La Cuestion Indigena
La Cuestion Indigena
La Cuestion Indigena
CONACYT
Comité evaluador: Esta investigación arbitrada por pares académicos,
se privilegia con el aval de la institución coeditora.
ISBN: 978-84-17133-34-4
La cuestión indígena
en las ciudades de las Américas
Procesos, políticas e identidades
Índice
Agradecimientos........................................................................................ 9
Introducción............................................................................................... 11
PARTE I
Políticas públicas incluyentes-excluyentes para indígenas urbanos......... 19
PARTE III
La ocupación de la ciudad......................................................................... 211
El Colegio de la Frontera Sur
Miño y Dávila editores
A
gradecemos profundamente a todos los colectivos de pueblos origi-
narios del continente, especialmente a las y los indígenas a quienes
nos acercamos en nuestros trabajos de investigación con la intención
de visibilizarlos en los contextos urbanos en los que viven y así contribuir a
que se reconozcan integralmente sus derechos y se respeten su sabiduría y
ancestralidad negadas por la modernidad. A ellas y ellos dedicamos nuestro
trabajo y los acompañamos en su lucha que es también nuestra lucha.
Asimismo, expresamos nuestro agradecimiento al Fondo Sectorial de Cien-
cia Básica del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) que
financió el proyecto “Exclusión, discriminación y pobreza de los indígenas
urbanos en México” (CB-2012-01, solicitud 000000000177438, modalidad F3),
al que se adscribió el seminario internacional “Discriminación, exclusión y
pobreza de los indígenas urbanos en Las Américas” realizado en agosto de
2016 en la ciudad de Chetumal, Quintana Roo, México, e impulsor del proyecto
editorial para la publicación de la presente obra.
De la misma forma, agradecemos a las autoridades de El Colegio de la
Frontera Sur, por su permanente respaldo, en especial al Dr. Mario González
Espinosa, Director General de El Colegio de la Frontera Sur, y al Dr. Héctor
Hernández, Director de la Unidad de Chetumal, por el apoyo institucional que
ofrecieron al proyecto y a la organización del seminario.
Finalmente, expresamos nuestro reconocimiento al Consejo Latinoameri-
cano de Ciencias Sociales (CLACSO) por haber apoyado la conformación del
Grupo de Trabajo “Indígenas y espacio urbano”, permitiendo la articulación
de una red de medio centenar de investigadores de treinta instituciones, uni-
versidades y centros de investigación de norte, centro y suramérica, quienes,
con su acompañamiento, realzan las distintas actividades del grupo, entre
ellas, este proyecto editorial.
9
Introducción
L
as difíciles condiciones sociales y laborales de la población indígena
se vienen agudizando cada vez más por los problemas económicos de
las regiones rurales. Como resultado de un desequilibrio ecológico,
los grupos indígenas se han visto impulsados a intensificar las estrategias
de supervivencia sustentadas en la migración, principalmente de tipo cam-
po-ciudad. La llegada de esta población a las zonas urbanas de las ciudades
de nuestro continente, resulta así un fenómeno socioeconómico, político y
sociológico sumamente relevante.
En términos generales, la población indígena se ha enfrentado a muchos
cambios socioculturales y de las economías modernas. El embate de los proce-
sos de internacionalización de la economía y de la globalización ha incidido de
manera negativa en sus pequeños mercados locales, desplazando sus actividades
principales con predominio en el sector primario hacia actividades terciarias
de sobrevivencia. Si bien el proceso migratorio supone un desplazamiento geo-
gráfico de un nicho ecológico a otro con fuertes impactos sociales, culturales y
ambientales, el movimiento hacia las ciudades no implica una transformación
significativa de las realidades económico-laborales de los indígenas.
Las y los indígenas establecidos en las ciudades, trabajan y viven en con-
diciones de precariedad: habitan colonias en las periferias urbanas que, por
lo general, se conformaron a partir de procesos irregulares y sin acceso a
servicios, retardan su inserción laboral o acceden a empleos en condiciones de
precariedad. En materia educativa, los niños abandonan pronto la escuela para
contribuir al ingreso familiar, lo cual propicia un importante fracaso escolar.
A todos los anteriores indicadores que refieren a condiciones estructurales,
se suman las experiencias cotidianas de discriminación que las y los indígenas
viven en distintos espacios e instituciones urbanas, es decir, mecanismos, valo-
res y prácticas desarrollados desde las instancias públicas que propician tratos
diferentes y desiguales, y que dificultan la efectiva inserción y adaptación de
los grupos indígenas en las ciudades.
11
Una vez instalados, los inmigrantes indígenas se ven obligados a enfrentar
los estereotipos producidos por las culturas urbanas y a convivir con ellos;
cotidianamente chocan con la incomprensión respecto del valor de su lengua
y de sus costumbres por parte de instituciones y espacios públicos, renuentes
a reconocer las diferencias y corregir las desigualdades en un contexto en
que las condiciones precarias de la población indígena urbana se expresan en
rezago económico, discriminación y segregación socio-espacial.
Así, las ciudades y sus habitantes (pobladores) no indígenas segregan a
los indígenas a espacios residuales, excluyéndolos de la planeación y la cons-
trucción de la ciudad y del sistema social urbano. Las políticas públicas y las
políticas sociales urbanas no se construyen con la participación efectiva de
la población indígena, lo cual se refleja en su contenido. Generalmente, las
mismas se elaboran para poblaciones “pobres” y “vulnerables”, dentro de los
cuales suele ubicarse a la población indígena, asociada a la idea de “campe-
sino”. Relacionado con lo anterior, existe una clara vocación de los programas
para atender las áreas rurales y la población perteneciente a ellas, ignorando
las condiciones laborales, culturales y de vida de la población indígena que
transita y vive en las áreas urbanas, así como su permanente conexión con
los entornos rurales.
Los diecisiete capítulos de esta obra, organizados en cuatro partes, se basan
en investigaciones realizadas en los últimos años sobre las problemáticas de
la población indígena cuando reside o migra a las ciudades de las Améri-
cas. En ellos se analizan las condiciones socioeconómicas de los indígenas
que viven en estos espacios urbanos y las distintas formas de ocupación, así
como los avances y retrocesos en materia de políticas públicas con perspectiva
intercultural, principalmente, enfocándose en la política social y en el cumpli-
miento de los derechos sociales en torno a la salud, educación, vivienda, trabajo
digno, ocupación de la ciudad y cultura. Los trabajos también muestran las
visiones de la población indígena, su relación con las instituciones públicas y
con grupos y sectores de población no indígena en diferentes ámbitos sociales
y espaciales de las ciudades. Destacan los distintos procesos de discriminación,
especialmente la invisibilización de la población indígena que reside en las
ciudades, invisibilización que se da tanto en las estadísticas oficiales, como
en las políticas públicas y los imaginarios sociales urbanos.
Para reflexionar sobre estos procesos, políticas e identidades propusimos
realzar su complejidad, asumiendo lo indígena como una cuestión que tiene un
carácter conflictivo y problemático; ello supone privilegiar la tensión entre la
tendencia a asimilar a las y los indígenas a la cultura occidental y una mirada
culturalista que, al acentuar el respeto por las diferencias, aísla y despolitiza
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el asunto y corre el riesgo de atraparlo en lo local, restándole su capacidad de
politizar la discusión en colectivos sociales más amplios.
Desde los años setenta, la inserción del indígena al mundo urbano viene
creando bases materiales y culturales que permiten la recreación étnica y la
producción de identidades, de tal manera que las ciudades se han convertido
en un escenario donde indígenas y no indígenas están interconectados cultural,
social y económicamente en espacios interdependientes atravesados, empero,
por relaciones de poder desiguales y excluyentes.
La primera parte del libro, “Políticas públicas incluyentes-excluyentes
para indígenas urbanos”, reúne cinco capítulos que tratan sobre las políticas
públicas y su evolución, así como sobre las disputas y efectos que ellas han
tenido y tienen, en cuanto a la dinámica inclusión-exclusión de la población
indígena en contextos urbanos de Norte y Sudamérica: distintas ciudades de
Estados Unidos y Argentina, la región amazónica de Colombia y Ecuador, y
la principal ciudad del eje cafetero de Colombia.
Esta sección comienza con el aporte de Susan Lobo, referente continental
del tema indígena, que en su texto “Indígenas urbanos en los Estados Unidos”
nos muestra que el 65% de un total de 5.200.000 personas autoidentificadas
como indígenas en ese país viven en ciudades, es decir, fuera de reservas o
regiones rurales; como participantes de un proceso migratorio que data de
los años cuarenta del siglo pasado, los indígenas tienen una residencia dis-
persa en la ciudad, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los países
latinoamericanos, donde los grupos étnicos se aglutinan en barrios o colonias
pobres de las ciudades. A partir de esa dispersión, “la comunidad indígena” y
su organización social se manifiesta mediante redes de relaciones sociales que
enfrentan estereotipos y falta de comprensión del gobierno federal, entre ellos,
una marcada invisibilización por parte de las agencias oficiales, prestadores de
servicios sociales y fondos para proyectos de desarrollo que afectan el acceso
al trabajo, a la vivienda, salud y educación, y obligan a las redes a mitigar por
su cuenta dichos problemas.
En el segundo documento, “Políticas Públicas y Etnicidad en poblaciones
indígenas urbanas del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y Norpa-
tagonia, Argentina”, Juan Manuel Engelman, María Laura Weiss y Sebastián
Valverde muestran que, desde la mitad del siglo pasado, la periferia de diferen-
tes ciudades argentinas se constituyó como lugar de asentamiento de grupos
indígenas expulsados de sus territorios ancestrales. Los autores reflexionan
sobre el modo en que se reconfiguran las relaciones interétnicas en el juego
entre políticas públicas y procesos socio-organizativos que llevan adelante los
sujetos indígenas Qom, Moqoit, Kolla y Guaraní en asentamientos del AMBA
13
y Mapuche en la zona cordillerana de Norpatagonia. Estas reconfiguraciones
replantean los vínculos que tienen las y los indígenas con los territorios origi-
narios, vínculos que suponen distintos procesos de fortalecimiento identitario.
El trabajo de Margarita Chaves y Giselle Nova, “Urbanización indígena
en la Amazonia colombiana. Apuntes críticos para la definición de políticas
incluyentes”, analiza las tendencias de la migración y el desplazamiento indí-
gena hacia centros urbanos de Putumayo, una zona de colonización amazónica
en el suroccidente colombiano y área de frontera internacional; el proyecto
migratorio de estas poblaciones tiene que hacer frente a procesos de segrega-
ción social, problemas para incorporarse a la dinámica económica de la ciudad,
así como a restricciones al acceso al suelo urbano. Las autoras se enfocan
en la redefinición de las formas de vida indígena que plantean estos tipos de
movilidad espacial, especialmente, las prácticas económicas y financieras que
soportan la urbanización y el papel que juega el acceso al dinero en la cons-
trucción de la ciudadanía. El documento argumenta que el hecho de asegurar
un acceso monetario, propiciaría la movilidad social de la población indígena
y contribuiría a volver más incluyentes a las políticas públicas.
En el cuarto trabajo titulado “Ciudades del milenio: ¿inclusión o exclu-
sión indígena en la nueva Amazonía ecuatoriana?”, Cristina Cielo, Fernando
García Serrano, Ivette Vallejo y Natalia Valdivieso problematizan la pretendida
inclusión de las Ciudades del Milenio en playas de Cuyabeno, Pañacocha y
una tercera en construcción en la comunidad A’i cofán de Dureno, nororiente
de la Amazonía, provincia de Sucumbíos, y plantean las maneras en que estas
ciudades refuerzan, más bien, la exclusión de las poblaciones kichwas y mesti-
zas. Las autoras y el autor refieren que este modelo afecta la base de la repro-
ducción y sustentabilidad de las comunidades, pues las vuelve dependientes
del mercado, con la incertidumbre de solventar los costos de infraestructura
y tecnologías a partir de una oferta de generación de fuentes de empleo en la
estatal petrolera que no ha sido satisfecha; ello origina situaciones de preca-
riedad e inestabilidad que impiden sostener que las Ciudades del Milenio sean
sustentables en términos sociales, culturales o ambientales.
El último documento de esta primera parte, “Las fronteras de la inclusión
y la repulsión: discriminaciones o visibilidades en las experiencias cotidianas
de los universitarios indígenas en Manizales” sustentado desde Colombia por
Guillermo Alejandro Dabbraccio Krentzer, describe a los jóvenes indígenas que
provienen del Amazonas colombiano y estudian en la Universidad Nacional de
Colombia, la institución de educación superior más importante de ese país. El
trabajo presenta los espacios de inserción social y académica de los estudiantes
indígenas en una ciudad como Manizales, así como los procesos de exclusión
14
que se dan en los diversos espacios urbanos; a partir de entrevistas a jóvenes
indígenas universitarios, el autor indaga sobre la forma en que las universidades
colombianas integran –o no– los saberes ancestrales con las dinámicas espe-
cíficas del mundo académico y la forma en que se expresa el bilingüismo, la
lecto-escritura y las propuestas de investigación de estos jóvenes.
La segunda parte de la obra, “Cuestión social y derechos humanos”, trata
la forma en que se expresa la cuestión social indígena en ciudades de regiones
distintas de centro y suramérica: Brasil, Colombia, México, Costa Rica y Perú;
aborda la manera en que se asume esta cuestión desde el Estado y cómo se pone
en juego la garantía efectiva de sus derechos. Inicia con el trabajo “Protección
social y cuestión social de los indígenas urbanos en ciudades transfronterizas
del alto solimões” que presenta desde Brasil y en portugués Heloísa Helena
Corrêa da Silva (Proteção social e questão social dos indígenas urbanos em
cidades transfronteiriças do alto solimões). El documento problematiza la
cuestión social de los indígenas urbanos y la protección social que los distintos
estados nacionales ponen en juego en espacios transfronterizos de las ciudades
de la triple frontera: Tabatinga (Brasil), Santa Rosa (Perú) y Leticia (Colombia).
Enfocándose en la ciudad de Tabatinga y en la niñez y adolescencia, Corrêa da
Silva efectúa un trabajo con aportes metodológicos interdisciplinarios, a partir
de la investigación documental y del intercambio de experiencias científicas
y socioculturales con investigadores de los referidos países.
De igual manera, en el segundo documento de esta sección, “Pobreza
multidimensional de la población indígena que habita la zona urbana de la ciu-
dad de Medellín, Colombia”, Liliana Gallego-Duque y Guberney Muñetón Santa
presentan un estudio sobre la medición de la pobreza multidimensional que va
más allá de los resultados en sí y se plantea el reto metodológico de abordar sus
causas y determinantes. A partir del enfoque de las capacidades y del desarro-
llo humano –especialmente las capacidades de Martha Nussbaum–, efectúan
entrevistas semiestructuradas que buscan entender las categorías asociadas a la
pobreza multidimensional en la ciudad y una encuesta de calidad de vida, apro-
ximándose a las distintas privaciones y limitantes que tienen las y los indígenas
en Medellín, grupo que presenta el mayor nivel de pobreza multidimensional.
En el tercer trabajo, “Indígenas en tres ciudades caribeñas de sureste mexi-
cano: percepciones de la discriminación y tensiones en su identidad”, Jorge E.
Horbath muestra los procesos de marginalidad de indígenas que migran desde
sus comunidades hacia las zonas urbanas de la región sureste de México. En el
documento, el autor presenta el marco normativo internacional y mexicano que
ampara los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (DESCA)
de las y los indígenas y, mediante técnicas cualitativas, expone la discrimina-
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ción que viven en ámbitos educativos, de salud, vivienda, trabajo y ocupación
de la ciudad –base para el acceso a los DESCA–, así como sus percepciones
respecto de estos procesos y a su vida en las ciudades.
Esta segunda parte culmina con el trabajo de Mauricio López-Ruiz, “Pobla-
ciones indígenas, movilidad y regímenes de derechos en salud en Costa Rica”,
que destaca la forma en que se han dado las acciones afirmativas en favor de
las poblaciones indígenas por parte del sistema público de salud costarricense.
El autor subraya que, pese a la relevancia que tienen los discursos sobre los
derechos humanos y sociales, en Costa Rica subyace aún la figura de un sujeto
anclado geográficamente a zonas rurales y territorios indígenas, relegando
las necesidades de indígenas que, por distintas razones, migraron temporal o
permanentemente a las ciudades y zonas urbanas de ese país.
La tercera parte del libro, “La ocupación de la ciudad”, reúne cuatro traba-
jos que reflexionan sobre el tipo de espacialidad que actual e históricamente
han venido construyendo las y los indígenas en relación con otros actores y
grupos, en distintas zonas y microespacios de las ciudades y zonas metro-
politanas de las capitales de Costa Rica, Ecuador y Guatemala. En el primer
documento de la sección, “Espacialidad indígena en la urbe: el caso de los
Ngöbe-Buglé en el Gran Área Metropolitana (GAM) de Costa Rica”, Lenin
Mondol López muestra el aceleramiento de la migración indígena Ngöbe hacia
la metrópoli a partir del año 2005, cuando indígenas costarricenses y pana-
meños de los territorios del sur, que en principio se trasladaban a fincas para
la recolección de café, fueron cambiando su destino hacia San José; la capital
muestra una presencia variopinta y “marginalizada” de la población indígena,
presencia que es diferencial de acuerdo a la edad y el género.
El segundo documento, “El barrio y la calle, otro espacio de exclusión
social. Caso indígenas urbanos en la ciudad de Quito” de Freddy Enrique
Simbaña Pillajo, se sustenta en una investigación antropológico-etnográfica
realizada en 2012 sobre el eje de la calle Chimborazo del centro histórico de
Quito, capital de Ecuador, que enfatiza en las relaciones entre la población
indígena, los blancos mestizos y las diversas instituciones estatales, además
de mapear los procesos organizativos y las formas de incidencia en la gestión
para la definición de programas y acciones de institucionalidad, vinculados a
pueblos indígenas urbanos desde los años noventa en el Municipio del Distrito
Metropolitano de Quito. El autor encuentra que la permanente presencia de los
grupos indígenas en este sector no es bien aceptada por los que se consideran
vecinos antiguos, atribuyéndoles la causa de muchos de los problemas urbanos
de la zona en una evidente estigmatización hacia la población indígena.
También desde Ecuador, Ana María Goetschel, Eduardo Kingman Gracés,
y Erika Bedón , con su documento titulado “Comercio, ciudad y cultura popu-
16
lar”, abordan el estudio del comercio popular en la ciudad de Quito desde una
perspectiva histórica y antropológica, como un largo proceso de constitución de
sectores populares ocupados en el comercio y en los oficios de la calle. Los auto-
res acentúan el hecho de que buena parte de ese comercio provenía de los pueblos
y las comunidades de indios cercanos a la urbe, pero también de indígenas y
mestizos urbanos dentro de los cuales ocupaban un lugar destacado las mujeres;
el análisis visibiliza las acciones civilizatorias del Estado y los ciudadanos.
Finalmente, Claudia Dary Fuentes presenta “La tortillería: de la tradición
al trabajo semiesclavo de jóvenes indígenas en la ciudad de Guatemala” que
cierra esta tercera parte del libro. Su investigación muestra el proceso de
intensificación de la migración de jóvenes indígenas –principalmente del grupo
k’iche’– a la ciudad de Guatemala, debido a la persistencia de la pobreza en sus
comunidades originarias. La autora expone la manera en que esta actividad
ancestral y feminizada se inserta en un espectro laboral socialmente permitido
para los pueblos indígenas en Guatemala; destaca el gran número de mujeres
jóvenes indígenas involucradas –muchas de ellas menores de edad– y la forma
en que sus empleadores, en muchos casos también indígenas, las explotan
laboralmente, lo que ha motivado inclusive su captura y ha llevado a la emi-
sión de algunas leyes de protección a la niñez y adolescencia. El caso habla de
nuevas formas de trata de personas e inclusive de trabajo esclavo que persisten,
entre otros aspectos, porque una mayoría de guatemaltecos han naturalizado
la imagen de la niña y de la joven indígena atada irremediablemente al comal
y al trabajo doméstico.
La cuarta y última parte del libro denominada “Identidades e imaginarios
sociales”, reúne cuatro documentos que analizan las condiciones de vida de
distintos grupos indígenas migrantes a espacios urbanos de México, Brasil,
Argentina y Chile, y muestran cómo se van complejizando sus identidades y
procesos de autoidentificación en contextos de movilidad en los que sobresalen
diversos estigmas, discriminaciones e imaginarios sociales. Esta sección inicia
con el primer trabajo “Vivir y ser indígena en la Zona Metropolitana de Guadala-
jara, México”, en el cual María Amalia Gracia analiza los procesos de exclusión
y discriminación que experimentan los indígenas urbanos en las interacciones
que tienen en espacios sociales e institucionales y su visión sobre algunas de las
características de las políticas públicas urbanas. La autora afirma que en México
los derechos indígenas no son reconocidos en ámbitos urbanos y que, frente a
la discriminación étnica, lo más usual entre los distintos grupos étnicos que
residen en Guadalajara es invisibilizarse o mimetizarse, lo cual, lejos de suponer
pasividad implica la generación de diversos procesos organizativos de acuerdo a
las características culturales, al momento de llegada y a la inserción residencial
y laboral lograda por las distintas personas y grupos indígenas.
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El segundo documento de la sección, presentado en portugués desde Brasil
por Claudina Azevedo Maximiano, se titula “Jovens indígenas e a cidade:
relação entre estigma e identidade étnica”. En este trabajo, la autora muestra
la singular relación entre jóvenes adolescentes indígenas y un espacio social
específico: el barrio de Santa Inés (conocido como el “pueblo”) de la ciudad de
Santa Isabel del Río Negro (AM), con el que las familias residentes se identi-
fican y el cual genera efectos de lugar, en tanto condición estigmatizante, para
los llamados “grupos de amigos” moradores del barrio, considerados en las
narrativas como los jóvenes adolescentes “más violentos”. Al mismo tiempo,
“el pueblo” se idealiza como lugar de origen y los adolescentes y jóvenes
que pertenecen al movimiento indígena se apropian de él, colocándolo como
referente para construir y asumir sus identidades étnicas.
En el tercer capítulo de esta sección, “Mujeres quechuas y aymaras pro-
venientes de Bolivia, salud reproductiva y agencia en contextos restrictivos
de acceso al sistema sanitario en Córdoba y Comodoro Rivadavia (Argen-
tina)”, Brígida Baeza y Lila Aizenberg analizan las experiencias de salud
reproductiva de las mujeres migrantes bolivianas a las ciudades argentinas
de Córdoba y Comodoro Rivadavia, en contextos de sistemas sanitarios con
múltiples barreras al acceso. Las autoras privilegian los activos comunitarios
que las mujeres despliegan en la experiencia migratoria y observan que es
fundamental incluir en el análisis los aspectos de género y su intersección con
las categorías de etnicidad, nacionalidad, clase y generación para explicar las
representaciones, tensiones y contradicciones en la atención hospitalaria hacia
los grupos indígenas en estas ciudades estudiadas.
En el capítulo final de la sección y del libro, “Indígenas urbanos en Chile:
imaginarios sociales de la identidad mapuche en la frontera del Biobío”, Andrea
Aravena Reyes y Claudia Cerda Zúñiga indagan sobre los imaginarios socia-
les de la identidad mapuche desde la perspectiva de personas mapuches y no
mapuches en medios urbanos modernos de la Gran Concepción. Las autoras,
que vienen trabajando de manera minuciosa y desde hace décadas sobre este
grupo étnico originario de Suramérica, aseveran que los actuales imaginarios
de la identidad mapuche en los medios urbanos son el reflejo de la historia de
ocupación y colonización que afectó a esta región y de las diversas políticas de
etnogubernamentalidad que sucedieron al retorno de la democracia en Chile,
así como de sus formas de relacionamiento y autoidentificación en el espacio
urbano de la Región del Biobío.
18
— PARTE I —
Susan Lobo*
Introducción
S
egún el censo del año 2000 en Estados Unidos, más del 60% de las
personas indígenas vivían en ciudades de más de 50.000 mil habitan-
tes y diez años después, según el mismo censo, el porcentaje subía al
70%. En los últimos cuarenta años, ha ocurrido un cambio radical con la
población indígena rural, que ha pasado a ser mayoritariamente urbana. Esta
migración es el resultado de varios factores sociales e históricos, y también
de las características de la relación establecida entre las tribus y el gobierno
norteamericano. Por su magnitud y otros aspectos, ella tiene una gran impor-
tancia; sin embargo, ha sido muy poco reconocida y escasamente estudiada,
por lo cual se han emprendido pocas acciones directas para buscar soluciones
a nivel nacional y regional que afronten los problemas de indígenas migrantes.
A partir de información general, este capítulo busca dar una visión en con-
junto de la migración rural-urbana indígena y de la vida en las ciudades, para
destacar los aspectos centrales de dichos procesos y contrastarlos con lo que
sucede en otras partes de las Américas. A partir de la pregunta sobre “quién es
indígena”, se observan los datos disponibles y los problemas de metodología
del censo, así como la complejidad que supone el abordaje de la identidad en
los Estados Unidos. Asimismo, se explora el tema de la invisibilidad de los
indígenas en los espacios urbanos y una breve historia de la migración rural-ur-
bana, incluyendo el papel de las escuelas internadas, el servicio militar, y el
programa de reubicación en dicho proceso. Respecto a la vida cotidiana en las
ciudades, se focaliza en la organización social y en los problemas basados en
* Susan Lobo, Research Scholar, The University of Arizona, American Indian Studies
Department. Correo electrónico: susan.b.lobo@gmail.com.
Agradecimiento al Dr. Diego Bracco y a la Dra. María Amalia Gracia por su ayuda
editorial con el español.
21
estereotipos, en el racismo, la invisibilidad, y las relaciones con el gobierno.
Finalmente, presentamos un ejemplo de salud indígena, los esfuerzos que
realizan para conseguir un tratamiento y otras estrategias que emplean para
mitigar los problemas que tienen en las ciudades.
Los datos incluidos están mayormente basados en los cuarenta años de
mis investigaciones, en los proyectos en los que participé y en el trabajo rea-
lizado con comunidades y ONG indígenas en varias ciudades y reservas de los
Estados Unidos. El mismo incluye veinte años trabajando como directora del
Community History Project and Archives del Intertribal Friendship House, el
Centro Indígena Comunal en Oakland, California (archivo de The American
Indian Community History Center); además, de cinco años de investigaciones
en los “Pueblos Jóvenes” o barriadas de la costa peruana durante los años
sesenta y setenta (Lobo, 1982).
El Censo Nacional de Estados Unidos, que se realiza cada diez años, tiene
muchos problemas metodológicos que dificultan la tarea de contrastar y enten-
der las dinámicas de la población indígena.1 Entre los diferentes censos realiza-
dos, se pueden mencionar las variaciones en la definición de raza o de grupos
éticos, y la manera en que se ha llevado a cabo: antes eran realizados por un
encuestador y, más recientemente, se envía a cada domicilio un formulario
para que las personas lo completen y auto-identifiquen su “raza”. Debido a
estas y otras variaciones, es muy difícil realizar comparaciones entre cifras
de diferentes ediciones del Censo, para analizar y entender los cambios en la
población indígena total y, sobre todo, en el proceso de migración rural-urbana.
La identidad indígena
Susan Lobo 23
Indígenas urbanos invisibles
Susan Lobo 25
Muchas zonas urbanas, como Chicago, fueron fundadas en lugares donde
existían pueblos o aldeas indígenas y sus habitantes originarios quedaron
rodeados mientras crecía la ciudad, permaneciendo en ella y después trabajado
como obreros (Straus, 2000). El caso de Los Ángeles ilustra lo anterior: dicha
ciudad fue fundada por los españoles a finales del siglo XVIII, como parte
de una misión franciscana que dio lugar a un proceso de “reducción” de los
indígenas de la región, quienes fueron los primeros habitantes y tuvieron un
rol inicial en lo que hoy es la ciudad de Los Ángeles (Weibel-Orlando, 1991).
Escuelas internadas
Servicio militar
Susan Lobo 27
una conciencia más clara de la historia y de la situación indígena compartida
a nivel nacional. Así, empezó en los años sesenta el activismo respecto a los
derechos indígenas, que tuvo sus raíces en las comunidades indígenas de las
ciudades y, desde entonces, se extendió por todo el país, por ejemplo con las
ocupaciones de Alcatraz Island (California), Wounded Knee (Dakota del Sur),
y en una variedad de localidades urbanas y rurales, además de expandirse en
la información al público y en la educación.
Susan Lobo 29
finalmente, cabe reiterar que, para los habitantes no indígenas de las ciudades,
estas comunidades permanecen invisibles.
Además de la forma residencial no asociada a barrios específicos, existen
otros factores que contribuyen a la invisibilidad de las comunidades indígenas
urbanas. En los Estados Unidos existen estereotipos fuertes y persistentes
acerca de cómo es una persona indígena, como por ejemplo que los indios solo
son personas del pasado, pues las tribus están extinguidas, o, si aún existen,
se cree que se encuentran ubicadas muy lejos de las ciudades, en pueblitos de
características culturales totalmente tradicionales o folklóricos. Estas ideas
están siendo validadas y exageradas por el cine y otros medios, y a veces por
las instituciones de educación formal. Por ejemplo, en muchas escuelas prima-
rias siguen usando libros que solamente se refieren a la población indígena en
términos del pasado como “The Indians lived in Arizona, hunted deer, wove
baskets…” (Los indios vivieron en Arizona, cazaron venados, tejieron ces-
tos...), como si ya no existieran o como si fueran figuras meramente históricas,
negándoles vidas contemporáneas.
También hay un factor psicológico, que influye en la negación de la exis-
tencia de personas indígenas, que está fuera del marco imaginario creado por
los estereotipos. Incluso, dicho factor existe en “expertos”, como académicos y
técnicos que enfatizan lo rural, lo histórico, y lo folklórico, dando la impresión
de que no existen indígenas en las ciudades o, si existen, no son “auténticos”
porque no están vestidos ni se comportan como dictan los estereotipos. Se
puede ver en cualquier librería o biblioteca de los Estados Unidos una gran
variedad de libros que abordan temas relativos a arcos, flechas o tee-pees,
pero muy rara vez se encuentra uno que relate acerca de las vidas cotidianas,
culturas, pensamientos y problemas de personas indígenas en ciudades. A su
vez, el porcentaje de individuos indígenas viviendo en ciudades es pequeño
en comparación con la población en general, haciéndolos más invisibles aún
y reforzando los estereotipos referidos a su inexistencia.
El impacto de esta invisibilidad es múltiple en términos sociales y políticos.
Por falta de datos o estadísticas basados en investigaciones de tipo cuantitativo
o cualitativo, existe poca información válida a nivel nacional y regional para
formular soluciones a los problemas que enfrentan las personas migrantes que
viven en las ciudades. A nivel local, muchas comunidades indígenas urbanas
han creado organizaciones, clubes y ONG para cubrir las necesidades de ser-
vicios sociales y recreativos. Pero, para la mayoría de estas organizaciones,
resulta muy difícil obtener fondos y el apoyo necesario para su trabajo, y
esto se debe, en cierta parte, a la invisibilidad de las comunidades indígenas
urbanas desde el punto de vista externo a ellas mismas. Recién a partir de los
Susan Lobo 31
médica adecuada y a una buena nutrición. Existen muchos factores que deter-
minan esta precaria situación de estado actual de salud y, además, el déficit
de servicios empeora la situación. El presupuesto para los servicios de salud
urbana para personas indígenas cambia cada año, dependiendo de la política
del momento. Por ejemplo, el presupuesto de Indian Health Service (2001),
indica que los servicios de salud urbana solo representan el 1% del total del
presupuesto destinado a los servicios de salud indígena total. Pero, recordando
que ahora más del 66% de los individuos indígenas viven en las ciudades, dicho
porcentaje del presupuesto es insuficiente. Esto demuestra dramáticamente
que la población indígena urbana no solo es invisible, sino que también está
olvidada desde un punto de vista político.
Actualmente existen aproximadamente treinta y cuatro clínicas, ubicadas
en ciudades en los Estados Unidos, que dan servicios a personas indígenas.
Es notable que, mayormente, las clínicas y otras organizaciones están admi-
nistradas por mujeres indígenas (Krouse y Howard, 2009; Lobo, 2009). Todas
están bajo el control administrativo de población indígena y buscan fondos en
una amplia variedad de ONG, fundaciones privadas, como la Kellogg Founda-
tion, entidades de gobierno no específicamente destinadas a indígenas, como
el Center for Disease Control (CDC), y donaciones particulares. Además,
buscan tiempo y atención donado por médicos, dentistas, enfermeras y miem-
bros de la comunidad indígena urbana. A veces es suficiente, pero siempre
es una lucha para mantener los servicios básicos necesarios. Los servicios
de estas clínicas no solo están dirigidos a la salud física, sino también a la
salud mental y espiritual. Muchas de las clínicas emplean una combinación
de técnicas, llevadas adelante por médicos y “spiritual leaders” o “medi-
cine men” (curanderos) tradicionales de una variedad de tribus. Varias usan
“sweat baths” (temazcales) en sus programas de salud mental. El personal de
las clínicas tiene sensibilidad cultural hacia las personas de diversas tribus.
También, existen organizaciones indígenas urbanas que ayudan a los ancianos
y que tienen programas de bienestar para jóvenes, padres de familias, y para
la comunidad indígena en general.
Por ejemplo, en la Bay Area American Indian Community, con una pobla-
ción estimada de aproximadamente 50.000 personas, conformada por las
comunidades indígenas de las ciudades de San Francisco, Oakland, San José
y otras ciudades que rodean la bahía de San Francisco, existían entre los años
2000 y 2010 más de 30 organizaciones, clubes y ONG administradas por y
para individuos indígenas. Muchas de estas organizaciones son pequeñas y
siempre están luchando para obtener recursos y apoyo para su trabajo. Si los
pocos fondos del gobierno se eliminan, se crearían muchos problemas. En
Susan Lobo 33
a ser más realistas y a contener menos prejuicios que antes. En lo vinculado
a las influencias urbanas, actualmente existe música indígena que incluye
rock y rap; también hay más artistas plásticos indígenas con experiencias
urbanas, quienes están incluyendo sus perspectivas de la vida contemporá-
nea en sus obras y mostrando al público sus comentarios y críticas sociales
en exhibiciones en sitios como el Instituto de Arte Indio (Institute of Ame-
rican Indian Art) de Santa Fe, Nuevo México, y en la galería del American
Indian Community House de Nueva York. En varias universidades, como
en la Universidad de California, Berkeley, y en la Universidad de Arizona,
Tucson, como resultado de los esfuerzos de indígenas urbanos y otros, se han
establecido (empezando en los años setenta) facultades de estudios indígenas
(American Indian Studies o Native American Studies), que dan información
crecientemente real. Muchos museos también, como el Museo Nacional de los
Indios Americanos - Smithsonian (National Museum of the American Indian
- Smithsonian) en Washington D.C., están cambiando el foco − a veces como
resultado de la crítica o la participación de indígenas urbanos−, que antes era
estrictamente de indios en un contexto histórico y ahora incluye muestras de
temas contemporáneos, como forma de educar al público. Con la mejora de
la comunicación y el transporte, los contactos entre reservas y también entre
reservas y comunidades indígenas urbanas son mucho más fáciles, logrando
así que la población indígena pueda intercambiar más información y cuente
con mayores posibilidades para visitarse y ayudarse mutuamente. Todo esto
configura un cambio substancial en comparación con lo que sucedía cincuenta
años atrás, en la época del programa de Reubicación.
Consideraciones finales
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Susan Lobo 37
Políticas públicas y etnicidad en población
Indígena urbana del Área Metropolitana
de Buenos Aires (AMBA) y Norpatagonia,
Argentina1
Introducción
A
mediados del siglo XX, la crisis de las economías regionales –resul-
tado de un modelo económico agroexportador sumamente concen-
trado– impactó de forma directa sobre las ya desarticuladas econo-
mías domésticas y el incremento de la violencia, expropiación y discriminación
impulsó un proceso de migración étnica interna. Como corolario, la periferia
de diferentes ciudades argentinas se constituyó en lugar de asentamiento de
grupos y familias indígenas, expulsados de sus territorios de procedencia a
través de movimientos migratorios tanto inter como intrarregionales. El arribo
de manera masiva a las ciudades –desde la década de 1940– se produjo en
búsqueda de una mejora en la calidad de vida, aunque en ellas se enfrentan
a nuevas situaciones de pobreza urbana (Tamagno, 2001), compartiendo difi-
cultades en el acceso a servicios básicos de salud, vivienda, educación, como
así también a los recursos, principalmente a la tierra y al trabajo.
Por otra parte, a grandes rasgos, desde el período formativo del Estado
Nación argentino (1870-1930) hasta mediados de la década de 1980, se puede
considerar que las relaciones entre el Estado Nación y los pueblos indígenas
se caracterizaron por tácticas formales e informales de invisibilización (Bar-
tolomé, 2003). Sin embargo, en las últimas tres décadas, al igual que en el
39
resto de América Latina, tiene lugar en Argentina –con el devenir democrá-
tico a partir del año 1983– la denominada “emergencia indígena” (Bengoa,
2007), que se inicia con el surgimiento (y posterior consolidación) de diversos
agrupamientos, en su mayoría asociados a la actividad de Organizaciones No
Gubernamentales (ONG) e iglesias (Bengoa, 2007). La participación de estos
migrantes provenientes de los ámbitos rurales o de sus hijos (nacidos y criados
en contextos urbanos), ha sido definitoria en la formación y consolidación de
una “nueva dirigencia indígena urbana” a partir de la experiencia en variadas
organizaciones sociales, políticas y sindicales (Radovich, 2011). Así, se fueron
gestando y afianzando los movimientos indígenas, los cuales crecientemente
efectuaron diversas reivindicaciones basadas en la adscripción indígena, que
comenzó a actuar como factor de cohesión y de solidaridad entre sus miembros
(Radovich, 2011). En definitiva, son dinámicas que se sustentan y, a la vez,
retroalimentan y que podemos denominar de “re-emergencia”, “reactualiza-
ción de la identidad”, “transfiguración étnica” (Ribeiro, 1971; Bartolomé y
Barabas, 1996) o “revival de lo étnico” (Vázquez, 2000). Sin embargo, esta
“emergencia” o “recreación” de identidades en ámbitos urbanos, no implica
la recuperación de antiguas identidades rurales perdidas, sino de identidades
recreadas por la nueva dirigencia en el contexto citadino (Bengoa, 2007: 91).
Esas organizaciones etnopolíticas han logrado una destacada presencia social,
capaz de generar transformaciones en la sociedad en su conjunto, lo cual con-
lleva a la afirmación de estos pueblos como sujetos de derecho o como “nuevos
sujetos sociales y políticos”, al decir de Iturralde (1991). Esto se verifica en
la capacidad para efectuar movilizaciones y reivindicaciones por sus territo-
rios, su identidad étnica, su cultura y sus derechos específicos, revirtiendo la
tendencia histórica a la negación y la invisibilización por parte del Estado y
de los sectores hegemónicos nacionales, regionales y locales (Valverde, 2013).
En este contexto se fue dando un viraje desde políticas sobre las que hay
acuerdo en caracterizarlas como “asimilacionistas” e “integracionistas” –que
fueron la impronta de gran parte del siglo XX–, hacia la aplicación de dife-
rentes políticas enmarcadas dentro del denominado “indigenismo de parti-
cipación” (Gorosito Kramer, 2008).2 En esta línea se van sancionando una
serie de legislaciones que luego tienen su punto culminante en la reforma de
2 Cabe destacar que la Argentina es un país federal, que asigna a los Estados provinciales
y municipales autonomía jurídica (siempre y cuando estén dentro del “espíritu” de la
Constitución y las legislaciones del ámbito Nacional). Por ello, existen diferentes niveles
estatales que pueden legislar en relación a la cuestión indígena: el Nacional (Federal),
el Provincial y el Municipal.
3 De acuerdo a datos del último Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas del
año 2010 (INDEC, 2012), la población de Argentina que se reconoce como perteneciente
o descendiente de un grupo indígena es similar a una década atrás, es decir, un 2,4%,
de los cuales, más de las tres cuartas partes son urbanos (INDEC, 2015). El pueblo
Mapuche es el grupo originario más numeroso con más de 200.000 integrantes, luego
le siguen el pueblo Qom (Toba) y Guaraní –con más de 100.000–, y los grupos Dia-
guita, Kolla, Quechua y Wichí –entre 50.000 y 100.000– (INDEC, 2012). No obstante,
es necesario señalar que estos valores pueden ser aún mayores, precisamente por los
prejuicios aún presentes, que en muchos casos han llevado a subestimar la presencia
indígena.
6 Si bien en nuestro país no se dan, como destaca Bengoa (2009) para Chile, experiencias
de gestiones municipales (principalmente en relación al pueblo Mapuche en el sur del
país), un ejemplo en Argentina es el de la localidad de “El Aguilar”, en la Provincia de
Jujuy (en el Noroeste de nuestro país, en una zona de alta concentración de población
indígena), donde el “Movimiento Comunitario Pluricultural” ha accedido al gobierno
comunal (Rojas, 2013).
De acuerdo con los datos estadísticos del último censo de población efec-
tuado en el año 2010 (INDEC, 2012), del total de población indígena nacional
que corresponde aproximadamente a un millón de integrantes (el 2,4% de la
población total del país), más de las tres cuartas partes habitan en zonas urba-
nas. Este asentamiento en las urbes, es el resultado de procesos de expulsión
y/o expropiación territorial. Si consideramos la región Pampeana,8 crece aún
más la incidencia de la población indígena urbana, en tanto en la Metropolitana
prácticamente la totalidad se asienta en las ciudades. En el otro extremo, se
encuentran las regiones del Nordeste y Noroeste, con los mayores porcentajes
de población originaria de carácter rural.
Estos números proponen abordar la etnicidad contemporánea como parte
constitutiva de los contextos urbanos y, al mismo tiempo, de un proceso de
expropiación territorial y agotamiento de las economías rurales, dada la inyec-
ción de capital hacia los centros regionales desde la década de 1940 en adelante.
En este sentido, de acuerdo con los testimonios etnográficos, las primeras
familias arriban al tejido urbano del AMBA a partir de la década de 1940
y, con mayor intensidad, desde la de 1960 a través de un dinámico proceso
migratorio, con el propósito de lograr mejores condiciones de vida, trabajo y
educación, así como escapar de la discriminación y violencia de los contextos
interétnicos de procedencia. Mientras un sector de la población migrante fue
9 Por otra parte, cabe resaltar la heterogeneidad que caracteriza a la población indígena
ya que, si bien muchos de los nucleamientos han buscado obtener la personería jurídica
como “comunidad indígena” desde los requisitos del INAI, hay diversidad de experien-
cias, ya que no todos han logrado finalizar este trámite o han querido hacerlo (algunos
cuentan, por ejemplo, con la forma de la asociación civil con la que pueden acceder a
políticas universales). También, existen numerosos nucleamientos indígenas que no se
han organizado ni participan etnopolíticamente.
10 El partido de Almirante Brown se ubica al sur de la ciudad de Buenos Aires, en el
segundo cordón del Conurbano Bonaerense. Se encuentra mayormente urbanizado,
aunque algunas zonas son de tipo rural/industrial. Según el censo 2010 de población,
cuenta con 555.731 habitantes. Los datos que arroja el Censo Nacional del 2001,
muestran que el 16,3% del total de los hogares del partido de Almirante Brown posee
necesidades básicas insatisfechas.
13 La asamblea constitutiva del CIAB tuvo entre sus miembros iniciales a la comunidad
indígena del Pueblo Kolla “Guaguajni Jallpa” de Glew, a la comunidad indígena del
pueblo Tupí Guaraní “Cacique Hipólito Yumbay” de Glew, a la Comunidad Qom “Mig-
tagán” de San José, miembros de ORCOPO, a la “Comunidad Andina” de Glew, y a la
comunidad Qom-Moqoit “Nogoyin Ni Nala” de Rafael Calzada.
14 En el acta fundacional del Consejo, quedaba conformado por consenso por un repre-
sentante titular y suplente por comunidad, un coordinador titular y uno suplente por
comunidad, y un coordinador titular y uno suplente del consejo. Asimismo, consta que
los dirigentes comunitarios lo creaban “con el objeto y en el marco de nuestros derechos
indígenas consagrados en el artículo 75 inciso 17, las leyes 23.302, 24.071, Convenio
169, Constitución de la Provincia de Buenos Aires y demás derechos consagrados a
nivel nacional, regional e internacional”, los puntos acordados referían a: la participación
política pública en el ámbito de Almirante Brown, Provincia de Buenos Aires y nacional;
el cumplimiento de la normativa vigente nacional e internacional; y promover la unidad, la
organización y el progreso de los Pueblos Indígenas (Acta CIAB, Asamblea Constitutiva,
29 de abril año 2007, pp. 1-3).
15 Ordenanza del Honorable Concejo Deliberante de Almirante Brown N° 8647.
16 Se disputó entre las diferentes comunidades un único puesto asalariado para quien
dirigiera el área. En términos generales se votó entre los referentes de cada una de
ellas, pero la elección estuvo sesgada desde los funcionarios locales ya que el elegido
fue el que poseía mayores conocimientos administrativos. Se buscaba a una persona
que “no fuera conflictiva” y que demostrara la “capacidad” necesaria para cubrir el
puesto. Dicha persona, con contactos en el gobierno local y con experiencia en el campo
político municipal, además era becario de la Organización de las Naciones Unidas. Las
repercusiones de esta modalidad de elección del funcionario indígena acrecentaron
el conflicto interno de las comunidades ya que, si bien se consensuó con el Consejo
Indígena local, fue el municipio quien lo definió con la última palabra. Desde la creación,
tanto de la Coordinación como del CIAB, el Municipio ha jugado un rol disruptivo en su
apoyo a unos dirigentes y no a otros.
17 Dichos eventos mayormente eran de tinte folklórico por lo que las problemáticas sociales
e identitarias y territoriales no se saldaron. En su mayoría los eventos se componían por
bailes típicos, comidas tradicionales y, principalmente durante los dos primeros años
de funcionamiento de la Coordinación, de difusión de derechos indígenas. También
incluyeron la celebración de festividades importantes del calendario indígena.
este trabajo. En cambio, la sección sur está compuesta por las provincias de Chubut,
Santa Cruz y Tierra del Fuego (Ver Mapas Nº 3 y 4).
20 Villa la Angostura se asienta sobre la orilla norte del Lago Nahuel Huapi y se extiende
hasta el Lago Correntoso (Ver Mapas Nº 3 y 4). Se encuentra a 80 Km. de las ciudades
de San Carlos de Bariloche y a 110 Km. de San Martín de los Andes (por el circuito
turístico de “Los Siete Lagos”). Se fundó oficialmente en la década de 1930, si bien
había un núcleo previo de población de diversos orígenes (como la de origen indígena),
desde hacía varias décadas. El desarrollo de la localidad de Villa la Angostura fue
lento durante la primera mitad del siglo XX, pero en la década de 1990, a partir de la
pavimentación de la ruta Nº 231 –que la comunica con Bariloche– y la expansión de la
actividad turística en la región, comenzó a intensificarse aceleradamente su crecimiento
poblacional, pasando de 3.056 habitantes en 1991 a 7.325 en 2001 (INDEC, 2001); y
11.063 habitantes en 2010 (Dirección Provincial de Estadísticas y Censos, Provincia
de Neuquén, 2012).
21 La ciudad de San Carlos de Bariloche se asienta sobre la margen sur del Lago Nahuel
Huapi, contando –de acuerdo a los datos del último censo del año 2010– con 108.205
habitantes (Diario Bariloche 2000, 26/11/2010), siendo el principal punto turístico de la
“zona de los lagos” y la tercera ciudad en población de la Patagonia.
22 Un indicador que permite dimensionar las transformaciones de este período constituye
la variación poblacional de los últimos veinte años (1991-2010). Mientras la Provincia de
Neuquén creció de 388.833 a 551.226 habitantes (41,8% de incremento), en los cuatro
Departamentos del “corredor de los lagos” que corresponden a la zona de mayor desa-
rrollo de la actividad turística (Aluminé, Huiliches, Lácar y Los Lagos –en este último
caso donde se asienta Villa la Angostura–), la población creció casi el doble que en el
total provincial: un 80,5%. En el mismo período, la vecina Provincia de Río Negro creció
de 506.772 a 638.645 habitantes (un 26,0% más), pero el departamento cordillerano
de Bariloche (donde la actividad turística adquiere gran relevancia) aumentó de 94 mil
640 a 133 mil 500 (un 41,1%) (INDEC, 2001 y 2012).
23 En lengua originaria “mapudungún”, el gentilicio Mapuche significa “gente de la tierra”
(Juliano, 1996). Este pueblo se asienta en el sur de Chile y en la Norpatagonia Argentina.
Sobrevivió a los ataques genocidas y etnocidas llevados a cabo a ambos lados de la
Cordillera de los Andes a fines del siglo XIX (Radovich & Balazote, 2009). En el vecino
país de Chile, se asienta en la Octava, Novena y Décima Región y (como resultado de
las migraciones) en la región Metropolitana; sumando un millón de integrantes (Juliano,
1996; Bengoa, 2007). En Argentina, se ubican en las provincias de Chubut, Río Negro,
Neuquén, La Pampa y Buenos Aires (Radovich & Balazote, 2009) (ver Mapa Nº 1),
conformando algo más de 200.000 miembros de acuerdo al último censo de población
del año 2010 (INDEC, 2012), siendo el pueblo originario más numeroso del país (seguido
por los grupos Qom-Toba, Guaraní, Diaguita y Kolla).
24 El pueblo Mapuche conformó en esta región una de las primeras organizaciones indíge-
nas del país –la “Confederación Indígena Neuquina”– (luego denominada hasta nuestros
días “Confederación Mapuche Neuquina”). Con el retorno de la democracia (en 1983),
surgió “Nehuén Mapu” (“la fuerza de la tierra”), en la ciudad de Neuquén y también se
conformaron los “Centros Mapuche” (de diversas localidades de la provincia, entre ellas
San Carlos de Bariloche) y el “Consejo Asesor Indígena”, ambos en la Provincia de Río
Negro.
25 De acuerdo a los datos del censo del año 2001, en la ciudad de Bariloche en un 10,2%
de los hogares al menos una persona se ha reconocido como perteneciente o descen-
diente de un pueblo indígena. Una proporción similar encontramos en Villa la Angostura
(12,1%) (INDEC, 2001. Reprocesamiento propio de la Base de datos “Redatam+SP”
disponible en sitio web).
Palabras finales
Bibliografía
Introducción
B
osques con una alta diversidad biológica y bajas densidades
poblacionales coexisten en la Amazonia colombiana con áreas sel-
váticas, transformadas por el creciente desarrollo de centros urbanos
donde la población indígena cuenta tanto numérica como simbólicamente.
En la mayoría de los casos, la relación de los indígenas con estos centros se
remonta a los diferentes períodos de la fundación de los mismos, con frecuen-
cia de la mano de misioneros católicos (Friede, 1953; Gómez, 2015; Oliveira,
1972; Peña, 2010; Rozo, 2013). Más recientemente, su urbanización se ha
visto favorecida por factores asociados con la ampliación de la economía
de mercado, en particular del consumo, la creciente intervención del Estado
en la estructuración de procesos políticos y sociales para la gestión de asun-
tos de interés mutuo, y el conflicto armado interno que desplazó un número
importante de indígenas de las áreas rurales a los medios urbanos (Chaves,
2002). A los factores anteriores se suma la firme decisión de individuos y
familias indígenas de integrarse en los entornos multiculturales de la urbanidad
amazónica (Chaves & Nova, 2017). Por ello, hasta en los más pequeños y leja-
nos núcleos urbanos de la región, la presencia indígena desafía la persistente
asociación de los territorios selváticos con identidades indígenas marginales.
Brindan, además, un ángulo privilegiado para cuestionar el orden ideológico
que prevalece en las definiciones jurídicas del “sujeto colectivo de derechos”,
que inscribe a los indígenas en los marcos de identidades fijas, ancladas en
63
territorios rurales distantes (Bocarejo, 2011; Chaves & Zambrano, 2006; Rey,
2016; Ruiz, 2016). En primer lugar, porque ponen de relieve que las relaciones
sociales, que empujan la movilidad espacial antes que la permanencia en un
solo lugar, no determinan quién es o no un indígena, y que la sociabilidad en
redes que ha caracterizado por largo tiempo a las sociedades indígenas ama-
zónicas ha favorecido su relación con las ciudades (Correa, 2000; Hugh-Jones,
1983; Jackson, 1983; Lasmar, 2005; Morey & Metzger, 1974). Movilidad y
sociabilidad en red, por lo tanto, forman parte de las estrategias que los indí-
genas han desarrollado para hacer una apropiación sostenible de los recursos
del bosque y de los ríos, pero también para apropiarse de los recursos que les
ofrece el Estado para garantizar la reproducción de sus unidades en las con-
diciones actuales de su articulación a la sociedad mayoritaria.
Por otra parte, porque su migración hacia los medios urbanos cuestiona
los principios que le otorgan a la titulación de grandes resguardos, todo el
peso para brindar protección a la diferencia cultural indígena desde los entes
estatales.2 Sin negar que la delimitación de las tierras de resguardo potencia
la apropiación de marcos jurídicos para el desarrollo de estrategias políticas
favorables a las colectividades indígenas, la misma no resuelve la necesi-
dad de relacionamiento con los cambiantes escenarios sociales, económicos,
políticos y culturales que sintetizan los contextos urbanos hacia donde, cada
día en números mayores y por razones diversas, se dirigen los indígenas,
principalmente de las jóvenes generaciones. En la mayoría de los casos, su
inmersión en la vida urbana ha estado jalonada por la poderosa atracción que
la ciudad ejerce entre quienes buscan la posibilidad de una movilidad social
y la integración en las dinámicas mayoritarias, sin que ello necesariamente
signifique su desafiliación étnica (Lasmar, 2005). Por ejemplo, en las capita-
les departamentales del oriente amazónico, como Inírida, Mitú o Leticia, la
2 No está de más recordar que antes de la Constitución Política de 1991, y por más de
un siglo, los derechos territoriales indígenas se rigieron por la Ley Nº 89 de 1890, que
reconocía tanto el régimen comunal de los resguardos indígenas como su gobierno
propio a través de los “pequeños cabildos”. Según esta Ley, el derecho solo era aplica-
ble en casos en los que los indígenas estuvieran “reducidos a la vida civilizada”. Por lo
tanto, durante mucho tiempo, no se aplicaba a aquellos grupos de las tierras bajas de
la Orinoquia y la Amazonia, considerados como “salvajes”, que en consecuencia fueron
puestos en manos de los misioneros católicos para su civilización (Arango & Sánchez,
2004: 35). La Constitución de 1991 mantiene vivos los principios fundamentales de
la Ley Nº 89 de 1890 en cuanto a estos derechos, al tiempo que desecha diferencias
planteadas en términos evolutivos e introduce la valoración de la diferencia cultural.
Amplía, además, el carácter de la autonomía que el Estado les otorga a los indígenas
para ejercer su jurisdicción propia y la administración interna del territorio y de los
recursos que, a partir de ahora la nación les transfiere a los resguardos para gobernar
sus asuntos internos (entre ellos, la educación y la salud). En síntesis, un fuero especial,
territorios comunales y gobierno propio, enmarcados en la valoración positiva de la
diferencia y la diversidad cultural, distancian la anterior legislación indígena de la actual.
Partimos por reconocer que más del 50% de la población mundial reside
hoy en áreas urbanas y que en Colombia esta tendencia mundial se supera, pues
el 72% de su población vive en ciudades (Instituto de Estudios Urbanos, 2015).
En este panorama mundial de urbanización generalizada, las megaciudades
de varios millones de habitantes son, al decir de Mike Davis (2008), las que
“más brillan en el firmamento urbano”. Sin embargo, tres cuartas partes del
crecimiento demográfico urbano se localizan en ciudades de segundo orden y
en áreas urbanas más pequeñas, muchas veces recién convertidas en ciudades
(Davis, 2008). La poca visibilidad de las concentraciones urbanas de pequeña
y mediana escala, por una parte, y la inmensidad del territorio amazónico,
por otra, explican por qué los procesos de urbanización de una región como la
Amazonia, muchos de ellos de larga data, suelen subestimarse. A pesar de ello,
la historia de las formaciones urbanas amazónicas ha estado frecuentemente
Fuente: elaboración de Johan Darío Montero con base en datos de DANE (2005).
A modo de conclusión
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2001: 2), e introducido nuevos actores y lógicas de dominación y conflicto. En
este artículo, exploramos un nuevo modelo civilizatorio urbano impuesto por
el gobierno de la revolución ciudadana a comunidades indígenas kichwas y
mestizas de la Amazonía norte del Ecuador, a través de sus políticas extrac-
tivas y de desarrollo.
En la contemporaneidad, los recursos naturales de la Amazonía son con-
siderados un stock para la ampliación y profundización del extractivismo, que
en América Latina continúa siendo la base del crecimiento económico, tanto
en países que han optado por la ortodoxia neoliberal, como en aquellos pre-
sididos por gobiernos nacional-desarrollistas (Gudynas, 2011; Svampa, 2011;
Machado, 2015). Estos últimos, es el caso del Ecuador, llegaron al poder encau-
zados por movimientos sociales y promovieron el extractivismo tanto para
erradicar la pobreza como para promover la equidad social. En los últimos diez
años, el petróleo ha sustentado la economía nacional con la mayor cantidad
mayor de ingresos recibidos por exportaciones petroleras que cualquier otro
83
gobierno anterior (Acosta, 2012), con el fin de implementar los denominados
Planes Nacionales del Buen Vivir.2
En el 2010, se reformó la Ley de Hidrocarburos y el artículo 94 dispuso
una nueva redistribución de las utilidades de la renta petrolera,3 ordenó que el
12% de las utilidades se destinen a proyectos de inversión social dentro de las
áreas de influencia de las actividades hidrocarburíferas. En este contexto, el
l5 de septiembre de 2011 el Ministerio Coordinador de Sectores Estratégicos
creó la empresa pública estatal Ecuador Estratégico (EEE),4 con la respon-
sabilidad de planificar y ejecutar programas integrales de desarrollo local
(salud, educación, vialidad, vivienda, agua potable, electrificación, telefonía,
conectividad y saneamiento ambiental) en zonas de influencia de proyectos
de sectores estratégicos. Al porcentaje mencionado, se añadió también el 60%
de las regalías mineras para inversión en las comunidades cercanas a los pro-
yectos estratégicos con el fin de “construir el buen vivir, en comunidades que
fueron históricamente olvidadas” en las provincias amazónicas.5 Se trataría
así de “recursos que construyen felicidad”, como afirma la retórica de Ecuador
Estratégico.
Esta renta extractiva se ha destinado a la construcción de obras que se
publicitan como parte de las políticas de inclusión social y la refundación de
una “Nueva Amazonía”. La inversión total de la empresa pública Ecuador
Estratégico, fue de USD 839,33 millones de dólares, en el período 2012-2015,
las provincias con mayor inversión fueron Orellana con USD 131,35 y Sucum-
bíos con USD 130,18 millones de dólares.6 Los sectores que han tenido una
mayor inversión son educación, vialidad y saneamiento ambiental. Entre las
obras emblemáticas del gobierno en la Amazonía se encuentran las unidades
educativas del milenio (UEM) y las ciudades del milenio (CM).
Las ciudades del milenio están dotadas con infraestructura urbana, casas
amanzanadas, con acceso a servicios y tecnologías. Conforme declaraciones
2 Existen tres versiones: Plan de Desarrollo Nacional (2007-2010), Plan Nacional del
Buen Vivir (2009-2013; 2013-2017).
3 Registro Oficial No. 244, 27 de julio del 2010.
4 Decreto Ejecutivo No. 870 y artículo 315.
5 Ayuda Memoria reunión con Ecuador Estratégico, 2014.
6 Según un Informe de Ecuador Estratégico entre 2012-2015 se habrían implementado
más de 1200 programas de desarrollo integral en trece provincias del país en Amazo-
nía, Costa y Sierra. Otras provincias amazónicas con inversión en millones de USD
son: Zamora Chinchipe (USD 105,23, Napo USD 93, 56 Pastaza USD 42,07). Dispo-
nible en <http://www.ecuadorestrategicoep.gob.ec/presentacion-rendicion-de-cuen-
tas-2015>, consultado el 8/04/2016. La inversión total en Sucumbíos y Orellana fue
de USD 261’531.385,81 conforme información de inversión de EEP, según oficio No.
EEP-GG-2016-0270-0, del 24/ 03/2016.
9 En el auge cauchero entre fines del XIX e inicios del XX seducciones motivadas por el
deseo de acceder a bienes manufacturados (machetes, kerosene, escopetas) insertaron
a poblaciones indígenas en la dinámica extractiva en varias zonas de la Amazonía. A
inicios de las actividades exploratorias del petróleo en el Ecuador entre los años 1930 y
1960, nuevas seducciones giraron en torno a artefactos de la modernidad. Actualmente
computadores, internet, televisión satelital, cocinas de inducción, ciudades y unidades
educativas del milenio son los mecanismos de atracción.
12 Debían tener USD 50 millones de dólares para emprender la explotación del campo,
tenían ya socios estratégicos en Canadá, India y Estados Unidos.
13 Maito: alimento preparado con carne de monte o pescado envuelto en hojas de platanillo
junto con hierbas aromáticas que es asado sobre la brasa.
15 Mientras están en las fincas tienen acceso al agua mediante tanques de agua de lluvia y
pozos que se exigió que instale la empresa Petroamazonas. Esto se consiguió después
de que una gabarra se accidentó en el puerto de Petroamazonas contaminando con
diesel el río.
Bibliografía
Introducción
E
ste capítulo refleja la etapa final de un proyecto de investigación titulado
“El adentro y el afuera: escenarios de inclusión o discriminación de los
estudiantes indígenas en las universidades. El caso de la Universidad
Nacional de Colombia en la ciudad de Manizales”, desarrollado desde el año
2015 en la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales.
El objetivo del texto consiste en visibilizar la problemática de los jóve-
nes indígenas en las universidades colombianas, al hacer explícita la presen-
cia o no de fenómenos de inclusión (interculturalidad plena) o de exclusión
(marginación y negación) de estos grupos, cuya presencia es cada vez más
creciente en la matrícula universitaria. Para dar cuenta de este objeto de estudio
fue realizada una investigación que implicó un estudio cualitativo, el cual se
llevó a cabo a través de diferentes técnicas como la observación participante,
la entrevista y los grupos focales.
El estudio buscaba indagar en las configuraciones de escenarios de inclu-
sión para los estudiantes indígenas universitarios, por una parte, así como de
exclusiones o discriminaciones sufridas por estos (estudiantes indígenas) en
la ciudad de Manizales. Para conocer los procesos de integración cabe seña-
lar: 1) la integración en un mundo académico que les exige ciertas aptitudes
y procesos cognitivos para sobrevivir en escenarios “competitivos”; 2) por
105
otra parte, la integración a una ciudad capital de departamento que todos/as
desconocían antes de iniciar sus carreras universitarias.
Es pertinente aclarar al lector que desconoce el contexto de la ciudad y
universidad referida, que la sede Manizales de la Universidad Nacional de
Colombia (UNAL) es un espacio académico donde predominan los estudios
disciplinares de las ingenierías. Once de los programas de pregrado de los
quince ofertados corresponden a las ingenierías, siendo las otras cuatro las de
Arquitectura, Administración de empresas, Gestión cultural y Administración
de sistemas informáticos.
El interés se centró entonces en conocer esas dificultades de los estudiantes
indígenas –provenientes del mundo de la oralidad– con los procesos de asimila-
ción de contenidos curriculares de carácter universal y propios de la academia
occidental, tales como las competencias que se solicitan desde: 1) lecto-es-
critura (elaboración de ensayos por ejemplo); 2) bilingüismo (asumiendo en
América Latina que la segunda lengua que “requerimos” es el inglés, y no
sus lenguas indígenas); 3) las diversas matemáticas y cursos cercanos a ellas
(matemáticas básicas, cálculo diferencial, cálculo integral, cálculo vectorial,
probabilidad y estadística, algebra lineal, etcétera).
Inicialmente, es pertinente señalar la categoría “discriminación” como
piedra conceptual de partida. Para ello seguiré a Bejar, quien asume la dis-
criminación como “un tratamiento desfavorable de personas, con criterios
arbitrarios que con frecuencia entran en conflicto con las ideas socialmente
aceptadas de justicia y equidad. Juicios que se basan en las diferencias entre
los grupos sociales, sin tomar en cuenta las capacidades individuales o la
conducta de la persona” (Bejar, 2003: 409). La discriminación es una práctica
cotidiana que consiste en dar un trato desfavorable o de desprecio inmerecido
a determinada persona o grupo.
Apenas con la Constitución de 1991 se hizo un reconocimiento de la diver-
sidad cultural. Sin embargo, y haciendo un símil de un dicho popular, de la
norma (el dicho) al respeto y convivencia (el hecho) hay mucho trecho. Esto
ha sido propiciado por un rol discriminador del Estado colombiano, respon-
sable de la construcción de un proyecto nacional excluyente, que subestimó
las diferencias culturales y étnicas del país y promovió la asimilación como
estrategia de manejo del tema indígena, acentuando y no disminuyendo así
las desigualdades sociales y brechas en torno a las minorías más vulnerables,
como es el caso indígena. Proyecto que refuerza la subvaloración que asocia
lo indígena con el subdesarrollo, con la pobreza e ignorancia, con “resistirse
a la modernización”.
¿Quiénes son?
A modo de conclusiones
Bibliografía
Prólogo
E
ste capítulo é parte do relatório de pesquisa da autora, elaborado entre
2013 e 2015, Durante o estágio pós-doutoral no Programa Estudos de
Pós Graduação em Serviço Social da Pontifícia Universidade Católica
de São Paulo – PUC-SP, sob a orientação da professora doutora Aldaíza Sposati.
A pesquisa foi circunscrita no contexto do fenômeno sociocultural das
populações tradicionais que habitam cidades amazônicas, expondo as per-
cepções da pesquisadora e um conjunto de ideias acerca da Proteção Social
transnacional, no contexto da tríplice fronteira do Amazonas/Brasil–Taba-
tinga – Colômbia/Letícia e Peru/Santa Rosa, que são defendidas a partir de
pesquisa bibliográfica e documental, confrontadas a partir das técnicas de
observação sistemática e diálogos com os sujeitos da pesquisa, com o objetivo
de problematizar a questão social dos indígenas urbanos e a proteção social
que os estados nacionais garantem aos mesmos, em espaços transfronteiriços.
Sabe-se que ao longo dos séculos os povos indígenas das Américas têm em
suas organizações sociais, complexos sistemas de pensamentos elaborados e
modos próprios de produzir, armazenar, expressar, transmitir, avaliar e ree-
laborar seus conhecimentos e suas concepções sobre o mundo, contribuindo
para a proteção do “homem e do sobrenatural”.
Esses sistemas foram desmontados e sobre eles erguidos novos sistemas
e formas de organização, nas quais, o homem e o sobrenatural têm pouca ou
nenhuma importância. A organização da sociedade e dos espaços sob a ótica
ocidental é a pedra angular, a base para a problematização da “questão indí-
gena”, que requer especial atenção aos segmentos mais vulneráveis.
125
O desmonte dos complexos sistemas das sociedades indígenas motivou
a migração para cidades de milhares de indígenas por toda América, e nas
cidades, os indígenas tiveram pouco acesso. O objetivo deste capítulo é pro-
blematizar a questão social dos indígenas urbanos e a proteção social que
os estados nacionais garantem aos mesmos, em espaços transfronteiriços,
tomando como participantes, o segmento populacional criança e adolescente.
No processo de confronto entre a literatura consultada e a realidade empí-
rica utilizou-se as produções de Gasché (2008), pela importante tipificação da
população, cultura e economia que este pesquisador tem da região Pan-Ama-
zônica e Salama (1999 e 2012) pela análise sobre as economias informais na
América Latina. E, em face, ao mix socioespacial os dados documentais e
bibliográficos ainda foram confrontados com a realidade empírica e valida-
dos conforme recomendam Sposati e Paugam (2012), buscando compreender
as expressões da “questão social”, que exigem da proteção social, formas de
combate às desigualdades sociais, apresentando-se a “questão indígena” como
forte componente das desigualdades sociais do locus pesquisado.
No transcorrer da pesquisa que subsidiou a elaboração deste capítulo
de livro buscou-se intercâmbio com pesquisadores dos países fronteiriços:
Colômbia e Peru, o que possibilitou a abertura de diálogo com outros sabe-
res e subáreas das ciências humanas, para além do serviço social, que é a
área de atuação da autora. Por aproximações sucessivas, a antropologia, bem
como, a sociologia possibilitaram desvelar do objeto de interesse da pesquisa
e ampliando a abordagem do estudo sobre a Proteção Social aos indígenas
urbanos nas cidades mencionadas, no caso delimitado para este capítulo, a
cidade de Tabatinga-AM.
Para este capítulo de livro procedeu-se com recorte o geográfico e man-
tiveram-se os dados da situação de descriminação e exclusão dos indígenas
na Amazônia, no caso específico, os que habitam a cidade de Tabatinga, des-
tacando o segmento criança e adolescente e a proteção social que o Estado
brasileiro dispõe para o aludido segmento populacional.
Verificaram-se as competências do Estado na criação de políticas públicas
para viabilizar meios de tornar as cidades menos desiguais em relação aos
indígenas que enfrentam os desafios de habitar espaços citadinos e ressalta-se
que a cidade delimitada e as demais pesquisadas são “áreas sensíveis”, pos-
suindo reputação duvidosa no item economia informal ou não contabilizada.
5 A distância entre Tabatinga – Manaus em linha reta é de 1.108 e via por fluvial é 1.573.
/sites/8100/8133/ Distância dos Municipios em relação à capital.
6 Pacto do Pacífico ou Aliança do Pacífico – É formada pelos países do Chile, Colôm-
bia, Peru e México e tem por premissa a integração regional; até porque nunca foram
admitidos no MERCOSUL, talvez pela questão óbvia da geografia política. Estes países
construíram, ao longo dos últimos dez anos, um círculo virtuoso: sanearam as suas
economias, mantiveram taxas sustentadas de crescimento, diminuíram sensivelmente
o desemprego, melhoraram os parâmetros sociais notadamente nos itens educação,
segurança, transporte público e saneamento, e colocaram as suas empresas no circuito
do mercado mundial, mediante tratados de livre comércio com vários países, inclusive
com os Estados Unidos e a União Europeia. Referindo-se ao Pacto do Pacífico o Pre-
sidente do Peru expressou que: “...O pacto do Pacífico não é uma ideia romântica; o
mesmo se apoia na economia interna dos nossos países...” apud Corrêa da Silva (2015).
7 O termo exclusão social é um termo vago, impossível de ser definido por critério único,
carregado de conotações econômicas, social, políticas e culturais e que, por sua ampli-
tude, se presta a interpretações errôneas. Ver: Martins, José de Souza – Exclusão Social
e Nova Desigualdade, 1997. Pode-se ainda dizer que o termo foi utilizado para referir-se
ao número cada vem maior de questões como: pobreza, desigualdade, discriminação
racial e étnica, subclasse, marginalidade, indigência, privação etc.
Conclusão
Referências
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Introducción
E
n América Latina, es inminente la presencia de indígenas en las ciuda-
des. Según el reporte de Banco Mundial (2015), el 8% de la población
de América Latina es indígena, que en términos absolutos son alrede-
dor de 42 millones de personas, de los cuales la mitad vive en zonas urbanas.
Además, del total de población que vive en pobreza extrema por insuficiencia
de ingresos, el 17% es población indígena. Los principales países de América
Latina con población indígena son México, Guatemala, Perú y Bolivia, con
80% del total de la región. En tanto, Colombia, aplicando la proyección de
población nacional al 2010, del censo Nacional del 2005, tiene el 3,3% de la
población indígena de América Latina, aproximadamente 1,53 millones de
personas (BM, 2015: 25). En Colombia, son aproximadamente 87 pueblos indí-
genas distribuidos en 700 resguardos, quienes por causa de conflicto armado
del país se han desplazado a cabeceras de municipales y a las grandes ciudades
(ACNUR & UNCHR, 2012).
Medellín es una de las ciudades de Colombia que recibe población des-
plazada por la violencia, aproximadamente 2,5 millones de personas viven
en la ciudad, y más de 300 mil desplazados se recibieron en la última década;
incluso, el 55% de los indígenas del Cabildo Chibcariwak, uno de los prin-
cipales de la ciudad, han llegado a la ciudad por desplazamiento forzoso. En
143
general, en el territorio viven 6.014 indígenas, de acuerdo con la encuesta
de calidad de vida 2014, y según información de los cabildos que están en la
ciudad, son 4.300 indígenas (Personería, 2014: 228). Los cuales se distribuyen
en la ciudad entre sus 16 comunas y 6 corregimientos, con el principal foco de
concentración de población en las comunas Popular, Villa Hermosa y Aran-
juez, así como el corregimiento San Antonio de Prado (Alcaldía de Medellín,
2015) –ver cuadro 1–.
Cabildo Chibcariwak
Cabildo Inga
El ÍPM Med nace como una propuesta de medición que abarca algunos de los
problemas que caracterizan la pobreza en América Latina y, en particular, en
la ciudad de Medellín, con atención en la búsqueda de dimensiones valoradas
por la población indígena. Incluye las siguientes dimensiones: las condiciones
del hogar, las condiciones personales básicas, educativas, socioeconómicas y
de inseguridad y violencia (Cuadro 3). Esta tipología, responde a los mismos
criterios de medición que el ÍPM global. Dichas dimensiones están amparadas
en la literatura que distingue problemas de estructura social, relacionadas con
las características de la pobreza de la región, tales como: la enorme informali-
dad laboral, la considerable inseguridad y un índice importante de inmigración
(Portes y Hoffman, 2003), la violencia (Londoño, Gaviria & Guerrero, 2000;
Briceño-León, 2002), el trabajo infantil (LLECE-UNESCO, 2010), los bajos
ingresos, la maternidad adolescente, la falta de acceso a servicios básicos y
atención sanitaria oportuna (CEPAL & UNICEF, 2007), y la discriminación
por clase social, etnia, raza o color (Fernandes, 2004; LLECE-UNESCO,
2010; Proença 2009; Ravanello, 2010; Soares & Alves, 2003) y género (Galle-
go-Duque, 2015).
En la primera dimensión incluimos indicadores de la vivienda y el control
del entorno material; en la segunda, indicadores sobre la vida y la nutrición
de los miembros del hogar; la tercera, consta de indicadores sobre la atención
pre-escolar, la matrícula infantil y juvenil, el rezago escolar y la deserción;
la cuarta, incluye el trabajo infantil, la educación de los adultos, el entorno,
la afiliación laboral, el empleo formal remunerado y los ingresos familiares
y, finalmente en la quinta, las condiciones de entorno relacionadas con la
inseguridad y la violencia. En total, construimos el índice con 24 indicadores
que son comparables entre Belo Horizonte y Medellín. Las bases de datos
usadas fueron PNAD-2009 para Belo Horizonte y ECV-2010 para Medellín.
En el Cuadro 3 presentamos el resumen de las dimensiones, los indicadores y
los umbrales para el cálculo del Índice de Pobreza Multidimensional de cada
ciudad (ÍPM Med).
Para hacer más clara la comparación entre Belo Horizonte y Medellín apli-
camos los respectivos elevadores poblacionales de las encuestas PNAD (2009)
y ECV (2010). De esta manera, la muestra elevada con el factor poblacional
nos lleva a comparar 5.120.798 personas de Belo Horizonte y Área Metropo-
litana con 2.343.049 personas de Medellín. En el Cuadro 4 presentamos los
datos estadísticos descriptivos de las variables incluidas en el ÍPM Med y las
privaciones del total de la población de Medellín.
Como se observa en el Cuadro 4, las dimensiones que más afectan a la
población de Medellín están relacionadas con aspectos estructurales de orden
socioeconómico como: los problemas de inseguridad y violencia, la informali-
dad del mercado laboral y su incapacidad para emplear la mano de obra, la baja
escolarización de los adultos, el rezago escolar (aspectos también observados
en Belo Horizonte) y, además, la inseguridad alimentaria de los adultos.
Estos resultados confirman la literatura sobre América Latina donde, estos
aspectos son los que más explican las privaciones de la mayoría de la población,
aunque esta no sea clasificada como pobre. Además, con los casos de Belo
Horizonte y Medellín, también se constatan las diferencias con otras regio-
nes del mundo pues, en general, las condiciones del hogar (electricidad, agua
potable, saneamiento, basura, paredes de la vivienda y combustible con el cual
cocinan), la mortalidad infantil y prenatal, y la matrícula infantil y juvenil, no
son los aspectos de más privación. Estos sí indican un ascenso del desarrollo
del sur, pero un desarrollo que sigue limitado por la presencia de los problemas
estructurales, muchas veces abordados en la literatura sobre América Latina y
que no deben desconocerse en la formulación de los índices de pobreza.
Comentarios finales
Hacer una medición que recoja la perspectiva indígena, sus conceptos, sus
privaciones en función de las prácticas culturales y comunitarias, requiere de
un instrumento con pertinencia. Al respecto, son dimensiones pérdidas en
las bases de datos oficiales para el análisis de las realidades que los indígenas
valoran y tienen razones de valorar. Por ejemplo, el Sisben, que es el instru-
mento oficial de focalización del gasto en política pública en Colombia, no
tiene una variable de reconocimiento étnico, entonces, no se puede diferenciar
a la población indígena o afrodescendiente para analizar los rubros del gasto
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Jorge E. Horbath*
Introducción
L
os procesos de globalización y de pauperización del campo mexicano
han dado lugar al abandono cada vez mayor de la actividad rural,
especialmente en comunidades indígenas que se ven obligadas a migrar
a las ciudades. Su llegada a ellas no es sino la extensión de la exclusión y
marginación de este grupo poblacional que, al incorporarse a los espacios
urbanos, recibe los embates de la segregación y la discriminación social y
no encuentra el reconocimiento de sus derechos básicos promovidos desde
distintos espacios internacionales y nacionales.
El marco institucional y normativo de los derechos indígenas por el que
distintos sectores han venido luchando supone identificar y exigir el cum-
plimiento de derechos vinculantes, como son los derechos a la educación, la
salud, la vivienda y el trabajo, además del derecho al “usufructo equitativo de
las ciudades”, según lo enuncia la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad;
el reconocimiento de estos derechos no se ha puesto en marcha para el caso
de México.
Este capítulo busca mostrar esta situación respecto a los derechos, así como
analizar las percepciones de las y los indígenas en tres ciudades caribeñas del
estado de Quintana Roo en el sureste mexicano: Cancún, Playa del Carmen
y Chetumal. Para ello, se retoman resultados de un proyecto de investigación
más amplio titulado “Exclusión, discriminación y pobreza de los indígenas
urbanos en México” que fue financiado por la convocatoria de Ciencia Básica
SEP-CB 2012-1 del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).
169
Para captar la percepción de las y los indígenas sobre sus condiciones de
vida y las formas de discriminación que experimentan, se utilizaron distintas
técnicas cualitativas que reconstruyen los significados de esos fenómenos y
permiten conectarlos con los mecanismos de la discriminación, los contextos
en los que esta tiene lugar y los distintos actores que intervienen en esa forma
de relación social. Entre las técnicas usadas, realizamos entrevistas abiertas,
entrevistas cortas de léxico, entrevistas semi-estructuradas y grupos foca-
les. Para localizar a la población indígena con presencia en estos espacios
geográficos se consideraron dos criterios: que residan o bien que laboren en
dichos espacios, es decir, que desarrollen en los mismos una parte de su vida
cotidiana.
En la primera parte del trabajo se exponen los aspectos paradojales del
reconocimiento de los pueblos indígenas, seguido de una breve exposición
de los instrumentos que integran tanto el marco normativo internacional
como mexicano, marcos que reivindican los derechos de los indígenas. Pos-
teriormente, se exponen y analizan las percepciones que tienen los indígenas
migrantes a las ciudades estudiadas, destacando las particularidades del acceso
a la educación, la salud, la vivienda y el trabajo, así como sus puntos de vistas
sobre sus derechos a estos servicios. El documento se cierra con las conclu-
siones y reflexiones que señalan las limitantes, tanto del marco normativo
como de la política pública, para cumplir con los compromisos internacionales
firmados en materia de reconocimiento de los derechos de los indígenas en
ámbitos urbanos del sureste del país.
Normatividad internacional
Normatividad mexicana
Encontrando vivienda
Son los migrantes los peor tratados en las instituciones de salud, pues
cuando se enferman e intentan ir a un centro de salud no saben el procedi-
miento que deben seguir para ser atendidos. Junto a esto se encuentra la falta
de costumbre de hablar español o el pobre manejo de esta lengua, algo que
genera que la comunicación no sea tan fluida.
Conclusiones
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Mauricio López-Ruiz*
Introducción
E
n octubre del año 2016, la directora de la Caja Costarricense del Seguro
Social (CCSS), institución estatal central encargada de la prestación
de servicios públicos de salud en Costa Rica, reconoció públicamente
la labor que ha venido desarrollando el médico y salubrista Pablo Ortiz en
materia del reconocimiento de derechos en salud para poblaciones indígenas.
Esta deferencia, por un lado, premia el trabajo de un profesional que, durante
35 años, estuvo dedicado a impulsar políticas en una región (la zona sur) que
históricamente ha vivido bajo la pobreza y exclusión social. De lo anterior,
tenemos como muestra el último de sus logros, a saber, la construcción en el
2011 de una clínica comunitaria (conocida como La Casona) dirigida a brindar
atención primaria a la población Ngäbe, residente en la región de Coto Brus.
Dicha clínica, cuya arquitectura y distribución espacial respeta su cosmogonía,
ofrece a sus pacientes un espacio de encuentro en donde se conjugan saberes
del personal especializado en biomedicina con los de la medicina indígena
(Zúñiga, 2016: 10).1
Por otra parte, este merecido premio también nos habla acerca de cómo
se ha venido posicionando el tema indígena en las agendas de políticas en
salud. Primero, porque la propuesta de atención allí desarrollada es pionera.
Segundo, porque supone el establecimiento de una acción afirmativa en donde
la cuestión de la diferencia cultural se incorpora tanto a su lógica de asegu-
189
ramiento como a su estrategia de provisión de beneficios. Tercero, porque el
sujeto de derechos al cual se hace referencia es un indígena, con nacionalidad
costarricense, residentes en territorios indígenas (los cuales se localizan en
espacios rurales).
El último de los puntos mencionados merece ser subrayado. Como se
comentará luego, en Costa Rica existen poblaciones para las cuales esta manera
de reconocer el derecho a la salud de las personas indígenas podría estarse
quedando corta. La primera, compuesta por una importante proporción de
personas que tienden a salir, temporal o permanentemente, de los territorios
indígenas que les vieron nacer. Hablamos de nuevas y viejas generaciones
de ciudadanas y ciudadanos costarricenses que han encontrado en centros
urbanos u otras zonas rurales del país, un lugar donde mejorar su calidad de
vida, conseguir empleo, recibir educación pública, o tener acceso a servicios
de salud. El segundo, integrado por indígenas que provienen del extranjero,
y que se han afincado en el país (como los provenientes de la Miskitia nicara-
güense), o son trabajadores migrantes temporales panameños de la comarca
panameña Ngäbe-Buglé.
En este caso, estamos en presencia de dinámicas migratorias que ameritan
el preguntarse ¿qué tan protegidas se encuentran las poblaciones indígenas,
y dentro de ellas, las poblaciones que se movilizan? El presente ensayo, tiene
como objetivo central el brindar respuesta a estas preguntas, y se compone
de cuatro secciones centrales. En la primera, se describe brevemente cómo
se han obtenido y trabajado los datos presentados en este escrito. Luego, se
introduce el término de regímenes de derechos en salud, como un medio para
comprender los sistemas públicos de salud desde un enfoque de derechos.
Acto seguido, se hace una breve descripción del perfil socioeconómico de las
poblaciones indígenas, para luego entrar a analizar las acciones mediante las
cuales se han reconocido (de manera formal y de facto), los derechos en salud
de estas poblaciones. Finalmente, se discute acerca de los retos que supone
proteger a indígenas, centrando la atención en el tema de poblaciones móviles.
Análisis y métodos
3 Esta idea la retomo del trabajo de Lydia Morris (2002) sobre derechos de ciudadanía.
4 El concepto de estatus precarios lo adapté del trabajo de Goldring, Berinstein y Berhhard
(2009). Ellas lo aplican al caso de estatus legales de no-ciudadanía, como las que
tienen categorías de individuos como refugiados o inmigrantes indocumentados. En el
presente ensayo, este concepto se encuentra referido al reconocimiento de derechos
en salud, aplicándose para el caso de poblaciones indígenas (sean estas nacionales o
extranjeras).
Como puede notarse, en Costa Rica los últimos años han sido testigos de
un incremento en la movilización de población fuera de los territorios indíge-
nas. De hecho, para ese último año, un 41 % de estas personas se encontraban
viviendo en centros urbanos (INEC, 2011). A este grupo, habría que añadirse
al menos dos grupos de poblaciones indígenas migrantes, mencionados en el
apartado introductorio: uno, proveniente de la Miskitia nicaragüense; y otro,
proveniente de la comarca panameña Ngäbe-Buglé (entrevistas a la CCSS,
Ministerio de Salud). El primer grupo, ha sido captado en algunos textos como
los de Guevara (2000), Castañeda y Tenorio (2001), y Castañeda, et al. (2003),
así como por nuestros entrevistados de la CCSS. Sin bien no hay estudios
formales, en las fuentes citadas se menciona que estas personas (compuesto
por alrededor de dos mil personas) migraron al país durante la década de los
años ochenta, y al igual que las migraciones de sus otros coterráneos, ellas se
integraron a labores en el sector de la construcción, en servicios domésticos o
7 Antes de esta política, se habían llevado a cabo algunas acciones aisladas por parte
de la CCSS o el Ministerio de salud, sobre todo en materia de medicina comunitaria.
Sin embargo, ella constituye el primer (y como veremos luego, el único) esfuerzo de
planificación conjunta surgida dentro del sistema público de salud. Sobre este punto,
véase Castañeda et al. (2003: 36).
8 En la exposición de los objetivos que tendría esta nueva política, de nuevo las pobla-
ciones indígenas migrantes no aparecerían en escena. Nuevamente, los sujetos de
derecho en los cuales se siguen pensando estas acciones afirmativas están integradas,
primordialmente, por las y los residentes de territorios indígenas.
9 Sobre este punto, es necesario indicar que, a escala nacional, en el año 2011 se repor-
taba un promedio general de 8% de población no asegurada.
10 En buena teoría, los programas elaborados por la CCSS deberían derivarse de los
planes nacionales diseñados desde el Ministerio de Salud. Sin embargo, se han dado
casos en los cuales la CCSS desarrolla acciones que permiten compensar la ausencia
de planes nacionales.
Reflexión final
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de Servicios de Salud). en la juventud (San José: Servicio Jesuita
para Migrantes).
La ocupación de la ciudad
Espacialidad indígena en la urbe: el caso de
los Ngöbe-Buglé en el Gran Área Metropolitana
(GAM) de Costa Rica
Introducción
D
urante los últimos dieciséis años, las dinámicas de acumulación
económica en la región centroamericana han estado marcadas por
una concentración urbana de la riqueza y bajo una lógica neo-ex-
tractivista, afectando directamente la configuración de espacialidad en tanto
práctica social de relacionamiento con la dimensión del espacio productivo/
reproductivo (Soja, 2000).
Para el caso costarricense, esta nueva forma de construcción social de la
dimensión espacial urbana ha tenido como protagonista a la población indígena
la cual, como fuerza de trabajo agrícola, se ha tenido que desplazar desde sus
territorios originarios hasta los principales centros urbanos cantonales con el
fin de conseguir empleo en los grandes latifundios de banano en el atlántico
sur, o en las pequeñas y medianas fincas cafetaleras del valle central.
Tal y como se constata, esta presencia urbana de la población indígena se ha
dado de manera diferenciada y desigual, y en mayor medida con la incorpora-
ción de la población infante y femenina en las prácticas de mendicidad urbana.1
Es por ello que el presente estudio intenta dilucidar cómo se ha configurado
un nuevo tipo de espacialidad en la urbe costarricense, a partir de la presencia
e interacción de esta población bajo una lógica de desigualdad y marginación.
En los siguientes apartados, se desarrolla brevemente los principales ante-
cedentes de contexto, así como el análisis de las condiciones estructurales de
espacialidad urbana costarricense que se suceden con la dinámica inmigratoria
(interna y externa) indígena.
1 Desde el año 2005, la cada vez mayor presencia de mujeres y niños(as) indígenas en
las calles de los principales centros urbanos del Gran Área Metropolitana de San José,
está signada por condiciones de vulnerabilidad social y cultural (Mena, 1 de febrero de
2015).
213
En los dos primeros apartados, se analiza respectivamente la importan-
cia relativa de la población indígena en la urbe costarricense, así como las
condiciones de variación de la estructura socioproductiva en la demanda de
mano de obra indígena; en un tercer apartado, se describe el caso particular
de la migración indígena Ngäbe-Buglé y su impronta en la urbe costarricense.
Finalmente, en un cuarto y quinto apartado, a la luz de la migración indígena
a la urbe en los últimos doce años, se aborda el tema de la configuración de
espacialidad urbana costarricense y la importancia del sistema económico de
mercado para su constitución.
2 Estas culturas son reconocidas bajo el Decreto Ejecutivo N° 13.573 G-C. De igual
manera, los territorios fueron creados con rango de Ley.
Fuente: elaboración propia a partir de datos censales por distrito, año 2000.
3 Debemos indicar que no existe a la fecha algún documento o investigación que analice
las razones de cambio demográfico de la población indígena entre el 2000 y 2011, cerca
Fuente: elaboración propia a partir de datos censales por distrito, año 2011.
de 40.267 personas más. En este sentido, habría que indicar que entre los posibles
factores de esta variación cuantitativa estarían: mayor tasa de natalidad, una tendencia
positiva de la población a autoidentificarse como indígena, desplazamiento de la pobla-
ción a zonas urbanas de fácil acceso lo cual permitió ser censadas y mayor presencia
de la población inmigrante indígena en el país a partir del año 2005.
7 Para el año 2015, la actividad agropecuaria disminuyó en un 4,1% (BCCR, 2015: 14).
8 Debemos destacar que aquellas tesis “economicistas” que critican la falta de voluntad
de trabajo por parte de la población indígena, principalmente en el peonaje y recolección
de fruta, han sido falseadas en sus presupuestos ortodoxos de oferta y demanda laboral
pues no han considerado que la variación de la tasa salarial responde a las necesidades
históricas de la reproducción de la fuerza de trabajo del país.
9 De acuerdo al Banco Mundial, la población urbana en Centroamérica ha crecido a una
tasa promedio de 3,8% anual, más rápido que el promedio mundial y el latinoamericano.
10 En general, Centroamérica concentra el 59% de la población en zona urbana. Costa
Rica es uno de los países con más rápido crecimiento de población urbana anual en
el mundo (2,5% en el año 2014) si se le compara con otros países que poseen niveles
similares de urbanización (World Bank, 2016: VIII).
22 Cabe destacar que las relaciones de sometimiento no solo se concretan en las relacio-
nes de producción, sino además en los niveles de género y etnia.
23 Contrariamente, en un nexo no capitalista (como en los territorios indígenas), la fuerza
de trabajo se reproduce bajo la forma no-valor, siendo exclusivamente valor de uso
(Dierckxsens, 1979: 47).
Conclusiones
Bibliografía
Introducción
A
partir de un trabajo de corte antropológico-etnográfico desarrollado
en el año 2012 –específicamente sobre el eje de la calle Chimborazo
del centro histórico de Quito–, se caracterizan las relaciones entre la
población indígena, los blancos mestizos y las diversas instituciones estatales.
Comenzamos con una reseña histórica de algunas experiencias importantes
en Ecuador, para luego enfocarnos en la calle Chimborazo, a partir de una
revisión de las principales investigaciones producidas en la última década, que
tratan sobre el centro histórico de la ciudad y sus procesos socio-históricos.
Finalmente, se mapearon los procesos organizativos y las formas de inciden-
cia en la gestión para la definición de programas y acciones de institucionalidad
vinculados a pueblos indígenas urbanos desde los años noventa, en el Muni-
cipio del Distrito Metropolitano de Quito.
231
distintas ciudades y pueblos desde el siglo XVIII hasta el presente. También,
localizamos algunas prácticas de institucionalidad, o iniciativas de gestión
pública indígena en las municipalidades con alcaldes originarios. Actores fun-
damentales para lograr la difusión de saberes y los valores culturales indígenas
en espacios públicos y privados en Ecuador.
1 Huasipungo: término kichwa que significa pequeña porción de tierra que cultiva el indio
para su uso, pero que lo obliga en un contrato forzoso con el latifundista.
2 Se trata de un terrateniente que manejaba su hacienda con despotismo y desprecio
hacia las leyes del país, vulnerando sistemáticamente los derechos elementales de sus
siervos, los cuales pasaban a ser “propiedad” de la hacienda.
Cayambe es una ciudad con mucha historia. Allí nacieron los primeros
sindicatos campesinos, las primeras escuelas de educación intercultural bilin-
güe, lugar de la primera Reforma Agraria. Cuna de grandes líderes como Jesús
Gualasiví, Tránsito Amaguaña, Dolores Cacuango, entre otros.
A partir de la constitución ecuatoriana de 1998, con el reconocimiento de
los derechos colectivos, el pueblo Kayambi emprendió un proceso de recons-
trucción con el objetivo de contar con una instancia que agrupe al conjunto del
pueblo. De esta manera, se conformó la Confederación del Pueblo Kayambi,
cuyos miembros son comunas con territorios originarios, comunidades y orga-
nizaciones. Desde el 2014, por primera vez después de más de 500 años de
colonialismo y 130 años de vida republicana, cuenta con un alcalde indígena.
La primera acción fue la declaratoria de Gobierno Autónomo Descentralizado
Plurinacional e Intercultural, promoviendo y aplicando la justicia indígena.
El alcalde indígena, Guillermo Churuchumbi, mencionó en una mesa de
diálogo que:
los abogados o los políticos no entienden qué son las comunas, el valor
de la palabra milenaria, las raíces ancestrales. Si bien pueden tener títulos
profesionales, no saben ni tiene voluntad para construir el Estado Pluri-
nacional que establece la Constitución Ecuatoriana y el propio Código
Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización
(COOTAD). (Pantoja, 2016)
Todas estas experiencias de lucha social indígena han configurado a las
sociedades más explotadas a organizarse formando sindicatos y organizaciones
urbanas y rurales indígenas en las ciudades. Con logros importantes, que se
han adquirido con los levantamientos y protestas en distintos ámbitos sociales,
han surgido muchos cambios culturales, sociales y políticos, nuevas dimen-
siones para consolidar un Estado Plurinacional e intercultural que ampara la
propia constitución ecuatoriana, vigente desde el año 2008.
Conocemos que, para las décadas de los sesenta y setenta, existió un pro-
ceso de asentamientos indígenas en la zona de San Roque, provenientes en su
mayoría de Chimborazo y Cotopaxi, dedicados al comercio de ajo, al oficio
de cargadores, albañiles y servicio doméstico, que estaban asentados en las
inmediaciones del viejo mercado, la iglesia, hacia el lado del relleno de la Av.
24 de Mayo y en el Sector del Placer. Para el año 1981, cuando el mercado se
trasladó hacia el Cumandá (antiguo Colegio Central Técnico), los indígenas se
trasladaron con él. También estaba la gente no-indígena, que eran propietarios
de casas en el sector, y en ese sentido constituían una “élite” dentro del barrio,
ubicados especialmente en la calle Bolívar.
El gran re-poblamiento indígena se dio a partir de los años setenta, cuando
se vivió una fuerte migración de indígenas provenientes de la Provincia
de Chimborazo, que empezaron a asentarse en San Roque, principalmente
por una vinculación al mercado y a las actividades comerciales próxi-
mas al barrio. La migración que llega a San Roque persistirá en buscar la
subsistencia en el espacio urbano, y de esta persistencia irá surgiendo un
nuevo sujeto: el indígena urbano como parte de la ciudad de Quito. (Espín,
2009: 20-28)
Según el Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC), en 2010,
la población de Quito es de 2.239.199 habitantes. El 51,45% son mujeres. Las
La educación indígena
Cuando era cargador […] yo digo que todo trabajo es digno, a veces car-
gaba y en la noche estudiaba y luego hacia deberes eso me da orgullo eso
de estar estudiando. Cargaba mote, costales de papas, chochos, pero esta
historia es importante cuando se tiene un objetivo no hay trabajo más duro
mientras no se quiera hacer. (Avimañay, 2011)
Es por esto que la educación se convierte en una búsqueda constante por
parte de los padres de familia que viven y laboran en el sector de San Roque.
Todos los esfuerzos y sacrificios tienen sentido por la educación de los hijos
o hijas.
Introducción
E
l objetivo de este estudio es mostrar las relaciones entre comercio y
cultura popular y los dispositivos de seguridad, así como con una esté-
tica excluyente relacionada con lo patrimonial en la ciudad de Quito,
Ecuador. Nos referimos a agenciamientos o redes de relaciones generadas por
el intercambio, a lo que hemos llamado trajines callejeros, asumidos estos
“como formas de circulación paralelas, caracterizadas por el flujo constante
entre la ciudad y el campo, la conjugación de economías formales y no forma-
les, y una relativa autonomía con respecto a la acción del Capital y el Estado”
(Kingman & Muratorio, 2014: 9).
Para el desarrollo de este trabajo, tomamos como referencia nociones como
las de seguridad, racismo y usos sociales de los espacios. La noción de seguri-
dad ha sido asumida por Foucault (2006) en el contexto del debate europeo, sin
que existan suficientes estudios que muestren su fertilidad al momento de ana-
lizar procesos como los de América Latina. El nacimiento de la seguridad en
un sentido histórico moderno, coincidió con el desarrollo del mercado interno,
la urbanización y la formación de economías manufactureras e industriales en
Europa. En términos sociales, forma parte de un nuevo tipo de preocupación
por el gobierno de poblaciones en proceso de urbanización, desligadas de
antiguos lazos patrimoniales y comunitarios, incorporadas a flujos y relaciones
múltiples. Estos dispositivos, al mismo tiempo que contribuyeron al funciona-
miento social sirvieron de fundamento para la restructuración del Estado. Otro
aspecto importante, en términos conceptuales, es la relación entre seguridad,
biopolítica y racismo. Si bien el racismo es un elemento de la seguridad, no
255
opera del mismo modo hoy que en el pasado. Hasta la primera mitad del siglo
XX, el racismo era una expresión fuerte del mundo de la hacienda, mientras
que actualmente hay que entenderlo no solo en relación a la reproducción de
las fronteras étnicas, sino como parte de una biopolítica moderna.
La seguridad es concebida desde las políticas públicas, en términos de baja
policía (Rancière, 2006) cuando en realidad la policía es uno de sus aspectos,
pero no el único. La noción de seguridad puede asumirse como política de
control, represión y castigo o en términos más amplios de gobierno de las
poblaciones. La seguridad está relacionada con las formas en cómo se organiza
el gobierno de las poblaciones, y eso tiene que ver tanto con su economía y su
bienestar como con su vigilancia, disuasión y control. Desde la perspectiva
que nos interesa desarrollar en este estudio, no podemos perder de vista,
además, que la seguridad está interesada en los flujos de cosas y personas y
la organización de los espacios.
Desde las políticas públicas, existe una fuerte tendencia a ver los distintos
elementos que organizan el funcionamiento de la ciudad de manera sepa-
rada (Salgado, 2008) como parte de campos especializados de administra-
ción, mientras que a nosotros nos interesa analizar de qué modo se relacionan
ámbitos aparentemente tan distintos como seguridad y patrimonio, policía y
organización del espacio, patrimonio y racismo. Y hacerlo en relación a los
agenciamientos populares y de manera más específica, el de los mercados.
Quito era en la primera mitad del siglo XX, una ciudad ubicada en el
umbral de la modernidad, en la que, si bien se veía los efectos de un capita-
lismo incipiente, era aún muy fuerte el peso de la Hacienda y de las relaciones
estamentales y jerárquicas. El Plan Odriozola (1947) marcó una primera estra-
tegia moderna de separación entre el norte y el sur de la ciudad, de acuerdo a
las ocupaciones, los flujos y las clases sociales. En la vida cotidiana, esto se
profundizó a partir de la aparición de actividades industriales embrionarias
con sus barrios obreros y, por otra parte, de espacios residenciales claramente
diferenciados. Visualmente, esto se expresaba en hitos o separaciones, reales
e imaginadas, entre el sur, el centro y el norte. Se trataba de una separación
en la que, sin embargo, continuaban operando distintos puntos de encuentro
relacionados con el comercio y el uso de espacios públicos. Actualmente, por
el contrario, la tendencia a separación y diferenciación social en el espacio
es lo dominante, dentro de un escenario que paradójicamente es dinámico,
interconectado y cambiante.
La percepción de los barrios populares de Quito como espacios peligrosos,
por los que no se puede circular, es relativamente reciente. Los primeros atisbos
de ese proceso se dieron en las primeras décadas del siglo XX, con los albores
de la modernidad, pero esto solo se convirtió en significativo en las dos últimas
décadas, cuando lo que se ha dado en llamar el sur ([aunque buena parte del
mismo está en el norte), y dentro de este Sur determinadas zonas (como La
Marín, San Roque, el Comité del Pueblo, La Lucha de los Pobres) pasaron a
ser estigmatizados por las políticas de seguridad. Se podría decir que han sido
zonas abandonadas por el Estado, desatendidas en sus necesidades básicas,
sujetas a la doble acción de la “baja policía” y de las pequeñas mafias, en las
que lo que ha reinado es la arbitrariedad (Agamben, 2004). Espacios dejados
a su suerte y visibilizados solo recientemente por los imaginarios del miedo,
profundizados desde los medios de comunicación, con fines de intervención,
adecentamiento y limpieza social, pero no de solución de los problemas más
sensibles de la gente.
San Roque ha sido calificado como un lugar peligroso, pero por lo que se
desprende de esta investigación, es al mismo tiempo un rico espacio relacional
volcado a la calle y a los trajines callejeros (Azogue, 1999). Si seguimos a
Lévinas (2001), se trataría de un espacio hospitalario, de un lugar de encuentro
de la gente indígena que ha migrado a la ciudad, en condiciones en las que la
ciudad en su conjunto se muestra poco hospitalaria, es decir poco abierta a
aceptar la presencia del otro.
Hablamos de un espacio hospitalario o que se percibe como hospitalario,
abierto a formas de relacionamiento peculiares, en el que participan sobre todo
indígenas, el mismo que se ve activado por la presencia del mercado.
Se trata de un espacio donde se generan formas de ayudas y reciprocidad
específicas que van más allá de lo individual. Hablamos de formas colectivas
de atención y cuidado, donde la “obligatoriedad de recibir a los recién llega-
dos se transforma en una norma moral” (Azogue, 2011: 23). Estas formas de
relación posibilitan la configuración de redes familiares y de ayuda mutua,
que les permiten a estas poblaciones sobrevivir y muchas veces consolidar un
proyecto de vida en la ciudad en las diferentes temporalidades de su proceso
migratorio. Este tipo de relaciones posibilita la consolidación y permanencia
de estas redes en la ciudad y más específicamente en el espacio del mercado
como espacios de la vida cotidiana. Como lo analizan algunos investigadores
(Moscoso et al., 2015), se trata de redes de colaboración alrededor del mercado,
imbricadas en estructuras económicas, sociales y políticas.
Los sentidos y formas de apropiación que se van constituyendo en este
espacio son diversos, y dependerán mucho de las características de los grupos
humanos. Por ejemplo, los jóvenes de San Roque, como una nueva generación
de indígenas que ha migrado a la ciudad y que ha creado formas propias de
relacionamiento con el espacio a través de la música, el arte, y el deporte. De
igual manera se pueden entender las formas de apropiación y significación
de estos espacios por parte de las mujeres indígenas, que se han establecido
en la ciudad de manera temporal o permanente. Históricamente, ha sido muy
fuerte la presencia de mujeres indígenas que se han dedicado a la venta de
productos en las calles y plazas. Desde el trabajo que se ha realizado con las
Final
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Introducción
D
urante la época colonial, los informes de los administradores, reli-
giosos y cronistas dieron cuenta de los constantes requerimientos
que se hacían a las comunidades indígenas para que se enviasen a
las mujeres indígenas a las casas parroquiales y a las haciendas para trabajar
como molenderas y tortilleras. Hoy por hoy, la utilización de las indígenas
para tales oficios ha variado de escenario: del campo a la ciudad. Además, las
mujeres que llegan a trabajar a las ciudades son cada vez más jóvenes, o niñas,
para decirlo en una palabra. Esto continúa sucediendo pese a la existencia
de un cuerpo de legislación que, en teoría, debería proteger a los/as menores
de edad. La presencia de jóvenes indígenas menores de edad en la capital es
cada vez más notoria, aunque sus contratistas quieran ocultarla. Se trata de
una población con pocas oportunidades, nulo o escaso acceso a la educación,
desarraigada de su comunidad de origen y expuesta a la explotación laboral
por parte de patrones mestizos o indígenas. Esta forma de esclavitud ape-
nas comienza a “destaparse” por parte de los medios de comunicación. Por
mucho tiempo, el racismo y la discriminación normalizaron, naturalizaron y
congelaron una imagen estereotipada de la mujer indígena atada al campo, al
trabajo manual, a la cocina, y al espacio del servicio para los otros. A ellas,
a esas niñas y adolescentes indígenas se las ha retratado en las tortillerías
como si hubiesen nacido allí y como si fuesen a quedarse para siempre en este
lugar; como si formaran parte de su esencia y porque se cree que carecen de
aspiraciones e ideales.
* Antropóloga social, Universidad de San Carlos de Guatemala. Sus áreas de trabajo son
etnicidad, relaciones interétnicas, manejo de tierras comunales; indígenas y mercado
laboral, etnicidad y cambio sociorreligioso en Guatemala.
Correo electrónico: cdaryfuentes130@gmail.com.
271
El presente artículo, aborda la explotación laboral de las jóvenes indígenas
en las tortillerías de la ciudad capital. Para aterrizar en este asunto, consideré
necesario evaluar el desempeño de la población indígena en el campo laboral
guatemalteco. Es decir, fue necesario contextualizar brevemente a los indíge-
nas en la ciudad, y luego abordar a la tortillería como nueva forma de esclavi-
tud dentro de un campo más amplio: el de la exclusión social. Esto nos permite
entender las dinámicas sociales que ocurren y que dan lugar a este tipo de
fenómeno. Se ha dividido el texto en tres partes: primero, una breve referencia
a los estudios sobre los indígenas en la ciudad; segundo, el panorama labo-
ral en Guatemala, principalmente acerca de la juventud étnicamente diversa.
Luego, en la tercera parte, se especifica la situación de las jóvenes indígenas
que trabajan en la ciudad, básicamente en dos ámbitos: el trabajo doméstico
en casa particular y en la elaboración de tortillas de maíz. El documento se
cierra con una sección de reflexiones finales.
1 Los hombres indígenas no visten traje regional en la ciudad capital, así como en muchos
de los municipios mayas.
3 El Código de Trabajo (Decreto 1.441), indica que los menores de 14 años pueden trabajar
en circunstancias excepcionales. “El empleador debe obtener autorización por escrito
de la oficina de Inspección Laboral para que un menor pueda trabajar como aprendiz
por tener necesidad dada la situación económica de sus padres o de las personas que
se hacen cargo de él o ella. El horario ordinario de trabajo establecido por la ley puede
ser como sigue: una hora por día y seis horas por semana para empleados de más de
14 años y dos horas por día y 12 horas por semana para menores de 14 años, siempre
y cuando se autorice su trabajo (artículo 149 del Código de Trabajo). En <http://www.
tusalario.org/guatemala/Portada/derechos-laborales/trato-justo/menores-y-jovenes>.
7 Nombre ficticio.
Reflexiones finales
Bibliografía
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populares de la ciudad de Guatemala (Gua- y cambio étnico (Guatemala: FLACSO)
temala: FLACSO). Cuaderno Debate N° 6.
Introducción
U
bicada en el occidente de México, la Zona Metropolitana de Guadala-
jara es la segunda más habitada después de la del Valle de México y
se ha convertido en un destino importante de migración para diversos
grupos étnicos del país. En ella viven principalmente mixtecos, wixaritari,
tseltales, tsotziles, choles, purépechas, ñhañhus, mazahuas, triquis, zoques y
293
tlapanecos. De los ocho municipios que la conforman, San Pedro Tlaquepaque,
Tonalá, Zapopan, Tlajomulco de Zúñiga y la misma ciudad de Guadalajara son
los espacios en donde existe una mayor cantidad de asentamientos o colonias
de indígenas migrantes.
La ciudad de Guadalajara es el ombligo de esta región, y sigue siendo el
centro gravitacional del estado en el que se concentran la población, los servi-
cios y poderes estatales; a ella acuden diariamente las personas a buscar la vida
–“buscar la papa”, como suelen decir–, entre ellos muchos indígenas migrantes
que se dedican al comercio ambulante y que trabajan sin descanso hasta los
fines de semana. Aun presentando gran diversidad de orígenes étnicos, prácti-
cas económicas y culturales, edades y géneros, las historias y experiencias que
viven quienes son indígenas tienen en común el trabajo arduo para conseguir
el sustento con sus oficios y conocimientos, a partir de lo que pueden y saben
hacer; al transitar estos espacios citadinos, la empleada doméstica, el albañil
de la construcción, la joven o el joven que lograron acceder a una carrera
universitaria reproducen su cultura de distintas maneras, buscando mejorar
sus condiciones de vida y acceder a oportunidades de trabajo y educación en
una ciudad inmensa y cada vez más excluyente.
¿Cuáles son las formas de inserción y las condiciones de vida de las per-
sonas y grupos indígenas en la Zona Metropolitana de Guadalajara? ¿De qué
manera viven la ciudad y qué significa para ellos ser indígenas en ella? ¿Qué
procesos de interacción experimentan en las colonias donde residen, en sus
trabajos, en las instituciones de educación y salud?
Este capítulo busca responder a estos interrogantes mediante el análisis
de información generada a partir del proyecto “Exclusión, discriminación y
pobreza de los indígenas urbanos en México”, que también incluyó a las prin-
cipales ciudades del sudeste del país y estuvo financiado por la convocatoria
de Ciencia Básica 177438. Se basa en el análisis de información primaria
generada entre marzo y septiembre de 2015, a partir de: a) entrevistas abiertas
a informantes claves de organizaciones de la sociedad civil y gubernamenta-
les; b) entrevistas cortas de léxico y semiestructuradas a personas indígenas
que viven en la ciudad, de distintas etnias, edad y sexo; c) observación no
sistemática en espacios sociales como el barrio y algunas zonas de la ciudad
donde trabajan, estudian o atienden su salud; y d) un grupo focal integrado
por personas de distintos grupos indígenas con variedad de edad y sexo, de
organizaciones de la sociedad civil y de institucionales vinculadas al sector.1
Esta información primaria se combinó con el procesamiento propio de datos
1 El trabajo de campo en esta ciudad fue realizado por la Dra. Blanca Alejandra Velasco
Pegueros, a quien agradecemos por su dedicación y compromiso.
2 Sin embargo, al menos para la migración de origen zoque, las primeras oleadas fueron
individuales, y de mujeres y hombres solos; para el caso de las mujeres, se ha docu-
mentado el apoyo de grupos religiosos franciscanos (Domínguez, 2011: 64).
Fuente: cálculos propios con base en microdatos del Censo de Población 2010 (INEGI).
Fuente: elaboración propia con base en resultados por AGEB y manzana urbana del Censo de
Población 2010 (INEGI). En <http://www.inegi.org.mx/sistemas/consulta_resultados/ageb_
urb2010.aspx?c=28111>.
Los datos del último censo de población indican que en los ocho municipios
que integran esta zona metropolitana viven 25.829 personas de 3 años y más
que hablan alguna lengua indígena, lo cual representa 0,6 % del total de la
población (Cuadro 1). Sin embargo, si se cruzan distintos atributos indígenas
y vínculos intergeneracionales del hogar, se llega a que el número de personas
indígenas asciende a 217.765 es decir, el 4,9 % de su población total (Cuadro 2).
14120 Zapopan 165.932 2.598 1.010.911 27.902 1.504 2.435 1.676 8.620 29.077 73.812 1.250.655
Total Estado de 1.195.722 38.876 5.718.855 247.218 7.202 12.011 5.622 33.656 153.325 497.910 7.412.487
Jalisco
Fuente: cálculos propios de los Microdatos del Cuestionario Ampliado del Censo de Población
2010. INEGI.
Categoría 1: sin información de atributos indígenas.
Categoría 2: no habla ni entiende lengua indígena, posiblemente habla español, pero se autoads-
cribe como indígena.
Categoría 3: no habla ni entiende lengua indígena, habla español o sabe leer y escribir un recado,
no se autoadscribe como indígena.
Categoría 4: no habla ni entiende lengua indígena, habla español o sabe leer y escribir un recado,
se autoadscribe como indígena.
Categoría 5: habla o entiende lengua indígena, no habla español, no se autoadscribe como
indígena.
Categoría 6: habla o entiende lengua indígena, no habla español, se autoadscribe como indígena.
Categoría 7: habla o entiende lengua indígena, habla español, no se autoadscribe como indígena.
Categoría 8: habla o entiende lengua indígena, habla español, se autoadscribe como indígena.
Categoría 9: sin atributos indígenas, pero con vínculo intergeneracional indígena en el hogar.
La residencia en la ciudad
Condiciones de trabajo
4 Las actividades económicas en las que se concentran los indígenas migrantes al muni-
cipio de Guadalajara son: comercio ambulante (22%), servicios educativos (25%), otros
servicios (36%), maquinarias y muebles (9%) y alimentos, textiles y pieles (2%). Cálculos
propios basados en INEGI, Censo de Población de 2010.
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discriminación étnico-racial en América
T
rago os relatos, as memórias, as lembranças, experiências vividas pelos
pais e avós, que traduzem um pouco a história do bairro Santa Inês e da
própria cidade de Santa Isabel do Rio Negro. E ainda as lembranças dos
adolescentes3 e jovens indígenas.4 As relações e ações construídas no passado
e que hoje são reatualizadas frente à dinâmica social reproduzida no cotidiano.
Reafirmo que o destaque a este bairro foi dado porque com frequência ele
apareceu nas falas, entrevistas e conversas. Seja por que a maioria dos meus
interlocutores reside neste bairro e/ou porque a Associação das Comunidades
Indígenas do Médio Rio Negro5 (ACIMRN) está aí localizada, o que me levou
1 ∗
Professora do Instituto Federal de Educação Ciência e Tecnologia do Amazonas, cam-
pus Lábrea. Endereço para acessar este CV: <http://lattes.cnpq.br/4386960179349872>.
2 Santa Isabel do Rio Negro, município do Estado do Amazonas, Brasil. Situado na
região conhecida como Médio Rio Negro. População estimada pelo Instituto Brasileiro
de Geografia e Estatística (IBGE) de 22.404 habitantes em 2015. Localiza-se a 781
quilômetros de barco de Manaus, ou 631 km por via aérea. Povos indigenas presentes
no município: Tukano, Bará, Tuyuka, Dessana, Arapaço, Kubeo, Piratapuia, Barasana,
Werekena, Miriti-Tapuia, Wanana, Karapanã, Baniwa, Baré, Tariana, Kuripaco, Maku-
-Hupda, Maku-Yhupde e Ianomami.
3 Farei uso do negrito para destacar expressões que foram identificadas ao longo do
trabalho de campo, na própria fala dos entrevistados e que serão utilizadas no decorrer
do texto como critério explicativo para situações empiricamente observadas. O itálico
será aplicado nas palavras que designam conceitos cunhados na literatura utilizada
como base para esta reflexão e que dão suporte para as reflexões propostas ao longo
do texto.
4 Refiro-me a articulação coletiva ocorrida na região do Rio Negro a partir de 2007 e que
constitui enquanto expressão específica de uma categoria etária no contexto social do
movimento indígena a partir da criação na Federação da Organizações Indígenas do
Rio Negro (FOIRN), São Gabriel da Cachoeira-AM, de um departamento denominado,
Departamento de Adolescentes e Jovens Indígenas (DAJIRN). Seguido da criação do
DEJI na ACIMRN, em Santa Isabel do Rio Negro-AM.
5 O Médio Rio Negro localiza-se a jusante da cidade de São Gabriel da Cachoeira, pas-
sando pela cidade de Santa Isabel do Rio Negro/AM, abrangendo os dois municípios:
311
a frequentá-lo. E/ou porque foi no centro comunitário do bairro Santa Inês
que aconteceu a reunião de criação do Departamento de Juventude Indígena
(DEJI), enfim existem vários fatores que me aproximaram do referido bairro.
O mesmo foi à primeira concentração de moradores da cidade, e ainda
faz parte da memória e representação que fazem os moradores da cidade do
povoado.6 Destaca-se no discurso referente aos grupos de amigos7, pois a
rivalidade entre os grupos se expressa entre os jovens do povoado e do centro.8
O bairro Santa Inês foi formado por famílias indígenas a maioria vindas do
Alto Rio Negro,9 no fenômeno de mobilização, migração peculiar aos povos
indígenas do Rio Negro.
A população do Rio Negro é extremamente móvel, ou seja, ela desloca-se
constantemente por vários motivos: visita a parentes, conflitos internos nas
comunidades, acusações de feitiçaria, escassez de recursos naturais (peixes
ou terrenos agricultáveis), proximidades de escolas e hospitais, busca de
emprego; enfim, buscam aquilo que consideram uma melhor condição de
“Os grupos indígenas que habitam essa região pertencem a quatro famílias linguísticas:
aruak, tukano, maku e yanomami. [...] O Baixo Rio Negro situa-se dentro dos limites do
município de Barcelos, incluindo aí a bacia do Rio Negro e seus afluentes [...]. Os povos
aruak e tukano vivem nas margens dos grandes rios ou afluentes, em assentamentos
permanentes que vão desde sítios familiares até comunidades compostas por várias
famílias”. (Peres, 2013: 20-21 apud ISA, 1996).
6 Categoria de identificação utilizada pelas pessoas para identificar o espaço social,
bairro como lugar dos índios.
7 Classificados usualmente como “galera”. O laço que unem esses sujeitos em primeira
ordem é a afetividade, a amizade. Tais grupos são formados por meninos que cresce-
ram juntos no mesmo bairro e são muitas vezes ligados por laços de parentescos. Os
adolescentes e jovens que participam desses grupos são classificados na categoria
na categoria “infrator”, “perturbador da ordem pública”.
8 A divisão entre centro e povoado demonstra a demarcação de um “território” concreti-
zado, sobretudo, no período noturno, e cujo espaço de confronto, por excelência, seriam
os locais de festas frequentados por eles nos finais de semana e em alguns feriados.
Faz-se necessário enfatizar que quando os adolescentes e jovens se referem ao centro,
não significa precisamente o centro comercial da cidade. Este também faz parte, porém
é entendido de forma ampliada, envolvendo outros bairros: Centro, Aparecida, Santa
Ana e São Judas. É, portanto, um centro alargado. É outra concepção de centro que
não se aproxima da ideia de espaço mais antigo da cidade; lugar onde se concentram
as áreas de comércio e instituições públicas. Neste caso, a ideia de centro é acionada
como oposição à ideia de povoado, composto pelos bairros Santa Inês, São José
Operário, Dom Walter.
9 Utilizo o termo pluriétnico no intuito de sinalizar para a singularidade da região onde
vivem diversos povos indígenas. Segundo Peres (2013): O Alto Rio Negro “é habitado
por vários grupos indígenas pertencentes às famílias linguísticas Aruak, Tukano e Maku,
quais sejam: Tukano, Bará, Tuyuka, Dessana, Arapaço, Kubeo, Piratapuia, Barasana,
Werekena, Miriti-Tapuia, Wanana, Karapanã, Baniwa, Baré, Tariana, Kuripaco, Maku-
-Hupda, Maku-Yhupde”. (PERES, 2013: 19 apud ISA, 1996).
10 “Em Santa Isabel, a Missão Salesiana foi fundada em 1942 junto ao povoado Santa
Inês”. (DIAS, 2008, p. 8). A congregação Salesiana é uma ordem religiosa católica,
formada por padres, religiosos e religiosas que atua na região desde o início do século
XX.
11 “Em Santa Isabel, a Missão Salesiana foi fundada em 1942 junto ao povoado Santa
Inês”. (DIAS, 2008: 8).
12 Sentido figurado.
13 O conceito de sujeito para Michel Foucault (1999) consiste numa construção histórica
que se opõe a algo dado, mas é pensado como algo produzido a partir de diferentes
saberes e relações de poder. O termo sujeito compreende um processo social de ten-
sões entre a sujeição e a condição de liberdade.
Fonte: Direito de reprodução cedido pelo autor da imagem, Jovem Manoel (2014).
O povoado, como por muito tempo ficou conhecido este espaço social foi o
primeiro núcleo residencial da sede atual do município de Santa Isabel do Rio
Negro foi ao longo dos anos foi ganhando status de bairro. Outro destaque é
que durante a pesquisa identifiquei a existência de um processo de estigmati-
zação vivido pelos adolescentes e jovens indígenas que nasceram e/ou residem
nesse bairro. Os mesmos aparecem nas falas e/ou são descritos pelas pessoas
como violentos. A dinâmica de conflito vivenciado pelos adolescentes e jovens
indígenas é quase sempre apresentada como sendo representada por rixas entre
os grupos de jovens do povoado (Santa Inês) e do centro (Aparecida, Santa
Ana, Centro) e na maioria das vezes culminam nas chamadas cacetadas.15
18 Amplamente conhecidos na literatura etnográfica por seu nome na língua geral ama-
zônica (nheengatu), os chamados dabucuris são, por assim dizer, o evento chave da
esfera político-ritual e consistem em cerimônias de oferecimento de alimentos ou itens
artesanais especializados e associados a grupos específicos. Constituem episódios
que se encadeiam ao longo do tempo, em ciclos de prestações e contraprestações
envolvendo principalmente clãs aliados pertencentes a grupos exogâmicos patrilineares
distintos (Tukano, Desana, Baniwa, Pira-Tapuia etc.), muito embora ocorram também
entre clãs agnáticos hierarquicamente classificados no interior de um mesmo grupo
exogâmico e, até mesmo, no interior de um grupo local, em geral formado por homens
de um mesmo patri-clã casados com mulheres oriundas de grupos exogâmicos diferen-
tes residindo virilocalmente. Nesse último caso, um dabucuri pode ser oferecido pelos
homens às mulheres ou às pessoas mais velhas do grupo local (ANDRELO, 2010: 8-9).
Quem tem a roça mais perto vai a pé. Mas agora a prefeitura tem um trans-
porte que passa às 5h e leva para as roças mais distantes. As famílias tem
roça na estrada do aeroporto e na estrada do Tibahá. As pessoas pescam
para as famílias. (Joana, 2014)
Além da roça a atividade da pesca é realizada pelas famílias, pois o pescado
faz parte da alimentação local. Segundo o jovem Manoel, os jovens que não
estudam e nem trabalham são os que estão, mas disponíveis na família para
sair para pescar.
19 De acordo com Almeida (2006), mais que uma atividade, a roça expressa uma maneira
de viver, um modo de fazer e ser. Trata-se de um componente fundamental do universo
familiar e social que possibilita compreender um estilo de vida ou um modo de existir.
20 No segundo semestre de 2014, a empresa aérea Trip/Azul parou de atender o município
de Santa Isabel do Rio Negro.
Ainda sobre esse assunto a sra. Cristina trouxe em sua fala a preocupação
de avó e mãe:
A gente tem demais preocupação com eles porque tem festa, eles vão pra
festa. Qualquer coisinha já jogam para cima dele, ele que começou a briga.
Aí a gente não sabe. A gente não sai pra andar pela festa com ele. Outro dia
ele chegou todo machucado. Jogaram lata de cerveja e partiu aqui perto do
olho dele. A gente conversa muito com ele, com a mãe dele. Minha filha
não adiante dizer eu vou me vingar. Tem que ter calma pra não ter inimi-
zade com as pessoas. A gente fala muito com ele mais ele é teimoso. Ele
sai sempre com os colegas. Ele disse que esse que jogaram a garrafa nele,
porque o tio dele é guarda lá no Evilázio, ele disse que ele estava dançando.
Eles queriam acertar no meu sobrinho, mas como ele é mais alto pegou
nele. Eu crio ele desde bebezinho, desde três meses. Semana passada ele
desceu e os meninos lá de baixo estavam com o terçado querendo cortar
ele. Aí ligaram pra polícia e a polícia veio aí disseram: o quê que o I. está
aprontando dessa vez. Olha, eu não sei por que eu tô doente aqui. Aí essa
daqui chegou e disse quem começou foi eles. Aí eles disseram quando
acontecer essas coisas vocês queixam. Aí minha irmã disse é porque eles
estavam pegando o terçado. Porque que eles não disseram nós estávamos
pegando o terçado porque que não disseram? Eram os meninos da rua da
beira. Ele já foi preso. (Sra. Cristina, 2014)
Neste ponto a mãe do jovem Noel diz a mesma coisa, “mesmo que ele não
tenha feito nada, jogavam a culpa nele”. Mesmo existindo uma posição de
defesa das mães com relação aos filhos há uma sintonia com a ideia de estig-
matização dos adolescentes e jovens. Retornando ao texto de Elias (2000),
21 A expressão significa: fazer sucesso, no caso indica o momento em que há uma grande
concentração de pessoas.
22 Gíria utilizada pelos jovens para dizer que acontece algo, no caso namoros.
23 Pessoas idosas.
24 O ser indígena.
25 Ter nascido na região geográfica, Alto Rio Negro.
A proposição desse texto foi situar a questão índios na cidade, tendo como
referência uma situação social específica, o processo de mobilização política
dos adolescentes e Jovens indígenas na região do Médio Rio Negro. Pensar
as relações sociais a partir da experiência que esses sujeitos vivenciam na
cidade. Os desafios enfrentados a partir da busca de reafirmação da identidade
étnica, o ser índio, em um espaço social, a cidade, que historicamente nega
essa identidade, e que produz um processo de estigmatização desses sujeitos.
O processo de autoafirmação das identidades étnicas, se afirma num contexto
de resistência, a partir da mobilização social desses sujeitos, ancorado no
movimento indígena a partir da ACMIRN. A luta por políticas públicas para
os adolescentes e jovens indígenas dá concretude ao grupo que representa essa
categoria. Assim como, de forma paralela, tida como desviante, assumindo o
viés da rebeldia e da provocação à ordem estabelecida nos centros urbanos,
os adolescentes e jovens, os grupos de amigos, chamados galerosos, também
se manifestam, e aparecem nos discursos como desafios e/ou “problema” de
ordem social, o que reforça as reivindicações em torno de Políticas públicas
para a juventude, de modo particular está na pauta do movimento de adoles-
centes e jovens indígenas politicamente organizados.
A guisa de conclusão destaco que a presença indígena nas cidades Ama-
zônicas, apresenta desafios no que tange a questão de políticas públicas espe-
cíficas que possam garantir dignidade, e qualidade de vida dos indígenas
que vivem na cidade. Destaco os adolescentes e jovens indígenas que vivem
situações de risco social e que aparecem nos discursos do movimento indígena
como grandes desafios a serem enfrentados.
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Introducción
E
n la actualidad, la problemática de la salud reproductiva y la migra-
ción merecen particular atención, tomando en cuenta el alto grado
de feminización que caracteriza a la población migrante latinoame-
ricana, la elevada proporción de las mujeres migrantes en edad reproductiva
y el desafío que implica para los servicios sanitarios de los países receptores
garantizar las condiciones para satisfacer esta demanda. Nuestra investigación
tiene como objetivo llenar los vacíos existentes –sobre todo en Argentina– en
torno al impacto que genera la migración sobre la salud reproductiva desde
la perspectiva de migrantes bolivianas –provenientes en su mayor parte del
sector rural–, y de los proveedores de salud que tienen contacto con ellas en las
ciudades de destino. Además de contribuir a los estudios de la región latinoa-
mericana, por contemplar las problemáticas en torno a la población indígena
femenina de migraciones sur-sur, siendo que generalmente prevalecen los
estudios norte-sur sobre población masculina no indígena.
América Latina fue la primera región del mundo en desarrollo en alcanzar
el record de paridad entre el número de varones y mujeres (Martínez Pizarro,
2003). Las variaciones de los flujos según género tienen una estrecha rela-
ción con el grado de complementariedad entre la situación de los mercados
de trabajo de los países, la demanda laboral en actividades de servicios, los
efectos de las redes sociales y las modalidades de la reunificación familiar
(Martínez Pizarro et al., 2014). A ello se suman las oportunidades laborales
generadas en algunos países latinoamericanos, en donde han surgido nichos
333
específicos que atraen flujos laborales con calificaciones y características
determinadas, dando lugar a lo que Saskia Sassen ha señalado como la cone-
xión entre las necesidades de las ciudades globales de contar con mano de
obra a bajo costo y la feminidad de la migración (Sassen, 1998). A pesar de
que la migración internacional en América Latina ha contribuido a poner en
evidencia a la feminización como una característica saliente de los actuales
procesos migratorios, todavía la literatura no ha analizado en profundidad
los efectos de la migración sobre la salud de las mujeres. Y tampoco en cómo
incide en ellas el proceso migratorio, sobre todo los efectos de la vida urbana
en su salud en general y en la sexual y reproductiva en particular. Hasta la
década del noventa, la invisibilización de las mujeres migrantes como producto
de un análisis realizado desde una perspectiva asociativa, como actor pasivo
y acompañante del varón, dejó en un plano secundario los análisis vinculados
a las experiencias de las mujeres en los procesos migratorios (Ariza, 2002).
No obstante, el aumento de la participación de las mujeres en los procesos
migratorios, la creciente tendencia a incorporar los enfoques de género en las
ciencias sociales y la apertura conceptual a la figura de la mujer migrante (Oso,
1998), han llevado a señalar que los procesos migratorios son en sí fenómenos
determinados por las relaciones de género (Pessar & Mahler, 2003). Estos
enfoques han permitido atender que el género es un principio estructurante
de la migración (Ariza, 2000). Más aún, en los últimos años, las ciencias
sociales han planteado la necesidad de abordar la intersección dinámica entre
los distintos componentes que se encuentran presentes en las estructuras de
dominación históricas Stolke (2004). Esto ha conllevado una creciente preo-
cupación por las relaciones entre migración, dinámica intrafamiliar, situación
de las mujeres, repercusiones de los desplazamientos en los roles de género
y resultados migratorios en la calidad de vida de las mujeres, incluido su
salud sexual y reproductiva (Mora, 2002). Estos análisis muestran el valor
que posee para los estudios migratorios, una perspectiva que tenga en cuenta
la interseccionalidad de las dimensiones de género, etnicidad, clase social y
origen nacional (Donato et al., 2006). Entre los cuales, también, encontramos
a los denominados “Feminismos periféricos”, que se enfocan en comprender
cómo se relacionan –o se pueden relacionar– las categorías de sexo, clase y
raza –y etnicidad– (Rodríguez, 2011).
Estudios de Naciones Unidas en América Latina, por ejemplo, han señalado
que, en comparación con las nativas, las mujeres migrantes presentan mayor
cantidad de embarazos no deseados, menor uso de anticonceptivos y más
baja propensión a acudir a servicios de salud reproductiva (UNFPA, 2006:
24). En este sentido, se ha colocado a la migración como un factor de riesgo,
Conclusiones
Bibliografía
Introducción
E
ste capítulo presenta los resultados de una investigación cualitativa1
cuyo objeto de estudio son los imaginarios sociales de la identidad
mapuche desde la perspectiva de personas mapuche y no mapuche, en
los medios urbanos modernos del Chile actual y, particularmente, en el Gran
Concepción. Metodológicamente, la investigación se realizó a partir de un
trabajo etnográfico, en el contexto de una investigación situada, indagando en
las subjetividades de personas mapuche y no mapuche en la Región del Biobío.
En Chile, la población mapuche bordea el millón quinientas mil personas
(Casen, 2013). En su mayoría, se localizan en zonas urbanas del país, con-
centrando su ubicación en el Gran Santiago, Temuco y Gran Concepción. En
este capítulo, se analiza principalmente el discurso de las personas mapuche
organizadas y no organizadas en asociaciones y/o comunidades indígenas, y
los imaginarios sociales que se construyen a partir de sus discursos. Se aborda
la identidad desde la teoría de los imaginarios sociales, entendiendo como tales
“una manera compartida por grupos de personas de representarse en el espacio
y el tiempo” (Baeza, 2000). A su vez, por identidad étnica entendemos un tipo
de identidad social, que se construye social y culturalmente en un contexto
relacional determinado.
En el caso de la Región del Biobío, los actuales imaginarios de la identidad
mapuche en los medios urbanos, son el reflejo no solamente de la historia de
355
ocupación y colonización que afectó al sur de Chile, sino también el resul-
tado de una construcción moderna de la misma a partir de la ejecución de las
políticas de etnogubernamentalidad que sucedieron el retorno a la democracia
(1990), así como de procesos intersubjetivos mediados por la interacción social
en el medio urbano y en la relación de este con el entorno rural.
Antecedentes históricos
De acuerdo con la encuesta Casen del año 2013, la población total de Chile
es de 17.273.117 habitantes, correspondiendo la población indígena a un 9,1%
del total. De la población total que se reconoce como parte de un pueblo indí-
gena (1.565.915 personas), el 85% corresponde a personas pertenecientes al
pueblo mapuche, habitando el 72% en zonas urbanas del país.
Antes el pueblo mapuche no era tema, la gente ni siquiera sabía que existían,
y ahora, por las mismas organizaciones, se ha vuelto un tema. (Entrevista 22)
Este autorreconocimiento identitario, independiente del momento que
ocurra en el curso de la vida, alienta a participar en organizaciones y a (re)
valorar la cultura mapuche:
(A mediados del año 2000) la concejala, [...] conocía a toda la gente porque
ella fue presidenta de la junta de vecinos, [...] y ella nos buscó y dijo este es
mapuche y este otro también. Después ella decía ¿tú conoces a algún vecino
que sea mapuche? Y ahí se armó el cuento y ahí llegó gente que realmente
era mapuche, eran hablantes y venían de comunidad, esos fueron los pri-
meros que aparecieron y ahí se armó…fue de boca en boca (formándose
asociaciones mapuches posteriormente). A mí, decidir ser mapuche me
cambió la vida, pero de grande me cambió…me hubiese gustado de más
chico, haber aprendido la lengua, ahora estoy tratando de aprender con los
cursos que hacen (en las organizaciones). (Entrevista 3)
(La asociación) se creó con ese fin, netamente para rescatar lo que es el
tema cultural, y creo que es una de las pocas asociaciones que hoy en día
está trabajando el tema cultural, es la que hace Guillatunes en la ciudad,
la que hace juego de Palin en la ciudad, que celebra el año nuevo o We
Tripantu. (Entrevista 32)
Que quede bien claro nosotros no hicimos las asociaciones para beneficiar-
nos, ni a nivel de proyecto, no, nuestro beneficio está en la sabiduría, en el
conocimiento, y poder entregar la cultura. (Entrevista 35)
Sin embargo, las motivaciones para elegir ser parte de una asociación
u organización indígena, no se asocian exclusivamente a un (re)encuentro
identitario, sino que también se reconocen razones con fines instrumentales:
Es como si ahora sí te vieran como mapuche, es como que está a la moda,
como que está el boom de ser mapuche, como que por ser mapuche te dan
un beneficio, entonces de ahí que empezaron a asociarse, porque mucha
[…] pa’ que estamos con cosas, es poca la gente que está con el tema
como de acá, del corazón, del piwke, de la sangre […] todos se vienen
porque el beneficio de esto, la postulación de la beca, de esto y esto otro.
(Entrevista 2)
Una cosa bien fea que es la cosa palpable que van (los mapuches) y que
chuta que por la beca, que si puedo agarrar un proyecto, y esa no es la
idea. (Entrevista 4)
A pesar de que muchas personas se identifican con la calidad de indígena,
ello no significa una adscripción colectiva (a una asociación o comunidad).
En dicho caso, se elaboran discursos basados en los efectos positivos indi-
viduales que trae el reconocimiento de la calidad de indígena, en el sentido
de permitirles postular a becas y subsidios. En este caso, existiría una suerte
de desacoplamiento de la identidad respecto de las comunidades rurales y
organizacionales, pues a través de las becas y otros beneficios, las personas
establecerían conexiones con una identidad interpersonal-familiar que no se
encuentra necesariamente relacionada a la participación en un colectivo.
Bueno antes igual tenía una imagen más o menos estereotipada, pero lo
veía muy lejano, la misma idea de que los mapuches no pueden vivir en la
ciudad, de que está en un lugar rural, en un espacio rural y que es hablante
activo de su lengua, así me lo imaginaba y que estaba siempre con su ves-
timenta, creo que casi me lo imaginaba como alguien que no tiene tanto.
(Entrevista 48).
Hoy día, gente de las familias mapuches urbanas, buscan tener su identi-
dad mapuche para postular a que su estudio sea más gratis, la vivienda o
algo, esa es la esencia del mapuche urbano de meterse para que le caiga
un puesto, le caiga moneas o le caiga algo. (Entrevista 29)
Conclusiones
Cómo se planteó al inicio de este trabajo, los imaginarios sociales son una
manera compartida por grupos de personas de representarse en el espacio y
en el tiempo, dotando de sentido las acciones de los sujetos, y por lo mismo,
los objetivos que ellos quieren alcanzar. En el caso de este estudio, el auto-
rreconocimiento identitario de las personas mapuche conllevó, en algunos
casos, a participar en organizaciones sociales que tienen como finalidad la
resignificación identitaria, reapropiándose de su cultura y visibilizándola. Lo
anterior tiene como externalidad positiva que los no mapuche reconocen la
identidad de la alteridad, lo que marca la presencia y existencia del mapuche
urbano como una cultura viva en la ciudad, lo que propicia –aunque en escala
muy pequeña– el quiebre de los imaginarios sociales estereotipados que se
han construido hegemónicamente y difundido especialmente a través de los
medios de comunicación y de la educación formal (Mapuche “autóctono”,
“estigmatizado”, “terrorista”).
Respecto de las asociaciones, se confirma que las mismas han permitido la
expansión de los límites imaginario-social de la identidad mapuche, hasta hace
pocos años limitados a los confines de la comunidad rural. Cuyas finalidades
varían desde la máxima expresión de la difusión cultural entre los propios
mapuche o hacia la sociedad en general, o una visión más individualista que ha
motivado a algunos mapuche a obtener la calidad indígena por los beneficios
que esta le pudiese proveer: becas escolares, subsidios a la vivienda y otros.
De los discursos de los entrevistados, finalmente, emergen cinco ima-
ginarios sociales, a modo de sujetos ficticios. Algunos de ellos se configu-
ran respecto del pensamiento heredado en la región: el imaginario social del
“estigmatizado”, por cuanto reproduce estereotipos de marginalidad y de
estigmatización en los medios rurales, el imaginario social del “mestizo”, que
reproduce la negación de la identidad a quienes se han mezclado con población
chilena o quien se han “occidentalizado”, siendo el prototipo del usuario ins-
trumental de la identidad, y el “autóctono”, que sería el que vive la tradición y
cosmovisión en la comunidad rural, cristalizando en cierto sentido la visión del
mapuche histórico tradicional. En relación a los otros imaginarios sociales de la
Bibliografía