La Revelación Del Gong

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La revelación del gong

Fernando Oña Pardo

Todavía lo siento: fue un sonido milenario, remoto, infinito, que evocó imágenes de un

génesis y de un cataclismo sublime, como si el cielo y el mar se entreveraran para crearlo todo,

para destruirlo todo…

El sonido del gong fue la revelación de un silencio absoluto y cósmico: sentí mi propia

respiración, desde esa interioridad tan poca conocida, ¡tan esencia y primigenia del hombre! ¡Fui

inmortal, fui Dios, fui todo y fui nada!

Tooouuummmm, tooouuummmm, tooouuummmm… vibración de todos los tiempos que

atravesó mi cuerpo y me reveló la eternidad de un instante, la fugacidad de una vida…

Parece sencillo, pero es tan difícil de entenderlo, de practicarlo: cada acto de respiración

encierra en sí mismo toda la integralidad y magnificencia de una vida.

Todavía lo siento: el sonido del gong retumba en mi anhelo de ser, de sentirme, de

conocerme, de creerme, de amarme… Tooouuummmm, tooouuummmm, tooouuummmm… trato

de escuchar en silencio (en aquel silencio donde se concentra el alma) mi respiración, mi aliento

de vida.

Mi propia respiración

Y entonces sentí su respiración: su pecho se alborotaba de aire y palpitaba vida.

Mi mano y su esternón fueron uno solo en cada respiración… Sensaciones todas tenues,

como alboradas de sueños, acompasaban mi inhalación y exhalación con la suyas.

Lo vi tan indefenso, tan humano, que sentí una dulce nostalgia y una suave armonía que

lindaba con la serenidad. Lo vi tan indefenso, tan humano… que me reflejé en él y me sentí en él.

Luego él poso su mano sobre mi pecho y volví a ser un niño, que precisaba de calor,

ternura y amor… Me sentí tan indefenso, tan humano, ¡tan inmortalmente humano!

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