Trabajo Final
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CONTENIDO
1. ESCOGER EL SALMO
SALMO 84 (83)
Canto de peregrinación1
1
Del maestro de coro. Según la... de Gat. De los hijos de Coré. Salmo.
2
¡Qué amables son tus moradas,
Yahvé Sebaot!
3
Mi ser languidece anhelando
los atrios de Yahvé;
mi mente y mi cuerpo se alegran
por el Dios vivo.
4
Hasta el gorrión ha encontrado una casa,
para sí la golondrina un nido
donde poner a sus crías:
¡Tus altares, Yahvé Sebaot,
rey mío y Dios mío!
5
Dichosos los que moran en tu casa
y pueden alabarte siempre; Pausa.
6
dichoso el que saca de ti fuerzas
cuando piensa en las subidas.
7
Al pasar por el valle del Bálsamo,
lo van transformando en hontanar
y las lluvias lo cubren de albercas.
8
Caminan de altura en altura,
1
Biblia de Jerusalén, 2009, Desclée de Brouwer: Bilbao.
4
9
¡Yahvé, Dios Sebaot, escucha mi plegaria,
hazme caso, oh Dios de Jacob!
10
Oh Dios, nuestro escudo, mira,
fíjate en el rostro de tu ungido.
11
Vale más un día en tus atrios
que mil en mis mansiones,
pisar el umbral de la Casa de mi Dios
que habitar en la tienda del malvado.
12
Porque Yahvé es almena y escudo,
él otorga gracia y gloria;
Yahvé no niega la felicidad
al que camina con rectitud.
13
¡Oh Yahvé Sebaot,
dichoso quien confía en ti!
5
Situándolo en el contexto de la colección, tal vez no sea casual que esta redacción
se note solamente en la última etapa o estrofa, la que transforma el salmo de
peregrinación en plegaria por el rey. Pero esta oración debió ser hecha antes del exilio.
La expresión inicial nuestro escudo del v. 10a parece el complemento objeto referido
al rey, como muestra el paralelismo con 10b: el Mesías (erróneamente entendido como
si se tratara del Sumo Sacerdote postexílico por los que consideran al salmo muy
tardío). El que hace esta plegaria, ahora, parece un levita (ya no un peregrino), que
escogió estar bajo el umbral, como guardia del templo (se vea 1 Re 12,10; 22,4). El
oráculo (10) responde al levita diciéndole que el escudo es Yahvé, de manera evasiva
a la petición del orante. Este, sin embargo, queda satisfecho y sigue esperando (13),
abriendo así el discurso al salmo sucesivo. Así pues, para Levvoratti, el contexto del
salmo sería una oración por el Rey y no una peregrinación hacia Jerusalén.
Para quienes sostienen que es una peregrinación, como en el caso de Luis Alonso
Schökel, vale la pena preguntar: ¿De qué fiesta se trata? Considerando la referencia
probable a las lluvias de otoño en el v. 7b, algunos piensan en la fiesta de las chozas.
6
Se objeta que dicha fiesta «dura siete días» (Lv 23,39: «El día quince del séptimo mes,
después de haber cosechado el producto de la tierra, celebraréis la fiesta en honor de
Yahvé durante siete días. El primer día será de descanso total e igualmente el octavo.);
pero no importa, porque la mención de «un día» es proverbial, para el contraste uno-
mil. Tampoco se puede excluir una peregrinación personal, por devoción, al margen de
las fiestas oficiales del calendario.
El salmo está dominado por la primera persona singular; cuando pasa al plural, es
refiriéndose a un grupo en una bienaventuranza, o pronunciando un título divino (v.
10), o generalizando una conducta (v. 12b). Compárese este salmo con el plural del
salmo 122 o el recuerdo de una multitud en el salmo 42,5. Por el aspecto personal, el
presente salmo está más cerca del salmo 63, sin alcanzar el mismo grado de
corporeidad.
más vale un día en la casa del Señor que mil fuera de su recinto sagrado. Con
toda ingenuidad muestra envidia de los sacerdotes y levitas, que pueden vivir
permanentemente en los atrios del Señor. Consciente de su vinculación a la
nación privilegiada, el salmista ruega por el ungido de Yahvé, el rey, que es el
eslabón que conduce al Ungido por excelencia: el Mesías. Así, la oración del
salmista es colectiva, pues se asocia a los intereses generales de la nación. Por
las alusiones al templo y al rey hemos de suponer que el salmo es anterior al
exilio. Los reyes Ezequías y Josías, profundamente piadosos, habían fomentado
las peregrinaciones al templo con motivo de la Pascua. Quizá el salmista refleje
aquí una de estas circunstancias históricas de los tiempos gloriosos de la
monarquía israelita (pág. 512-513).
8
Mi alma desfallece anhelando los atrios del Señor. Escucha ahora cómo se mantiene
firme alegre en la esperanza: Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. Se han
regocijado aquí en lo de allá. ¿De dónde le viene la alegría, sino de la esperanza? ¿Y
adónde se dirige ese regocijo? Al Dios vivo. ¿Qué es lo que en ti se regocija? Mi
corazón y mi carne. ¿De dónde viene ese regocijo? Porque hasta el gorrión, dice el
salmo, ha encontrado una casa, y la tórtola un nido, donde colocar sus polluelos. ¿Qué
significa esto? Había mencionado dos cosas, y ahora retorna a ellas con la semejanza
de dos aves: dijo que retozaban su corazón y su carne, y ahora las simboliza en el
gorrión y en la tórtola: el corazón como el gorrión, y la carne como la tórtola.
Encontró el gorrión casa para él; encontró también mi corazón casa para sí. Usará
sus alas volando por las virtudes de este tiempo, en la fe, la esperanza y la caridad, con
las que vuele hacia su casa; y cuando llegue permanecerá para siempre, y ya no se oirá
más allí el canto lastimero que aquí se oye, del que se dice en otro salmo: Como pájaro
sin pareja en el tejado. Desde el tejado vuela a su casa. Y estando sobre el tejado, que
pisotee la casa carnal; tendrá un lugar en el cielo, una morada eterna; y este pájaro
pondrá fin a sus cantos lastimeros. Pero a la tórtola, o sea, a la carne, le puso unos
polluelos: La tórtola ha encontrado un nido donde colocar sus polluelos. El pájaro tiene
casa, la tórtola un nido, y un nido donde colocará sus polluelos. La casa se elige como
morada eterna, el nido se forma para un tiempo.
Con el corazón pensamos en Dios, como pájaro que volando a su casa; con la carne
realizamos obras buenas. Ya veis cuántas obras buenas realizan los cuerpos de los
santos; es gracias al cuerpo de carne como realizamos las obras que se nos han mandado
hacer, con las cuales nos ayudamos mutuamente en esta vida. Como nos dice Isaías:
Parte tu pan con el hambriento, y al necesitado y sin techo hospédalo en tu casa; si ves
a alguien desnudo, vístelo... y otras cosas parecidas, que se nos han ordenado, no las
hacemos sino por medio de la carne. Y así el pájaro aquel que piensa en su casa, no se
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Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero, OSA
9
aparta de la tórtola que anda buscando para sí un nido donde colocar sus polluelos; no
los abandona en cualquier sitio, sino que ha encontrado un nido para sí, donde
colocarlos.
Pero ¿cómo llegaremos allá? Dichoso el hombre que recibe de ti su fuerza, Señor.
Ha comprendido el salmista dónde se encontraba, y que por la fragilidad de su propia
carne no podía volar hasta aquella felicidad; se puso a considerar los pesos que le
impedían, como se dice en otro lugar: El cuerpo corruptible oprime el alma, y la tienda
terrenal abruma la mente, que piensa en muchas cosas. El espíritu tiende hacia lo alto,
y el peso de la carne empuja hacia abajo. Entre estos dos impulsos, de elevación y de
hundimiento, hay una cierta lucha, y esta lucha pertenece al apisonamiento del lagar.
Escucha esta lucha lagareña de boca del Apóstol, que también él fue triturado, fue
prensado: Me complazco, dice, en la ley de Dios, según el hombre interior; pero veo
otra ley en mis miembros que rechaza la ley de mi mente, y me esclaviza en la ley del
pecado que hay en mis miembros. Gran lucha esta, y gran desazón por evitarla, si no
viniera el auxilio de inmediato, como dice: ¡Pobre de mí! ¿quién me librará de este
cuerpo de muerte? La gracia de Dios por obra de Jesucristo nuestro Señor. Vemos,
pues, que también aquí el autor de este salmo ha visto aquellos gozos de la otra vida, y
los meditaba en su interior: ¡dichosos los que habitan en tu casa, Señor! Te alabarán
por los siglos de los siglos. Pero ¿quién subirá hasta allá? ¿Qué haré con el peso de mi
carne? Dichosos los que habitan en tu casa, Señor; por los siglos de los siglos te
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alabarán. Me complazco, sí, en la ley de Dios según el hombre interior. Pero ¿qué
hacer? ¿cómo volar? ¿cómo llegar allá? Descubro otra ley en mis miembros que
rechaza la ley de mi razón. Se confiesa infeliz, y dice: ¿quién me librará de este cuerpo
de muerte? para que pueda habitar en la casa del Señor, y alabarlo por los siglos de los
siglos. ¿Quién me librará? La gracia de Dios, por obra de Jesucristo nuestro Señor. Así
es como en las palabras del Apóstol, que, en medio de aquella dificultad, y como de
una incurable lucha, le sugiere la mente un remedio en lo que añade: La gracia de Dios,
por obra de Jesucristo, Señor nuestro. Así también aquí, el salmista, al suspirar con
ardiente deseo por la casa de Dios, y por sus alabanzas, habiendo considerado el
gravamen de su cuerpo y la mole de su carne, tras un momento de desánimo, de nuevo
se yergue su esperanza y dice: Dichoso el hombre que es recibido por ti, Señor.
¿Por qué en el hondo valle del llanto? ¿Y de qué valle de lágrimas iremos hacia
aquel lugar de alegría? Así dice: Porque el que dio la ley, dará también la bendición.
Nos afligió con la ley, nos oprimió con la ley, nos hizo experimentar el lagar; sufrimos
la angustia, hemos conocido la tribulación de nuestra carne, hemos prorrumpido en
gemidos, al ver que el pecado se rebela contra nuestra razón, y hemos clamado: ¡Oh
miserable de mí!; bajo la ley hemos gemido; ¿Qué nos resta, sino que el mismo que
nos dio la ley nos dé también la bendición? Después de la ley vendrá la gracia; ella es
la bendición. ¿Y qué beneficios nos ha traído esta gracia y bendición? Irán de las
virtudes a la virtud. De hecho, en esta vida por la gracia se nos dan muchas virtudes: A
uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro palabra de ciencia, según el
mismo Espíritu; a otro la fe; a otro el don de curaciones; a otro la diversidad de lenguas;
a otro el don de interpretarlas; a otro el don de profecía.
Muchas son las virtudes, pero todas necesarias en esta vida; y de estas virtudes nos
vamos a la virtud por excelencia. ¿Cuál es esta virtud? Cristo, fuerza de Dios y
sabiduría de Dios. Él es quien concede las diversas virtudes en este mundo, y el que en
lugar de tantas virtudes, necesarias y útiles mientras estemos en el valle de lágrimas,
nos dará la única virtud: él mismo. Son cuatro las virtudes que regulan nuestra vida: lo
dicen muchos autores, y también está en la Escritura. Prudencia se llama aquella por la
que distinguimos el bien del mal. Justicia aquella por la que damos a cada uno lo suyo,
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sin quedar en deuda con nadie, sino amando a todos; llamamos templanza a aquella por
la que ponemos freno a nuestros vicios; y fortaleza la virtud por la que soportamos
todas las adversidades. Estas son las virtudes que ahora, en el valle de lágrimas se nos
dan por la gracia de Dios. Y desde estas virtudes, nos vamos hacia la virtud por
excelencia. ¿Y en qué consistirá esa virtud, sino en la sola contemplación de Dios? Allí
no será necesaria la prudencia, ya que no habrá mal alguno que evitar. Y de las demás
¿qué pensamos, hermanos? Tampoco hará falta la justicia como la de aquí abajo, ya
que no habrá ninguna necesidad que remediar. Ni se necesitará la templanza, ya que no
tendremos apetitos desordenados que refrenar; la fortaleza tampoco será necesaria,
como aquí, ya que no tendremos males que soportar. Luego de estas virtudes y
actividades, pasaremos a la única virtud de aquella contemplación, por la que veremos
a Dios, según está escrito: Por la mañana me pondré ante ti y estaré contemplando.
Fíjate cómo de estas virtudes activas, pasaremos a aquella contemplación. Así continúa
el texto: Irán de las virtudes a la virtud; ¿a qué virtud? La contemplación. ¿Qué es la
contemplación? Aparecerá el Dios de los dioses en Sión. El Dios de los dioses es Cristo
para los cristianos. ¿En qué sentido el Dios de los dioses es Cristo para los cristianos?
Sí; dice un salmo: Yo he dicho: vosotros sois dioses e hijos del Altísimo todos. Aquel
en quien hemos creído, el bello esposo, que para remedio de nuestra deformidad,
apareció aquí deforme, porque le vimos, dice Isaías, y no tenía aspecto ni atractivo
alguno, él nos dio el poder llegar a ser hijos de Dios, como nos dice san Juan en su
evangelio. Pero cuando desaparezca toda la condición de mortalidad, aparecerá a los
limpios de corazón como Dios junto a Dios, la Palabra junto a Dios, por la cual fueron
creadas todas las cosas; en efecto, dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán
a Dios. El Dios de los dioses aparecerá en Sión.
Inclina tu oído, Dios de Jacob, tú que a Jacob lo cambiaste en Israel. Así fue, Dios se
le apareció, y desde entonces se le llamó Israel, el que ve a Dios. Escúchame, pues,
Dios de Jacob, y haz de mí un Israel. ¿Cuándo llegaré a ser Israel? Cuando aparezca el
Dios de los dioses en Sión.
El Señor no privará de sus bienes a los que caminan en la inocencia. ¿Por qué
vosotros, hombres, renunciáis a la inocencia, sino porque preferís tener otros bienes?
Uno, por ejemplo, no quiere mantener la inocencia, para no devolver lo que se le confía.
Prefiere tener oro y perder la inocencia. ¿Qué gana con ello? ¿Y en qué se perjudica?
Gana un poco de oro, pero a costa de su inocencia. ¿Es que hay algo de más valor que
la inocencia? Pero si mantengo mi inocencia, dice, voy a ser pobre. ¿Es, acaso, una
riqueza despreciable la inocencia? Si tuvieras el arca llena de oro, serías rico; y si el
corazón lo tuvieras lleno de buena conducta, de inocencia, ¿vas a ser pobre por eso? Si
de verdad deseas los bienes, ahora que estás en la pobreza, en el sufrimiento, en las
angustias, en el valle de las lágrimas, en las pruebas, mantente en la inocencia.
Tantas riquezas ofrece Dios a los malvados, ¿y no reservará nada para ti? ¿Será falso
lo que te prometió a ti? Te lo tiene guardado, ¡estate seguro! El que se compadeció de
ti, cuando estabas en el pecado, ¿te va a abandonar cuando te has hecho un devoto
siervo suyo? El que entregó a su propio Hijo a la muerte por el pecador, ¿qué no
reservará al ya redimido por la muerte de su Hijo? Estate tranquilo. Considera a Dios
como deudor, ya que has creído en él como prometedor. El señor no privará de sus
bienes a los que caminan en la inocencia. Entonces, ¿qué nos queda por hacer aquí
13
El templo está presente con todo su encanto al inicio y al final del Salmo. En la
apertura (cf. vv. 2-4) encontramos la admirable y delicada imagen de los pájaros que
han hecho sus nidos en el santuario, privilegio envidiable.
Sólo en el santuario del Dios vivo hay luz, vida y alegría, y es "dichoso el que confía"
en el Señor, eligiendo la senda de la rectitud (cf. vv. 12-13). La imagen del camino nos
lleva al núcleo del Salmo (cf. vv. 5-9), donde se desarrolla otra peregrinación más
significativa. Si es dichoso el que vive en el templo de modo estable, más dichoso aún
es quien decide emprender una peregrinación de fe a Jerusalén.
También los Padres de la Iglesia, en sus comentarios al Salmo 83, dan particular
relieve al versículo 6: "Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su
peregrinación". Las antiguas traducciones del Salterio hablaban de la decisión de
realizar las "subidas" a la Ciudad santa. Por eso, para los Padres la peregrinación a Sión
era el símbolo del avance continuo de los justos hacia las "eternas moradas", donde
Dios acoge a sus amigos en la alegría plena (cf. Lc 16, 9).
14
Se trata de san Juan Clímaco, que dedicó un tratado entero --La escala del Paraíso-
- a ilustrar los innumerables peldaños por los que asciende la vida espiritual. Al final
de su obra, cede la palabra a la caridad, colocada en la cima de la escala del progreso
espiritual.
Según Luis Alonso Schökel (1992), es difícil definir el género del salmo, porque
contiene vastos elementos:
Si nos atenemos a los datos formales, este salmo es un muestrario. Hay frases de
himno en los versos 2 y 12; hay tres bienaventuranzas (o macarismos) en 5.6.13;
en 12, algunas huellas de una liturgia de entrada; se lee un proverbio del tipo
«más vale» en 11. Por otra parte, el salmo se define tplh = súplica, y
efectivamente contiene tres imperativos dirigidos a Dios en 9.10. Si nos fijamos
en el contenido, el salmo canta el templo de Sión como los Sal 46, 48, 63 Y 87
(y 27,4-6). Podemos concretar: canta a Sión en un canto de peregrinación, como
el Sal 122. Pero no basta catalogar, no sea que se nos escape la intensidad lírica
del poema, por la cual se emparenta con 42-43. Escuchemos la exclamación
inicial repentina, la expresión de estado de ánimo en v. 3, la proyección
sentimental en el ave (v. 4), los títulos personalizados de Dios en 4c, la elección
gozosa de 11. Son efusiones que no se dejan encasillar. (pág. 147).
Para hablar sobre la situación de vida que lleva al salmista a escribir este salmo, se
debe hablar de la importancia de la peregrinación. El Sal 122 comienza con dos tiempos
precisos: el anuncio en la aldea y la llegada a la capital, saltándose todo el viaje, sin
embargo, el salmo presente se sitúa en un tiempo psicológico que puede abarcar varios
momentos, fundiéndolos en una simultaneidad lírica. El ansia y anhelo corresponden a
la distancia, la visión de los pájaros anidados sugiere la presencia; en riguroso paralelo
se encuentran los «habitantes» estables del templo y los «peregrinos». La súplica por
el Ungido parece más propia del templo (cfr. Sal 61 y 63: templo y rey); la mención de
«un día» puede ser experiencia actual, anticipación o recuerdo. Incluso los rasgos más
realistas, como el pájaro o las fuentes, entran en el poema por un acto generalizante.
La oración no comienza con un enunciado, sino con una exclamación (como Sal
8,2; 133,1), felicita (5.6), emite un juicio de valor (11). Las ansias (3) son la
impaciencia del que emprende un viaje para encontrar a una persona querida. La
persona querida es aquí Dios en persona, que se va a revelar luminoso y protector (v.v.
8 y 12) El encuentro será breve, pero tan intenso y gozoso que compensará largos
penados neutrales y las posibles molestias del viaje. Con diferentes nombres por el
posesivo «tuyo», Dios se hace sentir cercano a lo largo de todo el salmo.
Los que «habitan» en el templo pueden dedicarse a la alabanza, esa es su dicha, pero
quizá los peregrinos vivan con más intensidad la breve visita a su Dios. Incluso el viaje
reserva sorpresas gozosas
5. TRITURAR EL SALMO
La imagen del ave suena casi a proyección sentimental del poeta, como la cierva de
Sal 42,2. El poeta se detiene complacido en el doble sentido de byt = casa: el ave «ha
puesto casa» para su familia de polluelos en la casa de Dios, junto al altar; huésped
acogido a la hospitalidad ancha de Dios. ¡Quién fuera como ella! Con qué libertad y
rapidez se desplaza por el aire hasta su morada, sin tener que caminar fatigosamente:
¡quién fuera como ella! En Sal 11,1 recomiendan al orante que huya al monte como un
pájaro; en Sal 55,7, en plena anarquía, suspira el orante: «¡Quién me diera alas de
paloma para volar y posarme!». Poner el nido es metáfora común de asentarse,
establecerse (Nm 24,21; Abd 4; Hab 2,9). En este verso concluye la terna de plurales:
tus moradas, los atrios de Yhwh, tus altares.
Unos viven siempre en el templo: los sacerdotes dedicados al culto, que siempre
alaban a Dios. Otros son dichosos porque pueden preparar su peregrinación al templo:
Dios mismo les da la fuerza para comenzar la peregrinación, él atrae y ayuda.
v. 6-8. Dichoso el que saca de ti fuerzas cuando piensa en las subidas. 7 Al pasar por
el valle del Bálsamo, lo van transformando en hontanar y las lluvias lo cubren de
albercas. 8 Caminan de altura en altura, y Dios se les muestra en Sión.
Con mediana probabilidad podemos distinguir una decisión previa y tres etapas de
peregrinación. Manteniendo la lectura hebrea, aparece el peregrino pensando y
decidiendo «calzadas», rutas de tierra apisonada que facilitan el viaje, lo mejor en
comunicaciones de la época. Si bien sea palabra preferida de Isaías Segundo y textos
19
- Primera etapa por el valle. Sospecho que el autor ha queriendo explotar el doble
sentido o las asonancias de varias palabras, según costumbre hebrea comprobada en
multitud de casos. La transformación del camino de vuelta a la patria es tema favorito
de Isaías Segundo (por ejemplo 35,6s, 41,18). Algunos comentaristas mantienen que
los árboles son propios de zonas áridas.
- La tercera etapa sucede ya dentro del templo. La ambivalencia del texto surge de la
vocalización. Dios se deja ver / ellos se presentan a Dios. Como en el templo no hay
imágenes de la divinidad, la visón tiene que ser espiritual, una experiencia interior (cf
Ex 23,15, Dt 16,16, 1 Sm 1,22).
10
v. 9-10. ¡Yahvé, Dios Sebaot, escucha mi plegaria, hazme caso, oh Dios de Jacob!
Oh Dios, nuestro escudo, mira, fíjate en el rostro de tu ungido.
Si leemos «escudo» como vocativo, es un título de Dios conocido «oh Dios, escudo
nuestro» (cfr. Sal 3,4, 18,3, 28,7, plural 33,20, 59,12). Pero «nuestro escudo» puede ser
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acusativo, paralelo y título de Ungido, puesto que es normal rezar por el rey en el
templo.
v. 11. Vale más un día en tus atrios que mil en mis mansiones, pisar el umbral de la
Casa de mi Dios que habitar en la tienda del malvado.
v. 12. Porque Yahvé es almena y escudo, él otorga gracia y gloria; Yahvé no niega la
felicidad al que camina con rectitud.
Si bien el título Sol, aplicado a Dios, se lee sólo aquí, atributos solares no son tan
raros en el AT. Véanse Dt 33,2; Is 60 y 62, el estribillo de Sal 57. El título escudo es
común en el salterio (LXX y Vg tienen que haber tenido delante otro texto, pues
traducen: «porque Dios ama la misericordia y la verdad»). Los dos títulos del hebreo,
combinados, nos ofrecen una visión sugestiva: la luminosidad gloriosa del Señor, su
protección firme. A esa luz puede el hombre caminar «honradamente», en esa
protección puede «confiar».
Este último verso es una bienaventuranza y sinónimo del v. 6a: Tiene en ti su fuerza.
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6. CRISTIFICAR EL SALMO
Luis Alonso Schökel aporta dos claves cristológicas para realizar la lectura del
salmo en esta clave:
Desterrados y peregrinos en este valle de lágrimas, pero valle que riega el manantial
que mana del costado de Cristo y lo cubre de manantiales y albercas y fuentes de agua
viva. Nuestra «fuerza» por el camino viene de él: dichoso quien confía en él. Nuestra
oración por el camino: que Dios mire el rostro de su Ungido.
algo de lo que hizo, sino a sí mismo, que lo hizo todo. Para dar cabida a Dios,
esfuérzate; lo que has de poseer por siempre, deséalo mucho tiempo. No nos
cansaremos de alabar a Dios. Si te falta el amor, te falta la alabanza; pero si el amor es
perpetuo, porque será perpetua aquella hermosura inagotable, no temas: que podrás
alabar por siempre al que siempre podrás amar. Millares de días desean los hombres y
quieren vivir aquí mucho tiempo. Desdeñen los millares de días y deseen el día único,
que no tiene aurora ni ocaso; día único, día eterno, al que ayer no da paso ni mañana
apremia. Ese día único sea nuestro deseo».
De igual manera podemos hacer una lectura desde “abajo”, poniendo en boca de
Jesús las palabras del salmo: después de una gran vida de peregrinación, como homo
viator, Jesús levanta los ojos al cielo para volver a las moradas eternas susurrando:
¡Que amables son tus moradas, Yahvé Sebaot! Después de su paso como peregrino,
sabe que ha pasado por el valle del Bálsamo y lo ha convertido en oasis, y haciendo
este recorrido, exaltado en la cruz ha llegado nuevamente al monte Sión. Sabe que el
Padre nunca lo ha abandonado, y se regocija en su presencia, en el Espíritu que es el
Amor increado y sólo puede expresar: Dichoso quien confía en Ti.
Haciendo una lectura desde arriba, podemos dirigir la oración a Jesús, pues Él es el
altar de Yhwh, donde el gorrión ha encontrado una casa y la golondrina un nido. En el
día de Yhawh, de su justicia, podremos encontrar refugio en Cristo, en su misericordia,
y cuando pasemos esta peregrinación, podamos levantar los ojos hacia el cielo, para
seguir las huellas de Cristo, hacia la patria eterna, no en vano el profesor B. Fische,
renombra este salmo en clave cristológica como el altar de Cristo que es nuestra patria.
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7. EL SALMO Y LA IGLESIA
Es nuevamente Luis Alonso Schökel, quien aporta los primeros elementos para
hacer una interpretación del salmo:
Ef 2,21. Por influjo suyo, toda la construcción queda trabada y crece hasta
convertirse en templo santo del Señor;
Por eso son dichosos los que habitan en la Iglesia y en ella alaban a Dios
(Eusebio). ¿Habitan o son peregrinos? Según la eclesiología, se puede afirmar
que hay una comunión visible y otra mística o invisible. Por esto, habitan en la
Iglesia, quienes están unidos a ella aceptando la primacía del Sumo Pontífice y
quienes se conservan en comunión mística viviendo en gracia.
5,6: aunque sepamos que, mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos
desterrados del Señor.
fin, será perfectamente renovada en Cristo (cf. Ef 1, 10; Col 1,20; 2 P 3, 10-13).
(L.G. 48).
Con el Salmo se puede decir que el cristiano, mientras está en esta tierra, así como
es sal y luz de la tierra, es también, como una suave brisa que intenta impregnar del
suave olor de Cristo, todos los ambientes en los que está inmerso, transformando los
valles en oasis, para que finalizando su peregrinación pueda apreciar cara a cara a Dios.
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Fray Carlos Mesters, afirma que el cántico de María (Lc 1,46-55) “parece una colcha
de retazos; retazos que están tomados de los salmos. Ello muestra cómo los salmos
estaban en el corazón de la vida orante del pueblo en tiempos de Jesús y de las primeras
comunidades cristianas. La concordancia de la Biblia de Jerusalén muestra claramente
como este cántico está impregnado por los salmos. De allí se desprende que el cántico
de María es una prueba de como la recitación frecuente de los salmos provocaba en las
personas la creatividad y las llevaba a hacer su propio salmo”.
De igual manera, podemos aplicar a María, la lectura cristológica que hacíamos del
salmo:
María en cierta manera es este templo, esta casa de Dios que sirvió de morada al
Hijo de Dios que "plantó su tienda entre nosotros" (Jn 1,14). Y María representa
para el pueblo de Dios este centro magnético que nos muestra dónde está Dios, y
viene a ser como el centro afectivo, como el lugar de confianza y de alegría para
el pueblo peregrino que tantas veces tiene necesidad de paz y de consuelo.
La piedad cristiana, ¿no ha dado a María los títulos de Arca de la Alianza, Causa
de nuestra alegría, Reina de la paz, Sede de la sabiduría, Casa de elección, todo
ello relacionado con la casa de Dios, con el templo y la ciudad que canta el
salmista? Sí, realmente este salmo 84 expresa los sentimientos del pueblo de Dios
que ha sabido ver en la figura de María esta realidad excelsa, de la cual el templo
de Jerusalén no era sino la sombra (Vernet, p. 22).
II. El hace proezas con su brazo, dispersa los soberbios de corazón, derriba del
trono a los poderosos: el salmista, al igual que María, reconoce en la grandeza de Dios,
su protección proviene de la confianza depositada en Él: Porque Yahvé es almena y
escudo, Él otorga gracia y gloria.
III. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos: el canto
de María, confía plenamente en la justicia de Dios, que se da sobre todo a los
humildes, a los que piden su gracia. De igual manera, el salmista prefiere
regocijarse en Dios, habitar en su tienda, en sus atrios, antes que vivir o
beneficiarse de la tienda del malvado, esto es del dinero injusto.
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REFERENCIAS