Cómo Meditar en La Palabra de Dios
Cómo Meditar en La Palabra de Dios
Cómo Meditar en La Palabra de Dios
La meditación suele asociarse con las religiones orientales o las prácticas de la nueva era, pero esta
también tiene un rol importante para la fe cristiana. Una de las maneras más efectivas de meditar
como cristiano es hacerlo en la Palabra de Dios. A diferencia de otros tipos de meditación que
requieren que “vacíes tu mente”, esta implica concentrarse y pensar en la verdad de Dios.
Parte 1 de 3:
Elegir un tema
Considera lo que Dios le dijo a Josué en Josué 1:8 (NVI): “Recita siempre el libro de
la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que está escrito
en él. Así prosperarás y tendrás éxito”.
Si bien este versículo solo hace referencia lo que los cristianos conocen como los
primeros cinco libros de la Biblia, puedes aplicarlo también a la meditación en toda
la Palabra. Debes meditar en la Palabra de Dios frecuentemente con el propósito
general de enriquecer tu comprensión de ella y aplicar lo aprendido a tu vida.
Medita en un versículo o en un párrafo. Quizá esta sea una de las formas más comunes de meditar
en la Biblia. Elige un versículo o un párrafo de la Palabra para poder meditar. Tendrás que analizar y
explorar el significado durante un periodo largo.
No hay una opción “incorrecta”, pero si no estás seguro de por dónde empezar,
quizá puedas hacerlo con algún versículo del Nuevo Testamento, sobre todo de
alguno de los cuatro evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan). En el Antiguo
Testamento, puedes encontrar versículos excelentes para meditar en el libro de
Salmos y Proverbios.
Concentra tu meditación en un tema específico. Otra opción que puedes probar es elegir un tema
que se trate en detalle a lo largo de la Biblia. En este caso, en lugar de meditar con un solo pasaje,
tendrás que identificar varios que traten del tema escogido y pensar cómo los pasajes auxiliares lo
definen o profundizan en él.
Por ejemplo, podrías concentrarte en el tema del perdón. Utiliza una biblia temática
o un índice para encontrar distintos versículos que hablen sobre el perdón y lee
tantos como puedas. Observa el contexto en que se desarrollan y compáralos entre
sí.
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Concéntrate en el significado de una palabra. Esta opción está relacionada a meditar en un tema
en particular, pero en lugar de tomar un tema amplio, tendrás que depender del contexto de uno o
más pasajes para poder enriquecer tu comprensión del significado de una palabra determinada.
Por ejemplo, puedes elegir la palabra “Señor”. Busca versículos con la palabra
“Señor”, así como otros que tengan la versión en minúscula (“señor”). Considera el
significado contextual del término en ambas formas. Quizá también puedas
complementar tu comprensión con recursos externos, como un diccionario, para
comparar el uso religioso de la palabra con el uso secular.
Estudia un libro de la Biblia. Con esta técnica tendrás que dedicar más tiempo a la lectura de un
libro completo en lugar de concentrarte en un solo pasaje corto. Analiza y explora la importancia
del libro como un todo y de sus partes individuales poco a poco.
Si esta idea te intimida, considera empezar con un libro relativamente corto, como
el libro de Ester. Tal vez puedas complementar tu comprensión con una guía de
estudio de la Biblia, pero esto no es necesario.
Parte 2 de 3:
Concentrarse en Dios
Encuentra un lugar tranquilo. Al igual que la meditación secular, la meditación en la Palabra de Dios
requiere que te aísles del ruido y de las distracciones mundanas lo suficiente como para poder
concentrarte en lo que vas a hacer.
Hoy en día, la capacidad de realizar varias tareas a la vez puede ser una habilidad
valiosa, pero no podrás dedicarle el 100 % de tu atención a una si intentas hacer
otra al mismo tiempo. Minimizar las distracciones mientras meditas en la Palabra
de Dios te ayudará a mejorar tu habilidad para concentrarte en una sola tarea.
Calma tu corazón. El silencio externo no es la única forma de tranquilidad que necesitas para tu
tiempo de meditación. Debes dejar de lado tus dudas, miedos y otros pensamientos distractores
para hallar paz interior.
No te sientas culpable si al inicio piensas en tus problemas del día, pero tampoco
permitas que tu mente permanezca ahí. Tan pronto como notes que tus
pensamientos empiezan a desviarse hacia tu ansiedad u otras preocupaciones,
toma un momento para descansar y regresar tu atención hacia Dios de manera
consciente. También puedes orar en ese momento para recuperar tu
concentración.
Lee la Biblia. Abre tu Biblia y lee los versículos en que planeas basar tu meditación. Utiliza tanto
tiempo como sea necesario para comprender las palabras en un nivel básico y marca la página para
volver a revisarla más tarde. Tendrás que leerla continuamente durante tu tiempo de meditación.
Luego de leer el pasaje, vuelve a revisarlo. En esta segunda oportunidad, lee en voz
alta y enfatiza distintas partes con tu tono de voz. Disponte a oír nuevas enseñanzas
conforme leas. Repite este ejercicio tanto como necesites o desees hacerlo
mientras meditas.
Ora por lo que vas a leer. Pasa unos minutos en oración para que Dios te guíe en tu meditación.
Pídele que abra tu corazón a la verdad y a la sabiduría que hay en Su Palabra.
Si bien la Biblia no parece más que palabras en un papel, siempre ten presente que
este texto viene directamente de Dios. Pedirle al Espíritu Santo que enriquezca tu
entendimiento al meditar es, en esencia, como pedirle a un autor que te ayude a
comprender su propia obra.
Parte 3 de 3:
Meditar en la Palabra
Toma notas. Vuelve a leer el pasaje de tu elección, pero esta vez toma notas del contenido. Quizá
quieras resaltar o subrayar el texto, o escribir notas al margen de la página, pero también deberás
tener un cuaderno especial para tomar notas más detalladas.[12]
Resaltar ideas puede atraer tu atención hacia los puntos clave cuando vuelvas a leer
el pasaje, pero escribir notas sobre cada versículo hará que sea más fácil analizarlo.
Resumir ideas y responderlas de esta manera te ayudará a pensar realmente en las
palabras que leas.
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Piensa en voz alta. Si bien el lugar debe ser silencioso y tu corazón debe estar calmado, no temas
pensar en voz alta. Hablar sobre el pasaje puede ayudarte a procesar la información y descifrar sus
misterios de manera más efectiva.
Puedes pensar en voz alta como elevando una oración, pero también puedes pensar
en voz alta para comprender ideas complejas.
Muchas veces la Biblia se describe como la “palabra viva” de Dios. El término “viva”
significa que se trata de un texto activo, lo que indica que puedes (y debes)
interactuar con él. No temas hacer preguntas, alabar las promesas de Dios o
responder con honestidad las interrogantes que leas.
Memoriza el texto. Si bien esta sugerencia no es muy posible cuando meditas en un texto de varios
versículos o libros completos, sí es buena idea memorizar el pasaje palabra por palabra cuando se
trata de un párrafo corto o un solo versículo.
Parafrasea el pasaje que elegiste. Dedica un tiempo a escribir el significado del pasaje en tus propias
palabras. Anota tantos detalles como puedas y extrae todos los significados que encuentres.
Parafrasea los pasajes que leas con tus propias palabras pero no olvides mantener
el significado de la Palabra de Dios al hacerlo. La idea no es cambiar o modificar la
verdad, sino comprenderla mejor con palabras que te sean más familiares.
Provoca una respuesta emocional. Analiza el pasaje en cual vas a meditar. Intenta detallar cuál es
la voluntad de Dios que se expresa en el texto y trata de alinearte con ella de modo que puedas
sentir lo que Él siente en cierta medida.
Si te permites sentir emociones junto con Dios, puedes hacer que el pasaje sea más
“real” para ti, lo que enriquecerá tu experiencia. De esta manera, en lugar de que
lo veas como un simple texto, la Palabra de Dios adquirirá un significado más
profundo, tan profundo como siempre debió ser.
Busca activamente las bendiciones de la meditación. Al igual que la meditación secular, meditar en
la Palabra de Dios puede darte una sensación renovada de calma, pero las bendiciones que son
producto de la meditación pueden ser incluso más profundas. Busca la guía, el consuelo, el gozo, la
confianza y la sabiduría que proviene de un mejor entendimiento de la verdad divina.
Como dice el Salmo 1:1-3 (NVI): “Dichoso el hombre (…) que en la ley del Señor se
deleita, y día y noche medita en ella”.
Aplica lo aprendido a tu propia vida. Una vez que comprendas la profundidad y el significado del
pasaje en el cual vas a meditar, es momento de ponerse en acción. Evalúa tu vida y determina cómo
puedes aplicar lo que acabas de aprender de la Palabra de Dios en tu propia conducta y tus
perspectivas. Luego, haz los cambios necesarios inmediatamente.
Considera lo que dice en Santiago 2:17 (NVI): “Así también la fe por sí sola, si no
tiene obras, está muerta”.
Dicho esto, no asumas que una sesión de meditación de 30 minutos hará que vivir
conforme a la Palabra de Dios por el resto de tu vida sea más sencillo. La meditación
es una disciplina, por lo que tendrás que esforzarte de manera continua e
intencional para poder cosechar sus frutos.