Coherencia y Cohesion
Coherencia y Cohesion
Coherencia y Cohesion
causas, defender nuestra tesis a partir de los errores de otros, echar mano de la etimología, proceder
según el orden de lo probable…
supuesto, a veces es necesario crear un escenario, o propiciar cierto contexto que le de más realce a la
tesis, pero sin que se convierta en una maraña capaz de refundir o subordinar nuestra propuesta
central.
—¿CÓMO SUSTENTAR LOS PÁRRAFOS A PARTIR DE LA TESIS, SIN DESBORDAR EL TEMA CENTRAL?
—Si uno tiene clara su tesis, y si además ha elaborado un buen esbozo o un buen plan de camino
escritural, los párrafos emanan o se desprenden de dicha estructura. Digamos que la garantía para no
perderse, el hilo de Ariadna de un buen ensayista, es mantener a toda costa el eje rector de su tesis. No
desbocarse; temerle a las digresiones o a las amplificaciones gratuitas; mantener en vilo la bandera de
su tesis. Pienso que los conectores son de vital importancia para tal cometido: una buena conexión
amarra, da continuidad, sirve de refuerzo, evita la fragmentación. Los conectores zurcen la escritura.
Así que, los párrafos se organizan sobre la columna vertebral de la tesis; si no están directamente
relacionados con ella, sobran o son un lastre que le resta agilidad a nuestro ensayo.
—¿CÓMO DARLE UN ORDEN LÓGICO A LOS DIFERENTES PÁRRAFOS PARA LLEGAR A LA CONCLUSIÓN?
—El orden lógico de los párrafos depende de la tesis elegida y del esbozo que hemos diseñado
para desarrollarla. Algunos de esos esbozos son deductivos, otros inductivos. También hay esbozos en
donde se comienza mostrando los puntos débiles de otras posturas, para luego pasar a exponer la
propia. Hay planes de construcción gestados desde el contraste y otros que van acumulando, párrafo a
párrafo, puntos a favor de la propia tesis. En todo caso, el orden está vinculado a la estructura de base
que sirve de andamiaje a nuestra tesis. Es en la pre-escritura donde se establecen las basas de nuestro
ensayo.
—¿QUÉ SEÑALES PUEDE UNO TOMAR COMO BÁSICAS PARA RECONOCER QUE EL TEMA TRATADO ESTA “AGOTADO”
O HA LOGRADO UN PUNTO ADECUADO DE ARGUMENTACIÓN?
—A diferencia de los tratados o de las obras sistemáticas que buscan, precisamente, agotar el
tema, con los ensayos sucede todo lo contrario. El ensayo tiene un cierre momentáneo. En todo buen
ensayo debe quedar un intersticio, una pequeña fisura desde la cual pensar un nuevo ensayo. Theodor
Adorno insistía en esta cualidad de lo no sistemático, propia del ensayo. El afán del ensayista no es
acabar un tema; a lo máximo que aspira es a persuadir al lector de una tesis particular. El ensayista
sabe que hay muchas formas de abordar o interpretar un hecho o una situación. Y porque lo sabe, se
mueve agrietando sistemas, fracturando doctrinas, poniéndole al perfecto mundo de los gatos, una
tesis-cascabel. El ensayista no pretende consumir totalmente los temas o los problemas; su misión
consiste en tomar algo aparentemente secundario y darle un realce inusual o socialmente desconocido.
Baste retomar un ensayo como el de Georg Simmel sobre “El asa”. Dice el profundo ensayista alemán:
“Por medio del asa el mundo accede al recipiente, por medio de la boca el recipiente alcanza el mundo.
De este modo, en suma, resulta completa la inserción del vaso en la teleología humana: recibe por el
asa su corriente y la devuelve por la boca (…) El hecho de que el asa y la boca se correspondan una a
otra, de manera gráfica, como extremos del diámetro del recipiente y que deban guardar un cierto
equilibrio tiene mucho que ver con las funciones que desempeñan al delimitar en sí mismo al recipiente
y vincularlo también, no obstante, con el mundo práctico: la una en sentido centrípeto y la otra en un
sentido centrífugo. Es como la relación del hombre como alma con el mundo exterior: por medio de la
percepción sensible la corporeidad llega hasta el alma, y por medio de las inervaciones voluntarias el
alma llega hasta el mundo corporal…” Qué más banal que una agarradera, el asa de cualquier objeto
de mesa o de cocina; sin embargo, la tarea del ensayista es mostrarnos cómo en algo tan cotidiano se
esconden aspectos trascendentales. Desde luego, decir que el ensayista no busca agotar
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completamente un tema, no significa presentar su ensayo como algo fragmentado o sin orden interno.
Quien elabore un ensayo, aunque no pretenda construir un sistema perfecto e incuestionable, sí debe
ser ordenado y riguroso a la hora de presentar y argumentar su tesis.
—¿CUÁLES SERÍAN LAS CLAVES FUNDAMENTALES PARA LA BÚSQUEDA DE LA INFORMACIÓN ACERCA DEL TEMA?
—La búsqueda de información puede contribuir a un ensayo de diferente manera. A veces, cuando
se está leyendo sobre algo en particular, o cuando sencillamente se está buscando material para algún
tipo de investigación, nos hallamos con ideas o afirmaciones que llaman poderosamente nuestra
atención. Esas ideas-fuerza –porque nos ponen a pensar, porque nos invitan a estar de acuerdo o en
desacuerdo–, pueden llegar a convertirse en motivo o en piedra de toque para un futuro ensayo. En
este caso, la información va en pos de una tesis que aún no tenemos definida o que apenas estamos
configurando. Otras veces, la búsqueda de información nace de una tesis que ya tenemos perfilada;
entonces, la pesquisa se convierte en un trabajo más selectivo, bastante direccionado, muy centrado en
el punto que nos interesa. Cuando esto sucede, la información necesita rastrearse estratégicamente:
fuentes de primera mano, referencias actualizadas, información que de cuenta de diferentes puntos de
visa, rastreo de la tradición en la temática que deseamos abordar… En todo caso, la búsqueda de
información es consustancial al proceso de elaboración de un ensayo: es a partir de ella como elegimos
las voces que van a entrar en el juego argumentativo con nuestra propia voz.
—¿CÓMO DIFERENCIAR UN ARGUMENTO DE AUTORIDAD SIN CITA TEXTUAL DEL COMENTARIO DEL AUTOR?
—En algunos casos, la fuente que asumimos como autoridad en nuestro ensayo no la citamos
textualmente; más bien retomamos el espíritu o el sentido de dicha idea. Es lo que se llama el
parafraseo. Cuando se da tal hecho, debemos advertir cosas como “siguiendo de cerca las ideas de tal
autor”, o “inspirados en el planteamiento de tal fuente”. Sea como fuere, lo importante es dar el crédito.
También se puede, en nota a pie de página mencionar dicha influencia: “estos planteamientos se basan
en tal y cual autor, en sus libros tales y tales”. Valdría la pena colocar un ejemplo. En un ensayo mío,
“La proxémica: esa comunicación invisible”, el primer párrafo empieza así: Hace ya varios años, Edward
Hall nos enseñó la existencia de un lenguaje silencioso, la presencia de una dimensión oculta. Una
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fuerza comunicativa tan poderosa como la palabra o nuestro lenguaje corporal, y de una importancia tan
grande cuanto más permanece invisible a nuestros ojos. Hall la bautizó, proxémica. Nótese que no hay
ninguna cita textual; sólo digo que tal tipo de comunicación fue considerado por un autor en particular.
Es más, de manera indirecta retomo los títulos de dos de sus obras más clásicas, “La dimensión oculta”
y “El lenguaje silencioso”, pero desde la importancia de tal forma de comunicación. Hubiera también
podido completar esta información con una nota a pie de página que dijera: para una mayor ampliación
de estas ideas pueden leerse los dos textos mencionados, incluyendo su datación bibliográfica. Cosa
distinta hubiera sido empezar el mencionado párrafo de la siguiente manera: Hace ya varios años,
Edward Hall acuñó la palabra proxémica para “designar las observaciones y teorías interrelacionadas
del empleo que el hombre hace del espacio”. Una fuerza comunicativa tan poderosa como la palabra o
nuestro lenguaje corporal, y de una importancia tan grande cuanto más permanece invisible a nuestros
ojos. En esta segunda manera, la cita es fiel al texto; no estoy glosando o parafraseando, sino tomando
textualmente sus palabras.
—SI SE TIENEN VARIOS TIPOS DE ARGUMENTOS, ¿CONVIENE INCLUIRLOS TODOS?, O ¿CÓMO SE PUEDE
DETERMINAR LA SUFICIENCIA?
—Hay argumentos que son tan contundentes que uno sólo de ellos tiene la fuerza suficiente como
para minar el escepticismo de nuestro lector; en otros eventos, se requiere más de un argumento, más
de una estrategia discursiva para perfilar el gesto de su convencimiento. Repitámoslo: no es el exceso
de argumentos lo que hace a nuestro ensayo más contundente; más bien es la selección y la
pertinencia de los mismos. Lo que sucede es que los argumentos encontrados en el proceso de
búsqueda de información –que deben ser abundantes– no son todos los que utilizamos a la hora de
escribir el ensayo. Una cosa son los argumentos acopiados durante la pre-escritura y otra los
argumentos empleados en la escritura como tal. Digamos que en muchas oportunidades, el buen
ensayista debe omitir algunos de esos argumentos porque, mirada la unidad del ensayo, no cuadran o
desdibujan la idea central que se traía.
—¿CÓMO HACER PARA QUE MIS ARGUMENTOS O APORTES PERSONALES NO DEPENDAN TANTO DE LOS
ARGUMENTOS DE AUTORIDAD, Y SE SOSTENGAN POR SÍ SOLOS?
—Una vez más el tiempo y dedicación a la pre-escritura son definitivos para que nuestro ensayo no
se vuelva una colcha de citas de autoridad, una especie de tratado en donde brille más la erudición que
la tesis personal. No sobra insistir: los argumentos de autoridad deben estar al servicio de nuestro
planteamiento. Y por más que sumemos citas, por mucho que mencionemos autores de gran renombre,
si no están orientadas a corroborar, soportar, enriquecer o potenciar nuestra tesis, serán inútiles. Hasta
diría que un exceso de citas, puede llegar a sepultar nuestra idea fundamental; o, al menos, hacerla
parecer raquítica o sin mucho vuelo. Tengámoslo presente: tan importante es hallar las citas
adecuadas, como no rellenar nuestro ensayo de cuanta referencia encontremos en la búsqueda de
información. La credibilidad de nuestro ensayo no depende del número de citas de autoridad que
metamos sino de la organización de las ideas alrededor de la tesis que hemos elegido como dispositivo
articulador.
precisión”, “así que”, “en conclusión”, “bajo este aspecto”… Los conectores son de distinto tipo y sirven
para diferentes usos: los hay para recapitular, resumir o hacer una síntesis (“como se indicó”, “como ya
lo hice notar”, “en resumen”…); para hacer un énfasis, recalcar o subrayar una idea (“Insistamos”,
“mejor dicho”, “repito que”); para ejemplificar o ilustrar (“así, por ejemplo”, “pongamos por caso”,
“verbigracia”); para dar continuidad o hacer una transición en el discurso (“a esto se añade”, “con esto
en mente”, “de todo esto resulta”); para señalar un orden temporal, una lista o una secuencia (“a
continuación”, “de lo anterior”, “en últimas”); para contrastar, anteponer o hacer evidente una antítesis
(“antes por el contrario”, “en cambio”, “inversamente”); para presentar una semejanza, una similitud o
establecer una relación (“del mismo modo”, “igualmente”, “también cabe comparar”); para inferir, deducir
o concluir un razonamiento (“así que”, “como se ve”, “en consecuencia”); para admitir o conceder la
razón (“cierto es que”, “estoy de acuerdo con”, “no discuto que”); para adicionar o agregar (“al lado de”,
“debo agregar que”, “todavía más”); para explicar o exponer algún asunto (“bien se comprende que”,
“comencemos por”, “de este modo”); para indicar una relación espacial, un lugar o un contexto (“al lado
de ello”, “en el fondo”, “llegamos aquí a”); para justificar una omisión, dejar de lado el desarrollo de una
idea o evitar un malentendido (“dejando de lado”, “más no se crea que”; “no es preciso”); para hacer una
advertencia, explicitar una condición o prevenir sobre algo (“aún así”, “empero”, “no se olvide que”). Un
buen uso de los conectores le da al ensayo un carácter fluido, hace que el lector no encuentre baches
en su recorrido por nuestro texto. Y una precaución para los más novatos ensayistas: los conectores no
sólo se usan al inicio de los párrafos, también son fundamentales al interior de los mismos. Las
conexiones lógicas son el pegamento tanto de las macro como de las microestructuras.
—¿CÓMO DAR UN BUEN FIN A UN ENSAYO, PARA QUE NO PIERDA LA FUERZA QUE TRAÍA?
—El último párrafo es tan importante como el primero. Quizá, hasta sea el más significativo de los
dos, porque es al mismo tiempo un cierre y una apertura. El último párrafo tiene como objetivo dejar una
impronta en la mente del lector, o subrayar algo consustancial a la tesis expuesta, o poner el horizonte
de nuestra meditación en otro lugar, apenas explorado por la tesis desarrollada. En todo caso, el último
párrafo no necesariamente es un resumen, ni una conclusión escueta. Yo diría más bien que allí, en el
momento de terminar nuestro ensayo, es donde deberíamos lanzar lo mejor de nuestra artillería
argumentativa. O sorprender al lector con algún giro insospechado en la cadena de nuestro
pensamiento.
—COMO PROFESOR, ¿CÓMO HAGO PARA CORREGIR UN ENSAYO SIN VIOLENTAR EL ESTILO DEL ESTUDIANTE?
—Una buena manera de corregir la escritura ensayística es promoviendo en los estudiantes la
metacognición. Esta estrategia consiste en dejar, en el cuerpo del ensayo, un espacio para consignar
allí lo que el mismo estudiante va expresando. Como quien dice, con estas glosas o apostillas, el
ensayista reconoce frente a su corrector cuál fue su intención o propósito. Allí escribiría cosas como:
“aquí presento mi tesis”, “este es un conector de refuerzo”, “utilizo un párrafo de encuadre para tal
cosa”, “en este apartado estoy usando un argumento de autoridad”, etc. La idea es que el estudiante
explicite la intención que tiene cuando escribe el ensayo. Así logramos saber, tanto estudiante como
maestro, de qué estamos hablando o cuál aspecto es el que merece mejorarse. De otra parte, debemos
tener presente que las correcciones de un ensayo llevan al estudiante a una nueva versión del mismo.
En la escritura ensayística no se busca tanto acertar como mejorar la argumentación. Es recomendable
también invitar al estudiante a guardar, en un portafolio, las diferentes versiones de su ensayo para que,
al final, logre dar cuenta de su proceso, señalando cómo evolucionó una idea o de qué manera se
solucionó un problema. Todo lo anterior nos lleva a una recomendación didáctica para los maestros: la
escritura argumentativa se corrige y se perfecciona tutorialmente. No basta con indicaciones generales
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o con una mera calificación. Hay que colocarse al lado, hombro a hombro, borrador por borrador,
mostrándole al estudiante dónde están y cómo mejorar sus fallas. Tal tipo de didáctica conlleva a que el
maestro no solicite ensayos muy extensos; quizá de dos o tres páginas, como máximo. Concluyamos
diciendo que la evaluación de un ensayo está en directa proporción con el número de revisiones y
borradores elaborados.
—¿CUÁL ES EL CRITERIO O EL RASGO MÁS IMPORTANTE QUE MUESTRA QUE UN ENSAYO ESTÁ BIEN LOGRADO?
—Desde luego, no hay un solo criterio para decir que el ensayo está bien logrado. Es la
combinación de varios de ellos: desde la pre-escritura y la redacción hasta la revisión exhaustiva. El tipo
de argumentos empleados, la precisión en el uso de los conectores. Todo ello cuenta. Pero, si tuviera
que elegir un rasgo de sobresaliente importancia elegiría la claridad o la firmeza en la presentación y
desarrollo de la tesis. Si no hay una tesis, y no se adosan argumentos para soportarla, no hay ensayo.
Todo el esfuerzo de un ensayista consiste en eso: ofrecer al lector una tesis, puesta de manera muy
personal, e irla hilvanando poco a poco, argumento por argumento, hasta lograr persuadir a un lector de
dicha idea. Si al final de la lectura del ensayo, si a partir de su argumentación, la tesis propuesta nos
parece convincente es porque el ensayo logró su cometido. Y no importa que la persuasión proceda por
vía contraria: el hecho de que un lector no comparta o simpatice con la tesis de un ensayista no invalida
su logro. Por el contrario, demuestra que la argumentación posibilita la acusación o la defensa, el elogio
o el vituperio, el consejo o la disuasión.
Sánchez, J. I. y Osorio, J. J. (2006): “¡Una ayudita, profe! Inquietudes más frecuentes al momento
de elaborar un ensayo”, Lectura y escritura en la educación superior. Diagnósticos,
propuestas e investigaciones, 95-107, Medellín, Sello Editorial Universidad de Medellín,
Grupo de Investigación LOGOS, Lectura y Escritura Superior.