Conocimiento Propio Según Santa Teresa de Jesús OK
Conocimiento Propio Según Santa Teresa de Jesús OK
Conocimiento Propio Según Santa Teresa de Jesús OK
Según Teresa, el fundamento de nuestra dignidad, está en que hemos sido creados a
imagen y semejanza de Dios (Cfr. 1M 1,1), pero además de ello en que estamos habitados en
lo interior por la presencia misma de Dios. Descubrirnos habitados es una consigna teresiana
de las más hermosas y profundas; es un principio fundamental en su doctrina. Teresa irá
haciendo este descubrimiento trinitario progresivamente. A nivel general, el primer peldaño
de tal descubrimiento fue lo experimentado en la oración de recogimiento: "Acaecíame en
esta representación que hacía de ponerme cabe Cristo, que he dicho, y aun algunas veces
leyendo, venirme a deshora un sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera
podía dudar que estaba dentro de mí, o yo toda engolfada en él" (V 10,1). Veamos otros
textos que nos ayudarán a tomar conciencia de ese descubrimiento progresivo:
Acentúa la Santa, como en el centro del alma está la morada principal que es donde
habita el mismo Señor:
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
"ratero y cobarde" (1M 2,11). La batalla es fuerte, pues "terribles son los ardides y mañas
del demonio para que las almas no se conozcan ni entiendan sus caminos" (1M 2,12).
El mal espíritu en el ámbito del conocimiento propio tentará al orante de dos maneras
principalmente.
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
Dentro de las enseñanzas de la madre a los principiantes, hay una que puede inducir
al escándalo o incluso algunos la podrían interpretar como egoísmo, sin embargo la
experiencia de nuestra mística le respalda; veámosla: "porque lo más que hemos de procurar
al principio es sólo tener cuidado de sí sola, y hacer cuenta que no hay en la tierra sino Dios y
ella; y esto es lo que le conviene mucho" (Ib.).
• La tentación del saborear indiscretamente los gustos espirituales.
También existe el peligro que cuando Dios da muchos gustos espirituales, estos sirvan para
juzgar infelizmente a quienes no lo tienen. La invitación que hace Teresa es a la humildad
para evitar cualquier equívoco "Porque no sabemos si los gustos son de Dios o si los pone el
demonio. Y si no son de Dios, es más peligro, porque en lo que él trabaja aquí es en poner
soberbia; que si son de Dios, no hay que temer; consigo traen la humildad" (CV 17,3).
"Pone a otra un celo de perfección muy grande; esto muy bueno es;
mas podría venir de aquí que cualquier faltita de las hermanas le
pareciese una gran quiebra y un cuidado de mirar si las hacen y
acudir a la priora, y aun a las veces podría ser no ver las suyas por
el gran celo que tiene de religión. Como las otras no entienden lo
interior y ven el cuidado, podría ser no lo tomar tan bien. Lo que
aquí pretende el demonio no es poco: que es enfriar la caridad y
amor de unas con otras, que sería gran daño." (Ib.).
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
Constituciones no sirven de otra cosa sino de medios para guardar esto con más perfección."
(1M 2,17). La constante observación de estas menudencias que nacen con "celo de
perfección" llega a crear una tirantez en la vida personal, familiar o comunitaria que socaba
las sanas relaciones fraternas:
Algunas de esas oraciones que sellan cada etapa de su vida, las transmito a
continuación. De la niñez en una muy sentida oración dice Teresa: "porque no me parece
os quedó a vos nada por hacer, para que desde esta edad no fuera toda vuestra..." (V 1,8).
Otra hermosa plegaria surge de su corazón cuando narra aquellas luchas en su frívola
adolescencia (Cfr. V 2,7). La siguiente oración teresiana en el relato de su vida está centrada
en la etapa de su juventud y en las consiguientes luchas vocacionales: "¡Oh, válgame Dios,
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
por qué términos me andaba su Majestad disponiendo para el estado en que se quiso servir
de mí, que sin quererlo yo, me forzó a que me hiciese fuerzas! Sea bendito por siempre.
Amén." (V 3,4). En su ingreso a la vida religiosa prorrumpirá en otra gozosa alabanza:
"Bastara, ¡oh sumo Bien y descanso mío! Las mercedes que me habías hecho hasta aquí, de
traerme por tantos rodeos vuestra piedad y grandeza a estado tan seguro y a casa donde
había muchas siervas de Dios, de quien yo pudiera tomar, para ir creciendo en su servicio"
(V 4,2).
Cuando trae a la memoria su profesión religiosa, ella que siempre se sintió contenta
de ser monja (Cfr. V 4,2; 36, 6.11) deja testimonio de la grandeza de Dios al llamarle a tal
estado:
"No parece, Dios mío, sino que prometí no guardar cosa de lo que
os había prometido, aunque entonces no era con mala intención;
mas veo tales mis obras después, que no sé qué intención tenía,
para que más se vea quién vos sois, Esposo mío, y quién soy yo.
Que es verdad, cierto, que muchas veces me templa el sentimiento
de mis grandes culpas el contento que me da que se entienda la
muchedumbre de vuestras misericordias..., ni nadie tiene la culpa
sino yo; porque, si os pagara algo del amor que me comenzasteis
a mostrar, no le pudiera yo emplear en nadie, sino en vos, y con
esto se remediaba todo.
Pues no lo merecí ni tuve tanta ventura, válgame ahora, Señor,
vuestra misericordia" (V 4,3-4).
Las famosas oraciones teresianas se dejan deslizar en aquel sonado caso de su primer
hijo espiritual; el cura de Becedas, ante quien la Santa, recapacitando de lo comprometida
que estuvo esa relación dice: "¡Oh ceguedad del mundo! Fueras vos servido, Señor, que yo
fuera ingratísima contra todo él, y contra vos no lo fuera un punto; mas ha sido todo al revés
por mis pecados" (V 5,4).
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
En sus desvíos afectivos y en los avisos que Dios mismo le daba: "¡Oh grandeza de
Dios, y con cuánto cuidado y piedad estabais avisando de todas maneras y qué poco me
aprovechó a mí!" (V 7,8). Y, cuando comenzó a ser agraciada con muchas experiencias
espirituales, reconocerá su ingratitud: "¡Oh Señor de mi alma! ¡Cómo podré encarecer las
mercedes que en estos años me hicisteis! ¡Y cómo en el tiempo que yo más ofendía, en breve
me disponíais con un grandísimo arrepentimiento para que gustase de vuestros regalos y
mercedes! A la verdad, tomabais, Rey mío, el más delicado y penoso castigo por medio que
para mí podía ser, como quien bien entendía lo que me había de ser penoso. Con regalos
grandes castigabais mis delitos" (V 7,19).
Cuando está por iniciar el tratadillo de la oración, vuelve sobre su vida y manifiesta
las excelencias de Dios en ella: "Sea bendito por todo, y sírvase de mí, por quien su Majestad
es: que bien sabe mi Señor que no pretendo otra cosa en esto, sino que sea alabado y
engrandecido un poquito, de ver que en un muladar tan sucio y de mal olor hiciese huerto de
tan suaves flores" (V10, 9). Además, la misma oración le hace descubrir que el lento progreso
en el amor perfecto, no es responsabilidad de Dios, sino de la creatura misma (Cfr. V 11,1).
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
Observa Teresa, que el estar pidiendo muchas mercedes espirituales o querer tener
fenómenos místicos, es falta de humildad, es decir, no hay un adecuado conocimiento
propio, pues: "creo yo que nunca se darán, porque primero da el Señor un gran conocimiento
propio que hace estas mercedes" (6M 9,15).
Sin embargo este conocimiento propio que debe partir del conocimiento de Dios, no
debe de ninguna manera llevar al orante a tener su alma estrujada, "esto importa mucho a
cualquier alma que tenga oración, poca o mucha: que no la arrincone ni apriete., pues Dios
le dio tan gran dignidad, no se estruje" (1M 2,8), por eso el conocimiento propio debe ser
para todos los niveles de vida orante, "plega a Dios, hermanas, nos haga merced de no salir
jamás de este propio conocimiento, amén" (6M 10,7), "por encumbrada que esté" (1M 2,8):
"es cosa tan importante este conocernos, que no querría en ello
hubiese jamás relajación, por subidas que estéis en los cielos; pues,
mientras estamos en esta tierra, no hay cosa que más nos importe
que la humildad. Y así torno a decir que es muy bueno y muy rebueno
tratar de entrar primero en el aposento adonde se trata de esto, que
volar a los demás, porque éste es el camino; y si podemos ir por lo
seguro y llano" (1M 2,9).
Es de gran importancia entender que el conocimiento propio, como ya hemos
aclarado no es para quedarse solamente en las miserias, "así el alma en el propio
conocimiento; créanme y vuele algunas veces a considerar la grandeza y majestad de Dios:
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
aquí hallará su bajeza mejor que en sí misma y más libre de las sabandijas" (1M 2,8), agrega
la santa que "si nunca salimos de nuestro cieno de miserias, es mucho inconveniente" (1M
2,10), su insistencia es machacona, "metidos siempre en la miseria de nuestra tierra, nunca
el corriente saldrá de cieno de temores, de pusilanimidad y cobardía" (Ib.). Para evitar
cualquier tentación, vuelve al principio fundamental, "pongamos los ojos en Cristo nuestro
Bien, y allí deprenderemos la verdadera humildad" (1M 2,11).
Según nuestra Santa, el conocimiento propio, en muchas ocasiones nos puede ayudar
más que muchos días de oración. Presentamos aquí un texto teresiano de alcance perpetuo,
"tengo por mayor merced del Señor un día de propio y humilde conocimiento, aunque nos
haya costado muchas aflicciones y trabajos, que muchos de oración" (F 5,16). Ciertamente,
en algunas ocasiones el conocimiento propio será doloroso debido a que se identifican
luminosamente las incoherencias personales: "Es cierto que en algunas veces me parece
querría estar sin sentido por no entender tanto mal de mí." (V 39,6).
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
El texto en sentido extensivo, puede ser utilizado también para lo que venimos
hablando de conocimiento propio, puesto que Santa Teresa, nos refiere también en
abundantes ocasiones el actuar del Señor para que ella se conociera a sí misma. Esta es una
buena nueva teresiana; es el Señor el primer interesado en que nos conozcamos a nosotros
mismos. En el caso de Teresa, el mismo Señor, se convertirá en su maestro de conocimiento
propio. A medida que ella avanzaba en su itinerario orante, el Señor más le esclarecía su
conocimiento propio "y aún procuraba su Majestad darme a entender cosas para ayudarme
a conocerme, que yo no supiera imaginar." (V 22,11).
Es así que en algunos momentos el Señor mismo le hacía ver las fallas de las cuales
no se había dado cuenta: "muchas las que me hacía reprensiones y hace cuando hago
imperfecciones, que bastan deshacer un alma" (V 26,2). El Señor toma el proceso personal
de Teresa, es así que en otras ocasiones le traía a la memoria sus pecados: "Otras, traerme a
la memoria mis pecados pasados, en especial cuando el Señor me quiere hacer alguna
señalada merced, que parece ya se ve el alma en el verdadero juicio; porque le representan
la verdad con conocimiento claro, que no sabe adónde se meter" (V 26,2). Pedagogía que
constatada también en Cuentas de Conciencia: "soy muy ordinaria reprendida de mis faltas -
y de manera que llega a las entrañas- y avisos, cuando hay o puede haber algún peligro en
cosa que trato, que me han hecho harto provecho, trayéndome los pecados pasados a la
memoria muchas veces, me lastima harto" (CC 1,36).
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
palabras dulces, envueltas en el amor de Dios, pero que provocaban un fuerte impacto:
"hacen un sentimiento y pena que deshacen, y siéntese más aprovechamiento de conocernos
en una palabra de éstas que en muchos días que nosotros consideremos nuestra miseria,
porque trae esculpida una verdad que no podemos negar." (V 38,16). En Camino de
Perfección, dice la Santa: "muéstrale (el Señor al alma), en un punto más verdades y dala más
claro conocimiento de lo que es todo, que acá pudiéramos tener en muchos años" (CV 19,7).
La ayuda recíproca de los orantes es muy beneficiosa "porque andan ya las cosas del
servicio de Dios tan flacas, que es menester hacerse espaldas unos a otros los que le sirven
para ir adelante" (V 7,22).
Las amistades orantes ayudan mucho, y sobre todo para ayudarse en el crecimiento
espiritual- personal. La Santa se muestra muy abierta a dejarse conocer por los otros, es una
tarea que recomienda como favorable para los que van en camino de oración. Hablando de
las reuniones secretas de los sospechosos de herejías (supuestos luteranos), piensa que los
cristianos orantes deben hacer lo mismo, aunque con finalidad distinta:
Los que conviven con nosotros son quienes mejores nos conocen. Seguramente, en
2Se refiere al primer grupo de oración teresiana fundado por Teresa, habían en él laicos, sacerdotes, una viuda. Eran
ellos: Gaspar Daza, Francisco de Salcedo, Doña Guiomar de Ulloa, y el P. García de Toledo o el P. Pedro Ibáñez.
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
muchas ocasiones, no sabrán las intimidades de nuestro corazón, pero ante ellos están
evidentes nuestras reacciones, criterios, carácter, temperamento, etc. Es por eso, que, con
mucha madurez, deberíamos dejar que los otros también nos ofrezcan esa información tan
valiosa que a veces desconocemos de nosotros mismos. Sólo que, en la tarea del
conocimiento propio, ese "desengañarnos" como dice Teresa tiene que ser "con amor y
cuidado de aprovechar", significa, por tanto, que no es solo cuestión de decir defectos o
limitaciones a las demás personas, sino que toda corrección debe estar precedida por el
amor. Una verdad cualquiera, un defecto notorio dicho a alguien sin amor, para Teresa se
convertiría en una agresión.
La finalidad del desengañar a otro en sus yerros e incoherencias, pretende ser una
ayuda terapéutica caritativa para que se optimice el caminar cristiano del grupo, familia,
comunidad o parroquia "que a veces no se puede valer, ni puede ni sufrir no desengañar a los
que quiere bien y desea ver sueltos de esta cárcel de esta vida, que no es menos, ni le parece
menos, en lo que ella ha estado" (V 20,25). Con el consejo oportuno, podremos, en gran
medida, hacer crecer el amor tanto a Dios como a las criaturas y evitaremos el síndrome de
Caín: "¿soy yo acaso guardián de mi hermano?" (Gn 4,9).
Cuando Teresa está iniciando también la vida mística cae en la cuenta que todas las
murmuraciones que se hacían en contra de ella le ayudaban a conocerse a sí misma: "sabéis
vos, mi Señor, que clamaba muchas veces delante de vos, disculpando a las personas que me
murmuraban porque me parecía les sobraba razón" (V 19,7). En el ascenso oracional que está
llevando, la Santa vuelve favorablemente sobre aquellos que le criticaban, pues le descubrían
verdades que ella asimilaba serenamente en su proceso de conocimiento propio:
"Comenzó a tenerse buena opinión de la que todas aún no tenían
bien entendido cuán mala era, aunque mucho se traslucía.
Comenzó la murmuración y persecución de golpe -a mi parecer-
con mucha causa; y así no tomaba con nadie enemistad, sino
suplicábaos a vos miraseis la razón que tenían. Decían que me
quería hacer santa y que inventaba novedades., sin culpa suya me
culpaban; no digo eran sólo monjas, sino otras personas:
descubríanme verdades, porque lo permitíais vos" (V 19,8).
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
Un dato que reverbera positivamente en estos episodios es que Teresa nunca se pone
a la defensiva ante las críticas, siempre disculpa a todos los que murmuran en su contra;
pareciera que el ponerse en muchas ocasiones a la defensiva es un síntoma de que no nos
conocemos adecuadamente y que en resumen de la verdadera humildad solo se conoce el
nombre.
5.4. La ayuda de las miserias personales: “Con regalos grandes castigabais mis delitos”
(V 7,19).
San Pablo narrándonos sus intimidades personales: visiones y revelaciones, así como del
aguijón clavado en su carne y la petición de liberación que hizo, transmite una de las más
grandes verdades de la Escritura neotestamentaria, dice: "pero él me dijo: "Mi gracia te
basta, pues mi fuerza se realiza en la debilidad". Por tanto, con sumo gusto seguiré
vanagloriándome, sobre todo en mi debilidad, para que se manifieste en mí la fuerza de
Cristo. Por eso me complazco en mi debilidad" (2 Cor 12, 9-10).
Cuando en el prólogo del libro de Vida comienza a narrar su vida, afirma Teresa que
ella no tendría vergüenza de decir sus pecados: "quisiera yo que, como he han mandado y
dado larga licencia para que escriba el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
hecho, me la dieran para que muy por menudo y con claridad dijera mis grandes pecados y
ruin vida" (Pról. N. 1), avanzando en la lectura del mismo número llegamos a otra gran
afirmación teresiana: "Yo no sólo tornaba a ser peor, sino que parece traía estudio a resistir
las mercedes de su Majestad me hacía..." (Ib.). Constatando ese abismo de la misericordia de
Dios hace una bella alabanza al Señor: "Sea bendito por siempre, que tanto me esperó" (Pról.
N.2).
3 A María Bautista, 28-08-1575(en la EMC, Cta. 88,11; en la BAC, Cta. 87,17; en la ES, Cta. 86,17).
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
Otros orantes por el contrario piensan que pensar bajamente de sí es una buena
humildad. La Santa desenmascara esta tentación, pues según afirma, el orante siempre debe
saber reconocer que el Señor le comunica dones y talentos, pero eso sí, que los viva con la
conciencia que no se otorgan en base a su merecimiento, sino debido a que Dios se
complace en dar y embellecer gratuitamente al que se dispone "si no descubrimos que
recibimos, no nos despertamos a amar". Cuando Dios otorga los dones, cuando son
verdaderamente auténticos, ellos mismos llevan impreso el carácter de humildad. Pero creer
que no somos capaces de nada es la misma tentación encarnada. Veamos este texto de
verdadera antología:
"No cure4 de unas humildades que hay, de que pienso tratar, que
les parece humildad no entender que el Señor les va dando dones.
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
Entendamos bien, bien, como ello es, que nos la da Dios sin ningún
merecimiento nuestro, y agradezcámoslo a su Majestad; porque,
si no descubrimos que recibimos, no nos despertamos a amar. Y
es cosa muy cierta, mientras más vemos estamos ricos, sobre
conocer somos pobres, más aprovechamiento nos viene y aún más
verdadera humildad. Lo demás es acobardar el ánimo a parecer
no es capaz de grandes bienes, si en comenzando el Señor a
dárselos, comienza él a atemorizarse con miedo de vanagloria.
Creamos que quien nos da los bienes nos dará la gracia para que,
en comenzando el demonio a tentarle en este caso, lo entienda, y
fortaleza para resistir; digo si andamos con llaneza delante de
Dios, pretendiendo contentar sólo a él, y no a los hombres" (V
10,4).
Saber que recibimos talentos anima a grandes empresas en nombre de Dios, pues
afirma esta fantástica mujer que: "Es imposible, conforme a nuestra naturaleza -a mi
parecer- tener ánimo para cosas grandes quien no entiende está favorecido de Dios" (V 10,6).
En consecuencia la animosidad será un distintivo del buen orante: "Pues procúrese a los
principios andar con alegría y libertad; que hay algunas personas que parece se les ha de ir
la devoción si se descuidan un poco" (V 13,1).
Otra cuestión a considerar es que, según Teresa, los dones o talentos reconocidos por
terceros, no significan de ninguna manera que la persona sobre quien se dicen es perfecta,
pues en muchas ocasiones, tan solo es que existe un maravilloso contraste entre las
limitaciones de la persona y los dones generosos de Dios: "Gusta su Majestad de querer que
resplandezcan sus obras en gente flaca, porque hay más lugar de obrar su poder y de cumplir
su deseo que tiene de hacernos mercedes" (MC 3,6). Este es un gran propósito de Dios
"querer que resplandezcan sus obras en gente flaca", no tiene entonces por qué
ensoberbecerse la persona por los talentos o dones de la cual es depositaria, pues es Dios
mismo quien los hace resplandecer y ello a pesar de que la persona experimente los abismos
de su pequeñez y miseria. En suma, son regalos que Dios otorga a "gente flaca" para que
quede manifiesto su poder en ellas; con justa razón San Pablo sostiene: "¿Qué tienes que no
hayas recibido de Dios? Y si lo has recibido, ¿a qué vanagloriarte, como si no lo hubieras
recibido?" (1 Cor 4,7). El orante no debe, por tanto, sentirse ni extasiado ni encogido ante
los talentos que se le reconocen, pues todo ello obedece al proyecto de Dios y su deseo de
dar a conocerse como bueno y generoso; es él quien sin merecimiento alguno engrandece
la limitada condición humana: "porque es muy amigo de favorecer la virtud en público" (3M
2,5). Así al menos se experimentaba Santa Teresa, las gracias que recibía en muchas
ocasiones eran como una película expuesta a todos: "no parece esperabais otra cosa sino
que hubiese voluntad y aparejo en mí para recibirlos, según con brevedad comenzasteis a
no sólo darlos, sino a querer entendiesen me los dabais" (V 19,7).
También el orante está invitado a adquirir la libertad cuando las personas hablen con
regocijo de los grandes dones que se traslucen en él. Algunos viven esto como un auténtico
tormento, pero sería una verdadera tentación querer ocultarse por ello; caería entonces, sin
duda alguna, en una muy falsa humildad. Santa Teresa vivió esta tentación, hasta que
ayudada por sus confesores llegó a entenderla y desactivarla: "Otras veces me atormentaba
mucho, y aún ahora me atormenta, ver que se hace mucho caso de mí, en especial personas
principales y de que decían mucho bien., parecíame era virtud y humildad por una parte, y
ahora veo claro que era tentación" (V 31,12). En estas mismas luchas el Señor le acompañaba
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
y le aclaraba con la eficacia que solo él puede dar; he aquí otro texto de inaudita experiencia
personal:
"Mucho me quitaban la libertad de espíritu estos temores, que
después vine yo a entender no era buena humildad, pues tanto me
inquietaba y me enseñó el Señor esta verdad: que yo tan
determinada y cierta estuviera que no era ninguna cosa buena
mía, sino de Dios; que, así como no me pesaba de oír loar a otras
personas, antes me holgaba y consolaba mucho de ver que allí
se mostraba Dios, que tampoco me pesaría mostrase en mí sus
obras" (V 31,14).
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El conocimiento propio según Santa Teresa de Jesús
CONCLUSIONES
Pienso que a lo largo de nuestro estudio las conclusiones han ido surgiendo
espontáneamente, pero recojamos aquí algunos puntos que me parecen sintetizan lo aquí
abordado:
1°. El conocimiento propio debe partir desde el conocimiento de Dios. La creatura tiene que
ser conocida en relación con su creador. Querer conocerse al margen de Dios sería caer en
unos yerros abismales, sin horizonte alguno. Dios engrandece la condición humana no la
denigra.
2°. Medio indiscutible para crecer en el conocimiento propio es la oración. Toda experiencia
de vida, debe ser llevada a la oración. En el caso de la autobiografía teresiana podemos
observar como cada etapa asumida de su vida estalla en una oración. Sólo cuando podemos
orar con serenidad sobre los acontecimientos de nuestra historia (bellos o dolorosos) parece
que hemos asumido las distintas etapas de nuestra vida y que hemos llegado a la integración
personal en Dios.
3°. El conocimiento propio está centrado en varios conocimientos: de Dios y sus atributos,
en la dignidad de la persona junto a sus cualidades y en la toma de conciencia de sus miserias,
debilidades y pecados. Se intuye desde Teresa que este conocimiento es simultáneo e
integrado, la desproporción en cada una de estas dimensiones acarrearía en desequilibrios
lamentables sobre el conocimiento de sí mismo.
4°. Las miserias, debilidades y pecados personales, no son solo para que el orante se lamente
ante ellas, sino que son el escenario desde donde Dios va redimiendo. La acción de Dios, el
amor suyo, no comienza a desbordarse solo cuando el orante ha superado sus incoherencias
y debilidades, sino que la experiencia de Dios crece, madura y se fortalece en medio de ellas.
Podemos traer aquí a colación un hermoso extracto del Pregón Pascual que dice así: "¡Oh
feliz culpa que mereció tan grande Redentor!". Con Teresa hemos descubierto que un gran
avance en el conocimiento propio consiste en el reconocimiento y aceptación serena de las
debilidades y pecados personales; solo desde allí se puede generar el cambio esperado en la
conducta del orante.
5°. Parte fundante del conocimiento propio será el reconocimiento de los dones y talentos
que Dios pone en cada persona; eso no es soberbia, es más bien humildad y recordemos que
"la humildad es andar en verdad" (6M 10,7). Dios quiere que nos demos cuenta que
recibimos de él no reconocerlo sería una falsa humildad.
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