Contra El Desamparo. Perla Zelmanovich
Contra El Desamparo. Perla Zelmanovich
Contra El Desamparo. Perla Zelmanovich
Perla Zelmanovich**
Si afirmamos que son los chicos los que habitan las calles, los que
juntan su alimento en las bolsas de basura, los que estudian inglés
y computación, los que juegan al hockey, los pequeños murgueros,
las niñas modelos, los chicos cartoneros, los que participan en
olimpíadas, es porque existe una frontera que, aunque a veces se
desdibuje, marca diferencia y distancia con los adultos. Podemos
seguir el rastro de de esa diferencia en el desamparo originario, en
la completa dependencia del “Otro” que inaugura la vida del
cachorro humano. Allí encontramos la huella que hace de la relación
con los adultos una relación asimétrica necesaria y facilitadota del
crecimiento, de la que necesitan servirse los pequeños, sea cual
fuere su condición. Necesidad de un “Otro” que tiene una función
constituyente para el sujeto, en tanto no se erija omnipotente.
Es esa diferencia, esa distancia, esa asimetría con los adultos que
habitamos las escuelas la que resulta imprescindible reactualizar y
ejercitar en tiempos de conmoción social, en tiempos en que los
adultos, de quienes dependen esos niños, se encuentran ellos
mismos vulnerados. Se trata de reactualizar esa diferencia en su faz
de amparo y protección, no de omnipotencia ni de autoritarismo.
Pensar las dificultades que tenemos los adultos para sostener la
asimetría cuando la conmoción también nos toca, constituye un
recaudo en tanto que obviar esa distancia pone en riesgo de
potenciar y duplicar el desamparo de quienes portan, además, la
vulnerabilidad propia de su condición infantil. Se trata de evitar que
los chicos queden librados a su propia suerte, no haciéndoles faltar
esa distancia en la que una trama de sentidos pueda alojarse bajo
la forma de palabras, de números, de relatos, de pinceles y de
juegos.
3
En “La crisis de la educación”, Hanna Arendt establece una estrecha ligazón entra la crisis de la ecuación en
EEUU, en la década de 1950, y la lucha por igualar o borrar las diferencia entre jóvenes y viejos, entre personas con
talento y sin talento, entre niños y adultos y, en particular, entre alumnos y profesores.
condiciones para poder poner la realidad en sus propios términos,
para poder arreglárselas con ella, para poder soportarla.
Condiciones que le permitan poner distancia para ordenarla, para
otorgarle sentido. Si hay pura realidad, y más aún cuando ésta se
presenta despiadada y no hay posibilidad de significarla, corre el
riesgo de que la vulnerabilidad se imponga, que conmocione de tal
manera al sujeto que dificulte seriamente el ingreso de estos chicos
desprovistos de un adulto, en el universo de la cultura.
Esto nos lleva a pensar que lo que se juega hoy entre un educador
y un alumno, para que se logre una transmisión, es el ofrecimiento
de esas referencias, de esos significados que le permiten al alumno
construir su diferencia, que es su propia palabra. Y en ello va la
asimetría, la protección y el reconocimiento de la vulnerabilidad del
niño. De allí la necesidad de pensar y operar sobre las dificultades
que tenemos hoy los adultos para sostener una asimetría frente a
los chicos, que constituye, en definitiva, el soporte de esa trama de
significados que ampara y protege.
4
El 17 de junio de 2002, el diario La Nación público una nota de opinión de Roberto A. Durán, fiscal nacional de
menores, respecto de la comprensión del delito de parte de los menores. La nota esta disponible en Internet:
http://www.lanacion.com.ar/02/06/17/dg_406003.asp.
Ahora bien, sostener en términos propios la escena del mundo
requiere de un deseo propio que, a su vez, la sostenga. Este deseo
también constituye algo por conquistar, para lo cual los ensayos –
que implican transitar por los deseos diversos de otros, adultos y
pares- son una condición necesaria. Detrás de la joven deportista o
modelos afamada, de la joven actriz, del pibe chorro, de los cuerpos
tatuados, de los rostros cubiertos de aros en lugares que despiertan
asombro, miedo, risas o rechazo es necesario vislumbrar un deseo
por conquistar para, a partir de él, afrontar la escena del mundo.
Vislumbrar la posibilidad de un deseo es abrir una dimensión en la
que algo por venir es posible.
Por su parte el filósofo Paul Ricoeur plantea que “por que alguien
depende de mí, soy responsable de mi acción frente al otro”.
Señala, también, que es posible mantener esa responsabilidad
imaginando constantemente que hay un testigo para todo lo que
decidimos y hacemos, y que ese testigo es alguien que confía en
nosotros. Para ser felices, tenemos que sentirnos necesitados.
Tiene que haber otro en situación de carencia. La pregunta “¿quién
me necesita?”, sufre una cambio radical en el capitalismo moderno.
El sistema irradia indiferencia en tanto no hay razón para ser
necesitado. Lo hace a través de la reestructuración de las
instituciones en las que la gente es tratada como imprescindible.
Esto hace que diminuya brutalmente la sensación de importar como
persona, de ser necesario para los demás. La falta de confianza y
de compromiso mutuo amenaza el funcionamiento de cualquier
empresa colectiva. Cuando la gente desconfía de ser necesitada,
puede ser decididamente mas desconfiada con los demás (Ricoeur,
1992).
Bibliografía citada