Preferencias Vocacionales

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ANTONIA BEATRIZ CEPERO GONZÁLEZ

CAPÍTULO 1. Conceptualización de las preferencias vocacionales.

1.1. Las preferencias profesionales

1.1.1. Preferencias profesionales frente a intereses vocacionales

1.1.2. Concepto de Preferencias vocacionales

1.2. Elección Vocacional

1.2.1. Concepto de elección vocacional

1.2.2. Etapas de/en la elección vocacional o el proceso de toma de decisión

1.2.3. Aspectos relevantes de la elección vocacional profesional

1.2.3.1. Relación entre la elección vocacional y el autoconcepto

1.2.3.2. El sexo biológico, el género social y la elección vocacional

1.2.3.3. La elección vocacional y los valores actuales

1.3. Definiciones originales de preferencias y elección vocacional profesional

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CAPÍTULO 1 TESIS DOCTORAL

1. 1. LAS PREFERENCIAS VOCACIONALES

Las preferencias vocacionales profesionales son el objetivo principal de la


presente investigación. Por ello, queremos plantear primero la definición e importancia
de las mismas.

Destacadas por distintos autores, Darley y Hagenah (1955); Súper (1967);


Holland (1985) y Dawis (1991) las definen como la formulación explícita que hace una
persona de su grado de atracción por una o varias actividades o profesiones que reflejan
características de la personalidad y una fuente motivacional. Rivas (1990) añade que
son los mejores indicadores del desarrollo vocacional que determinaran la orientación
que el alumnado pretende conseguir en el mercado laboral adulto, y para González
Maura (2006) las preferencias vocacionales profesionales son determinantes del
desarrollo vocacional profesional de la persona.

La importancia de las preferencias vocacionales profesionales es patente, y


Rocabert (1987) las presenta como un elemento clave de diagnóstico y pronóstico en la
elección vocacional y “éstas predicen mejor las elecciones vocacionales” puntualiza
Rivas (2003). Según el Consejo de Universidades (1987) entre las razones aducidas por
el alumnado para la elección universitaria, las preferencias profesionales representan el
91, 6%. Marín, Troyano y Fernández (2000) reconocen también la importancia de las
preferencias profesionales, otorgándoles un gran potencial predictor en el
desenvolvimiento vocacional profesional de la persona, según sus datos obtenidos del
perfil vocacional elaborado por los resultados del cuestionario KURDER-C, (1986). En
la misma línea inciden Latiesa, (1986); Gil Beltrán (1989, 2005); Jiménez y Royo,
(1993) y Molina y Fernández (2007). Y queda reflejada desde el momento que se
considera preciso entre otros, incluirlas en los programas de orientación ya que como
Rocabert (1995) y Rivas (1995) afirman, el análisis de los intereses vocacionales y las
preferencias deben incluirse siempre al comienzo de un programa de orientación para la
exploración de carrera, por considerarlas motivadoras y reforzadoras de la conducta
vocacional de la persona (Rubio, 2006), entendido dicho programa, como el conjunto de
actividades que se acometen para adquirir información que ayudará a la elección,
preparación y entrada en una ocupación, y a ajustarse y progresar en la misma (Jordaan
y Heyde, 1979). Esta es la actividad central que se requiere para poder tomar una
decisión satisfactoria (Gelatt, 1962), que se forma a partir de la combinación de una

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constelación total de indicadores psicológicos, sociológicos, educativos, físicos,


económicos y de azar (Fundación de Ayuda a la Drogadicción, FAD, 2007) o de
elementos propiamente personales y otros de tipo social (Molina y Fernández, 2007 y
Rivas, 2007). Y un proceso que según Rivas (2003) comienza como: “síntoma o
resultado de diferentes exploraciones de lo que al sujeto le gusta, para convertirse en
rasgos estables del comportamiento cuando se concentran en el ejercicio profesional de
una determinada profesión”.

Pero en orientación no siempre se habló de las preferencias vocacionales


profesionales como tal, sino que hasta que la teoría de Ginzberg, Ginsburg, Axelrad y
Herma (1951) que intenta explicar la génesis de las preferencias vocacionales y de las
futuras elecciones vocacionales de los individuos, el estudio de las preferencias aparece
siempre unido al concepto de los intereses, en un entramado difícil de separar. De hecho
surge con el principio de la Psicología de los intereses en los primeros años del siglo
XX con Fryer (1931) y Fitch (1935), y es la dificultad metodológica para tratar estas
manifestaciones vocacionales lo que hizo que no se profundizara en esta dirección; tanto
por su inmediatez (lo que gusta en un momento determinando) como por su amplia
referencia (todo el mundo ocupacional). Sin embargo de estos primeros tiempos parte el
término de preferencias vocacionales y el concepto de la elección vocacional.

Por tanto, durante tiempo, la investigación se centro sobre los intereses e iba
dirigida a elaborar instrumentos y análisis para la predicción profesional de la elección
futura. Por lo que los intereses han ocupado siempre un lugar privilegiado y tienen un
gran valor en la decisión vocacional, siendo fundamentales para el análisis de la
elección vocacional. Es a partir de los diferentes cuestionarios de intereses de donde se
extraen dos aspectos que están muy interrelacionados: La elección o concreción de la
decisión y la preferencia vocacional profesional, que abarca un abanico de gustos o
espectro de posibilidades, superando en extensión al concepto de interés vocacional,
incluyéndolo y añadiéndole la expresión de deseo o atracción hacia determinadas
actividades profesionales, como la proyección de uno mismo respecto a la posibilidad
de llegar a desempeñarla en un futuro más o menos próximo. Como apunta Rivas
(1995) estos inventarios de intereses, combinaban preferencias e influjos de un área
vocacional y los concretaban en las profesiones que la persona selecciona de cada área
de interés dominante, comparando entre si las diferentes profesiones seleccionadas.
Perfilando las áreas de preferencias que, después, permiten explorar ocupaciones
específicas con una alta probabilidad de saber cuál es el campo profesional definitivo de
la persona (elección). Porque cuando hablamos de un área vocacional, la preferencia va
más allá del mero interés y supone el resultado de un proceso cognitivo de elección,
resultado de la comparación entre distintas opciones, recoge en esencia la afirmación

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del “yo quiero ser” (Rivas, 1998) representando un acercamiento paulatino de lo general
y lo específico (Rivas 2003).

Del tiempo de la instrumentación sobre intereses, podemos concluir respecto a


las preferencias vocacionales profesionales que son respuestas afectivas que da una
persona a estímulos ocupacionalmente relevantes. Y que se basan en la relativa
deseabilidad de los aspectos percibidos de los estímulos (actividades relacionadas con
los valores de trabajo) que permite hacer predicciones sobre su conducta vocacional
profesional futura.

1.1. 1. Las preferencias vocacionales frente a intereses vocacionales.

Pero la riqueza psicológica de la preferencia es, en opinión de Bartling y Hood


(1981) y Gati y Nathan (1986), indudable y de difícil acotación, ya que, como señala
Rivas (1973, 1990) supera en extensión al concepto de interés vocacional. Si bien, la
literatura hasta 1967 refleja la opinión generalizada de conceder mayor valor predictivo
a los intereses inventariados, descalificando los intereses expresados (es decir las
preferencias) por su menor estabilidad, siendo a partir de este momento cuando distintos
autores como Dolliver y Will (1977), Borgen y Seling (1978), Slaney y Rusell (1981),
Laing, Swaney y Prediger (1984), Spokane (1991), etc. insisten en la conveniencia de
contar con la preferencia como un elemento pronóstico clave en la elección y el
desarrollo vocacional.

En cuanto la información sobre los intereses vocacionales, Súper y Crites (1962)


distinguen cuatro dimensiones como son los intereses vocacionales expresados
(preferencias), manifiestos, medidos a través de test psicométricos e inventariados.
Según la clasificación que hace Súper (1967) de los intereses, la preferencia vocacional
correspondería a los intereses expresados, que ttambién sostiene Rocabert (1987).
Incluso las preferencias son consideradas indicadores de los constructos subyacentes, es
decir, intereses latentes. Siendo estas más predictivas que los inventariados. Pero los
perfiles inventariados nos muestran las preferencias relativas del grado de interés del
estudiante hacia los distintos grupos vocacionales entre si. Por lo que ya Hansen (1984)
sugirió la integración de intereses inventariados y las preferencias en los procesos de
orientación vocacional profesional. Ya que las preferencias unidas a los intereses
inventariados, como apuntan Torres y Buceta (1999), permiten el estudio de una de las
partes más decisivas de la conducta vocacional. Hernández (2004) destacó la necesidad
de medir conjuntamente tanto los intereses inventariados como las preferencias para

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estimar adecuadamente su congruencia como indicador de la fiabilidad intrapersonal de


cara a su función en los procesos de orientación profesional. Como las preferencias
proyectan características de la personalidad y una fuente motivacional (Rivas, 2003 y
Rubio, 2006), este componente motivacional refleja el proceso de una reflexión del
sujeto que precede a toda elección, su jerarquía de prioridades y, consecuentemente,
sirven de guía de la conducta vocacional (Hernández, 2004; Savickas, 1995). Darley y
Hagenah (1955) manifestaron que en la expresión directa de sus intereses profesionales,
los sujetos sintetizan sus percepciones sociolaborales sobre el acceso al empleo y
reflejan de este modo sus aspiraciones personales.

Rocabert (1987, 1995) revisa la literatura sobre la relación entre las preferencias
e intereses vocacionales y concluye:

“A/ cuando las preferencias e intereses inventariados no están en concordancia,


las primeras son más predictivas que los segundos, y

B/ cuando, las preferencias e intereses inventariados son concordantes, la


predicción vocacional es más alta y de mayor seguridad”.

Laing, Swaney y Prediger (1984) encontraron que los individuos preferían más
una determinada actividad ocupacional si sus intereses inventariados eran congruentes
con sus preferencias. Y posteriormente, Borgen (1986) indicó que tanto los intereses
inventariados como las preferencias serian igualmente predictivos de la subsiguiente
elección ocupacional. Cuanto mayor sea la congruencia entre las preferencias o
intereses expresados y los intereses medidos (inventariados) tanto mayor es la madurez
vocacional (Castaño, 1983). Bartling y Hood, (1981) exponen sin embargo que cuando
las preferencias y los intereses inventariados no son congruentes, las preferencias
alcanzan de 2 a 4 veces más validez predictiva de cara a la elección vocacional cuando
se comparan con los inventariados (Hernández, 2004). Se evidencia cada vez más
frecuentemente en las investigaciones que se concede una superior validez predictiva a
las preferencias frente a los intereses inventariados (Borgen y Selling, 1978; Dolliver y
Will, 1977 y Hernández, 2004).

Para concluir, como señala Rivas (1973, 1990) la preferencia vocacional supera
en extensión al concepto de interés vocacional que es tentativo, lo incluye
implícitamente y le añade, tanto la expresión de deseo o atracción hacia determinadas
actividades profesionales, como la proyección de uno mismo respecto a la posibilidad
de llegar a desempeñarlas, lo que permite predecir su conducta vocacional futura y
ayudar al desenvolvimiento vocacional y profesional de la persona.

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CAPÍTULO 1 TESIS DOCTORAL

1.1.2. Concepto de preferencias vocacionales.

Nos parece fundamental empezar por reseñar que en la teorización de las


preferencias vocacionales profesionales se pueden observar diversas opiniones y
definiciones propuestas por distintos autores que han ido trabajando sobre este término
a lo largo de la historia y desde distintos puntos de vista. Esta revisión de autores en el
tiempo se realiza con el fin de terminar proporcionando una definición propia de dicho
concepto como resumen a este periplo bibliográfico y terminológico y aportar una
definición/conceptualización operativa que será base para nuestra investigación.

Holland (1983) plantea las preferencias vocacionales como áreas ocupacionales


y estereotipos profesionales y su medida por medio de actividades, habilidades,
ocupaciones y autoevaluaciones. Según Holland (1997) son un constructo teórico que
permite organizar los datos de una persona, y comprender en qué se diferencia de otra
en su personalidad, intereses y conductas. Permite establecer la disposición o
propensión a actuar de determinada manera de las personas, y “se pueden medir a
través de los inventarios de intereses y son expresiones de la personalidad”. En este
sentido, la investigación refleja el solapamiento de las correlaciones entre personalidad
e intereses y preferencias (Costa, McCrea y Holland, 1984).

Sorribes y Villanueva (1995) definen las preferencias vocacionales como las


variables que influyen en las decisiones de los preadolescentes sobre su dedicación
futura, que en la mayoría de los casos se manifiestan en la edad adulta mediante la
realización de una profesión. Para estas autoras la teoría propuesta por Holland (1966)
es una de las más importantes ya que introdujo la concepción de que la elección de
carrera representaba una extensión de la personalidad y una tentativa de implantar el
estilo de comportamiento personal en el contexto de nuestra vida laboral, a la vez que la
gente proyectaba sobre los títulos ocupacionales sus puntos de vista acerca de ella
misma y del mundo laboral que preferiría (León y Gambara, 2005; Rubio, 2006).

Se entendían las preferencias como lo que la persona quería ser en su vida adulta
o profesional teniendo en cuenta diversos aspectos, más allá del mero interés y como
resultado de la comparación entre distintas opciones (Rivas, 1998), que implicaría
medición y evaluación para conocer si las preferencias de los sujetos en un momento
determinado, se concentran o dispersan en áreas y grupos vocacionales. Esta es una
definición comprensiva en el sentido que incluye intereses, habilidades y personalidad,
ya que se define en función de los gustos o intereses, manifestados por el sujeto, hacia
determinadas áreas profesionales (Reina, 1999).

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ANTONIA BEATRIZ CEPERO GONZÁLEZ

El término “preferencia” fue también entendido como un conjunto de aspectos


vocacionales de primer orden entre los que se englobaban los intereses, las aspiraciones,
las autoevaluaciones y el autoconocimiento. Esta misma idea de preferencia como un
conjunto de aspectos la recoge Rivas, (1998, 2003) apuntando además que la
preferencia vocacional en esencia es la afirmación del “yo quiero ser” (Rivas, 1998), y
la expresión muda del “querer ser” que un sujeto manifiesta explícitamente como
respuesta de su proyecto vocacional (Rivas, 1990) que engloba en su simplicidad
expresiva un conjunto de aspectos vocacionales (Rivas, 2003), ya que van más allá del
mero interés y suponen el resultado de un proceso cognitivo de comparación entre
distintas opciones. Por tanto, las preferencias se plasman como el paso previo a la
elección de continuidad de estudios académicos o profesionales, siendo uno de los
puntos de partida de su realidad. Este conjunto de creencias y alternativas varias, está
vinculado con el proceso de toma de decisiones cuyo resultado es la elección. Así para
realizar dicha decisión hay que procesar la información de forma operativa y figurativa
para llegar a un resultado donde confluyen e influyen un conjunto de indicadores
(intereses, expectativas, valores, género), lo que significa estructurar y organizar la
información y las experiencias, confrontando lo deseable y lo probable.

Para finalizar con la revisión de las definiciones propuestas por los distintos
autores, podemos escribir que por su parte Súper (1967) identifica las preferencias
vocacionales profesionales con los intereses expresados, para Thurstone (1986) serian
los intereses más destacados hacia unos campos de actividad frente a otros y para Kuder
(1986) los gustos por determinados tipos de actividades. Rocabert (1987) y Rivas
(1995) las consideran como el interés por los perfiles profesionales y el mejor indicador
del desarrollo vocacional, y las definen como el grado de gusto o atracción de la persona
por las distintas profesiones. Martín, Infante y Troyano (2000), reconocen su potencial
predictor; la Confederación Internacional del Trabajo, CIT (2004) las plantean como
tendencias de las personas; Medo (2004) como inclinaciones vocacionales importantes
para ubicar la población estudiantil y para Núñez, González-Pienda, Almeida, Rosario,
Soares y Rubio (2005) son la manifestación de las aspiraciones personales y se basan en
la relativa deseabilidad de los aspectos percibidos de los estímulos (Rubio, 2006). Para
Gil Beltrán (2005) las preferencias son una de las variables fundamentales en la
orientación y asesoramiento vocacional y Rocabert (1987, 2006) las considera uno de
los elementos básicos de pronóstico en la elección vocacional. Fernández; Peña;
Viñuela, y Torio (2007) consideran las preferencias como un aspecto muy importante en
los procesos de orientación escolar y de toma de decisiones académica y profesional.

Por último, el tema de las preferencias vocacionales profesionales posee un


aspecto fundamental, se trata de la fijación o estabilización de las mismas, ¿cómo

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CAPÍTULO 1 TESIS DOCTORAL

surgen?, ¿aparecen en un momento dado o son el resultado de un proceso? Súper (1957)


plantea la preferencia vocacional de la persona como un proceso evolutivo que expresa
la idea de la persona que es, ya que al ingresar en una profesión trata de poner en
práctica el concepto que tiene de sí mismo (autoconcepto), y estableciéndose en una
ocupación consigue la actualización de sus conocimientos. Estas preferencias, cambian
con el tiempo y la experiencia, aunque los conceptos de si mismos son bastante estables
desde la adolescencia hasta madurez, según Jiménez y Royo (1993) las preferencias
vocacionales varían muy poco. Las pautas profesionales están determinadas, en su
naturaleza por el nivel familiar socioeconómico, aptitud mental, personalidad y
oportunidad. Y las satisfacciones laborales y vitales dependen del grado en que un
individuo encuentra salidas adecuadas a sus aptitudes, intereses, rasgos personales y
valores. Súper (1976) le incluye la dimensión evolutiva de la edad, por la que la
preferencia esta presente y vigente en la historia de la persona, y destaca de paso el
papel activo de la misma.

Su plasticidad como apuntan Torres y Buceta (1999) se manifiesta en su cambio


y su relativa permanencia hasta que por medio de experiencias (edad, educación,
desempeño profesional...) que también refuerzan su expresión se estabilizan a partir de
un determinado periodo (juventud), acompañando el desarrollo vocacional y
profesional. Se perciben pronto, entorno a los 10-12 años y se toman como el único
elemento de juicio global: quiero ser esto o lo otro.... Porque me gusta, (Rivas, 1995;
Sebastián, Ballesteros, Lara, Malik, Martínez, y Sánchez, 1999 y Vera, 2008). Luego se
incorporan experiencias significativas introduciendo otros elementos que relacionará
con sus intereses dominantes, habilidades o capacidades, el rendimiento escolar, sobre
todo en determinadas materias: ciencias, letras, tecnología..., y la adecuada integración
de los múltiples aspectos individuales y socioculturales convirtiéndose en el mejor
indicador de la madurez vocacional de la persona (Rivas 1995). Rocabert (1987, 1995)
apunta que el mayor número de preferencias se dan hacia los 17 años, aunque está
presente en un alto porcentaje ya desde los 15 años, especificando que cuando está
presente a lo largo de los distintos periodos evolutivos será más consistente. Por su
parte, Hernández (2004) conjetura que las preferencias se encuentran ya “cristalizadas”
al finalizar la ESO y van a permanecer estables a lo largo del bachillerato. Para
comprobar la hipótesis de la estabilidad de las preferencias este autor cree necesario
realizar un estudio longitudinal de este alumnado. De hecho en su estudio realizado en
el año 2004, sobre una muestra de 1.250 estudiantes de 10 centros públicos y
concertados comprueba que las preferencias en 4º de la ESO son semejantes a las de 2º
de Bachillerato y añade la necesidad e importancia de estudiar el efecto de los
determinantes sobre las preferencias. Ros (2006) en su estudio para la Universidad
Pontificia de Comillas comprueba que la mitad de los estudiantes de Madrid ya tenían

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definidos sus intereses universitarios en el momento de acceder al bachillerato. Molina


y Fernández (2007) afirman que el 49,9% del último curso de la ESO (4º) tiene pensado
varios proyectos respecto a su futuro profesional.

1. 2. LA ELECCIÓN VOCACIONAL.

1.2.1. Concepto de elección vocacional.

Mira y López (1947) definen la elección vocacional como el proceso que


consiste en elegir la carrera, profesión u oficio que mejor conviene a un individuo de
acuerdo a sus aptitudes y las posibilidades que le ofrece el medio. Súper (1957)
considera la elección vocacional como la concreción de las preferencias de la persona
en una ocupación elegida (maxidecisión) a la que se atribuye características personales
y se llega después de muchas minidecisiones, que están influidas por distintos
determinantes. Álvarez (1991b) la define básicamente por el proceso por el que el
individuo valora y actualiza sus preferencias, lo que conducirá a formular libremente su
decisión personal en relación a sus planes y proyectos. Para Méndez (1998) la elección
académica profesional es un elemento previo a la toma de decisiones profesionales a
partir de una exploración de la personalidad y de las opciones profesionales y del
mundo laboral, se formula una propuesta de decisión personal (elección individual) que
conduce a la toma de decisiones y a la transición para la vida laboral y adulta. Según
Holland (1997) y Dosil y Fernández Eire (2001), la elección es una manifestación
conductual que refleja la motivación, el conocimiento, la personalidad y las aptitudes de
una persona. Rivas (2003) define la elección vocacional como la concreción en la
resolución del problema vocacional que tiene como puntos de partida de su realidad: los
deseos o expectativas, es decir, la conación, el querer y el conocimiento de sí mismo y
de su entorno, el saber. Para Martín (2006) es un proceso gradual, en él hay que
analizar y reflexionar detenidamente todos los aspectos implicados (capacidades,
aptitudes, intereses, valores), ya que es una decisión personal e individual para el futuro.
Según Elejabeitia (1995) y Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD, 2007) la
elección vocacional, de oficio o carrera profesional que realiza el alumnado es el
resultado de un conjunto de factores y de condicionantes sociales, así como de
esfuerzos, expectativas e interés personal, que concurren a lo largo de un proceso que se
desarrolla en el tiempo y en los lugares en que transcurre la vida de quienes toman dicha
decisión.

1.2.2. Etapas de la elección vocacional o el proceso de toma de decisiones.

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CAPÍTULO 1 TESIS DOCTORAL

Como comprobamos hay autores que plantean la elección vocacional profesional


como un elemento dentro de la toma de decisiones (Méndez, 1998) y otros, como un
proceso, (Mira y López, 1947; Álvarez, 1991b y Martín, 2006), entre otros. Partiendo de
este punto de vista, Ginzberg, Ginsburg, Axelrad y Herma (1951) apuntan que la
elección vocacional tiene lugar en distintas etapas no existiendo una única y definitiva
elección, ya que está sujeta a cambios a lo largo del proceso de toma de decisiones, que
se realiza, según Rivas (1990, 2003), buscando la coherencia personal dentro del
proceso de socialización, progresivamente, siendo más realista, en la medida que se
tiene una historia personal (resultados escolares, medios familiares, etc. ), que
condiciona, y es conciente de la implicación de futuro que tienen las elecciones
presentes. Por tanto, el compromiso y la implicación son notas que se fortalecen en
dicho proceso, en concreto, adquiriendo madurez vocacional la persona en general.

Hay autores que sustentados sobre la base de los supuestos teóricos desarrollistas
ven la elección y la vocación como proceso evolutivo. Bianchi (1980) dice que la
elección es el proceso en el que una persona elabora y considera aceptable una imagen
de si mismo y de su integración en un área de trabajo, lo que implica una adhesión a
través de un esfuerzo objetivo por capacitarse en el rol elegido y alcanzar un nivel de
rendimiento satisfactorio subjetivamente y beneficioso para la sociedad. Por lo que se
procura explorar el mundo vocacional circundante con la idea de encontrar la ubicación
que permita la realización personal, también a través del trabajo futuro. Sin embargo,
Castaño (1983) ve la elección vocacional como un proceso a lo largo de la vida, que
integra 3 dimensiones:

) Cognitiva: el conocimiento de sí mismo con datos objetivos

) Motivacional: aceptando la sensatez de sus aspiraciones

) Instrumental: de acuerdo con los requisitos profesionales y aptitudes


personales.

Para Lauretti (2004) la elección vocacional responde a tres aspectos


fundamentales:

) Éxito en el estudio de la profesión.

) Satisfacción o disfrute de las actividades propias de la carrera seleccionada.

) Estabilidad en cuanto a la decisión vocacional que se ha tomado.

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ANTONIA BEATRIZ CEPERO GONZÁLEZ

Y según Hernández (2004) es un proceso sistemático direccional elaborado


durante un amplio periodo de la vida del sujeto, de carácter fundamentalmente
consciente con intervención de factores cognitivos y motivacionales, y producto de una
síntesis entre las capacidades y aspiraciones del sujeto y las posibilidades que le brinda
el entorno, que acabará estableciendo una relación entre la elección vocacional realizada
y el rendimiento profesional que se ejerce, que depende de la capacidad de atribuir
éxitos y fracasos al propio autocontrol, única manera de confiar en que los resultados
dependan de nosotros mismos y no, de circunstancias ajenas (Rivas, 1995). Según
Núñez, González-Pienda, Almeida, Rosario, Soares y Rubio (2005), el alumnado
elabora un esquema de sus intenciones vocacionales, para llegar a su elección
profesional definitiva, desde las diferentes formas de enfrentarse a las tareas de
aprendizaje y con un bagaje de determinadas competencias cognitivas, conocimientos
previos, expectativas, motivaciones para el estudio, concepciones de lo que significa el
aprendizaje y distintas percepciones sobre los requisitos de la institución escolar.

1.2.3. Aspectos relevantes de la elección vocacional profesional.

1.2.3.1. Relación entre la elección vocacional y el autoconcepto

Distintos autores desde Ginzberg y cols. (1951) hasta Gottfredson (1985)


señalan la relación que existe/existente entre la elección vocacional y el autoconcepto
personal. Ginzberg y cols. (1951) destacan el papel de la personalidad y los valores
individuales en la elección vocacional. Súper (1953), relaciona la decisión vocacional
con el concepto de sí mismo como una vía para acceder a la actualización del Self a
través del mundo del trabajo. Bordirn (1968) señala que las respuestas de los sujetos a
los inventarios de intereses vocacionales plasman una proyección individual del
autoconcepto en términos de estereotipos que la persona tiene sobre las diferentes
ocupaciones. En este sentido, un sujeto acepta o elimina una posible ocupación en
función de que esté o no, cercana a su autoconcepto. Betz y Hackett (1981) interpretan
la elección ocupacional como el intento del individuo por implementar el autoconcepto.
Y Gottfredson (1985) defiende que el autoconcepto es un aspecto prometedor para
explicar la conducta vocacional, aunque este, no ha sido ni bien conceptualizado ni bien
medido en la psicología vocacional.

Investigaciones más recientes, como León y Gambara (2005) y Rubio (2006)


insisten también en este tema, resaltando tanto la semejanza entre los autoconceptos de
las personas y sus profesiones predilectas, como la importancia del autoconcepto en la
toma de decisión vocacional para explicar la conducta vocacional profesional (Bermejo
y Gutiérrez, 2001 y Bermejo, 2007) Durante la pre-adolescencia y la adolescencia, la

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CAPÍTULO 1 TESIS DOCTORAL

persona tiene capacidad de extrapolar su autoconcepto al estereotipo o imagen que se


forma de la profesión u ocupación que considera su posible elección. Un autoconcepto
claro, realista y armónico se traducirá en preferencias vocacionales profesionales que se
corresponderán con elecciones adecuadas, tomando el sujeto decisiones vocacionales
profesionales dependientes de la situación y de su autopercepción (cómo se percibe a si
mismo), procurando encontrar la profesión que mejor encaja con su propio
autoconcepto (Súper 1969, 1974).

2.3.2. El sexo biológico, el género social y la elección vocacional.

Guerrero (1994) opina que la elección debería ser algo libre, pero en la práctica
no ocurre así por múltiples y variados factores o indicadores (determinantes). El único
límite de la persona a la hora de la elección de opciones vocacionales profesionales,
sería su propia motivación, interés, aptitud, capacidad de desarrollarla y el conocimiento
más real del mercado de trabajo. En función de todas estas variables realizaría la toma
de decisiones, que se concretaría en su elección vocacional profesional. Pero como
avanza Álvarez (1995) la elección es un concepto multidimensional donde los
determinantes personales y situacionales interactúan y son imprescindibles.

Uno de los determinantes que condiciona la elección vocacional profesional de


forma contundente y aún en la actualidad es el sexo biológico y/o el género social.
Como evidencia el reciente estudio de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción
(FAD, 2007) sobre los valores y preferencias profesionales de los jóvenes españoles de
15 a 24 años, “pese a todos los cambios, el genero, todavía presenta rasgos que
consagran los estereotipos tradicionales”. Grove (1983) indicó cómo los mismos
intereses y preferencias vocacionales en hombres y mujeres pueden satisfacer a
diferentes necesidades. Vence, Palomares y Sánchez (2000), sostienen que hay que
tener en cuenta el efecto ejercido no sólo por la variable sexo de l@s adolescentes sino
también por la variable identidad social de género, la cual puede ser considerada como
un buen predictor de las elecciones vocacionales y profesionales. Por este motivo, y
como apunta Geis (1993) una de las características personales que condicionan y
determinan en mayor medida el comportamiento de las personas es, sin duda, el sexo de
la persona. Este modela las estrategias educativas y de interacción de los agentes
sociales más influyentes durante toda la infancia (familia y pares) (Sánchez, 1998 y
Molina y Fernández, 2007). El tipo de educación manifestado hacia el/la niñ@, a su
vez, provoca que la persona desarrolle unos comportamientos más o menos acordes con
el estereotipo de género, lo que se denomina identidad social de género, “la
autodescripción o identificación con una serie de comportamientos que la sociedad
tradicionalmente ha considerado más adecuados de forma diferencial para varones o

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ANTONIA BEATRIZ CEPERO GONZÁLEZ

para mujeres” (Tajfel y Turner, 1986). Como profetizaba Spence (1984) la identidad
social de género será un referente de primera importancia a la hora de manifestar
algunos comportamientos o de seleccionar contextos de interacción o desarrollo
personal. De ahí, la importancia de comprender el efecto causal de esta variable sobre
conductas como la elección de carreras o profesiones durante la adolescencia. Y de
considerar que los sujetos andróginos, o bigenéricos (independientemente de su sexo)
sean los que posean un mayor rango de preferencias vocacionales.

Tradicionalmente se ha considerado que la variable sexo explicaba la elección de


carreras universitarias y profesiones, al detectar desigual número de varones y mujeres
en el ejercicio de cada una. A partir de los análisis efectuados, Castellano, Delgado y
Ortiz (1995), Villanueva y Sorribes (1995), Castro (1998), Cepero (1998b, 1999a, 2000,
2001, 2003), Fonseca y Corospo (2004) entre otros, se puede observar que la variable
identidad social de género predice con mayor potencia estas diferencias. Por tanto, la
elección de profesiones puede ser modificada en función de la flexibilización de los
papeles concebidos tradicionalmente por la sociedad para uno u otro sexo.

1.2.3.3. La elección vocacional y los valores actuales.

Respecto a la elección, además del sexo/género existen otros determinantes entre


los que se encuentran los valores actuales (Luca, 2008) que transmiten erróneamente, la
importancia de ganar dinero o tener éxito social y poder (González Maura, 2004 y
Rivas, 2007), antes que o por encima de las preferencias vocacionales profesionales a la
hora de realizar la elección. Según Riart (2001), las elecciones vienen determinadas por
este factor seguido de la vocación, por lo que muchas personas están desubicadas entre
sus aspiraciones personales y sus logros profesionales. Esto provoca un daño irreparable
en su bienestar psicológico (Cabrera, 2005, y Alonso y Lobato, 2005) y un deterioro del
propio sistema de valores y habilidades socio-personales de las personas que
lógicamente se acaban trasladando a otras áreas de relación de individuo: familia,
amigos, trabajo. Los valores deseados son un mayor éxito económico y un mayor poder,
que unidos a la poca tolerancia a la frustración ante el fracaso y una deficiente
percepción y gestión de los errores propios cometidos, lleva a las personas a una notable
pérdida de autoestima. Provocando un notable conflicto de valores entre lo que “se
debería de hacer” y lo que realmente les “gustaría hacer”, conflicto entre lo que supone
una necesidad y lo que debería de ser una preferencia que afecta directamente a la
elección vocacional.

Para concluir, creemos que la elección es la posibilidad de llevar a cabo la


preferencia, siendo el resultado de un proceso que requiere una práctica continuada que

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CAPÍTULO 1 TESIS DOCTORAL

facilite al alumnado la construcción de su propio proyecto personal. Las distintas


alternativas se plasman en una opción concreta: la elección, que determina el futuro
laboral y profesional de la persona que la realiza, intentando que esta sea una decisión
académica y/o profesional satisfactoria, aunque las elecciones vocacionales concretas
estarán supeditadas a los patrones socioculturales que el medio, donde se vive inmerso,
tiene asignados a los personas que poseen rasgos concretos (edad, color, sexo). Son las
actitudes sociales las que, en cada caso, matizan el tipo y nivel de cada una de las
elecciones que sucesivamente ha de ir realizando la persona (De Miguel, 1975 y
Jiménez y Royo, 1993). Suponiendo además una de las decisiones más difíciles con que
se enfrentan las personas, el concretar las preferencias en una sola elección vocacional o
grupo vocacional de elecciones, convirtiéndose la identificación de las elecciones en un
proceso continuo, ya que la elección no es una decisión drástica y puntual, sino una
serie de elecciones sucesivas y menores, más o menos evaluadas por la persona, que le
van centrando, si no en lo que lo atrae, sí en lo que no desea (Súper, 1957 y Jiménez y
Royo, 1993).

1. 3. RESUMEN OPERATIVO Y DEFICIONES ORIGINALES DE


PREFERENCIAS Y ELECCIÓN VOCACIONAL PROFESIONAL.

Visto lo expuesto en los apartados anteriores se constata que no existe una


definición concreta y precisa sobre las preferencias y la elección vocacional profesional,
puesto que entre otros, ambos conceptos están interrelacionados y es difícil su
individualización. Lo que encontramos después de nuestra revisión bibliografica
terminológica sobre las preferencias es: Holland (1983) plantea las preferencias como
estereotipos o imágenes profesionales, Súper (1967) como intereses, Rivas (1998) las
entiende como el “querer ser”, y en 2003 las presenta como punto de partida para la
elección vocacional, Darle y Hagenah (1955) como percepciones sociolaborales,
Sorribes y Villanueva (1995) las entienden como un conjunto de variables que influyen
en las decisiones. Hernández (2004) sostiene que son los intereses expresados. La
Confederación Internacional del Trabajo (2004) las define como tendencias de las
personas, Medo (2004) habla de preferencias o inclinaciones vocacionales. Núñez y
cols. (2005) como la manifestación de las aspiraciones personales. Rubio (2006) expone
que la preferencia se basa en la relativa deseabilidad de los aspectos percibidos de los
estímulos. Y tanto Rocabert (1987, 2006) como Fernández; Peña; Viñuela, y Torio
(2007) las consideran como uno claro elemento de pronóstico en la elección vocacional,
esencial en los procesos de orientación escolar y de toma de decisiones.

En lo relativo a la definición de elección también aparece un variado abanico de


definiciones. Rivas (2003) la define como el objetivo concreto en la resolución del

23
ANTONIA BEATRIZ CEPERO GONZÁLEZ

problema vocacional. Martín (2006) expone que es una decisión personal e individual
para el futuro ya que lo que decidas te acompañará durante toda tu vida. Mira y López
(1947), Ginzberg, Ginsburg, Axeral y Herma (1951) Bianchi (1980), Castaño (1983),
Álvarez (1991), Cabrera (2005) y Martín (2006) la entienden como un proceso
evolutivo que tiene lugar en distintas etapas. Y entre sus aspectos fundamentales,
Bordirn (1968), Súper (1969, 1974), Betz y Hackett (1981), Grove (1983), Gottfredson
(1985), Sorribes y Villanueva (1995), Méndez (1998), Dosil y Fernández Eire (2001),
Mendoza, Domínguez y Hernández (2005), Núñez, González-Pienda, Almeida, Rosario,
Soares y Rubio (2005) destacan el papel de la personalidad y los valores individuales en
la elección vocacional insistiendo en la importancia del autoconcepto. Otro aspecto
relevante seria la autoeficacia, Bandura (1984, 1999), Rivas (1995, 2003), Fabián
(2004), Carbonero y Merino (2004), Núñez y cols. (2005) presentan las expectativas de
autoeficacia como un factor determinante en el desarrollo vocacional planteando la
necesidad de ser incorporada en los modelos predictivos de elección. Y por ultimo,
Spence (1984), Geis (1993), Vence, Palomares y Sánchez (2000), Muñoz, Ríos y Casar
(2004), García-Vega, Fernández y Rico (2005) sostienen que los estereotipos de género
siguen teniendo mucho peso en la elección vocacional existiendo una importante
tipificación sexual.

Encontramos que estos dos términos, preferencias y elección son difíciles de


diferenciar ya que son dos eslabones del mismo proceso, la toma de decisiones
vocacionales profesionales del desarrollo vocacional, en el cual las preferencias
vocacionales profesionales desembocan en una elección vocacional profesional
concreta. Por tanto, creemos que empezar aportando una definición concreta de ambos
términos que van a ser la base de nuestra investigación, es muy importante y
esclarecedor, por lo que nos gustaría finalizar este capítulo proponiendo estas
definiciones y que podrían ser las siguientes:

Preferencias: “Consiste en la selección de un determinado campo académico-


profesional compuesto de un conjunto de actividades lúdico-laborales que se quieren
realizar profesionalmente y para el cual existen una serie de habilidades, aptitudes,
conocimientos previos y motivos que llevan a una elección de titulación o profesión
futura”. Las preferencias integran determinantes tanto personales como contextuales,
que las conforman, cambian o afirman. En definitiva, consisten un elemento de juicio de
amplia referencia ocupacional a la hora de realizar una elección vocacional profesional,
siendo claves tanto en su diagnóstico, para evaluar la realidad, como en su pronóstico,
predecir el futuro, conformándose como una parte decisiva de la conducta, desarrollo y
desenvolvimiento vocacional.

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CAPÍTULO 1 TESIS DOCTORAL

Elección: “Es el resultado de la concreción del conjunto de preferencias


vocacionales condicionadas por determinantes contextuales o socioculturales y
personales o cognitivo-emocionales, que reciben la influencia del tiempo y de los
contextos, desembocando en una opción vocacional concreta o en un grupo vocacional
afín relacionado con los planes y proyectos de la persona de alcanzar un nivel
profesional satisfactorio”. Es el producto de la síntesis entre las capacidades, las
aspiraciones y las posibilidades del sujeto, es decir, entre lo que soy y poseo, lo que
quiero y deseo y lo que hay y ofrece el medio, las distintas posibilidades, que se
manifiesta en una propuesta que lleva a la vida laboral y adulta (Figura 1).

Figura 1. Representación del proceso de la concreción de la elección vocacional

PREFERENCIAS: TOMA DE
Variedad DECISIONES ELECCIÓN
Proceso Única:

2
3
1
5
4
7
6

Entre ambos conceptos, las preferencias y la elección vocacional de la persona,


se encuentra el proceso de toma de decisiones que es un proceso dinámico, contínuo,
sistemático y direccional a lo largo de la vida de la persona que consiste en relacionar y
tratar la información acerca del autoconocimiento y el análisis de la situación,
conjugando el conocimiento de sí mismo, las opciones profesionales, ocupacionales,
académicas y el mundo laboral y social, para conseguir la elección que es su objetivo
concreto. La toma de decisiones parte tanto desde el saber (autoconcepto, conocimiento
de sí mismo, y del entorno), como desde el querer (los deseos y las expectativas), y
analiza el grado de autonomía y seguridad que acompaña a la elección vocacional,
resultando la base racional o intuitiva que orienta la decisión, la estabilidad o la
constancia de sus actos en el desenvolvimiento vocacional.

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