Conocimiento Romero
Conocimiento Romero
Conocimiento Romero
A continuación se presenta un fragmento extraído de un texto de Francisco Romero donde se distingue entre saber reflexivo
y saber ingenuo.
[…] El saber ingenuo, común de todo hombre, es indispensable para la vida; la mayor parte de nuestros comportamientos
ordinarios se rige por él. Se constituye como un vastísimo depósito de experiencias, la mayoría de ellas procedentes de la tradición,
del contorno humano, masa que cada uno selecciona, organiza a su modo y complementa con su experiencia personal. El saber
ingenuo crece mediante acumulación que es sedimentación; los conocimientos no se buscan de intento, sino que se reciben de las
comprobaciones o seudo comprobaciones que va favoreciendo la existencia. Carece de un método, de toda precaución encaminada
a asegurar su validez, a contrarrestar su verdad, salvo el llamado “sentido común”, criterio vago e inseguro, utilizable en la práctica,
pero de valor escaso o nulo en el plano del saber riguroso (la ciencia y la filosofía desmienten muchas supuestas verdades del
sentido común). Como este saber no se vuelve concientemente sobre sí, operan en él muchos influjos perturbadores que no sen
advertidos, unos ajenos a la pura actividad cognoscitiva (imaginación, sentimientos, deseos), y otros pertenecientes al
funcionamiento de la inteligencia, que cuando trabaja sin guía sigue ciertas propensiones suyas conducentes al error: tendencia a
generalizar indebidamente, a la falsa identificación, a considerar diametralmente opuesto lo que solo es diferente, etc. Todo esto no
debe hacernos olvidar que en el saber ingenuo entre una cantidad enorme de conocimientos ciertos o de gran verosimilitud, y que
de continuo, en nuestra civilización, ocurre un trasvase de saber científico al campo del saber vulgar.
El saber crítico no es, como el ingenuo, una espontaneidad, sino una disciplina. Supone criterios, métodos precisos; es
conciente de sí, y permanentemente está vuelto sobre sí para ponerse en claro sobre sus bases, sus articulaciones, sus alcances,
sus lagunas. Se halla en trance de una revisión y un acercamiento constantes y planeados; es, podría decirse, arquitectural (por
oposición al saber común que es sedimento o aluvión) y, por lo mismo, cada adquisición nueva, al venir a ensamblarse en el conjunto,
lo corrobora o pone en cuestión, según encaje ajustadamente o no en él. El saber crítico no tolera desajustes o contradicciones en
sus partes, porque en cuanto conciente de sí, no puede pasar por alto la incongruencia, que revela a deficiencia en una parte o en
otra. En cambio, el en saber ingenuo son frecuentes las incongruencias y difícilmente se las advierte, porque el cuerpo total de ese
saber nunca es examinado, sino que cada una de sus partes se destaca y utiliza en la situación correspondiente.
Mientras que el saber vulgar solo dispone de un cartabón o criterio (el sentido común), el saber reflexivo se constituye todo
el auxiliado por métodos de muy diversos géneros: métodos de observación, experimentación, etc., y todas las técnicas de
laboratorio, para las ciencias históricas y las matemáticas; métodos especiales, para la filosofía. La lógica viene a ser el método
general de este saber, que se preocupa de su consistencia racional; la matemática, que tomada en sí es ciencia independiente, es
método principal en muchas ramas de la ciencia.
A continuación se presenta un fragmento extraído de un texto de Francisco Romero donde se distingue entre saber reflexivo
y saber ingenuo.
[…] El saber ingenuo, común de todo hombre, es indispensable para la vida; la mayor parte de nuestros comportamientos
ordinarios se rige por él. Se constituye como un vastísimo depósito de experiencias, la mayoría de ellas procedentes de la tradición,
del contorno humano, masa que cada uno selecciona, organiza a su modo y complementa con su experiencia personal. El saber
ingenuo crece mediante acumulación que es sedimentación; los conocimientos no se buscan de intento, sino que se reciben de las
comprobaciones o seudo comprobaciones que va favoreciendo la existencia. Carece de un método, de toda precaución encaminada
a asegurar su validez, a contrarrestar su verdad, salvo el llamado “sentido común”, criterio vago e inseguro, utilizable en la práctica,
pero de valor escaso o nulo en el plano del saber riguroso (la ciencia y la filosofía desmienten muchas supuestas verdades del
sentido común). Como este saber no se vuelve concientemente sobre sí, operan en él muchos influjos perturbadores que no sen
advertidos, unos ajenos a la pura actividad cognoscitiva (imaginación, sentimientos, deseos), y otros pertenecientes al
funcionamiento de la inteligencia, que cuando trabaja sin guía sigue ciertas propensiones suyas conducentes al error: tendencia a
generalizar indebidamente, a la falsa identificación, a considerar diametralmente opuesto lo que solo es diferente, etc. Todo esto no
debe hacernos olvidar que en el saber ingenuo entre una cantidad enorme de conocimientos ciertos o de gran verosimilitud, y que
de continuo, en nuestra civilización, ocurre un trasvase de saber científico al campo del saber vulgar.
El saber crítico no es, como el ingenuo, una espontaneidad, sino una disciplina. Supone criterios, métodos precisos; es
conciente de sí, y permanentemente está vuelto sobre sí para ponerse en claro sobre sus bases, sus articulaciones, sus alcances,
sus lagunas. Se halla en trance de una revisión y un acercamiento constantes y planeados; es, podría decirse, arquitectural (por
oposición al saber común que es sedimento o aluvión) y, por lo mismo, cada adquisición nueva, al venir a ensamblarse en el conjunto,
lo corrobora o pone en cuestión, según encaje ajustadamente o no en él. El saber crítico no tolera desajustes o contradicciones en
sus partes, porque en cuanto conciente de sí, no puede pasar por alto la incongruencia, que revela a deficiencia en una parte o en
otra. En cambio, el en saber ingenuo son frecuentes las incongruencias y difícilmente se las advierte, porque el cuerpo total de ese
saber nunca es examinado, sino que cada una de sus partes se destaca y utiliza en la situación correspondiente.
Mientras que el saber vulgar solo dispone de un cartabón o criterio (el sentido común), el saber reflexivo se constituye todo
el auxiliado por métodos de muy diversos géneros: métodos de observación, experimentación, etc., y todas las técnicas de
laboratorio, para las ciencias históricas y las matemáticas; métodos especiales, para la filosofía. La lógica viene a ser el método
general de este saber, que se preocupa de su consistencia racional; la matemática, que tomada en sí es ciencia independiente, es
método principal en muchas ramas de la ciencia.