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SEMANA SANTA 2019

DIOCESIS DE JERICÓ
14 a 21 de abril

“En la cruz ¿fue Cristo el que murió, o fue la


muerte la que murió en Él? ¡Oh, que muerte… que
mató a la muerte!”
San Agustín
ÍNDICE

Pag
1. PRESENTACIÓN........................................................... 1
2. DOMINGO DE RAMOS.................................................. 2
3. LUNES SANTO.............................................................. 6
4. MARTES SANTO........................................................... 8
5. MIÉRCOLES SANTO..................................................... 10
6. JUEVES SANTO............................................................ 12
7. VIERNES SANTO.......................................................... 19
8. SABADO SANTO.......................................................... 25
9. DOMINGO DE PASCUA................................................ 34
10. ANEXOS...................................................................... 37
10.1. MISA DE ENFERMOS Y RECEPCIÓN DE LOS
SANTOS OLEOS.................................................. 37
10.2. HORA SANTA....................................................... 40
10.3. SANTO VIACRUCIS.............................................. 50
10.4. ESTACIONES DE VIDAL...................................... 73
10.5. SERMÓN DE LAS SIETE PALABRAS................. 75
10.6. DESCENDIMIENTO.............................................. 91
10.7. LOS SIETE DOLORES......................................... 92

ii
1. PRESENTACIÓN

CELEBREMOS LA PASCUA DEL SEÑOR 2019


Cada año, los católicos celebramos el tiempo conocido como “Semana Santa”, es decir,
el recuerdo de los últimos acontecimientos históricos de Jesús de Nazaret. Al escuchar
esta expresión, de inmediato vienen a la mente las solemnísimas celebraciones litúrgicas
sumamente concurridas, cargadas de esplendor y belleza; las largas procesiones que
lentamente avanzan por las calles de las poblaciones, como expresión pública de la fe;
las imágenes singularmente adornadas que, en hombros del pueblo, parece que
caminaran envueltas en nubes de incienso que, de una manera sublime se eleva hasta
el cielo. Todo esto hace parte de la Semana Santa, mas no es el corazón de la Semana
Santa.
La Semana Santa no es solamente el recuerdo de hechos acontecidos hace muchos
años, sino el memorial que debe ser actualizado por los files. La Semana Santa es el
encuentro con Cristo Resucitado, en quien reside el centro de nuestra fe; su muerte nos
ha dado la vida, su resurrección nos ha dado la victoria sobre el pecado y la muerte. Este
misterio pascual de Cristo ha de ser vivido íntegramente, ya que no podemos separar su
Pasión y Muerte, de su gloriosa Resurrección.
Celebrar la Semana Santa, implica traer al presente aquel acontecimiento del pasado
para vivirlo en primera persona; es acompañar a Cristo que entra triunfante en Jerusalén,
que se acerca a los niños, que se encuentra con los pecadores, que atiende las
necesidades de los más pobres, que perpetúa su presencia en la Eucaristía, que sufre
su agonía en el huerto en la soledad de la noche, que es aprehendido, juzgado, burlado,
azotado, maltratado y crucificado, pero sobre todo, es acompañarlo en su gloriosa
resurrección.
Cuando entendemos así este tiempo santo, pasamos del rito y de lo meramente exterior,
a la profundidad del misterio en el que contemplamos al mismo Cristo, dejamos de
recordar y hacer un simple memorial y pasamos a vivir intensamente, a actualizar el
sacrificio redentor de Cristo valiéndonos de todos los ritos y medios por los cuales la
sagrada Tradición nos conduce en cada uno de estos días Santos, pero trascendiendo,
mirando con los ojos de la fe, poniendo todo el corazón en cada una de las celebraciones,
siendo conscientes de que Cristo se inmoló por mí.
Pasan los años y con cada uno de ellos la semana Santa, y quedan los recuerdos, las
fotos, los videos, los comentarios de cómo iba adornada la Dolorosa, o San Juan, o San
Pedro, pero tal vez no queda en nuestro corazón la semilla de Cristo vivo que ha de
reflejarse con toda su fuerza a través de nuestros actos. Tal vez celebramos la
resurrección de Cristo, pero nuestra vida encarna un Cristo muerto, o peor aún, la turba
enfurecida que grita ¡Crucifícalo!
Que esta Semana Santa sea un volver al Señor. Que en ella pongamos nuestro corazón
para vivir a plenitud cada uno de los momentos que nos presenta la Iglesia durante esta
semana; que sea un despertar en la fe, un resucitar con Cristo.
El seminario San Juan Eudes de Jericó, sus formadores y alumnos imploramos de Dios
la asistencia de su Espíritu, que nos conduzca durante esta Semana Mayor para que,
experienciando al Señor en su Pasión, Muerte y Resurrección, nos sintamos renovados
en nuestro interior, vivamos una fe resucitada y seamos testimonio del amor de Cristo
para la humanidad. ¡Felices Pascuas!
1 ÍNDICE
2. DOMINGO DE RAMOS

CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA DE JESÚS EN JERUSALÉN

Con el Domingo de Ramos damos comienzo a la Semana Santa, la memoria anual de


los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Para una reverente y fructosa
celebración de este día se debe se debe tener presente:
La entrada del Señor Jesús en Jerusalén se debe conmemorar con una procesión, en la
cual los cristianos celebran dicho acontecimiento, imitando tanto las aclamaciones como
los gestos que hicieron los niños hebreos cuando salieron al encuentro del Señor. Para
ello se puede hacer la reunión de la asamblea en un lugar apto fuera del templo hacia el
cual se dirigirá la procesión. Los fieles que participan en este acto pueden llevar banderas
y durante el recorrido entonar cantos apropiados a Cristo Rey.
Jesús, llegada la hora decide partir a Jerusalén. Él se presenta como lo anunciaron
profetas: “Aquí viene tu Rey, Él es santo y victorioso, humilde, y va montado sobre un
burro”. Así, montado en un burro, Jesús hace su entrada como el Siervo que camina
hacia la muerte para ser glorificado. No se trata de un mero hecho anecdótico sino de un
acontecimiento lleno de sentido que, sin duda, le dará significado a la Semana Santa.
Otro elemento muy importante de esta celebración es el anuncio de la Pasión del Señor,
que ha de ser proclamada por diáconos o presbíteros, o, en su defecto, por lectores, en
cuyo caso la parte correspondiente a Cristo se reserva al sacerdote. Para la proclamación
de la Pasión no se llevan ni luces, ni incienso, ni se hace al principio el saludo al pueblo
como de ordinario para el Evangelio, ni se signa el libro. Tan solo el diácono pide la
bendición al sacerdote. Para el bien espiritual de los fieles, conviene que se lea por entero
la narración de la Pasión y que no se omitan las lecturas que la preceden. Terminada la
lectura de la Pasión, se hace una homilía breve.
Es necesario que tengamos presente que este día es parte de la Cuaresma (la Cuaresma
continúa hasta el día jueves) y que en él se sintetiza toda la dinámica del misterio Pascual.
La procesión y la aclamación viene a simbolizar la victoria del Señor, por eso nosotros
cantamos “Hosanna” y salimos al encuentro del Hijo de David, el Rey de Reyes.

Preparar para la Procesión: Ramos, caldereta con agua bendita e hisopo,


capa pluvial, cruz, ciriales, incensario y naveta, leccionario y misal.
Para la Misa: Ornamentos Rojos, varios textos de la Pasión, incensario y
naveta (a partir de las ofrendas).

2
BENDICIÓN Y PROCESIÓN DE RAMOS

MONICIÓN INICIAL
Hermanos: nos hemos reunido como Pueblo de Dios para dar inicio
a la celebración de la Semana Santa; semana en la que
conmemoramos los misterios más grandes del amor de Dios para
con los hombres: la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro
Señor Jesucristo. Dispongámonos para vivir un tiempo de gracia,
de paz y de reconciliación, reconociendo que sólo en el Señor
Jesús, podremos vivir como verdaderos hermanos que se
esfuerzan por conseguir un futuro mejor, libre de rencores,
renunciando a todo aquello que nos impide vivir en verdadera
caridad.

A partir de este momento, comprometámonos a vivir


decididamente nuestra fe y, a ejemplo de Jesús que se entrega por
la salvación de los hombres, nosotros no escatimemos esfuerzos
y sacrificios buscando el bien de nuestros hermanos.

RITOS INICIALES

MONICIÓN ANTES DE LA BENDICIÓN DE LOS RAMOS


Con la bendición de estos ramos, imploremos al Señor que nos
disponga a comprometernos con Él para que proyectemos su Luz
profética y anunciemos su Victoria sobre el pecado y la muerte;
crucificando nuestros vicios y deseos desordenados para morir con
Cristo y resucitar con Él a una vida nueva. Con los ramos que
pronto serán bendecidos vamos a alabar a nuestro Rey.
Recibamos con fe esta bendición, y pidamos al Señor que nos
ayude a alabarlo y glorificarlo, más que con los ramos, con nuestra
vida y buenas obras.

3
MONICIÓN ANTES DEL EVANGELIO
El relato del Evangelio que vamos a escuchar nos permite ver
cómo se llena de sentido lo que con tanta fe celebramos en este
Domingo de la Pasión, o de Ramos como también lo solemos
llamar. El texto nos presenta al Rey de reyes montado en un
borrico, al Rey de los cielos en la condición más humilde que se
puede esperar, no con lujos, ni en el estrépito del mundo, sino de
la forma más sencilla y hermosa que contrasta con cualquier
ambición de poder y de dominio; lo vemos en un pollino y rodeado
de la alabanza de los sencillos y pobres de corazón, que descubren
en ÉL al Mesías prometido.

Homilía breve

MONICIÓN ANTES DE LA PROCESIÓN


Nos disponemos en esta mañana de gloria y de triunfo, para
acompañar a Jesús como Rey. Él pasará por las calles de nuestro
pueblo bendiciéndonos e invitándonos a todos para que le
permitamos reinar en nuestros corazones. Jesús nos invita a que
dejemos de servir a reyes falsos, como el vicio, el pecado y todo lo
que nos quita la libertad, y de esta manera iniciar un camino en la
búsqueda continua y sincera de Dios. Vamos pues, llenos de
alegría, a alabar y aclamar al Señor que viene a nuestro encuentro.

Se inicia la procesión, de la manera acostumbrada, hacia el templo donde


se celebrará la misa. Al llegar se hace la oración colecta

MONICIÓN A LITURGIA DE LA PALABRA:


En Jesús está nuestra salvación y nuestra esperanza. Él siendo de
condición divina se abajó y se hizo uno de nosotros. En obediencia
al Padre, se sometió a una muerte de Cruz por nuestra redención.
Es según Isaías el azotado, el insultado y el burlado, pero a la vez
el que se mantiene firme como la roca. Fue el aclamado por la
muchedumbre entre cantos de júbilo. Ahora, es el condenado
injustamente como lo escucharemos en la Pasión.
Conscientes de ello guardemos esta Palabra Santa en el corazón.

No se llevan velas ni incienso para la lectura de la Pasión, ni se hace al


principio el saludo, ni se signa el libro.

4
ORACIÓN DE LOS FIELES

Oremos hermanos, con esperanza a Dios nuestro Padre, para


que en esta Semana que celebramos los acontecimientos de
nuestra salvación, se digne misericordiosamente
concedernos el perdón, la paz y el amor que tanto deseamos.
Por ello decimos:

R/ Por la Pasión de tu Hijo, escúchanos Señor.

 Por el Papa, los obispos, sacerdotes, diáconos y laicos, para


que sean fieles testigos del amor de Dios y se presenten al
mundo como verdaderos anunciadores de una esperanza que
no defrauda. Oremos.

 Por los gobernantes de las naciones, para que movidos por la


luz del Espíritu Santo conduzcan a la humanidad por los
caminos del desarrollo, y luchen contra todo flagelo de
corrupción. Oremos.

 Por los que sufren, para que sus angustias y dolores unidos a
los de Cristo, sean medio de purificación y santificación personal
y comunitaria. Oremos.

 Por los indiferentes, para que, a semejanza del centurión al pie


de la cruz, encuentren en Cristo redentor, las respuestas a todas
sus inquietudes y la fuente de la vida. Oremos.

 Por nosotros aquí reunidos, para que hagamos vida las


celebraciones litúrgicas de estos días santos, y asumamos
procesos sinceros de conversión. Oremos.

Padre de todos los hombres y Creador nuestro, que has


enviado a tu Hijo al mundo para el perdón de los pecados, te
pedimos que escuches generoso la oración que tu pueblo te
presenta. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

5 ÍNDICE
3. LUNES SANTO

MONICIÓN INICIAL
Queridos hermanos, nos hemos reunido hoy para continuar el
camino hacia la Pascua de nuestro Señor Jesucristo. Sigamos de
cerca sus pasos para que obtengamos la gracia de su amor y de
su perdón.

Es en la Eucaristía donde él nos invita a participar del futuro


banquete celestial. Es en su Palabra y en su cuerpo, donde
encontramos las fuerzas necesarias para ser fieles a la voluntad
del Padre. Sintámonos miembros de su Iglesia y hagamos de esta
celebración un encuentro personal con Cristo nuestro hermano.
Vivamos plenamente estos acontecimientos de la salvación.

MONICIÓN A LA LITURGIA DE LA PALABRA:


Jesús es el Elegido, Él es nuestra luz y nuestra salvación. Se sienta
a la mesa con sus amigos de Betania para compartir con ellos. Hoy
hace lo mismo con nosotros por medio de su Palabra.

Mientras los grandes de Jerusalén buscaban a Jesús para matarlo,


María se anticipa a celebrar la Pascua, ungiéndole los pies con
perfume. ¡Éste es el perseguido por causa de la verdad y de la
justicia! ¡Éste es la fuente de la vida!

Que nuestra actitud, frente a este mensaje, no sea la de Judas


Iscariote, sino la del discípulo diligente, atento e interesado por los
bienes celestiales.

Dispongámonos para recibir y escuchar la Palabra que nos da la


eternidad.

6
ORACIÓN DE FIELES

Invoquemos a Dios, que quiere que todos los hombres


alcancen la salvación por medio de su Hijo, y digámosle,
confiadamente:

R/ Escúchanos Señor y ten piedad.

 Por el Santo Padre, los obispos y sacerdotes, para que guíen al


pueblo de Dios a ellos encomendado por senderos de paz y de
justicia. Oremos.

 Por los gobernantes, para que busquen siempre la paz y el


restablecimiento de la justicia en todas las naciones. Oremos.

 Por los que sufren, para que, ayudados con la gracia de Cristo,
superen toda dificultad y sean colmados de paz y bendición.
Oremos.

 Por esta comunidad que se prepara para celebrar el Triduo


Pascual, para que renacida en el bautismo encuentre en el
Señor los frutos de la salvación. Oremos.

 Por nosotros, aquí reunidos, para que a ejemplo de María


reconozcamos a Jesús como el Mesías, y seamos bálsamo para
su corazón afligido y despreciado. Oremos.

Atiende, Dios Padre de amor, estas súplicas que tu pueblo te


dirige. Concédele la alegría de vivir y la paciencia en el camino
de la cruz. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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4. MARTES SANTO

MONICIÓN INICIAL
Hermanos, bienvenidos a la Eucaristía en este Martes Santo. Nos
vamos acercando poco a poco a la celebración del Misterio
Pascual. Es Cristo el Señor el que nos convoca para que
escuchemos su Palabra y renovemos su sacrificio redentor.
Centremos nuestra mirada en Aquel que es refugio y roca para
quien lo necesita.

Que esta celebración disponga nuestro ser y nuestro corazón, para


que vivamos con espíritu de conversión y de reconciliación estos
acontecimientos salvíficos.

MONICIÓN A LA LITURGIA DE LA PALABRA


La Palabra de Dios es siempre nueva y eficaz a la hora de
interpelar al hombre. Las lecturas de hoy nos ofrecen una visión
amplia de la misión de Jesús. Era necesario que uno de los suyos
lo entregara a la muerte. Sólo así se cumpliría lo anunciado por los
profetas. Ahí sería glorificado él y su Padre.

Isaías nos hace mención de la tarea que tiene el Siervo sufriente.


Él debe reunir al pueblo y ser la luz de las naciones. Él debe llevar
la salvación hasta los confines de la tierra. Somos nosotros, ahora,
los herederos de esta redención y manifestación. Que nuestras
bocas cuenten y proclamen esta liberación traída por Jesucristo.
Abramos nuestros oídos al palpitar de esta Palabra. Como el
discípulo amado recostémonos en el pecho de Jesús para saber
qué nos quiere decir.

8
ORACIÓN DE LOS FIELES

Pidamos a Dios, nuestro Padre, que acoja nuestra oración y que,


por medio de la vivencia del Misterio Pascual, nos esforcemos por
la santidad de vida. Digámosle:

R/: Escucha, Señor, a tu pueblo.

 Por el Papa Francisco, los obispos, sacerdotes y diáconos, para


que la vivencia de estos días santos, los configure más con
Cristo hasta dar la vida por el anuncio de la verdad. Oremos.

 Por los gobernantes de las naciones, para que, escuchando la


Palabra y contemplando el Misterio Pascual, busquen la justicia
y el bien común para todos. Oremos.

 Por los enfermos y los afligidos, para que encuentren en su


dolor la presencia del Siervo sufriente, y en comunión con él, se
conviertan en signo redentor. Oremos.

 Por las familias cristianas, para que la celebración de esta


Semana Mayor, elimine de ellas toda división, confrontación e
incomprensión, y se conviertan en modelos para la sociedad.
Oremos.

 Por cada uno de nosotros, para que, acercándonos al pecho


bondadoso de Cristo, sepamos lo que él quiere y lo que le
agrada, y así seamos su prolongación en medio del mundo.
Oremos.

Recibe, Padre Santo las súplicas que tu pueblo te eleva, y


concédenos la gracia que necesitamos para perdonar y pedir
perdón, acogiendo la salvación que de ti proviene. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.

9 ÍNDICE
5. MIERCOLES SANTO

MONICIÓN INICIAL
Nos congregamos en torno al altar para celebrar el misterio de
nuestra fe. Avanzamos por este camino cuaresmal fijando nuestra
mirada en Cristo Siervo y víctima de propiciación por nuestros
pecados. Será a la luz del misterio pascual donde comprendamos
el amor desbordante e ilimitado del bondadoso Padre. Como los
discípulos caminamos con Jesús a la Ciudad Santa donde se
manifestará el designio de salvación.
Con un corazón dispuesto participemos de este banquete. Que sea
Jesús el que dé sentido a nuestra vida.

MOINICIÓN A LA LITURGIA DE LA PALABRA


En la persona de Cristo se concentra todas las esperanzas y los
anhelos de liberación. No obstante, es el Salvador que lleva a cabo
su obra a partir del sufrimiento y el dolor. Así nos lo dirá el profeta
Isaías en la primera lectura. Es desde los azotes y los insultos
donde se manifestará el verdadero defensor del pueblo. La traición
de Judas desencadenará el proceso de redención y justificación de
todos los hombres.

Que la escucha de esta Palabra prepare nuestro corazón como


lugar para la cena pascual.

10
ORACIÓN DE FIELES

Dirijámonos al Padre que en su Hijo Jesucristo ha querido


compartir nuestro dolor y sufrimiento, y digámosle:

R/. Dios, salvación nuestra, escúchanos

 Por la Iglesia Santa de Dios, para que fiel a las enseñanzas del
Divino Maestro, camine por las sendas de la santidad, de la
justicia y de la paz. Oremos.

 Por los gobernantes, para que trabajen por la libertad, la


equidad y el progreso de sus naciones, construyendo una
sociedad basada en la civilización del amor. Oremos.

 Por los que son acusados injustamente, para que


fundamentados en la ley del amor que siempre vence, alcancen
la libertad y la paz para sus almas. Oremos

 Por los cristianos perseguidos, para que, uniendo sus angustias


al sacrificio redentor de Cristo, sean testimonio de fidelidad y
pregoneros de quien es la verdad. Oremos.

 Por los que estamos aquí reunidos, para que no sucumbamos


a las tentaciones del mundo, y así sea vencida toda traición y
deseo de abandonar nuestra fe. Oremos.

Dios, Padre de inmensa bondad, que has enviado a tu Hijo


para nuestra redención, escucha estas súplicas y concédenos
ser fieles a tu designio de amor. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

11 ÍNDICE
6. JUEVES SANTO

CELEBRACIÓN DE LA ÚLTIMA CENA DEL SEÑOR


Con la misa que tiene lugar en las horas vespertinas del Jueves de la Semana Santa, la
Iglesia comienza el Triduo Pascual y evoca aquella Última Cena, en la cual el Señor Jesús
en la noche en que iba a ser entregado, habiendo amado a los suyos que estaban en el
mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino
y los entregó a los Apóstoles para que los consumiesen, mandándoles que ellos y sus
sucesores en el sacerdocio también lo ofreciesen. Toda la atención del espíritu debe
centrarse en los misterios que se recuerdan en la misa: es decir, la institución de la
Eucaristía, la institución del Orden sacerdotal y el mandamiento del Señor sobre la
caridad fraterna.

La primera característica importante de esta misa es que es la única, salvo casos


especiales de verdadera necesidad y con autorización previa del obispo. Una sola misa
para toda la comunidad local. No se trata de una norma con una simple finalidad práctica:
Ejemplo, tener más gente en la celebración o no sobrecargar de trabajo los sacerdotes.
Se trata más bien de seguir una antiquísima tradición de la Iglesia que no sólo el Jueves
Santo, sino cada domingo, pretende hacer de la celebración eucarística el instrumento
eficaz y la manifestación de la unidad de todos los bautizados que viven en un mismo
lugar.

La misa del Jueves Santo trata de subrayar claramente la profunda identidad de la


Eucaristía, sacramento de comunión y de unidad en la Iglesia; al menos en el día en que
se conmemora su institución se quiere dar a la celebración eucarística, en cuanto es
posible, la plenitud de su significado en todos sus aspectos. El Misal subraya que: “en
este día están prohibidas todas las misas sin pueblo”. En esta práctica se fundamenta
una recta teología que pone de manifiesto cómo la misa no se puede convertir nunca en
una simple devoción privada, sino que debe presentarse siempre como lo que es: un
instrumento para hacer comunión con los hermanos en Cristo, en la Iglesia.

12
EUCARISTÍA EN LA MAÑANA

MONICIÓN INICIAL
Hermanos, nos congregamos en torno al altar, para actualizar el
amor inmenso de Dios que se hace Eucaristía. Aquí se cumple la
promesa de Jesús de “estar con nosotros hasta el final de los
tiempos”. Es el Señor quien nos invita a escuchar su Palabra y
alimentarnos de su Cuerpo. Hagamos de este encuentro, la
oportunidad para identificarnos más con Él.

Dispongámonos a participar con fe y esperanza de este banquete.


Sea esta celebración la que anime nuestro caminar en estos días
fuertes hacia la Pascua.

MONICIÓN A LA LITURGIA DE LA PALABRA


Dios se comunica con su pueblo por medio de su Palabra. Ella
ilumina y acompaña los momentos de nuestra historia de
salvación. Es el mandamiento nuevo del amor, su principio y su
fundamento. Como a ejemplo de Jesús nos ponemos al servicio de
la voluntad del Padre. Es en este abajamiento y en la caridad hasta
el extremo, donde encontramos nuestra grandeza y eterna
felicidad.

Abramos nuestro corazón y elevemos nuestra alabanza como el


salmista: “¡Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho!”.
Escuchemos con atención.

13
ORACIÓN DE LOS FIELES

Con el corazón lleno de amor y de fe, dirijamos al Padre del


cielo nuestra oración por medio de Cristo, Servidor y Pastor,
diciendo:

R/ Padre bondadoso, escucha a tus hijos.

 Por la Iglesia extendida por toda la tierra, para que se vea


siempre asistida por el Espíritu amoroso de Cristo, y sea
instrumento de reconciliación. Oremos.

 Por el Papa Francisco y todos los ministros de la Iglesia, para


que cumplan con pasión y firmeza su labor de pastores, y guíen
al pueblo por los caminos de la justicia y de la santidad. Oremos.

 Por los gobernantes, para que trabajen por la construcción de


un mundo mejor, y busquen la paz, la equidad y la justicia social.
Oremos.

 Por los más necesitados, para que encuentren en Cristo, la


fortaleza para luchar contra toda dificultad, y sean promotores
del Evangelio que da la vida. Oremos.

 Por nosotros, aquí reunidos, en la mañana del Jueves Santo,


para que el ejemplo de Cristo nos mueva a ser agentes del
perdón y de la caridad. Oremos.

Abre Padre bondadoso, tus entrañas de misericordia y recibe


las súplicas de tus hijos, que imploran tu bendición y la gracia
de tu amor infinito. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

14
MISA VESPERTINA DE LA CENA DEL SEÑOR

Tener preparado: Ornamentos blancos, sillas (para el presidente, los


ministros y los apóstoles), palangana, jabón y toalla, copones con hostias
en abundancia para el jueves y viernes santo, incensario y naveta, capa
pluvial y velo humeral para la procesión hacia el monumento.

MONICIÓN INICIAL
Hermanos, la esperanza cristiana se ve fortalecida en esta
celebración que inicia el Triduo Pascual, centro de nuestra fe en
Cristo que muerto y resucitado nos da la salvación.
La celebración de esta tarde gira en torno al amor. Amor del Dios
Padre, que amándonos hasta el extremo nos da a su Hijo único;
Amor del Señor que se sienta a la mesa con sus discípulos por
última vez, allí en la intimidad les manda amarse unos a otros, y
como muestra de ello les lava los pies; les promete, además estar
con ellos siempre, por lo que instituye la Eucaristía como
actualización de su presencia y el orden sacerdotal para el servicio
de los hombres.
Hoy nos sentimos invitados por el mismo Cristo, que por medio del
presbítero, eleva nuestra vida como ofrenda de amor, y nos
disponemos para compartir esta Cena, donde es el mismo Señor
quien preside.
Vivamos esta celebración participando activamente, como
respuesta a la caridad infinita de Dios.

MONICIÓN PARA EL GLORIA


El himno del Gloria es el canto de alabanza a Dios por sus acciones
maravillosas y es la respuesta del corazón que se siente acogido y
perdonado. Hoy lo entonaremos, acompañados por el gozoso
repicar de las campanas, que no se usaran más hasta la noche del
Sábado Santo, cuando anuncien al mundo la noticia de la
Resurrección.
Unamos nuestras voces a este cántico de adoración.

Se dice Gloria. Mientras se canta, hay repique de campanas: Al terminar,


no se volverán a tocar hasta el momento del Gloria en la Vigilia Pascual.
En algunos lugares, donde se acostumbra, este es el momento para tocar
la matraca.

15
MONICIÓN A LA LITURGIA DE LA PALABRA
La liturgia de la Palabra de esta Tarde Santa, nos habla de la
Pascua, el paso y la liberación obrada por Dios en favor de su
pueblo. Es en el marco de esta fiesta que Jesús puesto a la mesa
con los suyos, les enseña el verdadero y auténtico poder. Es en su
Cuerpo y en su Sangre ofrecidos, donde se sella y se abre la nueva
alianza basada en el mandamiento del amor.

Dispongámonos a recibir este mensaje con fe y esperanza. Que al


conmemorar este día “alcemos la copa de la salvación invocando
el nombre del Señor”.

Terminada la Homilía, el sacerdote pasa al altar donde deja la casulla y se


ciñe, para proceder a realizar el gesto del lavatorio de los pies, puede
invitarse a los fieles a la contemplación y acompañarse de un canto
adecuado para este momento.

MONICIÓN AL LAVATORIO DE LOS PIES


No pudiendo amar más a los suyos, Cristo imagen y modelo del
servicio, realiza el acto más humilde: se pone a los pies de sus
discípulos para lavarlos. Así les recuerda lo que antes les había
dicho: “el que quiera ser el primero que sea el último y el esclavo
de todos”.

Contemplemos este gesto en el Sacerdote que nos preside. Él


dejando sus ornamentos litúrgicos, lava los pies de doce personas
de nuestra comunidad. Tomemos este acto como ejemplo de
solicitud y de caridad, para que nos motivemos en el servicio de
quienes nos necesitan.

Una vez terminado el lavatorio, el Sacerdote lava sus manos, se reviste de


nuevo y pasa a la Sede, desde donde dirige la oración universal. No se
dice Credo.

16
ORACIÓN DE LOS FIELES

Con el corazón lleno de amor y de fe, dirijamos al Padre del


cielo nuestra oración por medio de Cristo, Servidor y Pastor,
diciendo:

R/ Padre bondadoso, escucha a tus hijos.

 Por la Iglesia extendida por toda la tierra, para que se vea


siempre asistida por el Espíritu amoroso de Cristo, y sea
instrumento de reconciliación. Oremos.

 Por el Papa Francisco y todos los ministros de la Iglesia, para


que cumplan con pasión y firmeza su labor de pastores, y guíen
al pueblo por los caminos de la justicia y de la santidad. Oremos.

 Por los gobernantes, para que trabajen por la construcción de


un mundo mejor, y busquen la paz, la equidad y la justicia social.
Oremos.

 Por nosotros aquí reunidos para que el ejemplo vivo del Señor
Jesús que inclinándose lava los pies de sus discípulos nos
mueva a servir con humildad y sencillez a quienes nos rodean.
Oremos

 Por nuestra comunidad parroquial congregada en esta tarde del


Jueves Santo, para que viviendo el mandato del amor nos
convirtamos en agentes de reconciliación, paz y caridad para
todos. Oremos

Abre Padre bondadoso, tus entrañas de misericordia y recibe


las súplicas de tus hijos, que imploran tu bendición y la gracia
de tu amor infinito. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

17
Una vez terminada la oración postcomunión, se dispone lo necesario para
la procesión al lugar del Monumento Eucarístico.

MONICIÓN AL TRASLADO DEL SANTÍSIMO


En la Eucaristía, encontramos a Jesús, vivo, presente y real, en su
cuerpo, sangre, alma y divinidad. Es la manera como él mismo,
cumple la promesa de “estar con nosotros hasta el fin del mundo”.

Nos disponemos para acompañar la procesión al monumento, el


lugar donde podremos encontrar al Amor de los amores, que nos
espera para la adoración, la acción de gracias y la reparación en
este triduo pascual. Allí Jesús se hace prisionero en bondad por
nosotros.

Vivamos este momento lleno de gratitud y de fe.

El sacerdote tomando la capa pluvial y el velo humeral, cubre la Divina


majestad, y la lleva en solemne procesión, una vez hecha la reserva invita
al pueblo a la oración

MONICIÓN FINAL
Esta solemne liturgia termina en silencio, un silencio que se
prolongará hasta el grito del Gloria triunfante de la resurrección. No
se nos imparte la bendición puesto que las celebraciones del triduo
pascual forman una sola liturgia. Vayamos a testimoniar al mundo
lo que hemos vivido y oído hoy.

18 ÍNDICE
7. VIERNES SANTO

PASIÓN DEL SEÑOR


En este día, en que ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo, la Iglesia,
meditando sobre la pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz, conmemora
su nacimiento del costado de Cristo dormido en la Cruz e intercede por la salvación
de todo el mundo.

En la tradición popular este día asume una dimensión de tristeza profunda, de luto;
sin embargo, la liturgia del Viernes Santo, a pesar de su austeridad, expresa una
serena y majestuosa solemnidad. No por casualidad los ornamentos son de color
rojo, como en el día en que se conmemora la entrada triunfal de Jesús en
Jerusalén, o como en los días en los que la Iglesia celebra la entrada triunfal de
los mártires a la Jerusalén celestial, o como en el día de Pentecostés cuando se
celebra el triunfo del Resucitado, que como máximo fruto de la Pascua envía el
Espíritu Santo sobre su Iglesia.

La Iglesia celebra la hora de la muerte de Jesús como la hora del triunfo. En efecto,
el lenguaje litúrgico habla de la pasión y muerte gloriosa; por otro lado, Jesús
mismo habla de su muerte en estos términos: “Ha llego la hora de que sea
glorificado el Hijo del hombre… Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos
hacia mí… Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique
a ti…” (Jn 12-17).

Tristeza y alegría, solemnidad y austeridad se entremezclan en este día. No por


casualidad el Evangelio de san Juan hace coincidir la muerte del Señor en la cruz
con la celebración de la pascua judía, cuando se sacrificaban los corderos
pascuales. Con su muerte Jesús ha iniciado y dado cumplimiento, al mismo
tiempo, a su pascua y a la nuestra; en él se resume nuestro éxodo y nuestra
esperanza final.

19
Elementos necesarios para la celebración:
Misal, libro de la sede, leccionarios, ornamentos rojos, copias suficientes
para la lectura de la pasión del Señor, la cruz que se va a llevar en
procesión, cruces para el momento de la adoración, mantel del altar para
el momento de la sagrada comunión, ciriales para acompañar el Santísimo
Sacramento desde su lugar de reserva hasta el altar.

MONICIÓN INICIAL
Con esta solemne Memoria de la Muerte de Cristo, entramos en el
centro mismo de su misterio de amor por nosotros; amor hasta la
muerte; entrega total que tendrá su plenitud en la Resurrección. En este
día la Cruz no se nos muestra como signo de derrota, sino de triunfo.
Hoy la vida se adentra en el mar de la muerte para destruirla de forma
definitiva. Por eso, siguiendo una antiquísima tradición de la Iglesia, hoy
no se celebra la Eucaristía; pero dentro de esta solemne celebración,
vivimos la triple Pasión: Pasión proclamada, en la liturgia de la Palabra;
Pasión venerada, en la adoración de la Santa Cruz y Pasión comulgada
en la distribución de la sagrada Eucaristía.
Llenos de fervor por aquel que nos amó primero, celebremos la muestra
de amor que nadie nos podrá dar jamás, que nos mueve a perdonar a
los demás y a contemplar cómo se restablece nuestra unión con Dios
por toda la eternidad.

El sacerdote, revestido como para la misa, en silencio se dirige al altar, y


hecha la debida reverencia, se postra rostro en tierra y ora en silencio
durante algún tiempo

MONICIÓN A LA POSTRACIÓN
El dolor profundo que siente la Iglesia, por la humillación y la muerte de
Jesús, es manifestado por la postración de sus ministros, rostro en
tierra. Ellos, con sus vestiduras rojas extendidas por el suelo,
representan la sangre redentora derramada, que lavó y purificó la
mancha del pecado con el que merecimos la condenación. Que, al
levantarse de nuevo los ministros, nosotros podamos entender que es
Cristo mismo quien ha rebajado su gloria para levantar nuestra
humanidad caída. Pongámonos todos de rodillas

Cuando el sacerdote se levante se invita al pueblo a ponerse de pie


diciendo: “Se pueden levantar”.
El sacerdote va a la sede donde dice, con las manos juntas, la oración
colecta. No se dice “oremos”.

20
PRIMERA PARTE:
LITURGIA DE LA PALABRA

MONICIÓN A LA LITURGIA DE LA PALABRA


En esta tarde, la sagrada liturgia nos muestra a Jesús, desde el
Antiguo Testamento, como el Hombre o Varón de dolores, el Siervo
sufriente de Yahvé, quien, compadecido de la humanidad, decide
compartir su dolor en la prueba de la ignominia y la desolación.
Que nuestro corazón estremecido, al escuchar el cántico de Isaías,
se llene de esperanza con la carta a los Hebreos, que muestra a
Jesús como el Sacerdote que se apiada de nuestra condición, para
que cuando San Juan nos lleve hasta el Gólgota, nos entreguemos
totalmente, exclamando, junto con Jesús: “Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu”.

Terminada la Pasión, si se juzga oportuno, puede hacerse una breve


homilía. También puede guardarse un tiempo breve de silencio. Luego se
procede a la oración universal

ORACIÓN UNIVERSAL

MONICIÓN
Todo nos ha sido dado por el sacrificio redentor de Jesús; por eso,
con confianza, sabiendo que Él ahora está en las manos del Padre,
a quien ha entregado su Espíritu, supliquémosle con esta plegaria
universal para que la Iglesia Santa que ha sido purificada en virtud
de su sangre preciosa, alcance la salvación.

I. Por la Santa Iglesia.


Oremos, queridos hermanos, por la Santa Iglesia de Dios, para que
Dios nuestro Señor se digne concederle la paz, la unidad, y su
protección en toda la tierra; y para que nos conceda una vida
pacífica y serena para glorificarlo como Dios Padre omnipotente.

II. Por el Papa.


Oremos también por nuestro santo Padre el Papa Francisco, para
que Dios nuestro Señor, quien lo eligió en el orden del episcopado
para regir al pueblo santo de Dios, lo preserve de todo mal, para
bien de su Santa Iglesia.
21
III. Por todos los ministros y el pueblo de Dios.
Oremos también por nuestro Obispo Noel Antonio Londoño, por
todos los obispos, presbíteros y diáconos de la Iglesia, y por todos
los fieles del pueblo santo.

IV. Por los catecúmenos.


Oremos también por los catecúmenos, para que Dios nuestro
Señor escuche sus oraciones, les abra de par en par la puerta de
la misericordia, y, perdonados todos sus pecados por el bautismo,
queden incorporados a Cristo Jesús Señor nuestro.

V. Por la unidad de los cristianos.


Oremos también por todos los hermanos que creen en Cristo, para
que Dios nuestro Señor se digne congregar y custodiar en la única
Iglesia a quienes viven de acuerdo con la verdad.

VI. Por los judíos.


Oremos por los judíos, que fueron los primeros a quienes hablo
Dios nuestro Señor, para que Él les conceda crecer en el amor de
su nombre y en la fidelidad de su alianza.

VII. Por los que no creen en Cristo.


Oremos por los que no creen en Cristo, para que, también ellos,
iluminados por el Espíritu Santo, puedan entrar en el camino de la
salvación.

VIII. Por los que no creen en Dios.


Oremos también por los que no conocen a Dios, para que viviendo
rectamente según su conciencia merezcan encontrarlo.

IX. Por los gobernantes.


Oremos por todos los gobernantes de las naciones, para que, de
acuerdo con sus designios, Dios nuestro Señor los dirija en sus
pensamientos y en sus decisiones hacia una autentica paz y
libertad para todos.

X. Por los que sufren.


Oremos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para
que, en todo el mundo, aleje los errores, haga desaparecer las
enfermedades y erradique el hambre, redima a los encarcelados,
rompa las cadenas, proteja a los viajeros, conceda pronto regreso
a los emigrantes y peregrinos, dé salud a los enfermos y conceda
la salvación a los moribundos.
22
SEGUNDA PARTE
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ

El sacerdote con los ministros se dirige a la puerta del templo para iniciar
la procesión con la cruz cubierta.

MONICIÓN A LA PROCESIÓN CON LA SANTA CRUZ


El árbol de la Cruz en que ha sido inmolado el Cordero Santo como
oblación perfecta, representa para nosotros el signo más elocuente
del amor de Dios por los hombres. Recibamos ahora la Cruz del
Señor mientras contemplamos el misterio insondable de su
entrega.

A la aclamación hecha “MIRAD EL ÁRBOL DE LA CRUZ DONDE


ESTUVO CLAVADA LA SALVACIÓN DEL MUNDO”, todos
vamos a responder: “VENID ADORÉMOSLE”.

MONICIÓN A LA ADORACIÓN DE LA CRUZ


El misterio de la Cruz ha sido desvelado, ya no es un signo de
maldición, sino que es el signo vivo del auténtico cristiano. Pero,
¿por qué adorarla? Desde que Cristo murió en la Cruz, ya no hay
Cruz sin Cristo, ni Cristo sin Cruz; su sangre ha impregnado por
completo el leño que alguna vez nos trajo la maldición, de manos
de nuestros primeros padres. Ahora, con toda devoción y con la
certeza de que por este madero Santo han sido perdonados
nuestros pecados, adorémosle reverentemente.

MONICIÓN A LA OFRENDA DE LOS SANTOS LUGARES


La ofrenda que se recolecta hoy, se destinará para el sostenimiento
de los Santos lugares, que son aquellos donde, según la Tradición,
nació, vivió, murió y resucitó Jesucristo nuestro Señor.
Recordemos que es deber de todo cristiano colaborar con el
sostenimiento de estos Santos lugares, signos físicos donde se
forjó nuestra Iglesia.

23
TERCERA PARTE
SAGRADA COMUNIÓN

En este momento se tiende el mantel sobre el altar y se ponen el corporal


y el misal. Luego, el sacerdote u otro ministro, va al lugar donde se
encuentra la reserva y traslada el santísimo sacramento hasta el altar.
El sacerdote hace genuflexión y da lugar al rito de la comunión de la forma
acostumbrada, pero omitiendo el rito de la paz y el canto del Cordero de
Dios.

MONICIÓN A LA DISTRIBUCIÓN DE LA SAGRADA COMUNIÓN


Dios se ha hecho manjar, trigo molido por los clavos de la Cruz. Por
esto, se viste de nuevo el altar, se encienden los cirios y se traslada el
cuerpo de Cristo hasta allí. Al recibirlo, aceptamos con toda radicalidad
participar de los sufrimientos de su Pasión. Que, por medio de este pan
de ángeles, fermentado por el dolor y el sufrimiento, seamos colmados
de la fortaleza suficiente para vivir como verdaderos hijos de Dios, libres
ya de todo pecado.

Terminada la distribución de la sagrada comunión, el sacerdote o un


ministro idóneo lleva el copón al lugar preparado para la reserva. Después
el sacerdote hace la oración postcomunión. En seguida, de pie, vuelto
hacia la asamblea, y extendiendo sus manos, pronuncia la oración sobre
el pueblo. Y todos después de hacer genuflexión ante la cruz, se retiran
en silencio.

MONICIÓN FINAL
Habiendo celebrado ya el misterio salvador de la muerte de Cristo,
continuamos el curso del Triduo Pascual, y como es una sola
celebración, la Iglesia reserva impartir la bendición hasta el día de
mañana. Permanezcamos en silencio ante este admirable acto de
amor, guardando el luto de nuestro Dios, que yace en el seno de
la tierra, mientras esperamos la resurrección gloriosa que disipa
las tinieblas de la muerte.

24 ÍNDICE
8. SÁBADO SANTO

CELEBRACIÓN DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR


“Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe” (1 Co 15,
14). La resurrección de Cristo es el centro y la esperanza de todo el mensaje cristiano,
por esto la Pascua es la máxima celebración del culto cristiano.

El Triduo de la Pasión y de la Resurrección del Señor es la cumbre del año litúrgico, ya


que por el misterio pascual de Cristo se ha cumplido la obra de la redención humana y la
perfecta glorificación de Dios; con su muerte Cristo destruyó nuestra muerte y resucitando
nos dio nueva vida. La importancia que tiene el domingo en la semana, es la misma que
tiene la Pascua en el año litúrgico. La Pascua de resurrección es la madre, la raíz, la
primera de todos los domingos.

Según una antiquísima tradición, esta es una noche de Vigilia en honor del Señor. Los
fieles, siguiendo la amonestación del Evangelio, llevando en sus manos lámparas, deben
asemejarse a los siervos que aguardan al retorno de su Señor para que, cuando él vuelva,
los encuentre en vela y los haga sentar a su mesa.

Desde el comienzo la Iglesia ha celebrado la Pascua anual, solemnidad de solemnidades,


con una vigilia nocturna. En efecto, la resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra
fe y de nuestra esperanza y por medio del Bautismo y la Confirmación hemos sido
incorporados al misterio pascual de Cristo, es decir, muertos, sepultados y resucitados
con Él, reinaremos también con él.

Esta Vigilia es la espera escatológica de la venida del Señor. Esta es la llave interpretativa
para leer y comprender correctamente los diversos momentos rituales de la Vigilia
Pascual y su celebración en las horas de la noche; la Vigilia no es ya celebración del
Sábado Santo sino dominical. Es apenas evidente que los ornamentos litúrgicos de esta
celebración son de color blanco, el color de fiesta. No está de más recordar que esta
Vigilia es única.

25
SOLEMNE VIGILIA PASCUAL

TENER PRESENTE:
Fogata, ciro pascual, vela para encender el cirio, bolas de incienso para
incrustar en el cirio, incensario sin encender (se toman los carbones de la
fogata), naveta, Misal Romano, sonido, leccionario, suficiente agua para
bendecir y que alcance para el momento de la aspersión.

PRIMERA PARTE
LITURGIA DE LA LUZ

En torno al fuego

MONICIÓN INICIAL
Hemos llegado a la gran celebración de la Vigilia Pascual: la noche
Santa en que nuestro Redentor pasa de la muerte a la vida, y con
Él la humanidad entera. La amargura da paso al triunfo y a la
alegría. Ahora han quedado suprimidas para siempre, la mentira,
la injusticia, la misma muerte. La palabra última y definitiva es el
Amor: la vida de Dios.” Cristo es nuestra Pascua” (1 Co 5,7).
Celebremos con gran alegría y profundo sentimiento de fe.

Ritos iniciales

MONICIÓN LUEGO DE LOS RITOS INICIALES


Iniciamos la primera parte de esta celebración: la bendición del
fuego y preparación del Cirio Pascual. Cristo triunfante y vencedor
es simbolizado en la LUZ que se impone sobre las tinieblas. Y
nuestros pequeños cirios simbolizan que queremos prolongar la
LUZ y el triunfo de Cristo.

MONICIÓN ANTES DE LA BENDICIÓN DEL FUEGO


En medio de las tinieblas que ahora nos rodean, se bendecirá el
fuego, del cual se encenderá el Cirio Pascual, símbolo de Cristo
resucitado. Las candelas que se encenderán del Cirio, son símbolo
de la vida nueva que el Señor nos comunica mediante su Espíritu
resucitado, fuerza real y permanente para cuantos quieren vivir
caminando en la verdad, el amor y la justicia.

26
MONICIÓN A LA PREPARACIÓN DEL CIRIO PACUAL
El Cirio Pascual representa a Cristo Resucitado, presente entre
nosotros. Por eso el sacerdote graba en él una cruz, pronuncia unas
palabras que lo reconocen como Señor de la historia, y le incrusta cinco
granos de incienso que recuerdan las llagas de su Pasión y su Muerte.
MONICIÓN AL ENCENDER EL CIRIO
Ahora el sacerdote enciende el Cirio, Cristo ha resucitado, vive glorioso
para siempre y nos comunica su luz y su vida.

Las luces del templo permanecen apagadas, al llegar a la mitad del templo
se encienden las velas de los fieles con la luz tomada del Cirio Pascual.

MONICIÓN A LA PROCESIÓN CON EL CIRIO


El sentido pascual de esta procesión que a continuación tendremos con
el Cirio, es evidente. Somos el nuevo Pueblo de Dios, nacido de la
Pascua: peregrinos, seguimos a Cristo resucitado, nuestra cabeza y luz
del mundo, a través del desierto de la vida presente hacia la patria
celestial. Iluminados por la luz del Cirio, seguiremos a cristo que sale
resplandeciente del sepulcro.
A las aclamaciones del Sacerdote: “LUZ DE CRISTO”. Respondemos:
“DEMOS GRACIAS A DIOS”.
MONICIÓN AL LLEGAR AL ALTAR
Cristo está en medio nuestro, la humanidad entera se goza en su
resplandor, la luz del resucitado llena el corazón, invade a este Templo
y a la Iglesia Universal. Sentimos que la Vida de Cristo palpita en
nuestro medio, Cristo es el Victorioso, Cristo es el Fundador.
MONICIÓN AL PREGÓN PASCUAL
El corazón de la Iglesia, al verse iluminada por el resplandor de tanta
luz, estalla en un himno de alegría y de acción de gracias, pregonando
las maravillas que Dios realiza esta noche: llenos de alegría aclamemos
a Cristo, nuestra vida. Iluminados con la luz del nuevo fuego pascual,
repasaremos la historia de la salvación. Dios, en su infinita misericordia,
ha querido que todas sus criaturas lleguen a contemplar su rostro. Esta
historia maravillosa comienza con la Creación y alcanza su punto más
elevado en la resurrección de Cristo.
Como preparación para la Liturgia de la Palabra, gocémonos con el
canto del Pregón Pascual. Permanecemos de pie y escuchemos con
atención.
MONICIÓN AL TÉRMINO DEL PREGÓN PASCUAL
Podemos apagar los cirios, que se encenderán de nuevo en la
renovación de las promesas bautismales. Nos podemos sentar.
27
SEGUNDA PARTE
LITURGIA DE LA PALABRA
MONICIÓN A LA SEGUNDA PARTE
Llegamos al segundo momento de esta celebración: La Liturgia De
La Palabra. Con el Pregón Pascual hemos entrado en la noche
Santa de la resurrección del Señor. Los primeros cristianos
pasaban esta noche en vela, amanecían recordando la historia del
pueblo, los acontecimientos que para ellos fueron importantes y la
actuación de Dios en ellos.
Escuchemos con amor, las Sagradas Escrituras, en las que Dios
ha querido que quedaran grabadas las etapas de nuestra historia,
que es historia de gracia y salvación; a la vez que escuchamos la
llamada a la consolación y a la felicidad plena que viene de Dios
en la voz de los profetas.
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Gn 1, 1-2, 2
Sal. 103.1-2a. 5-6. 10. 12-14ab. 24. 35
Esta primera lectura relata el comienzo de la historia de la
salvación. Dios crea todas las cosas, incluyendo al hombre y a la
mujer, y queda complacido al mirar que todo cuanto ha creado es
bueno. Toda la creación le ha sido confiada a la criatura por
excelencia, el ser humano, para que se sirva de ella. Es el plan de
Dios que el hombre y la mujer, creados a su imagen y semejanza,
tengan vida abundante y le sirvan y honren en todo momento.
Escuchemos con atención…
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Gn 22, 1-18
Sal. 15.5. 8-11
Dios está presente en la historia de los hombres y las mujeres y los
llama. Abraham es un hombre que supo responder a esa llamada
de Dios, incluso cuando pensó que Dios le exigía la muerte de su
hijo. Pero Dios no quiere muerte, sino vida.
MONICIÓN A LA TERCERA LECTURA
Ex 14, 15-31, 15,1
Ex 15.1b-6. 17-18
La historia del pueblo Israel está marcada por un hecho
fundamental, un hecho que será su Pascua: el recuerdo del paso
de la esclavitud a la libertad. Escucharemos ahora ese relato lleno
de maravilla y de gozo. El nacimiento de un pueblo que empieza a
ser libre y que reconoce que es obra de Dios.
28
MONICIÓN A LA CUARTA LECTURA
Is. 54.5-14
Sal. 29.2. 4-6. 11-12a.13b
El profeta Isaías nos habla a continuación de las riquezas de la
salvación. Dios tiene en sus manos todos los bienes y los pone a
disposición de su pueblo. “Quien tenga necesidad que venga a mí”,
dice el Señor por boca de su profeta. Dios promete sellar con su
pueblo una alianza eterna y la palabra de su boca no regresará a
Él sin haber sido cumplida.
MONICIÓN A LA QUINTA LECTURA
Is. 55, 1-11
Is. 12.2-6
El profeta Isaías nos ofrece su palabra y de parte de Dios la alianza
perpetua. Dios se acerca al hombre por su palabra que anuncia la
salvación y también madura y transforma al hombre.
MONICIÓN A LA SEXTA LECTURA
Bar. 3, 9.15.32,4-4
Sal. 18.8-11
Usando como instrumento al profeta Baruc, Dios invita
nuevamente al pueblo de Israel, y también nos invita a nosotros
hoy, a dejar el pecado y a seguir lo que le agrada a Él.
MONICIÓN A LA SÉPTIMA LECTURA
Ez. 36.17a.18-28
Sal. 41.3. 5bcd; 42.3-4
El pueblo de Israel en el exilio se aleja de Dios, se torna
desobediente y comienza a practicar la idolatría. La conducta del
pueblo desacreditaba el buen nombre de Dios. Nuestra conducta y
actitudes también pueden hacer que el mundo pregunte: “¿No son
éstos, acaso, los que se hacen llamar hijos de Dios?” Pero Dios no
renuncia a su plan salvífico y nos redime, no por nuestros propios
méritos, sino por su inmensa misericordia y por su amor sin límites.
Terminada la oración de esta séptima lectura, se hace la monición al Gloria
y el sacerdote lo entona. Como manifestación jubilar, se repican las
campanas y se encienden las velas del altar.

MONICIÓN AL GLORIA
En el silencio de esta noche, estamos recordando la constante y
siempre renovada acción de Dios para dar la vida al hombre. Por
eso, y antes de escuchar las lecturas de la Nueva Alianza,
cantamos el himno de alabanza a Dios. La gloria de Dios es la vida
del hombre. Entonemos con gran alegría en esta noche santa el
gran himno de alabanza al amor de Dios.
29
MONICIÓN A LA EPÍSTOLA
Rom 6, 3-11
Sal. 117.1-2. 16-17. 22-23
San Pablo nos dice que, por el Bautismo, hemos sido incorporados
a Cristo y participamos de su misterio Pascual. Cristo muere en la
cruz y con ello propicia nuestra muerte al pecado. Cristo resucita y
su resurrección es alegría para todos ya que, por su Victoria,
tenemos Vida. Escuchemos gozosos, pues el triunfo de Cristo es
nuestro propio triunfo.
Terminada la Epístola del Apóstol se hace la monición al canto del Aleluya.

MONICIÓN AL ALELUYA
Este gozo, esta noticia, es tan grande y maravillosa que no se
agota en una celebración, en un gesto, en un rito. Vamos ahora a
proclamar nuestra alabanza al Dios de la Vida por esta Redención
amorosa que hoy se sella. En acción de gracias, en alabanza,
cantemos jubilosos el Aleluya que entona el Sacerdote. Es
tributarle culto a Dios Padre por la Resurrección de su Hijo
Jesucristo. Nos ponemos de pie.
MONICIÓN AL EVANGELIO
El Sepulcro está vacío, la muerte ha sido destronada de su imperio.
Llevemos hasta el corazón este relato Evangélico que nos pone de
nuevo frente al hecho central de nuestra fe, la Resurrección de
Cristo. En este acontecimiento se cimienta toda nuestra doctrina,
toda la Iglesia, toda nuestra esperanza, porque hay algo claro, si
Cristo no hubiere resucitado vana es nuestra fe. Pero lo hizo,
venció la muerte, nos devolvió la vida y por eso nuestra fe, nuestra
Iglesia y nuestra esperanza tienen razón de ser: CRISTO ESTÁ
VIVO.
TERCERA PARTE
LITURGIA BAUTISMAL
Terminada la homilía se procede a la monición de la liturgia bautismal.

MONICIÓN A LA LITURGIA BAUTISMAL


La Iglesia desde los primeros siglos, ligó a la noche Pascual la
celebración del bautismo. Sacramento por el cual somos hechos
miembros vivos de la Iglesia y adquirimos el signo indeleble de
cristianos. Somos inmersos en la muerte de Cristo, pero también
resucitamos con Él a la vida nueva. Nosotros vivamos este
momento como renovación de nuestros compromisos bautismales.
30
MONICIÓN A LAS LETANÍAS (si hay bautismos)
Toda la Iglesia está de fiesta, vamos a invocar ahora a los santos,
Iglesia triunfante, quienes perciben plenamente el gozo seductor
de la Resurrección del Señor Jesús. A ellos les pedimos que nos
ayuden a valorar y conservar este júbilo. Los invocamos para que
nos ayuden a permanecer en la gracia. Permanecemos de pie.

MONICIÓN BENDICION DEL AGUA BAUTISMAL


Unámonos al sacerdote que invoca a Dios para que envíe, por
medio de Jesucristo, al Espíritu Santo sobre esta agua, que será
bendecida para santificar a los hombres. En esas aguas sagradas,
la Iglesia dará vida nueva, vida de Cristo a sus nuevos hijos.
Aclamemos al Señor por sus maravillas.

Con la bendición del agua y la renovación de las promesas


bautismales haremos memoria de nuestro bautismo.

MONICIÓN RENOVACION DE LOS COMPROMISOS


BAUTISMALES
Ahora, encendamos nuestros cirios para renovar nuestro
compromiso bautismal. La luz será tomada del Cirio Pascual.

Con un cirio encendido como lo hicieron nuestros padrinos el día


de nuestro bautismo, vamos a renovar nuestros compromisos de
cristianos, vamos a ratificar nuestra adhesión a Cristo, y
públicamente vamos a presentar nuestro rechazo y renuncia total
al demonio. Nos comprometemos con Jesucristo, en Él creemos,
en Él esperamos, de ÉL somos.

MONICIÓN A LA ASPERSIÓN
Ahora, recordando nuestro propio bautismo por el que se nos
incorporó a la vida de Dios, vamos a recibir sobre nosotros el agua
que se acaba de bendecir. Se trata de un signo que nos hace
presente la grandeza de Dios y el compromiso que adquirimos en
el bautismo, cuando renacimos a la nueva Vida de Cristo
Resucitado.

Terminada la aspersión, el sacerdote vuelve a la sede y, omitido el credo,


preside la oración de los fieles.

31
ORACIÓN DE LOS FIELES

Partícipes de la inmensa misericordia de Dios Padre, que nos


ha renovado con la Resurrección de su Hijo, pidamos,
hermanos, para que todos los hombres gocen de los bienes
del mundo nuevo inaugurado por la Pascua del Señor,
diciéndole confiadamente:

R/ Por la Resurrección de tu Hijo, escucha Señor nuestra


oración.

 Por la Iglesia Universal, para que estas fiestas pascuales la


colmen de gozo, y la impulsen a anunciar a todos los hombres
la Buena Nueva de la Salvación. Oremos

 Por el Papa Francisco, obispos y sacerdotes, para que puedan


apacentar según la voluntad del Resucitado, el rebaño que se
les ha encomendado. Oremos.

 Por los líderes de las naciones, para que, poniendo a un lado


las diferencias e intereses personales, trabajen a la luz del
Resucitado por la paz, la unidad y la justicia. Oremos.

 Por los niños y jóvenes de nuestra comunidad, para que, con la


ayuda de sus mayores, puedan abrir sus corazones a Jesús y
hallen en Cristo Resucitado la respuesta a sus inquietudes.
Oremos.

 Por los pobres y abandonados, para que veamos en ellos el


rostro de Cristo que vence el sufrimiento, y asumamos de una
vez, nuestra responsabilidad fraternal. Oremos.

 Por todos los que estamos aquí reunidos, para que el triunfo de
Jesucristo sobre la muerte nos haga esperar la venida definitiva
de su Reino. Oremos.

Señor Dios, que libraste de la muerte a tu Hijo, nuestro Señor


Jesucristo, escucha con amor las oraciones de la Iglesia y
líbrala de todos los males. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
32
CUARTA PARTE
LITURGIA EUCARÍSTICA

MONICIÓN A LA LITURGIA EUCARÍSTICA


Estamos en el corazón de la Vigilia Pascual. Glorifiquemos y
demos gracias al Padre porque en Cristo resucitado nos abre el
camino de la vida. Junto con el Pan y el Vino ofrezcamos al Señor
la decisión de obrar con rectitud y santidad junto a Jesús, nuestro
Cordero pascual, que ha sido inmolado.

MONICIÓN FINAL
Bendito sea el Señor que ha resucitado para nuestro bien, y que al
vencer la muerte se ha hecho Rey de la Luz y ha opacado las
tinieblas.

33 ÍNDICE
9. DOMINGO DE PASCUA

Se celebra la misa de Pascua con gran solemnidad. Hoy conviene que en el acto
penitencial se haga aspersión con el agua bendita de la Vigilia.

El domingo de Pascua es el fruto de la Vigilia de resurrección y se convierte, por tanto,


en el origen de todos los domingos. Quienes no hayan podido, por diversas razones,
participar de la Vigilia deben de alguna forma referirse a ella para poder comprender el
sentido del domingo; por esta razón, se recomienda comenzar la misa del día recordando
la Vigilia con la aspersión del agua bendita y, si se puede, con la celebración del
sacramento del Bautismo.

Aunque la Eucaristía de este día no difiere en su estructura de las demás celebraciones


dominicales, en cuanto origen y modelo de todas, se recomienda al máximo solemnidad.

Sólo en la liturgia de la Palabra aparece un elemento nuevo: la antigua secuencia


Victimae Paschali laudes que se remonta al siglo XI. Se trata de una composición poética,
muy cercana a los cantos populares de la época, que, en las grandes solemnidades,
buscaba favorecer la participación de todos los fieles. Hoy día su finalidad es diferente.
La secuencia, con su melodía, es un precioso testimonio de la piedad medieval que
todavía hoy fascina y comunica profundo sentimientos de fe.

Los textos de la Sagrada Escritura de este día son un reiterado anuncio de la resurrección
de Cristo que encuentra eco en frecuentes aleluyas, desde el canto de entrada y el salmo
responsorial hasta la despedida como en la Vigilia Pascual: “Podéis ir en la paz de Cristo,
aleluya, aleluya. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya”.

34
DOMINGO DE RESURRECCIÓN

MONICIÓN DE ENTRADA

¡Aleluya! Cristo ha resucitado y está entre nosotros. Su Pascua es


nuestro gozo y su victoria, nuestro triunfo. Hoy es el día en que
actuó el Señor, por eso nuestro corazón rebosa en alegría. Este es
el domingo más importante del año. Este acontecimiento es el que
nos llena de confianza, pues tenemos la certeza, que, en Jesús,
también seremos resucitados.

Participemos de esta celebración con el mismo júbilo de los


Apóstoles. Como ellos, salgamos a anunciar que nuestro Amor y
nuestra Esperanza, vive y reina eternamente.

MONICIÓN A LITURGIA DE LA PALABRA


¡Hoy es el gran día del Señor! ¡Hoy la Iglesia entera canta Aleluya!
¡El Resucitado es la razón de nuestra fe!
La liturgia de la Palabra nos presenta una verdad liberadora, que
no puede ser refutada: la certeza de que Cristo está vivo y que su
amor ha vencido.

Con el salmista, demos gracias al Señor por lo que ha hecho, ya


que ha sido un milagro patente. Pongamos nuestra mente en los
bienes del cielo, y no en los de la tierra. Revistámonos de gloria y
de santidad.

Abramos nuestro corazón a la voz del Cordero sin pecado que a


las ovejas salva.

MONICIÓN FINAL

¡Aleluya! Somos testigos de Cristo Resucitado, nos hemos


alimentado de su Palabra y de su Mesa. Vayamos alegres a dar
testimonio de nuestra Pascua. Jesucristo es la Luz maravillosa y
perpetua. Nosotros hemos sido llamados por Él para demostrar su
Luz en nuestra propia vida.

35
ORACIÓN DE FIELES

Hermanos, estamos celebrando la victoria de Cristo sobre la


muerte, dirijamos confiados nuestras súplicas al Padre:

R/ Por la Victoria de Cristo tu Hijo, escúchanos Padre bueno.

 Por la Iglesia, para que se sienta rejuvenecida a través de la


grandeza del misterio Pascual y bebiendo de sus fuentes,
encuentre la sabiduría para guiar a la humanidad. Oremos.

 Por los gobernantes, los líderes y los defensores de derechos


humanos, para que la fuerza de la resurrección ilumine sus
corazones e infunda la gracia de la justicia social. Oremos.

 Por los que no creen y han perdido la esperanza, para que la


fuerza del Resucitado y el testimonio de los cristianos, los
motive a revitalizar su vida y a emprender caminos de
conversión. Oremos.

 Por los que han muerto y han entregado su existencia en la


esperanza de la resurrección, para que, lejos de olvidarlos,
recemos por ellos y un día podamos encontrarnos en la Vida
que nunca acaba. Oremos.

 Por todos nosotros, para que, al celebrar la Resurrección del


Señor, nos llenemos de la alegría salvífica, y seamos
testimonios vivos y eficaces. Oremos.

Padre celestial, que en Jesucristo tu Hijo, exaltaste la vida


humana y la fortaleciste para caminar en gracia y salvación;
escucha nuestras súplicas y otórganos lo que confiados te
hemos pedido por su misma intercesión. Amén.

36 ÍNDICE
10. ANEXOS

10.1. MISA DE ENFERMOS Y RECEPCIÓN DE


LOS SANTOS ÓLEOS

Para tener presente:


Ornamentos blancos y los Santos Óleos en un lugar visible dentro del
templo, para llevarlos procesionalmente.

MONICIÓN INICIAL
El jueves pasado, Mons. Noel Antonio Londoño Buitrago, en
compañía del clero y la comunidad diocesana, celebró la Eucaristía
Crismal en la Catedral de Jericó. Allí fue consagrado el Santo
Crisma y bendecidos los Santos Óleos que, posteriormente, se
distribuyeron a todas las parroquias. Así se manifiesta la comunión
de los presbíteros con su Obispo. Fue la ocasión donde los
sacerdotes asistentes renovaron sus promesas de ser pastores
fieles del pueblo cristiano.
Hoy, acogemos con inmenso gozo y alegría estos Santos Óleos,
como signo y medio del que se sirve el Señor para realizar la
santificación de los hombres.

MONICIÓN A LA LECTURAS
La Palabra de Dios, nos conduce por los caminos de la justicia. Ella
se ha de recibir con un corazón abierto para hacerla vida. Ella es
la verdad que da sentido a nuestra existencia, la que nos ofrece
una voz de aliento y nos da el consuelo en la enfermedad y
sufrimiento.
A la luz del Ungido y Libertador de los cautivos, escuchemos con
atención este mensaje. Es allí donde se nos anuncia la Buena
Nueva que trae el perdón, la gracia y el día de salvación de nuestro
Dios.
37
MONICIÓN A LA PROCESIÓN DE RECEPCIÓN DE ÓLEOS
Ahora recibimos en procesión los Santos Óleos. Dos de ellos
fueron bendecidos: el de los catecúmenos y el de los enfermos.
Uno fue consagrado: el Santo Crisma. El de los enfermos, es para
confortar a todos aquellos que se encuentran en esta situación. Da
el alivio a las dolencias corporales y la paz espiritual por medio del
perdón de los pecados.
El de los catecúmenos, se utiliza en la celebración del Bautismo,
nos impregna con la fuerza del Espíritu, para ser valientes y
permanecer fieles en el camino de fe. El Santo Crisma, aceite
mezclado con perfume, se requiere en la celebración del Bautismo,
en la Confirmación, en el Orden sacerdotal, en la consagración de
los altares y en la dedicación de una Iglesia.
Contemplemos y vivamos este momento.

ÓLEO DE LOS ENFERMOS


Presentamos el óleo de los enfermos. Este óleo se utiliza para
ungirlos, dar alivio a sus dolores y fortalecer su fe.

ÓLEO DE LOS CATECÚMENOS


Presentamos el óleo de los catecúmenos, con el cual se marca a
los niños y adultos que van a recibir el bautismo. Éste los ayuda a
permanecer fieles en la fe, sobrellevando con generosidad las
contrariedades de la vida.

SANTO CRISMA
Presentamos el Santo Crisma, con el cual se unge a los
bautizados, a los confirmados, a los sacerdotes, a los obispos, a
los altares y a las iglesias. Este óleo está compuesto de aceite de
oliva y lleva, además, un bálsamo especial que significa el buen
olor de Cristo, el cual, nosotros hemos de difundir con nuestro buen
vivir.

MONICIÓN A LA ÚNCION DE LOS ENFERMOS


A continuación, los sacerdotes ungirán con el óleo de los enfermos
a todos aquellos que presentan dolencias físicas. Pedimos a Dios
para que obre en ellos su voluntad y les conceda el perdón de los
pecados, y así obtengan la salud corporal y espiritual.
38
ORACIÓN DE FIELES

A Dios Padre nuestro, amor y misericordia infinita, de quien


procede la salud y el perdón de nuestras faltas, le
presentamos nuestras súplicas diciendo:

R/. Padre de infinita bondad, escúchanos

 Por el Papa Francisco, nuestro obispo Noel Londoño,


sacerdotes y diáconos, para que el ministerio que les fue
confiado, lo lleven a cabalidad y sin fingimiento, siendo fieles al
llamado que el Señor les ha hecho. Oremos.

 Por nuestros gobernantes, para que, guiados por la luz del


Evangelio, promuevan proyectos en favor de cuidar y ayudar a
los enfermos, facilitando las condiciones necesarias de su
cuidado y atención, dándoles una vida más digna. Oremos.

 Por todas aquellas instituciones y personas que realizan la labor


de cuidar a nuestros hermanos enfermos, para que el Espíritu
de servicio y generosidad se siga fortaleciendo, haciendo
participes a más hermanos del amor y ternura de Dios. Oremos.

 Por todos los que sufren alguna dolencia corporal y espiritual,


para que unidos a Jesús y asociados a su Pasión, sientan la
fuerza necesaria para continuar dando testimonio del Señor con
el ejemplo de sus vidas. Oremos.

 Por los aquí reunidos, para que, participando del banquete de


la Eucaristía, renovemos nuestros compromisos de fe, y
seamos instrumentos del amor de Dios para aquellos que más
lo necesitan. Oremos.

Dios, baluarte y fortaleza de los que confiamos en ti, atiende


estas súplicas y concédenos la asistencia de tu Espíritu para
que siempre estemos acompañados en los momentos de
dificultad y dolor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

39 ÍNDICE
10.2. HORA SANTA

JUEVES SANTO EN LA NOCHE

MONICIÓN INICIAL
En esta noche, se muestra la belleza del amor otorgado por Jesús
a sus amigos. Esa donación, es el sublime regalo de la Eucaristía,
que es mandamiento de caridad, abrazo de unidad, y comunión
con Dios a través de Cristo en el Espíritu.

Las palabras, los gestos y las acciones de Jesús en la última Cena,


irradian la generosidad desbordante de su amor incondicional. Al
concedernos su propio Cuerpo, nos da el alimento espiritual y el
sustento diario para nuestra vida de cristianos.

Presentes ante el Señor, llenos de humildad, participemos de esta


hora santa. Como los discípulos en el monte de los Olivos,
vigilemos para no caer en tentación. Tomemos su actitud para
acompañar al Maestro en su oración al Padre.

Aprovechemos la oportunidad para pedir perdón por nuestras


faltas. Hagamos de este espacio un encuentro de hermanos en una
misma fe. Presentemos nuestras necesidades e intenciones.
Agradezcamos a Jesús su sacrificio y su pasión.

Canto eucarístico: Cantemos al Amor de los amores.


Incensación.

CELEBRANTE: En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu


Santo. Amén.

Alabanzas al Santísimo Sacramento. Breve intervención del


sacerdote.

40
PARTE INTRODUCTORIA

LECTOR 1: Señor Jesucristo, nos congregamos junto a ti en este


Jueves Santo para adorarte presente en el Santísimo Sacramento
del Altar y agradecer el don de la redención
LECTOR 2: Somos tus amigos, Señor. Tú nos amas, y queremos
corresponder a tu amor. Somos los creyentes de esta comunidad
cristiana, de esta comunidad diocesana. Tenemos hambre de ser
santos, aunque somos pecadores. Y sentimos tu llamada a ser
apóstoles entre nuestros hermanos.
LECTOR 1: Creemos, Señor, que Tú eres el camino único que
conduce al Padre. Pero son muchos los hombres, hermanos
nuestros, que andan perdidos sin saber que han sido creados por
Dios y para Dios; ignoran que Tú los has rescatado con el precio
de tu Sangre. No atinan a dar sentido a su vida, y no aspiran a
ocupar el lugar que Tú les tienes preparado en tu gloria. Por
nosotros, los creyentes. Y por los que no te conocen, venimos a
rogarte, Señor

LECTOR 2: Te agradecemos el regalo de la vida y el tesoro de la


Fe, al igual que la alegría y la esperanza que arraigas en nuestros
corazones, el don del Amor y la ilusión que nos das de ayudarte en
la salvación de nuestros hermanos.

LECTOR 1: Venimos a adorarte, Jesús, porque eres el Hijo de


Dios, Uno con el Padre y el Espíritu Santo. Vives desde siempre y
para siempre. Posees la plenitud de la gracia y eres la Sabiduría y
la Verdad. Junto con el Padre creaste todas las cosas y te ha sido
dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Eres digno de
adoración, gloria y alabanza por siempre.

LECTOR 2: Por eso te agradecemos que te hayas hecho hombre;


que estés formado de nuestro mismo barro; que conozcas nuestras
angustias, depresiones y miedos, que hayas saboreado nuestras
mismas alegrías, ilusiones y éxitos; porque tu Palabra nos alienta
y nos perdona, ilumina nuestra vida y nos hace sabios con la
sabiduría de Dios

LECTOR 1: Te queremos escuchar hoy con la fe de los doce


Apóstoles, con el amor de María tu Madre, que atesoraba en su
corazón tus gestos y tus palabras, para meditarlos y hacerlos vida.
Ayúdanos a mantenernos vigilantes y atentos como Ella, en esta
hora de adoración. Amén.
41
I. EL AMOR ES MÁS FUERTE QUE LA MUERTE
Salmo 24: Oración por toda clase de necesidades
R/ Sálvame, oh Dios de todos los peligros.
A ti, Señor, levanto mi alma
Dios mío, en ti confió, no quede yo defraudado,
que no triunfen de mis enemigos
pues los que esperan en ti no quedan defraudados,
mientras que el fracaso malogra a los traidores.
R/ Sálvame, oh Dios de todos los peligros.
Señor, enséñame tus caminos
instrúyeme en tus sendas
haz que camine con lealtad
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando.
R/ Sálvame, oh Dios de todos los peligros.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud
acuérdate de mí con misericordia
por tu bondad, Señor.
R/ Sálvame, oh Dios de todos los peligros.
El Señor es bueno y es recto
y enseña el camino a los pecadores
hace caminar a los humildes con rectitud
enseña su camino a los humildes.
R/ Sálvame, oh Dios de todos los peligros.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
Por el honor de tu nombre, Señor
perdona mis culpas, que son muchas.
R/ Sálvame, oh Dios de todos los peligros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo:
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
42
ILUMINACIÓN BÍBLICA: Jn 15, 9 - 17
Lectura del Santo evangelio según san Juan
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me
amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como
yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en
su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y
vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío que os
améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene
mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois
mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos,
porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he
llamado amigos porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he
dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo
os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis
fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que
pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es
que os améis los unos a los otros».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús
MEDITACIÓN: a criterio del Celebrante.
Canto: No me habéis vosotros elegido. Incensación.

II. “ARDIENTEMENTE HE DESEADO COMER ESTA PASCUA


CON USTEDES”
Salmo 114: Acción de gracias
R/ Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.
Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.
R/ Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.
Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor.
“Señor, salva mi vida”.
R/ Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.
43
El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo,
el Señor guarda a los sencillos
estando yo sin fuerzas me salvó.

R/ Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.

Alma mía, recobra tu calma,


que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi vida de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.

R/ Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo:


Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

ILUMINACIÓN BÍBLICA: Jn 6, 24-54

Lectura del Santo Evangelio según san Juan


En aquel tiempo, cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y
sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a
Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarle a la orilla del mar, le
dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?» Jesús les respondió:
«En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque
habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os
habéis saciado. Obrad no por el alimento perecedero, sino por el
alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo
del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado
con su sello».

Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de


Dios?» Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creas en
quien él ha enviado». Ellos entonces le dijeron: «¿Qué señal haces
para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros
padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: “Pan
del cielo les dio a comer”». Jesús les respondió: «En verdad, en
verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi
Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de
Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo».

44
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Les dijo
Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá
hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo
he dicho: Me habéis visto y no creéis, todo lo que me dé el Padre
vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he
bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del
que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado:
que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite
el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el
que vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna y que yo le resucite
el último día».

Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan
que ha bajado del cielo». Y decían: «¿No es este Jesús, hijo de
José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora:
¿He bajado del cielo?» Jesús les respondió: «No murmuréis entre
vosotros. Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado
no lo atrae, y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los
profetas: “Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha
al Padre y aprende, viene a mí”. No es que alguien haya visto al
Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En
verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el
pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y
murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma
no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este
pan vivirá para siempre, y el pan que yo le voy a dar, es mi carne
por la vida del mundo».

Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos


a comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo:
si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre,
no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

MEDITACIÓN: a criterio del Celebrante.

Canto: Eucaristía, Milagro de Amor.

Incensación.

45
III. VAYAN POR TODO EL MUNDO: EL AMOR QUE SE
PROYECTA.

SALMO 22: El Buen Pastor

R/ El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.

El Señor es mi Pastor, nada me falta


en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo
por el honor de su nombre.

R/ El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.

Aunque camine por cañadas oscuras


nada temo, porque tú vas conmigo,
tu vara y tu cayado me sosiegan.

R/ El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.

Preparas una mesa ante mí


enfrente de mis enemigos,
me unges la cabeza con perfume
y mi copa rebosa.

R/ El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan


todos los días de mi vida,
y habitare en la casa del Señor
por años sin término.

R/ El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo:


Como era en el principio, sea ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
46
ILUMINACIÓN BÍBLICA: Jn 17, 1.24-28
Del Evangelio según san Juan
En aquel tiempo Jesús levantó los ojos al cielo, y dijo: «Padre, yo
quiero que donde yo estoy estén también los que tú me has dado,
para que contemplen mi gloria, la que tú me has dado, porque me
has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo
no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido
que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu nombre, y se
lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has
amado esté en ellos y yo esté en ellos».
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.
MEDITACIÓN: a criterio del Celebrante.
Canto: Tú has venido a la orilla. Incensación.

PARTE CONCLUSIVA
CELEBRANTE: Tu presencia, Señor, nos motiva a entregarte todo
lo que somos. Como los discípulos en el monte de los Olivos,
hemos permanecido este tiempo velando contigo. Ahora
queremos, que aceptes nuestro agradecimiento y reconocimiento.
Tú eres la única fuente de vida y de verdad. Eres la Luz que no se
apaga e ilumina sin límites. Por ello, te alabamos y te adoramos,
diciendo: Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
LECTOR 1: Tú, que nos das el precepto del amor:
R/ Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
LECTOR 2: Tú, que nos mandas amar a Dios con todo el corazón:
R/ Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
LECTOR 1: Tú, que nos mandas amar sin condiciones al hermano:
R/ Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
LECTOR 2: Tú, que nos enseñas cómo amar a Dios y al prójimo:
R/ Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
LECTOR 1: Tú, que nos das tu Espíritu para amar como amas Tú:
R/ Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
47
LECTOR 2: Tú, que nos das tu Cuerpo para reforzar nuestro amor:
R/ Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
LECTOR 1: Tú, que con la Comunión aumentas tanto nuestro
amor:
R/ Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
LECTOR 2: Tú, que no permites que se enfríe nuestro amor:
R/ Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
LECTOR 1: Tú, que eres nuestra reconciliación perpetua con Dios:
R/ Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
LECTOR 2: Tú, que eres todo dulzura en este Sacramento del
amor:
R/ Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
LECTOR 1: Tú, que en la Eucaristía eres prenda de inmortalidad:
R/ Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
LECTOR 2: Tú, que nos haces pregustar aquí los gozos del Cielo:
R/ Señor Jesús, gracias por el don de tu amor.
Canto: Oh Buen Jesús.
Incensación final.
ORACIÓN FINAL
CELEBRANTE: Quédate con nosotros, Señor, acompáñanos,
aunque no siempre hayamos sabido reconocerte. Quédate con
nosotros, porque en torno a nosotros se van haciendo más densas
las sombras, y tú eres la Luz; en nuestros corazones se insinúa la
desesperanza, y tú los haces arder con la certeza de la Pascua…
Estamos cansados del camino, pero tú nos confortas en la fracción
del pan para anunciar a nuestros hermanos que en verdad tú has
resucitado y que nos has dado la misión de ser testigos de tu
victoria.
Quédate con nosotros, Señor, cuando en torno a nuestra fe católica
surgen las nieblas de la duda, del cansancio y de la dificultad. Tú,
que eres la Verdad misma como revelador del Padre, ilumina
nuestras mentes con tu Palabra; ayúdanos a sentir la belleza de
creer en ti.
48
Quédate en nuestras familias, ilumínalas en sus dudas, sostenlas
en sus dificultades, consuélalas en sus sufrimientos y en la fatiga
de cada día, cuando en torno a ellas se acumulan sombras que
amenazan su unidad y su naturaleza.
Tú que eres la Vida, quédate en nuestros hogares, para que sigan
siendo nidos donde nazca la vida humana abundante y
generosamente, donde se acoja, se ame, se respete la vida desde
su concepción hasta su término natural.

Quédate, Señor, con aquellos que en nuestra sociedad son más


vulnerables; quédate con los pobres y los humildes, con los que no
siempre han encontrado espacios y apoyo para expresar la riqueza
y la sabiduría de su identidad.
Quédate, Señor, con nuestros niños y con nuestros jóvenes, que
son la esperanza y el ahora de nuestros pueblos. Protégelos de
tantas insidias que atentan contra su inocencia y contra sus
legítimos anhelos.
Oh buen Pastor, quédate con nuestros ancianos y con nuestros
enfermos. Fortalece a todos en su fe para que sean tus discípulos
y misioneros. Vuelve tu rostro a los que te han abandonado. Mira
con bondad esta comunidad aquí reunida. Haz que trabaje por su
progreso, por su santificación y por su unidad. Establece en ella tu
Reino de Paz y de justicia, y haz que podamos construir la tan
deseosa Civilización del amor.
¡Señor, quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha
declinado!

Amén.

Breves alabanzas al Santísimo.

MONICIÓN FINAL
Hemos terminado esta Hora Santa. Sin embargo, nuestro
compromiso es seguir acompañando a Jesús Eucaristía. Los
invitamos a permanecer en una actitud de adoración y de
recogimiento. Es el Señor el que nos espera para hablarnos al
corazón. Quiere compartir su Pascua con cada uno de nosotros.
No seamos indiferentes a este llamado.
En este ambiente de silencio contemplemos, reparemos y amemos
el misterio de nuestra fe.
49 ÍNDICE
10.3. Santo Viacrucis

(Adaptación a las meditaciones de San Juan Pablo II)

MONICIÓN INICIAL:
Cristo fue enviado por Dios al mundo, para llevar a cabo la
redención del hombre mediante la entrega de su propia vida. Este
sacrificio debía tomar la forma de un despojarse de sí, en la
obediencia, hasta la muerte en la cruz. Esta donación es la que da
sentido a nuestra existencia y se constituye en el más grande acto
de amor del Padre para con nosotros.

Conscientes de ello, contemplemos la Pasión de nuestro Señor


Jesucristo. Él aún camina por nuestras calles llevando el madero
de nuestro pecado y nuestra indiferencia. Recordemos y
veneremos el precio de su sangre.

Dispongámonos a participar con fe y devoción de este Santo Vía


Crucis que nos prepara para adentrarnos en el misterio de la
Pascua.

INVOCACIÓN INICIAL
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
R/: Amén

50
PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

V/: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R/: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas 23, 20-25


“Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús.
Pero ellos seguían gritando: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. Por tercera
vez les dijo: “Pues, ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en
Él ninguna culpa que merezca la muerte. Así es que le daré un
escarmiento y soltare”. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo
a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío. Pilato
entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le
reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y
homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad”.
Palabra del Señor: Gloria a Ti Señor Jesús.

MEDITACIÓN
No era una cuestión filosófica sobre la naturaleza de la verdad, sino
una pregunta existencial sobre la propia relación con la verdad. Era
un intento de escapar a la voz de la conciencia, que ordenaba
reconocer la verdad y seguirla. El hombre que no se deja guiar por
la verdad, llega a ser capaz incluso de emitir una sentencia de
condena de un inocente.

Los acusadores intuyen esta debilidad de Pilato y por eso no


ceden. Reclaman con obstinación la muerte en cruz. Las
decisiones a medias, a las que recurre Pilato, no le sirven de nada.
No es suficiente infligir al acusado la pena cruel de la flagelación.
Cuando el Procurador presenta a la muchedumbre a un Jesús
flagelado y coronado de espinas, parece como si con ello quisiera
decir algo que, a su entender, debería doblegar la intransigencia
de la plaza. Señalando a Jesús, dice: «Ecce homo!». «Aquí tenéis
al hombre».

Pero la respuesta es: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Pilato intenta


entonces negociar: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo
ningún delito encuentro en él» (cf. Jn 19, 5-7).
51
Está cada vez más convencido de que el imputado es inocente,
pero esto no le basta para emitir una sentencia absolutoria.
Entonces, los acusadores recurren a un argumento decisivo: «Si
sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se
enfrenta al César» (Jn 19, 12). Es una amenaza muy clara.
Intuyendo el peligro, Pilato cede definitivamente y emite la
sentencia, si bien con el gesto ostentoso de lavarse las manos:
«Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis» (Mt 27,
24). Así fue condenado a la muerte en cruz Jesús, el Hijo de Dios
vivo, el Redentor del mundo.
A lo largo de los siglos, la negación de la verdad ha generado
sufrimiento y muerte. Son los inocentes los que pagan el precio de
la hipocresía humana. No bastan decisiones a medias. No es
suficiente lavarse las manos. Queda siempre la responsabilidad
por la sangre de los inocentes. Por ello Cristo imploró con tanto
fervor por sus discípulos de todos los tiempos: Padre, «Santifícalos
en la verdad: tu Palabra es verdad» (Jn 17, 17).

ORACIÓN
Cristo, qué aceptas una condena injusta, concédenos, a nosotros
y a los hombres de todos los tiempos, la gracia de ser fieles a la
verdad y no permitas que caiga sobre nosotros y sobre los que
vendrán después de nosotros el peso de la responsabilidad por el
sufrimiento de los inocentes. A ti, Jesús, Juez justo, honor y gloria
por los siglos de los siglos.
R/: Amén.

Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles


difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…

52
SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS

V/: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R/: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Mateo 27, 27-31


“Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y
reunieron alrededor de Él a toda la compañía: lo desnudaron y le
pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de
espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano
derecha. Y doblando ante Él la rodilla, se burlaban de Él diciendo:
“¡Salve, Rey de los judíos!”. Luego lo escupían, le quitaban la caña
y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla le
quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar”.
Palabra del Señor: Gloria a Ti Señor Jesús.

MEDITACIÓN
La cruz. Instrumento de una muerte infame. No era lícito condenar
a la muerte en cruz a un ciudadano romano: era demasiado
humillante. Pero el momento en que Jesús de Nazaret cargó con
la cruz para llevarla al Calvario, marcó un cambio en la historia de
la cruz. De ser signo de muerte infame, reservada a las personas
de baja categoría, se convierte en llave maestra. Con su ayuda, de
ahora en adelante, el hombre abrirá la puerta de las profundidades
del misterio de Dios. Por medio de Cristo, que acepta la cruz,
instrumento del propio despojo, los hombres sabrán que «Dios es
amor».

Amor inconmensurable: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio


a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino
que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).
Esta verdad sobre Dios se ha revelado a través de la cruz. ¿No
podía revelarse de otro modo? Tal vez sí. Sin embargo, Dios ha
elegido la cruz. El Padre ha elegido la cruz para su Hijo, y el Hijo la
ha cargado sobre sus hombros, la ha llevado hasta al monte
Calvario y en ella ha ofrecido su vida. «En la cruz está el
sufrimiento, en la cruz está la salvación, en la cruz hay una lección
de amor. Oh Dios, quien te ha comprendido una vez, ya no desea
ni busca ninguna otra cosa». La Cruz es signo de un amor sin
límites.
53
ORACIÓN
Cristo, que aceptas la cruz de las manos de los hombres para
hacer de ella un signo del amor salvífico de Dios por el hombre,
concédenos, a nosotros y a los hombres de nuestro tiempo la
gracia de la fe en este infinito amor, para que, transmitiendo a todas
las generaciones el signo de la cruz, seamos auténticos testigos
de la Redención. A ti. Jesús, Sacerdote y Víctima, alabanza y gloria
por los siglos de los siglos.
R/: Amén.

Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles


difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…

TERCERA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

V//: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R//: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del profeta Isaías 53, 4-6


“Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero Él
fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros
crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre Él”.
Palabra de Dios: Te alabamos Señor.

MEDITACIÓN
«Dios cargó sobre Él los pecados de todos nosotros» (cf. Is 53, 6).
«Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su
camino, y el Señor descargó sobre él la culpa de todos nosotros»
(Is 53, 6). Jesús cae bajo el peso de la cruz. Sucederá tres veces
durante el camino relativamente corto de la «vía dolorosa». Cae
por agotamiento. Tiene el cuerpo ensangrentado por la flagelación,
la cabeza coronada de espinas Le faltan las fuerzas. Cae, pues, y
la cruz lo aplasta con su peso contra la tierra.

54
Hay que volver a las palabras del profeta, que siglos antes ha
previsto esta caída, casi como si la estuviera viendo con sus
propios ojos: ante el Siervo del Señor, entierra bajo el peso de la
cruz, manifiesta el verdadero motivo de la caída: «Dios cargó sobre
él los pecados de todos nosotros». Han sido los pecados los que
han aplastado contra la tierra al divino Condenado. Han sido ellos
los que determinan el peso de la cruz que él lleva a sus espaldas.
Han sido los pecados los que han ocasionado su caída. Cristo se
levanta a duras penas para proseguir el camino. Los soldados que
lo escoltan intentan instigarle con gritos y golpes. Tras un
momento, el cortejo prosigue.

Jesús cae y se levanta. De este modo, el Redentor del mundo se


dirige sin palabras a todos los que caen. Les exhorta a levantarse.
«El mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su
cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para
la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados» (1 Pe 2,24).

ORACIÓN
Cristo, que caes bajo el peso de nuestras culpas y te levantas para
nuestra justificación, te rogamos que ayudes a cuantos están bajo
el peso del pecado a volverse a poner en pie y reanudar el camino.
Danos la fuerza del Espíritu, para llevar contigo la cruz de nuestra
debilidad. A ti, Jesús, aplastado por el peso de nuestras culpas,
nuestro amor y alabanza por los siglos de los siglos.
R/: Amén.

Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles


difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…

55
CUARTA ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA CON SU
SANTÍSIMA MADRE

V/: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R/: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas 2, 34-35


“Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: “Mira, este ha
sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será
como un signo de contradicción: así quedará clara la actitud de
muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma””.
Palabra del Señor: Gloria a Ti Señor Jesús.

MEDITACIÓN
María recordaba estas palabras. Las consideraba a menudo en la
intimidad de su corazón. Cuando en el camino hacia la cruz
encontró a su Hijo, quizás le vinieron a la mente precisamente
estas palabras. Con una fuerza particular. «Reinará.... Su reino no
tendrá fin», había dicho el mensajero celestial. Ahora, al ver que su
Hijo, condenado a muerte, lleva la cruz en la que habría de morir,
podría preguntarse, humanamente hablando: ¿Cómo se cumplirán
aquellas palabras? ¿De qué modo reinará en la casa de David?
¿Cómo será que su reino no tendrá fin?

Son preguntas humanamente comprensibles. María, sin embargo,


recuerda que tiempo atrás, al oír el anuncio del Ángel, había
contestado: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según
tu palabra» (Lc 1,38). Ahora ve que aquellas palabras se están
cumpliendo como palabra de la cruz. Porque es madre, María sufre
profundamente. No obstante, responde también ahora como
respondió entonces, en la anunciación: «Hágase en mí según tu
palabra». De este modo, maternalmente, abraza la cruz junto con
el divino Condenado. En el camino hacia la cruz. María se
manifiesta como Madre del Redentor del mundo.

«Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay
dolor semejante al dolor que me atormenta» (Lm 1,12). Es la Madre
Dolorosa la que habla, la Sierva obediente hasta el final, la Madre
del Redentor del mundo.
56
ORACIÓN
Oh María, tú que has recorrido el camino de la cruz junto con tu
Hijo, quebrantada por el dolor en tu corazón de madre, pero
recordando siempre el «hágase» e íntimamente confiada en que
Aquél para quien nada es imposible cumpliría sus promesas,
suplica para nosotros y para los hombres de las generaciones
futuras la gracia del abandono en el amor de Dios. Haz que, ante
el sufrimiento, el rechazo y la prueba, por dura y larga que sea,
jamás dudemos de su amor. A Jesús, tu Hijo, todo honor y toda
gloria por los siglos de los siglos.
R/: Amén.

Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles


difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…

QUINTA ESTACIÓN: EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR


LA CRUZ

V//: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R//: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Mateo 27, 32; 16, 24


“Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo
forzaron a que llevara la cruz. Jesús había dicho a sus discípulos:
“El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que
cargue con su cruz y me siga””.
Palabra del Señor: Gloria a Ti Señor Jesús.

MEDITACIÓN
Los soldados romanos obligaron a Simón a cargar con la Cruz, lo
hicieron temiendo que el Condenado, agotado, no lograra llevar la
cruz hasta el Gólgota. No habrían podido ejecutar en él la sentencia
de la crucifixión. Buscaban a un hombre que lo ayudase a llevar la
cruz. Su mirada se detuvo en Simón. Lo obligaron a cargar aquel
peso. Se puede uno imaginar que él no estuviera de acuerdo y se
opusiera. Llevar la cruz junto con un condenado podía
considerarse un acto ofensivo de la dignidad de un hombre libre.
Aunque de mala gana, Simón tomó la cruz para ayudar a Jesús.
57
En un canto de cuaresma se escuchan estas palabras: «Bajo el
peso de la cruz Jesús acoge al Cireneo». Son palabras que dejan
entrever un cambio total de perspectiva: el divino Condenado
aparece como alguien que, en cierto modo, «hace don» de la cruz.
¿Acaso no fue El quien dijo: «El que no toma su cruz y me sigue
detrás no es digno de mí?» (Mt 10,38).
Simón recibe un don. Se ha hecho «digno» de él. Lo que a los ojos
de la gente podía ofender su dignidad, en la perspectiva de la
redención, en cambio, le ha otorgado una nueva dignidad. El Hijo
de Dios le ha convertido, de manera singular, en copartícipe de su
obra salvífica.
¿Simón, es consciente de ello? El evangelista Marcos identifica a
Simón de Cirene como «padre de Alejandro y de Rufo» (15, 21). Si
los hijos de Simón de Cirene eran conocidos en la primitiva
comunidad cristiana, se puede pensar también él haya creído en
Cristo, precisamente mientras llevaba la cruz. Pasó libremente de
la constricción a la disponibilidad, como si hubieran llegado a su
corazón aquellas palabras: «El que no lleva su cruz conmigo, no
es digno de mí». Llevando la cruz, fue introducido en el
conocimiento del evangelio de la cruz.
Desde entonces este evangelio habla a muchos, a innumerables
cireneos, llamados a lo largo de la historia a llevar la cruz junto con
Jesús.
ORACIÓN
Cristo, que has concedido a Simón de Cirene la dignidad de llevar
tu cruz, acógenos también a nosotros bajo su peso, acoge a todos
los hombres y concede a cada uno la gracia de la disponibilidad.
Haz que no apartemos nuestra mirada de quienes están oprimidos
por la cruz de la enfermedad, de la soledad, del hambre y de la
injusticia. Haz que, llevando las cargas los unos de los otros,
seamos testigos del evangelio de la cruz y testigos de ti, que vives
y reinas por los siglos de los siglos.
R/: Amén.
Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles
difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…
58
SEXTA ESTACIÓN: LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE
JESÚS
V/: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Del libro de los salmos 26, 8-9
“Oiga en mi corazón: “Buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú
eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi
salvación”.
MEDITACIÓN
La Verónica no aparece en los Evangelios. No se menciona este
nombre, aunque se citan los nombres de diversas mujeres que
aparecen junto a Jesús. Puede ser, pues, que este nombre exprese
más bien lo que esa mujer hizo. En efecto, según la tradición, en el
camino del calvario una mujer se abrió paso entre los soldados que
escoltaban a Jesús y enjugó con un velo el sudor y la sangre del
rostro del Señor. Aquel rostro quedó impreso en el velo; un reflejo
fiel, un «verdadero icono». A eso se referiría el nombre mismo de
Verónica. Si es así, este nombre, que ha hecho memorable el gesto
de aquella mujer, expresa al mismo tiempo la más profunda verdad
sobre ella.
Un día, ante la crítica de los presentes, Jesús defendió a una mujer
pecadora que había derramado aceite perfumado sobre sus pies y
los había enjugado con sus cabellos. A la objeción que se le hizo
en aquella circunstancia, respondió: «¿Por qué molestáis a esta
mujer? Pues una obra buena ha hecho conmigo (...). Al derramar
este ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha
hecho» (Mt 26,10.12). Las mismas palabras podrían aplicarse
también a la Verónica. Se manifiesta así la profunda elocuencia de
este episodio. El Redentor del mundo da a Verónica una imagen
auténtica de su rostro.
El velo, sobre el que queda impreso el rostro de Cristo, es un
mensaje para nosotros. En cierto modo nos dice: He aquí cómo
todo acto bueno, todo gesto de verdadero amor hacia el prójimo
aumenta en quien lo realiza la semejanza con el Redentor del
mundo.
59
Los actos de amor no pasan. Cualquier gesto de bondad, de
comprensión y de servicio deja en el corazón del hombre una señal
indeleble, que lo asemeja un poco más a Aquél que «se despojó
de sí mismo tomando condición de siervo» (Flp 2,7). Así se forma
la identidad, el verdadero nombre del ser humano.

ORACIÓN
Señor Jesucristo, tú que aceptaste el gesto desinteresado de amor
de una mujer y, a cambio, has hecho que las generaciones la
recuerden con el nombre de tu rostro, haz que nuestras obras, y
las de todos los que vendrán después de nosotros, nos hagan
semejantes a ti y dejen al mundo el reflejo de tu infinito amor. Para
ti, Jesús, esplendor de la gloria del Padre, alabanza y gloria por los
siglos.
R/: Amén.

Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles


difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…

SÉPTIMA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

V//: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R//: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del libro de las Lamentaciones 3, 1-2.9.16


“Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor.
Él me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz. Ha
cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos.
Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcando en la
ceniza”.
Palabra de Dios: Te alabamos Señor.

MEDITACIÓN
«Y yo gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del
pueblo» (Sal 22, 7). Vienen a la mente estas palabras del salmo
mientras contemplamos a Jesús, que cae por segunda vez bajo la
cruz.
60
En el polvo de la tierra está el Condenado. Aplastado por el peso
de su cruz. Cada vez más le fallan sus fuerzas. Pero, aunque con
gran esfuerzo, se levanta para seguir el camino: ¿Qué nos dice a
nosotros, hombres pecadores, esta segunda caída? Más aún que
de la primera, parece exhortarnos a levantarnos, a levantarnos otra
vez en nuestro camino de la cruz.
Cyprian Norwid escribe: «No detrás de sí mismos con la cruz del
Salvador, sino detrás del Salvador con la propia cruz». Sentencia
breve pero que dice mucho. Explica en qué sentido el cristianismo
es la religión de la cruz. Deja entender que cada hombre encuentra
en este mundo a Cristo que lleva la cruz y cae bajo su peso. A su
vez, Cristo, en el camino del Calvario, encuentra a cada hombre y,
cayendo bajo el peso de la cruz, no deja de anunciar la buena
nueva.
Desde hace dos mil años el evangelio de la cruz habla al hombre.
Desde hace veinte siglos Cristo, que se levanta de la caída,
encuentra al hombre que cae.
A lo largo de estos dos milenios, muchos han experimentado que
la caída no significa el final del camino. Encontrando al Salvador,
se han sentido sosegados por Él: «Te basta mi gracia: la fuerza se
realiza en la debilidad» (2 Co 12,9). Se han levantado confortados
y han transmitido al mundo la palabra de la esperanza que brota
de la cruz. Hoy, cruzando este siglo XXI, estamos llamados a
profundizar el contenido de este encuentro. Es necesario que
nuestra generación lleve a los años venideros la buena nueva de
nuestro volver a levantarnos en Cristo.
ORACIÓN
Señor Jesucristo, que caes bajo el peso del pecado del hombre y
te levantas para tomarlo sobre ti y borrarlo, concédenos a nosotros,
hombres débiles, la fuerza de llevar la cruz de cada día y de
levantarnos de nuestras caídas, para llevar a las generaciones que
vendrán el Evangelio de tu poder salvífico. A ti, Jesús, soporte de
nuestra debilidad, la alabanza y la gloria por los siglos.
R/: Amén.
Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles
difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…
61
OCTAVA ESTACIÓN: JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES
DE JERUSALÉN

V/: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R/: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas 23, 28-31


“Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis
por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que
llegará el día en que dirán: dichosas las estériles y los vientres que
no han dado a luz y los pechos que no han criado. Entonces
empezaran a decirles a los montes: “Desplomaos sobre nosotros”;
y a las colinas “Sepultadnos”; porque si así tratan al leño verde,
¿Qué pasará con el seco?””.
Palabra del Señor: Gloria a Ti Señor Jesús.

MEDITACIÓN
Son las palabras de Jesús a las mujeres, que lloraban mostrando
compasión por el Condenado. «No lloréis por mí; llorad más bien
por vosotras y por vuestros hijos». Entonces era verdaderamente
difícil entender el sentido de estas palabras. Contenían una
profecía que pronto habría de cumplirse.

Poco antes, Jesús había llorado por Jerusalén, anunciando la


horrenda suerte que le iba a tocar. Ahora, Él parece remitirse a esa
predicción: «Llorad por vuestros hijos...». Llorad, porque ellos,
precisamente ellos, serán testigos y partícipes de la destrucción de
Jerusalén, de esa Jerusalén que «no ha sabido reconocer el tiempo
de la visita» (Lc 19,44).

Si, mientras seguimos a Cristo en el camino de la cruz, se despierta


en nuestros corazones la compasión por su sufrimiento, no
podemos olvidar esta advertencia. «Si en el leño verde hacen esto,
en el seco ¿qué se hará?». Para nuestra generación, más que
llorar por Cristo martirizado, es la hora de «reconocer el tiempo de
la visita». Ya resplandece la aurora de la resurrección. «Mirad
ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación» (2
Co 6, 2).

62
Cristo dirige a cada uno de nosotros estas palabras del Apocalipsis:
«Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre
la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al
vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo
también vencí y me senté con mi Padre en su trono» (3, 20-2 1).

ORACIÓN
Cristo, que has venido a este mundo para visitar a todos los que
esperan la salvación, haz que nuestra generación reconozca el
tiempo de tu visita y tenga parte en los frutos de tu redención. No
permitas que por nosotros y por todos los hombres se tenga que
llorar porque hayamos rechazado la mano del Padre
misericordioso. A ti, Jesús, nacido de la Virgen, Hija de Sión, honor
y gloria por los siglos de los siglos.
R/: Amén.

Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles


difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…

NOVENA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

V/: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R/: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

De la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8, 35.39.


“¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?; ¿la angustia?, ¿la
persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la
espada?... pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel
que nos ha amado”.
Palabra de Dios: Te alabamos Señor.

MEDITACIÓN
Cristo se desploma de nuevo a tierra bajo el peso de la cruz. La
muchedumbre que observa está curiosa por saber si aún tendrá
fuerza para levantarse.

63
San Pablo escribe: «El cual, siendo de condición divina, no retuvo
ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres
y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz» (Flp 2,6-8).

La tercera caída parece manifestar precisamente esto: El despojo


del Hijo de Dios, la humillación bajo la cruz: Jesús había dicho a
los discípulos que había venido no para ser servido, sino para
servir (cf. Mt 20,28). En el Cenáculo, inclinándose en tierra y
lavándoles los pies, parece como si hubiera querido habituarlos a
esta humillación suya. Cayendo a tierra por tercera vez en el
camino de la cruz, de nuevo proclama a gritos su misterio.
¡Escuchemos su voz! Este condenado, en tierra, bajo el peso de la
cruz, ya en las cercanías del lugar del suplicio, nos dice: «Yo soy
el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6). «El que me siga no
caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,
12).

Que no nos asuste la vista de un condenado que cae a tierra


extenuado bajo la cruz. Esta manifestación externa de la muerte,
que ya se acerca, esconde en sí misma la luz de la vida.

ORACIÓN
Señor Jesucristo, que por tu humillación bajo la cruz has revelado
al mundo el precio de su redención, concede a todos los hombres
la luz de la fe, para que reconociendo en ti al Siervo sufriente de
Dios y del hombre, tengamos la valentía de seguir el mismo
camino, que a través de la cruz y el despojo, lleva a la vida que no
tendrá fin. A ti, Jesús, apoyo en nuestra debilidad, honor y gloria
por los siglos.
R/: Amén.

Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles


difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…

64
DÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES DESPOJADO DE SUS
VESTIDURAS

V/: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R/: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Juan 19, 23-24


“Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa,
haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la
túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba
abajo. Y se dijeron: “No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a
ver a quien le toca”. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis
ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados”.
Palabra del Señor: Gloria a Ti Señor Jesús.

MEDITACIÓN
No quiso calmantes, que le habrían nublado la conciencia durante
la agonía. Quería agonizar en la cruz conscientemente,
cumpliendo la misión recibida del Padre.

Esto era contrario a los métodos usados por los soldados


encargados de la ejecución. Debiendo clavar en la cruz al
condenado, trataban de amortiguar su sensibilidad y conciencia.
En el caso de Cristo no podía ser así. Jesús sabe que su muerte
en la cruz debe ser un sacrificio de expiación. Por eso quiere
mantener despierta la conciencia hasta el final. Sin ésta no podría
aceptar, de un modo completamente libre, la plena medida del
sufrimiento.

En efecto, Él debe subir a la cruz para ofrecer el sacrificio dé la


Nueva Alianza. Él es Sacerdote. Debe entrar mediante su propia
sangre en la morada eterna, después de haber realizado la
redención del mundo (cf. Hb 9, 12).

Conciencia y libertad: son los requisitos imprescindibles del actuar


plenamente humano. El mundo conoce tantos medios para
debilitar la voluntad y ofuscar la conciencia. Es necesario
defenderlas celosamente de todas las violencias. Incluso el
esfuerzo legítimo por atenuar el dolor debe realizarse siempre
respetando la dignidad humana.

Hay que comprender profundamente el sacrificio de Cristo, es


necesario unirse a él para no rendirse, para no permitir que la vida
y la muerte pierdan su valor.
65
ORACIÓN
Señor Jesús, que con total entrega has aceptado la muerte de cruz
por nuestra salvación, haznos a nosotros y a todos los hombres del
mundo partícipes de tu sacrificio en la cruz, para que nuestro existir
y nuestro obrar tengan la forma de una participación libre y
consciente en tu obra de salvación. A ti, Jesús, sacerdote y víctima,
honor y gloria por los siglos.
R/: Amén.
Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles
difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…

DÉCIMA PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CLAVADO EN LA


CRUZ
V/: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio según san Marcos 15, 24-28
“Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte,
para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo
crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de
los judíos”. Crucificaron con Él a dos bandidos, uno a su derecha y
otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: “lo
consideraron como un malhechor””.
Palabra del Señor: Gloria a Ti Señor Jesús.
MEDITACIÓN
«Han taladrado mis manos y mis pies, puedo contar todos mis
huesos» (Sal 22, 17-18). Se cumplen las palabras del profeta.
Comienza la ejecución. Los golpes de los soldados aplastan contra
el madero de la cruz las manos y los pies del condenado. En las
muñecas de las manos, los clavos penetran con fuerza. Esos
clavos sostendrán al condenado entre los indescriptibles tormentos
de la agonía. En su cuerpo y en su espíritu de gran sensibilidad.
Cristo sufre lo indecible.
Junto a él son crucificados dos verdaderos malhechores, uno a su
derecha y el otro a su izquierda. Se cumple así la profecía: «con
los rebeldes fue contado» (Is 53,12).
66
Cuando los soldados levanten la cruz, comenzará una agonía que
durará tres horas. Es necesario que se cumpla también esta
palabra: «Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos
hacia mí» (Jn 12, 32). ¿Qué es lo que «atrae» de este condenado
agonizante en la cruz? Ciertamente, la vista de un sufrimiento tan
intenso despierta compasión. Pero la compasión es demasiado
poco para mover a unir la propia vida a Aquél que está suspendido
en la cruz.

¿Cómo explicar que, generación tras generación, esta terrible


visión haya atraído a una multitud incontable de personas, que han
hecho de la cruz el distintivo de su fe? ¿De hombres y mujeres que
durante siglos han vivido y dado la vida mirando este signo?

Cristo atrae desde la cruz con la fuerza del amor, del Amor divino,
que ha llegado hasta el don total de sí mismo; del Amor infinito,
que en la cruz ha levantado de la tierra el peso del cuerpo de Cristo,
para contrarrestar el peso de la culpa antigua; del Amor ilimitado,
que ha colmado toda ausencia de amor y ha permitido que el
hombre nuevamente encuentre refugio entre los brazos del Padre
misericordioso.

¡Que Cristo elevado en la cruz nos atraiga también a nosotros,


hombres y mujeres del nuevo milenio! Bajo la sombra de la cruz,
«vivimos en el amor como Cristo nos amó y se entregó por
nosotros como oblación y víctima de suave aroma» (Ef 5,2).

ORACIÓN
Cristo elevado, Amor crucificado, llena nuestros corazones de tu
amor, para que reconozcamos en tu cruz el signo de nuestra
redención y, atraídos por tus heridas, vivamos y muramos contigo,
que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y por los
siglos de los siglos.
R/: Amén.

Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles


difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…

67
En algunos lugares, donde se termina el ejercicio del santo vía crucis con
esta estación, las últimas estaciones pueden realizarse en el sermón de
las siete palabras. Conviene hacer extensiva la invitación a participar en
la celebración litúrgica de la pasión del Señor en horas de la tarde y a
continuar con respeto y silencio meditando sobre este acontecimiento
redentor de Cristo.

DÉCIMA SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ

V/: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R/: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Juan 19, 28-30


“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido,
para que se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo sed”. Había allí un
jarro lleno de vinagre. Y sujetando una esponja empapada de
vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús
cuando tomó el vinagre, dijo: “Está cumplido”. E, inclinando la
cabeza entregó el espíritu”.
Palabra del Señor: Gloria a Ti Señor Jesús.

MEDITACIÓN
«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). En
el culmen de la Pasión, Cristo no olvida al hombre, no olvida en
especial a los que son la causa de su sufrimiento. Él sabe que el
hombre más que de cualquier otra cosa, tiene necesidad de amor:
tiene necesidad de la misericordia que en este momento se
derrama en el mundo.

«Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23,43). Así


responde Jesús a la petición del malhechor que estaba a su
derecha: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino» (Lc
23,42) La promesa de una nueva vida. Este es el primer fruto de la
pasión y de la inminente muerte de Cristo. Una palabra de
esperanza para el hombre.

68
A los pies de la cruz estaba la madre, y a su lado el discípulo, Juan
evangelista. Jesús dice: «Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al
discípulo: Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,26-27). «Y desde aquella
hora el discípulo la acogió en su casa» (Jn 19,27). Es el testamento
para las personas que más amaba. El testamento para la Iglesia.
Jesús al morir quiere que el amor maternal de María abrace a todos
por los que Él da la vida, a toda la humanidad.

Poco después, Jesús exclama: «Tengo sed» (Jn 19,28). Palabra


que deja ver la sed ardiente que quema todo su cuerpo. Es la única
palabra que manifiesta directamente su sufrimiento físico. Después
Jesús añade: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has
abandonado?» (Mt 27,46; cf. Sal 21 [22], 2); son las palabras del
Salmo con el que Jesús ora. La frase manifiesta su unión profunda
con el Padre en los últimos instantes de su vida terrena, Jesús
dirige su pensamiento al Padre. El diálogo se desarrollará ya sólo
entre el Hijo que muere y el Padre que acepta su sacrificio de amor.

Cuando llega la hora de nona, Jesús grita: «¡Todo está cumplido!»


(Jn 19,30). Ha llevado a cumplimiento la obra de la redención. La
misión, para la que vino a la tierra, ha alcanzado su propósito.

Lo demás pertenece al Padre: «Padre, a tus manos encomiendo


mi espíritu» (Lc 23,46). Dicho esto, expiró. «El velo del Templo se
rasgó en dos...» (Mt 27,51). El «santo de los santos» en el templo
de Jerusalén se abre en el momento en que entra el Sacerdote de
la Nueva y Eterna Alianza.

ORACIÓN
Señor Jesucristo, Tú que en el momento de la agonía no has
permanecido indiferente a la suerte del hombre y con tu último
respiro has confiado con amor a la misericordia del Padre a los
hombres y mujeres de todos los tiempos con sus debilidades y
pecados, llénanos a nosotros y a las generaciones futuras de tu
Espíritu de amor, para que nuestra indiferencia no haga vanos en
nosotros los frutos de tu muerte. A ti, Jesús crucificado, Sabiduría
y poder de Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos.
R/: Amén.

Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles


difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…
69
DÉCIMA TERCERA ESTACIÓN: JESÚS ES BAJADO DE LA
CRUZ Y ENTREGADO A SU MADRE
V/: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio según san Mateo 27, 57-58
“Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que
era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el
cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran”.
Palabra del Señor: Gloria a Ti Señor Jesús.
MEDITACIÓN
Han devuelto a las manos de la Madre el cuerpo sin vida del Hijo.
Los Evangelios no hablan de lo que ella experimentó en aquel
instante. Es como si los evangelistas, con el silencio, quisieran
respetar su dolor, sus sentimientos y sus recuerdos. O,
simplemente, como si no se considerasen capaces de expresarlos.
Sólo la devoción multisecular ha conservado la imagen de la
«Piedad», grabando de ese modo en la memoria del pueblo
cristiano la expresión más dolorosa de aquel inefable vínculo de
amor nacido en el corazón de la Madre el día de la anunciación y
madurado en la espera del nacimiento de su divino Hijo.
Ese amor se reveló en la gruta de Belén, fue sometido a prueba ya
durante la presentación en el Templo, se profundizó con los
acontecimientos conservados y meditados en su corazón (cfr. Lc
2, 51). Ahora este íntimo vínculo de amor debe transformarse en
una unión que supera los confines de la vida y de la muerte.

Mirándola a Ella, aprendemos que el amor no huye ante el


sufrimiento, sino que se abandona confiadamente a la ternura de
Dios, para el cual nada es imposible. (Cfr.Lc1,37).

ORACIÓN
Santísima Virgen María alcánzanos la gracia de la fe, de la
esperanza y de la caridad, para que también nosotros, como tú,
sepamos perseverar bajo la cruz hasta al último suspiro. A tu Hijo,
Jesús, nuestro Salvador, con el Padre y el Espíritu Santo, todo
honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
R/: Amén.

Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles


difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…
70
DÉCIMA CUARTA ESTACIÓN: JESÚS ES PUESTO EN EL
SEPULCRO

V//: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R//: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Juan 19, 41-42


“Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un
sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía… Allí
pusieron a Jesús”.
Palabra del Señor: Gloria a Ti Señor Jesús.

MEDITACIÓN
«Fue crucificado, muerto y sepultado...». El cuerpo sin vida de
Cristo fue depositado en el sepulcro. La piedra sepulcral, sin
embargo, no es el sello definitivo de su obra. La última palabra no
pertenece a la falsedad, al odio y al atropello. La última palabra
será pronunciada por el Amor, que es más fuerte que la muerte.

«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero


si muere, da mucho fruto» (Jn 12, 24). El sepulcro es la última
etapa del morir de Cristo en el curso de su vida terrena; es signo
de su sacrificio supremo por nosotros y por nuestra salvación.

Muy pronto este sepulcro se convertirá en el primer anuncio de


alabanza y exaltación del Hijo de Dios en la gloria del Padre, «Fue
crucificado, muerto y sepultado (...) al tercer día resucitó de entre
los muertos». Con la deposición del cuerpo sin vida de Jesús en el
sepulcro, a los pies del Gólgota, la Iglesia inicia la vigilia del Sábado
Santo. María conserva en lo profundo de su corazón y medita la
pasión del Hijo; las mujeres se dan cita para la mañana del día
siguiente del sábado, para ungir con aromas el cuerpo de Cristo;
los discípulos se reúnen, ocultos en el Cenáculo, hasta que no
haya pasado el sábado.

Esta vigilia acabará con el encuentro en el sepulcro, el sepulcro


vacío del Salvador. Entonces el sepulcro, testigo mudo de la
resurrección, hablará. La losa levantada, el interior vacío, las
vendas por tierra, será lo que verá Juan, llegado al sepulcro junto
con Pedro: «Vio y creyó» (Jn 20, 8). Y, con él, creyó la Iglesia, que
desde aquel momento no se cansa de transmitir al mundo esta
verdad fundamental de su fe: «Cristo ha resucitado de entre los
muertos, primicia de todos los que han muerto» (1 Co 15, 20).
71
El sepulcro vacío es signo de la victoria definitiva, de la verdad
sobre la mentira, del bien sobre el mal, de la misericordia sobre el
pecado, de la vida sobre la muerte. El sepulcro vacío es signo de
la esperanza que «no defrauda» (Rm 5, 5). «Nuestra esperanza
está llena de inmortalidad» (Sb 3, 4).

ORACIÓN
Señor Jesucristo, que, por el Padre, con la potencia del Espíritu
Santo, fuiste llevado desde las tinieblas de la muerte a la luz de
una nueva vida en la gloria, haz que el signo del sepulcro vacío nos
hable a nosotros y a las generaciones futuras y se convierta en
fuente viva de fe, de caridad generosa y de firmísima esperanza. A
ti, Jesús, presencia escondida y victoriosa en la historia del mundo
honor y gloria por los siglos.
R/: Amén.

Señor, pequé, ten misericordia de mí, las almas de los fieles


difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
TODOS: Padre Nuestro…

Finalizado el viacrucis, se puede rezar el Credo y el Padrenuestro, para así


ganar la Indulgencia Plenaria.

BENDICIÓN
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R//: Amén.

MONICIÓN FINAL:
Hermanos, hemos recorrido con Jesús el camino de la cruz, sea
pues este ejercicio del Santo Viacrucis, la oportunidad para meditar
en el misterio de la salvación realizado por Dios en su Hijo
Jesucristo. Sigamos viviendo este día en silencio y en oración,
preparemos nuestra mente y nuestro corazón a la celebración de
la Pasión del Señor

72 ÍNDICE
10.4. ESTACIONES DE VIDAL

I IV
Por mí, Señor, inclinas, Cercadla, Serafines,
el cuello a la sentencia; No acabe en desaliento,
que a tanto la clemencia, no muera en el tormento
pudo llegar de Dios. la Rosa virginal.
Oye el pregón, oh Madre, ¡Oh acero riguroso!
llevado por el viento Deja su pecho amante
y al doloroso acento vuélvete a mi cortante,
ven del Amado en pos. que soy el criminal.

II V
Esconde, justo Padre, Toma la cruz preciosa,
la espada de tu ira, Me está el deber clamando;
y al monte humilde mira, tan generoso, cuando
subir el dulce Bien. delante va el Señor.
Y tú, Señora, gimes Voy a seguir constante
cual tórtola inocente; las huellas de mi Dueño;
que tu gemir clemente manténgame el empeño,
Le amansará también. Señora, tu favor.

III VI
Oh pecador ingrato Tu imagen, Padre mío,
ante tu Dios caído, ensangrentada y viva,
ven a llorar herido Mi corazón reciba,
de contrición aquí. Sellada con la fe.
Levántame a tus brazos, ¡Oh Reina! de tu mano
¡Oh bondadoso Padre! imprímela en mi alma,
Ve de la tierna Madre y a la gloriosa palma
llanto correr por mí. Contigo subiré.

73
VII XI
Yace el divino Dueño El manantial divino
segunda vez postrado: de sangre está corriendo;
deteste yo el pecado, ven, pecador, gimiendo,
deshecho en contrición. ven a lavarte aquí.
Oh Virgen, pide amante Misericordia imploro
que borre tanta ofensa al pie del leño santo:
Misericordia inmensa, Virgen, mi ruego y llanto
pródiga de perdón. acepte Dios por ti.

VIII XII
Matronas doloridas Muere la vida nuestra
que al Justo lamentáis. pendiente del madero
¿Por qué, si os lastimáis, ¿Y yo, como no muero
La causa no llorar? de amor, o de dolor?
Y pues la cruz le dimos Casi no respira
todos los delincuentes, la triste Madre yerta
broten los ojos fuentes del cielo abrir la puerta
de angustia y de pesar. bien puedes ya, Señor.

IX XIII
Al suelo derribado Dispón Señora el pecho
tercera vez el Fuerte, para mayor tormenta,
nos alza de la muerte la víctima sangrienta
a la inmortal salud. viene a tus brazos ya.
Mortales, ¿Qué otro exceso Con su preciosa Sangre
pedimos de clemencia? juntas materno llanto
No más indiferencia, ¿Quién Madre, tu quebranto
no más ingratitud. sin lágrimas verá?

X XIV
Tú bañas, Rey de gloria, Al Rey de las virtudes
los cielos en dulzura; pesada losa encierra,
¿Quién te afligió, Hermosura, pero feliz la tierra
dándote amarga hiel? ya canta salvación.
Retorno a tal fineza Sufre un momento, Madre,
la gratitud pedía; la ausencia del Amado:
cese ya, Madre mía, Pronto, de ti abrazado
de ser mi pecho infiel. tendrasle al corazón.

74 ÍNDICE
10.5. SERMÓN DE LAS SIETE PALABRAS

TEMA CENTRAL: LA FAMILIA

MONICIÓN INICIAL:
Queridos hermanos: esta tarde hemos adorado la Cruz de nuestro
Señor. Ahora venimos a escuchar el Maestro. Él desde allí nos
manifiesta el verdadero amor. A pesar de su cansancio y de su
agonía, nos da sus últimas palabras, es decir, su testamento.
Todas ellas cargadas de un profundo significado. Ya no habla a las
multitudes en el monte o en la orilla del mar, lo hace desde el
Madero que es su trono.

Contemplemos la Palabra hecha carne, meditemos en su mensaje.


No seamos indiferentes ante Aquel que nos ha rescatado del
pecado y de la miseria. Él es nuestra fuerza y nuestra Pascua.

PRIMERA PALABRA: ¡PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO


SABEN LO QUE HACEN! (Lc 23,24)
Del Evangelio según san Lucas:
Y cuando llegaron al lugar llamado la calavera, lo crucificaron allí,
a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen».
Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.
Hoy Señor, nos ponemos a tus pies para aprender de Ti, para
recibir una vez más tu enseñanza, ya no en el monte, en el llano,
en la orilla del mar o en el templo o la sinagoga, sino a los pies del
trono glorioso de la cruz.
Esta súplica al Padre en favor de nosotros, los pecadores es una
oportunidad de seguir aprendiendo de Ti la lección del amor y del
perdón.
Quién sino Tú, Señor, la Buena Nueva del Padre, la salvación para
el género humano, caído en la desgracia del pecado y de la muerte,
puedes enseñarnos el misterio del perdón.

75
Antes, en tu vida pública, con tus palabras y con tus obras
enseñaste que Dios es un Padre misericordioso: que ama y que
perdona, que siempre da nuevas oportunidades, que confía en sus
hijos y los llama a la conversión, al cambio de vida, a volver a Él;
que por más lejos que hayamos ido, siempre espera por nosotros
para restablecernos en nuestra dignidad de hijos amados.

Lastimosamente Señor, hoy como ayer, creemos más en el castigo


de Dios, en la justa retribución por los pecados y maldades, en la
ira divina que debe consumir a los malos y su maldad.

Olvidamos fácilmente la forma como has dado a conocer al Padre


Eterno, que es rico en amor y misericordia, en indulgencia y
perdón. Tus palabras y acciones son el mejor testimonio de esa
bondad infinita del Padre; has venido a nuestro encuentro para que
vivamos la reconciliación con Dios y entre nosotros; para
recordarnos el camino que conduce a la patria eterna.

Nuestro egoísmo y desamor nos impiden descubrir tu gracia en


nuestras vidas, constantemente rechazamos tus palabras y tú
presencia que nos invita a la paz y a la reconciliación. Puede más
el dolor, la ofensa y el rencor; desconfiamos de la bondad en
nosotros y en los demás.

Tú Señor, que estás padeciendo hasta morir, pides perdón e


indulgencia al Padre por todos nosotros que somos tus verdugos;
te pedimos nos ayudes a vivir la experiencia del perdón y la
reconciliación.

Somos ignorantes Señor, el pecado ha enceguecido nuestros


corazones. Definitivamente no sabemos lo que hacemos, Señor.

No sabemos lo que hacemos cuando renegamos de Ti, cuando nos


hacemos idólatras al desconfiar de la providencia divina, cuando
acudimos a supersticiones, amuletos y adivinos y toda clase de
falsas seguridades que nos ofrece esta sociedad de comercio que
a diario negocia con nuestros sueños, con nuestras dudas y
temores.

No sabemos lo que hacemos cuando destruimos nuestras familias


con las infidelidades y los maltratos, cuando dejamos de amar y
nos comportamos como rivales que luchan por prevalecer, por
vencer y terminamos enfrentados a aquellos a quienes debemos
respeto y amor filial.
76
No sabemos lo que hacemos cuando nos hacemos esclavos del
placer, cuando nos dejamos manejar por nuestras pasiones e
instintos, cuando en nuestras relaciones interpersonales lo
determinante es la utilización del otro para satisfacer las propias
pasiones; cuando toleramos y aprobamos los lineamientos de la
empresa del sexo que atenta contra la dignidad humana, que
somete y prostituye a la niñez y a la Juventud con la idea de una
falsa libertad, de un libre desarrollo de la personalidad.
No sabemos lo que hacemos cuando caemos en manos de
quienes comercian con la muerte destruyendo a nuestros niños y
jóvenes, cuando son iniciados en la drogadicción, el alcoholismo y
otros vicios en nuestros hogares, en los grupos de amigos,
condenándolos a una dependencia que para unos pocos es el
mejor y más lucrativo de los negocios, mientras para esa inmensa
mayoría se convierte en miseria y muerte.

No sabemos lo que hacemos cuando por ambición nos hacemos


esclavos del dinero, cuando no valoramos lo que tenemos y
ambicionamos lo ajeno, y renegamos de nuestra realidad y
posibilidades, cuando caemos en la trampa de la corrupción y
pensamos que todo es negociable, que todo y todos tenemos un
precio, cuando somos capaces de vender y de vendernos al mejor
postor.

No sabemos lo que hacemos cuando albergamos en nuestros


corazones el odio y la venganza, cuando hacemos uso de la
violencia para solucionar los conflictos y las diferencias. Cuando
comenzamos por maltratar con palabras duras e hirientes a propios
y extraños, cuando damos el paso al maltrato físico, al abuso de la
autoridad, al sometimiento de los demás por la fuerza, al irrespeto
por la dignidad humana que ve en la desaparición de quien no
piensa igual, de quien consideramos rival como la mejor solución.

No sabemos lo que hacemos Señor, no sabemos, pero lo seguimos


haciendo, hemos perdido la conciencia del pecado y sus
consecuencias en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestra
sociedad.

Tú, que muriendo en la cruz intercedes por nosotros, ayúdanos a


reorientar nuestras vidas por caminos de amor, de reconciliación y
de paz, para que podamos experimentar el misterio y la gracia y
del perdón. Amén

Pbro. Carlos Fernando Galeano


77
SEGUNDA PALABRA: "HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL
PARAÍSO" (Lc 23, 43)

Del Evangelio según san Lucas:


Uno de los malhechores crucificados le injuriaba y decía: «¿No eres
tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro respondió
y, reprendiéndole, decía: «¿No temes tú a Dios cuando estás en el
mismo tormento? En nosotros de verdad es justo, porque recibimos
lo merecido por nuestras obras; pero Éste no ha hecho nada». Y
añadía: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino». Y le
respondió Jesús: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.

Jesucristo, desde lo alto de la cruz, dirigió una suave mirada, llena


de amor y misericordia, hacia el llamado “buen ladrón”, y le contestó:
“Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Este hombre pidió a Jesús el
perdón. Este buen hombre, reconociéndose pecador, estuvo
realmente arrepentido y acudió a la misericordia del Señor:
“Acuérdate de mí, cuando entres a tu reino”. De inmediato recibió del
Señor estas extraordinarias palabras: “Hoy estarás conmigo en el
paraíso”; palabras éstas, que colmaron de alegría su corazón.

El buen ladrón, ese pobre hombre que había sido bueno, pero al que
las circunstancias de la vida le alejaron de la verdad, hoy se presenta
ante el Señor, rico en misericordia, y le pide su perdón. Le bastó sólo
una palabra de amor para encontrarse con Cristo nuevamente.
En la familia vivimos intensos momentos de amor y misericordia. En
muchísimas ocasiones recibimos de nuestros padres su perdón y su
compasión, en numerosas oportunidades somos sujetos de la
comprensión y el perdón de nuestros hermanos. Ciertamente esta es
una maravillosa experiencia que se logra vivir en el hogar. La
comprensión, el perdón y la reconciliación, deben dar paso a un
ambiente de auténtica armonía, de mucha paz y de espiritual alegría.

Cuando reconocemos nuestras faltas y pedimos, con humildad y


sinceridad de corazón, el perdón por ellas; cuando decimos, desde
lo más hondo de nuestro corazón, “perdóname, Señor, perdóname”.
Basta eso y al instante Cristo Nuestro Señor nos concede su perdón.
En nuestro diario vivir estamos llamados a comprender el amor y la
misericordia de Dios. Pero esto se hace mucho más real cuando lo
sentimos y lo propiciamos en nuestra familia. Allí en el calor del hogar
somos invitados a conceder el perdón y la misericordia. Actitudes de
comprensión, tolerancia y amor nos deben caracterizar y llevar a
hacer realidad las palabras de Cristo en la Cruz.
78
Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor de Dios al mundo.
El poder de Dios misericordioso se revela especialmente en la Cruz.
Esponjemos nuestros corazones dejándonos querer por el Señor.
En el seno de cada hogar debe reinar la fraternidad sin fronteras, la
confianza en el otro, la ayuda mutua, la cordialidad y la comprensión,
en definitiva, el amor sin límites. No perdamos de vista la invitación
que nos hace Jesús en el Evangelio: “Sed misericordiosos, como el
Padre vuestro es misericordioso.” (Lc 6,36)
El cristiano necesariamente debe ser misericordioso, porque este es
el centro del Evangelio y, fiel a esta enseñanza, la Iglesia no puede
más que repetir lo mismo a sus hijos: “Sed misericordiosos”, como lo
es el Padre, y como lo fue Jesús. En consecuencia, la familia hoy
está llamada a testimoniar la misericordia y la ternura que recibe del
Señor, de tal modo que se despierte la esperanza y se encamine
hacia el bien.

Una certeza nos alienta: Jesucristo abrió una vez los brazos en la
Cruz y no ha vuelto a cerrarlos jamás.
Sabemos que quien vive y muere a la sombra de la Cruz de
Jesucristo, despertará en el regazo del Padre para toda la eternidad.
Dios escucha, acoge y perdona a todo aquel que lo invoca con
humilde y sincero corazón.
Sabemos que hay perdón para nuestros pecados, para todos
nuestros pecados porque la misericordia de Dios es infinita. Abramos
nuestra alma a la gracia salvadora de Dios que todo lo redime y todo
lo perdona.

Dejemos que el Señor entre con su misericordia para purificar


nuestros corazones. Abrámosle la puerta, para que haga un poco de
limpieza. Hoy se necesitan personas que sean testigos de la
misericordia y de la ternura del Señor. Hoy se requiere fortalecer, en
los hogares los grandes, y nobles valores del reino. Valores que nos
llevarán a estar con Jesús en el paraíso.

Supliquemos al Señor que no nos trate como merecen nuestros


pecados, sino que, nos acoja en su infinita misericordia, y nos
conduzca a su Reino.

Pongamos nuestra entera confianza en la misericordia infinita y


entrañable del Señor.

Pbro. John Jairo Betancur


79
TERCERA PALABRA: "MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO. HIJO,
AHÍ TIENES A TU MADRE" (Jn 19,25-27)

Del Evangelio según san Juan:


Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su
Madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús al ver a
su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego le dijo al discípulo: «Ahí tienes
a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.

En esta tercera palabra, Jesús, después de darle el perdón a sus


victimarios (1ª palabra) y de darle el paraíso al ladrón (2ª palabra)
se dirige a todos los discípulos suyos a lo largo del tiempo para
darles lo último que le queda: su propia madre.

La presencia de Juan y María fue para Jesús un motivo de alivio,


pero, a la vez, fue motivo de un hondo dolor. Al final de cuentas,
Jesús no está totalmente abandonado, pues ambos representan
su familia de carne y su familia espiritual. Pero bien sabía que su
muerte cruel en la cruz era para María un sufrimiento interior
indecible y para sus discípulos algo que muy difícilmente
aprenderían a aceptar. Era la hora del amor inmenso, la hora de la
cruz, el amor hasta el extremo que se actualiza en cada Eucaristía.

Jesús y María vivieron en la cruz el mismo drama de muchas


familias, de tantas madres e hijos, reunidos a la hora de la muerte.
Después de largos períodos de separación, por razones de trabajo,
de enfermedad, por desplazamientos forzados o por azares de la
vida, se encuentran de nuevo en la muerte de uno de ellos.

Al ver Jesús a su Madre, presente allí, junto a la cruz, evocó toda


una estela de recuerdos gratos que habían vivido juntos en
Nazaret, en Caná, en Jerusalén. Sobre sus rodillas había
aprendido el shemá (la primera oración con que un niño judío
invocaba a Dios). Agarrado de su mano había ido muchas veces a
la Pascua de Jerusalén… Habían hablado tantas veces en
aquellos años de Nazaret, que el uno conocía todas las intimidades
del otro. En el corazón de la madre se guardaron también muchas
cosas que ella no había llegado a comprender del todo. Y ahora,
junto a la cruz, se estaba cumpliendo aquella lejana profecía de
una espada en su alma.
80
Entonces dijo Jesús al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde
aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Es decir, nosotros
todos hemos recibido la misma encomienda: hacer de nuestro
hogar –junto con María– una pequeña comunidad eclesial, una
iglesia doméstica, una familia construida sobre las sólidas bases
del amor y del perdón. Una pequeña iglesia que inspire valores,
que haga crecer, que forje futuro, que esté pronta a acoger a los
más necesitados.

El valor de las palabras “respeto, cercanía, ternura, obediencia,” es


algo que, desafortunadamente, se ha ido perdiendo en muchas de
las familias de hoy. Incluso los instrumentos de comunicación
(televisor, computador, celular) se han convertido en instrumentos
de incomunicación y separación. Mas el núcleo familiar que a Dios
le agrada es aquel en donde encontramos a Jesús como centro de
su relación, un hogar en donde los padres ejercen su autoridad con
discernimiento y sabiduría, unos hijos con estilo humilde y
disciplinado, un ambiente agradable y sin tóxicos de odio o
desconfianza.

La presencia de María junto a la cruz no es simplemente la


despedida de una madre junto a un hijo que muere. Su presencia
va a tener un significado mucho más grande, pues Jesús le confía
una nueva maternidad, madre del discípulo y Madre de la Iglesia.
Por eso podemos cantar: “Madre de todos los hombres, enséñanos
a decir: Amén”.

Oremos en esta tercera palabra con Monseñor Augusto Trujillo


Arango (semana santa 1996): “Madre, ruega al Señor por los
enfermos, por los tristes y abatidos, por los pecadores, por los
hogares, por los niños desamparados, por los que no tienen trabajo
y estabilidad laboral, por los que están sin esperanza en las
cárceles.

Tú eres, Santa María, la madre del que sufre. Oye su plegaria y


consuela su dolor. Aliéntanos en las horas de tempestad y de
combate, ilumina nuestras oscuridades. Pon serenidad en las
horas desesperantes, ven a nuestro lado en el camino y recíbenos
en tus brazos a la hora de la muerte. Amén”.

Mons. Noel Antonio Londoño

81
CUARTA PALABRA: “DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME
HAS ABANDONADO? (Mc 15, 34).

Del Evangelio según san Marcos:


Desde la hora sexta la oscuridad cayó sobre la tierra hasta la hora
nona. Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz:
«¡Elí, Eli! ¿Lamá sabactani?», esto es, «Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?» Al oírlo algunos de los que estaban allí
dijeron: «A Elías llama éste».
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.

Estas son las tres citas de la Sagrada Escritura donde encontramos


esta expresión de dolor, de abandono, la cuarta palabra
pronunciada por Jesús en la cruz antes de morir. Las tres citas
tienen sutiles diferencias porque son una mezcla de hebreo, la
lengua de los israelitas, y de arameo idioma de la familia del hebreo
y que fue el hablado por Jesús en su vida terrena. Elohím, era un
nombre que se aplicaba a Dios, para no usar el nombre dado por
Dios mismo a Moisés y que se consideraba sumamente sagrado y
que solo era pronunciado por el sumo sacerdote en el templo de
Jerusalén. Todo esto es lo que nos enseñan los estudiosos de la
Biblia y que nos ayuda a comprender mejor el sentido de la
expresión pronunciada por Jesús, ya moribundo en el altar de la
cruz.

Elí, Eloi y Elohím, nos refieren a una misma realidad, a una misma
persona, Dios. Quienes escucharon esta expresión directamente
de los labios de Jesús, no lo comprendieron, pensaban que
llamaba a Elías, quizás porque estas palabras les sonaba
parecidas, pero sobre todo, porque no le estaban prestando la
debida atención; en aquel momento solo las burlas, la humillación
contra Jesús eran el objetivo central de muchos de los que estaban
presenciando los últimos minutos de la vida mortal del Redentor de
la humanidad. Para éstos daba lo mismo si llamaba a Elías o a
Dios, no les importaba, no querían comprender.

82
Hoy muchos de nosotros como esa multitud del primer viernes
santo, escuchamos nuevamente estas palabras misteriosas, unas
palabras bañadas en lágrimas, en dolor, en sangre de Redentor.
Las mismas que aquel día no entendieron y que hoy a lo mejor
también nosotros tampoco. ¿Cómo es posible que el Hijo de Dios
se sienta abandonado por el Padre?, es más, ¿Cómo Dios mismo
–porque Jesús es Dios- puede llegar a sentirse abandonado de sí
mismo? La teología, la espiritualidad, y muchas personas en
diversas etapas de la historia y distintas partes del mudo chocan
de frente al misterio de esta cuarta palabra, y no logramos abarcar
la profundidad, el sentido de lo dicho por Cristo. De todos modos
la Palabra de Dios, toda, es una fuente inagotable donde siempre
encontramos cosas nuevas, esa palabra nos ilumina cada día con
más poder, nos deslumbra hasta no poder, a veces, aguantar su
brillo.

Tengamos en cuenta nuevamente que Jesús con toda verdad es


Dios, y también con absoluta verdad es hombre. Jesús es Dios y
hombre verdadero, como Dios es igual al Padre y al Espíritu Santo
y como hombre es igual a nosotros menos en el pecado. En la cruz
está entregando toda su humanidad, tal como una esponja que se
escurre apretándose fuertemente para no dejar nada en sí, ni una
sola gota. Nuestro Señor no se ha guardado nada, todo lo ha
entregado por amor a nosotros y ha querido también no ser ajeno
a nada de lo nuestro, por eso no ha escapado de la sed, del
cansancio, del dolor y de la muerte, como nosotros también ha
experimentado alegría y desengaño, en resumen, ha tenido una
vida como la de cualquiera de nosotros. Como Dios ha querido
venir a nosotros para salvarnos de las consecuencias del pecado,
a redimirnos.

El abandono que experimenta Cristo no es otra cosa que la


consecuencia del pecado. En el pecado no está Dios, en el mal
que hay en el mundo no está Dios, Dios no tiene nada que ver con
la maldad que hay en el mundo, esa maldad es culpa nuestra,
desde Adán y Eva hasta cada uno de nosotros hoy; Dios no manda
a nadie a robar, matar, engañar o difamar, todo esto es obra
nuestra, un mal uso de la libertad que se nos ha regalado, y que
pretende sacar a Dios del mundo, de nuestra vidas.
83
Muchos se sienten abandonados de Dios cuando un criminal les
ha quitado un ser querido, otros se sienten abandonados de Dios
cuándo cargan los duros ataques del chisme, de las habladurías,
de la envidia. Ciertamente en todas esas realidades del pecado no
está Dios, porque Dios es solo Bondad.

Cuando Jesús pronuncia esta palabra, está tocando el abismo de


la maldad humana, se está metiendo en la profundidad del pecado
de todos los hombres de todos los lugares y tiempos, está llegando
a donde todo es oscuridad para destruir todo eso y llenarlo de Luz,
para llenarlo de Dios, a eso ha venido, a ser hombre con todas sus
consecuencias, y con su ser de Dios, limpio de toda culpa, destruir
la maldad humana, para alzarnos hasta las alturas de Dios. Jesús
experimenta el abandono de Dios como hombre y lo ha llenado
todo de la Divinidad propia de Dios.

Al respecto, terminemos la meditación de esta cuarta palabra con


un texto del Papa Benedicto XVI:

No es un grito cualquiera de abandono. Jesús recita el gran Salmo


de Israel afligido y asume de este modo en sí todo el tormento, no
sólo de Israel, sino de todos los hombres que sufren en este mundo
por el ocultamiento de Dios. Lleva ante el corazón de Dios mismo
el grito de angustia del mundo atormentado por la ausencia de
Dios. Se identifica con el Israel dolorido, con la humanidad que
sufre a causa de la “oscuridad de Dios”, asume en sí su clamor, su
tormento, todo su desamparo y, con ello, al mismo tiempo los
transforma. (Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret,
Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección. Capítulo 8,
parte 2).
Pbro. Rubén Darío López

84
QUINTA PALABRA: "TENGO SED" (Jn 19,28)

Del Evangelio según san Juan:


Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su
término, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed».
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja
empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la
boca.
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.

En esta Santísima Noche en la que se conjugan el dolor, la sangre


y la agonía con la esperanza del advenimiento del Reino de la
justicia, de la paz y del gozo (Cf. Rm 14, 17); del Reino Celestial
en el que Aquel que vive eternamente secará toda lágrima de
nuestros ojos, aniquilará la muerte y erradicará la angustia, el
lamento y el dolor (Cf. Ap 21, 4). En esta noche, pasmosamente
silenciosa, en que la tierra se encuentra en vigilante expectación a
la espera de la gran luz de la Resurrección.

En esta noche… elevamos nuestros ojos a la Cruz para contemplar


en ella la figura de Quien con sus palabras de autoridad expulsaba
demonios, curaba enfermos, perdonaba pecados; de Quien
restablecía la condición de hijos del Eterno Padre a los señalados
y marginados; de Quien mostró su gloria con rostro esplendente y
hermoso en la manifestación del Tabor; la figura, en definitiva, de
Quien ahora vemos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado
de los hombres, como un varón de dolores, acostumbrado a
sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y
desestimado (Cf. Is 53, 2 -3).

La figura lastimera que pende de la cruz, es también la figura,


aparentemente decadente de la familia, que ve con preocupación
cómo se pierde su esplendor original; que sufre el lastre de la
normativa dañosa que profana el hogar como santuario de la vida,
que hiere el indisoluble vínculo del amor y que contradice el
designio original del Creador.

85
La hemos visto también sin aspecto atrayente, marcada
profundamente por las divisiones y la indiferencia de sus
miembros, ultrajada por la sociedad voraz y libertina que socava
sus cimientos desconociendo que el paulatino desmoronamiento
de la familia se traduce como la destrucción progresiva de la
humanidad entera.

¡Como añoramos el rostro límpido y hermoso de la familia


tradicional! La de la oración cotidiana, la de Eucaristía dominical,
la de corrección precisa y, ante todo, la del amor fiel “en la alegría
y en la tristeza, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la
enfermedad, hasta que la muerte los separe”. La del amor fecundo,
que promete con vehemencia, delante de Dios y de la Iglesia,
educar a sus hijos según la única Ley que da vida, la Ley de Dios.

Como Jesús en la Cruz lanzamos nuestro grito estertóreo pidiendo


sea saciada nuestra sed; sed de familias que asuman y vivan su
identidad como iglesias domesticas; sed de padres responsables y
trabajadores que desde su imagen varonil reflejen el carácter de
José, el seráfico custodio del Redentor; sed de madres tiernas,
amorosas y comprensivas que inculquen en sus hijos el santo
temor de Dios y se entreguen a la oración silenciosa como María,
la Virgen Madre; sed de hijos obedientes, respetuosos y
agradecidos que tengan como bandera aquel mandato un poco
ajado, hoy por hoy, honrar padre y madre.

Sed de familias con Dios a la cabeza, pues cada familia es proyecto


de Dios, fruto de su pensamiento y de su amor; sed de familias
evangelizadas y evangelizadoras que proclamen como Josué ante
el pueblo embelesado por los dioses paganos: “Mi familia y yo
serviremos al Señor” (Jos 24, 15).

Pbro. Jhonatan Echeverry

86
SEXTA PALABRA: “TODO ESTÁ CUMPLIDO” (Jn 19,30)

Del Evangelio según san Juan:


Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». Inclino
la cabeza y entregó el espíritu.
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.

Llegamos a un momento solemne en el Calvario. Esta sexta


palabra, aunque muy corta, tiene un inmenso contenido. Sintiendo
cercana su muerte, Jesús toma fuerzas y exclama con serena
humildad: “Todo está cumplido”. Y es una palabra que resuena en
la altura del Calvario, pero que muchos otros también la
pronunciaban.

La dicen sus enemigos, allá en el Sanedrín, pensando que por fin


se acabó su lucha contra el falso Mesías. La dice Pilatos, pensando
que por fin terminó ese bochornoso proceso, que casi amenazaba
su poder. La pronuncian los Sumos Sacerdotes, satisfechos por
haberse liberado del que consideraban un peligro para las
instituciones de Israel. La pronuncian también los soldados
encargados de ajusticiar al condenado. Todos pueden decir, cada
uno a su manera: “Todo está cumplido”.

Pero esta palabra, pronunciada por los labios de Jesús ya


moribundo, tiene un significado muy distinto. Son palabras de
victoria. Es el grito de satisfacción por el deber cumplido, el balance
definitivo.

El Padre le trazó un plan: dejar por un tiempo la gloria del cielo,


venir hasta la tierra, hacerse hombre, anunciar la salvación,
reconciliarnos con Dios, enseñarnos que Dios es Padre y nos ama
y nos espera en su casa.

Y Jesús cumplió su encargo. Ha llegado el momento de regresar


al Padre. Ya recorrió los caminos de Palestina anunciando el
Evangelio, derramando el perdón, mostrando la misericordia del
Padre. Todo está cumplido. Sólo un instante le queda para
despedirse de la tierra. Por eso muere sereno, porque cumplió su
misión. Sólo mueren tranquilos los que cumplen la voluntad de
Dios.

Sus palabras y gestos los confía ahora a la Iglesia. A partir de la


Cruz comienza la historia de sus discípulos. En la Cruz comenzó
la hora de la Iglesia. Y nosotros somos la Iglesia.
87
La Iglesia es Madre. En ella nacimos a la fe, por el bautismo. Ella
cuida de cada uno de nosotros y en los sacramentos nos entrega
la gracia y el perdón, nos nutre con el Pan de la vida y nos regala
la fuerza del Espíritu. A la Iglesia llegamos siempre con la
seguridad de ser recibidos en la casa del Padre, rico en
misericordia. En la Iglesia todos nos sentimos hermanos. En la
Iglesia no hay distancias, todos somos iguales.
Esa Iglesia también es Maestra. En ella recibimos el anuncio de la
salvación, el Evangelio de Jesucristo, la Palabra de la verdad.
Somos herederos de toda una tradición cristiana, que ha crecido a
la sombra de la Iglesia. Llevamos poco más de veinte siglos de
historia cristiana y en todos estos años, la Iglesia ha hecho acto de
presencia en el mundo.
La fe se ha ido transmitiendo y viviendo en cada una de nuestras
familias. Cada familia es una escuela donde se aprende a vivir la
fe.
En este momento concreto de la historia esa fe está amenazada.
Son tantas las fuerzas que atentan contra la verdad cristiana, que
intentan desbaratar nuestras familias. Pudiéramos decir que se
acabaron los frenos morales que sostenían nuestra sociedad y
vamos cayendo en un acentuado materialismo que va sepultando
los valores del mundo del espíritu.
Es la hora de trabajar y luchar por la Iglesia. En ella nacimos a la
fe. En ella hemos crecido. En ella queremos permanecer y estamos
seguros que en ella nos vamos a salvar.
En la altura del Calvario, a la sombra de la cruz nació la Iglesia.
Cuando Cristo declaró cumplida su misión, comenzó la tarea de la
Iglesia. No podemos dormirnos, tenemos que cumplir nuestra
tarea.
Miremos al Crucificado y digámosle confiadamente:
Señor Crucificado: queremos seguir fieles a tu Iglesia. Que, en ella,
nuestras divisiones se tornen comunión y nos sintamos hermanos.
En ella queremos seguir escuchando tu Palabra y alimentándonos
del Pan eucarístico. Bendice cada una de nuestras familias, para
que en ellas podamos seguir cultivando los valores del Espíritu y
transmitiendo la fe. Tú pudiste decir con fuerza “Todo está
cumplido”, pero nosotros tenemos todavía mucho por hacer, no
hemos cumplido nuestra misión. Tú cumpliste muy bien tu tarea.
Ayúdanos a cumplir la nuestra.
Pbro. Humberto Ochoa
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SÉPTIMA PALABRA: “PADRE, EN TUS MANOS
ENCOMIENDO MI ESPÍRITU” (Lc 23, 45)
Del Evangelio según san Lucas:
Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra
hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo
se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente dijo:
«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y dicho esto expiró.
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.
Silenciosa cae la tarde, la soledad cubre los rescoldos más
profundos e infinitos de los corazones de quienes están
suspendidos entre el cielo y la tierra. Un inocente en medio de dos
culpables y entre uno y otro, una humanidad que gime (Cfr. Rom
8,22) por sus pecados y unos pocos rostros que derraman
copiosas lágrimas, allí está Juan quien sintió los latidos del amor
del Maestro en la última cena (Cfr. Jn 13,23) y la de una madre
(Jn 19, 26-27) que cansada por el peso de la tragedia y del dolor
aguarda como toda buena creyente la restauración de todas las
cosas, (Cfr. Ap 21,15 y Lc 2,25) ella sabe que detrás del calvario
está la esperanza y “ésta no defrauda” (Rom 5,5).
Ya se marchita el rostro del Hijo de Dios, sus venas sienten la
ausencia de la vida y su espíritu anhela descansar en las dehesas
celestiales, cuánto dolor, cuánto sufrimiento, a lo largo de su vida
contempló a la humanidad desgarrada, los gritos de la tragedia,
hombres cadavéricos deambulando en medio de la nada,
buscando sentido a sus vidas, drama que a lo largo de los siglos
ha enlutado a la humanidad. Se sigue anhelando a un Dios
crucificado que salve y que pronuncie sobre la humanidad
“palabras de vida eterna” (Jn 6, 68).
Hoy queremos contemplar ante el calvario el rostro triste de la
familia, la misma que llamara el papa Benedicto XVI “patrimonio
de la humanidad” (Discurso al Consejo Pontificio para la familia 13
de mayo de 2006), un patrimonio cercenado por las leyes, por el
relativismo, por el replanteamiento absurdo de los principios
auténticos, por la comodidad de una sociedad que cambió lo
esencial por lo que no tiene sentido y allí en la praxis cotidiana solo
va quedando una estela de destrucción, de vacío… de nada, una
pérdida del horizonte de la existencia.
89
Urge desde la Iglesia, pese a la desgracia misma que
enfrentamos, levantar la voz en medio del mundo y decirle al Padre
como lo hizo su Hijo en la Cruz “En tus manos encomiendo mi
espíritu” (Lc 23, 45), sólo así ante la imagen desgarrada de la
familia, ante una realidad tenebrosa y desconsolada, la institución
que es célula y base fundamental de la sociedad, escuela de los
valores, casa donde debe encontrar cobijo la fe, la esperanza y la
caridad, una Iglesia doméstica como se expresara en el Concilio
Vaticano II y lo ratificara Juan Pablo II (Cfr. Familiaris consortio 21)
se levantará, no por la fuerza de sí misma sino por la gracia que
procede de Dios.

Una vez más ante el calvario, una vez más ante el panorama de la
desolación y la soledad profunda, sin embargo, una vez estamos
ante el misterio de un Dios que nos dice "No temas, que contigo
estoy yo; no receles, que yo soy tu Dios. Yo te he robustecido y te
he ayudado, y te tengo asido con mi diestra justiciera", te decimos
hoy Señor, “en tu nombre echaremos las redes” (Lc 5,5). María
madre de Dios y madre de la Iglesia, muéstranos con esos tus ojos
misericordiosos al que es vida, dulzura y esperanza, no nos dejes
solos en este valle de lágrimas. Amén.

Pbro. Luis Fredy Correa

90 ÍNDICE
10.6. DESCENDIMIENTO

MONICIÓN
Terminada la vida de Jesús en el madero de la Cruz y pronunciadas ya
sus palabras de dolor que imprimen esperanza en el corazón humano,
queda solo dejar reposar su cuerpo en los brazos amorosos de María,
nuestra Madre. Como en Belén, vuelve a tener María el cuerpo de su
querido hijo en sus brazos, pero ahora sin vida. Resuenan en sus oídos
las palabras de Simeón: “Una espada te traspasará el alma”. Veamos
descender la imagen del cuerpo del Señor y acojámoslo, como María,
en el regazo de nuestro corazón.

MEDITACIÓN
Amados fieles, un Dios nos ha regado con la propia sangre y hoy
suavemente, colgado todavía de la cruz, como una interrogación viva
entre el cielo y la tierra, nos sigue preguntando si de parte suya nos han
faltado garantías para que completemos en nosotros su obra de
redención. Desde el primer viernes santo hasta hoy, estamos creyendo
en un vivo; el viernes santo no son los funerales de un muerto, a los
que asistimos de rigurosa etiqueta, sino el momento propicio de
comprender cómo la sangre de un Dios circula por nuestras venas, y
con ello sentirnos creaturas nuevas, a pesar de que la sangre divina
pase por cuerpos de pecado que los hace semejantes.

Cristianos frente a la sangre de Cristo crucificado, tomen el pulso de su


vida espiritual y verifiquen si la sangre que corre por sus cuerpos es la
sangre santa de Cristo, apasionada y dócil para hacer el bien, o es la
sangre mala, savia de pecado que les está haciendo florecer en
venenosas flores del mal.

Cristiano, en este día reconoce tu dignidad, no compadezcas


estérilmente a un Cristo que se quedó sin sangre; piensa en que Él la
derramó para que todos tengamos vida divina y la tengamos en mayor
abundancia, piensa cristiano que no es tu Cristo un Cristo de museo,
meramente artístico, ese Cristo debe encarnarse en ti y redimir en ti; le
debes labrar con tu propia vida, con todo el amor y el dolor de que seas
capaz; en una constante entrega de sinceridad y sacrificio.
Cumplámosle a Cristo la palabra, pues en la cruz está el más bello
documento de sinceridad humana que hayan conocido los tiempos. Esa
sinceridad no es de palabras, ni de promesas, porque este jefe nuestro
rubricó el pacto nuevo con la humanidad, con el raro sello de las propias
llagas. Estemos siempre ante Cristo en trance, en olor, en dolor de
sinceridad, como aquél que se sabe amado y primereado.
91 ÍNDICE
10.7. LOS SIETE DOLORES

CELEBRACIÓN MARIANA: SÁBADO SANTO

Se puede disponer de siete cirios para apagarlos en cada dolor

MONICIÓN:

Hermanos, en este sábado santo que nos recuerda la soledad de


Nuestra Señora, la Virgen Madre, por la muerte y sepultura de su
amado Hijo, dispongámonos a honrarla con la meditación y
conmemoración de los dolores, que le hicieron participe en el
misterio de la redención realizada por Cristo. Ella es ejemplo claro
de un corazón capaz de llevar a los hombres al perdón al entender
la grandeza del amor, hasta el punto de compartirlo y así brindar la
reconciliación al mundo, que ansioso busca.

Presidente: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.


R/ Amén

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío, Jesucristo, me arrepiento profundamente de todos mis
pecados. Humildemente suplico tu perdón y por medio de tu gracia;
concédeme ser verdaderamente merecedor de tu amor, por los
méritos de tu pasión y tu muerte y por los dolores de tu Madre
Santísima. Amén.

ORACIÓN INICIAL
Madre del dolor, nos postramos ante ti, para venerarte y reconocer
el heroísmo con que afrontaste el sufrimiento de tu hijo en la cruz.
Ayúdanos a tener la valentía para imitar tu ejemplo y ser signo de
esperanza ante el mundo, que clama el perdón como muestra de
un paso a la reconciliación, que permita valorar el gesto de la
generosidad que ha tenido tu Hijo para con todos nosotros.

92
Imploramos tu protección seguros de que a tu lado llevaremos la
carga con paciencia y comprensión, ofreciendo los dolores de
nuestros hermanos y los propios, como una ofrenda segura para
nuestra salvación y la gloria de tu amado hijo.

Reconocemos la grandeza de tu vida y por ello en este día te


manifestamos nuestro amor, con nuestras plegarias pobres y
sencillas pero llenas de sinceridad y agradecimiento. Nos unimos
a tu dolor y, junto a ti, contemplamos a nuestro amado Señor, que
se ha hecho victima por nosotros. Amén.

PRIMER DOLOR: UNA ESPADA TRASPASARA TU ALMA

Del Evangelio según san Lucas (2,35):


“¡Y a ti misma una espada te traspasará el alma! A fin de que
queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”.
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.

Los padres de Jesús lo llevan recién nacido a presentarlo al templo.


Simeón, un hombre justo, toma en brazos a la creatura y,
proféticamente anuncia que a la madre de ese niño le será
atravesada el alma por una espada de dolor. Seguramente el
corazón de aquella madre se llenó de tristeza al saber que muchos
no lo aceptarían y que ella sería también marcada por el
sufrimiento. Traspasamos el corazón de nuestra madre la Virgen
cuando con nuestras actitudes despreciamos a su Hijo y
preferimos los placeres que el mundo nos ofrece, no realizando así
la voluntad que Él tiene dispuesta para nuestras vidas.

Padre nuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre… (Canto)

93
SEGUNDO DOLOR: HUIDA A EGIPTO

Del Evangelio según san Mateo (2,14)


“Él se levantó, tomo de noche al niño y a su madre, y se retiró a
Egipto”.
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.

Los celos de un gobernante cegado por el miedo de perder su


poderío, manda a asesinar a todos los niños menores de dos años,
y así eliminar a la creaturas, la cual amenazaba en destronarlo, y
quien en realidad es el único y verdadero rey. Esto obliga a que
José huya con el niño para resguardar su vida. En nuestro mundo
vemos tantos hombres con ansias de poder, que tiranizan a los
pueblos y los oprimen física e intelectualmente. Quizá nosotros
utilizamos nuestro poder, no para ponerlo al servicio de los demás,
sino para oprimir, y así, causar tristeza y desesperanza a tantos
hombres y mujeres que buscan consolación.

Padre nuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre… (Canto)

TERCER DOLOR: LA PÉRDIDA DE JESÚS EN EL TEMPLO

Del Evangelio según san Lucas (2,41-43)


“Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la
pascua. Cuando cumplió los doce años, subieron como de
costumbre a la fiesta. Al volverse ellos pasados los días, el niño
Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres”.
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.

Al ir toda la sagrada familia a Jerusalén a la fiesta de pascua,


experimentan el sinsabor de que el tesoro más grande y valioso a
ellos encomendado se les extraviará; es tanta la angustia de María
que le reclama a Jesús el hecho de que se les perdiera. También
sufre nuestra madre, cuando nosotros nos extraviamos del camino
de su Hijo, que solo desea nuestro bien y nuestra salvación. Tantos
hombres perdidos en sus ideales cegados, en el consumismo, la
droga y demás vicios que destruyen la vida en Jesús.

Padre nuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre… (Canto)


94
CUARTO DOLOR: LA VIRGEN SE ENCUENTRA CON JESÚS
EN LA VÍA DOLOROSA

Del Evangelio según san Lucas (23,27)


“Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y
se lamentaban por Él”.
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.

Quizá el en evangelio no encontramos la narración de manera


textual, pero es imposible no pensar que, en medio de toda la
multitud, no estuviera la madre de Jesús. Ella sigue sus pasos
como fiel discípula, no abandona a su Hijo ni siquiera en el
momento más duro, es la mujer del amor sincero. María es la gran
intercesora ante su Hijo, la mejor abogada que podemos tener y
quien nos ayuda de una manera excelente en este camino hacia la
mansión celestial.

Padre nuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre… (Canto)

QUINTO DOLOR: LA VIRGEN MARÍA AL PIE DE LA CRUZ

Del Evangelio según san Juan (19,25)


“Junto a la cruz de Jesús, estaban su madre y la hermana de su
madre, maría, mujer de Cleofás, y María la Magdalena”
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.

Contemplar esta imagen nos lleva a reflexionar profundamente. Es


un gran ejemplo de una persona que supo estar firme al pie de la
cruz, y nosotros quizás muchas veces, acortamos o botamos la
cruz que en nuestra vida tenemos, queriendo con esto no padecer
y no desacomodarnos. En segundo lugar, es una muestra de cómo
debemos acoger a la madre que nos fue entregada al pie de la
cruz, entendiendo que en nuestra vida de cristianos no concebimos
nuestra fe sin ella. Es la compañía y el alivio para tantas penas,
que incluso en muchas ocasiones padecemos innecesariamente.

Padre nuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre… (Canto)

95
SEXTO DOLOR: EL CUERPO DE JESÚS EN BRAZOS DE SU
SANTÍSIMA MADRE

Del Evangelio según san Juan (19,38)


“José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque
secretamente por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización
para retirar el cuerpo de Jesús” Palabra del Señor: Gloria a ti
Señor Jesús.
Cuánto dolor desgarraba el corazón de la Santísima Virgen, el
hecho de recibir el cuerpo de su hijo maltratado, solo
detengámonos un momento, para contemplar a esta bella mujer,
abrazándolo y besándolo con tanta delicadeza. Cuánto dolor le
causamos a nuestra madre, cuando al acercarnos a la comunión
recibimos el cuerpo de su Hijo Jesús de cualquier manera, sin
conciencia de su Divinidad, por quien fuimos creados y nos
comunica el amor la misericordia del Padre. Hoy María nos enseña
a recibirlo en nuestros corazones con total dignidad, y recibir a
nuestros hermanos con las manos dispuestas como si a Él lo
recibiéramos.

Padre nuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre… (Canto)

SÉPTIMO DOLOR: SEPULTURA DEL CUERPO DE JESÚS

Del Evangelio según san Mateo (27,59-60)


“José de Arimatea tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia
y lo puso en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca;
luego hizo rodar una piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue”.
Palabra del Señor: Gloria a ti Señor Jesús.
Dolor profundo causa tener que dejar a su Hijo allí en este lugar
solitario y seguramente frío, pero su corazón de madre tiene fe de
verlo luego de una manera diferente. Con nuestra vida muchas
veces hacemos sufrir el corazón de esta hermosa mujer, cuando
sepultamos a Jesús y o asistimos a su resurrección, dejándolo
muerto para siempre en el cotidiano vivir, como si no hubiera vuelto
a la vida. Sepultados debemos dejar nuestros vicios, nuestros
intereses egoístas, nuestra pereza y mediocridad, y por el
contrario, salir con la esperanza cierta de que Cristo resucitará y
se posará en nuestros corazones para ser el timón de nuestra vida.

Padre nuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre… (Canto)


96
SALVE
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y
esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados
hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de
lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros
esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro,
muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

¡Oh, Clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

Ruega por nosotros Santa Madre de Dios. Para que seamos dignos
de alcanzar las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo.
Amén

ORACIÓN FINAL
Oh Señora y amada Madre mía, al venerante en este día y
contemplar los dolores que llevaste en tu pecho, por la dolorosa
pasión de tu Hijo, suplicamos que las lágrimas brotadas de tu
admirable corazón, nos sirva como signo fecundo, para una
verdadera conversión, que nos lleve a buscar el perdón sincero y
valeroso, de mostrar a los hermanos la pureza del alma, que brota
de la realidad misma de un creyente, dispuesto a enmendar sus
errores e irradiar el mensaje de salvación concedido por Jesucristo.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

97 ÍNDICE
50 AÑOS DE LA CONSAGRACION DE LA
CATEDRAL “NUESTRA SEÑORA DE LAS
MERCEDES” DE JERICO

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