Grande, Felix - Poesía en El Campus, 43 PDF
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NOTA BIOGRÁFICA
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CRÍTICA
Hace más de veinte años, en 1971, Félix Grande reunió toda su obra poéti-
ca en un volumen titulado «Biografía» con intuición premonitoria. Aunque ya
acreditado y premiado, era muy joven —treinta y pocos años— para que aquella
compilación de poemas fueran las «poesías completas» de una biografía cum-
plida, pues aun siendo aquello en sentido material, le quedaban muchos ca-
minos que andar, bastante biografía que consumir. En ellas estaban algunos
de sus mejores versos —sobre todo los de aquel originalísimo «Blanco Spiri-
tuals»—, pero otros de igual o superior acierto habían de venir después. Aque-
lla inicial reunión poética poseía un rasgo peculiar: no era sólo un libro inte-
grado por otros libros, sino que tenía el carácter de una publicación unitaria
determinada por el sugerente y acertado marbete ya mencionado, «Biografía».
Aquel volumen alcanzó una nueva estampación, aumentada, en 1977 y apare-
ció de nuevo, más grueso y, ahora sí, con sus señas de identidad precisadas,
frente al escueto enunciado precedente: «Biografía. Poesía completa (1958-1984)».
El título que ampara el conjunto lírico de Félix Grande no es sólo un acierto
de rotulación, sino que expresa la raíz misma de su arte. De otra manera: el
poeta, desde su inicial «Taranto», de 1968, ha ido laborando, pacientemente,
una biografía, personal y literaria, cuyos últimos episodios aún no se han es-
crito pero que de modo inevitable se sumarán a los ya cumplidos. Digo bio-
grafía, pero quizá debiera escribir autobiografía, ya que siempre, en los varios
millares de páginas —líricas, narrativas, ensayísticas, periodísticas— que ha pu-
blicado Grande está la propia existencia del escritor, lo cual, visto desde la pers-
pectiva abarcadora de su madurez vital, confiere al conjunto de su obra un
marcado y muy personal acento subjetivista. Una obra que, por ello, resulta
indespistable incluso para lectores no muy avezados y que lleva la marca de
lo singular hasta el punto de ser inconfundible entre tanto poeta coetáneo.
Quien efectúe un día la biografía civil de Grande, sólo tendrá que hacer
indagaciones complementarias en otras fuentes y testimonios porque los datos
esenciales de su trayectoria —familiares, profesionales, íntimos— se patenti-
zan en sus páginas. ¿Acaso el poeta pretende darnos episodios de una presen-
cia terrena más o menos interesante? Eso, con ser anecdóticamente atractivo,
no tendría por sí mismo valor artístico. Lo literario viene por el camino de
formular una visión de la existencia a la luz de la propia vida según un plan-
teamiento de la poesía como iluminación (lo dice el prólogo de la «Poesía
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completa»: «Poesía /.../ es una forma de conocimiento, de revelación, de co-
municación y de fraternidad»). La poesía, podríamos sostener, realiza una bús-
queda en las oscuras galerías del alma, por socorrernos con la imagen macha-
diana, y busca la comunicación con el yo del lector.
La experiencia personal se convierte en el núcleo medular, en la materia
prima sobre la que trabaja el poeta, pero incluye toda una filosofía que apues-
ta por una interpretación del hombre y de su existir. Anotaba Machado —a
quien Grande profesa honda admiración— que un poeta ha de tener su meta-
física, aunque ésta no deba estar de manera expresa en su obra. Así ocurre
en el autor de «Biografía». El poema final de «La noria», libro incorporado a
la última edición de la poesía completa, es una poética que consuma, redon-
dea y explicita la filosofía del escritor. Convoca el poeta lo bueno y lo malo
de nuestra existencia, mientras la afirmación de «que la vida era buena» reco-
rre la composición como un ritornello y concluye con esta declaración de prin-
cipios:
«Pero caeré diciendo
que la vida era buena:
la quiero para siempre
con muchísimo amor».
Todos los episodios de una existencia tienen ahora sentido en el poeta,
incluso aquéllos perdidos en la lejanía irónica de la memoria (por eso manda,
al frente de sus versos completos, «un saludo a mi juventud, donde quiera que
esté»). En la escritura de madurez, el poeta hace recapitulación general porque
en él pesa mucho el sentimiento de temporalidad. La biografía, sin embargo,
no es simple acumulación de experiencias, sino una interpretación de las mis-
mas que conduce a opciones salvadoras: por ello el poeta se recluye cada vez
más en la vivencia del amor y termina por proclamar su comunión con la len-
gua (el idioma es la patria del escritor, ha dicho). Que hasta llegar a la lucidez
sea preciso dejarse jirones, que la plenitud resulte desgarradora tiene su justifi-
cación desde esa metafísica de Grande según la cual sabemos que, a pesar de
los pesares, no disponemos de otro bien que la vida. Así vemos el clarividente
sentido de esa «Biografía» que —discúlpeseme la tautología— sirve para com-
probar que, a veces, en escritores notables la biografía se hace arte y el arte,
a su vez, se convierte en biografía.
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COMPROMETIDA Y LIBRE
alguien canta
sapore di mare, sapore
di sale
y en el sudeste asiático
la guerra McNamara cruza el río
se ahorca un inocente en esta casa
aquí
junto a las tumbas de pioneros
del renacer textil de las betes
i fils
se ahorcan simplemente, europeamente
soy un poeta militante, camarero
un gin tonic
por favor
llega un poeta blando de sangre
más que roja, pide pippermint
y canta
sucede que me canso de ser célibe
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caso de Luis García Montero— han reclamado para sí la condición de «hom-
bre normal». Cierta normalización, acallamiento, abandono de los clamores co-
lectivos se ha producido en la poesía que ha invocado últimamente lo autóc-
tono, la tradición española en lo que acertadamente se ha llamado su «canon
ampliado», es decir, incluyendo sin desdoro autores de segunda fila y actitu-
des más vinculadas a la vida profesional del escritor menesteroso que a la acti-
tud creadora del genio.
Pero el descontento no se ha aplacado. Se me antoja que los descarados
diarios de J. L. García Martín o las displicencias de la prosa diarística de An-
drés Trapiello son formas de descontento. Un descontento barojiano, meso-
crático, de tono menor. Más claro es el descontento de la poesía y la prosa
de Roger Wolfe, quizá no tan exclusivamente enraizada en la tradición sajona
como se dice.
En La Habana en 1967 se publicaron los poemas de Blanco Spirituals, poe-
mas del descontento apasionado que en algunos de sus aspectos más recu-
rrentes merecen ser objeto de invocación presente. Seguramente Félix Grande
prefiere pasar por ser un poeta patriótico, de la única patria que reconoce para
sí en Elogio a mi nación de carne y de fonemas: «Yo no he llamado patria más
que a ti y al lenguaje». Este poeta confiesa preferir los poemas de su heteróni-
mo Horacio Martín en los que predomina esa pasión patriótica del amor a la
carne de los cuerpos expresado en versos apasionados y ceñidos, o sea, medi-
dos, estróficos.
Blanco Spirituals acoge una escritura torrencial amparada en el uso del verso
libre, sabia y conscientemente buscado en la larga tradición de la poesía amé-
trica, en la irregularidad visual y verbal de las imitaciones del hexámetro. La
superación del tono quejumbroso —¿elegíaco?— vallejiano de Taranto, el tema
de la familia colocado en un lugar menos visible que en los primeros libros
y la expresión de una experiencia urbana son puntos de inflexión deliberada-
mente aceptados en este libró:
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resulta chocante mencionar en hexámetros acreditados
el descrédito de un mundo agujereado de suicidas y obuses
no admitir en este congreso al desarrapado sarcasmo
Esta Oda fría a una cajetilla de L&M dista poco en el tiempo de esa otra
famosa Oda a Venecia ante el mar de los teatros. En ambas, por diferentes me-
dios, se hace patente la tradición vanguardista de la poesía española y el poso
lorquiano. Pero en el poema y en el libro de Félix Grande hay una deliberada
proyección hispánica —no sólo en la búsqueda de coloquialismo y afectivi-
dad que lleva a introducir léxico y expresiones el español de América— que
justifica el amparo y galardón de la Casa de las Américas. El largo aliento, la
búsqueda de la extenuación verbal tiene extensa tradición en los hijos hispá-
nicos de Walt Whitman, el «viejo / bello como un patriarca, sereno y santo»
de Rubén, el «viejo hermoso» de García Lorca. En este caso, como en la Oda
a Walt Whitman, el largo aliento viene a sentenciar: «Y la vida no es noble,
ni bella ni sagrada».
El versolibrismo se ha mantenido a flote pese a la reorientación racionali-
zadora, métrica y estrófica de la poesía en los años ochenta y cuenta con cul-
tivadores muy destacados y más o menos frecuentados en el presente panora-
ma literario: Luis Villena, Juan Luis Panero, Miguel Mas, Roger Wolfe, Manuel
Vilas. El fervor vanguardista, neovanguardista, de Blanco Spirituals se nota tam-
bién en la supresión de signos de puntuación —que no lo es de sintaxis—,
mayúsculas, transcripciones fonéticas del léxico y explotación de los aspectos
visuales del texto —como puede verse en el poema de esta antología Frag-
mento para un homenaje a Rayuela.
Junto con todos estos componentes literarios, cierto gusto contemporá-
neo no dejará de notar en esta obra la persistencia de la imagen tremendista
(basada lo escatológico, lo sucio, lo sangrante), eso que se aparta bajo marbe-
tes de grandilocuente y apocalíptico. No es mi intención ahora indagar sobre
este tipo de componentes metafóricos de la poesía de F. Grande. Muy al con-
trario, quiero destacar que aparece en Blanco Spirituals una moralidad radical
y mesocrática y la denuncia social construida sobre los parámetros de una
sinceridad biográfica referida a un yo cotidiano y corriente cuya contempla-
ción, desidealizada, hace de interesante contrapunto a la exuberancia experi-
mental del verso libre, de la creación metafórica y del ritmo mental. Que la
vida no es noble, ni bella, ni sagrada ya se había leído. Félix Grande confiesa
en tono prudente que uno —el poeta, el lector de su Biografía— tampoco
lo es. Además carga en sus versos con la asunción de un sentido moral, la
fuerza de la denuncia y el compromiso, aunque sólo sea con el amor a sus
viejos padres.
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La lucha en voz alta por la libertad consiste otra vez en presentarse en pú-
blico diciendo «yo soy un sans coulotte y qué. Y además puedo también exhi-
bir una dignidad que te parece indigna».
están ustedes algo equivocados respecto a los poetas,
nuestros legendarios tablones no resultan más apasionantes
que ios de un empleado de Agromán o de un telegrafista,
cualquier oficinista puede aburrirse o angustiarse
tan fastuosamente como uno de nosotros,
conocemos las rodilleras y el brillo de los trajes viejos,
los finales de mes apretados de deudas insignificantes,
cotilleamos y subestimamos tanto como ustedes,
tenemos zapatillas burguesas, los ceniceros estratégicos,
nuestro médico de cabecera; en fin: somos vulgares;
hacen mal en creer que estamos más neuróticos que ustedes,
sáquense eso de la cabeza, no somos más abstractos
y a menudo tampoco más precisos; infancia, juventud,
madurez, andropausia, muerte: lo demás es aportación;
habitúense a considerarnos como personas usuales,
de otro modo es posible que no les sirvamos de nada,
basta ya de alcahuetería, abarrotada está la tierra,
gentes diversas que se quiebran o que resisten;
nadie sabe muy bien mediante qué procedimiento
se alcanza a ser un cerdo o una entidad admirable
Estos Blanco Spirituals de Félix Grande son, treinta años después, una in-
vitación, de nuevo, a albergar deseos de libertad y deseos de agitar las con-
ciencias con la presentación de unos hechos sociales bien ciertos y con la exi-
gencia de lucidez ante ese mundo que, como hijos de la clase media, sólo
atisbamos por los periódicos y nos hace dudar.
Según el ABC de hoy Johnson ha motivado
un nuevo agonizante en la capital de Malasia
(se ve un caído junto a la bota de un policía
y la bandera norteamericana en un ángulo a la derecha).
(...)
Escribo para vosotros, testarudos, calamitosos seres
que deambuláis en este laberinto agrietado de nuestro siglo.
Os mando estas cartas porque creo en el fenómeno poético,
lenguaje enloquecido y apesadumbrado que se derrite de calor
ante un malasio que agoniza entre el plomo y la rabia.
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Escribo porque amo atrozmente lo que aún no ha sido todavía,
como lo amáis vosotros, gente, que vais por las ciudades
recordando y deseando, con un periódico arrugado
y un corazón que se hincha como un aullido en un barranco.
Escribo esta carta mientras oigo los ruidos de la cocina
y veo pasar el tiempo como un megaterio por la dulce ventana.
Escribo porque no soy un degenerado, porque estoy muy en deuda
con dos viejos que languidecen en la edad al borde de su nieta,
con una persona pequeña vestida con telas graciosas,
con seres que me dieron o me dan, con gentes que pasan,
con años que transcurren camino de los siglos,
con un sueño de amistad popular que cruza solitario
como un viejo vehículo del mar por el mar de la historia.
La poesía social y mucha de la poesía publicada en los años sesenta entró
en zona de eclipse a mediados de los setenta. Pero no cabe duda de que la
obra de Félix Grande, además de influencia de Vallejo, ambición épatant de
la metáfora y experimentalismo, ofrece la construcción de un sujeto lírico cí-
nico, cruel, pero humano, próximo y apasionado, que ya va siendo hora de
invocar.
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«OS AMARÍA». EL AMOR AL ENEMIGO EN LA OBRA
DE FÉLIX GRANDE
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Grande denuncia y acusa, con una tensión casi insólita en la poesía española,
a caballo entre la inocencia (Tengo la prisa del insomne que una noche descu-
bre / que casi todo ocurre sin su consentimiento ni participación, BS 191) y
la perplejidad que produce una aparente connivencia (yo elijo vivir, conscien-
temente (...)/todos los días, todas las mañanas, lo elijo sin cesar, BS 218, pero
sin descomponer el gesto ni «aullar» ante los periódicos, BS 227). Como bien
ha observado Manuel Rico (31), en referencia a Blanco Spirituals (1966), los
desheredados son el «protagonista colectivo» del poemario, y se hallan enfren-
tados a quienes, también como colectivo —parapetado a veces bajo unas si-
glas, pero terriblemente real y efectivo—, ejercen el odio, la injusticia y la bar-
barie: son los «negociantes» (BS 182), cuantos —también en el sentido más
amplio— trafican con la vida y con el alma del ser humano.
El autor ha dejado siempre muy claro cuál es su compromiso moral con
los «hijos y nietos de la ira» (N 412-413), y produce admiración el vigor con
que lo ostenta, inquebrantable e iracundamente, en su poesía. Sin embargo,
el mérito de su obra no termina ahí, donde otros poetas solidarios, pero más
complacientes, podrían considerar acabada su reflexión y captura: en esa di-
cotomía apasionada y fluctuante que se establece / entre el interminado yo
y el hostil ellos (BS 216), son «ellos» los opresores, los culpables (MA 138,
VT 261), los calumniadores (N 453), y así sucesivamente, un priamel tras otro
(R 330, CL 380). Si la poesía de Grande se hubiese quedado ahí, en el retrato
y la denuncia del horror que «ellos» practican, su interés sería el de un poeta
«social» —por entendernos— que, además, ha cuidado magistralmente la esté-
tica, con todo el mérito que ello supone. Pero «el otro», el enemigo, también
transita por ámbitos más complejos e inaprensibles, y Félix Grande —poeta
sincero, además de gran poeta— lo sabe muy bien. El enemigo más común
y cotidiano no se deja incluir fácilmente bajo el cómodo subterfugio literario
del «ellos», sino que merodea a nuestro lado, se confunde con nosotros, ad-
mite y, en cierto modo, exige una respuesta personal, un afecto más o menos
tímido. También en relación con este enemigo casi doméstico es radical y apa-
sionada su poesía. En las Rubáiyátas, encomendadas a su heterónimo Horacio
Martín, se produce un enfrentamiento directo y visceral —un agotador com-
bate para el lector— entre los apasionados amantes y su entorno. Puede pare-
cer en exceso riguroso que, quien declara enfrentarse «a los administradores
y los censores del placer» (14), acabe arremetiendo con una violencia inusita-
da —y con una cierta impiedad, poco machadiana quizá— contra quienes se-
rían, en todo caso, víctimas de tales comisarios (cf. Rico 82, n. 102): millones
de parejas/se ayuntan genuflexos/ sin morirse de sed (...) Su erotismo es igual
que las encías de un viejo / masticando papilla, engrudo (...) (R 338); el poeta
imagina una hecatombe agazapada/que denominan (...) / sociedad (R 339)
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y no escatima el insulto para los «tibios esposos», «muñones» obedientes, etc.
(R 340-344).
La poesía de Félix Grande nunca es una lectura cómoda y relajada. Provo-
ca, desasosiega, inquieta. Sólo de vez en cuando se consiente un oasis de com-
pasión y misericordia, y, curiosamente, es ahí, agazapada tras la ira, donde hoy
nos parece encontrar su mayor lucidez y su mayor verdad. El poeta ensaya
frente al enemigo —frente al amplio espectro de enemigos— todas las respuestas
posibles, respuestas que van desde la tentación del silencio o del «sereno ren-
cor» (MA 123) hasta el insulto iracundo y descarnado. Siempre sabe salir del
mero lamento, sin engolfarse en él (VT 275: Te repugna la idea de convertir
a la tristeza en una metafísica), percibiendo también, como una afinada ale-
gría, el latido de la esperanza: Por debajo de los llenos de odio hay un tumulto
de gentes de amor (N 456), Escribo porque amo atrozmente lo que aún no
ha sido todavía (BS 200).
Partiendo de la humilde y elemental constatación —¡pero tan rara!— de
que el propio «yo» es complejo (CL 378: Hay trozos de ti mismo I ocultos
en ti mismo Carcomas / hechas de tu propia materia, CL 275-276), el autor
se plantea una y otra vez, como un acuciante problema, la complejidad del
otro, esos perfiles menos amables que tanto duelen y apesadumbran. ¿Qué
hacer con las opiniones más decepcionantes del querido Borges? Puede aplau-
dirse «al Borges que trabajó con el amor», mientras se silencia «al que se borró
en el desprecio» (cf. «Borges», La vida breve, Ciudad Real, 1994, pág. 226), o
puede esperarse a que éste entone una palinodia más razonable (cf. «Borges,
el otro», ib., págs. 228-230)... ¿Qué hacer con las páginas estalinistas del admi-
rado Neruda (N 418-421)? Cabe, como siempre, la indiferencia, el rencor o un
perdón más o menos estupefacto, lo mismo que ante el error que se reconoce
como propio: pocos autores tan propensos a la sabiduría de la autoenmienda
como Félix Grande2, consciente de que el yerro no es patrimonio exclusivo
de una ideología, y de que el horror, como toda mezquindad, puede albergar-
se en cada hombre (reflexiones interesantes al respecto pueden leerse también
en sus «Curiosidades sobre la tolerancia», La vida breve, págs. 650-653).
Hay rasgos que todos, «buenos» y «malos», comparten, o compartimos. El
hombre está hermanado, entre otras cosas, por el miedo, por el terror y el «pá-
nico de ser» (R 343); el ambiguo «miedo del enemigo» (timor hostium) entona-
do en BS 238 («Tenemos miedo. Tenéis miedo») refleja la hermandad de fondo
que existe incluso entre el agresor y su víctima. Pero sólo quien sabe y quiere
mirar es capaz de ver también la pesada lágrima ajena y el desamor que la nutre
(N 414-417). Es un primer paso. El propio dolor humano puede auspiciar la única
condición que el poeta reclama para la reconciliación (N 445-446):
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Os amaría si estuvieseis
locos aullando por las calles
o lúgubres o llorando
o epilépticos de zozobra
o bárbaros de indignación
o minuciosos de justicia
o tropezando en vuestro terror
con ronquera de fiebre
Un poco más de espanto os ruego
y os amaría Os amaría
La indignación y la ira son reacciones naturales ante las impiedades del
siglo, una época marcada por la plena conciencia del dolor inocente que sufre
la inmensa mayoría y por el «crimen ecuménico» (BS 236) que hoy, precisa-
mente hoy, se finge inevitable. El descenso por la oscura escala de lo abyecto
que Grande ofrece a su lector refleja compromiso e indica cuál es la función
de su poesía, la cual —al margen siempre de la resignación, y al igual que otros
bálsamos no menos necesarios, como la música o el llanto (BS 225-226,
N 457)— propicia la denuncia y, sobre todo, nos brinda un cierto consuelo
(VT275, CL 385-386). Pero también es consciente del daño que a veces cau-
sa el hermoso filo doble de la literatura. Así, en «El abogado del poema»
(VT 272-273) no duda en ofrecer, frente a quienes parecen escribir con el único
afán de reflejar al pobre en su miseria —sin enseñarle a salir de ella, o esperan-
do a que lo haga por derecho y nunca por dádiva («allá el que no sabe»)—,
una tajante advertencia: No hay perversión mayor que ese disfraz. Bello pare-
ce el acto de ayudar al condenado a cavar su agujero: y sin embargo es mons-
truoso. Desde hace siglos viene sucediendo. Es una de las formas del arte. Se
trata del viejo riesgo del lenguaje, que hasta puede verse inclinado a idealizar,
por poner un ejemplo, el macabro oficio del proxeneta: Viene la tentación de
llamar pintoresco / a este hervidero de miseria (MA 147 y, con variaciones,
BS 178, 187, 213-215).
Hay quien opta por comprometerse con el absurdo y con la nada, o, mejor
dicho, que se compromete a no asumir compromiso alguno. Ningún poema
vano se alberga en la obra de Grande, que resuena a veces como mero preám-
bulo de la acción («obras son amores») y que de algún modo nos invita a ella.
La palabra es necesaria, y da sabiduría al que es capaz de leerla; pero, sin emo-
ción, corre el riesgo de alimentar una merafilantropía,más o menos utilitaria,
o un simple compadreo interesado (gr. hetaireía). A veces fracasan las palabras
y sólo sirven de terapia personal. Como «músico frustrado» (12), Grande sabe
que la música «emociona al conocimiento» (BS 225), es decir, que el cono-
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cimiento necesita de la emoción, y que el calor de la emoción puede prestarlo
la ira, pero más aún la misericordia. Es la única garantía de que nuestro mísero
saber —tan propenso a errar (EURÍPIDES, Medea 1078-1080), tan tambaleante—
no se conformará con preservar la memoria, como el nostálgico esturión («me-
moria» crea también quien mutila de un machetazo a su enemigo indefenso,
para que no olvide), y se atreverá a buscar una verdad esperanzada (MA 134:
Cerrar la boca. No envilecer el candor de los inocentes / Cerrar la boca, mirar
a los que viven...).
El odio es fácil y elemental, pero, si persiste, puede llegar a encubrir co-
bardía e incluso tibieza. Es difícil, sin embargo, el amor al enemigo; constituye
una rara y misteriosa, sagrada tentación en la que conviene caer con presteza.
Lo contrario es la llamada de la sangre (cruor),lo que los antiguos llamaban
«crueldad» (crudelitas, «la mayor enemiga de la naturaleza humana», según la
sentencia ciceroniana [Off. III 46]), la misma que petrificó —más que el mero
desamor— el alma dura de Anaxárete (OVIDIO, Met. XIV 695-763). Naturalmen-
te, no se trata aquí —a estas edades— de comenzar a repartir besos universales
entre sonrisa y sonrisa, sino más bien de aprender a mirar la lágrima ajena,
de renunciar con valentía a la admirada estética del odio (el odio es más sen-
sual que la piedad, VT 264) y de ejercitarse en esta tarea lenta de amar, más
que esperanza,/desde la que recibo mi reposo profundo (P 65).
ÁNGEL ESCOBAR
NOTAS
1. Todas las citas se extraen de Biografía. Poesía completa (1958-1984), 2.a ed. aum., Bar-
celona, Anthropos, 1989 [1986J] (T=Taranto, P=Las piedras, MA=Música amenazada,
BS=Blanco Spirituals, VT= Puedo escribirlos versos más tristes esta noche, R=Las rubáiyá-
tas de Horacio Martín [CL = Cuaderno de Lovaina (Inéditos de H.M.)], N=La noria; el núme-
ro que sigue a la sigla indica las páginas correspondientes a dicha edición); también hemos
consultado Félix Grande. Blanco Spirituals, Las rubáiyátas de Horacio Martín, ed. Manuel
Rico, Madrid, Cátedra, 1998.
2. Cf., por ejemplo, Félix GRANDE, García Lorca y el flamenco, Madrid, 1992, pági-
nas 127-128.
14
SISYPHUS FÉLIX IN GRANDE HORATIO. MITOS Y NOMBRES
EN LAS RUBÁIYÁTAS DE HORACIO MARTÍN*
15
existencia de nombres libres y autónomos —véase, por ejemplo, Barnizadora
incomparable, p. 310—, los nombres de Ulises y Sísifo aparecen como escla-
vos de una memoria tiránica, como reos que soportan una carga semántica
que no ha sido libremente escogida, que los otros y el tiempo les han impues-
to1. En la primera sección de El peso de Corfú sobre la espalda, p. 345 —tí-
tulo revelador desde esta perspectiva, y en obvia sintonía con el mítico traba-
jo que ocupa a Sísifo— puede leerse:
Cuando ellos [...]
yo te sabía creándote,
haciéndote lenguaje y mito y permanencia,
poniendo rostros a la libertad.2
Entonces te admiraba, oh capitán del mar.
Anónimo y libre, intemporal también, es percibido en su viaje el «tú» al
que el poeta se refiere inicialmente, mas tras el regreso3,finalmente,se revela
la identidad del héroe, Ulises («Y al igual que Nausica, los dioses y los siglos / te
compadezco lentamente, Ulises»), cuyo nombre, que cierra la composición,
entraña la temática misma del regreso: Ulises debe siempre regresar, pues así
lo exige su propio mito.
Estos prisioneros de sus mitos que son Ulises y Sísifo sirven de contrapun-
to al mundo poético extremadamente libre —libre, y libertario, y libertino-
creado para la convivencia, de forma casi exclusiva, de Horacio Martín y Loba
—«Oh Loba, en esta hora en que asistimos / al sepelio de los mitos del mundo»,
p. 322—; es un universo literario en el que la libertad adquiere una notable
expresión lingüística, que se asienta sobre el concepto de creación, concebida
ésta como acto poético que conlleva la verdad —«la Creación eres tú, la Ver-
dad es tu carne / o soy un sueño que se está soñando», p. 319; «Tú eres el
lenguaje profundo / Contigo todo tiene nombre», p. 310.
Asimismo, los nombres de Ulises y Sísifo aparecen estrechamente ligados
a una peculiar concepción negativa de la memoria como regreso, o, simple-
mente, asociando memoria y regreso con un valor negativo, frente al olvido
y la huida entendidos de forma positiva. No es difícil encontrar ecos de este
motivo en la carta final que cierra Las rubáiyátas de Horacio Martín, firmada
por Félix Grande, y en la que se aborda el mito de Sísifo: el fugitivo Horacio
Martín («Horacio sigue deambulando [...] me informa de que se dispone a par-
tir hacia cualquier otro lugar que incluso él desconoce», p. 387) recrea a un
Sísifo que,finalmente,«se recuesta confiado en lo único que no castiga, ni en-
gaña, ni traiciona: el olvido» (p. 391 y p. 392)4; un Sísifo al que las leyendas
de los hombres no han querido conceder «la liberación del olvido» (p. 388),
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que siempre reemprende su tarea, regresa a la cima («Sísifo descendía, volvía
a cargar la piedra, volvía a trepar hacia la cima», p. 388). Según Horacio Mar-
tín, está claro que la única escapatoria posible para Sísifo radica en el olvido.
Los avatares de un mito clásico pueden ser ciertamente curiosos. Y fasci-
nantes. Por ejemplo, encontramos una tradición mítica que considera a Odi-
seo como hijo natural de Sísifo. Y es que Sísifo para los antiguos llegó a ser
paradigma de hombre astuto (cf. Homero, Il. 6.153; Hesíodo, fr. 10.2 M.-W.;
Píndaro, Ol. 13.52), cuyo nombre incluso llegó a ponerse en relación etimoló-
gica con el adjetivo sophós («sabio»), por lo que no debe sorprender el hecho
de que el héroe astuto por excelencia, Odiseo, fuera considerado descendien-
te de Sísifo. La astucia de Sísifo quedará plasmada en un episodio de marcado
sabor popular: un mortal logra eludir mediante una treta la muerte personifi-
cada. El relato de estos hechos nos ha llegado bajo la forma de un escolio
a Homero (a Il. 6.153), y, en resumen, explica que Sísifo logró atrapar en una
red a Tánato cuando éste pretendía llevárselo, y que incluso consiguió burlar
al mismísimo Hades. No interesan ahora los detalles, pero sí conviene subra-
yar el carácter transgresor de la conducta de Sísifo ante una ley natural para
el hombre, la muerte5. Los garantes del orden supremo, los dioses, y en par-
ticular Zeus, restituirán dicho orden estableciendo un castigo para el rebelde,
un sarcástico tormento, puesto que quien trató de evitar el fin de sus días ob-
tendrá a cambio un castigo sin fin. El carácter sacro del castigo que recibe Sísi-
fo es refrendado por sendos castigos de otros héroes que trataron también
de huir de la muerte, Tántalo, Titio e Ixión, de forma quefinalmenteel mito
clásico de Sísifo aparece en los testimonios más relevantes ligado a estas otras
figuras míticas (Titio, Tántalo y Sísifo en Homero, Od. 11.576-600; Titio, Tánta-
lo, Sísifo e Ixión en Ovidio, Met. 4457-461). Este monumental fresco mitológi-
co de los cuatro —o tres— condenados ha sido concebido, y pervive a través
de la memoria colectiva, para que el hombre no olvide que quienes intentan
escapar de la muerte encuentran un castigo peor incluso que la muerte.
Desde esta perspectiva la lectura que realiza Horacio Martín del mito de
Sísifo está hecha desde la solidaridad del que huye («nuestro querido Horacio
puede aspirar a ser o solidario o solitario», p. 392; «Desde que Horacio se en-
tregó a la busca (¿pero de qué?) en la huida», p. 391) y desde el reconocimien-
to del olvido como expresión de la huida («la huida de Horacio pudiera estar
inmersa en alguna misteriosa armonía», p. 392). El olvido, memoria de la huida.
Recordemos, sin embargo, que Horacio Martín y Sísifo son nombres de fic-
ción de distinta naturaleza según se apuntó anteriormente: ¿que relación se
establece entre ellos en la cartafinalque cierra las Rubáiyátas? Digamos en pri-
mer lugar que ambos se hallan envueltos en una compleja trama en la que
ficción y realidad se entremezclan y en la que la lectura —la otra faz de la
17
creación literaria que de forma consecuente rubrica Félix Grande como «lec-
tor» de Horacio Martín— supone un aspecto clave: Félix Grande lee a Horacio
Martín, Horacio Martín lee a Albert Camus, Albert Camus lee el mito de Sísifo
en fuentes antiguas. En definitiva, se establece inicialmente un paralelismo y
una contraposición entre Horacio Martín y Sísifo: ambos son seres de ficción
objeto de lectura por parte de seres reales; mas, sin embargo, mientras Félix
Grande es autor de Horacio Martín, no ocurre lo mismo con Albert Camus
y Sísifo. En todo caso, Albert Camus es autor de un Sísifo-dichoso. Cuando
Horacio Martín se erige en lector del Sísifo-dichoso de Camus lo califica sin
ambages de «patética mentira» (p. 388); no obstante, Horacio Martín, como ob-
jeto de lectura que es —es, ha sido, o va a ser—, se siente solidario con un
Sísifo traicionado, a quien él, Horacio Martín, devolverá su verdad creando las
ficciones de otros Sísifos. Para Horacio Martín, la verdad de Sísifo es creación
de Horacio Martín. «Sísifo, "proletario de los dioses", o cualquier proletario
al servicio de poderosos —dice Martín, y yo comparto, Doina—, con su tor-
mento no encuentra ni el destino ni la dicha, sino la humillación y el sinsenti-
do». Comparte Félix Grande como lector de Horacio Martín. Y yo también,
como lector de Félix Grande, comparto.
JESÚS SALVADOR
NOTAS
* Las citas de Félix Grande corresponden a Biografía. Poesía completa (1958-1984), 2.a ed.,
Barcelona, Anthropos, 1989.
1. Cf. p. 388, «según dicen esas leyendas a que el enojo de los siglos no ha querido
consentir la liberación del olvido» [...] «esas leyendas, sobrevenidas desde el rencor y la mi-
seria de los mortales».
2. Sobre la contraposición ellos/yo en Las rubáiyátas de Horacio Martín, cf. Félix Gran-
de. Blanco Spirituals. Las Rubáiyátas de Horacio Martín, Edición de Manuel Rico, Madrid,
Cátedra, 1998, pp. 82-84.
3. Comienzo de la segunda sección: «Ahora te veo de regreso», en contraposición al
inicio del poema: «Cuando ellos, los podridos de inmóvil castidad, / oteando el horizonte
con un rencor servil» (las cursivas son mías).
4. En la segunda hipótesis que propone Horacio Martín; en la primera, también el olvi-
do está presente: «que olvidaron [sc. los Sísifo] los barrancos, la inútil ascensión, el peso
baldío, y celebraron ritualmente ese olvido —para no olvidarlo jamás—», p. 390.
5. Al respecto vid. Ezio Pellizer, La peripezia dell'eletto. Racconti eroici della Grecia
antica, Palermo, Sellerio, 1991, «Figure narrative della morte e dell'inmortalitá. Sisifo e altre
storie», pp. 124-143.
18
ANTOLOGÍA*
ARREPENTIMIENTO
19
RECUERDO DE INFANCIA
20
FRAGMENTO PARA UN HOMENAJE A RAYUELA
21
de coaczionar kon su grandioxo krédito y su bufaratada
de siglos hi de xiglos hi de imnos hi de hestatuas
¿ké va a pasar hakí vive dios si hestos chikos
se hobstinan hen no ver la helegancia de nuestras reverencias
hi no advierten la hauténtikaka grana estilizadah
de akestas sabias da+ ke bordan la pavana heskisita?
22
CABELLERA COMPASIVA
23
como el de la mirada el de la ayuda el del respeto
ese lenguaje umbilical oh interminable y repentina música
un lenguaje mediante el cual los huesos de los seres
se envían la tristeza y la amistad de sus fosfatos ambulantes.
24
(Tenemos miedo. Tenéis miedo.
Nosotros, para quienes ni existe
la calderilla, del poder, subimos
por la espina dorsal del miedo.
Vosotros, a quienes el poder os es servido
matinalmente junto al desayuno,
descendéis por la espina dorsal del miedo.
Tenemos miedo. Tenéis miedo.
Pero mientras que nuestro espanto
segrega miradas circulares, busca
grietas de humanidad a lo largo de la amenaza,
vuestro pánico graso solamente rezuma
venalidad y odio. Nuestro miedo
es igual que un antílope en el bosque incendiado;
el vuestro, un gato oscuro, arrebujado de arañazos.
Nuestras manos hinchadas de terror
buscan únicamente manos;
las vuestras buscan mapas,
y tórridos decretos y fusiles.
Tenemos miedo. Tenéis miedo. El nuestro
es apesadumbrado y deambulante;
el vuestro, acorazado y tumefacto. Todavía,
pulpos de hipocresía, salamandras bursátiles,
todavía hay clases entre los espantados. Todavía
hay diferencias de matiz que advierten
la víctima en un miedo y en el otro la hiena.)
25
TODOS LOS SIGLOS DE LA LLUVIA
26
CARIDAD DEL PRESENTE
27
LA MAJESTAD DEL COMPROMISO
28
ENSUCIAN AL LENGUAJE
29
ELOGIO DE LA DESOBEDIENCIA
Y en la ocasión primera
besa humilde las llamas horribles de la hoguera
30
EN VOS CONFÍO
Protégeme, poema
Sano sólo me queda este odio a la desdicha
Dame calor acércame las palabras alucinantes
Fonema colorado abre tu portalón solemne
y pasaré a la cueva grandiosa del lenguaje
orando interminable la sílaba sin fin
31
Ven otra vez Socórreme Socórreme, poema
Tú eres el enigmático solar
la mano que apacigua el espanto
la niebla enorme que todo lo besa
En vos confío En vos confío En vos confío
32
OS AMARÍA
Modosos madrugáis
y restauráis a vuestro ser
con higiene y costumbres
y entre bostezos y abluciones
besáis al esposo o la esposa
Modosos extendéis
como pulpo sensato
vuestra alegría y vuestra voluntad
por una extensión bárbara
llamada siniestramente cometido
Hacéis varias comidas
muchas llamadas telefónicas
quizá el amor, con método Más tarde
el sueño os da apariencia
de felices o de inocentes
(Todo esto en la hora atómica
diosmío!: a la distancia
de un error o un descuido
de la dentellada final
abarrotadamente odiosa
Todo esto desde el charco
de infamia y de amenaza
de hipocresía y de ruina
de injusticia y cinismo y de pavor
Modosos madrugáis
modosos recorréis el día
modosos entráis en las sábanas!)
Os amaría si estuvieseis
locos aullando por las calles
o lúgubres o llorando
o epilépticos de zozobra
o bárbaros de indignación
o minuciosos de justicia
o tropezando en vuestro terror
con ronquera con fiebre
Un poco más de espanto os ruego
y os amaría Os amaría
(La noria, 1970)
33
LETANÍA
34
POÉTICA
35
ni este mundo ni yo
tenemos ya remedio
Pero caeré diciendo
que era buena la vida
36
CALLE VACÍA
(Ante un cuadro de
Antonio López García)
37
Recuerdo una penumbra y una cama,
ambas ardiendo de delicadeza.
Allí se desenropa tu belleza,
canta tu piel y tu lujuria brama.
Allí los cuerpos brillan en la llama
en la que todo es cierto y todo empieza.
Allí están tu cabeza y mi cabeza
rodando en donde todo se derrama.
En aquel cuarto me marchito y clamo.
Sin ti, sin mí, sin nada, allí me tienes
convertido en memoria y en despojos.
Allí en silencio y sin honor te llamo
con tu recuerdo escarcha de mis sienes,
con tu perfume yedra de mis ojos.
(Daena, 1991)
38
BIBLIOGRAFÍA
POESÍA
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Barral, 1971 y 1977; Barcelona, Anthropos, 1986 y 1989 (aumentada).
Blanco spirituals, seis ediciones: Cuba, Casa de las Américas, 1967; Barcelona,
El Bardo, 1968; Barcelona, Seix Barral, 1971 y 1977; Barcelona, Anthro-
pos, 1986 y 1989.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche, cuatro ediciones: Barcelona,
Seix Barral, 1971 y 1977; Barcelona, Anthropos, 1986 y 1989.
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drid, 1978; Barcelona, Anthropos, 1986 y 1989.
La rubáiyátas de Horacio Martín, cinco ediciones: Barcelona, Lumen, 1978 y
1979; Barcelona, Anthropos, 1986 y 1989; con Prólogo de Verónica Almäida
Mons, Barcelona, Anthropos, 1989.
La noria, dos ediciones: Barcelona, Anthropos, 1986 y 1989 (aumentada).
Biografía, contiene los cinco primeros libros arriba relacionados; dos edicio-
nes: Seix Barral, 1971 y 1977 (edición aumentada con algunos inéditos).
Biografía. Poesía completa (1958-1984), prólogo del autor; dos ediciones: Bar-
celona, Anthropos, 1986 y 1989.
Años, Antología prologada por Rafael Conte, Madrid, Editora Nacional, 1975.
Biografía, Antología prologada y traducida al rumano por Darie Novaceanu,
Bucarest, Albatros, 1982.
Capigliatura misericordiosa, Plaquette, traducción al italiano de Eugenio Chi-
cano, Milán, Edizioni Severignini Stampa d'Arte, 1985.
Carta abierta, Antología poética, Ciudad Real, Biblioteca de Autores y Temas
Manchegos, 1987.
39
Seis poemas, carpeta y grabados de Miguel Ángel Lombardía, Madrid-Gijón,
Multigráfica Taller, 1991.
Cuaderno, Antología con dibujo de Eugenio Chicano, Málaga, Colección Tedi-
ría, 1993.
Con buenas formas, Antología, Málaga, Málaga Digital, 1997.
Conversación, Antología, Málaga, UGT; Imprenta Sur, 1997.
La canción de la tierra, Antología, Barcelona, Orbis-Fabri, 1998.
NARRATIVA
ENSAYO
40
La calumnia. De cómo a Luis Rosales, por defender a Federico García Lorca,
lo persiguieron hasta la muerte, Barcelona, Mondadori, 1987.
La vida breve, Ciudad Real, Biblioteca de Autores Manchegos, Diputación Pro-
vincial, 1995 (contiene los libros Elogio de la libertad y La vida breve, y
los inéditos De primera necesidad y Un lugar en El Sol).
El artista actual ante la tradición y la vanguardia, Málaga, Fundación Picasso,
1996.
OTRAS EDICIONES
PREMIOS LITERARIOS
De poesía: Adonais, de 1963, por Las piedras; Guipúzcoa, de 1965, por Músi-
ca amenazada; Casas de las Américas, en 1967, por Blanco Spirituals; Na-
cional de Poesía, en 1978, por Las rubáiyátas de Horacio Martín; Manuel
Alcántara, en 1996, por el poema «Adiós, ausente».
De narrativa: Eugenio d'Ors, para novela corta de tema social, en 1965, por
Las calles; Gabriel Miró, en 1966, al relato «El perro»; Barcarola, en 1989,
al relato «El enigma del humo»; Felipe Trigo de novela corta, en 1994, por
El marido de Alicia.
De ensayo: Nacional de Flamencología, en 1980, a Memoria del Flamenco (otor-
gado por la Cátedra de Estudios Folklóricos de Jerez de la Frontera); Hidal-
go, en 1980, por Memoria del flamenco (otorgado por la Asociación Na-
cional Presencia Gitana).
41
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42
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MANUEL RICO
(Extractado de «Bibliografía» en Félix GRANDE,
Blanco Spirituals, Las rubáiyátas de Horacio Martín,
Madrid, Cátedra, 1998, págs. 97-106).
45
ÍNDICE
NOTA BIOGRÁFICA 2
CRÍTICA 3
Santos Sanz Villanueva: El arte como biografía 3
a
M. Ángeles Naval: Comprometida y libre 5
Ángel Escobar: «Os amaría». El amor al enemigo en la obra de Félix
Grande 10
Jesús Salvador: Sisyphus Félix in Grande Horatio. Mitos y nombres en
Las Rubáiyátas de Horacio Martín 15
47
P O E S Í A EN EL CAMPUS
Coordinadora
MARÍA-ÁNGELES NAVAL
Diseño
JOSÉ-LUIS CANO
Ilustraciones
PABLO CANO LAHOZ