Poesía Actual PDF
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BALANCE Y PROSPECTIVA
POESÍA ESPAÑOLA ACTUAL: PREGUNTAS Y PERSPECTIVAS
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encarnizada por entrar en un hipotético canon, por conseguir un lugar en el
sagrado parnaso de los elegidos.
Y aquí estamos directamente entrando en el «para quién» ¿para unos
pocos lectores?, ¿para los antólogos?, ¿para los otros poetas...? Y el «para quien»
afecta a ese gran ente de nuestro tiempo, «el mercado». Y puede parecer una
tontería hablar de mercado cuando se habla de poesía si pensamos, como nos
han venido diciendo, que la poesía no vende y que está fuera de los circuitos
comerciales, pero en los últimos años se han publicado más antologías que en
otras muchas etapas de nuestra historia, se han multiplicado los premios, con
importantes dotaciones económicas y los libros de poemas, aunque siguen
teniendo tiradas mínimas, aumentan de forma apabullante,...Vivimos en el
panorama de la confusión y la inflación de antologías (cuya función debiera ser
esclarecerlo) no hace sino confundirlo a más por el lógico efecto de saturación.
Cuanto más se multiplican las opciones y las apuestas, más difícil es dilucidar
dónde está lo interesante. Quizás también faltan estudios teóricos reposados
sobre autores concretos. Porque sí abundan los panoramas, las visiones genera-
les, las clasificaciones más o menos afortunadas, pero hay pocos estudios de pro-
fundización sobre una poética o un autor concreto. Los estudios se hacen en
horizontal, y pocas veces se sigue la vertical para ahondar en un punto. Y el
mercado, ese «quién» tan abstracto como imprevisible, devora las antologías, que
no es lo mismo que devorar Poesía, y pide nuevas antologías, sea de poetas
menores de veinte años, de poetas mujeres, de poetas homosexuales, de poetas
empadronados aquí o allá, -como si siguieran al pie de la letra el famoso punto
de la Constitución que se refiere a razones de sexo, edad, nacionalidad o reli-
gión... para tomarlos como razón poética de peso y poder agrupar a los esqui-
vos poetas. Un mercado que lleva a aberraciones tales como que un reciente
libro plagiado se sitúe en la lista de los más vendidos, después de que se haya
denunciado el plagio. Eso es el mercado, la Poesía es otra cosa. Si Mallarmé
levantara la cabeza volvería a escribir su incisivo texto: «Herejías artísticas. El
arte para todos», donde decía: «Recordemos que el poeta (cante, escanda, pinte
o esculpa) no fija el nivel por debajo del cuál los demás hombres se arrastran;
es la muchedumbre quien lofijay él, planea...» Y añade: «Los tiempos que lle-
gan son serios: la educación alcanza al pueblo, grandes doctrinas comienzan a
extenderse. Es preciso conseguir que si existe una vulgarización, ésta lo sea de
lo bueno, pero que no tome en consideración el arte y que nuestros esfuerzos
no desemboquen en esa cosa grotesca, de no ser triste para el artista pura san-
gre: el poeta obrero». Nadie puede autonombrarse hoy «poeta pura sangre», al
menos quizás hoy se requieran ciertas dosis de humildad. Si algo ha podido
enseñarnos la historia es que el poeta es un hombre como los demás, no es un
demiurgo, ni un dios, ni un oráculo, ni un tótem sagrado que interpreta el
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lenguaje de Dios como alguna vez se ha defendido; pero que los dioses nos
libren de los poetas obreros y de los que dicen interpretar el lenguaje de las
masas, de los poetas salvadores de las causas sociales, que los dioses nos libren
de la banalización de la poesía y de las listas de los más vendidos.
Y ¿Cómo escriben nuestros poetas? En los últimos años vienen convi-
viendo distintas propuestas poéticas y estilísticas: poesía de la experiencia, poe-
sía metafísica, conceptual, surrealista, expresionista, simbolista, unas más jalea-
das que otras, unas convertidas en tendencias dominantes y otras fluyendo
silenciosas por los márgenes. Hoy los aires parecen estar cambiando. Aunque en
otros campos artísticos el cambio es más evidente. Alguien se atreve a decir
que la escultura «Hombre y mujer» de Antonio López merecería estar en el
Museo de Cera y no en el Museo de Arte Reina Sofía. Alguien se atreverá a decir,
-el tiempo siempre impone su cedazo-, que parte de la poesía española que nos
han vendido como la gran poesía de los últimos años, la que se llegó a describir
como tendencias dominantes, de «apariencia» o de «disidencia», era en realidad
pura crónica de sucesos, colectivos o privados, muy bien escrita, eso sí, pero cró-
nica después de todo, una buena información sobre la vida cotidiana de finales
del siglo XX, pero que a la larga habrá aportado pocas novedades a la poesía,
ni a la de aquí ni a la universal. Tampoco lo pretendía, ese quizás ha sido su
mayor error, la falta de pretensiones. La modestia es una gran virtud, pero si un
poeta no tiene grandes aspiraciones es difícil que consiga grandes logros.
Cuando se hayan descolgado los carteles que adornaban «nuestra casa de la poe-
sía» de estos últimos años, apenas quedarán unas pocas individualidades.
Porque hay poetas, los ha habido todo este tiempo, de la línea clara y de la oscu-
ra, realistas y herméticos, conceptuales y barrocos, prolíficos y callados, metafí-
sicos y terrenales. El poeta, cuando lo es de verdad, está al margen de militan-
cias estéticas y de estilos preconcebidos.. El poeta sólo lo puede ser desde la
individualidad, desde la apuesta personal. Incluso algunos críticos que defendí-
an de forma contundente una línea estética, un grupo poético, hoy empiezan a
hablar de individualidades: «hay que hablar más de poetas y menos de tenden-
cias» dicen. Todo indica que volveremos a hablar de poetas (casi habíamos per-
dido la noción de que la poesía la hacen los poetas y no los antólogos, ni las con-
signas de escuela, ni el asociacionismo).
El «para qué», el «para quién» y el «cómo. En estas tres cuestiones se ampa-
ran todas las tendencias poéticas, también las españolas, de los últimos años: Los
que se cobijan en el «para qué» (metafísicos,filosóficos,conceptuales), los que
profundizan en el «cómo» (poetas del lenguaje, experimentales, esteticistas) y
los que piensan sobre todo en el «para quién» (poesíafigurativa,realismo).
Luego hay muchas estéticas intermedias, en virtud de la combinatoria de estas
tres preguntas primarias.
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Y el poeta, en singular, es aquel capaz de reunir de nuevo esas tres cues-
tiones, de contestar al mismo tiempo al «para qué», al «para quién» y al «cómo»,
en una sola respuesta: el poema, la palabra poética, donde esas tres incógnitas
encuentran su equilibrio, el punto donde como decía Lukács, se reúnen subje-
tividad y objetividad. Porque la Poesía, es como el alma, sabemos que existe,
pero no dónde está, por eso es tan escurridiza y no se deja definir, ni encerrar,
ni antologar, ni teorizar, ni resumir tan fácilmente.
¿Para qué poetas en tiempos de penuria? ¿Se pueden escribir poemas des-
pués de la barbarie? Necesitamos de los poetas más que nunca y necesitamos
también una poesía que no banalice la palabra. El «para qué», el «para quién» y
el «cómo» se pueden reconciliar en un poeta de verdad. Cuando Paul Celan
escribió «Excavamos una fosa en el aire/ allí no hay estrechez» estaba prestan-
do su voz a los judíos sacrificados en los hornos crematorios y estaba haciendo
poesía.
AMALIA IGLESIA SERNA
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NOTA SOBRE EL IDILIO EN LA POESÍA ESPAÑOLA
CONTEMPORÁNEA
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novela pastoril, pero también la novela regional o la novela de la tierra
latinoamericana-. No falta la representación de lo idílico en otras artes, como la
música -baste recordar Las cuatro estaciones de Vivaldi- o la pintura
-Gainsborough, Constable o Monet, por ejemplo, presentan una orientación idí-
lica en sus obras-. La representación del mundo familiar -muchas veces, de la
tierra natal- permite la creación de una identidad primigenia y esa ha sido una
de las tareas centrales de la literatura y el arte. También en la Modernidad la
recuperación de esa identidad primigenia -la que hunde sus raíces en la natu-
raleza- ha sido un objetivo de la creación literaria y, más en concreto, de la crea-
ción poética, aunque, lógicamente, presente cambios notables respecto a su
representación en épocas anteriores.
Lafilologíatiene mucha más sensibilidad para apreciar las diferencias que
para percibir las grandes vetas de la creación. Por poner un ejemplo, entre
Campos de Castilla y Canciones o el Diván del Tamarit es fácil señalar dife-
rencias temáticas y formales. Resulta algo un poco más difícil apreciar la comu-
nión de estas obras en la corriente idílica de la poesía. Más allá de las corres-
pondencias y divergencias estilísticas y temáticas, esas obras comparten la nece-
sidad de identificación con una tierra, la observación de momentos ligados a los
ciclos estacionales o diarios, al crecimiento o a la decrepitud, a las labores agrí-
colas, a los aspectos familiares, etc. Esa identificación con la tierra conforma un
estilo poético lleno de resonancias naturales y permite la sublimación de sen-
saciones y realidades comunes. En el caso de Antonio Machado esta estética idí-
lica se percibe ya en Soledades y ha sido entendida como una orientación
modernista. Los limoneros, naranjos, ocasos, tardes, los niños... son elementos
idílicos. «La tierra de los Alvargonzález» representa el drama idílico pleno. Se
trata de la destrucción del idilio. El estribillo de este romance concentra lo esen-
cial de la estética idílica:
La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra.
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También los dramas idílicos iluminan la poesía lorquiana. En muchos poemas
puede apreciarse el drama idílico -aunque los grandes dramas idílicos los llevó
al teatro: Bodas de sangre, Yerma, Doña Rosita la Soltera y La casa de
Bernarda Alba. Los «Romances históricos» del Romancero gitano son muestras
de ello. En especial el romance bíblico «Thamar y Amnón» alcanza el mismo
grado de condensación idílica que «La tierra de los Alvargonzález». Reciente-
mente, Natalia Arséntieva ha llamado la atención sobre el paralelismo existente
entre la estética idílica lorquiana y la del poeta ruso S . Yesenin.
Pero esta estética idílica no se agota en la primera mitad del siglo XX. En
la segunda mitad ha continuado ofreciendo notables obras poéticas. No suele
adoptar esa máscara de popularismo, de apego al folclore, que resulta insepara-
ble del idilio de la primera mitad del siglo. Tiende también a combinarse con
otras estéticas: el sentimentalismo, el narcisismo, la memoria... Pero esa ten-
dencia a la mixtificación ayuda a extenderla. Lo mismo adopta el disfraz garci-
lasista en Escrito a cada instante de Leopoldo Panero, en Abril de Luis Rosales,
en Poesías al margen de Dionisio Ridruejo que adopta tintes más airados en
Esto no es un libro o Que trata de España de Blas de Otero, o en Quinta del
42 y Cuanto sé de mí de José Hierro. Adopta un perfil existencial en la poesía
de Carlos Bousoño o intelectual en la de José María Valverde. La estética idílica
en su expansión llega a ser tomada por un lenguaje poético gastado que nece-
sita alternativas. La reivindicación de la poesía de la experiencia o de la poesía
conversacional, el recurso al didactismo o al hermetismo no pueden entender-
se sin constatar una reacción en diversos grados y niveles de conciencia a la
hegemonía absoluta de esta estética. Y, sin embargo, el idilio no puede agotarse
y ha de ofrecer continuamente nuevas posibilidades en un mundo en el que la
construcción de una identidad es indispensable para la supervivencia.
La prueba más inmediata de esa inagotabilidad de la poesía idílica es la
obra poética de Claudio Rodríguez. Con Don de la ebriedad, Conjuros, Alianza
y condena o El vuelo de la celebración la poesía idílica recupera momentos de
esplendor semejantes a los de la primera mitad del siglo XX. No en vano se ha
escrito que C. Rodríguez es un poeta inclasificable. Cuando los partidarios de
clasificar y programar la creación por etapas más o menos simples y uniformes
parecen alcanzar su objetivo siguiendo las lecciones de Procusto, la recupera-
ción cual ave fénix de la estética del idilio viene a descomponer el orden de
generaciones y corrientes.
Pero volvamos al problema central que nos plantea la poesía idílica: la
posibilidad de construir una identidad volviendo a las raíces naturales de la exis-
tencia -la tierra, el espacio familiar, la infancia...- Los poetas citados han utili-
zado ese recurso con propósitos, medios y resultados bien distintos. Lo mismo
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pueden servirse de un paisaje de postal -el Moncayo azul y blanco machadia-
no- que de una pared de adobe -C. Rodríguez en Conjuros-, Lo mismo puede
servir al entusiasmo patriótico que a la denuncia social. La construcción de una
identidad por la vía de la recuperación del origen puede tener muy distintos
sentidos. Pero no es el relativismo la lección que nos debe aportar la contem-
plación de un siglo de poesía idílica sino la ambivalencia de la creación poética
que debe combinar la continuidad con la toma en consideración de los vaive-
nes de la historia. Y esos vaivenes no se manifiestan en las vicisitudes temáticas
o versales de la poesía sino en el recurso a la construcción de una identidad ori-
ginaria, y en la actitud vital que ese recurso expresa. La búsqueda de la belleza
en paisajes provincianos acentúa a lo largo del siglo una cierta decadencia, una
cierta inseguridad -a veces disimulada por entusiasmos dudosos-.
Para entender mejor ese proceso de construcción de la identidad origi-
naria quizá debamos confrontarlo con el proceso contrario: la construcción de
la identidad nueva, la del aprendizaje, que también ha tenido su expresión en
una estética didáctica -ya se llame de la experiencia, hermética, moral o social-.
La imparable tendencia moderna a la mixtificación hace que la propuesta de la
identidad originaria haya buscado también compromisos y maridajes con la pro-
puesta alternativa de identidad renovada. Un ejemplo de esta convergencia es la
obra de Jaime Gil de Biedma. Biedma tituló su obra seleccionada y reunida Las
personas del verbo. En la contraportada del libro incluyó una confesión poéti-
ca en la que define las tres personas del verbo: Calibán, Narciso y el Big Brother.
Naturalmente, el verbo es el verbo del Yo. Esas tres voces definen la identidad
del poeta-personaje. Pues bien, esas tres voces son el efecto de una fusión entre
la línea idílica y la línea didáctica (no en vano tituló uno de sus libros
Moralidades). Las muestras de esa fusión de las dos líneas en la obra biedmiana
son muchas, pero pocas tan claras como el poema «Barcelona ja no és bona, o
mi paseo solitario en primavera». La reflexión del paseo solitario sirve para ima-
ginar a los padres del poeta antes de su nacimiento en el mismo paseo por
Monjuïc, en el año de la Exposición. «Los chavas nacidos en el sur» le devuelven
al presente y le permiten reunir «mi pasado y su porvenir, esto es, una reflexión
histórica. Quizá el choque entre las dos líneas poéticas -la sublimación idílica y
el realismo- sea el fundamento de la ironía biedmiana.
En obras muy recientes pueden apreciarse nuevas posibilidades de esa
mezcla entre lo idílico y el realismo antipoético y reflexivo. Las arenas de Libia
y El cielo de Manuel Vilas presentan la vena erótica -anacreóntica- del idilio en
un entorno de escepticismo y con una inversión de la sublimación habitual.
Pentateuco para náufragos de J. L. Rodríguez propone una reflexión histórica
consoladora acerca de la Quimera desolada. Y esta consolación poética basa su
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esperanza en una imagen conceptual del idilio -quiero decir con conceptual
muy despersonalizada, en la medida en que dicha imagen no quiere ser la de un
individuo sino la de toda una generación-. Incluso un veterano poeta como José
Hierro ha reverdecido pasadas alucinaciones volviendo a la veta idílica, con un
denso envoltorio hermético, en su reciente Cuaderno de Nueva York. No siem-
pre esta tendencia mixtificadora da lugar a una fusión de imágenes de huellas
borrosas. El gran criminal de Dionisio Cañas muestra dos caras, dos líneas: la
sórdida y «bajorrealista» de la gran urbe -con su carga de surrealismo y refle-
xión- y la tierna y apacible «rural», como la define el propio autor. Esta línea
rural lleva el sello indeleble del idilio -la tierra natal, el amor y el trabajo-. El
poema de El gran criminal«Camioneros» constituye una poderosa concentra-
ción idílica dotada de un lenguaje renovado. Esa renovación difícilmente puede
provenir del idilio mismo -un discurso conservador por naturaleza, porque ha
de mirar siempre al origen, al pasado-. Es, más bien, el reflejo de otra línea mejor
dotada para la renovación.
Pero la ejemplificación nos ha desviado de nuestro propósito inicial: com-
prender algo de la actual deriva del idilio, y comprenderlo en diálogo con las
otras grandes líneas de la poesía contemporánea. Quizá ahora estemos algo
mejor situados para entender que la deriva del idilio es la deriva de la poesía líri-
ca misma. El idilio es el lenguaje convencional y natural de la lírica. En el mundo
moderno ese lenguaje conlleva una interrogación sin respuesta acerca de la
identidad originaria. Pero ese lenguaje no es el vehículo más adecuado para la
investigación poética. Otros discursos se ofrecen ventajosamente al poeta para
la tarea de renovar el género. Y el poeta moderno es una víctima de Sinis, el míti-
co bandido que ataca a los caminantes y los tortura encadenándolos a dos pinos
curvados en sentido contrario. El dilema entre la identidad originaria y su len-
guaje natural y la identidad sobrevenida por el aprendizaje y su lenguaje reno-
vado está en la raíz de la creación lírica moderna. De tanto en tanto, renace
Teseo para resolver esta tensión.
LUIS BELTRÁN ALMERÍA
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LA POESÍA ESPAÑOLA ACTUAL:
EL CANON Y LA CRÍTICA
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venido desarrollándose nos puede permitir establecer las bases de comprensión
del futuro más inmediato, hacer una prospección en ese tiempo indefinido en
esencia pero que construimos con nuestras expectativas. Es indudable que cada
modo productivo genera un modelo interpretativo en el sistema de producción
artística; así, resulta indudable la vinculación del formalismo ruso con el futu-
rismo, la renovación estructuralista de los años sesenta-setenta con la experi-
mentación formal en arte y en literatura. En este sentido resulta ineludible vin-
cular el modelo deconstructivo y la renovación de los modelos críticos no inma-
nentistas con la producción poética de los últimos veinte años.
Una de las cuestiones sustanciales en el panorama antológico de la poe-
sía última y en la reflexión crítica sobre ésta que sustenta dicho panorama, es la
constitución de un canon de lo que, sin ánimo de mayor concreción, se deno-
mina como «poesía última» o «poesía reciente» y que hace veinte o treinta años
se denominaba como «joven poesía»; no es inocente la sustitución del sintagma
enfocada a evitar críticas tan agudas como aquella de Ángel González:
Vivir para ver: ¡joven poeta de cuarenta años!
¿Ultimo logro de la geriatría?
No; retrasado mental, sencillamente
Soy consciente del desplazamiento conceptual que realizo al identificar la
poesía actual con su representación antológica; se trata de un desplazamiento
intencionado. Pero la identificación de la producción poética con su manifesta-
ción más publicitaria, con su publicitación, lleva implícita una serie de elemen-
tos que intencionadamente se han intentado ocultar. Por ejemplo, comienza a
hacerse necesario un estudio serio y riguroso sobre el mercado de la poesía; no
sólo sobre los beneficios editoriales que la poesía rinde, sino también sobre sus
soportes publicitarios, sus canales de distribución, los apoyos institucionales,
etc. Resulta engañoso pensar que en un mundo radicalmente atravesado por un
sistema económico basado en la economía de consumo, la producción poética
y su mercado editorial queden al margen de dicho sistema. Julio Vélez, en La
poesía española según «El País» (1978-1983), reveló hace unos cuantos años
algunos de los sistemas de publicitación de la poesía en las páginas literarias sin
duda más prestigiosas del momento y puso de relieve algunos datos cuando
menos chocantes y que afectan sin lugar a dudas al estado de la poesía españo-
la actual y seguramente a su desarrollo futuro, a partir de la consolidación del
sistema crítico que la sustenta. Cuestiones tan singulares, por ejemplo, como
que Blanca Andreu y José Bailón, autores respectivamente de De una niña de
provincias que se vino a vivir en un Chagall y de Caídas inmortales, con un
solo libro publicado en estos años, aparecen hasta cuatro veces en las páginas
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del suplemento literario de El País. O como que a autores como Aníbal Núñez,
Francisco Brines o Carlos Sahagún no se les dedica una sola línea en esas pági-
nas; quizás pueda justificarse en el caso de Brines, que publica Insistencias en
Luzbel en 1977 y no reaparece ante el público hasta 1984, pero no en el caso
de Aníbal Núñez que publica cuatro libros de poemas en esos años, o de Carlos
Sahagún, que obtiene el Premio Nacional de Literatura en 1980 con Primer y
último oficio. Y son sólo unos ejemplos que desde el establecimiento del cam-
bio democrático vienen sustanciando el modelo cultural de nuestro país en el
que se inserta el mercado de la poesía actual y el sistema crítico que genera y
sustenta. Salvando las distancias y los errores, se va haciendo cada día más nece-
sario un análisis riguroso desde una nueva concepción de la sociología literaria
del sistema de mercado en el que se incluye la distribución poética. Dicho aná-
lisis aportará, sin lugar a dudas, datos relevantes sobre la formalización del
canon poético actual y sobre su posible desarrollo.
Tampoco es vana la vinculación de la poesía actual con el momento que
se inicia con el cambio democrático y que se consolida con el fin de la transi-
ción política unos diez años más tarde, porque quizás en la historia de la litera-
tura, como en la historia de la cultura y de las ideas, no es posible establecer
límites cronológicos precisos. Llama la atención un hecho notable en el esta-
blecimiento de los precedentes poéticos de la poesía española en su estado
actual, o si se prefiere lo que llama la atención es la diferente consideración de
los precedentes con respecto a la poesía inmediatamente anterior. Este fenó-
meno no es sólo observable en el sistema canónico que la producción antoló-
gica determina, sino en buena parte del planteamiento crítico subyacente que
la antología, como uno más de los resortes de la publicitación poética, recoge y
armoniza. Hacia mediados los años sesenta la nueva poesía, aquella que se va a
sustancializar en la facción novísima y para-novísima de la generación del 68,
desplazando a aquellas líneas estéticas que no coinciden o rechazan abierta-
mente sus propósitos poéticos, comienza a consolidar un modelo crítico pro-
yectado sobre el pasado poético más inmediato fundado en su radical rechazo:
la «joven poesía» de entonces, siguiendo el modelo de las proclamas vanguar-
distas, en el intento de recuperación de un modelo artístico y cultural fenecido
cuarenta años atrás, se caracteriza por su ruptura radical y sin concesiones con
la inmediatamente precedente, englobada para su desacreditación conjunta
bajo el marbete de poesía social y bajo la definición estética del realismo. Otra
cosa es que las poéticas particulares incorporaran elementos que podían vin-
cularse de hecho con la estética aparentemente rechazada en conjunto, pero lo
cierto es que la respuesta de modo global tenía un sentido y una actitud crítica
bien determinados y perfectamente percibidos por José María Castellet. Por
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otro lado, es cierto que a medida que avanza la década siguiente y se consolidan
sus posiciones dentro del naciente mercado cultural pre-pos-franquista (como
apuntaba Vázquez Montalbán), la radicalidad de la ruptura deja paso al tránsito
menos abrupto, de modo paralelo a la transición política, y la ruptura de la tra-
dición deja paso no sólo a la tradición de la ruptura, que era el movimiento ensa-
yado por aquellos jóvenes de hace más de treinta años, sino también a la tradi-
ción como ruptura, en la recuperación de una dimensión si se quiere más pri-
vada y personal del culturalismo característico del primer momento estético,
acorde con el movimiento de reprivatización de la emoción artística que se va
a ensayar en los primeros años ochenta al eco de la postmodernidad y la recu-
peración de algunos modelos poéticos y estéticos tradicionales. Pero no deja de
ser irónico que algunos de aquellos jóvenes que denunciaban el academicismo
de muchos de sus predecesores hayan acabado en la Academia mucho antes
que aquellos supuestos academicistas que nunca llegaron a ser académicos.
A medida que se va consolidando la transición democrática se empieza a
establecer una conciencia de ciclo acabado que no se enfrenta a lo anterior, que
no trata de saltar por encima de ello, para enlazar, con puntos de apoyo en una
serie de «francotiradores» poéticos, con una tradición precedente, sino que asume
el conjunto como tradición, y lejos de las actitudes rupturistas de su precedente
en el momento fundacional, trata de establecer una continuidad estética con
aquélla en la consolidación de una poética que, lejos de los experimentalismos
vanguardistas, de las reflexiones metapoéticas, de la puesta en extremos de la
expresividad del lenguaje poético, se establece como reflexión integradora del
pasado más inmediato. No es extraño, así, que al sonsonete de la posmoderni-
dad, en un país que apenas había llegado a ser moderno, se estableciera a lo
largo de los años ochenta una poética que indefectiblemente había de ser iró-
nica en su origen, nacida al eco del post- de todo lo anterior. Pero desde un
punto de vista crítico y pretendidamente sociológico, lo que llama la atención
es que explícita o implícitamente la escritura crítica, la reflexión profesoral y el
artículo periodístico, comienzan a marcar al menos desde los primeros años
ochenta la continuidad de los nuevos poetas que empiezan a surgir en esos años
con los inmediatamente anteriores, a la par que la poética precedente inicia una
transformación proteica para adueñarse y fagocitar los rasgos novedosos que
aportan las nuevas promociones. Éstas se ven como continuación no de aquélla
que pretendió establecer una ruptura en el segundo lustro de la década prodi-
giosa (la «década asquerosa» para muchos) y que tal vez arrumbada por el desen-
canto estético pero también ético en torno a la muerte de Franco se había reti-
rado a sus cuarteles de invierno entregándose al silencio absoluto en muchos
casos, ni tampoco de aquellos poetas cuyas estéticas habían quedado arrumba-
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das por las novísimas propuestas y que en la segunda mitad de los años setenta
comienzan a dejar oír sus nuevas voces, sino de aquellos poetas que apropián-
dose de algunos de los rasgos estilísticos más destellantes de la estética ruptu-
rista habían sabido abandonar la nave antes del naufragio e infligir una trans-
formación radical a sus poéticas en una puesta al día que, si bien suponía una
actualización del espacio de privacidad reservado a la lírica, se hacía desde una
radical perspectiva irónica. Muchos de esos poetas, doblados ahora en críticos
y en antólogos, comienzan a dibujar un panorama poético entre la segunda
mitad de los años ochenta y los primeros noventa, en el que los enlaces con los
autores más jóvenes se hacen patentes, a la vez que se rompen las amarras con
la poesía precedente, situándose como artífices ineludibles (al menos, desde el
punto de vista teórico crítico) del cambio estético que acontece. La sola com-
paración de sus libros de poemas más recientes con los publicados tan sólo un
lustro atrás haría ver la inconsistencia de su evolución estética, a la par que la
confrontación de sus aportes teóricos sobre la materia mostraría semejante falta
de sustancia en una época en que, bajo el rótulo del «pensamiento blando», se
nos han hecho pasar muchas páginas que carecen de la esencia del sustantivo.
El supuesto fracaso de la «poética del silencio», transformada en «retórica», de
acuerdo con el signo retórico/irónico que imponían los tiempos, a la par que su
desmontaje teórico que apuntaba hacia unas «presencias reales», como las deno-
minó George Steiner, marcó una huida generalizada de aquellas prácticas basa-
das en la experimentación radical y en algunos casos incluso un descrédito al
menos teórico de la imaginación como potencia creativa poética.
Se empieza a tejer entonces un canon poético que llega hasta nuestros
días, basado precisamente en la idea de continuidad de una estética, que, lima-
das sus aristas más estridentes y sus posiciones más radicales, aquellas que pre-
cisamente la pudieron definir en un momento determinado, se presenta como
monolítica, cuando realmente no lo es si comparamos las trayectorias indivi-
duales de cada uno de los poetas canonizados. En efecto, buena parte de las
antologías poéticas de poesía joven publicadas en los últimos veinte años, y de
la crítica que las sustenta (el sistema de publicidad y publicación) vienen a coin-
cidir en ese intento de establecer una continuidad con la poesía inmedia-
tamente anterior, de la que la nueva es mero colofón. En este sentido no es
extraño que, desde un punto de vista comercial más que estético, varias antolo-
gías, como resultado de la elaboración del constructo crítico reseñado, hayan
establecido un bloque formal con la poesía de «los últimos treinta años», seme-
jante, por cierto, aunque de signo y significación promocional contrarias, al que
al comienzo de los años sesenta los poetas del núcleo barcelonés de la genera-
ción del 50 llevaron a cabo con el ánimo de darse a conocer en el ámbito lite-
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rario acogiéndose a una paternidad prestigiosa (la de Otero y Celaya, la de la
estética social-realista) que unos años más tarde despreciarían de acuerdo con
principios más acordes con la evolución de la gauche divine. ¿Se trata de una
paternidad-filialidad convenida, aunque no convencida? No es improbable que
asísea. El intento de permanecer en el machito de la actualidad, de entrar en las
colecciones de clásicos contemporáneos, de encontrar el reconocimiento del
mundo universitario, al que significativamente pertenece una parte importante
de los poetas, es decir, de mantenerse en un circuito cultural que va del artícu-
lo periodístico a la conferencia pública, de la edición anotada a la lección uni-
versitaria, del puesto editorial al reconocimiento académico, etc., de lo que
quien esto escribe tampoco es inocente (mea culpa), son algunos de los moti-
vos que pueden esbozarse entre otros muchos. Y no es injusto que así sea, ni
quizá quienes ocupan esos puestos de reconocimiento poético lo merezcan
menos que otros. En absoluto quiero decir eso. Pero es evidente que llaman la
atención algunas ausencias notables, que, sin embargo, por la fuerza de la cos-
tumbre van pareciendo cada vez más justificadas, o que se nos haga convivir
ciertas estéticas que consideradas aisladamente y fuera del corpus canónico que
se nos propone poco tienen que ver y que tal vez nos resulten semejantes sólo
por el proceso de homologación a que las ha sometido la crítica. En otros casos,
salta a la vista la disparidad estética de la nomenclatura que trata de encerrarse
en el período acotado. Por otro lado, en aras de una consolidación estética, de
una madurez poética se dejan fuera los nombres más actuales, aquellos que
encarnan una poética verdaderamente renovadora, de tintes radicales muchas
veces, que va desde el narrativismo de un realismo muy carveriano (que no obs-
tante descubre una faceta de radical irrealismo en la vertiente realista) hasta las
manifestaciones vanguardistas y experimentales de una expresión surrealista
que descubre los resortes de una denuncia ética y de un compromiso latente,
que difícilmente pueden integrarse dentro de ese bloque pretendidamente
monolítico.
Pero no se me entienda mal. No pretendo criticar al crítico, ni poner en
cuarentena el sistema de mercado en que se mueve el mundo editorial de la
poesía, que tal vez no mueva cantidades relevantes en derechos de autor, pero
que sí las produce de modo indirecto mediante otros sistemas y que tiene sus
propios círculos promocionales. Lo que pretendo es que se tengan en conside-
ración estos elementos a la hora de llevar a cabo el estudio de la poesía espa-
ñola actual, porque son causa indisociable de su actual estado y nos pueden
revelar cuál es el futuro camino de la poesía en España. Tampoco pretendo
suplantar un canon poético por otro, ni mucho menos; sino sólo poner de relie-
ve los resortes que lo sustentan. No creo que un canon sea más acertado que
17
otro; simplemente que construye la realidad sobre la que trabaja de modo dis-
tinto, nunca mejor. Es ése el aspecto que quisiera poner de relieve precisamen-
te: el hecho de que la construcción crítica supone una elaboración teórica sobre
una realidad inabarcable, que la conforma; una proyección ideológica, valorati-
va y clasificatoria sobre algo que es continuo e ilimitado y que, al no estar con-
cluso, lo determina en su desarrollo. Ésa es nuestra función crítica, pero también
nuestra responsabilidad.
JUAN JOSÉ LANZ
18
POESÍA, HOY, MAÑANA
19
Si 4., no tengo gran cosa que añadir a poéticas elaboradas, publicadas y
hasta bastante repicadas, hace años. Lo que sigue son modulaciones a tal poé-
tica, en la que tomará base cuanta lírica produzca uno en el futuro. Me ratifico
en la consideración del poema como dispositivo lingüístico de voluntad estéti-
ca,ficcionaly acentuada concentración y ritmo, con autonomía muy amplia,
nunca tanta como para que el texto no aluda y opine necesariamente, en la
gama que va de lo explícito a lo oblicuo en grado sumo, acerca de dimensiones
de la cultura y por lo tanto de la siempre conflictiva historia de un tiempo y un
espacio, que para mi no puede ser ya otro que nuestro planeta. La poesía de esta
forma, tendría dos focos de interés, dos cauces del discurrir. El primero, rela-
cionado con interpelaciones a o desde la Sombra, categoría esta que pudiera
coincidir, en más de un punto, con la rilkeana de «lo abierto». Ahí, naturalmen-
te, también cabrá ese «exceso» que se hace tangible en el «símbolo», aquí de con-
tenido estético, como en otros casos de naturaleza religiosa, nunca dogmática ni
eclesial. Todo en el marco y contexto de unafilosofíadel ser fronterizo o del
habitante del límite, tan rigurosamente propuesta por Eugenio Trías.
Otro cauce de la «poesis» tendría que ver con las solicitaciones de la his-
toria. Forma que no excluye la primera, al contrario, la incorpora en los momen-
tos más altos de cada época: Dante es el paradigma supremo, en la cultura de
Occidente. Para operar en la historia, para interrogarla, trabajar con o contra
ella, sorteando necios autodeslumbramientos o genuflexiones delictivas, perci-
bidas o no por el poeta, una regla áurea, enunciada hace mucho por Valéry: «Es
preciso entrar en uno mismo armado hasta los dientes». Y si vas de «noche oscu-
ra del sentido», sin olvidar un modesto pero imprescindible farol de aceite.
Porque la lírica que a mí me interpeló siempre, es escurridiza, eléctrica, casi ina-
trapable como una raya en la opacidad marina. Azúa piensa que nuestro arte es
dado al desvarío, en este preciso sentido: «La poesía está loca, porque su aluci-
nación no coincide con la locura de quienes somos razonables». Todo un diag-
nóstico, que me apresuro a suscribir.
Menos o apenas trabada por hipotecas de mercado que la novela, menos
agotada por más dúctil, libre y guerrillera, aunque acechada por la siempre peli-
grosa endogamia, me parece a mi que la poesía, en particular la lírica, puede en
el futuro dar frutos tan valiosos como en cualquier época, siempre y cuando
convengamos que tiene y tendrá un público forzosamente minoritario. Su cali-
dad será directamente proporcional al grado en que resitúe y modifique, habién-
dosela apropiado previamente, la tradición de su lengua, y en los casos
supremos, toda la tradición. Naturalmente, lo anterior es predicable de su línea
«culta».
ANTONIO MARTÍNEZ SARRIÓN
20
APROXIMACIÓN A UN BALANCE Y APUNTE DE UNA
PERSPECTIVA
21
impulsada a principios de los 80 bajo el marchamo «otra sentimentalidad» y
como referentes más próximos ciertos poetas del 50 (sobre todo Gil de
Biedma), Antonio Machado, Pasolini, desembocó, bien avanzada la década, en
algo parecido a una estética dominante, hasta cierto punto canonizada. Ello la
convirtió en una ancha corriente en la que habrían de convivir poéticas con sus-
tratos ideológicos divergentes, confrontados: desde la visión ultraconservadora
de la realidad y de la cultura pasando por el diletantismo y la retórica de lo coti-
diano hasta la contemplación crítica del presente, compartiendo como factores
identitarios la formalización realista y directa, el tono conversacional, el recha-
zo de las vanguardias.
El tercero es la irrupción, afinalesde los 80 y principios de los 90, de nue-
vas iniciativas grupales —y no pocos proyectos de carácter individual— ten-
dentes a la defensa de una concepción distinta del poema. La reivindicación del
carácter diferenciado y férreamente individual de la creación poética (la reivin-
dicación de la «diferencia») con centro en Córdoba, pasando por la conforma-
ción de una estética de lo textual como medio de revelación de las capacidades
inéditas del lenguaje, con centro en Valladolid, hasta la defensa de una poética
de la insubordinación estética y civil, radicada en Valencia alrededor del grupo
Alicia bajo cero, o en Moguer, con los encuentros titulados Voces del extremo,
definen el mapa de heterodoxias que intentan responder al dominio realista en
sus distintas variantes.
El cuarto rasgo sería la aparición, en paralelo con el proceso apuntado, de
iniciativas individuales que, desde la conciencia de formar parte de tradiciones
poéticas preexistentes, cuestionaban la estética dominante: la nueva épica, el
neosurrealismo, la poesía minimalista o conceptual, emparentada con la lla-
mada retórica del silencio (Valente y Sánchez Robayna al fondo),la poesía medi-
tativa y de entrañamiento con la naturaleza, la poesía de lo erótico-senti-
mental escrita sobre todo por mujeres, el neobarroquismo, el realismo sucio,
la poesía de la insumisión crítica, son campos en los que se sitúan buena parte
de los nuevos poetas que, afinalesde los años 80 y durante la década última del
siglo XX van consolidando su obra al margen de la opciónfigurativao de la lla-
mada «poesía de la experiencia».
Esa «ceremonia de la diversidad» en que, en la práctica, se convierte la
década poética de los noventa, desemboca, en el comienzo de siglo (sobre todo
a partir de 1997), en una visión no excluyente de la realidad poética, en la bús-
queda de zonas de encuentro entre poéticas diferenciadas y, sobre todo, en una
clara voluntad de convivencia en la pluralidad. Frente al proceso vivido a prin-
cipios de los ochenta, en el que una hegemonía sustentada en una tendencia
(culturalismo) es sustituida por otra hegemonía también de carácter tendencial
22
(figurativismo, poesía de la experiencia, realismo), en los últimos cinco años
asistimos a la apertura de una «etapa de tolerancia».
Cualquier avezado lector de los poetas últimos (y de sus trabajos en
prosa, y de sus poéticas, y de sus declaraciones), constata el amplio y abierto
catálogo de referentes del que los poetas más recientes, nacidos a partir de
1963, se reclaman. Ya no se estigmatizan las vanguardias y éstas conviven con las
poéticas más tradicionales. Dashiell Hammet, Cabral de Melo, Haroldo de
Campos, Larrea, Artaud, Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Nerval, Keats,
Lautreamont, Tralk, Rilke, Darío, Eliot, Aragon, Eluard, Vallejo, Neruda, Galeano,
Verlaine, Mallarmé, Juan Ramón Jiménez, Dylan Thomas, Oliverio Girando, Ted
Hughes, Nicanor Parra, Raymond Carver, Lewis Carroll, Rosales, Claudio
Rodríguez, Borges o Cortázar son algunos de los referentes literarios aludidos en
las distintas poéticas enviadas por los autores seleccionados en una antología
que, hace un par de años, me invitaron a prologar: su título es Pasar la página.
Poetas para el nuevo milenio. Estos referentes se enriquecen con la reivindi-
cación explícita de la importancia de otras artes y, de manera especial, del valor
de la pintura como territorio fronterizo del poema, con las referencias a
Kandinsky y a Magritte.
Tal amalgama de influencias no es nueva en la historia de nuestra poesía.
Aunque en algunos aspectos nos recuerda al mosaico de nombres y tendencias
de que se nutrió el primer momento novísimo, ha de quedar clara la distinta
naturaleza de esta amalgama: no hay, como entonces, una voluntad de escribir
una «poesía de la cultura» (aunque la cultura penetre en no pocos poemas) y,
por lo general, incluso en la obra de los poetas más alejados de una concepción
crítico-social de la poesía, existe una zona de intersección entre vida y poema
que no se daba en las poéticas novísimas.
De otro lado, me llamó la atención la casi total desaparición de los referen-
tes utilizados por las promociones anteriores (Manuel y Antonio Machado,
Cernuda, Gil de Biedma, Ángel González, Alberti, Barral, etc.), incluso en los
poetas seleccionados cuya obra estaba más emparentada con la llamada poesía
de la experiencia.
Desde esos presupuestos (inevitablemente borrosos, la poesía no es una
ciencia), podríamos apuntar un mapa de la poesía más reciente (de la década de
los 90 y de la recién iniciada a partir de 2000) que evitara la reiteración de los
mapas excesivamente conocidos y apuntara perspectivas de futuro. Este mapa,
que en el fondo no podría ser otra cosa que una propuesta de lectura, podría
descansar en las siguientes líneas:
Una nueva dimensión de la poesía de la experiencia. Sin romper los
lazos con los poetas «experienciales» y de sesgo realista de la década de los
23
ochenta y primeros noventa, se produce un ahondamiento hacia lo meditativo,
con ciertas derivas irracionalistas (siempre controladas, todo hay que decirlo) y
la conexión con influencias que van más allá de las poéticas conversacionales
del 50: Carver, sobre todo.
La extensión de una poesía de la introspección emocional y contem-
plativa, radicalmente subjetivizada, que apunta a la indagación en una intimi-
dad radical, en el límite del existencialismo y que tiene raíces en cierta poesía
centroeuropea (Trakl, Huchel, Ingeborg Bachmann).
La búsqueda de una nueva materialidad del «objeto» lenguaje, par-
tiendo de la fusión de ética y estética y asumiendo una mirada cargada de plas-
ticidad, que bebe en las fuentes del cine, de la fotografía y de la televisión, que
no desdeña la experiencia de lo cotidiano ni los vínculos entre el lenguaje (un
lenguaje en el que lo irracional y lo racional conviven) y la realidad.
El ahondamiento en una poesía de la contemplación meditativa y del
entrañamiento con la naturaleza, con una no desdeñable nómina de poetas
cuya obra indaga en la relación entre el sujeto lírico y la naturaleza en una bús-
queda que se mueve entre la captación de lo inefable (la luz, la claridad, la oscu-
ridad), la apuesta por la imaginación y el rescate de una memoria visible o
sumergida. Claudio Rodríguez y la poesía anglosajona más entrañada con el pai-
saje (Wordsworth, Yeats, Thomas).
La apuesta por la insurrección del lenguaje desde una conciencia crí-
tica frente a la realidad. Con significativas excepciones (las referidas en líneas
anteriores), la poesía española de las tres últimas décadas ha carecido de una
dimensión comprometida con la modificación de un mundo radicalmente injus-
to. Si dentro de un siglo un lector intentara buscar en nuestra poesía el lugar de
la tragedia humana, los desmanes de la Historia, los falseamientos de la realidad
que establecen los poderes dominantes, el horror y la esperanza frente a un final
de siglo lleno de amenazas colectivas, no lo tendría fácil. Una antología como
Feroces (1998) puso sobre el tapete a un buen número de poetas sensibilizados
por ese enfoque del hecho poético.
Sería una obviedad decir que estas cinco opciones estéticas cierran el
mapa poético de este comienzo del siglo XXI. Con ellas conviven numerosos
poetas que han decidido anteponer el principio que hace casi cuarenta años
vino a delimitar José Ángel Valente en su ensayo Tendencia y estilo, que no es
otro que la elección, frente a la posibilidad de ser poeta de tendencia, la quizá
más complicada de ser poeta con estilo. Hay numerosas individualidades que
expresan esa forma de enfrentarse a la creación: desde la confrontación exis-
tencial con el mundo pasando por la concepción del poema como espacio de
24
la imaginación (poesía emparentada con el surrealismo), o por la apuesta por
una poesía vitalista, de entrañamiento con la tierra, con la memoria y con el ori-
gen, con las fuentes de la vida, o por una poesía de la totalidad de la experien-
cia amorosa, con destellos hacia lo cósmico/inefable, en la que se advierte una
fuerte carga moral, hasta la opción que recrea y parodia a los clásicos del siglo
de oro ensartando en el clasicismo formal los temas y preocupaciones del
presente.
25
nes son visibles en la poesía última en castellano y están presentes, como no
podía ser de otro modo, en algunas de las líneas o corrientes estéticas esboza-
das. Ni que decir tiene que mi opinión respecto a su necesidad en el futuro es
rotunda. Creo que búsqueda de un lenguaje revelador y mirada crítica hacia el
mundo deben ser caras de una misma moneda: el poema para escribir en un
siglo XXI que, de hecho, se ha iniciado con el derribo terrorista de las Torres
Gemelas de Nueva York tiene que tener en cuenta ambos factores. Pero esa ya
es otra historia.
MANUEL RICO
26
UNA NOTA BREVE PARA DECIR ADIÓS AL TIEMPO DE LOS
MAESTROS
27
poesía del siglo XX (un tipo como él, que a los veinte años vio claro que ya
«estaba maduro para la muerte», y realmente lo estaba). En realidad, Rimbaud
nunca tuvo verdaderos seguidores. Ya dijo Pere Gimferrer hace tiempo que
Rimbaud era un límite de la expresión poética, y tenía mucha razón. Más allá no
hay nada, salvo el garabato de la vanguardia y el desafuero del grito, y ambas
cosas exigen una fe antigua. Pero los tres maestros citados (Machado, Cernuda,
y Gil de Biedma) ya no están en este mundo. Son historia de la literatura. Y ahí
está el problema.
Pero si más allá de Rimbaud no había nada, excepto la pérdida de la racio-
nalidad o la entrada en los limbos de la religión, más aquí sí que hay. Y la poesía
española última parece que quiere transitar por un realismo subjetivo rehabili-
tado, remozado y actualizado: es decir, plasmar el mundo que nos ha tocado en
suerte y hacerlo desde el subjetivismo de la fingida o no tan fingida autobio-
grafía y desde un lenguaje que refiere y plantea una crítica ácida de las realida-
des y los entramados políticos e ideológicos de nuestro tiempo. La literatura
también comienza a estar globalizada, y cada vez tiene menos sentido mantener
las autoritarias aduanas de los géneros literarios. Se puede ser poeta en prosa
perfectamente, y quizá sea esa una enseñanza estética fundamental del siglo XX
en lo que atañe a la poesía, quizá sea ese un rasgo de modernidad, un «angelus
novus» de la nueva retórica de nuestra conciencia. Las fronteras irán cayendo.
Las Iluminaciones de Rimbaud se continúan en la narrativa breve de Franz
Kafka. ¿Por qué se parecen las prosas de Rimbaud a las de Kafka? ¿Por qué los
personajes de Kafka son poesía, más poesía que la que hay en algunos poetas?
¿Por qué Franz Kafka es, en el único sentido que cuenta, un poeta del siglo
XX?¿Por qué Pedro Páramo es casi un poema en prosa y amplía enormemente
el concepto de novela y el concepto de poesía? ¿Por qué Luis Cernuda ha aca-
bado siendo el mejor poeta de su generación si sus poemas de madurez eligen
narrar en vez de cantar? ¿Por qué la soledad enferma, ese «aire mío», de Luis
Cernuda nos convence más que esa colectividad saludable, ese «aire nuestro»,
de Jorge Guillén? ¿Por qué «Pandémica y celeste» conmueve a quien nunca ha
leído poesía pero sí ha deseado acostarse con cuatrocientos cuerpos? ¿Por qué
la última poesía de Cernuda parece una novela con un solo personaje? Y aún
más, ¿una poesía que se base en un andamiaje técnicamente perfecto puede
seducir a alguien hoy en día, a alguien ajeno a la endogamia estética de la poe-
sía? ¿Sigue siendo poesía hoy escribir en endecasílabos? ¿Cuántas poesías exis-
ten? ¿La buena poesía es patrimonio de unos pocos, cada vez menos? ¿Es impres-
cindible la endogamia estética para que exista elevada poesía?
El hombre de hoy existe poco, y desde luego no lleva ninguna vida extra-
ordinaria ni mítica. Y El libro del desasosiego es un ejemplo de modernidad, un
28
ejemplo de poesía moderna escrita en prosa. La prosaica poesía de Alvaro de
Campos es un compendio de los lados más secretos de la existencia moderna.
Rimbaud, Kafka, Pessoa, los tres nos incumben de una forma especial, los tres
dibujaron nuestro rostro, un rostro que casi no existe, los tres somos nosotros,
y los tres usaron la prosa con una intención tan poética como moderna. Los tres
fueron gente sin fe en cuerpos nuevos, en ojos nuevos. Los tres narraron.
También creo que Rubén Darío es más moderno que Rainer María Rilke y mejor
poeta que Miguel de Unamuno. Rubén Darío es siempre adorable, es el
Mercedes de Mallarmé pero con un motor de 16 válvulas. Y Pablo Neruda y Ezra
Pound se parecen en que los dos decidieron viajar por el mundo montados en
un camión de seis ejes, con cien toneladas de carga. Ya sé que aparentemente
nadie está obligado a tener que elegir, pero eso es sólo aparentemente. Y en la
prosa, por hablar de todo un poco, no podemos comparar a James Joyce con Pío
Baroja, por poner un ejemplo a vuela pluma. Lo que hizo Joyce sencillamente
Baraja ni lo s o ñ ó . Y eso que Baroja es un escritor excepcional. Pero Joyce seña-
ló un grado de existencia literaria, de idoneidad entre palabra y tiempo, entre
literatura y sociedad, que otros no vieron. Literatura y poesía es cuanto nos
puede representar sin tapujos y sin inhibiciones, cuanto puede señalarnos en un
tiempo y en un espacio.
Recuerdo una polémica de hace unos años -y ya sé que es un ejemplo un
poco extraño- cuando el director de un importante festival de ópera europea
decidió contratar un concierto de Lou Reed. Su argumento fue muy sencillo,
Lou Reed tenía mucho más que decir de nuestro presente que otros que vivían
del mundo de las esencias antiguas. Similar polémica se produjo cuando alguien
decidió proponer la candidatura de Bob Dylan al Premio Nobel de Literatura. No
sé qué clase de artistas serán Reed y Dylan, pero sí sé que la segunda mitad del
siglo XX les pertenece. Y poetas españoles últimos los citan en sus versos, como
si fuesen maestros. En la literatura coetánea buscamos lo que hemos presentido
pero cuyo nombre aún no conocemos, buscamos el deseo de modernidad, y
modernidad es lo que nos toca en la vida, lo que forma el presente.
En realidad, la poesía está en crisis, porque siempre ha estado en crisis.
Su crisis es su necesaria renovación para que no parezca una momia, un soneto
con rosas y muerte, endecasílabos muy monos que cantan lo mal que nos trata
el tiempo, un ejercicio academicista, muy literario, honrado y sincero eso sí, y
culto también, pero sin esa necesaria, inexplicable e inmoral representación de
lo que nos ha tocado vivir. La representación del presente es siempre inmoral,
al menos eso nos enseñan Joyce y Kafka, Baudelaire y Rimbaud, Pessoa y
Cernuda. La tradición poética es importante, nadie en su sano juicio puede reba-
tirlo, pero el mundo cambia. El manierismo es el miedo estético al presente, pro-
29
bablemente a su fealdad y a su horror, y a su falta de tradición evidente, miedo
a la falta de prestigio literario de nuestro presente. La crisis de la poesía son las
palabras, las palabras de hoy, encontrarlas. ¿Cuáles son esas palabras? Eso espe-
ramos de los poetas, que las digan. La crisis de la poesía es saber distinguir cuán-
do es necesaria y moderna, cuándo refleja eso que Machado llamó «la palabra
en el tiempo» y que sigue siendo válido si se toma al pie de la letra y no como
un eslogan vacío, y cuándo es antigua y manierista (y a lo peor cursi, enfática y
técnicamente perfecta). Todo lo demás es casi prescindible y muy de época
siempre, muy pecados veniales para entretener a los profesionales de los cáno-
nes. Todavía es arriesgado decir qué es antiguo y qué es moderno en la poesía
española actual, pero hay lenguajes y retóricas literarias que no responden a
nuestro tiempo sino al adorable tiempo de los maestros, de los que ya pasaron
por este mundo. El tiempo de los maestros nos obnubila, nos vuelve ciegos, nos
quita la respiración, lo adoramos y lo imitamos, lo buscamos, lo deseamos, pero
su tiempo es el tiempo de los grandes museos. Los museos nos cobijan y nos
ayudan a vivir, nos explican la vida y sus misterios, pero no son la vida, no son
la realidad de nuestra vida. Se pueden escribir excelentes, o excelentísimos
libros «a la manera de». Y serán libros buenos, inmejorables. Nada más fácil para
un profesional que reconocer «lo poético» a priori y quedarse tranquilo, y en
esta frase se resume el punto de vista más común a la hora de tratar crítica-
mente la poesía española. Pero lo que se espera de la poesía a la larga es lo
mismo que se espera de la literatura: que nombre la vida del que vive y escribe,
aunque no se parezca en prestigio y trascendencia a la vida y la obra de lo que
ya fue, aunque sea una vida venida del lodo. Y esa es la utilidad de la poesía.
Porque la poesía es, en el fondo, una pedagogía del lodo. El lodo de Joyce, el de
Baudelaire, el lodo de Cernuda, el lodo sin lodo de Pessoa. Lodos reales todos los
que acabo de citar, lodos que venían de la calle, de las calles de entonces. Esto,
tan fácil aparentemente, es lo más difícil y lo más arriesgado, pero es lo único
que vale la pena de todo este monumental malentendido que ya dura más de
dos mil años. El incurable, trastornado, injusto, desnaturalizado y nuevo mundo
de ahí fuera, con su sociedad y su cultura, con su degradación política, con hom-
bres reventados, con sus ciudades convertidas en polígonos industriales, con su
«no future for you» tatuado en la frente de todos los jóvenes de veinte años, con
la naturaleza hecha trizas, con el humor cáustico y destructivo de los que no
esperan nada, con la guerra transmutada en una alegoría invisible, es más serio
de lo que parece. Habrá que ver qué poesía merece.
MANUEL VILAS
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CINCUENTA NÚMEROS DE POESÍA EN EL CAMPUS
Afinalesde los años ochenta, un tan ruidoso como fugaz político local,
coincidente en una entrevista radiofónica con quienes hacíamos Poesía en el
Campus, nos preguntó muy serio si aquello tendría continuidad, porque, claro,
ése era el problema de ese tipo de actividades, ¿verdad?, la falta de continuidad.
Aparecen y desaparecen, un problema, claro, así que lo importante sería ver si
había continuidad, etc. Aquello era más una forma de ocupar minutos en ante-
na que una forma de fastidiar. Lo primero, evidentemente, lo consiguió. Y lo
segundo también, para qué nos vamos a engañar.
Efectivamente, la continuidad de las iniciativas culturales que surgen en el
seno de la comunidad universitaria es un asunto que nos preocupa a quienes
nos comprometemos en ellas. Más que nada porque, si no calculamos bien,
podemos vernos imprevisiblemente vinculados durante muchos años a una
revista oral de poesía.
Muchos años pueden ser, han sido, diecisiete años. Tres promociones uni-
versitarias (y tres rectorados) se han sucedido mientras Poesía en el Campus
crecía y evolucionaba y cumplía su cometido número a número hasta este
número cincuenta que celebramos. Lástima que no estemos ya todos para cele-
brarlo. Uno de los tres fundadores de la revista, el profesor y poeta José Antonio
Rey del Corral, y tres de los cuarenta y un poetas invitados, Carlos Barral, José
Agustín Goytisolo y Claudio Rodríguez, han fallecido a lo largo de estos años.
Ya que he mencionado a los fundadores de la revista, completaré inme-
diatamente nuestra breve lista con el nombre del también profesor y poeta José
Luis Rodríguez García. Precisamente con él fue con quien comentó el entonces
Vicerrector Tomás Pollán la posibilidad de crear un ámbito universitario para el
disfrute de la poesía. Y siempre he creído que fueron ellos dos quienes inventa-
ron el nombre de Poesía en el Campus para un artefacto a cuyo diseño y reali-
zación fuimos convocados enseguida. Era noviembre de 1984.
La idea básica inicial era conseguir una amplia participación del alumna-
do (no sólo de Letras) en la organización de actos culturales especialmente cen-
trados en la literatura pero no cerrados a otras artes. Pronto hubo junto a
31
nosotros un grupo estudiantil capaz de ofrecer recitales, entrevistas en directo,
escenificaciones más o menos poéticas, conciertos, espectáculos de danza con-
temporánea y algún etcétera más, a un público al que se animaba cordialmente
a participar en el número siguiente y del que, afortunadamente, siempre salie-
ron nuevas ideas y personas dispuestas a realizarlas.
Aquellos dos primeros cursos fueron realmente movidos. Nuestra pro-
puesta de «espectáculo global» se enriquecía con la participación de grupos de
todo tipo formados al efecto y de otros ya muy populares en Zaragoza, como La
Banda del Canal, El silbo vulnerado, el Teatro de la Ribera. No contentos con
eso, establecimos un acuerdo con el director de la entonces naciente Escuela
de Danza Esarc, de modo que sus estudiantes participarían en nuestras activi-
dades. Participar es poco: sus ritmos, su colorido y sus movimientos revolucio-
naban el hall, y no sólo el hall, de la Facultad de Filosofía y Letras.
Lafiguradel Vicerrector Tomás Pollán (cuyo impulso y apoyo iniciales fue-
ron ya una suerte para la revista) transportando sobre sus hombros los grandes
altavoces necesarios para la celebración de aquellos variopintos espectáculos
era la señal de salida de unas tardes que podían comenzar con la intervención
de la Banda del Canal reclutando público por el campus, seguir con una enfe-
brecida sesión de danza, remansarse en una entrevista en directo a Ildefonso
Manuel Gil o Ana María Navales, continuar con un recital colectivo de poemas
escritos por estudiantes, en el que intervenían violinistas, flautistas o guita-
rristas, una propuesta de lectura de algún poeta más o menos olvidado, y acabar
con la lectura de poemas ingleses, alemanes o italianos en sus respectivos idio-
mas originales, a cargo de profesores de esas lenguas. Acabar, no: el cierre final
sería una nueva sesión de danza, con aquellos frenéticos tambores africanos y
aquellas chicas a toda marcha.
En nuestro pecado llevábamos la penitencia, pues había que trabajar
muchas horas y tener en cuenta muchos elementos al mismo tiempo para con-
seguir resultados no siempre aceptables. Ni que decir tiene que todo aquello se
realizaba sobre la base de un minúsculo presupuesto que nunca nos preocupa-
mos en establecer oficialmente. La realización en el Jardín de Invierno de una
larga y complicadafiestade la noche de San Juan de 1985 (queimada incluida,
durante la cual Antón Castro leyó largos textos gallegos en gallego, lo que hizo
que más de uno creyera que éramos un grupo de defensa de la fabla...) fue la
culminación de aquel proceso, y su final obligado. Habíamos dado con el tope
de nuestras posibilidades. Había que cambiar de rumbo si queríamos sobrevivir.
Y queríamos.
Por entonces participaban en el invento un grupo de estudiantes dispues-
tos a todo (o a casi todo), más bien dispuestas, pues el núcleo fundamental
32
estaba constituido por chicas. Recuerdo los nombres de algunas de ellas, espe-
cialmente activas: Ana Pilar Góriz, Ana Mastral, Rosa Prósper, Carmen Sanjulián.
De ellos recuerdo a Javier Hernández, y a un estudiante de Derecho y sin embar-
go entusiasta de la poesía, Luis Pedro Gracieta.Todos ellos sobrevivieron a suce-
sivos agotamientos de esa primera etapa y dieron el empuje decisivo a la segun-
da. Aquella primera promoción de Poesía en el Campus, tan entregada y gene-
rosa, fue otra grandísima buena suerte de la revista, pues no sólo la pusieron
enpie, sino que supieron echarla a andar y, en su momento, ponerla en manos
de otras personas para que siguiera creciendo.
Afinalesde 1987 convocamos reuniones mediante octavillas de colores
(un truco sencillo que siempre da buen resultado en la Universidad), y conse-
guimos la incorporación de un buen número de personas a las tareas de la revis-
ta, lo que personalmente interpreté como un éxito de captación y, dada la cali-
dad de algunas de ellas, un seguro de vida para Poesía en el Campus. Ana
Alcubierre, Charo Cortés, CharoGorostegui,Antonio Pérez Lasheras, María Ánge-
les Naval, Agustín Pérez Leal, Alicia Rey, Félix Romeo, José-Angel Sánchez,
Guillermo Urbizu, y Manuel Vilas, protagonizaron aquel renacimiento, una ver-
dadera refundación de la revista, por lo que pudo hablarse de su Segunda
Época. Una segunda época que ha durado ya quince años y en la que se han rea-
lizado los cincuenta números que ahora celebramos.
En esta segunda etapa, ya un poco más calmada, nuestra propuesta se cen-
tró en la poesía. Nos propusimos, de un lado, seguir difundiendo la incipiente
obra de jóvenes autores universitarios; y de otro, invitar a poetas ya consagrados
a una sesión en la que se les pudiera entrevistar y escuchar recitar sus propios
versos. Teníamos oportunidad muy claro que nuestra misión, en cuanto a lo
segundo, consistía en traer a Zaragoza a esos poetas contemporáneos a quienes
nunca se tenía oportunidad de ver en nuestra ciudad.
Para entonces ya contábamos con el apoyo de algunos profesores univer-
sitarios, entre los que destacaban el aún joven Gonzalo Corona (cuya prematu-
ra muerte también hemos llorado) y el ya prestigioso catedrático José-Carlos
Mainer. Su colaboración fue decisiva para conseguir el sí de muchos de los poe-
tas invitados y especialmente para encauzar Poesía en el Campus por una
senda que le ha permitido sobrevivir honrosa y útilmente hasta hoy.
Las sesiones puramente estudiantiles, la que se llamaría Sección (o
Disección) B, se afincaron en el Aula Magna I de la Facultad de Filosofía y Letras
(gracias al apadrinamiento de su entonces Secretario, Guillermo Redondo
Veintemillas). El primero de estos recitales tuvo lugar el 21 de enero de 1988,
bajo el título Defunción. Intervinieron Alberto Cantera, Javier Castañeda, Luis
Manuel Minguillón, y Ana Alcubierre. Cada recital iba acompañado de la
33
publicación de un cuadernillo con una antología de poemas de los participan-
tes, confeccionado por ellos mismos. Otras sesiones llevaron también títulos
curiosos, pero el más extraño fue el de la segunda sesión, el 17 de marzo de ese
mismo año: Trepando oquedades.
Con el tiempo estas sesiones juveniles crearon una verdadera subserie de
publicaciones de la revista, regularizada con el título genérico más normalito de
Cuadernos. En ellos presentaron primeros poemas algunos poetas zaragozanos
hoy conocidos, como Ana Alcubierre, Mercedes Yusta o Miguel Ángel Ordovás,
y se publicaron monográficos como el dedicado a Enrique Morente (coordina-
do por el profesor Ángel Escobar) o una Antología bilingüe de poesía suiza ale-
mana contemporánea.
La idea originaria, de todas formas, se mantiene: un grupo de jóvenes poe-
tas universitarios se ponen de acuerdo para la realización de un recital conjun-
to y de su respectiva publicación, hacen su propuesta y procuran realizarla
como la concibieron, lo que no siempre resulta tan fácil. (De eso se trata, entre
otras cosas: de poner al poeta ante la dura realidad del tiempo, el espacio, etc.).
Las sesiones de la Sección A tendrían lugar en el escenario de un Teatro
del Mercado recién habilitado como sala municipal, cuyo gerente, el actor Javier
Anós, acogió muy cordialmente la idea. Tanto, que además de los recitales se
desarrollaban en sus instalaciones ruedas de prensa y encuentros del poeta invi-
tado con profesores y estudiantes de la Universidad. Completaba el programa
una cena lo más divertida posible.
Necesitábamos ahora un poco más de dinero, que obtuvimos gracias al
rápido entendimiento del entonces Vicerrector de Extensión Universitaria, Luis
Germán Zubero, con el citado gerente del Teatro del Mercado. Fue el primer
Acuerdo económico que conseguimos para Poesía en el Campus la
Universidad de Zaragoza y otra entidad (eran los tiempos del rector Vicente
Camarena, del alcalde Sáinz de Varanda y del presidente de la DGA Santiago
Marraco y la ciudad navegaba todavía las procelosas aguas de la transición).
Durante el curso 1987-88 se realizaron cuatro sesiones, cuya estructura
quedaría fijada en tres elementos básicos, entrevista-recital-coloquio, que per-
duraría ya hasta hoy mismo. Nos estrenamos con Ana María Moix, que atrajo la
atención de la prensa y a un numeroso público ante el que estuvo maravillosa.
De paso dejó ver que los famosos no siempre son inabordables ni quisquillosos,
sino personas cabales, solidarias y hasta entusiastas. Con lo cual se cumplía
nuestro objetivo fundamental: hacer de Zaragoza un lugar de encuentro
entre poetas y lectores, en el que el acercamiento fuera mutuo.
34
Lo peculiar de aquellas sesiones lo aportaba el hecho de realizarse en un
escenario preparado para la ocasión, una cierta puesta en escena, que tuvo su
mayor desarrollo con Manuel Vázquez Montalbán, para quien se dispuso una
escena de interrogatorio en una comisaría (franquista, por supuesto). Una estu-
diante sometida al poeta (y en ese momento candidato electoral) a un hábil inte-
rrogatorio, mientras otra, como si registrara las declaraciones del poeta en una
oficinesca máquina de escribir, tocaba al piano coplas e himnos más o menos
patrios (o decididamente sin ninguna patria, como La Internacional).
La mayor novedad, con todo, sería la edición de unos cuadernillos mono-
gráficos dedicados a cada poeta invitado. También su diseño esencial ha perma-
necido invariable: breve biografía, artículos de crítica e interpretación, antología
y bibliografía. Inicialmente se trató de cuadernillos de cuya confección material
nos encargábamos nosotros mismos, de los que se hacía una edición fotocopia-
da de doscientos ejemplares. Por suerte, pronto un estudiante habilidoso,
Agustín Pérez Leal, se ocupó de esta tarea, secundado por otro, Carlos Díez
Galán, quien además aportaba dibujos suyos originales.
Poesía en el Campus también intervino en esa época en la promoción de
algunos actos culturales en la Universidad de Zaragoza. Unos del tipo del
Festival de Poesía Electrónica, en colaboración con el Sindicatos de Trabajos
Imaginarios, encabezado por Javier Cinca, o la presentación del espectáculo
Una temporada en el infierno. Del Teatro Imaginario. Otros, más clásicos,
como la presentación de algún nuevo libro de poesía (de Manuel Vilas y de
Ángel Guinda), o como los recitales en homenaje a Antonio Machado y a Miguel
Hernández con motivo de sus centenarios, éstos por encargo del Vicerrectorado
de Extensión Universitaria, en el que, por cierto, el entonces Director del
Secretariado de Actividades Culturales, Eliseo Serrano, de feliz memoria, y una
técnica eficacísima, María Jesús Costa, ponían a nuestra disposición (y a la de
cualquier otra asociación cultural universitaria) todos esos recursos administra-
tivos necesarios para que un invento cultural vinculado a la Universidad desa-
rrolle sus actividades sin perder ni un ápice de su identidad ni de su libertad de
movimientos al tiempo que se beneficia de un patrocinio institucional.
Las cosas (no sólo las nuestras, sino las de todo el país, y desde luego no
sólo las culturales) se fueron formalizando. El curso siguiente, 1988-89, las sesio-
nes tuvieron lugar en la sala Jerónimo Borao del Paraninfo, a la búsqueda del
centro urbano. Lo que perdíamos de puesta en escena, lo ganábamos en con-
centración y en mayor acercamiento a un público al que puede que le estuvié-
ramos pidiendo excesivos esfuerzos. (Si así era, se debió a que merecía toda
nuestra estima).
35
Así hasta la séptima sesión, en la que tuvimos como poeta invitado a José
Agustín Goytisolo. Me tocó a mí en esa ocasión hacer las presentaciones y lo
traté de hermano mayor. Hoy es ya, desgraciadamente, uno de mis hermanos
mayores difuntos, cuya desaparición me llena de tristeza.
En ésas estábamos, cuando en una reunión de asociaciones culturales uni-
versitarias, de las que convocaba pacientemente el citado Luis Germán, salió a
colación el problema de la financiación de las actividades que llevábamos a
cabo. Resumiendo: que la Universidad tenía muy poco dinero y éramos muchos
grupos en el reparto. Pregunté si era posible solicitarfinanciaciónde otra enti-
dad. La buena experiencia con el Teatro del Mercado me animaba. Recuerdo la
vicerrectora mirada de Luis Germán en ese momento: estaba en un punto
medio entre el reto, la incredulidad y el estímulo.
El dos de noviembre de 1989 se firmaba el Acuerdo entre el
Vicerrectorado de Extensión Universitaria e Ibercaja, gracias a la excelente dis-
posición de José Luis Lasala Morer, a quien nada cultural le era ajeno, desde
hacía poco responsable de la Obra Cultural de Ibercaja. Un Acuerdo que asumió
años después como propio, y amplió a otros ámbitos de acción cultural, el
siguiente Vicerrector de Extensión Universitaria, Manuel García Guatas (que ya
celebró con nosotros en 1994 la aparición del número 25 de Poesía en le
Campus).
Las sesiones de Poesía en el Campus, en adelante, se desarrollarían en
una sala de su céntrico Palacio de Congresos. A ellas se añadirían las ruedas de
prensa previas, que convertirían la salita en escenario de una verdadera tertulia
literaria, pues acudían allí muchos escritores zaragozanos a charlar durante un
buen rato con el poeta invitado. Los folletos fotocopiados se transformarían en
cuadernillos impresos, con maquetación de José Luis Cano, al que así convertí-
amos en uno de los colaboradores más importantes de la revista. Lo que, con el
curso de los años, ha pasado de ser un acierto a ser un honor. Todos estuvimos
de acuerdo enseguida en poner nuestra publicación en las cuidadosas manos de
Alicia Félez, de la imprenta Octavio y Félez, decisión de la que siempre nos sen-
timos, con toda razón, orgullosos.
La realización de las sesiones de la revista en Ibercaja nos permitió cono-
cer también a tres personas, José María Barceló, Alberto Sánchez y Antonio
Sebastián, cuya colaboración, aparte de ser exquisita y eficazmente profesional,
fue y es cordialísima y hasta apasionada a favor de nuestra revista. No han sido
solamente las magníficas características técnicas de las instalaciones de Ibercaja
las que han permitido, curso tras curso, una realización impecable de cada
número, sino el verdadero mimo con que ha sido tratada una criatura que fácil-
mente puede quebrarse sin una atención personalizada. Esta es otra evidencia
36
de la suerte que ha tenido Poesía en el Campus que no existiría hacia ya algu-
nos años, y se hubiera cumplido la velada maldición del político aquel de la
escena con que comenzaba este relato.
Si hoy los cuadernillos de Poesía en el Campus están en todas las biblio-
tecas universitarias españolas y se citan en las mejores bibliografías de los poe-
tas a quienes se dedicaron es fruto, más que nada, del tesón de María Ángeles
Naval que, aparte de su personal capacidad, ha sabido tejer para la revista una
impresionante red de colaboraciones tanto de poetas como de estudiosos y de
críticos. Los Índices de los últimos veinticinco números de la revista no me
dejan mentir. Su consulta dará perfectamente idea de la notable cantidad, cali-
dad y diversidad de las personas que han colaborado en la revista, como ya lo
hicieron en sus días los índices de los primeros veinticinco.
Lo más importante, aparte de la continuidad, ha sido la estabilidad pro-
gramática de la revista, cuya coherencia no se consigue fácilmente ni se man-
tiene sin sacrificio ni esfuerzo. Para quien hay leído lo que precede no será ya
(si lo fue) ningún secreto que la coherencia de Poesía en el Campus no fue un
dato inicial gratuito sino una lenta conquista de la práctica de muchas personas
durante bastante tiempo. La realización de una revista como la actual era, por
razones que considero obvias, impensable en nuestra Universidad hace dieci-
siete años. Seguramente tampoco sería posible hacer en nuestros días una revis-
ta como la que nació entonces. Han cambiado, en estas caso dos décadas, lo que
algunos llamábamos (y seguimos llamando) las condiciones objetivas y las con-
diciones subjetivas de la vivencia cultural (y de forma general, de la vivencia de
la Universidad) en el seno de la comunidad universitaria española, y ello tiene
su repercusión en el ámbito de la organización de la cultura.
Haberse ido adaptando a las nuevas condiciones concretas de nuestra
Universidad, a las nuevas posibilidades de un ya consolidado entramado institu-
cional democrático y a las circunstancias actuales de la edición, difusión, y crí-
tica de la poesía española, sin perder el norte al que aspiró en su nacimiento:
ésa creo que ha sido la clave del crecimiento positivo de Poesía en el Campus
a lo largo de estos años de trabajo y buena suerte que ahora celebramos.
JAVIER DELGADO
37
LA HISTORIA COMO HORÓSCOPO (O «POESÍA EN EL
CAMPUS» EN SU TIEMPO)
38
entusiasmos (referéndum sobre la OTAN) y la proclamación del pragmatismo
(consolidación electoral del PSOE).
¿Recuerdan nuestros lectores?... Por entonces, afirmaba su reciente hege-
monía una poética cuya definición ha hecho correr ya mucha tinta. En Granada
la llamaron «nueva sentimentalidad», recordando un dictum de Antonio
Machado (pero el libro de Javier Egea, García Montero yÁlvaroSalvador se titu-
ló La otra sentimentalidad y apareció en 1983); otros, recordando a Jaime Gil
de Biedma, hablaron de «poesía de la experiencia»; Luis Antonio de Villena pre-
firió hablar de «sesgo clásico» y Jon Juaristi, de «poesía realista». José Luis García
Martín lo hizo de «poesíafigurativa»y Germán Yanke, de «poetas tranquilos». En
las tinieblas exteriores, mascando su fracaso, quedaban al parecer las poéticas
radicales y las poéticas trascendentales, los herederos de José Ángel Valente y los
escuderos de los novísimos, los revolucionarios y los revueltos. Pero, ¿era, de
verdad, todo tan simple? ¿Todo se reducía a la batalla de los poetas subvencio-
nados por la Junta de Andalucía y los enjutos poetas castellano-leoneses que
publicaban en Valladolid?
Libros cantan... El año 1987, cuando se configuró el formato actual de
«Poesía en el Campus», aparecieron dos libros de esos que parecen destinados a
ser fuertemente contagiosos. Lo fueron y con razón Diario cómplice, de Luis
García Montero, y El último de la fiesta, de Carlos Marzal. Y no iba a su zaga el
Curso superior de ignorancia, de Miguel D' Ors, Pero también fue el año en
que moría Aníbal Núñez para recordarnos en plena fiesta que siempre habría
poetas malditos (y, sobre todo, lúgubres acólitos de los malditos) y en que se
publicaron los Poemas del manicomio de Mondragón, de Leopoldo María
Panero, llamado a ser otro fetiche de los aguafiestas. Uno y otro, sin embargo, no
tenían mucho que ver con la precisión intelectual y el atildamiento de Jaime
Siles, que dio a conocer Columnae en nuestro año, y con la depuración extre-
ma de la realidad y la conciencia que aconsejó a Andrés Sánchez Robayna el jun-
tar entonces sus Poemas (1970-1985).
Toda observación de cronología tiene algo de horóscopo: una suma de
arbitrariedad, casualidad de superficie y fatalidad de fondo. Menos Miguel D' Ors
y Panero (por muy obvias razones en su peculiar caso), todos los poetas citados
-unos y otros- han pasado por «Poesía en el Campus» y, sin embargo, se han
tenido a nuestra revista poética por una trinchera combatiente de la poesía rea-
lista, o de la experiencia, o de la otra sentimentalidad... ¿Cómo había de serlo?
Los que hacemos la revista somos fundamentalmente historiadores de la litera-
tura y tenemos algo de lo que en el siglo XVIII se llamaba pirronismo históri-
co: una profunda desconfianza por los mitos y leyendas. Y si nos gustan los
horóscopos (toda cronología es un horóscopo, repito), no es por su grado de
39
verdad potencial sino por el juego de la simultaneidad que siempre es fasci-
nante.
Hoy, a la altura del 2002 que ya columbramos, quince años después (que
no son los veinte que pedía Gil de Biedma a toda distancia sentimental), ¿las
cosas se ven de otra manera? No sabría decirlo pero es cierto que la distancia
aproxima y suaviza, lima y corrige... En 1987 se hablaba todavía mucho de
Antonio Machado; hoy se vuelve a hablar de Juan Ramón Jiménez, lo que es sig-
nificativo (acaba de editarse Lírica de una Atlántida). Pero en 1981 ya había-
mos celebrado su centenario que fue camino certero de su redescubrimiento.
Abrimos ahora Fragmentos de un libro futuro, del texto póstumo de José Ángel
Valente y aparecen dos exergos: uno del mejor trovador del trobar clus, Arnaut
Daniel, y otro de Juan Ramón (en quien también piensa ese último poema:
«Cima del canto. / El ruiseñor y tú / ya sois lo mismo»). El libro de Valente se con-
cibe como los del poeta de Moguer: es un texto que se hace, una autoantología,
una sucesión de iluminaciones, una decantación de instantes mucho más vivaz
y menos trascendentalista de lo que suele su autor.
¿Se me permitirá decir que el último libro de Ángel González, el tan her-
moso Otoño y otras luces, tiene algo y aún algos de iluminación, metapoesía y
autoselección? ¿No es «Alba en Cazorla», con su sostenida metáfora acerca del
fuego y de la luz, un poema juanrramoniano? ¿Y no se celebran en las «Glosas
en homenaje a C (laudio) R (odríguez)» los valores más rimbaudianos del poeta
de Zamora, al autor de Don de la ebriedad más que al de Conjuros? Más toda-
vía... ¿A la vista del último y muy certero libro de Luis Muñoz, Correspon-
dencias, ¿no cabría decir que la poesía de quien empezó como epígono del
grupo granadino se hace ardua de metáforas, ansiosa de conocimiento, sin dejar
de estar escrita al nivel más vulnerable y trémulo de la realidad afectiva? (Véase,
por ejemplo, el poema «Homosexualidad», escrito en dos tiempos: el primero,
desprendido intelectualmente de un lema de Mallarmé; el segundo, confiado a
los inevitables alcohol, terraza y noche de la «poesía de la experiencia»). La anéc-
dota que vertebra Verano inglés, de Guillermo Carnero, no es tan rara en un
poeta que -recordemos un texto, «Ostende»- tiene una importante veta erótica
con fundamento in re. Pero no es que el exigente poeta se acerque al senti-
mentalismo y abandone la abstracción, como ha subrayado la crítica simplista:
más bien, es que siempre sintió lafilosofíadel lenguaje como una pasión vital y
la vida como una experiencia lingüística y cultural.
Simplemente sucede que la historia se hace un poco más explícita. Por
eso, hace ya algunos años, María Ángeles Naval y Manuel Vilas inventaron ese
rito de «Poesía en el Campus» que llamamos «Tradiciones poéticas españolas en
estefinde siglo» y que adoptaron la forma de una mesa redonda anual: no se tra-
40
taba de reposar en la noción del eterno retorno o en la inmovilidad tranquiliza-
dora, porque toda tradición que de verdad lo sea es un reto y el germen de una
polémica. Lo demuestran Luis Buñuel, Jorge Luis Borges, el 27, Antonio y Manuel
Machado, la canción popular... Sospecho que seguiremos hablando. Tenemos
que seguir hablando.
JOSÉ-CARLOS MAINER
41
ÍNDICES DE LA REVISTA
43
forma de un breve descriptor entre corchetes. Los ensayos que carecen de títu-
lo expreso se designan convencionalmente en (II) y (III) con las siglas '[s. t.]'.
JOSÉ-ÁNGEL SÁNCHEZ IBÁÑEZ
OCTUBRE DE 2001
44
I. SINOPSIS
I . 1 . AUTORES
45
PERUCHO, Juan 38 (1997)
RODRÍGUEZ, Claudio 13 (1991)
ROSSETTI, Ana 14 (1991)
SAHAGÚN, Carlos 35 (1996)
SÁNCHEZ ROBAYNA, Andrés 31 (1995)
SÁNCHEZ ROSILLO, Eloy 23 (1993)
SILES, Jaime (1989) PCamp, pp. 169-198
TRAPIELLO, Andrés 37 (1997)
VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel 4 (1988) PCamp,pp.113-140
VIRALLONGA, Jordi 48 (2001)
VILLENA, Luis Antonio de 8 (1989)
WOLFE, Roger 40 (1998)
I . 1 . TEMAS
46
II. ÍNDICE GENERAL
47
• Javier SÁNCHEZ MENÉNDEZ, «Antonio Colinas o la segunda realidad», pp.
56-57
• Tomás POLLÁN, «Preludios y rupturas», pp. 57-58
• «Antología», pp. 59-72:
—«Poética», pp. 59-60
—«Invierno tardío», p. 60
—«Órfica»,p.61
—«Palabras de Mozart a Salieri», pp. 61-62
—«Bosque de los sueños», pp. 62-63
—«Nocturno», p. 63
—«Homenaje a Poussin», p. 64
—«Giacomo Casanova acepta el cargo de bibliotecario que le
ofrece, en Bohemia, el Conde de Waldstein», pp. 64-65
—«Fiesole (La limonaia)», p. 65
—«Encuentro con Ezra Pound», pp. 65-66
—«Novalis», p. 67
—«Mientras tanto escucho aquella música y miro los jardines de
invierno», pp. 67-69
—«Confirmación de que algo divino hay en n o s o t r o s . . . » , pp.69-
70
—«Aquí, en Arabí, el agua de la fuente...», pp. 70-71
—«Mientras Virgilio muere en Bríndisi no sabe...», p. 71
—«Post-scriptum», p. 72
• «Bibliografía», p. 73
48
• Claudio RODRÍGUEZ, «Unas palabras sobre Kampa, de Clara Janés», pp.
97-98
• «Antología», pp. 99-111:
—«De nuevo estoy...», p. 99
—«Silencio», p. 100
—«Ahora inmóvil», pp. 100-101
—«Angustia», p. 101
—«Columna del infinito», pp. 101-102
—«Tercera reflexión», p. 102
—«En el oscuro pozo de la mente...», pp. 102-103
—«Yo...»,p. 103
—«¡Isla de vientos...», p. 103
—«Amiga», pp. 104-105
—«Útero», p. 105
— «Gato compañero», pp. 105-106
—«El vacío me cerca...», p. 106
—«Río de piedras», p. 106
—«En el hueco del cuello se esconde un lago inmóvil...», pp.
106-107
—«Thanatos», p. 107
—«El banquete que os propongo es para el día de mi muerte...»,
p. 107
—«Modulación del espacio I», p. 107
—«Braun», p. 108
—«A un muchacho que imaginó ser Hamlet», p. 108
—«Llegarán los almendros en flor a tu ventana...», p. 108
—«Y de perfume», p. 109
—«Hypnos», p. 109
—«Nunca», p. 110
—«Próspero», p. 111
—«Me he despertado de pronto...»,p. 111
—«Guarda», p. 111
• «Bibliografía», p. 112
49
• Agustín PÉREZ LEAL, «Una poética del distanciamiento», pp. 124-126
• José Antonio LABORDETA, «La lucidez ética de Manuel Vázquez Mon-
talbán», pp. 126-127
• «Antología», pp. 128-134:
—«Déjame que te cante limeña...», p. 128
—«Conchita Piquen», pp. 128-131
—«Paseo por una ciudad», p. 131
—«Quand vous seraiz bien vieille», pp. 131-132
—«Plaza de Oriente», pp. 132-133
—«Ya estaba aquí...», pp. 133-134
—«Posdata del autor», pp. 134-135
• «Bibliografía», pp. 136-140:
—Javier DELGADO ECHEVERRÍA, «M. V. M. en el ISBN (Una biblio-
grafía 'con intención')», pp. 136-140
50
—«Hueles a ámbar y no agonizas...», p. 166
—«La mendicidad entró en mis huesos...»,p. 166
—«Sábana, sábana», p. 167
• «Bibliografía», p. 168
51
• Túa BLESA, «II figlio che piange», pp. 212-217
• Alfredo SALDAÑA, «La semilla del rencor» [poema], p. 217
• Manuel M.FOREGA, «Bodeguica» [poema],p. 218
• «Antología», pp. 219-225:
—«Digo: comience el sendero a serpear...»,p. 219
—«Éxito de un poema», p. 219
—«Lola Club», p. 220
—«Autobiografía», pp. 220-221
—«Completamente libre», p. 222
—«Pierre le Maquis», pp. 222-223
—«Aquel reino», p. 224
—«Ella dio su voto a Nixon», pp. 224-225
—«Aquella mujer callada...», p. 225
• «Bibliografía», p. 226
52
• Juan Antonio MASOLIVER RÓDENAS, «Precisión y pasión en Juan Luis Pa-
nero», pp. 4-7
• José Luis MELERO RIVAS y Antonio PÉREZ LASHERAS, «Rumor de un río de
espejos rotos: los fantasmas de la muerte en la poesía de Juan Luis
Panero», pp. 8-13
• Manuel VILAS, «La Muerte y su hermano el Sueño (A propósito de
Galería de fantasmas)», pp. 14-15
• Manuel M.FOREGA,«Un sacrificio del emperador Juliano (Acerca de un
poema de Juan Luis Panero)», pp. 16-18
• Ángel GUINDA, «Biografía de la Muerte», p. 19
• «Antología», pp. 20-37:
—«Escrito frente al mar (Mallorca, 1965)», p. 20
—«A la mañana siguiente Cesare Pavese no pidió el desayuno»,
p.21
—«Pierre Drieu La Rochelle divaga frente a su muerte», p. 22
—«Frente a la estatua del poeta Leopoldo Panero», pp. 23-24
—«Luis Cernuda», p. 25
—«La última vez que vi París», p. 26
—«Retrato de poeta romántico», p. 27
—«Galería de fantasmas», pp. 28-29
—«El poeta y la muerte», pp. 30-31
—«Noticias de la muerte en un periódico (Ernest Hemingway)»,
p.32
—«Lo que queda después de los violines», pp. 33-34
—«Un año después de ya no verte», pp. 35-36
—«Años después de separarnos», p. 37
• «Bibliografía», p. 38
53
—«Onor», pp. 29-30
—«Métodos de conocimiento», p. 31
—«Esplendor negro», p. 32
—«Definición de la Nada», p. 33
—«Los sinónimos», p. 34
—«La perversión», p. 35
—«Sábado», p. 36
—«Desde Bassai y el mar de Oliva», p. 37
• «Bibliografía», p. 38
54
• José Agustín GOYTISOLO, «Barral en presente de indicativo», pp. 7-8
• José-Carlos MAINER, «Las memorias de Carlos Barral: estrategias del
seductor», pp. 9-11
• Juan Luis PANERO, «La ceremonia de la ceniza», pp. 12-13
• Carme RIERA, «La dame à la licorne', lectura en homenaje a Carlos
Barral», pp. 14-18
• José Ángel SÁNCHEZ IBÁÑEZ, «Tomar prestado el nombre de las cosas. En
torno a la obra de Carlos Barral», pp. 19-22
• «Antología», pp. 24-36:
—«Mar», p. 24
—«Correspondencias, I.Timbre», pp. 25-27
—«Reino escondido», p. 28
—«El armero Juan Martín lamenta el destino de una pieza magis-
tral», p. 29
—«Cambio de viento», p. 30
—«La dame à la licorne», pp. 31-33
—«Accidente mítico», p. 34
—«Quebranto del vidrio», p. 35
• «Bibliografía», pp. 37-38
55
—«Elegía desde Simancas (Hacia la Historia)», pp. 41-43
• «Bibliografía», pp. 44-45
56
—«Consolación de la literatura», p. 26
—«La tregua», p. 27
—«La historia», p. 28
—«Las enseñanzas del dolor», p. 29
—«Le bout de la nuit», p. 30
57
• Ana María NAVALES, «Encuentros con José Hierro», pp. 21-23
• Leonardo ROMERO, «'Réquiem' de José Hierro: sobre héroes y tumbas»,
pp. 24-26
• Rosendo TELLO, «'Cenizas de oro' para José Hierro», pp. 27-30
• «Antología», pp. 31-42:
—«Canción de cuna para dormir a un preso», pp. 31-32
—«Alegría», p. 33
—«Nombrar perecedero», pp. 35-36
—«Canción del ensimismado en el puente de Brooklyn», pp. 37-38
—«Doble concierto», pp. 39-41
—«Esta cabeza ha rodado...», p. 42
• «Bibliografía», pp. 43-45
58
• Rafael ALARCÓN SIERRA, «La coleccionista (Notas sobre la poesía de
María Victoria Aterida)», pp. 6-11
• Juan Carlos PUEO, «Reflexiones en torno a seis Caprichos de María
Victoria Atencia», pp. 12-14
• Ángela IBÁÑEZ, «Victoria», pp. 15-16
• Miguel Ángel ORDOVÁS, «El mundo de Marta & María Victoria», pp. 17-
21
• Antón CASTRO, «María Victoria Atencia: un jardín para la intimidad», pp.
22-24
• «Antología», pp. 25-30:
—«Sazón», p. 25
—«Epitafio para una muchacha», p. 26
—«1 de diciembre», p. 27
—«Mar», p. 28
—«El mundo de M.V.», p. 29
—«La señal», p. 30
—«La piel», p. 30
• «Bibliografía», pp. 31-33
59
—«La huida a Egipto», p. 29
—«Sobre un tema de J. M. M.», p. 30
—«La pesadilla», pp. 31-32
—«Julia», p. 33
—«Mal de ausencia», p. 34
—«El fantasma», p. 35
—«Remedia amoris», p. 36
• «Bibliografía», pp. 37-38
21(1993):Jon Juaristi
Ed.: Enrique Gutiérrez
• «Biografía», p. 2
• José-Carlos MAINER, «NO se puede ser vasco impunemente», pp. 3-6
• Fernando SAVATER, «El emboscado de Vinogrado», pp. 7-8
• Ramón de ESPAÑA, «Me duele Euskadi», pp. 9-11
• Enrique GUTIÉRREZ, «As the years go by», pp. 12-14
• Juanjo BLASCO, «Poesía civil blues», pp. 15-16
• David MAYOR y José Manuel DURÁ, «Ciudad sin nombre», p. 17
• José Luis MARTÍN, «Martillo de patriotas», pp. 18-20
• «Antología», sel. Enrique Gutiérrez, pp. 21-31:
—«Blues del castillo de Barbazul», p. 21
—«Baztán», p. 22
—«Última lección», pp. 23-24
—«Reloj de melancólicos», p. 25
—«Ayer», p. 26
—«Alter Bilbao mond», p. 27
—«Spoon river, Euskadi», p. 28
—«Trenos de Vinogrado», pp. 29-30
—«La casada infiel», p. 31
• «Bibliografía», pp. 32-33
60
• José Luis RODRÍGUEZ GARCÍA, «La poesía, el origen, Luisa Castro», pp. 13-16
• Santiago MORALES RIVERA y Yolanda PÉREZ SINUSIA, «De seres y estares»,
pp. 17-18
• Carmen FLORENTÍN GIMENO, «De lo mágico y lo humano», pp. 19-21
• «Antología», pp. 22-36:
—«Sobre ti, sobre todo. Sobre lo que es locura», p. 22
—«Pero no pude decir ni una palabra sola», pp. 23-24
—«Material de construcción», p. 25
—«El cerdo», p. 26
—«La casa», p. 27
—«Estoy cargando o descargando sustancias explosivas», p. 28
—«Deje de transmitir sus señales e interprete las mías», p. 29
—«Pasajes», p. 30
—«Divido el mundo por dos», pp. 31-33
—«Mi madre trabaja en una fábrica de conservas», p. 34
—«Los chicos que vivían en la ciudad nos tenían miedo», p. 35
—«Es estrecha la arena», p. 36
• «Bibliografía», pp. 37-38
61
—«Una muchacha», p. 31
• «Bibliografía», pp. 33-34
62
• «Poesía española actual: Edición, difusión y crítica», pp. 11-26:
—José-Carlos MAINER,«¿Qué hacer por la poesía?», pp. 13-15
—Blanca BERASÁTEGUI, «La crítica, los medios y la fe de vida», pp.
16-17
—José Luis GARCÍA MARTÍN, «La crítica indicativa o el derecho a
equivocarse», pp. 18-20
—Abelardo LINARES, «Algunas circunstancias de un casi editor»,
pp. 21-24
—Jesús GARCÍA SÁNCHEZ, «Veinticinco años editando poesía», pp.
25-26
• «Veinticinco números de Poesía en el Campus», pp. 27-62:
—Manuel VILAS, «Historia de una revista», pp. 29-36
—José Ángel SÁNCHEZ IBÁÑEZ, «Poesía en el Campus, 1-24 (1987-
1993): índices», pp. 37-62
63
—«Nuevo canto a Teresa», p. 37
—«Garcilaso 1991», p. 38
—«Historia de un teléfono», p. 39
—«El insomnio de Jovellanos», pp. 40-42
• «Bibliografía», pp. 43-46.
64
• Javier BARREIRO, «La edad de oro: un tiento a la tradición de los apócri-
fos», pp. 12-14
• Miguel Ángel ORDOVÁS, «El misterioso dueño del museo de cera», pp.
15-18
• «Antología», sel. Manuel Vilas, pp. 19-42:
—«En la estancia de oro», pp. 19-20
—«Día de 1927: estampa invernal», pp. 21, 23
—«Persecución y asesinato de Billie Holiday», pp. 25-26
—«Historia amorosa», p. 27
—«En la muerte de Josef von Sternberg», p. 29
—«La isla del tesoro», p. 30
—«Desolada grandeza (G.T. de L.)», p. 31
—«La Marsellesa», pp. 32-33
—«El esplendor perdido», pp. 35-36
—«Baby Doll», p. 37
—«El último cuplé», p. 38
—«Leerás una y otra vez...», p. 39
—«Tengo 38 años. Miro mis manos...»,p. 40
—«Monólogo platónico ante las inquietudes aristotélicas», p. 41
—«En un museo alemán», p. 42
• Yolanda PÉREZ, Jesús JIMÉNEZ y Santiago MORALES, «Bibliografía», pp. 43-45
65
• Miguel Ángel ORDOVÁS, «Descrédito del héroe y elogio de caballero»,
pp.9-11
• Rosendo TELLO, «Entre los hilos de Ariadna o la fatalidad del laberinto»,
pp. 12-15
• Antonio VILANOVA, «Caballero Bonald: de Las adivinaciones a Las
horas muertas», pp. 16-18
• «Antología», pp. 19-33:
—«Versículo del Génesis», pp. 19-20
—«Un cuerpo está esperando», p. 21
—«Cloto», p. 22
—«Prefiguraciones», p. 23
—«Rigor mortis», p. 24
—«Anamorfosis», p. 25
—«Guárdate de Leteo», p. 26
—«Víspera de la depresión», p. 27
—«Meditación en Ada-Kaleh», p. 28
—«Por nada del mundo», p. 29
—«Lima de piedra», p. 30
—«La botella vacía se parece a mi alma», p. 31
—«Super ilumina Babylonis», p. 32
—«Anochecer en Lluch-Alcari», p. 33
• J. RAMIS-CABOT, «Bibliografía», pp. 34-43
66
—«Elogio», pp. 26-27
—«La estrella», pp. 28-29
—«Una piedra, memoria», p. 30
—«A Thomas Tallis», pp. 31-32
—«Deseo de verano», p. 33
• «Bibliografía», pp. 34-39
67
34 (1996): Antonio Carvajal
Ed.: Miguel Ángel Ordovás
• «Biografía», p. 2
• Miguel Ángel ORDOVÁS, «De algunos caprichos celestes», pp. 3-8
• Ignacio PRAT, «Siesta en el mirador», pp. 9-11
• José MERCADO, «Informe extravagante para una 'Extravagante jerar-
quía'», pp. 12-15
• Manuel VILAS, «El poeta Antonio Carvajal, el crítico Ignacio Prat y los
nueve novísimos: un episodio de historia literaria», pp. 16-24
• «Antología», sel. Miguel Ángel Ordovás, pp. 25-39:
—«San Miguel», p. 25
—«Escena», p. 26
—«Otoño ante el sentido», p. 27
—«Oración umbría», pp. 28-29
—«Siesta en el mirador», p. 30
—«Vivir, velar, dormir, morir, soñar...», p. 31
—«O no suspires por su nombre...», p. 32
—«Sextina», p. 33-34
—«Paraleipómena», p. 35
—«Teoría», p. 35
—«Vista general desde el cementerio», pp. 36-37
—«Patio de los leones», pp. 37-38
—«Quizá de la poesía sea yo el mejor obrero...», p. 39
• José Ángel SÁNCHEZ IBÁÑEZ, «El texto y sus escolios: bibliografía de
Antonio Carvajal», pp. 40-50
68
—«Amanecer», p. 29
—«Frontera», p. 30
—«Desembarco», p. 31
—«Deriva del otoño», p. 31
—«Oeste a solas», p. 32
—«Tu soledad era una hazaña oscura», p. 33
—«Vuela un ave», p. 34
—«Libertad inmediata», p. 35
—«Ruiseñor», p. 36
—«Álamo», p. 37
—«Víspera», p. 38
—«Sílabas», p. 39
• Enrique BALMASEDA MAESTU, «Bibliografía», pp. 40-45
69
—«A los viejos poetasHardy,Yeats, Jammes», p. 34
—«La casa de la vida», p. 35
—«Lección de tarde», p. 36
—«E. D.», p. 37
—«Es esto», p. 37
—«Las manzanas», pp. 38-39
—«1959», pp. 39-40
—«Dos sonetos apócrifos de Javier de Irazo», p. 41
—«Ripio para un amigo y tres viejos maestros», pp. 42-43
—«La ventana de Keats», pp. 43-46
70
39 (1997): Tradiciones poéticas españolas en este fin de siglo,
III: La poesía popular
Ed.: Ángel Escobar
• Ángel ESCOBAR, «Presentación», pp. 3-4
• José-Carlos MAINER, «Apuntes sobre Unamuno, Machado y la poesía
popular», pp. 5-7
• Luis GARCÍA MONTERO, «Morente», pp. 8-10
• María Ángeles NAVAL, «Renacimiento de la copla y tono menor en la líri-
ca de los años ochenta», pp. 11-16
• José Luis ORTIZ NUEVO, «Se vistió de luto el sol», pp. 17-19
• Francisco GUTIÉRREZ CARBAJO, «Piedra firme, piedra rodada, la piedra y
el centro», pp. 20-25
• Alberto MONTANER FRUTOS, «Vivir en los pronombres: la dialéctica del yo
y el tú en el repertorio de Morente», pp. 26-34
• Ángel ESCOBAR, «Apuntes para una historia literaria del ay», pp. 35-39
• Balbino GUTIÉRREZ, «Nacido en Granada», pp. 40-41
• Félix GRANDE, «Premio», pp. 42-43
• [Enrique MORENTE], «Enrique Morente: De poesía y flamenco...», pp.
44-45
71
—«Notas de un viajero», pp. 27-28
—«Dos mil años de historia para esto», p. 29
—«El borracho es un fingidor», p. 30
—«Pobre hombre», p. 31
—«Nada de esto te viene en el manual», pp. 32-34
—«Odio», pp. 35-37
—«Explica esto», pp. 38-41
—«Etica del cavernícola contemporáneo», p. 41
—«El oro del planeta», pp. 42-43
—«El amor en los tiempos del Inserso», pp. 44-45
• «Bibliografía», p. 46
72
42 (1999): Tradiciones poéticas españolas en este fin de siglo, IV:
Jorge Luis Borges
Ed.: José-Carlos Mainer
• Blas MATAMORO, «La poesía de Borges», pp. 3-5
• José-Carlos MAINER, «Borges y el poema incesante», pp. 6-10
• Teodosio FERNÁNDEZ, «Borges y la naturaleza de la poesía», pp. 11-13
• Antonio FERNÁNDEZ FERRER, «Reflejos de la invisibilidad. Borges en las
poéticas de 'este fin de siglo'», pp. 14-18
• José Luis GARCÍA MARTÍN, «Breve corona poética en honor de Jorge Luis
Borges», pp. 19-22
• Manuel VILAS,«Borges, la muerte y la siesta», pp. 23-26
• Magdalena LASALA, «El tercero en la mitad del sueño. A propósito de 'El
otro', relato de Jorge Luis Borges (de su obra El libro de arena)», pp.
27-28
• Alberto SÁNCHEZ ÁLVAREZ-INSÚA, «YO Borges, tú Borges», pp. 29-31
73
—«Letanía», p. 34
—«Poética», pp. 35-36
—«Calle vacía», p. 37
—«Recuerdo una penumbra y una cama...», p. 38
• Manuel RICO, «Bibliografía», pp. 39-45
74
• Agustín SÁNCHEZ VIDAL, «Un perro andaluz y la poética de Luis Buñuel»,
pp. 10-12
• Antonio ANSÓN, «El gran montaje», pp. 13-15
• Antonio MONEGAL, «La transgresión poética en el cine de Luis Buñuel»,
pp. 17-20
• «Antología», pp. 22-28:
—«El arco iris y la cataplasma», p. 22
—«Pájaro de angustia», p. 23
—«El cine, instrumento de poesía» [prosa], pp. 25-28
• Carmen PEÑA ARDID, «Bibliografía», pp. 29-31
75
47 (2000): Guillermo Carnero
Ed.: María Ángeles Naval
• «Nota biográfica», p. 2
• José-Carlos MAINER, «El poeta de las aves zancudas», pp. 3-8
• Jaime SILES, «La poesía última de Guillermo Carnero: unidad y cohe-
rente evolución de su poética», pp. 9-13
• Ángel Luis PRIETO DE PAULA, «Más que una funeral sabiduría (Una nota
sobre la evolución poética de Guillermo Carnero)», pp. 14-18
• Juan José LANZ, «Teoría y práctica poética: la metapoesía de Guillermo
Carnero a través de los poemas 'El sueño de Escipión' y 'Variación I.
Domus aurea'», pp. 19-29
• «Antología», sel. Guillermo Carnero, pp. 30-45:
—«El serenísimo príncipe Ludovico Manin contempla el apogeo
de la primavera», p. 30
—«El embarco para Cyterea», p. 31
—«Piero della Francesca», p. 32
—«Las ruinas de Disneylandia», p. 33
—«Cenicienta», p. 33
—«Paestum», p. 34
—«Ostende», pp. 35-37
—«Música para fuegos de artificio», pp. 38-39
—«El estudio del artista», p. 40
—«Razón de amor (Sepulcro en Normandía)», p. 41
—«El poema no escrito», p. 42
—«Noche de los vencejos», p. 43
—«Frowing upon Me», p. 44
—«Mujer escrita», p. 45
• «Bibliografía», pp. 46-51
76
—«Caminante por la senda de los elegidos...», p. 19
—«Puesto que la vanidad y la mentira...», p. 19
—«Conforme a derecho», p. 20
—«Fiesta de los clamores», p. 21
—«Poema de amor a Débora», pp. 22-23
—«Exhortación del presbítero», pp. 24-25
—«Aquel talante enfermizo», p. 26
—«Los ahorros», p. 27
—«Siempre hablabas de lujo y de esperanza», p. 28
—«Sobre la celebración», p. 29
—«Por si no puedes», p. 30
—«Cuento», p. 31
—«Mira, padre, no te enfades...», p. 32
—«Como Eros de Tánatos», pp. 33-34
—«La amplitud de la miseria», pp. 35-36
—«Sobre la gloria», p. 37
—«Lo mismo que una nevera», p. 38
—«Epístola moral a Fabia», pp. 39-41
—«Los prácticos», pp. 42-45
• «Bibliografía», pp. 47-52
77
—Enrique FALCÓN, «DOS minutos antes de la creación del
fuego...», pp. 31-32
—Pablo GARCÍA CASADO, «La pistola», p. 33
—Luis GARCÍA MONTERO, «Epigrama», p. 34
—Aurora LUQUE,«Terraza», p. 35
—Jesús MUNÁRRIZ, «Fast food», p. 36
—Jesús MUNÁRRIZ, «Callar», p. 37
—María ROSAL, «Retorno», p. 38
—Jorge RIECHMANN, «Obrero joven, 1993», p. 39
—Jorge RIECHMANN, «On liberty, 1996», p. 40
—Jorge RIECHMANN, «Estás fuera de la realidad», p. 41
—Jorge RIECHMANN, «Poeta en simposio con empresarios y cien-
tíficos organizado por firma consultora privada», p. 41
—Manuel VILAS, «El último hombre», pp. 42-43
78
III. ÍNDICE DE AUTORES
AcíN, Ramón:
—«Imágenes que atrapan», VIII, pp. 5-6 [L. A. de Villena]
—«El rumor del recuerdo», XVI, pp. 4-5 [F. Benítez Reyes]
—«El héroe es L.A. de Cuenca», XX, pp. 17-18
—«Esencia de una época», XLI, pp. 24-27 [A. Marí]
ALARCÓN SIERRA, Rafael:
—«La coleccionista (Notas sobre la poesía de María Victoria
Atencia)», XIX, pp. 6-11
ALBIAC BLANCO, María-Dolores:
—«Tiempo de largo viaje (Algo sobre la poesía de Eloy Sánchez
Rosillo)», XXIII, pp. 3-7
—«Breve conjugación del tiempo en la poesía de Ángel
González», XXIV, pp. 3-8
—«Horaciana en los amaneceres de Irene, de Luis García
Montero», XXVI, pp. 18-21
—«Estos días injustos y españoles», XXXV, pp. 14-20 [C. Sahagún]
—«La caverna del sentimiento», XXXVII, pp. 15-20 [A.Trapiello]
ALCUBIERRE, Ana, y Patricia Blanco:
—«Idilio con Narciso», XIV, pp. 5-9 [A. Rossetti]
ALEIXANDRE, Vicente:
—«Unas palabras», XIX, p. 5 [MaV.Atencia]
—[s. t ] , XXVIII, p.4 [J.Ma Álvarez]
ALONSO, SANTOS:
—«Larga carta a Francesca (Cuando la novela es arte)», II,
PCamp, pp. 54-56 [A. Colinas]
ANDÚ, Fernando:
—«Experiencia de la luz», XVIII, pp. 16-17 [D. Doncel]
ANGULO LAS HERAS, Víctor:
—«Los pájaros de ella», XLIV, pp. 13-15 [O. García Valdés]
79
ANSÓN, Antonio:
—«Lo que el viento se llevó», XXXVI, pp. 5-6 [Poesía y cine]
—«El gran montaje», XLV, pp. 13-15 [L. Buñuel]
—«Con la hija paralítica y el mayor...» [poema], XLIX, p. 29
[Poesía y globalización]
ARMISÉN, Antonio:
—«Sobre el hombre y el nombre. Primeras notas a 'Para que yo
me llame Ángel González'», XXIV, pp. 10-17
ATENCIA, María Victoria:
—«Clara Janés reencuentra a Holan» [poema], III, PCamp, p. 81
AZNAR CANTÍN, Katia:
—«Ana Rossetti o la rosa descubierta», XIV, pp. 23-24
BALMASEDA MAESTU, Enrique:
—«La poesía de Carlos Sahagún o el río de la memoria», XXXV,
pp. 3-13
—«Bibliografía», XXXV, pp. 40-45 [C. Sahagún]
BARREIRO, Javier:
—«Razón de poesía y razón de amor», XX, pp. 9-10 [L. A. de
Cuenca]
—«La edad de oro: un tiento a la tradición de los apócrifos»,
XXVIII, pp. 12-14 [J. Ma Álvarez]
BAUTISTA, Amalia:
—«¿Quieres comprometerte conmigo?», XLIX, pp. 8-10 [Poesía y
globalización]
—«Los niños» [poema], XLIX, p. 30 [Poesía y globalización]
BELTRÁN ALMERIA, Luis:
—«Dionisio Cañas de la B a la V», XLVI, pp. 26-30
—«La responsabilidad estética de Francisco Franco», XLIX, pp.
11-12 [Poesía y globalización]
BENÍTEZ REYES, Felipe:
—«La fiesta de Carlos», XV, pp. 3-4 [C. Marzal]
—«26 ó 27 vaguedades sobre el 27», XXIX, pp. 21-27
[Generación del 27]
80
—«Dos hermanos poetas», XXXIII, pp. 19-27 [Los hermanos
Machado]
BERASÁTEGUI, Blanca:
—«La crítica, los medios y la fe de vida», XXV, pp. 16-17 [Edición,
difusión y crítica de la poesía española contemporánea]
BLANCO, Patricia:
Vid ALCUBIERRE, Ana, y Patricia BLANCO
BLANCO, Ricardo:
—«Dionisio Cañas entre España y la pared (Una entrevista)»,
XLVI, pp.3-6
BLASCO, Juanjo:
—«Poesía civil blues», XXI, pp. 15-16 [J. Juaristi]
BLESA, Túa:
—«Il figlio che piange», VII, PCamp, pp. 212-217 [J.A. Goytisolo]
—«Valgan tópicas frases por tópicas cenizas», X, pp. 3-7 [F.
Brines]
—«Aracné conjurada o el hilo de la celebración», XIII, pp. 19-26
[C. Rodríguez]
BONET, Juan-Manuel:
—«Quince años después», XXXVIII, pp. 9-11 [J. Perucho]
BONILLA, Juan:
—«Memoria diestra de un mundo», XVI, pp. 16-17 [F. Benítez
Reyes]
BRINES, Francisco:
—«Salvación en el esplendor», XXVIII, pp. 5-6 [J. Ma Álvarez]
—«Vigencia de la Generación del 27», XXIX, pp. 9-10
81
CAÑAS, Dionisio:
—«Nota sobre la composición de El gran criminal», XLVI, pp.
7-9 [D. Cañas]
CASADO, Miguel:
—«Ética de la sordina», XXVII, pp. 18-21 [A. Martínez Sarrión]
CASTAÑO, Adolfo:
—«Los versos del eunuco. Odio y malditismo», XXII, pp. 3-5 [L.
Castro]
CASTRO, Antón:
—«Sepulcro en Tarquinia: el jardín y la memoria», II, PCamp,
pp. 51-52 [A. Colinas]
—«María Victoria Atencia: un jardín para la intimidad», XIX, pp.
22-24
—«Lo que pasa al corazón», XLIV, pp. 3-5 [O. García Valdés]
CHACEL, Rosa:
—«Palabras de Rosa Chacel», III, PCamp, pp. 83-84 [C. Janés]
—«Fósiles», III, PCamp, pp. 95-96 [C. Janés]
CINCA, Carmen:
— [ s . t . ] , X I V ,pp.l0-12 [A. Rossetti]
CIPLIJAUSKAITÉ, Biruté:
—«Purificación y esencialidad», VI, PCamp, pp. 182-185 [J. Siles]
COLINAS, Antonio:
—«La fuerza de lo diferente», VI, PCamp, p. 177 [J. Siles]
—«Abrir sombras, superar límites. Diego Doncel o el afán de
trascendencia», XVIII, pp. 9-10
—«El desierto como símbolo», XLI, pp. 20-21 [A. Marí]
CÓNSUL, Isidor:
—«Antoni Marí. Tres tiempos para un poema», XLI, pp. 11-14
82
—«Datos para Agenda», XVII, pp. 3-6 [J. Hierro]
DONCEL, Diego:
—«Para una lectura de Antonio Machado», XXXIII, pp. 28-30
—«Preludio, invierno y desierto: La construcción de la identi-
dad», XLI, pp. 4-7 [A. Marí]
EGIDO, Aurora:
—«Sile(ncio)s»,VI, PCamp, pp. 179-180 [J. Siles]
ERICE, Víctor:
—«Cine y poesía», XXXVI, p. 3
ESCOBAR, Ángel:
—«Presentación», XXXIX, pp. 3-4 [Poesía popular]
—«Apuntes para una historia literaria del ay», XXXIX, pp. 35-39
[Poesía popular]
—«'Os amaría'. El amor al enemigo en la obra de Félix Grande»,
X L I I I ,pp.10-14
83
ESPAÑA, Ramónde:
—«Me duele Euskadi», XXI, pp. 9-11 [J. Juaristi]
ESPRÍU, Salvador:
—[s.t], XXVIII, p. 3 [J.Ma Álvarez]
FALCÓN, Enrique:
—«Dos minutos antes de la creación del fuego...» [poema], XLI
-3,3X, pp. 31-32 [Poesía y globalización]
FERNÁNDEZ, Teodosio:
—«Borges y la naturaleza de la poesía», XLII, pp. 11-13
FERNÁNDEZ FERRER, Antonio:
—«Reflejos de la invisibilidad. Borges en las poéticas de 'este fin
de siglo'», XLII, pp. 14-18
FLORENTÍN GIMENO, Carmen:
—«De lo mágico y lo humano», XXII, pp. 19-21 [L. Castro]
FOREGA, ManuelM.:
—«Bodeguica» [poema], VII, PCamp, p. 218 [J.A. Goytisolo]
—«Un sacrificio del emperador Juliano (Acerca de un poema de
Juan Luis Panero)», IX, pp. 16-18
GALLEGO, Vicente:
—«Carlos Marzal: on the road again», XV, pp. 5-7
GAMONEDA, Antonio:
—«Una criatura resplandeciente (Palabras sobre El único
umbral)», XVIII, p. 5 [D. Doncel]
GARCÍA CASADO, Pablo:
—«La pistola» [poema], XLIX, p. 33 [Poesía y globalización]
GARCÍA DE LA CONCHA, Víctor:
—«Ballenas -Baleas e baleas», XXII, pp. 8-9 [L. Castro]
—«Las cosas como fueron», XXIII, pp. 8-9 [E. Sánchez Rosillo]
GARCÍA GUATAS, Manuel:
—«Florilegio poético del campus», XXV, p. 7 [Sobre Poesía en el
Campus]
84
GARCÍA HORTELANO, Juan:
—«Biografía», VII, PCamp, p. 205 [J.A. Goytisolo]
GARRO, Elena:
—«Anuncio del martirio», III, PCamp, pp. 85-87 [C. Janés]
GASPAR, Sergio:
—«Sobre la posibilidad del compromiso social en la reciente
poesía española», XLIX, pp. 13-16 [Poesía y globalización]
GIL, Ildefonso-Manuel:
—«Sobre el 'romancero particular' de José Hierro», XVII, pp. 7-12
85
GONZÁLEZ PIERAS, Ángel:
—«Un poeta humanamente vivo», V, PCamp, pp. 158-160 [A.
Gamoneda]
GOYTISOLO, José Agustín:
—«Barral en presente de indicativo», XII, pp. 7-8
—«La pureza catártica», XLVIII, pp. 11-12 [J.Virallonga]
GRANDE, Félix:
—«Premio», XXXIX, pp. 42-43 [E. Morente]
GUILLÉN, Jorge:
—«María Victoria Atencia» [poema], XIX, p. 3
GUINDA, Ángel:
—«El cuerpo de la belleza», VIII, p. 4 [L. A. de Villena]
—«Biografía de la Muerte», IX, p. 19 [J. L. Panero]
—«Himno al misterio», XI, p. 15 [C. Bousoño]
—«La poesía humanizante de Ángel González», XXIV, p. 9
GUTIÉRREZ, Balbino:
—«Nacido en Granada», XXXIX, pp. 40-41 [E. Morente]
GUTIÉRREZ CARBAJO, Francisco:
—«Piedra firme, piedra rodada, la piedra y el centro», XXXIX, pp.
20-25 [Poesía popular]
86
JIMÉNEZ, Jesús:
Vid. PÉREZ, Yolanda, Jesús JIMÉNEZ y Santiago MORALES
JUARISTI, Jon:
—«La estrella de la paciencia (Notas sobre el marranismo macha-
diano)», XXXIII, pp. 15-17 [A. Machado]
—«Al amor de las cosas que quedan», XXXVII, pp. 3-4 [A.
Trapiello]
87
LASALA, Magdalena:
—«El poeta roto, mensajero enajenado, el atrapado en su botella
abandonada», XL, pp. 11-13 [R.Wolfe]
—«El tercero en la mitad del sueño. A propósito de 'El otro', rela-
to de Jorge Luis Borges (de su obra El libro de arena)», XLII,
pp. 27-28
LINARES, Abelardo:
—«Primera imagen de Luis Alberto de Cuenca», XX, pp. 5-6
—«Algunas circunstancias de un casi editor», XXV, pp. 21-24
[Edición, difusión y crítica de la poesía española contemporá-
nea]
LUQUE, Aurora:
—«Terraza» [poema], XLIX, p. 35 [Poesía y globalización]
MAINER, José-Carlos:
—«La poesía de M. Vázquez Montalbán: de la memoria y del
deseo», IV, PCamp, pp. 121-124
—«Este poeta»,VII, PCamp, pp. 207-208 [J.A. Goytisolo]
—«Las memorias de Carlos Barral: estrategias del seductor», XII,
pp.9-11
—«Poesía lírica, placer privado», XVI, pp. 6-7 [F. Benítez Reyes]
—«Agenda de fidelidades», XVII, pp. 18-20 [J. Hierro]
—«No se puede ser vasco impunemente», XXI, pp. 3-6[J.Juaristi]
—«De una teoelegía y una coincidencia», XXIV, pp. 18-20 [A.
González]
—«¿Qué hacer por la poesía?», XXV, pp. 13-15 [Edición, difusión
y crítica de la poesía española contemporánea]
—«Verosímil y útil: la poética de Luis García Montero», XXVI, pp.
5-8
88
—«Novísimo y epígono (Sobre dos primeros libros)», XXVII, pp.
7-11 [A. Martínez Sarrión]
—«Generación del 27, sociedad limitada», XXIX, pp. 5-8
—«Gestión de simulacros», XXX, pp. 4-8 [J. M. Caballero Bonald]
—«La sintaxis del mundo (aproximación a una revista)», XXXI,
pp. 8-11 [A. Sánchez Robayna]
—«Los Dióscuros desiguales», XXXIII, pp. 5-7 [Los hermanos
Machado]
—«Sahagún contra Franco», XXXV, pp. 21-24
—«La poesía del cine», XXXVI, pp. 9-12
—«Mirar es comprender (Los diarios de Andrés Trapiello)», XXX-
VII, pp. 21-25
—«La muerte en las colinas: sobre la poesía de Joan Perucho»,
XXXVIII, pp. 12-17
—«Apuntes sobre Unamuno, Machado y la poesía popular»,
XXXIX, pp. 5-7 [Poesía popular]
—«Borges y el poema incesante», XLII, pp. 6-10
—«Ramón, Lorca, Buñuel, Dalí: a vueltas entre el cine y la litera-
tura», XLV, pp. 7-9 [L Buñuel]
—«El poeta de las aves zancudas», XLVII, pp. 3-8 [G. Carnero]
—«Globalización o apocalipsis: de las maneras de entenderlo»,
XLIX, pp. 3-7 [Poesía y globalización]
MARÍ, Antoni:
—«El sentido poético de la unidad», XVIII, pp. 11-12 [D. Doncel]
MARSET, Juan Carlos:
—«Donde reposa la nada (La poesía de Antoni Marí)», XLI, pp. 15-
19
MARTÍN, José Luis:
—«Martillo de patriotas», XXI, pp. 18-20 [J. Juaristi]
MARTÍNEZ CANDIAL, José Luis:
—[s. t.], XXV, p. 5 [Sobre Poesía en el Campus]
MARTÍNEZ FOREGA, Manuel:
Vid. FOREGA, Manuel M.
89
MARTÍNEZ DE PISÓN, Ignacio:
—«A de Antoni, M de Marí», XLI, p. 3
MARZAL, Carlos:
—«La perfecta compañía de Felipe Benítez», XVI, pp. 11-13
—«Un apunte de crítica hidráulica», XX, pp. 11-12 [L. A. de
Cuenca]
MASOLIVER RÓDENAS, Juan Antonio:
—«Precisión y pasión en Juan Luis Panero», IX, pp. 4-7
—«La poesía de Andrés Sánchez Robayna: en el éxtasis de la
materia», XXXI, pp. 15-18
MATAMORO, Blas:
—«La poesía de Borges», XLII, pp. 3-5
MERCADO, José:
—«Informe extravagante para una 'Extravagante jerarquía'»,
XXXIV, pp. 12-15 [A. Carvajal]
MONEGAL, Antonio:
—«La transgresión poética en el cine de Luis Buñuel», XLV, pp.
17-20
90
MONTANER FRUTOS, Alberto:
—«...Kai tò télos, Thánatos. En torno a la poesía última de Luis
Antonio de Villena», VIII, pp. 12-17
—«Vivir en los pronombres: la dialéctica del yo y el tú en el
repertorio de Morente», XXXIX, pp. 26-34
MORALES,Carlos Javier:
—«La poesía más reciente de Dionisio Cañas», XLVI, pp. 23-25
MORENTE, Enrique:
—«Enrique Morente: De poesía y flamenco...», XXXIX, pp. 44-45
MUNÁRRIZ,Jesús:
—«Fast food» [poema], XLIX, p. 36 [Poesía y globalización]
—«Callar» [poema], XLIX, p. 37 [Poesía y globalización]
NAVAL, MaríaÁngeles:
—«Retrato de Ana María tocando la trompeta en una calle oscu-
ra», I, PCamp, pp. 17-19 [A. Ma Moix]
—«El último de la fiesta (Variaciones sobre un tango en clave
de alejandrinos)», XV, pp. 8-9 [C. Marzal]
—«Confórmate y recuerda», XXIII, pp. 15-20 [E. Sánchez Rosillo]
—«Voluntad garcilasista. Fray Luis, Salinas y García Montero»,
XXVI, pp. 9-11 [L. García Montero]
—«Renacimiento de la copla y tono menor en la lírica de los
años ochenta», XXXIX, pp. 11-16 [Poesía popular]
—«Comprometida y libre», XLIII, pp. 5-9 [F. Grande]
NAVALES, AnaMaría:
—«A Clara Janés» [poema], III, PCamp, p. 82
—«Desasido y vacío de memoria...» [poema] ,V, PCamp, pp. 151-
152 [A. Gamoneda]
—«El Ícaro suicida», VIII, pp. 7-8 [L.A. de Villena]
—«Encuentros con José Hierro», XVII, pp. 21-23
91
NÚÑEZ, Aníbal:
—«Amarga nada da anagrama», III, PCamp, pp. 94-95 [C. Janés]
OSTROWSKI,Mark J.:
—«Tres tendencias emergentes en la poesía de Roger Wolfe», XL,
pp. 17-21
92
PEÑA ARDID, Carmen:
—«El interrogante poético del cine», XXXVI, pp. 13-19 [Poesía y
cine]
—«Bibliografía», XLV, pp. 29-31 [L. Buñuel]
POLLÁN, Tomás:
—«Preludios y rupturas», II, PCamp, pp. 57-58 [A. Colinas]
PONT, Jaume:
—«La imagen insular de Andrés Sánchez Robayna», XXXI, pp. 12-
14
PRAT, Ignacio:
—«Siesta en el mirador», XXXIV, pp. 9-11 [A. Carvajal]
93
PUJOL, Carlos:
—«Los jardines del alba», XXXVIII, pp. 22-23 [J. Perucho]
RAMIS-CABOT, J.:
—«Bibliografía», XXX, pp. 34-43 [J. M. Caballero Bonald]
RAMOS, Pepe:
—«Breve glosario de la obra poética de Roger Wolfe», XL, pp. 22-24
REY, Alicia:
—«Cuadro biocomparado de una vida», IV, PCamp, pp. 119-120
[M.Vázquez Montalbán]
Rico, Manuel:
—«Bibliografía», XLIII, pp. 39-45 [F. Grande]
RIECHMANN, Jorge:
—«¿Inevitable? (Interrogaciones sobre el sentido del proceso
conocido como 'globalización')», XLIX, p. 23 [Poesía y globali-
zación]
—«Los próximos cien años (de la mano de Gabriel Celaya)»,
XLIX, pp. 24-28 [Poesía y globalización]
—«Obrero joven, 1993» [poema], XLIX, p. 39 [Poesía y globaliza-
ción]
—«On liberty, 1996» [poema], XLIX, p. 40 [Poesía y globaliza-
ción]
—«Estás fuera de la realidad» [poema], XLIX, p. 41 [Poesía y glo-
balización]
—«Poeta en simposio con empresarios y científicos organizado
por firma consultora privada» [poema], XLIX, p. 41 [Poesía y
globalización]
RIERA, Carme:
—«'La dame à la licorne', lectura en homenaje a Carlos Barral»,
XII, pp. 14-18
—«Prose pour José María Álvarez», pp. 8-11 [J. Ma Álvarez]
RODRÍGUEZ, Claudio:
—«Unas palabras sobre Kampa, de ClaraJanés»,III, PCamp, pp.
97-98
94
RODRÍGUEZ GARCÍA,José Luis:
—«A. Gamoneda, o la pasión de la mínima belleza», V, PCamp,
pp. 149-151
—«La poesía, el origen, Luisa Castro», XXII, pp. 13-16
ROMERO, Leonardo:
—«'Réquiem' de José Hierro: sobre héroes y tumbas», XVII, pp.
24-26
ROSAL, María:
—«Retorno» [poema], XLIX, p. 38 [Poesía y globalización]
RUIZ-MARCELLÁN, Trinidad:
—«Abismo o conciliación de los opuestos», XI, p. 16 [C.
Bousoño]
SALDAÑA, Alfredo:
—«La semilla del rencor» [poema], VII, PCamp, p. 217 [J. A.
Goytisolo]
—«Elogio de la bisutería fina», XIV, pp. 21-22 [A. Rossetti]
SALVADOR,Jesús:
—«Sisyphus Felix in grande Horatio. Mitos y nombres en Las
rubáiyátas de Horacio Martín», XLIII, pp. 15-18 [F. Grande]
SANAHUJAYLL, Eduard:
—«Notas para Poesía en el Campus», XLVIII, pp. 5-10 [J.
Virallonga]
95
—«Métodos de conocimiento. Luces y sombras en la obra de
Francisco Brines», X, pp. 14-21
—«Tomar prestado el nombre de las cosas. En torno a la obra de
Carlos Barral», XII, pp. 19-22
—«Para una lectura de Claudio Rodríguez: estrategias de aproxi-
mación», XIII, pp. 5-8
—«Notas para una bibliografía de Ángel González», XXIV, pp. 38-
45
—«Poesía en el Campus, 1-24 (1987-1993): índices», XXV, pp. 37-
62
—«Antonio Martínez Sarrión: pautas bibliográficas para un con-
jurado», XXVII, pp. 39-45
—«Notas bibliográficas sobre Pablo García Baena y Cántico»,
XXXII, pp. 32-38
—«El texto y sus escolios: bibliografía de Antonio Carvajal»,
XXXIV, pp. 40-50
—«Andrés Trapiello: bosquejo bibliográfico», XXXVII, pp. 26-33
SAVATER, Fernando:
—«El emboscado de Vinogrado», XXI, pp. 7-8 [J. Juaristi]
SCHNABEL, Doris:
—«Un poeta en Nueva York», XLVI, pp. 20-22 [D. Cañas]
96
SERRANO ASENJO, J. Enrique:
—«La Égloga de los dos rascacielos: corazones cerrados por
reformas», XXVI, pp. 12-17 [L. García Montero]
SILES, Jaime:
—«Junio (Homenaje a Antonio Colinas)» [poema], II, PCamp, p.
44
—«La poesía de Carlos Bousoño: notas para una lectura interna
y transversal», XI, pp. 3-7
—«El héroe y sus máscaras», XX, pp. 15-16 [L.A. de Cuenca]
—«Imágenes primeras de 'mi' Generación del 27», XXIX, pp. 13-
14
—«La poesía última de Guillermo Carnero: unidad y coherente
evolución de su poética», XLVII, pp. 9-13
SOTO, Manuel:
—«Una épica de lo cotidiano», XX, pp. 7-8 [L.A. de Cuenca]
TALENS, Jenaro:
—«El arte es largo y, además, no importa», XXXIII, pp. 12-14 [Los
hermanos Machado]
TELLO, Rosendo:
—«El mar de las campanas» [poema], V, PCamp, pp. 154-155 [A.
Gamoneda]
—«Eros o la metáfora del desafuero», XI, pp. 17-20 [C. Bousoño]
—«'Cenizas de oro' para José Hierro», XVII, pp. 27-30
—«Entre los hilos de Ariadna o la fatalidad del laberinto», XXX,
pp. 12-15 [J.M. Caballero Bonald]
—«El punto oscilante en Las tradiciones de A. Trapiello», XXX-
VII, pp. 1014
—«Un petit homenatge a Antoni Marí», XLI, pp. 8-10
TRAPIELLO, Andrés:
—«Salutación a otro optimista», XVIII, pp. 13-15 [D. Doncel]
97
—«Antonio Martínez Sarrión», XXVII, pp. 3-6
—«Los dos hermanos», XXXIII, pp. 8-11 [Los hermanos
Machado]
—«Un retrato de Juan Perucho», XXXVIII, pp. 5-8
TRISÁN, José Luis:
—«Metamorfosis» [poema], VI, PCamp, pp. 181-182 [J. Siles]
VALERO, Vicente:
—«El desierto», XLI, pp. 22-23 [A. Marí]
VALLS, Fernando:
—«Un testamento prematuro de Joan Perucho: 'Inscripcions,
làpides, esteles'», XXXVIII, pp. 18-21
—«Algunas verdades sobre los 'Ficticios'», XXXVIII, pp. 24-26 [J.
Perucho]
VALVERDE, Álvaro:
—«La poesía como aventura espiritual», XVIII, pp. 6-8 [D.
Doncel]
VILANOVA, Antonio:
—«Caballero Bonald: de Las adivinaciones a Las horas muer-
tas», XXX, pp. 16-18
98
—«Murmuración en Keats», VIII, pp. 18-19 [L.A. de Villena]
—«La Muerte y su hermano el Sueño (A propósito de Galería de
fantasmas)», IX, pp. 14-15 [J. L. Panero]
—«El temblor, el furor, el fulgor, el amor», XI, pp. 21-23 [C.
Bousoño]
—«Pasión», XX, pp. 13-14 [L.A. de Cuenca]
—«Historia de una revista», XXV, pp. 29-36 [Sobre Poesía en el
Campus]
—«Sombras en el paraíso», XXIX, pp. 28-32 [Generación del 27]
—«Pablo García Baena, et in Arcadia ego», XXXII, pp. 4-11
—«Jardín umbrío de la historia», XXXIII, pp. 31-38 [Los herma-
nos Machado]
—«El poeta Antonio Carvajal, el crítico Ignacio Prat y los nueve
novísimos: un episodio de historia literaria», XXXIV, pp. 16-24
—«América (Un anecdotario)», XXXVI, pp. 21-29 [Poesía y cine]
—«Una tarde en Las Viñas», XXXVII, pp. 7-9 [A. Trapiello]
—«Borges, la muerte y la siesta», XLII, pp. 23-26
—«El último hombre» [poema], XLIX, pp. 42-43 [Poesía y globa-
lización]
ZAMBRANO, María:
—«La poesía de Antonio Colinas», II, PCamp, p. 43
—«La voz abismática», III, PCamp, pp. 89-91 [C. Janés]
—«El reposo de la luz», XIX, p. 4 [Ma V. Atencia]
99
ÍNDICE
101
POESÍA EN EL CAMPUS
102
POESÍA EN EL CAMPUS
Coordinadora
MARÍA-ÁNGELES NAVAL
Diseño
JOSÉ LUIS CANO