Evangelización en El Nuevo Reino de Granada, Siglo XVI.
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Resumen
Este artículo busca aportar a la hipótesis que se refiere al proceso
de evangelización de los indígenas en el altiplano cundiboyacense
como complejo, conflictivo y poco exitoso en resultados inmediatos.
Para ello, tomando especialmente –más no exclusivamente– como
caso a la Orden Dominicana, explora las motivaciones que originaron
la llegada de los misioneros a hacerse cargo de esta tarea, las
instituciones que soportaron la metodología empleada, los conflictos
* El presente artículo es, en su fundamento, fruto parcial de la tesis doctoral «Religiosos y sociedad en
Nueva Granada (Colombia). Vida y muerte del convento dominicano de Nuestra Señora del Rosario.
Santafé de Bogotá, siglos xvi-xix» realizada entre los años 2004 y 2008, en la Universidad de Namur,
Academia Lovaina (Bélgica), bajo la dirección de Pierre Sauvage S. J. y Paul Servais. Incluye datos y
bibliografía consultada posteriormente.
** Doctor en Historia. Profesor asociado en la Escuela de Historia de la Universidad Industrial de San-
tander, Bucaramanga. Director del grupo de investigación «Sagrado y Profano», avalado por dicha
Universidad y reconocido por Colciencias. Contacto: weplataq@uis.edu.co.
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Palabras clave
Evangelización, muiscas, Nueva Granada, órdenes religiosas,
doctrinas.
Keywords
Evangelization, muiscas indians, New Granada, religious orders,
doctrines.
Introducción
El proceso de evangelización y cristianización de los indígenas
americanos, realizado por las órdenes mendicantes es una de las
etapas más conocidas de la historia de la Iglesia en el Nuevo Mundo.
Existen publicaciones al respecto, no solo en el campo de la historia,
sino también en el de la teología, la filosofía y hasta el derecho. La
1 Víctor Codina y Noé Zevallos, Vida religiosa. Historia y teología (Madrid: Ediciones Paulinas, 1987), 81.
2 Algunos de los recientes trabajos son: Mercedes López Rodríguez, Tiempos para rezar y tiempos para
trabajar. La cristianización de las comunidades muiscas durante el siglo xvi (Bogotá: Instituto Colom-
biano de Antropología e Historia, 2001); Ana María Bidegain, dir., Historia del cristianismo en Colom-
bia. Corrientes y diversidad (Bogotá: Taurus, 2004); Julio Ricardo Castaño Rueda, Nuestra Señora del
Rosario de Chiquinquirá. Historia de una tradición (Bogotá: Fundación Editorial Epígrafe, 2004); Mar-
garet M. Olsen, Slavery and salvation in colonial Cartagena de Indias (Gainesville: University Press of
Florida, 2004); Felipe González Mora, Reducciones y haciendas jesuíticas en Casanare, Meta y Orino-
co, ss. xvii-xviii: arquitectura y urbanismo en la frontera oriental del Nuevo Reino de Granada (Bogotá:
Pontificia Universidad Javeriana, 2004); Amanda Caicedo Osorio, Construyendo la hegemonía reli-
giosa. Los curas como agentes hegemónicos y mediadores socioculturales (Bogotá: Uniandes, 2008);
Olga Isabel Acosta, Milagrosas imágenes marianas en el Nuevo Reino de Granada (Madrid-Frankfurt:
Iberoamericana-Vervuert, 2011); Juan Fernando Cobo, Mestizos heraldos de Dios. 1573-1590 (Bogotá:
icanh, 2012); Antonio José Echeverry y J. Marulanda, Franciscanismo: un imaginario tras una utopía
en la Nueva Granada del siglo xvi (Cali: Universidad del Valle, 2008); Antonio Echeverry, «Por el sen-
dero de la intolerancia. Acercamiento a la extirpación de idolatrías en el Nuevo Mundo en los Siglos
xvi y xvii», Historia caribe 21 (2012): 55-74.
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1. Los evangelizadores
Para empezar, conviene resaltar un aspecto importante. ¿Por qué
las órdenes mendicantes fueron protagonistas del proceso de evange-
lización, conquista y colonización de América? ¿Por qué no lo fueron
las órdenes monásticas o de caballería, que tanto habían ayudado al
proceso de Reconquista de la Península Ibérica? ¿Por qué los domini-
cos, franciscanos y agustinos sobresalieron en especial, en el siglo xvi?
Fueron ellos y no otros, porque las órdenes llamadas «Mendicantes»,
que tanto habían hecho para reformar la Iglesia en la Baja Edad Media,
tras una crisis producida en los siglos xiv y xv, se encontraban, en
el momento de iniciarse la Conquista de América, en pleno proceso
de reforma interna y expansión. Varios de los líderes de la reforma
de las órdenes mendicantes en España fueron a su vez gestores del
envío de religiosos al Nuevo Mundo, de manera que encontramos
una relación directa entre el éxito del proceso de reforma en los
frailes españoles y su expansión al Nuevo Mundo. Los dominicos
estuvieron junto a los franciscanos entre los primeros en marchar a
América, no solo porque su opción carismática se orientaba hacia el
3 A mediados del siglo xvi, los agustinos (tras la Reforma Protestante) y luego los mercedarios, entrarían
en el mismo proceso.
4 Johannes Meier, «Las órdenes y las congregaciones religiosas en América Latina», en Resistencia y
esperanza. Historia del pueblo cristiano en América Latina y el Caribe, ed. Enrique Dussel (San José:
dei-cehila, 1995), 583.
5 Pedro Borges, Religiosos en Hispanoamérica (Madrid: mapfre, 1992), 249.
6 Esta afirmación no significa que la Corona tuviera un espíritu «antimonástico», ya que puede verse
que los monasterios femeninos sí se establecieron a partir de la segunda mitad del siglo xvi e incluso
se permitió en el siglo xvii la aparición dentro de las órdenes mendicantes, de recoletas masculinas,
cuyos miembros se dedicaban a la observancia y la contemplación: Ibíd., 241.
7 Citado en Ibíd., 248.
8 Las órdenes que intentaron fundar fueron los benedictinos, jerónimos, cartujos y trapenses: Ibíd., 246.
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9 Ídem.
10 María Milagros Ciudad Suárez, Los dominicos, un grupo de poder en Chiapas y Guatemala. Siglos xvi
y xvii (Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, deimos, 1996), 7.
11 Ídem.
12 Ibíd., 10-11.
13 Ibíd., 11.
14 Isabelo Macías Domínguez, «Procedencia conventual y regional del aporte de la Orden de Predicado-
res a Indias». En Actas del iii Congreso Internacional sobre los Dominicos y el Nuevo Mundo. Granada,
10-14 de septiembre de 1990, Ed. José Barrado Barquilla (Madrid: Deimos, 1991), 253.
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18 Miguel Ángel Medina, Los dominicos en América (Madrid: Mapfre, 1994), 24-25.
19 Manuel Esparza, Santo Domingo Grande. Hechura y reflejo de nuestra sociedad (Oaxaca: Carteles,
1996), 227.
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20 Alberto E. Ariza, Los dominicos en Colombia, t. 1 (Bogotá: Provincia de San Luis Bertrán, 1993), 94.
21 Ibíd., 226.
22 Bartolomé de las Casas, Apologética histórica, 39, citado en Ibíd., 105.
23 «Información del estado de la Provincia del Nuevo Reino de Granada en Indias», Santafé, 1615, en
Archivo general de la Orden de Predicadores, Roma, xiv, Libro A, 1 parte, t. 305a, f. 331. En este año,
por ejemplo, el provincial le decía al Maestro de la Orden que se necesitaban por lo menos cuarenta
religiosos más para poder atender las obligaciones adquiridas. Que la manutención no era problema,
pues «y a todos ellos puede (la Provincia) acudir y sustentarlos».
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28 A. Esponera y J. B. Lassegue, El corte sobre la roca. Memorias de los dominicos en América (siglos xvi-
xx) (Cusco: Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas, 1990), 38.
29 Este fue el caso de los conventos de Muzo y de Pueblo Nuevo. El primero tuvo auge mientras se vivió
una «fiebre» esmeraldífera. El segundo se estancó y entró en declive cuando el pueblo se vació luego
de finalizar una bonanza aurífera en la zona: Miguel Ángel Medina, op. cit., 184 y s.
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Elaboración propia a partir de los datos proporcionados por Ariza, Alberto. Los
Dominicos en Colombia, tomo I. (Bogotá, Provincia de San Luis Bertrán, 1993)
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30 Alonso de Zamora, Historia de la Provincia de San Antonino del Nuevo Reino de Granada (Caracas:
Parra León Hermanos, Editorial Sur América, 1930), c. iv, 160-161.
31 Antonio José Rivadeneira, Los dominicos en Tunja (1551-2001) (Tunja: Universidad Santo Tomás,
2003), 123-124.
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las bocas de sus falsos sacerdotes, retirado y escondido por las grutas
de los montes, les maquinó grandes persecuciones. Pero perseverando
con apostólica constancia en su ministerio, erigieron muchas iglesias
parroquiales en que pusieron las primeras fuentes del Bautismo32.
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una muestra más del «tira y afloje» jurídico que en diversos asuntos se
vivió a lo largo de la historia colonial entre estas potestades– logrando
que el Rey ordenara devolver nueve doctrinas, no sin resistencias
del Arzobispo de Santafé, el franciscano Luis Zapata de Cárdenas.
Mientras se daba el enfrentamiento de poderes, el impulso
evangelizador seguía cediendo. A fines del siglo xvi y comienzos del
xvii ya no había el mismo ánimo para aprender lenguas indígenas, de
manera que, según Zamora, para la fecha solo una tercera parte de
los frailes dominaba suficientemente algún idioma nativo como para
obtener el título de doctrinero36. Esto hizo que en 1605 el arzobispo de
Santafé, Bartolomé Lobo Guerrero, quitara a los frailes de la capital
de la Audiencia, varias doctrinas por no contar con suficientes frailes
conocedores de la lengua indígena, el chibcha, hecho que motivó a
su vez la intensificación del estudio de este idioma en los conventos
mayores.
Poco antes había ocurrido el arribo de la Compañía de Jesús,
cuya presencia fue justificada por las autoridades alegando una
«incapacidad» de las órdenes existentes para la tarea misionera,
educativa y evangelizadora que se les había confiado37, sin hablar de
acusaciones por la falta de preparación del clero secular ordenado
hasta la fecha.
Pese a esto, volviendo al caso de los dominicos, estos, a
comienzos del siglo xvii aún tenían una proporción de doctrinas
considerable, especialmente en el centro y norte del país: hacia
1605, en la Arquidiócesis de Santafé, que abarcaba más de un cuarto
del territorio de la Audiencia, se encontraban 28 de las 65 doctrinas
38 Las otras doctrinas estaban distribuidas entre los franciscanos (24), los agustinos (10) y los jesuitas (3).
39 Isabel Arenas Frutos y Carmen Cebrián González, op. cit., 10-11.
40 Alberto E. Ariza, op. cit., t. 2, 1142.
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41 Chocontá, Lenguazaque, Guatavita, Guachetá, Ibagué, Bogotá - Funza, Sabandija, Guasca, Chipaza-
que, Sopó, Cota, Nemocón y Bojacá. Alberto E. Ariza, op. cit., t. 1, 415.
42 Guasca, Guatavita, Sopó, Chipazaque, Cota, Chocontá, Suesca, Guachetá y Lenguazaque: Alberto E.
Ariza, op. cit., t. 2, 1184.
43 La crisis de la mita indígena y una cadena de epidemias y pestes redujeron tanto la población abori-
gen, que se debió abolir, no solo la mita, sino también la encomienda (a comienzos del siglo xviii), no
tanto por causas humanitarias sino por simple «sustracción de materia». Dada esta catástrofe, durante
los siglos xvii y xviii, la población de Santafé se estancó. En ese período la ciudad solo creció 5.000
habitantes: de 10.000 existentes a comienzos del siglo xvii pasó a tener 15.000 cien años más tarde:
Julián Vargas Lesmes, La sociedad de Santa Fe colonial (Bogotá: cinep, 1990).
44 Isabel Arenas Frutos y Carmen Cebrián González, op. cit., 18.
45 Esta palabra es una creación de los historiadores colonialistas, durante el siglo xx, para calificar la
actitud de defensa de los indígenas realizada por las primeras generaciones de religiosos.
46 Ver, para el caso de Colombia, por ejemplo, Juan Friede, Los franciscanos del Nuevo Reino de Granada
y el movimiento indigenista del siglo xvi (Bogotá: s.e., 1958). Del mismo autor, Indigenismo y aniqui-
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49 Ya en vida de Fr. Bartolomé de las Casas tenía claro que la propuesta de una evangelización de los
indígenas hecha de manera pacífica y libre no tenía futuro. Las presiones de los encomenderos, autori-
dades locales y hasta de teólogos en pro de un adoctrinamiento ligado a la dominación hispánica eran
avasalladoras. Es famosa la controversia teológica entre Las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda, que se
saldó en 1557 con la victoria pírrica del primero, pero la opinión general que se impuso en América y
España fue que los indígenas eran inferiores y podían ser sometidos y aún esclavizados. Varios frailes,
dominicos, agustinos y franciscanos, apoyaban esta idea. Las Casas tuvo que confrontar incluso a re-
ligiosos de su propia orden. Los argumentos de Sepúlveda eran más atractivos para Europa, de modo
que se convirtieron en base para los imperialismos europeos la supuesta «inferioridad natural» de la
mayor parte de los pueblos no europeos: Ansel Hertz y Helmuth Loose, op. cit., 80.
50 Mercedes López Rodríguez, op. cit., 74-75.
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54 Ibíd., 80.
55 Guillermo Álvarez, Historia de la Orden Dominicana en el Perú, tomo I, siglos xvi-xvii (Lima: s.e., 2000)
410.
56 La llamada «Junta Magna» se celebró en Valladolid, en 1568. Fue convocada y presidida por el Rey
Felipe II, representantes de los distintos consejos del reino y una selección de teólogos. El objetivo
inicial de la asamblea era discutir y poner remedio a la «despoblación y destrucción de las Indias».
57 Ana María Bidegain, Así actuaron los cristianos en la historia de América Latina (Bogotá: ciec, 1985)
65-71. La Junta «prohibió todo tipo de acomodación y la publicación de información sobre grandes
facultades y buenas cualidades de los indios, e insistió especialmente en 1o que se relacionaba con
desplazar a la Iglesia indiana en formación y contribuir a que se impusiera una Iglesia marcadamente
española. Se reforzó el derecho de patronato y se tomaron las disposiciones pertinentes para que la
Iglesia ayudara al máximo al proceso de aculturación de las comunidades nativas», Ana María Bide-
gain, «Sexualidad, Estado, Sociedad y Religión: Los controles de la sexualidad y la imposición del
matrimonio monogámico en el mundo colonial hispanoamericano», Revista de Estudios da Religiâo 3
(2005): 57-58.
58 Luis Carlos Mantilla, «La Iglesia católica en Colombia. Entre la tensión y el conflicto», Credencial
Historia 153, (2002).
59 Ídem.
60 Ídem.
61 Mercedes López Rodríguez, op. cit., 194-195.
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62 Constanza Reyes, «Cristianismo y poder en la primera evangelización, siglos xvi-xvii», en Historia del
cristianismo en Colombia. Corrientes y diversidad, Ed., Ana María Bidegain (Bogotá: Taurus, 2004), 52.
63 Luis Carlos Mantilla, op. cit.
64 Mercedes López Rodríguez, op. cit., 82.
65 Ibíd., 82-84.
66 Ibíd., 86. Por ejemplo, propinar encerrar en calabozos y dar azotes a los indígenas que no se con-
fesaran, utilizar el cepo, o cortar el cabello a los caciques y personalidades importantes dentro de
las comunidades. La autora afirma que estas prácticas eran éticamente aceptadas, pues el castigo
físico era común en la sociedad europea desde tiempos antiguos y eran empleadas para dar justicia y
corrección. Sin embargo, aun así, se llegaba a tales extremos en que los castigos propiciados fueron
calificados de «maltratamiento» por los observadores de la época.
67 Citado en Enrique Báez Arenales, La Orden Dominicana en Colombia, tomo viii. Inédita. En Archivo
de la Provincia Dominicana de San Luis Bertrán de Colombia, Bogotá, San Antonino, Personajes –
Baeza, viii, 459 bis.
68 Alberto E. Ariza, op. cit., t. 1, 378.
69 Mercedes López Rodríguez, op. cit., 84.
70 Ídem.
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79 Instrucción de Fr. Francisco del Rincón, Arzobispo de Santafé. Santafé, 2 de noviembre de 1717, en
Archivo Secreto Vaticano, Ciudad del Vaticano, Congregazione del Concilio - Relationes Diocesium,
n.o 333, fl. 38v.
dominadas por los españoles»80. Además, aún a finales del siglo xvi y
comienzos del xvii eran frecuentes prácticas como las «borracheras»,
es decir, sesiones de canto, danza, embriaguez y diversas prácticas
sexuales promiscuas. En tierra de los muiscas también seguía siendo
corriente las peregrinaciones a lagunas sagradas; muchos se resistían
a cortarse el pelo y seguían pintándose el cuerpo, y quemando
sahumerios. Además, la poligamia seguía siendo practicada entre
los señores indígenas y había una fuerte resistencia a aprender
castellano. El mismo Fr. Alonso de Zamora, cronista de la orden de los
dominicos, por medio de diversos episodios de enfrentamiento entre
frailes y chamanes, deja traslucir que los indígenas no aceptaban
fácilmente la nueva fe y que los antiguos sacerdotes locales no se
resignaron a perder su antiguo poder e influencia. Zamora llegó a
afirmar que los Muiscas de finales del siglo xvi eran de «idolatría
arraigada en una gentilidad tan antigua, como obstinada»81.
Por eso se tuvieron que desarrollar grandes campañas para
extirpar residuos de las religiones nativas. Se persiguió con especial
interés a los chamanes, considerados como agentes de Satanás y por
ello principales opositores a que la religión de la Cruz se expandiera
en estas tierras. A ellos se les capturaba, se les encarcelaba y/o se les
extrañaba a otras regiones, a centros urbanos, de manera que pudieran
ser vigilados. Asimismo se organizaban «cazas» de ídolos, muchos
de los cuales eran de oro, lo que generaba un ingrediente motivador.
En estas campañas no se dudó en torturar y castigar físicamente,
para extraer información. De acuerdo con Palacios y Safford, en 1594
las autoridades descubrieron cerca de 135 chamanes en la región
inmediata a Fontibón, además de unos 3000 ídolos escondidos que
se usaban para cultos secretos. Poco después se hallaron en Bosa,
otros 10 000 ídolos. También se ordenó, en esas campañas, quemar
plumajes tradicionales y prohibir que los indígenas se pintaran
80 Marco Palacios y Frank Safford, Colombia: país fragmentado, sociedad dividida: su historia (Bogotá:
Planeta, 2002), 94.
81 Alonso de Zamora, op. cit. xiv, 145.
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Fuentes primarias
Archivos
Archivo General de la Orden de Predicadores (agop) Roma, Italia.
Sección xiv.
Archivo de la Provincia Dominicana de San Luis Bertrán de
Colombia (apslb) Bogotá, Colombia. San Antonino, Personajes – Baeza,
viii.
Impresos
Fuentes secundarias
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