De Contemptu Mundi - Inocencio III
De Contemptu Mundi - Inocencio III
De Contemptu Mundi - Inocencio III
179-254
Cuestiones Teológicas | Medellín-Colombia
http://dx.doi.org/10.18566/cueteo.v45n103.a08
Cómo citar este artículo en APA: Soto Posada, G. (2018). Introducción, traducción y notas a De contemptu mundi
sive de miseria conditionis humanae. Libri tres. Revista Cuestiones Teológicas, 45(103), 179-254.
INOCENCIO III
DE CONTEMPTU MUNDI SIVE DE
MISERIA CONDITIONIS HUMANAE
LIBRI TRES
Introducción, traducción y notas
de Gonzalo Soto Posada
INTRODUCCIÓN
11.
Papa del 1198 al 1216, Inocencio III, de nombre Lotario, hijo de
Thrassimond, conde de Segni y de Claricia, de la familia de los Scotti, nació
en Gavignano en el año 1160. Perteneció a la alta nobleza romana. Recibió
en Roma, en el monasterio de san Andrés en Celio, su primera formación
intelectual y espiritual. Fue canónigo de san Pedro. Orientó su vida a la
carrera eclesiástica. En la universidad de París recibió una sólida formación
1 Cf. Gerardo Laveaga. El sueño de Inocencio. México: mr. Ediciones, 2006. Michele
Macarrone. Innocent III. Dictionnaire de Spiritualité. Tomo VII. Segunda parte, c.
1767-1773. E. Amann. Innocente III. Dictionnaire de Théologie Catholique. Tomo
VII. Segunda parte, c. 1961-1981.
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Gonzalo Soto Posada
2.
Sus ideas teológico-políticas fueron muy claras y distintas: primacía absoluta
y universal del papado sobre la cristiandad, el papa como vicario de Cristo
en la tierra y representante directo e inmediato de Dios, primacía de la
Iglesia romana sobre todas las Iglesias, catolicidad y romanidad son una y
la misma cosa, los obispos son los delegados del papa, el papado tiene el
derecho soberano de disponer de los bienes de la Iglesia, la magistratura de
toda disciplina eclesiástica reside en el papa.
3.
Su primera obra fue compuesta hacia 1194-1195. Tenía alrededor de 35
años. Fue su célebre De contemptu mundi sive De miseria humanae conditionis.
Revela, por su contenido, una sólida preparación. En el prólogo, se afirma,
que quiere ser un pequeño tratado ascético moral en el que se describe la
basura de la condición humana para dejar de lado el orgullo.
Es un tema bíblico, de tal modo que hay más de 550 citas bíblicas.
Usa también fuentes patrísticas, escolásticas y clásicas con autoridad y
precisión. El tema de fondo es la miserable condición humana en todas las
circunstancias, desde el nacimiento hasta el juicio final.
TRADUCCIÓN13
Sobre el desprecio del mundo o la miseria de la condición humana
Libro primero
Prólogo
Al Señor Padre queridísimo, por gracia de Dios obispo del Puerto del Tíber,
Lotario diácono indigno, gracia en el presente y gloria en el futuro.
Capítulo primero
Del inicio de la miserable condición humana
¿Por qué salí del vientre de mi madre, para ver trabajo y dolor y que se consuman
en la confusión mis días? (Jer. XX)16. Si tales cosas de sí habló Jeremías, a
quien Dios santificó en el útero (Jer. I)17, ¿qué diré yo de mí a quien mi
madre engendró en el pecado? ¿Ay de mí, exclamaré, madre mía, que me
engendraste, hijo de la amargura y del dolor? ¿Por qué no morí en la vulva de
mi madre? ¿Salido del útero por qué no perecí? ¿Por qué sacado de las rodillas,
me lactaste? (Job. III)18. Nací en la combustión [al. confusión] y en el alimento
de fuego (Isa. IX)19. Ojalá hubiera muerto en el útero, y mi sepulcro hubiese sido
mi madre y su vulva concebida eternamente (Jer. XX)20. Pues hubiera sido como
si no fuese, del útero trasladado al sepulcro (Job. X)21. ¿Quién dará a mis ojos una
fuente de lágrimas (Jer. IX)22, para llorar el ascenso miserable de la repetida
condición humana y la salida condenable de la disolución humana? Pues
consideré con lágrimas de qué está hecho el hombre: qué hace el hombre,
qué hará (al. cuál será su futuro). Formado sanamente de la tierra, concebido
en la culpa, nacido para el dolor, vuelve depravadas las cosas no permitidas,
feas las que son decentes, vanas las ordenadas, convierte el alimento en
fuego, las comidas en gusanos, es una masa de putrefacción. Lo expondré
más plenamente, lo diré con más claridad. El hombre está formado de polvo,
Capítulo segundo
De la vileza de la materia del mismo hombre
Formó Dios al hombre del limo de la tierra, que es el más vil entre los
demás elementos, como consta por Gen. II. Los planetas y las estrellas las
hizo de fuego, los soplos y los vientos de aire, los peces y volátiles de agua,
los hombres y bestias de carga de tierra. Si consideras los seres acuáticos
hallarás que el hombre es más vil; si miras los seres aéreos, sabrás que es más
vil; si atiendes a los seres ígneos, lo considerarás vil en grado sumo, pues
no se iguala con los celestes ni se prefiere a los terrestres ya que es parejo a
los jumentos y su semejante. Como dice el Eclesiastés III: Una misma cosa
es el aniquilamiento de los hombres y de las bestias y su condición igual y nada
tiene el hombre más noble que el jumento. De la tierra salieron y a la tierra
parejamente vuelven23 . Estas son palabras no de cualquier hombre sino del
sapientísimo Salomón ¿Qué es el hombre sino lodo y ceniza? De ahí que
el hombre diga a Dios: recuerda, te ruego, que como lodo me hiciste y en el
polvo me convertirás (Job 10)24. Por lo mismo, Dios le dice al hombre: polvo
eres y en polvo te has de convertir (Gen. III)25. Soy igual, dice Job, al lodo y
23 Son los versículos 19-20 del capítulo 3 del Eclesiastés. La Biblia de Jerusalén traduce: porque
el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el
mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia, pues todo es vanidad. Todos
caminan hacia una misma meta: todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo.
24 Es el versículo 9 del capítulo 10 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: Recuerda que me
hiciste como se amasa el barro, y que al polvo has de devolverme.
25 Es el versículo 19 del capítulo 3 de El Génesis. La Biblia de Jerusalén traduce. Porque eres
polvo y al polvo tornarás.
fui asimilado a las cenizas y al polvo (Job. XXX)26. El fango se hace de agua
y polvo, ambos permanentes. La ceniza se fabrica de limo y fuego, ambos
separados. Expresado el misterio, otras cosas mejores pueden decirse. ¿Por
qué la soberbia del lodo? ¿De qué se vanagloriará el polvo? ¿De dónde se
gloriará la ceniza?
Capítulo III
De la división de la concepción
Capítulo IV
De la concepción del infante
Existe una doble concepción. Una se hace gracias al semen; la otra, por las
naturalezas. La primera se realiza en medio de los pecados; la segunda, por
medio de los pactos. Los padres delinquen en la primera; la prole contrata
en la segunda. ¿Quién no sabe que el coito, incluso matrimonial, de ningún
modo se hace sin el prurito de la carne, sin el fervor de la lujuria, sin la
pestilencia de la libido? Por lo cual, el semen concebido huele a pestilencia,
se mancha y se vicia, de modo que el alma infundida se unta de la ruina del
pecado, la mancha de la culpa, la suciedad de la iniquidad. Es que el licor
Capítulo V
De qué se alimenta el feto en el útero
inmundo, porta algo que por su contacto los frutos de la tierra no germinan,
los árboles se secan, las hierbas se mueren, pierden el fruto los árboles, y si los
perros se lo comen se contagian de la rabia. Los fetos concebidos contraen
el vicio del semen, de modo que los leprosos y los elefanticos nacen de
esta corrupción. De donde la ley mosaica considera inmunda la mujer que
sufre la menstruación (Lev. 10); y si alguien accede a la que menstrua, se
manda que sea muerto (Lev. XII). Y por la inmundicia de la menstruación
se ordena que la mujer que pare un niño no pueda ingresar en el templo
durante cuarenta días; si es niña, ochenta días.
Capítulo VI
De la imbecilidad del infante
¿Por qué se dio la luz al miserable y la vida a aquéllos que viven en la amargura
de la vida? (Job. III). Felices los que mueren antes de nacer. Primero sentir
la muerte que ser conscientes de la vida. Ciertos nacen tan deformes y
prodigiosos, que no son hombres, sino que parecen abominaciones, para
los cuales mejor hubiera sido si nunca se vieran, porque son monstruos y se
muestran como tales. Muchos nacen de miembros disminuidos y de sentidos
corrompidos, tristeza de los amigos, infamia de los padres, vergüenza de
los vecinos. ¿Qué diré de aquéllos que nacen sin ciencia, sin palabra, sin
virtud? Lábiles, débiles, imbéciles, distantes de los brutos, que tienen menos
que ellos. Inmediatamente nacen se arrastran; nosotros, por el contrario,
caminamos con los pies erectos y sin raptar con las manos curvas.
Capítulo VII
De la deformación del parto y de la expulsión del niño
parirás en dolor (Gen. III)32. No hay dolor como el de las parturientas. Raquel
murió con el intenso dolor del parto y al morir llamó a su hijo Benón, es
decir, hijo del dolor (Gen. XXXI). La esposa de Pinjás, al llegar los dolores,
parió y pereció y en el mismo artículo de muerte llamó a su hijo Ikabod33.
La mujer como el náufrago, cuando pare, tiene tristeza; cuando parió un niño,
ya no recuerda los dolores a causa de la alegría, porque dio a luz un hombre en el
mundo (Joan. XVI)34 . Concibe pues con inmundicia y pestilencia, pare con
tristeza y dolor, nutre con angustia y trabajo, custodia con asiduidad y temor.
Capítulo VIII
De la desnudez del hombre
Capítulo IX
Qué fruto produce el hombre
Capítulo X
De las incomodidades de la senectud y la brevedad de la vida humana
Capítulo XI
De las incomodidades de la vejez
42 Versículo 10 del salmo 89: La Biblia de Jerusalén traduce: los años de nuestra vida son
unos setenta, u ochenta, si hay vigor; mas son la mayor parte trabajo y vanidad, pues pasan
presto y nosotros nos volamos.
43 Versículo 20 del capítulo 10 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: ¿no son bien pocos los
días de mi existencia?
44 Versículo 6 del capítulo 7 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: mis días han sido más
raudos que la lanzadera, han desaparecido al acabarse el hilo.
45 Versículos 1 y 2 del capítulo 14 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: el hombre, nacido
de mujer, corto de días y harto de tormentos. Como la flor, brota y se marchita, y huye como
la sombra sin pararse.
Capítulo XII
Del trabajo de los mortales
El ave nace para volar, y el hombre para trabajar (Job. V)46. Todos sus días
están llenos de trabajos y fatigas, ni por la noche reposa su mente. ¿Y qué
es esto sino vanidad? No hay ninguno sin trabajo bajo el sol, ni sin defecto
bajo la luna, ni vanidad bajo el tiempo. El tiempo es la morada de las cosas
mudables. Vanidad de vanidades y todo vanidad (Eclesiastés I)47. Cuán variados
son los estudios de los hombres y cuán variados sus ejercicios. Sin embargo,
uno es el fin de todo y uno mismo el efecto, la labor y la fatiga del espíritu.
Ocupación grande fue creada para todos los hombres y un yugo grave sobre los
hijos de Adán, desde el día de su salida del vientre materno hasta el día de su
sepultura en la madre de todos (Eccli. XL)48 .
Capítulo XIII
Del estudio de los sabios
Que los sabios penetren, investiguen las alturas del cielo, las amplitudes de
la tierra, las profundidades del mar, que traten de todas las cosas, aprendan
siempre y enseñen. ¿Qué hallarán de esta tarea sino trabajo, dolor y aflicción
del espíritu? Conoció esta experiencia quien dijo: dediqué mi corazón a
conocer la prudencia y la doctrina, los errores y la estulticia, y aprendí que
era trabajo y aflicción del espíritu porque la sabiduría extrema es indignación
y quien añade la ciencia agrega dolor (Eccle. I)49. Conviene, pues, al que
indaga y pasa las noches en vigilia, trabajo y sudor que sepa que nada es tan
vil, tan fácil, para que lo entienda plenamente el hombre y lo comprenda
Capítulo XIV
De los variados estudios de los hombres
Corren y recorren los mortales por setos y senderos, suben montes, pasan
colinas, atraviesan rocas, anhelan los Alpes, franquean las fosas, ingresan
en las cavernas, escudriñan las vísceras de la tierra, los profundos mares, los
ríos desconocidos, las selvas sombrías, los lugares solitarios, se exponen a los
vientos y chaparrones, a los truenos y rayos, a las olas y tempestades, a las
ruinas y precipicios. Forjan y atizan los metales, esculpen y pulen las piedras,
talan los bosques y alisan las maderas, tejen telas y trenzan vestidos, cosen
y remiendan, edifican casas, plantan huertos y cultivan los campos, cavan
viñas, encienden hornos, construyen molinos, pescan, cazan y acechan aves.
Meditan y piensan, aconsejan y ordenan, se quejan y litigan, se alborotan y
hurtan, engañan y comercian, contienden y pelean, realizan innumerables
cosas semejantes, de modo que acumulan fuerzas, multiplican las artes,
cortejan el lucro, conquistan honores, adquieren dignidades, extienden los
poderes y todo ello es trabajo y aflicción de la mente.
Capítulo XV
De las muchas y diversas ansiedades
¡Oh, cuánta ansiedad ahoga a los mortales, el cuidado los aflige, los
molesta la inquietud, el miedo los espanta, el temblor los sacude, el horror los
rodea, el dolor los aflige, la tristeza los perturba, la tribulación los entristece!
El pobre y el rico, el amo y el esclavo, el casado y el célibe, el bueno y el
malo, a todos los entristecen los tormentos y están repletos de las aflicciones
mundanas. Cree al maestro experto: si fuese impío, ¡ay de mí! Si justo, no
levantaré la cabeza saturado de aflicción y miseria (Job X)57.
56 Versículos 4-11 del capítulo 2 del Eclesiastés. La misma traducción, con matices diferentes,
hace la Biblia de Jerusalén.
57 Versículo 15 del capítulo 10 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: Si soy culpable,
¡desgraciado de mí! Y si soy inocente, no levanto la cabeza, ¡yo saturado de ignominia, borracho
de aflicción!
Capítulo XVI
De la miseria del rico y del pobre
Los pobres son apretados por el hambre, afligidos por la fatiga, por la falta
de alimentos, por la sed, el frío, la desnudez; no valen nada, languidecen,
son rechazados y turbados. ¡Oh condición miserable de la mendicidad! Si
pide, el pudor lo invade y si no, es consumido por la miseria; es llevado de
todas formas por la necesidad a hacerlo. Alegan que Dios es malo porque no
divide correctamente; recriminan al prójimo de maligno pues no subsidia
plenamente. Se indigna, murmura, maldice. Advierte sobre esto la sentencia
del Sabio: es mejor morir que mendigar (Eccli. XL)58. Es que el pobre es odioso
para su prójimo (Prov. XIV)59. Todavía más: todos los días de los pobres son
malos, los hermanos del hombre pobre lo odian y los amigos lo apartan lejos
(Prov. XIX)60. Porque mientras seas feliz tendrás muchos amigos; si los tiempos
fuesen nublados, estarás solo (Ovid. Trist. I, IX, 3).
58 Versículo 29 del capítulo 40 del Eclesiástico. La Biblia de Jerusalén traduce: más vale morir
que mendigar.
59 Versículo 20 del capítulo 14 de los Proverbios. La Biblia de Jerusalén traduce: Incluso a
su vecino es odioso el pobre.
60 Versículo 7 del capítulo 19 de los Proverbios. La Biblia de Jerusalén traduce: los hermanos
del pobre le odian todos, ¡cuánto más se alejarán de él los amigos!
61 Versículo 21 del capítulo 6 de Mateo. La Biblia de Jerusalén traduce: porque donde esté
tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Capítulo XVII
De la miseria de los siervos y señores
Capítulo XVIII
De la miseria del célibe y del casado
estas palabras, pero el que pueda entender, que entienda (Matth. XVI) 64 . Pues
cuando Dios mismo prescribió ciertos ornamentos pontificales con que
Moisés y Arón vistieron a sus hijos, no mandó nada respecto a las mujeres,
pero dijo que las mismas usasen dichos ornamentos cuando ingresaran al
tabernáculo del Testimonio (Exod. XVIII)65. Y el Apóstol dice: no queráis
defraudaros el derecho mutuo, a no ser por algún tiempo de común acuerdo, para
dedicaros a la oración; y después volved a cohabitar, no sea que os tiente Satanás
por vuestra incontinencia. Pues es mejor casarse que abrasarse (I Cor. VII)66. El
ángel de Satanás lucha contra la continencia, estimula carnalmente, golpea
gravemente, agita el fuego de la naturaleza con el soplo de la sugestión,
acerca a la materia, distribuye las capacidades y administra la oportunidad.
Capítulo XIX
De la miseria de los buenos y de los malos
No hay que gozar con los impíos, dice el Señor, porque por las cosas que peca
el hombre, por ellas será atormentado (Isa. XXXVIII, XXXVII)75, pues el
gusano de la conciencia nunca muere y el fuego de la razón nunca se extingue
(Isa. CXVI)76, ya que vi a aquellos que obran la iniquidad y siembran dolor
y son temidos, perecen con el soplo de Dios y el espíritu de su ira los consumirá
(Job. IV)77. Es que la soberbia infla, la envidia roe, la avaricia estimula, la
ira quema, la gula oprime, la lujuria disuelve, la mentira ata, el homicidio
mancha. Así ocurre con los demás signos de los vicios, que son el goce de
los hombres e instrumento de castigo divino.
Como dice Horacio (Ep. I, II, 57): el envidioso pudre las cosas abundantes
de uno y otro. Ningún tirano de Sicilia inventó un tormento mayor que la
envidia.
De ahí los peligros en los ríos, con los ladrones, de todo género, de los
falsos hermanos. En el trabajo, en la fatiga, en muchas vigilias, en el hambre
y la sed, en el frío y en la desnudez (II Cor. II). Es que el justo se niega a sí
mismo (Luc. IX)81, crucificando sus miembros con los vicios y las concupiscencias
(Gal. V)82, de modo que el mundo sea crucificado para sí mismo y él mismo en
el mundo, no teniendo esta ciudad como permanente, sino buscando la futura
(Hebr. XIII)83. Vive en el siglo como en un exilio, encerrado en el cuerpo
como en una cárcel. Pues peregrino soy yo sobre la tierra y peregrino como todos
mis padres (Psal. CXVIII)84. Porque afloja un poco conmigo y déjame respirar,
antes que yo parta y deje de existir (Psal. XXXVIII)85. Ya que ¡Ay de mí, que
mi destierro se ha prolongado! He habitado entre los moradores de Cedar. Largo
tiempo ha estado mi alma peregrinando (Psal. CXIX)86. Así que ¿quién se
debilita sin que me debilite yo? ¿Quién se escandaliza y yo no me quemo?
(II Cor. II). Porque los pecados de los vecinos son el calor de los justos. Esto
es fresco, pues Caleb dio en dote a Axa su hija (Jos. XV).
Capítulo XX
De los enemigos del hombre
Lucha es la vida del hombre sobre la tierra (Job. VII)87 ¿Y no es una verdadera
pelea cuando son muchos los enemigos que siempre y por todas partes están
ahí, para agarrar, perseguir y perecer, como son el demonio, el hombre, el
mundo y la carne? El demonio con los vicios y la concupiscencia, el hombre
con las bestias, el mundo con los elementos, la carne con los sentidos. Pues
la carne tiene deseos contrarios a los del espíritu y el espíritu los tiene contrarios
a los de la carne (Gal. V)88. Verdaderamente, no es nuestra pelea solamente
contra hombres de carne y sangre, sino contra los príncipes y potestades, contra
los adalides de estas tinieblas del mundo (Ephes. VI)89. Porque vuestro enemigo
Capítulo XXI
De la cárcel del alma, que es el cuerpo
Capítulo XXII
De la corta alegría del hombre
¿Quién alguna vez o en forma total un único día pasó alegre en su deleite,
sin que lo turbase en alguna parte de la jornada un reato de conciencia, o
un ímpetu de su ira o un movimiento de su concupiscencia? ¿A quién no
enfureció el livor de la envidia o el ardor de la avaricia, o el tumor de la
soberbia? ¿A quién no conmovió algún daño u ofensa? ¿A quién finalmente
no ofendió la cara, el oído o el acto de alguien? Ninguna ave de la tierra es
semejante al cisne negro. Escucha sobre esto la sentencia del Sabio: desde
la mañana hasta la tarde el tiempo es mutable (Eccli. XVIII)100. O: Varios
pensamientos le acaecen y la mente se absorbe en muchas cosas (Job. XX)101. Y:
tocan el tímpano y la cítara y gozan con el sonido del órgano y pasan sus días
óptimamente y, de pronto, descienden en los infiernos (Job. XXI)102.
Capítulo XXIII
Del dolor inesperado
Capítulo XXIV
De la vecindad de la muerte
Siempre el último día es el primero, pero nunca se piensa que el primer día es
el último. De modo que conviene siempre vivir como si siempre fuese preciso
morir. Porque escrito está: acuérdate que la muerte no tarda (Eccle. XIV)109.
El tiempo pasa y la muerte se acerca. Mil años ante los ojos del que muere
son como el día de ayer que ya pasó. Los tiempos futuros siempre nacen. Los
presentes siempre mueren y lo que ya pasó, está totalmente muerto. Pues
morimos mientras vivimos y cuando cesamos de morir, entonces dejamos
de vivir. Es mejor, por lo tanto, morir en vida que vivir muertos. Porque
nada es la vida mortal sino la muerte que vive. De donde Salomón exclamó:
alabé más a los muertos que a los vivos y de unos y otros juzgué más feliz al que
todavía no había nacido (Eccle. IV)110 . La vida huye velozmente y no puede
ser retenida. La muerte ocurre instantáneamente y no vale impedirla. Lo
cual es de admirar, pues cuanto más crece la vida, más decrece y porque
cuando la vida más avanza tanto más se acerca al final.
Capítulo XXV
Del terror de los sueños
Capítulo XXVI
De la compasión de los amigos
¡Oh cuánto dolor nos turba, cuánto temblor nos agita, cuando sentimos
los daños de los amigos y tememos los peligros de los padres! Más sano en
el temor que enfermo perturbado por el malestar Más libre por el afecto
del dolor que afligido con repugnancia por efecto de la enfermedad. De ahí
que sea verdadero lo de Ovidio: el amor es una cosa llena de ansioso temor.
111 Elifaz de Temán es uno de los interlocutores de Job. La cita se halla en Job 4, 13.
112 Versículos 13 y 14 del capítulo 7 del libro de Job.
113 Es la visión de la estatua.
Capítulo XXVII
De los infortunios súbitos
Capítulo XXVIII
De las innumerables especies de amarguras
Siempre, desde siglos, todos los géneros de amarguras, todas las especies de
pasiones, la sabiduría física puede investigar, así como la humana fragilidad
puede tolerar. ¿Dije tolerancia intolerable de las enfermedades o tolerancia
intolerable? Lo mejor es unir ambas cosas. Pues intolerable es la dureza
a causa de las pasiones y tolerable por la necesidad de padecer. Cada día
más y más se corrompe la naturaleza humana. Así hubo muchas cosas que
antiguamente fueron experimentos saludables que por los defectos de los
mismos hoy devinieron mortíferos. Envejecen los dos mundos, tanto el
macrocosmos como el microcosmos, es decir, el mundo mayor y el mundo
menor. Y cuando más prolijamente se produce la senectud de ambos, tanto
más se deteriora la naturaleza de los dos.
Capítulo XXIX
De los diversos géneros de tormentos
Capítulo XXX
De cierto crimen en que una mujer se comió a su infante
Conviene recordar aquel horrible crimen que José de Judea describe cuando
el sitio de Jerusalén117. Cierta mujer llena de propiedades y de noble origen,
con la restante multitud, que había concurrido a Jerusalén, llevaba el suceso
común del cerco con todos. Sus demás propiedades eran vejadas en su
residencia de la ciudad, cuando fue invadida por los tiranos. Si algo quedaba
de los grandes recursos, que era conducido en torno al alimento cotidiano,
los invasores lo raptaban con sus soldados y ladrones, por lo que la gran
labor fatigaba a la mujer con cierta indignación rayando en la insania. Los
asesinos instigaban su muerte con maldiciones y algarabía. Ninguno de ellos,
ni irritado ni misericordioso, quería borrarla de la existencia y buscaba de
ella los alimentos que por otros eran buscados hasta requerir la abundancia.
El hambre era horrible y se requerían vísceras y entrañas, apremiando el
furor del hambre por la falta de alimentos. Usando de pésimos consejos se
armó contra los mismos juramentos de la naturaleza. Bajo sus pechos estaba
su párvulo hijo y mirándolo dijo: infeliz eres de la madre. ¿Oh infeliz hijo te
La mujer, con el rostro fiero, les dice a los invasores más brutalmente:
mío es el parto, mío es el hijo, mío es el asesinato, comed, pues yo ya comí
primero del que engendré. No queráis ejecutar, ya a una madre devota, ya a
una mujer tierna, que si os vence la piedad, maldecid mis alimentos, que ya son
mi carne, y yo de nuevo comeré de ellos. Ante todo ello, aquellos, aterrados y
temblando, se retiran y dejaron de todas las propiedades sólo este alimento
a la mísera madre
Capítulo XXXI
Que algunas veces se castiga al inocente y se absuelve al culpable
Libro segundo
En donde se determina el ascenso de la conversión de la culpabilidad humana
Capítulo I
De lo que suele afectar comúnmente a los hombres
Tres cosas suelen afectar a los hombres: los poderes, los deseos, los honores.
De los poderes salen las acciones depravadas, de los deseos, las turbias, de
los honores, las vanas. De ahí que el apóstol Juan nos diga: no queráis amar
el mundo, ni las cosas que en el mundo están. Porque todo lo que está en el
mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la
vida (I Joan. II)120. La concupiscencia de la carne lleva a las voluptuosidades,
la concupiscencia de los ojos, a los poderes, la soberbia de la vida, a los
honores. Los poderes generan deseos y avaricia; los deseos dan a luz la gula
y la lujuria; los honores nutren la soberbia y la jactancia.
Capítulo II
Del deseo
No hay nada más detestable que el avaro y nada más inicuo que amar el dinero
(Eccli. X)121. Son palabras del sabio que confirma el Apóstol diciendo: porque
los que pretenden enriquecerse caen en tentación y en el lazo del diablo y en
muchos deseos inútiles y perniciosos, que hunden a los hombres en el abismo de la
muerte y de la perdición. La raíz de todos los males es el deseo (I Tim. VI)122. El
deseo comete sacrilegios y robos, ejecuta rapiñas y ganancias, genera guerras
y homicidios. Vende y compra simoníacamente, pide y recibe inicuamente,
injustamente negocia y presta usurera mente, insta al dolo y ambiciona el
fraude. Disuelve el pacto y viola el juramento. Corrompe el testimonio y
pervierte el juicio.
Capítulo III
De los dones inicuos
¡Oh príncipes infieles, amigos del robo, todos amáis los regalos, seguís
las retribuciones, nunca alejáis las manos del don, a no ser que primero
expulséis el deseo del corazón! De vosotros dice el profeta: sus príncipes están
como lobos para arrebatar la presa y buscar usuras para su avaricia (Ezech.
XXII)124. Pues, sus príncipes se dejan cohechar en los juicios y sus sacerdotes
predican por interés y por el dinero adivinan sus profetas (Mich. III)125. He aquí
que el Señor preceptuó por Moisés en la ley todo lo contrario: constituirás
jueces y magistrados en todas las ciudades para que juzguen al pueblo con juicio
recto, sin inclinarse más a una parte que a otra. No serás aceptador de personas
ni de dádivas, porque los regalos ciegan los ojos de los sabios y pervierten los
dictámenes de los justos; administrarás la justicia con rectitud y vivirás (Deut.
XVI)126. Dos cosas dice: lo justo y justamente. Ciertamente es justo lo que
justo es, e injusto, lo injusto. En otras palabras, se persigue injustamente lo
que es justo y justamente lo injusto.
Capítulo IV
De la acepción de personas
por la luz y la luz por las tinieblas (Isa. V)127, matando las almas que no son
muertas y dando por vivas las que no viven (Ezech. XIII)128. Pues vosotros no
prestáis atención a los méritos de las causas sino a los méritos de las personas;
no a los juramentos sino a los regalos; no a la justicia sino al dinero; no lo
que la razón dicta sino el afecto de la voluntad; no lo que la ley sanciona
sino lo que la mente desea. No inclináis el ánimo a la justicia sino la justicia
al ánimo; no lo que está permitido para beber sino que se permite lo que
se bebe. Nunca en vosotros el ojo es simple para que todo el cuerpo sea
brillante (Matth. VI)129 sino que siempre mezcláis algo al fermento, por lo
que toda la masa se corrompe (I Cor. V)130. Sois negligentes morosamente
con la causa de los pobres, pero promovéis con apuro la causa de los ricos.
Con aquellos mostráis rigor; con estos dispensáis mansedumbre. A aquellos
los miráis con dificultad, a estos los tratáis con favores. A aquellos escucháis
negligentemente, a estos oís sutilmente. Clama el pobre y nadie lo escucha,
habla el rico y todos aplauden. Habla el rico y todos callan y ensalzan su dicho
hasta las nubes. Habla el pobre y dicen: ¿quién es este? Y si da un paso en falso
lo empujan hasta dar con él en tierra Eccli. XIII)131. Clama potentemente el
paciente y nadie lo oye; vocifera y no hay quien lo juzgue. Pero si tomáis
fuertemente la causa de los pobres, los alentáis remisamente. En cambio,
cuando asumís la causa de los ricos los ayudáis pertinazmente. Despreciáis
a los pobres, honráis a los ricos. A estos apreciáis con reverencia, a aquellos
aplastáis implacablemente. Porque si entrando en vuestra congregación un
hombre con sortija de oro y ropa preciosa y entrando al mismo tiempo un pobre
con un mal vestido, ponéis los ojos en el que viene con vestido brillante y le
decís: siéntate tú aquí en este buen lugar, diciendo por el contrario al pobre: tú
estate allí en pie o siéntate acá a mis pies, ¿no es claro que formáis un tribunal
injusto dentro de vosotros mismos y os hacéis jueces de sentencias injustas? (Jac.
II)132. Pues de vosotros y contra vosotros dice el profeta: con fraudes se han
engrandecido y se han hecho ricos. Se engrosaron y engordaron y han violado
pésimamente mis preceptos. No han administrado justicia a la viuda, ni han
defendido la causa del huérfano y no hicieron justicia al pobre (Jer. V)133 . De
ahí que la ley prescriba: ninguna distinción haréis de personas: del mismo
modo oiréis al pequeño y al grande. Ni guardaréis miramiento a nadie, pues
vosotros sois jueces en lugar de Dios (Deut. I)134. Como se dice en Actos, X: no
hay acepción de personas ante Dios135 .
Capítulo V
De la venta de la justicia
Capítulo VI
Del insaciable deseo de la libido
¡Oh fuego inextinguible! ¡Oh libido insaciable! ¿Quién alguna vez estuvo
satisfecho con el primer deseo libidinoso? Cuando se alcanza lo querido se
desea más ampliamente, se tiene siempre más deseo y nunca se le pone fin
a los hábitos de la libido. Insaciable es el ojo de la concupiscencia y nunca
quedará satisfecho con parte de la iniquidad realizada. Es que el avaro jamás
se saciará de dinero y quien ama ciegamente las riquezas ningún fruto sacará de
ellas (Eccle. V)140. El infierno y la perdición nunca se llenan como los ojos
insaciables de los hombres. Porque la sanguijuela de la concupiscencia tiene
dos hijas, las cuales están diciendo siempre: dame, dame (Prov. XXX)141. De
ahí lo de Juvenal: crece el amor al dinero con la misma riqueza142.
Capítulo VII
Por qué la concupiscencia no puede ser saciada
¡Quieres, oh concupiscencia, saber por qué siempre estás vacía , por qué
nunca te llenas? Advierte: no está plena tu medida, porque cuanto más
contiene, todavía es capaz de cosas más amplias. Pero el ánimo humano es
capaz de Dios porque: quien está unido con el Señor es con él un mismo espíritu
(I Cor. VI)143. Aunque tenga muchas cosas, todavía anhela más. Pero el alma
humana es capaz de Dios porque quien está unido con el Señor es con él un
mismo espíritu (I Cor. VI)144. Puede contener mucho, nunca está pleno, a no
ser que tenga a Dios, del cual es siempre capaz. Por lo tanto, si quieres, oh
concupiscencia, ser saciada debes dejar de ser libidinoso, porque mientras
fueres deseoso no puedes saciarte. Es lo de la Verdad: ¿qué compañía puede
haber entre la luz y las tinieblas? ¿O qué concordia entre Cristo y Belial?145.
De ahí que nadie puede servir a Dios y al dinero (Matth. VI)146.
Capítulo VIII
Del falso nombre de las riquezas
Ciertamente son opuestos el rico y el pobre. Pero los deseos del mundo
no sólo arrastran sino que llevan a la pobreza. Con razón dice Salomón
que más sacia lo necesario al pobre que lo mucho al rico, porque donde hay
muchas riquezas allí abundan muchos que se las devoran (Eccle.V)147. Hay
muchos magnates indigentes como frecuentemente lo experimentamos. Los
deseos, por lo mismo, no hacen al hombre rico sino pobre.
Capítulo IX
Ejemplos contra la concupiscencia
Capítulo X
De la superflua solicitud de los deseos
¿Por qué quién convoca a reunir, no puede hacerse presente cuando hace la
convocación? Pues, como la flor, brota y se marchita y huye como la sombra sin
pararse (Job. XIV)149. ¿Por qué desea tantas cosas cuando con pocas se basta?
Mientras tengamos comida y vestido estemos contentos con eso (I Tim. VI)150.
¿Por qué busca lo necesario con tanta preocupación cuando se ofrece sin
gran dificultad? Escucha lo que sobre esto dice la Verdad: no andéis, pues,
preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué
vamos a vestirnos? Pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de
todo ello. Buscad primero su Reino y su justicia y todas esas cosas se os darán por
añadidura (Matth. VI; Luc. XII)151. De ahí que nunca vi al justo abandonado
ni a su linaje mendigando el pan (Psal. XXXVI)152.
Capítulo XI
De la avaricia
Tántalo sintió sed en las olas y el avaro vacía sus deseos153, el cual tanto tiene
cuanto no tiene, ya que nunca usa de lo adquirido sino que siempre busca
ávidamente cosa por adquirir. Sabiamente lo dice Salomón: hay quien se
hace el rico y nada tiene y quien se hace el pobre y tiene gran fortuna (Prov.
XIII)154. El avaro y el infierno comen y no digieren, reciben y no devuelven.
El avaro no se compadece de los que padecen, ni ayuda a los miserables ni
tiene compasión de ellos, ofende a Dios, se ofende a sí mismo, ofende al
prójimo. Retiene lo debido a Dios, niega lo necesario al prójimo, sustrae
para sí las cosas oportunas. Ingrato con Dios, impío con el prójimo, cruel
consigo mismo. Pues, Para el hombre mezquino no es buena la riqueza, para
el envidioso ¿de qué sirve el dinero? El que es malo para sí, ¿para quién será
Capítulo XII
Por qué la avaricia sea una servidumbre de los ídolos
Capítulo XIII
De algunas propiedades de la avaricia
El avaro está listo para pedir, tardo para dar y frondoso para negar. Si algo
gasta pierde todo, está triste, quejumbroso y moroso, solícitamente suspira
y ansía, es preso de la duda y gasta contra su voluntad. Encumbra lo dado y
se envilece para dar. Da para lucrarse y no se lucra para dar. Es amplio con
lo ajeno y parco con lo propio. Agota la gula para llenar las arcas. Extenúa
el cuerpo para expandir el lucro. Tiene mano para dar colectivamente y
recibir abundantemente. Cerrado para dar y abierto para recibir. Es que
las riquezas de los injustos se esfumarán como un torrente (Eccli. XL)158, pues
quien mal reúne, rápidamente dispersa. Justamente, las cosas que se hacen
mal se extinguen mal. No se accede al bien porque no se hace el bien. El
avaro está perdido en vida tanto ahora como en la futura.
Capítulo XIV
De la inicua posesión de las riquezas
Capítulo XV
De los deseos lícitos
Abraham fue rico, Job opulento, David suntuoso y Abraham lo fue porque
la Escritura dice: y creyó él en Yahveh, el cual se lo reputó por justicia (Gen.
XV)168. De Job dice: un hombre cabal, recto, que temía a Dios y se apartaba del
mal (Job I)169. De David acota: el Señor encontró un varón según su corazón (I
Reg. XVI)170. Otros fueron: como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos
(II Cor. VI)171. De ahí lo del Profeta: a las riquezas, cuando aumenten, no
apeguéis el corazón (Psal. LXI)172. Porque nosotros somos los que poseemos
todo como si nada tuviésemos, según las palabras del Salmista: los ricos
quedan pobres y hambrientos (Psal. XXXIII)173. Pues es más fácil que halles
quien ama las riquezas y no tiene que quien tiene y no las ama; es difícil
estar en el fuego y no arder y más difícil es tener riquezas y no amarlas.
Escucha, por lo mismo, al profeta Jeremías: porque desde el más chiquito de
ellos hasta el más grande, todos andan buscando su provecho, y desde el profeta
hasta el sacerdote, todos practican el fraude (Jer. VI)174.
Capítulo XVI
De la incertidumbre de las riquezas
170 En realidad es el versículo 4 del capítulo 11 de del libro tercero de los Reyes.
171 Versículo 10 del capítulo 6 de la segunda carta a los Corintios.
172 Versículo 11 del salmo 61.
173 Versículo 11 del salmo 33.
174 Versículo 13 del capítulo 6 de Jeremías.
175 Versículo 18 del capítulo 12 de Lucas.
176 Versículo 20 del mismo capítulo de Lucas.
177 Versículo 7 del salmo 38.
178 Versículo 6 del salmo 75.
179 Versículo 19 del capítulo 27 de Job.
Capítulo XVII
De la gula
Capítulo XVIII
Ejemplos contra la gula
La gula exige un tributo caro que se torna cosa muy vil; porque en cuanto
son más delicados los alimentos tanto más fastidiosos son los deshechos.
Turbio sale lo que turbio se ingiere, expresándose en un soplo horrible tanto
superior como inferior y emitiendo un abominable sonido. La gula cerró el
paraíso (Gen. III)185, vendió la primogenitura de Esaú (Gen. XXV), degolló
al Bautista (Marc. VI). El príncipe Nabuzardam incendió el templo con sus
cocineros y Jerusalén se destruyó (IV Reg. XXV). Baltasar en un banquete
vio una mano contra una pared escribiendo: Mane, Thecel, Phares y la misma
noche fue asesinado por los caldeos (Dan. V). Se sentó el pueblo a comer y beber
y se levantaron a jugar (Exod. XXXII)186, pero todavía estaban sus alimentos
en su boca y la ira de Dios vino contra ellos (Psal. LXXII). Quienes comían
manjares deliciosos desfallecen por las calles (Lam. IV)187. El rico que comía
todos los días espléndidamente, fue sepultado en el infierno (Luc. XVI).
Capítulo XIX
De la ebriedad
¿Qué más turbio que el ebrio? cuyo hálito en la boca, temblor en el cuerpo
llevan a prometer muchas cosas y a que los ojos se le salgan, que se aliena
de mente y se transforma en el rostro?. Como rezan los Proverbios (XXXII):
no hay secreto donde reina la ebriedad. Y Horacio canta: ¿a quién no hicieron
elocuente los fecundos cálices? (Ep. I, V, 19).
Capítulo XX
Ejemplos contra la ebriedad
Capítulo XXI
De la lujuria
Ciertamente una madre torpe engendra una hija más torpe, por lo es justo
lo dicho por el Apocalipsis: y el manchado siga manchándose (Apoc. XXII)197.
Muy bien lo advierte Oseas: todos ellos, adúlteros, son como un horno ardiente,
que el panadero deja de atizar. Los príncipes enferman por el ardor del vino
(Ose. VII)198. Pues su vientre se siembra opíparamente y se abraza libremente
a Venus. ¡Oh extrema torpeza de la libido que no sólo afemina la mente,
sino que también enerva el cuerpo, no sólo mancha el alma sino que daña
la persona! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo, mas el
que fornica, peca contra su propio cuerpo (I Cor. VI)199, Siempre la preceden
el ardor y la petulancia, siempre reúne el hedor y la inmundicia, siempre se
siguen el dolor y la penitencia. Por lo mismo, dice Salomón: miel destilan
los labios de la meretriz, su paladar es más suave que el aceite, pero al fin es
amarga como el ajenjo, mordaz como espada de dos filos (Prov. V)200.
Capítulo XXII
De la generalidad de la lujuria
Capítulo XXIII
De las diversas especies de la lujuria y sus penas.
Ella mató a Urías (II Reg. XI)202, lapidó a los presbíteros (Dan. XIII),
maldijo a Rubén (Gen. XXXV, XLIX), sedujo a Sansón (Jud. XIX), pervirtió a
Salomón (III Reg. XI). Es verdadero lo que se dice que a causa de las mujeres
perecieron muchos. Pues vino y mujeres pervierten a los inteligentes, el que
va a prostitutas es aún más temerario (Eccli XIX))203. Es que la lujuria dejó a
muchos heridos; ciertamente ella mató a muchos, las vías del infierno son su
casa, penetra en el interior del muerto (Prov. VII). Ella enerva a los varones,
disminuye los sentidos, consume los días y vacía las fuerzas.
Capítulo XXIV
Del coito contra la naturaleza
como con mujer; es abominación. No te unirás con bestia haciéndote impuro por
ella (Lev. XVIII)205. A uno y otro se prescribe una pena igual: si alguien se
acuesta con varón, como se hace con mujer, ambos han cometido abominación:
morirán sin remedio. Mataréis también a la bestia (Lev. XX)206. Quien tenga
oídos oiga, por el contrario quien pierda el juicio, que recobre sus sentidos.
Capítulo XXV
De la pena de este crimen
La pena enseña lo que esta culpa merece. Entonces el Señor hizo llover sobre
Sodoma y Gomorra azufre y fuego del cielo (Gen. XIX)207. No quiso, pues, el
Señor la ejecución de quienes cometieron esta pena a través de ángeles u
hombres sino que el mismo se reservó la venganza de este crimen, según
aquello: a mí me toca la venganza y yo retribuyo (Deut. XXXII)208. Y por lo
mismo hizo llover el Señor por el mismo Señor, no lluvia ni rocío sino azufre
y fuego. Azufre sobre la pestilencia de la lujuria, fuego sobre el ardor de la
concupiscencia, en cuanto la pena debe ser semejante a la culpa. No se dice
envió sino llovió ya que con la misma palabra se hace notar la magnitud y la
abundancia de la pena. También la esposa de Lot, porque miró hacia atrás, se
convirtió en una estatua de sal y las ciudades y todas las regiones circunvecinas
volvió en un mar muerto y en un valle de sal. Es que es tremendo caer en las
manos del Dios vivo (Hebr. X)209, que cuanto mayor exhiba la paciencia de su
longanimidad, tanto más duro arroja la venganza de su severidad.
Capítulo XXVI
Del ambicioso
Ciertamente Cupido reúne y conserva las fuerzas del avaro; el guloso degusta
las voluptuosidades, el lujurioso las ejerce; el ambicioso aspira a los honores
y el soberbio las alza. El ambicioso siempre es temeroso, siempre atento
para no decir ni hacer lo que a los ojos de los hombres desagrada, simula
Listo y férvido para reconocer donde hay placer, remiso y tibio para
enfrentar lo que le desagrada. Reprueba las cosas malas, detesta las inicuas,
pero todas las aprueba y reprueba para ser juzgado idóneo, ser aceptado, para
ser alabado por los hombres y aprobado por cada uno. La realidad es que vive
en una lucha dura dentro de sí, en un conflicto difícil, mientras la iniquidad
impulsa el ánimo, y la ambición intenta contener el mal, haciendo lo que
ella sugiere y realizando las cosas que no permite. Se divierten mutuamente
la madre y la hija, la iniquidad y la ambición, mientras la madre lo hace
abiertamente y la hija ocultamente no pone resistencia. Ésta reivindica para
sí lo público y aquélla el secreto. Sin embargo, el ambicioso libremente obra
de príncipe en lo que ambiciona y dice: ¡Oh! Cuándo reinará el que es severo
en la justicia, piadoso en la misericordia, que no destruye en el amor y en
el odio, que no se corrompe por la petición o el precio, que cree a los fieles
y reposa con las súplicas, que sea humilde y benigno, abundante y manso,
constante, sabio, paciente y astuto.
Capítulo XXVII
De la abundante concupiscencia de los ambiciosos
210 Referencia a Simón el mago, de donde viene simonía: el que vende los dones de Dios.
Véase Hechos 8, 20; 20, 35.
211 Se refiere al ministro de Eliseo: IV Reg. 4, 25.
deviene leproso (IV Reg. V) y Simón perece a causa del dinero (Act. VIII).
Y Core ardió con sus cómplices en el fuego y a Dathan y Abirón se los tragó
la tierra (Num. VI)212. Así que ninguno asuma para sí este honor a no ser que
sea llamado por Dios como Arón (Hebr. V)213.
Capítulo XXVIII
Del ejemplo de la ambición
Capítulo XXIX
De la breve y miserable vida de los magnates
He aquí que se sublima en alto, se avanza hacia lo sumo, brotan los cuidados,
se acumulan las solicitudes, se extienden los ayunos, se producen las vigilias,
por todo lo cual la naturaleza se corrompe, el espíritu se enferma. El sueño se
deteriora, el apetito se pierde, la virtud se debilita, el cuerpo se extenúa. En sí
mismo deficiente no divide sus días sino que concluye una vida miserable en
un fin más miserable. Es verdadero lo del poeta: las cosas grandes se arruinan
en sí mismas, es negado permanecer largo tiempo en lo alto… se alzan en alto
y caen como el deslizamiento más grave215.
Capítulo XXX
De las diversas propiedades de los soberbios
Capítulo XXXI
De la soberbia y caída de Lucifer
¡Oh soberbia insoportable entre todas, odiosa para todos, entre todos
los vicios tú siempre eres la primera, tú siempre eres la última! Pues todo
pecado que te suceda lo haces un todo y lo que te está apartado lo envías.
viendo a Satanás caer del cielo a manera de relámpagos (Luc. X)225. Al fin
y al cabo, cualquiera que se ensalza será humillado; y el que se humilla será
ensalzado (Luc. XIV)226.
Capítulo XXXII
De la arrogancia de los hombres
Capítulo XXXIII
De la abominación de la soberbia
Cuán detestable sea la soberbia que el mismo Señor lo atestigua por boca
del profeta, al decir: Yo detesto la soberbia de Jacob (Amos. VI)231. Y continúa:
este juramento ha hecho el Señor contra la soberbia de los hijos de Jacob: yo juro
que no me olvidaré jamás de todo lo que han hecho (Amos. VIII)232. De donde
entre aquellas cosas que el Señor odia, seis las abomina y detesta el alma de
la séptima, poniendo Salomón como primera: los ojos altaneros (Prov. VI)233,
ello es la soberbia. E Isaías acota: porque el día del Señor de los ejércitos va a
aparecer terrible para todos los soberbios y altaneros y para todos los arrogantes
y serán humillados; y para todos los cedros más altos más altos y erguidos del
Líbano y para todas las encinas de Basán y para todos los montes encumbrados y
para todos los collados elevados y para todas las torres eminentes y para todas las
murallas fortificadas. Y la arrogancia de los hombres será abatida y humillada
la altivez de los magnates (Isa. II)234. Y continúa: por esto ensanchó el infierno
su seno y abrió su inmensa boca y en ella caerán sus campeones y el pueblo y
cuanto hay en él de ilustre y glorioso (Isa. V)235. Y añade: el Señor de los ejércitos
ordenó esto, para hollar la soberbia de todos los jactanciosos (Isa. XXIII)236. Y
Job también dice: aunque se remonte hasta el cielo su altivez y su cabeza toque
con las nubes, al fin será arrojado fuera como basura (Job. XX)237.
Capítulo XXXIV
Contra la arrogancia de los soberbios
Casi todo vicioso ama a su semejante; sin embargo, el soberbio odia al que está
elevado. De donde las palabras de Salomón: entre los soberbios hay continuas
reyertas (Prov. XIII)238. Y agrega: donde hay soberbia, allí hay peleas (Prov.
Capítulo XXXV
Contra el fraude y ejemplo de los ambiciosos
Los hijos del Zebedeo, que por medio de su madre, pidieron el honor de
Cristo, recibieron esta respuesta: dispón que estos dos hijos míos tengan su
asiento en tu reino, uno a tu derecha y otro a la izquierda. A lo cual Jesús
contestó: no sabéis lo que pedís. No es, pues, por el honor, sino por el servicio
cómo se arriba al reino. De ahí que Jesús continúe: no me toca concederlo a
vosotros; como si dijera: ciertamente mío es el dar, pero no a vosotros, ello
es, a los ambiciosos, como sois vosotros (Matth. XX)244. Pues la potestad
es de Dios, y el soberbio no reina por Dios, según aquello del profeta: ellos
reinaron, pero no por mí; fueron príncipes, mas yo no los reconocí (Ose. VIII)245.
Capítulo XXXVI
De las propiedades de los arrogantes
El soberbio ama los primeros asientos en los banquetes y las primeras sillas en
las sinagogas y ser saludados en la plaza y que los hombres les den el título de
maestros (Matth. XXIII)246.
Capítulo XXXVII
Del cuidado superfluo
A nuestros primeros padres les hizo Dios túnicas de piel después del pecado
(Gen. III)247. Y Cristo dice a los cristianos: no tengáis dos túnicas (Matth.
X)248. Y según el consejo de Juan: quien tenga dos túnicas dé una al que no
la tiene (Luc. III)249. Pero, el soberbio, para que lo vean magnífico, cuida
de vestirse con dos, se pone sobre sí túnicas blandas, se adorna con las más
preciosas. Sin embargo, ¿qué es el hombre adornado preciosamente sino
un sepulcro blanqueado por fuera y por dentro lleno de suciedad? (Matth.
XXIII)250. El jacinto y la púrpura, la grana y el lino se pudren en lodo; el
Capítulo XXXVIII
Contra los adornos superfluos
Oye lo que dice el Señor a través del profeta contra los adornos superfluos:
Dice Yahveh: por cuanto son altivas las hijas de Sión, y andan con cuello estirado
y guiñando los ojos, y andan a pasitos menudos, y con sus pies hacen tintinear las
ajorcas, rapará el Señor el cráneo de las hijas de Sión, y Yahveh destapará su desnudez.
Aquel día quitará el Señor el adorno de las ajorcas, los solecillos y las lunetas; los
aljófares, las lentejuelas y los cascabeles; los peinados, las cadenillas de los pies, los
ceñidores, los pomos de olor y los amuletos, los anillos y aretes de nariz, los vestidos
preciosos, los mantos, los chales, los bolsos, los espejos, las ropas finas, los turbantes y
las mantillas. Por debajo del bálsamo habrá hedor, por debajo de la faja, soga, por
debajo de la peluca, rapadura, y por debajo del traje, refajo de arpillera (Isa. III)256
He aquí la justa pena que se hace por la culpa, de modo que sean
castigadas en lo que pecaron.
251 Versículos 19-31 del capítulo 16. Es la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro
252 De Antiquit. C. 28.
253 En realidad es el versículo 4 del capítulo 11 del Eclesiástico.
254 Versículo 9 del capítulo 2 de la carta primera a Timoteo.
255 Versículo 3 del capítulo 3 de la primera carta de Pedro.
256 Versículos 16-24 del capítulo 3 de Isaías.
Sobre esto escucha todavía otro profeta: ¡Oh Tiro!, para hacer la vela
que pende del mástil, se tejió para ti el rico lino de Egipto con varios colores:
el jacinto y la púrpura de las islas de Elisa formaron tu pabellón. Colmillos
de elefante y el ébano recibías en tus adentros. Por la multitud de tus obras
nadabas en gemas, púrpura, telas bordadas, lino fino, sedería, piedras preciosas
en tus mercados. Los de Dedán te vendían las alfombras para tus estrados; fuiste
populosa y glorificada en demasía. Ahora has sido destrozada en medio del mar,
tus riquezas han caído al fondo de las aguas. A la nada has sido reducida y
nunca jamás volverán a existir (Ezech. XXVII)257.
Capítulo XXXIX
Que más se exponen los vestidos que las virtudes
Capítulo XL
De los afeites de los colores258
257 Versículos 7, 15, 16, 20, 25, 34, 36 del capítulo 27 de Ezequiel.
258 Otras versiones traen de los ojos.
259 Versículos 28-29 del capítulo 6 de Mateo.
Capítulo XLI
De la inmundicia del corazón
260 Versículo 6.
261 Versículo 30 del capítulo 31 de los Proverbios.
262 Versículo 6 del capítulo 40 de Isaías.
263 Versículo 2 del salmo 36.
264 Versículo 18.
265 Versículo 2 del capítulo 3 de la carta de Santiago.
266 Versículo 8 del capítulo 1 de la primera carta de Juan.
267 Versículo 4 del capítulo 4 de la primera carta a los Corintios.
268 Versículo 15 del capítulo 15 del libro de Job.
269 Versículo 18 del capítulo 4 del libro de Job.
Capítulo XLII
De los dolores que padecen los malos en la muerte
segunda (cap. I)282. Se dice la primera puerta, cuando el alma mala sale del
cuerpo e inmediatamente es raptada por los espíritus a los suplicios eternos.
Se dice la segunda puerta, cuando después del día del juicio, cuerpo y
alma son castigados sin fin. Los malos son castigados tanto en la primera
separación del cuerpo y del alma como son castigados después del juicio.
Así dice el profeta Jeremías: doble contrición los desgarra (XVII)283.
Capítulo XLIII
De la venida de Cristo en el día de la muerte de cada hombre
ven Señor Jesús (Apoc. XXII)289, es decir, en mi muerte; así se dice que en el
día de su muerte, al encuentro de él vendrá Cristo.
LIBRO TERCERO
De la miseria de la condición humana
Capítulo I
De la putrefacción de los cadáveres
Capítulo II
De la triste memoria de los condenados
El fuego y el gusano castigarán la carne del impío (Eccl. VII)300. Por lo tanto, es
algo doble, interior y exterior. Interior, que roe y quema el corazón, exterior,
que roe y quema el cuerpo. Pues, como dice Isaías (LXVI): cuyo gusano no
muere nunca y cuyo fuego jamás se apagará301 . Y anota Judit (XVI): Enviará
fuego y gusanos sobre sus carnes, para que se abrasen y sufran penas eternas302 .
El gusano lacerá la conciencia de tres maneras: afligirá la memoria, turbará
en la tarde con la penitencia303, atormentará con la angustia. Vendrán a su
mente sus pecados y sus iniquidades, diciendo: ¿De qué nos ha servido la
soberbia? ¿O qué provecho nos ha traído la vana ostentación de nuestras
riquezas? Pasaron como sombra todas aquellas cosas. O cual nave que surca
las olas del mar, de cuyo tránsito no hay que buscar vestigio (Sap. IV)304.
Así nacimos, y continuamente dejamos de ser; ciertamente no vale ostentar
ningún signo de la virtud, pues nos consumimos en nuestra malignidad.
Pensarán con gran turbación, lo que con demasiada delectación hicieron,
para que el estímulo de la memoria atormente con penas, a los que el aguijón
de la maldad estimuló a la culpa.
Capítulo III
De la penitencia inútil de los condenados
Dirán para sí los que hacen penitencia: descarriados hemos ido del camino
de la verdad; no nos ha alumbrado la luz de la justicia (Sap. V)305. Entonces
comenzarán a decir a los montes: caed sobre nosotros; y a los collados: sepultadnos
(Luc. XXIII)306. Harán penitencia por su pena, pero no tendrán perdón.
Pues es justo para los que no quisieron hacer el bien cuando pudieron.
Cuando quisieron no pudieron. Porque les dio Dios un lugar de penitencia
y abusaron de ello. Por lo que el rico que era atormentado en el fuego, decía
a Abrahán: te ruego, ¡oh padre¡, que envíes a Lázaro a casa de mi padre, donde
tengo cinco hermanos, a fin de que los advierta y ellos mismos no vengan a este
lugar de tormentos. Y cuando Abrahán le respondió: tienen a Moisés y a los
profetas: escúchenlos, él añadió: no, ¡oh padre Abrahán¡, pero si alguno de los
muertos fuere a ellos, harán penitencia (Luc. XVI)307. Hacía penitencia en el
infierno; pero porque conocía que era inútil, rogaba que se lo anunciasen
a sus hermanos. Es que es fructuoso hacer penitencia en este siglo, pues
aprovecha al hombre arrepentirse, cuando puede pecar.
Capítulo IV
De las diversas penas del infierno
Las penas del infierno son diversas según los diferentes pecados. La primera
pena es el fuego; la segunda es el frío. De éstas dijo el Señor: allí será el llanto
Capítulo V
De la inefable angustia de los condenados
Capítulo VI
Del fuego de la gehena
Capítulo VII
De las tinieblas del infierno
Los réprobos son envueltos no sólo por tinieblas exteriores sino interiores,
porque carecen tanto de luz espiritual como corporal. Pues escrito está:
el impío será borrado y no verá la gloria de Dios (Isa. XXVI)329, que sólo
entonces será: luz sempiterna (Isa. LX)330. Es que los réprobos tolerarán
tanta angustia en las penas que apenas será posible pensarlas por fuera de
ellas. Sin embargo, dirigirán el ímpetu de su pensamiento que sentirán la
fuerza del dolor. Cierto discípulo se apareció a su maestro después de la
muerte. Cuando el maestro captó que estaba condenado, le preguntó si
algunas cuestiones se hacían en los infiernos. Aquél, se dice, le respondió:
en los infiernos se busca sólo lo que no sea la pena. Por lo que Salomón dice:
puesto que ni obra, ni pensamiento, ni sabiduría, ni ciencia ha lugar en los
infiernos, hacia el cual vas corriendo (Eccle. IX)331. Habrá tanto olvido en la
mente del réprobo, tanta ceguera del ánimo, tanta confusión de la razón,
que raramente o nunca pueden agarrar al meditar algo de Dios, de modo
que puedan aspirar a confesar algo. Pues, el muerto, como si nada fuese, no
puede ya alabarle y merecer la vida eterna (Eccli. VII)332. De ahí lo del salmo
113: no te alabarán los muertos, ni cuantos descienden al infierno333 . Y lo de
Isaías: porque no han de cantar tus glorias los que están en el infierno, ni han
de entonar las alabanzas los que están en poder de la muerte (Isa. XXXVIII)334.
Capítulo VIII
De la confusión de las penas
Capítulo IX
De la perpetuidad de los tormentos
modo que de nuevo las hierbas renazcan como pasto. Así los impíos como
los pastos en la muerte, resurgirán de la muerte para morir eternamente.
Lo de Ovidio: así el hígado no consumido de Ticio siempre renace y no perece,
para que pueda siempre perecer (Pont. I, II, 41).
Capítulo X
Por qué los réprobos nunca serán liberados de las penas
justicia sus maldades y con el azote sus pecados343 . Es que con los predestinados
Dios temporalmente se aíra, porque a cualquiera que recibe por hijo suyo, le
azota y le prueba con adversidades (Hebr. XII)344, de los que está escrito: no
durará para siempre su enojo, etc. (Psal. CII)345 . Sin embargo, a los réprobos
Dios los castiga eternamente, porque es justo, ya que el impío al prevaricar
eternamente, Dios lo castiga eternamente. Pues la facultad de pecar aquél la
puede abandonar, pero él mismo no la dejó. De ahí que esté escrito: porque
la soberbia de aquellos que te aborrecen va siempre creciendo (Psal. LXXIII)346.
No se humillarán los réprobos ya desesperados de la indulgencia, sino que
la malignidad del odio tanto crece en ellos, que quieren totalmente no ser,
por lo que saben que son infelices. Maldecirán al Altísimo y blasfemarán al
excelso, quejándose por ser malignos, lo que crea en ellos el castigo y nunca
se inclinarán al perdón. Oye a Juan en el Apocalipsis: y cayó del cielo sobre
los hombres granizo y los hombres blasfemaron de Dios por la plaga del granizo,
plaga que fue en extremo grande (cap. XVI)347. La voluntad del condenado
pierde el efecto de la potestad, pero siempre tiene el afecto de la malignidad
y ella será el suplicio en el infierno, que en el mundo fue el pecado: allí está
el pecado pero no el mérito de la pena. El impío siempre tendrá en sí el reato
de la culpa, siempre sentirá contra sí ser castigado por la pena, porque por la
penitencia no le será borrada. La indulgencia de Dios no estará presente. La
justicia grande pertenece al que ha de juzgar, de modo que no carezcan en
la gehena del suplicio, los que nunca quisieron carecer en la vida del pecado.
Ciertamente quisieran, si pudieran vivir sin fin; sin embargo, quieren los que
nunca dejaron de pecar mientras estuvieron con vida.
Capítulo XI
Testimonios de los suplicios eternos
¿Quién, dice Isaías, de nosotros podrá habitar con las llamas eternas? (Isa.
XXXIII)348 Éstos son humo en mi nariz, fuego que abraza siempre y no se
Capítulo XII
Del día del juicio
Mirad que va a llegar el día del Señor, día horroroso y lleno de indignación,
de ira y de furor, para convertir la tierra en un desierto y borrar de ella a los
pecadores. Porque las más resplandecientes estrellas del cielo no despedirán la luz
acostumbrada; se oscurecerá el sol al nacer y la luna no alumbrará con su luz.
Y castigaré la tierra por sus maldades y a los impíos por su iniquidad; y pondré
fin a la soberbia de los infieles y abatiré la arrogancia de los fuertes. Por esto
todos los brazos perderán su vigor y energía y todos los corazones de los hombres
desfallecerán. Se verán agitados de tormentos y dolores y gemirán como mujer
que está de parto; cada uno quedará atónito mirando a su vecino; sus rostros se
pondrán secos (Isa. III)356. Y Sofonías añade: Día de ira aquel, día de tribulación
y de congoja, día de calamidad y de miseria, día de tinieblas y de oscuridad,
día de nublados y de tempestades, día del terrible sonido de la trompeta, pues el
Señor a toda prisa exterminará a todos los habitantes de la tierra (Soph. I)357.
Y Lucas acota: y os sobrecoja de repente aquel día que será como un lazo que
sorprenda a todos los que moran sobre la superficie de la tierra (Luc. XXI)358.
Porque como el relámpago sale del oriente y se deja ver un instante hasta el
occidente así será el advenimiento del Hijo del hombre (Matth. XXIV)359. Pues
el día del Señor, como el ladrón de noche, vendrá. Y los impíos estarán diciendo
que hay paz y seguridad, entonces los sobrecogerá de repente la ruina, como el
dolor de parto a la que está encinta, sin que puedan evitarla (I Thess. V)360.
Capítulo XIII
De la tribulación que precede al juicio
Porque será tan terrible la tribulación entonces, como no la hubo semejante desde
el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. Y a no acortarse aquellos
días, ninguno se salvará (Matth. XXIV)361. Se levantará un pueblo contra otro
pueblo y un reino contra otro reino. Y habrá grandes terremotos en varias partes
y pestilencias y hambres y aparecerán en el cielo cosas espantosas y prodigios
extraordinarios. Se verán fenómenos prodigiosos en el sol, la luna y las estrellas y
en la tierra estarán consternadas y atónitas las gentes por los estruendos del mar
y de las olas, secándose los hombres de temor y sobresalto por las cosas que han de
sobrevenir a todo el universo (Luc. XXI)362. Porque aparecerán falsos Cristos y
falsos profetas y harán alarde de grandes maravillas y prodigios, de manera que
aun los escogidos, si fuera posible, caerían en error (Matth. XXIV)363 Entones
aparecerá el hombre del pecado, el hijo de la perdición, el cual se opondrá a Dios
y se alzará contra todo lo que se dice Dios o se adora, hasta llegar a poner su
asiento en el templo de Dios, dando a entender que es Dios. A quien el Señor
Jesús matará con el aliento de su boca (II Thess. II)364. Entonces será enviado
el profeta Elías, antes que venga el día grande y tremendo del Señor y él reunirá
el corazón de los padres con el de los hijos y el de los hijos con el de los padres
(Malach. IV)365. Con lo cual vendrá Enoch: entonces yo daré orden a dos testigos
míos y harán oficio de profetas, cubiertos de sacos, por espacio de mil doscientos
sesenta días. Mas después que concluyeren de dar su testimonio, la bestia que
sube del abismo, moverá guerra contra ellos y los vencerá y les quitará la vida. Y
sus cadáveres yacerán en las plazas de la gran ciudad que se llama místicamente
Sodoma y Egipto, donde asimismo el Señor de ellos fue crucificado. Y después
de tres días y medio el aliento de la vida entrará en ellos (Apoc. I)366.
Capítulo XIV
De los signos que preceden al juicio
364 Versículos 3-4 y 8 del capítulo 2 dela segunda carta a los Tesalonicenses.
365 Versículos 5-6 del capítulo 4 de Malaquías.
366 En realidad es el capítulo 11, versículos 3, 7, 8, 11 del Apocalipsis.
367 Versículos 29-30 del capítulo 24 de Mateo.
368 Versículos 15-17 de capítulo 6 del Apocalipsis.
369 Versículo 32 del capítulo 24 de Mateo.
370 Versículo16 del capítulo 4 de la primera carta a los Tesalonicenses.
371 Versículos 28-29 del capítulo 5 de Juan.
muerte y el infierno entregarán los muertos que tenían dentro (Apoc. XX)372.
Mirad cómo viene sentado sobre las nubes del cielo y han de verle todos los ojos
y los mismos que lo traspasaron y todos los pueblos de la tierra llorarán (Apoc.
I)373. Y entonces será cuando verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con
gran poder y majestad (Luc. XXI)374. Vendrá entonces el Señor en el juicio,
no sólo con los ángeles y los apóstoles sino con los senadores de su pueblo;
de donde el dicho de Salomón: el varón noble en sus puertas, sentado entre los
senadores del país (Prov. XXXI)375. Se sentarán, pues, los mismos: sobre doce
sillas y juzgarán las doce tribus de Israel (Matth. X)376. Lo de Daniel: estaba
yo observando, hasta tanto se pusieron unas sillas y el anciano de muchos días se
sentó; eran sus vestiduras blancas como la nieve y como lana limpia los cabellos
de su cabeza; de llamas de fuego era su trono y fuego encendido las ruedas de
éste. Salía de delante de él un impetuoso río de fuego; eran millares de millares
los que le servían y mil millones los que asistían ante su presencia (Dan. VII)377.
De ahí lo del salmista: vendrá Dios manifiestamente; vendrá nuestro Dios y no
callará. Llevará delante de sí un fuego devorador; alrededor de él una tempestad
horrorosa (Psal. LXLVI)378. Es más: rodeado está de una densa y oscura nube;
justicia y juicio son el sostén de su trono (Psal. XLIX)379. Y el salmo XLIX acota:
Citará desde arriba cielo y tierra para juzgar a su pueblo380 . Es lo de Mateo
XXV: y hará comparecer delante de él a todas las naciones; y separará a los unos
de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, poniendo a las ovejas
a su derecha y los cabritos a su izquierda381.
Capítulo XV
Del poder, sabiduría y justicia del juez
Capítulo XVI
Del juicio divino
que: el que abre y ninguno cierra; cierra y ninguno abre (Apoc. III)407. Pues,
la boca del Señor habló (Isa. LVIII)408.
CapítuloXVII
Que nada sirve a los condenados