Te 1267
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Te 1267
Cita sugerida:
Sobrero, N. (2015). "Contra el desamparo de los recién llegados". La escuela como
espacio que habilita la subjetivación de niños y jóvenes. Trabajo final integrador.
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación. En Memoria Académica. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1267/te.1267.pdf
Nilda Sobrero
1
Resumen del trabajo
Este trabajo parte de analizar distintas escenas que expresan infancias que
se mueven en un escenario social con marcas poco claras, colocando a niños y
niñas en un desamparo simbólico, que implica un debilitamiento en el tejido de
significados necesario para que las nuevas generaciones logren afiliarse al
mundo. Esta problemática se inscribe en un contexto social y cultural que ha
sufrido cambios muy acelerados en las últimas décadas, destacándose la cada
vez mayor presencia del Mercado, que impone ciertos consumos culturales que
moldean hábitos, representaciones y percepciones tanto en niños y niñas como en
adultos. Esta situación es analizada como consecuencia de la dificultad de los
adultos de ejercer su función, quedando entonces vulnerada la transmisión hacia
las nuevas generaciones. La necesidad de repensar los procesos de transmisión
aparece como una cuestión fundamental, siendo la “confianza como apuesta” y “la
presencia”, elementos centrales para lograr fortalecer el lazo entre generaciones.
Finalmente el análisis recae en la escuela, que como parte de este mundo adulto,
y también vulnerada en su función, debe repensar sus prácticas para potenciar
ese espacio en el que niños y niñas se vinculan, se relacionan y se encuentran
con otros, y donde se transmiten saberes que pueden ayudar en los procesos de
afiliación de las nuevas generaciones.
El fin del siglo XX y los comienzos de éste nuevo, están signados por una
profunda metamorfosis: aquellas certezas que actuaron como coordenadas en la
vida social no tienen la misma fuerza, dando lugar a nuevos escenarios. Esta
2
ruptura que desconcierta y a la vez nos mueve, nos obliga a repensar, instala la
pregunta constante. Conceptos, instituciones, representaciones que se forjaron
durante más de tres siglos se transforman, obligándonos a revisitarlos.
3
tienen una mayor magnitud sobre la niñez3, en este trabajo la mirada estará
focalizada en otro tipo de desamparo que atraviesa a las nuevas generaciones y
que obstaculiza los procesos de afiliación al mundo. “Contra el desamparo de los
recién llegados” alude entonces, al desamparo simbólico, es decir a la fragilidad e
inestabilidad que tiene esa red de significados que las generaciones mayores
deben “tejer” para alojar a los “recién llegados”. Perla Zelmanovich expresa
claramente la diferencia “Con este término no me refiero al desamparo material
sino al desamparo frente al vínculo social, es decir, al debilitamiento de un tejido
simbólico que estructura los ideales, los discursos y las creencias” (2011, p. 8) 4
3 El tratamiento de la “niñez pobre” ha sido desde principio del siglo XX una “gran preocupación”.
Es necesario marcar las diferencias en dicho tratamiento. Desde fines del siglo XIX se instala una
mirada moralista e higienista sobre la niñez en condición de vulnerabilidad: es el niño pobre “en
peligro” y a su vez “sujeto peligroso” que se encierra (con la Ley del Patronato de la Infancia de
1919, queda establecido el discurso de la minoridad). En las últimas décadas del siglo XX se
observa una estetización de la pobreza (Redondo, 2011) instalándose fuertemente el discurso de la
compasión y la generosidad. Justamente las políticas sobre la niñez de los años 90 en nuestro
país, se caracterizaron por ser segmentadas y focalizadas, sin procurar desarrollar respuestas
integrales a la complejidad del problema, abonando entonces, el discurso de la compasión y
generosidad. No se puede hablar de niñez pobre sin cuestionar, sin alterar los procesos
económicos que auspician la concentración de la riqueza. Es en la infancia donde comienza el
proceso de construcción de la situación de dominio y a su vez de ocultamiento de esa dominación.
(Bustello, 2011). Como señaláramos en nota anterior, en estos últimos años, se están
desarrollando políticas más integrales (Asignación Universal por Hijo, Plan Nacional de Seguridad
Alimentaria, Programa Materno Infantil y Nutrición (PROMIN), Programa Nacional de Inclusión
Educativa) para atender a la niñez, tendiente a reducir la desigualdad y fragmentación de la
sociedad, tarea muy difícil, en un mundo globalizado, que se estructura en un paradigma que
auspicia la polarización de la sociedad. Además es importante señalar que nuestro país adhirió a la
Convención de los Derechos del Niño, teniendo desde 1994, un rango constitucional. Es partir de
entonces que se dictarán diversas leyes que reconocen al niño como “sujeto de derecho”, siendo la
Ley de Protección Integral de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (26.061 del año 2005) ,
una ley de gran impacto.
4
Niños y niñas llegan al mundo y necesitan ser alojados por las generaciones
adultas, y es aquí en este acto de pasaje, de inscripción de las nuevas
generaciones, donde sitúo el foco de mi mirada. En un contexto de fluidez y
liquidez, tanto los niños y niñas, como los adultos se encuentran fragilizados, las
marcas sólidas que definían cada etapa, trazando caminos y definiendo
movimientos, hoy se desdibujan., dando lugar a multiplicidad de movimientos, que
muchas veces dejan sin un rumbo claro. Y en estos caminos inciertos, serán las
nuevas generaciones las que por su lugar de “recién llegados”, están más
expuestos en este escenario difuso. Si bien reconocemos que esta aceleración
en las transformaciones sociales y culturales impacta en los adultos,
desconcertándolos y fragilizándolos, es fundamental señalar una gran diferencia:
el adulto posee otros elementos para hacer frente a esta “conmoción social y
cultural”, y además, como nos advierte Perla Zelmanovich, “pensar las dificultades
que tenemos los adultos para sostener la asimetría cuando la conmoción también
nos toca, constituye un recaudo, en tanto que obviar esta distancia pone en riesgo
de potenciar y duplicar el desamparo de quienes portan, además, la vulnerabilidad
propia de su condición infantil” (2003, p. 3)
5
Trabajo con niños y niñas cotidianamente, desde mi rol de maestra de
grado, tarea que desempeño desde hace casi treinta años. En los últimos
tiempos, me enfrento a situaciones, algunas más contundentes, otras más
imperceptibles, que impactan acaparando la mirada pero fundamentalmente
instalando la pregunta. En este trabajo recojo algunas de esas experiencias, para
poder desde un análisis minucioso, dilucidar esas preguntas que se instalan. Son
escenas que dan cuenta de una niñez con dificultades para alojarse en el mundo,
y de adultos, probablemente perplejos frente a escenarios tan inciertos, que
dimiten en su función.
Si bien hace casi treinta años que trabajo como maestra de grado
específicamente con niñas y niños de entre 10 y 12 años, en estos últimos diez
años, y con signos más marcados cada año, noto a partir de las actitudes de mis
alumnos y alumnas en el aula, así como en el desempeño en sus tareas, una
presencia fluctuante, un interés con puntos intensos pero que rápidamente se
diluye, y una gran dificultad para sostener un compromiso. Están en la escuela, se
entusiasman, pero ese entusiasmo se diluye, no está sostenido, no está
acompañado. Sus intervenciones en muchas problemáticas son interesantes, pero
es difícil lograr que ese despliegue de ideas logre materializarse en un trabajo que
a veces implica más tiempo.
5 Esta es una escuela céntrica, muy reconocida por la comunidad, pero que como a la mayoría de
las escuelas sufrió el impacto de las transformaciones de los últimos treinta años. Era una escuela
de gestión nacional, transferida en los 90 al ámbito provincial. Este hecho marcó aún más, cambios
en su tradición pedagógica. Actualmente acuden niños y niñas en su mayoría hijos de
trabajadores asalariados (empleados, docentes, operarios), mientras que tradicionalmente a esta
escuela asistían hijos de profesionales y comerciantes de la zona.
6
Son niños y niñas transcurriendo su preadolescencia con actitudes que
fluctúan marcadamente pareciendo por momentos niños y niñas muy pequeños y
en otros momentos se muestran con planteos, estéticas y actitudes propias de
adolescentes.6 Claramente es una etapa, en la que es lógico esperar esta
ambivalencia, pero en estos últimos años la dicotomía es muy marcada.
Niños y niñas que pelean por pavadas, sin capacidad para resolver
pequeños problemas y que a su vez, utilizan un vocabulario y toman decisiones
que corresponden a chicos más grandes. Niños y niñas con dificultades para
manejarse en el espacio de la carpeta y organizar mínimamente su trabajo, pero
que se comunican por las redes sociales con habilidad y manejan celulares y todo
tipo de tecnología. Niños y niñas que no registran muchas de las pautas
impuestas, que “deciden” sus movimientos, sus respuestas, y que
simultáneamente no pueden hacerse cargo de mínimas responsabilidades.
Pero también hay escenas que irrumpen con más fuerza, y que quizá por su
fuerza, visibilizan aquello que merodea en las más simples. Escenas que
inmovilizan por su potencia, pero que en esa potencia, exige una mirada de los
adultos.
6 Es importante señalar que las divisiones de la vida en etapas responde a una construcción
cultural. Pierre Bourdieu (1990) abona la idea de que las divisiones entre las edades pueden
entenderse como un arbitrario cultural, es decir, una imposición de los sectores dominantes, que
poseen la capacidad de imponer significaciones que al mismo tiempo que encubren relaciones de
fuerza, se muestran como únicas y legítimas.
7 La expresión milhojar se utiliza en el sentido de abrir la mirada, para dar lugar a “cada una de las
capas” que constituyen la escena analizada, haciendo una analogía con la masa hojaldrada, para
poder desde un análisis minucioso, visibilizar aquello que se oculta por su cotidianeidad y
naturalización. Esta expresión la utiliza Peter Pal Perbart al referirse a la capacidad de Guattari
de pensar al mismo tiempo desde distintos planos, considerando a ninguno ni excluyente, ni
tampoco exclusivo. (Pal Perbart, 2008)
7
Corte, dolor. Corte, prueba. Corte, valentía.
Niñas que se producen cortes y que ingieren “pastillas”, niñas y niños que
con estéticas y “formas de atravesar el dolor” no esperados para su edad.
“Carla y Karina trajeron una cucharita para cortarse“, fue el rumor que
corre en el aula. Conversamos con las niñas. Carla rompe en llanto, reconoce que
se cortaron con una cucharita de helado que ella trajo, “No me gusta ver cómo mi
hermano maltrata a mi mamá” fue su justificación al hecho, Karina simplemente
comenta “Quería probar”.
Carla, Carlita por su tamaño, Karina ya con una estética y un cuerpito más
cercano a la adolescencia, sorprenden por su relato. Pero esta cadena de
escenas, no llega a su fin.
8 Vía Facebook los niños y niñas comentaron el tema. Aparecieron comentarios como los
siguientes: “Ojala q todos los estúpidos de 6to o de otros grados se corten mal y se mueran
estúpidos/as” o “Me volvería a cortar sólo por Él”. Los comentarios tienen varios “Me gusta”
8
conversar con las maestras. Un grupo de chicos se acerca gritando “Ernesto se
cortó”. Efectivamente Ernesto, con una regla se hizo un pequeño corte en la
muñeca, en el medio del patio, en pleno recreo. Al ser consultado sobre el motivo
del hecho, primero no contesta, y luego se acerca a la maestra y en secreto le
dice “lo hice por una chica”. Luego, por pedido de sus maestras escribe las
razones que lo llevaron a realizarse ese corte. “Yo quiero demostrar que soy
fuerte”9
9 Visando la carpeta de este niño unos meses antes de estos hechos, encontré en su carpeta unas
hojas escritas a mano en donde se prescribían una serie de consejos para ser una “persona dura y
fría”. Las maestras consultamos a Ernesto por este escrito y expresó que lo había sacado de
Internet.
10 Esta clase la he desarrollado en otros años, pero es la primera vez que veo tanta evasión hacia
el juego con la plastilina.
9
Esta escena contrapuesta a la anterior, y que paradójicamente se dio en los
mismos días, y con los dos cursos que tengo a cargo, me interpela. Plastilina, la
famosa masa que ocupa un lugar central en el nivel inicial. Cortes en los brazos,
respuestas dolorosas, quizás más esperadas o imaginadas para un nivel
secundario. Claro que ambas situaciones pueden y deben leerse desde otras
dimensiones, pero enmarcada en mis interrogantes, estas escenas marcan
claramente esta dicotomía que quizás más invisibilizada, aparecía en las primeras.
Niños y niñas moviéndose en un escenario con actitudes difusas, por momentos
con respuestas y actitudes que los muestra queriendo meterse en el mundo
adolescente, arrojándose a un ámbito que los atrae y los seduce, pero a su vez
con otras respuestas y otras actitudes que los muestra inmersos en un escenario
infantil. Son, como muchas veces irónicamente los nombro, “mis adolescentes de
sala rosa”.
Interpelada por esto, abro mi mirada hacia la familia, hacia aquellos adultos
que acompañan su crecimiento. Cuadernos con comunicaciones sin notificar,
citaciones sin responder, cuadernos y carpetas que rara vez son mirados, dan
cuenta de familias probablemente con dificultades para ejercer su función, o quizá
que colocan su mirada adulta en otros lugares que todavía no logro descifrar. A
veces los comentarios de los niños, denotan su participación en conversaciones y
decisiones que no corresponden a su lugar de niños; niños y niñas que comentan
sobre programas de televisión que se dan en horarios en los que ellos deberían
estar durmiendo, o que están con la computadora hasta altas horas de la noche.
Chicos y chicas que están muchas horas de la tarde, solos; chicos y chicas que
no están “mirados”. No están mirados o quizás hay una mirada que no alcanza y
no logra dejar marcas. Otra escena muy reciente abona quizá esta idea.
10
permitimos recordándole que lo haga en el recreo ubicándose en un lugar cercano
a una de sus dos maestras para evitar el reto del resto de los docentes. En una
excursión, en una tarea especial (improvisaciones, experimentos, etc.) cuando
piden permiso para sacar fotos, se les ha permitido hacerlo. O también si desde la
escuela no podemos comunicarnos con sus familias por alguna cuestión, hemos
usados sus propios celulares .Tiene que quedar claro: con el docente “mediando”,
el celular puede ser usado.
Marcela, en medio del patio con sus dos maestras a unos tres metros de
ella, con su celular en mano saca fotos a sus compañeros, sin ningún tipo de
cuidado. No importa que estén en el recreo y a la vista de más de un docente. Ella
exhibe su celular, ella saca una y otra foto. Al ser cuestionada por sus docentes
acusa a dos compañeras más, de hacer lo mismo. Los celulares son retenidos
por las docentes, y los padres de todas las niñas son llamados para notificarlos de
lo ocurrido y para entregarles en mano el celular. Marcela se va sola, por lo que es
necesario esperar fuera del horario escolar a sus padres. El papá llega, pide
disculpas, comprende la situación. Él explica que la niña trae el celular pues viaja
sola, es por seguridad.
Esta escena da cuenta de una familia que intenta mirar a una niña, pero esa
mirada está atravesada por imposiciones del mercado. El celular que puede ser un
aliado para estar comunicado, puede crear mayor inseguridad, sobre todo en una
11
niña que necesita exhibir ese celular tan especial y reconoce poco, los límites que
marcan los adultos.
Adultos con miradas inciertas sobre las nuevas generaciones. Adultos con
presencia fluctuante. “Adultos que no logran sostener un acompañamiento, un
límite, una organización”.
La asistencia a clase, más que una constante, una oscilación que termina
por naturalizarse
Sería injusto señalar estas situaciones como las únicas, ya que hay familias
que están, que se acercan a las reuniones, que participan, que a pesar de sus
problemas, intentan sostener una continuidad. Pero, la incertidumbre, la endeblez
12
también en algún punto los atraviesa, estos adultos plantean la dificultad por
poner límites y sostener una postura frente a sus hijos. Justamente en una reunión
realizada en estos días un papá aseveró “La culpa es nuestra, le sacamos todo,
pero a los dos días volvemos a darles todo lo que nos piden”. O como
recientemente me comenta una mamá, medio en secreto, con respecto a un
dinero que debía entregar para una salida educativa: “Te aviso que recién el lunes
te acerco el dinero, no quiero que él sepa pues sino se enoja”. Adultos
desorientados, con dificultad para establecer límites, para sostener decisiones.
Mis alumnos, esas niñas y niños con los que paso varias horas cada día,
que están terminando su escuela primaria, y en pocos meses deberán enfrentar el
nuevo escenario que representa la escuela secundaria, presiento que no se
encuentran con las “señales” adecuadas para ese nueva experiencia, pero
fundamentalmente para poder moverse con creciente autonomía y seguridad en el
mundo. Y allí es, donde me siento interpelada. Es una sensación que me
acompaña desde hace tiempo y desde mi experiencia como maestra de los
últimos años de la escuela primaria, año a año la confirmo cada vez, con más
intensidad. El intercambio con colegas, abona aún más esta sensación. Mi mirada
se afina y trato de observar qué pasa con otros niños y niñas, más allá de mi
experiencia docente. En escenas de la calle, en reuniones con amigos, en
distintos ámbitos públicos, son ellos los que atraen mi mirada. Madres en la sala
de espera del médico atentas al celular, y los niños deambulando sin nadie que
los mire. Una familia en la heladería, los niños con su celular o tablet, y los adultos
en situación similar, donde la palabra apenas circula. Escenas que muestran
niños sin ese adulto que procura alojar, sin ese adulto que desde la palabra, el
gesto, la mirada, contiene.
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Niños y niñas con actitudes, respuestas y formas de actuar que movilizan
la mirada. Adultos con actitudes, respuestas y formas de actuar que movilizan la
mirada.
14
Si hay una marca que distingue este tiempo de épocas anteriores es la
evidente presencia del mercado, imponiendo determinados consumos culturales,
se imponen creando hábitos y representaciones hegemónicas que se instalan
interviniendo en los procesos de subjetivación de niños, niñas y jóvenes (Minzi,
2006). Las escenas narradas dan cuenta de niños y niñas muchas veces
seducidos y arrojados a un mundo de consumos para el cual no están
preparados, por lo cual podríamos pensar ¿Qué lugar ocupan los mensajes que
desde los medios, el mercado instala, diseñando hábitos, estéticas e imaginarios?;
y mirando una vez más a esos niños y niñas impulsados a moverse como adultos
¿Qué lugar ocupan los consumos culturales promovidos desde los medios, al
colocar al niño en un lugar de falsa autonomía? Y simultáneamente, en este
entorno de consumo que seduce y se impone ¿Qué margen de intervención
deben y pueden desarrollar los adultos para mediar entre estos mensajes que el
mercado impone y las nuevas generaciones?
Preguntarnos sobre los adultos implica pensar en las familias. Ahora bien
estos adultos que están con esos niños, que en su lugar de generación que recibe
a la nueva, son los encargados de asegurar las condiciones para que “los recién
llegados”12 se alojen en el mundo son sujetos de esta sociedad de la
incertidumbre, de esta sociedad de la vorágine. Ellos son también seducidos por
este entorno de frenético consumo, ellos son parte de esta sociedad que se
transforma erosionando las marcas claras, que en otros tiempos, las generaciones
mayores tenían para alojar a las nuevas generaciones. ¿Cómo lograr que en este
nuevo escenario que vulnera a los sujetos, pueda asegurarse la transmisión entre
generaciones?
12 Hanna Arendt en sus escritos sobre educación analiza el problema de la transmisión entre
generaciones y utiliza la expresión “recién llegados” justamente en referencia a las nuevas
generaciones que deben ser introducidas al mundo por la generación adulta.
15
corroen esa cadena de transmisión. En un escenario cambiante, incierto y
excluyente, hay una apelación al consumo constante, con representaciones desde
los medios de comunicación que colocan a niños y niñas en el lugar de la elección
y decisión, mientras que el adulto aparece fragilizado en su función, corrido de su
autoridad, y muchas veces infantilizado.
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En una sociedad, que tiende a encerrarse, donde prevalecen los procesos
de individuación (Tiramonti, 2004), la escuela continúa siendo un espacio de
encuentro con el otro. Estar con otros, implica la posibilidad de tejer vínculos. La
riqueza y potencia de éstos dependerá de las experiencias que se propongan, así
como del entorno simbólico que sostenga esos vínculos, esas relaciones. Por lo
que cabe preguntarse ¿De qué manera la escuela puede convertirse en un lugar
que ayude a los niños a relacionarse con otros, y encontrar en “ese otro” una
relación que los potencie?
Infancia… infancias.
17
“Contra el desamparo de los recién llegados” se titula este trabajo,
suponiendo sin lugar a dudas, que esta expresión refiere a la infancia. Ahora
bien, qué significa ser un niño o una niña en este siglo XXI. Las escenas relatadas
dan cuenta de la complejidad de este concepto, y de la imposibilidad de poder
circunscribir un tipo de experiencias como propias de “la infancia”. Niñas y niños
de 11 años jugando con plastilina dando vuelo a su imaginación, y niñas y niños
de 11 años practicándose cortes en sus brazos, dan cuenta de una tensión, de
una complejidad, y por ende de la necesidad de abrir la mirada, de
desnaturalizarla, poniendo en cuestión categorías esencializadas.
Entonces como primera aproximación para poder abordar esta cuestión del
“desamparo de los recién llegados” creemos necesario hacer un recorrido en torno
al concepto de infancia, para poder comenzar a entender, como señala M.
Adelaida Colángelo que “las identidades no pueden ser pensadas en términos de
alguna esencia inmutable y cristalizada, sino como construcciones relacionales,
contrastantes …” (2011, p. 4). Será por esto que la idea de infancias en plural
será la que vertebre este recorrido conceptual, siendo necesario en un primer
momento analizar la genealogía de este concepto, en el que impera un sesgo
esencialista. Como señala Lucía Rabello de Castro, la historia de la infancia es
central para entender la infancia de hoy, es insoslayable “analizar cómo las
prácticas socioculturales (sean ellas discursos, acciones o instituciones)
posibilitan, circunscriben y determinan ciertos tipos de experiencias durante la
infancia” (Rabello de Castro, 2001, p. 22).
Neil Postman afirmaba en la década del 80, hace más de treinta años,
que “la infancia está desapareciendo y a una velocidad asombrosa” (1994, p. 33).
Esta expresión que impacta por lo que transmite, nos permite a su vez y desde un
análisis básico, afirmar que la infancia no se remite a una categoría biológica. Los
niños como grupo etario, no pueden desaparecer, pues esto implicaría la
desaparición del hombre. Lo que se deduce a partir de la frase de Postman, es
que “la infancia” no es una categoría biológica, sino un artefacto social. Como
18
señalan Steinberg y Kincheloe, “la infancia es un artefacto social e histórico y no
simplemente una entidad biológica.” (1997, p.15)
19
Será en la modernidad cuando se desarrollan una serie de discursos y
prácticas que dan cuenta de una nueva mirada sobre los niños, delimitando así la
noción de infancia; previa a esta época, por supuesto existían niños, pero no se
diferenciaban de los adultos. Los discursos de los especialistas, en especial
desde la psicología y la pedagogía, se constituirán en elemento centrales en esa
construcción. La modernidad a partir del cogito cartesiano, entroniza a la razón, y
emerge así el sujeto moderno, un sujeto racional con capacidad de autonomía
frente a las condiciones de la naturaleza y lo social. Desde la psicología se
estipula cierta condición de infancia, cuyo fin será el ajuste al orden social vigente,
por lo que el desarrollo de ese niño esperado y deseado, engendrará la capacidad
del individuo de ser racional y autónomo. Desde los discursos psicológicos se
tiende a normalizar la infancia, a categorizarla, controlara y excluir aquello que no
encuadre con lo estipulado. De esta forma el niño normal, será aquél que se
asimile a las características propias dadas por la psicología para su edad.
20
intervención del Estado moderno para la consolidación de ese proyecto de
sociedad” (Rabello de Castro, 2001, p. 43)
21
Como señaláramos, la niñez hoy ocupa distintas posiciones, a veces
contradictorias. Antes solamente ocupaba el polo de la subordinación, el lugar de
la falta, la carencia. Hoy es “el niño que sabe”: maneja los distintos dispositivos
electrónicos con gran destreza, superando al adulto, pero a la vez es “el niño que
no sabe”, y debe ir a la escuela. (Rabello de Castro, 2001).
22
categorías, ideas y representaciones que en algún punto actuaban como amarras
para comprender el mudo y movernos en él. .Estas transformaciones impactan en
los procesos de subjetivación. Cristina Corea define a la subjetividad como “un
modo de hacer en el mundo. Es un modo de hacer con el mundo. La subjetividad
es un modo de hacer con lo real” (Corea, 2004, p. 48). Claramente si esa realidad
muta, si ese mundo se ve atravesado por múltiples cambios, la subjetividad que se
entrama en ese mundo, también será otra.
23
para moverse a futuro. Sólo se sostiene por unos pocos, y cuando hay una fuerte
presencia del adulto, guiando, recordando. Esas ideas, esas intervenciones que
fluyen, que explotan, no se mantienen en el tiempo, se esfuman; el dinamismo, el
compromiso mostrado frente a una tarea, parece un foco intermitente: con luz
fuerte pero de duración fugaz, instantánea, pues pronto se apaga. En el aula se
tensionan momentos de “un estar vívido, alegre y apasionado”, con “un estar sin
estar, un estar abúlico y diluido”.
Así se expresa el sociólogo polaco, resumiendo con esta frase los rasgos
centrales que señalábamos como propios de nuestra época.
24
va mucho más allá de contar con mano de obra disciplinada. Se busca formar un
tipo prefijado de ciudadano, y se desarrolla un amplio programa moral y educativo
que busca civilizar, disciplinar a las personas. La ética del trabajo justamente
impone el “trabajás o trabajás”, eliminando toda posibilidad de opción, el elegir
queda totalmente descartado, y la gratificación se pospone. De este moldeamiento
para la rutina y la no elección, pasamos hoy a una sociedad donde deseo,
elección y gratificación son valores supremos. Como lo expresa Z. Bauman “la
elección es el meta valor de la sociedad de consumo” (2000, p. 91) y la “gente”
siente que “la convicción de saberse capacitado para elegir es lo más gratificante”
(ibíd., p. 92). En este sentido Franco Berardi expresa “La sociedad industrial
construía máquinas de represión de la corporeidad y del deseo. La sociedad
postindustrial funda su dinámica sobre la movilización constante del deseo. La
libido ha sido puesta a trabajar” (2007, p. 83)
25
claramente demarcado, donde el Estado se erigía como la metainstitución dadora
de sentido (Lewkowicks, 2001). Disciplinamiento, normalización, represión, eran
las operaciones que lograban el moldeamiento de las personas. Todo era más
previsible, cada persona ocupa un nicho. “En la actualidad las pautas y
configuraciones ya no están determinadas y no resultan autoevidentes” expresa
Zygmunt Bauman (1999, p.6), las guías, las marcas que orientaban, y también
sofocaban en la modernidad, se fueron diluyendo, hoy hay multiplicidad de pautas
que a su vez se chocan. “Hoy, el conjunto del sistema entró en una condición de
imprevisibilidad mucho más radical” afirma Franco Berardi (2007, p. 8).
14 El término experiencia representa un concepto inasible, un concepto familiar pero a su vez que
encierra una profundidad semántica que exige un análisis especial. Martin Jay en su texto “Cantos
a la experiencia” (2009), indaga los polifónicos recorridos de la filosofía contemporánea por el tan
relevante como complejo concepto de experiencia. En este recorrido aparecen dos concepciones
de experiencia que dentro del idioma alemán son designadas con dos términos. La
palabra erlebnis (cuya raíz proviene de leben, vida,) que podría definirse como vivencia, como algo
más personal e inmediato. Por el contrario, erfahrung es definida por Martin Jay como “integración
de momentos discretos de la experiencia en un todo narrativo o en una aventura” (2009, p.27).
26
Siguiendo a Bauman, la ética del trabajo propia de la sociedad de
productores, está siendo reemplazada por la estética del consumo característica
de la sociedad de consumidores. De una época donde la satisfacción se posponía
pensando en la recompensa a futuro, y el tiempo era concebido en forma lineal,
vivimos una época donde la satisfacción es ya, no hay lugar a futuro, o como
expresaba una propaganda de un Centro Comercial “el futuro es hoy”. (Centro
comercial Dot, 2012)
Otro rasgo que marca la metamorfosis de esta sociedad son los cambios en
el régimen de la temporalidad. (Tobeña, 2011). Asistimos a una temporalidad sin
pasado ni futuro. El tiempo es hoy; es como apunta Sibilia “un presente
constantemente presentificado” (citado en Tobeña, 2008, p.132). O también un
presente maníaco, donde la vivencia del instante no da lugar a encontrar sentido,
en aquello que implica duración. Esperar, como una eternidad vacía, donde todo
tiene que ser instantáneo. Al respecto Bauman recuerda, como en otros tiempos
“el largo plazo” era valorado, y permitía ese “sondear la profundidad”. Lo duradero
era apreciado, los objetos se guardaban, se heredaban. Pero hoy aquello que fue
virtud, es “puro vicio”. Como bien señala este autor, “el arte de surfear la superficie
ha ocupado el lugar del anterior arte de sondear las profundidades”. (Bauman,
2012, p. 40). Es la sociedad del deshecho, de lo rápido, de lo efímero. A esto
corresponde un tiempo de presente instantáneo, que gracias a los adelantos
tecnológicos es un tiempo que se ensancha.
27
de la computadora, se pueden realizar múltiples tareas: leer un portal informativo,
mientras se escucha música y se contestan mails, por ejemplo. Se logra así
“encajar una mayor cantidad de consumo en cada una de las unidades de tiempo
disponibles” (Bauman, 2012, p. 38)
28
continuo, sino con cápsulas de tiempo-atención” (ibíd., p.79), el régimen de
percepción ha sido alterado. En este sentido Cristina Corea (2008) habla del
agotamiento de la subjetividad pedagógica dando lugar a la subjetividad
mediática. La escuela verifica a diario esta cuestión. La mayoría de las actividades
que se ofrecen en la escuela requieren concentración, y justamente doblegar el
sistema perceptivo. La lectura requiere intimidad y concentración. Pero nuestros
niños y jóvenes interpelados por el discurso mediático construyen otro tipo de
subjetividad, en la que justamente aparecen múltiples estímulos.
29
interpretar y escribir a partir de esa mínima lectura, es para ellos una gran
dificultad. En las evaluaciones son sumamente dependientes, se acercan varias
veces al escritorio para preguntar, cuestiones que de la lectura de la consigna,
están claras. A propósito de esto, preparo una sencilla evaluación, donde
prevalece la lectura de consignas sencillas (tipo instrucciones: ´escribir dos
números pares en el octavo renglón, junto al margen´). Tienen ´prohibido´
preguntarme. Tienen que trabajar solos. Costó mucho que entendieran que
debían trabajar solos y que si algo no estaba especificado, que se manejaran con
criterio propio.
30
culturas prefiguraivas15, haciendo referencia a que, son las nuevas generaciones
las que entienden la nueva cultura, “colocando en el futuro la legitimidad cultural”.
(Tobeña, 2011, p. 215). Hoy la palabra escrita, con el libro como soporte
(tecnología propia de la modernidad), es desplazada del lugar central de la cultura
ante las nuevas tecnologías que dan lugar a la imagen. El pensamiento
logocéntrico y secuencial ya no domina como mecanismo de procesamiento del
entorno. Niños y jóvenes, la generación post alfabética 16 como la denomina
Berardi crecen y se mueven en este entorno, logrando decodificarlo mejor que las
generaciones adultas. Por esta razón los jóvenes pueden ocupar el polo activo en
el intercambio cultural.
15 Margaret Mead al establecer la relación entre generaciones señala tres tipos de culturas :
Posfigurativas, donde el futuro del niño está plasmado por el adulto, la palabra de los abuelos
configuraba la cultura; las cofigurativas, donde hay posibilidad de introducir algún cambio con
respecto a la tradición permitiendo que los jóvenes y niños, interactúan con sus contemporáneos y
aprenden mutuamente ; y las prefigurativas, que comienzan a verse desde los años 60 , donde se
verifica una ruptura generacional, y la cultura de pares adquiere fuerza. (J.M. Barbero, 2002)
16 Franco Berardi en su texto “Generación Post-alfa” expresa que los efectos de las mutaciones
tecno-cognitivas produjeron dos nuevas generaciones: la video-electrónica y la celular conectiva.
La primera corresponde a los años 70 con el auge de la televisión, y la segunda da cuenta de la
generaciones de los 90 donde se verifica una mutación aún más radical con las tecnologías
digitales y las redes globales. Son estas generaciones las que el autor denomina post- alfabéticas
pues se constituyen como sujetos en un ambiente signado por las mutaciones tecnológicas y el
desplazamiento de la forma alfabético secuencial, de acercarse a la realidad, propio de las
generaciones anteriores.
31
pública. Esta mutación tiene un gran impacto en la construcción de la subjetividad.
En tiempos en que lo privado, lo íntimo estaba bien diferenciado de lo público, el
hombre se recluía en la intimidad de su cuarto, a leer, a escribir, y de un trabajo
introspectivo y retrospectivo se daba el proceso de autoconstrucción del yo. 17 En
la actualidad, afirma Verónica Tobeña
17 Sibilia señala que en ese contexto de intimidad se construye como homo psycologicus u homo
privatus y se caracteriza por su interioridad psicológica. Se trata de “un tipo de sujeto que aprendió
a organizar su experiencia en torno de un eje situado en el centro de su vida interior” (Sibilia, 2008,
p. 77).
32
Como señalábamos al inicio de este recorrido el gran marco de este
escenario es el advenimiento de la estética del consumo. La estética del consumo
gobierna allí donde antes lo hacía la ética del trabajo, y esta condición de
existencia definida por el consumo, requiere que “los miembros de la sociedad de
consumidores sean ellos mismos productos de consumo, y precisamente esa
cualidad como productos de consumo es la que los convierte en miembros
auténticos de esa sociedad” (Bauman, 2012, p. 261)
33
subjetivación de las nuevas generaciones.18
34
Otra escena irrumpe este recorrido conceptual, tratando de dar potencia y
encarnadura a este desarrollo…
19 One Direction (abreviado frecuentemente como 1D) es una boy band británica-
irlandesa formada en 2010 en Londres, Reino Unido, con motivo del programa The X Factor.
20 Es una tradición de los últimos 10 años escribir el nombre propio “resignificado”, en el buzo de
egresados. Este nuevo hábito da cuenta de los cambios sociales y culturales propios de este
principio de siglo, hay una necesidad de colocar al “yo” en un lugar visible, y a su vez da cuenta del
afán resemantizador que no deja un signo intacto. (Tobeña, 2011)
35
pequeños” (2009, p.29), y también de los tweens (niños y niñas de entre 6 y 12
años) y adolescentes.
Alejandra afirma “me gusta hablar de One Direction, y saber todo sobre
ellos”. En ella se advierte claramente lo que Rosana Reguillo Cruz denomina
“adscripciones identitarias”, es decir los procesos socioculturales mediante los
cuales los jóvenes adhieren presencial o simbólicamente a ciertas identidades
sociales y asumen sus discursos, sus estéticas, y sus prácticas. (Rreferido en
Curia, 2006)
36
presentada desde los medios, asociada a la posesión de bienes materiales, por lo
que la construcción de la identidad de los niños se moldea en función de ideales
de felicidad cuyo común denominador es “el gusto individual”. El gusto se opone al
“hacer” que representa lo impuesto, la exterioridad. “La construcción de la
identidad del niño en el diálogo emerge teniendo como fundamento ¨el gusto
individual¨, como denotativo de lo que es subjetivo” expresan Rabello de Castro y
Darrida (2001, p.118)
El gusto, las preferencias, los deseos de niños son demarcados por los
consumos culturales, que además reconociendo el potencial consumista de los
niños, direccionan los productos culturales hacia ellos. Niñas de 9, 10, 11 años se
fanatizan a la par de las adolescentes, adoptando estéticas, actitudes y conductas
propias de esa etapa.
37
algo que nosotros no imaginamos, lo bastante como para prepararlos con
tiempo para la tarea de renovar un mundo común”
Hannah Arendt (1954)
Con estas precisas palabras, Hannah Arendt nos advierte sobre el lugar de
las generaciones21 adultas en la afiliación de las nuevas generaciones al mundo,
posibilitando así la tarea de su renovación.
El recorrido conceptual desarrollado hasta aquí da cuenta de la complejidad
y pluralidad que encierra el concepto de infancia, obligándonos justamente a
hablar de “infancias”. También quedó claro que este concepto es producto de
coordenadas epocales, donde las características propias de la sociedad son
determinantes en los procesos de subjetivación de niños y niñas, teniendo un
lugar predominante el mercado, que promueve consumos culturales que guionizan
la vida de niños y adolescentes. Ahora bien, somos los adultos quienes debemos
mediar entre este entramado complejo y avasallante que abruma a las nuevas
generaciones, somos los adultos los que con nuestras palabras, nuestros actos y
actitudes, decidimos “no arrojar a nuestros hijos del mundo” y “tejer” el entramado
simbólico que les permitirá inscribirse en este mundo. Como señala Graciela
Montes
Por cada niño golpeado o hambriento, por cada niño muerto o herido en
la guerra, por cada niño que enferma por falta de agua potable, por cada
niño analfabeto, por cada niño abandonado en las calles o frente a una
pantalla, por cada niño angustiado o perdido, somos responsables los
adultos. Todos los adultos. Responsables individual y socialmente” (1990, p.
45).
Vivimos tiempos complejos, inciertos, que nos dejan perplejos, que nos
sacuden y vulneran; pero somos los adultos los responsables 22 de las nuevas
generaciones.
21 El término generación es un término clave a la hora de entender la relación entre grupos
etarios. Alicia Villa expresa “el concepto identifica la contemporaneidad cronológica -el hecho de
pertenecer a la misma cohorte- con la identidad social, con relativa independencia de la
convivencia en un mismo espacio de más de un grupo de contemporáneos” (2008, p. 5)
38
Las escenas narradas al comienzo de este trabajo, aparecen como signos
que dan muestra de algo difícil de leer, pero que a su vez atrae la mirada, para
después alojar la pregunta. En esas escenas el foco está puesto en los niños y
niñas, son ellos los que convocan a pensar, pero es necesario abrir un poco más
el lente para poder trazar alguna respuesta. La sociedad y la influencia del
mercado pasaron por esa lente, tratando desde ese análisis poner en contexto a
esas escenas, que actúan como fotografías de época, pudiendo así recordar a
Ronald Barthes, cuando afirma que “la fotografía es una enmarcación del
referente” (citado en Sandra Carli, 2011, p. 167). Ahora es tiempo de que ese
lente enfoque a los adultos, aquellos sujetos que median entre ese referente y la
infancia.
23 Es importante señalar que si bien en el contexto de una sociedad capitalista donde, como
señala Bauman, se impone la estética del consumo, hay ciertas condiciones políticas coyunturales
que potencian estos procesos de exclusión. A partir de las políticas neoliberales que se imponen
con el Consenso de Washington, en nuestro país se produce una crisis política, económica y
social muy fuerte que llega a su punto máximo en diciembre de 2001, momento en que la
desocupación llega al casi 22% y casi un 50 % de la población bajo la línea de pobreza.
Actualmente, si bien persisten problemas estructurales importantes, se han reducido notablemente
estos índices merced a políticas con una mayor presencia del Estado.
39
líneas que separan las etapas de la vida 24, donde la juventud aparece como la
edad deseada, produciendo lo que ya Neil Postman advertía en los años 80, los
niños tienden a adultizarse y los adultos a infantilizarse. La asimetría fundante que
existe entre infancia y adultez, tiende a ser erosionada. (Postman, 1994)
En una sociedad cada vez más heterogénea, atravesada por fuertes
procesos de segmentación y polarización, donde la brecha aumenta entre ricos y
pobres, se producen procesos de homogenización impulsados por los consumos
culturales, promovidos por el mercado. Si bien estos procesos de homogenización
se dan con más pregnancia en la cultura infantil y juvenil (Dotro, 2007), la
influencia se da también sobre los adultos. Hay un adulto seducido por este
mundo de consumo, donde hay una exaltación de la juventud y la propia imagen.
24 Es importante señalar que así como expresamos que la infancia es una categoría
construida y definida históricamente, la idea de distintas etapas de la vida, también
debe considerarse en este sentido. Pierre Bourdieu (1990) abona la idea de que las
divisiones entre las edades pueden entenderse como un arbitrario cultural, es decir,
una imposición de los sectores dominantes, que poseen la capacidad de imponer
significaciones que al mismo tiempo que encubren relaciones de fuerza, se muestran
como únicas y legítimas.
40
necesita educación. El adulto en su lugar de asimetría, de ciudadano, debe
propiciar los medios para que ese niño, esa niña puedan afiliarse al mundo.
Philippe Meirieu apunta en esta dirección, “No hay incompatibilidad a priori entre
la inculcación y la libertad, sino una profunda solidaridad” (2010, p. 127).
Justamente este autor señala que, cuando el adulto pone al niño en un lugar de
ejercer responsabilidades para la cual todavía no está preparado y pone sobre sus
hombros un peso que no puede cargar, está comprometiendo su futuro. (Meirieu,
2002).Toda esta situación se relaciona con una fascinación de la infancia, según
palabras de Meirieu, una “ontologización de esta etapa”, afirmando que
41
torno a ésta, para poder cartografiar este proceso y poder trazar líneas que
permitan habilitar a las nuevas generaciones a entrar en el mundo, “el mayor
peligro que corren nuestros hijos es el de no habitar el mundo” expresa Philippe
Meirieu. (2010, p. 197).
La transmisión en jaque.
42
“transmitir es ofrecer a las generaciones que nos suceden un ´saber-vivir´”
(Hassoun, ibíd., p. 12).
“La pérdida del lazo social no es pérdida de los vínculos sociales, sino
del lazo identitario (…) La exclusión es algo que afecta profundamente a la
estructura identitaria de los individuos (…) La desligadura se realiza en lo
simbólico, y es el resultado, es una incapacidad para producir sentido y para
producir sujetos (o actores)” (Autès, citado en Zelmanovich, 2011, p. 4)
27 En este punto las autoras hacen mención a los procesos de marginalidad, que comienzan a
darse desde los años 70 y se consolidan en los 90, que influyen en los procesos de subjetivación
de las personas. Y en este sentido hacen una especial mención a los trabajos de Judith Flic quien
se pregunta “¿Qué acontece cuando las fronteras de los espacios familiar y nacional se
desdibujan, cuando se rompen los pactos, cuando los procesos de fragmentación social alteran la
organización familiar y social que garantiza la construcción de una historia identificatoria?” (citada
por Nora Amado, 2003, p. 141)
43
Volvemos aquí al foco de nuestro trabajo, el desamparo simbólico que
afecta a niños y niñas, y que se traduce en la dificultad para poder significar la
realidad y poder moverse en ella. Al respecto, Robert Castel, habla de procesos
de desafiliación, es decir de “(…) ausencia de la inscripción del sujeto en
estructuras portadoras de sentido” (1995, citado en Zelmanovich, 2011, p. 5).
Constatamos cambios contextuales acelerados, con una presencia avasallante del
mercado, y una caída del Estado como metainstitución dadora de sentido;
reconocemos la perplejidad del adulto y en muchos casos una dimisión en su
función o al menos grandes dificultades para ejercerla. En este entramado la
transmisión se encuentra alterada, perdiendo en algún punto su capacidad como
proceso filiatorio28 tanto a nivel individual como social. Es momento, entonces, de
analizar las razones de esta “tensión” que se da en los procesos de transmisión,
para luego, y aquí lo central, imaginar cómo debe pensarse la transmisión en este
nuevo contexto.
44
más firme, hoy la velocidad del cambio produce esa perplejidad en las
generaciones adultas. “Es por eso que la propia parentalidad plantea problemas,
porque los padres de hoy no tienen escrito su oficio en ninguna parte; y tampoco
existe un lugar donde encontrar soluciones para lo que les plantean sus propios
hijos.” señala en este sentido Philippe Meirieu (2006, p. 43).
Hoy, súbitamente, en razón de que todos los pueblos del mundo forman
parte de una red de intercomunicación con una base electrónica, los
jóvenes de todos los países comparten un tipo de experiencia que ninguno
de sus mayores tuvo o tendrá jamás. A la inversa la vieja generación nunca
verá repetida en la vida de los jóvenes, su propia experiencia de cambio
emergente y escalonado. Esta ruptura entre generaciones es totalmente
nueva: es planetaria y universal. (Mead, 1970. Citado en Villa, 2008, p.6)
45
de una interrupción generacional, ya que el pasado y la tradición no aparecen
como soporte cohesionador y se producen lo que Beck denomina una
profundización en los procesos de individuación, que se materializan en el
surgimiento de un sujeto configurador activo de su propia biografía. El “hágalo
usted mismo” como camino en las construcción del sujeto. 29 (Villa, 2008).
46
(2011, p. 5). Entonces frente a la fragilidad que se advierte en la cadena de
transmisión, es pertinente volver sobre una de las preguntas que planteábamos al
principio: ¿Cómo lograr que en este nuevo escenario que vulnera a los sujetos,
pueda asegurarse la transmisión entre generaciones?
47
sino como intercambio simbólico, que circula y permite el reconocimiento entre
sujetos, “el don en su generosidad y su simbólica es el que hace circular
solidaridades, el que establece relaciones entre personas y/o grupos, el que
mantiene, en el juego diferido de dones y contradones, una forma de lazo
simbólico” (Cornu, 2004, p. 35). Este enlazarse entre generaciones implica un
reconocer a ese otro, como un sujeto a inscribir en la trama cultural, pero
reconociendo que en toda transmisión hay continuidad y discontinuidad, y esta
diferencia puede ser reconocida como amenaza o como promesa.
48
violencia” (2010, p. 173), y … para que sienta(n) el placer de comprenderlo y
la alegría de implicarse para transformarlo. (p. 199)
“Uno entre nosotros” es la expresión que utiliza Antello, para dar la idea de
inscripción y a su vez reconocimiento, como necesarios para filiar a las nuevas
generaciones. La idea de “nosotros” connota lo colectivo, la reunión entre muchos
otros, y es en esta sociedad con fuerte tendencia a procesos individualistas, donde
se produce otra tensión. El miedo a la alteridad, atenta contra la posibilidad de
lazo colectivo. Una sociedad con fuerte tendencia a la segmentación y a la
fragmentación, donde se vislumbra un nivel de tolerancia muy bajo hacia lo
distinto, y el otro aparece como amenaza, toda posibilidad de un “nosotros” se
dificulta. Es por eso que cabe preguntarse cómo se puede crear lazo si mi mirada
sobre ese otro que se debe “enlazar” es negativa, es obturante, es estigmatizante.
49
componer algún tipo de vínculo, en una sociedad con fuerte tendencia
individualista y de mirada temerosa a la alteridad.
50
debemos entender que “la confianza es algo así como una ofrenda de libertad
pues es una renuncia liberadora a un poder absoluto” (Cornu, ibíd., p.24) . Poder
ofrecer esa libertad implica un ejercicio de autoridad 31, entendiendo la idea de ésta
desde su etimología. Autoridad deriva del término latino auctor, que significa “lo
que hace crecer, lo que ayuda a aumentar, a progresar”; y es este tipo de
autoridad, el que habilita un espacio de confianza. Porque como señala Philippe
Meirieu, “cuando la autoridad cumple verdaderamente su función, que ella misma
autoriza... Autoriza al otro a crecer y a reivindicarse, un día, de pleno derecho,
ciudadano.” (2004, p. 19)
31 Es importante precisar un poco el concepto de autoridad que aquí se sustenta. Frente a los
discursos que hablan de la necesidad de “restituir”, dando cuenta de la “falta de autoridad”, es
necesario precisar el sentido de autoridad que creemos necesario sostener. Creemos muy
interesante el planteo de Richard Sennett (1983), quien expresa que la gran paradoja que se
plantea es que, por un lado, existe el temor a la autoridad como amenaza a la libertad, y por el
otro, como temor a que desaparezca, Frente a esta tensión, Sennet afirma que la deslegitimación
de la autoridad no lleva a su desaparición, sino a versiones sostenidas únicamente en la fuerza, el
control y el poder. Es este tipo de autoridad ligada sólo al control y al poder, una autoridad mal
entendida, que no confía y por ende no “autoriza”. Este autor propone la producción de una
autoridad legible y visible, explícita y clara acerca de lo que puede y lo que no puede hacer. Lo que
conlleva a una actividad reflexiva y de privación de la cualidad de omnipotencia de quien asume
ese lugar.
51
Adultos tan seducidos como los niños por esta sociedad de consumo frenético,
adultos fragilizados y vulnerados, con dificultad para “otorgar esas pistas”, para
ejercer su función. Desamparo simbólico, dificultad para afiliar a las nuevas
generaciones al mundo, aparecieron como tópicos centrales a analizar.
Los protagonistas de las escenas son niños y niñas que dan cuenta de una
infancia con porosidades. El análisis teórico alrededor de esta categoría nos
plantea centralmente la necesidad de no esencializar la infancia, y entenderla
como una construcción histórica. Además dada la complejidad y heterogeneidad
de nuestra sociedad, donde simultáneamente hay fuertes procesos de
homogeneización operados en especial desde los medios de comunicación, hablar
de infancia en singular no tiene cabida; es necesario hablar de infancias, o quizá
mejor aún hablar de diversidad de formas de vivir la niñez.
52
. Adultos fragilizados, vulnerados, infantilizados, dan cuenta de que estas
transformaciones sociales y culturales impactan también en los adultos,
erosionando y debilitando su función; pero no podemos equiparar la fragilidad del
adulto con la del niño, es necesario reponer esa función, pues es responsabilidad
de las generaciones adultas afiliar a las nuevas generaciones. En palabras de
Philippe Meirieu, “Si el adulto renuncia a todo imperativo de transmisión cultural,
deja entonces desprovistos a los niños, incapaces de resistir a las influencias
afectivas, ideológicas y comerciales que asedian por todos lados” (2004, p. 34).
Esto nos llevó a rondar en torno a la transmisión, como proceso de enlace entre
generaciones, pudiendo analizar las dificultades que este proceso atraviesa, de allí
la idea de ruptura generacional o riesgo de ligadura, que aportan algunos autores.
Conscientes de esta tensión a la hora de hablar de transmisión, dos cuestiones
surgen como centrales; por un lado la necesidad de comprender la transmisión
como un proceso de pasaje de una herencia, habilitando a las nuevas
generaciones para que la transformen, es decir reconociendo que en toda
transmisión la idea de anclaje y movimiento se entrecruzan, en una misma
sintonía. La segunda cuestión se relaciona con la confianza, en el sentido de
apuesta a futuro, como cuestión intrínseca de toda posibilidad de lazo y de
vínculo intergeneracional; la confianza como ingrediente necesario para dar cabida
al otro, y poder armar un nosotros, en una sociedad con fuertes procesos
individualistas.
Ahora bien, este trabajo lleva como subtítulo “La escuela como espacio que
habilita la subjetivación de niños y jóvenes”, dando cuenta de la necesidad de
preguntarnos sobre el lugar que tiene la escuela en estos procesos que permiten
a nuestros niños y niñas afiliarse simbólicamente. “La entrada de todo niño a lo
simbólico, a la cultura, es un reto escolar y social de primer orden” (2010, p. 176)
nos apunta P. Meirieu, precisando además que “los padres, los docentes, todos
los actores de la trama asociativa y cultural, deben convertirse en ´guías de la
cultura´” (ibíd., p. 176)
53
Entonces, nuestra mirada se focalizará ahora, en la escuela, procurando
analizar qué cuestiones dentro de esta institución pueden potencializar los
procesos de afiliación simbólica, amparando a “los recién llegados”, ayudándolos
a significar esa trama social y cultural que los rodea; así también como, intentar
revelar que ciertos posicionamientos y ciertas prácticas deben ser repensadas,
ya que más que alojar, obturan los procesos de enlace social y cultural. Es
necesario entonces, como primer paso analizar cómo las transformaciones
sociales y culturales impactaron en esta institución propia de la modernidad.
54
inunda, perdiéndose así su posibilidad de existencia, reforzando de esta forma la
escuela de la nada, la escuela quieta. En cambio, la segunda opción nos invita a
repensar, a ver con nuevos ojos, ojos que instalan una mirada que apuesta a
posibles, a movimientos, a hacer de la escuela un espacio de encuentro, un
espacio en el que niños, niñas y jóvenes puedan entrar al mundo-otro, puedan
ligarse simbólicamente.
Marc Augé acuñó el concepto de “no lugares”, para describir esos espacios
propios de la sociedad globalizada despojados de las expresiones simbólicas, de
la identidad, de las relaciones sociales, y de cualquier anclaje histórico. Son
lugares que se asocian a la no permanencia, a lo transitorio, a una presencia
efímera. Los aeropuertos, los hipermercados, los shoppings, son claros ejemplos
de “no-lugares”. Son lugares no habitados, simplemente lugares “transitados”. En
estos “no lugares”, no hay ninguna posibilidad de crear arraigo, de sentir
involucramiento. No podríamos calificar a la escuela como un “no-lugar”, pero sí
tiende a generar “lugares vacíos”, es decir espacios donde se instalan prácticas
sin sentido, rutinarias, donde no se produce el diálogo necesario que habilite el
encuentro necesario para una verdadera transmisión. Si la escuela se
constituye en un espacio que transmite saberes fosilizados, cerrados, es imposible
55
lograr el encuentro con la cultura. La escuela como un lugar vacío se convierte en
un espacio sin vitalidad, donde no hay cabida para el consentimiento de aquél
que viene a ese encuentro, y sin consentimiento del sujeto no hay ligadura
simbólica. (Zelmanovich ,2011)
Los “no lugares” reflejan de alguna forma los rasgos de esta sociedad:
transitoriedad, fugacidad, brevedad, liquidez. También los “lugares vacíos” son
producto de esta nueva sociedad, dan cuenta de aquellos espacios sólidamente
enmarcados, que estallan en el contexto líquido e incierto propio de la actual
sociedad. Son espacios, son discursos, son prácticas que “caen al vacío” al no
poder sostenerse, y siendo quizá, eficaces para otro tiempo, se desvanecen en
estas nuevas coordenadas.
56
Frente a la aceleración de los tiempos, frente a la presión de la
performance, frente a la demanda de reinventarse y de autosdiseñarse todo
el tiempo, la escuela puede ofrecer un contexto donde pueda descansarse
en otros, en una herencia acumulada en un saber , en un espacio donde uno
pueda equivocarse y volver a probar sin mayores consecuencias. (2007, p.
24)
57
Esta escena da cuenta de una experiencia de diálogo. La escuela fue el
espacio del desencuentro pero a su vez dio lugar al reencuentro. La palabra
mediadora, como la distancia necesaria, para que las pulsiones no pasen a acto.
El enojo, los gritos, la discusión sin escucha se detiene. Hay otro que interviene, y
aquello que aparece como amenazante, se desvanece. La escuela aparece
entonces habilitando la alteridad.
Esta escena con niños dialogando, expresándose, con un adulto que invita
a dicho diálogo, que habilita la palabra, una palabra que se asume para implicarse
y responsabilizarse. La escuela habilita “lugares practicados” cuando da lugar a la
expresión de los niños y niñas, cuando anima, estimula esa palabra. Ahora bien
habilitar y respetar su palabra no es aceptar cualquier forma de palabra. Y es aquí
el lugar central de los adultos, en este caso de los maestros. Dar lugar a la
palabra, es ayudar al niño a aplazar la impulsividad, para poder reflexionar y
expresarse. Es deber de los adultos crear las condiciones para dicha reflexión y
expresión. Esta es una tarea del día a día, en la que los maestros tienen un lugar
privilegiado, por eso “es preciso permitir que el alumno haga regularmente
elecciones reflexivas, que analice las consecuencias, que tenga que hacerse
cargo de esas decisiones” (Meirieu, 2010, p. 130).
58
mundo”, para que salga de su mundo individualista y pulsional, y pueda ejercer
una libertad posibilitadora.
“Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca”
expresa Joan Manuel Serrat en su reconocida canción, pensando en torno a la
maravillosa y compleja relación entre los adultos y los “locos bajitos” 33. El límite, la
prohibición como posibilitadora. La prohibición autorizando. Philippe Meirieu nos
ayuda a pensar en este sentido, expresando desde el lugar del adulto frente a las
nuevas generaciones:
Todo este análisis en torno a esta escena nos permite dilucidar algunas de
las condiciones que deben darse para que la escuela sea ese real espacio de
encuentro. Se estimula el diálogo, la palabra del niño circula, se auspicia su
expresión, pero es una expresión habilitante del sujeto y respetuosa a su vez, de
la palabra del otro. Hay encuentro y no meramente reunión, porque “soy
reconocido y reconozco a los demás”. El narcisismo alimentado por esta sociedad
encuentra en la escuela el lugar para la alteridad. Y en este juego está el docente
adulto mediando, habilitando y limitando.
Ahora bien, ¿cualquier palabra del adulto posibilita la palabra del otro? Y en
esto de pensar en torno a las condiciones de una escuela como espacio de
encuentro, de lugar que permita el lazo entre generaciones, cabe preguntarse qué
condiciones debe tener ese otro-adulto dentro de la escuela para que el niño o el
joven consienta la relación educativa y se deje ser alojado. Una condición
33 “Locos bajitos” es la expresión que utiliza Joan Manuel Serrat para referirse a los
niños, en la canción homónima.
59
insoslayable que debe darse entre el maestro y el niño o el joven, es la disparidad
subjetiva; no es una relación de paridad, ese adulto que invita a las nuevas
generaciones a entrar al mundo y participar de la cultura, debe presentarse como
poseedor de un saber. Éste es un requerimiento básico , ya que como señala
Perla Zelmanovich, el lazo no se da en una relación “tú a tú”, requiere de una
mediación, de una terceridad representada por ese conjunto de saberes que el
maestro transmite. (2011)
60
autoridad34. La autoridad entendida, como señaláramos en párrafos anteriores
como posibilitadora, como activadora del sujeto.
61
La autoridad se construye con presencia, con palabras, con escuchas, con
un mirar al otro para ayudarlo a reconocer los límites, límites que posibiliten, no
límites que obturen. Un docente que respeta a sus alumnos, que es exigente (los
alumnos reconocen a aquel docente que quiere enseñarles), que tiene “una
relación deseante con su campo de conocimiento “ (Zelmanovich ; 2011)), que es
abierto a leer la singularidad de cada alumno, es un docente con autoridad, un
docente reconocido como tal, y por lo tanto capaz de activar el vínculo pedagógico
con sus alumnos.
35 No es el propósito de este trabajo investigar las distintas razones que determinan una
escolaridad tan discontinua, pero al menos de la propia experiencia de tantos años en la escuela
primaria, se verifica una gran discontinuidad en los días de clase por diferentes cuestiones:
razones climáticas, marcado ausentismo de los alumnos, inasistencia de docentes, medidas
gremiales, asistencia de docentes a jornadas de perfeccionamiento. La idea no es elaborar un
juicio de valor sobre cada razón sino simplemente plantear una realidad que se está dando.
62
implica fundamentalmente una presencia en el sentido de un sentirse convocado
por ese otro al que le ofrezco mi presencia. Ese niño, esa niña, ese joven están
ahí, los percibo, desde una mirada abierta, desde una mirada que “se afecta”, que
problematiza esa percepción clicheteada (Peter Pal Perbart, 2008). Cada niño,
cada niña, cada joven necesita ser mirado en su singularidad, de allí la
importancia de no caer en una mirada hegemónica y homogeneizante, que sólo
está dispuesta a mirar a ese alumno esperado. Entonces, es necesario pensar en
una presencia constante y una presencia con capacidad de ser afectada, la
afectibilidad es una cuestión central, en un contexto de inestabilidad, de
fugacidad. Nuestro régimen de percepción debe ser problematizado, abierto a lo
múltiple, y es en este sentido que Peter Pal Pelbart nos invita a pensar
¿Cómo tener ojos para eso? Ojos para lo múltiple, aunque haya una
forma más hegemónica que formatea nuestra percepción, e incluso nuestro
juicio sobre qué es una forma de vida legítima. (…) En fin, ¿cómo desarrollar
la percepción de lo múltiple? (2008, p. 8)
63
mundo y animarse a dejar su huella. “Sostener la confianza de los niños dando
confianza es dar a los recién llegados la posibilidad de que cumplan en su tiempo
la posibilidad o su posibilidad de la novedad,” (1999, p. 25) afirma Lawrence
Cornu. En este juego de pasaje entre generaciones, la confianza actúa como ese
engranaje que garantiza la ligazón entre generaciones. Así como otros confiaron
en nosotros y apostaron a que nosotros conserváramos y renováramos la cultura,
somos nosotros quienes debemos apostar a las nuevas generaciones.
64
Hablábamos de la confianza como una apuesta, y quizá recordar esta
escena, recupera en nuestro sentir, esa apuesta por la escuela, por la potencia
que puede contener. De esas miradas denostantes y descalificadoras, esta escena
permite recobrar el lugar de la escuela como un espacio que invita a la fiesta del
compartir, a la fiesta del saber compartido.
Claro está que será tarea de aquellos que habitamos las escuelas la de
favorecer todo tipo de prácticas que inviten a ese encuentro colectivo con la
cultura. Pensemos, entonces, qué propuestas pueden ser las más potentes para
activar este lugar de encuentro que la escuela aún conserva
65
Dos breves escenas dan cuenta de un encuentro con la literatura desde lo
placentero y lo liberador, y la escuela actuando como espacio contenedor, como
ese escenario de “lugares practicados”
Recreo, el patio está más liberado. ¿Dónde están los chicos? Una
biblioteca que invita, con una colorida y cómoda sala para leer abre sus puertas
en los recreos. Los niños en forma autónoma, acompañados por la bibliotecaria,
sacan libros, comparten juegos. Hay un estar uno con otro, hay necesidad de
intercambiar, de esperar, hay posibilidad de desear. Hay un adulto “presente”,
escuchando, guiando, invitando, limitando.
- ´Mi mamá hizo una torta para que compartamos en la hora del té-comenta
Camila. Los viernes es la hora del té y como dice la seño “es la hora de la ´lectura´
con té”. Luisa, la auxiliar de la escuela, con mucha alegría se ofrece y cada
viernes prepara dos jarras llenas de té. Los chicos y chicas se sientan en el piso,
el que quiere trae su almohadón. ´Natacha´ de Luis María Pescetti es el libro
elegido. Es una lectura compartida en voz alta, entre risas y comentarios sobre las
ocurrencias del personaje de la historia, pasan las galletitas y con mucho cuidado
cada uno toma su té. ´-Tomamos el té como cuando estábamos en el Jardín´ –
comenta Gonzalo.
Así de a poco, marcando pautas, el libro tiene el primer lugar y el té y las
galletitas van quedando como una dulce y calentita compañía.”
66
por su propia características, como las recientemente mencionadas, cualquier
propuesta sostenida por un docente apasionado y obstinado en la transmisión de
saberes, con una autoridad que invita y reconoce al otro, con una presencia que
se deja afectar y con una apuesta frente a cada niño y cada niña, podrá hacer de
su aula un “lugar practicado”, donde las nuevas generaciones puedan hacer lazo
en una sociedad cambiante y volátil.
Reflexiones finales
“Filiar es,… incluir, inscribir, anotar, dar lugar, hogar, acogida, nombre,
deseos y palabras a ese nuevo que arriba. Ofrecerle eslabones de esa cadena de
la que hablamos; por lo que filiar es, en cierto modo, encadenar” afirma Estanislao
Antello. Encadenar en el sentido de “ofrecer eslabones” se presenta como una
expresión potente para explicar la idea central que recorrió este trabajo. Nos
preguntamos en torno a la dificultad de niños y niñas para poder afiliarse al
mundo, sobre la falta o debilidad de los “marcas o pistas” que reciben las nuevas
generaciones, que atenta sobre la posibilidad de ser “alojados” en el mundo y no –
como señalaba Hannah Arendt- arrojados de ese mundo.
67
Fragilidad, inestabilidad, incertidumbre, rapidez, fugacidad son expresiones
que describen el contexto social y cultural en el que se inscriben nuestros niños y
niñas. Un contexto en el que explotaron certezas que en un momento enmarcaban
las experiencias de niños, jóvenes y adultos. De una sociedad estable con
instituciones que marcaban claramente el tablero en que se movían los sujetos,
asistimos a una sociedad de un movimiento frenético, donde como expresa
Franco Berardi, hay “una movilización constante del deseo”. (2007, 8) De un
tiempo lineal, progresivo cuyos sujetos se proyectaban a futuro, pasamos a un
tiempo presentificado, donde la experiencia del “hoy” domina los movimientos. En
este escenario de satisfacción inmediata y de dificultad para la “espera”, el
mercado aparece como una agencia dadora de sentido, que impone consumos,
pero que fundamentalmente guioniza la vida de niños y adultos. En este punto es
importante reconocer que, si bien el contexto global muestra una presencia fuerte
del mercado, desde que nuestro país adhiere a la Convención de los Derechos
del Niño, incluyéndola luego en nuestra Constitución en la reforma de 1994, se
han desarrollado distintas políticas públicas, dictado de leyes 36 y puesta en
práctica de distintos programas37, para atender a nuestros niños, niñas y
adolescentes. La CDN cambia el status de niño, concibiéndolo como sujeto de
derecho y redefine el lugar de la familia, la sociedad civil y el Estado. Entonces
frente a un contexto global, donde la fuerza del mercado se impone, la existencia
de un Estado con mayor presencia es fundamental y cobra un lugar central como
36 Varias son las leyes que se han dictado en esos últimos veinticinco años, en especial en este
nuevo siglo. Entre algunos ejemplos : Ley Federal de Educación:24.195/93; Régimen de
Identificación de los Recién Nacidos: Ley 24540/94;Régimen de Asignaciones Familiares: ley
24.714/ 96; Creación del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable: ley
25.673/02; Localización y Restitución de Niños Secuestrados o Nacidos en Cautiverio: Ley
25.974/04;Parto Humanizado: ley 25.929/04; Protección integral de los Derechos de las Niñas,
Niños y Adolescentes: ley 26.061/05; Programa Nacional de Educación Sexual Integral: ley
26.150/06; Educación Nacional: ley 26.206/06; Centros de Desarrollo Infantil: ley 26233/07;
Servicios de Comunicación Audiovisual: ley 26.522/09; Asignación Universal por hijo: decreto
1602/09 y la Asignación Universal por Embarazo, decreto 446/11, incorporados en 2015 a la ley de
Asignaciones Familiares(24.714)
37 Entre los Programas puede mencionarse el “Plan Nacer”, Plan” Primeros Años”, “Plan Qunitas”,
Programa Sumar. , Plan Nacional de Seguridad Alimentaria, Programa Materno Infantil y Nutrición
(PROMIN), Programa Nacional de Inclusión Educativa
68
garante de los derechos de niñas, niños y adolescentes, coyuntura que se ha
desarrollado con mayor potencia en este siglo XXI.
69
implica aplazar, detener lo impulsivo. Confianza y autoridad como un par que
tracciona en el mismo sentido, consolidando eslabones culturales.
Hacia el final del trabajo aparecen nuevas escenas que dan cuenta de la
escuela como un espacio privilegiado para el encuentro, para el cuerpo a cuerpo,
para el estar con otros. Será el gran desafío de los adultos que nos movemos en
las escuelas capitalizar este posible que aloja la escuela, tan debilitado en la
sociedad de la tecnología. Pensar prácticas que habiliten encuentros, donde el
sujeto se reconozca y reconozca a los otros, pudiendo de esta forma amortiguar
los efectos de una sociedad donde impera el individualismo y la exclusión. Paulo
Freire expresa al respecto:
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ANEXO
76
Cuadro que representa los porcentajes de asistencia entre 1999 y 2015. Escuela
Pública del centro de una ciudad del conurbano bonaerense. Sextos y Primeros año
. Turno mañana
38 Se tomaron cuarto grupos del turno mañana, los dos sextos años (los niños más
grandes) y los dos primeros años que representan los más pequeños.
77
AÑ Grado M A M J J A S O N TOTAL Días con Días con Observacione
inasistenci inasistenci
O a total a de más s
del 50%
SEXTO A
2005 95 93 98 70 53 89 91 92 88 85.4 12
SEXTO B 98 96 91 84 83 90 93 92 92 91 Junio/ Julio Niños con
inasistencia de varios
días continuos.
PRIMERO A Se extraviaron los
datos
PRIMERO B 91 82 84 88 70 82 74 80 70 80.1 4 2 Meses con asistencia
intermitente.
Niños con
inasistencia de varios
días continuos.
2006 SEXTO A 95 92 94 92 88 88 94 87 74 89.3 5 2 Nov. Paro docente
varios días
SEXTO B 95 92 94 95 78 93 94 94 88 91.4 2 1
PRIMERO A 87 94 88 88 66 88 94 87 87 86.5 4 4 Nov. Paro docente
varios días
PRIMERO B 90 88 75 80 76 79 83 73 56 77.7 12 3 Nov. Paro docente
varios días.
Asistencia
intermitente.
SEXTO A 94 92 85 85 84 80 91 87 83 86.7 2 9
2007
SEXTO B 91 93 91 80 81 88 81 82 86 85.8 1 6
PRIMERO A 91 85 86 71 60 76 70 70 77 76.2 3 30 Asistencia
intermitente.
PRIMERO B 85 87 83 83 71 77 89 75 76 80.6 5 21 Asistencia
intermitente.
2008 SEXTO A 95 96 94 87 87 80 89 91 80 88.7 3 3
SEXTO B 91 88 85 82 85 75 87 90 88 85.6 3 10
PRIMERO A 92 90 88 84 81 90 82 86 74 85.2 5 5
PRIMERO B 87 77 80 73 73 83 65 69 75 75.7 5 11 Asistencia
intermitente.
78
AÑ Grado M A M J J A S O N TOTAL Días con Días con Observacione
inasistenci inasistenci
O a total a de más s
del 50%
SEXTO A
2013 94 91 86 86 86 82 81 92 85 87 3 4
SEXTO B 89 89 76 87 78 84 78 85 82 83.1 6 10
PRIMERO B 68 79 60 71 63 65 70 68 57 66.7 25 13
PRIMERO A Se extraviaron los
datos.
SEXTO A
2014 24 92 84 85 82 65 77 75 73 73 27 5 Paro inicio de clases
SEXTO B 33 84 81 75 74 63 75 74 64 69.2 28 17 Paro inicio de clases.
Asistencia
intermitente
PRIMERO A 5 85 80 68 75 40 69 61 68 61.2 34 19 Paro inicio de clases.
Asistencia
intermitente
PRIMERO B 5 84 82 66 70 50 75 62 62 61.7 36 15 Paro inicio de clases.
Asistencia
intermitente
SEXTO A
2015 89 89 83 81 73 69 75 76 79 79.3 8 8 Asistencia
intermitente
SEXTO B 88 87 84 83 86 75 82 82 82 83.2 5 17
PRIMERO A 85 89 82 76 83 63 67 77 57 75.4 5 14 Hubo varios casos de
Varicela
PRIMERO B 80 84 76 70 64 54 60 60 72 68.8 16 11
Observaciones
El análisis de los datos de este cuadro, nos permite observar cómo fue decayendo
la asistencia a clase, visibilizándose así la discontinuidad en la presencia de los niños y
niñas en la escuela, y por ende en sus procesos de aprendizaje.
Otra cuestión a señalar, que quizá no queda del todo reflejada en este cuadro, es
el aumento en inasistencias por varios días consecutivos, de cada vez más alumnos. (En
general se da por enfermedad)
79
80