Terapia de Pareja - Miguel Costa
Terapia de Pareja - Miguel Costa
Terapia de Pareja - Miguel Costa
Ramón de Campoamor.
Esta glosa poética de Campoamor sintetiza con precisión el estado final que con
frecuencia suele alcanzarse en el proceso de deterioro de una pareja: “la soledad
de dos en compañía”.
“De novios mieles, de casados hieles” rezar otro dicho, esta vez popular y más
prosaico, para describir igualmente el proceso seguido por muchas parejas cuya
relación, como suele ocurrir en general, está lleno de agasajos y de cumplidos en
su comienzo y de desafectos e incomunicación en su final, cuando termina.
En este afán tan humano de buscar expresiones abstractas incluso para las
realidades más cotidianas y concretas, en el tema de la pareja siempre se lleva la
culpa el “amor”. El amor fue el responsable de juntar a la pareja, y el mismo amor
(o su desaparición, que viene a dar igual) la separa. Y así, después de encontrada
la explicación, todos tan contentos.
En la mitificación del sexo —lo que suele ocurrir cuando éste se disfruta de forma
deficiente— es aquél el que suele llevarse con frecuencia la culpa. Y casi siempre
aparece la infidelidad o el adulterio como la hipotética causa más o menos remota
(el culpable) de la desavenencia.
Pero las cosas no son tan simples en los humanos, y aunque lo complejo no tiene
que ver con lo abstracto, ni mucho menos con idealizaciones más o menos
afortunadas. siempre es posible, sin embargo, hacer un análisis de la pareja,
especialmente de su relación y de las circunstancias que la rodean, y llegar a
formulaciones más pragmáticas y operativas respecto de las causas de su
deterioro; y lo que es más importante, de las posibles vías de su recuperación,
siempre que ello sea, no sólo posible, sino también deseado por los propios
interesados.
En cualquier caso, es importante destacar que una pareja es ante todo relación,
interacción, intercambio, dar y recibir, y es en este dinamismo donde se encuentra
la raíz del “amor” y donde fundamentalmente se han de buscar las causas tanto de
la armonía como del deterioro de una pareja.
Aunque sea accidentalmente, pues no es éste el lugar para extenderse sobre ello,
podemos decir algo sobre el omnipresente “amor”. El contenido semántico del
término, como es bien sabido, es desbordante e inespecífico, tiñendo
prácticamente cualquier forma de relación humana. En esta excesiva vaguedad y
sobreinclusión del término “amor” radica, precisamente, su mayor debilidad y
hasta el peligro de un uso indiscriminado del mismo, como puede verse en el caso
de la relación de pareja, donde el término es utilizado para explicar todo y,
lógicamente, acaba por no explicar nada.
El “amor romántico”, por otro lado, no parece ser sino una invención moderna,
acorde con el desarrollo y la materialización de la ideología liberal-burguesa y su
mentalidad individualista, base de la economía de mercado de la revolución
industrial. Esta revolución en los sentimientos (como la califican algunos autores),
que descansa en el deseo de ser libre emocional y sexualmente, se plasmó en el
hecho básico de asumir el derecho a la elección de pareja sobre la base del amor
romántico y la atracción sexual, Este importante factor del surgimiento del
sentimiento romántico fue, por otro lado y con bastante probabilidad, el
responsable del desarrollo de la familia nuclear moderna y del concepto de hogar
como retiro emocional y base de la felicidad de la pareja, todo lo cual pareció
acentuar el sentimiento de domesticidad, con, al menos, la importante
consecuencia del retiro de la mujer al hogar la perpetuación de su
correspondiente segregación de la vida pública.
Todas estas reflexiones en torno al espinoso tema del amor no tienen en última
instancia otra finalidad, al menos en nuestra intención actual, que la de llamar la
atención sobre la posibilidad y la necesidad de abordar las relaciones de pareja y
sus problemas sobre una base operativa y científica, en lugar de refugiarse en el
tópico inoperante de la simple sustitución de palabras. Y esto es precisamente lo
que intenta el libro que aquí prologamos, no limitarse a las grandes palabras sino
descender a los hechos y a la realidad concreta de la pareja y operativizar su
relación y sus problemas, para desde ahí no sólo vislumbrarlos sino poder
superarlos. Como dijo o debió decir alguien, “lo importante no es definir la
felicidad, sino lograr que los hombres sean felices”.
El libro objeto de este prólogo, “Terapia de parejas” (el primero que sobre el tema
se escribe en español) está centrado en el enfoque conductual, y como tal reúne
todas las características antes mencionadas. No obstante, a estas ventajas
generales del enfoque cabe añadir otras específicas del libro en sí. Ante todo, es
de destacar el enfoque práctico del libro, cuyo centro de atención está puesto en
transmitir al lector cómo enfrentar de forma constructiva los problemas de parejas,
a través, primero, de una formulación y una intervención operativa y
fundamentalmente constructiva sobre los problemas.
Aunque el enfoque teórico del libro, como destacan sus autores en el título, es el
conductual, éste es entendido de forma abierta y actual, como es propio del
enfoque en nuestros días, y no del modo simplista y reduccionista censurado por
muchos y realmente adoptado por el conductismo en algún tiempo pretérito de
su historia. Quizás sean obvias estas aclaraciones y no mereciera abundar en ellas,
pues evidentemente los conductistas han avanzado con el conductismo y el
conductismo con los conductistas hasta incluir, explicar y resolver problemas cada
vez más complejos, y lógicamente su estructura teórica ha evolucionado en el
mismo sentido haciéndose más flexible e incluyente. No obstante, nos permitimos
hacerlas como una llamada de atención para aquellos que sigan aferrados de
forma inflexible a la evocación de cierto contenido semántico del término
conductismo e incluso a la fantasía futurista de cierta praxis política y
humanamente objetable. En definitiva, nos dirigimos a todos aquellos que recelan
del enfoque conductista más sobre la base de prejuicios (en el sentido propio del
término de juicios previos) que sobre el conocimiento profundo y la reflexión
desapasionada y sincera sobre el mismo. Á todos ellos les pediríamos que lean
detenidamente el libro y que después de leído reflexionen sobre sus juicios
previos en tono al conductismo y traten de evaluar si los conceptos y la praxis
vertidos en este libro, básicamente conductista, responden a esos juicios que se
habían formado sobre ellos.
En cuanto a las características estructurales del libro en sí, todas ellas, tanto la
distribución del contenido como el propio contenido (nada simple y de gran
amplitud, por cierto) igualmente su forma de presentación, todas ellas, repito,
abundan en la preocupación básica de los autores de hacer un libro práctico y útil
para cualquier persona que pudiera leerlo, pero especialmente para el profesional
de la psicología enfrentado con los problemas de la pareja.
El libro, en síntesis, como la propia trayectoria de los autores del mismo, tiene,
sobre todas, las virtudes de su practicidad y su amplitud de enfoque y sirve
adecuadamente al ideal que debe guiar nuestra profesión y que anteriormente
expresábamos al afirmar que “lo importante no es describir la felicidad, sino hacer
que los hombres sean felices”.
Madrid, octubre de 1981
José Antonio l. Carrobles
Universidad Autónoma de Madrid
Nuestro agradecimiento más sincero a todas las personas que han colaborado en
la creación de este libro. A Isabel Pellicer y al equipo Luria por sus aportaciones y
sugerencias inestimables, a Blanca Serrat por su ayuda mecanográfica y a Ernesto
López por su apoyo entusiasta.
Vaya también nuestro agradecimiento a Emilio Ruiz y Rosaura García por sus
dibujos, de indudable valor didáctico, y a Miguel Paredes, quien nos “tentó” y
animó para escribir este libro.
Introducción
Hasta fechas recientes, y aún hoy día en que la profesión del psicólogo se
introduce tímidamente en nuestro país, el conflicto se ha venido abordando desde
posturas muy simplistas e impregnadas de un gran misticismo e ideologismo. El
que fuera canónigo de Vitoria, E. Enciso, se preguntaba (Ferrándiz y Verdú, 1974):
“¿Por qué hay tantos matrimonios desgraciados y tantos otros que, sin llegar
precisamente al nivel de desgracia, no son felices?” Él mismo se respondía...
“porque abundan mucho las mujeres casadas que no saben callar, ceder, sonreír...
la culpable es la mujer... Dios ha dado al hombre la fuerza de los puños y, en
compensación, ha entregado a la mujer la fuerza de la sonrisa”. En otra parte
(Ferrándiz y Verdú, 1974) aconseja “técnicas” muy concretas como método de
superar los problemas de la pareja: “...ya lo sabes: cuando estés cansada, jamás te
enfrentarás con él, ni opondrás a su genio, tu genio, y a su intransigencia la tuya.
Cuando se enfade, callarás, cuando grite, bajarás la cabeza sin replicar; cuando
exija, cederás, a no ser que tu conciencia cristiana te lo impida. En este caso no
cederás, pero tampoco te opondrás directamente: esquivarás el golpe, te harás a
un lado y dejarás que pase el tiempo. Soportar [el subrayado es nuestro], esa es la
fórmula... Amar es soportar”.
A través de estos consejos del canónigo E. Enciso queda reflejada con claridad lo
que ha sido la actitud de ciertos sectores de la Iglesia Católica que, de modo
generalizado y prepotente, han impregnado en nuestro país la vida de pareja y
familiar durante muchos años. Esta mistificación e ideologización, aparte de
plantear como única alternativa la resignación, se ha convertido, en no pocos
casos, en fuente de inadaptaciones. Por poner algún ejemplo, aún no faltan
mujeres en nuestra consulta, con problemas de inadecuación sexual, que han
tenido una historia de aprendizaje muy mediatizada por su “director espiritual” y
con pautas del tipo “cuando hagas uso del matrimonio trata de no disfrutar...
piensa en otra cosa...”. El consejero espiritual es quien ha asumido durante muchos
años, y aún hoy día, la función de asesor o terapeuta familiar y de pareja; podía,
evidentemente, tener una gran voluntad e interés por solucionar cuantos
problemas le llegaban, pero generalmente carecía de planteamientos científicos
para afrontar con rigor una tarea tan compleja como es la relación interpersonal y
la comunicación en la pareja.
El saber popular, fiel reflejo del contexto cultural, y cuantos tímidos intentos se
hicieron desde una perspectiva algo más profesional han estado impregnados
también de cierto idealismo. El “estar o no estar enamorados” viene a ser el factor
causal relevante. Cuando una pareja “está enamorada” transcurren sus relaciones
con normalidad; en cambio los problemas comienzan cuando uno u otro “deja de
estar enamorado”. El amor se convierte así en el elemento explicativo por
excelencia: “el amor lo vencerá todo”. Claro está, “amor” es una palabra que no se
sabe qué define, cómo se adquiere ni cómo se pierde, y ante la que, por su falta
de concreción y operatividad, no sabremos qué hacer. El planteamiento derrotista
de la resignación no es ni más ni menos que una consecuencia lógica del
planteamiento idealista, vago e inconcreto del amor: “o se está o no se está
enamorado, y si no… ¡qué le vamos a hacer! ¡Resignación!
Otras tímidas alternativas desde el campo profesional, como decíamos más arriba,
se formulan en términos vagos e inespecíficos que resultan a la postre tan
inoperantes como el planteamiento simplista y causal del amor. Desde esta
perspectiva suelen ser “la pérdida de individualidad” o “la capacidad de sentir” los
elementos explicativos del desastre en la pareja. Aquí estamos, igual que antes,
ante expresiones verbales que no sabemos qué encierran y de las que caben
cuantas interpretaciones quieran hacerse.
No será hasta las dos últimas décadas y coincidiendo con el arraigo del psicólogo
clínico como profesional, cuando comienzan a irrumpir, de la mano de éste,
alternativas surgidas en la Psicología, entendida como disciplina científica que
estudia el comportamiento humano. Surge la Terapia del Comportamiento que,
lejos de los planteamientos vagos e inconcretos, realiza un intentó riguroso, y al
parecer efectivo, de aplicar una metodología científica al estudio, prevención y
tratamiento de cuantos problemas de comportamiento presenta el hombre en su
vida personal y de relación.
Por esa razón, si se pretende conseguir el objetivo de que el niño lea el Quijote,
tendremos que ir poco a poco, gradualmente, reforzando todas aquellas
conductas previas que conducen a la meta final. A este proceso lo denominamos
moldeamiento, y a través del aprendemos conductas tan complejas como la de
vivir en pareja. A este proceso se denomina contracondicionamiento y suele ser
habitual en el deterioro de relación cuando existe un amante que se manifiesta
como alternativa a la pareja actual. También el fenómeno de hartazgo o saciación
tiene un efecto controlador en el comportamiento de ambos miembros dela
pareja. El valor reforzante de la relación puede perderse e incluso tornarse aversivo
por este fenómeno.
Con estos sencillos ejemplos vemos que para comprender una conducta
debemos mirar más allá del simple acto y preguntarnos sobre las condiciones en
que se produce. En general una descripción de cualquier conducta nos plantea
una serie de interrogantes acerca del contexto (Antecedentes) en que tiene lugar
(¿cuándo?, ¿dónde?...) y de lo que sigue a su práctica (Consecuencias). El
conocimiento de los antecedentes y de las consecuencias, así como de sus
efectos combinados sobre el comportamiento, nos permite establecer cierto
control y predicción sobre el mismo.