos ingleses para demostrar, a partir de una
sólida base de lingüística cognitiva, que si bien los apóstrofes puede tonar turbio el
proceso de lectura, no lo interrumpen. Por el contrario, la metáfora, la metonimia, la
ironía y el apóstrofe no solo están presentes en el lenguaje cotidiano sino que son
elementos constitutivos del proceso ordinario de pensamiento.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Mucho se ha escrito sobre la obra de Salinas durante su vida y, más aún, tras su
muerte acaecida en 1951. Por cuestiones de espacio y de relevancia, nos concentraremos
en la bibliografía crítica centrada en La voz a ti debida y sólo ocasionalmente haremos
mención a los análisis de otras obras del poeta. Entre la abrumadora cantidad de
estudios dedicados a este poemario, destacaremos aquellos trabajos en los que se indaga
acerca de la relación del yo lírico con el tú y del vínculo de ambos con la realidad y los
límites espacio-temporales que ésta presenta.
Como se verá en las páginas que siguen, buena parte de la crítica sobre Salinas
data de las décadas del 60 y del 70. Si bien algunos de esos estudios pueden parecer
anacrónicos o han sido superados hoy en día, la importancia que tuvieron en su
momento o la relevancia de algunas de las afirmaciones de sus autores aún resultan
capitales para un abordaje minucioso del tema elegido. De allí que nuestro criterio sea
temático y cronológico al mismo tiempo42.
42
Sólo alteraremos este criterio en dos casos puntuales: si un autor tiene más de un trabajo sobre Salinas
relevante para esta investigación se los consignará juntos; y, en el caso de las opiniones del propio Salinas
y de Katherine Whitmore se las colocará al final.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
invisible construido por el poeta más allá de la realidad tangible” (1961: 191). Esta
negación del dato empírico concreto, propia del misticismo, y esa búsqueda por detrás
de la realidad culminarán en una negación de la mujer amada:
Cosa curiosa, hasta la mujer amada es negada por nuestro poeta; no conozco
poesía de amor donde la pareja amorosa se reduzca hasta tal punto al yo del
poeta, donde la mujer sólo viva en función del espíritu del hombre y no sea más
que un “fenómeno de conciencia” de éste. (1961: 194)43
vivir en los pronombres se transforma en un vivir entre las Esencias, las Ideas
preexistentes del ‘Yo’ y el ‘Tú’. Salinas “ha vivido los pronombres”
verdaderamente (sólo los pronombres de primera y segunda persona de singular,
los pronombres “concretos”), ya que la meditación metafísica sobre el Yo y el
Tú, sobre su unidad y separación, sobre su identidad y distinción, es el problema
central de su poesía. (1961: 230)
43
En cursiva y con comillas en el original. Salvo que se aclare lo contrario, los entrecomillados o palabras
en cursiva son del texto original.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Más allá del valor ontológico que Spitzer describe como propios del Yo y el Tú
y el posible, y no del todo acertado, neoplatonismo saliniano, es interesante destacar,
junto al crítico, que la meditación (¿metafísica?, ¿lingüística?, ¿poética?) sobre el Yo y
el Tú es el eje central de la obra. Eje que afectará al tiempo y al espacio de ese
encuentro y de esa separación, de esa identidad y de esa distinción y, por ende, al
lenguaje mismo.
Por otra parte Spitzer no descarta, como se le ha criticado más de una vez, la
presencia de un más acá. Lo que el crítico sostiene es que si bien “Salinas44 siente, a
veces, la nostalgia del más acá, del mundo (…) es significativo verle siempre tomar la
dirección contraria a la de lo humano que acontece en la tierra” (1961: 197). Esto
deriva en una negación de la materialidad de la amada (negación que puede parecer
exagerada, según cómo se la entienda) y su reducción, ya analizada, a un concepto puro
(1961:198).
Tras plantear la negación de la realidad de la amada como propia de La voz a ti
debida, Spitzer destaca el uso que hace Salinas de la enumeración caótica con el fin de
expresar, con desprecio, el desorden del mundo exterior. Esto llevará al yo a buscar
lugares transcendentales, “localizaciones más sublimes, es decir, elevadas por encima
de la tierra” (1961: 210) y también a utilizar preposiciones de lugar como “detrás” o
“desde” para “ensanchar los límites del mundo sensible” (1961: 211).
El hecho de que la mujer sea una noción más bien abstracta incita al yo a pensar
y tratar de encontrar su propia realidad (1961: 220). Pero dicha búsqueda metafísica no
prescinde necesariamente de las situaciones cotidianas; por el contrario, tiene muchas
veces su punto de origen en ellas. “Una vez más es en esto Salinas un clásico perfecto
que extrae de los hechos menudos las más amplias conclusiones posibles” (1961: 224),
sin negar en el interior del yo lírico la confrontación (¿conciliatoria?) entre el
sentimiento y el intelecto. Spitzer comenta que en Salinas (“poeta conceptista si los
hay”) hay un doble dualismo interior: “tenemos en él los dos miembros del grupo –el
dúo (el yo y el tú) – y los dos locutores en el diálogo interior que acontece en el yo del
poeta, el desdoblamiento de su persona (sentimiento-intelecto)” (1961: 225). Estos
comentarios permiten postular un diálogo entre el yo y el tú con el fin de elucidar la
44
Más adelante analizaremos los problemas que se suscitan al hablar del yo lírico como poeta en general
y como Salinas en particular, identificación que a la luz de las diversas teorías críticas de la segunda
mitad del siglo XX puede dar lugar a equívocos pocos favorables para una correcta interpretación de un
poema. De todos modos, y a raíz, en 2002, de la publicación de las cartas de Salinas a Katherine
Whitmore, la identificación de un yo y un tú biográficos volvieron a suscitar polémica respecto a los
pronombres que aparecen en la trilogía amorosa.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
realidad y la importancia de cada uno. “Como la Amada no está vista más que por los
ojos del poeta que la escruta para conocerse a sí mismo, es, por tanto, como uno de los
términos de una comparación persistente” (1961: 225). Término comparativo necesario
pero que no impide, sin embargo, que todo ese diálogo dependa del yo y de las
imágenes (conceptos, para ser consecuentes con Spitzer) que el yo (re)crea a partir del
tú y de la realidad.
Spitzer también menciona el diálogo entre los amantes pero concluye que se
trata de un diálogo angustioso: “el diálogo de los enamorados que, entre el día y la
noche, a pesar de su deseo de entenderse, no hacen más que perpetuar su incomprensión
mutua” (1961: 229). No muchos críticos, y en esto la intuición de Spitzer es asombrosa,
han reparado en este final del diálogo que, como indicaremos en el desarrollo posterior
de la tesis, es uno de los detalles más importantes a la hora de definir la relación entre el
yo y el tú.
En otro momento, Spitzer sostiene que “es ella la que proyecta su plenitud de
amor sobre las cosas y así, el amor del poeta no es más que un amor de Ella, que vuelve
hacia ella misma; el poeta no es, pues, más que un medio” (1961: 233). Esta
contradicción (la amada es un concepto interior del amante pero el yo es a la vez un
medio y no quien proyecta su amor sobre las cosas), de la que Spitzer no parece
percatarse, dará lugar a diversas posiciones críticas respecto al rol del yo y del tú y a la
primacía o no del uno sobre otro.
Finalmente, en lo que concierne a la relación de Salinas con la tradición áurea de
la poesía española (aunque también se menciona a Dante y a Petrarca), Spitzer evoca la
influencia de Garcilaso (presente ya en el título del libro) y de la poesía mística. Esta
última nos permite pensar los poemas a partir de los límites del lenguaje:
Vivir en los pronombres no es más que una paradoja verbal para nuestro poeta,
pero es también una actitud vital hecha de desencanto y desesperación, en la que
el hombre, habiendo perdido la fe en las substancias, se mantiene en los bordes
de la realidad, agarrándose, frente al precipicio, a un aspecto intelectual,
formulable en términos exactos, pero que, sin embargo, se matiza de la
atmósfera de juego: le queda la lengua humana, su lengua, expresión de su
intelectualidad, creadora de relaciones de pensamiento nuevas. Vivir en los
pronombres es un hecho observado en sí mismo por el poeta al mismo tiempo
que una posibilidad de vida que sugiere la lengua. La paradoja vivida se traduce
en paradoja verbal: la correspondencia no es arbitraria, es exacta. (1961: 239)
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Misticismo trágico en el que el yo está solo junto a una imagen de Ella creada
por su propio espíritu que, sin embargo, trata de llegar a ese más allá (¿de la realidad
concreta, de la del lenguaje?). El poeta tiene la certeza de que junto al encuentro
también deambula la separación, pues si Salinas es místico, lo es “tanto de la unión
como de la desunión” (1961: 241).
En “La otra realidad de Pedro Salinas”, Concha Zardoya (1961) sostiene que el
poeta español busca la realidad y el ser absoluto, lo que no cambia a partir de los
accidentes que las cosas detentan al ser percibidas por los sentidos. Hay que traspasar
esos accidentes y llegar a la esencia. Se trata, nos dice la autora, “de desenmascarar los
nombres, arrancándoles los disfraces de la apariencia que encubre la verdadera realidad
del ser” (1961: 243). Y agrega que “el nombre se adelgaza hasta transparentar y
traslucir la esencia del ser, su realidad creada o metafórica, su superrealidad” (1961:
- 69 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
245). Nuevamente el nombre aparece en el centro de la escena como aquello que impide
el conocimiento directo de las cosas o, que al menos, lo retarda.
Zardoya menciona que muchas veces Salinas “crea una versión de la realidad,
más elocuente y profunda que la verdad misma” y que a través de su poesía “nos damos
cuenta de que la realidad objetiva no acaba ni está completa en sus límites sino que se
perpetúa en un estado más alto y, en él, sigue viviendo siempre” (1961: 245-246).
Ahora bien, esa creación de una realidad más profunda (esa recreación de lo accidental
percibido en pos de lo esencial oculto), exige “una continua batalla, un fabuloso
combate por parte del poeta” (1961: 246).
La autora divide su trabajo en tres partes. En la primea, Trasrealidad de las
cosas, del mundo, analiza los primeros tres libros de Salinas y destaca que en ellos se
busca una trasvida, un mundo íntimo donde “libertarse de lo exterior, creando «otra»
realidad, igual y al mismo tiempo diferente, pues es más alta, más pura y más honda”
(1961: 249). También en estos libros, como sucederá luego en La voz a ti debida,
aparece el amor: “hay una trasrealidad cuya única atmósfera es el amor, el trasamor,
poética, divina esencia que trasvive todo lo creado” (1961: 250). Sin embargo, y pese a
la importancia de esta trasrealidad, es menesteroso señalar con la autora que dicho
trasmundo “sólo existe en función del mundo que vemos y tocamos” (1961: 255). De
hecho, hay poemas en los que la actitud del yo parece ser otra que la del escape de la
realidad. En dichos poemas45, se privilegia esta realidad, la de más acá, con su aquí y
ahora bien definidos y en la que destacan objetos concretos (1961: 258).
Finalmente, dice Zardoya que en el poema “Pregunta más allá” de Fábula y
signo, inquiere Salinas la presencia de la amada y comenta que es suya pero que “el
poeta indaga siempre lo mismo, persiguiendo ese más allá del ser (…,) el tras-ser, la
tras-vida, la intra-realidad de la que ama. Pero el poema se queda en pura pregunta, sin
respuesta posible” (1961: 260).
La segunda parte del estudio se subtitula Trasrealidad del amor y en ella
Zardoya vuelve a destacar que se busca a la amada en una trasvida a partir del análisis
de algunos poemas de La voz a ti debida y de Razón de Amor. Concluye, en lo que
respecta al libro que nos interesa, que “se inhibe Salinas de lo inmediato para ver más
allá, más lejos o más atrás, deseando absorber o ser absorbido por esa «otra realidad»
(actitud vital), deseando conocerla y aprehenderla (actitud intelectiva) metafísicamente”
45
Ver páginas 258- 259.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
(1961: 266). Será en el trasmundo del amor donde se le entregue “la realidad más íntima
de la amada” (1961: 267).
En Razón de Amor, por otra parte, “los límites corporales se adelgazan hasta
borrarse, hasta confundirse con los del alma” (1961: 268) y esa otra realidad devendrá
paraíso donde se dará la salvación (1961: 269). Zardoya sostiene que aquí, a diferencia
de los otros libros, la otra realidad “no es algo parcial o solamente una aspiración (…)
sino una realidad total y sin fisuras” (1961: 271). Además, es importante el papel de las
palabras que al mediar en el amor han de decir más de lo que suelen decir o “han de
traspasar las apariencias que las recubren y darnos su trasfondo” (1961: 271).
Para concluir, la última parte del estudio de Zardoya se centra en el análisis de
El contemplado y de la realidad que allí se presenta. Si bien a nosotros no nos interesa
el análisis de dicho libro, bástenos con la advertencia que hace Zardoya sobre el mismo
al compararlo con los cinco anteriores: sólo en este se logrará alcanzar la realidad única
y constante, la permanencia (1961: 277), lo cual abre algunos interrogantes respecto del
alcance de la trasrealidad en La voz a ti debida y de la unión del yo con el tú en ese
mundo metafísicamente, al menos en apariencia, superior.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
46
Si bien la distinción establecida por Debicki es válida, creemos que todo gran poeta conjuga, en cierta
medida, ambas vertientes, dándole prioridad a una o a otra en distintas obras o períodos, influenciado por
supuesto por el momento histórico y el contexto cultural en que le tocó vivir.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
configurar y retener” (1968: 78)47. En este sentido, la amada sirve como base para la
actividad creadora del yo. Además, agrega Debicki, en estos poemas “la amada importa
no como personaje anecdótico sino como medio de alcanzar valores superiores, y como
motivo para la mirada poética del protagonista que la transforma y encuentra en ella una
belleza trascendente” (1968: 79). Aquí Debicki discute con Sptizer, al señalar que no se
trata de una deshumanización del amor ni de “un reportaje de un amor conceptual, sino
del empleo de la imagen de un enlace amoroso para convertir un anhelo etéreo en un
tema asequible”. La amada en este sentido “concretiza” lo que el yo indaga.
Al ser captada por el poeta y, al mismo tiempo, al inspirarlo, al posibilitarle la
adquisición y la concreción de valores humanos (en otras palabras, al erigirse en su
musa), la amada “reúne en una sola imagen dos aspectos de la búsqueda poética. Su
papel de realidad subraya el hecho de que el poeta encuentra sus valores en el mundo;
su papel de musa acentúa el hecho de que crea significados” (1968: 80). La amada es,
entonces, realidad e inspiración y uno de los ejes en “la búsqueda de lo universal en la
realidad por medio de la poesía” (1968: 81), trayectoria que, según Debicki, es central
en la poesía de Salinas.
47
Debicki cita, entre otros, los poemas “Muertes” y “Vida segunda”.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Salinas era poeta, y escribir La voz a ti debida (una fantasmagoría) era su deber.
Una fantasmagoría, pero anclada en la mujer de carne y hueso, en la experiencia
vivida, en los besos dados de verdad. Así hizo no una estatua de la Amada con
ojos, boca, brazo, piernas; sino un cuadro mágico que nos obligara a una
constante interpretación, como ha de ser una obra de arte. Así le daba a su obra
un valor simbólico. (1969: 39)
48
Piénsese en la última estrofa del fragmento o poema que abre el libro.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
49
¿Realidad material dentro del poema o realidad empírico biográfica externa al mismo?
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
el pronombre, el tú, sólo es válido para quien se hace cargo de su realidad de yo,
y desde allí, encarando, se relaciona, se entrega, al pronunciar tú. La persona
invocada así por el pronombre queda inmune a cualquier otro llamado: todos
podrán llamarla desde un nombre cualquiera, pero sólo el que lo hace desde la
radical entrega, desde el firme compromiso, puede decirle tú. (1969: 79)
50
Cfr. la nota al pie de la página 83, en la que de Zubizarreta destaca el valor deíctico (ella lo llama
demostrativo) de los pronombres como un rasgo original de la poesía de Salinas.
- 77 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
144, y a raíz de un poema de Seguro Azar, la investigadora critica la tesis de Spitzer que
sólo puede darse en alguno de esos primeros textos pero no en La voz a ti debida. El tú
para de Zubizarreta no es una realidad ya consumada ni mucho menos creada por el
poeta sino más bien “una invitación a ser, cuya mayor trascendencia está en la
realización misma” (1969: 148). De hecho será la amada la que detente un poder
creador, lo cual contradice una vez más la tesis de la pasividad del tú propuesta por
Spitzer (1969: 158). El yo la ayudará y se configurará así una pedagogía amorosa (1969:
145-147).
Olga Costa Viva (1969) señala como tema fundamental de la obra de Salinas su
relación con la realidad y añade, siguiendo al propio Salinas, que existen tres realidades:
la del mundo real de afuera; la del interior del poeta; y la poética, que surgiría del
tratamiento que a partir de su interioridad hace el poeta de la realidad exterior a la cual,
sin negarla, recrea constantemente (1969: 12-13). A partir de esta primera apreciación
general, la estudiosa distingue cinco formas de aproximación a la realidad en la poesía
de Salinas.
En primer lugar, destaca la exaltación de la realidad, el afán del yo de hacer
suya la realidad material (1969:27).
En segunda instancia, se produce una rebelión contra la realidad a partir de la
cual “Salinas persigue, en una rebeldía contra los límites, la esencia de la amada (…) y
también la persigue (…) en un más allá siempre superado, en un ansia infinita de abolir
barreras últimas, hasta la misma muerte (1969: 42). Agrega, además, que Salinas “se
refugia en la imagen de una realidad anticipada que no es todavía realidad” (1969:42) –
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
51
Véase páginas 67-74 y la 95.
- 79 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
José Luis Cano (1970) señala que la poesía de Salinas no canta al amor de un
modo abstracto ni se centra en una amada abstracta y lejana sino concreta y temporal.
“No sabemos su nombre, pero existe tan avasalladoramente para el poeta, invade tan
plena e impetuosamente su vida (…), que todos los objetos de su ámbito cotidiano,
todas las realidades de su mundo, aparecen transfiguradas, vividas de nuevo” por el
amante. De todos modos, Cano reconoce que la amada concreta es idealizada pero no en
su belleza, “sino en su capacidad de crear, de reinventar el mundo y sus maravillas”
(1970: 54).
El autor propone una síntesis al destacar que es, justamente, la unión entre una
amada idealizada y portadora de prodigios y una criatura natural, cercana al amante, la
que otorga a la poesía de Salinas y a este libro en particular, su encanto. Dicha amada
real y esencial aparece detrás del pronombre de segunda persona; en otras palabras, es
dicho pronombre (1970: 55-56).
52
Y que reza: “Thou beauty, thou wonder, thou terror”.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
una imagen eterna, imperecedera y perfecta, la actitud es más activa; en cierta medida,
él es el creador de la imagen de la amada sobre ese cuño preexistente” (1971: 50).
Zuleta destaca como los maestros inmediatos de Salinas a Juan Ramón Jiménez
y a Antonio Machado y dice que es de este último (además de Garcilaso) de quien toma
la idea de un amante que inventa su objeto (1971: 53).
En un apartado subtitulado “Poética”, Zuleta llama la atención sobre la voluntad
del poeta de completar lo inacabado y destaca que la actitud básica de su aventura
poética es el “afán de conocimiento y por medio de él, acto amoroso de posesión de la
realidad” (1971: 59), realidad que encontrará, en la clarificación del estatuto (real, irreal,
recreado) de la amada, no pocas dificultades.
Respecto a la amada, la autora cree que su figura “y su relación con el amante
son, sin duda, los elementos más originales de la lírica amorosa de Salinas”. Y esto se
debe a que “la amada inaugura el mundo y lo convierte en un universo poblado de seres
y de cosas; es la mujer cambiante y una; siempre haciéndose en presencia corpórea,
exacta, afirmándose en sus actos o deshaciéndose en espejos, en figuraciones y
sombras” (1971: 91). Vemos, una vez más, las contradicciones que enmarcan la figura
mudable y difícil de delimitar de la amada, quien por momentos es corpórea y por
momentos sombra.
Pero no sólo la amada, el tú, juega un papel esencial en la poesía de Salinas. El
amante también presenta sus peculiaridades y aparece ante todo, según Zuleta, “en una
actitud de espera, de interrogación y de búsqueda, porque sólo ella da riqueza y claridad
al mundo, sólo ella puede entregar los enigmas descifrados” (1971: 91). La amada es la
que le otorga el ser al amante, de ella nace la vida (1971: 92). La amada, agrega Zuleta,
“arranca de su dudar al amante, no sólo le inventa el mundo, sino que lo salva del caos,
de la confusión, de la ignorancia” (1971: 93) y para que esto suceda el amante debe
esperar.
Ahora bien, cabe preguntarse cómo puede congeniarse esta visión de una amada
activa, detentora de ciertos rasgos y ciertas actitudes bien definidas y personales, con la
idea, previamente expresada por Zuleta en su estudio, de que dicha amada depende –
quizá por influencia de Garcilaso, Shelley y Machado- de la imagen que de ella se ha
formado el amante. Comprobamos una vez más que para los investigadores, la amada
de La voz a ti debida es un ser que fluctúa entre diversas antinomias: es en algunos
poemas una persona de carne y hueso, materialmente descriptible, mientras que en otros
es una sombra, un mero reflejo, un concepto interior. A veces depende del yo y otras es
- 82 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
ella la que le da la vida a él y al mundo. Para concluir, Zuleta sostiene que hay una
imagen que existe en el amante pero aclara que la misma “es continuamente
redescubierta, perfeccionada, engrandecida” (1971: 94), en parte por el rol activo del tú.
Por último, destaca que el amante “la busca detrás, más allá, no porque se trate
de una amada abstracta (…) sino para conocerla en su misterio. Conocerla, en gran
medida, es conocerse a sí mismo, completarse y perfeccionarse y, por ende, conocer y
perfeccionar el mundo” (1971: 94). Vemos entonces que la imagen de la amada es
recreada constantemente por la relación yo- tú y que lo que el yo busca no es negarle el
cuerpo sino encontrar su esencia a partir de la realidad visible que se presenta ante sus
ojos.
Así como del Río destacaba como acertado el análisis de Spitzer, lo propio hace
Vicente Gaos (1971) al considerar, por un lado, que en La voz a ti debida, el poeta canta
no solo a la amada sino para ella y por ella (de allí el título del poemario) y al destacar,
por otro, que ese tú, “ a la vez que plenamente personal, es, antes que el correlato del yo,
la creación de éste, su conciencia o concepto, el necesario término relativo de la
actividad mental del amante” (1971: 234). De ahí que pueda considerarse la poesía de
Salinas como una poesía en la que predomina sobre todo el yo, la visión de las cosas en
el sujeto pensante. Si bien Gaos no descarta la presencia del tú y, de hecho, destaca que
es real, de carne y hueso, de cuerpo y alma, concluye que “su realidad física se nos
escapa, porque queda abstraída en la pura señal del pronombre” (1971: 234). El mismo
universo material, su realidad, por la presencia del amor se desrealiza y pierde sus
características y sus atributos, pues lo que el poeta persigue y busca no es la realidad
cotidiana sino una trasrealidad simbólica (1971: 234).
Por su parte, Vicente Cabrera (1975) ha estudiado con detenimiento el uso que
de la metáfora hacen tres de los poetas más importantes de la generación del 27 -
Salinas, Aleixandre y Guillén- y, tras un breve marco teórico en el que define la
metáfora y la contrapone al símil, pasa a estudiar el desarrollo metafórico en Salinas.
Como otros críticos a los que ya hemos mencionado, también Cabrera destaca
como tema central (“único” lo llama) de la poesía de Salinas el de “la aventura hacia la
esencia o el alma del mundo, hacia lo que está detrás de todo y que sólo es posible
alcanzarlo siguiendo el camino del poema” (1975: 75). Añade que dos de las funciones
fundamentales de la metáfora (la de estructurar el poema y la de expresar justa, exacta y
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Hay que aclarar que a diferencia de Spitzer, que veía en Salinas a un místico
trágico, Cowes no cree que la negación que detentan muchos de los poemas de Salinas
lleve a un nihilismo puro sino a “un momento previo a la exaltación del ser” (1992: 63),
es decir, la nada se erige como la posibilidad del ser, de una realidad que alejándose de
los vaivenes cotidianos logra vislumbrar lo esencial.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Desde una óptica lacaniana, Katz Crispin (1990) se propone analizar en la poesía
de Salinas, “la palabra del poeta destinada a interrogar al Otro (u Otra) para así lograr
una confirmación más auténtica de su propio yo” (1990: 37). A partir de la idea de
Lacan de que el ser humano dirige su discurso a otro para solicitar una respuesta, para
completar el deseo de otro, la autora analiza el libro de Salinas y sugiere que varios de
los primeros poemas “postulan un paraíso prelingüístico, que servirá como fuente para
la reinvención del mundo por parte de los enamorados”. Si bien al principio el yo evoca
la palabra creadora de su amante, luego rechaza sus palabras por estar arraigadas en el
mundo cotidiano (1990: 42).
Otros poemas parecen confirmar “la convicción de que él la refleja a ella tal
como ella le refleja a él” aunque por el fondo aceche el engaño (1990: 43). Como bien
lo explica Katz Crispin, en la primera parte del libro, “el poeta no puede confesar que su
intento de afirmarse con el lenguaje había fracasado; pero ahora comienza a poner en
tela de juicio tanto la palabra como el mundo que el libro ha parecido erigir” (1990: 40).
Y agrega que el yo concluye que “está más seguro si no pregunta; y que si ha de salvar
algo de las ruinas de su amor tendrá no solamente que «desdecir» las palabras de la
amada (…) sino de hecho «asesinar» su voz, para poseerla (…) como sombra, como
«dulce cuerpo pensado»” (1990: 44). De aquí que algunos poemas reconozcan
explícitamente que el yo de la amada es una realidad ineficaz, “una presencia que señala
un deseo total y ausente” (1990: 44).
Francisco Javier Díez Revenga (1991) aventura que la relación de la amada con
la realidad (en otras palabras, el problema de su realidad) es quizá la cuestión más
debatida. Desde su punto de vista, es incorrecta la interpretación de Spitzer de un
conceptismo interior (“con la que ya nadie está de acuerdo” (1991: 30)) mientras que es
acertada la ya citada de González Muela. Para Díez Revenga, el amor en la obra de
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
como texto. El crítico diferencia lo narrado (la anécdota individual) y lo que conforma
la historia (“history”) de la amada ausente. De este modo, Carreño puede concluir que
se establece “una conexión entre lo narrado y el agente de la narración, configurando
ambas estructuras su mutua interdependencia. Es decir, un “tú” oyente que se hace
frente a un “yo” lírico que lo enuncia” (1993: 195).
Para Carreño los pronombres constituyen lo más excepcional del amor y, al
mismo tiempo, lo más humano: “en el pronombre que le corresponde (tú o yo) se
desnuda cada amante de todo lo anterior o posterior superfluo” (falta año: 210) y ese
desnudarse implica una recreación del tiempo que pasa a ser paradójico, dinámico, un
tiempo sin tiempo (1993: 210-211).
Para concluir, señala este autor que “La voz a ti debida vendría a ser como
inventio la alegoría de una ausencia que nunca se recobra. Y su retórica (elocutio)
testificaría la obsesión por confesar, utópicamente, la posibilidad de su encuentro”
(1993: 211). ¿Ausencia sin salida, confesión utópica pero necesaria? Vemos así una
contraposición entre el deseo del yo de encontrar a la amada (y en última instancia de
encontrarse a sí mismo) y el de confesarlo mediante el poema, aun cuando el tema
central, el tópico central, sea el de una ausencia cuya presencia no se recobra o nunca se
tuvo.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Al tratar de vincular la trilogía amorosa con los tres libros anteriores de poesía
que Salinas llevaba publicados hasta entonces, Monserrat Escartín (1996) explica que
así como en Fábula y Signo una de las preocupaciones centrales de Salinas era el
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
vínculo entre la realidad externa (o signo) y aquella recreada por el poeta (o fábula),
dichas preocupaciones se unirán al tema amoroso central en los siguientes tres libros,
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Por un lado, Baeza Betancort (1967) distingue tres etapas sucesivas: “el presagio
de la aparición femenina; el encuentro, con sus penas y alegría; hasta el fin de la
relación en que el poeta revive a solas la dicha que se ha ido” (1996: 26).
C. Perguni (1974) también clasifica los poemas en una tríada: poesía de la
alegría al comienzo en la que se destaca la euforia por la revelación amorosa (poemas 1,
2, 4, 5, 7, 8, 10, 13-21, 24, 25, 28, 31, 37, 38, 42, 44, 51, 62, 64); la poesía de la
incertidumbre, donde aparece la duda (poemas 3, 6, 9, 11, 12, 22, 23, 26, 27, 29, 30, 32-
36, 39-41, 43, 45-50, 52, 53, 54, 57, 60); y la poesía de la reconstrucción, al final del
libro, donde el amante revisa lo vivido como catarsis (55, 56, 58, 59,61, 63, 65-70)
(1996: 27). Como se puede observar, la estructura no es lineal sino que los poemas de
una parte alternan con los de la otra, lo cual produce cierta ambigüedad, que, empero,
no afecta la coherencia del poemario.
En lo que concierne a una estructura de cuatro partes, vale citar a J. M. Rozas
(1983) quien habla de “un largo y único poema compuesto por 68 variaciones
distribuidas en cuatro momentos”. El primer momento incluiría el poema prólogo
(versos 1-36); el segundo, el nacimiento de la pasión (versos 37-856); el tercero, el
inicio de la ruptura y el adiós de los amantes (versos 857-2430); y el cuarto, el poema
epílogo (versos 2431-2462) (1996: 27).
También J. Crispin (1974) ve una estructura de cuatro fases más un proemio que
“describe la creación y posterior pérdida de un paraíso amoroso, cerrando el ciclo con
una vuelta a la alegría inicial” (1996: 28). Las cuatro partes serían: 1- el nacimiento del
amor (poemas 2- 3); 2- la plenitud de la relación y el surgimiento de un nuevo paraíso
amoroso (poemas 7-21); 3- la etapa que va desde la plenitud amorosa a la separación
(poemas 22-63); 4- el Paraíso Perdido donde se analiza el rol del paso del tiempo en la
relación (poemas 64-70). Los primeros dos poemas servirían de introducción y, si bien
no se aclara qué ocurre con los poemas 4 a 6, nosotros creemos que deberían ser
incluidos en la primera etapa.
En otro de sus trabajos, Monserrat Escartín (2008) estudia la influencia de la
literatura de Garcilaso en la de Pedro Salinas, influencia que puede observarse en
diferentes niveles: el uso que ambos hacen de los géneros literarios, la concepción del
amor que sus escritos presentan y el uso de los mitos y los tópicos, entre otros temas
afines.
Si bien los puntos de contacto entre ambos poetas son varios, nos interesa
destacar las características principales que, según Salinas, presenta la poesía de
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Carlos Feal Deibe (2000) sostiene que uno de los temas principales de la poesía
de Salinas es la necesidad de entrelazar, de integrar lo corpóreo o material y lo espiritual
(2000: 12). De aquí que la amada sea para este crítico un ser con atributos propios y no
un concepto interior o una pura idealización del yo. Así descalifica las posturas que ven
en la obra de Salinas un neoplatonismo reductor de la amada (2000: 39) y aclara que “lo
que el poeta inventa –imagina – no es pues un ser ideal sino la posibilidad de ser
sorprendido por un ser que se le aparece –se le entrega – sin buscarlo” (2000: 70). De
todas maneras, Feal Deibe reconoce los vaivenes de la relación amorosa cuando destaca
la existencia de un conflicto interno en la amada quien “deberá luchar por alcanzar su
esencia, su alma, por ponerse de acuerdo con una realidad íntima, invisible, que el
amante intuye en ella y que su cuerpo – sus besos, sus palabras – no sólo ocultan sino
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
que incluso traicionan” (2000: 110). Sin embargo, y pese a dicho conflicto, la amada
nunca dejará de existir y de cumplir un rol activo en el proceso de autoconocimiento
personal y del amante al retrotraer al yo a un mundo virgen (2000: 108).
Si bien el crítico destaca cierta idealización en algunos de los poemas del libro
(2000: 134), difiere con Spitzer al explicar que “si hay negación lo es sólo de la amada
«empírico-existencial» (…) o de su “false self” y no de los atributos corporales y
esenciales propios de la mujer. Aun cuando muchas veces el yo pueda ayudar a la
amada en su camino para encontrar su verdadero ser por detrás de las señas temporales
(2000:149), en otras ocasiones es ella la que permite la realización del yo; de allí que
ambos se necesiten mutuamente (2000: 140).
Feal Deibe analiza, además, otro aspecto fundamental para nuestro trabajo: el
problema de los límites del mundo sensorial tradicional. Según el autor, el amor exige la
destrucción del mundo superficial cotidiana en pos del descubrimiento de lo esencial
(2000: 120). El amor, entonces, se evade de ese mundo, “de sus límites (espaciales y
temporales) y también de sus «normas»” (2000:123) para permitir el surgimiento de uno
nuevo (2000: 188). Luego veremos cómo esta ruptura de los límites se manifiesta
mediante el uso que de los deícticos de espacio y tiempo y de los demostrativos hace
Salinas. De hecho, Feal Deibe constata la presencia de estas partículas pero argumenta
que en lugar de desrealizar y de difuminar, arraigan (2000:192).
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Así, Karageorgou se aleja de la crítica que cree entrever una continuación entre
Salinas y una línea neoplatónica de poesía y señala que la poesía del poeta español trata
de ir contra ese neoplatonismo aun cuando pierda en un nivel argumental y no logre
llevar a cabo “el designio amatorio que merece el tú amado” (2003:194). Dicho tú es un
apóstrofe y, según Culler, a quien cita la autora, esta figura “vuelve algo que pertenece
al pasado, en una actividad discursiva realizada en el presente de la enunciación lírica”.
Y, lo que es más importante para nuestro trabajo, “la reiteración del apóstrofe en un
poema lírico desmaterializa, volviendo atemporal al ser u objeto al que se apela” (2003:
196). Si bien la explicación de Culler es válida y útil, la autora destaca que se produce
una contradicción que hace que el tú, que funciona como base sobre la que se construye
“el ambiente circundante: el sentir del amante, la naturaleza, las costumbres e inclusive
el lenguaje” se vuelva, por la imprecisión del pronombre, “una sombra manipulable”
(2003: 196).
La voz a ti debida es una colección de inspirada poesía amorosa que tiene poca
relación con la persona que provocó su concepción. Algunos críticos como Leo
Spitzer y Ángel del Río tenían motivos para dudar de la existencia de una amada
viva. Los versos les parecían un trabajo de imaginación, un amor cerebral.
Sonreí cuando leí sus reseñas, pero creo que tenían razón en parte. Es cierto que
algunos poemas (…) pertenecen claramente a nuestro amor naciente, pero otros,
sumamente apasionados, implican una experiencia que no conocimos. Así,
53
Katherine Whtimore, cuyo apellido de soltera era Reding, solo permitió que se publicaran las cartas que
Salinas le había enviado a ella y no viceversa.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
El fragmento nos parece muy significativo porque muestra que ese tú femenino
que aparece en los poemas podía ser moldeado y mejorado por el yo lírico. Además,
Whitmore rectifica las interpretaciones de Spitzer y de Del Río que durante mucho
tiempo fueron (y siguen siendo) ignoradas o descartadas por completo.
En el caso de Pedro Salinas, sus opiniones sobre su propia obra aparecen
diseminadas en las cartas que le envío a su esposa Margarita Bonmatí, a Whitmore y a
Jorge Guillén, entre otros, y también en sus ensayos sobre la poesía, sobre el lenguaje o
sobre otros poetas. Si bien no realizaremos un análisis pormenorizado de estos textos,
citaremos algunas expresiones vertidas en ellos que pueden ser clarificadoras.
En una conferencia titulada “Mundo real y mundo poético”, Salinas explica que
“la realidad maravillosa, múltiple, cargada de elementos poéticos, se yergue e intenta
colocarse, colocar su mundo real en ese espacio que los poetas labraron siempre en otro
mundo, el mundo suyo, el poético” y teoriza así sobre el trabajo que hace el escritor en
torno a la realidad y que luego se reflejará en sus poemas (1930, citado por Bou 2002:
11, de Maurer: 1996: 77). Y en un ensayo sobre el lenguaje agrega que este “es el
primero, y yo diría que el último modo que se le da al hombre de tomar posesión de la
realidad, de adueñarse del mundo” (Salinas, 2002 [1954]: 364).
En su conocido libro Reality and the Spanish Poetry54, producto de unas
conferencias dictadas en los Estados Unidos, Salinas describe la actitud del poeta como
“el acorde entre su mundo poético y el mundo real”, esto es, “el contacto entre la
realidad externa y su propia realidad espiritual anterior” (Salinas, 1976: 39; citado por
García- Gómez, 1991: 199).
No obstante, García-Gómez ha estudiado la relación entre el poeta y el mundo
en Salinas y explica, entonces, que el poeta no inventa realidades “sino que las percibe
de modo propio, y así descubre en la realidad aspectos y dimensiones que quedan
vedados a otras actitudes ante el mundo” (1991: 2000). Para decirlo de otro modo, “la
creación poética surge de un mirar que transforma el mundo de la realidad cotidiana en
otro mundo real, más real. Entre este mundo y el nuestro media sólo la actitud, el
mirar”, actitud que depende del poeta y de su acercamiento a la realidad (1991: 202).
54
Hay edición en español: La realidad y el poeta, Barcelona, Ariel, 1976.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
idealización (ni mucho menos exaltación) sino choque directo entre la realidad y el
mundo poético. Esto acaba en la disolución final y en la consideración de la realidad
como odiosa (1991: 212).
Finalmente, la séptima actitud, representada por Jorge Guillén y su Cántico, es la
de aceptación jubilosa de la realidad puesto que se considera que el mundo es completo
y cabal y lo que se debe hacer es proclamar dichas características (1991: 213).
De las diversas actitudes reseñadas, es la de Garcilaso la que se relaciona más
estrechamente con el propósito Salinas puesto que ambos priorizarán el mundo poético
aunque en Salinas no se trata de un proceso de idealización de la realidad sino de un
trabajo, desde dentro del texto, sobre los distintos tipos de referencia.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
1. La deixis espacial
A lo largo de los setenta poemas que componen La voz a ti debida (que Salinas,
como ya explicitamos, considera un único y largo poema separado en fragmentos),
aparecen varias veces adverbios o expresiones adverbiales locativas que vuelven la
atención sobre el problema de la referencia, en este caso, la referencia del lugar poético
en que deambulan los participantes del acto amoroso. Si bien es cierto que la poesía
suele muchas veces desrealizar los lugares en que se inscriben los sujetos o las acciones,
ya sea porque el lugar es indiferente, ya sea porque se busca adrede una
universalización de la experiencia poética, en La voz a ti debida, la construcción de los
lugares donde los amantes interactúan es muy compleja y depende, para ser
comprendida, de las coordenadas de enunciación del yo. Sin embargo, al tratarse de una
situación de comunicación no canónica (en términos de Lyons), el problema se torna
aún más complejo porque no poseemos la ayuda de gestos o señas o de un contexto
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
situacional que especifique qué lugar es aquel que se describe cuando leemos “aquí” o
“detrás de ti”.
En este poema tanto la expresión “a diez mil kilómetros” como el adverbio “allí”
presentan problemas. En el primer caso, si bien es posible determinar objetivamente una
distancia de diez mil kilómetros, es necesario, para hacerlo, saber dónde está parada la
persona que enuncia. En esta ocasión podríamos preguntarnos si esos “diez mil
kilómetros” conducen al mismo punto tanto desde la posición del yo como del tú o si
hay que entender la frase como “una duda te hace señas a diez mil kilómetros desde
donde yo estoy parado y que quizá para ti sean dos pasos” o “una duda te hace señas a
diez mil kilómetros que para mí son veinte mil”, o quizá ambos se encuentran en el
mismo punto. Esta primera indeterminación tiene consecuencias en la interpretación del
referente del adverbio “allí”. Obviamente, dicha palabra se vincula con el lugar donde
está la duda, a diez mil kilómetros de distancia. Ahora bien, y como señalamos antes,
esos diez mil kilómetros no conducen al mismo lugar si el yo y el tú están a diferente
distancia de la zona y debemos interpretar el “allí” a partir del espacio desde donde
enuncia el yo o desde el cual se arroja el tú. Comprobamos, entonces, que ya desde el
comienzo el lugar en que se mueven el yo y el tú (principalmente este último) se
torna ambiguo y problemático.
En el segundo poema, la indeterminación es aún mayor puesto que ni siquiera
tenemos el dato de los diez mil kilómetros:
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
55
Analizaremos este tipo de expresiones más adelante.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Vemos el uso que del verbo “venir” hace aquí el yo lírico y que nos indica que el
movimiento del tú es desde una zona desconocida hacia un “aquí” no determinado pero
desde el cual claramente enuncia el yo, pues, de otro modo, tendría que haber utilizado
el verbo ir, que indica un movimiento que se aleja del centro deíctico desde el que se
enuncia.
El tercer poema, quizás uno de los más importantes en lo que concierne a la
delimitación del espacio en el poemario, postula la presencia del tú amado en una
realidad detrás de todo, incluso de la vida misma:
Hugo Cowes destaca que en este fragmento “el discurso propone la simple
negación de la realidad. No propone ningún elemento positivo, ninguna realidad que
quisiera postular”. El crítico argentino señala también que en el poema no sólo no hay
nombres y la realidad designada por ellos sino que “tampoco hay deícticos, y la realidad
por ellos señalada” (1990: 8-9).
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
56
De hecho Cowes, al analizar otras secciones de la obra como la que empieza “¡Qué gran víspera el
mundo!” (13), sostiene que se produce la descripción de un referente cero que lleva a la configuración de
un referente cero-uno, postulado que se vincula con las teorías de Ricoeur y Kristeva previamente
descritas.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
apóstrofe, puede no compartir esa percepción del espacio del yo y lo que sería un “allá”
puede ser interpretado por el tú como un “acá” o un “ahí” no tan lejano.
Ahora bien, debemos dar un paso más puesto que los pronombres personales que
aparecen son aquellos que se usan detrás de preposiciones como complementos, es
decir, “ti” y “mí” en “detrás de ti” y en “más atrás de mí”, respectivamente. Esto es
importante por dos motivos: en primer lugar, y pese a la ambigüedad espacial que
genera el uso de “detrás de” o de “más atrás de”, el yo lírico trata, mediante el uso de
los complementos, de especificar un poco más ese espacio. Sin embargo, produce el
efecto contrario pues cabe preguntarse qué implica para el yo ese “detrás de”. ¿Se trata
de un detrás del cuerpo material, de un detrás de la personalidad, de ambas cosas o del
descubrimiento o, mejor, de la creación de una realidad nueva? Sea cual sea la
respuesta, vemos que los pronombres que reemplazan al nombre tampoco sirven como
asideros de la identidad porque hay que traspasarlos, buscar detrás de ellos.
En segundo lugar, y en sintonía con esta idea, es interesante destacar que el tú se
ve reducido a un término, a un complemento de la preposición y de allí la necesidad de
traspasarlo57. Ni el nombre (“si lo dicen”), ni la imagen (“si la pintan”), ni el pronombre
sirven para encontrar a ese tú. Ese beneficio le corresponde a un espacio más allá de
todo, es decir, a la muerte.
Según esta interpretación, Cowes tendría razón cuando señala que se niega todo.
No obstante, creemos que la clave de interpretación del poema reside no sólo en los
adverbios y pronombres ya analizados sino también en la primera palabra del poema y
en el último verso. Tanto el “sí” como el “si fuese” expresan un acto (buscar y morir).
La diferencia es que el “sí”, al ser una afirmación, le otorga una fuerza distinta como si
ya se hubiese logrado el propósito, mientras que el “si fuese” genera dudas respecto al
alcance de la empresa. Y no es casualidad que el “sí” figure al principio como
afirmación de la búsqueda y el “si fuese” al final, puesto que es solo después del
desarrollo de su enunciación que el yo se percata de que no puede escapar de su
enunciación y de la ambigüedad que los deícticos y los pronombres generan.
Efectivamente, el yo es consciente del peligro de reducir el tú a un ti, a un mero
complemento, pero, sin embargo, no logra transgredir esos límites, pues hacerlo
implicaría morir y, sin embargo, no muere pues si muriera no podría enunciar, de allí
57
Esto no implica negarle al pronombre su función fundamental en la poesía de Salinas (“Qué alegría más
alta vivir en los pronombres” reza un verso de esta obra) sino destacar que un pronombre personal en
función sujeto está mucho más cerca de la identidad de la amada que su equivalente en función de
complemento. Volveremos sobre esto en el último capítulo del trabajo.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
que todo quede en un deseo de anulación de los deícticos. En otras palabras, parece
haber solo dos maneras de escapar a esa realidad creada por la enunciación del yo y
representada por los deícticos y los adverbios en general: la primera consistiría en
cederle la enunciación al tú para que el yo en otros poemas enuncie desde una
perspectiva femenina que puede coincidir o no (en su percepción del espacio y del
tiempo y en los recursos empleados para representar dichas coordenadas) con el yo
masculino; la segunda, en cambio, implica morir, pues en la muerte ya no se puede
enunciar (al menos no en el sentido tradicional, pues no se conoce con certeza qué
ocurre en ese otro lado y cómo son las coordenadas espacio-temporales). No obstante,
es un “como si fuese morir” y no un morir real por lo que observamos que el espacio
que se busca, y el tú que allí se piensa encontrar, se tornan problemáticos.
La misma idea del “detrás” y del “más allá” vuelve a aparecer en otros
fragmentos. En el poema 6, por ejemplo, el yo lírico constata que la amada es su
“propio más allá” y en el 11 comienza por determinar el espacio donde la amada
cotidiana ya no es conocida (dando lugar al surgimiento de otra amada o, como veremos
en el capítulo final, a una segunda dimensión de la amada). Para eso, elige el adverbio
“ahí”:
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
abiertamente por el “aquí” del yo lírico que busca detrás de dicho espacio al tú. No
obstante, una lectura más precisa del poema permitiría postular que ese “no” falso detrás
del cual aparece el “sí” verdadero es, o bien el espacio del yo (y por ende funcionaría
como un “aquí”, es decir, “Yo desde aquí, enunciando desde mi no que es mi lugar, te
busco”) o bien el del falso tú tan caro a Salinas, quien constantemente contrapone una
amada cotidiana y falsa a otra profunda y verdadera (que aparece detrás de la risa)58. En
cualquier caso, el espacio en el que se busca a ese tú es muchas veces un espacio
“allá” o detrás del centro locativo en que se encuentra el yo o el falso tú, y presenta
ciertas notas de ambigüedad que hacen que la referencia espacial sea prospectiva y
dependa de la enunciación del yo y de su distancia respecto al referente que se
busca.
En el poema 53 volvemos a encontrar la expresión “detrás de” para referirse a
estas dos dimensiones de la amada que esconde detrás de un beso su verdadera esencia:
Ten cuidado
te vas a vender, así.
Porque un día el beso tuyo,
de tan lejos, de tan hondo
te va a nacer,
que lo que estás escondiendo
detrás de él
te salte todo a los labios. (210)
58
Como ya hemos aclarado y explicaremos con detalle en el último capítulo, no se trata técnicamente de
dos amadas sino de dos dimensiones referenciales de la misma mujer textual que presentan características
claramente opuestas hasta el punto de que, efectivamente, una dimensión es considerada falsa y la otra
verdadera.
- 107 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
el final y el principio:
engañan sin querer.
Pero la frente es dura;
por detrás de la carne
está, rígida, eterna,
la respuesta inflexible,
monosílaba, el hueso.
Se maduran los mundos,
tras de su fortaleza.
(…)
Besos
me entregas y dulzuras
esenciales del mundo,
en su fruto redondo,
aquí en los labios. (212)
Los labios configuran el espacio que aparece primero y que es el ocupado por el
tú trivial, aquel que no le interesa al yo. La distancia indicada por los adverbios es
significativa ya que en un primer momento, mientras el yo cree estar contemplando el
verdadero ser de la amada, el adverbio que se emplea es “allí”, para indicar que el lugar
en que se mueve el tú es un lugar remoto y diferente al cotidiano. Sin embargo, y tras
detenerse en la frente de la amada, tras tocarla con su frente y percatarse de que por ese
medio se llega a su verdadera esencia, el yo emplea el “aquí” para los labios, lo que
vincula a dicha parte del cuerpo con los espacios triviales que el tú no transita. En otras
palabras, tanto el “allí” como el “aquí” remiten en el fragmento a los labios y estos están
vinculados con la primera dimensión de la amada o falso tú. Su alternancia se debe a
que en un primer momento, el yo lírico asocia los labios con la amada distante y
verdadera (privilegio que, sin embargo, luego le corresponde a la frente); empero, más
adelante, se percata de su error y utiliza el adverbio “aquí” como contrapuesto a “detrás
de la carne” (en referencia a la frente) para designar el lugar adonde envían los labios.
En resumidas cuentas, muchas veces los adverbios de cercanía contrastan con
los de lejanía a partir de la dimensión de la amada de que se trate. Volveremos sobre
este punto en breve, pues la contraposición entre una “allí” y un “aquí” es una constante
que aparece en varios poemas aunque eso no impida que en otros la amada real59 surja
de la vida cotidiana o que en unos pocos la presencia de la amada destruya toda
coordenada no solo espacial sino también temporal.
59
Si bien más adelante discutiremos el eje verdad/falsedad (real/aparente) respecto a la amada,
permítasenos, por ahora, diferenciar las dos dimensiones de la amada del modo en que lo hace el yo lírico
(verdadera o falsa) o trivial (cotidiana) como opuesto a profunda.
- 108 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
De manera similar funciona la expresión “al otro lado de” en los siguientes
versos del poema 19:
Y al otro lado ya
de cómputos, de sinos,
entregarnos a ciegas
– ¡exceso, qué penúltimo! –
a un gran fondo azaroso. (147)
En dichos versos, la búsqueda del placer conduce a un espacio que traspasa todo
cálculo y que se sitúa “al otro lado” de lo conocido, esto es, al otro lado del lugar desde
donde se enuncia. Nuevamente vemos cómo una expresión que necesita de una
situación comunicativa precisa para entenderse (pues el otro lado de un lugar, de una
puerta, por ejemplo, puede variar según se enuncie desde la interior de la casa o desde la
calle) se torna problemática. De todos modos, y pese a estas dificultades, es clara la
voluntad del yo de explicar que el lugar donde se produce el encuentro (y en donde se
encuentra la amada que considera verdadera) excede a los referentes precisos y
convencionales de la vida cotidiana.
En el poema 66, se retoma la idea de un beso pero ya no para contraponer los
labios a la frente sino un beso actualizado al anhelo de ese beso. Sólo “detrás de telones
de años” (237) podrá cumplirse lo que antes era anhelo y así producirse el encuentro. En
este ejemplo, el espacio se mezcla con el tiempo pero sigue remitiendo a lugares que se
encuentran distantes del “aquí” desde el que enuncia el yo. En este sentido, esa
imprecisión espacial tan cara al yo lírico genera no sólo incertidumbre sino también
misterio. Pareciera como si las cosas, los besos o las lágrimas del fragmento 60 (que
dejan lo que quieren “allá atrás” (222)), negaran su propio ser, su esencia verdadera, e
incitaran al yo a buscarla por lindes distintas a las cotidianas y ciertamente imprecisas.
¿Qué significa que lo que quieren las lágrimas se queda “allá atrás, todo incógnito”
(222)? ¿Por qué muchas veces el yo se refiere a sensaciones u objetos como “aquel
asombro infinito (222)” y utiliza el adjetivo demostrativo de lejanía y no el de cercanía?
¿Qué quiere contraponer? ¿Qué quiere encontrar? ¿En dónde?
- 109 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Las preguntas del apartado anterior nos permiten ingresar en un segundo tipo de
poemas en los que se contraponen claramente un “aquí” o “acá” cercanos al yo, y que
configuran el ámbito en que se mueve, con un “allí” o “allá” lejanos y que constituyen
los espacios en los que aguardan el tú verdadero (segunda dimensión de la amada) o sus
besos. Si bien en la primera serie de poemas que analizamos el uso de expresiones
deícticas como “detrás de” o “más allá de” o “al otro lado de” también planteaban una
posición del tú con respecto al yo, no lo hacían, sin embargo, de modo tan claro ni
antitético. Ahora, como pasaremos a analizar, la delimitación entre un espacio del yo y
un espacio del tú será más tajante (aunque no por eso menos ambigua).
Esta distancia entre el lugar en que se encuentra el yo que enuncia y aquel en
que se encuentra el tú que se ansía descubrir parece corta en principio (pues, de hecho,
el uso de expresiones como “detrás de” implican, en la lengua ordinaria, que el
referente, por más ambiguo que sea, esté a cierta distancia de quien enuncia y que este
pueda localizarlo60), pero no siempre resulta de ese modo. Esto es lo que ocurre en el
poema 21, donde el yo describe la dicha de sentirse vivido por otro, aun cuando ese otro
se encuentre fuera de él y muy lejos:
60
Lo que resulta problemático en esos casos es precisar a partir de quién o qué se va a determinar la
posición del referente que se encuentra “detrás”, “delante” o “más allá de”.
- 110 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
recordaré
estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse
de haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo
a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte. (150-152)
- 111 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Afán
para no separarme
de ti, por tu belleza.
Lucha
por no quedar en dónde quieres tú:
aquí, en los alfabetos,
en las auroras, en los labios.
Ansia
de irse dejando atrás
anécdotas, vestidos, caricias,
de llegar,
atravesando todo
lo que en ti cambia,
a lo desnudo y a lo perdurable.
- 112 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Ya no puedo encontrarte
allí en esa distancia, precisa con su nombre,
donde estabas ausente.
Por venir a buscarme
la abandonaste ya. Saliste de tu ausencia,
y aún no te veo y no sé dónde estás.
En vano iría en busca tuya allí
adonde tanto fue mi pensamiento
a sorprender tu sueño, o tu risa, o tu juego.
No están ya allí, que tú te los llevaste;
te los llevaste, sí, para traérmelos,
pero andas todavía
entre el aquí, el allí. Tienes mi alma
suspensa toda sobre el gran vacío,
sin poderte besar el cuerpo cierto
que va a llegar,
escapada también tu forma ausente
que aún no llegó de la sabida ausencia
donde nos reuníamos, soñando.
Tu sola vida es un querer llegar.
En tu tránsito vives, en venir hacia mí,
no en el mar, ni en la tierra, ni en el aire,
que atraviesas ansiosa con tu cuerpo
como si viajaras.
Y yo, perdido, ciego,
no sé con qué alcanzarte, en dónde estés,
si con abrir la puerta nada más,
o si con gritos; o si sólo
me sentirás, te llegará mi ansia,
en la absoluta espera inmóvil
- 113 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 114 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
“aquí” configura el espacio donde se sucede el “gran deseo inútil” de estar uno junto al
otro, como si se pudiesen ignorar las distancias y simular la proximidad.
Finalmente, el poema 59 explicita la existencia de un mundo propio de la amada
al cual sólo se puede regresar con el tú y a través de ella:
A ti sólo se llega
por ti. Te espero.
¿Como
iba a aprender el camino
si yo no miraba a nada
más que a ti,
si el camino era tu andar,
y el final
fue cuando tú te paraste?
¿Que más podía haber ya
que tú ofrecida, mirándome?
Pero ahora,
¡qué desterrado, qué ausente
es estar donde uno está!
Espero, pasan los trenes,
los azares, las miradas.
Me llevarían adonde
nunca he estado. Pero yo
no quiero los cielos nuevos.
Yo quiero estar donde estuve.
Contigo, volver.
¡Qué novedad tan inmensa
eso, volver otra vez,
repetir lo nunca igual
de aquel asombro infinito!
Y mientras no vengas tú
yo me quedaré en la orilla
de los vuelos, de los sueños,
de las estelas, inmóvil.
Porque sé que adonde estuve
ni alas, ni ruedas, ni velas
llevan.
Todas van extraviadas.
- 115 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Como se puede observar, la amada que el yo anhela alcanzar tiene sus propias
coordenadas espaciales representadas por el adverbio “allí” del octavo verso, que
estructura todo el poema y que le permite al yo contraponer su mundo, “mi ciudad, la
calle, el nombre/ por el que todos me llaman”, la orilla “de los vuelos, de los sueños/ de
las estelas”, al mundo aquel (“aquel asombro infinito”) en donde se muestra en su
plenitud la amada. Nuevamente, la idea de dos lugares contrapuestos es el eje del poema
de Salinas pero, a diferencia de otros fragmentos, el yo deja en claro que solo a través
de la amada se puede alcanzar aquel otro lugar, aquel allí distante donde vislumbrar su
esencia. En otras palabras, únicamente hacia el final nos percatamos de que esta amada
parece no solo estar en un espacio distinto al yo, sino también ser ella su propia
coordenada espacial. El problema radica en que pese a destacarse este espacio
propio de la amada, su configuración, su delimitación, dependen, en última
instancia, de la enunciación del yo quien, desde su lugar, desde sus coordenadas
enunciativas, ratificará el espacio del tú.
Si bien en el poema 63 la presencia del dolor le permitirá al yo lírico confirmar
su relación (pues el dolor que no es de “aquí” es “la gran prueba, a lo lejos,/ de que
existió, que existe,/ de que me quiso, sí,/ de que aún la estoy queriendo” (231)), las
coordenadas locativas donde aparece la amada son ambiguas y muchas veces
prospectivas pues dependen de la enunciación del yo en cada poema. Es decir que
algunos de los lugares en los que el amante vislumbra al tú no parecen definirse sino
mediante su palabra, al menos a partir de las coordenadas espaciales desde las que
enuncia. Esto no implica negar la existencia de un lugar o de los referentes espaciales,
pero nos obliga a contemplar el espacio lírico como un espacio supeditado, en gran
medida, a la enunciación del yo.
- 116 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 117 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
coordenadas son determinadas por el tú y no dependen, en una primera lectura, del yo.
No obstante, no debemos olvidar que es el yo el que enuncia y mediante su voz nos
llegan sus recuerdos de la amada y de los acontecimientos. Ninguno de los amantes
inventó el mundo aunque ambos, como hemos visto, parecen haber inventado un
espacio propio. Ahora bien, dicho espacio sigue dependiendo del yo aunque, en este
fragmento, no sean exactamente sus coordenadas espacio temporales las que permitan
identificar el espacio del encuentro; se trata, por el contrario, de la interpretación que el
yo hace del tú, interpretación que, como suele ocurrir en la poesía amorosa, cae en una
proyección61. ¿Pronunció el tú esas palabras o se trata de una forma poética del yo para
explicar ese lugar propio de los amantes, con su historia y sus vericuetos? Sea como sea,
el poema es significativo porque muestra la peculiaridad de este espacio nuevo que
parece haber sido inaugurado y que, asimismo, parece reinaugurarse constantemente en
el poema, a partir de la enunciación el yo.
En el poema 31 la injerencia de la amada es mayor, puesto que ella ya no se
limita a decir “aquí” sino que inventa lugares:
Empújame, lánzame
desde ti, de tus mejillas,
como de islas de coral,
a navegar, a irme lejos
para buscarte, a buscar
fuera de ti lo que tienes,
lo que no me quieres dar.
61
Preferimos el término proyección por parecernos más a tono con la teoría de Prado Biezma de la
referencia prospectiva y, asimismo, porque hablar de idealización puede implicar la anulación del cuerpo
en la segunda dimensión de la amada cosa que, como veremos en el último capítulo, no ocurre.
- 118 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Eso
era lo que allá, distante,
estaba viendo brillar.
En este pasaje podemos apreciar el rol activo de la amada que guía al yo hacia el
espacio que añora y que se distingue de aquel de su ciudad y su lugar de pertenencia
cotidiano, e incluso de su nombre.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 120 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
En algunos casos se destacará la luz como lugar (144). Otras veces el amor se erige ya
no como sentimiento sino como lugar donde se realizan acciones. Así, leemos en el
poema 11: “Al verte en el amor/ que yo te tiendo siempre/ como un espejo ardiendo,/ tú
reconocerás” (130). En este caso el amor del yo es el lugar en el que el tú llevará a cabo
el reconocimiento. Algo similar ocurre en el siguiente poema, pero el movimiento es
inverso: es ella quien brinda el amor y él quien realiza una acción en él: “te conozco tan
de tiempo,/ que en tu amor cierro los ojos,/ y camino sin errar,/ a ciegas” (132).
El amor también aparece como eje isotópico a través de lexemas como beso,
cuerpo o risa, entre cuyos semas se destacan además del de humanidad, el de
afectividad. En el poema 30, por ejemplo, el tú debe rendirse “a la gran verdad final”
(169) pues lo que ambos quieren “es que nos llegue, viviendo/ y con temblor de morir, /
en lo más alto del beso,/ ese quedarse rendidos/ por el amor más ingrávido” (170),
versos que a la par que destacan el amor como lugar esencial, retoman el eje isotópico
de ingravidez, propio de la altitud. La misma idea aparece en el poema 58, donde el yo
confiesa “que a ti se te encontraba/ en las cimas del beso/sin duda y sin mañana./ En el
vértice puro/ de la alegría alta” (219). Observamos que nuevamente se dan cita la idea
del beso como lugar propio de la amada con la idea de altitud e ingravidez presentes en
el lexema “vértice”. Finalmente, en el poema final del libro las sombras del yo y del tú
piden realidades, volver al cuerpo “esta corporeidad mortal y rosa/ donde el amor
inventa su infinito” (245), pues dicho cuerpo es el lugar del encuentro.
Un tercer grupo de poemas presenta ciertas peculiaridades. Se trata de los
poemas 14 y 16 que postulan lugares que configuran un espacio particular, el de la
lengua o la gramática. En el muy conocido fragmento 14, el yo lírico exclama
jubilosamente “¡Qué alegría más alta:/ vivir en los pronombres!” (136) pues solo en
dicha clase de palabras radica la esencia de la amada. El resto, el reemplazo del
pronombre o lo que se le agregue al pronombre para ocultarlo o embellecerlo (los
sustantivos y los adjetivos), solo evitará el contacto con el tú único e irreductible.
Ahora bien, los pronombres no son los únicos elementos que aparecen. El
sincategoremático “sí” (como lo llama Cowes (1990)), esto es, el adverbio de
afirmación, también se erige como lugar en el que se desarrollan las acciones. De hecho
en el poema 16 leemos que “se leen por el aire/ largos síes, relámpagos/ de plumas de
cigüeña, / tan de nieve que caen,/ copo a copo, cubriendo/ la tierra de un enorme/ blanco
sí.” (140). El “sí” ha reemplazado los lugares tradicionales y ha pasado a erigirse como
un espacio donde se desarrollan las acciones.
- 121 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
En lo que no ha de pasar
me quedo, en el puro acto
de tu deseo, queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
más que verte a ti querer. (177-178)
- 122 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 123 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
1. La deixis temporal
1.1. Los deícticos temporales tradicionales
1.1.1. El eje ayer/hoy/mañana
- 124 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
En “Todo dice que sí” (fragmento 16), la presencia del adverbio “hoy” en la
segunda mitad es particularmente interesante:
Podemos acercarnos
hoy a lo que no habla:
a la peña, al amor,
al hueso tras la frente:
son esclavos del sí.
Es la sola palabra
que hoy les concede el mundo.
Alma, pronto, a pedir,
a aprovechar la máxima
locura momentánea,
a pedir esas cosas
imposibles, pedidas,
calladas, tantas veces,
tanto tiempo, y que hoy
pediremos a gritos.
Seguros por un día
—hoy, nada más que hoy—
de que los «no» eran falsos,
apariencias, retrasos,
cortezas inocentes.
Y que estaba detrás,
despacio, madurándose,
al compás de este ansia
que lo pedía en vano,
la gran delicia: el sí. (140-141)
62
En el poema 27, por ejemplo, leemos que “El mundo/ va a funcionar hoy bien” (163). En este caso la
idea de futuro expresada por la perífrasis verbal “ir + infinitivo” parece contraponerse con la de presente
expresada por “hoy”. Sin embargo, “hoy” no se limita a un punto único del presente (pues dicho punto
- 125 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
exacto sería inasible puesto que ni bien el emisor termina de decir la palabra esta pasa a formar parte del
pasado) sino que abarca un período de tiempo más extenso que puede incluir un pasado inmediato o un
futuro cercano, como el del ejemplo.
63
Como si la unión entre ambos hubiese ocurrido en el pasado o, mejor aún, en un tiempo indeterminado.
- 126 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
distancia que existe entre este presente del “hoy”, y el de la relación con la amada,
silenciada aquí por esa certera pregunta: “¿Me quisiste una vez?” Si la amada habló, si
tuvo un momento para expresarse o si, por el contrario, lo tendrá, ese momento solo
puede definirse en contraposición a aquel desde el que enuncia el yo. Una vez más la
presencia de la amada, su actitud y, en este caso, el tiempo en que amó al yo, son
definidas a partir de un eje deíctico egocéntrico, en este caso temporal.
En el poema 42, en cambio, el yo lírico se pregunta por el momento en que se
inició el diálogo entre los amantes:
- 127 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
la nada renace con el alba con el fin de volver a preguntar aquello que ya había
preguntado en un lapso de tiempo anterior a aquel desde el que ahora enuncia. De
hecho, “ayer” remite a un período que solo se entiende en relación con el tiempo
presente de enunciación cuyo emisor es el amante y no la amada. Solo a partir del
centro deíctico del yo puede el adverbio “ayer” señalar un tiempo pasado. Y solo a
partir de dicho centro debe interpretarse. No importa si la amada percibe el
tiempo de otro modo o si en su opinión las preguntas comenzaron dos meses atrás:
la referencia temporal, al igual que en el caso del “hoy”, depende, una vez más, de
las coordenadas egocéntricas de aquel que enuncia.
En otro grupo de poemas, los deícticos que preponderan son aquellos que
Eguren organiza en torno al eje del “ahora”, esto es, al momento en que se produce el
enunciado y no el día (como es el caso de “hoy”).
En el poema 26, el yo lírico anhela convertirse en el objeto que le entrega a la
amada y prefiere existir como dicho objeto y no como aquel que lo entrega:
- 128 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
No preguntarte me salva.
Si llegase a preguntar
antes de decir tú nada,
¡qué claro estaría todo,
todo qué acabado ya!
Sería cambiar tus brazos,
tus auroras, indecisas
de hacia quién,
- 129 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 130 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Y lentamente vas
formándote tú misma,
naciéndote,
dentro de tu querer,
de mi querer, confusos,
como se forma el día
en la gran duda oscura.
Y agoniza la antigua
criatura dudosa
que tú dejas atrás,
inútil ser de antes,
para que surja al fin
la irrefutable tú,
desnuda Venus cierta,
entre auroras seguras,
que se gana a sí misma
su nuevo ser, queriéndome. (186-187)
- 131 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 132 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
la de hoy”, a partir de su presencia en “laberintos fáciles” que “ahora” son del amante
(“míos”).
Una vez que ha destacado como característica esencial de la amada su capacidad
para ser ella misma a pesar de los múltiples cambios y su fidelidad para con la mudanza,
el yo se pregunta por el futuro y por lo que deparará esa relación en la que la amada,
cual fruto, prepara su zumo. Al utilizar en los primeros versos “hoy” y “ahora” y en la
segunda estrofa “mañana”, el amante, sin dejar de destacar que el tú es su propio “más
allá” (lo que equivaldría a decir que presenta sus propias coordenadas espacio-
temporales), deja entrever que dichos adverbios, y lo que implican, dependen del T0 de
su enunciación y se contraponen a partir de él. Y esta contraposición es interesante
porque es en el fondo doble, esto es, acontece en dos planos. Por un lado, se contrapone
a la presencia presente del tú un futuro incierto. Pero, por el otro, se oponen la idea de
un espacio de la amada que se define a partir de la enunciación del yo con otro
aparentemente autónomo y que permite que el yo afirme que el tú es su propio “más
allá”. Ahora bien, dicha afirmación es realizada por el yo en un momento determinado
de su enunciación y no es corroborada por la amada quien, como ya hemos dicho a lo
largo del análisis, no tiene voz pues aparece representada por lo que el yo, desde su
centro deíctico, dice de ella y del ámbito en el que actúa y se mueve.
En el 7, en cambio, apreciamos la voz de la amada, citada y recreada, empero,
por el yo, a modo de discurso directo:
«Mañana». La palabra
iba suelta, vacante,
ingrávida, en el aire,
tan sin alma y sin cuerpo,
tan sin color ni beso,
que la dejé pasar
por mi lado, en mi hoy.
Pero de pronto tú
dijiste: «Yo, mañana...»
Y todo se pobló
de carne y de banderas.
(…)
¡Mañana! Qué palabra
toda vibrante, tensa
de alma y carne rosada,
cuerda del arco donde
tú pusiste, agudísima,
arma de veinte años,
- 133 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 134 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
conocimiento que ahora tiene del ser amado y no a dos dimensiones de la amada,
distintas. La amada, en apariencia, siempre ha estado en el relámpago aun cuando las
acciones y los equívocos la ocultasen. De todas maneras, la hegemonía del yo a la hora
de definir el tiempo de la relación amorosa vuelve a estar presente porque la
intemporalidad de la amada solo se entiende si se la contrapone con el “ahora” desde el
que enuncia el yo y con el pasado que los pretéritos manifiestan. Es a partir de su centro
deíctico que el yo puede aprehender a la amada: “ahora” (en concordancia con este
presente en que enuncia, es decir, desde él y por él), el yo lírico reflexionará sobre el
pasado y mencionará las características temporales del tú.
La misma contraposición de tiempos en las actividades del amante se vislumbra,
con mayor claridad aún, en el poema 36. Allí tanto la acción de besar como el producto
de la misma, el beso, funcionan como ejes a partir de los cuales se define la
temporalidad:
El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.
- 135 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
puesto que lo que en realidad se compara es la diferencia entre el beso del pasado y el
beso del presente. No obstante, y puesto que el primer beso del yo se posa en los labios
de la amada y el segundo en la conjunción del beso y los labios, productos de la primera
acción, la del pasado, la contraposición también afecta a la amada ya que el tiempo
representado por el “ayer” la incluye. Este adverbio, como los que ya analizamos,
depende del T0. Y en este caso, el T0, que equivale al centro deíctico de la enunciación
del yo, postula la ausencia de la amada pues “hoy estoy besando un beso;/ estoy solo
con mis labios”. Vemos entonces cómo la oposición de los deícticos, permite
contraponer dos besos diversos que representan dos momentos distintos de la relación
pero que, de todos modos, dependen del momento en que el amante, y no la amada,
enuncia. De hecho, el poema concluye con la idea de que este segundo beso, el del
“hoy”, dura más
- 136 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Lo encontraremos, sí.
Nuestro beso. ¿Será
en un lecho de nubes,
de vidrios o de ascuas?
¿Será
este minuto próximo,
o mañana, o el siglo
por venir, o en el borde
mismo ya del jamás?
¿Vivos, muertos? ¿Lo sabes?
¿Con tu carne y la mía,
con mi nombre y el tuyo?
¿O ha de ser ya con otros
labios, con otros nombres
y siglos después, esto
que está queriendo ser
- 137 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
En primer lugar, vale destacar la presencia del verbo “ser” conjugado en futuro
del indicativo en contraste con otros verbos, como “inventar”, conjugados en presente
del indicativo. En segunda instancia, no podemos obviar la presencia de dos adverbios
de tiempo, “mañana” y “hoy” que, junto al tiempo verbal, definen claramente los dos
momentos que se oponen en el fragmento. Sin embargo, y a diferencia de los otros
poemas analizados -en los que la contraposición se centraba en un tiempo presente de
enunciación, en el cual, por lo general, la amada ya no estaba, y un tiempo pretérito-, en
el poema 66 el contraste se da entre el presente y el futuro, entre la relación que anhela
ser (el presente) y la concreción que tendrá lugar (el futuro). Y ambos tiempos, una vez
más, representan dos momentos de la relación amorosa aunque siempre desde el centro
deíctico del yo que enuncia.
Si bien “mañana” o “el siglo por venir”, instancias en las que el yo cree que
encontrará, junto al tú, el beso, “nuestro beso”, afectan a la amada, el contraste solo es
posible si se tiene en cuenta la siguiente parte del poema en la que el tiempo de la
acción se superpone, o coincide, con el tiempo de la enunciación del yo (“hoy”, “desde
ahora”). Además, también el lugar coincide en este fragmento con las coordenadas
locativas del yo pues el “aquí” del verso 17 señala un lugar cercano a quien enuncia y
determinado por él (el tú puede no compartir dicha percepción del espacio).
- 138 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 139 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
No obstante, “ya” puede vincularse con una acción que no había acontecido
antes del presente de la enunciación y que en el momento en que se enuncia está
completa, por lo que el rango de tiempo que abarca se amplía al incluir, no solo el
presente de enunciación (“ahora”), sino también un pasado no muy lejano y actualizado
en el presente64.
En el poema 21, por ejemplo, el proceso que lleva a la muerte empezó en el
pasado pero se completa en el presente: “Y todo enajenado podrá el cuerpo/ descansar,
quieto, muerto ya.” (153). Lo mismo acontece con las nubes en el poema 24: “Tu tarea/
es llevar tu vida en alto,/ jugar con ella, lanzarla/ como una voz a las nubes,/ a que
recoja las luces/ que se nos marcharon ya” (156-157), donde se aprecia claramente que
la marcha de las nubes había comenzado en el pasado. También el poema 28 es
esclarecedor al respecto: “¿Amor? ¿Vivir? Atiende/ al tic tac diminuto/ que hace ya
veinte años/ sonó por vez primera/ en una carne virgen/ del tacto de la luz” (166). En
este caso, el giro adverbial “veinte años” y el adverbio “ya” se complementan y se
explican a partir del eje de enunciación: hace ya (“ahora”, “en este momento”) veinte
años, entendidos a partir del momento en que el yo enuncia, sonó el tic tac diminuto.
También en los poemas finales aparece el adverbio “ya” con estos matices. En el
fragmento 62, leemos: “Vuelto al osario inmenso/ de los que no se han muerto/ y ya no
tienen nada/ que morirse en la vida” (229). Y lo mismo acontece en el poema 69: “¿Y si
hubiese/ otra luz más en el mundo/ para sacarles a ellas,/ cuerpos ya de sombra, otras/
sombras más últimas” (242). O en el poema final, donde las sombras piden límites:
“Cansadas ya de infinitud, de tiempo/ sin medida, de anónimo, heridas/ por una gran
nostalgia de materia,/ piden límites, días, nombres./ No pueden vivir así ya más” (244).
Por último, debemos analizar brevemente los tiempos verbales que aparecen en
los poemas porque a su modo también funcionan como deícticos. El pasado y el futuro
se entienden como un momento anterior o posterior al T0, mientras que el presente es
percibido como un lapso simultáneo a dicho T0. De todas maneras, solo consignaremos
64
Remito al ejemplo citado en la Primera Parte de esta tesis: “El niño ya está dormido”, donde “ya” no
solo funciona como “ahora”, “en este momento”, sino que informa cuándo empezó la acción que no es
completamente simultánea al presente de enunciación.
- 140 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
los tiempos verbales que aparecen pues ya hemos ejemplificado su función en el análisis
de alguno de los poemas65.
El modo indicativo está presente en todos los poemas del libro. En 63 poemas
los verbos están en presente mientras que en 46 están en pretérito (principalmente
imperfecto y perfecto simple, aunque hay unos pocos casos en los que aparecen el
perfecto compuesto y el pluscuamperfecto); en 28 poemas están en futuro, y solo en 16
en condicional (simple, predominantemente).
En el caso del modo imperativo, este solo es empleado en 10 de los 70 poemas,
mientras que el subjuntivo (con el presente y el pretérito imperfecto como tiempos
predominantes) es utilizado en 40 poemas.
En este último apartado, analizaremos aquellos poemas en los que tanto las
coordenadas temporales como las espaciales desaparecen, y en los que la ambigüedad
con respecto a la temporalidad y a la especialidad aumenta. Como ya hemos explicado,
la indeterminación de los deícticos, que dependen de la enunciación del yo para
entenderse y que muchas veces no señalan lugares o períodos de tiempo concretos, no
es la única causa de dicha ambigüedad. La ruptura de las coordenadas espacio-
temporales también incrementa la vaguedad en la que muchas veces queda sumida la
relación o, más precisamente, la amada.
En el fragmento 2, por ejemplo, el tú es concebido en un principio como un
soplo o una brisa; sin embargo, el yo se percata de su error y confiesa que cuando ella
venga:
desatada, implacable,
para llegar a mí,
murallas, nombres, tiempos,
se quebrarían todos,
deshechos, traspasados
irresistiblemente
por el gran vendaval
de su amor, ya presencia. (110)
65
No especificaremos en cada caso de qué tiempo específico se trata, sino que dividiremos los tiempos en
presente, pretérito (perfecto simple, compuesto, imperfecto), futuro y condicional, y aclararemos si se
trata del modo indicativo, del subjuntivo o del imperativo.
- 141 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
En este caso, la fuerza del amor acarrea tal ímpetu que la llegada de la amada
pulverizará toda estructura y hasta la misma temporalidad. Solo la presencia del amor,
causa central de esta ruptura, persistirá.
También en el poema 12 se retoma la idea de la amada como vendaval repentino
que solo se conoce en la tormenta y que no depende ni del día ni de la noche:
Te conocí en la tormenta.
Te conocí, repentina,
en ese desgarramiento
brutal de tiniebla y luz,
donde se revela el fondo
que escapa al día y la noche. (132)
- 142 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
En este caso hay una inversión del tópico anterior, pues en lugar de destruir, la
aparición o entrega de la amada recrea el universo. El mundo, antes de la presencia de
la amada, no tenía límites precisos, ni siquiera nombres. El pasado, única referencia
temporal concreta, se torna ambiguo pues no tiene nombre y solo depende de los
amantes, quienes pueden bautizarlo a su gusto. En el caso de las ciudades, cuyo
vínculo con la categoría de espacio es más que elocuente, esperaban la autorización
del tú para funcionar. Sin embargo, esta subjetivización del tiempo y del espacio, que
parecen no afectar a los amantes y principalmente a la amada, culmina con la
confesión, que retomaremos en el siguiente capítulo, que el yo realiza al final: también
él estaba esperando, anheloso, a que ella le otorgara sus límites y le permitiera, a
través de su amor, vivir.
Pero no son las acciones de la amada las únicas capaces de abolir el tiempo y el
espacio. En el fragmento 15, “la alegría/ atropellada, loca”, su alegría (y la que
provoca en el yo la relación amorosa), es la encargada de destruir los ejes temporo-
espaciales:
Porque se desprendió
del quiero, del deseo,
y ebria toda en su esencia,
no pide nada, no
va a nada, no obedece
a bocinas, a gritos,
a amenazas. Aplasta
- 143 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Así como en el poema anterior la amada definía con su accionar, con sus
palabras, el orden del mundo y del amante, en este, será su alegría la que arremeta
contra todo y pueble el planeta de ruinas, entre ellas la del tiempo, que de poco sirve
frente al ímpetu ebrio que trae el sentimiento de felicidad. Además, esta abolición de
los límites precisos por obra de la alegría no es vista por el yo como negativa sino más
bien como un inevitable triunfo, como una presencia difícil de frenar y tan impetuosa
como la tormenta con la que en poemas anteriores comparaba a la amada.
La presencia de un mundo en ruinas como consecuencia del ímpetu con que se
presenta la amada o el amor que el yo y el tú se tienen, aparece claramente en el
poema 17:
- 144 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 145 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 146 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
cantándonos a gritos
fúlgidos de futuro:
«Eso no es nada, aún.
Buscaos bien, hay más». (147)
- 147 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
No se trata aquí de una ruptura sino más bien de un lugar y un tiempo poéticos,
sin límites, que coinciden con el deseo profundo del yo. Es en el querer donde los
amantes habitan pues al delimitar su tiempo y su espacio, o mejor dicho, al deslimitarlo,
el amante (in)determina el tiempo y el lugar de la amada. A partir del deseo y del
anhelo (y en ellos), los límites temporales y locativos del mundo cotidiano ceden y se
desvanecen.
También los poemas finales retoman la idea de unas coordenadas imprecisas y
ambiguas. En el poema 65, por ejemplo, el yo lírico describe los mundos en los que ha
vivido con su amada:
No en palacios de mármol,
no en meses, no, ni en cifras,
nunca pisando el suelo:
en leves mundos frágiles
hemos vivido juntos.
El tiempo se contaba
apenas por minutos:
un minuto era un siglo,
una vida, un amor.
Nos cobijaban techos,
menos que techos, nubes;
menos que nubes, cielos;
aun menos, aire, nada. (234)
Como se observa en la descripción del yo, los mundos que habitaron los amantes
eran frágiles, sin tiempo ni lugares precisos puesto que así como un siglo equivalía a un
minuto, un techo derivaba en una nube, en un cielo y finalmente en la nada. No hay
refugio posible en estos mundos indeterminados y ambiguos, los cuales, sin embargo,
son criticados en el último poema del libro, al anhelar el yo la vuelta a lo preciso:
- 148 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
En este capítulo hemos rastreado los diversos deícticos vinculados con el tiempo
con el fin de apreciar las coordenadas temporales de la amada y de la relación amorosa.
En primer lugar, estudiamos los deícticos tradicionales según dos ejes
(ayer/hoy/mañana y antes/ahora/después) que dependen del T0, esto es, el de la
enunciación del yo para ser comprendidos.
En una segunda instancia, analizamos aquellos poemas en los que existe una
clara contraposición de tiempos verbales y de deícticos temporales y descubrimos que,
salvo excepciones, los adverbios o verbos que denotan el presente se refieren a la
relación como concluida o en germen, mientras que aquellos en los que predominan el
pasado o el futuro la muestran en su plenitud o en potencia. En otras palabras, el yo
lírico enuncia desde un presente en el que la amada deseada está ausente y desde el cual
clama por una futura unión o recuerda nostálgicamente lo ya acontecido. Sin embargo,
en todos los casos las coordenadas son poco precisas y dependen de su enunciación.
Luego analizamos el uso de los tiempos verbales y del adverbio ya, que permite
vincular acciones iniciadas en el pasado con el presente. Finalmente, nos concentramos
en aquellos fragmentos en los que la amada parece no amoldarse a las coordenadas
- 149 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 150 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 151 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
encuentran dispersos e intercalados con aquellos en los que las decisiones de la amada
son las que predominan.
Para comenzar vale destacar que el yo aparece como activo solo en el tercer
fragmento. Allí destaca que “Por detrás de las gentes/ te busco” e inicia el proceso que
lo llevará al encuentro con la amada. Recordemos que en el poema 1 el yo describe al tú
y se define a sí mismo como sombra, en contraposición con ella, que es quien pulsa las
cuerdas de la vida, en tanto que en el poema 2, el yo masculino espera a la mujer en una
actitud pasiva aunque relevante. En el poema 3, en cambio, el yo lírico busca a su
amada por detrás de su nombre o de su imagen -“por detrás de ti te busco” (111)- y
expone el problema de la identidad del apóstrofe con el que dialogará a lo largo del
poemario.
No solo en buscar se concentra el yo. En el fragmento 5, el amante describe el
momento en que conoció a la amada (aunque no da mayores precisiones en cuanto a
fechas) y destaca que ella habla “en un idioma del mundo,/ con gramática e historia.
Tan de verdad que parecía mentira” (118). Empero, enseguida se contradice y clama
que tendrá que soñarlo todo. Su actividad, entonces, queda reducida al soñar a la amada.
Ahora bien, ¿a qué se debe ese abandono de la búsqueda? Leemos en el poema:
- 152 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Si tú no tuvieras nombre,
yo no sabría qué era
ni cómo, ni cuándo. Nada.
(…)
Si tú no tuvieras nombre,
todo sería primero,
inicial, todo inventado
por mí,
intacto hasta el beso mío.
Gozo, amor: delicia lenta
de gozar, de amar, sin nombre.
- 153 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
habitual y le da un nuevo valor capaz de revelar el alma del ser mencionado. La amada
aparente es la designada por un nombre social, indicando la falsedad del ambiente en
que se mueve” (1996: 126). Si bien más adelante nos ocuparemos de la “veracidad” o
“falsedad” de la amada, es importante insistir en el rol activo del amante que muchas
veces consiste o bien en buscar a la amada, o bien en soñarla.
En el fragmento 14, el yo busca el irreductible tú de la amada (pues “Qué
alegría más alta:/ vivir en los pronombres” (136)), y aclara que destruirá todos los
rótulos que la cubren para llamarla y confesarle su amor:
Lucha
- 154 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Ansia
de irse dejando atrás
anécdotas, vestidos y caricias,
de llegar,
atravesando todo
lo que en ti cambia,
a lo desnudo y a lo perdurable.
Y mientras siguen
dando vueltas y vueltas, entregándose,
engañándose,
tus rostros, tus caprichos y tus besos,
tus delicias volubles, tus contactos
rápidos con el mundo,
haber llegado yo
al centro puro, inmóvil, de ti misma,
y verte cómo cambias,
–y lo llamas vivir –
en todo, en todo, sí,
menos en mí, dónde te sobrevives. (153)
Este poema es uno de los más importantes del libro. En él, el yo lírico describe
su intención de encontrar a aquella amada que habita el centro inmóvil, inmutable, y no
a la que prefiere los rostros volubles, los caprichos, cuya nota característica es el cambio
constante. Sin embargo, no se trata de una búsqueda sencilla ni mucho menos inocente.
En primer lugar, y como vemos al comienzo de la segunda estrofa, el yo lírico deberá
luchar consigo mismo y con las actitudes de la amada cambiante para no quedar
atrapado en aquello que muta. Deberá para eso superar las anécdotas, desnudar a la
amada de sus vestidos y caricias convencionales para acceder a lo desnudo y
perdurable.68 Pero en segunda instancia, y esto es lo que nos interesa destacar aquí, el yo
lírico se erigirá en el lugar donde la amada constante y definitiva se sobrevivirá. Este
dato, la elección del verbo “sobrevivir” como contrapuesto a “vivir”, y su posición en el
poema, no es menor ni mucho menos arbitrario; se trata de una confesión fundamental
para el análisis del poema, pues el yo lírico será quien le permita a esta amada inmóvil,
sobrevivir. Sólo él, con sus esfuerzos, podrá lograr tamaña hazaña. Y aquí vuelve a
asomar la pregunta: ¿existe esta amada inconstante y perdurable fuera de la enunciación
68
Evidentemente se trata también de un poema de fuerte contenido erótico, que alude mediante nombres
y giros abstractos o metafóricos al encuentro sexual.
- 155 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
del yo lírico? Si ella depende de sus actividades y es descrita a través de las mismas, ¿se
la puede confirmar como un ser distinto del amante o es que en realidad la única amada
que existe es la que muta cada día, y a la que el yo intenta dejar detrás? No pretendemos
responder estos interrogantes ahora, pero vale la pena destacar el rol central que el
amante tiene y que, en muchos poemas, supera al de la amada hasta el punto de
determinar sus características y su modus operandi.
También en el poema 27 se retoma la idea del anhelo pero esta vez como un
sueño explícito del yo lírico:
- 156 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Escartín, siguiendo a Dámaso Alonso (1968), “el enamorado rehúye la realidad para
evitar el dolor de no poder conseguir la unión perfecta” (1996: 164). De este modo, al
soñar, el amado parece estar más cerca del yo que busca al estar despierto. Vemos así
cómo la búsqueda se complementa con el anhelar y el soñar.
A veces el anhelo se manifiesta en las súplicas y no en los sueños, tal como
acontece en el poema 52. En este fragmento el yo le ruega al espejo que distancie a la
amada falsa y le otorgue la que él cree real:
Distánciamela, espejo;
trastorna su tamaño.
(…)
Desvía
su mirada; que no
me vea, que se crea
que está sola.
Que yo sepa, por fin,
cómo es cuando esté sola.
Entrégame tú de ella
lo que no me dio nunca.
Aunque así
–¡qué verdad revelada!–,
aunque así, me la quites. (209)
- 157 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 158 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Y estoy abrazado a ti
sin preguntarte, de miedo
a que no sea verdad
que tú vives y me quieres.
Y estoy abrazado a ti
sin mirar y sin tocarte.
No vaya a ser que descubra
con preguntas, con caricias,
esa soledad inmensa
de quererte sólo yo. (185)
- 159 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
confiesa que lo que lo está agobiando “es la distancia, es/ el hueco de tu cuerpo” (197).
Y en el 47 vemos que, tras quedarse solo en la habitación donde simulaba dormir, el yo
afirma que: “su gran obra de amor/ era dejarme solo” (201).
En el caso del fragmento 46, la situación es más compleja. El yo lírico comenta
que en un principio deseaba oír la voz de su amada, conocer las letras íntimas pero
“como nunca sonaban,/ me las decía yo,/ las pronunciaba, solo,/ porque me hacían falta”
(198). No obstante, un día el tú habló pero desde lejos, con una voz que el yo describe
como una sombra de voz y que confiesa no haber oído. Y lo interesante es el motivo
que le impidió en aquel entonces (un pasado que, como ya vimos, nunca es claramente
precisado) oír lo que el tú tenía para decirle:
- 160 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Me fui a tu encuentro
por el dolor.
Tú no venías por allí.
- 161 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Existe, sin embargo, otro grupo de poemas en los que la actividad del yo no
consiste en reconocer su soledad o en describir sus dudas y anhelos, sino en incitar a la
amada a buscarse a sí misma y en ayudarla a desarrollar su identidad más profunda
(siempre desde el punto de vista del yo amante).
En el poema 11, si bien será ella quien alcance su verdadero yo (verdadero desde
la perspectiva del yo lírico), es el amante quien inicia el proceso, al darle su amor:
- 162 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
La careta caerá pero solo a partir del acto del amante que le brinda su
amor/espejo para que ella reconozca su verdadero ser. Con esta acción, menor en
apariencia, el yo lírico pasa a ocupar un papel fundamental en la relación. Aun cuando
en muchos poemas reconozca que su existencia cambió a partir de la amada, en muchos
otros vemos que es él quien la mueve a actuar y le permite a ella descubrir su identidad.
El problema en este caso, y volveremos sobre esto más adelante, es que la identidad de
la amada, al ser definida a partir de las acciones del yo, se torna ambigua.
El poema 24, por su parte, está armado en torno a diversos verbos en imperativo:
el yo le ordena o le sugiere a la amada lo que tiene que hacer para cumplir con su deber,
que no es otro que ser ella misma:
- 163 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Una vez más, el yo sugiere qué hacer para superar las diferencias invencibles y
encontrarse con la amada. El lugar al que arribarán es un espacio ambiguo y difícil de
determinar, lo que nos lleva a sospechar sobre su existencia y sobre las posibilidades de
que el encuentro con la amada deseada haya ocurrido u ocurra realmente.
En otras ocasiones, es la amada la que actúa, o al menos así lo deja entrever el
yo, pero hay una acción o un gesto por parte del amante que le permiten al tú encontrar
su verdadera identidad. Es el caso del poema 33 donde la amada, y retomaremos este
poema en el siguiente apartado, es definida como amante por su rol activo, pero donde
el yo confiesa que solo por su amor ella llegará al suyo: “Un día entre todos/ llegaste/ a
tu amor por mi amor” (176). O el caso del poema siguiente, el 34, donde una vez más
ella decide lanzar palabras o mirar hacia algún lado mientras el yo realiza la acción
principal: esperarla más allá de los fines precisos en el acto de verla querer, pues “En lo
que no ha de pasar/ me quedo, en el puro acto/ de tu deseo, queriéndote” (178). Y es
dicha acción la que enmarca y se opone a las de la amada, cuyo dinamismo contrasta
con la pasividad de la espera (fundamental, por cierto) del amante.
En lo que concierne a la espera, el poema 38 es significativo. Luego de pedirle a
la amada que no se explique ni le explique a él su amor, el yo lírico la insta a dar los
pasos necesarios para llegar “a ese gran centro donde yo te espero”, y donde el amor
total es “quererse como masas” (184), con la materia corporal como soporte.
En ciertas ocasiones, la búsqueda amorosa no está exenta de dolor y para
alcanzar su identidad profunda la amada deberá sufrir a causa del yo quien, de todas
maneras, lamenta el rumbo de sus acciones. Es lo que apreciamos en el poema 41, uno
de los más significativos del libro:
- 164 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
En este poema, la acción del yo, que se define como torpe, es fundamental para
el desarrollo de la identidad de la amada y, en última instancia, de la propia relación
entre ambos. No obstante, como ya anticipamos, no está exenta de dolor. El yo deberá
recurrir a él para obtener lo mejor de la amada y para obligarla a ella a dar a luz a la
nueva criatura que aguardaba dentro de sí, en potencia. La acción de buscar del yo no se
limita a encontrar a la amada y disfrutar, sino que configura toda una pedagogía del
amor: el amante será el encargado, mediante sus actos dolorosos, de ayudar a la amada a
perfeccionarse y superarse. Una vez más es él quien le permite alcanzar ese estado
nuevo.
Finalmente, en el poema 50, el amante plantea la existencia de dos amadas que
se contraponen desde su punto de vista -una falsa y una verdadera-, y concluye que solo
al mirarlo a él podrá el tú percatarse de la presencia de la otra y repensar cuál es su
verdadero yo:
Y vendrá un día
-porque vendrá, sí, vendrá-
en que al mirarme a los ojos
tú veas
- 165 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
en el puro vivir
sin sucesión,
salvador de motivos,
de orígenes, de albas.
No volver la cabeza
ni mirar a lo lejos
aquel día supimos
tú y yo. No nos hacía
falta. Besarnos, sí.
Pero con unos labios
tan lejos de su causa,
que lo estrenaban todo,
beso, amor, al besarse,
sin tener que pedir
perdón a nadie, a nada. (145)
El acto de besar, que incluye, por supuesto, a los dos amantes pero que es
recordado y destacado por el yo, se erige en el poema como el acto puro, aquel que no
necesita justificarse ante nada y que no tiene causa ni motivo. No hacía falta mirar a lo
lejos para buscar el porqué de esa dicha, parecen pensar los amantes. Solo era necesario
besarse para que al hacerlo, todo se volviera nuevo, inmaculado.
- 166 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Los siguiente dos poemas, el 19 y el 20, también retoman el gozo de los amantes
en comunión. En el caso del primero de los fragmentos, se describe la búsqueda
frenética del amor a partir de la multiplicación de las caricias para destacar luego la
entrega ciega:
Y al otro lado ya
de cómputos, de sinos,
entregarnos a ciegas
– ¡exceso, qué penúltimo! –
a un gran fondo azaroso
que irresistiblemente
está
cantándonos a gritos
fúlgidos de futuro:
«Eso no es nada, aún.
Buscaos bien, hay más». (147)
Los amantes, unidos por el exceso de pasión, se entregan a esa dicha sin destino
ni cálculos, a ese “gran fondo azaroso” que, sin embargo, no es la meta sino el
comienzo de una aventura aún más profunda donde lo que prima es la abundancia.
En el caso del fragmento 20, en cambio, la confianza en la multiplicación cede,
aunque no el ímpetu de búsqueda. Si bien el amor es presentado como problemático
(“¡Amar! ¡Qué confusión/ sin par! ¡Cuántos errores!”), tanto el amante como la amada
deberán aceptar que para querer
- 167 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
queriéndose
tan desprendidamente
de aquello que no es él,
que va ya por encima
de triunfos o derrotas,
embriagado en la pura
gloria de su acertar. (149)
Y lo que tú y yo queremos
y el día –ya tan cansado
de estar con su luz, derecho –
es que nos llegue, viviendo
y con temblor de morir,
en lo más alto del beso,
ese quedarse rendidos
por el amor más ingrávido,
al peso de ser de tierra,
materia, carne de vida.
En la noche y la trasnoche,
y el amor y el trasamor,
ya cambiados
en horizontes finales,
tú y yo, de nosotros mismos. (169-170)
- 168 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
enunciado por el yo. Como había acontecido en los poemas anteriores, nuevamente el
anhelo de alcanzar la plenitud del vínculo nos lleva a preguntarnos si la relación existió
o si se quedó, siguiendo al yo lírico, en la fe. Al plantear como meta la transformación
final de ambos, el amante destaca los rasgos positivos del vínculo; pero, al hacerlo, deja
entrever, asimismo, que ese momento no ha llegado, por lo que una vez más sus
actividades se quedan en la espera de una culminación que no aconteció. De todas
maneras, y a diferencia de los poemas en los que lo que prevalecía era la duda o el
recuerdo de acciones pasadas, en estos la esperanza de los amantes, reflejada en la
expresión “que nos llegue”, muestra que en algunos poemas la actitud de ambos es,
desde el punto de vista del yo enunciador, positiva69.
La situación anímica cambia hacia el final del libro y la actitud del nosotros que
actúa en los poemas (siempre enunciados por el yo lírico que alterna sus impresiones
personales con esta primera persona plural) se torna más sombría y dubitativa. Es lo que
ocurre en el poema 65 donde, luego de recordarle a la amada que “en leves mundo
frágiles/ hemos vivido juntos”, el amante se pregunta si el hilo del que pendía la
relación había sido sostenido por alguien. A partir de esa duda de carácter metafísico,
concluye que la vida de ambos no parece vivida y le explica a la amada que para
recordarla no debe mirar “donde se buscan siempre/ las huellas y el recuerdo./ No te
mires al alma,/ a la sombra, a los labios./ Mírate bien la palma/ de la mano, vacía”
(235). El furor y la expectativa del poema anterior son reemplazados aquí por la
ausencia física o la posibilidad de un destino impreso en la palma de la mano. Solo a
partir de allí podrá la amada, si lo desea, reconstruir la relación, pues la misma no ha
dejado otras huellas.
Finalmente el poema 70, el último de La voz a ti debida, retoma la idea del
deseo del amante como eje del poema pero en este caso lo que anhela el yo es la vuelta
“a esta corporeidad mortal y rosa/ donde el amor inventa su infinito” (245). Reconoce al
inicio del fragmento que ambos han forjado sombras pero también conviene en que ha
llegado el momento de brindarles un cuerpo para que no desaparezcan. En el apartado
final analizaremos en detalle este poema: aquí bástenos señalar que la presencia de un
nosotros en el poemario es bastante fuerte y que las actitudes y acciones que se vinculan
con dicha persona gramatical son muy variadas. De todas maneras, y como hemos
repetido más de una vez, no hay que olvidar que es el yo lírico, y no la amada, quien
69
Tanto el poema 8 como el 16 destacan la felicidad que genera la unión al poner en primer plano la
alegría y el sí, respectivamente, como símbolos de la relación
- 169 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
destaca el papel del nosotros y describe las acciones que se llevan o se deberán llevar a
cabo.
En el primer poema del libro, el yo lírico presenta a la amada como un ser activo
y de gran importancia: parece autosuficiente (“Tú vives siempre en tus actos” (105)),
decidida (“Tú nunca puedes dudar” (106)) y vital (“La vida es lo que tú tocas” (106)),
en comparación con el yo que, como vimos, se presenta como una sombra. Es ella la
encargada de volver “los misterios/ del revés” (106) y de arrancarle al mundo lo más
grato de él.
En el segundo poema, el amante confiesa su error al imaginar la llegada de la
amada como la de una brisa y confiesa, en cambio que cuando ella llegue “murallas,
70
Aquí analizaremos las acciones más significativas del tú y, especialmente, aquellas que se vinculan con
la segunda dimensión de la amada. En la segunda parte, además de retomar esta segunda dimensión de la
amada, nos concentraremos en las acciones que corresponden a su primera dimensión.
- 170 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
71
La referencialidad del término “fidelidad” es de por sí problemática, pues como sostiene Prado Biezma
(1984: 485-486) se trata de un sustantivo cuyo significado depende, en última instancia, de ciertas pautas
inherentes a determinada cultura (tal como ocurre con el sustantivo “paz” o “matrimonio”).
72
En este caso las palabras de la amada aparecen citadas entre comillas, para resaltar la literalidad de la
cita del amante. Curiosamente, son pocos los casos en los que esto ocurre pues, por lo general, es él quien
describe sus acciones o reproduce, indirectamente, sus pensamientos.
- 171 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Según apreciamos en el fragmento citado por segunda vez, las cosas esperan la
llegada de la amada cuya palabra adquiere, nuevamente, un valor performativo. No
obstante, y a diferencia del poema anterior, en este caso no se trata de poblar el mundo
- 172 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
con caricias sino de determinar su lugar, de animar los verbos (volverlos performativos
como su propia voz) y, como si fuera poco, de llamar a la vida al yo que, como el
mundo, espera anhelante su presencia.
Por otra parte, en el poema 17, aun cuando se destaca el rol activo de la amada
que, junto al yo, de la mano, irá inventando ruinas (143), apreciamos la vuelta a un
estadio anterior del mundo. Una vez más, la amada es descrita como un ser capaz de
transformar la realidad; pero, en este caso, en lugar de soplar su hálito vital sobre el
mundo, su rol consiste en entregar al yo “el retorno/ al palpitar primero,/ sin luz, antes
del mundo,/ total, sin forma, caos”. Entre el orden completo o el caos total deambula la
amada y su paso es determinante tanto para el mundo como para el yo que, muchas
veces, sólo la acompaña tímidamente.
En lo que concierne a la influencia del tú sobre la vida del yo, el poema 21
presenta una situación peculiar: la amada, aquí, no le da vida al yo sino que vive su
vida:
¡Que alegría, vivir
sintiéndose vivido!
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
(…)
Que hay otro ser por el que miro el mundo
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
(…)
Y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar, quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte. (150-152)
- 173 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
través de una muerte del ser que era para alumbrar otro” (1996: 152). La no muerte del
verso es y no es, para parafrasear a Kristeva, una muerte: por un lado, se trata,
efectivamente, de aniquilar a un ser; pero, por el otro, dicho aniquilamiento simbólico
es, a la vez, la causa que permite el surgimiento de un nuevo ser. Y lo que es todavía
más significativo es que el yo lírico realizará la misma operación sobre la referencia de
la amada. Si bien retomaremos este punto fundamental al final del capítulo, es menester
aclarar que el yo lírico del libro, que en este poema es vivido y determinado por la
amada, utiliza este fragmento para poner a la vista el mismo procedimiento que aplicará
con ella. No obstante, en este poema es ella quien lo vive a él y lo ayuda a alumbrar su
nuevo ser.
También en el poema 26 presenciamos un recurso peculiar:
¡Ah!, si fuera la rosa
que te doy; la que estuvo
en riesgo de ser otra
y no para tus manos,
mientras no llegue yo.
La que no tendrá ahora
más futuro que ser
con tu rosa, mi rosa,
vivida en ti, por ti,
en su olor, en su tacto.
hasta que tú la asciendas
sobre su deshojarse
a un recuerdo de rosa,
segura, inmarcesible,
puesta ya toda a salvo
de otro amor u otra vida
que los que vivas tú. (160-161)
El amante desea ser la rosa que le otorga a la amada para que ella la transforme,
la ascienda (y el valor semántico del verbo no es inocente) a un recuerdo de rosa que
dependa solo del yo y no de otros amores u otras contingencias que no sean el amor de
la amada. Y lo que es interesante es que la amada terminará padeciendo la suerte de la
rosa cuando el yo, y lo veremos en breve, la ascienda si no a un recuerdo, sí a una
proyección imaginaria de su deseo que derivará en una referencialidad prospectiva. Al
igual que en el poema anterior, la amada tiene un rol preponderante y activo; pero dicho
rol no es gratuito: tarde o temprano el yo retomará su rol central y operará una
transformación sobre el recuerdo de su amada.
El fragmento 29 retoma la huida a un mundo distinto del cotidiano, producto de
la mediación de la amada. Es ella quien, cuando cierra los ojos, transporta al yo a un
- 174 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Y de pronto se siente,
cuando ya te acababas
en asunción de ti,
que en tu mismo final,
renacida, te empiezas
otra vez. Y que el don
de esa hermosura tuya
te abre
-límpida, insospechada-
- 175 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Cuando tú me elegiste
– el amor eligió –
salí del gran anónimo
- 176 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
de todos, de la nada.
Hasta entonces
nunca era yo más alto
que las sierras del mundo.
Nunca bajé más hondo
de las profundidades
máximas señaladas
en las cartas marinas.
(…)
Posesión tú me dabas
de mí, al dárteme tú.
Viví, vivo. ¿Hasta cuándo?
Sé que te volverás
atrás. Cuando te vayas
retornaré a ese sordo
mundo, sin diferencias,
del gramo, de la gota,
en el agua, en el peso.
Uno más seré yo
al tenerte de menos.
Y perderé mi nombre,
mi edad, mis señas, todo
perdido en mí, de mí.
Vuelto al osario inmenso
de los que no se han muerto
y ya no tienen nada
que morirse en la vida. (227-229)
- 177 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
En esta primera parte del capítulo hemos analizado las características del yo y
del tú, sus roles, las acciones que llevan a cabo y la relación que se teje entre ellos.
Hemos advertido la alternancia de funciones a lo largo del poemario y el orden
arbitrario de los poemas, aunque vale aclarar que los fragmentos vinculados con la
angustia del yo y su deseo por recobrar lo perdido aparecen entre los 15 últimos. De
todas maneras, y como ocurre en toda relación amorosa, los cambios de ánimo bruscos
son fundamentales. Debemos repetir, finalmente, que el yo masculino es el único que
- 178 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
enuncia en el libro de Salinas y, por ende, quien presenta, describe y cita las palabras de
la amada.
En lo que concierne a la caracterización del yo, hemos observado que sus
acciones se corresponden con dos grandes actitudes: por un lado la de la búsqueda,
mediante anhelos, sueños, recuerdos, dudas y la espera de la amada; por el otro, su
actitud socrática frente a la constitución del ser de la amada y su identidad potencial.
Hemos comprobado también que la búsqueda deriva a veces en la felicidad del amor
compartido, principalmente en los poemas en los que predomina la primera persona del
plural, pero, en otras ocasiones, es la ausencia lo que prevalece.
Con respecto a la amada, sus acciones suelen asociarse con un dinamismo
particular y único: ella es, al menos en su segunda dimensión referencial, quien da
identidad al yo y quien lo redime. En otras palabras, la amada es presentada como
amante demiurga y redentora.
- 179 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
que Prado Biezma denomina retrospectiva y que, sin dejar de ser ficticia, se diferencia
de la prospectiva por no depender exclusivamente de la enunciación del yo lírico73. En
una segunda sección, analizaremos aquellos poemas en los que el yo lírico opera su
proyección referencial sobre la primera dimensión de la amada. Dichos poemas serán
fundamentales pues en ellos se puede observar claramente el paso de un tipo de
referencia al otro.
Finalmente dedicaremos un breve apartado final al análisis de los últimos
poemas del libro por considerarlos esenciales para entender el desarrollo de la relación
amorosa. Esto nos permitirá enunciar, a continuación, las conclusiones finales del
trabajo.
Los poemas de esta sección son pocos pero significativos. Como veremos luego,
la mayoría de las apariciones de las dos amadas –o sea, de las dos dimensiones
referenciales de la amada- se produce en simultaneidad y, por ende, las analizaremos en
la segunda sección.
Quizás el poema más significativo del libro en lo que concierne a la amada
cotidiana con referencia retrospectiva sea el 5:
73
Nuestra división en dos dimensiones de la amada, una referencial retrospectiva y otra proyectiva o
prospectiva, no ignora el hecho de que ambas están evocadas desde el punto de vista del yo lírico que
enuncia. Si bien todo el poemario está filtrado por este sujeto y su perspectiva, hay una clara diferencia,
tanto en la actitud del yo como en las acciones de la amada, entre la dimensión retrospectiva y la
prospectiva.
- 180 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
El poema, como muchos otros del libro, se estructura a partir de dos partes
claramente distintas. En la primera es donde presenciamos la descripción de la amada.
Ya desde el comienzo del fragmento (que no casualmente es uno de los primeros del
libro), el yo afirma la veracidad del encuentro y destaca, para hacerlo, la temporalidad
del mismo. No aclara la fecha pero, a diferencia de otros poemas ya analizados,
tampoco propone la ruptura radical de la temporalidad. Luego, en total consonancia con
lo anterior, especifica el lugar del encuentro que, en contraste con la ambigüedad propia
de deícticos como “allí” o “allá”, se producirá en un lugar visible y en el suelo “este que
todos pisamos” (y nótese la cercanía connotada por el pronombre demostrativo).
También la apariencia de la amada y sus acciones son similares a las de otros
seres humanos, incluido el yo lírico: sus trajes son como los que “llevan otros mujeres”,
su reloj cuenta las horas como todos los demás y su lenguaje no escapa a la historia y a
la gramática propias del mundo. Si bien es cierto, como explica Puppo (2006: 317), que
solo los sustantivos deberían incluirse en la categoría de referentes poéticos, los
pronombres (personales y demostrativos) funcionan en reemplazo de un sustantivo y, en
consecuencia, pueden sufrir los cambios de referencialidad propios de dicha clase. En
este poema aun cuando el pronombre personal “tú” no aparezca, la mención de
posesivos como “sus” o “su” indican la presencia de un ser con ciertas características
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Y súbita, de pronto
porque sí, la alegría.
Sola, porque ella quiso,
vino. Tan vertical,
tan gracia inesperada,
tan dádiva caída,
que no puedo creer
que sea para mí.
Miro a mi alrededor,
busco. ¿De quién sería?
¿Será de aquella isla
escapada del mapa,
que pasó por mi lado
vestida de muchacha,
con espumas al cuello,
traje verde y un gran
salpicar de aventuras?
¿No se le habrá caído
a un tres, a un nueve, a un cinco
de este agosto que empieza? (123)
Más allá del hecho de que la alegría pueda interpretarse como una
representación metonímica del tú, o de la relación con el tú, es destacable la descripción
de esta primera amada que presenta las señas de una muchacha vestida de verde y
dispuesta a la aventura, y que se mueve por los primeros días de un agosto determinado.
Aun cuando dichos atributos formen parte de una pregunta y, por lo tanto, no puedan
tomarse como completamente certeros, la precisión del yo lírico en la descripción del
traje de la amada (comparada con una isla) y la mención de agosto como mes probable
en el que tiene lugar el comienzo de la aventura amorosa (más allá de la aparente
incapacidad del yo para precisar el día exacto), indican que se trata, hasta el momento,
de una amada precisa y particular cuyas acciones no dependen de anhelos o
elucubraciones del yo.
En el poema 47, en cambio, son las acciones de la amada las que permiten
definir su referencialidad pues involucran a otras personas distintas al yo y no dan lugar
a duda:
Imposible llamarla.
Yo no dormía. Ella
creyó que yo dormía.
Y la dejé hacer todo:
ir quitándome
poco a poco la luz
sobre los ojos.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
(…)
Y marcharse despacio,
despacio, con el alma,
para dejar detrás
de la puerta, al salir,
un ser que descansara.
Para no despertarme,
a mí, que no dormía.
Y no pude llamarla.
Sentir que me quería,
quererme, entonces, era
irse con los demás,
hablar fuerte, reír,
pero lejos, segura
de que yo no la oiría. (200)
Tú no puedes quererme:
estás alta, ¡qué arriba!
Y para consolarme
74
Aquí es preciso realizar una aclaración: la referencia prospectiva, al menos como la entienden Prado
Biezma y Puppo, no implica postular la existencia de un mundo sin acciones cotidianas sino entender que
ciertos poemas se centran en complejas recreaciones semánticas que conducen a la postulación de un
universo que es creado en y por el poema, a través del yo que enuncia. En el caso de La voz a ti debida,
las actividades de la dimensión prospectiva de la amada no son las propias de la vida cotidiana sino que
parecen, por momentos, hiperbólicas y hasta propias de un ser más profundo que un humano; de allí que
para describir a la amada retrospectiva nos centremos en el rastreo de lugares o tiempos precisos, así
como en acciones concretas y plausibles de ser llevadas a cabo por cualquier mujer enamorada.
75
Un poco más adelante veremos si la ausencia que describe el yo lírico se debe al libre accionar de la
amada o si, por el contrario, es consecuencia del cambio de referencia operado y de la importancia
atribuida a cada dimensión referencial de la amada.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
La amada, en esta ocasión, está fuera del alcance del yo y envía copias,
simulacros con los que el amante debe conformarse. Pero dichos simulacros, dichos
espejismos presentan las características propias de la amada retrospectiva: se mueven
por los cines, besan, abrazan y acompañan al yo lírico para mitigar, en cierto modo, la
ausencia de la otra amada. Asimismo, estas sombras de carne tibia y labios duros son las
destinatarias del gran beso que el yo guardaba para su amada “real”. No obstante, y
desarrollaremos este punto en las siguientes secciones, esa amada aparentemente real
resulta inalcanzable. Si bien en este poema los simulacros de amada, identificados con
aquella dimensión referencial retrospectiva, son presentados como un consuelo del yo,
- 185 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
más adelante serán aceptados como lo único real en oposición a la amada que aquí se
presenta como verdadera y que en los últimos poemas del libro será cuestionada.
En esta sección nos centraremos en aquellos poemas, numerosos sin duda, en los
que aparecen en pugna las dos dimensiones de la amada (y los dos tipos de referencia
que la caracterizan). Esta sección es, quizá, la más importante del trabajo porque
permite ver el proceso que conduce al yo lírico de una amada a la otra y que conducirá,
como veremos al final del capítulo al analizar los últimos poemas de La voz a ti debida,
al fracaso de la relación amorosa.
Como se demostrará a continuación, algunos poemas presentan la contraposición
de las dos dimensiones de la amada y sus referencias de modo explícito, mientras que
en otros las oposiciones son más sutiles o menos evidentes. En algunos casos citaremos
el poema de manera completa por considerarlo fundamental para el trabajo; otras veces
solo citaremos los fragmentos más significativos, tal como hemos hecho en otros
capítulos.
Si tú no tuvieras nombre,
todo sería primero,
inicial, todo inventado
por mí,
intacto hasta el beso mío.
Gozo, amor: delicia lenta
de gozar, de amar, sin nombre.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
que, según él, estaría fuera del nombre, en lo inicial y primero, en lo que aun no ha sido
designado. Ahora bien, el deseo de trascender el nombre corre paralelo a la invención de
la amada puesto que si la amada no tuviese nombre, él podría inventarlo todo, incluso el
amor que se tienen. Esta primera advertencia, este primer escollo en la voluntad del yo
de trascender la referencia retrospectiva de la amada es fundamental para comprender el
derrotero que seguirá la relación. El yo tratará de recrear a su amada desde su
enunciación y en muchos poemas lo logrará. Sin embargo, dicho proceso no será
gratuito y hacia el final del poemario el yo reconocerá lo que en este poema parece
aceptar como una verdad insondable: que la amada tiene un nombre, un tipo de
referencia particular y que todo intento de aprehender su esencia sin aceptar dicha
referencialidad, está condenado al fracaso76.
El problema de la identidad vuelve a surgir un poco más adelante, en el poema
14, donde la reflexión gira en torno al pronombre:
76
La voz a ti debida es, a nuestro parecer, el testimonio de este derrotero aunque sin un orden claro y
preciso: algunos poemas del comienzo ya presentan la dimensión referencial prospectiva proyectada por
la imaginación del yo y su enunciación y, sin embargo, recién en este poema se teoriza por primera vez la
problemática central del libro.
- 187 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
libertad coincide con la voluntad propia de la amada (y con sus características), o si por
el contrario es un mecanismo del yo lírico que debe despojar al tú de sus señas
particulares para construirle un lugar y un tiempo por el cual podrá moverse sin
restricciones. En otras palabras, el problema consiste en determinar si el nombre es
un límite para la amada o si dicho límite es en realidad el pronombre que, a la vez
que la libera de ciertas características, la anula para convertirla en una amada
proyectada por la enunciación del yo.
Luego, en el poema 22, el yo lírico destaca su rol, ya analizado, en el proceso de
autoconocimiento y desarrollo de la amada:
Ansia
de irse dejando atrás
anécdotas, vestidos y caricias,
de llegar,
atravesando todo
lo que en ti cambia,
a lo desnudo y a lo perdurable.
Y mientras siguen
dando vueltas y vueltas, entregándose,
engañándose,
tus rostros, tus caprichos y tus besos,
tus delicias volubles, tus contactos
rápidos con el mundo,
haber llegado yo
al centro puro, inmóvil, de ti misma.
Y verte cómo cambias
–y lo llamas vivir –
en todo, en todo, sí,
menos en mí, donde te sobrevives. (153)
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
describe: que presenta una capacidad innata para el cambio, que contrasta con un centro
inmóvil que sólo él podrá ayudarle a descubrir. La pregunta surge sola: ¿se trata de
ayudar a descubrir algo a la amada o de proyectar una imagen (corporal y espiritual) de
ella partir de la propia enunciación? ¿Desea la amada alcanzar ese centro inmóvil o ese
es el deseo del yo quien, a partir de su poesía, tratará de alcanzar (crear) dicho centro?
La idea de la sobrevivida vuelve a aparecer en el poema 27 donde el contraste ya
no se produce a partir de la oposición semántica cambio-inmovilidad, sino a partir del
binomio sueño-realidad:
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
como queda mostrado en los últimos versos, se opone a la amada exacta de la vigilia. Se
trate de un deseo o de un sueño, el rol activo del yo se vincula con una esfera en la que
la referencialidad prospectiva de la amada parece ganarle la pulseada a la otra
dimensión cuya referencia, sin dejar de ser literaria, es retrospectiva pues no depende,
para ser precisada, de la enunciación del amante.
A veces, sin embargo, es la amada la que parece determinar el paso de un mundo
concreto y particular a otro misterioso y personal (29):
No se ve nada, no
se oye nada. Me sobran
los ojos y los labios,
en este mundo tuyo.
Para sentirte a ti
no sirven
los sentidos de siempre,
usados con los otros.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
describe el conflicto que lo abruma y el plan para subsanarlo: trascender las señas
particulares de su amada (incluido el nombre-puñal) para alcanzar lo que no cambia (el
pronombre). Teniendo en cuenta estos datos, no puede sorprendernos la actitud de la
amada en este fragmento y su claro vínculo con la enunciación del yo de la cual
depende. Si ella tiene la capacidad de trasladar al yo de un mundo a otro es porque el yo
desea que su amada tenga dicha capacidad. En otras palabras, la amada lleva a la
práctica, en este fragmento, aquello que el yo propone como camino y que él mismo
intenta realizar en muchos poemas. Y esto no debe entenderse como una contradicción o
como una muestra de debilidad por parte del yo; por el contrario, que la amada se
muestre activa implica que la proyección que el yo lleva a cabo es completa: no se trata
de crear una imagen de la amada carente de cuerpo, de alma o de voluntad para
actuar, sino de atribuirle nuevos atributos y logros. Con sus acciones, la amada
confirma la proyección del yo y muestra los resultados del accionar del amante.
Lo mismo acontece en el poema 31. En él, el yo lírico le implora a la amada
prospectiva que lo envíe a buscar fuera de ella lo que tiene y no le quiere dar:
Empújame, lánzame
desde ti, de tus mejillas,
como de islas de coral,
a navegar, a irme lejos
para buscarte, a buscar
fuera de ti lo que tienes,
lo que no me quieres dar.
El pedido acuciante del yo, reflejado en el uso del imperativo, confirma lo que
ya habíamos vislumbrado en el poema anterior: la amada proyectada, creada a partir de
la enunciación del yo lírico, no es una amada pasiva sino activa, capaz de modificar al
amante. La dimensión retrospectiva de la amada también tiene sus señas particulares y
concretas pero estas no satisfacen al yo porque responden a la tiranía del nombre. De
ahí, entonces, que tenga que recrear a su amada y el ambiente donde se mueve. Ahora
bien, en el proyecto del yo (en su proyección poético-enunciativa), el tú prospectivo
tiene características que difieren de las de la amada retrospectiva, cuya culminación es
- 191 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
la capacidad de hacer lo mismo que el yo hace con ella, es decir, ser capaz de proyectar
su propia imagen del amante o de crear nuevos lugares. Por eso no debe sorprender la
confesión final del yo: “De ti salgo siempre, siempre/ tengo que volver a ti” (172). Sea
porque él desea alcanzar a una amada distinta de la cotidiana (y de allí la operación que
lleva a cabo) o porque ella, ya desde el universo proyectado por él desde su lugar como
enunciador, decida proyectar una imagen del yo y mostrarse activa, la amada se
convierte en el centro de todas las preocupaciones.
En el final del poema 37, el yo reconoce su injerencia en la conformación de la
amada pero acepta, al mismo tiempo, su incapacidad para completarla:
Porque tu entrega es
reconquista de ti,
vuelta hacia adentro, aumento.
Por eso
pedirte que me quieras
es pedir para ti;
es decirte que vivas,
que vayas
más allá todavía
por las minas
últimas de tu ser.
La vida que te imploro
a ti, la inagotable,
te la alumbro, al pedírtela.
Y no te acabaré
por mucho que te pida
a ti, infinita, no.
Yo sí me iré acabando,
mientras tú, generosa,
te renuevas y vives
devuelta a ti, aumentada
en tus dones sin fin. (132-183)
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Distánciamela, espejo;
trastorna su tamaño.
A ella, que llena el mundo,
hazla menuda, mínima.
Que quepa en monosílabos,
en unos ojos;
que la puedas tener
a ella, desmesurada,
gacela, ya sujeta,
infantil, en tu marco.
Quítale esa delicia
del ardor y del bulto,
que no la sientan ya
las últimas balanzas;
déjala fría, lisa,
enterrada en su azogue.
Desvía
su mirada; que no
me vea, que se crea
que está sola.
Que yo sepa, por fin,
cómo es cuando esté sola.
Entrégame tú de ella
lo que no me dio nunca.
Aunque así
–¡qué verdad revelada! –,
aunque así, me la quites. (209)
Lentamente, el yo lírico comienza a anhelar ciertos límites para esta otra amada
que ha proyectado y que culminarán en el pedido desesperado del último poema. No
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
obstante, aquí, y más allá de que el espejo pueda reducir a la amada y sujetarla dentro de
su marco o de un monosílabo, lo que nos interesa es la necesidad que apremia al amante
por conocer el verdadero ser de la mujer deseada. La dimensión retrospectiva parece no
ceder a la presión del yo por encontrar (proyectar) otra dimensión más profunda de la
amada. Y en este dato se basa gran parte del problema de La voz a ti debida. Como
veremos con más detalle cuando analicemos los tres últimos poemas del libro, el error
del yo consiste en olvidar que la versión retrospectiva es la única que
verdaderamente existe fuera de su enunciación: la otra, aquella que el espejo deberá
mostrar en su verdad, aun a riesgo de quitársela, es una proyección del amante operada
sobre el tú mundano. Lo que este no parece entender es que el riesgo de perderla no
consiste en ver a la amada cuando está sola sino en proponer a dicha amada como la
verdadera, anulando como falsa a la amada cotidiana y retrospectiva, aquella que no
aparece en la tormenta sino en el suelo que todos pisan.
El problema de la verdad y la falsedad es el eje del poema 53:
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
sin querer
donde querías negármelo. (210-211)
- 197 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Así
mi amor está libre, suelto,
con tu sombra descarnada.
Y puedo vivir en ti
sin temor
a lo que yo más deseo,
a tu beso, a tus abrazos.
Estar ya siempre pensando
en los labios, en la voz,
en el cuerpo,
que yo mismo te arranqué
para poder, ya sin ellos,
quererte.
¡Yo que los quería tanto!
Y estrechar sin fin, sin pena
—mientras se va inasidera,
con mi gran amor detrás,
la carne por su camino—
tu solo cuerpo posible:
tu dulce cuerpo pensado. (215-216)
Poema fundamental si los hay, este fragmento funciona como una declaración,
como una confesión por parte del yo que explica muchos de los poemas anteriores del
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
libro y que anticipa lo que vendrá después, cuando la tensión sea insostenible. Por un
lado, debemos destacar el rol activo del yo que labra la sombra de la amada. Tras
arrancarle los labios, el color, el bulto y el paso, el amante confiesa su miedo ante una
posible traición por parte de la voz de la amada y, de ahí, que decida callarla. Este gesto,
en apariencia trivial, es el punto neurálgico del libro que, curiosamente, se titula La voz
a ti debida. ¿Por qué, si la intención es alabar a la amada, se destruye su cuerpo, se
lo transmuta en sombra y se aniquila su voz? Porque no es la voz de la amada
retrospectiva, con sus características corporales propias, la que se quiere cantar, si
no la de la otra versión de la amada, la distante y lejana, aparentemente
verdadera, fraguada por el pensamiento del yo.
En esa decisión de anular la primera dimensión de la amada en pos de una
libertad de sombras, el yo cree haber alcanzado el amor y el verdadero ser del tú. No
obstante, con el correr de los poemas, se percatará de su error al comprobar que las
sombras sin límites y la amada descarnada no pueden sobrevivir. Ya en este poema se
aprecia la nostalgia por la aniquilación del cuerpo físico y el arribo del “cuerpo
pensado”. La voz debida a la amada queda reducida a la voz debida a las sombras
labradas y pensadas, gesto que, sin embargo, sugiere para el yo la posibilidad de llegar a
las profundidades del ser. Solo así podrá querer a aquella que conoció en agosto:
despojándola de su referencialidad primera para otorgarle otra que es determinada no
solo por la acción particular de labrarle la sombra sino por el acto de enunciación
mismo.
En el poema 57, en cambio, el yo cuestiona la posibilidad de ser del tú y destaca
que su presencia a su lado es solo el deseo de estar presente y no una realidad:
- 199 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
A partir de la pregunta que abre el poema, el amante destaca el deseo inútil que
rodea a la amada y la imposibilidad, derivada de dicho deseo, de que ella lleve a término
aquello que intenta realizar. Nuevamente la realidad se opone a la proyección, al anhelo;
pero a diferencia de lo que acontecía en el poema 56, en este caso el yo lírico no tiene la
necesidad de aniquilar la voz de la amada ni su cuerpo de manera explícita. Al indicar la
incapacidad de la amada para vivir fuera de las restricciones que le impone su deseo
(restricciones impuestas por la operación proyectiva del yo), el amante destaca la poca
importancia que tienen las características de la amada (y el cuerpo es uno de sus
atributos más preciados) y sus acciones.
Hemos analizado en esta segunda parte el cambio operado por el yo lírico sobre
la amada. A partir de su encuentro con una mujer, el yo proyecta sus anhelos y deseos y
transforma la referencialidad del apóstrofe, que de retrospectiva pasa a ser prospectiva
en la medida en que pasa a depender de la enunciación del yo que la crea. Esta segunda
dimensión de la amada, creada, proyectada por el amante, no es necesariamente
pasiva; por el contrario, tiene la capacidad, como vimos en la primera parte de este
capítulo, de darle “vida” al yo, de ayudarlo a descubrir su identidad, actuando
como una demiurga o una redentora. Además, presenta señas corporales precisas
y, por ende, no debe ser confundida con un mero concepto intelectual, con una idea
descarnada. La diferencia entre la dimensión referencialmente retrospectiva de la
amada y la prospectiva es que esta última depende directamente de la enunciación del
yo (de allí la dificultad a la hora de precisar las acciones que realiza y sus coordenadas
espacio-temporales) mientras que la primera presenta a la amada como un ser cotidiano
que realiza acciones fáciles de precisar en espacios cuya referencialidad es menos
ambigua que la de un deíctico.
Los últimos dos poemas que debemos analizar explican, a nuestro parecer, el
fracaso del encuentro amoroso y la necesidad de volver a poner en primer plano la
dimensión retrospectiva de la amada.
- 200 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
Me fui a tu encuentro
por el dolor.
Tú no venías por allí.
Me metí en lo más hondo
por ver si, al fin, estabas.
Por la angustia,
desgarradora, hiriéndome.
Tú no surgías nunca de la herida.
Y nadie me hizo señas
-un jardín o tus labios,
con árboles, con besos-;
nadie me dijo
-por eso te perdí-
que tú ibas por las últimas
terrazas de la risa,
del gozo, de lo cierto.
Que a ti te encontraba
en las cimas del beso
sin duda y sin mañana.
En el vértice puro
de la alegría alta,
multiplicando júbilos
por júbilos, por risas,
por placeres.
Apuntando en el aire
las cifras fabulosas,
sin peso de tu dicha. (219)
- 201 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 202 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
- 203 -
Apóstrofe, deixis y referencialidad
En este último capítulo hemos analizado el rol de los amantes y las dos
dimensiones referenciales de la amada.
En lo que concierne al primer punto, comprobamos que el amante se revela
como un ser cuya acción principal es buscar a la amada, aunque para hacerlo deba
apelar a sus recuerdos, sueños o anhelos. También, aunque en menor medida, el yo es
presentado como un amante socrático, preocupado por ayudar a su amada en el
conocimiento de su ser más íntimo y profundo. Como hemos visto en la segunda parte
del capítulo, el yo no será mayormente quien ayude a la amada a ser más ella misma
sino quien proyecte sobre ella una dimensión imaginaria vinculada con los propios
deseos o fantasías del sujeto masculino.
En cuanto a la amada, ésta es presentada de dos modos diversos. A veces, en su
primera dimensión (la única que no depende completamente de la enunciación del yo) el
tú deambula por la calle como cualquier mujer, se viste como cualquier mujer y realiza
las acciones propias de cualquier enamorada. Sin embargo, la amada también es
presentada como un ser capaz de dar vida (o de quitarla), de ayudar al yo a alcanzar su
identidad y, al mismo tiempo, de dejarlo en la duda.
En una segunda instancia, descubrimos la existencia de dos planos o
dimensiones referenciales de la amada que se oponen y a la vez se complementan.
Por un lado, aparece una dimensión referencial retrospectiva en la cual los
referentes temporales, espaciales y pronominales (el tú) parecen claros y fáciles de
identificar. Por otro lado, sobre esta primera versión de la amada apreciamos el
despliegue de una nueva dimensión referencial en la cual ella y sus coordenadas
espacio temporales dependen exclusivamente del acto enunciador del yo, de sus
proyecciones y fantasías.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Conclusiones
A lo largo del trabajo hemos analizado los poemas de La voz a ti debida con el
fin de explicitar e interpretar las peculiaridades que presenta la relación amorosa que
ellos describen. En primer lugar, fue necesario plantear un marco teórico en torno a los
deícticos del lenguaje y el problema de la referencia literaria. Luego debimos reseñar y
resumir las hipótesis más importantes referidas a este libro de Salinas entre los
estudiosos de su obra, desde los años treinta hasta nuestros días. Nuestro análisis se
desarrolló en los tres capítulos siguientes, dedicados al espacio, el tiempo y los roles
pragmáticos del yo y el tú poéticos, respectivamente.
El marco teórico trazado en la Primera Parte de esta Tesis permitió aclarar
conceptos e incorporar categorías que luego resultaron funcionales para el análisis
concreto de los textos poéticos. Nuestra propuesta de lectura de La voz a ti debida
consistió fundamentalmente en un análisis textual y comparativo de los poemas o
secciones que conforman el volumen, que complementamos con determinadas
herramientas metodológicas provenientes de la teoría de la enunciación, la semántica
estructural y la hermenéutica filosófico-literaria.
Podemos concluir, en primer lugar, que fue acertada nuestra opción de analizar
elementos y aspectos aparentemente secundarios del discurso, difícilmente asociados a
los criterios habituales de “poeticidad”, como es el caso de los adverbios, pronombres y
tiempos verbales. Esto implicó dejar de lado o apenas mencionar otras vías de análisis
tan válidas e importantes como lo son las imágenes poéticas, las figuras retóricas, los
neologismos o los lazos intertextuales. Sin embargo, creemos que nuestra elección
permitió advertir y sistematizar rasgos del poemario que aún no habían sido estudiados
a fondo por la crítica. La aridez de las largas explicaciones gramaticales o el recuento
rutinario de partículas y formas verbales cobraron sentido al final del trabajo, cuando
logramos ofrecer una interpretación novedosa y bien fundamentada de uno de los títulos
de poesía más importantes de la generación del 27 y de la poesía española de primera
mitad del siglo veinte.
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Por último, quiero destacar que todo análisis literario tiene sentido en la medida
en que abre el camino a nuevos enigmas y nuevas búsquedas. El texto de Salinas nos
interpela a cada uno de los lectores en lo profundo y nos invita a hacernos innumerables
preguntas: ¿qué y cuánto sabemos del ser amado?, ¿qué amamos de nosotros en el otro?,
¿qué rol juega la distancia en el deseo?, ¿la felicidad está más en la búsqueda o el
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
Bibliografía
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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Apóstrofe, deixis y referencialidad
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