Tesis Doctoral
Tesis Doctoral
Tesis Doctoral
Director:
UNIVERSIDAD DE SEVILLA
Introducción .............................................................................................................................. 1
i
familiar ..................................................................................................................... 99
1.2.3.1. Apego ......................................................................................................... 99
1.2.3.2. Ajuste psicológico y conductual de los niños y niñas acogidos ............... 102
1.2.3.3. Desarrollo cognitivo y ajuste académico de los niños y niñas acogidos..111
1.2.3.4. Autoconcepto y autoestima de los niños y niñas acogidos ....................... 116
1.2.3.5. Adversidad, evolución y resiliencia .......................................................... 121
1.2.4. Objetivos ............................................................................................................... 126
1.2.4.1. Objetivo general ....................................................................................... 126
1.2.4.2. Objetivos específicos ................................................................................ 126
ii
2.5.1. Análisis exploratorios ............................................................................................ 141
2.5.2. Análisis descriptivos .............................................................................................. 142
2.5.3. Análisis de variables categóricas ........................................................................... 142
2.5.4. Análisis de diferencias de medias .......................................................................... 142
2.5.5. Comparación de más de dos grupos ...................................................................... 142
2.5.6. Análisis para relación entre dos variables.............................................................. 143
2.5.7. Análisis multivariantes .......................................................................................... 143
2.5.7.1. Análisis de conglomerados ....................................................................... 143
2.5.7.2. Análisis discriminante .............................................................................. 144
2.5.7.3. Análisis de regresión lineal múltiple ........................................................ 145
2.5.7.4. Modelo de ecuaciones estructurales ......................................................... 146
iii
3.3.4. Autoconcepto de los niños y niñas acogidos ......................................................... 210
3.4. Perfiles familiares en el acogimiento y ajuste conductual de los niños y niñas acogido
.......................................................................................................................................211
3.4.1. Análisis de conglomerados del funcionamiento familiar en el acogimiento ......... 211
3.4.2. Análisis discriminante del perfil de familias de acogida según las variables
estudiadas .............................................................................................................. 221
3.4.3. Variables predictoras del ajuste conductual de los niños y niñas acogidos.......... 230
3.4.4. Modelo explicativo del ajuste conductual de los niños y niñas acogidos ..............233
3.4.4.1. Supuestos básicos para el planteamiento del modelo de ecuaciones
estructurales .............................................................................................. 233
3.4.4.2. Diseño del modelo teórico y especificación del modelo .......................... 236
3.4.4.3. Estimación del modelo y evaluación de los criterios de bondad de ajuste ....
.................................................................................................................239
3.4.4.4. Contraste de las hipótesis propuestas con los resultados del modelo
ajustado ..................................................................................................... 241
iv
1
0
4.3. Desarrollo y adaptación de los niños y niñas en el acogimiento familiar ........................ 297
4.3.1. Ajuste psicológico y conductual de los niños y niñas acogidos ............................ 297
4.3.2. Desarrollo cognitivo y ajuste académico de los niños y niñas acogidos ............... 301
4.3.3. Autoestima de los niños y niñas acogidos ............................................................. 303
4.3.4. Autoconcepto de los niños y niñas acogidos ......................................................... 305
4.4. Perfiles familiares en el acogimiento y ajuste conductual de los niños y niñas acogidos ....
.….....................................................................................................................................307
4.5. Modelo explicativo del ajuste conductual del niño y niña acogido ................................. 313
4.6. Limitaciones del estudio .................................................................................................. 319
v
vi
Introducción
Introducción
1
Introducción
visualización del acogimiento familiar como una opción prioritaria de derivación judicial y
también de respuesta social que involucre a diferentes estamentos sociales y de diversidad
familiar para aquellos niños, niñas y adolescentes chilenos que requieran de un entorno
protector y exclusivo cuando tienen que ser separados de su familia de origen de manera
temporal o permanente.
No obstante, la contribución que se puede hacer a este debate desde la línea de la
investigación es aún muy escasa, debido a los pocos trabajos que hasta la fecha hayan
abordado el acogimiento familiar como leitmotiv. En esta línea, la presente tesis doctoral
pretende ser un aporte relevante en el campo de la investigación y contribuir mediante la
entrega de información variada en la profundización del conocimiento que se tiene del
funcionamiento de esta medida y teniendo como eje central a los niños y niñas acogidos. Por
este motivo, el trabajo que se desarrolla a continuación es un aporte importante y necesario en
el contexto chileno y que puede también ser ampliado hacia el contexto investigativo
latinoamericano y en general a otros países.
De este modo, a continuación se presenta de forma breve la estructura de la presente tesis
que está organizada en cinco capítulos. Concretamente, en el primer capítulo se realiza la
revisión bibliográfica en la cual se describen y analizan los principales resultados
provenientes de la investigación nacional e internacional referentes a los aspectos del
acogimiento aquí considerados.
En el segundo capítulo se presenta el método seleccionado para posteriormente pasar al
tercer capítulo de exposición de los resultados en relación al perfil de los niños y niñas
acogidos, de las figuras parentales, de los acogedores y del acogimiento. También el
desarrollo de un análisis de conglomerados del perfil de las familias de acogida teniendo en
consideración el ajuste conductual de los niños y niñas acogidos y finalmente un modelo
explicativo del ajuste psicológico y conductual de los niños y niñas acogidos considerando el
funcionamiento familiar en el acogimiento y la adversidad inicial experimentada por los niños
y niñas.
En el cuarto capítulo se realiza la discusión de los resultados obtenidos poniéndolos en
perspectiva con lo reportado por la investigación nacional e internacional sobre acogimiento.
Además, se dan a conocer las principales limitaciones de este trabajo. Finalmente, en el
quinto capítulo se presentan las conclusiones y propuestas generales para las líneas futuras
de acción.
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Revisión bibliográfica
CAPÍTULO 1
Revisión bibliográfica
En este primer apartado se exponen parte de los principales antecedentes históricos sobre
la evolución de la protección de la infancia en Chile. Junto con lo anterior, se describen las
tres principales medidas de protección a la infancia en Chile que son el programa de familia
de acogida, la adopción y los centros residenciales para aquellas situaciones que implican la
separación temporal o permanente del niño, niña o adolescentes de su familia de origen o de
sus cuidadores principales debido a una grave vulneración de derechos. Además se muestran
datos estadísticos del sistema de protección de menores y del programa de familias de acogida
en Chile. Posteriormente, se muestran los principales resultados de la investigación nacional e
internacional sobre el acogimiento familiar en relación a los temas aquí propuestos.
Finalmente. Se desarrollan el objetivo general y los objetivos específicos de la presente tesis
doctoral.
3
Revisión bibliográfica
En la Época Colonial en Chile, desde el siglo XVI hasta comienzos del XIX, se produjeron
profundos cambios en distintos ámbitos de la organización demográfica, social, política,
cultural, económica y religiosa del país. En esta etapa las condiciones de vida de la población
se caracterizaron por ser muy duras y con mucha pobreza, en especial para las clases sociales
más desfavorecidas, la de los mestizos y los indígenas. En lo que a la atención a la infancia se
refiere, Pilotti (1994) señala que en América se tomaron las ideas y las prácticas provenientes
de Europa y que consideraban a las congregaciones religiosas como las principales entidades
encargadas de la atención a la infancia desvalida. Como consecuencia, las ideas y valores
centrales que sustentaban el cuidado de niños y niñas se focalizaron en la asistencialidad, el
paternalismo y la moral. En esta misma línea, Farías (2002, p. 9) indica que las principales
acciones de atención a la infancia en Chile se vincularon a las labores sociales efectuadas por
la Iglesia y las agrupaciones de carácter privado, las cuales centraron su labor en la
realización de obras de caridad y beneficencia para los niños y niñas desde tiempos
coloniales. Durante este período el rol del Estado en el ámbito de la protección a la infancia
fue prácticamente inexistente, su labor se limitó a la entrega de ayuda económica a las
instituciones eclesiásticas para que atendieran a este segmento de la población.
Según Rojas (2010), durante el Período Colonial en América se incorporó desde el derecho
hispano la figura de la adopción (“porfijamiento” o “prohijamiento”), figura legal que se
aplicaba solo a personas libres. Esta medida distinguía entre la adopción y la arrogación,
estableciéndose que en esta última se considerase el consentimiento del adoptado, de acuerdo
a un límite de edad establecido. Sin embargo, como indicó Dougnac (1978) (citado en Rojas,
2010), en la América indiana la arrogación y la adopción se utilizaron muy excepcionalmente,
eliminándose posteriormente del Código Civil. En su lugar, se optó por un sistema más
expedito de adopción, sustentado en la institución jurídica de la “crianza”, la cual se
caracterizaba por sus escasos requerimientos formales, y era aplicada a menores de edad en
condición de libres o esclavos.
Como consecuencia, en Chile fue una práctica común que familias con buena posición
económica contasen con el servicio de niños y niñas. De este modo, el trabajo de niños/as
para familias acomodadas fue una práctica habitual desde la Época de la Colonia hasta
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Revisión bibliográfica
comienzos de la República, siendo usual que las familias con escasos recursos,
frecuentemente de extracción campesina, “entregaran”, “diesen” o “regalasen” a sus hijos
para aliviar la situación precaria en la que vivían. Estas circunstancias implicaron que en
numerosas ocasiones se realizase una especie de “compra-venta”, más que una "adopción",
entre las familias de la época, orientada claramente a la servidumbre en la casa. Aunque el
desarrollo de una implicación afectiva posterior en muchos de los casos no terminaba en una
intervención legal (Rojas, 2010).
Las acciones del Estado tomaron un camino diferente cuando los niños y adolescentes
infringieron la normativa o el orden social. Al respecto, Farías (2002) señala que a finales del
siglo XIX y principios del XX el Estado chileno construyó un sistema de respuesta a las
transgresiones de los niños y jóvenes que requerían un castigo por sus delitos, faltas o mala
conducta mediante la fundación de casas correccionales. Por tanto, su creación fue concebida
como un intento de otorgar una respuesta de mayor complejidad más allá de las ideas de
castigo y de compasión hacia la infancia. También tuvo como propósito evitar el ingreso de
niños y adolescentes a las cárceles de adultos. No obstante, dada la escasa cobertura que tuvo
su instauración, no se logró disminuir el ingreso de menores de edad en las cárceles de
adultos, continuando su exposición a múltiples y severas experiencias de malos tratos dentro
del recinto penal.
Pilotti (1994) señala que a lo largo del siglo XIX y las primeras décadas del XX tomó
curso el advenimiento de una ideología liberal que conjuntamente con posturas anticlericales
reclamaba una presencia más fuerte del Estado en los temas relativos al bienestar infantil. En
esta línea, Farías (2002) explica que en Chile un grupo de reformadores intelectuales tomaron
como influencia las nuevas ideas provenientes de Europa y Estados Unidos, y emprendieron
la tarea de reestructurar las prácticas tradicionales de atención a la infancia enfocadas en la
asistencia y el castigo. Este nuevo planteamiento se caracterizó por mostrar un discurso
rupturista, de carácter cientificista, moderno y disciplinario, aunque en convivencia con la
persistencia de las prácticas punitivas y asistencialistas tradicionales que permiten explicar los
orígenes de un sistema paradójico en la atención a la infancia. Una de las principales
manifestaciones del nuevo pensamiento consistió en la sustitución del castigo por el ideal de
la protección a la infancia y del disciplinamiento como metodología para alcanzarlo, para lo
cual surgió el modelo de reformatorio materializado en casas correccionales. Estas casas
fueron un sistema de reclusión que se caracterizó por tener una sentencia indeterminada y un
sistema de calificaciones y de persuasión organizada. Eran un intento de acabar con la
restricción coercitiva que se ejercía en las prisiones chilenas contra los niños y adolescentes.
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
adolescentes que han infringido la ley a través de programas ejecutados directamente o por
organismos colaboradores del servicio (SENAME, 2015b).
La atención de los niños, niñas y adolescentes por parte de SENAME requiere de la previa
judicialización del caso en un Tribunal de Familia1. La excepción a esta norma jurídica la
constituye la atención en las Oficinas de Protección de Derechos [OPD], que son instancias de
intervención con carácter ambulatorio que realizan su labor de protección integral a la
infancia en el contexto municipal (SENAME, 2015c).
Las intervenciones desde SENAME en materia de protección se implementa a través de
tres programas: 1) Familias de acogida; 2) Adopción; y 3) Centros residenciales (ver figura
1).
Figura 1.Programas de atención desde SENAME para los niñas y niñas que requieren una
medida de residencia alternativa.
Directora
Nacional
Departamento Departamento de
de adopción protección de derechos
1
La Ley 19.968 da creación a los Tribunales de Familia cuyo objetivo primordial es brindar justicia
especializada para los conflictos de naturaleza familiar.
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Revisión bibliográfica
Belmar y Solar (2009) señalan que los orígenes del modelo de colocación familiar en Chile
se remontan a la década de los años treinta del siglo XX. Estos tienen como base los modelos
de sistemas de familias de acogida de Europa, siendo implementados en Chile principalmente
por dos vías: por una parte, las instituciones de carácter religioso, siendo pionera en este
ámbito la “Sociedad Protectora de la Infancia”; y, por otra parte, mediante el sistema de salud
dentro del cual se desarrolló un modelo de cuidado en familias alternativas, siendo pionero en
este ámbito el “Hospital Luis Calvo Mackenna”. En lo que concierne a este último punto,
Vargas (2002) señala que el interés por la medicina comunitaria y social influyó en el
surgimiento de la colocación familiar, así en un comienzo la colocación estuvo destinada a la
atención de los hijos de aquellas madres con tuberculosis que, dada su complicada situación
de salud, no podían asumir el cuidado de sus hijos.
Posteriormente, ya en la década de los ochenta, gracias a la intervención estatal se creó el
Sistema de Colocación Familiar incorporado en la oferta de atención de SENAME.
Concretamente, en materia legislativa, el 7 de junio del año 1982, Decreto Supremo No 356,
de 1980, se resolvió la aprobación de las “Normas básicas para la atención de menores en el
Sistema de Colocación Familiar” siendo definido como: “Una medida de protección que
consiste en incorporar en un hogar sustituto a un menor que carece de tuición2 cuyos padres o
tutores presentan graves impedimentos para ejercerla adecuadamente” (Ministerio de Justicia,
1982, pp. 1-2). De esta manera, señala UNICEF (2011), se evitaba el ingreso de estos niños y
niñas en centros residenciales.
En la tabla 1 se presenta la estructura y las principales directrices del programa de
Colocación Familiar.
2
El término “Tuición” actualmente se denomina “Cuidado Personal” en la legislación chilena, siendo definido
en el Código Civil, Art. 224. como “El derecho de consuno de ambos padres del cuidado personal de la crianza y
educación de sus hijos”.
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
El programa de familias de acogida tiene su origen el 11 de julio del año 2005 en el que se
promulgó la Ley No 20.032 del Ministerio de Justicia y se estableció el “Sistema de Atención
a la Niñez y Adolescencia a través de una red de entidades colaboradoras acreditadas por
SENAME y su régimen de subvención”. De este modo, es definido como “un programa
dirigido a proporcionar al niño, niña o adolescente vulnerado en sus derechos un medio
familiar donde residir mediante familias de acogida” (“artículo 4º inciso 3.2 letra e”).En
UNICEF (2011) se ha destacado que el programa de familia de acogida constituye una de las
más recientes expresiones en Chile de una línea política tendiente a avanzar gradualmente
hacia propuestas alternativas a la institucionalización de niños, niñas y adolescentes
gravemente vulnerados en sus derechos.
Actualmente el programa de familias de acogida contempla dos modalidades, siendo una
de estas el programa de familias de acogida especializada (FAE) y la otra el programa de
familias de acogida simple (FAS). En ambas modalidades se siguen los mismos lineamientos
técnicos y se atiende al mismo tipo de perfil de usuario. Sin embargo, su principal diferencia
radica en la subvención económica que reciben, siendo mayor para el programa FAE por ser
este el más reciente. No obstante, se ha planteado desde SENAME que próximamente ambos
programas se fusionen en una sola modalidad denominada programa de familias de acogida
especializada (PRO) la cual incorpora nuevos lineamientos técnicos.
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
Por lo que se refiere a la evaluación de idoneidad de las familias acogedoras se estipula que
sea un proceso realizado en base a entrevistas diagnósticas llevada a cabo por los
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Aunque en Chile no se usan los conceptos de acogimiento simple y permanente se ha decidido su utilización de
forma análoga a la denominación española.
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Revisión bibliográfica
En las nuevas bases técnicas del programa de familias de acogida (SENAME, 2015d) se
señala que el proceso de valoración de idoneidad será realizado a través de cuatro entrevistas
en profundidad ―en un período de dos semanas a un mes―, teniendo lugar en las oficinas
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Revisión bibliográfica
Teniendo en cuenta las nuevas bases técnicas de SENAME (2015d) se establecen cambios
importantes que indican que la formación de los acogedores deberá ser realizada en base a un
documento denominado “Programa de Formación para Familias Acogedoras”. En este
programa se estipula, a grandes rasgos, que la formación se desarrollará en ocho sesiones con
una duración aproximada de dos horas cada una, y que deben estar secuenciadas considerando
las fases que plantea el proceso de acogimiento.
En lo que respecta a la estructura del equipo profesional (SENAME, 2015d) se estipula la
contratación de un director o directora, de los trabajadores sociales, psicólogos, técnicos
sociales, administrativos, etc. Dada las especiales funciones que realizan algunos de estos
profesionales se detallan a continuación parte de sus roles.
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
final respecto a la situación del niño, niña o adolescente que ingresa al acogimiento no debe
exceder los dos años, siendo de especial relevancia la coordinación entre el Tribunal de
Familia y el Programa de Familias de Acogida.
Ingreso a Programa de
Familia de Acogida
Plan de
Plan de Plan de
intervención
intervención intervención
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Revisión bibliográfica
Características Descripción
Edad de los adoptantes sin Mayores Debe existir una Con la excepción y por
vínculo de parentesco de 25 y diferencia de edad motivo fundado el juez
(matrimonios, solteros, menores entre el adoptado puede rebajar la edad
divorciados, viudos) chilenos o de 60 y el adoptante de mínima de 25 años hasta
extranjeros. años. al menos 20 años. un máximo de 5 años, es
decir, hasta los 20 años.
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Revisión bibliográfica
El Programa de Centros Residenciales está destinado a los niños, niñas y adolescentes que,
debido a una grave vulneración de sus derechos, deben ser separados de su grupo familiar de
origen mientras se realizan las acciones para restablecer su derecho a vivir en familia o de
preparación para la vida independiente en aquellos casos evaluados como excepcionales. El
ingreso a un centro residencial debe ser una medida de excepción cuando no existan
alternativas en el ámbito familiar u opciones de continuar el desarrollo en otro tipo de familia
(SENAME, 2011a). El ingreso a esta modalidad de atención debe siempre estar determinado
por orden de un juez de familia o con competencia en la misma materia.
El objetivo principal de la atención en un centro residencial es ofrecer un espacio de
protección para los niños, niñas y adolescentes en el que se puedan cubrir sus diversas
necesidades, tales como el apoyo afectivo o psicológico, la estimulación precoz, el
alojamiento, la alimentación, el abrigo, la recreación, el acceso a la educación, la salud y otros
tipos de soportes necesarios para el bienestar y el desarrollo infantil o adolescente, todo lo
cual contribuye a la reparación de los diferentes tipos de vulneración de derechos a las que
han sido expuestos. Asimismo, se desarrolla una intervención de habilitación para las familias
con las que se proyecta el egreso.
A continuación, en la tabla 4 se muestran y describen las modalidades de atención de los
centros residenciales.
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
Durante el año 2014 (SENAME, 2014a) se atendieron un total de 192545 niños, niñas y
adolescentes en SENAME en sus tres principales departamentos que son Protección de
Derechos y Primera Infancia (162245), Justicia Juvenil (29100) y Adopción (1200). En
relación al total de la población infantil-adolescente chilena4 el número total de niños y niñas
atendidos en SENAME representaría el 3.37%.
En concreto, dentro del Departamento de Protección de Derechos y Primera Infancia se
encuentran el Programa de Familias de Acogida, que atendió a un total de 5520 niños, niñas y
adolescentes; y los Centros Residenciales, que atendieron a un total de 11370 menores
(SENAME, 2014a). No obstante, la mayor proporción de niños, niñas y jóvenes fueron
atendidos en otros programas de este departamento, como es la Oficina de Protección de
Derechos de la Infancia (42399), los Programas de Protección (37448) y los Programas de
Protección Especializados que se centran en la intervención profesional para la reparación del
daño en el niño, niña o adolescente (29716) y, finalmente, los Centros de Diagnóstico
(26481).
En la figura 2 se muestran la evolución del ingreso de los niños/as y adolescentes atendidos
en el programa de familias de acogida, centros residenciales y adopción. Así, los datos ponen
de manifiesto el descenso en el ingreso de niños/as y adolescentes al programa de centros
residenciales. Mientras que el programa de familias de acogida al principio tiene la mayor
cantidad de ingresos, luego disminuye y finalmente vuelve a haber un mayor ascenso en la
cantidad de ingresos. Por su parte, es la medida que presenta la menor cantidad de ingresos
manteniéndose más bien estable durante el transcurso de los años.
4
La proyección de la población total de infancia y adolescencia en Chile durante el año 2014 corresponde a
4.732.667 (INE, 2014).
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Revisión bibliográfica
16282 15864
14918 15403 15309
14677
13238
10460
La información del programa de familia de acogida según el género de los niños, niñas y
adolescentes atendidos (ver figura 3) muestran una leve tendencia a la mayor atención de
chicas que de chicos (SENAME, 2007, 2008, 2009, 2010b, 2011c, 2012c, 2013a, 2014a).
5
Los niños, niñas y adolescentes atendidos corresponde efectivamente a quienes han sido atendidos por un
centro o programa en un período determinado. Los niños atendidos se calculan como la suma de los vigentes
al primer día del período (“arrastre período anterior”) y los nuevos ingresos registrados dentro del período
requerido.
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Revisión bibliográfica
Femenino Masculino
Los resultados de los niños, niñas y adolescentes atendidos según el rango etáreo (ver
figura 4) indican que la mayor cantidad de acogimientos se concentra entre los 1 y los 9 años,
y que a medida que se acercan a la adolescencia disminuye la proporción de jóvenes acogidos.
900
788
800
693
700 639 610
600 548
500
400
300
200
100
0
0 a 5 años 6 a 9 años 10 a 13 años 14 a 17 años 18 o más
Número de niños/as atendidos año 2014
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
Figura 6. Causa de ingreso del niño o adolescente en el programa de familia de acogida FAE
y FAS durante el año 2014.
Bullying en la escuela 1
Trabajo infantil 1
Ocupación del menor en actividades… 1
Interacción conflictiva con la escuela 1
Solicitud del niño o adolescente 1
Indocumentado 1
Solicitud de diagnóstico, peritaje y otros 2
Lactante con madre recluida en centro… 2
Homicidio del niño/a o adolescente 4
Orden del tribunal no indica la causa/no… 11
Familia indigente/problema de vivienda 10
Homicidio del niño/a por parte de sus… 7
Adolescente embarazada 9
Adopción 10
Medida juez 10
Deserción escolar 14
Otro no especifica 30
Abandono de hogar niño/a 39
Interacción conflictiva niño/a con padres 45
Abandono de los padres 81
Padres no pueden cuidar al niño/a 149
Maltrato psicológico 52
Maltrato fisico 200
Abuso sexual/violación /explotación… 173
Testigo de violencia intrafamiliar 169
Protección (no especifica materia) 330
Peligro material o moral 378
Inhabilidad padres 1232
Negligencia 1916
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
6
La Enseñanza Básica en Chile comprende desde 1º a 8º año básico y tiene una duración de 8 años. En términos
de edad implica el ingreso del niño o niña a los 6 años a 1º básico y terminar 8º básico dentro del rango de los 14
años.
7
La Enseñanza Media en Chile comprende desde 1º hasta 4º año y comprende el ingreso del adolescente a los 15
años y su salida de 4º medio a los 18 años.
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Revisión bibliográfica
familia extensa es la alternativa más frecuente de concretar y que, además, puede otorgar
protección al niño, niña o adolescente acogido. No obstante, también indicaron que la familia
de acogida extensa suele presentar dificultades importantes que requieren de la intervención
de los profesionales y que en los casos más complejos, que ponen en riesgo el bienestar del
niño, niña o adolescente acogido, tienen como consecuencia una nueva desvinculación
temporal o permanente, esta vez de la familia de acogida extensa, mientras se realiza un
proceso de intervención, siendo reubicado el niño temporalmente en una familia de acogida
ajena. También se señaló que la incorporación de familia de acogida ajena es un proceso cada
vez más complejo por el debilitamiento de la cultura de acogimiento, además se señaló que
esta podía presentar dificultades aunque en una frecuencia minoritaria. Otro de los aspectos
abordados fue la motivación del acogedor, predominando el querer brindar ayuda al niño, lo
que además estaba vinculado a resultados positivos en el acogimiento. Por el contrario,
cuando la motivación del acogedor se relacionó con la obtención de un beneficio económico,
se señaló que el acogimiento se volvía más inestable. Con respecto a la implementación del
programa de familia de acogida se expusieron las siguientes necesidades y dificultades:
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
recursos para asumir el cuidado del niño, ya que la subvención del programa no logra
cubrirla.
Respecto a la valoración de idoneidad de la familia de acogida extensa en este mismo
estudio se señaló que una de las mayores dificultades encontradas era que los tribunales de
familia usualmente aceptaban esta modalidad como alternativa de cuidado del niño, niña y
adolescente sin la realización de una evaluación de idoneidad, la cual debía ser realizada de
forma posterior una vez ingresado el niño/a y la familia acogedora al programa de familia de
acogida, encontrándose múltiples problemáticas en el seno de la familia extensa y en no pocas
ocasiones con familias no idóneas para el cuidado del niño o niña acogido. Referente a las
buenas prácticas profesionales y las metodologías de intervención se señaló que un trabajo
planificado y eficiente daba lugar a la resolución de las situaciones que conllevaron a la grave
vulneración de derechos a los niños, niñas y adolescentes acogidos. Al respecto se destacó la
importancia del diagnóstico a la familia de origen para detectar factores de protección,
especialmente la presencia de un vínculo afectivo.
En resumen, los trabajos revisados permiten conocer diversos aspectos del acogimiento en
Chile, principalmente en aquellos temas ligados al proceso de intervención profesional, y en
la detección de aspectos del funcionamiento del programa de familias de acogida que
requieren de mayor apoyo y reestructuración (por ejemplo, la difusión del programa, la
captación de familias, el aporte económico a la familia de acogida, etcétera). Respecto a los
datos de la familia de origen del niño acogido existen coincidencias referentes a las diversas y
complejas problemáticas que presentan los padres y madres, los cuales, además, juegan un
papel central en el inicio de la medida de protección. No obstante, también se ha destacado
que cuando exista un diagnóstico en el que se detecte la presencia de factores protectores en
los padres, el plan de intervención debe favorecer el desarrollo de una mejor vinculación
afectiva de cara a la posterior reunificación familiar. Los estudios han informado respecto a la
mayor cantidad de acogimientos en familia extensa, sin embargo, también informan respecto
a la elevada proporción de familias multiproblemáticas en esta modalidad, lo que puede llevar
a la interrupción temporal o permanente del acogimiento. En esta línea, se plantea la
importancia de la evaluación de idoneidad emitida por los tribunales antes de situar a los
niños con su familia extensa. En lo que se refiere a la familia de acogida ajena, se ha señalado
que es más adecuada y que esto se relaciona con el proceso de evaluación de idoneidad. La
información es más escasa y menos concluyente en lo que concierne a los niños, niñas y
adolescentes acogidos. En general se centra en dar a conocer si se cubren sus necesidades
31
Revisión bibliográfica
básicas y, de manera significativamente menor, otorga algunos datos respecto a otros ámbitos
de su desarrollo y de su adaptación.
Los niños y niñas acogidos son los principales protagonistas del acogimiento y la
evaluación de su desarrollo ha sido foco de interés desde el ámbito de la investigación y desde
la intervención profesional. A continuación se abordarán diversas características de los niños
y niñas acogidos que conforman su perfil, tales como el género, la edad, el estado de su salud,
los problemas psicológicos, los acogimientos previos y el acogimiento conjunto de hermanos
y hermanas.
Un primer aspecto que ha suscitado interés desde el ámbito de la investigación en
acogimiento es la temática del género, siendo evaluado desde diversas perspectivas. En el
presente estudio como primer aspecto se ha indagado respecto a posibles diferencias en el
ingreso de niños y niñas en la medida de acogimiento, encontrándose que en términos
globales en los países occidentales no se presentan diferencias importantes en cuanto al
ingreso de niños y niñas al acogimiento. Así, por ejemplo, en la investigación estadounidense
de Iglehart (1994) no se encontraron diferencias significativas, señalándose que un 39% de los
casos correspondió a los chicos y un 34% a las chicas. Por su parte, Meltzer, Gatward,
Corbin, Goodman y Ford (2003) señalaron que en Inglaterra un 53.02% de los casos
correspondió a los chicos y el 46.97% a las chicas en acogimiento, situados entre los 5 y 15
años. Farmer y Moyers (2008) no encontraron diferencias según el género, correspondiendo la
mitad a las chicas y la otra mitad a los chicos. En el contexto español, Montserrat (2006)
refiere que un 51.6% de los casos de su investigación correspondió a las niñas y un 48.4% a
los niños. Del Valle et al. (2008) señalan que un 49% de los casos fue de niños y un 51% de
niñas en acogimiento. Mientras que Jiménez y Palacios (2008a) indicaron que un 50.9% de
los casos correspondió a los niños y un 49.1% a las niñas.
32
Revisión bibliográfica
La edad del niño y niña acogido ha sido evaluada principalmente desde el momento en que
ingresa al acogimiento. Al respecto, en las investigaciones británicas se ha señalado que la
edad promedio del niño y niña al inicio del acogimiento fue de 4 años (Berridge, 1997;
Triseliotis, Borland y Hill, 2000). En el contexto español, Jiménez y Palacios (2008a), en un
estudio que incluyó familias de urgencia, extensa y ajena, encontraron una edad promedio
menor (2.4 años).
En términos de proporción, en la revisión de Amorós y Palacios (2004) se indicó que
alrededor de la tercera parte de los niños y niñas ingresaban al acogimiento por debajo de los
cinco años. Por su parte, Jiménez y Palacios (2008a) encontraron que la mayor parte de los
niños y niñas fueron acogidos antes de cumplir los 5 años (65.6%), mientras que un 17.8%
ingresó entre los 5 a 8 años y el 16.6% entre los 9 y los 17 años. En Reino Unido, Farmer y
Moyers (2008) señalaron que la tercera parte de los niños y niñas fueron acogidos con menos
de 5 años, mientras que el 41% de los niños fue acogido entre los 5 y los 10 años.
En función de la modalidad de acogimiento las investigaciones han dado cuenta de que los
niños y niñas ingresan con menor edad al acogimiento en familia extensa que en familia ajena
(Amorós, Palacios, Fuentes, León y Mesas, 2003; Del Valle, et al., 2008; Berrick, Barth y
Needell, 1994; Broad, 2001; Jiménez y Palacios, 2008a; Koh y Testa, 2011). Específicamente,
en algunos estudios se señala que la edad media del niño y niña acogido al inicio de la medida
correspondió a 1.3 y 1.5 años, respectivamente (Bernedo, 2004; Lumbreras, Fuentes y
Bernedo, 2005). Mientras que Jiménez, Martínez, Muñoz y León (2013a) señalaron que los
niños y niñas ingresaron al acogimiento con sus familiares con un promedio de 1.7 años. En
contraparte, los resultados de familia de acogida ajena han indicado que el promedio de edad
de ingreso del niño y niña se situó en los 4 años (Jiménez y Palacios, 2008a) o incluso más, en
torno a los 7 (López, Montserrat, Del Valle y Bravo, 2010; Bernedo, Salas, García-Martín y
Fuentes, 2012).
La edad de los niños y niñas acogidos al momento de ingresar al acogimiento ha sido
vinculada con diversos aspectos positivos y negativos. Al respecto, Berridge (1997) indicó
que mientras más pequeño fuese el niño acogido había más oportunidades de proporcionarle
una familia de acogida. Por su parte, Amorós y Palacios (2004) señalaron que a una menor
edad del niño y niña había una mayor probabilidad de que no resultase en un acogimiento
problemático; además de que los niños, niñas y adolescentes que ingresaron al sistema de
protección a una edad más tardía estuvieron expuestos durante más tiempo a situaciones de
riesgo, lo que se relacionó con problemas de adaptación. En esta línea, en la revisión y meta-
análisis de Oosterman, Schuengel, Slot, Bullens y Doreleijers (2007) se indica que los niños y
33
Revisión bibliográfica
niñas que fueron acogidos a edades más tardías tienen más probabilidad de experimentar el
fracaso en el acogimiento. También en este sentido, los datos del estudio de Palacios, Jiménez
y Paniagua (2015) sobre rupturas en adopción y acogimiento indican que la edad media a la
que los menores que acaban en ruptura son acogidos es de 7 años, y que el porcentaje de
rupturas en el acogimiento aumenta especialmente cuando el acogimiento se inicia con más de
6 años. Por último, Jiménez y Palacios (2008a) indicaron que hubo una mayor satisfacción de
los acogedores con el acogimiento en cuanto menor fue la edad del niño al inicio del
acogimiento.
Los estudios coinciden en señalar que los niños y niñas acogidos al momento de entrar al
acogimiento presentan problemas de salud en una importante proporción. Así, Amorós y
Palacios (2004) indicaron que aproximadamente la mitad de los niños y niñas que entraron en
acogimiento familiar tenían alguna dificultad que se relacionaba con su salud tanto física
como mental. En el estudio de Jiménez y Palacios (2008a) se señala que la presencia de
problemas de salud en los niños y niñas acogidos fue superior en frecuencia a los datos de la
población general infantil, dando cuenta de diversos tipos, y que en orden de prevalencia
correspondieron al síndrome de abstinencia neonatal (18.7%), enfermedades crónicas
―típicamente respiratorias― (17%), problemas en el embarazo (15%, por ejemplo:
prematuridad y bajo peso al nacer) y, finalmente, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida
(VIH) o el virus de la hepatitis C (VHC) (7%). Otras investigaciones han indicado que entre
los problemas de salud más frecuentes en los niños y niñas acogidos estaban las enfermedades
crónicas y de salud mental, resaltando al mismo tiempo la necesidad de implementar mejores
modelos de atención en este ámbito (Chernoff, Combs-Orme, Risley- Curtiss y Heisler, 1994;
Halfon, Mendonca y Berkowitz, 1995; Hansen, Kagle y Black, 2004). Mientras que en el
trabajo de Hill (2009) se destacó el impacto que puede tener en la salud de los niños la
interacción entre las diversas dificultades experimentadas y la etapa de desarrollo en que se
encuentren.
También en Reino Unido, Farmer y Moyers (2008) indicaron que un 42% de los niños y
niñas acogidos tuvo algún problema de salud (asma, epilepsia, problemas de movilidad física,
hemiplejia, etc.), y se refirieron a la similitud de sus datos con respecto a otras
investigaciones. Al mismo tiempo, informan de que en la familia de acogida ajena y extensa
se cuidaban a niños y niñas con serios problemas de salud. No obstante, la probabilidad de
que los acogedores de ajena asumiesen el cuidado de niños y niñas con más dificultades era
mayor (23%) que en la familia extensa (9%), e indicaron que esto puede deberse a que los
acogedores de familia extensa tuviesen menos capacidades o estuviesen menos dispuestos a
34
Revisión bibliográfica
ofrecer los cuidados necesarios a los niños, o que los trabajadores sociales ubicasen a los
niños con dificultades de salud en familia de acogida ajena porque consideraban que tenían
una mayor preparación y capacitación. Por su parte, en España, Del Valle et al. (2008)
también encontraron diferencias estadísticamente significativas que revelaron que en la
familia de acogida ajena se cuidaban a niños y niñas con más y severas dificultades de salud
(por ejemplo: discapacidad física, psíquica y sensorial reconocida, enfermedades graves,
trastorno por déficit de atención e hiperactividad, o retraso madurativo) en comparación con
lo hallado en la familia de acogida extensa.
En Estados Unidos, diversos estudios han señalado que los niños y niñas acogidos en
familia extensa tenían importantes problemas de salud, que no todos eran detectados
oportunamente y que, en el caso de serlos, no recibían la suficiente atención (Dubowitz,
Feigelman, Harrington, Starr, Zuravin y Sawyer, 1994; Simms, Dubowitz y Szilagyi, 2000).
Por lo que se refiere a aspectos ligados con el desarrollo físico y psicológico de los niños
y niñas acogidos los estudios han puesto de manifiesto la presencia de este tipo de dificultades
en un elevado porcentaje de casos. Así, por ejemplo, Amorós et al. (2003) señalaron que una
tercera parte de los menores presentaban retrasos en el desarrollo físico, la estatura y el peso
al inicio de su acogimiento, y que al menos el 50% de los niños y niñas presentó alguna
dificultad en su desarrollo psicológico ―en el lenguaje o en el desarrollo socio-emocional―.
Por su parte, Jiménez y Palacios (2008a) señalaron que un 23% de los niños, niñas y
adolescentes de su estudio presentaron al inicio del acogimiento algún tipo de problema
psicológico, presentando en el momento del estudio un 37% de los menores de 7 años retraso
moderado o grave en su desarrollo psicológico, lo que se vinculó a la influencia negativa de
las situaciones familiares vividas por estos niños y niñas con anterioridad a su acogimiento.
El maltrato infantil es, sin duda, una de las experiencias de adversidad más frecuentes y
dolorosas en la historia de los niños y niñas acogidos, además de ser una de las principales
causas de su ingreso en el sistema de protección infantil. El maltrato infantil puede tomar
muchas formas que incluyen el maltrato físico, el abuso sexual, la negligencia o abandono, el
maltrato emocional y psicológico, el maltrato prenatal, la mendicidad, la corrupción, la
explotación laboral y el síndrome de Munchausen por poderes (Palacios, Jiménez, Oliva y
Saldaña, 1998). Actualmente, también se considera que la exposición de los niños a la
violencia intrafamiliar es otra forma de maltrato infantil.
Los estudios coinciden en señalar que los niños, niñas y adolescentes acogidos han
experimentado en muy elevada proporción el maltrato infantil en sus diferentes formas,
siendo los propios progenitores principalmente, los causantes de dicho maltrato (Amorós y
35
Revisión bibliográfica
Palacios, 2004; Amorós et al., 2003; Bernedo 2004; Del Valle et al., 2008;Jiménez y Zavala,
2011; Montserrat, 2006;Oswald, Heil y Goldbeck, 2010;Schofield, Beek, Sargent y Thoburn,
2000; Sinclair, Baker, Lee y Gibbs, 2007). Junto con lo anterior, se ha señalado que entre las
formas de maltrato infantil más habituales que han vivido los niños y niñas acogidos se
encuentra la negligencia, el maltrato físico y el maltrato emocional, los cuales conllevan
además importantes consecuencias para su adecuado crecimiento y desarrollo (Leve, Harold,
Chamberlain, Landsverk, Fisher y Vostanis, 2012). En esta línea, en su revisión sobre el
maltrato infantil, Oswald et al. (2010) informaron de que los niños y niñas acogidos que
experimentaron estas situaciones exhibieron en su desarrollo temprano un patrón más amplio
de problemas del desarrollo y de salud mental.
En España, Jiménez y Palacios (2008a) encontraron que un 72.5% de los niños, niñas y
adolescentes acogidos sufrieron malos tratos, siendo los más frecuente la negligencia (53.7%),
seguido del maltrato psicológico (35.7%), el maltrato prenatal (31.2%), el maltrato físico
(17%) y el abuso sexual (5.5%). Según la modalidad de acogimiento, señalaron que en la
familia de acogida extensa fue más frecuente la negligencia (53.6%), seguido del maltrato
psicológico (35.1%), el maltrato prenatal (31.8%), el maltrato físico (14.6%) y el abuso sexual
(2%). Mientras que en la familia ajena también fue más frecuente la negligencia (64%),
seguido del maltrato psicológico (45.3%), el maltrato físico (26.4%), el maltrato prenatal
(15.1%) y el abuso sexual (17%). Se presentan además diferencias estadísticamente
significativas que indican un mayor porcentaje de niños y niñas maltratados en los diferentes
tipos entre los acogidos en familia ajena que entre los acogidos en familia extensa, con la
excepción del maltrato prenatal, más frecuente entre los acogidos por sus familiares. Junto
con lo anterior, los malos tratos se relacionaron en este estudio con más dificultades en los
niños y niñas acogidos, tales como una adaptación inicial al acogimiento menos favorable,
una mayor presencia de retrasos en el desarrollo de niños de 7 años y de síntomas
emocionales. Por su parte, en el estudio de Montserrat (2008) se indicó que la negligencia
también fue el tipo de maltrato prevalente (57.6%), seguido del maltrato psíquico o emocional
(25.3%), y en menor medida por los maltratos físico (6.2%), prenatal (3.6%) y sexual (2.6%).
En el contexto de familia de acogida ajena, Salas (2011) indicó que el 98% de los niños
acogidos fue víctima de maltrato infantil por parte de sus progenitores, con una importante
presencia de comorbilidad. En concreto, un 53.8% de los niños y niñas experimentó maltrato
pasivo (esto es, negligencia o abandono físico y negligencia o abandono emocional o
psíquico), y un 44.2% experimentó maltrato activo (es decir, maltrato físico, maltrato
emocional o psíquico y abuso sexual).
36
Revisión bibliográfica
El tránsito por acogimientos previos es otra de las temáticas que conforman el perfil de
los niños y niñas acogidos. En España, Jiménez y Palacios (2008a) encontraron que algo más
de la mitad de los niños acogidos tenían un historial de acogimientos previos, y que la mayor
parte de los niños pasó por un solo acogimiento, mientras que un 11% tuvo dos acogimientos
previos. También señalaron que los niños y niñas acogidos en familia ajena transitaron por
una significativa mayor cantidad de acogimientos previos (90.6%), mientras que los niños y
niñas acogidos en familia extensa en el 60% de las situaciones no tuvo un historial de
acogimientos previos. Los autores encontraron que aquellos niños y niñas que transitaron por
acogimientos previos manifestaron una adaptación inicial menos favorable al acogimiento y
puntuaciones más bajas en autoestima. Por el contrario, quienes no experimentaron
acogimientos previos mostraron una mayor competencia académica, una adaptación más
favorable al acogimiento y mejor autoestima. En esta línea, López, Del Valle, Montserrat y
Bravo (2011) señalaron que los niños y niñas acogidos en familia extensa tuvieron menos
acogimientos previos (19.7%) en comparación con la familia de acogida ajena (31.2%).
Debido a que la mayoría de los niños y niñas no tuvo más que un acogimiento previo, no se
encontró una relación entre los acogimientos previos y el fracaso de la medida. Sin embargo,
en un reciente estudio sobre rupturas en adopción y acogimiento realizado en Andalucía
(Palacios et al., 2015), el 62% de los niños y niñas cuyos acogimientos acabaron en ruptura
había tenido un historial previo de acogimientos y de medidas de protección que en la mayor
parte de los casos incluía el paso por uno o más centros, por familias o por una combinación
de ambas cosas.
En Estados Unidos, Beeman, Kim y Bullerdick (2000) también dieron cuenta de que los
niños y niñas acogidos en familia extensa transitaban en menor medida por acogimientos
previos, siendo el promedio de uno, mientras que en relación a familia ajena el promedio
aumentaba a dos acogimientos previos, dando cuenta de una relativa pero mayor estabilidad
del acogimiento en familia extensa. Por su parte, Webster, Barth y Needell (2000) señalaron
que los niños y niñas acogidos en familia extensa experimentaron en un 30% cambios de
acogimiento, mientras que en familia de acogida ajena algo más de la mitad de los niños y
niñas experimentó cambios. En Noruega, Holtan, Rønning, Handegård y Sourander (2005)
indicaron que los niños y niñas acogidos en familia extensa habían experimentado menos
acogimientos previos y rupturas en el acogimiento. En Reino Unido, Farmer y Moyers (2008)
indicaron que era más probable que los niños y niñas acogidos en familia ajena tuviesen más
experiencias de acogimientos previos en comparación con la situación de familia de acogida
extensa, siendo además concordante con lo encontrado en otros estudios.
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
que los niños que habían sido acogidos de forma continua con sus hermanos presentaron un
menor riesgo de interrupción del acogimiento. En esta misma línea, en su investigación sobre
rupturas en adopción y acogimiento, Palacios et al. (2015) observaron que en los
acogimientos que terminaron en ruptura solo un 38% de los niños y niñas habían sido
acogidos con algún hermano o hermana.
No obstante, las investigaciones también han evidenciado que la vinculación y el
acogimiento en conjunto de los hermanos pueden conllevar dificultades. Así, Herrick y Piccus
(2005) expusieron que el contacto entre hermanos puede detonar un trauma extremo o
situaciones de abuso que implicarán un riesgo para la seguridad de los niños y niñas. En esta
línea, Lord y Borthwick (2009) señalaron que ante la existencia de muy intensos niveles de
conflicto, de patrones dominantes o abusivos, o las consideraciones especiales que deben
tenerse cuando han ocurrido situaciones de abuso sexual entre hermanos, deben considerarse
como factores que evidencian la inviabilidad del acogimiento conjunto de los hermanos.
En lo referente a la proporción de hermanos acogidos en conjunto, existen divergencias en
los resultados. En algunos estudios se ha indicado que entre el 63% y el 66% de los niños y
niñas son acogidos con sus hermanos y hermanas (Hegar y Rosenthal, 2011; Jiménez y
Palacios, 2008a; Wulczyn y Zimmerman, 2005), mientras que otras investigaciones han
planteado que entre el 40% y el 45% de los casos se concreta el acogimiento de los hermanos
en la misma familia de acogida (Althsuler, 1998; Amorós et al., 2003).
Diversas investigaciones han indicado que el acogimiento conjunto de hermanos suele
concretarse en mayor medida en familia de acogida extensa (Berrick et al., 1994; Kosonen,
1996; Shlonsky, Webster y Needell, 2003; Wulczyn y Zimmerman, 2005). Al mismo tiempo
es más probable que los acogedores de familia extensa asuman el cuidado de un mayor
número de hermanos (Berrick et al., 1994). Junto con lo anterior, Farmer y Moyers (2008)
informaron que en este tipo de acogimiento raramente las relaciones entre los hermanos
fueron complejas o pobres.
En contraparte, los estudios en familia de acogida ajena han informado acerca de la mayor
dificultad a la hora de concretar el acogimiento de hermanos (Kosonen, 1999; Leathers, 2005;
Shlonsky et al., 2003). No obstante, cuando se acogen a grupos de hermanos en esta
modalidad de acogimiento, los niños tienen un mejor desarrollo personal en comparación con
los resultados de los hermanos que han sido separados y situados en diferentes hogares
(Colton, Pithouse, Roberts y Ward, 2004). Concretamente, Salas, Fuentes, Bernedo, García y
Camacho (2009) indicaron que algo más de un tercio de los niños y niñas acogidos en familia
ajena estaban viviendo con algún hermano.
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Revisión bibliográfica
Las figuras parentales de los niños y niñas acogidos son también protagonistas en la
medida de acogimiento, ya que estos forman parte del vínculo más significativo de la historia
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Revisión bibliográfica
vital de sus hijos. A continuación se describen diversas características que conforman el perfil
de estas figuras parentales, tales como el género, la edad, factores de riesgo, la causa de la
pérdida del cuidado de sus hijos e hijas, su recuperación y la intervención profesional.
Un primer aspecto a señalar en las características de las figuras parentales tiene relación
con el género. Al respecto, en diversas investigaciones se ha puesto de manifiesto que la
madre es la figura más presente en el acogimiento ya que, por una parte, es la figura que tiene
mayor vinculación con su hijo o hija una vez que ingresa en acogimiento y, por otra, porque
es posible establecer más contactos con ella y, por tanto, resulta más fácil tener más
información acerca de su situación. Las circunstancias del padre suelen ser totalmente
opuestas, debido a que aparece como una figura más ausente, lo que se refleja en la menor
vinculación que tiene con su hijo o hija acogido, así como en la mayor dificultad para
establecer contactos y, por tanto, al menor nivel de información que se tiene de su situación
(Amorós et al., 2003; Cuddeback, 2004; Del Valle et al., 2008; Jiménez y Palacios, 2008a;
Schofield et al., 2000).
En cuanto a la edad de las figuras parentales al momento de producirse el acogimiento, se
ha señalado en las investigaciones que no suelen ser ni muy jóvenes, ni excesivamente
mayores, con un rango promedio que abarca desde los 25 hasta los 45 años. En esta línea,
Amorós et al. (2003) indicaron que la mayor parte de los padres y madres tenían entre 25 y 45
años. Bernedo (2004), por su parte, encontró que la edad media de los padres fue de 39.7 años
(DT= 5.6) con un rango de 29 a 52, mientras que para la madre la edad promedio fue de 36.2
(DT= 4.6) con un rango de 28 a 50 años. En el estudio de Jiménez y Palacios (2008a) la
media de edad de los padres al momento del estudio fue de 40 años (DT= 9.08). Mientras que
en Estados Unidos, Altshuler (1998) señaló que la media de edad de la madre fue de 30.7
años (DT= 11.07) con un rango de 18 a 46.
Si bien en los estudios no se presenta directamente la edad en que las figuras parentales
accedieron a la parentalidad, es posible estimarla considerando la edad media de los
progenitores y del niño o niña al inicio del acogimiento. Al respecto, Amorós y Palacios
(2004) señalaron que en el contexto español una mayor proporción de padres y madres
accedieron a la parentalidad en la etapa adulta, y que en otros países en que hay una mayor
representación de padres y madres adolescentes puede obedecer más bien a una situación del
contexto social. Por su parte, Lumbreras et al. (2005) señalaron que la mayoría de los padres
al inicio del acogimiento tenían entre 23 y 27 años, quelas madres eran más jóvenes, con
edades comprendidas entre los 18 y 27 años, y la edad media del niño o niña de 1.5 años. En
el trabajo de Jiménez y Palacios (2008a) encontraron que el 7% de los padres de los niños y
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Revisión bibliográfica
niñas acogidos habían tenido hijos siendo adolescentes, mientras que en las madres este
porcentaje alcanzaba el 25%. Por su parte, Gleeson, Wesley, Ellis, Seryak, Walls y Robinson
(2009) señalaron que una menor edad de los progenitores de los niños y niñas acogidos se
relaciona con la inestabilidad que presentan en diferentes aspectos de su vida (por ejemplo, la
incapacidad para pagar el alquiler, constantes mudanzas, la vida de la calle y una educación
limitada). Aunque los principales problemas que puede presentar la transición a la maternidad
en la adolescencia se encuentran vinculados a la escasez de recursos y apoyos con los que
habitualmente cuentan (Hidalgo y Moreno, 1995; Hidalgo, 1998) (citado en Sánchez e
Hidalgo, 2002). En contraparte, León (2003) señaló que en algunos casos los progenitores
menores de 35 años podían tener una mayor probabilidad de lograr la reunificación con sus
hijos.
Las investigaciones también han dado cuenta de otros factores de riesgo en la vida de
padres y madres de los niños acogidos. Estos factores de riesgo están asociados en mayor o
menor medida con la pérdida del cuidado de sus hijos, y poseen, además, un efecto
acumulativo documentado que hace más difícil su recuperación (Amorós y Palacios, 2004;
Amorós et al., 2003;Bernedo, 2004; Berridge, 1997;Cuddeback, 2004; Del Valle et al., 2008;
Hunt, Waterhouse y Lutman, 2008; Jiménez y Palacios, 2008a; Lumbreras et al., 2005;
Schofield y Ward, 2011; Selwyn y Quinton, 2004; Villalba, 2001; 2002a). Entre los
principales factores de riesgo citados en estos estudios se ha considerado, además de la edad,
las características socio-demográficas: el bajo nivel educacional, asociado a una menor
cualificación laboral, la mayor inestabilidad laboral y los menores ingresos. Respecto a la
vivienda, se ha informado acerca de la falta de adecuación y de equipamiento satisfactorio,
condiciones que se han considerado perjudiciales para cubrir de manera adecuada las
necesidades básicas infantiles y de los otros miembros de la familia. En el ámbito de la
relación de pareja, se ha informado acerca de la elevada inestabilidad y rupturas, con una
menor presencia de figuras parentales con pareja, que osciló entre algo más de un tercio y la
mitad de los casos. Por otra parte, estos estudios también han señalado que los padres y
madres han estado vinculados a la delincuencia, han pasado estancias en la cárcel y han
tenido problemas con la justicia, especialmente en el caso del padre. La violencia en el
contexto intrafamiliar o extrafamiliar ha sido considerado como otro factor presente en el
contexto de estas familias. Concretamente, Sinclair et al. (2005) señalaron que la presencia de
familias con una estructura y funcionamiento “tradicionales” es algo infrecuente entre los
padres y madres de los niños y niñas acogidos.
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
presentan antecedentes que se han configurado como un riesgo efectivo y que les han llevado
a la vulneración de los derechos de sus hijos, por ejemplo: la presencia de una conducta
violenta que decanta en la práctica del maltrato infantil (especialmente la negligencia), la
violencia intrafamiliar, la toxicomanía, el tráfico de drogas y otras conductas delictivas,
problemas de salud mental, etc.
Junto con lo anterior, en diversas investigaciones se ha señalado que los factores de riesgo
de las figuras parentales están relacionados con la pérdida legal del cuidado de sus hijos
(Belmar y Solar, 2008; Bernedo, 2004; Cuddeback, 2004; Del Valle et al., 2008; Jiménez y
Palacios, 2008a; Luna, 2010; Salas, 2011; UNICEF, 2011; Villalba, 2001). Concretamente,
desde los datos del programa de familias de acogida en Chile (SENAME, 2014a) se ha
señalado que la principal causa de ingreso es la negligencia, seguida de la inhabilidad moral,
física o psicológica de las figuras parentales.
En la literatura también se ha puesto de manifiesto la dificultad de que las figuras
parentales se recuperen y puedan lograr la reunificación familiar (Amorós y Palacios, 2004).
Concretamente, Jiménez y Palacios (2008a) señalaron que los recuperados representaron el
17% para el padre y el 14% para la madre, quienes estaban recuperándose un 9% para el
padre y un 13% para la madre, y quienes seguían igual con sus problemas el 20% para el
padre y el 24% para la madre, mientras que el grupo restante correspondió a figuras parentales
de las cuales no se tenía información o ya habían fallecido. Así, la dificultad en la
recuperación de las figuras parentales viene dada por una vida marcada por las dificultades,
generalmente desde muy temprano en su desarrollo.
Concluyendo, se puede señalar que la recuperación es un proceso complejo de alcanzar
dadas las diversas circunstancias adversas que los padres han experimentado generalmente
desde muy temprano en su desarrollo. Estos padres y madres han vivido desde la infancia
situaciones tales como la pobreza y la deprivación o el maltrato infantil, seguido en su vida
adulta por la violencia intrafamiliar, el uso de drogas y alcohol y problemas de salud mental
(Schofield et al., 2000; Sinclair, 2005). No obstante, como señalaron Schofield y Ward
(2011), la intervención profesional con las figuras parentales debe ser un elemento igualmente
importante en el acogimiento. Debe prestarse especial atención a las necesidades de los padres
en cada etapa del acogimiento y tenerse en cuenta las complejas situaciones que han
conformado su historia vital. En esta línea, Amorós y Palacios (2004) señalaron que las
complejas situaciones de las figuras parentales no deben interpretarse necesariamente como
problemas de imposible resolución, sino que puede enfocarse en términos de un tiempo de
intervención aún insuficiente, teniendo en cuenta la gravedad de las situaciones de partida, o
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Revisión bibliográfica
en términos de un modelo de intervención que requerirá más elementos significativos para ser
más eficaz. En el contexto chileno, Vivanco (2012) indicó que los padres y madres se
encuentran afectados por situaciones de vulnerabilidad en contextos de exclusión social donde
se requieren procesos de intervención intensos, a favor de respetar el derecho de los niños,
niñas y adolescentes acogidos a la reunificación familiar, en tanto estos logren, con el apoyo
de la red intersectorial, superar sus dificultades y fortalecer sus competencias parentales.
En resumen, el panorama que ofrece la investigación sobre la situación de los padres y
madres de los niños y niñas acogidos es claro. Este pone en evidencia las diversas y
complejas situaciones de riesgo en las que se encuentran las figuras parentales, relacionándose
todos estos factores en mayor o menor medida con el inicio de la medida de protección, como
es el acogimiento familiar. No obstante, y aunque representan un grupo minoritario, es posible
encontrar casos de figuras parentales que logran salir de su situación de adversidad y
concretar la reunificación con sus hijos e hijas en acogimiento.
Villalba, 2001.Otro aspecto que forma parte del perfil de los acogedores es la edad. En el
contexto chileno, SENAME (2013a) se ha señalado que los acogedores primarios tienen entre
19 y 81 años, y que por lo general cuando las edades de los acogedores son extremas, muy
jóvenes o muy mayores, se trata de hermanos y abuelos de los niños y niñas acogidos. En el
estudio de Amorós et al. (2003) la mayor parte de los acogedores tenía menos de 35 años,
llegando hasta los 45 años. En este estudio, a medida que avanzaban en edad, comenzaba a
disminuir su representación, siendo además las acogedoras más jóvenes que los acogedores.
Jiménez y Palacios (2008a) señalaron que la edad media de los acogedores al momento del
estudio correspondió a los 49 años (DT= 11.82), con un mínimo de 25 años para la acogedora
más joven y de 77 años para la más anciana. También señalaron que en una proporción
importante de casos, el 57%, los acogedores tenían más de 45 años en el momento del estudio.
En Reino Unido, Schofield et al. (2000) señalaron que algo más de la mitad de los
acogedores se encontraban en la media de los 40 años, mientras que el resto de la muestra
estuvo dividida en partes iguales, es decir, la mitad por debajo de esta edad y la otra mitad por
encima, lo que significó que muchos de los acogedores eran mayores. Triseliotis et al. (2000)
encontró que la media de edad de los acogedores fue de 46 años. Por su parte, Sinclair et al.
(2004) indicaron que la edad promedio de los acogedores fue de 45 años, con un rango que
estaba entre los 21 y los 75. En otras palabras, aproximadamente la mitad de los acogedores
eran mayores de 45 años y la otra mitad eran menores.
La edad de los acogedores también se ha abordado desde la perspectiva de la modalidad de
acogimiento, dando cuenta que los acogedores de familia extensa tienen una mayor edad,
dada la frecuente presencia entre estos acogedores de parientes mayores de los niños como
abuelos y abuelas (Centro Nazionale di Documentazione, 2002; Cuddeback, 2004; Del Valle
et al., 2008; Holtan et al., 2005; Jones, Clyman, Kriebel y Lyons, 2004; Selwyn y Nandy,
2014; Villalba, 2001; 2002a). En Reino Unido, Selwyn y Nandy (2014) encontraron que los
acogedores de familia extensa de tipo formal e informal eran mayores que los de ajena,
aunque también indicaron que se presentaban algunas diferencias en función del país
evaluado.
De la misma manera, Amorós y Palacios (2004) en un trabajo monográfico indicaron que
un 75% de las acogedoras de familia ajena tenían menos de 45 años, añadiendo que este dato
era concordante con otros resultados provenientes de la investigación española y en relación a
otros países, como el caso de Inglaterra. Por su parte, Del Valle et al. (2008) señalaron que
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Revisión bibliográfica
uno de los factores relevantes en relación a la edad de los acogedores estaba relacionado con
su distribución. Así, en familia de acogida ajena la mayor cantidad de acogedores se agrupó
entre los 40 y 50 años y pocos con más y con menos edad. Mientras que en familia extensa,
por una parte, hubo una mayor acumulación de acogedores con una edad promedio menor
(por ejemplo: hermanos o tíos acogedores), y, por otra, muchos más casos de acogedores en el
otro extremo de la distribución, es decir, personas mayores de 65 años.En esta línea, las
investigaciones centradas principalmente en el acogimiento de familia extensa han puesto de
manifiesto que los acogedores mayores deben asumir numerosas funciones de la parentalidad
en un momento evolutivo que no es el más adecuado para la crianza y la educación de los
niños y niñas (Bernedo y Fuentes, 2010; Molero et al., 2007).
En algunos países, como España, la estructura familiar ha sido objeto de profundos
cambios en las últimas décadas, se ha pasado del tradicional modelo patriarcal a nuevos
modelos que han planteado profundas transformaciones en relación a sus componentes, los
roles que estos desempeñan o la dinámica de las relaciones que se dan entre ellos (González,
2009). Al respecto, en el acogimiento familiar, y de acuerdo al marco legal y al país del que
estemos hablando, es posible apreciar una mayor o menor diversidad familiar en las familias
acogedoras seleccionadas, las cuales a su vez pueden presentar necesidades y apoyos
específicos.
Como reflejo de estos cambios y esta diversidad en la sociedad, los resultados de las
investigaciones sobre acogimiento en el contexto español reflejan la existencia de una
diversidad familiar importante y más inclusiva: biparentales, monoparentales,
homoparentales, etc. No obstante, nos remitiremos aquí a la estructura familiar según sea
biparental o monoparental para estar en correspondencia con el marco legal chileno. Así,
Amorós et al. (2003) señalaron que en su investigación un 82% de las familias acogedoras
eran biparentales. Jiménez y Palacios (2008a) encontraron que la mayor parte de las familias
acogedoras eran biparentales, representando aproximadamente las tres cuartas partes de los
casos y observándose la misma tendencia mayoritaria en las distintas modalidades de
acogimiento. No obstante, también se encontraron diferencias estadísticamente significativas
que revelaron que en familia de acogida extensa había más familias monoparentales (25%)
que en familia de acogida ajena (17%). En el estudio de Del Valle et al. (2008) la
biparentalidad también fue predominante, aunque fue significativamente mayor en familia de
acogida ajena (82%) que en familia extensa (63%), siendo especialmente representativa la
población de abuelas acogedoras en situación de viudedad. Los autores ponen de relieve que
para estas acogedoras asumir el acogimiento sin el apoyo de la pareja exige un extraordinario
47
Revisión bibliográfica
esfuerzo que con frecuencia viene acompañado de dificultades económicas. Otros estudios,
como el de López et al. (2010), también han encontrado que la mayoría de las familias de
acogida ajena (82%) eran biparentales.
También en el Reino Unido los estudios han puesto en evidencia la mayor representación
de familias de acogida biparentales. Así, Farmer y Moyers (2008) encontraron que en familia
de acogida extensa y ajena hubo una mayor proporción de biparentalidad (73% y 86%,
respectivamente), aunque al mismo tiempo se encontraron diferencias significativas que
indicaron que en familia extensa hubo un mayor porcentaje de acogedores sin pareja (27%),
primordialmente en el grupo de abuelas acogedoras, respecto a la familia de acogida ajena
(14%). Los resultados de la investigación de Selwyn y Nandy (2014) informaron que en
familia extensa las abuelas acogedoras que tenían pareja representaban un grupo minoritario
(24%), mientras que en el caso del acogedor la proporción de casos con pareja aumentaba
considerablemente (86%). A su vez, indicaron que para aquellas mujeres acogedoras que
asumían el cuidado de un niño o niña sin el apoyo de una pareja, se encontrarían con más
probabilidades de afrontar dificultades y desafíos en la crianza de estos, y que además su
situación podría problematizarse ante la presencia de otros factores como el estrés, una mayor
edad, los problemas de salud y los bajos ingresos. En esta misma línea, Cuddeback (2004), en
Estados Unidos, indicó que la proporción de acogedores de familia extensa que realizaban el
acogimiento sin pareja era aún mayor que en otras modalidades de acogimiento,
especialmente en el caso de la abuela acogedora, quién además tenía un mayor cúmulo de
dificultades y menos apoyo.
En lo que se refiere al vínculo de parentesco en el acogimiento en familia extensa, desde
la investigación se ha puesto de manifiesto que está constituido principalmente por las abuelas
y abuelos acogedores, seguido por los tíos y tías de los niños, niñas y adolescentes acogidos.
Concretamente, en el contexto español, Molero et al. (2007) indicaron que un 70.3% de los
acogimientos estaba siendo asumido por los abuelos, seguido en un 23.1% de los casos por
los tíos y tías y en menor medida por otros familiares y hermanos. En el estudio de Del Valle
et al. (2008), el 60% de los acogimientos estaba representado por las abuelas y abuelos,
seguido en el 32% de los casos por los tíos y tías, y en menor medida por otros familiares
como los hermanos/as. No obstante, en el trabajo de Jiménez y Palacios (2008a) se planteó
que la brecha entre abuelos y tíos era menor, ya que del 70% de los menores de este estudio
que estaban acogidos por sus familiares un 35% estaba con sus abuelos, un 27% con sus tíos y
tías y el resto estaba acogido con otros familiares. En esta misma línea, en un estudio
posterior realizado con una muestra representativa de familias extensas acogedoras, Jiménez y
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Revisión bibliográfica
Zavala (2011) hallaron que la proporción de abuelos y tíos era todavía más parecida (el 46.8%
frente al 43.5%, respectivamente), lo que otorga a los tíos y tías un papel central en el
acogimiento en familia extensa y contrasta con la extendida idea que identifica acogimiento
en familia extensa con abuelos y abuelas.
Esta misma tendencia se observa en otros países. Así, en Reino Unido, Farmer y Moyers
(2008) dieron cuenta de que al inicio del acogimiento un 45% de los niños y niñas estaba
siendo cuidado por sus abuelos, mientras que el 32 % de los niños y niñas vivía con sus tíos y
solo en menor medida con sus hermanos o primos mayores (5%). En una investigación
reciente, Selwyn y Nandy (2014) informaron que la mayor parte de los niños y adolescentes
acogidos vivía con sus abuelos y abuelas, aunque también destacaron la importante
representación de los hermanos/as mayores, correspondiente al menos a un tercio de los
casos.
Respecto a la información sobre la rama de familiar de parentesco en el acogimiento, la
investigación ha puesto de relieve que está conformada principalmente por la rama materna y,
en menor medida, por la paterna (Bernedo, 2004; Farmer y Moyers, 2008; Molero, Moral,
Albiñana y Gimeno, 2006; Montserrat, 2006). Específicamente, Jiménez y Palacios (2008a)
encontraron que del 70% de los acogimientos realizados en familia extensa, un 38.2%
correspondió a acogimientos por la vía materna y un 24% por la vía paterna. Por su parte, Del
Valle et al. (2008) indicaron que la rama materna representó el doble en relación a la vía
paterna, siendo concordante con la investigación española e internacional. En el contexto
noruego, Holtan et al. (2005) señalaron que la rama materna fue prevalente representando el
73% de los casos, mientras que la paterna correspondió al 27% de los casos.
En la investigación se ha señalado que, en términos generales, las acogedoras y acogedores
presentan un buen estado de salud. Concretamente, Amorós et al. (2003) encontraron que los
acogedores del programa de familias canguro no presentaron problemas de salud importantes
en las tres cuartas partes de los casos y que, en algo menos de la cuarta parte, uno de los
miembros de la unidad familiar tuvo alguna enfermedad de consideración. Por su parte,
Jiménez y Palacios (2008a) encontraron que un 80% de los acogedores refirieron tener un
buen estado de salud, frente al 18% con problemas que no revestían gravedad y sólo un 2%
que presentaba problemas graves. No obstante, en este estudio las diferencias se presentan
más claramente en función de la modalidad de acogimiento. Así, mientras que en la familia
ajena solo el 6% de los acogedores presentaba algún problema de salud, en familia extensa
este porcentaje aumentaba hasta el 25%. Estos datos coinciden con los de numerosas
investigaciones que vienen a indicar que los acogedores de familia extensa tienen más
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Revisión bibliográfica
problemas de salud y enfermedades crónicas, siendo aún más acentuado en los adultos
mayores (Berrick, 1998; Del Valle et al., 2008; Farmer y Moyers, 2008; Jones et al., 2004;
Selwyn y Nandy, 2014).
El nivel educativo de los acogedores, en términos generales, es muy variado, aunque con
una representación menor de los estudios superiores. La investigación ha señalado que
evidencias que indican que aquellos acogedores con un mayor nivel educativo pueden ayudar
en mayor medida al niño/a acogido en su adaptación a obtener mayores logros educativos
(Cuddeback, 2004; Jiménez y Palacios, 2008a; Sinclair et al., 2004). Específicamente,
Amorós et al. (2003) indicaron que un 38% de los acogedores varones tenían estudios
superiores (diplomatura o licenciatura universitaria), un 28% estudios de bachillerato o
formación profesional, un 31% educación general básica (EGB) o estudios primarios y solo
un 3% no tenía estudios. Respecto a las acogedoras, un 35% tenía estudios universitarios, un
28% estudios de bachillerato o formación profesional (FP), un 35% estudios de EGB o
primarios y solo un 2% no tenía. En Reino Unido, Farmer, Moyers y Lipscombe (2002)
encontraron que el 45% de las acogedoras no tenía el certificado general de educación
secundaria.
En función de la modalidad de acogimiento diversas investigaciones han coincidido en
señalar que los acogedores de familia extensa tienen un menor nivel educativo, profesional y
de ingresos; y que la situación de los abuelos acogedores puede ser especialmente delicada,
pues en la mayoría los casos viven de la jubilación, lo que puede convertirse en una dificultad
en relación a los costos adicionales que conlleva el acogimiento (Amorós et al., 2003;
Bernedo, 2004; Berrick et al., 1994; Del Valle et al., 2008; Cuddeback, 2004; Del Valle et al.,
2008; Farmer y Moyers, 2008; Fuller- Thomson et al., 2000; Gibbs y Müller, 2000; Holtan et
al., 2005; Jiménez y Palacios, 2008a; Kelley, Whitley y Campos, 2011; Molero et al., 2007;
Montserrat, 2006; Nandy y Selwyn, 2012). Así, en el Reino Unido, por ejemplo, Selwyn y
Nandy (2014) señalaron en su estudio sobre acogimiento en familia extensa que los
acogedores tenían un menor nivel educativo y profesional que la población general, además
de que había un importante número de acogedores que desarrollaban trabajos no cualificados
o estaban desempleados. Por el contrario, en el contexto de familia ajena, Salas et al. (2009)
señalaron que el perfil educativo de los acogedores era más elevado, un 31.7% tenía estudios
secundarios o de formación profesional y un 38.3% estudios universitarios, mientras que solo
el 30% de los acogedores tenía estudios primarios. Igualmente, López et al. (2010)
encontraron que los acogedores de ajena tenían un perfil educativo más alto, ya que en el
73.3% de los casos tenían estudios superiores o medios.
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
los acogedores (77.8%) cuidaba de un adolescente, mientras que el 16.7% acogía a dos
adolescentes y el resto, a tres y cinco jóvenes. Del Valle et al. (2002) encontraron que la
mayor parte de los acogedores cuidaba de un niño, niña o adolescente y que solo el 26% de
los acogedores en familia extensa realizaban un multi-acogimiento, es decir, que cuidaban de
dos o más niños o niñas. Por su parte, Montserrat (2006) indicó que la mayor parte de los
acogedores en familia extensa (73.5%) acogía a un niño o niña. En familia ajena, Del Valle et
al. (2008) señalaron que el 93.4% de los acogedores cuidaba de uno o dos niños. En un
estudio con familias extensas acogedoras, Jiménez et al. (2013a) encontraron que el 68.8% de
las familias acogía solo a un niño/a, mientras que el 22.8% acogía a dos; el resto de las
familias acogían mayoritariamente a tres niños y niñas.
En Estados Unidos, los datos muestran que el número de niños y niñas acogidos por
familia acogedora es más elevado. Así, Altshuler (1998) informó que el promedio de niños y
niñas que residían en la familia de acogida fue de 4, con un rango que iba de 1 a 9 niños. En el
estudio de Gleeson et al. (2009) la media de niños y niñas acogidos en familia extensa fue de
2.85 con un rango que iba desde 1 a 10 niños. Por su parte, Berrick et al. (1994) señalaron que
en familia de acogida extensa el promedio de niños y niñas fue de 2.5 (DT= 1.6) y en familia
ajena de 2.7 (DT=1.6). En el trabajo de Burgess (2005) se informó que el 71.2% de los
abuelos acogedores cuidaba entre uno o dos niños acogidos, un 18.3% de 3 a 4 niños y un
10% entre 5 y 9.
En lo referente al número de personas que conviven en el hogar de acogida en Chile
SENAME (2013a) se ha puesto de manifiesto que las familias acogedoras están compuestas
por un número de miembros variable entre uno y doce. Asevera, además, que los mínimos
pueden ser indicadores de falta de redes familiares, mientras que las familias más numerosas
podrían eventualmente mermar las condiciones básicas de la familia para brindar cuidados
adecuados a los niños, niñas y adolescentes acogidos. Por su parte, los datos provenientes de
España han puesto de manifiesto que la media de personas en el hogar no suele ser muy
elevada. Al respecto, Jiménez y Palacios (2008a) encontraron que la media correspondió a 4.5
personas (DT= 1.38), con un mínimo de 2 y un máximo de 9 personas. Por su parte, Bernedo
(2004) señaló que en el caso de los abuelos acogedores en un 64.1% de los casos residían de 2
a 4 personas en la familia de acogida. En Estados Unidos, Altshuler (1998) indicó que el
promedio de personas que residían en la familia de acogida era 6, con un rango de 2 a 12
personas.
La motivación de los acogedores para asumir el rol de cuidado de los niños acogidos ha
sido otro factor de interés en la investigación sobre el acogimiento. Al respecto, De Maeyer,
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
mantenía con su familia biológica; lo contrario de lo que ocurría cuando la motivación del
acogedor era mantener los vínculos familiares. En esta línea, Jiménez y Palacios (2008a)
señalaron que uno de los factores que predijeron el éxito del acogimiento en familia extensa
fue que los acogedores manifestasen claramente el deseo de ayudar a los niños y niñas más
que la obligación creada por los lazos familiares. Por su parte, Del Valle et al. (2008)
indicaron que las principales motivaciones enunciadas por los acogedores en familia ajena
fueron el deseo de ayudar a un niño o niña y, también, el de experimentar la
paternidad/maternidad.
En Bélgica, De Maeyer et al. (2014) señalaron que para los acogedores de familia ajena la
principal motivación estuvo centrada en el niño o niña acogidos (por ejemplo, querer ayudar a
un niño, ofrecer amor y un buen hogar, entregar al niño un espacio familiar antes de que
estuviese en una institución), más allá de las motivaciones personales o sociales.
Por último, la valoración de la reunificación familiar es otro de los aspectos que
conforman el perfil de las figuras parentales y que puede influir de manera relevante en la
marcha del acogimiento, aunque León y Palacios (2004) sostienen que esta temática es aún
incipiente desde la investigación. A pesar de ello, Amorós et al. (2003) señalaron que en el
proceso de reunificación familiar influirá la opinión y la relación que mantenga la familia de
acogida con la familia de origen, de modo que entre los niños y niñas que retornaron con sus
familias biológicas la aceptación de los acogedores fue más elevada respecto a los niños y
niñas que no retornaron con su familia biológica. Jiménez y Palacios (2008a) encontraron que
la mayor parte de los acogedores (68.8%) consideraba que las circunstancias de los padres y
madres de los niños, niñas y adolescentes acogidos no hacía posible su retorno a la familia,
siendo además más representativa esta opinión por parte de los acogedores de familia extensa
que en familia ajena. Además, diferentes estudios provenientes de España, Estados Unidos y
de Reino Unido han indicado que la probabilidad de la reunificación aumenta si se concretan
en mayor medida las visitas y contactos entre los padres y sus hijos en acogimiento (Davis,
Landsverck, Newton y Ganger, 1996; León y Palacios, 2004; Perkins, 1997; Simms y Bolden,
1991).
En resumen, la revisión de las investigaciones que dan cuenta del perfil de las acogedoras y
acogedores señala notables diferencias, especialmente cuando se comparan las modalidades
de acogimiento por el contraste existente entre acogedores de familia extensa y familia ajena.
A este respecto, los estudios han evidenciado que los acogedores familiares presentan un
perfil de mayor vulnerabilidad, además de un menor nivel de apoyo por parte de los servicios
profesionales, lo que se acentúa especialmente en la situación de las abuelas y abuelos
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Revisión bibliográfica
Una de las principales ventajas del acogimiento es que ofrece un contexto familiar que
permitirá una mayor continuidad de las relaciones para el niño, niña o adolescente acogido
(Van Ijzendoorn, 2010). Como han indicado Amorós y Palacios (2004), el objetivo principal
del acogimiento familiar es garantizar la seguridad y el bienestar de los niños y niñas
implicados, que además han vivido situaciones de especial vulnerabilidad, dadas las
circunstancias en que su vida ha tenido que desarrollarse. Sin embargo, el ingreso en una
familia de acogida no determinará por sí mismo el éxito de la medida, debiendo además
considerarse los recursos presentes en la propia familia acogedora, así como otros aspectos
relacionados con la intervención profesional (Amorós y Palacios, 2004; Kalland y Sinkkonen,
2001).
A continuación, se describen las principales características del acogimiento familiar,
considerando la modalidad de acogimiento, la forma de constitución, finalidad y duración.
Asimismo, se considerarán otros aspectos como la formación de los acogedores y su
valoración y seguimiento, el apoyo económico, las visitas y contactos entre las figuras
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Revisión bibliográfica
parentales y su hijo/a acogido, las relaciones entre los acogedores y las figuras parentales y la
intervención profesional.
El acogimiento familiar se estructura en modalidades que responden a diversos
requerimientos del sistema, entre los que se cuentan las necesidades de los niños y niñas, los
nuevos planteamientos profesionales, la nueva mentalidad social y la diversidad existente de
unos países a otros. Hasta julio de 2015 ha estado vigente en España la ley 1/1996 que
planteaba cuatro tipos de acogimiento familiar: 1) Acogimiento simple; 2) Acogimiento
permanente; 3) Acogimiento preadoptivo; y 4) Acogimiento provisional. En todos estos años,
la práctica profesional ha ido estableciendo una tipología más amplia de acogimientos
familiares, de forma que, sin separarse de lo legal, incluye otras clasificaciones en función de
la duración y de la finalidad del acogimiento. Al respecto, los acogimientos se han dividido
según la forma de su constitución (administrativo y judicial); según la finalidad y duración
(acogimiento de urgencia-diagnóstico, simple o con previsión de retorno, permanente o
preadoptivo); según las características de los niños y niñas (acogimientos especializados); y
según la relación del niño o la niña con la familia de acogida (familia de acogida extensa o
ajena) (Amorós y Palacios, 2004). Sin embargo, con la nueva Ley 26/2015, de 28 de julio, de
modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia se ha aprobado un
nuevo marco legal que establece modificaciones importantes en diferentes aspectos que
afectan al sistema de protección y en particular al acogimiento y la adopción. En lo que
respecta al acogimiento familiar, podrá realizarse, como hasta ahora, en familia extensa y en
familia ajena, pudiendo ser en este último caso especializado (y este a su vez, en algunos
supuestos, profesionalizado). Las modalidades de acogimiento quedan establecidas en tres:
acogimiento de urgencia (para menores de 6 años con una duración máxima de 6 meses),
acogimiento familiar temporal (con una duración máxima de 2 años es una medida transitoria
que puede conducir a la reintegración del menor a su familia de origen o a una medida de
protección más estable) y acogimiento familiar permanente (que podrá prolongarse el tiempo
que se estime necesario hasta la mayoría de edad, cuando las características del menor o su
situación familiar así lo aconsejen).En relación con este nuevo marco legal, dos son los
cambios queremos resaltar aquí. En primer lugar, la desaparición del acogimiento
preadoptivo, que es sustituido por una resolución administrativa de delegación de guarda
previa a la resolución judicial que podrá extenderse por un periodo máximo de tres meses
(que de manera excepcional y justificada se podrá prolongar hasta un año) y, en segundo
lugar, la posibilidad de que en el acogimiento permanente la Entidad Pública pueda solicitar
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Revisión bibliográfica
del juez la atribución a los acogedores de aquellas facultades de la tutela que faciliten el mejor
desempeño de sus funciones, atendiendo, en todo caso, al superior interés del menor.
En esta revisión, nos detendremos en primer lugar en el tipo de modalidad según el
vínculo de parentesco con el niño, niña o adolescente acogido, es decir, el acogimiento en
familia ajena y extensa. Al respecto, el acogimiento por parentesco presenta la particularidad
de que se construye sobre relaciones que ya existían, manteniendo y aumentando los vínculos
entre el niño, niña, adolescente acogido, los padres biológicos y los parientes acogedores
(Amorós y Palacios, 2004). Otros estudios también han señalado que este tipo de acogimiento
fomenta la preservación de los lazos familiares, la transmisión de la identidad familiar,
favorece el surgimiento de una mayor confianza en los recursos de la familia, ayuda a la
disminución de la etiqueta del niño/a tutelado y destaca por su mayor estabilidad,
permanencia y duración en el tiempo (Child Welfare League of America, 1994; Ehrle y Geen,
2002; Gibbs y Müller, 2008;Kalland y Sinkkonen, 2001;Koh, 2010;Molero et al., 2007;
Montserrat, 2006).
Desde la perspectiva de los niños y niñas acogidos el hecho de vivir con sus familiares
puede simbolizar una experiencia positiva por la posibilidad de desarrollar relaciones
estrechas, afectivas y de reciprocidad con los cuidadores, en quienes podrán confiar y que al
mismo tiempo les harán sentir seguros, queridos y parte de la familia (Hunt, 2009). Además,
este tipo de acogimiento ofrece una mayor continuidad respecto a la participación del niño y
niña en diversos espacios que incluyen a la propia familia, la comunidad y la cultura
(Goertzen, Chan y Wolfson, 2007). En otros trabajos se ha planteado que los acogedores
familiares realizan bien su labor (o en algunos caso mejor de lo esperado) lo cual se ve
reflejado en los buenos resultados de desarrollo del niño o niña acogido (Farmer, 2009;
Sinclair et al., 2007; Winokur, Crawford, Longobardi y Valentine, 2008).
No obstante, el acogimiento en familia extensa también puede conllevar dificultades que
revelan aspectos de mayor vulnerabilidad (Farmer y Moyers, 2008). Ante los mayores
desafíos y dificultades que puede plantear el acogimiento en familia extensa, Amorós, Fuentes
y García (2004) destacaron que la formación es uno de los retos para la optimización de este
recurso de protección a la infancia, siendo muy importante que las familias acogedoras sean
preparadas para asumir de mejor forma el acogimiento, teniendo en cuenta, además, el
aumento de niños y niñas acogidos por sus familiares, situación que no ha recibido la
monitorización ni el apoyo necesarios. En este sentido, algunos autores también se han
referido en España a que un porcentaje muy significativo de estos acogimientos se
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Revisión bibliográfica
constituyen de hecho sin ningún tipo de supervisión o apoyo por parte de los servicios de
protección (Jiménez y Palacios, 2008a; Palacios y Jiménez, 2009)
Concerniente al acogimiento en familia ajena, desde la investigación se han citado diversas
ventajas. Al respecto, Amorós et al. (2003) informaron que estas familias tienen un mejor
perfil sociodemográfico, un adecuado funcionamiento familiar y buenas relaciones con los
Servicios de Protección de Menores. Se ha indicado que el acogimiento en familia ajena
brinda a los niños y niñas que lo requieren una familia con buenas capacidades educativas,
introduce en sus vidas una discontinuidad que se considera que les va a resultar favorable en
muchos aspectos y no necesariamente supondrá una ruptura en las relaciones con los padres u
otros miembros de la familia extensa, ya que se pueden programar contactos y visitas en
función de las características y posibilidades de cada caso (Amorós y Palacios, 2004).
También se han referido estos autores a la motivación de estos acogedores, a su formación en
acogimiento y al mayor apoyo y seguimiento que tradicionalmente han tenido en comparación
con los acogedores familiares. Sin embargo, algunas investigaciones (Palacios y Jiménez,
2009) también han puesto de manifiesto que a pesar de estas capacidades y fortalezas los
acogedores en esta modalidad de acogimiento se hacen cargo de niños y niñas cuya edad es
mayor y cuyo perfil de adversidad previo al acogimiento reúne más dificultades.
Por lo que se refiere a la representación del acogimiento en familia extensa y ajena se
presentan considerables diferencias de acuerdo al país que se evalué (Del Valle y Bravo,
2013). En este estudio, que compara 12 países en el periodo 2010-2012, destaca Reino Unido
con el 80.3% de los acogimientos en familia ajena frente a España que se sitúa en el otro
extremo con solo un 25% de acogimientos en esta modalidad, siendo junto con Australia y
Nueva Zelanda los tres únicos países del estudio en los que el porcentaje de acogimientos en
extensa es mayor que en ajena. En el caso de Chile, como en España, el acogimiento en
familia extensa es también el más representativo con un 71.9%, mientras que el acogimiento
en familia ajena representa una proporción menor correspondiente al 28.1% de las situaciones
(SENAME, 2013a). Al respecto, UNICEF (2011) señalaron que la incorporación de familias
de acogida sin parentesco es cada vez más complejo en Chile, debido a diversos factores, por
una parte, debido al debilitamiento de la cultura de acogimiento y también porque se
considera que el Estado es el principal responsable de los niños, niñas y adolescentes en
situación de protección. A esto se une la falta de inversión y de una planificación de mayor
impacto en la captación de nuevas familias interesadas en el acogimiento que tenga como
objetivo llegar más población y con un mayor impacto, recayendo esta responsabilidad en los
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
Servicios de Protección de Menores, así, casi el 60% de las familias de su estudio no habían
recibido formación para el acogimiento, porcentaje que aumentaba especialmente entre las
familias de extensa, frente a las familias de ajena y, sobre todo, las de urgencia, todas las
cuales recibían formación. También señalaron que aunque el 80% de las familias acogedoras
había tenido algún seguimiento, parecía que en muchos casos se había tratado más de
contactos entre profesionales y familias que de propiamente de seguimientos con su
correspondiente valoración y apoyo. La ratio de seguimientos en función de la duración del
acogimiento fue inferior a un seguimiento al año por familia participante, indicándose que
familia de acogida ajena fue de tres seguimientos cada dos años y en familia extensa de poco
más de un seguimiento cada dos años. Por su parte, Del Valle et al. (2002) también indicaron
que la mayoría de las familias no se sentían informadas sobre el proceso del acogimiento ni de
las ayudas, y daban cuenta de la falta de apoyo económico, psicosocial, educativo y de
asesoramiento legal. En esta línea, otros estudios provenientes de España, Estados Unidos y
Reino Unido han remitido antecedentes similares en relación a la menor formación y
supervisión otorgada en el acogimiento de familia extensa, sobre todo en relación con otras
modalidades de acogimiento (Bernedo y Fuentes, 2010; Cuddeback., 2004; Del Valle et al.,
2008; Farmer y Moyers, 2008; Montserrat, 2006, 2008; Molero et al., 2007; Nandy y Selwyn,
2012).
Una de las posibilidades que plantea la medida de acogimiento es que los padres y madres
puedan continuar la vinculación con sus hijos e hijas acogidos a través de las visitas y
contactos, siendo especialmente relevante en aquellos casos en que la reunificación es una
opción viable. Schofield y Stevenson (2009) señalaron que independiente a como fuese la
calidad de la relación entre los padres y el niño o niña previo al acogimiento, los niños
continuarán pensando en sus familias y necesitarán repasar, gestionar y resolver los complejos
sentimientos en relación a sus padres, hermanos u otros familiares, situación que también será
experimentada por los padres de los niños y niñas. Por lo tanto, las visitas y contactos pueden
ofrecer una posibilidad para la continuidad que necesitará el niño o niña acogido para
gestionar su pasado y re-establecer en los casos que sea factible la relación con sus padres.
Aldgate y McIntosh (2006) identificaron tres razones significativas por las cuáles se intenta
mantener la vinculación entre los padres y el niño acogido: 1) Porque las visitas o contactos
previenen la ruptura del acogimiento; 2) Porque facilitan el retorno del niño o niña con su
familia de origen; 3) Porque estimulan el desarrollo intelectual, emocional y social de los
niños, niñas y adolescentes en acogimiento. Concretamente, McWey, Acock y Porter (2010)
indicaron que una mayor frecuencia de contactos se asoció con un mayor bienestar del niño o
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Revisión bibliográfica
niña. No obstante, las investigaciones han coincidido en señalar el escaso compromiso de las
figuras parentales y la baja frecuencia de las visitas y contactos que mantienen con sus hijos e
hijas en acogimiento (Del Valle et al., 2008; Jiménez y Palacios, 2008a; Schofield et al.,
2000), siendo estos contactos y visitas aún menos frecuentes en el caso del padre (Hunt, 2003;
Jiménez y Palacios, 2008a; Lernihan, 2003; Montserrat, 2006).
Sin embargo, en el trabajo de Torres-Gómez Cádiz, Rivero, Balluerka, Herce, Achúcarro
(2006) se indicó que el contacto entre el niño y niña acogido y los padres podía ser
conflictivo, especialmente en los casos en que el retorno no está planificado. No obstante,
también se destacó que la supervisión de los contactos en el acogimiento podía tener un
impacto positivo al ser un componente de protección y de control sobre las actuaciones y
mensajes del padre o la madre.
En esta línea, en Canadá, Morrison, Mishna, Cook y Aitken (2011) informaron que las
visitas en el acogimiento podían mejorar sustancialmente si se lograba una mejor y mayor
formación de los profesionales y de los acogedores. Asimismo, enfatizaron que potenciar la
comunicación entre la familia biológica y la familia de acogida podía ayudar a que los
progenitores estuviesen más implicados e informados sobre la vida del niño acogido con su
familia acogedora y ser un “puente” que brindase tranquilidad al niño o niña al momento de
finalizar la visita y retornar con la familia de acogida.
Los estudios han indicado que en familia de acogida extensa las visitas y contactos son
más frecuentes por la mayor disposición de los acogedores, aunque al mismo tiempo eran
realizadas en un contexto de mayor informalidad, lo que eventualmente puede contribuir a la
conflictividad entre padres y acogedores (Holtan, et al., 2005; Jiménez y Palacios, 2008a).
Otras investigaciones también han informado del riesgo que supone que en familia de acogida
extensa se facilite el contacto entre las figuras parentales y el niño y niña acogido cuando no
existe supervisión profesional, debido a la inseguridad que representan las visitas sin control,
ya que por lo general han sido los propios padres quienes han descuidado o maltratado a los
niños y niñas (Cleaver, 2000; Hunt, 2001; Lernihan, 2003; Terling-Watt, 2001).
En el contexto de familia ajena, López et al. (2010) informaron que hubo una menor
proporción de visitas y contactos entre los progenitores y los niños acogidos, aunque se
destacó el mayor compromiso de la madre. En esta línea, Salas et al. (2009) también
encontraron un menor nivel de compromiso en las figuras parentales, siendo aún más
acentuado en el padre. Específicamente, indicaron que un menor proporción de padres acudió
con regularidad a todas las visitas posibles programadas (25.7%), en relación a una mayor
proporción de madres (30.2%). Mientras que el 28.6% de los padres acudieron a la mitad de
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Revisión bibliográfica
las visitas, en relación al 33.3% de las madres. También, se señaló que las madres que
cumplían con mayor regularidad las visitas con sus hijos presentaron como causa del inicio
del acogimiento el abandono. Más adelante, Salas (2011) encontró que en familia de acogida
ajena un 58.7% de los niños recibía visitas de sus progenitores, principalmente de la madre, y
además que en la mayor parte de los casos las visitas fueron supervisadas de manera total o
parcial por los profesionales.
Las visitas y contactos se han relacionado con la reunificación familiar. En consecuencia,
los estudios han indicado que mientras mayor es el compromiso de los padres y madres en las
visitas y contactos hay mayor probabilidad de alcanzar la reunificación (Sinclair, 2005; León
y Palacios, 2004; López et al., 2010). Por su parte, Schofield y Stevenson (2009) señalaron
que el impacto del contacto sobre la reunificación requiere un examen minucioso, ya que la
correlación entre estos dos aspectos puede ser explicado por factores comunes como la calidez
de la relación entre el niño y los padres, una relación cooperativa entre la familia biológica y
el trabajador social y una familia de acogida que facilite el contacto y la reunificación.
Concerniente a las relaciones entre los acogedores y las figuras parentales, Amorós y
Palacios (2004) señalaron que en el escenario ideal se espera que las relaciones entre
acogedores y padres sean de complementariedad y cooperación, aunque con frecuencia la
realidad pone en evidencia la existencia de rivalidad, incomprensión y tensiones entre los
acogedores y los padres. De este modo, los padres pueden ver a los acogedores como rivales,
mientras que los acogedores pueden experimentar toda suerte de sentimientos negativos hacia
unos padres que consideran responsables de los problemas y dificultades de los niños
acogidos.
Jiménez y Palacios (2008a) refirieron que las diferencias entre los contactos entre los
acogedores y las figuras parentales venían determinadas fundamentalmente por la modalidad
de acogimiento, ya que habían más relaciones en familia de acogida extensa (74%), que en
familia ajena que representó menos de la cuarta parte de los casos. En esta línea, Farmer y
Moyers (2008) señalaron que el acogimiento en familia extensa implicó un mayor contacto
entre los acogedores y los padres de los niños y niñas acogidos, aunque al mismo tiempo fue
en este contexto familiar donde se suscitaban las mayores dificultades, con una proporción
tres veces mayor de conflictos en comparación a la situación del acogimiento en familia ajena.
Por otra parte, Schofield et al. (2000) indicaron que en familia de acogida ajena la mayoría
de los padres fueron capaces de establecer una relación con los acogedores y que en varios
casos las figuras parentales se refirieron en términos cálidos y de agradecimiento a los
acogedores, siendo valorada positivamente la información obtenida respecto a los niños y
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Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
efectuó las dificultades de los padres y madres podían empeorar o mantenerse. Al respecto, se
señaló que este hecho no debía interpretarse necesariamente como problemas de imposible
resolución, sino que podía enfocarse en términos de un tiempo de intervención aún
insuficiente, teniendo en cuenta la gravedad de las situaciones de partida, o en términos de un
modelo de intervención que requerirá más elementos significativos para ser más eficaz.
En resumen, la atención personalizada y continuada en un contexto familiar es una de las
principales ventajas que ofrece la medida de acogimiento a los niños, niñas y adolescentes
que han sido vulnerados en sus derechos en ingresan al sistema de protección a la infancia.
Desde la perspectiva de la modalidad de acogimiento se ha expuesto que al ser realizado por
la familia extensa presenta claras ventajas especialmente aquellas que surgen del vínculo de
parentesco con el niño, niña o adolescente acogido. No obstante, esta modalidad de
acogimiento también puede presentar dificultades en diferentes ámbitos y también en relación
con el menor apoyo, formación y seguimientos que reciben desde los servicios profesionales.
Concerniente al acogimiento en familia ajena, la investigación ha puesto de relieve sus
fortalezas entre las que se ha destacado la atención personalizada que pueden ofrecer al niño,
niña y adolescente un contexto familiar competente y motivado, su mejor perfil socio-
educativo y demográfico y el contar con más apoyo profesional desde las instituciones de
protección a la infancia. Respecto a la estabilidad y duración del acogimiento se ha señalado
que en familia extensa tiende a ser mayor que en familia ajena. Otra ventaja del acogimiento
es la posibilidad de que los niños, niñas y adolescentes puedan continuar la vinculación con su
familia de origen mediante las visitas y contactos y de este modo sea un medio para la
reconstrucción de su relación, especialmente en los casos en que la reunificación familiar es
una opción factible. No obstante, cuando las visitas o contactos no se encuentran planificadas
y supervisadas por los profesionales pueden conllevar situaciones negativas para el niño o
niña acogido como la re-victimización. En el lado positivo, cuando las visitas y contactos se
concretan y cuentan con la planificación y supervisión por parte de los profesionales y el
mayor compromiso de las figuras parentales, entonces aumenta la probabilidad de que sean
favorables para el niño, niña o adolescente acogido y para los padres, siendo estos aspectos
considerados relevantes de cara a la reunificación familiar. Además, se ha encontrado que las
visitas y contactos suelen ser más frecuentes entre la madre y su hijo en acogimiento respecto
a la menor vinculación del padre. Junto con lo anterior, en familia de acogida extensa se
facilitaría en mayor medida las visitas y contactos entre padres e hijos, aunque en un contexto
de mayor informalidad que puede derivar en más problemático. En relación a la familia ajena,
por una parte se da cuenta de la existencia de buenas relaciones y, por otra parte se ha
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Revisión bibliográfica
indicado que en algunas situaciones pueden llegar a ser también conflictivas, aunque estos
resultados pueden basarse en la mayor supervisión profesional para esta modalidad.
El estrés parental es un tipo específico de estrés que tiene su origen en las demandas de la
maternidad o paternidad y que se añade al estrés inducido por factores demográficos o
situacionales (Abidin, 1990). Como señalaron Crnic y Greenberg (1990), todos los padres y
las madres pueden experimentar estrés parental. Sin embargo, este es un aspecto que puede
influir negativamente en la conducta de los padres y madres y convertirse en un factor
determinante para el desarrollo de una parentalidad disfuncional (Abidin, 1992; Belsky,
1984).
Abidin (1990) planteó que más ansiedad en los padres y madres respecto a su rol, la
presencia de dificultades en el niño o niña y la interacción disfuncional entre los padres y sus
hijos tendría como efecto un aumento del estilo educativo autoritario, considerado como un
elemento negativo desde el punto de vista del desarrollo de una parentalidad positiva. A su
vez, Deater- Deckard y Scarr (1996) encontraron que un elevado nivel de estrés parental
correlacionó positivamente con el estilo educativo autoritario y con problemas en los niños y
niñas. Más adelante, Deater- Deckard (1998) señaló que frente a un deterioro en la calidad de
la conducta parental pueden aparecer dificultades en el niño o niña que podrían influir en su
desarrollo emocional, conductual, cognitivo y físico.
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Revisión bibliográfica
Ante las consecuencias negativas que puede conllevar la presencia de elevados niveles de
estrés parental, y en especial cuando los recursos de afrontamiento de la persona que lo
vivencia no son suficientes, se ha destacado la importancia del apoyo profesional. Al respecto,
algunas investigaciones han señalado que la intervención profesional puede disminuir el estrés
del cuidador (Danforth, Harvey, Ulaszec y McKee, 2006; Sharry, Guerin, Griffin y Drumm,
2005; Fisher y Stoolmiller, 2008). Así, por ejemplo, Kazdin (1995) señaló que la intervención
profesional es relevante para la reducción del estrés parental, ya que mejora la salud
psicológica de las figuras parentales y, además, optimizaría la eficacia de las intervenciones
enfocadas en los problemas de conducta del niño o niña. Igualmente, una detección temprana
del estrés parental puede contribuir a la prevención de las serias consecuencias que este puede
generar en el bienestar y la estabilidad del niño o niña, también en el funcionamiento
psicológico individual de cada uno de los padres y en su relación de pareja y con el niño/a
(Abidin, 1990, 1992; Crnic y Greenberg, 1990; Crnic y Acevedo, 1995; Oronoz, Alonso-
Arbiol y Balluerka, 2007).
En el panorama internacional una de las escalas más utilizadas para la evaluación del estrés
parental ha sido el Parenting Stress Index (PSI) (Abidin, 1990). La construcción de este
índice estuvo guiado por un modelo teórico de los determinantes de la parentalidad
disfuncional en el que se indicó que el estrés de los padres está influenciado por múltiples
factores, tales como las especiales características del niño, de los padres, de la familia y
finalmente del contexto desde un punto de vista ecológico. De este modo, todos estos factores
se influenciarán recíprocamente y contribuirán a la obtención de ciertos resultados (Abidin,
1990; Crnic y Acevedo, 1995). No obstante, Abidin (1976) (citado en Abidin, 1995) señaló
que el modelo desarrollado debía considerarse deficiente, en cuanto a que asume que todos
los factores tienen un efecto directo y de igual relevancia en la determinación del estrés
parental y no incorporar el efecto de la interacción de las variables.
En la versión abreviada de (PSI-SF) (Abidin, 1995) se desarrolló un modelo teórico que
propuso las influencias de tres subescalas en el comportamiento parental: 1) Malestar paterno;
2) Interacción disfuncional padres-hijo/a y; 3) Dificultad con el niño o niña y que se
representan en el flujograma 2.
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Malestar
paterno
Interacción
Comportamientos Resultados de
disfuncional
de los padres los niños/as
Padre-hijo
Dificultad
niño/a
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Revisión bibliográfica
extensa, mientras que el 15% restante eran acogedores y acogedoras en familia ajena, siendo
estas diferencias significativas. Además, el estrés parental presentó relación con otras
variables del estudio. De este modo, los acogedores con puntuaciones más elevadas de estrés
parental percibían mayores problemas de conducta en el niño o niña acogido, especialmente
entre los acogedores de familia ajena. Los acogedores con puntuaciones más altas de estrés
parental también obtuvieron una menor puntuación en las Escalas de Bienestar Infantil que
miden la adecuada satisfacción de las necesidades básicas de los niños y calidad de la
estimulación en el hogar; expresaban, a su vez, más necesidades de apoyo en general y de
apoyo económico, de asesoramiento y presentaban, finalmente, un patrón de relaciones
sociales más conflictivas. Por el contrario, se indicó que los acogedores con una menor
puntuación de estrés parental presentaron un estilo educativo más democrático y con entornos
hogareños valorados como más estimulantes.
Posteriormente, Jiménez, Mata, León y Muñoz (2013b) en un estudio con 116 familias
acogedoras de extensa de la provincia de Sevilla encontraron que la puntuación de estrés
parental (PSI-SF) (Abidin, 1995) de los acogedores estuvo dentro de las puntuaciones
normativas (Abidin, 1990), aunque ligeramente más elevadas en comparación a otras
modalidades de acogimiento. Por otra parte, sus resultados también pusieron de manifiesto
que un importante grupo de acogedores se situó en el rango clínico de estrés parental.
También se encontraron correlaciones positivas que indicaron que un mayor estrés parental en
los acogedores se asoció con más problemas de conducta en los niños y niñas acogidos, con
una mayor adversidad inicial de los niños/as previo al acogimiento y con dificultades de
adaptación del niño/a al acogimiento. Mientras que las correlaciones negativas evidenciaron
que un menor nivel de estrés parental se asoció con una mayor adaptación y mejor evolución
del niño/a acogido, mejores relaciones con los acogedores y otros miembros de la familia y un
mejor estado de salud del acogedor.
García-Martín, Salas, Bernedo y Fuentes (2015) evaluaron si los distintos perfiles de
familias acogedoras de ajena podían ser identificados sobre la base de variables clave,
buscando al mismo tiempo definir una función predictiva en el éxito o fracaso de la medida de
cuidado. Entre los principales resultados identificaron tres grupos de familias de acogida de
alto, medio y bajo riesgo, siendo parte de estos tres grupos las variables de problemas de
conducta y la impulsividad/inatención del niño y niña acogido, nivel de carga subjetiva en el
cuidado del niño/a de los acogedores, un estilo de crianza rígido-autoritario y finalmente la
crítica/rechazo por parte de los acogedores hacia el niño o niña acogido, siendo confirmados
posteriormente por un análisis discriminante. De este modo, las familias acogedoras de mayor
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Revisión bibliográfica
riesgo se caracterizaron por tener elevadas puntuaciones en todas las variables analizadas, o
dicho de otra manera, un mayor cúmulo de dificultades en su funcionamiento familiar y en el
niño y niña acogido, respecto al grupo de problemática moderada que presentó puntuaciones
intermedias y finalmente el grupo de problemática baja que mostró bajas puntuaciones, siendo
este último además el que representó la mayor proporción de casos.
Otros estudios se han focalizado en la evaluación del estrés parental desde la perspectiva
de los abuelos acogedores. Al respecto, Kelley (1993) encontró que cerca del 40% de los
abuelos acogedores se situaron en el rango clínico de estrés parental (por sobre el percentil
80). Posteriormente, Musil (1998) indicó que las abuelas acogedoras que cuidaban de sus
nietos por tiempo completo tuvieron una mayor puntuación en el total y en las subescalas de
estrés parental, en relación a la menor puntuación de las abuelas que cuidaban de sus nietos
por tiempo parcial, aunque no se presentaron diferencias significativas. Concretamente, un
38% de los casos estuvo en el rango clínico en la puntuación total de estrés parental, siendo
similares los resultados para las subescala de malestar paterno (33%), de interacción
disfuncional padres-hijo/a (24%) y de dificultado con el niño o niña (38%).
En Nueva Zelanda, Murray, Tarren-Sweeney y France (2011) llevaron a cabo un estudio
en familia de acogida ajena. Los principales resultados indicaron que el nivel de estrés
parental de los acogedores era elevado y que estaba relacionado con las importantes y
variadas dificultades de salud mental en los niños y niñas, que en su conjunto representaban
una carga excepcional para los acogedores. Referente a las puntuaciones de las subescalas de
PSI, la más elevada correspondió a la de dificultad con el niño y niña, siendo equivalente al
percentil 90. Mientras que la puntuación de la subescala de malestar parental fue similar a los
datos provenientes de los padres en general.
Por su parte, en España, Salas (2011) en un estudio con familia de acogida ajena evaluó el
nivel de sobrecarga subjetiva del acogedor respecto al cuidado del niño y niña acogido. Los
resultados revelaron que el 90.4% de los acogedores no experimentó un nivel de sobrecarga
elevado en el cuidado de los niños y niñas, mientras que un 8.7% de acogedores experimentó
sobrecarga leve y un 1% presentó niveles elevados de sobrecarga.
El estrés parental en los acogedores también ha sido evaluado con el Nijmegen Child
Rearing Questionnaire NCRQ (Wels y Robbroeckx, 1996). Al respecto, en Bélgica,
Vanderfaeillie et al. (2012) en un estudio con mujeres acogedoras encontraron que el nivel de
estrés parental estuvo influenciado por los problemas de conducta de los niños y niñas
acogidos, lo que pudo tener relación con una menor efectividad de las conductas parentales de
los acogedores o en el fracaso del acogimiento. Posteriormente, Vanschoondlandt,
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Revisión bibliográfica
conducta en los niños acogidos podrían limitar sus habilidades para emplear estrategias
parentales eficaces y además restringir su capacidad para proveer al niño acogido un ambiente
lo suficientemente sensitivo y responsivo.
Vanderfaeillie, Van Holen, Vanschoonlandt, Robberechts y Stroobants (2013) señalaron
que la relación entre el aumento de los problemas de conducta internalizantes y el estrés
parental sugiere que este último- mediado o no- también contribuye al incremento de los
problemas de conducta de tipo internalizante en el niño o niña acogido. Así, el incremento en
los problemas de conducta de los niños también estará asociado con más estrés parental
(Fisher et al., 2000).
En resumen, las investigaciones han puesto de manifiesto que el rol de crianza de los
niños, niñas y adolescentes acogidos puede suponer dificultades para los acogedores que
conlleven un mayor nivel de estrés parental. Así, es posible encontrar por una parte, un grupo
considerable de acogedores con un elevado nivel de estrés parental (límite y clínico) que
generalmente están asumiendo el cuidado de niños con más dificultades, especialmente en el
ámbito conductual. Así, un mayor nivel de estrés parental se ha vinculado de forma
importante con los problemas de conducta del niño y niña acogido, el uso de un estilo
educativo autoritario, una menor estimulación hacia el niño y niña acogido en el hogar y
menor cobertura de sus necesidades básicas. También se ha puesto de manifiesto que el estrés
parental influye en la capacidad de los acogedores para desarrollar conductas parentales
eficaces, así como en la adecuada responsividad y sensibilidad hacia el niño y niña acogido.
Por otra parte, los resultados ponen de manifiesto la existencia de un grupo de acogedores con
niveles normalizados de estrés parental para quienes la crianza de los niños y niñas se daría
dentro de un contexto normalizado, aunque generalmente con un nivel de estrés algo más
elevado que la población normativa. Por lo tanto, un menor nivel de estrés parental en los
acogedores se ha relacionado con la disminución de los problemas de conducta en el niño y
niña acogido, una mejor calidad en la relación acogedor-acogido y con otros miembros de la
familia y con la reducción de la probabilidad del fracaso del acogimiento. La información
según la modalidad de acogimiento ha apuntado a que los acogedores de familia extensa
tienen un mayor nivel de estrés parental que los acogedores de familia ajena, por lo que,
además de la presencia de problemas conductuales en los menores, las características,
capacidades y apoyos de las familias de acogida también son cuestiones a considerar de cara
al estrés parental. Finalmente, los trabajos revisados ponen de relevancia que la intervención
profesional se focalice en el apoyo hacia los acogedores para prevenir o disminuir su estrés
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Revisión bibliográfica
parental y por lo tanto favorecer el bienestar y recuperación del niño, niña o adolescente
acogido.
Los sucesos vitales son experiencias objetivas que causan un reajuste sustancial, es decir,
un cierto nivel de cambio en la conducta de la persona que los experimenta. Además, se ha
planteado que el potencial estresante de un suceso vital estará en función de la cantidad de
cambio que conlleva. Y al menos, a ciertos niveles, parece existir evidencia de que no es tanto
el cambio por sí mismo, sino la cualidad del cambio lo que es potencialmente dañino. La
investigación basada en los sucesos vitales estresantes se ha centrado en el estudio de la
acumulación de varios sucesos ocurridos durante los últimos años y ha sido conceptualizado
como estrés reciente (Sandín, 2003).
Abidin (1995) dividió los acontecimientos vitales estresantes en dos grupos: 1) Normativos
(matrimonio, embarazo, ingreso en un nuevo colegio, etc.); y 2) No normativos (divorcio,
separación, reconciliación matrimonial, pérdida del trabajo, deuda económica muy
importante, enfermedad crónica, fallecimiento de un familiar o amigo, problemas con el
alcohol u otras drogas, etc.). Además, señaló que en el ámbito de la familia los eventos vitales
estresantes que ocurren fuera del sistema parental-filial pueden agotar los recursos
emocionales de los padres y su habilidad percibida para asumir el rol parental. Por su parte,
Menéndez, Pérez, Lorence, Hidalgo, Sánchez y Jiménez (2014) señalaron que la acumulación
de situaciones vitales estresantes puede poner a prueba y en alguna medida desbordar los
recursos de los adultos para desenvolverse como progenitores. Además, señalaron que la
clave de los sucesos estresantes no está sólo en su acumulación, sino también en el tipo y la
naturaleza de tales eventos de manera que permitan diseñar intervenciones eficaces y
ajustadas a su realidad.
Ante la ocurrencia de acontecimientos vitales que suponen una crisis no todas las personas
cuentan con la misma capacidad y habilidades para afrontarlos (Sandín, 2003). En esta línea,
Oliva, Jiménez, Parra, Sánchez- Queija (2008) señalaron que la respuesta ante la vivencia de
sucesos vitales sería una expresión de la variabilidad natural de la respuesta individual de la
persona que tiene que ver con determinados mecanismos de vulnerabilidad, pero también
puede explicarse en términos de resiliencia o resistencia ante la adversidad. Al respecto, el
apoyo social se considera un recurso de afrontamiento efectivo ante la ocurrencia de un
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Revisión bibliográfica
evento vital estresante. En contraparte, frente a la falta de apoyo social se produciría un efecto
directo principalmente negativo en el bienestar psicológico de las personas que viven el
suceso vital estresante (Gracia, Musitu y García, 1991).
Las familias de acogida también pueden experimentar la ocurrencia de acontecimientos
vitales y que pueden afectar en diverso grado el funcionamiento familiar. Aunque no son muy
abundantes los estudios en esta temática, existen algunos trabajos que han explorado la
ocurrencia de acontecimientos vitales en las familias de acogida y que han indagado
principalmente en los sucesos ligados directamente con el acogimiento. Así, en Estados
Unidos, Seaberg y Harrigan (1997) evaluaron la ocurrencia de acontecimientos vitales
estresantes en familia de acogida ajena durante un lapso de seis meses. Los resultados
mostraron que en estas familias se experimentaron eventos típicos de cualquier tipo de familia
y que en algo más de la mitad de los casos los participantes no experimentaron una gran
cantidad de sucesos estresantes. Entre los acontecimientos vitales estresantes más comunes se
citaron el fallecimiento de un familiar o amigo (15.3%), la enfermedad de un familiar (12.1%)
y la pérdida o cambio de trabajo (6.5%). Otros eventos que vinculados directamente con la
medida de acogimiento (por ejemplo, el miedo a perder o el hecho de perder de manera real a
un niño o niña acogido, la adopción de un niño y el comienzo de un nuevo acogimiento)
oscilaron entre el 5.6% y el 0.8% de los casos.
En Reino Unido, Farmer, Lipscombe y Moyers (2005) señalaron que los elevados niveles
de ruptura del acogimiento de adolescentes se relacionó con la ocurrencia de acontecimientos
vitales estresantes experimentados por los acogedores durante los seis meses previos al
acogimiento, aunque también por los problemas de conducta en los jóvenes acogidos y la falta
de acceso a los trabajadores sociales. Por su parte, Wilson, Sinclair y Gibbs (2000) evaluaron
la ocurrencia de seis eventos vitales estresantes que afectaban a las familias de acogida y que
tuvieron un efecto notablemente desalentador en aquellas familias que los experimentaron: 1)
Ruptura o interrupción del acogimiento; 2) Alegaciones; 3) Calidad de la relación con los
padres biológicos; 3) Tensiones familiares; 4) Casos de pugna por derecho de cuidado del
niño o niña; 5) Desacuerdo con los servicios de protección a la infancia; y 6) Otros tipos de
discrepancias. Los resultados evidenciaron que dos tercios de las familias experimentaron uno
o más de estos eventos y que estuvieron asociados con problemas de salud mental en los
acogedores y con su actitud respecto a continuar con el acogimiento. El suceso mas prevalente
fue la ruptura/fracaso del acogimiento (47%), seguido por las tensiones familiares debido a las
dificultades en el acogimiento (31%), las severas dificultades con los progenitores del niño o
niña acogido (24%) y por los fuertes desacuerdos con los servicios sociales por lo planes con
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Revisión bibliográfica
el niño o niña acogido (19%). No obstante, aunque los acogedores experimentaron sucesos
vitales estresantes, los datos revelaron que la satisfacción con el acogimiento en la mayor
parte de los casos fue “muy satisfactoria” o “satisfactoria”. En contraparte, el 18% de los
acogedores que vivió una mayor cantidad de eventos vitales estresantes expresó que la
experiencia del acogimiento afectó su sentido de bienestar.
Sinclair et al. (2004) desarrollaron una lista de eventos considerados particularmente
estresantes en el acogimiento: 1) Alegación legal; 2) Fracaso del acogimiento; 3) Contactos
muy problemáticos con los padres biológicos; 4) Interrupción del acogimiento atribuido al
niño o niña acogido. Los resultados indicaron que los acogedores que experimentaron alguno
de los sucesos estresantes tuvieron significativamente más problemas de salud mental. Por su
parte, Farmer et al. (2004) evaluaron en términos porcentuales la ocurrencia de los eventos
estresantes, así, indicaron que un 5% de las familias acogedoras no experimentó eventos
vitales estresantes, seguido de algo más de la mitad que experimentó entre uno a tres eventos,
luego por un tercio de los casos que tuvieron entre cuatro a seis eventos y finalmente por un
9% que tuvieron más de seis eventos estresantes. Además, indicaron que la presencia de
estresores tendrían un efecto en el cuidador, de modo que adultos más estresados responderían
con un menor grado de sensibilidad y afecto a los jóvenes y se disgustarían más a menudo con
estos.
Por su parte, Jiménez y Zavala (2010), en un estudio comparativo de una muestra española
y chilena en que se evaluaron los acontecimientos vitales estresantes con la escala sucesos
estresantes del Parental Stress Index (PSI) (Abidin, 1995), observaron que la media de
acontecimientos vitales estresantes fue significativamente menor en la muestra española (2.8)
que en la chilena (4.5).
En Nueva Zelanda, Murray et al. (2011), utilizando también la escala de sucesos
estresantes de PSI, observaron que la puntuación total media de acontecimientos vitales
estresantes fue ligeramente elevada (mayor que el percentil 75) y que los sucesos
experimentados fueron principalmente el cambio de casa, la pérdida de ingresos o el
fallecimiento de algún miembro de la familia.
Por último, Koh, Rolock, Cross y Eblen-Manning (2014) analizaron una serie de factores
que podían explicar la inestabilidad en el acogimiento de familia extensa y ajena. Los
resultados indicaron que la ocurrencia de eventos estresantes (por ejemplo, divorcio y
desempleo) estuvieron relacionados con cambios en el acogimiento.En esta misma línea, en
su estudio con familias adoptivas y acogedores que habían terminado en ruptura, Palacios et
al. (2015) encontraron que la ocurrencia de acontecimientos vitales se relacionaba con la
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encontró que los acogedores de familia ajena tuvieron puntuaciones elevadas en la escala de
cuidado afectivo hacia el niño o niña acogido, siendo aún más acentuada en la acogedora.
También, se halló que el cuidado afectivo y el vínculo de apego disminuían a medida que
aumentaba la edad de los acogedores y había más acogimientos sucesivos, aumentado por lo
tanto la puntuación en agresividad en los cuidadores.
En la investigación de Salas (2011) se aplicó la Escala de Afecto y Comunicación (EA)
(Bersabé, Fuentes y Motrico, 2001) en una muestra de familias de acogida de ajena. Los
resultados indicaron que el factor de afecto/comunicación presentó una puntuación media
mayor (cercana a la máxima de la prueba) en comparación con el factor de crítica/rechazo.
Además, se encontró que el factor de afecto/comunicación de los acogedores tendía a ser
mayor conforme más pequeño hubiera ingresado el niño o niña en el acogimiento. También,
se indicó que los acogedores que expresaban mayor afecto/comunicación hacia los niños
acogidos presentaron un mejor autoconcepto personal, familiar y una menor sobrecarga. Por
otro lado, los resultados evidenciaron la relación entre la dimensión crítica/rechazo con
algunas variables del estudio. Así, ante una mayor crítica/rechazo de los acogedores se
encontró que los niños acogidos tuvieron una mayor edad al inicio del acogimiento,
estuvieron más tiempo en acogimiento residencial y los acogedores presentaban más
sobrecarga. Por último, los datos revelaron que los acogedores que expresaban mayor
crítica/rechazo hacia el niño acogido tuvieron una menor puntuación en autoconcepto
personal, familiar e intelectual.
Posteriormente, Jiménez et al. (2013b) evaluaron la aceptación/rechazo parental en familia
extensa de acogida con el Parental Acceptance-Rejection Questionnaire (PARQ) (Rohner,
2004; Rohner, Saavedra y Granum, 1978), dando cuenta los resultados de la relación entre el
rechazo y el estrés parental de los acogedores. De este modo, los acogedores que tenían una
mayor puntuación en rechazo parental presentaron una mayor puntuación de estrés parental y
viceversa.
En resumen, las investigaciones han dado cuenta de que, en general, los acogedores y
acogedoras se sitúan más cerca del polo la aceptación parental (con una adecuada expresión
de afecto) que del rechazo hacia los niños, niñas o jóvenes acogidos. Además, según el género
los datos han indicado que la acogedora sería la persona que mantiene una relación más
cercana y afectiva con el niño, niña o adolescente acogido. Pero los estudios también han
puesto de manifiesto en algunos casos la existencia del rechazo parental en la dinámica
relacional del acogedor y el menor acogido, vinculándolo con algunas características del
acogedor (por ejemplo, estabilidad psicológica, autoconcepto personal, familiar e intelectual,
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las normas. Por su parte, los padres y madres con un estilo autoritario se distinguen por ser
rígidos, aplicar un control excesivo en sus hijos con menos expresiones de afecto. En este
estilo los padres y madres esperan obediencia incuestionable por parte de sus hijos y serían
menos sensibles a sus necesidades, utilizando formas más severas de disciplina al mismo
tiempo que permiten que los niños tengan poco control sobre sus vidas. Finalmente, en el
estilo educativo permisivo los padres mantienen una actitud del “todo vale” hacia la crianza
de sus hijos. En este estilo los padres responden con cariño a los niños, pero son
extremadamente laxos al momento de establecer límites e imponer disciplina.
Posteriormente, Macobby y Martin (1983) realizaron un reformulación de los estilos
parentales propuestos por Baumrind (1971) en base a dos dimensiones ampliamente citadas
en la literatura sobre estilos educativos que son el control (exigencia) y el afecto (sensibilidad
y calidez). De la combinación de estas dos dimensiones se plantearon cuatro estilos
educativos: 1) Democrático; 2) Autoritario; 3) Indulgente y; 4) Negligente/Indiferente. En
esta tipología, los padres democráticos y autoritarios continúan presentando las características
definidas por Baumrind (1971). No obstante, la mayor distinción se encuentra en la
subdivisión del estilo permisivo: 1) Padres Indulgentes; y 2) Padres Indiferentes. De este
modo, los padres indulgentes se caracterizan por mostrarse muy afectuosos pero ejerciendo
muy poco control y exigencias. Mientras que los padres indiferentes se caracterizan por
presentar mínimos niveles de control y afecto, combinados con muy poca sensibilidad ante las
necesidades e intereses del niño y niña, estando este estilo más ligado a las conductas propias
del maltrato infantil.
La investigación sobre los estilos educativos en el acogimiento familiar también ha sido
materia de interés focalizándose en las pautas de socialización educativas de los acogedores
con el niño, niña o adolescente acogido. Al respecto, Linares, Montalto, Rosbruch y Li (2006)
señalaron que dada la relevancia de esta materia hasta el momento no ha sido
significativamente estudiada.
Lucey, Fox y Byrnes (2007) indicaron que los niños y niñas acogidos que han salido de su
contexto familiar nuclear ingresarán en un nuevo sistema familiar que implicará un nuevo
conjunto de reglas y normas de comportamiento. Concretamente, Quinton, Rushton, Dance y
Mayes (1998) señalaron que para el acogedor será particularmente complejo responder con
sensibilidad hacia el niño o niña acogido, quién ha experimentado el rechazo de forma previa
y que puede mostrar dificultades en el curso del acogimiento, siendo considerados como
factores que aumentarían la probabilidad de que el contexto de crianza se deteriore con el
paso del tiempo. En la revisión de Sinclair (2005) se indicó que en familias acogedoras más
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Revisión bibliográfica
democráticas (afectivas, estimulantes, con expectativas claras acerca del niño/a, etc.) podía
darse un mayor éxito en el acogimiento. No obstante, se informó que en la práctica no es fácil
para las familias de acogida desarrollar un estilo democrático, en parte por los
comportamientos difíciles de los niños y niñas acogidos y además por la mayor sensibilidad y
rapidez de los niños y niñas en la detección del rechazo, convirtiéndose en una dificultad para
los acogedores el proporcionar una orientación clara al niño o niña acogido sin socavar el
respeto del propio niño o evitar que se sienta rechazado.
Por su parte, Orme y Buehler (2001) indicaron que el uso de un estilo democrático por
parte de los acogedores se relacionó con un mayor ajuste social y emocional del niño o niña
acogido. Amorós et al. (2003) señalaron que el estilo democrático fue el más utilizado por los
acogedores, destacando las relaciones afectivas, la comunicación y el uso de un control
moderado respecto a la conducta del niño o niña acogido. Además, resaltaron la importancia
de que en la familia acogedora prevalezcan los estilos educativos que faciliten un alto nivel de
comunicación, permitiendo la escucha, la expresión de comentarios y opiniones por parte de
todos los miembros del grupo familiar.
Schofield y Simmonds (2009) señalaron que las teorías sobre la crianza sugieren que en
particular el estilo educativo democrático, combinado con límites claros y la calidez actúan
mejor que otros estilos educativos. En consonancia, la evidencia mostró que el uso del estilo
educativo democrático (la calidez, los estímulos, la sensibilidad a las necesidades del niño y la
claridad sobre las expectativas, etc.) estuvo asociado a una menor probabilidad de fracaso en
el acogimiento.
En la investigación de Vanderfaeillie et al. (2012) se evaluó la conducta parental de 49
mujeres acogedoras con el Ghent Parental Behavior Scale (GPBS) (Van Leeuwen y
Vermulst, 2004). Los resultados mostraron que un amplio grupo de acogedoras tuvieron
conductas parentales con puntuaciones promedio más elevadas en las escalas de reglas,
monitoreo, disciplina, parentalidad positiva, autonomía del niño y gratificación material,
siendo incluso más elevadas respecto al grupo de padres no acogedores. En contraparte, entre
un 10% y un 25% de las acogedoras se involucraron de forma menos positiva con el niño o
niña acogido lo que se manifestó en un menor despliegue de reglas, disciplina, sanciones
menos consistentes, además de ignorar en mayor medida el comportamiento no deseado en el
niño o niña acogido.Posteriormente, Vanderfaeillie et al. (2013) señalaron que las conductas
de apoyo por parte de los acogedores que incluían parentalidad positiva, reglas y fomento de
la autonomía se relacionaron con un descenso en los problemas de conducta del niño o niña
acogido. En contraparte, el uso de estrategias parentales negativas y una disciplina menos
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consistente hacia el niño o niña acogido se relacionó con el incremento de los problemas de
conducta.
En la investigación de Vanschoonlandt et al. (2013) se evaluó la conducta parental de las
acogedoras que fueron situadas, por una parte, en un grupo control y, por otra parte, en un
grupo que participó en un proceso de formación y que además asumían el cuidado de niños y
niñas acogidos con problemas de conducta externalizantes. Los resultados indicaron que las
acogedoras en promedio estuvieron altamente involucradas en el desarrollo de una
parentalidad positiva y en el establecimiento de normas y disciplina consideradas razonables,
así como en la entrega de gratificaciones materiales y bajos niveles de sanciones severas
siendo similar a lo ofrecido en un contexto regular de crianza. No obstante, al considerar las
conductas parentales en conjunto se encontró que cerca de la mitad de las acogedoras
estuvieron implicadas en al menos un tipo de adaptación disfuncional y aunque este dato no
fue considerado como un entorno de crianza disfuncional "grave", se señaló que podía
convertirse en un indicador para el inicio de un proceso negativo en la familia de acogida.
Diversos estudios en España (Fuentes, Bernedo, Salas, García-Martín, 2013; Salas, 2011)
han señalado que en familia ajena la disciplina inductiva fue la más utilizada, seguida por la
disciplina rígida y en menor medida por la indulgente o permisiva. También se encontró que
a mayor afecto y/o comunicación por parte de los acogedores hacia el niño acogido hubo un
mayor uso de la disciplina inductiva. Por el contrario, a mayor presencia de crítica/rechazo
de los acogedores hacia el niño o niña acogido hubo un mayor uso de una disciplina rígida.
Jones et al. (2004) en el contexto de familia extensa encontraron que los acogedores
mostraron más actitudes parentales problemáticas que los acogedores de familia ajena (más
sobreprotección y rigidez, menos calidez/respeto, más conflictos y dificultad en la relación
acogedor-niño). A su vez, señalaron que ante una mayor edad de los acogedores hubo más
probabilidad de que estos desarrollaran una parentalidad problemática.
En el trabajo de Molero et al. (2007) se evaluaron los estilos educativos en familias
acogedoras de familia extensa con el Perfil de Estilos Educativos (PEE) (Magaz y García
Pérez, 1998) que se basa en cuatro estilos educativos:1) Sobreprotector; 2) Inhibicionista; 3)
Punitivo y; 4) Asertivo-Democrático. Los resultados del grupo de acogedores que respondió
correctamente mostraron que en su mayoría presentaron el estilo sobreprotector
(hiperresponsabilidad en el cuidado del niño/a, con la creencia de que el niño/a es un ser
débil, ignorante y que hay que protegerle, evitándole cualquier riesgo, no permitiendo un
desarrollo adecuado de la autonomía), seguido por el estilo sobreprotector-punitivo (situación
en que el adulto combina la sobreprotección con el castigo en un intento de asegurar así la
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que la calidad de las relaciones entre los abuelos acogedores y sus nietos acogidos se
caracterizaron por ser positivas (consideradas de buenas a muy buenas) con una fuerte
presencia de afecto y comunicación y con una presencia menor del estilo autoritario y
permisivo.
En resumen, la información proveniente de la investigación apunta a que el estilo
democrático sería el patrón educativo más utilizado por los acogedores y que además se
encuentra relacionado con un mejor ajuste de los niños y niñas acogidos (emocional,
conductual y social). Sin embargo, también se ha puesto de relieve que adoptar un estilo
democrático en la práctica no es una tarea fácil de lograr y mantener por parte de los
acogedores, especialmente cuando influyen las circunstancias previas vividas por el niño, niña
o adolescente acogido. Los estudios también han evidenciado que el estilo autoritario sería la
segunda pauta educativa más utilizada por los acogedores, seguida en menor medida por el
estilo permisivo y que ambos se han relacionado con resultados menos positivos para el niño
y niña acogido y para el acogimiento en general. Los datos según la modalidad de
acogimiento la investigación ha puesto de manifiesto que en familia de acogida ajena se
estaría utilizando de forma predominante una pauta educativa democrática, mientras que el
panorama en familia extensa es menos claro, alternando el uso del estilo democrático y
autoritario, especialmente este último cuando los acogedores son mayores.
En la comprensión de los sistemas familiares uno de los modelos con mayor relevancia es
el Modelo Circunflejo de las Relaciones Familiares de Olson, Sprenkle y Rusell (1979)
(citado en López y Escudero, 2003; Martínez- Pampliega, Iraurgi, Galíndez y Sanz, 2006). En
este modelo, las familias son descritas en términos de su posición sobre dos dimensiones
fundamentales: la cohesión que se encuentra determinada por los lazos emocionales que los
miembros de la familia mantienen entre sí y por el grado de autonomía personal que
experimentan; y la adaptabilidad, entendida como la habilidad del sistema familiar para
cambiar sus estructuras de poder, relaciones de roles y reglas de relación en respuesta al estrés
situacional y evolutivo. En este sentido, las familias funcionales serían aquellas cuyos niveles
de cohesión y adaptabilidad se mantienen entre unos valores medios (López y Escudero,
2003).
El estudio de los sistemas familiares también ha sido investigado en el ámbito del
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Froland et al. (1981) (citado en Lila y Gracia, 1996) señalaron que los servicios formales de
apoyo operan a partir de un sistema de categorías explícitas para evaluar las necesidades y
también para decidir la elegibilidad de las personas que recibirán los servicios. Además,
cuentan con procedimientos basados en reglas formales, existe la especialización y
coordinación entre los distintos roles de ayuda, se trabaja a partir de definiciones y
expectativas asociadas con los clientes, se dispone de estándares para tratar los problemas
independientemente de las características personales o situacionales y se establecen criterios
objetivos acerca de lo que constituye el éxito o el progreso.
La existencia de una red de apoyo social puede plantear diversas ventajas. Al respecto, las
redes sociales percibidas como amplias, diversas, recíprocas, suficientemente densas y
flexibles proveen un sistema relacional que permite tanto a cuidadores como a familiares
dependientes percibir intercambios de apoyo y disponer de ellos, aumentando la autoestima y
la capacidad de afrontar situaciones estresantes (Arling, 1987 y Biegel et al., 1984) (citado en
Villalba, 2002b). En esta línea, López, Menéndez, Lorence, Jiménez, Hidalgo y Sánchez
(2007) señalaron que el apoyo social es una dimensión interpersonal con un valor
ampliamente reconocido como fuente de salud, ajuste y felicidad para las personas y un factor
importante de cara a la disminución de la ansiedad y el estrés.
En el acogimiento familiar también se ha evaluado el apoyo social. Al respecto, en Estados
Unidos, Musil (1998) evaluó la satisfacción en dos grupos de abuelas acogedoras con
responsabilidad parcial y completa en el cuidado de sus nietos en relación con el apoyo
subjetivo (percepción de apoyo recibido) e instrumental (ayuda recibida en caso de
enfermedad, en el cuidado de los niños, las tareas domésticas, comida, dinero, transporte,
asesoramiento financiero y sobre problemas de la vida, compañerismo y escucha). Los
resultados indicaron que en ambos grupos las puntuaciones de satisfacción con el apoyo
subjetivo e instrumental fueron inferiores a lo encontrado en otros estudios. Concretamente,
para aquellas abuelas con el cuidado parcial del niño/a se encontró que contaban con más
apoyo subjetivo e instrumental en relación a las abuelas que asumían el cuidado de los
niños/as a tiempo completo. De este modo, se destacó la importancia del diseño de una
variedad adicional de apoyo para las abuelas que tenían el cuidado principal del niño/a. En
esta misma línea, Villalba (2002b) destacó que dada su mayor vulnerabilidad, riesgos
acumulados y necesidades especiales el apoyo al colectivo de abuelas acogedoras era
fundamental.
Davidhizar, Bechtel y Woodring (2000) señalaron que los abuelos que criaban a sus nietos
experimentaron una disminución de las redes sociales, problemas de adaptación y aumento
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del estrés. No obstante, los abuelos también señalaron que el nuevo rol de cuidado podía
constituir un cambio que ofreciese un nuevo significado y renovación de su vida si los
sistemas de apoyo eran usados apropiadamente. En esta línea, Kelley et al. (2000) señalaron
que las abuelas acogedoras sin pareja y que contaban con un menor apoyo social (formal e
informal), menos recursos y pobre salud mental tendían a experimentar mayor estrés.
Por su parte, Burguess (2005) informó que las abuelas cuidadoras no casadas y con bajas
puntuaciones de salud física percibieron un menor apoyo de su familia. También, se encontró
que las abuelas que cuidaban de nietos pequeños y/o enfermos eran más proclives a participar
en grupos de apoyo e informaron sentirse satisfechas con el apoyo recibido. En esta línea,
otros estudios han puesto de manifiesto que las abuelas que cuidaban de sus nietos y que
participaban en grupos de apoyo reportaron menor depresión y estrés (Grant, Gordon y
Cohen, 1997; Burnette, 1998).
Villalba (2002a), en un estudio con una muestra de abuelas acogedoras, utilizó la Escala
de Apoyo Social (ASSIS) (Barrera 1980; Barrera et al., 1981, 1985). Los resultados indicaron
que las acogedoras contaban con un amplio promedio de personas en su red de apoyo
social (M=12.4), lo cual se relacionó con pertenecer a un contexto rural y a una cultura más
cercana a las características latinas. La composición de la red fue diversa y estable, en el
caso de las abuelas acogedoras con pareja estuvo compuesta principalmente por los hijos,
seguido de los vecinos, la pareja y otros familiares. Mientras que para las acogedoras
sin pareja estuvo constituido principalmente por las amigas, seguido de los profesionales y
los miembros de la comunidad. Respecto a la edad de los acogedores, se consideró como un
factor de riesgo para el acogimiento la edad avanzada de la cuidadora principal debido a la
disminución de la red de apoyo social.
Amorós et al. (2003) indicaron que los acogedores de familia extensa hicieron una
valoración menos satisfactoria de los apoyos recibidos. Por su parte, Molero et al. (2007)
señalaron que en las familias acogedoras de extensa la necesidad más sentida fue la
económica. No obstante, la dificultad de disponibilidad de apoyo más relevante fue emocional
antes que material. Concretamente, un 42.9% de las familias consideró que no tenía ningún
tipo de apoyo emocional por parte familiares y un 58.3% por parte de amigos; frente a un
23% de acogedores que consideró no tener apoyo material de familiares y un 35% por parte
de amigos.
Más adelante, Jiménez y Palacios (2008a) evaluaron la red de apoyo social en tres
modalidades de acogimiento (extensa, ajena y urgencia) con la Escala de Apoyo Social de
Arizona (ASSIS) (Barrera, 1980). Los resultados indicaron que la red de personas fue elevada
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Para la mayor parte de los seres humanos el tener a su familia de origen en su contexto
vital de desarrollo es un hecho habitual desde la temprana infancia y que se plantea en
términos de continuidad. Esta circunstancia permite ir construyendo la autobiografía a través
de los propios recuerdos y los otorgados por las figuras de apego más cercanas, como lo es la
madre, el padre, los abuelos u otros familiares (Amorós y Palacios, 2004). No obstante, esta
posibilidad de conocer el pasado, aclarar y actualizar los acontecimientos en cualquier
momento, puede ser una posibilidad pérdida de forma dramática por los niños, niñas y
adolescentes que ingresan en acogimiento (Ryan y Walker, 2007). Como es conocido, los
niños y niñas que ingresan en medidas de protección suelen transitar por diversas medidas
antes de una solución final. Ante estos sucesos, su origen y su pasado pueden desvanecerse y
perderse en el olvido o la confusión y, cuando los niños, niñas o jóvenes pierden la pista de su
pasado, su desarrollo emocional y social, presente y futuro puede resentirse (Falhberg, 1994;
Jiménez, Martínez y Mata, 2010; Gómez, 2006; Rose, 2005).
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Al respecto, una de las necesidades primordiales de los niños que ingresan al sistema de
protección será conocer su propia historia y saber que va a ser de él o ella y a saberlo lo antes
posible, en una escala temporal acorde con el ritmo de su desarrollo (Amorós y Palacios,
2004). A su vez, el proceso de comunicar facilitará el camino hacia el conocimiento de sí
mismos y hacia el desarrollo de una identidad positiva en los niños, niñas y adolescentes
acogidos (Jiménez et al., 2010)
Aunque, desde la investigación se reconocen los efectos positivos del proceso de
comunicar, también se ha puesto en evidencia que abordar estos temas entre el cuidador y el
niño no es una tarea fácil, más aún teniendo en consideración las dificultades que pueden
mostrar los niños y niñas como consecuencia de las historias de adversidad que han padecido
(Clark y Statham, 2005; Fahlberg, 1994; Ryan y Walker, 2007; Triseliotis, 1993; Triseliotis,
Sellick y Short, 1995). Además, se ha informado que las dificultades para establecer la
comunicación no sólo se encuentra presente en los niños, también en las familias y en los
profesionales (Berástegui y Gómez, 2007; Gómez, 2006; Jiménez et al., 2010; Jiménez et al.,
2013a).
Jiménez y Palacios (2008a) señalaron que la comunicación constituye uno de los aspectos
más relevantes de la marcha del acogimiento e influye en la mejor adaptación de los niños,
niñas y adolescentes acogidos. Los resultados del estudio revelaron que la mayoría de los
niños y jóvenes acogidos (68%) tenía información respecto a su historia previa, su origen
familiar y la situación de sus padres. Si bien, la mayor parte de los acogedores valoraron
positivamente la comunicación y habían hablado con los niños acogidos sobre su historia y su
situación familiar, un 32% manifestaba no haberlo hecho con niños cuyas edades rondaban, o
incluso superaban los 9 años. Referente a la frecuencia de las conversaciones ocurrían de
forma muy esporádica (sólo entre el 20% y un 28% lo hacía con alguna frecuencia). Para algo
más de la cuarta parte de los casos en que no se abordó la historia previa, los acogedores
argumentaron que consideraban que el niño o niña no tenía edad suficiente para entender los
acontecimientos, seguido por los acogedores que creían que el tema no era de interés para los
niños. Respecto a los niños acogidos, aproximadamente el 30% se sitúo ante el tema con
interés, curiosidad o naturalidad, frente al 50% que nunca habló del tema o sencillamente lo
evitaba. Según la modalidad de acogimiento se encontró que el porcentaje de niños que no
conocían su historia previa era significativamente mayor entre los acogidos en familia extensa
(30%), en relación a familia ajena (19%).
En una investigación preparatoria de un programa de apoyo para adolescentes en
acogimiento en familia extensa, Balsells, Fuentes-Peláez, Mateo, Mateos y Violant (2010)
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Revisión bibliográfica
detectaron que para los jóvenes una de las principales necesidades era conocer su propia
historia y las razones que les condujeron al acogimiento familiar. Por su parte, Gómez (2006)
encontró que un 62.5% de las familias de acogida de extensa a las que se les prestaba atención
psicológica presentaban dificultades relacionadas con la comunicación o la clarificación a los
niños y niñas acogidos de algún aspecto o la totalidad de su historia.
Más recientemente, Jiménez et al. (2013a) encontraron que para la mayoría de los
acogedores (80.9%), hablar con los niños y niñas sobre su condición de acogidos y su origen
familiar fue algo positivo o muy positivo. En consecuencia, un 75% de los acogedores
manifestó haber hablado con los niños sobre estos temas, mientras que el 24.1% no lo había
hecho. Los motivos del grupo de acogedores que no habían hablado con los acogidos, fueron
en primer lugar, el considerarlos aún demasiado pequeños y, en segundo lugar, considerar que
hablar de estos temas con los niños pudo ser negativo para ellos. Entre los resultados
señalaron que los niños y niñas acogidos también conocían su situación por otras fuentes, es
decir, en un 1.3% por los padres, en un 1.3% por otras personas y en un 11% por los propios
niños y niñas que se habían enterado de su situación al recibir visitas o mantener contactos
con sus padres. En consecuencia, señalaron que aunque parece claro que los acogedores
presentan interés es evidente la dificultad e inseguridad en la tarea de comunicar sobre el
acogimiento, lo que pone de manifiesto las necesidades específicas de apoyo y de formación
que tienen en esta materia.
En resumen, en los estudios citados se destaca la importancia de comunicar sobre los
orígenes familiares del menor y el acogimiento como un proceso continuo y gradual y no
como un evento aislado, considerando además la etapa de desarrollo del niño, niña o
adolescente. Si bien en la investigación se pone de manifiesto que en las familias de acogida
se habla con el niño y niña respecto a su historia y que la valoración suele ser positiva, por
otra parte, parece haber una incongruencia ante esta apreciación y la baja frecuencia de las
conversaciones, lo que evidencia la dificultad de esta tarea para los acogedores. No obstante,
en aquellos casos en que la comunicación es más continua se ha puesto de manifiesto que la
evolución del niño o niña acogido es más satisfactoria. Por tanto, los estudios coinciden en
señalar la importancia del apoyo profesional específico en esta temática a los acogedores y al
niño o niña acogido.
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1.2.3.1. Apego
Las conductas de apego, tanto en los seres humanos como en otros seres vivos, sirven para
proporcionar seguridad y protección a los más pequeños, a los mayores, y a todos aquellos
que son menos capaces de satisfacer sus propias necesidades. Sin embargo, en los seres
humanos el apego no solo tiene el propósito de satisfacer las necesidades físicas, también las
necesidades de emocionales, la socialización y la estimulación del desarrollo intelectual
mediante las cercanas interconexiones personales. En la vida de las personas, el
establecimiento de vínculos de apego proporcionará relaciones significativas con los demás
que facilitarán el desarrollo de un sentido positivo de sí mismo, que ayudará a definirnos
como seres humanos, como hijos o hijas, madres o padres, hermanos o hermanas, esposas o
esposos, o como amigos, en resumen potenciará la búsqueda de la identidad (Fahlberg, 1991).
El concepto de apego fue desarrollado por Bowbly (1969/1982, 1973, 1980) que lo definió
como una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y
consolida entre dos personas por medio de su interacción recíproca. La teoría del apego pone
el énfasis en el rol crítico de las experiencias tempranas en la formación de las expectativas y
creencias del niño en relación a la capacidad de respuesta y la confiabilidad de los otros
significativos. Así, se sabe actualmente que la calidad de las relaciones íntimas en las
experiencias tempranas de un niño influirán de manera significativa en su desarrollo actual y
posterior (Schofield y Beek, 2006).
Aunque no todos los autores han coincidido en las tipologías del apego si es posible
encontrar más acuerdo sobre la existencia de estilos de apego que en la literatura se
diferencian en dos grandes grupos: 1) Estilo de apego seguro y; 2) Estilo de apego inseguro
(López, 2006). En su vertiente positiva, cuando los adultos están disponibles y accesibles,
responden a las necesidades de los niños y niñas ofreciendo respuestas cálidas, empáticas, y
son coherentes y eficaces en el cuidado que les prestan se favorecerá el desarrollo del apego
seguro en los niños y niñas (López y Cantero, 1999).
En el ámbito del acogimiento familiar la temática del apego también ha suscitado el interés
de los investigadores. En general los estudios apuntan a que previo al acogimiento el niño
puede desarrollar patrones de apego inseguros en la relación con su familia de origen y que se
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Revisión bibliográfica
ha caracterizado por la falta de respuestas sensibles de los padres a las diversas necesidades de
desarrollo del niño. De este modo, se espera que la incorporación del niño en la familia de
acogida revierta el patrón de apego inseguro hacia la seguridad. A continuación, se abordan
las investigaciones que han tratado el apego en el acogimiento.
Stovall y Dozier (1998) informaron que la capacidad del niño acogido para construir un
vínculo de confianza estable con su acogedor puede estar influenciado por las previas
experiencias de maltrato y la separación temprana que ha vivido el niño o niña de sus
cuidadores anteriores lo que puede dar origen al surgimiento de apegos inseguros o
desorganizados. Por tanto, el éxito del acogimiento requerirá un elevado nivel de sensibilidad
de los acogedores respecto a las necesidades de los niños y niñas para alcanzar un apego
seguro, siendo necesaria una formación especializada para alcanzar los conocimientos
necesarios antes las especiales circunstancias y comportamientos de los niños y niñas
acogidos. En esta misma línea, Schofield et al. (2000) indicaron que los niños y niñas
acogidos que han vivido situaciones de maltrato generalmente han desarrollado un modelo
interno tendiente a la ansiedad y negatividad acerca del valor de ellos mismos, el valor de los
demás y la confianza en la seguridad y protección de las relaciones. Además, señalaron que
los niños con apegos inseguros han desarrollado estrategias conductuales que les han
permitido sobrevivir para hacer frente emocionalmente a la imprevisibilidad de los tipos de
cuidado otorgados de forma previa al acogimiento.
Por su parte, Howe (2009) señaló que en primera instancia el proceso de adaptación de los
niños y niñas al acogimiento puede manifestarse a través de una serie de comportamientos
complejos, como el rechazo del niño, la excesiva autosuficiencia o conductas muy
demandantes, la agresividad, etc., los cuales pueden provocar en los acogedores actitudes
como el desconcierto, la falta de comprensión y finalmente el alejamiento. Al respecto, se ha
destacado la importancia de que los acogedores no entren en la lógica defensiva del niño, sino
que puedan entender el origen de sus comportamientos y responder de una manera
consistente, persistentemente sensible, cariñosa y protectora. De esta manera, se podrá
observar un cambio progresivo en los niños con patrones de apego evitativos hacia una
respuesta gradual de mayor seguridad y menor ansiedad cuando necesiten atención y
protección por parte de sus cuidadores.
Posteriormente, Dozier, Stovall, Albus y Bates (2001) estudiaron el apego de bebés
colocados en el acogimiento entre su nacimiento y los 20 meses. La calidad del apego fue
evaluado entre los 12 y 24 meses de los bebés y por lo menos 3 meses después de iniciado el
acogimiento. Los resultados indicaron que hubo una elevada correspondencia entre el estado
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de ánimo de la acogedora y la calidad del apego infantil, siendo similar al nivel observado
entre los vínculos biológicos intactos en la diada madre-recién nacido. La concordancia entre
el estado de ánimo de la acogedora y el apego infantil se observó para bebés acogidos
relativamente tarde, así como para los bebés acogidos tempranamente, ante lo cual se señaló
que los bebés parecen ser capaces de organizar su comportamiento en torno a la
disponibilidad de sus nuevos cuidadores.
Stovall- McClough y Dozier (2004) examinaron el apego en niños y niñas acogidos que
llevaban dos meses acogidos y que tenían entre 5 y 28 meses de edad al momento del
acogimiento. Los resultados evidenciaron que los niños y niñas que vivían con acogedores
considerados autónomos (disponibles y responsivos hacia sus propios niños) , así como los
niños que fueron acogidos con menos edad, mostraban tempranamente elevados niveles de
comportamiento seguro, menos conductas evitativas y estrategias de apego más coherentes; lo
cual contrastaba con los resultados de aquellos niños y niñas que fueron cuidados por
acogedores considerados como no autónomos (despreocupados y que no mostraban interés
por las necesidades de sus niños).
En España, en la investigación realizada por Herce et al. (2003) se utilizó la Escala de
Apego (López, Cantero y Lázaro, 1997). Los principales resultados revelaron que aquellos
niños, niñas o adolescentes que tuvieron una mejor integración en la familia de acogida
pudieron establecer un vínculo de apego seguro con los acogedores, además del desarrollo de
sentimientos de pertenencia, seguridad e identidad familiar en comparación con aquellos
niños o jóvenes que no consiguieron establecer el vínculo de apego.
En resumen, en general los niños y niñas acogidos han vivido desde muy temprano en el
seno de su familia de origen relaciones inestables y poco sensibles a sus diversas necesidades
y que podrán influir en el desarrollo de un patrón de apego inseguro o incluso, en casos
extremos, desorganizado. Además, los continuos cambios de medida y las transiciones que
muchos de estos niños y niñas experimentan en su paso por el sistema de protección tampoco
ayudan a establecimiento de vínculos significativos y estables. Así, el ingreso en el
acogimiento supondrá un esfuerzo para los acogedores y pondrá a prueba su capacidad para
detectar, comprender y responder de forma sensible y responsiva a los especiales o complejos
comportamientos que puede mostrar el niño o niña acogido como parte de su patrón de apego
y que en el pasado pudieron formar parte de las conductas que le protegieron. Los estudios
analizados han señalado que una menor edad del niño acogido influirá positivamente en el
desarrollo de un apego seguro, como es el caso de los bebés. También se ha destacado que el
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Revisión bibliográfica
nivel de integración del niño en la familia de acogida influirá en una dirección u otra respecto
al tipo de apego.
El ajuste psicológico y conductual de los niños y niñas acogidos ha sido un tema central en
el ámbito de la investigación en el acogimiento. Al respecto, Taussig (2002) señaló que las
experiencias de adversidad vividas por los niños, niñas y adolescentes acogidos puede
llevarles a desarrollar dificultades conductuales, emocionales y en otros aspectos de su
desarrollo, especialmente para quienes no se sienten apoyados y que no han generado las
habilidades de afrontamiento adecuadas para manejar los diversos factores de estrés asociados
a las múltiples transiciones y cambios que han experimentado. A continuación, se hará
referencia a las investigaciones que han abordado el ajuste conductual de los niños y niñas en
acogimiento y los diversos factores implicados.
En España, Jiménez y Palacios (2008a) evaluaron el ajuste conductual de los niños, niñas y
jóvenes acogidos con el Strengths and Difficulties Questionnaire (SDQ) (Goodman, 1997).
De acuerdo con las respuestas dadas por los acogedores la puntuación total de dificultades de
los niños y niñas acogidos fue de (M=13.43), mientras que en la versión completada por los
profesores la puntuación fue menor (M= 12.30), sin presentarse diferencias estadísticamente
significativas. Por lo tanto, la puntuación total se sitúo en el caso de los acogedores
ligeramente por encima de los valores normales, cuyo límite es 13, y más cercano a los
valores límites. Aunque algo más bajas las puntuaciones de los profesores también se
encontraban cercanas a la parte más elevada de normalidad de la prueba. Desde la perspectiva
de la modalidad de acogimiento se observaron significativamente más dificultades en los
niños y niñas de familia de acogida ajena (M= 15.45) en relación a extensa (M= 12.75).
Concretamente, la puntuación de los niños y niñas de ajena rozó el margen superior del nivel
límite de la prueba. A su vez, se halló que los niños y niñas acogidos en familia ajena además
de presentar más dificultades en general tuvieron más problemas de conducta (M= 3.59) y de
hiperactividad (M= 6.47), que los acogidos por familiares que presentaron una media de 2.92
en problemas de conducta y de 5.47 en hiperactividad. Además, se analizó a aquellos niños y
niñas que presentaron una mayor acumulación de problemas. Al respecto, los resultados del
baremo de la prueba indicaron que el 29.2% se situó en el rango clínico, estando muy por
encima del 10% esperable de encontrar en la población general. Según la modalidad de
102
Revisión bibliográfica
acogimiento los datos mostraron que en familia de acogida ajena un 34.7% estuvo por encima
del 10% y en familia extensa el 27.4%, siendo estas diferencias significativas.
En el estudio de Bernedo (2004), se evaluaron los problemas de conducta de adolescentes
acogidos por sus abuelos con el Child Behavior Checklist (CBCL/ 11-18) (Achenbach y
Rescorla, 2001). Los resultados indicaron que la mayor parte de los jóvenes se sitúo en el
rango de normalidad y en menor medida en el rango límite y clínico, apoyando de esta
manera una visión más normalizadora de los adolescentes acogidos, cuando los estudios se
basan en muestras no clínicas. Además, señalaron que los chicos presentaron más problemas
de conducta que las chicas y que los adolescentes mayores presentaron más dificultades que
los menores. Otro de los resultados interesantes de este trabajo fue que la menor presencia de
dificultades conductuales en estos jóvenes estuvo asociada a las buenas relaciones presentes
en la familia, es decir, las elevadas dosis de afecto y un estilo educativo más inductivo.
Más adelante, Bernedo, Fuentes y Fernández (2008) se evaluaron los problemas de
conducta de adolescentes acogidos por sus abuelos con el Child Behavior Checklist (CBCL/
11-18) (Achenbach, 2001). Los resultados indicaron que la mayor parte de los jóvenes fueron
clasificados en el rango de normalidad en la puntuación media total de problemas de conducta
y en las escalas de internalización y externalización, mientras que en el rango limite estuvo el
9.7% y en el clínico el 6.5% de los casos. Referente al género, los chicos exhibieron más
problemas de conducta en el incumplimiento de normas y en la escala de externalización que
las chicas, además los adolescentes con mayor edad presentaron más problemas somáticos, en
la escala de internalización y en el total de CBCL. También se encontró una asociación entre
el abuso de sustancias por parte de la madre y la subescala de incumplimiento de normas y de
agresión, como también, en la escala de externalización y en el total de CBCL. Por otra parte,
no se encontró una asociación entre los problemas de conducta del adolescente, el maltrato
infantil y los acogimientos previos, lo que se explicó por el hecho de que muy pocos jóvenes
estuvieron en centros residenciales y aquellos que transitaron por estas medidas lo hicieron
por poco tiempo.
En el trabajo de Fernández-Molina, Del Valle, Fuentes, Bernedo y Bravo (2011) se
evaluaron los problemas de conducta de los adolescentes acogidos con sus abuelos, así como
en la modalidad de acogimiento preadoptivo y residencial con el Child Behavior Checklist
(CBCL/4-18) (Achenbach, 1991; Achenbach y Rescorla, 2001). Los principales resultados
indicaron que la mayoría de los adolescentes obtuvo puntuaciones normalizadas, y que un
pequeño porcentaje se situó en el rango clínico de la prueba. Los resultados según la
modalidad de cuidado indicaron que los adolescentes adoptados obtuvieron mejores
103
Revisión bibliográfica
puntuaciones, seguido por los adolescentes acogidos en familia extensa, y finalmente por los
jóvenes que vivían en centros residenciales. Concretamente, en familia de acogida extensa la
mayoría de los adolescentes estuvo en el rango de normalidad respecto de la puntuación total
(82.9%), aunque los resultados de las otras escalas indicaron que un 28.6% de los
adolescentes se encontraba en el rango clínico de internalización y el 25.7% en
externalización. A su vez, se indicó que los datos obtenidos permitían entregar una visión más
normalizadora de los chicos y chicas que se encuentran en estas medidas, aunque no debía
tomarse como una justificación para no profundizar en la situación de los adolescentes que
presentaban más dificultades.
Salas (2011) evalúo los problemas de conducta de los niños y niñas acogidos en familia
ajena mediante la valoración de los acogedores con el CBCL (Achenbach y Rescorla, 2001)
tanto al inicio del acogimiento como al momento de la realización del estudio doctoral. Los
principales resultados al momento del estudio mostraron que la mayor parte de los niños y
niñas acogidos estuvo en el rango de normalidad tanto en la escala de internalización como de
externalización. No obstante, se hallaron importantes porcentajes de casos en el rango clínico
y límite que de forma unida representó el 50% de los casos. Específicamente, en el rango
clínico los datos de los niños mostraron que el 14.3% y el 26.8% correspondían a la escala de
internalización y externalización, mientras que más altos, es decir, el 20.8% y el 27.1%
correspondían a la escala de internalización y externalización en el caso de las niñas, siendo
bastante superiores a los que se encuentran en la población general según los baremos
originales de la prueba, que lo sitúan alrededor del 10%. Junto con lo anterior, y como dato
relevante se señaló que los problemas de internalización habían mejorado con el paso del
tiempo sugiriendo que la convivencia en un ambiente estable, seguro y protector, ayudaba a
los niños acogidos a reducir las dificultades que presentaban.
Bernedo et al. (2012) llevaron a cabo un estudio en el que se consultó a los profesores
respecto a los problemas de conducta de los niños y niñas acogidos con el Teacher Report
Form (TRF), y en el que se compararon los resultados con el grupo de control compuesto por
los compañeros de clase. Los resultados indicaron que la mayoría de los niños y niñas
acogidos se encontraban en el rango de normalidad en la puntuación del total de problemas de
conducta. Referente a las puntuaciones de las escalas de externalización e internalización se
distribuyeron más uniformemente a lo largo del rango normal, límite y clínico, mientras que
solo un pequeño grupo de participantes presentó problemas de conducta considerados en el
rango clínico. Concerniente al género se encontró que los chicos exhibieron más dificultades
que sus pares y más problemas de conducta que las chicas en la escala de externalización
104
Revisión bibliográfica
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Revisión bibliográfica
vinculación entre el ajuste conductual y la experiencia de abuso sexual infantil que estuvo
asociado a los problemas sociales de CBCL. Por su parte, la historia previa de maltrato físico
se relacionó con ansiedad/depresión, problemas sociales, problemas de atención, conductas
delictivas y agresivas de CBCL. Mientras que el maltrato emocional fue relacionado con la
ansiedad/depresión, problemas sociales, problemas de atención y conducta agresiva de CBCL.
En Reino Unido, Schofield et al. (2000) se evaluaron las dificultades conductuales de los
niños y niñas acogidos con el Strengths and Difficulties Questionnaire (SDQ) (Goodman,
1997). Los resultados indicaron que desde la opinión de los acogedores y trabajadores
sociales una importante cantidad de niños y niñas habían tenido cambios positivos al estar
lejos de su familia biológica. No obstante, los datos de SDQ también reflejaron que un
importante grupo de niños y niñas acogidos tenían aún significativos problemas de conducta.
Concretamente, un 48% de los niños se situó en el rango “clínico” de la puntuación media
total de dificultades, mientras que un 17% se encontró en el “límite”, estando ambos rangos
por encima del 10% de la población general. La escala de problemas de conducta fue el área
más problemática con un 58% de niños que puntuaron en el rango clínico y el 8% en el rango
límite. Por otra parte, los datos confirmaron que los niños habían adquirido un buen número
de habilidades sociales y de presentación (59%). Junto con lo anterior, se destacó que un 19%
de los niños acogidos mostraron un buen ajuste conductual en el contexto familiar, con el
grupo de pares y en la escuela lo que se consideró relevante para el planteamiento de la
evaluación de la resiliencia en este tipo de casos.
Minnis, Pelosi, Knapp y Dunn (2001) evaluaron el ajuste conductual en una muestra de
niños y niñas acogidos en Escocia en familia ajena, revelando los resultados que entre un 59%
(grupo control) y un 56% (grupo con intervención) se encontraba en el rango clínico de la
prueba (SDQ). Meltzer, Gatward, Corbin, Goodman y Ford (2003) realizaron un reporte en
Inglaterra sobre la salud mental de los niños, niñas y adolescentes en medidas de cuidado que
se dividieron en la evaluación de cuatro grandes categorías de dificultades: 1) Problemas de
ansiedad; 2) Depresión; 3) Problemas de conducta; 4) Hiperactividad; y otros problemas
menos comunes (trastornos psicóticos, tics, trastornos de la alimentación, etc.). Los resultados
revelaron que en general los niños y adolescentes en acogimiento presentaron menos
problemas de salud mental (40%) que los que estaban en centros residenciales (66%).
Referente a la distribución de los problemas de salud mental evaluados, se encontraron
diferencias significativas en relación al tipo de medida. De este modo, los niños y jóvenes que
vivieron con sus padres (con medida de protección) o en un centro residencial tuvieron dos
veces más probabilidad de experimentar trastornos de ansiedad, respecto a los niños en
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Revisión bibliográfica
acogimiento familiar (19%, 16% y 8%, respectivamente). Los problemas de conducta fueron
más prevalentes entre los niños y adolescentes que estaban en un centro residencial, a
diferencia del acogimiento familiar o de los niños que vivían con sus padres (56%, 33% y
28%, respectivamente).
Respecto a los datos sobre la hiperactividad se encontró que no presentó grandes
variaciones entre las distintas formas de cuidado, situándose entre un 7% y 8%.
Por su parte, Hunt et al. (2008) también evaluaron el ajuste conductual de los niños y niñas
acogidos en familia extensa con el Strengths and Difficulties Questionnaire (SDQ)
(Goodman, 1997). Los resultados revelaron que un 35% de los niños y niñas acogidos estaban
en el nivel clínico, siendo mucho mayor al 10% esperable en la población general. En este
mismo sentido, Holtan et al. (2005) en Noruega señalaron que un 36% de niños y niñas
acogidos en familia extensa se encontraban en el nivel límite con test estandarizados.
En el trabajo de Farmer y Moyers (2008) se evaluaron las dificultades conductuales y
emocionales de los niños acogidos en familia extensa también con SDQ. Los resultados
revelaron que respecto a la puntuación total un 35% de los niños y niñas estuvieron en el
rango clínico (mientras que la proporción en la población general es de un 10%), un 15%
estuvo en el nivel límite y un 50% en el nivel normal. En relación a las subescalas es posible
señalar que un 80% estuvo en el rango normal de la subescala de prosocialidad, un 10% en el
límite y clínico, mientras que en la subescala de hiperactividad un 55% estuvo en el rango
normal, un 10% en el límite y un 35% en el nivel clínico, en la subescala de síntomas
emocionales un 60% estuvo en el nivel normal, un 25% en el límite y un 15% en el clínico, en
la subescala de relaciones con los pares un 50% estuvo en el nivel normal, un 15% en el
límite y un 35% en el clínico y en la subescala de problemas de conducta un 50% estuvo en el
nivel normal, un 15% en el límite y un 35% en el clínico. Por último, las autoras refieren que
estos resultados sugieren acerca de la persistencia de los problemas de conducta y
emocionales dado que los niños y niñas evaluados llevaban ya un número importante de años
acogidos por sus familiares.
Hunt y Waterhouse (2012) evaluaron los problemas de conducta del niño y niña acogido en
familia extensa con Strengths and Difficulties Questionnaire (SDQ) (Goodman, 1997). Los
resultados revelaron que un 58% de los niños y niñas estaba en el rango normalizado, un 42%
en el nivel límite y un 26% en el nivel clínico, siendo superior al 10% esperable de encontrar
en la población general.
En un estudio con acogimientos informales en familia extensa, Selwyn et al. (2013)
evaluaron el ajuste conductual del niño y niña acogido con el Strengths and Difficulties
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Revisión bibliográfica
Questionnaire (SDQ) (Goodman, 1997). Los resultados revelaron que un 55% de los niños y
niñas acogidos estuvo dentro del rango normalizado, mientras que un 11% estuvo dentro del
rango límite y un 34% en el rango clínico respecto a la puntuación total de la prueba. Por lo
tanto, indicaron que la proporción de niños y niñas en el nivel clínico superó en amplia
medida al 10% esperable de encontrar en la población general, pero menor a lo encontrado en
niños y niñas acogidos en familia de acogida sin parentesco en el Reino Unido quienes
presentaron una proporción superior de casos en este rango que se ubicó entre el 45% y el
74% de los casos. Por último, indicaron que las puntuaciones encontradas en el ajuste
conductual de los niños y niñas acogidos fueron similares a lo reportado en el acogimiento
formal con familia extensa.
En Estados Unidos, Chamberlain et al. (2006) evaluaron las dificultades conductuales de
los niños y niñas acogidos con The Parent Daily Report Checklist (PDR) (Chamberlain y
Reid, 1987). Los resultados indicaron que los niños y niñas acogidos tuvieron una media de
5.77 en problemas de conducta por día lo que fue considerado elevado y que se relacionó con
una mayor probabilidad de interrupción del acogimiento en familia de acogida ajena. A su
vez, el número de acogimientos previos se asoció con el incremento de problemas de
conducta en los niños acogidos.
Posteriormente, Chamberlain, Price, Leve, Laurent, Landsverk y Reid (2008) encontraron
que una mayor cantidad de problemas de conducta (por día) en el niño y niña acogido estuvo
asociado a una mayor probabilidad de fracaso en el acogimiento. No obstante, a través de un
programa de intervención dirigido a las familias de acogida extensa y ajena se incrementaron
las habilidades y la efectividad de las conductas parentales y fue asociado con la disminución
de los problemas de conducta del niño/a, especialmente para las familias que habían reportado
importantes niveles de dificultades en el niño/a al inicio del acogimiento.
Por su parte, Kelley et al. (2011) evaluaron los problemas de conducta de los niños y niñas
acogidos por sus abuelas con el Child Behavior Checklist (CBCL) (Achenbach 1991, 1992).
Los resultados indicaron que el 31.3% de los niños puntuó en el rango clínico en su parte más
elevada para el total de problemas de conducta de CBCL, en un 21.3% en la escala
internalizante y en un 32.6% en la escala externalizante. El análisis de regresión jerárquico
reveló que entre las variables examinadas, el incremento del estrés en la abuela acogedora fue
la más predictiva de los problemas de conducta en los niños, seguido del menor apoyo en el
entorno familiar y los escasos recursos en la familia. Junto con lo anterior, se puso de relieve
la necesidad de realizar intervenciones centradas en la reducción de los problemas de
comportamiento infantil y mejorar las habilidades parentales de las abuelas que crían a sus
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Revisión bibliográfica
nietos, reducir el estrés y mejorar el acceso a los recursos necesarios para proporcionar
ambientes familiares que pudiesen otorgar un mayor soporte a los niños y niñas.
En Noruega, Holtan et al. (2005) realizaron un estudio comparativo sobre la salud mental
de los niños y niñas acogidos en familia extensa y ajena con el Child Behavior Checklist
(CBCL). Los principales resultados indicaron que los niños acogidos en familia extensa
tuvieron menos problemas emocionales y de conducta que los niños acogidos en familia
ajena. Sin embargo, un 36% de los niños en familia extensa y un 52% en ajena puntuaron por
encima del rango clínico y límite en la escala total de problemas de conducta de CBCL. Los
datos según el género, mostraron que los chicos en ambas modalidades tuvieron más
dificultades que las chicas. De esta manera, los chicos puntuaron significativamente más bajo
en las escalas de competencia total, escolar, social, y al mismo tiempo se encontró que
presentaron puntuaciones más elevadas en todas las escalas de CBCL, lo que es un indicador
de más dificultades, a excepción de la escala de problemas somáticos, ansiedad/depresión y
conductas sexualizadas.
En Bélgica, Vanderfaillie et al. (2012) realizaron un estudio longitudinal con acogedoras
en el que se evaluó la presencia de dificultades conductuales en los niños y niñas acogidos
con el Child Behaviour Checklist (CBCL/6-18) (Achenbach y Rescorla 2001) y su relación
con el estrés parental y las conductas parentales de las acogedoras. Los resultados mostraron
que la elevada presencia de problemas de conducta en los niños acogidos tuvo un efecto
moderado en el estrés parental y la conducta parental de las acogedoras. Específicamente, las
dificultades de tipo externalizante de los niños y niñas acogidos tuvo un efecto directo y
negativo en el apoyo proporcionado por la acogedora al niño, es decir, que a mayor presencia
de problemas de conducta externalizante en el niño fue menos probable una vinculación
positiva por parte de la acogedora. A su vez, la presencia de dificultades conductuales en el
niño acogido tuvo un efecto positivo y directo en el control de tipo negativo, es decir, a más
dificultades en el niño hubo un mayor uso de disciplina y castigos inconsistentes de la
acogedora. Respecto, a las dificultades de tipo internalizantes en el niño acogido se encontró
que las acogedoras solían responder con una mayor entrega de gratificaciones materiales y el
uso de una disciplina menos consistente.
Sinclair y Wilson (2003) encontraron que los niños y niñas acogidos que tenían más de 4
años y que manifestaron conductas prosociales y amor por la naturaleza presentaron más
probabilidades de experimentar éxito en el acogimiento. Mientras que más adelante, Sinclair
et al. (2005) indicaron que los niños con comportamientos prosociales estaban en menor
medida expuestos a la ruptura del acogimiento. Por su parte, Farmer, Moyers y Lipscombe
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Revisión bibliográfica
(2004) señalaron que los niños/as y adolescentes acogidos que exhibieron más conductas
prosociales tuvieron una mayor capacidad de desarrollar fuertes relaciones con sus acogedores
y el grupo de pares.
Los estudios también han destacado la importancia de la intervención, formación y apoyo
dirigido a los acogedores con el objetivo de mejorar sus habilidades respecto a cómo afrontar
y apoyar las dificultades conductuales y emocionales que presenten en los niños, niñas y
adolescentes acogidos. De este modo, la coordinación de los acogedores y el apoyo
profesional ayudan a disminuir los problemas en los niños, niñas y adolescentes acogidos, y
paralelamente se evitarían las rupturas en el acogimiento (Fisher, Burraston y Pears, 2005;
Fisher et al., 2000; Kelly y Gilligan, 2000b; Kalland y Sinkkonen 2001; Linares et al., 2006)
(citado en Vanderfaeillie et al., 2012). Junto con lo anterior, se ha destacado la importancia de
mejorar y hacer más eficiente la atención de los niños acogidos en los servicios de salud
mental (Leslie, Hurlburt, Landsverk, Barth y Slymen, 2004).
En resumen, los datos provenientes de la investigación indican que hay un importante
número de niños, niñas y jóvenes acogidos con un ajuste conductual normalizado y con una
elevada presencia de conductas prosociales, lo que en términos generales parece apoyar la
idea de una visión más normalizadora de este colectivo. No obstante, también existe un
considerable grupo con dificultades en su comportamiento que se sitúa en niveles límite y
clínicos muy por encima de las puntuaciones de la población general. Los estudios también
ponen de manifiesto que los niños y niñas acogidos por su familia extensa presentan un mejor
ajuste conductual en relación a la evaluación realizada en familia de acogida ajena. No
obstante, estos resultados deben tomarse con cautela por el posible sesgo que puede haber en
la evaluación que realizan los propios familiares. Además, la familia acogedora de extensa
muestra una mayor disposición a continuar con el cuidado del niño, niña o adolescente
acogido, aun en aquellos casos en que su comportamiento se hace más difícil. También, los
estudios han relacionado los problemas de conducta en el niño, niña o adolescente acogido
con otras circunstancias de su historia personal y de sus antecedentes previos al acogimiento.
Así, entre las principales variables consideradas como predictoras de un peor ajuste
conductual se han mencionado el maltrato infantil, la edad del niño/a al inicio del
acogimiento, los acogimientos previos, la toxicomanía de la madre, etc. Respecto al género,
los datos reportan la presencia de mayores dificultades en los chicos respecto a las chicas,
especialmente en problemas de conducta, la externalización, la hiperactividad y el
incumplimiento de normas. Ante este panorama se destaca la importancia de la intervención,
por una parte, a través de los servicios de salud mental dirigida hacia los niños, niñas y
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Revisión bibliográfica
adolescentes acogidos, especialmente para aquellos con mayores dificultades y, por otra parte,
mediante la formación dirigida a los acogedores para mejorar sus habilidades y conocimientos
para afrontar estas dificultades.
Los primeros años de vida serán cruciales para sentar las bases del desarrollo cognitivo y
lingüístico por la cantidad de importantes procesos evolutivos que se suscitan en este período
y que tendrán lugar en un reducido margen de tiempo. En esta línea, Amorós y Palacios
(2004) expusieron que las relaciones humanas serán la matriz social que en los primeros años
tendrá un papel muy relevante para el desarrollo infantil, ya que los cuidados y la
estimulación que se otorguen en este tiempo permitirán un mayor o menor nivel de desarrollo
e interacción del niño o niña con el entorno del que forma parte. Por lo tanto, para alcanzar un
adecuado desarrollo cognitivo y lingüístico se deberá implementar una estimulación que vaya
más allá de lo mínimo y que considere las potencialidades de los niños y las estimule
adecuadamente. El lado negativo se encontraría cuando no se dan las circunstancias
ambientales que acierten a proveer a los pequeños en desarrollo de ese contexto que estimule
su capacidad para la comunicación, el lenguaje, el diálogo, así como su capacidad para
aprehender la realidad y enfrentarse a los dilemas y problemas que esta plantea. La
consecuencia más habitual y dramática es el retraso evolutivo generalizado en el que el niño o
la niña afectado muestra un perfil evolutivo marcadamente pobre y desajustado a lo esperable
para su edad. Aunque las consecuencias más graves podrían ser las deficiencias en las
capacidades cognitivas y lingüísticas básicas (la atención, la imaginación, la memoria, las
destrezas para comprender y producir lenguaje, etc.), las cuales podrían limitar severamente
las posibilidades de desarrollo posterior del niño o de la niña. No obstante, si el retraso no es
muy severo y la estimulación reparadora se introduce prontamente, muchos de estos niños y
niñas van a conseguir buenos niveles de recuperación.
En este sentido, Muñoz y Jiménez (2005) señalaron que durante el desarrollo infantil van a
ser muy importantes la calidad de las interacciones entre las figuras parentales y sus hijos,
tales como, la práctica del juego, las actividades de andamiaje, de descontextualización, la
estimulación lingüística y otras acciones que actuarían como activadores del desarrollo
cognitivo.
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Revisión bibliográfica
apoyo y bajo rendimiento). En términos generales señalaron que la mayor parte de los niños y
niñas evaluados no presentó problemas de conducta severos en el contexto escolar. No
obstante, los resultados también pusieron de manifiesto diferencias estadísticamente
significativas que revelaron que los niños y niñas con más dificultades en su rendimiento
escolar presentaron a su vez un mayor nivel de aislamiento/introversión. Por lo tanto,
indicaron que la información encontrada ayuda a proporcionar a una visión más
normalizadora respecto a la capacidad de los niños y niñas para adaptarse al contexto
educativo, a pesar de su situación e historia personal, especialmente si se considera que en
otros estudios suele asociarse el bajo rendimiento académico de los niños acogidos con más
problemas de comportamiento.
En Estados Unidos, Dubowitz et al. (1994) encontraron que un 40% de los niños acogidos
en familia extensa habían repetido de curso una vez y que un 4% había repetido más de un
grado. Las áreas identificadas como más problemáticas o deficientes fueron los hábitos de
estudio y las habilidades de atención. Por otra parte, los datos mostraron que una tercera parte
de los niños exhibió una buena conducta general, habilidad para seguir las rutinas de clase y
motivación para aprender. En el ámbito de las relaciones sociales se indicó que la mayoría de
los niños acogidos tuvo relaciones calificadas como “promedio o mejores” con los
compañeros de clase y con los profesores.
En Reino Unido, Schofield et al. (2000) indicaron que, desde la opinión de los trabajadores
sociales, una cuarta parte de los niños acogidos tuvo problemas de aprendizaje y que dentro
de este grupo un 7% tenía serias dificultades. Además, los datos indicaron que un grupo
minoritario de niños acogidos asistía a una escuela especial o clases de apoyo lo que fue
ligado a la dificultad de los profesionales para determinar el impacto de los problemas
cognitivos y emocionales de los niños en el rendimiento escolar. Desde la información
proveniente de los acogedores consideraron que los niños presentaban problemas de
aprendizaje en una mayor proporción de casos (73%).
En el estudio de Hunt et al. (2008) un 29% de los niños y niñas en familia de acogida
extensa tuvieron dificultades escolares, principalmente el bajo rendimiento escolar. No
obstante, también se puntualizó que la problemática escolar de los niños acogidos en familia
extensa fue menor respecto a los niños acogidos en familia ajena.
Meltzer et al. (2003) realizaron un informe en Inglaterra sobre la salud mental de los niños,
niñas y jóvenes entre 5 y 15 años que se encontraban bajo alguna medida de protección. De
los diferentes tópicos evaluados en el informe se incorporó el rendimiento escolar y otros
aspectos educativos. Los principales resultados pusieron de manifiesto que los niños y
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En resumen, los estudios dan cuenta de que existe un grupo importante de niños y niñas
tiene un desarrollo cognitivo y lingüístico normalizado, aunque al mismo tiempo informan de
un número igualmente importante de niños y jóvenes que presentan dificultades en diferentes
aspectos del desarrollo cognitivo y lingüístico. En el ámbito escolar las dificultades más
habituales encontradas tienen relación con los problemas de aprendizaje, el bajo rendimiento
académico y el retraso escolar. Todas estas circunstancias además de afectar la continuidad
académica del niño o niña pueden influir en otras áreas relevantes de su vida, como es el
ajuste conductual y las relaciones sociales en el contexto escolar. Finalmente, las
investigaciones han resaltado que para potenciar el bienestar integral en el ámbito escolar del
niño o adolescente es importante la coordinación, el apoyo y la capacitación por parte de los
profesionales, los trabajadores sociales, hacia los profesores, consejeros escolares y la familia
acogedora.
Durante la infancia y adolescencia se desarrollarán dos aspectos del yo, en su lado más
cognitivo, el autoconcepto, y en su aspecto más valorativo, la autoestima (Hidalgo y Palacios,
1999). De este modo, autoconcepto y autoestima pueden considerarse diferentes, pero
inextricablemente unidos y relacionados (Cardenal, 1999).
El autoconcepto tiene que ver con la imagen que tenemos de nosotros mismos y se refiere
al conjunto de características o atributos que utilizamos para definirnos como individuos y
para diferenciarnos de los demás. El autoconcepto, como se ha señalado se relaciona con los
aspectos cognitivos del sistema del yo e integra el conocimiento que cada persona tiene de sí
misma como ser único. Desde un punto de vista evolutivo el autoconcepto es el resultado de
un proceso activo de construcción por parte del sujeto a lo largo de todo su desarrollo que
comienza a definirse durante la primera infancia, aunque serán los restantes años de la
infancia y de la adolescencia las etapas en que tendrá una mayor elaboración (Hidalgo y
Palacios, 1999).
El conocimiento de sí mismo se completa con una dimensión valorativa y enjuiciadora del
yo que es la autoestima y que consiste en la visión que cada uno tiene de su propia valía y
competencia. Como se ha señalado, la autoestima tiene un carácter esencialmente
multidimensional, ya que hace referencia a diferentes “sí mismos” o facetas que muestran
bastante independencia unas de otras (Cardenal, 1999; Harter, 1998; Schaffer, 1996). Las
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Revisión bibliográfica
dimensiones que son relevantes en la autoestima de los niños y niñas van cambiando con la
edad al igual que ocurre con el autoconcepto, de este modo el perfil evolutivo habitual
mostrará una mayor diversificación de la autoestima con la edad (Hidalgo y Palacios, 1999).
Cardenal (1999) señaló que en la primera infancia serán los padres los principales
responsables en la formación de la autoestima de los niños y niñas y a medida que el niño
vaya creciendo e incorporándose en otros entornos de socialización empezarán a cobrar
relevancia otras fuentes relacionales, tales como los compañeros, profesores, educadores, etc.
De este modo, cada persona irá formando a través de las influencias familiares y sociales una
“escala de valores” que le resultará más relevante y sobre la que basará los juicios sobre ella o
él mismo.
La importancia de la autoestima radica en ser uno de los potentes predictores de la salud
mental de una persona. De modo que una autoestima positiva se relacionará con una buena
estabilidad emocional, un estado de ánimo positivo, sentimientos de competencia personal
ante los retos y exigencias que la vida plantea, etc. Por el contrario, una autoestima negativa
predispondrá a la depresión, a los sentimientos personales negativos y a una menor
motivación ante situaciones que exigen esfuerzo (Amorós et al., 2003)
En el acogimiento, la valoración de la autoestima y el autoconcepto en los niños y niñas
acogidos permitirá conocer mejor este aspecto más interno y valorativo de los niños. Como es
sabido, los niños y niñas acogidos usualmente han estado expuestos a situaciones de
adversidad y cambios que, junto al rol ejercido por los padres, pueden no haber favorecido
una construcción positiva de su autoconcepto y autoestima. Se espera que el ingreso en la
familia de acogida se configure como un elemento clave para la reparación que abra la puerta
a nuevos aprendizajes que paulatinamente reviertan los efectos negativos en lo que al proceso
de construcción del sí mismo y de la autovaloración se refiere. En el ámbito de la
investigación, no son muchos los estudios que han abordado el autoconcepto y la autoestima
de los niños acogidos. No obstante, los estudios existentes dan cuenta del papel positivo que
cumple la familia de acogida (en condiciones idóneas) en la evolución de los niños en lo que a
su autoestima y autoconcepto se refiere, así como de otras variables que también cumplen un
rol importante. A continuación se describen las investigaciones que han estudiado el
autoconcepto y la autoestima en los niños, niñas y adolescentes acogidos.
Dore y Eisner (1993) señalaron que la historia de cuidados adversos y los factores de
riesgo biológicos contribuían a la existencia de déficits psicosociales de los niños en
acogimiento y que incluían bajos niveles de autoestima.
Por su parte, Milan y Pinderhughes (2000) señalaron que las tempranas experiencias de
117
Revisión bibliográfica
118
Revisión bibliográfica
119
Revisión bibliográfica
niña pudo verse socavado por un temprano entorno de carácter inestable, pudiendo influir
factores como el abandono de los padres, el maltrato infantil y/o la inestabilidad de la
colocación.
En la investigación de Torres-Gómez de Cádiz et al. (2006) se evaluó el autoconcepto en
niños y niñas entre los 2 y 18 años y que se encontraban acogidos en familia extensa y ajena.
Los resultados mostraron diferencias estadísticamente significativas que indicaron que los
niños/as con edades comprendidas entre los 4 y 7 años tuvieron un mejor autoconcepto en
relación al grupo de niños/as con 12 años o más. También se encontró que aquellos niños/as
que presentaron un buen nivel de integración en la familia acogedora tuvieron a su vez
mejores puntuaciones en el autoconcepto global. Además, los resultados dieron cuenta de que
los niños acogidos en familia extensa presentaron peor autoconcepto en relación a los niños y
niñas acogidos en familia ajena. El autoconcepto también se relacionó de forma significativa
con el maltrato infantil, al respecto, aquellos niños y niñas acogidos que no habían sido
víctimas de maltrato físico o abandono emocional previo al acogimiento puntuaban más alto
en la dimensión de autoconcepto social- popularidad. Finalmente, los niños y niñas con una
historia de renuncia parental puntuaron más alto en la dimensión de autoconcepto social-
popularidad.
Fernández (2007) también evaluó la autoestima de niños y adolescentes acogidos con
edades comprendidas entre los 7 y 15 años, respecto a la puntuación total de autoestima y a
las tres subescalas de la prueba: 1) Grupo de pares; 2) Hogar; 3) Escuela. Los resultados
mostraron que la puntuación total de autoestima de los niños y niñas acogidos fue menor en
relación a la puntuación normativa. Además, se encontró que una menor edad del niño y niña
al ingreso en el acogimiento y haber experimentado muchos cambios de acogimiento afectó
negativamente su autoestima, especialmente en relación al grupo de pares. En consecuencia,
se indicó que probablemente las experiencias de rechazo, junto con el fracaso del acogimiento
podrían ejercer una influencia negativa respecto a la internalización de la culpa y en la auto-
evaluación que realizó el niño acogido.
En el estudio de Jiménez y Palacios (2008a) se evaluó la autoestima de niños y niñas
acogidos entre los 4 y 7 años con The Pictorial Scale of Perceived Competence and Social
Acceptance for Young Children (Harter y Pike, 1984), y el autoconcepto con The Perceived
Competence Scale for Children (Harter, 1982) para niños y adolescentes a partir de los 8
años. En términos generales las puntuaciones medias de las dos pruebas indicaron que los
niños acogidos tenían una autoestima y autoconcepto que se situó en valores medios o medio-
altos, lo que se consideró positivo. A su vez, los datos evidenciaron que los niños con un
120
Revisión bibliográfica
Diversos autores han tratado de identificar las características de los factores de riesgo de la
población de niños, niñas y adolescentes que transitan por el sistema protección infantil
poniéndolos en relación con sus pasadas experiencias de adversidad y también con la
discontinuidad- psicológica, educacional y social que han tenido que experimentar en su
familia de origen y también a través de su paso por las medidas de protección infantil (centros
121
Revisión bibliográfica
122
Revisión bibliográfica
factores protectores en la vida del niño, niña y adolescente, como han señalado también
Jiménez-Morago et al. (2015),
También Hunt et al. (2008) realizaron un índice de adversidad inicial de los niños y niñas
acogidos que incorporó situaciones que vivieron antes de que ingresaran al acogimiento en
familia extensa y que consideró las siguientes temáticas, dificultades de las figuras parentales
y del entorno, experiencias de duelo o pérdida, cambios de medida de cuidado, de cuidadores
y de colegio, temas concernientes a la protección de menores como el maltrato infantil y las
propias dificultades de los niños y niñas, tales como los problemas de conducta, emocionales,
físicos, etc. En términos generales, señalaron que los niños y niñas estuvieron expuestos a un
elevado promedio de factores de adversidad siendo concretamente 15, considerando un rango
de 0 a 30. Además indicaron que solo el 13% de los niños y niñas había experimentado menos
de 10 factores de adversidad, mientras que el restante grupo de niños experimentó entre 11 y
20 eventos.
En España, Jiménez et al. (2013b) desarrollaron un perfil de adversidad de la adaptación
inicial de los niños y niñas acogidos que incluyó 12 variables (maltrato infantil, acogimientos
previos, problemas del niño/a en la gestación, prematuridad, síndrome neonatal, enfermedades
respiratorias, enfermedad crónica, discapacidad, problemas psicológicos, retrasos en el
desarrollo, problemas de conducta y de aprendizaje). En primer lugar, los resultados revelaron
que el promedio de factores de adversidad correspondió a 2.37 (DT= 1.78), y que el máximo
obtenido fue de 7 puntos. En este estudio, además se analizó la adversidad inicial de los niños
en relación al nivel de estrés parental de los acogedores que se dividieron en tres grupos (alto,
medio y bajo), dando cuenta los datos que el grupo de familias de acogida de mayor nivel de
estrés parental estaban cuidando al mismo tiempo a los niños y niñas que tenían el mayor
promedio de adversidad inicial (M= 3.58), seguido por el grupo de acogedores con un menor
nivel de estrés parental y que acogían a los niños y niñas con un nivel intermedio de
adversidad inicial (M= 2.13) y, finalmente, por el grupo de acogedores que tenían un nivel de
estrés parental medio y que estaban cuidando a los niños y niñas con menos adversidad inicial
(M= 1.82).
Posteriormente, Jiménez-Morago et al. (2015) también utilizaron un índice de adversidad
que incluyó 12 variables (maltrato infantil y sus diferentes tipos, acogimientos previos,
enfermedades crónicas, exposición a las drogas y alcohol de los padres, retrasos del
desarrollo, problemas en el nacimiento, discapacidad, enfermedad viral), comparando
diferentes medidas de protección, es decir, familias de acogida, adopción y centros
residenciales. Sus resultados mostraron que los niños y niñas en los diferentes tipos de
123
Revisión bibliográfica
124
Revisión bibliográfica
variadas dificultades que han vivido los niños y niñas acogidos seguirán afectando su
autoestima, autoeficacia y la capacidad de hacer frente a los desafíos del desarrollo y que en
este proceso puede generarse un efecto complejo denominado espiral ascendente (resultados
positivos) o de espiral descendente (resultados negativos) que dependerán de las
características presentes en el propio niño o niña, además de la calidad de la interacción en sus
relaciones, de la familia biológica, los acogedores y los servicios de protección a la infancia.
Algunos estudios que han aplicado una metodología cualitativa (Drapeau, Saint-Jacques,
Lepine, Begin y Bernard, 2007; Gilligan, 2000a) han identificado ciertas características que
promueven una adaptación resiliente en los jóvenes en general y también en los acogidos. Al
respecto, han señalado que una de las más importantes es la sensación de tener una base de
seguridad en el mundo. En cuanto a las características de los jóvenes, refirieron las
habilidades sociales, el autocontrol, la autoestima, la empatía y la inteligencia. También
pusieron de relieve la importancia del rol de los acogedores y de los profesionales.
En esta línea, Gilligan (2000b) destacó que la resiliencia puede ser promovida por las
personas que interactúan de forma cercana con el niño y niña acogido, siendo fundamental el
rol de los acogedores, ya que estos pueden proveer un entorno familiar favorecedor, promover
el bienestar del niño y niña, fomentar el establecimiento de una relación de confianza que
permitirá al niño/a fortalecer o descubrir sus capacidades o potencialidades. Concretamente,
plantearon que los acogedores pueden potenciar la resiliencia mediante la facilitación del
contacto del niño con sus familiares, promover una experiencia escolar positiva, la amistad
con los compañeros, sus intereses y talentos, promover las habilidades de afrontamiento para
el manejo de resolución de problemas, y las cualidades prosociales. No obstante, se
puntualizó que esta responsabilidad debía ser compartida con otras personas del entorno del
niño/a y no solo estar focalizada en los acogedores (por ejemplo, profesionales, personas de la
escuela, familiares, amigos, vecinos y organizaciones comunitarias).
En el estudio de Berridge y Saunders (2009) se encontró que muchos de los niños y niñas
acogidos considerados más resilientes atribuyeron sus logros al apoyo recibido por parte de
sus acogedores, quienes a su vez destacaron por su disposición para otorgar apoyo y
compartir sus conocimientos con estos/as, y además de contar con un buen nivel educativo.
La presencia de un patrón de resiliencia en la adaptación de los niños y niñas acogidos
también se ha relacionado con otras circunstancias del acogimiento, como la menor
probabilidad de experimentar rupturas en el acogimiento (Sinclair y Wilson, 2003) y el
tránsito por menos acogimientos previos (Hemmings, 2010).
125
Revisión bibliográfica
En resumen, es posible afirmar que los niños y niñas acogidos han experimentado un
número considerable de factores de riesgo y que estos tienen un impacto acumulativo en su
desarrollo y en el nivel de ajuste. Así, entre experiencias de adversidad más habituales se ha
señalado el maltrato infantil, el tránsito por diversas medidas de cuidado y los problemas de
salud físico y psicológico. No obstante, desde la investigación también se ha destacado que la
recuperación es un posible y que un grupo importante de niños y niñas acogidos presentan
una evolución positiva. Más concretamente, en algunos estudios han asociado esta capacidad
de superación a un patrón de resiliencia en el cual influirán de manera decisiva las personas
significativas del niño y niña acogido, como su familia acogedora, además de reconocer el rol
que cumple el propio niño o niña en este proceso.
1.2.4. Objetivos
126
Revisión bibliográfica
127
Método
CAPÍTULO 2
Método
En este capítulo se abordan los aspectos metodológicos que caracterizan este estudio. Se
expone, en primer lugar el diseño de investigación, a continuación los participantes, los
instrumentos, el procedimiento y los tipos de análisis empleados en el tratamiento de los
datos.
129
Método
2.2. Participantes
La muestra del presente estudio ha sido seleccionada desde los programas de familias de
acogida que trabajan en la Región Metropolitana de Chile, incluida la capital Santiago. Esta
región es la que tiene la mayor densidad de población, dado que representa el 40.19% de la
población a nivel nacional. Junto con lo anterior, las entrevistas se han realizado mediante
visita al domicilio de las familias participantes en 36 comunas, representativas de las 52
comunas de la Región Metropolitana.
Respecto a la selección de los participantes, se consideró entrevistar tanto a un niño o niña
acogido y a su acogedor principal1. De este modo, la muestra total estuvo compuesta por 158
familias de acogida junto con un niño o niña acogido del total de 2029 familias acogedoras
del programa FAE en la Región Metropolitana durante el año 2010. Concerniente a los
criterios de inclusión en la muestra, se seleccionaron a niños y niñas acogidos con una edad
comprendida entre 4 y 12 años. También se decidió mantener la equivalencia en la
incorporación de niños y niñas atendiendo al género y, en el caso de que las familias tuvieran
más de un menor acogido, incluir a un solo niño o niña por familia. La edad media de los
menores en el momento de realizar el estudio fue superior a los 8 años (M=8.5; DT= 2.71). A
continuación, en la tabla 6 se presentan diversos datos de la muestra seleccionada.
1
El acogedor principal es la persona adulta que tiene la responsabilidad directa del cuidado del niño, niña o
adolescente acogido.
130
Método
Características Fr %
Niños 71 44.9
Niñas 87 55.1
Acogedora (ppal.) 156 98.7
Acogedor 2 1.3
Familia extensa 105 66.5
Familia ajena 53 33.5
2.3. Instrumentos
Para alcanzar los objetivos del estudio se ha utilizado una amplia batería de instrumentos
de recogida de información y de evaluación. Al mismo tiempo, se realizó una adaptación de
los instrumentos que estaban dirigidos a padres e hijos, cambiando los enunciados e ítems por
los términos de acogedor y niño y niña acogido. Además, se realizaron algunos cambios de
palabras en español que no se utilizan o comprenden en el contexto chileno para hacer más
comprensible su significado para los entrevistados chilenos.
131
Método
Los instrumentos que se describen a continuación sirven para obtener información sobre
las diversas características del acogimiento y sus protagonistas. Pasan a describirse a
continuación los instrumentos aplicados en la investigación.
The Parenting Stress Index Short Form (PSI-SF) (Abidin, 1990), es un cuestionario o
medida de autoinforme que corresponde a la versión abreviada del Parenting Stress Index
(PSI) (Abidin, 1995) (Anexo B). El PSI-SF evalúa el estrés que se experimenta en el ejercicio
de la paternidad/maternidad y consta de 36 afirmaciones divididas en tres subescalas de 12
ítems cada una que se evalúan a través de una escala tipo Likert con 5 puntos.
La primera subescala, denominada Malestar parental, evalúa el malestar que experimentan
las figuras parentales en su rol y los factores personales que están directamente relacionados
con el desempeño de la parentalidad. La segunda subescala, denominada Interacción
disfuncional padres-hijo, se centra en la percepción que los padres tienen del grado en que su
132
Método
hijo satisface las expectativas que tenían sobre él o ella y respecto al grado de reforzamiento
que su hijo o hija les proporciona como padres. Las puntuaciones superiores al percentil 95 en
esta subescala sugieren la posibilidad de abuso hacia el niño o niña en forma de negligencia,
rechazo o episodios de maltrato físico provocado por la frustración de los padres.
La tercera subescala, denominada Dificultad con el niño/a, se focaliza en algunas de las
características básicas del comportamiento del niño que pueden hacer fácil o difícil su manejo
para los padres y madres. Estas características tienen su base en el temperamento del niño o
niña, pero también en los patrones aprendidos, tales como la conducta desafiante y el
incumplimiento de las normas.
A partir de la suma de las tres subescalas se obtiene una puntuación final global
denominada Estrés total, que indica el grado de estrés que las figuras parentales pueden
experimentar en el desarrollo de su rol como padres. Para la interpretación de los resultados se
debe considerar que puntuaciones que estén sobre el percentil 85 se consideran en el nivel
clínico de estrés parental, mientras que puntuaciones entre el percentil 81 y 84 se consideran
en el nivel límite de estrés parental. Sin embargo, puntuaciones por debajo del percentil 80 se
consideran en el nivel de estrés parental normalizado. El índice de fiabilidad de alpha de
Cronbach de la prueba original es de .91 (Abidin, 1990) y para este estudio fue de .89.
133
Método
percepción parental (versión padres) la conducta y el clima emocional de las relaciones que
mantienen con sus hijos. La prueba consta de 60 ítems organizados en cuatro escalas, siendo
respondidos en una escala tipo Likert de 4 puntos.
La primera escala denominada Calor/afecto, se refiere a las relaciones entre padres e hijos
y que se caracterizan por la manifestación de calor y afecto expresado en forma física o
verbal. La segunda escala denominada Hostilidad/agresión, hace referencia a la hostilidad
como una reacción interna de los padres de ira, enemistad o resentimiento, mientras que la
agresión indica cualquier acción física o verbal realizada abiertamente por los padres con la
intención de producir daño físico o psicológico. La tercera escala denominada
Indiferencia/negligencia, refleja la falta de preocupación y cuidado por los hijos, además de
manifestaciones conductuales de los padres que implican la desatención de las necesidades
emocionales, físicas, médicas y educativas de sus hijos. La cuarta escala denominada Rechazo
indiferenciado, se refiere al sentimiento que puede experimentar el hijo de no ser amado,
querido o de ser rechazado sin que se presenten necesariamente indicadores positivos de
rechazo.
Para la obtención de la puntuación total PARQ se suman las 4 escalas (previamente se debe
haber invertido la puntuación de la escala de calor/afecto, restándole 100, para crear una
medida de percepción de frialdad y falta de afecto). De este modo, se crea una medida general
de percepción de aceptación/rechazo parental. Las puntuaciones de PARQ van desde un
mínimo de 60 puntos, que indican el nivel máximo de percepción de aceptación parental,
hasta la puntuación más elevada que corresponde a 240, que indica el máximo nivel de
percepción de rechazo parental (Khaleque y Rohner, 2002). El índice de fiabilidad de alpha de
Cronbach de la prueba original es de .84 (Khaleque y Rohner, 2002) y para este estudio fue
de .88.
134
Método
estilos educativos y, que a su vez, se componen de diferentes subescalas. Todos los ítems del
instrumento se responden en una escala tipo Likert de 5 puntos.
La primera escala, denominada Estilo educativo democrático, está compuesta por 15 ítems
y contiene tres subescalas: 1) Calidez y apoyo; 2) Razonamiento/inductivo; y 3) Participación
democrática. La segunda escala de Estilo educativo autoritario, está compuesta por 12 ítems
y contiene dos subescalas: 1) Hostilidad verbal; y 2) Estrategias de no razonamiento/punitivo.
La tercera escala de Estilo educativo permisivo, está compuesta por 5 ítems y reflejan la
indulgencia en la decisión a seguir por los padres.
El índice de fiabilidad de alpha de Cronbach de la prueba original en el estilo educativo
democrático, autoritario y permisivo fue de .91, .86 y .75, respectivamente (Robinson,
Mandleco, Olsen y Hart, 1995). En nuestro estudio fue de .72, .77 y .50,
respectivamente.
The Family Adaptability and Cohesion Evaluation Scales II (FACES II) (Olson, Portner
y Bell, 1982) (Anexo F), es una escala que consta de 30 ítems correspondiendo la mitad de
ellos a la dimensión de Cohesión familiar y la otra mitad a la dimensión de adaptabilidad
familiar. Para cada ítem los padres tienen que responder con qué frecuencia ocurre la
situación descrita en su familia, atendiendo la respuesta a una escala de tipo Likert de 5
puntos.
La dimensión de Cohesión familiar corresponde al vínculo emocional de los miembros del
sistema familiar y se entiende como el grado de separación o unión que muestran entre sí los
miembros de una familia. Los conceptos asociados a esta dimensión son la vinculación
emocional, los límites familiares, las coaliciones padre-hijo, el tiempo, el espacio, los amigos,
la toma de decisiones, los intereses y pasatiempos. La dimensión de Adaptabilidad familiar
corresponde a la flexibilidad y la capacidad de respuesta al cambio que desarrollan los
miembros de la familia. Entre los conceptos vinculados a la adaptabilidad están la asertividad,
el liderazgo, la disciplina, la negociación, los roles y las reglas.
El índice de fiabilidad de alpha de Cronbach de la prueba original es de .86 a .88 para
cohesión y de .78 a .79 para adaptabilidad (Olson et al., 1989) y para este estudio fue de .88 y
.79, respectivamente.
135
Método
136
Método
Los instrumentos que se describen a continuación aportan información específica del niño
o niña acogido en relación a su ajuste conductual, desarrollo cognitivo, autoestima y
autoconcepto.
The Strenghts and Difficulties Questionnaire (SDQ) (Goodman, 1999) (Anexo I), es un
cuestionario que explora el ajuste psicológico, conductual y la conducta prosocial de niños,
niñas y adolescentes con edades comprendidas entre los 4 y 16 años. El cuestionario se
encuentra compuesto por 25 ítems distribuidos en 5 escalas: 1) Síntomas emocionales; 2)
Problemas de conducta; 3) Hiperactividad; 4) Problemas con los compañeros; y 5) Conducta
prosocial. Para el presente estudio se ha utilizado la versión para padres.
Para cada uno de los ítems existen 3 posibles respuestas excluyentes: “No es cierto”; “Un
tanto cierto” o; “Absolutamente cierto”. La Puntuación total de la prueba se obtiene sumando
todos los ítems, exceptuando la escala de conducta prosocial. La información para la
interpretación de los resultados se puede ver en la tabla 15, indicando tres niveles: 1) Normal;
2) Límite; y 3) Clínico. Estas puntuaciones han sido escogidas de tal manera que el 80% de
137
Método
los niños y niñas de la población estén dentro de la normalidad, el 10% en el nivel límite y el
10% restante en el nivel clínico. El índice de fiabilidad de alpha de Cronbach de la prueba
original es de .82 (Goodman, 2001) y para este estudio fue de .78.
En la tabla 7 se muestran el rango de puntuaciones de SDQ que pueden ubicarse en el nivel
normal, límite o clínico de la prueba.
K-BIT (Kaufman y Kaufman, 1997), es un test breve de inteligencia tipo screening que
mide las funciones cognitivas a través de la evaluación de la inteligencia verbal y no verbal en
niños, adolescentes y adultos, puesto que abarca un amplio ámbito de edades que se extiende
desde los 4 a los 90 años. La prueba consta dos subtest y una puntuación global denominada
CI Compuesto.
El primer subtest de Vocabulario mide las habilidades verbales relacionadas con el
aprendizaje escolar (pensamiento cristalizado), apoyándose en el conocimiento de palabras y
la formación de conceptos verbales. Consta de 82 ítems, específicamente la parte A de
Vocabulario expresivo que tiene 45 ítems y la parte B de Definiciones que tiene 37 ítems. El
segundo subtest de Matrices mide las habilidades no verbales y la capacidad para resolver
nuevos problemas (pensamiento fluido), a partir de la aptitud del participante para percibir
relaciones y completar analogías. Consta de 48 ítems de tipo no verbal y que corresponden a
estímulos visuales, por una parte de tipo figurativo, tales como personas u objetos, y por otra
parte los abstractos, tales como formas geométricas o símbolos.
Para la interpretación de los resultados se considerarán puntuaciones típicas normalizadas
aquellas con media 100 y desviación típica de 15 para Vocabulario, Matrices y CI compuesto.
138
Método
2.3.2.3. Autoestima
The Pictorial Scale of Perceived Competence and Social Acceptance for Young Children
(Harter y Pike, 1984) (Anexo J), es un cuestionario que evalúa la autoestima en niños y niñas
entre los 4 a 7 años. Consta de 24 ítems y se compone de cuatro subescalas (cada una de las
cuales cuenta con 6 ítems): 1) Competencia cognitiva; 2) Competencia física; 3) Aceptación
de los pares; y 4) Aceptación materna. El instrumento también entrega una puntuación total.
Debido a que la escala se administra a niños y niñas pequeños, tanto los ítems y los
conjuntos de respuesta son expresados a través de dibujos. Las cuatro subescalas del
cuestionario se mantuvieron separadas al considerarse que podrían aportar información útil
acerca de cada niño y niña, por ejemplo, para algunos niños las imágenes que se refieren a la
madre y otras como la aceptación del grupo de pares no pueden agruparse. La puntuación de
los ítems va de 1 a 4, correspondiendo este último valor a un mayor sentimiento de
competencia y aceptación del niño o niña evaluado/a.
El índice de fiabilidad de alpha de Cronbach fue de .88 para el nivel preescolar y de .87
para el nivel escolar en la prueba original (Harter y Pike, 1984), mientras que en el presente
estudio fue de .88 y 84.
2.3.2.4. Autoconcepto
139
Método
2.4. Procedimiento
140
Método
141
Método
Los análisis descriptivos se han efectuado para obtener una descripción detallada de las
características del perfil del acogimiento, de los niños o niñas acogidos, de los acogedores, las
figuras parentales y de las variables del funcionamiento familiar en la familia de acogida.
mediante el índice de eta cuadrado parcial 𝑛𝑝2 y para su interpretación se han utilizado los
intervalos propuestos por Cohen (1988): Valores entre .01 y .06 se consideran bajos; valores
entre .06 y .14 se consideran medios; valores superiores a .14 se consideran elevados.
1) ¿Cuál es la relación entre el ajuste del niño o niña acogido y las variables del
funcionamiento familiar?
143
Método
144
Método
covarianzas deben ser iguales en todos los grupos. Para la comprobación de este último
supuesto se recomienda aplicar el test M. de Box. Si el p-valor es menor que .05 se rechaza la
igualdad entre las Matrices de covarianzas (Torrado y Berlanga, 2013).
No obstante, también se ha señalado que el análisis discriminante es una técnica robusta
que no se ve gravemente afectado en el caso de que alguno de los supuestos mencionados
anteriormente no se cumpla (Torrado y Berlanga, 2013).
Como parte del diseño de investigación el análisis de ANOVAs univariados con
estadísticos F permite contrastar la hipótesis de igualdad de medias entre los grupos en cada
variable independiente. Incluye también el estadístico de lambda de Wilks univariante. La
información obtenida de este análisis suele utilizarse como prueba preliminar para detectar sí
los grupos difieren en las variables de clasificación seleccionadas. Sin embargo, debe
considerarse que una variable no significativa a nivel univariante podría aportar información
relevante a nivel multivariante.
En la selección del método para la inclusión de las variables independientes a la función
discriminante se ha seleccionado el método de inclusión “paso a paso”, por ser este uno de los
más utilizados. El criterio de entrada de variables ha sido seleccionada utilizando el valor del
estadístico F superior a 3.84 y el criterio de salida ha sido un valor F inferior a 2.71 (Pardo y
Ruiz, 2002).
El análisis de regresión lineal múltiple es una técnica estadística que permite analizar la
relación entre una única variable (criterio) y varias variables independientes (predictores). De
este modo, este tipo de análisis permitirá conocer el poder predictivo que tienen las variables
del funcionamiento familiar en el acogimiento sobre el ajuste conductual de los niños y niñas
acogidos.
La pregunta de investigación que ha guiado el análisis de regresión múltiple es:
145
Método
el cual una variable pasa a formar parte del modelo sí el nivel crítico asociado a su coeficiente
de correlación parcial, al contrastar la hipótesis de independencia, es menor que .05
(probabilidad de entrada) y queda fuera si es mayor de .01 (probabilidad de salida). Según el
criterio de tolerancia una variable solo ha formado parte del modelo si su nivel de tolerancia
no ha presentado indicios de la existencia de colinealidad.
Para la selección de las variables independientes a incluir en el análisis de regresión
múltiple se considerarán los resultados provenientes del análisis de correlación de Pearson.
Para determinar el tamaño del efecto del cociente de determinación del modelo de regresión
se ha utilizado el estadístico f 2 de Cohen (1988) que indica: 1) Valores entre .02 y .14, son
pequeños; 2) Valores entre .15 y .34, son moderados; y 3) Valores a partir de .35, son
grandes.
146
Método
Una vez evaluados los supuestos básicos se procede a la evaluación de los resultados
siendo el primer paso una inspección de las <<estimaciones infractoras>>. Estas estimaciones
son coeficientes estimados tanto en los modelos de medida como los estructurales que
147
Método
exceden los límites aceptables. Los ejemplos más normales de estimaciones infractoras son:
1) Varianzas de error negativas o varianzas de error no significativas para cualquier
constructo; 2) Coeficientes estandarizados que sobrepasan o están muy cerca de 1.0; y 3)
Errores estándar muy elevados asociados con cualquier coeficiente estimado.
Cuando se ha comprobado que no existen estimaciones infractoras se procede a evaluar el
ajuste global del modelo con una o más medidas de calidad del ajuste. Por consiguiente para
la evaluación de los criterios de calidad del ajuste se han seguido las indicaciones de Hair et
al. (1999) y se describen a continuación.
Entre las medidas de ajuste absoluto se encuentra el estadístico de Chi- cuadrado, mediante
el análisis de covarianzas, contrasta la hipótesis nula de que los datos estudiados se ajustan al
modelo perfectamente. El nivel mínimo de significación aceptada es .05. El uso de este
estadístico es apropiado para tamaños de muestra entre 100 y 200 casos.
La medida de Chi- cuadrado normada ofrece dos formas de evaluar los modelos
inapropiados: 1) Un modelo que puede estar <<sobreajustado>>, por tanto su baja
significación se debe a la causalidad, tipificado por valores menores que 1.00; y 2) Modelos
que no son verdaderamente representativos de los datos observados haciendo necesario
mejorarlos cuando se tienen valores mayores que un umbral superior, tanto 2.0 o 3.0 o un
límite más liberal de 5.0. Sin embargo, dado que el valor de la Chi- cuadrado es el principal
componente de esta medida, no está sujeto a efectos de tamaño muestral. La utilización de la
Chi- cuadrado requerirá que se combinen los resultados con otras medidas de bondad de
ajuste.
El error de aproximación cuadrático medio (RMSEA) representa la medida de bondad de
ajuste que podría esperarse si el modelo fuera estimado con la población no solamente con la
muestra. Los valores que son inferiores a .05 indican un buen ajuste, hasta .08 un ajuste
aceptable y a partir de .10 un ajuste inadecuado.
El índice de bondad del ajuste (GFI) representa el grado de ajuste conjunto. Se encuentra
comprendido entre 0 que es indicativo de un mal ajuste, hasta 1 que es un ajuste perfecto.
Elevados valores indican un mejor ajuste, pero no tiene establecido un umbral absoluto de
aceptabilidad.
El SRMR cuando obtiene 0 indica un ajuste perfecto, aunque un buen ajuste también es
considerado con aquellos modelos con valores menores que .05 (Byrne, 1998;
Diamantopoulos y Siguaw, 2000), y valores tan altos como .08 también son considerados
aceptables.
148
Método
Entre las medidas de ajuste incremental, el índice ajustado de bondad de ajuste (AGFI) es
una extensión de GFI. Un nivel aceptable y recomendado es un valor mayor o igual a .90.
Respecto al índice de Tuker-Lewis (NNFI) un valor recomendado es a partir de .90 o superior.
Concerniente al índice de ajuste normado (NFI), los valores obtenidos indican que una
medida que va de 0 representa ningún ajuste a 1 que es un ajuste perfecto.
Otras medidas de ajuste incremental son el índice de ajuste comparado (CFI) y el índice de
ajuste incremental (IFI). En general los valores de los indicadores señalados deben situarse
entre 0 y 1, la interpretación correspondiente es que a valores elevados habrá mayores niveles
de calidad del ajuste.
Respecto al N crítico, se indica que el tamaño que una muestra debe alcanzar en orden a
aceptar el ajuste de un modelo dado sobre una base estadística debe contar con valores de al
menos 200 casos, mientras que valores inferiores a 75 indicarían un mal ajuste (Hoelter,
1983).
149
Resultados
CAPITULO 3
Resultados
En este capítulo se exponen los resultados divididos en cinco apartados que se detallan a
continuación:
- En el primer apartado, se presentan los resultados de tipo descriptivo del perfil de los
niños y niñas acogidos, de las figuras parentales, de las acogedoras y acogedores del
acogimiento familiar.
- En el quinto apartado, se presentan los resultados del análisis de regresión múltiple que
predicen los cambios en el ajuste psicológico y conductual del niño y niña acogido en relación
a cambios en variables del funcionamiento familiar y la adversidad inicial del niño y niña
acogido. Finalmente, se propone un modelo explicativo del ajuste psicológico y conductual del
menor acogido en función de la adversidad padecida este previo al acogimiento y a través de la
influencia de diferentes variables del funcionamiento familiar en el acogimiento.
151
Resultados
La distribución de los menores participantes en función del género fue muy equilibrada, ya
que un 55.1% eran niños y el 44.9% niñas acogidas.
En las tablas 8 y 9 se presentan el análisis de diversas características que conforman el
perfil de los niños y niñas acogidos analizadas según su género. Como se puede ver en la tabla
8, el análisis de estas variables en función del género no dio cuenta de diferencias
estadísticamente significativas, a excepción de la presencia de problemas psicológicos al
inicio del acogimiento (ver tabla 9). En este caso, los datos revelaron que los niños tuvieron
más problemas psicológicos al inicio del acogimiento en relación a las niñas, siendo [² (1) =
4.93, p = .026], con un tamaño del efecto pequeño (Φ = .17). Así, la información de los
residuos corregidos indicaron que las diferencias significativas se presentaron entre los niños
acogidos con problemas psicológicos al inicio de la medida (residuos corregidos de 2.2), con
69 casos (79.3%), en comparación con las niñas que no presentaron problemas psicológicos al
inicio de la medida (residuos corregidos de 2.2), con 26 casos (36.6%).
Tabla 8. Edad, desarrollo y ajuste psicológico de los menores en función del género
Niños Niñas
Características Media Total Media DT Media DT
Edad al inicio 3.52 3.64 3.37 3.37 3.02
Edad actual 8.49 8.67 2.77 8.28 2.63
Punt. Problemas Ajuste 13.75 13.83 6.68 13.66 5.92
Desarrollo cognitivo 89.36 90.49 17.31 87.99 16.92
Autoestima 3.35 3.40 .47 3.30 .51
Autoconcepto 2.84 2.80 .43 2.88 .41
Nº acogimientos previos 1.7 1.53 .97 1.93 1.38
Índice Adversidad inicial 3.98 4.21 2.14 3.69 2.02
152
Resultados
Niños Niñas
Características Fr % Fr %
Nivel Educativo
Preescolar 22 25.3 15 21.1
E. básica 58 66.6 54 76
Colegio especial 7 8.0 1 1.4
No asiste - 1 1.4
Problemas psicológicos
Sí 69 79.3* 45 63.4*
No 18 20.7 26 36.6
Problemas de salud
Sí 76 97.4 57 98.3
No 2 2.6 1 1.7
Adaptación gral. escuela
Mal 13 14.9 8 11.4
Regular 14 16.1 6 8.6
Bien 60 69.0 56 80.0
Relación acogedor
Mal o muy mal 1 1.1 2 2.8
Regular 2 2.3 0 0
Buena o muy buena 84 96.6 69 97.2
Relación miembros familia
Mal o muy mal 1 1.2 1 1.4
Regular 3 3.5 3 4.2
Buena o muy buena 82 95.3 67 94.4
Relación otros niños/as
Mal o muy mal 4 4.6 1 1.4
Regular 10 11.5 8 11.3
Buena o muy buena 73 83.9 62 87.3
*p<.05
153
Resultados
Tabla 10. Edad actual y edad de inicio del acogimiento de los menores expresado en años
Los resultados según la modalidad de acogimiento (ver tabla 10) revelaron diferencias
estadísticamente significativas respecto a la edad del niño y niña al inicio de la medida. Así, los
niños y niñas acogidos en familia extensa eran menores al iniciarse el acogimiento que los niños
y niñas acogidos en familia ajena, siendo la U de Mann Whitney = 2129.00, z = -2.41, p = .016,
r = .19, con un tamaño del efecto pequeño, concretamente los niños y niñas acogidos en familia
extensa tenían M= 3.16 años, mientras que los niños y niñas acogidos en familia ajena tenían
M= 4.23 años.
En la figura 7 se puede apreciar que el mayor porcentaje de niños y niñas de este estudio
fueron acogidos con menos de dos años y que el 70.2% fue acogido con menos de 4 años.
Mientras que a medida que avanzaba la edad se produce una disminución en el porcentaje de
niños y niñas.
Figura 7. Distribución niños y niñas por tramos de edad al inicio del acogimiento
50 44.9%
45
40
35
30 25.3%
25
20
13.3%
15
8.9% 7.6%
10
5
0
Menos de 2 Entre 2 y 4 Mayor de 4 y Entre 7 y 9 Mayor de 9 y
años años menor 6 años años menor de 12
154
Resultados
Como se puede ver en la figura 8, la mayoría de los niños y niñas del estudio habían sido
acogidos a los 5 años (75.31%).
24.69% Sí
No
75.31%
A continuación, en la tabla 11, se resumen algunos de los datos más destacados en relación
de los antecedentes familiares, los datos escolares, la evolución del menor acogido y algunas
de las circunstancias de adversidad previa padecida por los niños y niñas acogidos, junto con
la presencia de algunos de los problemas al inicio del acogimiento.
155
Resultados
Características Fr %
Tiene hermanos
Sí 146 94.2
No 9 5.8
Hermanos acogidos en conjunto
Sí 118 61.4
No 18 38.6
Todos los hermanos acogidos
Sí 43 27.2
No 101 63.9
Nivel educativo
Enseñanza básica 112 70.8
Enseñanza preescolar 37 23.4
Educación especial 8 5.1
No asiste 1 0.6
Evolución del niño y niña
Satisfactorio 151 95.6
Normal 6 3.8
Insatisfactorio 1 0.6
Acogimientos previos
Sí 75 47.5
No 83 52.5
Nº acogimientos previos
Uno 43 59.7
Dos 18 25.0
De tres a siete 11 15.3
Problemas de salud
Sí 133 97.8
No 3 2.2
Problemas psicológicos
Sí 114 72.2
No 44 27.8
Maltrato infantil
Sí 137 95.8
No 6 4.2
Comorbilidad maltrato infantil
Sí 110 69.6
No 48 30.4
En la tabla 11 se presentan los resultados de los hermanos de los niños y niñas acogidos.
Como se puede ver, prácticamente todos (94.2%) los niños y niñas acogidos tenía algún
hermano o hermana, siendo el promedio de tres. Además, un 61.4% de los niños y niñas
156
Resultados
acogidos residían con algún hermano en la misma familia acogedora y un 27.2% de los niños
acogidos residían con todos sus hermanos en la misma familia de acogida.
Los datos del estudio muestran que en la mayoría de los casos en los que los niños y niñas
convivían con algún hermano o hermana en la familia de acogida, lo hacían solo con uno (ver
figura 9), seguidos a gran distancia por quienes convivían con dos y por los que convivían con
tres o incluso más hermanos en la misma familia de acogida.
1 hermano
15.5%
2 hermanos
21.6% 62.9%
3a5
hermanos
Según nuestros datos, es muy frecuente que en ambos tipos de familias de acogida los niños
y niñas sean acogidos con sus hermanos, aunque es significativamente más recurrente en el
caso de los niños y niñas acogidos en familia extensa, siendo [² (1) = 11.16, p = .000], con un
bajo tamaño del efecto (Φ = .28). Según los residuos corregidos las diferencias se encontraron
entre los niños y niñas acogidos en familia extensa que sí vivían con sus hermanos (residuos
corregidos de 3.3), que correspondió a 86 casos (93.5%) y entre los niños y niñas acogidos en
familia ajena que no convivían con sus hermanos (residuos corregidos de 3.3), con 12 casos
(27.3%).
El nivel educativo de los niños y niñas acogidos del presente estudio se puede ver también
en la tabla 11. Los datos indican que en el momento de realizar el estudio la mayor parte cursaba
la enseñanza básica (70.8%), seguido por los niños y niñas que cursaban la enseñanza preescolar
(23.4%) y en menor medida por los niños y niñas que asistían a colegios de educación especial
(5.1%). Se encontró un caso de un niño que no estaba escolarizado por decisión familiar al que
le correspondía el nivel preescolar (0.6%).
En la figura 10 se muestran los resultados de la evolución de los niños y niñas en el
acogimiento. Al respecto, los datos revelan que, según los acogedores, un 95.6% de los niños y
niñas acogidos tuvo una evolución favorable desde su llegada al acogimiento.
157
Resultados
Figura 10. Evolución de los niños y niñas en acogimiento según sus acogedores
120
95.6%
100
80
60
40
20 3.8% 0.6%
0
Satisfactorio Normal Insatisfactorio
Uno de los aspectos más característicos de los niños y niñas que pasan por el sistema de
protección es el historial de acogimientos previos. Los resultados de nuestro estudio (ver tabla
12) ponen de manifiesto que casi la mitad (47.5%) de los niños y niñas acogidos transitó por
algún acogimiento previo. En la tabla 17, se indica que el promedio de acogimientos
previos correspondió a 1.70. No se encontraron diferencias estadísticamente significativas en
función del sexo de los menores (ver pág. 152).
En la figura 11 se puede observar que la mayoría de los niños y niñas acogidos transitó por
un solo acogimiento previo, seguido a considerable distancia por los que pasaron por dos y, en
menor medida, por tres o cuatro acogimientos previos, hasta alcanzar en algunos casos por un
máximo de 7.
5.6% 1 acogimiento
9.7%
2 acogimientos
25% 59.7%
3 a 4 acogimientos
5 a 7 acogimientos
158
Resultados
En la figura 12 se puede observar cómo los acogimientos previos fueron mucho más
frecuentes en familia de acogida ajena que en extensa. Al respecto, se presentaron diferencias
estadísticamente significativas, siendo [² (1) = 36.24, p = .000], con un tamaño del efecto
medio (Φ =-.47). Concretamente, las diferencias estadísticamente significativas estaban entre
los niños y niñas acogidos en familia extensa sin acogimientos previos (residuos corregidos de
6.0), con 73 casos (69.5%) y entre los niños y niñas acogidos en familia ajena con acogimientos
previos (residuos corregidos de 6.0), con 43 casos (81.1%).
100
81.1%
80 69.5%
60
Sí
40 30.5% 18.9% No
20
0
Familia extensa Familia ajena
De la misma manera, en la tabla 13 se puede observar que los niños y niñas acogidos en
familia ajena tuvieron un promedio de acogimientos previos significativamente mayor que los
niños y niñas acogidos en familia extensa, siendo la U de Mann Whitney = 405.000, z = -3.033,
p = .002, r= .35, con un moderado tamaño del efecto.
Como se puede ver en la tabla 11, prácticamente todos los niños y niñas del estudio (97.8%)
presentaban algún problema de salud con anterioridad al acogimiento. Concretamente, en la
figura 13 se puede observar que el tipo de problemas más frecuentes fueron los problemas
durante la gestación (p.e. amenaza de aborto, consumo de drogas, requerimientos de cuidados
u hospitalización, cogió poco peso y alguna enfermedad en el embarazo), seguido en menor
medida por la presencia de enfermedades crónicas (p.e. respiratorias), la discapacidad o las
159
Resultados
70
60.6%
60
50
40
30 23.4%
20 13.3% 13.3% 12.7%
7.4%
10 0.6%
0
En la figura 14, se puede observar que los problemas de salud fueron muy elevados tanto en
familia de acogida ajena como en extensa, siendo un poco mayor en esta última, aunque sin
presentarse diferencias estadísticamente significativas.
Figura 14. Problemas de salud del niño/a acogido según la modalidad de acogimiento
98.1% 96.1%
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
Familia extensa Familia ajena
0 10 20 30 40 50 60
161
Resultados
Figura 16. Problemas psicológicos del niño/a acogido por modalidad de acogimiento
90
80 81.1%
67.6%
70
60 Sí No
50
40 32.4%
30 18.9%
20
10
0
Familia extensa Familia ajena
En la tabla 11, que se presenta al inicio de este apartado, se muestran los resultados del
maltrato infantil. Los datos indican que en el 95.8% de niños y niñas acogidos de este estudio
experimentaron algún tipo de maltrato. Además, los datos revelan que en el 69.6% de las
situaciones estos niños y niñas experimentaron una combinación de dos o más tipos de maltrato.
Como se puede ver en la figura 17, en orden de prevalencia, el tipo de maltrato más frecuente
fue el maltrato psicológico, seguido de la negligencia, el maltrato prenatal, maltrato físico y el
abuso sexual.
Figura 17. Tipos de maltrato infantil padecidos por los menores antes del acogimiento
90 82.6%
80 78.8%
73.6%
70 67.2%
58.6%
60
50
41.4%
40 32.8% Sí
30 26.4%
21.2% 17.4% No
20
10
0
Psicológico Negligencia Prenatal Físico Abuso
sexual
modalidades. En concreto, un 96% en familia extensa y un 95% de niños en familia ajena vivió
situaciones de maltrato infantil antes de su acogimiento. En la figura 18 se puede observar que
en familia de acogida ajena el tipo de maltrato más recurrente fue la negligencia, seguido del
psicológico, mientras que en familia de acogida extensa el tipo de maltrato más recurrente fue
el psicológico, seguido del maltrato prenatal.
26.8%
Abuso sexual 12.7%
Físico 41.4%
36.5%
57.9%
Psicológico 54.5%
0 20 40 60 80 100
163
Resultados
Tabla 14. Variables que componen el índice de adversidad inicial del niño y niña acogido
Variables Fr %
Acogimientos previos 75 47.5
Maltrato infantil 137 95.8
Problemas en la gestación 77 60.6
Prematuridad 15 12.7
Síndrome neonatal al nacer 11 7.4
Enfermedad crónica 37 23.4
Discapacidad 21 13.3
Problemas de ansiedad, miedo 53 33.5
Inestabilidad emocional (cambios de humor frecuentes, llanto, etc.) 79 50
Retrasos del desarrollo 40 25.3
Problemas de conducta (hiperactividad, agresividad, desobediencia) 36 22.8
Problemas escolares y de aprendizaje 48 30.4
Número variables Fr %
0 2 1.3
1 14 8.9
2 27 17.1
3 30 19.0
4 26 16.5
5 21 13.3
6 21 13.3
7 8 5.1
8 4 2.5
9 2 1.3
10 3 1.9
164
Resultados
En la tabla 16 se muestran los resultados del índice de adversidad en función del género y
de la modalidad de acogimiento. Como se puede ver, los niños presentaron un leve pero mayor
cúmulo de situaciones de adversidad que las niñas. Mientras que según la modalidad de
acogimiento se puede observar que en familia ajena los niños y niñas acogidos
estuvieron expuestos a un número también mayor de situaciones de adversidad inicial. Sin
embargo, en ninguna de estas variables las diferencias alcanzaron significación estadística.
Características Media DT
Género
Niño 4.21 2.14
Niña 3.69 2.02
Modalidad acogimiento
Familia extensa 3.82 2.00
Familia ajena 4.28 2.27
165
Resultados
En la tabla 17 se presenta la edad media de las figuras parentales al momento del estudio.
Concretamente, para el padre correspondió a 36.27 años y para la madre de 32.25. En esta
misma tabla también se presentan los datos de la edad media a la que los progenitores de los
menores del estudio accedieron a la paternidad y maternidad, siendo de 27.80 años para el
padre y 23.89 años para la madre.
En la figura 20 se puede ver que en la mayor parte de los casos las figuras parentales
accedieron a la paternidad siendo ya adultos, aunque nuestros datos también revelan que un
porcentaje nada despreciable se convirtieron en padres y madres durante la etapa de la
adolescencia, siendo más frecuente este hecho en el caso de la madre.
100
90 88.46%
80.59%
80
70
60
50 Padre
40
30
Madre
20 19.4%
11.53%
10
0
Adolescencia Adultez
166
Resultados
En la figura 21 se presentan los resultados del estado civil de las figuras parentales. Como
puede observarse, para los progenitores con pareja predominó la unión informal de hecho
(especialmente en el caso de la madre), seguida por el matrimonio (en este caso siendo más
recurrente en el caso del padre). Respecto, a la situación de las figuras parentales que no tenían
pareja, los datos indican que predominó la situación de soltería, seguido por la separación
(especialmente en el caso del padre) y, en menor medida, por la viudez y otras situaciones solo
para la madre.
Otros 1.9%
Viudo 1.6%
18.1%
Separado 24.5%
Madre
10.2%
Matrimonio 17% Padre
25.2%
Soltero 24.5%
0 10 20 30 40 50
Los resultados del nivel educativo de las figuras parentales pueden verse en la figura 22. Un
primer aspecto a destacar es que más de la tercera parte de los progenitores no había terminado
sus estudios básicos, a lo que además se puede añadir la situación de analfabetismo. Al respecto,
y para el caso de la madre, los datos muestran que en su mayor parte cursó la enseñanza básica
representando cerca la mitad de los casos, seguido por la enseñanza media y, en menor
proporción, tuvieron acceso a la formación profesional y los estudios superiores. Concerniente
al nivel educativo del padre, los datos reflejan que en mayor medida cursaron la enseñanza
media, representado por cerca de la mitad de los casos, seguido por la enseñanza básica,
caracterizándose ambos resultados por no haber dado término al ciclo educativo en una amplia
167
Resultados
proporción de casos. Por otra parte, los datos muestran que una pequeña proporción de
padres tuvieron acceso a la formación profesional y a los estudios superiores.
40
33.8%
35
30.3% 29.4%
30
23.8% 25%
25
20 17.4% 17.4%
15
10%
10 Padre
5 3.8% 2.5% 1.3% 0.9% Madre
3.7% 0.9%
0
La situación laboral de las figuras parentales se presenta en la figura 23. Los datos muestran
que para la madre predominó la situación de desempleo, seguidas prácticamente en la misma
proporción por las empleadas fuera del hogar y por una cuarta parte de dueñas de casa, por
último, y en una proporción mucho menor, por quienes recibían una pensión. Concerniente a la
situación del padre, los datos muestran que predominó claramente el estar activo laboralmente,
seguido por quienes estaban desempleados y en menor medida por quienes recibían alguna
pensión.
70
57.4%
60
50
39.1%
40 34.2% 35.9%
Padre
30 24.8%
20 Madre
10 3.4% 5.1%
0
Activo Desempleado Pensionista Dueña de casa
168
Resultados
En la figura 24 se muestran los presencia de factores de riesgo en el caso del padre. Como
se puede ver, la concurrencia y la acumulación de factores fue la norma. Los más frecuentes
fueron los problemas con la justicia, el consumo excesivo de alcohol, la toxicomanía y la
conducta violenta. Las estancias en prisión y la delincuencia también son muy frecuentes en
los padres los niños y niñas del estudio. Con una incidencia significativa pero menor está la
presencia de problemas psicológicos y la discapacidad mental, los antecedentes en los
Servicios de Protección de Menores y, finalmente, por la discapacidad física.
80
68.2% 70% 67.6% 67.6%
70
60 58.7%
50 48.5%
40 37%
30
20 16.9%
12.9%
10
0
169
Resultados
80
70 64.1% 70.4%
61.2%
60
50 49.6%
40 35.4%
30 28.6% 27.6%
20.4% 17.4%
20
10
0
60
55.3% 52.6%
50
38.9%
40
30
20
13.2%
10 6.6%
4.6%
0
170
Resultados
70
60.5%
60 58.4%
50
40
30.9% 33.6% Padre
30
Madre
20
10 8.6% 8%
0
Recuperado Recuperándose Sigue igual con
sus problemas
171
Resultados
Características Fr %
Género (A1ª)
Mujeres 156 98.7
Hombres 2 1.3
Estructura familiar
Biparental 114 72.2
Monoparental 44 27.8
Parentesco (A1)
Abuelos/as 80 76.2
Tíos/as 22 21.0
Otros/as 3 1.9
Rama de parentesco
Materna 74 70.5
Paterna 31 29.6
Relación previa con la familia ajena 1
Sí 15 26.8
No 41 73.2
Problemas de salud (A1)
Sí 85 53.8
No 73 46.2
Número de niños/as acogidos
Uno 52 32.9
Dos 56 35.4
Tres a cinco 44 27.8
Seis a ocho 6 3.7
A1a =acogedor principal
La edad del acogedor principal al momento del estudio correspondió a M= 54.30 años (ver
tabla 19). En función de la modalidad de acogimiento la edad media del acogedor al momento
del estudio fue de 53.99 años para los acogedores de extensa y de 54.91 años para los
acogedores de ajena, sin que las diferencias fueran estadísticamente significativas (ver tabla
20).
Tabla 19. Edad actual del acogedor principal
1
Como ha sido señalado previamente en el acogimiento chileno se contempla y privilegia la
incorporación de familias de acogida de ajena que pudiesen mantener algún tipo de vinculación con el
niño, niña y adolescente acogido o con su familia de origen de forma previa al inicio de la medida de
protección.
172
Resultados
Tabla 20. Edad actual del acogedor principal según modalidad de acogimiento
Como se puede ver en la tabla 18, la estructura familiar predominante de las familias
acogedoras de este estudio fue la biparental (72.2%), seguida por las familias monoparentales
(27.8%). En función de la modalidad de acogimiento (ver figura 28), los datos indican que en
ambos tipos de familia de acogida prevalecieron las familias biparentales. No obstante, aunque
no se presentaron diferencias significativas, es posible observar que la presencia de familias
biparentales en las familias de acogida de ajena es más frecuente que entre las familias
extensas acogedoras y, por el contrario, que las monoparentales son más frecuentes en esta
última modalidad.
90
81.1%
80
70 67.6%
60
50
Familia extensa
40
32.4% Familia ajena
30
18.9%
20
10
0
Biparental Monoparental
Como puede observarse en la tabla 18, el vínculo de parentesco que en familia de acogida
extensa predominó provenía de la línea de los abuelos (76.2%), seguido en menor medida por
los tíos (21%) y finalmente por otros familiares (1.9%). En la tabla 18 también se pone de
manifiesto que la rama familiar materna se ocupa con mucha más frecuencia del cuidado de los
menores (70.5%) que la rama familiar paterna (29.6%).
En la tabla 18 se presentan los resultados del tipo de relación en la familia de acogida
ajena con el niño y niña acogido o su familia de origen. Como se ha indicado anteriormente,
173
Resultados
en Chile el acogimiento en familia ajena se puede llevar a cabo con familias con las que el
menor no tiene relación de parentesco pero sí relación de amistad o conocimiento previo. Al
respecto, los datos muestran que en un 77.3%, los acogedores no habían tenido ningún tipo de
relación con el niño acogido o su familia de origen de manera previa al inicio del acogimiento.
Mientras que el grupo restante correspondía a casos en que la familia de acogida ajena sí
conocía al niño o niña acogido o a su familia de origen de forma previa al acogimiento.
La información sobre el estado de salud del acogedor principal se presenta en la tabla 18,
los datos indican que en el 53.8% de los casos el acogedor tuvo algún problema de salud. En
la figura 29 se puede observar que el 90.4% de estas dificultades fueron de carácter leve.
Figura 29. Nivel de gravedad de los problemas de salud del acogedor principal
Grave
9.6%
Leve
90.4%
En la figura 30 se presentan los resultados de los problemas de salud del acogedor principal
en función de la modalidad de acogimiento. Concretamente, se encontró que los acogedores de
familia extensa tuvieron significativamente más problemas de salud que los acogedores de
familia ajena, siendo [² (1) = 4.80, p = .021], con un bajo tamaño del efecto (Φ =-.17). Así,
las diferencias estadísticamente significativas se encontraban entre los acogedores de familia
extensa con un mayor cúmulo de problemas de salud (residuos corregidos de 2.2), con 55
casos (52.4%), y entre los acogedores de familia ajena sin problemas de salud (residuos
corregidos de 2.2), con 35 casos (66%).
174
Resultados
70 66%
60 Familia
52.4% extensa
50 47.6%
40
34% Familia
30 ajena
20
10
0
Sí No
El nivel educativo del acogedor principal (ver figura 31) se concentró en la enseñanza
básica (55.1%), seguido por quienes cursaron la enseñanza media (38%), en ambos niveles, en
la mayor parte de los casos, incompleta. Un pequeño porcentaje no tenían estudios (5.7%) y
en un par de casos las acogedoras tenían formación profesional o superior (0.6%).
45
40.5%
40
35
30
25.3%
25
20
14.6%
15 12.7%
10
5.7%
5
0.6% 0.6%
0
Sin estudios E. básica E. básica E. media E. media F. profesional E. superiores
completa incompleta completa incompleta
175
Resultados
En la figura 32 se presentan los resultados del nivel educativo del acogedor principal en
función de la modalidad de acogimiento. En general, en ambas modalidades prevaleció un
nivel educativo no muy elevado, caracterizándose la familia de acogida extensa por tener una
mayor representación de casos con enseñanza básica y sin estudios, mientras que en familia de
acogida ajena destacó en mayor medida los acogedores que cursaron la enseñanza media.
Finalmente, fue muy poco frecuente la formación profesional y los estudios superiores en
ambos tipos de familias de acogida. Al recodificar las variables se presentan diferencias
significativas que mostraron que en su conjunto en familia de acogida extensa el acogedor
principal tenía un menor nivel educativo. Así, el [² (3) = 10.80, p = .013], con un bajo
tamaño del efecto (V =- .26). Así, las diferencias estadísticamente significativas se
encontraban entre los acogedores de familia extensa con bajos estudios (sin estudios y
enseñanza básica) (residuos corregidos de 2.8), con 72 casos (68.6%), y entre los acogedores
de familia ajena con estudios de enseñanza media (residuos corregidos de 2.7), con 28 casos
(52.8%).
Figura 32. Nivel educativo del acogedor principal según modalidad de acogimiento
70
60%
60
52.8%
50 45.3%
40
30.5%
30
Familia extensa
20
8.6% Familia ajena
10
1.9%
1%
0
176
Resultados
parte, los datos del acogedor secundario revelan que prevaleció quienes estaban activos
laboralmente (70.1%), seguidos por los jubilados o pensionados (22.1%), en una proporción
menor por quienes cumplían el rol de dueña/o de casa (4.8%) y, por último, por los
desempleados (2.9%).
Acogedor
Principal Secundario
Situación laboral Fr % Fr %
Activo 32 20.2 73 70.1
Dueña de casa 85 53.8 5 4.8
Desempleado 2 1.3 3 2.9
Jubilado/pensionado 39 24.7 23 22.1
Los resultados de la figura 33 muestran la situación laboral del acogedor principal según la
modalidad de acogimiento. Al respecto, los datos indican que en ambas modalidades destacó la
presencia de dueña/o de casa, seguido por los jubilados o pensionados, por quienes estaban
activos laboralmente y finalmente con una menor representación de los desempleados, sin que
se presentasen diferencias estadísticamente significativas.
70
60 58.5%
51.4%
50
40
27.6%
30
22.7%
20 19% 18.9% Familia extensa
10 Familia ajena
1.9%
0
177
Resultados
90 80%
80
70 62.7%
60 58.5%
51.4%
50
40
27.1%
30
20 15.5% Familia extensa
10 5.1%
0
Familia ajena
Concretamente, como se detalla en la tabla 18, en su mayor parte los acogedores cuidaban
de uno a dos niños/as (32.9% y 35.4%, respectivamente), seguido por el grupo de los
acogedores que cuidaban entre tres a cinco niños/as acogidos (27.8%) y, finalmente, por los
acogedores que cuidaban entre seis a ocho niños/as acogidos (3.7%).
178
Resultados
Por su parte, en la tabla 23 se presentan los resultados del promedio de niños y niñas acogidos
en función de la modalidad de acogimiento. Los datos dan cuenta de que en familia de acogida
extensa se acogía a 2.24 menores de media y en familia de acogida ajena 2.33, sin que se
presentaran diferencias estadísticamente significativas.
En la figura 35 se presentan los resultados del estudio en relación con la motivación de los
acogedores para realizar el acogimiento. En términos generales, la principal motivación estuvo
centrada en las ventajas para el niño y niña acogido, seguido en menor medida por la lealtad
familiar y, finalmente por la satisfacción del acogedor o acogedora.
Satisfacción
69.6% acogedor
Otras
179
Resultados
80
74% 73.6%
70
60
50
40
Familia extensa
30 25% Familia ajena
20 17%
10
1%
0
Lealtad familiar Ventajas niño Satisfacción
acogedor
180
Resultados
70
60 59%
50
40
30 28.2%
20 12.8%
10
0
Satisfactoria Regular Insatisfactoria
181
Resultados
Características Fr %
Modalidad acogimiento
Extensa 105 66.5
Ajena 53 33.5
Modalidad según finalidad y duración
Temporal 61 38.9
Permanente 96 61.1
Constitución del acogimiento
Iniciado de hecho 75 47.5
Constituido formalmente 83 52.5
Formación de los acogedores
Sí 105 66.5
No 53 33.5
Seguimientos 158 100
Satisfacción con seguimientos
Adecuado 134 85.3
Regular 15 9.6
Inadecuado 8 5.0
Ayuda económica o material
Sí 152 97.4
No 4 2.60
Satisfacción ayuda económica
Adecuado 61 40.9
Regular 31 20.8
Inadecuado 57 38.3
Visitas y contactos padre- hijo/a
Sí 41 25.9
No 117 74.1
Visitas y contactos madre-hijo/a
Sí 83 52.5
No 75 47.5
Como se puede ver en la tabla 25, la distribución de las familias del estudio en función de la
modalidad de acogimiento indica que las familias de acogida extensa representan el 66.5% de
las participantes, mientras que las familias acogedoras de ajena son el 33.5%.
La duración del acogimiento de los menores en las familias participantes es de 4.89 años
de media (ver tabla 26). En esta misma tabla también se presenta la duración según la modalidad
de acogimiento, siendo de 4.98 años en familia de acogida extensa y de 4.71 en familia de
acogida ajena, sin presentarse diferencias estadísticamente significativas.
182
Resultados
Duración N Media DT
Muestra total 158 4.89 3.19
Familia extensa 105 4.98 3.09
Familia ajena 53 4.71 3.41
80
69.5%
70
60 55.8%
50 44.2%
40
30 30.5% Familia extensa
20 Familia ajena
10
0
Acogimiento simple Acogimiento
permanente
183
Resultados
90 83%
80
70 62.9%
60
50
40 37.1% Familia extensa
30
20 17% Familia ajena
10
0
Acogimiento Acogimiento
hecho formal
184
Resultados
En la figura 40 se presentan los resultados que indican que tanto en familia de acogida
extensa y ajena, la formación y el apoyo económico/material fueron similares, sin que se
presentasen diferencias estadísticamente significativas en ninguno de los dos aspectos.
120
100%
100
94.3%
80 71.7%
63.8%
Familia extensa
40 36.2% Familia ajena
28.3%
20
5.7%
0
Sí No Sí No
Formación Apoyo económico
Los resultados de la tabla 25 indican que un 97.4% de las familias de acogida recibía ayuda
económica o material y que la satisfacción con esta ayuda era considerada adecuada en el 40.9%
de los casos, mientras que en un porcentaje similar (38.3%) fue considerada inadecuada y en
un 20.8% los acogedores que la evaluaron como regular. Concretamente, en la figura 41 se
puede observar que el tipo de ayuda predominante fue el económico (84.3%).
En la tabla 27 se muestran los resultados del promedio de ayuda económica que recibían
las familias de acogida del estudio, siendo de $32730 pesos chilenos (siendo equivalente
aproximadamente a 42 euros). De acuerdo con la modalidad de acogimiento (ver tabla 30) se
presentan diferencias estadísticamente significativas que indican que las familias de acogida
extensa estaban recibiendo un menor apoyo económico ($30140) en relación a la familia de
acogida ajena ($36821), siendo la U de Mann Whitney = 779.000, z = -5.806, p = .000, r=
.45, con un tamaño del efecto moderado-elevado.
185
Resultados
15.7%
Apoyo económico
Apoyo material
84.3%
186
Resultados
70
60.4%
60
53.1%
50 Familia
extensa
40
30 26% Familia ajena
18.9% 20.8% 20.8%
20
10
0
Adecuado Regular Poco adecuado
La información referente a las visitas y contactos entre las figuras parentales y sus
hijos/as en acogimiento se muestran en la tabla 25, revelando que estos contactos fueron más
frecuentes con la madre (52.5%) que con el padre (25.9%).
Los tipos de visitas y contactos más frecuentes (ver figura 43) en el caso del padre fueron
las visitas y salidas supervisadas, seguido de las salidas sin supervisión, la visita en la casa de
acogida, la convivencia en períodos, la combinación de varias opciones y, por último, el
contacto telefónico. Mientras que para la madre fueron más frecuentes las visitas en la casa de
la familia de acogida, seguido de las salidas sin supervisión, la convivencia en periodos, las
visitas o salidas supervisadas, varios tipos como las visitas/ salidas y el contacto telefónico.
187
Resultados
Figura 43. Tipo de visitas y contactos entre las figuras parentales y el niño/a acogido
17.1%
Convivencia 14.6%
Madre
15.9%
Visita/salida supervisadas 24.4% Padre
19.5%
Salidas 22%
32.9%
Visita casa de acogida 19.5%
0 10 20 30 40
Los resultados de la figura 44 permiten distinguir que las visitas y contactos entre las figuras
parentales y su hijo en acogimiento son más frecuentes en familia de acogida extensa que en
familia ajena, siendo además la madre quien mantiene con más frecuencia contactos en ambas
modalidades de acogimiento. Por lo tanto, se encontraron diferencias estadísticamente
significativas con ambas figuras parentales. Para el padre, [² (1) = 11.98, p = .001], con un
tamaño del efecto pequeño-medio (Φ =.27). Concretamente, las diferencias estadísticamente
significativas estaban entre el padre que sí mantenían visitas y contactos con sus hijos en familia
extensa (residuos corregidos de 3.5), con 36 casos (35.3%) y entre el padre de familia ajena que
no mantenía visitas y contactos (residuos corregidos de 3.5), con 48 casos (90.6%). Mientras
que para la madre las diferencias estuvieron entre aquellas madres que si mantenían visitas y
contactos con sus hijos en familia de acogida extensa,[² (1) = 9.34, p = .002], con un tamaño
del efecto pequeño-medio (Φ =.24), con (residuos corregidos de 3.1), con 63 casos (63.6%), y
entre la madre en familia de acogida ajena que no mantenía contacto con su hijo/a acogido con
(residuos corregidos de 3.1), con 33 casos (62.3%).
188
Resultados
Figura 44. Visitas y contactos figuras parentales y niño/a por modalidad de acogimiento
100 90.6%
90
80
65.8%
70 60% 62.3% Sí
50 34.3% 40% 37.7%
No
40
30
20 9.4%
10
0
Padre Madre Padre Madre
Familia extensa Familia ajena
Como se puede observar en la figura 45, la reacción del niño y niña acogido ante las visitas
y contactos con sus padres se dividió, por una parte, entre quienes mostraban una respuesta
positiva (56.4%) y, por otra parte, entre aquellos que manifestaban reacciones ambivalentes en
el 20.8% y, en menor medida, negativas y de rechazo con un 11.9% e indiferentes con un 10.9%.
Figura 45. Reacción del niño y niña acogido ante la visita con sus figuras parentales
60 56.4%
50
40
30
20.8%
20
10.9% 11.9%
10
0
Positiva Indiferente Ambivalente Negativa
En la figura 46 se muestran los resultados de la relación entre los acogedores y las figuras
parentales indicando que en el 65.8% de los casos había algún tipo de contacto.
189
Resultados
34.2%
Sí
65.8% No
El análisis según la modalidad de acogimiento mostraron que hubo más contactos entre los
acogedores y las figuras parentales en familia de acogida extensa que en familia ajena, siendo
[² (1) = 17.83, p = .000], con un bajo el tamaño del efecto (Φ =.33). Concretamente, en familia
de acogida extensa fueron más frecuentes las relaciones (residuos corregidos de 4.2), con 81
casos, que representaron el 77.1%, mientras que en familia de acogida ajena fueron menos
frecuentes (residuos corregidos de 4.2) con 30 casos, que representaron el 56.6%.
En la figura 47 se presentan los resultados respecto al grado de satisfacción ante estos
contactos encontrándose que el 52.5% de los acogedores opinó que fueron satisfactorias,
seguido por quienes las consideraron regulares y en menor medida insatisfactorias.
Figura 47. Valoración de las relaciones entre los acogedores y las figuras parentales
Satisfactorias
22.5%
52.2%
18.9% Regular
Insatisfactorias
190
Resultados
En la tabla 28 se presentan los resultados del estrés parental. Como se puede ver, la
puntuación total de estrés parental correspondió a M= 79.11, situándose ocho puntos por
encima de la media pero dentro del margen normativo de la prueba (M= 71; DT= 15.4). Las
puntuaciones de dos de las tres subescalas de la prueba también se situaron en el rango
de normalidad. Así, las subescalas de dificultad con el niño/a (M= 27.48) y de malestar
parental (M= 27.02) se situaron a solo un punto por encima de la media en la prueba (M= 26
y M=26.4, respectivamente) y dentro del margen normativo de PSI-SF. Sin embargo, la
puntuación media de la subescala de interacción disfuncional fue la más elevada con 24.62,
situándose entre el percentil 75-80, con una puntuación ligeramente por encima del rango
normativo establecido en el baremo de la prueba (M= 18.7; DT=4.8).
N=157
Dimensión Mín-Máx Media DT
Subescala malestar parental 12-53 27.02 9.43
Subescala interacción disfuncional padre-niño 12-50 24.62 6.69
Subescala dificultad con el niño/a 13-52 27.48 8.85
Puntuación total 45-146 79.11 20.95
Como puede observarse en la figura 48, según el baremo de la prueba, una amplia
proporción de acogedores estuvieron en el nivel normalizado de estrés parental. Sin embargo,
nuestros datos también indican que un tercio de las puntuaciones de las acogedoras y
acogedores del estudio se sitúan en el nivel de significación clínica de la prueba (por encima
de las puntuaciones del percentil 85) y, un menor porcentaje, en el nivel límite (entre el
percentil 81 y el 84). La distribución de estas puntuaciones en los acogedores y acogedoras
más mayores (60 o más años) indica que el porcentaje que se sitúa en el rango clínico es aún
superior (37%). En lo referente a las subescalas, en todas ellas el porcentaje de acogedores y
acogedoras que se sitúo en el rango clínico de PSI-SF fue superior a lo esperable. Así, mientras
que en las subescalas de malestar parental y dificultades con el niño el porcentaje de
acogedores de nuestro estudio que puntuó en el rango de significación clínica (igual o superior
191
Resultados
33.1%
60.5%
6.4%
192
Resultados
80 73.6%
70
60
53.8%
50
38.5% Familia extensa
40
Familia ajena
30
22.6%
20
10 7.7%
3.8%
0
Normal Límite Clínico
193
Resultados
Los resultados respecto a la media de acontecimientos vitales estresantes que vivieron las
familias acogedoras de este estudio correspondió a 3.55 (DT= 2.10). En la tabla 30 se presentan
los datos respecto al grado de afectación que tuvo la ocurrencia de estos sucesos vitales
estresantes. Concretamente, para el 50% no tuvieron grandes repercusiones, para el 40.7% fue
un suceso negativo o muy negativo y para el 9.3% fue un hecho positivo o muy positivo.
Dimensión Fr %
Negativa o muy negativo 61 40.7
No ha tenido grandes repercusiones 75 50.0
Positiva o muy positivo 14 9.3
Nuestros datos reflejan que solo el 5.1% de las familias no habían experimentado eventos
estresantes. La mayor parte de los acogedores habían experimentado entre 1-3 eventos que
representaron el 46.2% de los casos, o entre 4-6 eventos que representaron el 40.5% de las
situaciones. Un grupo reducido de familias (8.2%), experimentaron un gran número de
acontecimientos vitales estresantes (de 7 a 10 eventos).
194
Resultados
Como puede observarse en la figura 50, ambas modalidades de familias de acogida han
experimentado los mismos tipos de acontecimientos vitales estresantes. No obstante, en
familia de acogida extensa se puede observar un mayor cúmulo de dificultades. Entre los tipos
de dificultades más prevalentes en familia extensa estuvieron aquellos de carácter económico
(p.e. disminución de ingresos y deuda económica), seguido por haber experimentado un
accidente o problema médico, también el ingreso a un nuevo colegio y por haber tenido
problemas con los profesores. Mientras que en familia ajena destacaron en primer lugar los
accidentes o problemas médicos, seguido por el ingreso a un nuevo colegio, la disminución de
ingresos, una deuda económica muy importante y finalmente por los problemas con los
profesores.
A su vez, se presentaron diferencias estadísticamente significativas en algunos de los tipos
de sucesos más prevalentes, a excepción del ingreso en un nuevo colegio y los problemas con
los profesores. Así, el problema médico prolongado fue más usual en familia extensa que en
ajena, siendo, [² (1) = 12.69, p = .000], con un pequeño-moderado tamaño del efecto (Φ =.28).
Concretamente, como se ha señalado las diferencias estadísticamente significativas se
encontraban entre los acogedores de familia extensa que sí tuvieron un problema médico
prolongado o crónico (residuos corregidos de 3.6), con 29 casos (27.6%), y entre los acogedores
de familia ajena que no tuvieron problemas de salud (residuos corregidos de 3.6), con 51 casos
(96.2%).
También se encontraron diferencias estadísticamente significativas que revelaron que en
familia de acogida extensa hubo una mayor disminución sustancial de ingresos respecto a la
familia de acogida ajena, siendo [² (1) = 17.20, p = .000], con un moderado tamaño del efecto
(Φ =-33.). Así, las diferencias estadísticamente significativas se encontraban entre los
acogedores de familia extensa que sí tuvieron una disminución sustancial de ingresos (residuos
corregidos de 4.1), con 56 casos (53.3%), y entre los acogedores de familia ajena que no
tuvieron una disminución sustancial de ingresos (residuos corregidos de 4.1), con 43 casos
(81.1%).
195
Resultados
60
53.3%
50
45.7%
39%
40
34%
28.6%
30 26.4%
Familia extensa
18.9% 18.9% 18.1%
20
15.1% Familia ajena
10
0
Accidente o Dismin. Deuda Ingreso Probl.
Probl. Ingresos colegio Profesores
médico
196
Resultados
N=158
Dimensión Mín-Máx Media DT
Subescala afecto/calidez 20-39 23.39 3.69
Subescala hostilidad/agresión 16-48 25.48 6.12
Subescala indiferencia/negligencia 18-37 23.05 3.85
Subescala rechazo indiferenciado 10-31 14.96 4.19
Puntuación total 67-143 86.87 14.22
197
Resultados
198
Resultados
N= 157
Dimensión Mín-Máx Media DT
Estilo democrático
Subescala calidez y apoyo 2-5 4.55 0.60
Subescala razonamiento e inducción 2-5 4.45 0.74
Subescala participación democrática 1-5 3.92 0.92
Puntuación total 2-5 4.34 0.58
Estilo permisivo
Puntuación total 1-5 2.42 0.73
Estilo autoritario
Subescala coerción física 1-4 1.41 0.53
Subescala hostilidad verbal 1-5 1.92 0.88
Subescala no razonamiento/punición 1-5 1.81 0.77
Puntuación total 1-4 1.71 0.58
199
Resultados
N=158
Dimensión Mín-Máx Media DT
Cohesión 26-80 67.55 10.50
Adaptabilidad 26-66 56.74 7.61
Los resultados de la escala de bienestar infantil (ver tabla 37) muestran que la puntuación
total fue de M= 97.03. Concerniente a la información de las subescalas, se puede indicar que la
que obtuvo la mayor puntuación fue trato del niño (M= 98.52), seguida de cuidado parental
(M= 98.07) y finalmente de la subescala de disposición parental (M= 96.15). Se presentaron
diferencias estadísticamente significativas en el total (96.5 y 97.6; p=.005) y en disposición
parental (95.3 y 97; p= .037) en función del género de los menores, obteniendo en ambos
casos una ligera mejor puntuación las niñas que los niños.
200
Resultados
En la tabla 39 se muestran los resultados del apoyo social que reciben las familias
acogedoras de nuestro estudio. Los datos indican que la media de personas que conformaban la
red de apoyo de los acogedores fue de 3.70, y que dentro de este grupo se destacaron los
familiares como la principal fuente de apoyo (M=2.40).
201
Resultados
Concerniente al tipo de necesidad más importante evaluada por los acogedores (ver tabla 39)
se encontró que prevaleció la necesidad de apoyo psicológico (M= 4.79), junto con la necesidad
de apoyo en el acogimiento (M= 4.60). Referente a la información sobre la satisfacción de los
acogedores con el apoyo recibido se encontró que fue más frecuente la satisfacción con el apoyo
psicológico recibido (M= 5.63), junto con la satisfacción con el apoyo en el acogimiento (M=
4.89). Finalmente, los datos dan cuenta de que la red conflictiva fue pequeña (M= .25).
202
Resultados
Junto con lo anterior, los acogedores de familia extensa tuvieron significativamente más
necesidad de ayuda material que los acogedores de ajena, siendo la U de Mann Whitney =
1905.00, z = -3.58, p=.000, r= .28, con un tamaño del efecto cercano a medio, siendo más
elevada la puntuación en familia de acogida extensa (M= 4.28), en relación a la menor
puntuación de familia de acogida ajena (M= 2.15). Los datos también indicaron que los
acogedores de extensa tenían un nivel significativamente mayor de satisfacción con la ayuda
material que los acogedores de ajena, siendo la U de Mann Whitney = 1904.00, z = -3.63, p
=.000, r= .29, con un tamaño del efecto pequeño-medio, con una puntuación más elevada en
familia de acogida extensa (M= 4.57), en relación a la menor puntuación de familia de acogida
ajena (M= 2.12).
Finalmente, los datos reflejaron que los acogedores de extensa tuvieron significativamente
una mayor red conflictiva en relación a ajena, siendo la U de Mann Whitney = 2190.50, z = -
2.80, p = .005, r = .22, con un tamaño del efecto pequeño, siendo más elevada la puntuación en
familia de acogida extensa (M= 0.33), en relación a la menor puntuación en familia de acogida
ajena (M= 0.11).
203
Resultados
Figura 51. Persona que habló con el niño y niña acogido sobre su historia previa
80
70.8%
70
60
50
40
30
20 17.5%
10 5.8% 3.6%
2.2%
0
Acogedores Padres Niño/a Acogedores Otros
acogido y padres
En la figura 52 se muestra que para la mayor parte de los acogedores fue positivo que los
niños y niñas acogidos conocieran algún aspecto de su historia previa y de las circunstancias de
su acogimiento (74.1%), aunque para una cuarta parte de los acogedores esta comunicación es
valorada como algo negativo o que no tiene importancia.
204
Resultados
80
74.1%
70
60
50
40
30
20
13.3% 12.7%
10
0
Negativo Indiferente Positivo
Respecto a la frecuencia de las conversaciones (ver figura 53), los datos indican que la mayor
parte de los acogedores (61.1%) había hablado en algunas ocasiones del tema, seguido por el
24.1% de los que habían hablado del tema una sola vez y, en menor medida, por los que
abordaban el tema con bastante frecuencia y periodicidad.
70
61.1%
60
50
40
30
24.1%
20
13.9%
10
0.9%
0
Una vez Alguna vez Cada varios meses Bastante
Los resultados respecto a la actitud del niño y niña acogido ante su situación de acogimiento
y su historia previa se muestran en la figura 54, indicando que predominaron los casos en que
el niño/a no quería hablar del tema (48.4%), seguido por los niños y niñas que abordaban la
temática con naturalidad (31.8%) y, en menor medida, por los niños y niñas que expresaban su
rechazo y curiosidad ante la temática.
205
Resultados
Figura 54. Actitud del niño y niña acogido ante la comunicación y su historia previa
60
48.4%
50
40
31.8%
30
20
10.8%
8.9%
10
0
No habla Rechazo Curiosidad Naturalidad
Como puede observarse en la figura 55, el principal motivo del acogedor para no abordar la
historia previa y los aspectos relativos a su acogimiento fue el considerar que hacerlo podría
tener un efecto negativo para el niño y niña acogido (48.1%), seguido por los acogedores que
consideraban que el niño y niña acogido era aún muy pequeño (28.8%) y, en menor medida,
por quienes opinaban que no era necesario o por otras circunstancias.
Figura 55. Motivo del acogedor principal para no comunicar sobre el acogimiento
60
50 48.1%
40
28.8%
30
20 15.4%
10 7.7%
0
Muy pequeño No es necesario Negativo Otras
206
Resultados
En la tabla 41 se muestran los resultados del ajuste psicológico y conductual del niño y
niña acogido. Así, la puntuación total de dificultades correspondió a M=13.75. No se
observaron diferencias estadísticamente significativas ni en el total de dificultades ni en
ninguna de las subescalas en función del sexo de los menores acogidos. Al respecto, tanto la
puntuación total como las subescalas de problemas de conducta (M= 2.74), de problemas
con los compañeros (M=2.16), hiperactividad (M=5.34) y de síntomas emocionales (M=
3.15) estuvieron en el rango de normalidad pero muy cerca del nivel límite. Por su parte, la
puntuación de conducta prosocial se situó absolutamente dentro del rango de normalidad
(M= 8.42). Por otro lado, la edad de inicio del acogimiento no correlacionó con el total de
dificultades de los menores acogidos de nuestro estudio.
N= 158
Dimensión Mín-Máx Media DT
Subescala síntomas emocionales 0-10 3.15 2.27
Subescala problemas de conducta 0-8 2.74 1.93
Subescala hiperactividad 0-10 5.34 2.41
Subescala problemas con compañeros 0-9 2.53 2.16
Subescala conducta prosocial 0-10 8.42 1.81
Puntuación total de dificultades 0-30 13.75 6.33
En la figura 56 se puede ver que en ambas modalidades de acogimiento algo más de la mitad
de los niños y niñas acogidos presentaban un ajuste psicológico y conductual normalizado. Sin
embargo, un tercio de ellos mostraron un nivel de ajuste que se sitúa en el nivel clínico y,
finalmente, un 15% que está en el nivel límite, sin que se presentasen diferencias
estadísticamente significativas.
207
Resultados
Figura 56. Porcentaje de menores cuyas puntuaciones del total de dificultades se sitúan en los
distintos márgenes del baremo de SDQ
60 56.6%
49.5%
50
40 Familia extensa
36.2%
32.1%
30
Familia ajena
20
14.3%
11.3%
10
0
Normal Límite Clínico
208
Resultados
En la tabla 43 se muestran los resultados del desarrollo cognitivo de los niños y niñas
acogidos. Al respecto, la puntuación total de CI Compuesto fue de M= 89.36, mientras que en
Vocabulario fue de M = 86.95 y en Matrices de M= 98.68. No se observaron diferencias
estadísticamente significativas en el CI ni en ninguno de los dos subtest en función del sexo
de los menores.
N= 157
Dimensión Mín-Máx Media DT
Subtest Vocabulario 40-127 86.95 15.06
Subtest Matrices 40-160 98.68 19.58
Puntuación total CI compuesto 40-141 89.36 17.13
Los datos de la figura 57 muestran que el 40.5% de los niños y niñas participantes obtuvo
una puntuación inferior a 85, nivel límite por debajo del cual se considera que los menores
podrían estar presentando algún retraso. Junto con lo anterior, se encontró que el 46.9% de los
niños y niñas que tenían una puntuación menor a 85 no estaban recibiendo apoyo escolar.
70
58.86%
60
50
40 40.5%
30
20
10
0
Punt. menor igual 85 Punt. mayor igual 86
209
Resultados
En la tabla 46 se muestran los resultados del autoconcepto de los niños y niñas acogidos
que tenían entre 8 y los 12 años, encontrándose que puntuación total fue de M= 2.84. No se
observaron diferencias estadísticamente significativas en las puntuaciones de autoconcepto en
función del sexo de los menores. Por su parte, los datos de las subescalas indican que la
puntuación total más elevada correspondió a competencia atlética (M=2.93), seguido de
apariencia física (M= 2.87), aceptación social y autocontrol (M=2.84), competencia escolar
(M=2.82) y comportamental (M= 2.73), sin que se presentasen diferencias significativas en
función de la modalidad de acogimiento o del género.
210
Resultados
N=94
Dimensión Mín-Máx Media DT
Subescala competencia escolar 1-4 2.82 0.70
Subescala aceptación social 1-4 2.84 0.65
Subescala competencia atlética 1-4 2.93 0.59
Subescala apariencia física 1-4 2.87 0.67
Subescala comportamental 1-4 2.73 0.73
Subescala autocontrol 1-4 2.84 0.64
Puntuación total 2-4 2.84 0.42
Uno de los objetivos del presente estudio fue identificar perfiles familiares sobre la base del
funcionamiento familiar en el acogimiento y que estén en relación con el ajuste del niño y niña
acogido. Para ello, se seleccionó en primer lugar la técnica de análisis de conglomerados que
permitió identificar en un primer momento grupos a partir de las variables del funcionamiento
familiar en el acogimiento que tuviesen relación con el ajuste del niño o niña acogido. Y en un
segundo momento a través del análisis de conglomerados se identificaron grupos de familias
acogedoras según las variables del funcionamiento familiar seleccionadas. En segundo lugar,
se seleccionó la técnica multivariante de análisis discriminante que permitió identificar las
variables que más y mejor discriminaban y clasificaban a los conglomerados de familias de
acogida.
211
Resultados
Tabla 47. Resultados correlación de Pearson sobre el ajuste conductual del niño acogido y variables del funcionamiento familiar del
acogimiento
Dimensión 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
1. P. Total Dificultades 1
2.Bienestar Infantil -.42** 1
3.Cohesión -.30** .48** 1
4.Adaptabilidad -.29** .41** .79** 1
5.Democrático -.13 .23** .26** .29** 1
6.Permisivo .22** -.17 -.16* -.05 -.00 1
7.Autoritario .34** -.28** -.22** -.23** -.14 .44* * 1
8.Estrés parental .57** -.53** -.38** -.29** -.22** .39** .47** 1
9.Aceptac/rechazo parental .49** -.45** -.34** -.31** -.38** .09 .49** .57** 1
10. Red conflictiva .32** -.24** -.17* -.15* .05 -.00 .12 .29** .27** 1
*p<.05; **<.01
212
Resultados
Figura 58. Dendrograma del análisis de conglomerados jerárquico de las variables del
funcionamiento familiar
Conglomerado 1 Conglomerado 2
Cohesión familiar Estrés parental
Adaptabilidad familiar Aceptación/rechazo parental
Bienestar infantil Estilo educativo autoritario
Como resultado del análisis jerárquico se obtuvieron dos conglomerados (ver figura 58 y
tabla 48). De los cuales se ha seleccionado el conglomerado número 2, compuesto por las
213
Resultados
214
Resultados
215
Resultados
216
Resultados
217
Resultados
2,5
2
Puntuaciones estandarizadas
1,5
Familia de acogida de
1 problemática alta
Familia de acogida de
0,5 problemática media
Familia de acogida de
0 problemática baja
-0,5
-1
Autoritario Estrés parental Aceptación/rechazo
parental
219
Resultados
Tabla 51. Media, desviación típica, mínimo-máximo según conglomerados de pertenencia
Conglomerado 1 Conglomerado 2 Conglomerado 3 Estadístico
n=14 n= 44 n= 98
Variables Media DT Mín-Máx Media DT Mín-Máx Media DT Mín-Máx F
Estrés parental 103.57 17.52 76-136 98.41 16.96 72-146 67.07 11.58 45-96 101.44***
Aceptación/rechazo parental 106.86 19.19 77-143 97.75 12.20 76-126 79.41 6.38 67-98 82.03***
Estilo Autoritario 2.98 0.44 2.42-3.92 1.82 0.39 1.00-2.50 1.47 0.40 1.00-2.58 87.64***
*** p <. 001
220
Resultados
Mediante la inclusión de las variables independientes con el método paso a paso se pueden
ver las variables incluidas/excluidas en el análisis (ver tabla 53). Al respecto, los resultados
muestran que todos los pasos han sido de incorporación de variables. Así, en el primer paso se
221
Resultados
Lambda de Wilks
Paso Introducidas Estadístico gl1 gl2 gl3 F exacta
Estadístico gl1 gl2 Sig.
1 Estrés parental .43 1 2 153.00 101.44 2 153.00 .000
2 Autoritario .25 2 2 153.00 74.41 4 304.00 .000
3 Aceptación/rechazo .19 3 2 153.00 62.44 6 302.00 .000
parental
En cada paso se introduce la variable que minimiza la lambda de Wilks global.
a. El número máximo de pasos es 6.
b. La F parcial mínima para entrar es 3.84.
c. La F parcial máxima para salir es 2.71.
d. El nivel de F, la tolerancia o el VIN son insuficientes para continuar los cálculos.
Tabla 54.Autovalores
En la tabla 55 se presentan los resultados del estadístico de lambda de Wilks para el modelo
final y su significación se evalúa mediante una transformación Chi- cuadrado. El valor de
lambda de Wilks en el contraste de las funciones 1 a 2, es moderadamente bajo, lo que indica
222
Resultados
que no existe mucho solapamiento entre los grupos y que las variables son discriminantes. El
valor transformado de lambda (Chi- cuadrado= 245.24) tiene asociado, con 6 grados de libertad,
un nivel crítico menor de .001, por lo que se rechaza la hipótesis nula de que los grupos
comparados tiene promedios iguales en las tres variables discriminantes. En la función 2 el
valor de lambda de Wilks es moderadamente alto, lo cual significa que existe más solapamiento
entre los grupos. No obstante, el valor transformado de lambda (Chi- cuadrado= 45.40) tiene
asociado, con 2 grados de libertad, un nivel crítico menor de .001, por lo que se rechaza la
hipótesis nula de que los grupos comparados tienen promedios iguales en las tres variables
discriminantes.
Variables Función
1 2
Estrés parental .57 -.56
Aceptación/rechazo parental .53 - .20
Autoritario .46 .87
Para interpretar los signos de las ponderaciones se inspeccionará primero la ubicación de los
centroides de cada grupo (ver figura 62). En la tabla 57 se observa que en la función
discriminante 1 el grupo de problemática alta y media tienen puntuaciones positivas, mientras
que el grupo de problemática baja tiene una puntuación negativa. Conocido esto, la función
discriminante indica que un incremento (por encima de la media) del estrés parental,
aceptación/rechazo parental y el estilo educativo autoritario hará más probable que la familia
223
Resultados
de acogida obtenga una puntuación positiva, y con ello que se ajuste al patrón del grupo de
familias de acogida de problemática alta y media. Por el contrario, cuando el estrés parental, la
aceptación/rechazo parental y el estilo autoritario se encuentran por debajo de la media será
más característico del grupo de problemática baja. Basándonos en estos resultados, se puede
afirmar que el grupo de familia de acogida con problemática alta y media tiene mayor estrés en
su rol en la paternidad, rechazo parental y uso del estilo educativo autoritario que el grupo de
familias con problemática baja.
En la función discriminante 2 se indica que cuando la variable estrés parental y
aceptación/rechazo parental tienen valores por encima de la media harán disminuir la
puntuación discriminante (dado que el signo es negativo) y será más característico del grupo de
familias de acogida con problemática media, y viceversa, una puntuación en estrés parental y
aceptación/rechazo parental por debajo de la media aumenta las posibilidades de que los casos
sean clasificados como grupo de problemática alta y baja. Respecto al estilo educativo
autoritario una puntuación por encima de la media (más autoritarismo) hará más probable que
la familia de acogida obtenga una puntuación positiva, y con ello que se ajuste al patrón del
grupo de familias de acogida de problemática alta y baja. Por el contrario, cuando el estilo
educativo autoritario se encuentra por debajo de la media será más característico del grupo de
problemática media.
Función
Grupos 1 2
Problemática alta 3.56 1.35
Problemática media 1.51 -.75
Problemática baja -1.18 1.14
224
Resultados
Figura 62. Diagrama de dispersión de todos los casos sobre el plano definido por las dos
funciones discriminantes
En la tabla 58 se presenta la matriz de estructura que contiene las correlaciones que hay entre
las variables discriminantes y la función discriminante estandarizada. Los resultados indican
que la variable estrés parental es la que tiene mayor correlación con la función discriminante 1,
seguida por la variable aceptación/rechazo parental. En la función 2, la variable estilo educativo
autoritario tiene una correlación más alta con la función discriminante.
Variables Función
1 2
Estrés parental .67* -.48
Aceptación/rechazo parental .62* -.17
Autoritario -.58 .79*
* Mayor correlación absoluta entre cada variable y cualquier
función discriminante.
225
Resultados
De acuerdo a los resultados expuestos se puede afirmar que las funciones discriminantes
canónicas poseen un alto poder discriminante y pueden ser utilizadas para futuras pruebas de
clasificación de nuevos casos. Además, los resultados han puesto de manifiesto que las familias
acogedoras con mayor estrés parental, rechazo parental y uso del estilo educativo autoritario
con el niño o niña acogido, tenían una mayor probabilidad de pertenecer al grupo de familias
de acogida con problemática alta o media. En contraparte, las familias acogedoras que
presentaron un menor estrés parental, más aceptación parental y el uso de un estilo educativo
menos autoritario tenían mayor probabilidad de pertenecer al grupo de familias acogedoras con
problemática baja.
A continuación en la tabla 60 se presenta un análisis de varianza (ANOVA) entre los tres
grupos de familias acogedoras encontradas y diversas variables del estudio que resultaron
significativas que permitan profundizar más en el perfil de estas familias y los factores
implicados en su mayor o menor problemática.
226
Resultados
Los datos muestran que, en general, el grupo de problemática alta y media presentó un perfil
de mayores dificultades. Al respecto, se encontró que la relación del niño con otros miembros
de la familia, con el acogedor principal y otros niños fue más compleja. En relación con el
funcionamiento familiar en estas familias hubo una menor puntuación en bienestar infantil, y
en la cohesión y la adaptabilidad familiar. Concerniente al ajuste del niño, se encontró que
tuvieron un peor ajuste conductual, un menor autoconcepto total y un menor nivel de autoestima
en la dimensión de aceptación a iguales.
227
Resultados
Tabla 60.Contraste de medias entre los tres grupos de familias de acogida identificadas y diversas
variables del funcionamiento familiar
228
Resultados
También se exploró respecto a otras características presentes en estos grupos de familias
acogedoras en función de la modalidad de acogimiento de extensa y ajena. Al respecto, en la
figura 63 se muestra que el grupo de problemática baja fue mayoría (77.3%) en familia de
acogida ajena respecto a familia extensa (55.3%). Luego en el grupo de problemática media
prevaleció la modalidad de acogimiento en familia extensa (33%) y familia ajena
(18.9%). Por su parte en el grupo de problemática baja predominó la modalidad de acogimiento
de extensa (11.7%) en relación al 3.8% de familia ajena.
90
80 77.3%
70
60 55.3%
50
40 Familia extensa
33%
30 Familia ajena
18.9%
20 11.7%
10 3.8%
0
Problemática alta Problemática Problemática baja
media
Finalmente, también se exploraron otras variables en función de los tres grupos de familias
acogedoras. En primer lugar con las características sociodemográficas del acogedor y del
acogimiento (p.e. nivel educativo, salud, edad, nº de niños/as acogidos, nº de personas en el
hogar). También se evaluaron las características de los niños y niñas (p.e. género, edad al
inicio de la medida, nº de acogimientos previos), sin que se presentasen diferencias
estadísticamente significativas.
229
Resultados
En este apartado y con el objetivo de explorar con fines predictivos las relaciones entre las
variables más relevantes del estudio con el ajuste psicológico y conductual de los niños se han
utilizado dos técnicas estadísticas: el análisis de regresión múltiple y un modelo de ecuaciones
estructurales.
Como primer paso, se desarrolló el análisis de regresión lineal múltiple sobre el ajuste
infantil. Concretamente, el desarrollo de este tipo de análisis permitió conocer qué porcentaje
de la varianza del ajuste conductual de los niños y niñas acogidos es explicado por las variables
del funcionamiento familiar en el acogimiento y por la adversidad inicial experimentada por
los niños y niñas acogidos.
Se llevó a cabo un análisis de correlación de Pearson con las variables del funcionamiento
familiar y el índice de adversidad inicial del niño y niña acogido, seleccionándose para el
análisis posterior aquellas que presentaron una asociación significativa con el ajuste conductual
del niño y niña acogido (ver tabla 61).
230
Resultados
Tabla 61. Correlación de Pearson entre la variable presencia de problemas de conducta de los niños acogidos y variables del funcionamiento
familiar y el índice de adversidad inicial.
Dimensión 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13
1. P. total dificultades 1
2. Democrático -.13 1
3. Permisivo .22** -.00 1
4. Autoritario .34** -.14 .44** 1
5. Estrés parental .57** -.22** .39** .47** 1
6. Acont.estresantes .24** .03 .04 .21** .22** 1
7. Aceptación/rechazo P. .49** -.38** .09 .49** .57** .19* 1
8. Bienestar infantil -.42** .23** -.17* -.28** -.53** -.35** -.45** 1
9. Adaptabilidad familiar -.29** .29** -.05 -.23** -.29** -.26** -.31** .41** 1
10. Cohesión familiar -.30** .26** -.16* -.22** -.38** -.20** -.34** .48** .79** 1
11.Nº personas red -.10 .05 -.01 .10 .05 .03 .00 .04 .15 .18* 1
12. Nec. ayuda material .23** -.00 .12 .17* .21** .23** .18* -.12 .13 .05 .07 1
13. Índice adversidad .43** .54 .01 .05 .23** .18* .17* -.17* -.08 .03 -.01 .14 1
*p<.05;**p<.01
231
Resultados
De los resultados de la tabla 63 se puede señalar que al aumentar un punto la variable estrés
parental y la aceptación/rechazo parental, aumentaría .109 el ajuste conductual del niño y niña
acogido. Por su parte, cuando hay presencia de adversidad inicial en el niño o niña acogido,
entonces el ajuste conductual del niño y niña acogido aumenta cerca de un punto (.95).
232
Resultados
Tabla 63. Coeficientes de la ecuación de regresión para explicar problemas de los niños/as
Como requisito previo se han comprobado los supuestos básicos de este tipo de análisis,
siendo un primer aspecto a considerar el análisis de la normalidad univariante y multivariante.
Como primer método de análisis de la normalidad univariante se utilizó la prueba de Contraste
de Kolmogorov y Smirnov- Lilliefors. Los resultados de la tabla 64 evidencian que las
variables introducidas en el modelo no son consideradas normales.
233
Resultados
El paso siguiente fue utilizar el Programa LISREL a través de su modelo PRELIS que calcula
una serie de estadísticos para contrastar la normalidad univariante que proporciona el contraste
z(G1) para el sesgo y z(G2) para la curtosis, que presentan una distribución aproximada a la
normal. Los resultados de la tabla 65 indican que para un nivel de significación del 5%, la
hipótesis nula de simetría se rechaza para todas las variables, salvo para la variable problemas
de conducta, ya que para el nivel de significación expuesto y un valor experimental de z(g1)
menor en valor absoluto a 1´96 permite aceptar la hipótesis nula (la distribución es simétrica).
De forma análoga, la hipótesis de mesocurtosis se rechaza para la mayoría de las variables,
excepto para estrés parental, índice de adversidad inicial de los niños acogidos y los problemas
de conducta, debido a que z(g2) es menor en valor absoluto a 1´96 por lo tanto se acepta que la
distribución es mesocúrtica. Por último, para el contraste conjunto de asimetría y curtosis se
rechaza la normalidad de todas las variables, excepto para la variable de problemas de conducta,
debido a que el valor de Chi- cuadrado es menor que 5´99 lo que permite aseverar que simetría
y curtosis son normales.
234
Resultados
En la tabla 66, se puede observar que los resultados de los contrastes de asimetría y curtosis
multivariantes considerados de forma separada, como también de forma conjunta, permiten
rechazar la hipótesis nula de distribución normal multivariante para cualquier nivel de
significación puesto que todos los p- valores asociados a los estadísticos son nulos.
235
Resultados
Por lo tanto, considerando que las variables presentan una distribución próxima a la normal
se ha seleccionado la técnica Método de Máxima Verosimilitud Robusta (RML), debido a que
a través de este tipo de análisis se pueden obtener buenos resultados en condiciones que no se
ajustan estrictamente a los supuestos de normalidad multivariante para conjuntos de tamaño
moderado que no permiten el uso de los métodos de Distribución Libre Asintótica (Boomsma
y Hoogland, 2001).
El siguiente supuesto a comprobar fue la presencia de valores atípicos, utilizando para ello
la distancia de Mahalanobis. Los resultados indicaron que no se presentaron casos con valores
de p menores de .001 que debiera ser eliminado. Concerniente, al supuesto de linealidad se
corroboró mediante los gráficos de dispersión y reveló la presencia de relaciones lineales entre
las variables seleccionadas en el presente estudio. Por su parte, el tamaño muestral correspondió
a 156 casos lo que se considera apropiado para este tipo de análisis. Finalmente, respecto a la
métrica de las variables se puede señalar que son cuantitativas, cumpliéndose por tanto el
supuesto.
Como primer paso para el diseño del modelo teórico, se han considerado las investigaciones
previas respecto al fenómeno estudiado en el apartado de revisión bibliográfica en el
acogimiento (Amorós y Palacios, 2004; Del Valle et al., 2008; Farmer y Moyers, 2008;Jiménez-
Morago et al., 2015; Jiménez et al., 2013b; Jiménez y Palacios, 2008a; Salas, 2011;
Rohner,1986; Schofield et al., 2000; Selwyn et al., 2014; Selwyn et al.,2013;Vanderfaeillie et
al., 2012;Vanderfaeillie et al., 2013) y, en el ámbito de la adopción, las aportaciones de
Berástegui (2005) y León (2011). Por su parte, el diseño y las propuestas estadísticas están
basadas en los análisis realizados y expuestos en los apartados anteriores de este capítulo de
resultados. A continuación, se exponen, de forma concreta y pormenorizada, las hipótesis que
sustentan al modelo teórico propuesto.
H1.- La acumulación de experiencias de adversidad vividas por los niños y niñas de manera
previa al acogimiento influye de manera directa (+) aumentando la presencia en los problemas
en el ajuste psicológico y conductual del niño y niña acogido. De manera que se plantea que a
236
Resultados
237
Resultados
H9- El estrés parental tiene una influencia directa (+) aumentando en el uso de estrategias
de socialización autoritarias. De manera que un mayor nivel de estrés parental influirá en un
mayor uso de pautas educativas autoritarias con el niño y niña acogido por parte de los
acogedores.
H10.- La aceptación/rechazo parental tiene una influencia directa (+) aumentando la
presencia de problemas en el ajuste del niño y niña acogido. De manera que un mayor nivel de
rechazo parental influirá en la presencia de más problemas emocionales y de conducta en el
niño y niña acogido.
Una vez establecida la teoría relevante y las hipótesis que guiarán el desarrollo del modelo
se ha procedido a la elaboración del mismo. El diseño del modelo parte del supuesto de que el
ajuste conductual del niño y niña acogido estará influenciado por diversas variables del
funcionamiento familiar en el acogimiento y también por el cúmulo de experiencias de
adversidad inicial vivida por el niño y niña acogido (ver figura 64).
Es importante considerar que el planteamiento expuesto no excluye la posibilidad de otras
vías explicativas. Como señaló, León (2011) aunque uno de los requerimientos del modelo
estructural es el establecimiento de una dirección causal en las hipótesis de partida, se entiende
que dada la complejidad de las dinámicas familiares, la mayor parte de las veces se tendría que
hablar de interinfluencias bidireccionales y multidireccionales.
(+)
Índice Ajuste
adver.inicial (+) (+)
conductual
(-) Estrés (+)
Bienestar (+)
infantil parental (+)
(+) Acept/rechazo
parental
Acont. (+)
(+)
estresantes
(-) (-) (+)
238
Resultados
Finalmente, el resultado del índice crítico (CN) fue de 1431.75 considerado como un valor
muy satisfactorio e indicador de un tamaño muestral suficiente. En general este resultado da
cuenta de que la estimación del resto de índices y parámetros de modelo no se encontrarían
influenciadas por el tamaño muestral.
En suma, se puede señalar que los datos expuestos confirman estadísticamente el modelo
hipotético desarrollado inicialmente y que ha dado lugar al modelo ajustado de la figura 65.
Aceptación/
Estrés .44
rechazo
parental parental
.48 .28
-.41 -.19
Estilo
autoritario
Bienestar Cohesión
infantil familiar
Se puede afirmar que el modelo estimado resulta bastante explicativo respecto de las
variables utilizadas (ver tabla 68), ya que la proporción de varianza explicada en relación al
ajuste conductual del niño o niña acogido es de 46% (R2 = .46), con un tamaño del efecto
elevado (f2 = .85).Los mayores predictores de las dificultades en el ajuste conductual de los
niños (γ=.32, p<.001). Consiguientemente, la variable de aceptación/rechazo parental también
ejerce un efecto directo importante en el ajuste de los niños acogidos (γ =.24, p<.001), que a su
vez se encuentra influenciada por el estilo educativo autoritario (γ =.28, p<.001). La
interpretación de estos datos ponen de manifiesto que un mayor nivel de estrés parental de los
acogedores, de adversidad inicial en los niños y niñas acogidos y de rechazo parental de los
acogedores influirán que los niños y niñas presenten más dificultades en su ajuste conductual.
240
Resultados
3.4.4.4. Contraste de las hipótesis propuestas con los resultados del modelo
ajustado
Finalmente, se contrastan las hipótesis planteadas para el desarrollo del modelo teórico con
los resultados finales obtenidos en el modelo ajustado propuesto.
241
Resultados
influyan de manera directa aumentando el nivel de estrés parental de los acogedores, razón por
la que también fueron suprimidas del modelo final propuesto.
H5.- Sin embargo, sí se confirmó, tal y como se había hipotetizado, que el estrés parental
influye aumentando la presencia problemas en ajuste psicológico y conductual de los niños y
niñas acogidos. De este modo, podemos afirmar que nuestros datos muestran que un mayor
nivel de estrés parental influye en un mayor nivel de dificultades en el ajuste conductual del
niño o niña acogido.
H6.-Tampoco está hipótesis se pudo confirmar en el desarrollo del modelo empírico. Así,
nuestros datos no permiten afirmar que el estilo educativo autoritario tenga una influencia
directa sobre la presencia de problemas en el ajuste problemas de los niños y niñas acogidos,
razón por lo que este efecto directo de esta variable fue suprimido del modelo final propuesto.
H7.- Tal y como se hipotetizó, el estilo educativo autoritario es una variable mediadora entre
el estrés parental y el nivel de aceptación/rechazo parental. De manera que nuestros datos
permiten confirmar que un mayor nivel de estrés parental influye en un mayor nivel de rechazo
parental de los acogedores cuanto mayor sea el uso de pautas educativas autoritarias por su
parte.
H8.- Nuestros datos permiten confirmar esta hipótesis. Así, tal y como se propuso en el
modelo teórico, la presencia de estrés parental influye en el uso del estilo educativo autoritario.
De manera que un mayor nivel de estrés parental influye en un mayor uso de estrategias
educativas autoritarias por parte de los acogedores.
H9.- A través de nuestros datos se confirmó la hipótesis de que el estrés parental en los
acogedores también presenta una relación directa con el nivel de aceptación o rechazo parental
de los acogedores. De tal manera que una mayor presencia de estrés parental en los acogedores
influye en una mayor expresión de rechazo parental de los acogedores hacia los niños y niñas
acogidos.
H10.- Finalmente, y como se hipotetizó, nivel de aceptación/rechazo parental por parte de
los acogedores presenta una relación directa con el ajuste conductual de los niños y niñas
acogidos. Así, nuestros datos confirman que a mayor nivel de rechazo parental mayor presencia
de problemas psicológicos y conductuales en el ajuste de los niños y niñas acogidos.
En resumen, el modelo obtenido ofrece una visión global y de conjunto clara de las
interrelaciones e influencias de las variables del funcionamiento familiar que se muestran más
explicativas del ajuste psicológico y conductual de los niños y niñas en acogimiento. Al
242
Resultados
respecto, un primer elemento a considerar es el nivel de adversidad padecida por el niño o niña
acogido con anterioridad a su acogimiento y, que a pesar del tiempo trascurrido desde el inicio
de la medida, aún tiene influencia directa sobre el ajuste de menor. En segundo lugar está el
estrés parental y su relevancia en el ajuste conductual del niño o niña acogido. En términos
generales el modelo subraya la importancia del funcionamiento familiar en el ajuste de los niños
y niñas acogidos y pone el acento en la influencia de algunas variables en concreto. Este es el
caso de la presencia de pautas educativas de corte más autoritario y la existencia de un mayor
nivel de rechazo parental que se ven influidas por el nivel de estrés y que a su vez influyen de
forma negativa en el niño y niña acogido, lo que se verá reflejado en su menor nivel de ajuste
conductual.
243
Discusión
CAPITULO 4
Discusión
245
Discusión
A continuación se discuten las temáticas que dan respuesta al primer objetivo propuesto en
la presente tesis doctoral: Describir y comparar las principales características de los niños y
niñas acogidos, la familia acogedora, la familia de origen, y analizar las situaciones familiares
que dieron origen al acogimiento, a su evolución posterior y su situación actual, así como las
dificultades a las que deben enfrentarse y los apoyos con los que cuentan en las dos
modalidades principales de acogimiento.
acogimiento que se situó en torno a los 3 años y medio. Al comparar este último resultado con
la literatura sobre acogimiento se encuentran algunas diferencias. Al respecto, en el estudio de
Jiménez y Palacios (2008b) la edad promedio del niño y niña al inicio del acogimiento fue de
2.4 años, considerando el rango etáreo de los 0 a 12 años, siendo aún menor a lo reportado en
este estudio. Sin embargo, en algunas investigaciones británicas, se ha encontrado que el
promedio de edad del niño y niña al inicio del acogimiento fue de 4 años (Berridge, 1987;
Triseliotis et al., 2000), siendo algo superior a lo encontrado en el presente trabajo.
Algunos autores han señalado que alrededor de la tercera parte de los niños y niñas se
incorporan al acogimiento con menos de cinco años (Amorós y Palacios, 2004; Farmer y
Moyers, 2008). Sin embargo, en posteriores investigaciones Jiménez y Palacios (2008a)
encontraron que más de dos tercios de los niños y niñas de su estudio fueron acogidos con
menos de 5 años, siendo esto más coincidente con lo encontrado en el presente estudio. Por lo
tanto, es posible señalar que, en términos generales, los niños y niñas chilenos están siendo
acogidos con un promedio de edad bajo, semejante al de estas investigaciones, y que también
lo hacen en una proporción en una mayor de casos con menos de cinco años.
No obstante, es posible plantear un margen de mejora en la disminución de la edad de
ingreso de los niños y niñas al acogimiento, especialmente teniendo como perspectiva lo
planteado por Amorós y Palacios (2004) respecto a la importancia de detectar y detener lo
antes posible las graves situaciones de vulneración de derecho a las que están siendo
expuestos estos niños y niñas y ofrecer un espacio de protección mientras se resuelve sobre su
vida futura. Hay que tener en cuenta que la edad de inicio del acogimiento tiene que ver de
manera más general con la detección de situaciones de desamparo y con la agilidad de la
respuesta profesional y también familiar, en los casos acogimientos de hecho que se dan en
extensa. En términos generales, se podría decir que cuánto más tarde ingresa en el sistema de
protección un menor que está experimentando una situación de riesgo o desamparo más
deficiente es la respuesta del sistema de protección. Además, debe tenerse en cuenta que
cuánto más tarde se inicie el acogimiento familiar más probable es que el niño haya pasado
por separaciones, centros de menores y acogimientos previos fallidos, es decir, que haya
experimentado más adversidad, lo que tiende a dificultar su ajuste y su adaptación posterior
en la medida (Palacios y Jiménez, 2009).
Los resultados respecto a la edad del niño y niña en función de la modalidad de
acogimiento mostraron que fueron acogidos significativamente más pequeños en familia
extensa (M=3.16), que en familia ajena (M= 4.23). En términos generales, nuestros datos
están en la línea de lo reportado por la investigación, en la cual se ha destacado que en familia
247
Discusión
extensa se acoge a los niños y niñas cuando son más pequeños, especialmente, si se compara
con otras modalidades de acogimiento, por ejemplo, familia de acogida ajena (Amorós et al.,
2003; Berrick et al., 1994; Broad, 2001; Farmer y Moyers, 2008;Jiménez y Palacios, 2008a;
Koh y Testa, 2011).Sin embargo, la edad de inicio del acogimiento en nuestro estudio es en
general un poco más tardía que en otras investigaciones, sobre todo en familia extensa. En
este sentido, algunas investigaciones parecen apuntar a que los niños y niñas son acogidos aún
más pequeños por su familia extensa y, en algunos casos, aún más mayores en familia de
acogida ajena. Así, por ejemplo, Bernedo (2004) encontró que los niños y niñas de su estudio
fueron acogidos cuando tenían 1.3 años por sus abuelos, mientras que Lumbreras et al. (2005)
señalaron que fueron acogidos con 1.5 años en extensa. Por su parte, Jiménez et al. (2013b)
indicaron que los niños y niñas ingresaron al acogimiento con familiares con un promedio de
1.7 años. Por otro lado, algunos estudios en familia ajena han indicado que el ingreso del niño
y niña a la medida se produjo con un promedio de 7 y 7.30 años, respectivamente (Bernedo et
al., 2012; López et al., 2010).
La explicación más pertinente a estas diferencias entre modalidades es que los familiares
son parte del entorno cercano del niño y niña que pueden conocer de forma anticipada la
situación de vulneración a la que están siendo expuestos lo que les lleva a actuar en
consecuencia como la primera red de protección de carácter informal.
Dar comienzo al acogimiento cuando el niño y niña acogido es más pequeño ha sido
vinculado a diversos aspectos positivos, entre los cuales se ha mencionado el hecho de
interrumpir la grave vulneración de derechos y evitar, por lo tanto, la acumulación de
adversidad en el desarrollo del niño y niña acogido. También se ha relacionado con la mayor
probabilidad de recuperación y de adaptación, como también con más probabilidades de
encontrar una familia de acogida y, por último, con un mayor nivel de satisfacción en los
acogedores (Amorós y Palacios, 2004; Berridge, 1997; Del Valle et al., 2008; Farmer y
Moyers, 2008; Jiménez y Palacios, 2008a; Oosterman et al., 2007).
Nuestros resultados mostraron que prácticamente todos los niños y niñas acogidos tenían
hermanos o hermanas, con un promedio de tres. En la literatura sobre acogimiento también
se ha señalado acerca de la importante proporción de hermanos de los niños y niñas acogidos,
aunque no necesariamente estén acogidos en la misma familia acogedora (Farmer y Moyers,
2008; Jiménez y Palacios, 2008a; Saunders y Selwyn, 2011).
Así mismo, la investigación ha puesto de relieve la importancia de que los niños, niñas y
adolescentes puedan continuar la vinculación con sus hermanos en la misma familia de
acogida (Hegar y Rosenthal, 2009; Herrick y Piccus, 2005; Scannapieco et al., 1997;
248
Discusión
Shlonsky et al., 2005; Tarren- Sweeney y Hazell, 2005; Wulczyn y Zimmerman, 2005). Al
respecto, nuestros datos revelaron que en algo más de dos tercios de los casos se estaba
desarrollando un acogimiento conjunto de hermanos, siendo usualmente de uno o dos los
hermanos en la misma familia de acogida. En este aspecto, nuestros datos están en la misma
línea de los de algunas investigaciones que han señalado que entre el 63% y el 66% de los
niños y niñas son acogidos con sus hermanos (Hegar y Rosenthal, 2011; Jiménez y Palacios,
2008a; Wulczyn y Zimmerman, 2005). Sin embargo, nuestros resultados fueron más elevados
respecto de lo hallado en otros estudios en los que la proporción de hermanos acogidos en
conjunto que se situó entre el 40% y 45% de los casos (Althsuler, 1998; Amorós et al., 2003).
En el caso de esta última investigación puede que el hecho de que fueran acogimientos de
urgencia-diagnóstico y con niños y niñas muy pequeños tenga alguna influencia en que el
porcentaje de hermanos acogidos fuera menor que en nuestro estudio.
Complementariamente, y a pesar de las importantes dificultades existentes para que el
acogimiento de todos los hermanos pueda realizarse (Sinclair et al., 2005), los datos del
presente estudio indicaron que cerca de la tercera parte de los niños y niñas estaba siendo
acogido con todos sus hermanos, aunque a medida que aumentaba el número de niños y niñas
era menos probable que se concretase el acogimiento conjunto de estos. Así, en términos
globales, se puede afirmar que el acogimiento de hermanos en el acogimiento chileno es un
hecho frecuente.
En función de la modalidad de acogimiento, se encontró que el acogimiento conjunto de
los hermanos fue un hecho muy frecuente en familia ajena y extensa, aunque
significativamente mayor en esta última. Al respecto, en la literatura también se ha puesto de
manifiesto la mayor probabilidad de que los acogedores familiares asuman el cuidado de los
hermanos y que además lo hagan en un mayor número (Berrick et al., 1994; Kosonen, 1996;
Shlonsky et al., 2003; Wulczyn y Zimmerman, 2005). En contraparte, las investigaciones en
familia de acogida ajena han puesto de manifiesto la menor factibilidad de concretar el
acogimiento conjunto de hermanos (Kosonen, 1999; Leathers, 2005; Shlonsky et al., 2003).
Concretamente, Salas et al. (2009) indicaron que algo más de un tercio de los niños y niñas
acogidos en familia ajena estaba viviendo con algún hermano. No obstante, (Farmer y
Moyers, 2008; Jiménez y Palacios, 2008a) indicaron que en familia extensa y ajena se estaba
acogiendo a una proporción similar de hermanos, aunque indican que no suele ser un hecho
usual.
Sin embargo en el presente estudio una proporción mucho mayor de acogedores de familia
ajena estaba cuidando a grupos de hermanos. Así, los resultados encontrados en Chile se
249
Discusión
250
Discusión
primera medida formal o informal a la que llegó tras la convivencia con sus padres y,
obviamente, con la estabilidad de dicha medida. Como han indicado diferentes estudios, el
compromiso asumido por los acogedores familiares que tiene su base en el vínculo de
parentesco y los lazos emocionales suele ser más fuerte que el asumido por los acogedores de
familia ajena (Amorós y Palacios, 2004; Beeman et al., 2000;Del Valle et al., 2008; Holtan et
al., 2005; Koh et al., 2014; Farmer y Moyers, 2008; Jiménez y Palacios, 2008a; López et al.,
2011; Palacios et al., 2015; Webster et al., 2000).
Así pues, nuestros datos han puesto de manifiesto que los niños y niñas acogidos no
transitaron por una gran cantidad de acogimientos, especialmente en familia extensa. La
cuestión es relevante si se considera que el tránsito del niño y niña por menos acogimientos
previos ha estado asociado a una mayor estabilidad del acogimiento (Beeman et al., 2000;
Leslie et al., 2000; Wulcyzn y George, 1992). En contraparte, en la literatura también se ha
indicado que el transitar por más acogimientos previos aumenta el riesgo de ruptura de la
medida (Oosterman et al., 2007; Palacios et al., 2015). Además, el tránsito por acogimientos
previos sin el acompañamiento profesional adecuado y sí además se encuentra asociado a
rupturas puede tener consecuencias en el desarrollo emocional y del apego del niño y niña
acogido (Amorós y Palacios 2004).Sin embargo, es importante considerar lo señalado por
Schofield y Beek (2008) que indicaron que el hecho de que el niño y niña acogido se
incorpore a un nuevo acogimiento no implicará necesariamente un factor de riesgo para estos,
sino que puede convertirse en una oportunidad de experimentar cuidado terapéutico, un nuevo
sentido de pertenencia y la oportunidad de desarrollar su potencial.
Concerniente a la situación de salud, los datos de este estudio revelaron que prácticamente
la totalidad de los niños y niñas presentó algún tipo de dificultad. En la investigación sobre
acogimiento también se ha reportado acerca de la importante prevalencia de problemas de
salud en el niño o niña acogido (Amorós y Palacios, 2004; Farmer y Moyers, 2008; Jiménez-
Morago et al., 2015), aunque los datos del presente estudio apuntan a que en Chile la
frecuencia de este tipo de problemas es aún mayor.
Entre las dificultades más presentes en nuestro estudio fueron sobre todo los problemas en
la gestación y la enfermedad crónica, seguido en menor medida por la discapacidad, las
necesidades educativas especiales, el bajo peso al nacer, la prematuridad, el síndrome al nacer
(neonatal o alcohólico fetal) y anticuerpos (VIH). En esta línea, Jiménez y Palacios (2008a)
destacaron el síndrome de abstinencia neonatal, las enfermedades crónicas -típicamente
respiratorias- y los problemas derivados del embarazo, tales como la prematuridad y el bajo
peso del niño al nacer. En otros trabajos, también se ha puesto de manifiesto la elevada
251
Discusión
presencia de enfermedades crónicas en el niño y niña acogido (Chernoff et al., 1994; Halfon
et al., 1995; Hansen et al., 2004).
Los resultados de la situación de salud del niño y niña acogido en función de la modalidad
de acogimiento mostró que prácticamente todos los niños y niñas acogidos en familia de
extensa presentaron algún problema de salud al inicio del acogimiento, mientras que en
familia ajena fue mucho menor, representando casi dos tercios de los casos y sin que las
diferencias alcanzaran significación estadística. Sin embargo, es importante señalar que
muchos acogedores de familia ajena (40%) desconocían la información respecto del historial
de salud del niño o niña acogido, lo que quizás puede explicar estas diferencias. En el
panorama internacional sobre acogimiento familiar los datos no parecen concluyentes ya que,
por una parte, algunas investigaciones indican que en familia de acogida extensa se acogen a
más niños y niñas con problemas de salud, siendo además no siempre detectados y tratados a
tiempo (Dubowitz et al., 1994; Simms et al., 2000). Sin embargo, por otra parte, diferentes
estudios han señalado que los acogedores de familia ajena cuidaban en una mayor proporción
a niños y niñas acogidos con problemas de salud y con un historial de más dificultades (Del
Valle et al., 2008; Farmer y Moyers, 2008; Palacios y Jiménez, 2009). En el estudio de Farmer
y Moyers, se señaló que estas diferencias podían deberse, por una parte, a que los acogedores
de familia extensa tuviesen menos capacidades o estuviesen menos dispuestos a ofrecer los
cuidados necesarios a los niños y, por otra parte, porque los trabajadores sociales ubicasen a
los niños y niñas con más dificultades de salud en familia de acogida ajena porque
consideraban que tenían una mayor preparación y capacitación.
Otro aspecto importante en el perfil evolutivo de los niños y niñas acogidos es la presencia
de problemas psicológicos al inicio del acogimiento. Así, nuestros resultados revelaron que
un 72.2% de los niños y niñas presentó alguna dificultad en este ámbito, siendo más
frecuentes la inestabilidad emocional que afectó a la mitad de los niños y niñas, seguido por
los problemas de ansiedad representando algo más de un tercio de los casos, los problemas
escolares y de aprendizaje que representó la cuarta parte de los casos. En menor frecuencia
estuvieron los retrasos en el desarrollo y los problemas de conducta, ambos representados por
algo menos de la cuarta parte de las situaciones. Por último, estuvieron los problemas de
apego/vinculación que afectaron a 1 de cada 10 niñas y la presencia de trastornos psicóticos
que afectó a dos niños. Estos datos parecen poner de manifiesto que la estabilidad y el estado
emocional de los menores acogidos es, de entrada, muy precario, a lo que se añade en algunos
casos los problemas de vinculación entre acogedores y acogidos. También revelan la muy
notable presencia de problemas de aprendizaje, de problemas de conducta y, sobre todo, de
252
Discusión
los retrasos del desarrollo en la muestra chilena en comparación con la de otros estudios
(Jiménez- Morago et al., 2015).
La presencia de problemas psicológicos en función de la modalidad fue muy elevada tanto
en familia extensa como en ajena, aunque con tendencia a que los niños y niñas acogidos en
esta última modalidad fuesen percibidos por sus acogedores con más dificultades, sin que a
pesar de ello se presenten diferencias estadísticamente significativas. En general, nuestros
resultados parecen coincidentes con la investigación internacional sobre acogimiento
(Amorós et al., 2003; Jiménez y Palacios, 2008a) donde se destaca que el perfil promedio de
los niños y niñas presenta bastantes problemas psicológicos y en el ámbito educativo, estando
entre el 23% y el 50% de los casos. Sin embargo, también es posible señalar que en nuestro
estudio los datos apuntan hacia una mayor frecuencia y un mayor cúmulo de dificultades
psicológicas en el caso de los niños y niñas chilenos.
Otro factor de adversidad evaluado fue el maltrato infantil, revelando los datos que la
práctica totalidad de los niños y niñas vivieron estas experiencias de forma previa al
acogimiento y principalmente dentro del seno de su familia de origen. Este resultado es
coincidente con la literatura sobre acogimiento que además se ha señalado que el maltrato
infantil es la principal causa del inicio de la medida de protección (Amorós y Palacios, 2004;
Amorós et al., 2003; Bernedo 2004; Del Valle et al., 2008; Hill, 2009; Jiménez y Palacios,
2008a; Jiménez y Zavala, 2011; Montserrat, 2006; Oswald et al., 2010; Schofield et al., 2000;
Sinclair et al., 2007).
Cuando comparamos nuestros datos sobre maltrato infantil con los disponibles en Chile
observamos que, a pesar de la elevada prevalencia del maltrato infantil en estos estudios, los
de la presente investigación son aún más elevados. Así, los datos de SENAME (2014a)
indican que algo más de la mitad de los niños, niñas y adolescentes ingresó al acogimiento
por esta causa. Sin embargo, si consideramos que la causal de inhabilidad de uno o ambos
padres puede también puede englobar de manera indirecta situaciones de malos tratos, este
porcentaje aumentaría al 77% de los casos. Nuestros datos sobre maltrato, que se extienden a
casi toda la muestra, también superan ampliamente lo reportado en anteriores estudios
(Larraín y Bascuñán, 2009). Así pues, en comparación con los anteriores estudios fuera y
dentro de Chile, nuestros datos dan cuenta de una mayor proporción de niños y niñas que
experimentaron estas situaciones. El hecho de que la principal fuente de información sobre
esta cuestión en nuestro estudio sea la familia acogedora quizás pueda explicar, al menos en
parte, esta discrepancia con otros datos chilenos provenientes de informes de los profesionales
del SENAME. Sin embargo, no deja de ser llamativa la gran diferencia que se puede observar
253
Discusión
cuando se compara la incidencia de nuestro estudio con la de otros donde también se utilizó a
los acogedores como principales informantes (Jiménez y Palacios, 2008a).
Por lo tanto, estos resultados también podrían tener otras explicaciones muy probablemente
influidas por la sensibilidad, el conocimiento y el desarrollo de la representación social de la
infancia y el maltrato en unos países y otros. Como han señalado diferentes autores
(Garbarino, 1977; Parke y Lewis, 1981), la aceptación social y cultural del castigo físico
como recurso educativo y la tolerancia ante las situaciones de negligencia y abuso infantil
guardan relación con la incidencia de este tipo de situaciones en las comunidades. Así, aunque
en algunos países el desarrollo de los sistemas de protección infantil es un avance reciente, lo
es muy especialmente en Chile, donde el trabajo y la inversión de recursos necesarios para
catalizar un cambio significativo en los valores, creencias y prácticas que validan las
expresiones de maltrato infantil tienen aún un desarrollo muy incipiente (Larraín y Bascuñán,
2009).
Entre los tipos de maltrato más frecuentes en el presente estudio estuvo el maltrato
psicológico y la negligencia, seguido del maltrato prenatal, el maltrato físico y en menor
medida el abuso sexual. En esta misma línea, los datos del programa de familias de acogida
chileno dio cuenta que la negligencia fue el tipo de maltrato más prevalente y además la
principal causa de inicio de la medida de protección (SENAME, 2014a). En comparación con
el panorama descrito en otras investigaciones (Howe, 2005; Leve et al., 2012; Montserrat,
2008; Jiménez y Palacios, 2008a) es posible señalar que la prevalencia de los malos tratos en
cada una de sus formas también fue más elevada en el presente estudio. En concreto, cabe
señalar muy especialmente la elevada presencia de maltrato prenatal, cuya incidencia es del
doble que en otros estudios y del abuso sexual que es tres veces superior al encontrado en
otros estudios con menores acogidos (Jiménez y Palacios, 2008a) y muy superior a la que
reportan estudios con población general (Palacios et al., 1998). También tienen una
prevalencia más elevada que otras investigaciones el maltrato psicológico y el maltrato físico,
siendo la negligencia la forma de maltrato cuya frecuencia es más parecida a la que han
hallado otros estudios.
Asimismo, nuestros datos pusieron de manifiesto que casi el 70% de los niños y niñas
estuvieron expuestos a más de un tipo de maltrato infantil al mismo tiempo. Igualmente, son
muchos los estudios sobre acogimiento han destacado la elevada comorbilidad en los tipos de
maltrato, destacando ampliamente la presencia de la negligencia, el maltrato físico y
emocional y poniendo de manifiesto que todos estos sucesos conllevan importantes
consecuencias que interfieren en el adecuado crecimiento y desarrollo de los niños y las niñas
254
Discusión
acogidos (Howe, 2005; Leve et al., 2012; Oswald et al., 2010; Palacios et al., 1998;
SENAME, 2014a).
Los resultados en función de la modalidad de acogimiento mostraron que tanto los niños y
niñas acogidos en familia extensa como ajena experimentaron en una elevada proporción las
situaciones de maltrato alcanzando a más del 90% en ambos casos y sin presentarse, en
términos globales, diferencias significativas. Sin embargo, al analizar los tipos de maltrato
infantil sí se encontraron diferencias que indican que los perfiles de abuso fueron distintos
para las dos modalidades de acogimiento. Así, la negligencia fue mucho más frecuente entre
los niños acogidos en ajena que en extensa y, por el contrario, el maltrato prenatal fue mucho
más frecuente en los niños acogidos por sus familiares que los acogidos por personas sin
parentesco, afectando a casi la mitad de los niños y niñas acogidos en esta modalidad.
También debe resaltarse que los abusos sexuales afectaron en mucha mayor proporción a los
acogidos en ajena que en extensa, afectando a más de la cuarta parte de los niños acogidos en
esta modalidad. Que los casos de negligencia y abuso sexual sean más frecuentes en familia
ajena indica que para el sistema de protección la familia extensa del menor no es considerada
un contexto protector. Por su parte, en relación a la elevada prevalencia del maltrato prenatal,
diversos autores han puesto de relieve que la exposición prenatal a drogas y alcohol se vincula
a las situaciones de acogimiento familiar y en particular con los acogimientos en familia
extensa, en muchos casos constituidos de hecho por propia iniciativa de los familiares del
menor (Jiménez y Palacios, 2008a; Sánchez-Moro, 2000).
Por su parte, los resultados acerca de las características de los niños y niñas acogidos han
revelado que desde la opinión de los acogedores tuvieron una evolución favorable en su
mayor parte y que es coincidente con lo planteado en la investigación sobre acogimiento
especialmente si se considera su situación de partida inicial (Amorós et al., 2003; Del Valle et
al., 2008; Jiménez y Palacios, 2008a).
Una de las aportaciones singulares de esta tesis tiene que ver con el intento de valorar el
nivel de adversidad previa experimentado antes de su acogimiento por los niños y niñas para
ponerlo en relación con diferentes variables del funcionamiento familiar y del ajuste de estos
niños y niñas. En este aspecto, los resultados indican que los niños y niñas de la muestra
chilena de nuestro estudio han padecido un considerable número de experiencias adversas,
presentando en el momento de su acogimiento un buen número de problemas y dificultades.
En comparación con otros estudios semejantes, la dosis de adversidad experimentada por los
menores de nuestra investigación con anterioridad a su acogimiento es mayor y más parecida
a la de los niños y niñas adoptados o que residen en centros que a la de los que están en
255
Discusión
acogimiento familiar (Jiménez et al., 2013b; Jiménez et al. 2015). Como se ha indicado,
diferentes autores han subrayado el efecto acumulativo de estas variables y factores de riesgo
sobre el nivel de ajuste psicológico y conductual de niños y niñas (Rutter, 1989; Sameroff et
al., 1993; Sameroff et al., 2003), lo que, considerando la mayor dosis a la que han estado
expuestos los de nuestra investigación, podría conducir a presentar más problemas en su
adaptación y su ajuste en el acogimiento. Además, los datos de la investigación mostraron que
los niños presentaron un leve pero mayor cúmulo de situaciones de adversidad que las niñas y
que en familia ajena los niños y niñas acogidos estuvieron expuestos a un número también
mayor de situaciones de adversidad inicial. Sin embargo, en ninguna de estas variables las
diferencias alcanzaron significación estadística. Del perfil de esta adversidad podemos decir
que se caracteriza principalmente por los antecedentes de maltrato infantil, por haber padecido
problemas durante la gestación y por el historial de acogimientos, perfil muy frecuente en la
mayoría de las investigaciones (Hunt et al., 2008; Jiménez et al. 2013b; Jiménez- Morago et
al. 2015).
En resumen, el perfil de los niños y niñas acogidos chilenos en este estudio ha reflejado
por una parte la presencia de una importante dosis de adversidad previa al inicio de la medida
de acogimiento, tales como el maltrato infantil y además las diversas consecuencias negativas
en su desarrollo que incorporan los problemas psicológicos, emocionales y físicos. No
obstante, los hallazgos también permiten plantear que para estos niños y niñas el ingreso en
un entorno familiar protector, además de otras circunstancias como una menor edad al ser
acogido o el transitar por menos acogimientos previos conllevará un cambio positivo en su
trayectoria vital.
Un primer aspecto que conforma el perfil de las figuras parentales de este estudio está
vinculado con la temática de género. Al respecto, los datos de este estudio remiten de manera
directa a la mayor implicación de la figura femenina en los cuidados de sus hijos e hijas, en el
contacto con la familia de acogida, especialmente en la familia de acogida extensa e,
indirectamente, en la mayor disponibilidad de información referente a su situación. Mientras
que los datos sobre el padre dan cuenta del menor grado de implicación en la vinculación con
sus hijos, con la familia acogedora e, indirectamente, en la menor disposición de datos. Esta
circunstancia es ampliamente coincidente con el panorama de la investigación internacional
256
Discusión
sobre acogimiento (Amorós et al., 2003; Cuddeback, 2004; Del Valle et al., 2008; Jiménez y
Palacios, 2008a; Schofield et al., 2000).
Concerniente a la edad de las figuras parentales al momento del estudio, es posible señalar
que se situó fundamentalmente en la etapa de la adultez temprana, siendo mayor para el padre
(M=36.25) que la madre (M=32.25). Nuestros datos se asemejan a lo planteado en la
investigación que ha indicado que los padres y madres de los niños y niñas acogidos no suelen
ser ni excesivamente jóvenes ni mayores, con un promedio de edad que se sitúa en un rango
comprendido entre los 25 y 45 años (Amorós et al., 2003; Amorós y Palacios, 2004; Bernedo,
2004; Jiménez y Palacios, 2008a). Aunque en otros estudios, como el de Altshuler (1998), el
promedio de edad fue un poco menor por contar con niños más pequeños y madres algo más
jóvenes.
Otro aspecto relevante fue conocer a qué edad accedieron a la paternidad y a la maternidad
los padres y madres de los menores de nuestro estudio. Los datos revelaron que se produjo
fundamentalmente durante la etapa de la adultez y, por lo tanto, dentro de lo que se considera
una transición normativa (Hidalgo, 1995,1996). Sin embargo, algunas de las figuras
parentales de los niños y niñas también accedieron a la paternidad durante la adolescencia,
principalmente en el caso de la madre (19.4%) y luego por el padre (11.53%). Nuestros datos
coinciden con los de la literatura en que las figuras parentales de los niños y niñas acogidos se
convirtieron en padres y madres principalmente en la etapa adulta, sin embargo, los datos de
las investigaciones apuntan a que la proporción de madres adolescentes es un poco mayor a lo
referido en el presente estudio y, sin embargo, la de los padres un poco menor (Amorós y
Palacios, 2004; Jiménez y Palacios, 2008a; Lumbreras et al., 2005).
Los datos provenientes de la población general adolescente chilena revelaron que un
14.3% de las mujeres se convierten en madre entre los 15 y 19 años (INE, 2012), por lo que se
da una mayor proporción de madres adolescentes entre los menores acogidos en el presente
estudio. En esta línea, Gleeson et al. (2009) señalaron que la menor edad de los padres y
madres de los niños y niñas acogidos tiene relación con la inestabilidad que presentan las
relaciones y otros aspectos de su vida. Aunque según diferentes autores la principal
problemática que puede representar la transición a la maternidad en la adolescencia se
encuentra vinculada a la escasez de recursos y apoyos con los que habitualmente cuentan
(Sánchez e Hidalgo, 2002). No obstante, no todo es negativo. Como señaló León (2011), la
menor edad de las figuras parentales puede presentar algunas ventajas, por ejemplo, la mayor
probabilidad de concretar la reunificación posterior con sus hijos o hijas.
257
Discusión
El estado civil de las figuras parentales de este estudio dio cuenta de la inestabilidad en sus
relaciones. De este modo, más de la mitad de los progenitores no tenían pareja al momento
del estudio, incorporando en orden de prevalencia la soltería, la separación y la viudez.
Mientras que el grupo restante de figuras parentales tenían pareja al momento del estudio,
prevaleciendo la convivencia y en menor medida el matrimonio. Nuestros resultados son
coincidentes con lo planteado por Sinclair et al. (2005) que indican que la presencia de
familias “tradicionales” son circunstancias extrañas entre los padres y madres de los niños y
niñas acogidos. Al comparar con los estudios españoles, las diferencias se encuentran en la
menor presencia de figuras parentales casadas en nuestro estudio, en particular en el caso de
la madre y en la alta proporción de parejas que conviven de hecho en nuestro estudio que se
sitúa en un tercio en el caso de los padres y en la mitad en el de las madres (Amorós et al.,
2003; Del Valle et al., 2008; Jiménez y Palacios, 2008a). Como han indicado algunos autores
(Amorós y Palacios, 2004), cabe señalar que la inestabilidad en las figuras parentales también
viene dado por los constantes cambios en sus relaciones y las dificultades de todo tipo
presentes en su contexto familiar y social.
El nivel educativo de las figuras parentales fue eminentemente bajo concentrándose entre
la enseñanza básica y media, aunque en nuestro estudio la presencia de personas sin estudios
o con estudios primarios sin terminar fue inferior a la encontrada en otras investigaciones
(Jiménez y Palacios, 2008a). Junto con lo anterior, la inestabilidad laboral fue otra
característica de estos progenitores y que en términos generales mostró la baja proporción de
padres y madres con empleo remunerado, siendo más acentuadas en el caso de la madre.
Dentro del perfil laboral se encontraron otros datos, como por ejemplo, la mayor cantidad de
mujeres cumpliendo el rol de dueña de casa y también la percepción de pensiones tanto para
el padre como la madre. Al respecto, en la literatura sobre acogimiento también se ha
destacado el bajo nivel educativo y la inestabilidad laboral de los padres y madres (Amorós y
Palacios, 2004; Hunt et al., 2008; Jiménez y Palacios, 2008a; Villalba, 2001). En
consecuencia, las investigaciones sobre acogimiento también han puesto en evidencia la
importante situación de vulnerabilidad de las figuras parentales respecto a sus características
socio-educativas y demográficas (Amorós y Palacios, 2004; Cuddeback, 2004; Del Valle et
al., 2008; Farmer y Moyers, 2008; Jiménez y Palacios, 2008a; Schofield et al., 2000;
Schofield y Ward, 2011; Selwyn y Quinton, 2004; Villalba, 2001).
Con todo, nuestros resultados plantearon la existencia de otros factores de riesgo en los
progenitores de los niños y niñas de nuestro estudio. Al respecto, uno de los más prevalentes y
que superó ampliamente los dos tercios de los casos fue la toxicomanía (consumo de drogas y
258
Discusión
alcohol). En esta línea, las investigaciones sobre acogimiento también han informado acerca
del importante número de padres y madres toxicómanos que oscilan entre el 37% y sobre el
60% de los casos, señalando además que la presencia de esta circunstancia se relaciona
ampliamente con el inicio de la medida de protección (Aldgate, 2009; Amorós et al., 2003;
Bernedo, 2004; Berrick, 1998; Del Valle et al., 2008; Farmer, 2009; Hunt et al., 2008;
Jiménez y Palacios, 2008a; Lumbreras et al., 2005; Oswald et al., 2010). Por su parte,
Sánchez-Moro (2000) señaló que la toxicomanía de los padres y madres que tienen a sus hijos
en una familia de acogida es una situación muy usual y que se vincula con otros aspectos
como un peor funcionamiento familiar y la crianza disfuncional y lo que se une el hecho de
que estas situaciones suelen darse en un contexto socio-demográfico más deprivado, que
tiende a agudizar aún más los problemas.
Otros factores de riesgo presentes en el historial del padre, en orden de prevalencia, fueron
los problemas con la justicia, la conducta violenta, seguido de las estancias en prisión, la
delincuencia, los problemas psicológicos, discapacidad mental, antecedentes en los Servicios
de Protección de Menores y, finalmente, la minusvalía física. En el caso de la madre se
presentaron algunas diferencias en relación al padre, siendo más frecuentes los problemas con
la justicia, seguido por los problemas psicológicos, la discapacidad mental, la delincuencia,
las estancias en prisión, la prostitución, antecedentes en los Servicios de Protección de
Menores y finalmente la minusvalía física.
Al comparar estos resultados con otras investigaciones en que se han evaluado de forma
similar estas situaciones (Jiménez y Palacios, 2008a; Del Valle et al., 2008) es posible señalar
que, en términos generales, son coincidentes, aunque en los datos chilenos la prevalencia de
estos factores de riesgo parece aún más acentuada. Concretamente, referente a los
antecedentes de prostitución en el caso de la madre en el presente estudio representó cerca de
la tercera parte de los casos, siendo mucho más elevado a lo reportado en otras
investigaciones (Amorós et al., 2003; Del Valle et al., 2002; Del Valle et al., 2008). Por su
parte, el fallecimiento de las figuras parentales fue otra circunstancia especialmente negativa,
aunque en este estudio no llegó a superar el 10% de los casos, siendo ciertamente menor a lo
referido en la literatura (Centro Nazionale di Documentazione, 2002; Del Valle et al., 2002;
Jiménez y Palacios, 2008a; López et al., 2010). Finalmente, nuestros datos pusieron de
manifiesto la elevada comorbilidad de estos factores de riesgo que representó las tres cuartas
partes de los casos y que por lo tanto pone de manifiesto la complejidad de las situaciones que
afrontan estos progenitores.
259
Discusión
Nuestros resultados referentes a los diversos y complejos factores de riesgo en las figuras
parentales de los niños, niñas y adolescentes acogidos también han sido reportados en el
contexto del acogimiento chileno. Concretamente, UNICEF (2011) indicó que la familia de
origen de los niños y niñas acogidos suele ser definida como “multiproblemática”, porque en
sus características presentan antecedentes que se han configurado como un riesgo efectivo y
que les han llevado a la vulneración de los derechos de sus hijos, por ejemplo, la presencia de
una conducta violenta que decanta en la práctica del maltrato infantil (especialmente la
negligencia), la violencia intrafamiliar, toxicomanía, tráfico de drogas y otras conductas
delictivas, problemas de salud mental, etc.
Diversas investigaciones han puesto de manifiesto que la presencia de factores de riesgo en
las figuras parentales están relacionadas con la pérdida del cuidado de sus hijos e hijas
(Belmar y Solar, 2008; Bernedo, 2004; Cuddeback, 2004; Del Valle et al., 2008; Jiménez y
Palacios, 2008a; Luna, 2010; Salas, 2011; UNICEF, 2011; Villalba, 2001). Al respecto,
nuestros datos reflejan que el abandono parental y el maltrato infantil son las dos principales
causas de la pérdida del cuidado de sus hijos e hijas, seguido por la renuncia de las figuras
parentales al cuidado del niño o niña y en menor medida por el ingreso en prisión, el
fallecimiento y la enfermedad de alguno de los progenitores. En el contexto de otras
investigaciones chilenas también se señalado que la principal causa del ingreso del niño y
niña al acogimiento formal es el maltrato infantil y con un claro predominio de la negligencia,
seguido de la inhabilidad moral, física o psicológica de las figuras parentales por parte de sus
figuras parentales (SENAME, 2014a).
Otro aspecto de interés en nuestro estudio fue conocer la situación actual de los padres y
madres en opinión de los acogedores. Los resultados revelaron que según los acogedores en
su mayor parte estos seguían igual con sus problemas, específicamente para el padre en algo
más de dos tercios de los casos y para la madre cerca de la tercera parte de los casos. Por otra
parte, los datos revelaron que cerca de un tercio de estos padres y madres estaba
recuperándose. Por el contrario, solo un grupo minoritario de progenitores se encontraba
recuperado de sus problemas, representando un 8% de los casos. Así, también en este aspecto
nuestros resultados son concordantes con lo planteado en la investigación en la cual han
puesto de manifiesto que existe un importante nivel de dificultad en la efectiva recuperación
de las figuras parentales de los niños y niñas en acogimiento (Amorós y Palacios, 2004;
Jiménez y Palacios, 2008a).
A la luz de estos datos, se puede señalar que la recuperación es un proceso complejo de
alcanzar dadas las diversas circunstancias adversas que los padres y madres han
260
Discusión
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Discusión
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Discusión
evolutivo que no es el más adecuado para la crianza y educación de los niños y niñas
(Bernedo y Fuentes, 2010; Molero et al., 2007).
Los resultados de la edad en función de la modalidad de acogimiento revelaron que tanto
en familia extensa como ajena fue elevada (53 y 54, respectivamente), sin que hubiera
diferencias estadísticamente significativas entre modalidades. Junto con lo anterior, al
momento de analizar los extremos de la distribución se encontró que en familia extensa se
concentraban el grupo de acogedores más jóvenes y también los más mayores, lo que también
es coincidente con lo planteado por algunos autores como Del Valle et al. (2008). En este
aspecto nuestros datos no coinciden con la investigación previa ya que en estas
investigaciones es frecuente encontrar una edad promedio mayor en los acogedores de extensa
que en ajena influenciado por la mayor presencia de personas mayores (Centro Nazionale di
Documentazione, 2002; Cuddeback, 2004; Del Valle et al., 2008; Holtan et al., 2005; Jones et
al., 2004; Selwyn y Nandy, 2014, Villalba, 2001). Y en nuestra investigación también hay
muchas personas mayores, pero a diferencia de estos estudios hay también una muy notable
presencia de acogedores muy jóvenes, lo que no es tan frecuente en estas investigaciones y
tiende a bajar la edad promedio en este grupo. En contraparte a lo encontrado en nuestros
resultados, las investigaciones en familia de acogida ajena han dado cuenta de una menor
edad promedio de los acogedores, siendo además estas diferencias significativas con los
acogedores de familia extensa que, como se ha señalado, suelen ser aún mayores (Del Valle et
al., 2008; Jiménez y Palacios, 2008a). Concretamente, en algunos estudios se ha encontrado
que en las tres cuartas partes de los casos los acogedores sin parentesco tenían menos de 45
años (Amorós et al., 2003; Triseliotis et al., 2000).
En el caso de Chile, una posible vía explicativa a los resultados del presente estudio en
relación a la mayor edad de las acogedoras de familia ajena es que muchas de ellas provenían
del antiguo programa de colocación familiar y, por lo tanto, llevaban ejerciendo el cuidado de
niños y niñas, en algunos casos, 15 o 20 años. De este modo, si se considera que al momento
de comenzar su rol como guardadoras eran ya adultas con el paso del tiempo puede ser
normal encontrarse con acogedoras más mayores.
Concerniente a la estructura familiar, en el presente estudio es posible señalar que
presentó un perfil más bien tradicional, siendo en la mayor parte de los casos de tipo
biparental, mientras que en una proporción menor cercana a la tercera parte de los casos fue
monoparental, lo que refleja una considerable presencia de este tipo de familias en nuestra
investigación. A pesar de ello, en términos generales, nuestros datos son coincidentes con lo
planteado en la investigación sobre acogimiento en la que se dado cuenta de la mayor
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Discusión
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Discusión
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Discusión
El nivel educativo de los acogedores de este estudio fue más bien bajo concentrándose
principalmente en la enseñanza básica en la mitad de los casos y en la enseñanza media con
un tercio de los casos, mientras que la formación de carácter técnico y profesional tuvo una
mínima representación. Al respecto, en la investigación internacional también se ha dado
cuenta de la tendencia a que los acogedores no tengan un elevado nivel educativo, lo que
además se ha vinculado al menor nivel de apoyo que pueden brindarle al niño o niña acogido
(Amorós et al., 2003; Cuddeback, 2004; Jiménez y Palacios, 2008a; Sinclair et al., 2004). No
obstante, la comparación con estos estudios nos permite señalar que los acogedores chilenos
presentan un nivel educativo aún menor.
La evaluación del nivel educativo de los acogedores en función de la modalidad reveló que
fue más bien baja tanto en familia de acogida extensa como ajena, aunque con una leve
tendencia a un mejor nivel educacional en esta última modalidad, sin que se presentase
diferencias significativas. La investigación sobre acogimiento también ha puesto de
manifiesto que los acogedores de familia extensa suelen tener un menor nivel educativo con
una importante representatividad de los estudios primarios, igualmente exponen que los
acogedores de familia ajena aunque presentan cierta heterogeneidad, exhiben una tendencia a
estar mucho mejor situados, incluyendo una mayor proporción de adultos con formación
técnica profesional y universitaria (Amorós et al., 2003; Del Valle et al., 2008; Jiménez y
Palacios, 2008a; López et al., 2010; Montserrat, 2008; Salas et al., 2009). Al respecto, es
posible plantear que las diferencias reportadas en estas investigaciones son normales si se
considera que las familias acogedoras de ajena son voluntarias y que deben pasar por un
proceso de selección y formación en el cual se consideran este tipo de aspectos. Por el
contrario de lo que ocurre con la familia extensa, que al ser parientes, con frecuencia
pertenecen al mismo contexto social de carencias y dificultades de donde procede el niño o
niña y los vínculos y relaciones previas tienen mayor peso que el nivel educativo y las
capacidades de los acogedores. Sin embargo, como hemos visto, nuestros resultados en
términos generales dan cuenta de un menor nivel educativo tanto en familia extensa y
especialmente en ajena, lo que puede ser reflejo de las diferencias de orden social, educativo y
económico existentes entre países como España y Chile.
Concerniente a la evaluación de la situación laboral de los acogedores se ha diferenciado
entre el acogedor principal y secundario en el presente estudio. Referente al acogedor
principal los datos revelaron que cumplieron en mayor medida el rol de dueña/o de casa,
seguido por quienes estaban jubilados o pensionados, en menor medida por los acogedores
con empleo remunerado y finalmente por los desempleados. Respecto a la situación laboral
266
Discusión
del acogedor secundario se presentaron diferencias ya que en mayor medida tenían un empleo
remunerado, seguido por los jubilados o pensionistas, en menor medida por las dueñas/os de
casa y en una baja representación por los desempleados. Cabe agregar que los resultados
según la modalidad de acogimiento siguen el mismo patrón a lo descrito anteriormente tanto
en familia extensa como ajena, aunque con una menor proporción de jubilados en ajena
respecto a extensa y con más acogedores en activo en familia ajena. Las diferencias
encontradas que apuntan a una mayor presencia de dueñas de casa en la figura del acogedor
principal y del empleo remunerado en el acogedor secundario pueden explicarse en relación a
la normativa del programa de familias de acogida chileno al momento del estudio en el cual se
solicitaba que el acogedor principal tuviese dedicación exclusiva al cuidado del niño, niña o
adolescente lo que implicaba indirectamente no poder desarrollar un trabajo fuera del hogar,
recayendo principalmente esta responsabilidad en el acogedor secundario.
La comparación con la investigación internacional debe ser realizada con cautela debido a
que la situación laboral del acogedor/a en cada país puede estar influenciado por variados
aspectos, por ejemplo, con la normativa del programa de familia de acogida, con los apoyos
económicos, con el nivel de ingresos mínimo, el nivel educativo, con el grado de igualdad
social, etc. No obstante, podemos señalar que en términos generales nuestros resultados son
concordantes con la investigación de Jiménez y Palacios (2008a) donde también se dio cuenta
de la diferencia entre la situación del acogedor principal y secundario, prevaleciendo el rol de
dueña/o de casa respecto al primero y de empleo remunerado en relación al segundo. Berrick
et al. (1994) también dieron cuenta del mayor perfil de vulnerabilidad laboral en el caso de las
acogedoras de extensa, aunque a diferencia de nuestros resultados esta situación venía
determinada por una mayor representación de acogedoras que trabajaban fuera de su hogar y
por más horas a la semana, mientras que en el presente estudio fue por la mayor presencia de
dueñas de casa a lo que se une la situación laboral o de jubilación y de ingresos más precarias
para el grupo familiar. En el Reino Unido, (Sinclair et al., 2004; Triseliotis et al., 2000)
señalaron que era más común que trabajase un solo miembro de la pareja, lo que en alguna
medida se asemeja a nuestros datos. No obstante, es importante considerar lo señalado por
Del Valle et al. (2008) quienes indicaron que más allá de las contrastes en el tema laboral, lo
que más marcaba la diferencia eran los ingresos, siendo generalmente más elevados en familia
de acogida ajena. Además, es importante mencionar que el contexto social chileno presenta
diferencias con la situación de España o Reino Unido en cuanto a la percepción de ingresos,
siendo mucho menor en Chile, tanto en los salarios como en la pensión o jubilación.
267
Discusión
En los estudios sobre acogimiento también se ha señalado que los acogedores de familia
extensa presentan un situación laboral más inestable en comparación con la mejor situación
de los acogedores de familia ajena quienes además perciben mejores ingresos, y aunque en el
caso de los abuelos acogedores su situación puede ser más estable por la jubilación o pensión
que reciben, no es suficiente para los gastos que conlleva el acogimiento (Amorós et al., 2003;
Bernedo, 2004; Berrick et al., 1994; Del Valle et al., 2008; Farmer y Moyers, 2008; Fuller-
Thomson y Minkler, 2000; Gibbs y Müller, 2000; Holtan et al., 2005; Jiménez y Palacios,
2008a; Kelley et al., 2011; Molero et al., 2007; Montserrat, 2006; Nandy y Selwyn, 2012). De
este modo, en relación con el presente estudio por una parte, se encuentran semejanzas en
relación a la situación laboral más inestable de los acogedores de familia extensa, y las
dificultades de los abuelos acogedores para cubrir los gastos que conlleva el acogimiento con
su jubilación o pensión, por otra parte, la diferencia radica en que los acogedores de familia
ajena chilena presentan un perfil laboral menos estable en relación a lo mencionado en las
investigaciones, aunque mejor respecto de los acogedores de familia extensa del presente
estudio.
268
Discusión
Bernedo, 2004; Del Valle et al., 2002; Del Valle et al., 2008; Montserrat, 2006). Al respecto,
la explicación más pertinente es que en el contexto español se ha priorizado que la familia de
acogida sea realmente un entorno familiar exclusivo para el niño o niña acogido, siendo
relativamente infrecuente el acogimiento conjunto de hermanos. Mientras que en el contexto
chileno es aún un objetivo por alcanzar, aunque también se debe considerar que en nuestros
resultados las familias acogedoras tanto en extensa como en ajena asumían el cuidado de un
mayor número de hermanos, lo que sin duda pudo influir en el aumento de la media de niños
acogidos. No obstante, como se ha señalado desde SENAME (2013a), la intervención
profesional debe centrarse en regularizar aquellos casos en que el cuidado de un mayor
número de niños y niñas no obedezca al acogimiento conjunto de hermanos, sino que a niños
y niñas sin vínculo de parentesco.
La información de nuestro estudio respecto al número de personas residiendo en la
familia de acogida tuvo un promedio elevado alcanzando los seis miembros por unidad
familiar tanto en la muestra total como por modalidad de acogimiento, siendo además más
elevado que lo encontrado en la población general chilena (M= 3.28) (INE, 2012).Al
respecto, SENAME (2013a) señaló que la familias de acogida podían estar compuestas de una
a doce personas adultas, reflejando, por una parte, la falta de redes familiares y por otra la
presencia de familias tan numerosas que podrían eventualmente mermar las condiciones de
vida básicas que les permitieran brindar cuidados adecuados a los niños, niñas o adolescentes
acogidos.
Nuestros datos son coincidentes con lo encontrado en la investigación en Estados Unidos
(Altshuler, 1998; Gleeson et al., 2009). Concretamente, Brown, Cohon y Wheeler (2002)
señalaron que el 50% de los núcleos familiares solían estar muy poblados de familiares y que
compartían entre varios la crianza del niño o niña acogido. En otros países anglosajones
también es posible encontrar una mayor coincidencia con nuestros datos. Al respecto,
Altshuler (1998) refirió que el promedio de personas en familia extensa fue de seis. Por su
parte, Farmer y Moyers (2008) señalaron que frecuentemente en familia de acogida extensa
residían más personas y con una mayor probabilidad de hacerlo en condiciones de
hacinamiento, siendo esta afirmación extrapolable a nuestros resultados, no solo con el
acogimiento en extensa, sino que también con familia de acogida ajena.
En contraparte, en las investigaciones españolas el promedio de personas en el núcleo
familiar estuvo generalmente entre las 2 y 4.5 personas poniendo de manifiesto además que
sus datos fueron concordantes con los de la población general (Bernedo, 2004; Jiménez y
Palacios, 2008a; Montserrat, 2006).
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Discusión
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Discusión
los niños que retornaron con sus familias biológicas la aceptación de los acogedores fue más
elevada respecto a los niños que no retornaron con su familia biológica (Amorós et al., 2003).
En resumen, el perfil de las acogedoras y acogedores presenta cierta diversidad cuando se
mira en su conjunto pero al mismo tiempo bastante coherencia en el interior de cada
modalidad. En términos generales, es posible señalar que en variados aspectos las acogedoras
y acogedores de este estudio tienen un perfil de cierta vulnerabilidad en relación a otros
estudios, tanto en familia ajena como extensa, siendo aún más acentuado en esta última
modalidad. Esta situación quizás puede ser explicada teniendo presentes las características y
peculiaridades del contexto chileno. Así, como señalaron en UNICEF (2011), las familias
acogedoras provienen generalmente de la propia comunidad en la que reside el niño o niña
acogido que presenta la ventaja de evitar la desvinculación del niño, niña o adolescente de su
entorno de crianza y, por lo tanto, permite la continuidad de los vínculos establecidos. No
obstante, no se puede invisibilizar el hecho de que estos contextos comunitarios se
caracterizan frecuentemente por acumular una mayor vulnerabilidad social, educativa y
demográfica, con frecuencia más acentuada en el caso chileno que en algunos países
europeos, lo que quizás pueda explicar el perfil de mayor dificultad de los acogedores en el
presente estudio. Finalmente, la opinión de los acogedores sobre la reunificación del menor
con su familia de origen no fue, en términos generales, muy positiva, debido a que la mayor
parte de los acogedores reconoce que los padres y madres aún no están debidamente
recuperados para reasumir el cuidado de sus hijos. No obstante, sus respuestas reflejan
también la disposición de que el niño o niña pueda volver con sus padres si estos presentasen
una mejoría importante en su situación.
A continuación se discuten los resultados de nuestro estudio que tienen que ver con los
principales rasgos del funcionamiento de la medida de acogimiento, muchos de ellos
íntimamente relacionados con la intervención profesional y con las relaciones que desde los
Servicios de Protección de Menores se mantienen con las familias acogedoras en Chile.
Un primer aspecto que caracterizó este estudio fue la mayor presencia de familias de
acogida de extensa que representaron más de dos tercios de los casos, en relación a la menor
representación de familias de acogida de ajena. En este sentido, la distribución de familias de
nuestro estudio coincide con lo reportado por las estadísticas sobre acogimiento en Chile en
271
Discusión
las cuales se ha señalado que las familias de acogida de extensa representan el 71.9% de todas
las familias, mientras que las de ajena representaban algo menos de un tercio de familias
restante (SENAME, 2013a). En relación con el panorama internacional, es posible indicar que
en Chile la distribución de familias por modalidad de acogida es parecida a la de otros países
como España, donde también se ha dado cuenta de la mayor representación de familias
acogedoras de extensa en relación a otras modalidades de acogimiento con una proporción
aproximada que oscila entre el 85% y el 75% según los años y el ámbito territorial de los
estudios (Del Valle y Bravo, 2003, 2013; Del Valle et al., 2008; Jiménez y Palacios, 2008a).
Sin embargo, nuestros datos contrastan con los de otros países europeos como los de
Alemania, Noruega, Suecia y, muy especialmente, con los del Reino Unido en donde el
acogimiento en familia extensa es minoritario en relación a las modalidades de acogimiento
sin parentesco (Aldgate y McIntosh, 2006; Del Valle y Bravo, 2013; Farmer y Moyers, 2008;
Hunt et al., 2008).
En el contexto chileno, UNICEF (2011) se ha señalado que la incorporación de nuevas
familias de acogida sin parentesco es cada vez más difícil debido a diversos factores. En
primer lugar, por la propia debilidad de la cultura de acogimiento en Chile; en segundo lugar,
porque se considera que es el Estado el principal responsable de los niños, niñas y
adolescentes en situación de protección; y, finalmente, por la falta de inversión y de una
planificación en la captación de nuevas familias interesadas en el acogimiento que tenga como
objetivo llegar a capas más amplias de la población y con un mayor impacto, recayendo esta
responsabilidad en los propios profesionales que además realizan las intervenciones dentro
del programa de familia de acogida.
Por otra parte, nuestros resultados pusieron de manifiesto que el tipo de modalidad
predominante según su finalidad y duración fue el acogimiento permanente con algo más de
dos tercios de los casos respecto al acogimiento simple. En el contexto español, los datos
también coinciden con los de nuestro estudio en señalar que la mayor parte de los
acogimientos son permanentes o acaban convirtiéndose en permanentes con el paso del
tiempo (Jiménez y Palacios, 2008a; López et al., 2010; Salas, 2011). En contraparte, en Reino
Unido la mayor parte de los acogimientos son temporales (Sinclair et al., 2007).
Cuando ponemos en relación la modalidad de acogimiento y su temporalidad, nuestros
datos indican que en familia extensa prevaleció el acogimiento permanente representando más
de dos tercios de los casos. Sin embargo, en familia ajena está mucho más repartido con un
ligero predominio del acogimiento simple (con algo más de la mitad de los casos) y con una
considerable presencia en el resto de los casos de acogimiento permanente. Así, nuestros
272
Discusión
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Discusión
del niño, niña y adolescente acogido (SENAME, 2011) e indicando la tendencia hacia la
permanencia del niño o niña en la familia en el acogimiento chileno.
Desde la investigación también se ha reportado que el acogimiento en familia extensa se
caracteriza por su mayor duración en relación a lo encontrado en otras modalidades de
acogimiento, por ejemplo, en familia de acogida ajena (Chamberlain et al., 2006; Farmer et
al., 2013; López et al., 2011; Molero et al., 2007; Montserrat, 2006; Palacios y Jiménez, 2009;
Testa, 2001).Concretamente, Selwyn y Meakings (2013) expusieron que si bien los niños y
niñas pueden estar bien cuidados en familia de acogida ajena y extensa, esta última modalidad
es la que dura más tiempo debido a la propia planificación de la medida y por el fuerte
compromiso que exhiben los acogedores. No obstante, como señalaron Del Valle et al.
(2008), en el contexto español el hecho de ser acogido por una familia ajena también implica
una mayor duración del acogimiento debido a que la finalidad en un amplio número de casos
es la permanencia del niño la medida, situación que lo diferencia de otros países,
asemejándose a lo reportado en nuestros resultados.
Como se ha señalado, las visitas y contactos de las figuras parentales con el niño y niña
acogido es la principal vía por la cual pueden continuar manteniendo la vinculación, lo que
presenta diversas ventajas entre las que están potenciar la reunificación familiar, ayudar en la
reconstrucción de la historia del niño y sus vínculos con sus progenitores y favorecer el
bienestar infantil (Aldgate y McIntosh, 2006; McWey et al., 2010; Farmer, 2009).
Al respecto, los resultados del presente trabajo que apuntan hacia una baja frecuencia de
las visitas y contactos, especialmente en el caso del padre que mantuvo visitas en algo más de
la cuarta parte de los casos. La frecuencia de las visitas y contactos en el caso de la madre fue
mayor representando algo más de la mitad de los casos. En el caso chileno, la escasez general
de visitas y contactos no parece estar fomentando los beneficios que han sido previamente
señalados y que surgen de una relación estable, planificada y supervisada entre los padres y
sus hijos acogidos. En todo caso, nuestros resultados son acordes a lo planteado en la
investigación en la cual se destaca que en ambas figuras parentales hay una escasa implicación
con sus hijos e hijas y que se manifiesta por la baja frecuencia de las visitas y contactos,
especialmente en la figura del padre (Del Valle et al., 2008; Hunt, 2003; Jiménez y Palacios,
2008a; Lernihan, 2003; Montserrat, 2006; Schofield et al., 2000).
Ahondando en este aspecto, nuestros resultados mostraron que el tipo contacto más
frecuente en el caso de la madre fueron las visitas a la casa de acogida, seguido de las salidas
con el niño o niña acogido, la convivencia en la familia de acogida y, finalmente, por las
274
Discusión
visitas y salidas supervisadas en forma conjunta. Respecto al padre, se encontró que fueron
más frecuentes las visitas supervisadas, seguido de la convivencia en la familia de acogida.
Estos datos ponen de manifiesto que mientras las madres acceden a los menores en su propio
contexto de acogimiento de manera, con frecuencia, no supervisada, los contactos con los
padres, cuando se producen, están con más frecuencia controlados y supervisados.
Por su parte, la información de las visitas y contactos en función de la modalidad de
acogimiento revelaron que fueron más frecuentes en familia extensa representando más de la
tercera parte de los casos, aunque al mismo tiempo se realizaban en un mayor contexto de
mayor informalidad. Al respecto, en la investigación también se ha dado cuenta de este
fenómeno (Bernedo, 2004; Holtan, et al., 2005; Jiménez y Palacios, 2008a; Montserrat, 2006,
2008; Villalba, 2002b). Añadiendo, además que la realización de visitas o contactos en
un contexto de mayor informalidad y sin supervisión pueden suponer un mayor nivel de
riesgo, ya que han sido generalmente los propios padres y madres quienes han descuidado o
maltratado a sus hijos y no necesariamente se encuentran insertos en un proceso de
recuperación mediante el apoyo profesional (Alcoriza, 2012; Cleaver, 2000; Hunt, 2001;
Lernihan, 2003; Terling-Watt, 2001).
En el contexto de familia de acogida ajena nuestros resultados están en la línea de lo
señalado en la investigación, en la que también se ha puesto de manifiesto el bajo nivel de
visitas y contactos, especialmente en el caso del padre (López et al., 2010; Salas et al., 2009;
Salas, 2011), aunque nuestros datos indican aún un menor nivel de visitas por parte del padre
que lo reportado en estos estudios.
Concerniente a la reacción del niño o niña acogido ante las visitas y contactos con sus
padres y madres se encontró que en algo más de la mitad de los casos fue positiva. Sin
embargo, para el resto de los menores se encontraron reacciones variadas y que en mayor
medida estuvieron representadas por las reacciones ambivalentes, seguido de los niños y niñas
que se mostraron indiferentes y finalmente por quienes tenían una actitud negativa ante las
visitas con sus figuras parentales.
En el presente estudio también se valoró la existencia de relaciones entre los acogedores
y las figuras parentales, encontrándose que en un amplio número de familias que representó
más de dos tercios de los casos hubo algún tipo de relación, siendo además más frecuentes en
familia de acogida extensa (representando algo más de las tres cuartas partes de los casos) que
en familia de acogida ajena (con algo más de la mitad de los casos). Respecto a la valoración
de los acogedores de las relaciones con las figuras parentales, se encontró que en casi la mitad
de los casos fueron calificadas insatisfactorias o bien ni muy buenas ni muy malas (regulares),
275
Discusión
mientras que la valoración positiva representó algo más de mitad de los casos. Nuestros datos
están en la línea de lo planteado por Jiménez y Palacios (2008a), aunque en el presente
estudio hubo aun una menor frecuencia de las relaciones en familia de acogida ajena.
Los resultados en relación a la formación y seguimiento de las familias de nuestro estudio
fueron en general satisfactorios, sin presentarse además diferencias significativas según la
modalidad de acogimiento. De este modo, los datos dieron cuenta que todas las familias
acogedoras tenían un seguimiento profesional frecuente, principalmente realizado mediante
las visitas domiciliarias, aunque también incluyeron contactos telefónicos, entrevistas en la
institución de acogimiento y contacto con otras instituciones consideradas como parte del plan
de intervención (escuelas, centros de salud, etc.). En esta línea, SENAME (2011) ha
estipulado que las visitas domiciliarias deben ser realizadas con una frecuencia semanal en el
período inicial de intervención, durante el segundo mes deben realizarse en forma quincenal
y, una vez constatada la adaptación del niño o niña en la familia de acogida, la periodicidad
será definida por el equipo profesional, no siendo menor a una visita trimestral, en forma
adicional a los procesos de capacitación e intervención. Por consiguiente, la valoración de los
acogedores del seguimiento profesional en nuestro estudio fue muy elevada. En contraparte,
los datos españoles de los acogimientos varían muy considerablemente en función de la
modalidad, sobre todo en los seguimientos. Así, algunas investigaciones ponen de manifiesto
que las familias de acogida en extensa no se sentían especialmente acompañadas por los
Servicios de Protección de Menores, especificando que dos tercios de las familias no tuvo
acceso a la formación, mientras que los seguimientos fueron más bien contactos informales o
superficiales con una ratio de tres veces cada dos años en familia ajena y de poco más de un
seguimiento cada dos años en familia de acogida extensa (Jiménez y Palacios, 2008a; Palacios
y Jiménez, 2009).
Respecto a la formación, los datos de nuestro estudio indican que fue realizada por una
amplia proporción de acogedores correspondiente a más de dos tercios de los casos, aunque es
importante señalar que algo más un tercio no había recibido formación alguna. En función de
la modalidad de acogimiento la frecuencia de familias con formación fue elevada, aunque
algo mayor para familia de acogida ajena que para la familia de acogida extensa, sin
presentarse diferencias significativas. No obstante, para más de un tercio de familias
acogedoras de extensa y cercano a un tercio en ajena no habían recibido formación en el
acogimiento. Estos datos contrastan con las directrices de SENAME (2011) que estipulan que
la formación en el acogimiento chileno forma parte de un programa a cargo de los
profesionales de familias de acogida en el que se deben abordan diversos temas relevantes
276
Discusión
(derechos del niño/a, desarrollo evolutivo, apego, competencias parentales, etc.) y que debe
ser otorgado sin distinción alguna tanto a los acogedores por parentesco como a los de familia
ajena. Así pues, nuestros datos indican que en Chile podría haber un considerable número de
familias acogedoras que desarrollan su labor sin los conocimientos y la formación necesaria y
a las que los organismos responsables de protección deberían incorporar a esta formación a la
menor brevedad. Un repaso a la investigación internacional en este tema parece indicar que se
trata de un problema muy extendido, ya que los estudios han puesto de manifiesto que la
familia de acogida extensa recibe en menor medida formación, seguimientos y apoyo
profesional, respecto a otras modalidades de acogimiento, en particular, la familia de acogida
ajena (Bernedo y Fuentes, 2010; Cuddeback, 2004; Del Valle et al., 2008; Farmer y Moyers,
2008; Palacios y Jiménez, 2009; Molero et al., 2007; Nandy y Selwyn, 2012).
Además, nuestros resultados revelaron que la mayor parte de las familias acogedoras
recibían ayuda económica o material y que según la modalidad de acogimiento no se
presentaron diferencias significativas. Concretamente, los datos revelaron que principalmente
se otorgó ayuda económica, consistente en un aporte mensual de $32.730 pesos chilenos, lo
que representó aproximadamente el 18% del sueldo mínimo durante el año 2010. Y con
menor frecuencia también se prestó ayuda material a estas familias (útiles escolares, ropa,
calzado, material mobiliario, etc.).
Concerniente a la valoración que hacen los acogedores y acogedoras participantes del
apoyo económico, las opiniones favorables y desfavorables están muy igualadas. Así,
mientras el 41% lo consideró adecuado, al 38.3% le pareció inadecuado o insuficiente, a lo
que debe añadirse un 21% de acogedores que hicieron una valoración intermedia entre estos
dos polos, lo que tampoco revela una gran satisfacción por su parte. Los resultados de la
satisfacción en función de la modalidad de acogimiento mostró que algo más de la mitad de
los acogedores por parentesco estaban significativamente más satisfechos con el apoyo,
mientras que en la situación de los acogedores de familia ajena la satisfacción con el apoyo
fue considerablemente menor (18.9%). Una posible explicación a este resultado podemos
encontrarla en la información de carácter cualitativo obtenido en el desarrollo de las
entrevistas del presente estudio. Así, los familiares del niño o niña acogido sentían que la
responsabilidad y los gastos correspondían íntegramente a la familia y, por lo tanto, la ayuda
recibida desde fuentes institucionales, como el programa de acogida, era solo una
compensación o un apoyo. No obstante, al momento de indagar respecto a si les gustaría que
esa ayuda económica fuese mayor los acogedores de extensa solían expresar su conformidad.
277
Discusión
En esta línea, en el informe de UNICEF (2011) se señaló que los profesionales del
programa de familias de acogida mantienen una postura crítica respecto al soporte económico
que se les brinda a las familias acogedoras debido a que se configura estrictamente como una
ayuda para cubrir gastos del niño o niña acogido y que en ningún caso está destinado a
solucionar la situación de pobreza o ser un salario. También señalan que este resguardo es
necesario dada la elevada problemática económica que presentan las familias acogedoras,
especialmente de extensa que con frecuencia les conduce a generar una dependencia con el
programa. Por lo tanto, los profesionales deben realizar un estrecho seguimiento y
asesoramiento respecto al uso del dinero o de la ayuda material que se oriente a cubrir
efectivamente las necesidades del niño o niña acogido. No obstante, también señalaron que la
familia de acogida ajena (o externa en la denominación chilena) solía presentar un mejor
perfil socioeconómico que les generaba menos dependencia de la ayuda económica.
La investigación internacional en el tema económico muestra matices dependiendo del
contexto y del país y el tipo de modalidad que se esté abordando. Al respecto, en España, Del
Valle y Bravo (2003) refirieron que en todas las comunidades autónomas se otorgaba algún
tipo de ayuda mensual a las familias siendo diferente del concepto de remuneración y que los
criterios iban desde más apoyo a las familias de ajena respecto de la familia de acogida
extensa. Por su parte, Jiménez y Palacios (2008a) refirieron que el apoyo económico a las
familias de acogida en Andalucía en general tenía como propósito compensar los gastos del
niño acogido y que no necesariamente cubría a todas las familias acogedoras, siendo las
menos beneficiadas aquellas de la modalidad de acogimiento en extensa. Montserrat (2008)
señaló que en su estudio el apoyo económico máximo que podía recibir una familia acogedora
correspondía a 240 euros. De este modo, es posible señalar una coincidencia entre el modelo
español y chileno y es que el apoyo económico se otorga esencialmente como una forma de
cubrir los gastos del niño, niña o adolescente acogido (a excepción del acogimiento
especializado) y, por lo tanto, no está concebido como una remuneración, no obstante, el
monto de aporte en el contexto chileno es mucho menor al equiparase con la ayuda otorgada
en España, lo cual incide directamente en la menor cobertura de necesidades de los niños y
niñas acogidos con esta ayuda.
En resumen, nuestros resultados ponen de manifiesto un perfil que ofrece distintas
perspectivas en el acogimiento chileno. Al respecto, como en nuestro estudio, en el
acogimiento familiar en Chile destaca la presencia de familia de acogida extensa en relación a
ajena. A su vez, el acogimiento es con más frecuencia de tipo permanente y, por lo tanto, de
mayor duración, siendo más acentuada esta situación en familia de acogida extensa, aunque
278
Discusión
también con una importante representación de familia de acogida ajena. Referente a la forma
de inicio del acogimiento es posible dar cuenta de diferencias que revelan que en familia de
acogida extensa predomina el inicio de hecho, mientras que en familia ajena el inicio es
regularizado mediante la intervención institucional (por el tribunal de familia o el SENAME,
por ejemplo). Un rasgo a destacar en este estudio es el alto nivel de apoyo profesional dirigido
a las familias de acogida, sin presentarse diferencias relevantes según la modalidad de
acogimiento, y que se traduce en seguimientos frecuentes y acceso a formación, aunque en
este último aspecto un tercio de las familias de nuestro estudio no habían seguido cursos de
formación. Junto con lo anterior, la mayor parte de las familias recibía algún tipo de apoyo
económico o material para cubrir gastos del niño o niña, aunque en general este apoyo no fue
muy elevado. No obstante, somos conscientes que los ámbitos expuestos si son analizados
con un mayor nivel de profundidad pueden plantear la necesidad de mejoras sustanciales. Por
otra parte, la información de las visitas y contactos entre las figuras parentales y el niño o niña
acogido no evidencian un panorama muy alentador debido a su baja frecuencia y, por lo tanto,
pone en cuestionamiento la real posibilidad de alcanzar la reunificación familiar o de otras
ventajas para el bienestar del niño o niña acogido. Finalmente, los contactos entre los
acogedores y las figuras parentales se realizan en un importante número de casos,
especialmente en el contexto de familia de acogida extensa. Sin embargo, la satisfacción en
relación con estos contactos fue más bien baja, en particular en familia de acogida en extensa.
A continuación se discuten las temáticas que dan respuesta al segundo objetivo propuesto
en la presente tesis doctoral: Describir y analizar las principales características y dimensiones
del funcionamiento familiar en el acogimiento, y ponerlas en relación con otras variables
relevantes del estudio.
En términos generales, para las acogedoras y acogedores del presente estudio el cuidado
del niño y niña acogido supuso un nivel de estrés parental normalizado, aunque con
puntuaciones un poco por encima de la media normativa y más cerca del rango límite que
279
Discusión
280
Discusión
estudio, situándose en el percentil más elevado que correspondía a 70, de las subescalas
aunque, en su caso, en el límite mismo del margen normativo.
Por su parte, las puntuaciones en la subescala de dificultad con el niño y niña acogido se
situaron en términos generales dentro del margen normativo y muy cerca de la media de la
prueba. Sin embargo, un tercio de los acogedores puntuaron por encima del percentil 80 del
baremo y un 25% por encima del P85, indicando que para este grupo de cuidadores fue más
problemático manejar la conducta del niño y niña acogido, especialmente aquellos aspectos
relacionados con su temperamento y otros patrones aprendidos, tales como la conducta
desafiante, el incumplimiento de las normas y el comportamiento demandante. En esta misma
línea, otras investigaciones han puesto de manifiesto que la conducta del niño y niña acogido
cumple un papel relevante en el desarrollo del estrés parental de los acogedores (Buehler et
al., 2003; Jiménez y Palacios, 2008a; Musil, 1998; Timmer et al., 2004; Van Holen et al.,
2008). Según Abidin (1990), cuando la conducta del niño o niña influye en mayor medida en
el estrés en la parentalidad surge la necesidad de focalizarse en aquellas intervenciones
dirigidas a reducir estos comportamientos frente a la intervención en otros dominios del
sistema parental-niño/a.
Finalmente, en la subescala de malestar parental las puntuaciones también se situaron en
términos generales dentro del margen normativo y muy cerca de la media de la prueba.
Aunque también en esta subescala hay un nutrido grupo de acogedores (23%) que obtuvo
puntuaciones muy elevadas, sobre el percentil 85, lo que indica que estaban experimentando
un mayor nivel de estrés en su rol influenciado por factores personales relacionados con el
ejercicio de la paternidad, entre los que se cuentan el sentido erróneo de la competencia
parental o la percepción negativa de las restricciones que supone para los acogedores el
cuidado de los menores en relación otras actividades y roles de su propia vida.
La evaluación del estrés parental en función de la modalidad de acogimiento dio cuenta de
que estuvo dentro del nivel normalizado tanto en familia ajena como extensa, aunque fue
significativamente más elevado en esta última modalidad tanto en el nivel de estrés parental
total como en la subescala de malestar parental. Por su parte, en la subescala interacción
disfuncional no hubo diferencias significativas aunque fue la más elevada situándose las
puntuaciones medias en ambas modalidades por encima del percentil 75. Como en nuestro
estudio, el mayor nivel de estrés parental de los acogedores en familia extensa respecto a los
acogedores de ajena ha sido observado en diferentes investigaciones sobre acogimiento
(Timmer et al., 2004; Jiménez y Palacios, 2008a; Jiménez et al., 2013b), aunque debe
281
Discusión
resaltarse que en nuestro caso este nivel de estrés fue aún mayor que en estas investigaciones
tanto en familia extensa como en familia ajena.
Finalmente, para aquellos acogedores que tenían 60 años y más edad (familia extensa y
ajena) se encontró que su nivel de estrés parental estuvo dentro de los márgenes normalizados
en la mayoría de las situaciones, mientras que para el 37% de estos cuidadores el nivel de
estrés parental estuvo dentro del rango clínico, siendo este dato preocupante. Nuestros datos
son muy parecidos a lo reportado en otras investigaciones (Kelley, 1993; Musil, 1998) que
han abordado el estrés parental en acogedores en familia extensa y que se han focalizado en el
grupo de los abuelos y abuelas. Estos estudios han informado de que una importante
proporción se encontraban en el rango clínico de estrés parental, situándose entre un 38% y
40% de los casos, señalando que esta situación puede explicarse por el hecho de asumir el rol
parental en un momento evolutivo no normativo, lo que altera su estilo de vida y les hace
sentir más limitadas, junto con la propia interacción disfuncional que pueden tener con el niño
o niña acogido y la insatisfacción en las expectativas mutuas, además de la necesidad de un
mayor apoyo efectivo.
282
Discusión
283
Discusión
intermedio, aunque algo más elevado para familia ajena, sin presentarse diferencias
significativas. Pero los datos no sólo ponen de relieve que las familias de extensa
experimentan un número mayor de sucesos estresantes sino que además su perfil es distinto
en cada modalidad de acogimiento. Así, por ejemplo, en familia extensa hay un porcentaje
mayor de familias que enfrentan problemas económicos (disminución de ingresos y deudas) y
accidentes y problemas médicos mientras que en ajena los sucesos más frecuentes fueron los
accidentes y problemas médicos (con una frecuencia menor) y el ingreso en un nuevo colegio,
teniendo una incidencia muy inferior los problemas económicos.
Los resultados expuestos ponen en evidencia que las familias acogedoras experimentaron
en un breve lapso de tiempo una cantidad importante de eventos vitales estresantes, en
especial las familias extensas acogedoras. Al respecto, Menéndez et al. (2014) señalaron que
la acumulación de situaciones vitales estresantes pueden poner a prueba y en alguna medida
desbordar los recursos de los adultos para desenvolverse como progenitores. En esta línea,
como señaló Abidin (1990), una mayor acumulación de acontecimientos vitales estresantes
indica que los padres y madres se encuentran viviendo situaciones que a menudo están fuera
de su control y que pueden afectar en el estrés parental total que experimentan y por ende en
la percepción de su rol parental. No obstante, los resultados también pusieron de manifiesto
que los acogedores en algo más de la mitad de los casos pudieron hacer frente a estas
situaciones y darles solución, dando cuenta de algunas repercusiones en la familia o por el
contrario asumiéndolo como un hecho positivo.
En este aspecto, los resultados del estudio plantean una perspectiva alentadora y es que la
puntuación media de los acogedoras y acogedores estuvo mucho más cerca del polo de la
aceptación parental (60 puntos, máxima aceptación) que del rechazo (240 puntos, máximo
rechazo), aunque, como se puede ver, con una diferencia de 26 puntos respecto de la
puntuación de máxima aceptación establecida por Rohner y Khaleque (2005). No obstante,
esta diferencia con la máxima aceptación está dentro de lo normal en las puntuaciones de
aceptación/rechazo parental que se sitúan entre 90 y 110, y que son consideradas por estos
mismos autores características de una aceptación afectuosa por parte de los padres. Estos
datos son muy relevantes si se considera lo planteado por Sinclair y Wilson (2003) que
señalaron que los acogimientos eran más exitosos cuando los acogedores mostraban más
284
Discusión
aceptación hacia el niño o niña acogido. De la misma manera, nuestros resultados están en la
línea de otras investigaciones que también han puesto de manifiesto el elevado nivel de
aceptación de los acogedores hacia el niño, niña o adolescente acogido (Amorós et al., 2003;
Ballester, 2010; Bernedo, 2004; Salas, 2011; Sinclair et al., 2005).
En el trabajo de Jiménez y Zavala (2010) se encontró que la puntuación promedio de
aceptación/rechazo parental en una muestra española correspondió a 79.11, siendo menor a lo
encontrado en el presente estudio, lo que da cuenta de un leve pero mayor nivel de rechazo en
los acogedores chilenos. Al respecto, es importante considerar lo señalado por Sinclair et al.
(2005), quienes dieron cuenta de que con frecuencia un mayor rechazo de los acogedores
estaba relacionado con mayores dificultades en el niño o la niña acogidos (problemas de
comportamiento, sociales y de apego), y que los problemas de los niños y niñas acogidos solo
se relacionaban con el fracaso del acogimiento si existía rechazo de los acogedores.
Concerniente a las subescalas, los datos del presente trabajo dieron cuenta por una parte de
los elevados niveles de calidez/afecto hacia el niño o niña acogido, aunque en menor medida a
lo reportado por Jiménez y Palacios (2008a). Por otra parte, los datos indican que las tres
subescalas que componen el continuo aceptación/rechazo parental tuvieron puntuaciones en
niveles normalizados. No obstante, la subescala de hostilidad/agresión fue la que presentó una
puntuación más elevada lo que indicaría una mayor tendencia a que los acogedores muestren
algunas reacciones de hostilidad y enfado hacia el niño o niña acogido. La siguiente subescala
fue la de indiferencia/negligencia que puso en evidencia que en las familias de acogida había
una adecuada atención de las necesidades del niño o niña acogido. Finalmente, la subescala de
rechazo indiferenciado fue la que obtuvo la menor puntuación, revelando que los niños y
niñas acogidos apenas experimentan rechazo y, por el contario, pueden sentirse queridos o
aceptados por sus acogedores.
Los resultados en función de la modalidad de acogimiento revelaron que había un elevado
nivel de aceptación parental de los acogedores hacia el niño o niña acogido tanto en familia
extensa como ajena. En línea con nuestros resultados, diversas investigaciones han
encontrado el elevado nivel de aceptación parental de los acogedores de familia extensa
(Bernedo, 2004; Jiménez y Palacios, 2008a), como también por parte de los acogedores de
familia ajena dando cuenta del importante nivel de implicación y cuidado afectivo de los
acogedores hacia el niño o niña acogido (Ballester, 2011; Del Valle et al., 2008; Salas, 2011).
Sin embargo, cuando se analizan las distintas subescalas encontramos algunas diferencias
significativas que indican que en las familias acogedoras de extensa el clima de la relación es
un poco menos afectuoso y, por el contrario, tiene más presencia la hostilidad/agresión y el
285
Discusión
rechazo indiferenciado que en las familias de acogida ajena. De nuevo puede que el perfil de
mayor vulnerabilidad social, familiar y económica de estas familias pueda estar relacionado
con estas diferencias.
En resumen, los resultados encontrados dan cuenta del elevado nivel de aceptación
parental de los acogedores hacia el niño y niña acogido, con adecuadas manifestaciones de
calor/afecto, aunque en menor medida a lo reportado en la investigación internacional, sobre
todo en familia extensa. Según nuestros datos, la dimensión de rechazo parental no presentó
cifras alarmantes que diesen cuenta de un claro rechazo de los acogedores hacia el niño o niña
acogido, aunque si reveló que la influencia más relevante provenía de la subescala de
hostilidad/agresión que, en términos generales, está reflejando la pérdida de control del
cuidador ante determinadas situaciones teniendo como consecuencia expresiones de enfado o
acciones físicas o verbales que pueden producir daño al niño o niña acogido.
286
Discusión
pudo ser algo más complejo promover las aportaciones u opiniones espontáneas del niño o
niña acogido dentro del contexto familiar. El estilo educativo permisivo y autoritario tuvo una
baja representación en el presente estudio, especialmente en este último.
En el contexto de la investigación se ha reportado acerca de la elevada presencia de pautas
de socialización democráticas, aunque en nuestro estudio es todavía mayor la presencia de
este tipo de pautas (Amorós et al., 2003; Sinclair, 2005; Vanderfaeillie et al., 2012;
Vanschoonlandt et al., 2013). Concretamente, Jiménez y Palacios (2008a) también
encontraron que los acogedores actuaron de acuerdo a un patrón principalmente democrático,
seguido en menor medida por el uso del autoritarismo y finalmente por la permisividad. Si
bien es cierto que los acogedores de nuestro estudio estaban utilizando en mayor medida
pautas de socialización democráticas, también lo es que se mostraron algo más permisivos y
más autoritarios que los andaluces.
La información del presente estudio según la modalidad de acogimiento ha revelado que
tanto en familia extensa como en ajena el estilo educativo más característico fue el
democrático. Sin embargo, también se puso de manifiesto que los acogedores de familia
extensa hacían un uso significativamente mayor de pautas educativas autoritarias y permisivas
que los acogedores de familia ajena. Esta situación puede estar influenciada por diversos
aspectos del perfil de los acogedores de extensa que dan cuenta de su mayor vulnerabilidad
así como por otros factores de la dinámica familiar y de la relación el niño o niña acogido que
finalmente pueden influir en la adopción de este tipo de pautas menos democráticas.
Desde la investigación también se ha señalado que en familia de acogida extensa
predomina el uso de pautas educativas inductivas o asertivo democráticas (Bernedo, 2004;
Fuentes et al., 2007; Jones, 2004; Molero et al., 2007). Aunque algunos autores (Jiménez y
Palacios, 2008a) han señalado que el estilo democrático en familia extensa se encuentra
representado en menor medida respecto a otras modalidades de acogimiento como, por
ejemplo, familia ajena y de urgencia. Por su parte, la investigación sobre familia de acogida
ajena es coincidente con nuestros datos y ha puesto de manifiesto el importante despliegue de
pautas educativas democráticas (Fuentes et al., 2013; Jiménez y Palacios, 2008a; Salas, 2011).
En resumen, la pauta educativa predominante en el presente estudio fue la democrática que
involucró alta dosis de afecto, razonamiento/inducción y participación democrática y en una
menor representación estuvieron las pautas educativas permisivas y autoritarias. En función
de la modalidad de acogimiento tanto en familia ajena como extensa predominó el estilo
democrático, aunque esta última modalidad también destaca por pautas más autoritarias y más
permisivas. Estos datos son relevantes de cara al rol de protección y educativo que están
287
Discusión
288
Discusión
En su conjunto, los datos sobre bienestar infantil del presente estudio revelan que las
necesidades básicas de los niños y niñas acogidos fueron adecuadamente cubiertas por la
familia de acogida, situándose la puntuación total muy próxima al máximo de la prueba. Este
resultado está indicando que las familias acogedoras chilenas presentan un funcionamiento
prácticamente normalizado en este ámbito, aunque con un pequeño pero significativo margen
de mejora, siendo coincidente a lo planteado por Jiménez y Palacios (2008a), aunque sus
datos fueron ligeramente inferiores a los obtenidos en el presente estudio. Otras
investigaciones que han evaluado el bienestar infantil de los niños, niñas y adolescentes
acogidos han dado cuenta de la adecuada cobertura de sus necesidades físicas, emocionales y
educativas reflejado en sus logros académicos, así como de un adecuado ajuste conductual
(Amorós et al., 2003; Del Valle et al., 2008; Fein et al., 1990)
Nuestros resultados revelaron que todas las escalas de EBI presentaron puntuaciones
cercanas al máximo de la prueba siendo esto un indicador positivo. En primer lugar, la escala
trato del niño/a que refleja el trato individual que recibe el niño o niña acogido e indica que
los acogedores no ejercían acciones consideradas dentro del ámbito del maltrato infantil, tales
como el uso de la disciplina física abusiva, dejar al niño fuera de casa deliberadamente, etc.
Además esta escala puso de manifiesto que hubo una evaluación positiva respecto a las
estrategias comportamentales que se emplean con el niño y niña acogido así como con el
cumplimiento de las obligaciones educativas que se manifestó a través de la asistencia regular
al colegio.
La siguiente escala relevante fue el cuidado parental y puso de manifiesto que los
acogedores realizaban un esfuerzo importante para cubrir adecuadamente aspectos
relacionados con las condiciones materiales del hogar y las necesidades básicas infantiles (la
salud, la alimentación, la vivienda, etc.), la supervisión del niño o niña, alcanzar acuerdos
para su cuidado y el manejo del dinero. En el estudio de Jiménez y Palacios (2008a) también
se encontró que los acogedores cubrían satisfactoriamente estos aspectos, especialmente
289
Discusión
aquellos ligados a las necesidades básicas de los niños y las condiciones materiales del hogar.
Al respecto, Grimaldi (2007) señaló que cubrir este tipo de necesidades tiende a ser percibido
como más prioritario y fácil de atender por los adultos porque se refiere a la satisfacción de
las necesidades básicas de carácter material, asociadas más directamente con la salud y la
supervivencia del niño, constituyendo elementos claramente reconocibles por los padres o por
los acogedores como parte del desempeño de su rol.
Finalmente, la escala de disposición parental fue la que obtuvo una menor puntuación,
siendo precisamente este aspecto el que presenta un margen mayor de mejora. Los resultados
en la escala de disposición apuntan a que los acogedores podían estar estimulando en menor
grado aspectos psicológicos y educativos de los niños y niñas acogidos (por ejemplo, normas
y socialización, estimulación cognitiva, supervisión escolar, cuidado de la salud mental del
niño). También habría margen de mejora en otros aspectos como la dificultad para reconocer
los problemas por parte del adulto, la aceptación parental, las expectativas parentales,
consistencia en la disciplina y el uso de castigos físicos (que en este estudio se situó en la
puntuación más baja, es decir aquello que simboliza la desaprobación y que no tiene la
intencionalidad de herir o causar un gran dolor al niño).
En el estudio de Jiménez y Palacios (2008a) fue también la dimensión de disposición
parental la que presentó una menor cobertura en la familia de acogida. Al respecto, Grimaldi
(2007) señaló que el contenido de esta dimensión tiene relación con necesidades más
complejas de identificar y de satisfacer adecuadamente por los padres. Dicho de otro modo,
en al ámbito del acogimiento esta dimensión sería más representativa de acogedores altamente
competentes en el desempeño de su rol parental, siendo precisamente este aspecto donde el
margen de mejora es mayor para las familias de acogida de este estudio.
Los análisis según la modalidad de acogimiento revelaron que en familia de acogida ajena
se cubrían más satisfactoriamente las necesidades básicas de los niños y niñas acogidos que
en familia extensa. Estas diferencias significativas que revelaron que para los acogedores de
familia extensa supuso un mayor esfuerzo cubrir las necesidades de los niños y niñas
acogidos. Las puntuaciones fueron significativamente menores en EBI total, en la escala de
cuidado parental y el trato del niño/a, siendo las diferencias más grandes precisamente en
cuidado parental reflejando las diferencias entre unas familias y otras en lo referente a la
cobertura material de las necesidades básicas de los niños y niñas acogidos.
Estos contrastes pueden tener su base explicativa en el hecho de que la familia de acogida
extensa presenta un mayor perfil de vulnerabilidad (laboral, educativo, económico, etc.)
especialmente en el caso de los abuelos acogedores, haciendo más complejo para estos
290
Discusión
cuidadores cubrir adecuadamente las necesidades básicas de los niños y niñas acogidos. Al
respecto, otros estudios también han puesto de manifiesto la mayor dificultad de la familia
extensa para satisfacer las necesidades básicas de los niños y además del menor apoyo con el
que cuentan (Amorós et al., 2003; Jiménez y Palacios, 2008a). Concretamente, Selwyn et al.
(2013) señalaron que la mayoría de las familias de acogida de extensa viven en situación de
pobreza, lo que por añadidura tiene como consecuencia que los niños y niñas acogidos
experimenten múltiples situaciones de deprivación en comparación con la población general.
En contraparte, Iglehart (1994) indicó que los adolescentes acogidos en familia extensa
estaban significativamente mejor que sus pares en familia ajena, en aspectos como salud
mental, comportamiento y rendimiento escolar.
En resumen, las familias acogedoras del presente estudio estarían cubriendo
satisfactoriamente las necesidades básicas de los niños y niñas acogidos, aunque con un
margen de mejora importante. La información según la modalidad de acogimiento también
puso de manifiesto la adecuada cobertura de las necesidades básicas de los niños y niñas en
ambas modalidades aunque con un margen de mejora mayor en el caso de las familias
acogedoras de extensa. En términos generales, las familias de acogida de nuestro estudio
satisfacían en mayor medida aspectos ligados con las condiciones materiales del hogar y del
niño, tales como, alimentación, vestuario, higiene, etc., mientras que otras necesidades de
carácter psicológico y educativo tuvieron peor cobertura.
Como ha señalado Villalba (2001, 2002a), el análisis del tamaño y composición de la red
de apoyo social refleja oportunidades de intercambio y permite conocer la densidad,
dispersión, multiplicidad de roles, disponibilidad, potencialidad de los apoyos y procedencia
de los vínculos para cada uno de los tipos de apoyo. En relación con el apoyo social, los
resultados de este estudio revelaron que el tamaño de la red de apoyo social fue más bien
pequeño, no superando las cuatro personas y siendo mucho menor a lo referido en otros
estudios que encontraron un promedio comprendido entre 8.5 y 12.4 personas (Jiménez y
Palacios, 2008a; Jiménez y Zavala, 2011; Villalba, 2001, 2002a).
En relación a la composición de la red de apoyo, los resultados reflejaron que fue poco
diversificada y que se caracterizó por estar compuesta principalmente por los familiares de los
acogedores. En esta misma línea, Villalba (2001) señaló que los familiares fueron la principal
291
Discusión
red de apoyo, aunque al mismo tiempo los vecinos y amigos también cumplían un rol de
soporte importante.
En términos generales, el grado de necesidad y la satisfacción con el apoyo recibido se
situó en un nivel intermedio. Concretamente, el tipo de necesidad más relevante para los
acogedores de este estudio fue la de apoyo psicológico, seguida de la necesidad de apoyo en
el acogimiento, mientras que en menor medida se situaron la necesidad de consejo y ayuda
material. Asimismo, la satisfacción con el apoyo psicológico recibido y con el apoyo en el
acogimiento fueron las más relevantes, mientras que en menor medida se situaron la
satisfacción con el consejo y la ayuda material. En esta misma línea, Jiménez y Palacios
(2008a) encontraron que la necesidad de apoyo y de soporte en el acogimiento fueron las más
relevantes en relación a la necesidad de apoyo material. No obstante, es posible señalar que en
general la necesidad de apoyo de los acogedores chilenos fue aún mayor que la expresada por
los acogedores españoles.
Como ha venido siendo de interés en este estudio, el apoyo social fue evaluado en función
de la modalidad de acogimiento. Al respecto, nuestros datos pusieron de manifiesto que la red
de apoyo fue más bien reducida, poco diversificada y compuesta principalmente por
familiares en ambas modalidades, aunque algo más abierta y diversificada en familia ajena sin
que se presentasen diferencias significativas. En la investigación se ha señalado que la red de
apoyo en familia extensa suele ser más reducida que la de familia ajena (Hunt et al., 2008;
Jiménez y Palacios, 2008a), aunque en nuestros datos no se observan estas diferencias siendo
muy reducido el tamaño en ambas modalidades.
Concretamente, en los trabajos en que se ha evaluado a abuelas y abuelos acogedores
(Davidhizar et al., 2000; Jiménez y Palacios, 2008a; Musil, 1998; Villalba, 2002a) han
prevenido acerca de la aún mayor disminución de la red de apoyo de este colectivo y del
mayor grado de dificultad que tienen para establecer relaciones de soporte. Por lo tanto, han
indicado que ante la mayor vulnerabilidad, riesgos acumulados y necesidades especiales en
este grupo de cuidadores es de gran relevancia la presencia de una red de apoyo. Burguess
(2005) informó que las abuelas cuidadoras no casadas y con bajas puntuaciones de salud
física percibieron un menor apoyo de su familia. También encontró que las abuelas que
cuidaban de nietos pequeños y/o enfermos eran más proclives a participar en grupos de apoyo
e informaron sentirse más satisfechas con el apoyo recibido. En esta línea, las investigaciones
han señalado que la presencia de apoyo está vinculada a resultados positivos en la vida de los
acogedores como la disminución de la depresión y el estrés (Dowdell, 2005; Grant et al.,
1997; Burnette, 1997). Así, como puntualizaron Davidhizar et al. (2000), el uso de los
292
Discusión
recursos de manera adecuada podría significar para los acogedores un cambio en su rol de
cuidado que ofreciese un nuevo significado y renovación de sus vidas.
En coincidencia con nuestros resultados, Selwyn et al. (2013) también señalaron que la red
de apoyo informal de los acogedores de familia extensa era reducida, es decir, que estaba
compuesta en la mayor parte de los casos por una persona, seguida en menor medida por dos
o tres personas, siendo, en su estudio, a diferencia del nuestro, las amistades la principal red
de soporte.
También se hallaron en nuestro estudio diferencias respecto al tipo de necesidad en función
de la modalidad de acogimiento. Así, los acogedores de familia extensa tenían un mayor nivel
de necesidad psicológico, material y de consejo, que los acogedores de familia ajena, a
excepción de la necesidad de apoyo en el acogimiento, que fue mayor en esta última
modalidad. No obstante, las diferencias estadísticamente significativas solo se encontraron
respecto a la necesidad de apoyo psicológico y material. En forma coincidente con nuestros
datos, en la literatura se ha puesto de manifiesto el mayor grado de necesidad en términos
generales en familia de acogida extensa en comparación con familia ajena (Musil, 1998;
Villalba, 2001). Igualmente, se ha resaltado que la necesidad de apoyo material tiene un rol
especialmente relevante en la familia de acogida extensa (Jiménez y Palacios, 2008a; Molero
et al., 2007; Palacios y Jiménez, 2009), lo que coincide plenamente con nuestros datos.
La información sobre la satisfacción con el apoyo recibido puso de manifiesto que también
fue mayor para los acogedores de familia extensa que para los acogedores de familia ajena,
aunque las diferencias significativas se encontraron solamente en la satisfacción con el apoyo
psicológico y material. Estos datos contrastan con los de Jiménez y Palacios (2008a) donde se
observó que la satisfacción general con el apoyo recibido era mayor en las familias de ajena
que las de extensa. Muy posiblemente, estas diferencias puedan guardar relación con las
características de la intervención profesional y con el perfil social diferencial de las familias
de ajena en Chile y España. Por último, a pesar de que la red conflictiva fue muy reducida
tanto en la muestra total como por modalidades, debe resaltarse que la presencia de elementos
conflictivos en la red fue significativamente mayor en el caso de las familias extensas de
acogida.
Las diferencias encontradas en el presente estudio según la modalidad de acogimiento las
hemos puesto en el contexto de algunas investigaciones (Jiménez y Palacios, 2008a; Palacios
y Jiménez, 2009; Selwyn et al., 2013). Al respecto, aunque es cierto que los acogedores
familiares suelen tener un mayor nivel de necesidad al mismo tiempo consideran el cuidado y
293
Discusión
el bienestar del niño/a acogido como parte de su responsabilidad que emana del vínculo de
parentesco y, por lo tanto, el apoyo que puedan recibir proveniente de la red de apoyo formal
o informal no lo perciben como obligatorio. Además, los acogedores de familia extensa
pueden ser más precavidos al momento de expresar sus verdaderas necesidades y el grado de
satisfacción real por temor a ser mal evaluados y que el niño o niña sea retirado del hogar. Por
el contrario, los acogedores de familia ajena al ser voluntarios y pasar por un proceso de
selección para convertirse en acogedores en el cual se evalúan sus condiciones para asumir el
cuidado del niño o niña acogido efectivamente pueden presentar un menor nivel de necesidad,
aunque al mismo tiempo tienden a ser más exigentes al momento de evaluar el apoyo recibido
y por ende este factor disminuya el nivel de satisfacción en dicho aspecto.
En resumen, nuestros resultados indican que las familias acogedoras de este estudio tenían
una red de apoyo social pequeña y poco diversificada, representado fundamentalmente por los
familiares como la principal red de soporte, patrón que se repite en familia extensa y ajena.
Referente al grado de necesidad en la muestra total sobresalió la necesidad de apoyo
psicológico, seguido de la necesidad de apoyo en el acogimiento. Además se presentan
diferencias que indican que en familia extensa hubo en términos generales un mayor grado de
necesidad, especialmente respecto al apoyo en el acogimiento y material, al mismo tiempo de
un mayor grado de satisfacción con el apoyo recibido respecto a la familia de acogida ajena.
Por último, la red conflictiva fue muy reducida en este estudio.
Nuestros resultados han puesto de manifiesto que la mayor parte de los niños y niñas
acogidos conocían algún aspecto de su historia previa y del acogimiento, aunque casi un
tercio de ellos no había hablado respecto a su historia previa o del acogimiento con ningún
adulto. En esta misma línea, otros estudios (Jiménez y Palacios, 2008a; Jiménez et al., 2013a)
han dado cuenta de que la mayor parte de los acogedores han hablado con los niños y niñas
acogidos oscilando entre el 68% y el 75.9% de las situaciones, siendo este porcentaje mayor a
lo reportado en nuestros datos.
Los resultados del presente estudio indicaron que fue principalmente el acogedor quien
entabló alguna conversación con el niño o niña acogido. No obstante, los datos también
dieron cuenta que luego del acogedor fue el propio niño o niña quien recordaba aspectos de su
294
Discusión
295
Discusión
cerca de la mitad de los cuidadores que no habían hablado con el niño acogido argumentaron
que podría ser un hecho negativo o que el niño o la niña era demasiado pequeño en algo más
de la cuarta parte de los casos, seguido de los acogedores que evaluaron que no era necesario
o aludieron a otras situaciones. En esta misma línea, (Jiménez et al., 2013a; Jiménez y
Palacios, 2008a) encontraron que entre los principales motivos citados por los acogedores
para no hablar con los acogidos fue considerarlos demasiado pequeños o que podía ser un
hecho negativo para estos.
En resumen, una proporción considerable de acogedores había hablado con el niño o niña
acogido respecto a su historia previa y su acogimiento valorando esta comunicación de
manera positiva. Sin embargo, considerando la baja frecuencia de las conversaciones también
es posible afirmar que la comunicación en el presente estudio no fue realmente un proceso
estable y gradual durante el tiempo, sino que se configuró como un suceso aislado. Junto con
lo anterior, nuestros datos pusieron en evidencia que parte de las causas que evitaban que el
acogedor iniciase las conversaciones con el niño o niña están basadas principalmente en sus
creencias (por ejemplo, verlo como un hecho negativo, el niño era demasiado pequeño). Por
lo tanto, nuestros resultados están en concordancia con Jiménez et al. (2013a) que indicaron
que los acogedores presentan una escasa iniciativa para llevar adelante el proceso de
comunicación con el niño y niña acogido, cediendo aparentemente a estos la responsabilidad
de iniciar las conversaciones. También se sobreentiende de los datos encontrados que los
acogedores están esperando a que llegue ese momento “apropiado” en que el niño o niña sea
mayor y pueda comprender mejor los acontecimientos. No obstante, siguiendo a Gómez
(2006), es importante considerar que para los acogedores puede ser especialmente difícil
asumir el miedo a reconocer o reabrir viejas heridas, a tener que desvelar secretos familiares,
a falsas creencias sobre las necesidades de los niños o el temor a perjudicarlos o sus
relaciones con la familia acogedora. Por lo tanto, como señalaron Jiménez et al (2013a),
aunque parece claro que los acogedores presentan interés también es evidente la dificultad e
inseguridad en la tarea de comunicar sobre el acogimiento, lo que pone de manifiesto las
necesidades específicas de apoyo y de formación que tienen en esta materia. De este modo,
con la formación y las ayudas necesarias se puede contribuir a que el niño o niña acogido
reconstruya su historia de vida, pueda trazar su propia identidad de manera positiva y pueda
afrontar de mejor forma las transiciones que le han tocado vivir (Gómez, 2006; Fahlberg,
1994; Jiménez et al., 2010).
En conclusión, es posible plantear que el funcionamiento familiar de las familias
acogedoras de este estudio fue en general satisfactorio. Al respecto, se pudo corroborar el
296
Discusión
mayor nivel de aceptación parental de los acogedores hacia el niño o niña acogido por sobre
la expresión de rechazo, aunque en menor medida respecto de otros estudios, también su
adhesión hacia el uso de pautas educativas más democráticas, una equilibrada presencia de
cohesión y adaptabilidad familiar, así como la adecuada cobertura de las necesidades básicas
de los niños y, finalmente, por el desarrollo del rol de cuidado del niño o niña acogido con
niveles de estrés parental dentro del rango normalizado, aunque en la parte de la distribución
más elevada. No obstante, un análisis más detallado de los datos reveló que para un grupo
considerable de acogedores estaba expuesto a mayores problemáticas que implicaron la
presencia de estrés parental en el nivel límite y clínico y que dan cuenta de la dificultad que
tienen para llevar hacia adelante su rol de cuidado del niño acogido, añadiéndose a esta
situación que un importante número de acogedores experimentó en el contexto familiar una
importante cantidad de acontecimientos vitales estresantes en un lapso breve de tiempo.
Finalmente, el apoyo social reconocido como un factor compensador ante las dificultades que
se plantean en el contexto familiar se caracterizó por estar conformado en ambas modalidades
de acogimiento por una red pequeña y poco diversificada, centrada principalmente en la
ayuda de los familiares.
A continuación se discuten las temáticas que dan respuesta al tercer objetivo de la presente
tesis doctoral: Describir y analizar las principales características y dimensiones del ajuste
psicológico (conductual, emocional, valorativo, relacional, académico y social) de los niños y
niñas acogidos, y ponerlos en relación con otras variables relevantes del estudio.
297
Discusión
conductual y emocional. Así, por ejemplo, Jiménez y Palacios (2008a) también señalaron que
la puntuación promedio de SDQ estuvo un poco por encima de la normalidad y cercana a los
valores límite desde la valoración de los acogedores, siendo la puntuación media de los niños
y niñas de nuestro estudio ligeramente superior a los de este trabajo.
En términos porcentuales nuestros datos indican que algo más de la mitad de los niños y
niñas acogidos tuvo un ajuste conductual normalizado, mientras que cerca de la otra mitad
presentó un ajuste problemático, dentro del cual un 34.8% estaba en el rango clínico y el
13.3% restante en el límite, situándose ambos (especialmente en el rango clínico) por encima
del 10% esperable de encontrar en la población general. Al respecto, en la literatura sobre
acogimiento también se ha puesto de manifiesto la mayor concentración de dificultades en el
ajuste conductual de los niños, niñas y adolescentes acogidos respecto a la población general.
Concretamente, Schofield et al. (2000) revelaron que cerca de la mitad de los niños y niñas
acogidos se situó dentro del rango clínico y el 17% en el límite, estando muy por encima de la
población normativa y también de nuestros datos. Por su parte, Tarren-Sweeney (2008)
señalaron que más de la mitad de los chicos y chicas acogidos se ubicaron en el rango clínico,
con un importante grupo que además se ubicó en el límite máximo de la distribución del nivel
clínico. En el estudio de Jiménez y Palacios (2008a) se encontró que el 29% de los niños y
niñas en acogimiento estuvo dentro del rango clínico. En este aspecto nuestros datos parecen
apuntar nuevamente a la mayor acumulación de dificultades en los niños y niñas acogidos de
la muestra chilena.
En lo que se refiere a las subescalas de SDQ los datos revelaron que todas, a excepción de
la subescala prosocial, se situaron levemente por encima del margen normativo y, por lo
tanto, muy cerca del nivel límite de la prueba. Concretamente, la subescala cuya puntuación
se situó más cerca de la puntuación límite fue la de problemas de conducta, seguida por la
subescala de problemas con los compañeros, mientras que en menor medida se situaron las
puntuaciones de las subescalas de hiperactividad y de síntomas emocionales. En concordancia
otros trabajos también han puesto de manifiesto que los problemas de conducta fueron uno de
los aspectos más relevantes al momento de explicar el ajuste conductual de los niños y niñas
acogidos (Jiménez y Palacios, 2008a; Schofield et al., 2000). En Noruega y Bélgica también
se ha dado cuenta de que si bien una importante cantidad de niños y niñas presentaron un
ajuste conductual normalizado y que por lo tanto se encontraban en una mejor condición
considerando su situación de partida inicial, al mismo tiempo también hubo una presencia
muy relevante de niños y niñas acogidos con moderadas a serias dificultades en su ajuste
conductual (Holtan et al., 2005; Vanderfaillie et al., 2012; Vanschoonlandt et al., 2013). En
298
Discusión
contraparte, también es posible señalar que algunos estudios en España han expuesto que los
niños, niñas o adolescentes acogidos presentaban, en la mayor parte de los casos, un ajuste
conductual normalizado, especialmente en contextos de evaluación no clínicos, señalándose
que esta información permite otorgar un panorama más normalizador de su situación
(Bernedo et al., 2008; Fernández-Molina et al., 2011; Bernedo et al., 2012).
En claro contraste con estos resultados, las puntuaciones de la subescala de conducta
prosocial de los niños y niñas acogidos en el presente estudio se situaron dentro de los
márgenes normativos. En el estudio de Jiménez y Palacios (2008a) los menores también
presentaron unas puntuaciones dentro del margen normalizado pero un poco más bajas que las
nuestras. En este aspecto, las investigaciones han reportado que mayores niveles de
prosocialidad en el niño o niña acogido influirán de manera positiva en una mayor calidad,
estabilidad del acogimiento y mejores relaciones con los acogedores y el grupo de pares
(Sinclair y Wilson, 2003; Sinclair et al., 2005; Farmer et al., 2004).
Desde la perspectiva de la modalidad de acogimiento, nuestros datos no revelaron la
existencia de diferencias estadísticamente significativas en la puntuación total de dificultades
de SDQ, aunque la puntuación de los niños y niñas acogidos en familia extensa fue
ligeramente mayor a la de los menores acogidos en familia ajena. Concretamente, mientras
que la puntuación media de dificultades de SDQ se situó por encima del nivel límite para los
niños y niñas de familia extensa, en familia ajena estuvo dentro del rango de normalidad
aunque en la parte de la distribución más elevada. Junto con lo anterior, el análisis porcentual
reveló que el 32.07% de los niños y niñas en familia ajena y el 36.19% en familia extensa se
situaron en el rango clínico, siendo bastante superior al 10% esperable de encontrar en la
población general. En cuanto a la comparación por subescalas, los datos indican que las
puntuaciones de los niños y niñas acogidos en familia extensa fue algo más desfavorable,
dando cuenta de una mayor concentración de problemas en las diferentes subescalas y,
especialmente, en la de síntomas emocionales que fue la única donde las diferencias fueron
estadísticamente significativas, poniendo de relieve la mayor presencia de problemas
emocionales entre los niños y niñas acogidos en familia extensa.
En términos generales, nuestros resultados son coincidentes con lo planteado en la
investigación sobre familia de acogida extensa (Farmer y Moyers, 2008; Fernández-Molina et
al., 2011; Holtan et al., 2005; Hunt et al., 2008; Hunt y Waterhouse, 2012; Kelley et al., 2011,
Selwyn et al., 2013) y también en familia de acogida ajena (Meltzer et al., 2003; Minnis et al.,
2001) respecto a la mayor presencia de dificultades en los niños, niñas y adolescentes
acogidos respecto a la población general, aunque en estos estudios la proporción de niños y
299
Discusión
niñas con dificultades fue aún mayor (entre el 45% y el 74%) a lo encontrado en el presente
estudio. En primer lugar, estas diferencias con la población general pueden tener una base
explicativa en el historial de dificultades y de adversidades de todo tipo experimentadas por
estos niños y niñas acogidos antes de llegar a la medida protectora. También es posible que las
diferencias con respecto a nuestro estudio tengan que ver con el perfil de los acogedores de
familia ajena de estos estudios, que pasan por un proceso de selección y formación muy
riguroso, en algunos casos más enfocado a un acogimiento semiprofesionalizado, lo que
podría estar influyendo en su mayor capacidad para detectar las dificultades en el ajuste
conductual del niño o niña acogido. En este sentido, en España algunas investigaciones
(Jiménez y Palacios, 2008a; Palacios y Jiménez, 2009) han relacionado la mayor presencia de
problemas en el ajuste psicológico y conductual de los niños y niñas acogidos en familia ajena
con la mayor acumulación de problemas en el historial de los niños y niñas acogidos en esta
modalidad y con las exigencias derivadas de una transición a un contexto familiar muy
distinto del que provienen, sobre todo si se compara con la que hacen los niños acogidos en
familia extensa. En este sentido, en otros estudios con familia extensa (Bernedo, 2004;
Bernedo et al., 2008) solo un reducido grupo de jóvenes se situaron en el rango límite y
clínico, lo que ha se asoció a factores protectores como el buen funcionamiento familiar
caracterizado por altas dosis de afecto y de estilos educativos inductivos, además de que estos
adolescentes fueron acogidos siendo aún muy pequeños y con un menor cúmulo de
experiencias de adversidad. No obstante, es importante señalar que en nuestros datos no se
observaron diferencias significativas entre modalidades, si bien fueron los acogedores de
familia extensa quienes identificaron un mayor cúmulo de dificultades en los niños y niñas
acogidos.
Finalmente, queremos señalar que la presencia de dificultades en el ajuste conductual del
niño y niña acogido no es una circunstancia de imposible resolución, aunque si es importante
destacar que merece una especial atención desde el comienzo de la medida. De este modo, es
relevante por una parte mejorar y hacer más eficiente la atención de los niños y niñas
acogidos en los servicios de salud mental (Leslie et al., 2004). Y, por supuesto, optimizar la
intervención, formación y apoyo profesional dirigido a los acogedores para mejorar sus
habilidades respecto a cómo afrontar las dificultades conductuales y emocionales de los niños,
niñas y adolescentes acogidos. De este modo, la coordinación de los profesionales con los
acogedores fomentarán la disminución de los problemas de conducta, y evitarán otro tipo de
consecuencias negativas como es, por ejemplo, la ruptura de la medida (Fisher, Burraston y
Pears, 2005; Fisher, Gunnar, Chamberlain y Reid, 2000; Kelly y Gilligan, 2000; Kalland y
300
Discusión
Sinkkonen 2001; Linares, Montalto, Rosbruch y Li, 2006) (citado en Vanderfaeillie et al.,
2012).
En resumen, los niños y niñas acogidos del presente estudio presentaron desde la
valoración de sus acogedores un mayor cúmulo de dificultades en su ajuste conductual,
especialmente si se considera en relación a la población general. Además, un importante
número de niños y niñas acogidos presentaron dificultades que los situaron en primer lugar en
el nivel clínico y en segundo lugar en el límite, siendo ambos factores de riesgo importantes
para el bienestar del niño y niña acogido, así como para la marcha del acogimiento. No
obstante, también es importante enfatizar que en general los acogedores señalaron la presencia
de conductas prosociales en los niños y niñas acogidos, además de que un grupo importante
de estos que representó cerca de la mitad de los casos presentó un ajuste normalizado, siendo
una opinión consensuada desde ambos tipos de modalidades de acogimiento, especialmente
desde los acogedores de ajena.
301
Discusión
de Matrices fue mucho más elevada y, por lo tanto, más claramente en el rango de
normalidad. Siguiendo el planteamiento de Kaufman y Kaufman (1997), es posible interpretar
que las dificultades en el ámbito cognitivo del niño y niña acogido en este estudio se
relacionan en mayor medida con la estimulación que reciben de su entorno, lo que se refleja
en los datos de CI compuesto y Vocabulario, mientras que las propias capacidades del niño y
niña acogido parece ofrecer un panorama algo más positivo.
Por su parte, los resultados según la modalidad de acogimiento siguen el mismo patrón de
los datos de la muestra total, sin encontrarse diferencias significativas, aunque con una leve
tendencia a que las puntuaciones en CI compuesto, Vocabulario y Matrices fuesen
ligeramente más elevadas en los niños acogidos en familia extensa.
Nuestros resultados en relación con el desarrollo cognitivo parecen coincidir ampliamente
con lo que han planteado en otras investigaciones. Así, Amorós et al. (2003) encontraron que
cerca de la tercera parte de los niños presentó dificultades en el desarrollo cognitivo y
lingüístico y que en algo más de la mitad de los casos el rendimiento académico fue inferior a
lo normal. De la misma forma, Jiménez y Palacios (2008a) dieron cuenta de que las
dificultades en el desarrollo cognitivo del niño venían dadas por la estimulación del entorno
debido a que la puntuación de CI y Vocabulario, aunque normalizadas, fueron cercanas a la
puntuación de 85, mientras que Matrices se adentró mucho más en el rango de normalidad. A
su vez, los niños de familia de acogida extensa tuvieron una mayor puntuación en CI e
inteligencia abstracta, aunque sin diferencias significativas respecto de lo encontrado en
familia ajena.
Concerniente al ámbito escolar se encontraron aspectos que pueden considerarse positivos,
teniendo en consideración el punto de partida inicial menos favorable de estos niños y niñas.
De este modo, los datos mostraron que todos los niños y niñas estaban escolarizados y que
tenían una asistencia regular a clases. Además, en algo más de las tres cuartas partes de los
casos los niños y niñas acogidos tuvieron un rendimiento académico equivalente al de sus
compañeros, siendo también referido en otras investigaciones (Amorós et al., 2003; Jiménez y
Palacios, 2008a).
No obstante, también se encontraron otros resultados que ponen de relieve la existencia de
dificultades. Así, cercano al 40% de los niños y niñas acogidos en este estudio tenía algún tipo
de necesidad educativa especial, aunque si estaban siendo intervenidas a través de clases de
apoyo, adaptación curricular, orientación y atención psicológica en el contexto educativo.
Además, los datos revelaron que la cuarta parte de los niños y niñas acogidos se encontraba
rindiendo por debajo de la media en relación a sus compañeros. Al comparar nuestros
302
Discusión
resultados con el panorama de la investigación podemos señalar que en general los niños y
niñas acogidos presentan más dificultades en lo que a su desarrollo cognitivo y rendimiento
académico se refiere que los niños y niñas de la población general (Bernedo, 2004; Meltzer et
al., 2003; Jiménez y Palacios (2008a). Así, Noonan et al. (2012) señalaron que los niños y
niñas acogidos tenían más probabilidades de experimentar pobres resultados académicos. Por
su parte, Hunt (2003) encontró que en familia de acogida extensa cerca de la tercera parte de
los niños tenían bajo rendimiento escolar pero que los niños acogidos en familia ajena
presentaron aún más dificultades. Sin embargo, en el contexto chileno los profesionales han
señalado que considerando su situación de partida inicial los niños y niñas en acogimiento
presentan un mejor desempeño escolar, menos deserción, menor estigmatización y prejuicios
en la escuela (UNICEF, 2011).
En resumen, los niños y niñas acogidos presentan resultados que indican que no están
rindiendo en la medida de sus posibilidades y que esta circunstancia está directamente
relacionada con la estimulación y apoyo proveniente de su entorno, más allá de sus propias
capacidades que apuntan a ser más normalizadas. Por lo tanto, los resultados expuestos ponen
de relieve la importancia de la evaluación y seguimiento especializado que permita brindar
más apoyo a estos niños, niñas y sus familias acogedoras, principalmente cuando se considera
que los propios acogedores presentan un bajo nivel educativo que puede estar afectando en el
apoyo efectivo que les brindan. Como señaló Sinclair (2005), la importancia de prestar
atención a esta situación no proviene solo del rendimiento académico, sino en cómo estas
dificultades pueden afectar el desarrollo emocional y relacional del niño y niña acogido,
implicando la estabilidad de otras áreas de su vida, como puede ser su futuro y el propio
acogimiento.
Desde una perspectiva general, los niños y niñas acogidos en este estudio presentaron un
nivel de autoestima y autoconcepto elevado sin que se presentaran diferencias
estadísticamente significativas por modalidad de acogimiento. Este resultado es de especial
relevancia si se considera que la construcción de estas dimensiones viene en gran parte
determinada por las primeras experiencias en el contexto familiar de origen, el cual para estos
niños y niñas no ha sido ser muy positivo al estar marcado generalmente por la negligencia u
otros tipos de maltrato o situaciones de riesgo. En esta línea, se ha señalado que la presencia
303
Discusión
de factores como una historia de cuidados adversos, de parentalidad errática o poco sensible
contribuye a la existencia de déficits psicosociales del niño y niña acogido e influye
negativamente en la construcción de los modelos representacionales de sí mismos y que
incluyen los bajos niveles de autoestima (Dore y Eisner, 1993; Jiménez- Morago et al., 2015;
Milan y Pinderhughes, 2000).
Así, nuestros resultados indicaron que la puntuación media de autoestima se situó en
niveles medio- altos, mientras que las restantes tres cuartas partes de los casos que estuvieron
por debajo de este resultado también fueron positivas situándose en un nivel medio.
Asimismo, todas las dimensiones de autoestima presentaron puntuaciones elevadas,
situándose en orden de prevalencia el sentido de competencia cognitiva, física, la aceptación
maternal, y la aceptación de los iguales.
En concordancia con los resultados del presente estudio, Jiménez y Palacios (2008a)
encontraron que la mayor parte de los niños y niñas acogidos tuvieron niveles de autoestima
medios y medio-altos, sin que tampoco en este estudio se observaran diferencias
estadísticamente significativas por modalidad de acogimiento. Por su parte, otros estudios han
puesto de manifiesto que los niños, niñas o adolescentes acogidos que han tenido relaciones
positivas, de apoyo y que se sienten protegidos por los acogedores o que mantienen buenas
relaciones con el grupo de pares, han reportado elevados niveles de autoestima y además
exhiben más conductas prosociales (Ackerman y Dozier 2005; Farineau, Stevenson y McWey,
2013; Gilligan, 2000a, 2001; Luke y Coyne 2008).
En contraparte, Fernández (2007) planteó que la autoestima de los niños y niñas acogidos
fue más baja en relación a los datos normativos e indicó que aunque existen diferentes puntos
de vista sobre la trayectoria general de la autoestima en el transcurso del desarrollo, en el
contexto del acogimiento se presentan factores específicos que inciden en el menor nivel de
autoestima del niño, tales como una menor edad al inicio del acogimiento, los múltiples
cambios de acogimiento que probablemente van acompañados de la percepción de rechazo, lo
que podría favorecer la internalización de la culpa y una autoevaluación más negativa por
parte del niño o niña acogido.
En resumen, los niños y niñas acogidos del presente estudio presentaron elevados niveles
de autoestima en relación a la puntuación total como también en todas sus dimensiones. No
obstante, como se ha señalado estos resultados deben ser tomados con cautela si se considera
que aún persisten en estos niños importantes dificultades en su desarrollo psicológico y
emocional.
304
Discusión
Igualmente, nuestros resultados revelaron que el nivel de autoconcepto de los niños y niñas
acogidos fue bastante elevado en lo que respecta a la puntuación total de la prueba que se
aplicó a los niños y niñas a partir de los 8 años. Como también lo fue en todas las
dimensiones, estando en orden de prevalencia la competencia atlética, la apariencia física, la
aceptación social, el autocontrol, la competencia escolar y, finalmente, la comportamental y
que, en ningún caso, se presentaran diferencias estadísticamente significativas por modalidad
de acogimiento.
Desde el punto de vista evolutivo es posible señalar los niños y niñas presentan un mejor
nivel de autoestima que tiende a bajar al entrar a la etapa de los 8 y 12 años. En una línea
similar, Torres-Gómez de Cádiz et al. (2006) encontraron diferencias estadísticamente
significativas que indicaron que los niños menores, entre los 4 y 7, años tuvieron un mejor
autoconcepto respecto de los que tenían 12 años o más. Una explicación de estas diferencias
proviene de lo señalado por Harter (1993) que indicó que los cambios en la autoestima en la
infancia y la adolescencia pueden modificarse mediante las transiciones en la maduración y
los factores socio-contextuales. En esta línea, Palacios e Hidalgo (1999) señalaron que previo
a los 8 años la autovaloración de los niños será globalmente positiva y estará centrada en
mayor medida en la evaluación de uno mismo más que en la comparación con otros. No
obstante, a medida que aumenta la edad y se acerca a la adolescencia las descripciones sobre
uno mismo adquieren una complejidad creciente, además empiezan a cobrar una mayor
influencia las relaciones sociales, y puede ser normal que la autoevaluación presente altibajos.
Por otra parte, un buen nivel de autoestima y autoconcepto también puede estar
influenciado por la calidad del contexto familiar, cobrando especial relevancia la aceptación
parental y el estilo educativo democrático (Palacios e Hidalgo, 1999). Al respecto, en este
estudio se ha constatado un buen nivel de aceptación parental y el uso extendido de pautas
educativas democráticas lo que podría estar afectando de manera positiva al desarrollo de la
autoestima y autoconcepto de estos niños y niñas.
Como señalaron Vondra, Barnett y Cicchetti (1989, 1990), la experiencia del maltrato
infantil puede influir en la autoevaluación que realizan los niños y adolescentes en el ámbito
de la autoestima, siendo más bien negativa. Junto con esto, los autores hipotetizaron que los
niños y jóvenes que habían experimentado el maltrato infantil tenían un retraso en su
cognición en relación a sus pares y que influía en su capacidad para elaborar autoevaluaciones
305
Discusión
realistas. En este sentido, los resultados de este estudio también revelaron que las experiencias
de maltrato infantil en el niño acogido influyeron en su nivel de autoestima, pero de manera
diferente a lo planteado anteriormente. En nuestro estudio no podemos hacer esta
comprobación puesto que prácticamente todos los niños y niñas había padecido maltrato
aunque pensamos que podrían estar en la línea de lo planteado por Amorós et al. (2003)
quienes señalaron que la autoestima y autoconcepto de los niños acogidos se vio influido por
el maltrato infantil, entre otros factores de adversidad.
La información de la autoestima y del autoconcepto en función de la modalidad de
acogimiento fue elevada en familia extensa y ajena, aunque algo más en esta última, sin que
se presentaran diferencias significativas. En esta misma línea, Selwyn et al. (2013)
encontraron que una importante proporción de niños, niñas y jóvenes acogidos en familia
extensa correspondiente al 84% tuvieron elevadas puntuaciones en autoconcepto, lo que
sugirió una equilibrada autoevaluación, con conocimientos de los aspectos positivos y
negativos de sí mismo, mientras que el 16% de los niños y niñas tuvo bajas puntuaciones que
indicaban que estos tenían serias dudas acerca de su autoconcepto y se veían a sí mismos
como menos competentes que sus compañeros. Por su parte, Torres-Gómez de Cádiz et al.
(2006) también dieron cuenta de diferencias entre familia extensa y ajena que mostraron que
los niños acogidos por sus familiares tenían un menor nivel de autoconcepto que los niños
acogidos en familia ajena.
Si bien nuestros resultados en lo que autoestima y autoconcepto se refieren plantean un
panorama alentador que pone de manifiesto que la recuperación del niño y niña acogido es
posible. Al mismo tiempo, nos lleva a tomar con cautela estas elevadas puntuaciones
principalmente cuando se toma en consideración que estos niños y niñas aún presentan
importantes secuelas en ámbitos importantes de su desarrollo como es el cognitivo,
conductual y emocional, siendo todos estos aspectos influyentes en la propia construcción de
la autoestima y del autoconcepto.
En resumen, los niños y niñas acogidos del presente estudio presentaron una buena
puntuación total autoconcepto que se reflejó en que en todas sus dimensiones se situó en
niveles medio-altos.
En conclusión, desde una perspectiva positiva es posible plantear que un importante grupo
de niños y niñas en el presente estudio presentó un ajuste conductual normalizado, una
autoestima y autoconcepto estables y que estaban incorporados regularmente al contexto
escolar con un rendimiento semejante al de sus compañeros de clase. No obstante, los datos
también han puesto de manifiesto que un grupo relevante de niños y niñas acogidos tenían
306
Discusión
un ajuste conductual problemático, con un desarrollo cognitivo que apunta hacia la presencia
de dificultades que pueden estar mermando su rendimiento académico actual y en un futuro si
no cuentan con una evaluación diagnóstica y apoyos especializados.
A continuación se discuten las temáticas que dan respuesta al cuarto objetivo propuesto en
la presente tesis doctoral: Identificar perfiles familiares sobre la base del funcionamiento
familiar en el acogimiento y que estén en relación con el ajuste del niño y niña acogido.
Para cumplir con este objetivo, decidimos analizar nuestros datos con el fin de establecer
una tipología de familias que, basándose principalmente en variables del funcionamiento
familiar, tuviera relación con el ajuste psicológico y conductual del niño y niña acogido.
La idea de elaborar esta tipología ha estado sustentada en la revisión bibliográfica realizada
(Amorós y Palacios, 2004; Bernedo, 2004; Beek y Schofield, 2004; Farmer et al., 2004;
García- Martin et al., 2014; Jiménez y Palacios, 2008a; Jiménez y Zavala, 2011; Salas, 2011;
Sinclair et al., 2005). En estos trabajos se ha puesto de manifiesto el importante rol de la
familia de acogida en el ajuste del niño y niña acogido, influencia que va más allá de sus
características sociodemográficas, otorgando gran relevancia a la calidad de las relaciones
que se desarrollan dentro de esta y que incorporan aspectos, tales como la aceptación
parental, los estilos educativos, la cohesión y adaptabilidad familiar, el grado de cobertura
de las necesidades básicas, el nivel de estrés parental y el apoyo social, entre otras
variables. Además, algunos autores destacan la capacidad de los acogedores para reconocer
las necesidades de los niños y niñas acogidos y comprender sus comportamientos teniendo en
consideración las secuelas de su pasado, siendo respetuosos con él o ella y además
integrándolos en el contexto familiar. En estos estudios también se señala el papel que cumple
el propio niño o niña acogido, con sus características personales, indicando que cuando el
niño presenta un importante cúmulo de problemas de conducta se pueden dar resultados poco
favorables en el acogimiento, tales como una mayor inestabilidad y mayor probabilidad de
ruptura, además de elicitar en los acogedores un nivel mayor de control negativo. Finalmente,
en estos estudios también se ha puesto de manifiesto la relevancia del apoyo profesional ante
307
Discusión
las dificultades que se presenten y que pueden influir en la continuidad y la marcha del
acogimiento.
Como hemos visto, los resultados de este estudio en un primer momento dieron cuenta de
la existencia de asociaciones significativas entre algunas de las variables del funcionamiento
familiar (entre ellas, bienestar infantil, cohesión y adaptabilidad familiar, estilo educativo
autoritario, estrés parental y aceptación/rechazo parental) y el ajuste psicológico y conductual
del niño y niña acogido, resaltando especialmente las altas correlaciones con el estrés parental
y el clima de aceptación/rechazo parental. Posteriormente, mediante el análisis de
conglomerados jerárquicos en el que se incluyeron las variables del funcionamiento familiar
se obtuvieron dos grupos, de los cuales se seleccionó el segundo por su relevancia teórica y
estadística y que estuvo compuesto por tres variables del funcionamiento familiar: 1) Estrés
parental, 2) Aceptación/rechazo parental, y 3) Estilo educativo autoritario. Han sido diversos
estudios los que han reconocido el impacto de la presencia de problemas de conducta del niño
y niña acogido en el nivel de estrés de los acogedores y la consiguiente posibilidad de ruptura
del acogimiento (García-Martín et al., 2014; Jiménez et al., 2013b; Palacios et al., 2015;
Salas, 2011; Vanderfaeillie et al., 2012; Van Holen et al. 2008). Asimismo, se ha destacado
que el grado de aceptación y/o rechazo y el estilo educativo son otras variables que influyen
en el nivel de ajuste y la adaptación del niño y niña acogido (Amorós y Palacios, 2004;
Bernedo, 2004; Jiménez et al., 2010; García-Martín et al., 2015).
Una vez seleccionado este segundo grupo, se realizó el análisis de conglomerados de K-
medias con una solución de tres conglomerados que fueron denominados:1) Familia
acogedora de problemática alta, 2) Familia acogedora de problemática media, y 3) Familia
acogedora de problemática baja. Como complemento a esta información, se realizó un análisis
de la varianza (Anova) que reveló diferencias significativas que, en orden de prevalencia,
mostraron que el grupo de familias acogedoras de problemática alta tuvieron puntuaciones
más elevadas en las variables de estrés parental, aceptación/rechazo parental y estilo
educativo autoritario, seguidas por el grupo de familias acogedoras de problemática media
que también presentaron puntuaciones elevadas, aunque en menor medida y, finalmente, por
el tercer grupo de familias acogedoras de problemática baja que presentaron puntuaciones
bajas en las tres variables evaluadas.
El análisis discriminante permitió comprobar la existencia de diferencias significativas
entre los 3 conglomerados respecto del conjunto de variables medidas facilitando los procesos
de clasificación sistemática para nuevas observaciones de familias acogedoras en los grupos
obtenidos. Concretamente, el grupo de problemática alta fue el que estuvo compuesto por
308
Discusión
un número menor de familias. La interpretación de los resultados de este grupo reveló que la
puntuación promedio de estrés parental se situó en el rango clínico, exactamente sobre el
percentil 95; mientras que la puntuación de aceptación/rechazo parental aunque refleja cierto
nivel de aceptación fue la que más se acercó al polo del rechazo parental. Siguiendo lo
establecido por Rohner y Khaleque (2005), este grupo de acogedores es el que muestra más
rechazo a los acogidos. Finalmente, también este grupo se caracteriza por ser el que emplea
pautas educativas más rígidas y autoritarias ya que es el que más puntúa en estilo educativo
autoritario.
Como hemos podido ver, el grupo de problemática media está compuesto por 44 familias
y es el segundo por su número. Los resultados de este grupo muestran puntuaciones medio-
altas en las variables. Así, los datos indican que la puntuación de estrés parental también fue
muy elevada aunque más baja que la del grupo anterior al situarse en el rango clínico, aunque,
en este caso, entre el percentil 90 y 95. Por su parte, la puntuación de aceptación/rechazo
parental también se situó dentro del continuo de la aceptación y, aun siendo alta, fue menos
elevada que la del grupo de problemática alta. Por último, el estilo educativo autoritario tuvo
una puntuación promedio intermedia, menor respecto al primer grupo, pero mayor en relación
al tercer grupo de familias acogedoras.
El grupo de familias acogedoras de problemática baja es el que está compuesto por la
mayor parte de las familias del estudio. La interpretación de los datos reveló que la
puntuación media de estrés parental se situó en el rango normalizado, específicamente en el
percentil 45; la puntuación de aceptación/rechazo parental fue la más baja situándose más
cerca del polo de la aceptación parental, reflejando un clima de relación basada en la
aceptación afectuosa; y, por último, las pautas de socialización autoritarias en este grupo
tuvieron un presencia menor que en los dos anteriores grupos.
El análisis de las puntuaciones estandarizadas permitió ver que la distancia entre los grupos
variaba en las tres variables del conglomerado. Así, por ejemplo, en lo que se refiere al uso de
pautas autoritarias, destaca claramente el grupo de problemática alta estando los otros dos
grupos más próximos. Lo contrario ocurre con el estrés parental, donde los grupos de alta y
media problemática obtienen puntuaciones más próximas mientras que el que destaca aquí es
el grupo de problemática baja por tener un nivel de estrés mucho menor. Algo parecido
podríamos decir del nivel de aceptación/rechazo donde nuevamente destaca el grupo de baja
problemática por sus más bajas puntuaciones, es decir, por su mayor nivel de aceptación.
Nuestros datos indican que la mayor parte de las familias acogedoras, que representan algo
más de dos tercios de los casos y que pertenecen al grupo de problemática baja, tenían un
309
Discusión
310
Discusión
311
Discusión
una tipología con una muestra de familia de acogida ajena. Los principales resultados
pusieron de manifiesto la existencia de tres conglomerados que correspondieron a
acogimientos con alto-, moderado.-y bajo riesgo. Las variables que formaron parte de estos
conglomerados fueron los problemas de conducta, la impulsividad e inatención en el niño
acogido, la sobrecarga, critica/rechazo y el estilo educativo rígido de los acogedores. El
análisis discriminante permitió confirmar las diferencias entre los tres conglomerados y la
creación de una función para la clasificación de casos en cada grupo. Así, señalaron que en
términos generales sus resultados revelaron que la adaptación, que incluyó los problemas de
conducta y la impulsividad/falta de atención del niño acogido, estuvo relacionada con el
funcionamiento familiar en el acogimiento, siendo especialmente importante el papel de la
sobrecarga de los acogedores y del uso de un estilo educativo rígido.
A pesar de que en el punto de partida de su análisis García-Martín et al. (2015) consideran
para la identificación de conglomerados variables del menor como la presencia de problemas
de conducta y la impulsividad, y de que la muestra y los que instrumentos de ambas
investigaciones son diferentes, la tipología resultante de familias es, en rasgos generales,
coincidente con la obtenida en nuestra investigación, dado que en ella se resalta muy
especialmente el papel de variables del funcionamiento familiar como la sobrecarga de los
acogedores, las pautas de socialización rígidas y el rechazo expresado a los chicos y chicas
acogidos, variables todas ellas muy ligadas a la presencia de problemas de conducta en los
menores en acogimiento como también ocurre en nuestro estudio. En cierto sentido, estos
resultados vienen a suponer una validación externa del modelo de estos autores que sitúa a
estas variables claramente como las que de manera más clara discriminan a las familias de
acogida. Quizás una de las diferencias más notables entre ambas tipologías tenga que ver con
su distribución en los diferentes grupos. Así, mientras en esta tipología las familias se reparten
de manera bastante homogénea en cada tipo, siendo el grupo de problemática baja el
compuesto por un mayor número de familias, en nuestra investigación con familias chilenas
los grupos están menos equilibrados, en especial el grupo de alta problemática compuesto por
un número muy reducido de familias. En relación con esto conviene recordar que la muestra
de nuestro estudio estaba compuesta por acogedores de familia extensa y ajena y que los
niveles de estrés de los acogedores y de dificultades de ajuste de los menores fue muy
superior al del estudio español.
En resumen, nuestros resultados ponen de manifiesto que las familias de acogida no
representan un grupo homogéneo. Por el contrario, mediante el análisis de conglomerados se
han identificado tres tipos de familias acogedoras que presentan un funcionamiento familiar
312
Discusión
con características diversas y que además estarían cuidando a niños y niñas acogidos con un
ajuste conductual también diverso. Al respecto, como ya ha sido señalado tres han sido las
variables del funcionamiento familiar que discriminan a las familias: estrés parental, nivel de
aceptación/rechazo y el estilo educativo autoritario. Y tres has sido también los niveles de
problemática que presentan las familias en relación a estas variables: problemática baja,
problemática media-alta y familias con problemática alta. Seguramente muchas interrogantes
pueden surgir a partir de este hallazgo. Una de estas podría ser en qué medida la calidad del
funcionamiento familiar ha influido en el mejor o peor ajuste conductual del niño o niña
acogido o viceversa. En respuesta a este cuestión hemos tomado lo planteado por Amorós y
Palacios (2004) quienes señalaron que aunque el niño o niña acogido presente diversas
dificultades, como pueden ser los serios problemas de conducta, lo que más definirá la
situación serán los propios recursos de la familia acogedora y su sensación de control de la
situación, aunque también será muy relevante el rol del apoyo profesional y de la red de
apoyo informal con que cuenten estos acogedores.
4.5. Modelo explicativo del ajuste conductual de los niños y niñas acogidos
A continuación se discuten las principales temáticas que dan respuesta al quinto objetivo
específico de la presente tesis doctoral: Explorar e identificar relaciones causales entre las
variables del funcionamiento familiar, la adversidad previa vivida por el niño y niña acogido
y ponerlas en relación con su ajuste conductual.
Como ha sido indicado, en un primer momento se realizó un modelo predictivo con el
análisis de regresión múltiple que permitió estimar aquellas variables predictoras del
funcionamiento familiar y de la historia de adversidad de los niños y niñas acogidos que se
relacionaban con la variable dependiente de problemas en su ajuste psicológico y conductual.
El modelo explicó gran parte de la varianza del ajuste conductual de los niños acogidos,
siendo el estrés parental la variable más explicativa, seguida del índice de adversidad inicial
del niño y, finalmente, de la aceptación/rechazo parental de los acogedores.
En un segundo momento, se llevó a cabo la construcción de un modelo de ecuaciones
estructurales. El diseño del modelo se basó en las principales aportaciones teóricas de la
investigación sobre acogimiento (Amorós y Palacios, 2004; Bernedo et al., 2008; Bernedo et
al., 2012; Chamberlain et al., 2006; Chamberlain et al., 2008; Farmer y Moyers, 2008;
313
Discusión
314
Discusión
experimentaron importantes experiencias de adversidad, siendo los niños y niñas acogidos en
familia extensa los que menor dosis de adversidad habían recibido. El estudio también
encontró una correlación baja pero significativa entre la dosis de adversidad experimentada
por los niños y su ajuste emocional. Estos datos parecen indicar que después de un período de
tiempo en sus respectivas medidas de protección la relación entre adversidad previa y ajuste
de los niños y niñas tiende a debilitarse, presentando una evolución positiva que es menor
para los niños y niñas que residían en centros residenciales y en acogimiento en familia ajena.
En los dos estudios anteriores, se puso de manifiesto, además, la relevancia de la edad de
llegada del niño al acogimiento y de la duración de la medida. De manera que cuanto más
pequeño fuera acogido el niño o la niña más fácil sería evitar la acumulación de experiencias
de adversidad y que mientras mayor estabilidad presentara el acogimiento más se favorecería
la recuperación del niño o niña acogido.
En el caso de la presente investigación, los datos indican que a pesar del tiempo
transcurrido desde su acogimiento, la influencia de la acumulación de adversidad en el inicio
del acogimiento aún se deja sentir en el ajuste conductual y emocional de los niños y niñas
acogidos. Es posible que el perfil de adversidad y problemas más acentuado que presentan
estos niños y niñas unido al de mayor dificultad y vulnerabilidad que presentan sus
acogedores pueda explicar la persistencia de estos efectos.
Por su parte, los resultados de la segunda hipótesis confirmaron que la adversidad inicial
también influye aumentando el nivel de estrés parental de los acogedores. Por lo tanto, parece
que la adversidad previa que experimentaron los niños acogidos en el presente estudio y que
incluía el maltrato infantil, los acogimientos previos y también diversas secuelas derivadas,
tales como los problemas psicológicos, de salud, escolares etc. en el inicio del acogimiento
pudo influir en la adaptación inicial del menor al acogimiento y afectar a la calidad de la
relación entre el niño acogido y sus acogedores. En esta línea, Jiménez et al. (2010)
encontraron que los niños y niñas acogidos que tenían una mayor acumulación de adversidad
se encontraban en el grupo de acogedores con estrés parental alto, mientras que los niños que
tenían menos experiencias de adversidad estuvieron en el grupo de estrés parental medio y
finalmente aquellos niños y niñas que tenían aún menos experiencias de adversidad estuvieron
en el grupo de acogedores con estrés parental bajo, siendo las diferencias entre estos grupos
significativas.
La confirmación de esta hipótesis viene a ratificar que para un grupo de acogedores
ocuparse del cuidado de los niños y niñas con una importante acumulación de adversidad y
dificultades previas pudo sobrepasar sus recursos de afrontamiento generándoles mayores
niveles de estrés parental, lo que afectó que finalmente en el nivel de ajuste conductual del
315
Discusión
niño y niña acogido. En este sentido, Abidin (1990) indicó que las características de los niños,
los padres y las variables situacionales influirán en el desarrollo del estrés parental desde la
percepción de las figuras parentales. Por su parte, Pérez y Menéndez (2014) destacaron en su
revisión el papel relevante que cumplen las estrategias de afrontamiento de los adultos,
especialmente aquellas de carácter activo, en relación al menor impacto del estrés parental.
Pero también podemos interpretar estos datos desde otra perspectiva distinta y
complementaria a la anterior y que tiene que ver con la capacidad de vinculación del niño o
niña acogido. Al respecto, Schofield y Beek (2006) señalaron que las experiencias tempranas
de pérdida, de cuidado negligente o trato abusivo que padecen los niños les llevan a
desconfiar al momento de establecer relaciones y vínculos más estrechos y, que a menudo, los
efectos de las severas experiencias de adversidad tienen un efecto muy profundo. En estas
circunstancias, a estos niños y niñas les puede resultar difícil permitir que los adultos se
acerquen lo suficiente como para establecer relaciones de confianza y apoyo. Por lo tanto,
según estas autoras, el papel de los acogedores será desarrollar una parentalidad terapéutica,
con elevadas muestras de aceptación, afecto, empatía, disponibilidad y consistencia, con la
finalidad de mejorar la calidad de las relaciones, de manera que el niño o niña pueda aprender
a sentirse amado y a amar. En esta misma línea, León (2011) señaló que los casos de mayor
distanciamiento afectivo de los padres adoptivos en relación con aquellos niños adoptados se
desarrollaban principalmente en aquellos casos en que el niño o niña había experimentado una
mayor dosis de adversidad previa. Por lo tanto, es posible señalar que los acogedores pueden
experimentar un mayor nivel de estrés parental cuando las secuelas de la adversidad vivida
por el niño influyen en su capacidad para establecer lazos o vínculos y, a su vez, esta
dificultad condiciona también en alguna medida que los acogedores puedan afianzar sus lazos
con los niños y llevar adelante una parentalidad terapéutica. Obviamente, como se ha ido
señalando a lo largo de esta tesis, la formación, el apoyo profesional y el diagnóstico
adecuado de estas situaciones desde el principio tendrán un papel relevante en el soporte a
estas familias acogedoras y al niño o niña acogido. En consecuencia, como sostiene
Abidin(1990), una temprana identificación del estrés en el sistema padre-hijo y una adecuada
dirección de los esfuerzos hacia una intervención enfocada en la reducción del estrés parental
tendrá el potencial de reducir la frecuencia y la intensidad de los problemas conductuales y
emocionales del niño o niña. En esta misma línea, Jiménez y Palacios (2008a) señalaron que
cuando los niños y niñas poseen una historial con más adversidad se hace necesario dotar de
más apoyo a la familia acogedora para continuar con su labor educativa y estimuladora. Lo
316
Discusión
que finalmente conllevará a un proceso de mayor estabilidad para todos los miembros de la
familia de acogida.
Nuestro análisis también permitió identificar otras dos variables que influyen en el estrés
parental: el grado de satisfacción de las necesidades básicas de los niños y niñas y el nivel de
cohesión familiar. En el primer caso, nuestro modelo pone de relieve que los acogedores y
acogedoras a los que les resulte más difícil cubrir las necesidades básicas de los niños
tenderán a experimentar un mayor nivel de estrés parental. Es evidente, como han puesto de
relieve algunos estudios (Grimaldi, Garrido y Jiménez, 2012), que superar las dificultades
contextuales que pueden presentarse a estas familias a la hora de satisfacer las necesidades de
los niños requiere de los acogedores un grado de capacidad y disponibilidad que no en todos
los casos existe. En el segundo, nuestro modelo indica que un menor nivel de cohesión
familiar tiende a aumentar el nivel de estrés en el desempeño de las funciones y tareas ligadas
a la parentalidad. Como han demostrado algunos estudios (Jiménez et al., 2013a), sentirse
unidos, tomar decisiones juntos, desarrollar un sentimiento de pertenencia y vinculación
familiar parece jugar un papel positivo en la adaptación de los niños en el acogimiento y a la
hora de comunicar sobre su pasado y su historia personal. Nuestro estudio parece poner de
relieve que un bajo nivel de cohesión puede suponer, por el contrario, un mayor nivel de
estrés en el ejercicio del rol parental. En esta línea, Pérez y Menéndez (2014) indicaron que la
cohesión como parte de la dinámica familiar influye en la percepción de desbordamiento de
los padres y madres. Así, la existencia de unos lazos afectivos moderadamente fuertes entre
los componentes de la familia tenderá a amortiguar los efectos negativos derivados de un
elevado nivel de estrés en los padres.
En nuestro modelo, el estrés parental parece jugar un papel central. Primero influyendo de
manera directa en el nivel de ajuste conductual y emocional de los niños y niñas acogidos de
nuestro estudio. En segundo lugar, por su influencia sobre otras variables del clima de las
relaciones y de las pautas de socialización que emplean los acogedores y que finalmente
también acaban influyendo en el ajuste de niños y niñas. En relación con la influencia directa
son muchos los estudios que vinculan estrés parental y ajuste (Buehler et al., 2003; Jiménez y
Palacios, 2008a; Musil, 1998; Timmer et al., 2004; Van Holen et al., 2008), poniendo de
relieve que un elevado nivel de estrés dificulta las relaciones y se convierte en un obstáculo de
cara al adecuado ejercicio del rol parental, lo que tiene un efecto directo sobre el ajuste de
niños y niñas. Por su parte, Kelley et al. (2011) señalaron que en su investigación el
incremento del estrés en la abuela acogedora fue la variable más predictiva de los problemas
de conducta del niño y niña acogido En otras investigaciones se ha señalado que cuando hubo
317
Discusión
una ruptura del acogimiento fue muy frecuente encontrar que los niños y niñas acogidos
tuviesen elevados problemas de conducta y emocionales, además sin que en este aspecto se
presentasen diferencias según la modalidad de acogimiento (Chamberlain et al., 2008;
Chamberlain et al., 2006; Palacios et al., 2015). Sin embargo, estos mismos estudios también
señalan que la conducta del niño y niña acogido cumple un papel relevante en el desarrollo
del estrés parental en los acogedores convirtiéndose en un círculo vicioso de influencias
mutuas.
Pero, como hemos dicho, la influencia del estrés parental también actúa sobre el ajuste de
niños y niñas al aumentar las prácticas educativas rígidas y autoritarias y al incrementar las
expresiones de rechazo de los acogedores hacia los menores. Esta influencia indirecta y
mediada afecta al ajuste de los niños y niñas a través su influencia en el clima emocional de la
relación entre acogedores y acogidos y el uso de un patrón de socialización autoritario.
Diferentes estudios han puesto de relieve que el estrés parental se relaciona con el pautas de
socialización más autoritarias e influye de manera negativa en el clima de las relaciones en las
familias de acogida (Jiménez y Palacios, 2008a; Jiménez et al. 2013b). Al respecto, Deater-
Deckard y Scarr (1996) encontraron que un elevado nivel de estrés parental correlacionó
positivamente con el estilo educativo autoritario y con la presencia de problemas en los niños
y niñas. De este modo, frente a un deterioro en la calidad de la conducta parental indicaron
que podían aparecer dificultades en el niño y que estas circunstancias podrían influir en su
desarrollo emocional, conductual, cognitivo y físico (Deater- Deckard, 1998).Por su parte,
Jiménez et al. (2010) indicaron que una mayor puntuación en el estilo educativo autoritario de
los acogedores correlacionó con una mayor puntuación en el total de problemas de conducta
en el niño y niña acogido, y que además el estilo autoritario presentaba una asociación
positiva con el estrés parental, apuntando en alguna medida a la relación establecida entre
estas tres variables en el presente trabajo.
Además, otros estudios también han puesto en evidencia la relevancia de estas dimensiones
del funcionamiento familiar en el ajuste del niño y niña acogido. Así, diferentes autores
(Amorós y Palacios, 2004; Jiménez y Palacios, 2008a; Sinclair, 2005) han señalado la
importancia de los estilos educativos democráticos, los elevados niveles de aceptación, afecto,
comunicación y de control como aspectos clave para el mejor desarrollo del niño o niña. En
una investigación de tipo longitudinal, Vanderfaillie et al. (2012) encontraron que los
problemas de conducta del niño y niña acogido estuvieron relacionados negativamente con
algunos aspectos de parentalidad de los acogedores, tales como otorgar un menor apoyo al
niño y niña acogido y ejercer un control más negativo.
318
Discusión
Finalmente, aunque son numerosos los estudios que analizan la influencia de estas
variables de manera individual en el ajuste psicológico y conductual de los niños y niñas
acogidos, no hay muchas investigaciones que propongan un análisis basado en el desarrollo
de modelos estructurales. En este sentido, destaca la investigación de Salas (2011) en el
contexto de familia de acogida ajena. En este estudio se encontró que la crítica/rechazo, el
estilo educativo autoritario y la sobrecarga subjetiva del acogedor explicaron los problemas de
adaptación del niño al acogimiento medidos en términos de presencia de problemas de
conducta y de impulsividad/falta de atención. Sus resultados también indican que frente a una
mayor sobrecarga del acogedor se utilizarían pautas educativas más autoritarias. Además, se
señaló que una mayor edad del niño al momento de llegar al acogimiento y una menor
preparación y apoyo a los acogedores influirían en un mayor nivel de critica/rechazo de los
acogedores. Por su parte, un mayor nivel de critica/rechazo disminuirá el nivel de
autoconcepto del niño acogido influyendo finalmente en la adaptación de este.
Como se deduce de lo anterior, a pesar de las diferencias en las características de la
población, las variables y los instrumentos empleados, existen bastantes puntos de encuentro
entre este modelo y el desarrollado en el presente trabajo de investigación. El principal quizás
sea el papel otorgado a la percepción subjetiva de sobrecarga en los acogedores, que podría
ser el equivalente al estrés parental en nuestro caso, y su influencia en prácticas educativas
más autoritarias, en las expresiones de crítica y rechazo y el desarrollo y el ajuste de los niños
y niñas. Sin embargo, la mayor diferencia entre ambos modelos se refiere al importante papel
de la adversidad previa padecida por los niños y niñas de nuestro estudio en la determinación
directa tanto del ajuste psicológico y conductual de los niños como de manera indirecta o
mediada a través de la influencia que ejerce sobre estrés parental.
319
Discusión
país, no es representativa del acogimiento familiar en un país tan extenso y diverso como
Chile.
La segunda cuestión a considerar es que nuestros datos sobre la adaptación de los niños y
niñas provienen exclusivamente de una fuente de información, en nuestro caso, las propias
familias de acogida. Es evidente que incluir en nuestro estudio datos provenientes de otras
fuentes como los profesores y los profesionales que trabajan con la familia hubiera permitido
introducir en este trabajo nuevos contrastes y perspectivas muy interesantes y pertinentes.
De la misma manera, los datos de nuestro estudio no pueden ser contrastados con los de un
grupo de comparación de niños y niñas de la misma edad que vivan con sus propias familias y
en los mismos entornos sociales y comunitarios de los niños y niñas participantes de nuestro
estudio. Siendo una aportación relevante, en nuestro estudio no es posible esta comparación
que hubiera permitido ampliar la robustez y alcance científico de nuestro trabajo y hubiera
permitido precisar y poner en contexto la contribución del acogimiento familiar en la
adaptación y el ajuste de los niños y niñas participantes
La última limitación a la que nos vamos referir tiene que ver con la amplitud de las
temáticas analizadas en esta tesis que, por una parte, ha permitido abarcar muy diversos,
variados y relevantes aspectos del acogimiento familiar en Chile, pero que, por otra, dada la
gran cantidad de información y de datos, ha supuesto una limitación a la hora de analizar
algunos aspectos menos relevantes para los objetivos de esta investigación, que finalmente
han debido ser abordados con una profundidad menor de la que hubiéramos deseado.
320
Conclusiones
CAPITULO 5
Conclusiones
321
Conclusiones
quedan aún más claras cuando tenemos en consideración la realidad de otros países como
España, Reino Unido o EEUU en los que el desarrollo del sistema de protección y los
derechos de la infancia tienen más larga trayectoria y más inversión si los comparamos con
la más reciente e incipiente implementación de las políticas de protección a la infancia y
adolescencia en Chile.
Aunque ya han sido discutidas, destacamos a continuación las principales conclusiones que
se deducen de la presente investigación en los diferentes aspectos tratados:
El perfil de los niños y niñas de esta investigación se caracteriza, en términos generales,
por la gran adversidad padecida y por la presencia problemas de adaptación y ajuste en el
acogimiento. En este sentido, el perfil de los niños y niñas de nuestro estudio no es muy
diferente del observado en otros estudios y países, salvo porque parece apuntar hacia una
mayor acentuación de los problemas y dificultades. Así, por ejemplo, ha destacado la mayor
acumulación de adversidad previa y de problemas al inicio del acogimiento que incluía
situaciones de maltrato infantil, los acogimientos previos, problemas durante la gestación,
enfermedades, retrasos en el desarrollo, etc. Los niños y niñas de este estudio también
presentaron un mayor cúmulo de problemas psicológicos al inicio del acogimiento y
posteriormente dificultades en su ajuste conductual y emocional, siendo preocupante el
elevado porcentaje dentro del rango clínico. Además, si bien todos los niños y niñas estaban
adecuadamente escolarizados y al parecer sin la presencia de graves dificultades en este
contexto, al mismo tiempo los datos del presente trabajo evidencian que un número no menor
de niños y niñas estaba cerca de la presencia de un retraso cognitivo, estando vinculadas estas
dificultades principalmente al contexto de estimulación social y familiar. Finalmente, los
datos del estudio no permiten establecer diferencias en este perfil general entre niños y niñas.
Por lo que se refiere al perfil de los padres y madres, es claramente identificable su
situación de riesgo que abarca desde características sociodemográficas (bajo nivel educativo,
situación laboral inestable, parentalidad adolescente, etc.) hasta aspectos del ámbito
psicológico y social (problemas psicológicos, toxicomanía, violencia, delincuencia, etc.)
siendo estas dificultades muy parecidas a las que se describen en el contexto internacional,
pero también algo más acentuadas en las figuras parentales chilenas. Además, se añade la
escasa intervención profesional que se realiza con las figuras parentales de este estudio,
situación que hace más complejo que alcancen una recuperación efectiva.
Respecto a los acogedores y acogedoras, nuestros datos ponen de manifiesto un perfil de
mayor vulnerabilidad social, educativa y económica de la que puede observarse en otros
estudios y países en ambas modalidades de acogimiento pero muy especialmente en familia
322
Conclusiones
extensa. Así, por ejemplo, en términos generales son mayores en promedio de edad, pero
dentro de familia extensa podemos encontrar al mismo tiempo a los acogedores más mayores
y a los más jóvenes, algunos de ellos en el filo de la mayoría de edad. También predomina el
bajo nivel educativo y la presencia de problemas de salud es muy importante. Aunque la
estructura familiar más frecuente fue la biparental, la presencia de familias monoparentales en
familia extensa es muy considerable, situación que en sí misma no representa un suceso
negativo, pero que sí puede tener un papel relevante teniendo en cuenta la escasa red de apoyo
social con la que cuentan estos acogedores y acogedoras y las necesidades de apoyo que
expresan para dar respuesta a las demandas y a la atención que precisan los menores. Otros
aspectos a considerar tienen que ver con la mayor presencia de abuelos y abuelas acogedores
en relación a otros familiares y, en familia ajena, con la presencia de acogedores del entorno
comunitario del niño o niña y también de algunas guardadoras, siendo menos frecuente que en
otras investigaciones y países encontrar perfiles familiares normalizados en esta modalidad de
acogimiento.
Finalmente, el análisis del acogimiento familiar permite identificar algunas semejanzas
pero también algunas singularidades en el caso chileno. Así, una de estas semejanzas con
algunos países es la mayor presencia de familias de acogida de extensa, lo que tiene que ver
con el funcionamiento del sistema de protección, la intervención profesional y con el valor
otorgado a los lazos familiares en las culturas de raíces latinas. El acogimiento en Chile
también se caracteriza por su mayor duración, tendiendo por lo tanto a ser más bien de tipo
permanente. También por un mayor promedio de niños y niñas acogidos residiendo en la
misma familia acogedora y que no necesariamente son hermanos. Es alta la proporción de
familias que reciben formación mientras que los seguimientos y el apoyo económico y
material alcanza a la práctica totalidad de las familias. A su vez, aunque desde la normativa
legal se estipula que el acogimiento debe ser iniciado mediante intervención judicial, fue
posible corroborar que en un importante número de casos, especialmente en familia extensa,
se inició por la vía de hecho y, por lo tanto, sin apoyo, supervisión ni evaluación de
idoneidad. También se comprobó la baja frecuencia de las visitas y contactos con el niño/a
acogido, especialmente por parte del padre.
La segunda contribución de esta tesis doctoral se basa en la identificación de perfiles en
las familias de acogida chilenas sobre la base de las variables que caracterizan su
funcionamiento familiar en el acogimiento y considerando el ajuste conductual de los niños y
niñas acogidos. El análisis realizado puso de relieve la existencia de tres variables clave que
son las que establecen las diferencias entre unas familias y otras. Estas variables son: estrés
parental, aceptación/rechazo y estilo autoritario. Con estos resultados fue posible identificar
323
Conclusiones
tres grupos de familias de acogida en Chile: En el grupo mayoritario, estuvieron las familias
acogedoras con un funcionamiento familiar normalizado, es decir, con elevados niveles de
aceptación parental y expresión de afecto hacia el niño y niña acogido, con un estilo educativo
muy poco autoritario y que desarrollan su rol de cuidado con un nivel de estrés parental
normalizado. Cabe agregar que se trata de familias con un elevado nivel de cohesión, una
adecuada cobertura de las necesidades básicas de los niños y niñas acogidos y que están
cuidando a niños y niñas con un nivel de ajuste conductual y emocional normalizado.
Los otros dos grupos de familias de acogida presentaron importantes dificultades en su
funcionamiento familiar. En primer lugar, se halló un grupo más pequeño pero al mismo
tiempo que presentaba una mayor problemática. Los acogedores de este grupo realizan su
labor de cuidado en un contexto de enormes dificultades caracterizado por un nivel de estrés
parental clínico, un clima de relación muy deteriorado y caracterizado por un alto nivel de
rechazo parental hacia el niño y niña acogido y por el uso de pautas educativas muy rígidas y
autoritarias. En segundo lugar, se identificó a un grupo de familias de acogida con una
problemática intermedia pero que igualmente mostró importantes dificultades en su
funcionamiento familiar en los ámbitos ya mencionados. Cabe señalar, que en ambos grupos
hubo una menor cohesión familiar y menor cobertura de las necesidades básicas de los niños
y niñas acogidos. Respecto al ajuste conductual y emocional de los niños acogidos, en estos
dos grupos de familias acogedoras se caracterizó por estar fuera del rango normalizado,
siendo aún más elevado en las familias acogedoras con mayor problemática.
La tercera aportación relevante del presente trabajo de investigación consiste en la
elaboración de un modelo explicativo del ajuste psicológico y conductual del niño y niña
acogido en función de la adversidad inicial vivida por estos y el funcionamiento familiar en el
acogimiento. En el diseño del modelo y en su proceso de elaboración se decidió incluir un
indicador de la adversidad padecida por los niños antes del acogimiento y poner el énfasis en
el funcionamiento familiar de la familia de acogida y no tanto en la problemática del niño o
niña acogido. Con este hecho, no queremos desconocer la influencia que ejerce la conducta
del niño en sus acogedores y en el funcionamiento familiar, sino más bien contextualizar
aquellos factores del clima relacional y de los estilos de socialización que pueden influir en la
adaptación y el ajuste de los niños y niñas acogidos.
Una de las conclusiones más importantes que se pueden extraer de este modelo es que
la adversidad que han padecido estos niños y niñas antes de su acogimiento no desaparece
tras
324
Conclusiones
unos años acogidos. Por el contrario, la adversidad inicial experimentada por los niños y niñas
acogidos sigue afectando su ajuste conductual y emocional posterior. Además, esta
adversidad inicial, que por lo general significa cuidar a niños y niñas con una acumulación
mayor de problemas y dificultades, también parece influir de manera directa en el nivel de
estrés que experimentan los acogedores. Otras variables que también influyen en el nivel de
estrés de los acogedores son el nivel de cohesión familiar y la capacidad de las familias
acogedoras para cubrir adecuadamente las necesidades básicas de los niños/as acogidos.
Por último, es evidente que el modelo desarrollado permite subrayar la relevancia del
estrés parental de los acogedores en el ajuste del niño y niña acogido y en otros aspectos del
funcionamiento familiar mediante el ejercicio de influencias directas y mediadoras. Así, más
estrés parental significa un aumento de las expresiones de rechazo parental y unas pautas
educativas más rígidas y de corte más autoritario, influyendo todo ello de forma conjunta en
el menor nivel de ajuste conductual del niño y niña acogido.
Sin duda, la presente tesis doctoral además de cimentar las bases de la investigación en el
acogimiento familiar en Chile abre la puerta para ampliar el conocimiento de esta relevante y
prometedora modalidad de protección infantil desde distintas perspectivas. De acuerdo a los
resultados y conclusiones, esbozamos a continuación algunas recomendaciones generales de
cara a la práctica en lo que a planificación e intervención con los niños y niñas acogidos, sus
familias de acogida y sus figuras parentales se refiere.
En primer lugar, en relación a los niños y niñas acogidos es de gran relevancia la detección
temprana mediante la evaluación diagnóstica de aquellos aspectos que plantean una dificultad
en el niño y niña acogido y que pueden agravarse con el transcurso del tiempo. Al respecto, el
presente estudio ha puesto de manifiesto la necesidad de focalizar la intervención profesional
desde el inicio del acogimiento en los problemas de ajuste conductual y emocional del niño/a
acogido (especialmente en los de mayor riesgo), así como en su desarrollo cognitivo a través
del apoyo especializado que sea aplicable tanto en el contexto familiar como en el colegio.
Otra de las propuestas tiene relación con los propios acogedores que, como se ha señalado,
presentan factores positivos, aunque también limitaciones que finalmente influyen en su
capacidad para proveer al niño y niña acogido de un mejor contexto de desarrollo. Al
respecto, ampliar y fortalecer la red de apoyo social informal aparece como una necesidad
325
Conclusiones
urgente, así como mejorar la intervención profesional para dar cobertura formal también a
estas familias. Respecto a esta última, es importante la continuación y profundización de las
evaluaciones y de la intervención en aquellos aspectos del cuidado que son más complejas de
manejar para los acogedores, como es el ajuste conductual del niño y niña acogido, los
aspectos educativos y mejorar de este modo sus habilidades parentales para evitar el aumento
del estrés, las expresiones de rechazo y un peor funcionamiento del sistema familiar. Otro
aspecto relevante es tratar la historia de vida de los niños y niñas acogidos fomentando el
desarrollo de la comunicación en el acogimiento como un proceso paulatino y guiado.
Por lo que se refiere a los padres y madres de los niños y niñas acogidos, es preciso que los
profesionales de los programas de familias de acogida puedan contar con una mayor
disponibilidad horaria para la planificación de la intervención y para llevar a cabo su trabajo.
De ser esta alternativa poco viable, sería importante plantear la existencia de un programa de
intervención familiar que cuente con profesionales con dedicación exclusiva para la atención
de estas figuras parentales, en particular las de más complejo perfil.
Referente al acogimiento se hace relevante y necesaria la incorporación de nuevas familias
de acogida y en lo posible con un perfil de menor vulnerabilidad y más abierto a toda la
sociedad chilena. Concretamente, es clave destinar más recursos que permitan dar a conocer
la medida y la realización de un programa de captación de mayor impacto y que no se apoye
exclusivamente en el rol de los profesionales de los programas de acogida. Este sería un
aporte sustancial en el camino de concientización de la sociedad chilena acerca de la
existencia de esta modalidad de acogimiento y de la necesidad de miles de niños y niñas de un
contexto familiar protector. Además, en este ámbito es importante mejorar la delimitación de
los plazos estipulados para la decisión de un acogimiento permanente o simple y facilitar la
tramitación de los casos de desamparo, simplificando, limitando los procedimientos y la
intervención judicial a lo más preciso acortando los tiempos de espera. Otro de los aspectos
tiene relación con la disminución del elevado número de niños y niñas acogidos que residen
en la misma familia de acogida cuando no son hermanos, de modo que realmente la familia de
acogida sea en lo posible una medida familiar destinada a la atención exclusiva de los niños y
niñas acogidos.
Desde un plano macroestructural es de suma importancia continuar con el trabajo que se
viene realizando en el país para disminuir las brechas sociales, siendo de especial relevancia
aquellas ligadas a las temáticas de infancia y adolescencia en situación de protección. De este
modo, se debe continuar trabajando en la generación de una sociedad más consciente,
comprometida y solidaria con este segmento de la población. Con esto queremos subrayar que
326
Conclusiones
327
Summary in English
Summary in English
Introduction
Families are the appropriate place for the development and integral growth of children. In
the family, the interaction between family members contributes to the transmission of values,
knowledge, affection, care and safety that is very important to the health and correct
development of the child. For this reason, in situations where those children must leave their
nuclear family, the Chilean legislature has instituted Foster Care as a direct protection
alternative to provide protection for children in a family environment.
Foster care in Chile is part of the formal system of child protection, together with Adoption
and Residential Care. These three measures are coordinated by the Servicio Nacional de
Menores, SENAME (National Child Protective Services, under the Ministry of Justice).
Chilean legislation states that the entry of a child or adolescent into a Foster Family Program
must be made by a court order issued by the corresponding Family Court.
Currently, there are 192.545 children being assisted by the National Service for
Minors1.Specifically, there are 1.200 children in Adoption; 29.100 in Adolescent Justice;
162.245 in Protection Rights and Early Childhood.
In the area of Protection of Rights there are the Foster Care and Residential Care Programs.
Specifically, in Foster Care there are 5.520 children and in Residential Care there are 11.370
children receiving assistance2. With regard to care arrangements, kinship foster care
represents approximately 71.9% of all placements and the remaining 28.1% corresponds to
those in foster care.
1
The assisted children are the sum of children and adolescents in effect at December 31 of 2012 and admitted
between January and September of 2013.
2
These data are for children and adolescents effectively assisted by a center or program in a given period (which
is specified in the previous footnote).
329
Summary in English
Although, Chilean law favours the provision of foster care in order to provide children
with the advantages of living in a family environment, the majority of children are currently
placed in residential care. In this regard, the legal decision to place children in residential care
may result from a number of diverse causes, but this has not been hitherto explored in depth.
One possible explanation is the long tradition in Chilean legislation of choosing residential
care. On the other hand, the current lack of information concerning the functioning of Chilean
foster care increases the possibility of Family Courts opting for residential care.
Currently, research into foster care in Chile remains insufficient and fails to provide either
a clear general description or a more specifically, to describe the main protagonists: children,
caregivers and parents. Another problem is the lack of empirical data concerning the
functioning of biological and foster families and the development and adjustment of foster
children.
It is clear that Foster Care in Chile is a fertile area for future research, as the information
currently available is practically nonexistent. The primary motivation for this PhD is therefore
to provide in- depth knowledge regarding Chilean foster care, including characteristics and
profiles of a representative sample of foster families, foster children and families of origin.
The second objective is to generate a profile (cluster) of foster families across the variables of
family functioning. Finally, we want to provide an explanatory model that shows the
interaction and influence of the family functioning variables, and initial children adversity
index in relation to the adjustment of foster children.
General objective
The main objective of this investigation is to study foster care in Chile in depth, describing
and analyzing its main characteristics, the functioning of foster families, the development and
psychological, behavioral and academic adjustment of foster children by establishing family
profiles and developing a causal explanatory model and, finally, the factors that influence the
psychological and behavioral adjustment of these children.
Specific objectives
Describe and compare the main characteristics of foster families and foster children,
and analyze the family situations that gave rise to placement, their subsequent
evolution, present situation and any difficulties that arise and the support for foster
330
Summary in English
children and caregivers in two different kinds of care arrangement (kinship and foster
family).
Describe and analyze the main characteristics and dimensions of development and
psychological and behavioral adjustment of foster children, and relate them to other
relevant variables in the study.
Describe and analyze the relationships that may exist between the different
circumstances and family situations in the placement, and put them in relation to other
relevant study variables.
Identify different family profiles on the basis of family functioning in foster care and
relate them to the adjustment of foster children.
Explore and identify possible causal relationship between previous adversity
experienced by the foster child, foster family functioning, and the psychological and
behavioral adjustment of foster child.
Characterize the main features of professional intervention, as well as the continuing
relationships between Child Protective Services and foster families in Chile.
Formulate proposals for improving the intervention and support given to foster
children, foster families and family of origin, helping to establish intervention
strategies better adapted to their real needs.
Method
Research design
The research adopts a transversal perspective and ex post facto retrospective design
(Montero & León, 2007). This study also makes use of an exploratory and descriptive-
correlational approach. In addition, we have developed a cluster analysis and structural model.
Current research has great relevance in the context of Chilean research because there are
current no studies that provide locally relevant results from the perspective described.
331
Summary in English
Participants
In this investigation the total sample consisted of 158 foster families, divided into kinship
foster families (N=105) and foster families (N= 53). 158 foster children also participated in
the study. The age of the children considered was between 4 and 12 years old.
While carrying out interviews, the participation of a single foster child was considered in
each foster family.
Data collection was conducted in almost all of the 53 municipalities of the Metropolitan
Region. It should be added that the Metropolitan Region represents a large proportion of the
population of Chile comprising some 40.9% of the overall population.
Instruments
Caregiver´s Interview (Jiménez & Palacios, 2008). Semistructured interview created for
this specific purpose and designed to be answered by caregivers. The aim was to investigate
various aspects of foster care, such as:
Sociodemographic information about caregivers and the foster child
Information about the parents of the foster child
Relationship between caregivers and biological parents of the foster child
The previous history of the foster child
Adaptation of children to foster care
Communication about foster care and the previous history of the child
Relationships between the foster family and the Child Protective Services.
Parenting Stress Index Short Form (PSI-SF) (Abidin, 1990).This version is directly
derived from the Parenting Stress Index (PSI) full-length test. The PSI/SF consists of 36 items
with the aim of measuring the origin and magnitude of stress in parent-child relationships.
The PSI/SF yields a total stress score that is the sum of three subscales: 1) Parental Distress;
332
Summary in English
Stressful Life Events (PSI) (Abidin, 1995). This scale accompanies the full version of
PSI, and includes 22 life events affecting parents and significant others that may have been
experienced during the last year. The scale contains blocks of items addressing various
aspects like relationship (e.g., divorce, matrimonial reconciliation); employment and
economic circumstances (e.g., promotion at work, starting a new job, problems with superior
at work, important economic debts, substantial increase); health (e.g., problems with alcohol
or drugs, chronic or long-term health problem); educational (e.g., the child beginning a new
school; problems with teachers at school); and other situations, such as moving house, legal
problems, the death of a relative or close friend and problems with the foster child´s parents.
The scale also provides information regarding the degree to which the person experiencing
the aforementioned life events has been affected.
333
Summary in English
The first scale, democratic socialization style, consists of 15 items. The second scale,
educational authoritarian style, is composed of 12 items. The third scale, educational
permissive style, is composed of 5 items.
Family Adaptability and Cohesion Evaluation Scale (FACES II) (Olson, Portner &
Lavee, 1982). In the present study the Spanish version of FACES (Martínez- Pampliega,
Iraurgi & Sanz, 2006) was applied. The scale has 30 items of which half relate to the existing
cohesion among family members and the other half to the adaptability of the family system.
For each item, parents have to answer how often the situation referred to in the item occurs in
their family, assigning a score (from never to always) on a five point Likert scale. In general,
higher scores indicate a greater degree of cohesion and adaptability within the family.
Child Well-Being Scales (EBI) (De Paul & Arruabarrena, 1999) Spanish adaptation from
Child Well-Being Scales (EBI) (Magura & Moses, 1986). In the present study the Spanish
version of the EBI scale was applied. The scale assesses the quality of the family context and
if the basic needs of children living within the family are met. The test scales are intended to
identify the level of welfare and care that children receive in their home environment through
the individualized assessment of each child. Each of the 43 scales that make up the instrument
evaluates the needs of one or more children related to the following: 1) Physical; 2)
Psychological; 3) Cognitive, or; 4) Social. Ratings close to 100 indicate that the family covers
the basic needs of the child.
Arizona Social Support Interview Schedule (ASSIS) (Barrera, 1980, 1981; Barrera et
al., 1981, 1985). In the present study the Spanish version of the Arizona Social Support
Interview was used (Barrera, 1980). The scale was administered in a semistructured
interview in which information about the support network of the interviewee, as well as the
need for support and satisfaction with support received, is collected. The support available
to each participant is assessed in the following areas: 1) Expression of Personal Feelings; 2)
Material Support; 3) Advice; 4) Support in Relation to Foster Care and; 5) Conflict within
Support Network. The degree to which each type of support was needed and the satisfaction
with the support received during the last month were also assessed on a scale of 1-10. The
data obtained was used to assess the size of the social support network, problems within the
network, and the need for and satisfaction with the support available.
334
Summary in English
335
Summary in English
phrases that show two groups of young people contrasting opposing self-perceptions in
different ways (e.g., " For some guys it is difficult make friends " but " to other guys is pretty
easy to make friends"). The participant must first decide in which of these two groups they
would place themselves and secondly the degree of similarity between themselves and
members of that group. Scores range between 1 and 4 with a value of 4 corresponding to a
better self-image.
Procedure
Access was gained to foster families through a collaboration agreement between the
National Child Protective Services [SENAME] (via the Foster Care Program) and the
Psychology Development Department at the University of Seville.
The gathering of information by means of the selected instruments was performed over a
single, previously agreed interviewed with the foster family. The caregivers were informed
that participation in the study was voluntary.
Results
A brief summary of the results is presented and will be divided into the following sections:
- In the first section, a summary of the descriptive results concerning the characteristics
of foster children, biological parents, and caregivers is presented.
- In the second section results are shown relating to dynamics of foster families and the
adjustment and adaption of foster children.
- The third section summarizes the results provided by the cluster analysis of family
functioning.
- The fourth section shows the structural model proposed for the final project.
336
Summary in English
Descriptive analysis
In this section data is presented concerning the characteristics of foster care, biological
parents, foster children and caregivers.
Children profile: In general, the profile of the children in this study reflected the presence
of adversity prior to the start of foster care, such as child abuses and other factors that show a
high degree of comorbidity. The forms of prior adversity affected development in a variety of
negative ways, resulting in a variety of psychological, emotional and physical problems.
However, the findings also showed that placement in a protective foster family led to a
positive change in the child´s life story.
Parents profile: Overall, the results show that the situation of biological parents is similar
to the results of other studies in Latin America, Europe or The United States, that highlight
the high incidence of risk factors in their lives. Also, the data shows an unstable
sociodemographic profile (e.g., low educational level, unstable employment or partner
relationship). With regard to visits and contacts between parents and children the data shows
that the frequency was not high or consistent, particularly with contact with fathers. Visits
were most common in kinship foster families.
Caregiver profile: As noted foster families have important difficulties or limitations with
respect to their sociodemographic situation:
337
Summary in English
Family functioning
The mean score of total parental stress in foster families (M= 79.11) was within normal
levels. However, this result must be viewed with caution, because the average score is greater
than that which has been observed in some studies, which could indicate that there was a
higher degree of stress level in the sample families. Also, there was a higher concentration of
caregivers within the range indicating clinical levels of stress. When analyzing the scores by
care arrangements the data showed that kinship foster family showed a higher average score
of total parental stress (M= 82.12) than non-relative foster family (M=73.23), with
statistically significant differences.
The average numbers of stressful life events experienced by foster families was close to 4t
and this result was higher than that observed in other studies. Just over half the caregivers
reported that these circumstances had a negative or very negative impact in their lives.
With regards to the degree of impact, caregivers stated that they had been very negatively
affected or negatively in 40.7% of cases, while that in the 50% of situations; life events had
not had a major impact. Whereas, in 9.3% of cases caregivers stated that they were very
positively or positively affected by events.
The results of parental acceptance/rejection showed that caregivers were within normal
levels (M=86.87). However, when observing results by care arrangement, in kinship families
the average score of rejection towards child was somewhat higher (M=88.09) than in non-
relative foster families (M=84.47), without showing statistically significant differences. It is
important to specify that with this instrument a higher score indicated a greater degree of
rejection.
338
Summary in English
Overall, the most common educational style used by the caregivers was democratic
(M=4.34), followed by permissive style (M= 2.42) and finally by authoritarian style (M=
1.71). When analyzing the data by care arrangement (kinship or foster family) there were
differences that showed that in kinship foster care the democratic style was most commonly
used, although followed by authoritarian style.
The results indicate that overall foster families had good levels of cohesion (M=67.55) and
adaptability (M= 56.74). However, the score for adaptability was lower than the cohesion.
The adaptability is related to the ability of families to adapt to changes (internal and external)
and with the flexibility to generate changes or agreements.
In this study the caregivers adequately covered the basic needs of foster children. Thus, the
average total score was 97.03, close to the maximum of 100 points, indicating that these
families covered the needs of children almost as well as standard families. The data for care
arrangement indicated that foster families better met the basic needs of foster children (M=
97.48) than kinship foster families (M= 96.57), with statistically significant differences.
The parental disposition subscale showed a lower score (M=96.15), and therefore indicated
wider possibility for improvement. The parental disposition subscale gives information about
the level of care provided by the parents to meet the basic psychological and educational
needs of the child and their attitude towards collaboration with the Child Protection Services
and treatment services.
339
Summary in English
Overall, the results indicated that average numbers of people was low, not normally
exceeding 4 people. Also, the caregivers indicated that the nearest people in their network
were relatives.
Regarding need for support, the results indicated that the psychological type was the most
necessary for caregivers, followed by the foster care need support.
Kinship foster family had more need of support but also a higher level of satisfaction than
foster families in the following areas: psychological support, material support. In the
conflicting network kinship families showed more problems than foster families although is
important indicate the level of conflict within the social support network experienced by
caregivers was also very small.
The satisfaction of the different needs evaluated in caregivers (e.g., psychological support,
material aid, counseling and support in fostering) was found to be within acceptable levels.
Children measures
The total average score for behavioral problems for the foster children evaluated was
within normal levels (M=13.75). However, this score was close to the upper limit of the
normal range for this test (14-16), especially in the case of kinship families.
The scores on each subscale between the normal and limit ranges were: emotional
symptoms (M=3.15), behavior problems (M=2.74), hyperactivity (M= 5.34). Additionally,
peer problems (M= 2.53) were completely inside the normal range. Finally, the score of the
prosocial subscale (M=8.42) was within normal levels. In the present study no significant
differences according to the care arrangement and gender of foster children were found.
However, boys exhibited a slightly higher number of total behavioral problems than girls.
340
Summary in English
The results indicated that children in this study presented normal levels of cognitive
development assessed by IQ, Verbal (Vocabulary) and Non-verbal (Matrices).
The IQ score (M = 89.36) can be regarded as low and is close to the 85 point limit which is
considered the limit for the presence of a developmental impairment. The vocabulary
assessment score (M = 86.95) is at the standard level, even if close to the lower limit. The
non-verbal score (M = 98.68) is related more to the inherent capabilities of the child and not
necessarily to the presence or absence of a stimulating environment, and is higher than the
previous results.
The data concerning care arrangement indicates that foster children in both types of foster
families received very similar ratings, although IQ (M = 89.94), Verbal (M = 87.70) and non-
verbal (M = 98.89) were slightly higher in the case of extensive families than in children
without foster family relationships whose scores were IQ (M= 88.21), Verbal (M = 85.47)
and non-verbal (M = 98.25).
The average scores indicated that foster children (between 4 and 7 years old) possessed
positive levels of self-esteem (M= 3.35), close to the maximum score of the test (4).
The average scores indicated that foster children (between 8 and 12 years old) had a
positive self-concept (M=2.84), but this score is lower than that of younger foster children (4-
8 years old).This result can be expected from and developmental point of view.
In this section, cluster analyses have been performed in order to explore possible groupings
of variables and interactions with different foster family profiles.
From the previous analyses of different variables of family functioning, an analysis of
correlation (Pearson´s) was carried out to identify the variables relevant to the degree of
adjustment of the foster child. The variables showed a positive, statistically significant
correlation between Parental Stress (PSI), Acceptance/rejection (PARQ) and Authoritarian
Style (PSDQ) and Behavior problem (SDQ).
341
Summary in English
The groups formed according to the results of the cluster analysis were:
Cluster 1 (n = 14) formed by foster families scoring high on all variables included
in the analysis (parental stress, acceptance/rejection and authoritarian style).
Cluster 2 (n = 44) formed by foster families with average scores on all variables
included in the analysis (parental stress, acceptance/rejection and authoritarian
style). The behavior problems score was in the clinic range.
Cluster 3 (n = 98) consisting of foster families with low scores on all variables
included in the analysis (parental stress, acceptance/rejection and authoritarian
style). The behavior problems score was in the normal range.
In the case of Cluster 1 it is important to indicate that those foster families showing
more parental stress, also showed more rejection in their relations towards the
foster child and a larger inclination towards the use of an authoritarian style.
Amongst children the score for behavior problems was higher (in the clinical level)
than in cluster 2 and cluster 3.
In Cluster 2 it is important to note that these foster families showed a moderate
level of parental stress, rejection and use of authoritarian style (although closer to
the foster families in cluster 1, which have a greater accumulation of difficulties)
In Cluster 3 consisted of foster families showing low or normal parental stress, a
greater degree of acceptance in their relationship with the child and a greater
inclination towards a democratic style. Their behavior problems score was higher
than that for cluster 3.
Structural model
In order to predict the adjustment of foster children, and more specifically the incidence of
behavioural problems a structural equation model has been developed from a set of family
functioning variables.
The first theoretical model tries to explain the influence (direct or mediated) of the
different variables of family functioning and prior adversity of foster children on their
342
Summary in English
subsequent psychological and behavioral adjustment. Also, this model shows the influence
the family functioning on parental stress (e.g., family cohesion and adaptability, social
support, etc.). It is important to emphasize the influence of prior adversity on foster child
adjustment, but also on the level of parental stress experienced by carers.
(+)
Initial Child behavior
adversity
problems
children (+) (+)
Many of the proposed causal relationships within the adjusted model can be tested, except
for the influence of family adaptability and social support. It is possible to use this model to
confirm the importance of family functioning in the psychological and behavioral adjustment
of foster children and at the same time the impact of early adversity of foster child on these
variables (parental stress and psychological and behavioral adjustment) a few years after the
initial placement.
343
Summary in English
Parental Acceptance/
stress rejection
.48
.28
Child Family
wellBeing cohesion
Conclusion
The present doctoral thesis is an innovative, unique and relevant contribution in the field of
the foster care research in Chile. This statement is based on a deep knowledge of this
protective measure, being a main reference the foster children, the foster family, as well as the
parents and the professionals involved.
The contribution of the present work can be done extensible to all Latin American research
context about protection measures, in particular, foster families due to the lack of studies to
date that describe the way that is done here.
From an overall perspective, according to our information, it follows that the Foster Care
in Chile is working properly, giving a much needed familiar context to children and
adolescents.
Now this value is also based on the constant support and guidance that professional teams
from the foster care programs provided to these families. Being true to the above, our data
also show that foster care in Chile has significant short comings and difficulties, one of the
most representative greater vulnerability profiles, exhibiting these foster families, especially if
344
Summary in English
we look at the characteristics of the extended family. As you have glimpsed along this thesis,
these differences are even clearer when we consider the reality of other countries such as
Spain, the UK and USA in the development of the system of protection and rights of children
are more mature in this field.
We are going to underline the main conclusions of the present thesis:
The children have generally suffered a great adversity and have adaptive problems in their
placement. In this regard, the children are not very different compared to other surveys and
research in other countries, maybe except for an abundance of child abuse, previous
placements, problems during the gestation, illness, developmental delay...
The children in this study also showed a higher accumulation of psychological problems at
the beginning of the placement and later in their behavioural and emotional adjustment, being
especially serious the amount of clinical ones.
Even if most of the children were schooled and many didn’t have serious difficulties, many
others were in the cognitive delay threshold, being it related to their social and familiar
context. The data does not differentiate between genders.
The biological parents of foster child shows a clearly risk profile from demographic
characteristics (e.g., low educational level, unstable employment, teen parents, etc,...) to
psychological and social aspects (e.g., drug and alcohol addiction, violence, crime, etc,...),
where these difficulties very similar to those described in the international context, but at the
same time more pronounced in the Chilean parents. In addition, there is a low professional
intervention with the biological parents of this study, making more complex the recovery
process.
With respect to the foster parents, our data shows a profile of greater social, educational
and economic vulnerability it can be observed in other studies and countries in both forms of
placement but especially in kinship family. For example, generally they are higher in average
age. Also dominates the low educational level and the presence of health problems is very
important. Although the most frequent was the biparental family structure, the presence of
single parents is considerable in the kinship family, a situation that in itself is not negative,
but considering the shortage of social support, it could lead to risk situations for both children
and foster parents.
Also there is a higher presence of foster grandparents in relation to other relatives. In foster
families, there is presence of foster parents from the common environment of the child, as
345
Summary in English
well as some “keeper”, being less common to find normalized familiar profiles in this foster
modality than in another investigations and countries.
Finally, the analysis allows us to recognize some similarities but also some singularities of
the Chilean case. One similarity is the presence of kinship families, partly thanks to family
values of the Latin root cultures.
The Chilean foster care is usually longer and sometimes permanent. Also there is a higher
average of fostered children in one family, not necessarily siblings.
There is a majority of families that get training and the support and economic and material
support is practically common for all families.
Albeit legally a Foster Care must be initiated through a judicial intervention, we have
found plenty of cases we started by way of fact, therefore without support, supervision,
evaluation… Also was noticeable the low frequency of visits of the parents, especially by the
father.
The second contribution of this Ph. D. thesis is based on the detection of profiles in the
foster families considering the behavioural adjustment of the children. The analysis
highlighted three key variables: parental stress, acceptance/rejection and authoritarian style.
With the results it was possible to identify three types of foster families:
Standard functioning families (the majority). That means high levels of acceptance and
affection towards the foster child. Non authoritarian educational style and developing their
caring role without parental stress. Also in this group there are higher family cohesion, proper
coverage of the basic needs of the children and an adequate behavioural adjustment of the
foster children.
The other two groups showed important difficulties in the family performance. First of all,
a small group was found, characterized by a clinical parental stress, with a spoilt environment,
rejection of the parents and very rigid educational patterns.
Then another group was something in between, with the same problems than the latter but not
so serious. In both groups there was a less familiar cohesion and a less coverage of the basic
needs of the children. Regarding the behavioural and emotional adjustment of the children,
they were in the clinical range.
The third important contribution of this research is the development of an explanatory
model of psychological and behavioural adjustment of foster children depending on the initial
adversity experienced by them, as well as the family functioning. In designing the model and
its development process it was decided to include an indicator of the suffered adversity by
346
Summary in English
children before placement and emphasize family functioning of the foster family and less on
the issue of foster child. With this fact, we do not ignore the influence the child´s behaviour in
family functioning, but rather contextualize those factors of the relational climate and styles
of socialization that can influence adaptation of foster children
One of the most important conclusions that can be drawn from this model is the adversity
these children before their placement does not disappear after a few years in their foster
family. In addition, this initial adversity, that usually means taking care of children with a
greater accumulation of problems and difficulties, also appears to influence directly the level
of stress experienced by carers. Other variable which also influence the parental stress levels
in foster families are the level of family cohesion and the ability of foster families to properly
meet the basic needs of foster children.
Finally, it is clear that the model developed underlines the importance of parental stress in
the Foster care and other aspects of family functioning through direct and mediating
influences. Thus, more parental stress means an increase in expressions of parental rejection
and a more rigid educational standards and more authoritarian, influencing all together at the
lowest level of behavioural adjustment of foster children.
Undoubtedly, this thesis besides laying the foundations of research in foster care in Chile
opens the door to increase awareness of this important and promising form of child protection
from different perspectives. According to the results and conclusions, we outline below some
general recommendations ahead of practice when it comes to planning and intervention with
foster children, their foster families and their biological parents.
First, in relation to foster children it is of great importance early detection through the
diagnostic evaluation of those aspects that present a difficulty in the received child and which
may be aggravated with time. In this regard, this study has highlighted the need to focus
professional intervention from the start of care in emotional and behavioural adjustment
problems of the foster child, as well as their cognitive development through specialized
support is applicable both within the family and at school.
Another proposal relates to foster parents. There are positive factors, but also limitations
that ultimately affect their ability to provide the child a better development context.
347
Summary in English
Enhancing and strengthening the network of informal social support appears as an urgent
need and improve professional intervention to formal coverage too. Regarding the latter, it is
important to continue and deepen the assessments and intervention in those aspects of care
that are more complex to handle for foster families, as is the behavioural adjustment of
children and welcomed a child, the educational aspects and improving thus their parenting
skills to avoid increased stress, expressions of rejection and poorer functioning of the family
system. Another important aspect is to treat the life story of children taken in promoting the
development of communication in foster care as a gradual and guided process.
As regards parents of children and foster children, it is necessary that professionals of
foster programs have more time available for planning intervention and to carry out their
work. If not viable, an alternative would be important to raise the existence of a family
intervention program with dedicated professionals to the care of these parental figures,
particularly the more complex profile ones.
Concerning the placement is relevant and necessary to incorporate new foster families and
possibly with a profile less vulnerable and more open to the entire Chilean society.
Specifically, it is vital to allocate more resources to publicize the measure and the
implementation of a program to attract greater impact and not to rely exclusively on the role
of professionals foster programs. This would be a substantial contribution in the way of
Chilean society awareness about the existence of this form of care and the need for thousands
of children in a protective family environment. Also in this area is important to improve the
definition of the deadlines for the decision of a permanent or simple foster care and facilitate
the processing of cases of distress, or limiting procedures and judicial intervention shortening
wait times.
Another aspect is related to the decrease in the high number of foster children who reside
on the same foster family when they are not siblings, so that the foster family really is bound
to the exclusive attention of foster children.
From a macro-level it is extremely important to continue the work being done in the
country to reduce social gaps, particularly important being those linked to the themes of
childhood and adolescence in protected status. Thus, we must continue to work in generating
a more conscious society, committed and united with this segment of the population.
By this we emphasize that becoming a foster family leads to overall growth, as the foster
family will provide an intimate and protective space marked by affection and care which aims
to promote the recovery of children and, in turn, these contribute their own qualities,
experiences and emotions, that is, himself. This is undoubtedly what recognizes foster
348
Summary in English
families worldwide, as the main motivation for this is selfless work. Thus, the support of
carers and their families contributes very significantly and change the trajectory of these
children, giving them the opportunity to give new meaning their past experiences, their
present and their future.
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Referencias bibliográficas
381
Referencias bibliográficas
382
Anexos
Anexos
383
Anexos
384
Anexos
24 Municipio y zona/barrio:
28.- ¿Cómo es su relación de pareja? Clima, ajuste entre ambos, comunicación, lazos afectivos, etc. (ver EBI
17)
385
Anexos
386
Anexos
37.- ¿Conoce usted cuál es la situación actual de los padres del niño/a? (marcar una categoría)
Padre Madre
1 Esta bien o recuperado/a
2 Recuperándose
3 Sigue igual con sus problemas
4 Fallecido/a
5 Desaparecido/a
0 No sabe/ Sin información
1 Los dos,
2 la madre sí y el padre no,
3 el padre sí y la madre no,
4 ninguno,
9 no procede
39.- ¿y con el hecho de que ustedes fueran los acogedores?
1 Los dos,
2 la madre sí y el padre no,
3 el padre sí y la madre no
4 ninguno,
9 no procede
40.- ¿Tuvieron antes del acogimiento relaciones con los padres del niño/a? En caso afirmativo, ¿cómo eran?
41.- ¿Cómo eran al principio del acogimiento sus relaciones con los padres del niño/a?
42a.- En general, y remontándonos al pasado familiar, ¿Cómo calificaría sus relaciones con su hijo/a (o de su
hermano/a con sus padres..) durante su infancia/adolescencia?
387
Anexos
43.- ¿Tiene actualmente contacto el niño/a con su padre o su madre? (Contestar si tiene contacto con P y M. Si
no tiene RELLENAR 0 y pasar a la nº 51) ¿Están regulados oficialmente? 1 SÍ 2 NO
48.- ¿Cuál es la reacción más frecuente del menor ante tales contactos? (prestar atención a los aspectos
emocionales y conductuales) (0 si no tiene)
49.- En general ¿Cómo valora los contactos del niño/a con sus familiares? (0 si no tiene)
Muy Muy
Observaciones
insatisfactorio satisfactorio
2 3 4
1 5
Padre
Madre
Hermanos
Otros
388
Anexos
51.- ¿Cuál fue la principal causa del acogimiento? (en desamparo, debe haber alguna categoría marcada.
Marcar sólo 1 categoría para padre y 1 para madre)
52.- ¿Vivía y se ocupaban ustedes del menor antes de que se regularizara el acogimiento ante los SPM?
1 SÍ (de hecho) -------------------
¿Durante cuánto tiempo? Años: y Meses:
2 NO (regularizado desde su inicio)
1 Simple
2 Permanente
389
Anexos
1 Lealtad familiar
2 Centrado en las ventajas para el menor
3 Centrado en la satisfacción de los acogedores
4 Otras:
57.- ¿Cuánto tiempo vivió el niño/a con sus padres antes de ser acogido? En meses:
58.- ¿Estuvo el menor al cuidado de otra familia o en una institución antes de este acogimiento?
1 Sí ------------
En total ¿En cuántos acogimientos familiares o residenciales anteriores? _
2 NO (pasa a 60)
Otros:_
62.- En caso de que tenga más hermanos ¿Con quién viven en la actualidad?
63.- Antes del acogimiento, ¿vivió el/la menor alguna de estas situaciones o presentó alguno de estos
problemas?
390
Anexos
4 absentismo escolar
2 aterrorizar, amenazar
3 aislamiento
4exposición violencia
familiar
5 ignorar
6 frialdad emocional
3 fracturas
4 cortes
5lesiones internas
391
Anexos
ADAPTACIÓN AL ACOGIMIENTO
64.- ¿Cuál fue la primera reacción del niño al separarse de sus padres y pasar a vivir con ustedes? (0 No se
sabe porque el menor fue antes acogido en un centro o por otra familia)
1 rechazo/oposición 4 satisfacción/alivio
2 indiferencia 5 alegría/motivación
3 aceptación/normalidad 6 tristeza/desesperación
64b. En qué medida sufrió el menor la separación (o pérdida) de sus padres y/o hermanos tras el acogimiento
392
Anexos
6 otras 6 otras
65a. Se le presentó alguno de estos problemas: (rodear con un círculo los que correspondan)
69a. ¿Supervisa (y/o ayuda..) usted habitualmente las tareas escolares del niño/a? 1 Sí 2 No
69b. ¿A cuántas reuniones con el profesor/tutor del niño/a asistió en el último semestre? Nº:
70.- ¿Cómo realizan el cuidado de la salud del menor? (Salud dental, vacunaciones, tratamientos que sigue en
caso de necesitarlos, etc.) (EBI 1)
393
Anexos
71.- ¿Cómo son los hábitos alimentarios del menor? (prestar atención a si la dieta es regular y equilibrada, si
toma comida por su cuenta, etc.) (EBI 2)
72.- ¿Cómo ha sido la evolución del niño/a desde que pasó a vivir con ustedes hasta el momento actual?
74.- ¿Cómo valoran la relación del niño/a con otros niños y niñas de su entorno (amigos, vecinos, compañeros
clase)?
75.- ¿En qué medida creen que es bueno para los menores que conozcan su condición de acogidos y su origen
familiar?
Muy negativo Muy positivo
1 2 3 4 5
2 No
3 de algunas cosas
394
Anexos
2 padres
78.- ¿Habla abiertamente con sus amigos de su situación familiar y del acogimiento? 1 Sí 2 No 0 no
sabe
79.- ¿Ha tenido algún problema con los compañeros por el hecho de ser acogido? 1 Sí 2 No 0 no
sabe
81.- ¿Qué edad tenía el menor cuando le hablaron por primera vez? años
¿Cómo reaccionó?
82.- A lo largo del tiempo, ¿con qué frecuencia han seguido hablando con el niño/a sobre el acogimiento y/o su
historia pasada? (pasa a 85)
395
Anexos
4 otras:
85.- De las siguientes afirmaciones, cuál refleja mejor la actitud del niño/a respecto al acogimiento y su historia
pasada? (para todos)
86.- En cuanto al equipo técnico de acogimiento (SPM), ¿se sintieron apoyados y acompañados en el momento
de la constitución y al inicio del acogimiento?
88.- ¿Cómo valoran el grado de colaboración por parte de ambos en la actualidad (acogedores y profesionales)?
396
Anexos
“El acogimiento de niños y niñas que pertenecen a tu propia familia es una cuestión de la propia familia
en la que no debe entrar protección de menores”
0 Sin información
1 Verbal/ explicación
2 Documentación
3 varias
4 otras
94.- ¿Han recibido formación sobre acogimiento? 1 Sí 2 No. En cualquier caso, dígame si tiene información, ha
recibido formación o le parecería necesario recibirla de los siguientes temas:
95.- En caso afirmativo ¿Cuándo? 1 antes o al inicio del acogimiento (en caso negativo, cuándo le gustaría: 1 – 2 –
3)
2 en el momento de regularlo (en caso de ser de hecho)
3 durante el acogimiento
397
Anexos
97.- Desde que el niño/a vive con ustedes, ¿Cuántos estudios de seguimiento han tenido? Nº
- Contenido último: 1 Sólo circuns. familiares 2 Circuns. familiares y eval. menor 3 Sólo evolución menor 4.
Otros
Sí
Por teléfono
Entrevista en SSCC o SPM
Entrevista y visita a casa
Visita o informe al colegio
EXPECTATIVAS DE FUTURO
104.- ¿Cree que existe alguna posibilidad de que el niño/a vuelva a vivir con sus padres?
1 Sí 3 no sabe
2 No 9 no procede
105.- ¿Cómo valoraría ese posible regreso con sus padres? (aunque haya contestado que NO a la anterior)
398
Anexos
106.- ¿Le gustaría poder consultar o con contar con el apoyo de algún servicio especializado en acogimiento
familiar?
1 SÍ 2 NO
107.- En relación con el acogimiento, ¿tienen ustedes alguna necesidad o echan de menos algo?
1 Sí 2 No
En caso afirmativo, señalar las necesidades que correspondan (marcar 4 como máximo en orden 1, 2, 3, 4)
Necesidades Sí
Más apoyo económico
Apoyo y disponibilidad profs. SPM
Información y formación adecuada
Ayuda psicológica problemas menor
Ayuda en casa (domicilio)
Ayuda tareas y supervisión escolar
Asesoramiento legal acogimiento
Más control visitas padres
Otra:
109.- Destaque los aspectos que considera más positivos del acogimiento
1 Lealtad familiar
2 Centrado en las ventajas para el menor
3 Centrado en la satisfacción de los acogedores
4 Otras:
110.- Destaque los aspectos que considera más negativos del acogimiento (marcar 3 como máximo en orden 1, 2,
3)
Sí
Dificultades para menores
Dificultades para acogedores
Intervención profesional
Contactos y visitas padres
Problemas económicos
Problemas legales
Otras:
399
Anexos
INSTRUCCIONES:
MD D NS A MA
400
Anexos
13. El niño/a casi nunca me hace cosas que hagan sentir bien. MD D NS A MA
14. Casi siempre siento que el niño/a me quiere y quiere estar cerca de MD D NS A MA
mí.
15. El niño/a me sonríe mucho menos de lo que yo esperaba. MD D NS A MA
16. Cuando hago algo por el niño/a, tengo la sensación de que no me MD D NS A MA
lo reconoce lo suficiente.
17. Cuando juega, el niño/a no suele reírse. MD D NS A MA
18. El niño/a no parece aprender tan rápidamente como la mayoría de MD D NS A MA
los niños.
19. El niño/a no parece sonreír tanto como la mayoría de los niños. MD D NS A MA
20. El niño/a no es tan competente como yo esperaba. MD D NS A MA
21. Al niño/a le lleva mucho tiempo y le es muy difícil acostumbrarse MD D NS A MA
a cosas nuevas.
22. Siento que soy: 1 2 3 4 5
1. muy buen acogedor/acogedora
2. mejor que el promedio de los acogedores/acogedoras
3. como el promedio
4. una persona que tiene algunos problemas como
acogedor/acogedora
5. no muy buen acogedor/acogedora
23. Esperaba tener una relación más cálida y estrecha con el niño/a de MD D NS A MA
la que tengo, y esto me molesta
24. Algunas veces el niño/a hace cosas que me molestan, y que las MD D NS A MA
hace por el mero hecho de portarse mal.
25. El niño/a parece llorar y ponerse tonto más a menudo que la MD D NS A MA
mayoría de los niños.
26. Normalmente, el niño/a se despierta de mal humor. MD D NS A MA
27. Tengo la sensación de que el niño/a tiene un humor muy MD D NS A MA
cambiante y se enfada fácilmente.
28. El niño/a hace unas cuantas cosas que me molestan bastante, pero MD D NS A MA
no muchas.
29. Cuando ocurre algo que no le gusta, el niño/a reacciona muy MD D NS A MA
fuertemente.
30. El niño/a se enoja fácilmente por cualquier cosa sin importancia. MD D NS A MA
31. Regular los horarios de sueño y comida fue mucho más difícil de MD D NS A MA
lo que yo esperaba.
32. He notado que conseguir que el niño/a haga algo o deje de hacer 1 2 3 4 5
algo es:
1. mucho más difícil de lo que yo esperaba
2. algo más difícil de lo que yo esperaba
3. como yo esperaba
4. algo más fácil de lo que yo esperaba
5. mucho más fácil de lo que yo esperaba
401
Anexos
2. 4-5
3. 6-7
4. 8-9
5. 10 o más
34. El niño/a hace unas cuantas cosas que realmente me molestan MD D NS A MA
mucho.
35. En mayor medida de lo que yo me esperaba, el niño/a ha resultado MD D NS A MA
ser un problema.
36. El niño/a me exige más de lo que exigen la mayoría de los niños. MD D NS A MA
402
Anexos
1.Divorcio SI NO
2. Reconciliación matrimonial SI NO
3. Matrimonio SI NO
4. Separación SI NO
5.Embarazo SI NO
6. Algún pariente se ha trasladado a vivir con usted a su casa SI NO
7. Deuda económica muy importante SI NO
8. Aumento sustancial de ingresos (20% o más) SI NO
9. Traslado de domicilio SI NO
10. Ascenso en el trabajo SI NO
11. Disminución sustancial de ingresos SI NO
12. Problemas con el alcohol u otras drogas SI NO
13. Muerte de algún amigo íntimo de la familia SI NO
14. Comienzo de un nuevo trabajo SI NO
15. Ingreso en un nuevo colegio SI NO
16. Problemas con los jefes en el trabajo SI NO
17. Problemas con los profesores en el colegio SI NO
18. Problemas legales SI NO
19. Muerte de un miembro de la familia SI NO
20. Enfermedad o petición de ayuda por parte de un familiar cercano SI NO
21. Accidente serio o problema médico SI NO
22. Problema médico prolongado o crónico (diabetes, enfermedad cardíaca...) SI NO
En caso de que se haya dado alguna de estas circunstancias, )ha afectado de alguna manera a
la vida familiar?
403
Anexos
Recuerde que para estas afirmaciones no hay respuestas correctas o incorrectas, responda
a cada afirmación sinceramente.
404
Anexos
ridículo
10. Si no me molesta no le tomo en ______ ______ ______ ______
cuenta
11. Le grito cuando estoy enojado ______ ______ ______ ______
12. Le ayudo a que me cuente las ______ ______ ______ ______
cosas que son importantes para el /ella
13. Le trato de una manera exigente ______ ______ ______ ______
14. Estoy contento/a cuando está ______ ______ ______ ______
conmigo
15. Le felicito cuando se porta bien ______ ______ ______ ______
16. Le pego aunque no haya hecho ______ ______ ______ ______
nada malo
17. Me olvido de las cosas que debería ______ ______ ______ ______
hacer por él
A MI NIÑO/A ES CIERTO NO ES CIERTO
Casi Algunas Rara vez Casi
siempre veces es es cierto nunca es
es cierto cierto cierto
18. Le veo como una carga muy ______ ______ ______ ______
pesada
19. Le alabo ante las demás personas ______ ______ ______ ______
20. Le castigo fuertemente cuando ______ ______ ______ ______
estoy enojado/a
21. Pongo cuidado en que tenga una ______ ______ ______ ______
buena comida
22. Le habla con cariño y amor ______ ______ ______ ______
23. Me enojo fácilmente con él/ella ______ ______ ______ ______
24. Estoy demasiado ocupado/a para ______ ______ ______ ______
contestar a sus preguntas
25. Me parece que no le quiero mucho ______ ______ ______ ______
26. Le felicito cuando se lo merece ______ ______ ______ ______
27. Me enojo rápidamente y le regaño ______ ______ ______ ______
28. Me interesa saber quiénes son sus ______ ______ ______ ______
amigos
29. Me interesa lo que hace ______ ______ ______ ______
30. Le digo muchas cosas ______ ______ ______ ______
desagradables
31. No le hago caso cuando me pide ______ ______ ______ ______
ayuda
32. Pienso que tiene la culpa cuando ______ ______ ______ ______
encuentra dificultades
33. Le hago sentir que le quiero y que ______ ______ ______ ______
le necesito
34. Le digo que me pone nervioso/a ______ ______ ______ ______
35. Me fijo mucho en él/ella ______ ______ ______ ______
36. Le digo que me siento muy ______ ______ ______ ______
orgulloso/a cuando se porta bien
37. Trato de decirle cosas para herir ______ ______ ______ ______
sus sentimientos
38. Me olvido de cosas importantes ______ ______ ______ ______
que yo creo que debería recordar
39. Le demuestro que no le quiero ______ ______ ______ ______
cuando se porta mal
405
Anexos
406
Anexos
Instrucciones:
Este cuestionario mide con qué frecuencia y de qué modo usted actúa con su niño/a.
Su nombre
Ejemplo:
Por favor lea cada frase del cuestionario y piense con qué frecuencia usted actúa de este
modo y ponga su respuesta al lado izquierdo de la frase.
RECUERDE: Para cada frase, determine y diga con qué frecuencia usted actúa con su
niño/a.
407
Anexos
11. Hago hincapié en explicarle las razones de las normas que le pongo.
12. Cuando el niño/a se enfada, le consuelo y le hago ver que lo entiendo.
13. Cuando el niño/a se porta mal, le grito.
14. Alabo al niño/a cuando se porta bien.
15. Cuando el niño/a tiene una pataleta, cedo.
16. Estallo de rabia con el niño/a.
17. Amenazo al niño/a con castigarle con más frecuencia de la que luego le castigo.
18. A la hora de hacer planes familiares, tengo en cuenta las preferencias del niño/a.
19. Cuando el niño/a es desobediente, le agarro con fuerza por el brazo.
20. Amenazo al niño/a con castigos que luego no le impongo.
21. Demuestro al niño/a respeto por sus opiniones animándole a expresarlas.
22. Dejo que el niño/a participe en el establecimiento de las normas de casa.
23. Para que el niño/a mejore, le regaño y le critico.
24. Mimo al niño/a.
25. Explico al niño/a las razones por las que hay que obedecer las normas.
26. Sin dar muchas explicaciones, utilizo las amenazas como castigo.
27. Tengo momentos cálidos y cariñosos con el niño/a.
28. Castigo al niño/a dejándole solo en algún sitio sin darle muchas explicaciones.
29. Ayudo al niño/a a darse cuenta de las consecuencias de sus actos animándole a
que hable sobre las consecuencias de su propio comportamiento.
30. Regaño y critico al niño/a si no se comporta como yo espero.
31. Le explico al niño/a las consecuencias de su comportamiento.
32. Si el niño/a se porta mal, le doy una palmada o una cachetada.
408
Anexos
Frecuentemente
Casi siempre
De vez en
cuando
Nunca
1.En mi familia nos apoyamos unos a otros en los 1 2 3 4 5
momentos difíciles
2.En mi familia, cada cual puede opinar lo que quiera 1 2 3 4 5
sin problemas
3.Nos es más fácil discutir los problemas con gente 1 2 3 4 5
que no es de la familia 1 2 3 4 5
que entre nosotros mismos
4.En mi familia, cuando hay que decidir algo 1 2 3 4 5
importante se tiene en cuenta 1 2 3 4 5
la opinión de todos
5.Solemos pasar ratos todos juntos en la misma 1 2 3 4 5
habitación
6.En mi familia, los niños tienen voz y voto en lo que se 1 2 3 4 5
refiere a su disciplina
7.En mi familia hacemos cosas todos juntos 1 2 3 4 5
8.En casa, discutimos los problemas y luego estamos 1 2 3 4 5
de acuerdo con las decisiones que tomamos
9.En mi familia, cada uno va por su lado 1 2 3 4 5
10.En casa, todos colaboramos con las tareas 1 2 3 4 5
domésticas
11.En mi familia, todos conocemos a los amigos 1 2 3 4 5
íntimos de los demás
12.En mi familia es difícil saber cuáles son las normas 1 2 3 4 5
(cosas que hay que hacer, horarios que cumplir, etc.)
13.Antes de tomar una decisión personal, en mi familia 1 2 3 4 5
nos consultamos unos a otros
14.En casa, todos podemos decir lo que pensamos 1 2 3 4 5
15.Nos suele resultar difícil pensar en cosas que hacer 1 2 3 4 5
juntos como familia
16.A la hora de resolver problemas, en mi familia se 1 2 3 4 5
tienen en cuenta las opiniones de los hijos
17. En mi familia nos sentimos muy cerca unos de 1 2 3 4 5
otros
18. En mi familia, la disciplina es justa 1 2 3 4 5
19. En mi familia, algunos tienen más intimidad con 1 2 3 4 5
gente que no es de la familia que con gente de la
familia
20. Cuando hace falta, en mi familia buscamos formas 1 2 3 4 5
nuevas de hacer frente a los problemas
21. Cuando la familia decide hacer algo, todos 1 2 3 4 5
estamos de acuerdo
22. En casa todos tenemos alguna responsabilidad 1 2 3 4 5
23. En mi familia nos gusta pasar juntos los ratos de 1 2 3 4 5
ocio
409
Anexos
410
Anexos
411
Anexos
412
Anexos
Sería bueno comenzar haciendo a los padres y a las madres la siguiente aclaración
acerca del contenido del instrumento:
“Ahora me gustaría que pensara en las personas que son más importantes para
usted, personas a las que se siente unido/a, que le importan ya las que conoce bien,
personas para las que usted es también importante, lo/la conocen y se preocupan por usted.
Puede mencionar a personas que sean familiares, amigos/as, conocidos, maestros,
sacerdotes, o cualquier otra persona que usted conozca. Si le parece le voy a ir preguntando
sobre algunas cosas concretas en las que los demás pueden sernos útiles y en las que
nosotros podemos ser útiles a los demás. Después de que lea cada una de ellas le pediré
que me dé los nombres o iniciales de las personas con las que usted cuenta y que cuentan
con usted y le iré preguntado algunas cosas sobre ellas”.
413
Anexos
Toda la información se recoge en la rejilla de registro que aparece al final del instrumento.
A. SENTIMIENTOS PERSONALES
A.1. Si usted necesitara hablar de cuestiones muy personales o privadas, ¿con quién lo
haría? (Anotar los nombres o iniciales de las personas que se señalen y la relación que
tienen con la persona entrevistada). Antes de pasar a A.2 es bueno insistir en si nombraría a
alguien más (tener esto presente a lo largo de toda la entrevista siempre que se pasa de la
columna 1 a la 2).
A.2. Mirando esta tarjeta (mostrar la "tarjeta de necesidad"), ¿qué necesidad tuvo el mes
pasado de hablar con alguien sobre sus asuntos personales? Intente puntuar de 1 a 10,
señalando el número que mejor describa su situación personal. Si no tuvo ninguna
necesidad pasar a B y puntuar como 1, no 0 ni missing (tener esto presente a lo largo de
todo el instrumento).
A.3. Durante el mes pasado, ¿a quiénes de estas personas que usted ha nombrado les
habló sobre sus cosas personales o privadas? (Preguntar acerca de las personas
nombradas en A1). Antes de pasar a A.4 es bueno insistir en si nombraría a alguien más
(tener esto presente a lo largo de toda la entrevista siempre que se pasa de la columna 3 a
la 4)
B. AYUDA MATERIAL
B.1. Si necesitara 30 euros o algo más valioso, ¿quién cree usted que se los prestaría?
Puede nombrar a personas nuevas o referirse de nuevo a las que nombró antes.
414
Anexos
B.2. A lo largo del mes pasado, ¿cuánta necesidad tuvo de que otras personas le prestaran
dinero u otras cosas de valor? (Tarjeta de necesidad). Si no tuvo ninguna necesidad pasar
a C.
B.3. Durante el mes pasado, ¿quiénes de las personas que me ha nombrado le prestaron
más de 30 euros o algo valioso que usted necesitara?
B.4. ¿Cuál es su grado de satisfacción con la ayuda que estas personas le prestaron
durante el mes pasado? (Tarjeta de satisfacción)
C. CONSEJO
C.1. ¿A quién acudiría si tuviera la necesidad de pedir consejo a alguien? Recuerde que
puede nombrar a quien quiera, lo haya mencionado anteriormente o no.
C.2. Durante el mes pasado, ¿cuánta necesidad tuvo de que otras personas le aconsejaran?
(Tarjeta de necesidad). Si no tuvo necesidad pasar a D.
C.3. Durante el mes pasado, ¿quiénes de las personas que me ha dicho le dieron algún
consejo?
C.4. Durante el mes pasado, ¿cómo quedó usted de satisfecho con los consejos que le
dieron estas personas? (Tarjeta de satisfacción)
D. CONFLICTOS
D.1. ¿Cuáles son las personas con las que usted espera tener algún disgusto o desacuerdo
o que pueden molestarle o hacerle enfadar? Pueden ser personas nuevas o ya
mencionadas. Si no contesta se pasa a H.
D.2. Durante el mes pasado, ¿con quién de estas personas tuvo un disgusto, desacuerdo, le
hicieron enfadarse o le molestaron?
415
Anexos
E. ACOGIMIENTO
E.1. ¿A quién acudiría si tuviera la necesidad de pedir consejo a alguien o necesitara ayuda
relacionada con el acogimiento? Recuerde que puede nombrar a quien quiera, lo haya
mencionado anteriormente o no.
E.2. Durante el mes pasado, ¿cuánta necesidad tuvo de que otras personas le aconsejaran
o le ayudaran con el acogimiento? (Tarjeta de necesidad). Si no tuvo necesidad no hacer
las otras dos preguntas.
E.3. Durante el mes pasado, ¿quiénes de las personas que me ha dicho le dieron algún
consejo o ayuda?
E.4. Durante el mes pasado, ¿cómo quedó usted de satisfecho con los consejos y las
ayudas que le dieron estas personas? (Tarjeta de satisfacción)
416
Anexos
Fecha: Ident:
A C D E
ASSIS (Sent. Pers.) .) (Consejo) (Conflicto) ( Acogimiento)
Nombre/Relación A1 A3 B1 B3 C1 C3 D1 D2 E1 E3
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
20.
Red Total =
2. Necesidad (1-10) A2= B2= C2= E2=
4. Satisfacción (1-10) A4= B4= C4= E4=
417
Anexos
Por favor, ponga una cruz en el cuadro que usted cree que corresponde a cada una de las
preguntas: No es cierto, Un tanto cierto, Absolutamente cierto. Nos sería de gran ayuda que
respondiese a todas las preguntas lo mejor que pudiera, aunque no esté completamente
seguro/a de la respuesta, o le parezca una pregunta rara. Por favor, responda a las preguntas
basándose en el comportamiento del niño o niña acogido durante los últimos seis meses.
No es Un tanto Absolutamente
cierto cierto cierto
Tiene en cuenta los sentimientos de otras personas
Es inquieto/a, hiperactivo/a, no puede permanecer
quieto/a por mucho tiempo
Se queja con frecuencia de dolor de cabeza, de
estómago o de náuseas
Comparte frecuentemente con otros niños
chucherías, juguetes, lápices, etc.
Frecuentemente tiene rabietas o mal genio
Es más bien solitario/a y tiende a jugar solo/a
Por lo general es obediente, suele hacer lo que le
piden los adultos
Tiene muchas preocupaciones, a menudo parece
inquieto/a o preocupado/a
Ofrece ayuda cuando alguien resulta herido,
disgustado, o enfermo
Está continuamente moviéndose y es revoltoso/a
Tiene por lo menos un/a buen/a amigo/a
Pelea con frecuencia con otros niños o se mete con
ellos
Se siente a menudo infeliz, desanimado/a o lloroso/a
Por lo general cae bien a los otros niños
Se distrae con facilidad, su concentración tiende a
dispersarse
Es nervioso/a o dependiente ante nuevas situaciones,
fácilmente pierde la confianza en sí mismo/a
Trata bien a los niños más pequeños
A menudo miente o engaña
Los otros niños se meten con él/ella o se burlan de
él/ella
A menudo se ofrece para ayudar (a padres, maestros,
otros niños)
418
Anexos
419
Anexos
Se le presenta a la niña/o/o el ítem del ejemplo, que aparece al principio del cuadernillo, del
siguiente modo:
“Esto que tengo aquí es algo así como un juego de dibujos y se llama CUÁL ES LA NIÑA/O
MÁS PARECIDA A MI. Voy a contarte que están haciendo cada una de las niña/os/os en los
dibujos.
Por ejemplo: En éste (señalando el dibujo de la izquierda) esta niña/o esta casi siempre
contenta, y esta niña/o (señalando el dibujo de la derecha) está casi siempre triste. Ahora,
quiero que me digas cuál de estas niña/os es más parecida a (el nombre de la niña/o/o).
Después de que la niña/o haya señalado el dibujo apropiado para ella/él, el examinador o la
examinadora señala los círculos que están justo debajo del dibujo y recalca las dos
alternativas para ayudar a la niña/o a precisar mejor su elección. Se debe empezar siempre por
el circulo extremo (él más grande) y continuar con el círculo más pequeño. Así, si la niña/o
señala al dibujo “contenta” en respuesta a la pregunta de quién es más parecida a ella/él, el
examinador o la examinadora diría:
A veces la niña/o/o puede señalar en medio de los dos dibujos y decir que ambos son como
ella/él/él. El examinador o la examinadora debe decir entonces: Sí, a veces, nos sentimos de
las dos formas, pero si tuvieras que elegir cuál de esas niña/os está del modo en que tú estás la
mayor parte del tiempo ¿Cuál elegirías?
El examinador o la examinadora continúa por cada lámina, leyendo las descripciones, al pie
de la letra, mientras que señala al dibujo que acompaña cada descripción. En algunos dibujos
hay una niña/o como figura central para la descripción, designado por una flecha que señala a
esta niña/o. Es necesario asegurarse de que en esos ítems se apunta a esta niña/o en particular.
420
Anexos
ITEM 1
A esta niña se le da muy A esta niña no se le da muy
bien hacer puzles bien hacer puzles
Muy bien o Bastante Regular o No muy bien
bien
4 3 2 1
ITEM 2
Esta niña tiene muchas Esta niña no tiene muchas
amigas con las que jugar amigas con las que jugar
Tú tienes: Tú tienes:
Muchas amigas o Algunas Pocas amigas o Casi ninguna
amigas amiga
4 3 2 1
ITEM 3
A esta niña no se le da muy A esta niña se le da muy bien
bien columpiarse sola columpiarse sola
A ti se te da: A ti se te da:
No muy bien o Regular Bastante bien o Muy bien
1 2 3 4
ITEM 4
La madre (acogedora) de La madre (acogedora) de esta
esta niña no le sonríe mucho niña le sonríe mucho
Tu madre (acogedora) te Tu madre (acogedora) te
sonríe: sonríe:
Casi nunca o Algunas Bastantes veces o Muchas veces
veces
1 2 3 4
ITEM 5
La profesora de esta niña La profesora de esta niña no
suele decirle que sus suele decirle que sus trabajos
trabajos están bien hechos están bien hechos
Tu profesora: Tu profesora:
Siempre te lo dice o La mayoría Algunas veces o Nunca te lo
de las veces dice
4 3 2 1
ITEM 6
Esta niña casi nunca se Esta niña se queda bastantes
queda a dormir en casa de veces a dormir en casa de sus
sus amigas amigas
Tú te quedas en casa de tus Tú te quedas en casa de tus
amigas a dormir: amigas a dormir:
Nunca o Muy pocas Bastantes veces o Muchas veces
veces
1 2 3 4
ITEM 7
A esta niña se le da bastante A esta niña no se le da muy
bien trepar, subirse a los bien trepar, subirse a los
cacharritos cacharritos
A ti se te da: A ti se te da:
Muy bien o Bastante Regular o No muy bien
bien
4 3 2 1
421
Anexos
ITEM 8
La madre (acogedora) de La madre (acogedora) de esta
esta niña le lleva a mucho niña no le lleva a mucho
sitios a los que a ella le sitios a los que a ella le gusta
gusta ir ir
Tu madre (acogedora) te Tu madre (acogedora) te
lleva a: lleva a:
Todos los sitios: o Bastantes Pocos sitios: o Casi ningún
sitios sitio
4 3 2 1
ITEM 9
Esta niña se sabe el nombre Esta niña se sabe el nombre
de pocos colores de bastantes colores
Tu sabes el nombre de: Tu sabes el nombre de:
Muy pocos colores o Algunos Muchos colores o Casi todos los
colores colores
1 2 3 4
ITEM 10
Esta niña tiene muchas Esta niña no tiene muchas
amigas con las que jugar amigas con las que jugar
Tú tienes: Tú tienes:
Muchas amigas o Bastantes Pocas amigas o Casi ninguna
amigas amiga
4 3 2 1
ITEM 11
A esta niña no se le da muy A esta niña se le da muy bien
bien atarse los cordones de atarse los cordones de sus
sus zapatos zapatos
Tú: Tú:
No puedes atarlos o No te los Te los atas bastante bien o Perfectamente
atas muy
bien
1 2 3 4
ITEM 12
La madre (acogedora) de La madre (acogedora) de esta
esta niña hace muchas veces niña hace muchas pocas
comidas que le gustan veces las comidas que le
gustan
Tu madre (acogedora) hace Tu madre (acogedora) hace
las comidas que te gustan: las comidas que te gustan:
Siempre o Muchas Algunas veces O Casi nunca
veces
4 3 2 1
ITEM 13
Esta niña no sabe contar Esta niña sabe contar muy
muy bien bien
Tú: Tú:
No sabes contar o Sabes un Sabes bastante bien o Sabes muy bien
poco
1 2 3 4
ITEM 14
Esta niña no tiene muchas Esta niña tiene muchas
amigas con las que jugar en amigas con las que jugar en
el parque o en el recreo el parque o en el recreo
422
Anexos
Tú tienes: Tú tienes:
Casi ninguna amiga o Pocas Bastantes amigas o Muchas amigas
amigas
1 2 3 4
ITEM 15
Tú sabes que a veces los niños andan dando saltitos.
ITEM 18
A esta niña le llaman A esta niña a veces esta sola
bastante otras niñas para porque las otras niñas no la
jugar llaman para jugar
A ti te llaman para jugar: A ti te llaman para jugar:
Siempre o Bastantes Algunas veces o Nunca
veces
4 3 2 1
ITEM 19
A esta niña no se le da muy A esta niña se le da muy bien
bien correr deprisa correr deprisa
Tú corres: Tú corres:
No muy deprisa o Algo deprisa Bastante deprisa o Muy deprisa
1 2 3 4
ITEM 20
La madre (acogedora) de La madre (acogedora) de esta
esta niña juega mucho con niña juega poco con ella
ella
Tu madre (acogedora): Tu madre (acogedora):
Juega mucho contigo o Bastante Algunas veces o Casi nunca
4 3 2 1
ITEM 21
Esta niña sabe cuál es la Esta niña no recuerda cuál es
primera letra de su nombre la primera letra de su nombre
423
Anexos
Tú lo sabes: Tú lo sabes:
Realmente bien o Bastante No muy bien o No la sabes
bien
4 3 2 1
ITEM 22
A esta niña no la invitan a A esta niña la invitan a
comer a casa de sus amigas comer a casa de sus amigas
A ti te invitan a comer a A ti te invitan a comer a casa
casa de tus amigas: de tus amigas:
Nunca o Algunas Bastantes veces o Muchas veces
veces
1 2 3 4
ITEM 23
Esta niña es bastante buena A esta niña no se le da muy
saltando a la pata coja bien saltar a la pata coja
Tú eres: Tú eres:
Realmente buena o Bastante No muy buena o No puedes
buena saltar
4 3 2 1
ITEM 24
La madre (acogedora) de La madre (acogedora) de
esta niña habla muy poco esta niña habla mucho con
con ella ella
Tu madre (acogedora): Tu madre (acogedora):
Casi nunca habla contigo o Algunas Bastantes veces o Muchas veces
veces
424
Anexos
Pon las iniciales de tu nombre (por ejemplo si te llamarás Luis Pérez Mesa sólo
escribirías LPM) _________________________________________
425
Anexos
colegio
426
Anexos
427