La Repetición en Kierkegaard
La Repetición en Kierkegaard
La Repetición en Kierkegaard
UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA
DOCTORADO EN FILOSOFÍA
Otoño 2010
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Los límites del alma, por más que procedas, no lograrás encontrar
aun cuando recorrieras todos los caminos: tan hondo tiene su logos.
Heráclito
Introducción
1
Cfr. Jean Paul Sartre, et. al. Kierkegaard vivo. Una reconsideración. Madrid, Ediciones Encuentro,
2005.
2
En este camino —sin dejar de lado sus matices, diferencias y pretensiones particulares—,
Kierkegaard ha sido compañero de Pascal y san Agustín con quienes podría entablar un dialogo
fructífero y fecundo.
2
La figura de Kierkegaard surge en un proceso de cambio histórico (del siglo XVIII al XIX) 3.
Hay nuevas configuraciones: de lo abstracto a lo concreto, desde el predominio de la razón a
al interés por el individuo, de la ontología a la antropología (del hombre como sujeto puro al
hombre de carne y hueso). No está de acuerdo con Leibniz, en el sentido de que sea éste el
mejor de los mundos posibles, porque no acepta la Teodicea (justificación racional de Dios).
Tampoco acepta el dualismo racionalista de Descartes, ni el determinismo spinoziano.
Cuestiona el solipsismo de la subjetivad racionalista, ya que el hombre no es un “sujeto
abstracto”, sino un ser concreto. Pero sobre todo, Kierkegaard debate con el idealismo de
Hegel, porque “no todo lo real es racional”, no es lo mismo la Lógica que la Ontología. La
existencia es pasión y libertad, es movimiento, transición. No puede ser encerrada en un
sistema. En el sistema hegeliano hay una reconciliación entre sujeto-objeto gracias a la
mediación. Todo lo que hay en el sistema es explicable, previsible; el sentido depende,
justamente, de la organicidad. Lo que de él “escapa” carece de significación. Para
Kierkegaard, en contraste, el sentido de la exterioridad depende de asumir la libertad, el
amor, la fe como experiencia de vivencia interior. La existencia es cambio, movimiento,
implica la aniquilación de lo que hemos sido, y por eso sólo somos posibles en el tiempo;
existir es llegar a ser “de nuevo”: Kierkegaard lo llama “repetición”4.
La distancia de Kierkegaard con Hegel es mayor que su cercanía con un filósofo
clásico del devenir: Heráclito de Éfeso. En este autor presocrático hallamos los principios de
la ética, entendida ésta como un modo de ser y estar en el mundo. Dichos principios, sin
3
La vida y la obra de Sören Kierkegaard se implican mutuamente: para él, escribir ha sido una
terapia, una búsqueda de sentido vital que resignifique los momentos clave de su existencia: la marca
paterna de un protestantismo pietista, melancólico, y pesimista; la ruptura amorosa; la vocación
romántica…
4
El tema se tratará más adelante.
3
embargo, se arraigan en una concepción dinámica del ser5 (que Constanitus subraya como
sustantiva al inicio de La Repetición6).
Kierkegaard no acepta la verdad como correspondencia o adecuación entre sujeto y
objeto. Dicha correspondencia sería, en realidad “vacía”. Lo que importa es la “verdad para
mi”. Afirma la primacía de la verdad subjetiva (interioridad e “iluminación”): cada quien
debe des-cubrir la verdad; el des-velo de la verdad es una tarea y, por ello, no caben en
Kierkegaard ni el nihilismo ni el relativismo. La verdad es la adecuación entre un ser
personal y su existencia que está en devenir; adecuación entre el devenir (la existencia) y el
sujeto (que la vivencia y la piensa): la verdad pertenece a la interioridad en tanto que otorga
un significado profundo “para mi”.7
Para Kierkegaard no es lo mismo la reflexión objetiva que la introspección subjetiva.
5
Los principios éticos que se hallan en los fragmentos de Heráclito están en estrecha relación con sus
principios ontológicos (y teológicos) los cuales se pueden sintetizar en los siguientes: la realidad es
cambio, transformación (B12, B49a, B84a, B91); el dinamismo del cosmos es el resultado de la lucha
y armonía de contrarios (B8, B10, B23, B51, B53, B54, B57, B60, B80); sin embargo, hay un
principio regulador del devenir, inmanente y trascendente, divino, que Heráclito llama Logos (B1,
B41, B50) y al cual simboliza con el fuego (B30). En los fragmentos B114 y B44, Heráclito
manifiesta la estrecha relación y dependencia entre la normatividad humana (moral y política) y la
legalidad cósmica, divina; sin embargo sólo aquel que se ha investigado a sí mismo descubre dicha
relación.
6
Cfr. Sören Kierkegaard, La Repetición, traducción de Demetrio Gutiérrez Guerrero, Madrid,
Alianza, 2009, p. 25.
7
Nuevamente, ecos heracliteanos resuenan en el pensamiento de Kierkegaard. Si la filosofía nació
como una preocupación de orden ontológico con las preguntas milesias, si a los primeros filósofos se
les llama “físicos” porque buscaron encontrar la physis o naturaleza esencial de lo real, el
pensamiento de Heráclito y, en especial el fragmento B101: “Me he consultado de mí mismo”,
representa para la filosofía la vuelta de la conciencia sobre sí misma, el descubrimiento de las
profundidades del alma. El fragmento B116: “A todos los hombres les está concedido conocerse a sí
mismos y ser sabios” reafirma la visión heracliteana, de que el verdadero conocimiento y el
crecimiento de la dimensión interior de la existencia, del ethos o carácter del hombre (pues “es propio
del alma un logos que se acrecienta a sí mismo”:B115) y la autarquía (“la insolencia hay que apagarla
más que un incendio”: B43) —principios de la vida y acción morales—, dependen inicialmente de
mirar hacia el interior de la conciencia.
8
Sören Kierkegaard, Postscriptum no científico y definitivo a migajas filosóficas, México,
Universidad Iberoamericana, 2008. p. 194.
4
II
En uno de sus estudios críticos sobre Kierkegaard, Luis Guerrero apunta sobre La Repetición:
9
Ídem. p. 196. Es interesante en este caso volver a Heráclito. Para el filósofo griego, la
interiorización va más allá de la mera “subjetivización”, pues se trata de encontrar en ella la legalidad
ontológica del Logos cósmico, la legalidad moral individual. B2 “Por eso conviene seguir lo que es
general a todos, es decir, lo común; pues lo que es general a todos es lo común. Pero aun siendo el
logos general a todos, los más viven como si tuvieran una inteligencia propia particular”. Según
Heráclito, algunos hombres (“el vulgo”), paradójicamente, viven en un “mundo propio” “desviado”;
despiertos, duermen: se engañan; se trata, literalmente, de vivir en la in-conciencia. B89: “Dice
Heráclito que los despiertos tienen un mundo único en común; de los que duermen, en cambio, cada
uno se vuelve hacia un mundo particular.”
Sören Kierkegaard, op. cit., p. 196.
10
Luis Guerrero, Kierkegaard: los límites de la razón de la existencia humana, México, Sociedad
Iberoamericana de Estudios Kierkigaardeanos y Universidad Panamericana, 1993, p. 47.
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11
Las conclusiones que propone al respeto Elsa Torres Garza en Sören Kierkegaard: el seductor
seducido, México, UNAM, 2008, son un tanto distintas: “El amor-repetición, entonces, será una
categoría directamente remitible a una teleología, pero ésta, al hallarse con la inadecuación entre lo
absoluto y la temporalidad, reparará en el hecho de que la existencia comprende una dimensión
trágica (patética) y otra cómica. Este ‘telos’, por tanto, repercutirá en una aceptación de la finitud
como finalidad de la existencia. Hemos de devenir nuestro ser y de ser nuestro devenir, hemos de
fenecer; de aquí que, posteriormente, un filósofo de la existencia, como lo será Martin Heidegger,
podrá insistir con tanto empeño en la resolución ontológica del ‘ser para la muerte’”. p. 53.
12
Cfr. Jn 3, 1-8
13
Cfr. Gilles Deleuze, Diferencia y repetición, Madrid, Ediciones Jucar, 1988.
6
A modo de cierre
no hay término medio. Se trata de una tarea constante y continua: paradójica necesidad de
escoger a cada momento, de replantear —desde la soledad y el desamparo de la condición de
criatura— el modo de ser y existir. Por ello la repetición no es posible en el estado estético,
condicionado por definición por lo finito. Pero tampoco en el estado ético, entendiendo por
tal la asunción del “imperativo categórico”. La ética de Kierkegaard aspira a arrogarse los
riesgos de la radicalidad de la fe. No existe la fe “de medias tintas”: acomodaticia,
apaciguante, somnífera. Así, uno de los aspectos decisivos de la filosofía de Sören
Kierkegaard tiene que ver con la “toma de conciencia” pues no da lo mismo ser un esteta que
un hombre que cumple con sus deberes o uno que da el “salto al vacío”.
Estamos ante el riesgo de la dispersión, pero ésta se disipa desde la polifonía: las
distintas voces de Kierkegaard —no sólo la propia de cada “autor” o “personaje”, sino del
estilo a veces grave y meditativo, otras exhortativo, en ocasiones retórico, pero también
poético, intuitivo o discursivo—, muestran no sólo su peregrinaje intelectual y vital, sino su
interés por alejarse del dogmatismo y abrirse a lo posible.
Si la música, especialmente la Mozart, era para Sören Kierkegaard
una piedra de toque del pulso significativo, el motivo está claro:
buscaba en sus reflejos de discusión y sensibilidad, en su prosa,
traducir la capacidad de la música para el contrapunto, la pluralidad
de estados de ánimo y movimientos simultáneos, la subversión de
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James Collins, El pensamiento de Kierkegaard, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, pp.
53-54.
20
“Cada uno a su manera, movimientos como la ‘teoría crítica’, el ‘postestructuralismo’, la
‘deconstrucción’, y el ‘posmodernismo’, ponían en duda la relación entre palabra y significado, y
‘descomponían’, no sólo el concepto de las intenciones del autor —en relación con lo que éste quiere
expresar—, sino el concepto mismo de cualquier tipo de auctoritas o individualidad creativa.” George
Steiner, Pasión intacta, Madrid, Siruela, 2001, p. 9.
21
Ídem. P. 277
9
BIBLIOGRAFÍA
Sartre, Jean Paul, et. al. Kierkegaard vivo. Una reconsideración. Madrid, Ediciones
Encuentro, 2005.
Steiner, George, Pasión intacta, Madrid, Siruela, 2001.
22
Ídem. P. 278
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Relaciones que algunos neopositivistas consideran como impensables; otros, los “narratólogos”, han
pretendido que la filosofía es otro género literario, tan fantástico y quimérico que sus significados son
equívocos.
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“Durante el último año de su vida combatió canta la Iglesia con una radicalidad y y una seriedad tal
vez inigualadas antes y después de él en los tiempos modernos. […] Lo que con esto él quería
conseguir lo expresó con una claridad inequívoca: ‘La sinceridad por encima de todo’.”J Karl Japers
“Kierkegarrd hoy” en Jean Paul Sartre, et. al. op. cit.,p. 52
10
Torres Garza, Elsa, Sören Kierkegaard: el seductor seducido, México, UNAM, 2008.