Alan Walker
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Alan Walker
su alma no es una Inteligencia pura, como lo son los �ngeles; no es m�s que un
simple intelecto. La adopci�n del actus essendi como un acto que no es "forma",
sino acto con respecto a la forma misma, capacita a Tom�s para admitir seres que,
aun no teniendo materia alguna, son "compuestos" de potencia y acto y, por lo
tanto, creados. El �ltimo grado de la jerarqu�a de estos seres es el alma humana,
especie de puente entre lo espiritual y lo material, por cuanto, a la vez que
substancia espiritual es forma de un cuerpo; este car�cter de forma del cuerpo (y
de un solo cuerpo) no es accidental, sino esencial al alma. El intelecto humano
puede conocer un determinado inteligible, pero no es Inteligencia, pues es
esencialmente unible a un cuerpo. El alma es, efectivamente, una sustancia
intelectual, pero a la que es esencial ser forma de un cuerpo y constituir con �l
un compuesto f�sico de la misma naturaleza que todos los compuestos de materia y
forma. El alma humana se�ala los confines, la l�nea divisoria entre el reino de las
puras Inteligencias y el de los cuerpos. Por ser substancia espiritual, el alma
subsiste aunque se "separe" del cuerpo; ni siquiera esta "separaci�n" suprime la
relaci�n esencial del alma al cuerpo concreto del que es forma. Por ser substancia
espiritual, el alma tiene un conocimiento no sensible; por estar esencialmente
unida al cuerpo, todo su conocimiento est� ligado a la sensaci�n. El entendimiento
agente que posee toda alma humana es aquella facultad por la que m�s nos
aproximamos a los �ngeles.
Aunque el alma es m�s perfecta en el cuerpo (como forma sustancial suya), ambos
elementos unidos son los que constituyen propiamente al hombre. El alma, sin
embargo, no es para Tom�s de Aquino una sustancia completa e independiente que lo
mismo puede estar en este cuerpo que en aqu�l; ni depende del cuerpo para existir,
pues sobrevive a la muerte de �ste.
Aqu� estribar� la diferenciaci�n ideol�gica con Arist�teles. Como �l, para Tom�s de
Aquino el alma, en su sentido m�s amplio, es "el primer principio de las cosas
vivas que se hallan entre nosotros". De ah� que todas las cosas vivas tengan
"alma": las plantas, los animales y los hombres. Es el "alma vegetativa" o
principio vital de la planta la que hace que sus actividades de nutrici�n y
reproducci�n sean posibles. Como el "alma sensitiva" en el animal la que le da a
�ste la capacidad de sentir y de otras m�ltiples actividades para las que las
plantas no est�n capacitadas. En los seres humanos es el "alma racional" la que nos
permite desarrollar las actividades de pensar y de elegir con libertad. Son las
actividades desarrolladas por los seres vivos las que nos revelan la clase de alma
que se da en ellos. Lo que no quiere decir que los seres superiores tengan los
distintos modelos de almas inferiores: el animal la vegetativa y el hombre la
vegetativa y la sensitiva adem�s de la suya propia. El animal y el hombre s�lo
poseen una, la suya, por la que son capaces de desarrollar las actividades vitales
que les correspondan; aunque en cierto sentido, virtualmente seg�n la expresi�n
ling��stica, puede decirse que tambi�n las tienen.
Para Tom�s de Aquino, como para todo creyente, el alma existe porque Dios la cre�.
No pens�, sin embargo, que �sta exista antes de su uni�n con el cuerpo, como lo
hiciera San Agust�n. Ni crey� que dependa del cuerpo para existir, aunque s� para
adquirir sus caracter�sticas naturales particulares. Cada alma humana es creada por
Dios despu�s de haberse consumado el acto de la generaci�n. Tom�s de Aquino no
especifica, como es l�gico, cu�ndo tiene lugar ese acto creativo. Se limitar� a
decir de forma ambigua que el alma es infundida por Dios en el cuerpo engendrado
por los hombres cuando la materia est� apta para recibirla. Cada alma depende del
cuerpo en la adquisici�n de sus caracter�sticas naturales particulares, a tal punto
que las actividades ps�quicas le vienen condicionadas por las fisiol�gicas.
Para Tom�s de Aquino "es evidente que el estar unida el alma al cuerpo es un bien
para el alma", a diferencia de otros pensadores para quienes m�s bien la uni�n
habr�a que verla como castigo o fastidio. Lleg� incluso a decir: "el estar sin el
cuerpo es contra la naturaleza del alma. Y nada contra natural puede ser perpetuo.
Luego el alma no estar� separada del cuerpo perpetuamente. Por otra parte, como
ella permanece perpetuamente, es preciso que de nuevo se una al cuerpo, que es
resucitar (de entre los muertos). Luego la inmortalidad de las almas exige, al
parecer, la futura resurrecci�n de los cuerpos". No vaya a pensarse, por ello, que
tal forma de pensar sirva a Tom�s de Aquino de argumento probatorio de la
resurrecci�n corp�rea; tema netamente teol�gico defendido s�lo a partir de la
revelaci�n. En teolog�a las razones filos�ficas son siempre razones apolog�ticas
a�adidas a las premisas de fe.
2. El conocimiento.
Al responder a la cuesti�n de si la facultad m�s noble es el entendimiento o la
voluntad, responde que es m�s perfecto poseer en uno mismo la perfecci�n del objeto
(entendimiento) que tender a �l (voluntad).
Para la consecuci�n de ese fin �ltimo humano, el hombre debe ordenar su actividad
seg�n la Ley Natural o ley divina impresa en su ser por el Creador, y que la raz�n
humana descubre en s� mismo. Todos los seres humanos apetecen el bien; el bien es
captado naturalmente por la raz�n humana, y en funci�n de dicho bien se ordena
naturalmente tambi�n el comportamiento humano.
Para la consecuci�n del bien com�n, el Estado necesita dar leyes. Y nuevamente
encontramos la categor�a de orden, no s�lo porque la ley la define como "una
ordenaci�n de la raz�n para el bien com�n promulgada por quien tiene el cuidado de
la comunidad" (Summa Theologica, I�-II�, q.90, art.4); sino tambi�n porque entre
las leyes formula una ordenaci�n jer�rquica. La funci�n del legislador humano, al
formular la ley humana positiva, es definir o hacer expl�cita la ley natural,
aplicarla a los casos particulares y hacerla efectiva. Sin olvidar que la ley
natural es, a su vez, expresi�n de la ley eterna. Por consiguiente, la ley humana
positiva s�lo ser� verdadera en cuanto que deriva de la ley natural, "pero si
disiente en algo de la ley natural, no ser� una ley, sino la perversi�n de la ley"
(Summa Theologica, I�-II�, q.95, art.2).
3.1. La �tica.
La creencia en Dios conlleva impl�citamente la creencia en la inmortalidad del
alma, y �sta a su vez el postulado de una moral sobrenatural.
Tal vez sea en la filosof�a moral donde el influjo de Arist�teles se haya dejado
sentir m�s, a la vez que la doctrina tomista haya sido m�s decisiva en el cambio de
mentalidad. Aunque el Comentario de Tom�s de Aquino a la Etica a Nic�maco. es, ante
todo, eso: un comentario al texto de Arist�teles, su lectura le llev� por primera
vez en la historia del pensamiento a incorporar grosso modo la moral griega (en
este caso de Arist�teles), a la moral cristiana, lo que trajo consigo un cambio
radical en el enfoque de �sta �ltima.
3.2. La pol�tica.
El hombre es un ser social y c�vico que tiene que hacer su vida conviviendo con los
dem�s. "Corresponde a la naturaleza del hombre el ser un ser social y pol�tico, que
no vive aislado sino que vive en medio de sus semejantes formando una comunidad;
tanto es as� que la misma necesidad natural que afecta al hombre, nos revela que
precisa vivir en sociedad, mucho m�s de lo que precisan vivir juntos muchos otros
animales". Es en la sociedad en donde el hombre puede ver satisfechas sus
necesidades tanto f�sicas como espirituales. S�lo en ella puede el hombre alcanzar
su pleno desarrollo.
Pero toda sociedad necesita gobierno y direcci�n. A diferencia de San Agust�n, para
quien el Estado y la autoridad pol�tica son necesarios como resultado del pecado
original, para Tom�s de Aquino, aristot�lico al fin y al cabo, el vivir en sociedad
y gobernados, es algo natural e inherente en los hombres. "El hombre es por
naturaleza un animal social. Por ello, en estado de inocencia (si no hubiera habido
pecado) los hombres habr�an vivido igualmente en sociedad. Pero la vida social para
muchos no podr�a existir si no hubiera alguien que los presidiera y atendiera al
bien com�n". El gobierno es, por tanto, una instituci�n natural, lo mismo que la
sociedad, y por lo mismo, algo querido por Dios.