Para Ver Cierra Los Ojos - Jan Vankmajer
Para Ver Cierra Los Ojos - Jan Vankmajer
Para Ver Cierra Los Ojos - Jan Vankmajer
edición, que ha sido preparada por Eugenio Castro y Julián Lacalle, presenta por
primera vez en castellano, en un solo volumen, una selección de escritos de
Švankmajer los cuales suponen un acercamiento a los motivos, impulsos,
circunstancias y obsesiones de tan singular creador. Además, los textos vienen
acompañados de un centenar de imágenes de su trabajo, de una extensa entrevista
realizada por Peter Hames y de una pormenorizada introducción de Jesús Palacios.
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Jan Švankmajer
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Título original: Para ver, cierra los ojos
Jan Švankmajer, 2012
Traducción: Eugenio Castro, Silvia Guiard, Román Dergam
Ilustraciones: Athanor, Julián Lacalle, Jan Švankmajer
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.0
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Índice de contenido
Iluminaciones
El cine de Jan Švankmajer
Jesús Palacios
Decálogo
Autorretrato
Sobre el cine
Experimentación táctil
El tacto y la vista
Collage táctil
La escultura gestual
Tactilismo
Máscaras y marionetas
Dibujos mediúmnicos
Historia Naturæ
Fetiche
APÉNDICE
Otra Mirada František Dryje
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Notas
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Restaurador trabajando
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Iluminaciones
El cine de Jan Švankmajer
Jesús Palacios[1]
Ver una película de Jan Švankmajer supone un desafío para el cinéfilo habitual.
Partiendo de que el cine no es para Švankmajer otra cosa que una disciplina estética
más dentro de las muchas que, en su condición de artista afiliado al surrealismo
militante, cultiva con igual dedicación, esto supone ya una postura en gran medida
incomprensible para quienes suelen considerarse cinéfilos. Conviene puntualizar que
«eso» que habitualmente se esconde bajo el epíteto de cinéfilo no es sino una de las
especies intelectuales más despreciables que hay sobre la tierra. Y posiblemente una
de las más incultas. Bajo la impostura tradicional de que el cine es, básicamente, un
arte y una industria que hay que comprender, ver, explicar e incluso historiar en torno
a sí misma, como si —a pesar del hecho reconocido de que el cine es, precisamente,
un arte multidisciplinar desde su nacimiento— este se creara al margen de toda otra
tradición artística (pintura, escultura, arquitectura, música, literatura, etc.), el cinéfilo
es por lo corriente un individuo cuyo lamentable cerebro contiene una inmensa
colección de datos e imágenes pura y estrictamente cinematográficos, careciendo por
lo general de cualquier otro sentido del gusto o de la estética, así como de unos
mínimos conocimientos de historia e historia del arte. De ahí que tantas veces
tropiece el cinéfilo con que esos exhaustivos conocimientos de técnica e historia del
cine no sean sino sus peores enemigos, árboles que tapan el bosque, impidiéndole ver
la creación cinematográfica en su correcta relación con el resto de las disciplinas
artísticas. Es más, el cinéfilo tiende, orgullosamente, a despreciar aquello que
desconoce, e implícitamente tiene el descaro y la osadía de presuponer en los propios
creadores cinematográficos a los que admira o denosta (directores, fotógrafos,
actores, compositores…) la misma ignorancia y presunción de que hace gala él
mismo. Nada más lejos de la realidad.
Para el crítico de cine y cinéfilo (tantas veces uno y el mismo) la postura de Jan
Švankmajer ante el cine es tan molesta como los resultados de la misma, hasta el
punto de resultar más cómodo aislarla, olvidarla o admirarla en la distancia que
atreverse a analizarla. Los filmes de Švankmajer tienen muy poca o ninguna relación
con el devenir histórico del cine en sentido estricto. Incluso dentro del propio cine de
animación checo, como del cine checo en general, la obra de este surrealista se
destaca con una singularidad evidente, absorbiendo lo que le conviene de su tradición
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a la vez que se aparta de la misma para constituir un universo cinematográfico propio,
íntimamente relacionado con sus creaciones gráficas y objetuales.
De nada sirve al espectador (y al cinéfilo quizá menos que a nadie) ser un experto
en historia del cine o incluso en historia del cine de los países del Este cuando se
enfrenta a un filme de Švankmajer. Más le valdría olvidarse prácticamente de todo
ello y aceptar que la obra cinematográfica de este es una creación de orden puramente
mágico, a la que solo puede accederse por medio de la iluminación.
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2. Pane Švankmajer
La llegada de Jan Švankmajer al cine checo es poco menos que casual. Hacia 1964 el
director de cine Oldrich Lipský, autor de clásicos del absurdo y el fantástico tan
celebrados como Joe Kolaloka (Limonádový Joe, 1964) o Nick Carter, aquel loco
loco loco detective (Adéla jěstě nevečerela, 1977), se encuentra en un callejón sin
salida al intentar adaptar las técnicas del exótico y justamente llamado Teatro Negro
(Černé Divaldlo) de Praga a la pantalla cinematográfica. Lipský abandonó el
proyecto, dejando a la productora Krátky Film con un déficit de cincuenta mil
coronas. Los estudios recurrieron al joven Švankmajer, quien después confesaría no
sentir entonces especial interés por el cine, estando mucho más ligado a la vanguardia
teatral del momento. Sería trabajando en La linterna mágica (otro espectáculo
praguense que conserva la vieja tradición de la linterna mágica, en la que tiene su
origen el propio cine) a las órdenes del director Emil Radok, donde empezaría a
desarrollar una fascinación cada vez mayor por poner las técnicas cinematográficas, y
especialmente la animación (a la que le abocaba su propia experiencia en el teatro de
marionetas) al servicio de su imaginación subversiva.
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Desde que sustituyera a Lipský en su debut cinematográfico con El último truco
del señor Schwarzewaldy el señor Edgar (Poslení trik pana Schwarcewaldea a Pana
Edgara, 1964), hasta el año 1973, en que se ve obligado a interrumpir el rodaje de El
castillo de Otranto (Otrantský Zámek, 1973-77), Švankmajer realiza un total de 15
cortometrajes en los que emplea, combinándolas, todas las técnicas posibles —y
diríase que imposibles— del cine de animación: marionetas, dibujos animados,
imagen real, arcilla y objetos diversos: piedras, pan, muebles, muros, esqueletos y
cráneos, juguetes, figuras de papel, etc. No tarda en ganarse la reputación de
verdadero maestro del cine de animación, pero no solo se convierte así en heredero y
continuador de la tradición checa del cine animado y, en cierto modo, del teatro de
títeres, encarnada antes por creadores como Hermína Tyrlová, Jiří Trnka, Karel
Zeman, Jiří Brdecka y otros clásicos, sino que a la vez se separa radicalmente de
todos ellos al abordar el cine de animación con el mismo espíritu surrealista con el
que trabaja de continuo en el resto de su producción artística, compuesta por
grabados, collages y objetos táctiles. Más aún, lo cierto es que sus cortometrajes
están siempre o casi siempre en directa relación con sus obras no cinematográficas.
Así, en J. S. Bach: fantasía en sol menor (J. S. Bach: fantasia G-Mol, 1965) aplica el
principio del collage a sus imágenes de muros, paredes, puertas y cerraduras,
sincronizadas hábilmente con la música de Bach. En La fábrica de ataúdes
(Rakvickárna, 1966), así como en Don Juan (Don Sajn, 1970), Švankmajer se vuelca
en el teatro tradicional de marionetas; en Historia Naturæ (1967), dedicado al afán
coleccionista del monarca Rodolfo II, referente obligado para Švankmajer, nos
encontramos el tratamiento cinematográfico de un tema que, poco más tarde,
desarrollará en aguafuertes, collages y esculturas, donde evoca, desde una perspectiva
fantástica e imposible, las páginas de los libros de anatomía y zoología barrocos y
renacentistas…
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Fotograma de Una tranquila semana en casa, 1969
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empapado voluntariamente de la mágica atmósfera de Praga y sus tradiciones
alquímicas, se aparezca ante el exégeta bajo la metáfora perfecta del Maestro
Alquimista (así, Stanislav Ulver titula su ensayo sobre el artista La alquimia de lo
maravilloso).
3. Iluminaciones
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órgano distinto (por ejemplo, sentir un color como frío o cálido, traducir una
sensación visual en otra táctil u olfativa…).
Cuando vuelve al cine tras este fecundo período de experimentación con objetos
táctiles, su visión como animador se ha visto radicalmente enriquecida. Como
alquimista de las formas que es y, más aún, como decidido surrealista (Švankmajer y
su esposa, la artista Eva Švankmajerová, quien colaboraría habitualmente en sus
películas hasta su fallecimiento en el año 2005, y a la que conoció en 1960, se
unieron al Grupo Surrealista Checo en 1970), el cine no es para Švankmajer sino un
medio con el que contribuir al despertar, a la «iluminación» del hombre, golpeando
su dormida conciencia a través de la trasgresión de la realidad, obligándole a penetrar
en las olvidadas mazmorras de su inconsciente, mazmorras en las que, sin embargo,
se encuentra precisamente aquello que puede liberarle de sus cadenas. Para ello, es
necesario que surjan la improvisación, el automatismo y la sinestesia que conducen a
esta iluminación. Pero no se trata de una iluminación de carácter religioso, basada en
la fe ciega, en la oración y en la creencia, sino de una iluminación gnóstica, a la que
se puede y debe llegar a través del conocimiento, de la utilización de unas técnicas y
disciplinas concretas, siempre abiertas al cambio pero necesarias: «La animación no
se puede hacer sin técnica, sin cámara de trucaje. El tiempo ha ido degenerando.
Posiblemente nuestros antepasados inspiraban vida a la materia inerte solo por la
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fuerza de su voluntad o por algún recurso mágico, pero nosotros no sabemos
prescindir de la técnica».[3]
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subversiva, y cuando vuelva será con una visión aún más pesimista del ser humano:
Juegos viriles (Mužné Hry, 1988) convierte un partido de fútbol en una carnicería en
clave de humor negro; Flora (1989) muestra una mujer compuesta por vegetales y
hortalizas, una vez más a la manera de Arcimboldo, que, atada a la cama de un
hospital, intenta llegar con su mano hasta un vaso de agua sin conseguirlo, mientras
se pudre y descompone ante los ojos del espectador. Oscuridad, luz, oscuridad (Tma,
Světlo, Tma, 1989) reincide en la creación del ser humano a partir de la arcilla
primordial (tema de la leyenda judía del Golem, tan ligada a la Praga mágica que
habita Švankmajer), para mostrar finalmente cómo el hombre se encuentra atrapado
en una habitación exigua que no le permite desarrollarse plenamente, dejándole la
única opción de apagar finalmente la luz, en brutal metáfora de la existencia humana.
Carne enamorada (Zamilované Maso, 1989) es un chiste cruel en el que dos filetes
crudos bailan y se funden amorosos… para terminar en la sartén. Finalmente, La
muerte del estalinismo en Bohemia (Konec Stalinismu v Čechách, 1990) es un repaso
satírico y pesimista a la historia reciente de Checoslovaquia, cuyo final cíclico
(característico de gran parte de la obra de Švankmajer) constituye una amarga
advertencia para el futuro de la República Checa. Pero ya tres años antes Jan
Švankmajer ha dado un gran paso como creador cinematográfico, asombrando al
mundo entero con su primer largometraje, Alicia (Něco z Alenky, 1987).
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Pieza de Et cetera, 1966
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Conejo Roger [sic], como la anotación de un sueño no es un cuento, o como un texto
automático no tiene la composición de un poema épico. Es como si reprocháramos a
un caballo el hecho de no tener cuernos»[5]. Lo que suelen hacer el cinéfilo y el
crítico de cine, quienes, siguiendo la comparación, son especialistas en ganado
vacuno empeñados en hablar de caballos de carreras.
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Kafka, Meyrink, Kubin y, en menor medida, con Leo Perutz. Un solitario e
inofensivo hombrecillo es implacablemente guiado, por fuerzas tan extrañas como
aparentemente cotidianas, hasta las ruinas de un viejo teatro. Allí encarnará
inevitablemente el personaje y el sino del doctor Fausto. Marionetas de tamaño real,
demonios y súcubos de barro y arcilla, actores de carne y hueso, se mezclan a lo largo
de una compleja representación que se nutre de los textos de Marlowe y Goethe, de
las versiones populares para títeres y de la ópera de Gounod, enriquecida por una
incontrolable sucesión de mutaciones y transformaciones que hacen del protagonista
humano un títere, del diablo su doble, de personajes vulgares y anodinos extraños
emisarios diabólicos, con momentos francamente escalofriantes como la invocación
satánica llevada a cabo por el infeliz protagonista (inspirada en un ritual medieval
auténtico); las imágenes de los infernales títeres de tamaño natural que, vestidos
como humanos, se pierden entre la multitud de las calles; el coito con la
mujer/marioneta, que no es sino el propio diablo transmutado por las hábiles manos
de unos titiriteros invisibles… Así, hasta desembocar en un final circular,
acronológico e imposible, que culmina la aventura de este moderno Fausto de forma
pesimista y onírica, recordando el final de esa otra pesadilla surreal que es El
quimérico inquilino (Le locataire, 1976) de Polanski y Topor. Es como para creer que
el propio Švankmajer ha tenido un encuentro con el diablo… como en efecto así ha
sido: «Una vez, cuando era estudiante, quedé con un amigo durante las vacaciones y
acordamos ir hacia la medianoche a invocar a Mefistófeles […]. No conocíamos
ninguna fórmula mágica ni ningún tipo de hechizo. Simplemente nos dirigimos a un
campo que acababan de cosechar y empezamos a correr arriba y abajo invocando a
Mefistófeles. ¡Y se presentó! Primero empezó a soplar el viento y nosotros nos
tiramos a una cuneta al lado del camino. Estábamos inmóviles encima de la hierba
cuando un coche negro pasó silenciosamente por la carretera. Se paró a veinte pasos
de nosotros y abrió la puerta, como si el que estaba sentado dentro (y nosotros no
teníamos la menor duda de que se trataba de Mefistófeles) nos invitara a entrar. El
horror que se apoderó de nosotros ni siquiera nos permitió movernos. Al cabo de un
rato, la puerta se cerró y el coche se fue».[6]
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Pieza de Alicia, 1987
5. Conspirador
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Piezas de Alicia, 1987
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como una “memoria táctil” que se remonta hasta los rincones más remotos de nuestra
infancia. […] A partir de los años ochenta […] trabajo con el propósito de evocar las
sensaciones táctiles postergadas o enterradas, para enriquecer así el arsenal emocional
de los recursos de la expresión fílmica»[8]. Sin duda, Los conspiradores del placer es
la culminación de esta política de los sentidos, lo que la convierte en una obra
singular dentro de la historia del cine a la par que dentro de la producción del propio
Švankmajer, quien aquí ejerce, más que nunca, como chamán, intermediario
encargado de, aplicando unas técnicas determinadas, despertar en el espectador de su
obra un torrente de sensaciones (no simplemente imágenes) procedentes de los
rincones menos explorados de su cerebro. Aparte de este remarcable logro, el film no
deja de ser un delirante entramado surrealista en el que el humor, el absurdo y el
terror se articulan perfectamente en torno a referentes clásicos como el propio Sade,
los collages de Max Ernst (el hombre con máscara de gallo y alas de murciélago), la
tecnología, la televisión y el erotismo. De hecho, en cierta medida Los conspiradores
del placer supone el primer film pornográfico objetual, en el que el erotismo y la
sensualidad encarnan en extrañas desviaciones táctiles que devuelven al sexo su
misterio perdido. Los personajes del film, interrelacionados a través de una esotérica
conspiración silenciosa, burgueses que esperan el domingo para dar rienda suelta a
sus fantasías, pueden parecer freaks, como los habitantes del edificio de Delicatessen
(Jeunet y Caro, 1991), pero en realidad son artistas e investigadores de la realidad (de
todas las realidades posibles) como el propio Švankmajer. Por eso, una vez más, el
final del film retorna al género fantástico, añadiendo un toque trágico y terrorífico
con el que el espectador, quizá tentado a participar en la conspiración, es avisado por
Švankmajer del peligro real que esta entraña: el señor Pivoine, que en una larga
ceremonia ha dado muerte simbólica a su vecina, la señora Loubalová, encuentra a su
vuelta al hogar que esta muerte se ha hecho realidad… Pero, por la misma necesidad
mágico/simpática, Pivoine, a su vez torturado y muerto simbólicamente por la señora
Loubalová, debe poner fin a su vida para cumplir con las reglas del juego. La
representación simbólica entraña riesgos ineludibles. El film se convierte así en otra
crónica mágica más que confirma a Švankmajer como continuador de la tradición
fantástica checa de Kafka y Meyrink.
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Fotograma de Los conspiradores del placer, 1996
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Fotograma de Los conspiradores del placer, 1996
6. Cuentos de terror
Los dos siguientes largometrajes del artista checo suponen un nuevo rumbo dentro de
su producción, sin por ello abandonar el terreno familiar del surrealismo y la fantasía.
Otesánek (2000) es una fábula terrorífica, inspirada en una leyenda tradicional
bohemia, que entronca —nunca mejor dicho— con las historias de criaturas
artificiales y el peligro que entrañan los deseos convertidos en realidad. Un joven
matrimonio sin hijos «fabrica» y adopta como tal una criatura tallada a partir de un
viejo tocón de madera encontrado en su sótano… El resultado es un «niño» de
inquietante aspecto arbóreo, con raíces y órganos vegetales, que siente además un
apetito insaciable, solo satisfecho con víctimas humanas. Se trata nuevamente de un
film donde predominan los personajes de carne y hueso y la imagen real, siendo el
«pequeño» Otile el único personaje animado de la historia, lo que remarca su
pertenencia a la esfera de lo fantástico y legendario. Otesánek es, sobre todo, una
pequeña joya de humor negro, característica del grotesco centroeuropeo, que podría
haber inspirado al propio Topor, aunque recuerde también a veces a clásicos del cine
fantaterrorífico, como La pequeña tienda de los horrores (Little Shop of Horrors,
1960) de Roger Corman, con el que fue comparado en su momento.
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Fotograma de Šílení, 2005
Por otro lado estamos, una vez más, ante una parábola netamente surrealista sobre
los peligros de las plegarias atendidas. Sobre los deseos y secretos oscuros que laten
bajo la precaria capa de normalidad de la vida burguesa, y cómo estos emergen, tarde
o temprano, transformados en monstruos capaces de devorarnos y romper, desde el
otro lado del espejo, la frágil superficie de las convenciones sociales humanas más
aparentemente arraigadas. Oscura e irónica versión en negativo del Pinocho de
Collodi, encontramos de nuevo en Otesánek la inteligente obsesión y visión personal
del mundo infantil y su universo feérico característica de Švankmajer, que puede
rastrearse, más allá de su Alicia, hasta cortometrajes como Jabberwocky o,
especialmente, En el sótano, claro antecedente de algunos de los momentos más
significativos del film. En cualquier caso, este primer largometraje de carácter más
netamente narrativo y relativamente convencional, demuestra que Švankmajer es
también perfectamente capaz de crear una historia «clásica», entreteniendo y
manteniendo el suspense y el interés del espectador in crescendo, a la vez que
conserva su estilo más personal, su filiación surrealista y su pertenencia a la tradición
grotesca bohemia.
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Otik. Pieza de Otesánek, 2000
Šílení (Insania, 2005), su penúltimo largometraje —ya hay una nueva obra:
Sobreviviendo a la vida: Teoría y Práctica (Surviving Life / Přežít svůj život: teorie a
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praxe)—, representa, dentro de cierta continuidad con el anterior, otro giro en su
producción cinematográfica, que evidencia la intención del viejo maestro de
sorprender al espectador y renovar también su arsenal como cineasta provocador.
Basándose en elementos tomados de dos de los grandes iconos del surrealismo y la
literatura gótica, Edgar Allan Poe y el marqués de Sade, Švankmajer plantea una
historia de horror y humor negro voluntariamente plagada de anacronismos, erotismo,
sarcasmo y, sobre todo, pesimismo. Siguiendo las desventuras grotescas del joven
protagonista, injustamente encerrado en un sanatorio mental, mezcla del Charenton
sadiano y el manicomio del clásico relato de Poe El sistema del Dr. Tarr y el Profesor
Fether, e involuntario aprendiz del Divino Marqués —soberbia recreación del Sade
más libertino a cargo del actor Jan Tříska—, Švankmajer plantea el eterno conflicto
entre orden y caos, entre deseo y represión, con claros ecos del Foucault de Vigilar y
castigar, que vienen a sumarse y dotar de significado a los guiños literales hacia Poe
y Sade. Cinematográficamente hablando, a pesar de sus juegos anacrónicos, que
mezclan desprejuiciadamente la época contemporánea con el ambiente de los
primeros tiempos del Romanticismo, Šílení es, posiblemente, el film aparentemente
más convencional de su autor. La animación apenas hace acto de presencia, si bien
cuando aparece es de forma harto significativa (breves interludios en los que
asistimos a los desesperados intentos de filetes y piezas de carne cruda —clara
reminiscencia del cortometraje Carne enamorada— para escapar de sus envases de
plástico, aprisionados en las estanterías de un supermercado cualquiera, simbolizando
la eterna, cruel y contraproducente represión del deseo), y, en términos generales, la
intriga, por grotesca y negra que sea, se sigue de forma perfectamente inteligible,
prescindiendo de excesos oníricos, si bien, como es habitual en Švankmajer,
eludiendo también cualquier final fácil o feliz y sorprendiendo constantemente al
espectador con cambios de registro e inesperados giros de guión. Pero este,
digámoslo así, relativo «clasicismo» cinematográfico, es plenamente buscado por un
Švankmajer que ejerce como moralista sardónico y casi cínico, presentando su
película, al comienzo de la misma, no como una obra de arte, sino como una historia
de terror premeditadamente vulgar y grosera; algo así como un panfleto o manifiesto
de claro contenido: una denuncia sin paliativos de la represión violenta e
institucionalizada de los instintos y la carne. Un panfleto surrealista combativo, que si
bien muestra también los riesgos inherentes a la práctica del libertinaje y la libertad
totales, toma claro partido por estos frente al sádico —que no sadiano— y violento
abuso del poder institucional, su hipocresía represora y brutalidad naturales.
Desde el punto de vista formal, Šílení es probablemente, como ya se ha apuntado,
la más asequible de las obras cinematográficas de su autor —lo que no carece de
ironía—, y se inscribe, quizá involuntariamente pero de forma innegable, en la
tradición entrañable y gozosa, hoy casi olvidada, del cine fantástico y gótico de la
Europa del Este, en el que destacaron nombres como los del también checo Juraj
Herz o el polaco Wojciech Has. Pero desde la óptica surrealista de Švankmajer, se
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trata de un amargo grito de indignación frente a un mundo moderno que se arrodilla,
nuevamente, ante la represión y la fuerza, renunciando cobardemente a la libertad
total y sus responsabilidades. Última colaboración del cineasta con su esposa,
fallecida ese mismo año 2005, Šílení es, sin duda, la obra más pesimista de un artista
que, tras ser censurado y prácticamente perseguido por el viejo régimen estalinista, ve
cómo la invasión del rampante capitalismo neoliberal, con sus secuelas de
globalización, aculturación e imperialismo, destruye la Praga mágica de su infancia
eterna, para sustituirla por una disneylandia destinada al turismo y la explotación más
descaradas. En palabras del propio Švankmajer: «la civilización se ha convertido en
una máquina económica que avasalla la dimensión espiritual del hombre. El dinero es
Dios y la manipulación es una costumbre social. Šílení es una película que trata sobre
la libertad y sobre la dificultad de ese estado de espíritu y del cuerpo. El marqués de
Sade representa la libertad absoluta. Pero la película no pretende dar lecciones a
nadie. Me niego a reformar la civilización con mi obra. Hace ya mucho que renuncié
a esa responsabilidad».[9]
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primer paso para perder todo sentido netamente surrealista de la existencia es tratar
de influir en la civilización occidental de hoy utilizando sus propios códigos, o, en
cualquier caso, un lenguaje que esta pueda reconocer e interpretar. El final inevitable
de tales intentos es siempre resultar fagocitado, devorado y posteriormente vomitado
por esa misma cultura de la banalidad, convertido en fórmulas mediocres al alcance
de todos los públicos, desprovistas de cualquier auténtico poder mágico regenerador.
Por todo ello, no es de extrañar que Švankmajer vuelva en su siguiente y más reciente
largometraje a mirar hacia su propio interior como individuo: a rebuscar en el mundo
de los sueños, mostrado como una realidad tan radical y necesaria, si no más, que el
de la vigilia cotidiana, y a penetrar en el territorio conflictivo de la propia psique, sus
fantasías, deseos y necesidades, que para nada se atienen a conceptos morales o
sociales propios del constructo de nuestra civilización actual (quizá de ninguna).
Surviving Life (Přežít svůj život, 2010), realizada en coproducción entre la
República Checa y Eslovaquia, es decir, por primera vez en mucho tiempo, sin la
participación de ningún capital procedente de fuera de Europa oriental, nos es
presentada, al igual que Šílení, por el propio Švankmajer, quien nos aclara que
estamos ante una comedia… aunque una que quizá no nos hará reír mucho. En
cualquier caso, nos dice, tampoco él y su equipo se rieron demasiado mientras la
rodaban. Como en el caso de Šílení, nos encontramos, pues, ante una propuesta que
juega abiertamente con las convenciones del cine de género. Si en aquél sombrío film
gótico se trataba del género de terror, aquí estamos en el terreno de la comedia y, más
aún, de la comedia de enredo sentimental. De hecho, algunos críticos han resaltado el
voluntario parecido narrativo y estético del film con la comedia romántica checa
clásica, parecido que a espectadores ajenos al cine del Este puede pasar quizá
desapercibido. Es igual, ya que, en realidad, lo que importa es cómo Švankmajer
juega a deconstruir las claves genéricas del enredo romántico en un viaje sin retorno a
los dramas originales y arquetípicos de la psique humana. Por otra parte, Surviving
Life es, de entre los últimos films de su director, el que más recurre de nuevo a
técnicas de animación, utilizando en particular la de los recortes de papel animados
bidimcnsinnal mente, estilo que se suele asociar con el empleado a menudo por Terry
Gilliam en sus animaciones para la Monty Python y otras, pero que, de nuevo, forma
parte de las tradiciones cinematográficas de la animación checa para niños. Esta
abundancia de personajes animados y sorprendentes combinaciones entre imagen real
y animación, como la utilización frecuente y continuada de rostros de actores reales
sobre cuerpos animados de papel, crea un efecto constantemente onírico y grotesco,
cargado también de una profunda ironía, ya que, como el propio Švankmajer aclara
en su monólogo introductorio, este mayor empleo de la animación se debe,
fundamentalmente, a la falta de presupuesto: los dibujos animados no necesitan
catering.[10]
Y es que, aunque se trate quizá del más personal y libre de sus últimos filmes,
Surviving Life es, una vez más, profundamente pesimista o, si se quiere, irónicamente
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optimista. La historia de su protagonista, Evžen (Václav Helšus), un tranquilo
oficinista burgués enamorado literalmente de la mujer de sus sueños, es la de un
retorno irrenunciable al útero materno de nuestro inconsciente, en términos más o
menos freudianos, pero también y sobre todo la expresión última de un deseo
voluntario y no menos irrenunciable de vivir nuestros sueños por encima y por debajo
de la realidad impuesta por nuestra condición cotidiana. Siguiendo la máxima de
Gérard de Nerval, poeta loco y visionario siempre bienamado por los surrealistas, de
que «nuestros sueños son una segunda vida», Švankmajer se identifica, o así lo
pareciera, plenamente con su protagonista, quien renuncia cada vez más y más a sus
horas de vigilia, y con ellas al tranquilo y entregado amor de su esposa, a su trabajo y
a sus relaciones diarias, para pasar cada vez más y más tiempo en el interior de su
complejo onírico, en brazos de una amante/madre que satisface todas sus
necesidades. Construida como una suerte de comedia de enredo romántico, por una
parte, y de misterio detectivesco por otra, la última película de nuestro director
bromea constantemente con sus propias claves psicoanalíticas, utilizando las largas
sesiones del protagonista en la consulta de la Dra. Holubová (Daniela Bakerová)
como divertida arena de combate entre Freud y Jung, cuyos retratos animados pelean
entre sí, ganando ora el uno —el complejo de Edipo—, ora el otro —la teoría de los
arquetipos—, sin que esto importe en absoluto a nuestro personaje, quien no busca ni
desea ser curado en absoluto de su presunta obsesión.
En realidad, más allá de los aspectos cómicos —que los tiene, si bien su humor no
pueda por menos de ser calificado como kafkiano y agridulce—, e incluso de la
investigación psicoanalítica en clave de thriller (que concluye cuando descubrimos el
drama originario que se esconde en el pasado del protagonista), estamos ante una
historia de fantasmas en la que estos, triunfantes, se llevan finalmente al héroe con
ellos a su mundo subterráneo. O más bien, a la inversa, es un triunfante Evžen quien
elige voluntariamente refugiarse para siempre en los fantasmas de su inconsciente, en
esa segunda vida soñada, en la que se hace uno con sus deseos y espectros libidinales,
rodeado de la fauna psicótica y surrealista propia del universo de Švankmajer, con sus
mujeres desnudas con cabeza de pollo y demás criaturas dignas de un Ernst o un Dalí,
dejando de lado de una vez por todas una realidad cotidiana y una vigilia que poco o
nada pueden ofrecerle.
Nuevamente irónico, ambiguo y ácido, Švankmajer se niega a juzgar a sus
personajes, a ofrecer al espectador cualquier respuesta sencilla o moraleja al uso. Uno
puede ver la peripecia onírica y fantasmática de Evžen como todo un triunfo, que le
libera de las ataduras de una existencia diurna insoportablemente aburrida y banal…
o como el fracaso definitivo de una individuación adulta y madura, que le conduce a
refugiarse y esconderse, en patética fuga de la realidad, en el interior de la sangrienta
y uterina bañera original. Švankmajer no dirá más. No nos ofrecerá lección alguna.
Y sin embargo, nosotros sí queremos sacar una lección del Maestro.
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7. La lección Švankmajer
El empleo que Jan Švankmajer, surrealista, ha hecho a lo largo de los años de las
técnicas y recursos cinematográficos y, especialmente, del cine de animación, evade,
como decíamos al principio, la mayor parte de los principios y reglas
cinematográficos clásicos. Si bien no hay duda de que su obra se sitúa en la tradición
multidisciplinar checa del Teatro de Máscaras, el Teatro de Títeres, el Teatro Negro y
la Linterna Mágica, en todos los cuales, al igual que tantos otros animadores y
realizadores checos, trabajó antes de iniciarse en el cine, él ha aportado una visión
netamente surrealista, personal y onírica que le separa y singulariza frente a nombres
tan ilustres como los de Barta, Trnka, Brdcka o Lipský, por citar algunos. Dentro del
propio surrealismo, su personalidad destaca por un peculiar sentido del humor, por su
afición al esoterismo y lo grotesco, que bebe en el manierismo arcimboldesco, en el
coleccionismo compulsivo de los viejos gabinetes de maravillas y en la pasión por la
Praga mágica y mítica de Kafka, el Golem, Meyrink, Rodolfo II y sus astrólogos y
alquimistas. El cine para Švankmajer es, pese a su importancia, una disciplina más en
la que encarnar, con particular fortuna, sus inquietudes personales, artísticas y
políticas, su visión pesimista del mundo y del ser humano, cosa que sin embargo no
le impide proseguir en la investigación de su iluminación y despertar, en un empeño
humanista trascendental, la unión entre la tradición gnóstica y la creación surrealista,
cuya desaparición constituiría sin duda la muerte del surrealismo mismo. Por ello, si
un cinéfilo desea penetrar en el cine según Švankmajer, no puede prescindir del resto
de su obra (gráfica, táctil, pictórica, etc.) ni de su vida (su relación con la pintora Eva
Švankmajerová, la obra de su propio hijo, Vacláv Švankmajer, su adhesión al Grupo
Surrealista de Praga, etc.). No puede prescindir del hecho de que, si el cine de Fellini,
Buñuel, Méliés o el olvidado cineasta americano Charles Bowers forma parte, como
él mismo admite, de los referentes de su obra, tanta o más importancia para la misma
tienen pintores y artistas como Schlemmer, Max Ernst, Magritte, Arcimboldo,
Giorgio de Chirico o El Bosco, y escritores como Carroll, Poe, Meyrink, Villicrs,
Kafka o Goethe.
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Fotograma de El osario, 1970
Y es que la verdadera lección del cine de Švankmajer, por más que se pueda
incluir en la tradición del más genuino y auténtico «cine de autor», es obligar al
espectador, al crítico de cine y al cinéfilo a situar el acto de la creación
cinematográfica en un plano distinto al del propio cine, al de su técnica e historia
particulares. Para entender el cine de Švankmajer y, por extensión, el cine en sí, hay
que situarlo en el contexto de la creación artística en general y, dada su naturaleza
especial, incluso en el contexto de lo mágico, lo esotérico y lo surrealista. No solo el
cine de autor (se trate de Švankmajer o de otros creadores como Jodorowsky, Tim
Burton, John Waters, David Lynch, Terry Gilliam o quien sea que queramos citar)
necesita ese marco. TODO el cine, incluso el cine comercial más estandarizado, exige
para su utilización subversiva, trasgresora y creativa por parte del espectador
despierto que este se sumerja en las corrientes incontrolables del sentimiento mágico
de la vida y de la imagen, en las mareas culturales que mecen, acunan y ahogan la
creación cinematográfica, en sus referentes literarios, pictóricos y artísticos en
general, en su impacto virtualmente incalculable sobre el imaginario colectivo y el
inconsciente individual.
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Oscuridad, luz, oscuridad, 1989
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Jan Švankmajer
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Entrevista con Jan Švankmajer
Peter Hames
Los comienzos
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Estudié escenografía y puesta en escena en la Escuela de Artes Aplicadas de Praga.
Más tarde, en el DAMU, tomé clases en la Facultad de Marionetas (lo que era una
rareza en esa época, y en la que, por cierto, estudiaba un gran número de extranjeros).
También estudié dirección y, como digo, puesta en escena. El teatro de marionetas
tiene una magia propia, singular. Tuve la posibilidad de ver, mientras realizaban su
trabajo, a auténticos constructores populares de marionetas mostrando su maravillosa
dicción y su espontáneo humor. Debo decir que nada de lo que he visto en el moderno
teatro de marionetas es comparable con el arte popular de la marioneta. Quizá esto se
deba a que trataron de relacionarse, con tesón, con los estándares del gran teatro,
cuando los medios de que disponían frenaban sus intentos, de lo que verdaderamente
surgió una estilización acaso solo comparable con el teatro oriental tradicional, el
kabuki o la ópera china. El trabajo de algunas de mis películas hunde sus raíces en
esta tradición: Rakvickarna (La casa de los ataúdes/El cementerio/Teatro de
polichinelas), Don Sjan (Don Juan) y, recientemente, Lekce Faust (La lección
Fausto).
Cuando regresé del servicio militar formé la Compañía Teatro de Máscaras para el
Teatro Semafor de Praga. De aquí surgieron producciones a la vez de sombras y
luces. En esa época estas técnicas estaban muy en boga en Praga. Tenía un gran
entusiasmo por hacer aproximaciones vanguardistas en mi trabajo y utilicé los
libretos de Nezval y Mahen. Fue en ese periodo cuando por primera vez realicé la
dramaturgia, en el marco del teatro de máscaras, del doctor Fausto con marionetas
populares. Conocí a mi mujer, Eva, durante la preparación de nuestra primera
producción, que se llamó Škrobené hlavy (Cabezas almidonadas). No obstante, el
Teatro Semafor dio de sí mismo el perfil de un teatro musical y nuestra compañía,
con su programa de vanguardia, entró en conflicto no solo con la dirección del teatro,
sino también con un público que tenía puntos de vista muy claramente determinados.
Así que tuve que irme del teatro.
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Ágatas copulando (objeto), 1994
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nuevo, el doctor Fausto de la vieja tradición popular de marionetas. Como puede
observar, Fausto me ha acompañado durante toda mi vida.
Recuerdo que cuando era estudiante vi por primera vez la película de Trnka Spalícek
(El año checo, 1947). Quedé fascinado. Hasta ese momento solo conocía las películas
animadas de Walt Disney y unos cuantos dibujos animados checos, pero esto era algo
completamente distinto. Me produjo ese tipo de impresión que solamente lo nuevo e
inesperado produce.
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películas de animación, la obra de Jiří Trnka no ejercía sobre mí tal fascinación. De
hecho, había quedado reducida a escombros por un buen número de sus seguidores, y
se convirtió en el credo de la escuela de animación checa. Yo no tenía ningún interés
en esto.
Usted trabaja con animadores muy conocidos, como Vlasta Pospíšilová y Bedřich
Glaser. ¿Qué papel tienen en el trabajo fin al y cuál es su grado de colaboración?
Trabajar con Bedřich Glaser tiene para mí una ventaja importante. Aparte de ser
un animador muy capacitado, es también un artista, por lo que posee una memoria
perfecta del espacio. Esto le permite distinguir rápidamente lo que es necesario en
una animación en tres dimensiones. Además, nos entendemos muy bien y no
necesitamos darnos muchas explicaciones. Siempre estoy presente cuando se hacen
las tomas de animación. Algunas partes las animo yo mismo (por ejemplo el barro en
Zánik domu Usheru [La caída de la Casa Usher]; en otras ocasiones soy un asistente
que participa en las tomas cuyo componente físico lo requiere (el segundo episodio
de Moznosti dialogu [Dimensiones del diálogo]).
Trabaja usted con una amplia gama de medios. ¿Qué fue lo primero que le llevó a
filmar y cuáles son las características del medio que más le atraen?
Las películas tienen una gran ventaja sobre el teatro: pueden esperar hasta tener una
gran audiencia, el teatro no. Me di cuenta de ello cuando estuve trabajando en el
Teatro de Máscaras. El público no lo entendía y se marchaba durante la
representación, cuando mis películas han esperado veinte años hasta lograr tener un
público.
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¿Qué artistas y directores de cine le han impresionado más?
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fue sometida a los rigores del censor. Como lo que en ella manifesté fue mi deseo, fui
obligado de nuevo a dejar mi trabajo en Krátký film Praga.
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En 1990 filmaste Konec stalinismu v Čecbách (La muerte del estalinismo en
Bohemia), una obra de agitación y propaganda. Como en las películas de otros,
aunque creo que de modo más exitoso, esta parece constituir un ajuste de cuentas a
la vez que habla de lo que no se ha dicho. Bajo las diferentes variantes estalinistas,
la vida le proporcionó un inevitable contexto para su trabajo. ¿Hasta qué punto cree
que esa película cumple una función política?
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Tacto e imaginación (samizdat), (objeto-libro) 1983
Creo que se adhirió al Grupo Surrealista en 1970, cuando ya había hecho doce
películas. ¿Era usted ya surrealista en todo salvo en el nombre, o le motivaron
algunos hechos concretos?
Formar parte del Grupo Surrealista cerró para mí una época de mi vida y abrió otra.
Es verdad que me consideraba surrealista con anterioridad, pero no fue sino a raíz de
conocer a Vratislav Effenberger, y merced a la fuerza activa del grupo, que pude
darme cuenta de lo superficial que realmente era mi noción del surrealismo.
Effenberger era un gurú, en el sentido real de la palabra. Un gran poeta con un
desventurado patrimonio (como lo prueba el hecho de que, cuatro años después de la
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Revolución de noviembre, ningún editor de la República Checa estuviera dispuesto a
publicar su obra).
El surrealismo checo posee unas raíces bastante diferentes de las del surrealismo
francés. Mientras el surrealismo checo proviene del Poetismo de Teige, el surrealismo
francés lo hace del Dadaísmo. No fue hasta los años treinta cuando el Poetismo
checo, con su segundo manifiesto Poesie pro pět smyslu (Poesía para los cinco
sentidos) y el segundo manifiesto surrealista estuvieron conceptualmente tan
próximos que Teige y Nezval, viendo que las diferencias eran tan superficiales, se
unieron al Movimiento Surrealista Internacional. El Grupo Surrealista de Praga se
constituyó en 19 34 (a partir de la publicación del manifiesto Surrealismus v
Československu [El surrealismo en Checoslovaquia]). Así es cómo Devětsil dejó de
existir. En esa época, los surrealistas eran el único grupo de vanguardia en
Checoslovaquia. Durante los años treinta, el Partido Comunista checoslovaco se hizo
estalinista, y parte de la primera vanguardia se adhirió al realismo socialista. El resto,
sintiendo la amenaza del nazismo, sucumbió a la presión nacionalista. Solamente los
surrealistas, mediante la declaración redactada por Teige, Surrealismus proti proudu
(El surrealismo a contracorriente), que constituyó la respuesta a Nezval por su unión
con los estalinistas, se levantaron tanto en contra del establishment de orientación
nacionalista como de los aduladores estalinistas.
Petr Král dice del surrealismo checo que es más positivo que su equivalente francés.
Pero me parece que, en el periodo de posguerra, se acercó a la tradición francesa e
internacional y da la impresión de ser más pesimista.
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y «lírica» y más «sarcástica», plena de humor negro y objetivo y mistificación.
Simplemente, esa creación era más «peretiana» que «bretoniana».
No creo que se trate de una historia secreta, aunque sí existe una historia muy viva
que espera a ser reanimada. Por ejemplo, en la época del estalinismo (años
cincuenta), el círculo surrealista era prácticamente la única alternativa auténtica a la
desoladora cultura oficial. La literatura contemporánea y la historia del arte no tienen
prisa alguna en calibrar esta historia. De hecho, el grupo fue ignorado e incluso
rechazado. El surrealismo fue siempre «la úlcera de estómago» de la cultura checa.
Por supuesto, esto nunca preocupó a los autores checos (escritores y artistas) en su
intento por explotar el movimiento ocultado. Al contrario, lo que tenemos es el
intento de enterrar el surrealismo. Siempre es más fácil ejercer de carroñero con el
cuerpo de un muerto, puesto que no puede defenderse. A las viejas generaciones les
disgustaba el surrealismo por la razón de que les hacía mirarse en el espejo de su
colaboración con el régimen totalitario.
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El viento lo trajo en el vientre (objeto), 1996
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Fetiche (objeto), 2001
Effenberger puede ser considerado como uno de los poetas «malditos» de los años
cincuenta (Zbyněk Havlíček, Karen Hynek) que sería descubierto por la generación
siguiente (también en Bohemia). Effenberger poseía una personalidad indispensable
para la formación de un grupo de individuos francos. Era un hombre de una moral
firme en un mundo de servidumbre estalinista, odiado por todos aquellos a los que se
enfrentaba por su actitud. Sus puntos de vista, al igual que los del grupo, eran
rechazados por dogmáticos por los eclécticos de todo tipo. Pero esto era algo
habitual.
Muchas películas de la Nueva Ola de los años sesenta parecen haber sido influidas
por el surrealismo. Pienso, en particular, en O slavnosti a hostech (La fiesta y los
invitados) y Mučedníci lásky (Mártires del amor) de Němec; Sedmikrásky (Las
margaritas) de Chytilová, la adaptación de La Virgen de los milagros de Tatarka
realizada por Uher, el Josef Kilián de Jurácek y Schmidt, la adaptación de Jires de
Valerie a týden divů (Valeria y la semana de las maravillas) de Nezval, así como
algunos trabajos de Jakubisko. Refiriéndose a su adaptación de Nezval, Jires dijo
una vez que la cultura checa estaba influida tanto por el estilo como por la sustancia
del surrealismo. Sin embargo, usted definió en cierta ocasión su disposición hacia
este trabajo como negativa.
Hay todavía un gran malentendido con respecto al surrealismo. Los historiadores del
arte lo consideran un movimiento artístico perteneciente a las vanguardias de
entreguerras; otros lo definen como si estuviera más allá de la lógica y de la realidad.
Incluso los políticos han empezado a utilizar la palabra como sinónimo de sinsentido.
Otros confunden surrealismo con absurdo. Para los esnobs que «van según la moda»,
pasa por ser un «movimiento artístico». Por encima de todo, el surrealismo no es arte.
Es un cierto estado de espíritu que ni comienza con el primer manifiesto de 1924 ni
termina con la Segunda Guerra Mundial (ni con la muerte de Bretón). El surrealismo
es un viaje a las profundidades del alma, como la alquimia y el psicoanálisis. Sin
embargo, a diferencia de estos, no es un viaje individual sino una aventura colectiva.
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una estética que deriva de algunas personalidades del surrealismo (especialmente
Dalí, Magritte y Tanguy). A los ojos de un público poco informado, el carácter
simbólico del surrealismo se asocia con una «estética surrealista». Es surrealismo es
mucho más: una visión del mundo, una filosofía, una ideología, una psicología, una
magia. Resulta paradójico que todo arte «postsurrealista» esté influido por una
«estética surrealista» y por los procedimientos y métodos surrealistas, no por la
esencia del surrealismo. Desde el punto de vista de la historia del arte, el surrealismo
pertenece a la historia. Pero los elementos permanentemente activos del surrealismo
son su actitud frente al mundo y la vida (en este punto puede comparársele, por
ejemplo, con la alquimia), y todo revival romántico nuevo tendrá que volver a él
como algo que permanece.
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Como he dicho anteriormente en otro lugar, lo que mis películas tienen en común con
las películas de la Nueva Ola checa es una cierta «antiactitud».
Una vez definió su trabajo como parte de una investigación surrealista, y un cierto
número de escritores ha utilizado la palabra «alquimia» para referirse a él.
En una de las reuniones celebradas por el Grupo Surrealista definí la inspiración del
siguiente modo: la esencia de mi trabajo creativo es un modelo interior representado
por elementos conscientes e inconscientes. El impulso que procede del exterior (de la
realidad) es tratado en una caldera inconsciente, un laboratorio interno al que no
tengo acceso. Por lo tanto, la inspiración es el timbre de la puerta de una casa que me
dice que el modelo interior está listo y puedo aprehenderlo. A lo largo de este
proceso, el producto previo emerge a la conciencia varias veces por un instante y
conforma impulsos reales hasta sumergirse de nuevo en el inconsciente, en el que
deposita su trabajo. No puedo controlar el ritmo de este proceso hasta el momento en
el que suena el timbre.
El objetivo principal del surrealismo sigue siendo (a pesar de la debacle política del
marxismo) transformar el mundo (Marx) y cambiar la vida (Rimbaud). Aquí tenemos,
por lo tanto, una constante revolucionaria permanente. Mantener estas ideas en
Checoslovaquia supone arriesgarse a ser denunciado por «criptocomunismo» (sin
considerar el hecho de que el surrealismo se ha opuesto a las prácticas comunistas
durante la totalidad del periodo estalinista). Creo que la civilización, desde la época
del surrealismo «lírico» de Bretón, Eluard o Nezval ha sufrido una serie de debacles
destructivas (la Segunda Guerra Mundial, el estalinismo, catástrofes ecológicas, la
victoria de la ideología del consumo) y la vida de cualquiera, tanto individual como
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colectiva, ha dado un considerable viraje hacia la absurdidad. Algunas de las armas
más adecuadas para luchar contra esta decadencia espiritual son, en mi opinión, el
sarcasmo, el cinismo, la imaginación y la mistificación. En este sentido, mis películas
se han encontrado con la poesía de Péret, Hynek, Effenberger y las pinturas de
Magritte, Styrský, Karol Barón y Eva Švankmajerová.
Jiří Koubek definió en cierta ocasión el surrealismo como «el estado natural del ser;
ya que conduce hacia la universalidad humana»; y la poesía como «la necesidad de
una conciencia abierta». ¿Es entonces el surrealismo un estado que hubiéramos
perdido o una condición a la que solo es posible aproximarse?
Lo que Jiří Koubek manifiesta, y que escribió cuando aún participaba del
Movimiento Surrealista, expresa en esencia el estado de sus propios puntos de vista
sobre los pueblos primitivos. Debemos ser conscientes de que la universalidad
humana está teñida por la especialización propia de cada civilización. En términos
parecidos podemos decir que el arte fue una vez parte de la vida cotidiana. Los
objetos que eran necesarios en la vida diaria, al mismo tiempo se volvían objetos de
culto cuya función secundaria consistía en satisfacer necesidades «estéticas». Por lo
tanto, el surrealismo es una revolución que quiere restituir sus «funciones mágicas» a
la vida y a los objetos.
¿Hasta qué punto está usted de acuerdo con la idea de que el surrealismo es un
intento de introducir el sueño en la vida cotidiana? El sueño ha sido siempre una de
las constantes del surrealismo.
Si tuviera que comparar el sueño con algo, lo haría con la infancia. Los sueños
son una extensión de la infancia. Para mí son, en verdad, un mensaje, quizá un
augurio, algunas veces un puzle, e incluso un objeto de análisis. Depende del tipo de
sueño, y sobre todo, de qué modo me estimula su contenido «misterioso» durante la
vigilia, puesto que no todos los sueños tienen la misma carga emotiva. Něco z Alenky
(Alicia), tal y como la rodé y, por supuesto, tal y como la concibió Lewis Carroll en
su escrito, es un sueño infantil. Con películas como Do pivnice (En el sótano), El
péndulo, el pozo y la esperanza, e incluso más recientemente, La lección Fausto, el
sueño se fusiona con la realidad según el principio de los «vasos comunicantes».
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El surrealismo eslovaco (nad-realismo) se formó a finales de los años treinta (Fábry,
Brezina, Buncák y Reisel, entre otros) y su tradición sigue influyendo en el arte
eslovaco de nuestros días.
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Piezas de Eva Švankmajerová para Šílení, 2005
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como Andy Warhol). Al tratar de la naturaleza, duradera, de la función mágica del
arte —como es el caso del surrealismo— la cuestión del elitismo es irrelevante.
Películas
Sus primeras películas, Poslední trik pana Schwarcewalldea a pana Edgara (El último
truco del Sr. Schwarzwald y del Sr. Edgar), La fábrica de ataúdes, Don Juan parecen
estar mucho más relacionadas con la tradición del teatro de marionetas. ¿En qué
medida son una extensión de la tradición teatral y cuál es el especial atractivo de las
marionetas?
Las películas que hizo a finales de los años sesenta parecen estar más cerca, al
menos temáticamente, de las de la Nueva Ola: desde El jardín hasta el absurdo de La
fiesta y los invitados, de Němec, desde El apartamento hasta el mundo alienado de
Juracek y el Schmidt de Josef Kilián. ¿Formaba esto parte de una respuesta
compartida a esos años, que vieron también la producción de Beckett y las primeras
obras de Václav Havely Josef Topol? ¿Cuáles son sus impresiones con respecto a
estas otras manifestaciones del absurdo?
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Effenberger de esa época (Vzpoura sládků [La rebelión de Brewer]; Motovidla [El
inepto]) que de los de Beckett (si bien las obras de Ionesco y las de un solo acto de
Prévert estaban más cerca de mi forma de pensar que las del propio Beckett).
En los años setenta sus películas toman su inspiración de algunos escritores como
Lewis Carroll, Horace Walpole, Edgar Alian Poe o Villiers de L’Isle Adam. ¿Fue este
un resultado directo de su vínculo con el surrealismo? Es obvio que usted no trataba
de recrear el original. En El castillo de Otranto, el argumento guarda una relación
interna con una entrevista televisiva, y el texto de La caída de la Casa Usher toma su
equilibrio de un mundo enteramente conformado por objetos, árboles y barro.
Las obras de los autores que inspiraron mis películas durante los años setenta son
todas de escritores próximos a mí espíritu, el sostén principal de mi personal
mitología. Mi relación con estos autores se ha fundado siempre en los recuerdos de la
experiencia personal que tuve al «encontrarme con ellos». En este sentido, mi
memoria es muy selectiva. Y aunque parezca secundario, las circunstancias
insustanciales tienen un papel considerable en mi interpretación de sus obras. En vez
de llevar a cabo adaptaciones reverentes y objetivas, construyo testimonios subjetivos
en los que el autor original juega un papel detonante en una explosión personal. A
pesar de ello, creo que el subjetivismo de mis interpretaciones de Poe o Carroll —que
tiene su propio sentido interno— nada en las mismas aguas subterráneas. Se trata, por
lo tanto, de llegar a conseguir un mundo equivalente, con sus horrores, sus sueños y
su recreación de la infancia.
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como se hace manifiestamente expresa en la acumulación de cosas, animales y frutas
de los métodos de Arcimboldo? Mi debilidad por el manierismo rudolfino es bien
conocida: mi relación con Praga, Rodolfo II y la decisiva huella de la época rudolfina
dejada en cada piedra de esta ciudad y la pervivencia de la radiación de su mágica
atmósfera a través del tiempo. Solamente cabría añadir que la comercialización actual
y el turismo amenazan con romper este vínculo, reemplazándolo por una imitación de
Disneylandia. La verdadera magia será sustituida por souvenirs banales.
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Verano (Homenaje a Arcimboldo), collage, 2002
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Vortumno y Mona Lisa, collage, 1978
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Cabeza con concha, objeto, 1996
Hay una intensa presencia física en sus películas y un interés en temas como la
comida, la destrucción y el desmembramiento. Hay, también, un interés constante en
los objetos y en coleccionarlos.
Su trabajo siempre ha tenido cualidades táctiles, algo que usted subraya en sus
películas posteriores a 15168. No obstante, las películas son un medio visual. ¿Qué
problemas o ventajas advierte en este «entrecruzamiento» de sentidos?
Me intereso por la experimentación táctil desde mediados de los años setenta. Desde
el principio, siempre me pareció un simple juego de azar. En el grupo surrealista
celebramos un debate sobre el tema de la interpretación. Yo construí un objeto para
un juego de experimentación táctil resultante de ese debate. Los resultados me
entusiasmaron tanto que continué con esta experimentación durante los siete años en
los que se me impidió hacer mis propias películas. A comienzos de los años ochenta,
cuando me fue posible volver a rodar películas de animación, no dejaba de pensar en
cómo podría poner mis «experiencias táctiles» al servicio de mis películas. A primera
vista suena paradójico. Después de todo, el cine es un medio de producción
eminentemente audiovisual. Por consiguiente, cuando comencé a trabajar en el relato
de Poe La caída de la Casa Usher y empecé a penetrar en el complejo mundo
imaginativo de Poe, descubrí que el tacto jugaba un papel vital en sus estudios
psicológicos. El sentido del tacto, del que apenas tenemos conciencia en nuestra vida
real, se vuelve extraordinariamente sensible en los momentos en que se genera una
tensión psíquica (según puede comprobarse en los convincentes resultados de mi
ensayo sobre sensibilidad/susceptibilidad). Poe era consciente de este hecho (es
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evidente que lo experimentó), por lo que sus narraciones están llenas de descripciones
relacionadas con lo táctil. Naturalmente, para el lector estos son sentimientos que le
han sido inducidos, que no los ha experimentado por él mismo, pero la imaginación
táctil es capaz de transformar estos sentimientos volviéndolos considerablemente
intensos.[1]
En una gran cantidad de arte surrealista (pienso, por ejemplo, en los collages de
Max Ernst), los objetos, las cosas establecen nuevas relaciones. Bretón llegó a decir
que se trataba de un desafío a lo utilitario.
La definición del collage surrealista puede ser más o menos esta: el encuentro de dos
o más elementos heterogéneos en un ámbito que no es el suyo. Mediante este
encuentro se enciende la chispa de una irracional belleza convulsiva. Pero aunque se
diga que en muchas de mis películas hago uso de objetos-collages (ensamblajes), no
me parece que tal definición pueda aplicarse al cien por cien a mis películas.
Creo que mis «encuentros azarosos» los gobierna una cierta lógica, y me esfuerzo
para que el público experimente una relativa sensación de «realidad cotidiana», la
sensación de que lo que sucede, sucede realmente. Persigo volver inestables los
hábitos utilitarios del público. La irracionalidad del diálogo (encuentro) de mis
objetos animados es solo aparente, pues siempre posee un núcleo racional (aunque se
trate de la racionalidad de un paranoico). La irracionalidad del diálogo de los objetos
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es, en mis películas, una rebelión contra el utilitarismo. Hay en ellos más del
concepto de «ideología» que «belleza convulsiva».
Prefiero este tipo de objetos que, en mi opinión, poseen una cierta vida interior. Junto
con la ciencia hermética, creo que en los objetos que toca la gente en condiciones de
extrema sensibilidad se «conservan» ciertos contenidos latentes. Los objetos que
poseen una carga «emocional» son capaces, en determinadas condiciones, de revelar
esos contenidos, por lo que tocarlos proporciona asociaciones y analogías a nuestros
propios destellos inconscientes. Así es como en varias de mis películas hago uso de
un objeto o de un grupo de objetos a los cuales «escucho».
El contenido latente de los sueños, así como los fragmentos de realidad con los que
hago mis películas son, en efecto, completamente indescifrables incluso para mí.
Mucha gente contempla un trabajo imaginativo (sea una película, una pintura o un
poema) como si se tratase de un «informe de espionaje», creyendo que es suficiente
aplicar sobre la obra la clave de desciframiento correcta para transcribirla a un
lenguaje «comprensible». Este es un gran error. El público puede descifrar una obra
de la imaginación mediante sus propias asociaciones, inmersas en su morfología
mental, y solo entonces puede tener lugar la comunicación intersubjetiva y actuar
entre el creador y el público.
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Mater nigra, del ciclo Alquimia, objeto, 1996
También la comedia tiene un papel en sus películas. ¿Qué influencias cómicas le han
tocado de un modo particular? ¿Qué piensa de las películas de Charles Bowers?
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Creo que todas mis películas (incluidas las más siniestras) están atravesadas por el
humor. Pero no es tanto una cuestión «cómica» como del «humor como arma», del
humor negro y del humor objetivo. Effenberger hablaba del humor objetivo en estos
términos:
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deseo es hacer «documentales fantásticos». Cuanto más cerca estoy de este objetivo,
mayor carácter subversivo tienen mis películas. En tal sentido, no puede haber
espacio para la música (salvo como artefacto). Los ruidos reales son mucho más
efectivos.
Tanto la cualidad táctil como la auditiva de su trabajo parece ser parte de una
concepción global. ¿Existe de antemano la obra en su mente antes de comenzar a
rodar?
No comienzo a rodar una película hasta que no lo tengo todo claro mentalmente. La
filmación real no es, por lo tanto, más que una búsqueda del compromiso menos
doloroso que me lleve hasta la representación de la idea original. Así pues, nunca me
convierto en un esclavo del guionista. Improviso, reescribo, me dejo inspirar por los
«contenidos», enclaves, objetos, actores, vestidos e incluso por las mismas
posibilidades que ofrece el montaje. Filmo variantes. Entonces me reconcilio con la
nueva versión de mi película.
Sus películas están llenas de detalles y son muy intensas. ¿Cuál fue su disposición,
cómo se sintió ante la filmación de Alicia? Pues esta película se pasó por la pequeña
pantalla como serial televisivo y como largometraje. ¿Le creó esto algún problema
en particular?
Rodé Alicia y La lección Fausto empleando los mismos métodos que utilizo en mis
cortometrajes, por ejemplo, un ensamblaje de planos cortos, muy cortos y unos pocos
planos de un solo encuadre (para hacer Alicia empleé cerca de dos mil tomas; para
hacer Fausto incluso más). Obviamente, esto lleva un tiempo enorme, agotador, tanto
detrás de la cámara como durante el proceso de montaje. Creo que no hay una
diferencia fundamental entre un cortometraje, largometraje o una serie. La diferencia
es solo técnica.
La Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll tiene que ver más con el
lenguaje, y su construcción se destaca contra un fondo de clase media. ¿Decidió
usted deliberadamente establecer alguna diferencia?
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relaciona con mis propias experiencias (sentimientos). Alicia y Fausto han sido
durante mucho tiempo parte de mi vida, independientemente de que otras personas
los hagan suyos.
Como Alicia, Fausto me ha tenido absorbido durante años. Llevé a escena, en 1962,
una versión en marionetas como teatro de máscaras. Esto fue en el Teatro Semafor de
Praga. A comienzos de los años ochenta preparé un Fausto para Laterna magika. La
producción nunca tuvo lugar, pero tanto la concepción como el guión tuvieron
continuación en la película.
Cuando una civilización siente que su fin se acerca, retorna a sus orígenes y se
pregunta si los mitos sobre los que se ha fundado pueden interpretarse de una nueva
forma que pudiera insuflarles una renovada energía que evite la inminente catástrofe.
El mito de Fausto es uno de los mitos clave de esta civilización, y ha sido
interpretado en numerosas ocasiones. Mi Fausto querría ser uno de esos retornos
interpretativos.
Estimo que Fausto es una de las elementales creaciones morfológicas o
arquetípicas en las que tanto los individuos como la propia civilización se encuentran
consigo mismos. Más tarde o más temprano, cada cual se enfrenta al mismo dilema,
sea para vivir su vida conforme a las difusas promesas de una «felicidad»
institucionalizada, o para rebelarse y tomar un camino que se aleje de la civilización,
cualesquiera que sean los resultados. La segunda opción termina siempre en el
fracaso individual, mientras que la primera termina en el fracaso total de la
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humanidad. ¿O es al contrario? La ambivalencia es indistinta cuando se trata de la
tragedia del destino humano.
Mientras rodaba Fausto, sentí una gran urgencia en trasladar mi propia obsesión
por el tema a la película: hablo del tema de la manipulación. La manipulación no es
solamente un principio de los regímenes totalitarios. Cada vez estoy más convencido
de ello.
Alicia era un sueño de infancia lleno de secretos, pero también de ansiedades que
persistían en mi mente desde de mi primer encuentro con ella. Fausto combina el
sueño con la realidad. Por ejemplo, las transiciones de un lugar a otro se vinculan con
el sueño a través de unas rápidas líneas de conexión. Sucede lo mismo con las
transiciones de las formas que adopta Fausto. O con las transiciones de un género a
otro. Simultáneamente, toda la historia se desarrolla irreversiblemente como realidad
manipulada hasta alcanzar su trágico final. No es posible salir de ella de la misma
forma que no es posible salir del sueño conscientemente.
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producen durante el proceso de realización (incluyendo, por supuesto, viejas
experiencias), y las secuencias de la película evocan inmediatamente toda una serie
de asociaciones que impiden adoptar una actitud distanciada con respecto a la
película.
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Fotograma de Dimensiones del diálogo, 1982
Tres películas fueron producidas por diferentes compañías: Juego de piedras, Picnic
con Weissmann y En el sótano. ¿Por qué sucedió así?
Rodé Juego de piedras y Picnic con Weissmann en Linz, en el estudio del Sr. Puluj.
Conocí a A. Hans Puluj en el Festival de Mannheim y me ofreció la posibilidad de
hacer una película en su estudio. Hasta allí nos desplazamos Eva y yo, pero
descubrimos con horror que, aunque el estudio estaba provisto con la última
tecnología, tenía que ser yo —excepción hecha del ayudante de cámara— el que
hiciera solo la película. A pesar de esto, fui mimado por los estudios, en los que había
gente por todas partes haciendo algo. Cada profesión tenía su «experto». Así que el
rodaje de Linz acabó convirtiéndose para mí en un buen aprendizaje.
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pidieron que rehiciese el final. Naturalmente, tenía que darle un final feliz. Les dije
que la película, para mí, estaba ya acabada, y que no iba a hacer nada nuevo con ella.
Así concluyó mi trabajo con la compañía eslovaca de cortometrajes. De esta manera,
En el sótano quedó por un tiempo bajo llave y a buen recaudo.
Todo lo contrario. Y si hubiese habido alguna persona, no hubiera podido hacer nada
por mí. La razón de que mis películas en la época de la normalización no fueran
comprometidas es porque me negué a hacer lo que querían. Obviamente, se me
presionó prácticamente en todas las películas de esa época. Varias de ellas quedaron
cerradas bajo llave o simplemente no se exhibieron. Entre 1973 y 1980 no me fue
permitido hacer ni una sola película. Después de Dimensiones del diálogo, que tuvo
que someterse al Comité Central del Partido Comunista para su aprobación, y tras El
pozo, el péndulo y la esperanza, pasé de nuevo a engrosar su lista negra durante
varios años.
Eva tiene sus propios planes. Es artista y escribe. Puedes trabajar con ella si eres
consciente de que lo que deseas de ella forma parte de su programa o si tu trabajo se
corresponde con el suyo. Por lo tanto, tienes que contar con su contribución artística.
No es un caso suplementario de «tarea dada» que pueda resultar, en ocasiones, más
complicado. Después de años de vivir y trabajar juntos, sé exactamente lo que puedo
y no puedo «obtener» de Eva. En las ocasiones en las que le «permito» colaborar
conmigo, puedo estar seguro de que hará mejor que yo lo que para mí puede ser una
imitación, convirtiéndose en ella en una expresión auténticamente espontánea, de las
que me valgo en algunos momentos.
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Los zapatos de Eva (Homenaje a Méret Openheimer), objeto
Michael Havas y Keith Griffiths consiguieron el dinero para hacer Alicia, lo que tuvo
una gran importancia para mí en ese momento. Una vez más, no puedo hablar aquí de
una relación meramente profesional.
¿Cómo desarrolla sus primeras ideas para sus guiones? ¿El tratamiento que hace de
ellos está muy pormenorizado a la hora de presentarlos para su producción?
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El éxito internacional le ha dado la oportunidad de hacer largometrajes. ¿Siente
usted que se le presiona más para involucrarse en los valores de la producción, así
como en el que debería ser el gusto del público?
La industria del cine en la República Checa parece haber sido diezmada, y muchas
de sus películas son peores que las producidas en los últimos años de la
normalización. Hay también una crisis de temas desde la remoción del estalinismo,
ya que la cultura tuvo a menudo un papel opositor. ¿Qué piensa de la situación
actual y de sus propias perspectivas en relación con futuras producciones?
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Piezas de Eva Švankmajerová para Šílení, 2005
¿Cuáles cree que son las implicaciones del renacer del capitalismo y del final de la
guerra fría?
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irreconciliables para poder armarse con total complacencia y garantizar de este modo
trabajo suficiente para la gente y suficiente ganancia para las industrias militares de
ambas partes. El colapso del «socialismo» fue el último clavo en el ataúd de esta
civilización. El capitalismo, creo, no tardará en lamentarse del fallecimiento de su
contrario «socialista».
(1995)
¿Por qué decidió combinar temas de Sade con temas de Edgar Alian Poe, por
ejemplo El entierro prematuro y El psiquiatra loco?
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Fotograma de Šílení, 2005
Parece que Sade ha tenido una particular influencia en los surrealistas checos a
través del interés de Stirský y las ilustraciones de Toyen realizadas para la
traducción de Justine. ¿Tuvo esto una influencia de fondo en su trabajo?
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No fue una estrategia deliberada. Procuré elegir los papeles de la manera más
«precisa» posible. Como siempre, elegí a los actores por sus ojos y por sus bocas. Las
elecciones son limitadas.
Es también notorio que gran parte de la película esté rodada en primeros planos, con
los actores dirigiéndose directamente a la cámara. ¿Por qué eligió esta opción?
Ya utilicé esta opción en Otesánek. Pero no se trata del intento de crear un tipo de
«escritura personal». Al disponer la cámara entre los actores, mientras están ocupados
dialogando, no hago sino situar al espectador entre ellos. De esta manera, el
espectador deja de ser un simple observador y pasa a participar directamente de la
acción. Los actores se dirigen primero al espectador, y las respuestas que se
pronuncian llegan al oponente solo a través de él. Esto me parece más atractivo.
Conduce al espectador a una comprensión más profunda de la película.
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hacerse cargo del manicomio. Resuena aquí la observación de Bohuslav Brouk de
que los «pavos reales» se encargan de llevar a cabo una persecución sádica de «los
depravados». ¿Qué piensa de todo esto?
Sí, en efecto, hay algo de sadismo y un cierto «gozo» en ello. En otras palabras, aquí
interviene el principio de placer, como también lo hace el humor negro a través de
algunas metáforas y metamorfosis subversivas. Creo que sobre todo la última escena
de la película se basta para hacer que el público —que podría no haber entendido esta
acción paralela— se dé cuenta de la monstruosidad que supone jugar a ser aprendiz
de carnicero.
Las pinturas realizadas por Eva Švankmajerová para las cartas que dan lugar a los
créditos de la película parecen reflejar, no solamente el sistema de castigos empleado
por el sistema en la realidad, sino que también prolonga el tema de los seres
humanos como carne. ¿Se crearon esas cartas como un trabajo independiente?
Aunque sitúa la película fuera del tiempo —hay una escena en la que la carroza del
Marqués circula por una autopista— hay múltiples referencias a la Revolución
Francesa. De hecho, interpreta «La Marsellaise» y el cuadro vivo inspirado en
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Delacroix se disuelve en el caos. ¿Se trata de un comentario pesimista sobre las
perspectivas de la revolución?
Me gustaría tomar en serio los reproches que me han hecho algunos críticos, a saber,
que algunas de las escenas blasfemas están anticuadas al situarse en una «Bohemia
atea», significando que no tienen ningún impacto social. Me temo que no es el caso.
Echemos un vistazo a Polonia. Cruces en las escuelas y la noticia en la prensa de que
un número considerable de diputados polacos han presentado un proyecto de ley para
declarar a Jesucristo rey de los polacos. Creo que la presión de la iglesia está
aumentando incluso aquí, en las regiones checas no creyentes, en proporción con el
retorno de la propiedad de la iglesia embargada por el régimen anterior. La blasfemia
que Sade inspira me parece tópica precisamente porque se basa en argumentos
racionales.
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Fotograma de Šílení, 2005
La película me parece estar dominada por la figura del Marqués (inspirado en Sade).
De hecho hay varias citas tomadas directamente de sus escritos. Aunque él no sea
propiamente el héroe de la película, parece ser el único capaz de percibir la
naturaleza real de la sociedad y la motivación humana. Dicho de otro modo, al
presentar tres alternativas al principio de la película, parece usted preferir su
doctrina de «libertad absoluta».
Naturalmente, si tengo que elegir entre esas tres variantes de organización social,
elijo la inspirada por Sade. Pero pienso que en la película he mostrado muy
gráficamente los límites de su concepto de libertad absoluta.
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No. No hubo ningún consejero psiquiátrico trabajando en la película. Aparecen en los
créditos solo porque el hospital psiquiá trico nos «prestó» a algunos de sus
internados. Por ejemplo, para la escena de la terapia de arte.
¿Le han influido otras películas que tratasen el personaje de Sade, por ejemplo, la
adaptación de Peter Brook del Marat-Sade de Peter Weiss, o la película Quills de
Philip Kauffman?
Considero la adaptación de Peter Brook de la obra de Peter Weiss una pieza teatral
impresionante. Aunque conozco la película desde los años sesenta, no he podido
resistir verla de nuevo antes de empezar a rodar.
(Diciembre, 2006)
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Desafío (dibujo táctil), dibujo, 1978
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Decálogo
GRABA EN TU ESPÍRITU que la poesía es solo una. Lo contrario a la poesía es la
I especialización profesional. Antes de comenzar a rodar una película, escribe un
poema, pinta un cuadro, haz un collage, escribe un relato, un ensayo, etc. Porque solo
alimentando la universalidad de los medios de expresión tendrás la garantía de
realizar una buena película.
Sé un completo sumiso de tus obsesiones. Tus obsesiones son, con mucho, lo
II mejor que posees. Son reliquias de la infancia. Y es de las profundidades de la
infancia de donde proceden los mayores tesoros. Es preciso dejar siempre la
puerta abierta a lo que viene de fuera. No se trata de recuerdos sino de sentimientos.
No se trata de lo consciente, sino de lo inconsciente. Deja que este río subterráneo
corra por ti libremente. Concéntrate en él y relájate al máximo. Cuando ruedes una
película debes «sumergirte en lo interior» veinticuatro horas al día. En semejante
estado, todas tus obsesiones, toda tu infancia se instalarán en la película sin que seas
consciente de ello. De esta manera la película será un triunfo de lo que proviene de la
infancia. Este es el objetivo.
Utiliza la animación como si realizases una operación mágica. La animación
III no consiste en hacer que se muevan las cosas muertas sino en reanimarlas. O
mejor, en darles vida. Antes de reanimar un objeto en una película tuya,
intenta comprenderlo, pero no a través de su función utilitaria, sino de su vida
interior. Los objetos, sobre todo los objetos viejos, son testigos de distintas historias
que han quedado impresas en ellos. Han sido tocados y manoseados por personas que
se encontraban en distintas situaciones y bajo la influencia de distintas emociones,
dejando en ellos las huellas de sus estados psíquicos. Si quieres hacer visible, a través
de la cámara, el contenido que se oculta en estos objetos, debes escucharlos, a veces,
incluso durante varios años. En primer lugar tienes que convertirte en un
coleccionista, y solo después de esto en un cineasta. La reanimación hecha mediante
la animación debe realizarse con naturalidad, debe emanar de los objetos y no de tu
deseo. ¡Jamás ejerzas violencia sobre los objetos! No te sirvas de los objetos para
contar tus historias, cuéntales las suyas.
Toma el sueño por realidad y la realidad por sueño, constantemente. No hay
IV pasadizos lógicos. Entre el sueño y la realidad solamente hay un ínfimo
movimiento físico: el de cerrar o abrir los ojos. En el sueño despierto, ni
siquiera existe ese movimiento.
Si tienes que decidir a qué debes conceder prioridad, si a la mirada o a la
V experiencia del cuerpo, da siempre prioridad a la experiencia del cuerpo, puesto
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que el tacto es anterior a la vista y su experiencia es mucho más fundamental. Es más,
en el estado actual de la civilización, una civilización audiovisual, el ojo está
extremadamente fatigado y «maltrecho». La experiencia corporal es más auténtica y
no ha tenido que soportar hasta el momento el peso del esteticismo. Pero el punto que
no debes perder de vista es la sinestesia.
Cuanto más profundizas en una historia propiciada por la imaginación, más
VI realista tienes que ser con los detalles. Entonces debes apoyarte por completo
en la experiencia onírica. Si quieres persuadir al espectador de que lo que está
viendo en la película le concierne, que no se trata de algo exterior a su propio
universo, sino de algo en lo que está sumergido hasta el cuello, sin ser consciente de
ello, no temas servirte de una «descripción monótona», de una obsesión que
machaconamente repite «un detalle insignificante», no temas hacer uso del
documental. Para ello, debes servirte de todos los artificios cinematográficos que
tengas a tu alcance.
La imaginación es subversiva porque proclama lo posible sobre lo real. He
VII aquí el porqué de que hagas uso de la imaginación más desenfrenada. La
imaginación es el don más grande que posee la humanidad. La imaginación
es lo que ha hecho que el hombre sea más humano, no el trabajo. Imaginación,
imaginación, imaginación…
Elige siempre temas frente los cuales tu posición sea ambigua. Esta
VIII ambigüedad debe ser suficientemente profunda e irreversible como para
que puedas cáminar sobre su cumbre sin caer a un lado o a otro o hacerlo a
los dos lados a la vez. Solamente así podrás evitar el peor de los crímenes: hacer una
película de tesis.
Cultiva la creación como una forma de autoterapia. Esta actitud antiestética es
IX la que efectivamente acerc la creación a la libertad. Si la creación tiene un
sentido, ese es únicamente el de liberarnos. Ninguna película (cuadro, poema)
puede liberar al espectador si no procura un estado semejante al del autor. Todo lo
demás no es más que una cuestión de «subjetividad general». Piensa en la creación
como en una liberación permanente.
Favorece siempre la creación, la persistencia del modelo interior o del
X automatismo psíquico y no la idea. Una idea —aunque fuese la mejor— no es
una razón suficiente para ponerse detrás de la cámara. La creación no es la
claudicación de una idea ante otra. La idea solo tiene lugar en la creación cuando has
asimilado el tema que deseas expresar. Solo después de que esto ocurra vienen las
buenas ideas. La idea forma parte de un proceso creativo, pero en absoluto constituye
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Favorece siempre la creación, la persistencia del modelo interior o del
X automatismo psíquico y no la idea. Una idea —aunque fuese la mejor— no es
una razón suficiente para ponerse detrás de la cámara. La creación no es la
claudicación de una idea ante otra. La idea solo tiene lugar en la creación cuando has
asimilado el tema que deseas expresar. Solo después de que esto ocurra vienen las
buenas ideas. La idea forma parte de un proceso creativo, pero en absoluto constituye
un impulso para él.
Nunca trabajes, improvisa siempre. El guión es importante para el productor, pero no
para ti. Es un documento que no compromete a nada, y hacia el que has de dirigirte
solamente cuando la inspiración te ha abandonado. Si esta te visita más de tres veces
durante el rodaje, tómalo como un signo: o bien estás haciendo una mala película o
bien la has terminado.
EL HECHO DE FORMULAR estos diez mandamientos no significa que los siga de forma
consciente. Estas reglas son consecuencia de mi creación, no la han precedido.
Por otra parte, todo mandamiento está ahí para ser trasgredido (no desviado). Sin
embargo, hay otra regla que si se trasgrede (y más aún si se desvía) es destructora
para todo creador. Esta regla es la siguiente: no pongas jamás tu creación al servicio
de otra cosa que no sea la libertad.
Publicado en Analogon, n.º 26-27, 1999.
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Gesto destructivo I, objeto, 1990
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Autorretrato
SOY UNA MANO. La mano es un instrumento. Soy, por lo tanto, un instrumento. Un
instrumento para exteriorizar y captar las emociones (no soy, pues, un instrumento de
trabajo). En la palma de mi alma están incisas las líneas de la vida. De vez en cuando
me sitúo delante de un espejo y leo esas líneas. Hace tiempo que esta actividad perdió
para mí el componente narcisista ansioso. Soy una víctima del tactilismo. Tengo
demasiadas zonas erógenas para un solo cuerpo. Nunca trabajo, y sin embargo mis
dedos se mueven continuamente, incluso cuando duermo. Se contraen, se abren, se
entrecruzan y en ocasiones cambian de lugar. De cuando en cuando se esfuerzan por
decir algo a los sordomudos que les circundan. Lo más a menudo en vano. Nadie
quiere comprender el lenguaje de los signos, el lenguaje no verbal, que sin embargo
es el único lenguaje capaz de expresar la polisemia de las cosas y los hechos, pues
brota de las fuentes inextinguibles de la imaginación. Para nuestra civilización es una
lengua de incivilizados, de psicópatas e inválidos, ya que no se puede sacar partido
económico de ella.
Soy una mano con seis dedos palmeados. En lugar de uñas tengo pequeñas
lenguas puntiagudas y glotonas con las que lamo el mundo.
Publicado en Analogon n.º 25, 1999.
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Diálogo con alopecia, objeto, 1996
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Sobre el cine
EXISTE ALGO ASÍ COMO un mito surrealista. Caí bajo la influencia de ese mito en los
años cincuenta, cuando el surrealismo era considerado en Checoslovaquia una
ideología trotskista, aburguesada y decadente, peligrosa para el socialismo, y cuando
las obras surrealistas eran eliminadas de galerías y bibliotecas. Estoy seguro de que
no se elige el surrealismo, sino que el surrealismo le elige a uno. No es una cuestión
de libre opción. Se trata de un estado mental.
Para mi creación, la participación en un grupo tiene una significación
fundamental. Los temas elaborados paulatina y colectivamente en el grupo surrealista
se proyectan siempre de alguna manera en mi trabajo individual. Por citar un
ejemplo, el tema de la morfología mental se refleja en las películas En el sótano y
Jabberwocky, así como en mi interpretación de la Alicia de Carroll. El tema del
miedo en La caída de la Casa Usher, El pozo, el péndulo y la esperanza y otras (estos
dos temas, mutuamente relacionados, forman el eje de todo mi trabajo creativo); de
forma similar, también el tema del sueño, en un guión no realizado, «Huida de la
depresión», y en la Alicia, concebida como un angustioso sueño infantil.
EL DIARIO de Leonardo tiene como base el principio de los encuentros casuales entre
dos épocas. Varias películas mías han sido hechas como «inadvertidamente», o no se
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habrían hecho si «todo» estuviera en el guión, especialmente en los años setenta,
cuando empezó a reducirse el espacio concedido a mi trabajo y cuando varias
películas fueron autorizadas por haber sido propuestas originalmente como películas
infantiles (Jabberwocky) o documentos culturales (El osario). Inicialmente, El diario
de Leonardo iba a ser una ojeada al cuaderno de bocetos de Leonardo, sin mayor
ambición que mostrar todo lo que puede hacer la animación. No quiero decir que
engañara expresamente a quien autorizaba mis proyectos. La realidad del momento se
imponía en el curso del rodaje como por una fuerza propia. Así, resultó imposible
pasar por alto, durante el rodaje en el osario de Sedlec, los devaneos que la guía
prodigaba a las expediciones de escolares, y que eran la quintaesencia misma del
humor más negro. O Jabberwocky, que originalmente era un juego desenfadado con
juguetes viejos, y se convirtió en una lucha ambivalente contra la infancia.
En El castillo de Otranto, de pronto empezó a imponerse un nuevo nivel de
confrontación, que se plasmó en esa película-mistificación donde se enfrentan dos
medios de comunicación de masas: la fantasía de la novela inglesa con el
racionalismo de la televisión actual. Considero que la mistificación es un medio de
expresión poderoso; la mistificación abarca en sí el acto de agresión, el sarcasmo y la
posterior descarga de energía acumulada. Es un medio de defenderse del engaño del
mundo exterior, una defensa que se vale de las armas empleadas por la sociedad para
dominar mejor a la gente. Por eso considero la mistificación un recurso clásico de la
negación.
Por otra parte, ya en el curso del rodaje de El diario de Leonardo, pero, sobre
todo durante el montaje, empezaron a aparecer como automáticamente analogías con
el tiempo presente; por eso pedí que me proyectaran algunos noticieros viejos y la
realidad se introdujo por su propia fuerza en la película.
Es natural que esta forma libre de trabajo y la transformación de la película
«sobre la marcha» contradiga de manera antagónica la práctica corriente, y no puede
sorprender qué todas las películas así realizadas tuvieran grandes problemas.
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Y las cosas se convirtieron en el vehículo tanto de la acción como de las emociones
de los personajes y de la atmósfera de la historia. Trataba de evocar lo que mi
memoria selectiva había conservado como esencial, incluyendo el mito de la
pubertad.
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«civilizadores», un retorno por la espiral evolutiva a una «sociedad de pueblos
primitivos», y mucho me temo que la humanidad no estará dispuesta en su mayoría a
aceptarlo, prefiriendo dejarse exterminar por la bomba atómica o el SIDA y morir
envenenada por los alimentos y el agua contaminada.
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Principio de placer I, objeto táctil, 1996
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Ceremonia mágica de iniciación
al tactilismo
AISLAR AL INICIADO en una habitación a oscuras.
Debe mantener su mano sumergida en crema negra de ictiol durante una semana.
En ese tiempo, la espalda debe estar cubierta de cataplasmas de grasa de oca y
ortigas finamente picadas.
La planta del pie izquierdo debe tocar una superficie de agua caliente.
La planta del pie derecho una superficie de agua helada.
Pasados tres días, los pies cambian de posición.
Su rostro recibirá un aire caliente proporcionado por un abanico.
Introducirá su pene vendado en un tubo hecho con una lámina de papel de lija.
Las rótulas serán suavemente golpeadas con un mazo de oro.
Tres veces al día, se inyectará en el brazo izquierdo una dosis justa de mescalina.
Trascurrida una semana, se introducirá al iniciado en el laboratorio del Gran
Tatuador, que tatuará en su espalda la huella aumentada de su dedo pulgar, al tiempo
que dirigiéndose a él le dirá:
¡Convierte lo frío en cálido, lo blando en duro!
¡Lo fluido en sólido!
¡Lo áspero en liso!
¡Lo hiriente en amoroso!
Y viceversa.
Sin que al mismo tiempo la vista tenga ocasión de informar al tacto.
Mediante una operación de desorientación, mistificación y convocación del
pánico, han de romperse los hábitos utilitarios del tacto.
¡No os olvidéis de que todo el cuerpo es una gran zona erógena!
¡No hagáis la ropa de la cama!
¡No salgáis de la cama en invierno!
¡Ocultaos bajo edredones en las noches de agosto!
¡No rehuyáis la ipsación!
¡No reparéis las suelas de los zapatos!
¡No orinéis antes de iros a dormir!
¡Rechazad todo, pero poseed todo!
¡Amad a los insectos!
¡Acabad exhaustos!
Pues solo privado de su función utilitaria, el Tacto, atraído continuamente hacia la
experiencia y la conciencia de sí, puede en un momento determinado rebasar los
límites de su existencia y, sin apenas darse cuenta, comenzar a hablar el lenguaje del
poeta.
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Experimentación táctil
LAS MANOS SON CON mucho el órgano táctil más comunicativo, aunque no el más
sensible, emotivo o excitable, en la medida en que guardan una conexión estrecha con
las funciones utilitarias de otros sentidos.
Pero el sentido del cuerpo registra y percibe el mundo en torno (su estímulo) con
toda la superficie corporal, con todas sus cavidades, órganos internos y membranas
mucosas.
Y precisamente estas partes «pasivas» de nuestro cuerpo son capaces de
transmitir las sensaciones más intensas.
Cucharas de madera táctil, tapaderas, tablas de cocina y rodillos están destinados
a ejercer sobre nuestro cuerpo un cierto tipo de masaje «estético». Si tenemos en
cuenta que todo nuestro cuerpo es una gran zona erógena que espera su despertar
táctil, advertiremos que estos objetos son medios que evocan tal despertar. ¿Nuevo
erotismo o ipsatio totalis?
Cucharas de madera táctil, tapaderas, tablas de cocina y rodillos son herramientas
alquímicas, y nuestro cuerpo un crisol para conseguir el Opus Magnum del
tactilismo.
Publicado en Hmat a imaginace, 1978
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Pieza de Dimensiones del diálogo, 1982
Pero me gustaría hacer notar el hecho de que esta fase de identificación del objeto
táctil es bastante específica. Si se toca un objeto oculto a la Vista, incluso el más
banal, toma, mientras es visualizado por la mirada interior, la apariencia de un
fantasma en el que proyecta (en el instante mismo del tacto) los elementos no
solamente comunes a los objetos idénticos (si esto no fuera así, nunca se llegaría a la
identificación de este objeto), sino también toda una serie de asociaciones subjetivas,
II
EL HOMBRE, a menos que sea un estúpido vanidoso, debe saber que no «crea», que se
le permite apenas desvelar un poco de lo velado (con riesgo de volver a velar tanto o
más lo que estaba desvelado), y liberar energías potenciales de la naturaleza. Creo
que esto, que se aplica lo mismo al descubrimiento de Neptuno que al de la
penicilina, debe bastar para su ambición.
André Bretón, Sobre la astrología
QUIZÁ EL ser humano no sea el centro, el núcleo del universo. Es también posible que
en el universo animal existan seres superiores, de un comportamiento tan ajeno al del
ser humano como el comportamiento de este pueda serlo para una ballena. No hay
nada que pueda impedir a estos seres evitar por completo el campo de la percepción
humana, ya que pueden dotarse de medios de camuflaje, pero la posibilidad de su
existencia es de antemano anunciada por la teoría de la forma, al igual que por el
estudio del mimetismo animal. No cabe duda de que se ofrece a esta idea el más vasto
espacio de especulación, a pesar de situar al ser humano en las modestas condiciones
de explicar su propio universo. Como un niño que intenta conocer las hormigas a
fondo dando patadas a un hormiguero.
André Bretón, Prolegómenos a un tercer manifiesto o no
PARA RECONOCER el velo de sombra del dualismo circundante, sombra que cubre los
frutos del pensamiento, el espíritu no podrá sentirse satisfecho con la regresión de
todo valor dialéctico, frenándose a la hora de entregar al dualismo las llaves de los
conflictos momentáneos; menos mal que se dirige, como mucho, al subjetivismo, por
otro lado sacudido gravemente por el descrédito de las «grandes religiones». Si para
Hölderlin la actividad poética era la más estricta de todas, eso no significa que esta
nos libre de culpabilidad alguna, sino que hoy en día es testimonio de una inocencia
original. ¿Cómo podría entonces contar las trampas de las salvaciones imaginadas y
los refugios de los científicos, de los que, por otra parte, lo mejor que se puede
esperar es que hubieran iluminado las fronteras de los contrarios, cuya solución fue
siempre su aspiración vital? La vida verdadera, o más bien lo que sobrevivirá a la
existencia de cada ser humano, es invitada a depositar en la luz cenicienta toda
coherencia; tal vida se cobra este precio: personas que acechan en la fugacidad de las
esperanzas, empuñando las riendas de futuras lunaciones; los retoños del pino
dominan el bello juego de extenderse por las riberas acantiladas; el puente del diablo
necesita un arco más; la poesía está limitada a contar sus vuelos. Pero entre el día y la
noche, el único vuelo onírico se encuentra en el brillo de antaño, de cuya posible
trascendencia nos informan los alquimistas.
Vincent Bounoure, Introducción al tratado de las matrices
NO SON tanto las personas las que convienen sobre los nombres de las cosas como las
cosas las que imponen sus nombres. Nuestro papel se reduce a su lectura y
entendimiento. No somos nosotros los que construimos el orden del mundo en
nuestras mentes, sino que gradualmente tomamos conciencia de él.
Pierre Mabille, Notas sobre el simbolismo
La masturbación mecánica puede ser practicada con ayuda de máquinas diversas que,
concebidas para cualquier otro uso, se prestan sin embargo a este empleo singular.
Los casos de masturbación eran frecuentes entre las costureras que se servían de
máquinas de coser a pedal.[1] Desde la aparición de la máquina de coser eléctrica, que
ha demostrado ser inadecuada para este uso, las masturbadoras se han conformado
con la lavadora, cuyas vibraciones, al transmitirse a su regazo, siempre que sepan
adoptar una postura adecuada, les producen intensas satisfacciones. Numerosas
mujeres se entregan a este ejercicio de manera totalmente inconsciente.
Un tipo especial de masturbación, por otra parte muy difundida, es sin duda el
automovilismo. Es raro, sin embargo, que lleve al orgasmo. Pero el mejor ejemplo de
una técnica desviada en favor de la masturbación nos lo da la televisión: hasta la
introducción de la pequeña pantalla en los hogares, los diversos artefactos domésticos
solo aportaban al masturbador una ayuda mecánica. Con la televisión, la tecnología
interviene en el plano psíquico. Se conocen casos de masturbación provocada por la
La más conocida —una máquina a pedal para uso de las mujeres— se encuentra en el
Museo de Criminología de Dresde. Mucho más notable, sin embargo, desde el punto
de vista de su construcción, es la máquina ipsatriz para hombres que se conserva en el
Museo de Criminología de Praga, en la calle Saint-Barthélémy. A primera vista, se
trata más bien de una «dama de viaje», pero un examen más minucioso permite
descubrir en su interior un mecanismo muy original. En efecto, la cabeza de la dama
oculta un balancín cuya extremidad inferior termina en la entrepierna y sostiene un
guante de cuero cuyos dedos, replegados sobre la palma, parecen apretar un invisible
miembro. Relleno de una argamasa que asegura su firmeza, este guante, previamente
lubricado en su cara interna, simula ser el orificio vaginal en el que el masturbador
introducirá su pene para ser masturbado, gracias al movimiento del balancín que él
mismo habrá puesto en movimiento.
Cada usuario deberá tener la libertad de prolongar su mano a mano con el autómata
según sus posibilidades y exigencias. De todos modos, en los autómatas
masturbadores públicos, el tiempo de utilización será medido, como en las cabinas
telefónicas, en unidades de tres minutos. Pasado este plazo, el masturbador deberá
introducir una nueva moneda o una nueva ficha en caso de que desee prolongar la
experiencia.
En una primera fase, las máquinas ipsatrices de modelo corriente deberían ser
instaladas en lugares cerrados: clubes de empresas, salas de reunión para jóvenes
pioneros, locales políticos, salones de estudio de los colegios, cuarteles, etc. Se las
instalará luego cerca de los lugares de trabajo, a fin de reducir las pérdidas de tiempo
más importantes durante la jornada. Se podrá finalmente extender su implantación a
todos los lugares públicos en los que la concurrencia de un cierto número de personas
provoca el deseo: piscinas, estadios, estaciones, hoteles, restaurantes, salas de espera,
etc.
En cuanto a las máquinas especialmente programadas para las desviaciones
sexuales, recomendaría instalarlas preferentemente en los hospitales y clínicas
psiquiátricas. Así se protegería el anonimato de los masturbadores perversos contra la
maledicencia de la multitud. Estos, sobre todo los sádicos y los pedófilos, tendrían
además la ventaja de librarse a sus ejercicios favoritos bajo control médico. Se
comprobaría entonces que las desviaciones sexuales son mucho más frecuentes de lo
que revelan las estadísticas. Mañana, las máquinas ipsatrices permitirán a todos esos
desviados sexuales secretos, hasta aquí condenados a una vida sexual convencional,
liberarse felizmente de sus frustraciones.
Conclusión
František Dryje
¿DE DÓNDE VENIMOS? «¿Qué somos? ¿A dónde vamos? Este es el tipo de preguntas
que define el destino general de la humanidad en una cierta época, en un momento
histórico, destino que nos es sugerido por un esquema evolutivo establecido que
hemos aceptado sin darnos cuenta y que nuestra experiencia diaria confirma de
manera rutinaria. El tema del cuadro de Gauguin, que contiene en su título las tres
preguntas, forma parte del predicado del sentido, de la suposición de que hacer
preguntas es precisamente lo legítimo. «La personalidad humana, en el cuadro, se
despliega de derecha a izquierda con todo el infantilismo, encanto y festividad
durante los cuales todo se olvida, comenzando por la propia forma de vivir», diría
André Bretón sobre la acción representada en un comentario de 1950, mientras ponía
el acento en lo tópico de su mensaje: el hombre abandonó sus «ídolos», que siempre
habían estado unidos a «la totalidad de una naturaleza que controlaba nuestra alma
primitiva» (Gauguin), y así «el hombre juega con su destino sin saberlo… ni se
preocupa por conocerlo a fondo… juega con cartas marcadas».[1]
Como puede advertirse, nos encontramos desde el principio en el territorio
soberano del surrealismo, ese restaurador del sentido conectado con la historia de las
vanguardias artísticas que excede, no obstante, sin transigir, su marco externo y
formalmente definido. ¿Pero qué significa hoy el surrealismo, en una época de
deliberada escasez de proyectos e ideas? ¿Es posible detectar en su actitud
anticivilización los gérmenes de unas corrientes conceptuales y unos movimientos
alternativos contemporáneos? ¿Qué representa su esfuerzo, más de setenta años
después, cuando la forma externa del mundo ha cambiado hasta volverse
irreconocible? El espíritu antiespeculativo de este sistema de pensamiento ofrece una
respuesta específica y característica: la creación como descubrimiento de sentido.
Permítasenos poner como particular demostración de esta premisa la actividad
múltiple y variada de Jan Švankmajer. Pero volvamos al principio. ¿Cuáles son las
posibilidades de dar, cuando menos, una respuesta aproximativa y rudimentaria a las
cuestiones planteadas en esta introducción? De dónde venimos… Si dejamos de lado
una solución preconcebida basada en la trascendencia religiosa, que en nuestro
pensamiento occidental tiene una conexión causal con la lógica aristotélica; si
percibimos el sentido según un pensamiento prelógico y extraconceptual; si
persistimos en la búsqueda del significado válido del mito y del símbolo, entonces, el
secreto del sentido, de ese «¿de dónde?» y de ese «¿a dónde»?, parece ocultarse en la
pregunta central del «¿qué?», la cual somos capaces de abordar, no importa en qué
que inconvenientes para la sociedad. Puede ser considerada, sobre todo hoy, como un
remedio contra una proliferación excesiva de la especie humana. Desde siempre, ha
jugado un rol beneficioso previniendo la gravidez precoz, cuyas consecuencias son,
según la propia opinión de los médicos, perjudiciales para la descendencia. Vemos,
pues, que la práctica de la masturbación es beneficiosa para la humanidad, y solo
espíritus afectados de ceguera moral podrían negarle ese mérito». Bohuslav Brouk,
Autosexualidad y psicoerotismo, Ediciones Surrealistas, Praga, 1935. <<