El Camino de Emaus - Jorge Espinosa - Reflexiones Retiro
El Camino de Emaus - Jorge Espinosa - Reflexiones Retiro
El Camino de Emaus - Jorge Espinosa - Reflexiones Retiro
13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista
sesenta estadios de Jerusalén,
17 Él les dijo: "¿De qué discutís por el camino?" Ellos se pararon con aire
entristecido.
Palabra de Dios
Desde el punto de vista narrativo, Lucas nos presenta el pasaje desde tres
descripciones (tiempo, lugar y protagonistas) descritos desde dos elementos en
paralelo: Primero menciona que esto ocurrió aquel mismo día. ¿de qué día esta
hablando?, por la ubicación del microrrelato sabemos que esto ocurrió el primer
día de la semana posterior a la muerte de Jesús, es decir, el mismo día de la
resurrección; sin embargo, el narrador no lo indica de ninguna de las dos maneras,
es decir, va dejar que nosotros identifiquemos, de acuerdo a los eventos, cómo lo
califican los protagonistas.
En muy importante señalar este primer contraste o sincrisis, pues las dos opciones
tiene significados muy diferentes, para el que cree que está al tercer día de la
muerte de Jesús, se trata de un momento triste, de luto, de confusión e incluso de
profunda tristeza, es fácil asociar los momentos posteriores y cercanos a la muerte
de un ser querido como momentos dolorosos y confusos; o también podemos
asociar simbólicamente a la muerte con estados donde nos sentimos derrotados,
confundidos, heridos, decepcionados; en general derrumbados.
Claramente sería muy diferente si creyeran los caminantes que no se trata del día
de la resurrección, seguramente las emociones serían otras, estarían alegres,
triunfantes y buscando reunirnos con los más cercanos a celebrar, es como
cuando llega ese bebe anhelado, la visita de una familiar que hace mucho tiempo
no veíamos, cuando logramos el mayor de los éxitos, es una fiesta a la vida,
nuestra mirada está en la gratitud e ilusión de un futuro llego de amor y éxitos.
Los protagonistas son dos hombres, que sin duda, al igual que ocurrió con la
interpretación de aquel mismo día, o Jerusalén vs Emaús, nos debe guardar un
mensaje para nosotros. Por ahora sabemos que eran dos de ellos, es decir, dos
discípulos o seguidores de Jesús. Esto quiere decir que comulgan con lo que
habían escuchado, conocido y compartido con Jesús; posiblemente hacen parte
de quienes habían dejado todo y lo seguían; esto, sin duda, le da más significado
a su decisión de alejarse de Jerusalén, es alejarse de su maestro.
Los dos hombres caminaban hacia Emaús, atención, no estaban quietos, sino
todo lo contrario se alejaban y mientras lo hacían conversaban y discutían sobre
todo lo que había ocurrido; esta descripción tan detalladas de San Lucas nos
muestra que no estaban felices y gozosos, es decir, claramente aquel día no
representaba para ellos el día de la resurrección; aquí ya advertimos que para
ellos su maestro había muerto y con él todas sus esperanzas; como buen cronista,
Lucas muestra que además de huir, siguen anclados en el pasado, en los
acontecimientos ocurridos en los últimos días, no en el hoy, sino en el pasado.
Este cuadro o escena como el de una película nos confronta, ¿cómo caminamos
en la vida?, tan vez lo hacemos como aquellos hombres, de espaldas a Dios,
decepcionados y un poco malhumorados, estamos peleados con la vida.
Lucas logra que los lectores nos identifiquemos con esos hombres, pues al ofrecer
tantos detalles es fácil conectar con experiencias y sentimientos que de alguna
manera todos hemos experimentado, debido a que en algún momento de nuestras
vidas hemos teniendo la ilusión puesta en Dios, pero por diferentes circunstancias
esa ilusión se convierte en decepción, distancia y frialdad; en general, esas
circunstancias hacen que le demos la espalda.
Estos hombres representan a tantos que hoy han perdido la fe, que casi sin
pretenderlo se alejan de Dios y sienten que toda su vida ha sido una mentira, pues
no le encuentran ahora sentido o significado. Los caminantes de Emaús pueden
ser hombres o mujeres sin esperanza y que ahora se sienten solos, huérfanos,
con una vida que carece de sentido. Esta pareja puede representar a muchas
familias que han perdido el sentido de unidad, que andan sin rumbo y que día tras
día caen, descienden sin control a un estado que cada vez desolado, vacío y sin
sentido.
Ahora bien, justo cuando los dos discípulos conversaban y discutían de lo ocurrido
se les acerca Jesús y camina a su lado; es decir, el evangelista muestra que fue el
propio Jesús quien tomó la iniciativa y se les acercó a los atribulados hombres, no
teneos a un Jesús reluciente o mostrando señales de su identidad de resucitado,
sino que se acerca como un caminante más, como uno de ellos, que quiere
hacerse parte del viaje de los hombres, que los acompaña y está interesado por
entender su molestia, no como quien interrumpe su viaje, sino como el que hace el
camino con ellos.
El narrador ofrece a los lectores información desconocida para los discípulos, pues
advierte que ellos no parecen reconocerlo, pues sus ojos estaban incapacitados
para hacerlo, detalle que en ese momento no parece tener una razón lógica, pero
que se entiende como el “nudo” de la historia; es decir, es el centro de la tensión
dramática.
Esta escena nos muestra dos hombres frágiles, perdidos, ciegos, enfermos, con
una vida sin sentido; y justo en ese momento sale Jesús, ahora resucitado, al
encuentro del ciego, de la oveja perdida, de todo aquel que necesita de la luz, del
hijo que se aleja de la casa de su padre, del enfermo, del atribulado.
Son muchos los momentos de la vida en los que nos sentimos perdidos,
entristecidos o decepcionados de la vida y de Dios; tenemos ganas de alejarnos,
de botarlo todo, de olvidarnos de todo. Ese sentimiento solo pone de relieve
nuestro dolor, cada cosa que sucede la leemos en clave de decepción,
acrecentando aún más nuestro estado o situación negativa; todo esto nos
enceguece, impidiendo comprender que, a pesar de no saberlo, Jesús está
acompañándonos en el camino.
Así como Jesús fue quien tomó la iniciativa para acercarse a los hombres y se
unió en su viaje, de nuevo es él quien toma la iniciativa y les pregunta: "¿De qué
discutís por el camino?", es decir, él quiere conocer la razón de su estado y de su
decisión de alejarse de Jerusalén; Jesús quiere entrar en relación con los
hombres, quiere entender su tristeza y busca que ellos le cuenten directamente las
razones de su decepción, no porque no la conozca, sino porque entiende que es
necesario conocer de ellos mismos sus angustias.
Cristo en persona nos acompaña siempre en nuestro camino; con mayor razón en
momentos de derrota y decepción, se convierte en un compañero interesado en
conocer y entender nuestra realidad, nuestras angustias, miedos y dudas. Él toma
la iniciativa para acercarse a nosotros, y aunque no seamos capaces de
reconocerlo, él igual está ahí, dispuesto a escucharnos y acompañarnos.
Cleofas le responde en tono de recriminación, pues para él no es comprensible
que haya alguien no que sepa lo ocurrido, y no es comprensible pues se cree
dueño de la verdad, su estado de decepción que lo enceguece para ver a Jesús
resucitado caminando a su lado, también le impide recononer lo que realmente ha
ocurrido aquel mismo día.
19 Él les dijo: "¿Qué cosas?" Ellos le dijeron: "Lo de Jesús el Nazareno, que fue
un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo;
21 Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas
estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó.
22 El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque
fueron de madrugada al sepulcro
24 fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las
mujeres habían dicho, pero a él no le vieron."
Palabra de Dios
La pregunta que surge es ¿quién era Jesús para estos discípulos? Por su
respuesta, dista mucho de ser el Mesías; era valorado por el poder de sus
palabras y obras, descripción similar a la que se le daba a muchos otros profetas
de la historia del pueblo judío. Lo anterior revela ceguera, una condición que
estaba instalada en los hombres mucho antes de este encuentro, algo que no les
había permitido entender la verdadera identidad de Jesús.
Ahora bien, los discípulos atribuyen a las autoridades judías que Jesús haya sido
condenado a muerte y crucificado; con esto expresan a su interlocutor que su
maestro murió y que con ello todo terminó. La resurrección no hace parte del
discurso para los caminantes y con ello narran el final de una historia.
Queremos un Dios que no permita que nos enfermemos, o que nos de dinero y
poder, que castigue y oprima a cualquiera que nos haga daño o vaya en contra de
nuestros intereses; queremos un Dios a la medida de nuestra ambición,
mezquindad o egoísmo.
¿A cuál Jesús seguimos? ¿A uno que debe actuar de acuerdo con nuestras
condiciones y que está lejos del sufrimiento y de la muerte? O ¿a un Jesús
encantador en sus palabras y obras, pero a quien no hemos podido entender la
profundidad de su mensaje y menos de su salvación? Vale la pena identificarnos
con los caminantes de Emaús, pues en medio de su dolor reflejan
comportamientos muy cercanos a los nuestros. Buscamos un Dios a nuestra
medida, ignorando lo que las Escrituras anunciaban del Mesías. Los caminantes
de Emaús reflejan una vida confundida y alejada de Dios, pero que aun así es
posible ser alcanzada por la gracia de Jesús, quien nos acompaña e indaga,
escuchando nuestras expectativas en torno a él.
25 Él les dijo: "¡Oh, insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron
los profetas!
26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?"
27 Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo
que había sobre él en todas las Escrituras.
Palabra de Dios
Llegamos al punto central de pasaje. En este momento Jesús se ha tomado el
tiempo para acercarse a los caminantes, indagando por su incomodidad,
escuchando atentamente su entendimiento acerca de su identidad y advirtiendo la
lectura que hicieron de su muerte y la falta de comprensión de su resurrección;
entonces llega este instante para transformar la realidad de los discípulos.
En el primer momento Jesús usa palabras fuertes para evidenciar que los
hombres habían leído o escuchado las escrituras, pero no las entendían; es decir,
se trataba de personas que habían escuchado acerca de lo que debía padecer el
Mesías y cómo resucitaría al tercer día; sin embargo, lo habían ignorado.
Jesús presenta su identidad de Mesías, acreditado por las Escrituras y por los
profetas, él es del que habla la Torá de Moisés y que han anunciado los profetas,
no se trata solo “de un profeta poderoso en obras palabras y obras”, sino que
Jesús es el Mesías, el Cristo, nuestro Salvador. Con esto se derrumba la primera
gran confusión de los discípulos, su identidad.
Jesús es el mismo Dios vivo hecho hombre, quien vino a mostrar el amor
misericordioso del Padre y a guiarnos al camino de la salvación. Jesús es el
mismo que ha sido anunciado en las Escrituras (el Antiguo Testamento) y que se
cumple plenamente en el Nuevo Testamento; con Cristo se cumplen a cabalidad
las promesas de Dios.
Este momento del pasaje nos invita a abrir nuestro corazón y mente para entender
a profundidad la identidad de Jesús, aceptándolo como nuestro único Señor y
salvador.
Es necesario abrir nuestro corazón para que entren las palabras de Jesús, que
nos explican el misterio de la resurrección, haciendo que todo lo que antes era
confusión y tristeza se transforme en claridad y esperanza. A partir del encuentro
con Jesús los discípulos de Emaús y todos nosotros recibimos una revelación, la
cual nos permite entender quién es Jesús y reivindicar su presencia viva a nuestro
lado, acompañándonos y transformado nuestras angustias en esperanza.
Palabra de Dios
La respuesta de Jesús refleja una disposición plena para compartir con los
caminantes, anticipando que aún faltaba algo más para lograr la completa
revelación, por eso él “Entró, pues, y se quedó con ellos”. Esta nueva relación es
una hermosa oración, Quédate con nosotros Señor, pues queremos oírte y
compartir contigo en nuestra familia; tus palabras son vida y nos llenas de amor y
esperanza.
Compartir los alimentos es ágape, una expresión de amor, que incluye varios
niveles, un amor que procede de Dios, que se expresa en la entrega a nosotros de
su hijo Jesucristo y que nos invita a compartirlo con los demás, especialmente con
los más necesitados del amor misericordioso y salvador de Dios a través de
Cristo.
Llama la atención el contraste que hay entre el momento en que los hombres
acompañados físicamente de Jesús no lo reconocían, pero al instante de
reconocerlo plenamente desaparece; esto sin duda nos habla de la fe, la que una
vez profundizada y experimentada en comunidad se hace parte, se interioriza y se
vive desde dentro. Los discípulos huían de Jerusalén movidos por una fe sin
sustento en la Escritura, basada más en los anhelos humanos y no como
comprensión de la identidad de Jesús, esto los hacía ciegos e incapaces de
reconocer a su maestro en la sencillez de un caminante; sin embargo, como
resultado de entender las Escrituras y compartir el pan con el Cristo, el
conocimiento adquirido se transforma en fe, una convicción que les recobra la
vista y les permite reconocerlo, incluso sin tenerlo de cuerpo presente.
Esta cuarta parte está marcada por el deseo de los discípulos de permanecer con
el forastero, motivados por un impulso inconsciente que se genera tras la
explicación de las Escrituras. Esto nos impulsa a buscar en la Palabra de Dios el
deseo continuo y creciente de querer permanecer en Cristo, pues desde esas dos
experiencias (palabra y comida) se consolida nuestra fe y lograremos vivir a un
Cristo presente, real y parte de nosotros.
Palabra de Dios
Reflexiones finales
Ahora bien, los que hemos vivenciado que el propio Jesús nos ha hablado y
transformado nuestra realidad, los que hemos sentido que el corazón arde de
amor y esperanza, estamos llamados a salir con prontitud a anunciar con nuestra
vida a un Jesús vivo, real y presente en cada momento de nuestra vida.