Coherencia y Cohesion

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“¡Una ayudita, profe!”


INQUIETUDES MÁS FRECUENTES AL MOMENTO DE ELABORAR UN ENSAYO

Por Fernando Vásquez Rodríguez


(Licenciado en literatura y Magíster en Educación de la Universidad Javeriana. Coordinador de la línea de investigación en Pedagogías de la lectura y
la escritura, Maestría en Educación, Universidad Javeriana.
Autor de los libros: Oficio de Maestro, La cultura como texto (Semiótica, lectura y educación) y Rostros y Máscaras de la comunicación.

La escritura argumentativa y, particularmente la elaboración de ensayos, es una de las prácticas


más socorridas en la educación superior. Sin embargo, tal demanda académica contrasta con una
ausencia notoria de didácticas, de orientaciones o pistas que permitan llevar a feliz término dicha tarea.
Aunque la mayoría de los docentes piden o exigen ensayos, no ofrecen en esa misma proporción
herramientas para realizarlos. Entonces, lo que anima el texto que sigue es una manera de subsanar tal
ausencia o al menos una respuesta a algunas de las inquietudes más apremiantes de todos aquellos
estudiantes enfrentados al problema de presentar un ensayo. Por lo mismo, he elegido un formato de
presentación organizado desde el lugar de la pregunta o, si se prefiere, desde los interrogantes del que
aprende o desea aprender.

—¿POR DÓNDE ARRANCAR PARA ESCRIBIR UN ENSAYO?


—El punto de inicio de un ensayo es múltiple. Puede iniciarse a partir de una lectura o una idea que
nos llamó poderosamente la atención; otras veces, el ensayo brota de una experiencia o como
resultado de alguna investigación; y, en la mayoría de los casos, nace del mero ejercicio del
pensamiento, de un balancear las ideas, de lo más banal o lo más cotidiano. El ensayo no necesita de
gran artillería conceptual para entrar en el combate de la reflexión escrita. Lo que sí es importante es
haber pensado mucho, meditado, sobre aquel asunto o aquella cuestión que nos parece digna de poner
en la mira de nuestro ensayar. Quizá el verdadero punto de partida de un ensayo sea ese continuo
trato, esa recurrente exposición a un tema, un problema o una inquietud. Quien se lanza a escribir un
ensayo es porque ha cavilado, divagado; porque ha convivido y caminado un buen tiempo con una idea.
Porque se ha dejado habitar por una preocupación. Para ilustrar lo dicho, mírese el ensayo de Ortega y
Gasset, “Meditación del marco”.

—¿POR QUÉ ES IMPORTANTE LA PRE-ESCRITURA, A LA HORA DE ESCRIBIR UN ENSAYO?


—La pre-escritura es la etapa o el momento para trabajar con las ideas. Y es de vital importancia a
la hora de escribir un ensayo, porque es allí donde se fragua la calidad de la tesis. Sin pre-escritura no
sabremos muy bien a dónde queremos llevar nuestro escrito, o cuál es el punto de fondo que deseamos
defender o atacar. Al faltar pre-escritura es corriente encontrarnos con párrafos repetidos o con
apartados que no sabemos bien cómo cuadran en el conjunto del ensayo. La pre-escritura es una
especie de garantía para la unidad del ensayo; es la estructura de fondo que soporta la claridad del
escrito. Recordemos que en la pre-escritura se conjugan la recopilación de la información, la
organización del material y una especie de plan o esbozo en el cual se concretan todas las fuerzas en
tensión que hacen posible la escritura ensayística.
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—¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ELABORAR EL ESBOZO PARA EL DESARROLLO DEL ENSAYO?


—El esbozo o esqueleto del ensayo es una guía para la redacción posterior del mismo. El esbozo
nos dice, de manera gruesa, cuáles van a ser las partes en que se va a dividir el ensayo, de qué
manera se van a organizar, más o menos nos advierte de su extensión y, aunque sea en forma
esquemática, nos da un dato del número de párrafos. A veces nos cuesta trabajo tener un esbozo
porque, en verdad, no sabemos lo que queremos decir o no tenemos todavía una tesis que defender.
Cuando tenemos inconvenientes para llegar al esbozo, debemos retornar al listado de ideas, al lugar de
las asociaciones, a la relectura de textos, al ejercicio de la meditación. Ver el asunto desde otro lugar,
organizar la estructura con base en otra figura, retomar un punto que parecía secundario. En todo caso,
si no tenemos un esbozo es muy común naufragar en el viaje ensayístico. O lo que es peor, fácilmente
encallamos en cualquier párrafo.

—¿CÓMO ESTRUCTURAR DE FORMA CLARA LA TESIS?


—La tesis es el alma del ensayo. La tesis debe ser lo suficientemente limpia como para que el
lector la identifique al primer contacto, justo cuando entra en relación con nuestro escrito. La tesis es la
apuesta argumentativa que le proponemos al lector. Y la claridad de su exposición depende de qué tan
clara la tengamos en nuestro pensamiento. Si de veras ha habido pre-escritura, si contamos con un
esbozo, es porque tenemos ya un eje desde el cual organizar nuestras ideas. Pienso que la claridad en
la tesis también es un acto de valentía de quien escribe; más que darle vueltas al asunto, la tesis se
enarbola, se le presenta al lector con transparencia. Al dejar limpia de ripios la tesis, cumplimos con
aquel principio promulgado por Rubén Darío: “de desnuda que está brilla la estrella”.

—¿POR QUÉ ES TAN COMPLICADO DEFENDER LAS PROPIAS IDEAS EN UN ENSAYO?


—Quizá porque no estamos acostumbrados a tener una voz propia frente al concierto de las voces
de la tradición; a lo mejor, porque no tenemos los suficientes argumentos, o son muy débiles los que
conocemos; de pronto, porque no hemos logrado pasar nuestro discurso de la doxa u opinión a la
episteme o el juicio razonado. En todo caso, un ensayo es un ejercicio de toma de la propia palabra, un
esfuerzo de diferenciación, un trabajo de relieve sobre la arcilla de nuestro pensamiento personal.
Quien ensaya se expone; quien se expone da qué decir; y quien da qué decir posibilita el debate, la
réplica, el desacuerdo, la confrontación ideológica.

—¿CÓMO DEFENDER LA TESIS?


—La defensa de la tesis depende del tipo de argumentos que empleemos. En algunos casos los
argumentos de autoridad pueden ser muy útiles, especialmente cuando nuestra tesis se mueve sobre
las fronteras de lo teórico, lo investigativo o lo histórico documental; otras veces es mejor usar los
argumentos por analogía, en particular cuando el objetivo de nuestro ensayo es explorar en un terreno
poco conocido o cuando deseamos que nuestro lector se sienta cercano a nuestra argumentación;
también los ejemplos pueden ser muy útiles a la hora de defender nuestra tesis: o bien echando mano
de un dato estadístico o retomando casos o reconstruyendo algún hecho de nuestro propio trabajo;
finalmente, otras formas de defender nuestra tesis se basan en la argumentación lógica, en la
deducción o la inducción, en la comparación o el contraste, en el análisis detallado, en ese juego de
antecedentes y consecuentes, en donde la lógica se convierte en una herramienta de gran efectividad.
Y sabiendo que el ensayo es una escritura de la argumentación, podríamos de igual manera retomar
buena parte de las estrategias desarrolladas por la retórica; incluir o aprender todo ese repertorio
condensado en la tópica: apelar a la definición, examinar los términos contradictorios, partir de las
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causas, defender nuestra tesis a partir de los errores de otros, echar mano de la etimología, proceder
según el orden de lo probable…

—¿CÓMO BUSCAR ARGUMENTOS DE AUTORIDAD PARA APOYAR LA TESIS?


—No sobra recordar que los argumentos de autoridad no valen por sí mismos sino en tanto que
soportan, reafirman, confirman o contrastan la tesis que deseamos desarrollar en un ensayo. Las citas o
las referencias, los grandes nombres, sirven en un ensayo siempre y cuando respondan o correspondan
al eje de nuestra exposición. Por lo mismo, hay que gastar un buen tiempo para encontrar las
autoridades que puedan encajar dentro de nuestro ensayo. Y no sólo me refiero a la pertinencia o la
cohesión interna en un párrafo, sino a esa otra coherencia entre las ideas, que es mucho más difícil de
mantener. Entonces, hay que contar con un buen repertorio de citas, para tener de dónde elegir o saber
cuál de dichas referencias armoniza mejor dentro de la estructura ensayística.

—¿E XISTEN PAUTAS ESTABLECIDAS PARA LA ELABO RACIÓN DE UN PÁRRAFO ?


—Desde luego que sí. Y aunque hay muchas maneras de explicar su sentido y elaboración, me
gusta pensar que un párrafo es la unidad básica de construcción del texto o, en palabras de María
Teresa Serafini, es un pilar del edificio escritural. En un párrafo hay una oración central o principal,
alrededor de la cual giran otras oraciones periféricas o secundarias que la especifican, la amplían o la
complementan. Dicho de otra manera, la construcción de un párrafo consiste en establecer –con unidad
y sentido–, un conjunto de oraciones relacionadas alrededor de una idea clave. Por supuesto, que en un
párrafo puede haber más de una idea central pero esto dificulta la comprensión del texto por parte del
lector. Lo mejor es atenerse a una idea medular por párrafo. Es más, tal idea medular debe colocarse,
por lo general, al comienzo. Claro está que cuando el ensayista ya posee cierta pericia puede ubicarla
en la mitad o hacia el final del párrafo, especialmente para darle variedad a su escritura.
Sea como fuere, lo más importante cuando se escribe un párrafo es tener en mente la coherencia y la
cohesión del mismo. La coherencia está relacionada con la unidad de las ideas, con la coordinación
entre conceptos (digamos de una vez que esto depende esencialmente de un cuidadoso trabajo de pre-
escritura; de tener de base un buen esbozo o una estructura de lo que se quiere decir); la cohesión, en
cambio, es lingüística, depende de la sintaxis empleada y del tipo de palabras que usemos. Desde
luego, nos debemos esforzar en la cohesión para alcanzar la coherencia del texto. Si hay claridad en la
idea central que da unidad al párrafo, muy seguramente tendremos coherencia; de no ser así, por más
que haya cohesión, difícilmente alcanzaremos tal enlace.
De otra parte, vale la pena saber que además de los párrafos que desarrollan un concepto, hay otros,
que se pueden emplear con diferentes usos: para hacer encuadres, transiciones, introducciones o
conclusiones; hay párrafos enumerativos, de secuencia, de comparación o contraste. También, a la
hora de construir un párrafo, no sobra recordar lo que nos enseñó Toulmin, cuando se quiere hacer un
párrafo convincente: presentar primero la afirmación, luego incluir la información y, finalmente, exponer
la garantía. Traduciendo: escribir la idea principal, luego las ideas que apoyan tal afirmación y, concluir
mostrando la importancia de las ideas de apoyo como soporte de la idea principal.

—¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE EL PRIMER PÁRRAFO DEL ENSAYO?


—El primer párrafo es determinante a la hora de atrapar a un lector. Digamos que uno se juega la
atención de quien lo lee, en ese primer párrafo. Y, por eso mismo, es ahí donde debemos plantear o
exponer nuestra tesis. No soy muy partidario, a no ser que se tenga ya una experticia en este tipo de
escritura, de irse por las ramas, de hacer demasiadas perífrasis a lo medular de nuestro planteamiento.
Lo mejor es poner frente a la mesa de juego de nuestro posible lector la carta de nuestra tesis. Por
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supuesto, a veces es necesario crear un escenario, o propiciar cierto contexto que le de más realce a la
tesis, pero sin que se convierta en una maraña capaz de refundir o subordinar nuestra propuesta
central.

—¿CÓMO SUSTENTAR LOS PÁRRAFOS A PARTIR DE LA TESIS, SIN DESBORDAR EL TEMA CENTRAL?
—Si uno tiene clara su tesis, y si además ha elaborado un buen esbozo o un buen plan de camino
escritural, los párrafos emanan o se desprenden de dicha estructura. Digamos que la garantía para no
perderse, el hilo de Ariadna de un buen ensayista, es mantener a toda costa el eje rector de su tesis. No
desbocarse; temerle a las digresiones o a las amplificaciones gratuitas; mantener en vilo la bandera de
su tesis. Pienso que los conectores son de vital importancia para tal cometido: una buena conexión
amarra, da continuidad, sirve de refuerzo, evita la fragmentación. Los conectores zurcen la escritura.
Así que, los párrafos se organizan sobre la columna vertebral de la tesis; si no están directamente
relacionados con ella, sobran o son un lastre que le resta agilidad a nuestro ensayo.

—¿CÓMO DARLE UN ORDEN LÓGICO A LOS DIFERENTES PÁRRAFOS PARA LLEGAR A LA CONCLUSIÓN?
—El orden lógico de los párrafos depende de la tesis elegida y del esbozo que hemos diseñado
para desarrollarla. Algunos de esos esbozos son deductivos, otros inductivos. También hay esbozos en
donde se comienza mostrando los puntos débiles de otras posturas, para luego pasar a exponer la
propia. Hay planes de construcción gestados desde el contraste y otros que van acumulando, párrafo a
párrafo, puntos a favor de la propia tesis. En todo caso, el orden está vinculado a la estructura de base
que sirve de andamiaje a nuestra tesis. Es en la pre-escritura donde se establecen las basas de nuestro
ensayo.

—¿QUÉ SEÑALES PUEDE UNO TOMAR COMO BÁSICAS PARA RECONOCER QUE EL TEMA TRATADO ESTA “AGOTADO”
O HA LOGRADO UN PUNTO ADECUADO DE ARGUMENTACIÓN?
—A diferencia de los tratados o de las obras sistemáticas que buscan, precisamente, agotar el
tema, con los ensayos sucede todo lo contrario. El ensayo tiene un cierre momentáneo. En todo buen
ensayo debe quedar un intersticio, una pequeña fisura desde la cual pensar un nuevo ensayo. Theodor
Adorno insistía en esta cualidad de lo no sistemático, propia del ensayo. El afán del ensayista no es
acabar un tema; a lo máximo que aspira es a persuadir al lector de una tesis particular. El ensayista
sabe que hay muchas formas de abordar o interpretar un hecho o una situación. Y porque lo sabe, se
mueve agrietando sistemas, fracturando doctrinas, poniéndole al perfecto mundo de los gatos, una
tesis-cascabel. El ensayista no pretende consumir totalmente los temas o los problemas; su misión
consiste en tomar algo aparentemente secundario y darle un realce inusual o socialmente desconocido.
Baste retomar un ensayo como el de Georg Simmel sobre “El asa”. Dice el profundo ensayista alemán:
“Por medio del asa el mundo accede al recipiente, por medio de la boca el recipiente alcanza el mundo.
De este modo, en suma, resulta completa la inserción del vaso en la teleología humana: recibe por el
asa su corriente y la devuelve por la boca (…) El hecho de que el asa y la boca se correspondan una a
otra, de manera gráfica, como extremos del diámetro del recipiente y que deban guardar un cierto
equilibrio tiene mucho que ver con las funciones que desempeñan al delimitar en sí mismo al recipiente
y vincularlo también, no obstante, con el mundo práctico: la una en sentido centrípeto y la otra en un
sentido centrífugo. Es como la relación del hombre como alma con el mundo exterior: por medio de la
percepción sensible la corporeidad llega hasta el alma, y por medio de las inervaciones voluntarias el
alma llega hasta el mundo corporal…” Qué más banal que una agarradera, el asa de cualquier objeto
de mesa o de cocina; sin embargo, la tarea del ensayista es mostrarnos cómo en algo tan cotidiano se
esconden aspectos trascendentales. Desde luego, decir que el ensayista no busca agotar
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completamente un tema, no significa presentar su ensayo como algo fragmentado o sin orden interno.
Quien elabore un ensayo, aunque no pretenda construir un sistema perfecto e incuestionable, sí debe
ser ordenado y riguroso a la hora de presentar y argumentar su tesis.

—¿CUÁLES SERÍAN LAS CLAVES FUNDAMENTALES PARA LA BÚSQUEDA DE LA INFORMACIÓN ACERCA DEL TEMA?
—La búsqueda de información puede contribuir a un ensayo de diferente manera. A veces, cuando
se está leyendo sobre algo en particular, o cuando sencillamente se está buscando material para algún
tipo de investigación, nos hallamos con ideas o afirmaciones que llaman poderosamente nuestra
atención. Esas ideas-fuerza –porque nos ponen a pensar, porque nos invitan a estar de acuerdo o en
desacuerdo–, pueden llegar a convertirse en motivo o en piedra de toque para un futuro ensayo. En
este caso, la información va en pos de una tesis que aún no tenemos definida o que apenas estamos
configurando. Otras veces, la búsqueda de información nace de una tesis que ya tenemos perfilada;
entonces, la pesquisa se convierte en un trabajo más selectivo, bastante direccionado, muy centrado en
el punto que nos interesa. Cuando esto sucede, la información necesita rastrearse estratégicamente:
fuentes de primera mano, referencias actualizadas, información que de cuenta de diferentes puntos de
visa, rastreo de la tradición en la temática que deseamos abordar… En todo caso, la búsqueda de
información es consustancial al proceso de elaboración de un ensayo: es a partir de ella como elegimos
las voces que van a entrar en el juego argumentativo con nuestra propia voz.

—¿CÓMO CONECTAR CITAS ADECUADAMENTE PARA VOLVERLAS APOYO DE LOS ARGUMENTOS?


—Este aspecto tiene mucha relación con la búsqueda de información. Encontrar la cita adecuada,
la cita que reafirme nuestra tesis, la cita que amplíe o muestre un aspecto que merece estudiarse o
meditarse, no es fácil. En muchos casos tenemos que hacerle una especie de “cama” en nuestro escrito
a la cita que encontramos, bien sea por el tono o el nivel argumental que posee; en otras oportunidades,
la cita hallada nos obliga a subir el nivel del discurso o a crear otro párrafo para glosarla, explicarla o
darle carta de ciudadanía en nuestro territorio lingüístico. Tales condiciones nos advierten una cosa: las
citas tienen que estar conectadas al ensayo. No son aderezos o decoración. Una buena cita hace parte
del cuerpo de nuestro escrito. Por eso mismo, y al igual que ciertos injertos, no todas las citas llegan a
ser asimiladas o incorporadas. De allí también la utilidad de las notas a pie de página. Las notas tienen
la bondad de hacer “rancho aparte”, de crear un propio ámbito, en donde las amplificaciones o
conexiones no parecen interrupciones o saltos dentro del ensayo, sino que adquieren la autonomía del
pequeño texto, de una información complementaria, o que debido a sus características merecen un
escenario diferente para poder hablar con propiedad. Así, pues, si nos es urgente o apremiante incluir
una información que a todas luces debe estar en el ensayo pero debido a su factura no armoniza dentro
de él, entonces, se puede incluir como nota a pie de página, sin que ello rompa la unidad de tono y de
argumento de nuestro ensayo.

—¿CÓMO DIFERENCIAR UN ARGUMENTO DE AUTORIDAD SIN CITA TEXTUAL DEL COMENTARIO DEL AUTOR?
—En algunos casos, la fuente que asumimos como autoridad en nuestro ensayo no la citamos
textualmente; más bien retomamos el espíritu o el sentido de dicha idea. Es lo que se llama el
parafraseo. Cuando se da tal hecho, debemos advertir cosas como “siguiendo de cerca las ideas de tal
autor”, o “inspirados en el planteamiento de tal fuente”. Sea como fuere, lo importante es dar el crédito.
También se puede, en nota a pie de página mencionar dicha influencia: “estos planteamientos se basan
en tal y cual autor, en sus libros tales y tales”. Valdría la pena colocar un ejemplo. En un ensayo mío,
“La proxémica: esa comunicación invisible”, el primer párrafo empieza así: Hace ya varios años, Edward
Hall nos enseñó la existencia de un lenguaje silencioso, la presencia de una dimensión oculta. Una
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fuerza comunicativa tan poderosa como la palabra o nuestro lenguaje corporal, y de una importancia tan
grande cuanto más permanece invisible a nuestros ojos. Hall la bautizó, proxémica. Nótese que no hay
ninguna cita textual; sólo digo que tal tipo de comunicación fue considerado por un autor en particular.
Es más, de manera indirecta retomo los títulos de dos de sus obras más clásicas, “La dimensión oculta”
y “El lenguaje silencioso”, pero desde la importancia de tal forma de comunicación. Hubiera también
podido completar esta información con una nota a pie de página que dijera: para una mayor ampliación
de estas ideas pueden leerse los dos textos mencionados, incluyendo su datación bibliográfica. Cosa
distinta hubiera sido empezar el mencionado párrafo de la siguiente manera: Hace ya varios años,
Edward Hall acuñó la palabra proxémica para “designar las observaciones y teorías interrelacionadas
del empleo que el hombre hace del espacio”. Una fuerza comunicativa tan poderosa como la palabra o
nuestro lenguaje corporal, y de una importancia tan grande cuanto más permanece invisible a nuestros
ojos. En esta segunda manera, la cita es fiel al texto; no estoy glosando o parafraseando, sino tomando
textualmente sus palabras.

—SI SE TIENEN VARIOS TIPOS DE ARGUMENTOS, ¿CONVIENE INCLUIRLOS TODOS?, O ¿CÓMO SE PUEDE
DETERMINAR LA SUFICIENCIA?
—Hay argumentos que son tan contundentes que uno sólo de ellos tiene la fuerza suficiente como
para minar el escepticismo de nuestro lector; en otros eventos, se requiere más de un argumento, más
de una estrategia discursiva para perfilar el gesto de su convencimiento. Repitámoslo: no es el exceso
de argumentos lo que hace a nuestro ensayo más contundente; más bien es la selección y la
pertinencia de los mismos. Lo que sucede es que los argumentos encontrados en el proceso de
búsqueda de información –que deben ser abundantes– no son todos los que utilizamos a la hora de
escribir el ensayo. Una cosa son los argumentos acopiados durante la pre-escritura y otra los
argumentos empleados en la escritura como tal. Digamos que en muchas oportunidades, el buen
ensayista debe omitir algunos de esos argumentos porque, mirada la unidad del ensayo, no cuadran o
desdibujan la idea central que se traía.

—¿CÓMO HACER PARA QUE MIS ARGUMENTOS O APORTES PERSONALES NO DEPENDAN TANTO DE LOS
ARGUMENTOS DE AUTORIDAD, Y SE SOSTENGAN POR SÍ SOLOS?
—Una vez más el tiempo y dedicación a la pre-escritura son definitivos para que nuestro ensayo no
se vuelva una colcha de citas de autoridad, una especie de tratado en donde brille más la erudición que
la tesis personal. No sobra insistir: los argumentos de autoridad deben estar al servicio de nuestro
planteamiento. Y por más que sumemos citas, por mucho que mencionemos autores de gran renombre,
si no están orientadas a corroborar, soportar, enriquecer o potenciar nuestra tesis, serán inútiles. Hasta
diría que un exceso de citas, puede llegar a sepultar nuestra idea fundamental; o, al menos, hacerla
parecer raquítica o sin mucho vuelo. Tengámoslo presente: tan importante es hallar las citas
adecuadas, como no rellenar nuestro ensayo de cuanta referencia encontremos en la búsqueda de
información. La credibilidad de nuestro ensayo no depende del número de citas de autoridad que
metamos sino de la organización de las ideas alrededor de la tesis que hemos elegido como dispositivo
articulador.

—¿CÓMO PUEDO ADQUIRIR HABILIDAD PARA ENLAZAR UN PÁRRAFO CON OTRO?


—La coherencia depende, en gran medida, del tipo de conectores empleados. Las conexiones
lógicas permiten, como lo dice María Teresa Serafini, pasar de un estilo fragmentado a un estilo
cohesionado. El engarce, el enlace, el zurcido lo dan esas preposiciones, adverbios, conjunciones o
grupos de palabras, tales como: “de esta manera”, “desde otro punto de vista”, “visto con mayor
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precisión”, “así que”, “en conclusión”, “bajo este aspecto”… Los conectores son de distinto tipo y sirven
para diferentes usos: los hay para recapitular, resumir o hacer una síntesis (“como se indicó”, “como ya
lo hice notar”, “en resumen”…); para hacer un énfasis, recalcar o subrayar una idea (“Insistamos”,
“mejor dicho”, “repito que”); para ejemplificar o ilustrar (“así, por ejemplo”, “pongamos por caso”,
“verbigracia”); para dar continuidad o hacer una transición en el discurso (“a esto se añade”, “con esto
en mente”, “de todo esto resulta”); para señalar un orden temporal, una lista o una secuencia (“a
continuación”, “de lo anterior”, “en últimas”); para contrastar, anteponer o hacer evidente una antítesis
(“antes por el contrario”, “en cambio”, “inversamente”); para presentar una semejanza, una similitud o
establecer una relación (“del mismo modo”, “igualmente”, “también cabe comparar”); para inferir, deducir
o concluir un razonamiento (“así que”, “como se ve”, “en consecuencia”); para admitir o conceder la
razón (“cierto es que”, “estoy de acuerdo con”, “no discuto que”); para adicionar o agregar (“al lado de”,
“debo agregar que”, “todavía más”); para explicar o exponer algún asunto (“bien se comprende que”,
“comencemos por”, “de este modo”); para indicar una relación espacial, un lugar o un contexto (“al lado
de ello”, “en el fondo”, “llegamos aquí a”); para justificar una omisión, dejar de lado el desarrollo de una
idea o evitar un malentendido (“dejando de lado”, “más no se crea que”; “no es preciso”); para hacer una
advertencia, explicitar una condición o prevenir sobre algo (“aún así”, “empero”, “no se olvide que”). Un
buen uso de los conectores le da al ensayo un carácter fluido, hace que el lector no encuentre baches
en su recorrido por nuestro texto. Y una precaución para los más novatos ensayistas: los conectores no
sólo se usan al inicio de los párrafos, también son fundamentales al interior de los mismos. Las
conexiones lógicas son el pegamento tanto de las macro como de las microestructuras.

—¿CÓMO DAR UN BUEN FIN A UN ENSAYO, PARA QUE NO PIERDA LA FUERZA QUE TRAÍA?
—El último párrafo es tan importante como el primero. Quizá, hasta sea el más significativo de los
dos, porque es al mismo tiempo un cierre y una apertura. El último párrafo tiene como objetivo dejar una
impronta en la mente del lector, o subrayar algo consustancial a la tesis expuesta, o poner el horizonte
de nuestra meditación en otro lugar, apenas explorado por la tesis desarrollada. En todo caso, el último
párrafo no necesariamente es un resumen, ni una conclusión escueta. Yo diría más bien que allí, en el
momento de terminar nuestro ensayo, es donde deberíamos lanzar lo mejor de nuestra artillería
argumentativa. O sorprender al lector con algún giro insospechado en la cadena de nuestro
pensamiento.

—COMO PROFESOR, ¿CÓMO HAGO PARA CORREGIR UN ENSAYO SIN VIOLENTAR EL ESTILO DEL ESTUDIANTE?
—Una buena manera de corregir la escritura ensayística es promoviendo en los estudiantes la
metacognición. Esta estrategia consiste en dejar, en el cuerpo del ensayo, un espacio para consignar
allí lo que el mismo estudiante va expresando. Como quien dice, con estas glosas o apostillas, el
ensayista reconoce frente a su corrector cuál fue su intención o propósito. Allí escribiría cosas como:
“aquí presento mi tesis”, “este es un conector de refuerzo”, “utilizo un párrafo de encuadre para tal
cosa”, “en este apartado estoy usando un argumento de autoridad”, etc. La idea es que el estudiante
explicite la intención que tiene cuando escribe el ensayo. Así logramos saber, tanto estudiante como
maestro, de qué estamos hablando o cuál aspecto es el que merece mejorarse. De otra parte, debemos
tener presente que las correcciones de un ensayo llevan al estudiante a una nueva versión del mismo.
En la escritura ensayística no se busca tanto acertar como mejorar la argumentación. Es recomendable
también invitar al estudiante a guardar, en un portafolio, las diferentes versiones de su ensayo para que,
al final, logre dar cuenta de su proceso, señalando cómo evolucionó una idea o de qué manera se
solucionó un problema. Todo lo anterior nos lleva a una recomendación didáctica para los maestros: la
escritura argumentativa se corrige y se perfecciona tutorialmente. No basta con indicaciones generales
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o con una mera calificación. Hay que colocarse al lado, hombro a hombro, borrador por borrador,
mostrándole al estudiante dónde están y cómo mejorar sus fallas. Tal tipo de didáctica conlleva a que el
maestro no solicite ensayos muy extensos; quizá de dos o tres páginas, como máximo. Concluyamos
diciendo que la evaluación de un ensayo está en directa proporción con el número de revisiones y
borradores elaborados.

—¿CUÁL ES EL CRITERIO O EL RASGO MÁS IMPORTANTE QUE MUESTRA QUE UN ENSAYO ESTÁ BIEN LOGRADO?
—Desde luego, no hay un solo criterio para decir que el ensayo está bien logrado. Es la
combinación de varios de ellos: desde la pre-escritura y la redacción hasta la revisión exhaustiva. El tipo
de argumentos empleados, la precisión en el uso de los conectores. Todo ello cuenta. Pero, si tuviera
que elegir un rasgo de sobresaliente importancia elegiría la claridad o la firmeza en la presentación y
desarrollo de la tesis. Si no hay una tesis, y no se adosan argumentos para soportarla, no hay ensayo.
Todo el esfuerzo de un ensayista consiste en eso: ofrecer al lector una tesis, puesta de manera muy
personal, e irla hilvanando poco a poco, argumento por argumento, hasta lograr persuadir a un lector de
dicha idea. Si al final de la lectura del ensayo, si a partir de su argumentación, la tesis propuesta nos
parece convincente es porque el ensayo logró su cometido. Y no importa que la persuasión proceda por
vía contraria: el hecho de que un lector no comparta o simpatice con la tesis de un ensayista no invalida
su logro. Por el contrario, demuestra que la argumentación posibilita la acusación o la defensa, el elogio
o el vituperio, el consejo o la disuasión.

Sánchez, J. I. y Osorio, J. J. (2006): “¡Una ayudita, profe! Inquietudes más frecuentes al momento
de elaborar un ensayo”, Lectura y escritura en la educación superior. Diagnósticos,
propuestas e investigaciones, 95-107, Medellín, Sello Editorial Universidad de Medellín,
Grupo de Investigación LOGOS, Lectura y Escritura Superior.

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