De La Res..
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Son muchas y de diversa índole las obligaciones legales que adquieren las
instituciones educativas, tanto públicas como privadas, al momento de suscribir el
contrato de educación con los alumnos y padres de familia. La primera y más importante
de ellas es, por supuesto, la de prestar el servicio público que corresponde a su objeto
social y misional, previa habilitación que el Estado les hace a través de la expedición de la
licencia de funcionamiento y de acuerdo con las normas que rigen la organización escolar
en el país. Dicha obligación apareja el deber del plantel de impartir enseñanza de
conformidad con los criterios y marcos generales establecidos por las autoridades
educativas nacionales y territoriales, al igual que ofrecer un proyecto educativo y un plan
de estudios acorde con los estándares curriculares prescritos por las diferentes
disposiciones, así como los demás deberes relacionados con la instalación y planta física
donde funciona el establecimiento. 2
Otra de dichas obligaciones y, tal vez la segunda en prioridad, por no decir que es
la más importante, es la que tiene que ver con el deber de garantizar la integridad y la
seguridad física, mental y emocional de los educandos. Esta obligación consiste en el
deber que tienen los establecimientos de enseñanza, así como sus directivos y
profesores, de devolver o retornar a los discentes en las mismas condiciones en que
fueron recibidos antes de dar inicio a la jornada escolar; esto es, la obligación de
protección y cuidado de los alumnos. Este deber comporta especial atención por parte de
los planteles educativos, como quiera que su inobservancia puede generar, además de
las sanciones de tipo administrativo a que haya lugar, por violación de las normas
jurídicas sobre condiciones mínimas de calidad, consecuencias judiciales de
indemnización por los daños y perjuicios irrogados tanto al estudiante como a sus
familiares y allegados. 3
Y es que los padres de familia y acudientes son cada vez más conscientes de la
obligación que tienen los centros educativos de devolverles a sus hijos y acudidos sanos y
salvos, razón por la que ya se está empezando a ver en nuestra cultura legal nacional un
creciente número de demandas contra distintas organizaciones escolares, reclamando el
pago de perjuicios materiales y morales como consecuencia de las faltas y fallas en la
prestación del servicio educativo. 4
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Abogado experto en responsabilidad civil docente y en legislación educativa. Profesor de legislación
educativa en la Universidad de la Sabana y en la Universidad del Norte. Asesor jurídico de varias
organizaciones, entidades e instituciones educativas.
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Con la entrada en vigencia de la Ley General de Educación, la matrícula adquirió verdadera connotación
contractual, al ser elevada por la regulación a la categoría de contrato de derecho privado, según lo dispone el
artículo 95 de la Ley 115 de 1994, en concordancia con el artículo 201 ibídem.
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De acuerdo con Iñigo Martínez Echavarría Castillo, en su tesis doctoral “El complejo relacional educativo
como contrato a favor de tercero.”, la obligación de prestar servicios docentes comprende principalmente tres
deberes: el deber de instruir, el deber de educar y el deber de custodiar a los alumnos mientras se encuentran
en el centro escolar o desarrollando actividades organizadas por el mismo. En igual sentido, Miguel De
Zubiría Samper, en su obra “Formar, no solo educar”.
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Albert Ituren Oliver, “Responsabilidad patrimonial de los centros de enseñanza por daños sufridos por los
alumnos”, en “Guía práctica de gestión para la dirección de centros de enseñanza secundaria.”
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Para que se estructure la responsabilidad civil, o sea para que se pueda pregonar
el deber de reparar el daño causado a la víctima, necesariamente deben concurrir tres
elementos, a saber: el hecho dañoso, el perjuicio, y el nexo de causalidad entre uno y
otro.
El hecho dañoso constituye una conducta o acción desplegada por una persona,
como cuando un docente impone castigos físicos a los estudiantes y estos resultan
afligidos. Este hecho dañoso en ocasiones puede consistir en una omisión, como cuando
un alumno resulta quemado con ácido en el laboratorio de química durante la ausencia
del profesor, o cuando un estudiante termina lesionado mientras realiza algún ejercicio en
clase de educación física, sin que el educador haya dado instrucciones precisas sobre la
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Naturalmente, existen muchas otras definiciones más elaboradas de lo que es la responsabilidad civil; sin
embargo, el objetivo de este artículo no es reflexionar sobre intrincadas tesis jurídicas, sino comprender los
alcances de esta institución legal en el campo de la educación, especialmente en el de la educación prestada
por colegios.
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Aquí el término “culpa” tiene un verdadero significado legal, el cual quiere decir, “sin diligencia, sin pericia,
violando las normas de tránsito, sin cuidado”, por oposición a dolo, entendido genéricamente como la
intención de causar daño. En ese sentido, como afirma Philippe Le Tourneau, en su obra “La responsabilidad
civil”: “El institutor sería culpable por dejar que sus alumnos se entreguen a juegos peligrosos o por dejar
degenerar un juego de apariencia pueril y anodina en una batalla campal.”
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forma de realizar dicha actividad. También se puede presentar cuando un alumno perece
ahogado en el río, durante un paseo organizado por el colegio, en el que los profesores
dejan pernotar a los alumnos por sí mismos, sin prestar la debida atención a los
educandos.
El daño como tal, que es el perjuicio que sufre una persona, se entiende como el
resultado de la acción, o sea del primer elemento de la responsabilidad. Este daño puede
ser material y moral. El daño material comprende el daño emergente, o sea el valor o el
costo de volver las cosas al estado anterior a la consumación del evento dañino, como por
ejemplo el pago de los gastos hospitalarios y de medicamentos para que los órganos
recobren las funciones vitales, y el lucro cesante, que representa lo que se deja de
percibir con ocasión del hecho dañoso, como cuando un vehículo tiene que estar
estacionado mientras es reparado y a causa del estacionamiento el dueño deja de recibir
ingresos por su usufructo. El daño moral es el sufrimiento o el dolor que se le causa a
una persona, como el padecido por un padre de familia cuando el bus del colegio que
transporta a su hijo se estrella con otro vehículo y el estudiante resulta lesionado o
fallecido. 7
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No cabe duda de que la responsabilidad civil que adquieren los establecimientos de educación, por los daños
causados a sus alumnos, en desarrollo de actividades del servicio que prestan, es de naturaleza contractual,
puesto que la obligación de vigilar y cuidar a los estudiantes y garantizarles su seguridad, dimana
directamente del contrato de servicios educativos, independientemente de que tal obligación no se haya
pactado de manera expresa en el documento que incorpora el acuerdo de voluntades, pues ella constituye un
elemento de la naturaleza del contrato. De esta forma, aun cuando no de manera reiterada y uniforme, se ha
pronunciado la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, en varios fallos, entre ellos, el del 12 de
Septiembre de 1985. Ver también el fallo de la Sala de Casación Civil, del 30 de junio de 1947. En igual
sentido, la doctrina se ha mostrado partidaria de esta posición. Así se puede ver, entre otros, a Lasarte,
Carlos, “La responsabilidad civil en el ámbito de los centros docentes.”; Novellino, Norberto José,
“Responsabilidad por daños de establecimientos educativos.”; Iñigo, Martínez Echavarría Castillo, “El
complejo relacional educativo como contrato a favor de tercero.”; Tamayo Jaramillo, Javier, “Tratado de
Responsabilidad Civil, Tomo I”. En cambio, la responsabilidad civil de los establecimientos de enseñanza,
por los daños cometidos por sus alumnos frente a terceros, es de naturaleza extracontractual, puesto que en
estos casos la víctima no tiene ningún vínculo con el centro de enseñanza.
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Hay que tener en cuenta que el responsable no es solamente el director del centro educativo; lo es también el
profesor, el coordinador de disciplina, el coordinador académico, el empleado administrativo, entre otros, en
la medida que su acción o su omisión haya contribuido a la generación del daño. Lo que sucede es que en la
práctica la demanda se presenta contra la entidad propietaria del establecimiento, la cual, en caso de ser
condenada al pago de perjuicios, podrá repetir contra el directamente responsable del daño. En ese sentido,
Javier Tamayo Jaramillo, en su “Tratado de la Responsabilidad Civil”, comentando esta norma, señala lo
siguiente: “Si se aplicara literalmente esta disposición, ni los establecimientos educativos como tal ni los
maestros que manejan directamente a los alumnos serían responsables por el hecho ajeno, ya que la
responsabilidad solo recaería sobre los directores de dichos establecimientos. Sin embargo, creemos que la
interpretación que debe darse a la norma es diferente.” En la misma línea de interpretación, Philippe Le
Tourneau, en su obra “La responsabilidad civil”, refiriéndose a la figura del institutor en el derecho francés,
afirma: “El término institutor tiene aquí un sentido muy amplio. No es simplemente el docente o maestro de
primer grado sino toda persona que da una enseñanza a título oneroso o gratuito. Así, la jurisprudencia ha
considerado como institutor al director de una guardería de niños; al de un centro de entrenamiento de
pilotos de aviones; al de un establecimiento de educación vigilada o de reeducación; al de una colonia de
vacaciones, etcétera. Una sola condición es exigida para reconocerle a una persona la calidad de institutor:
debe tener la vigilancia efectiva de los niños.”
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La Sala estima que aunque era costumbre del menor desplazarse sólo
al colegio y llegar a su casa entre las 12 y 12:15, esto es, que
tenía unos horarios que hacían fácilmente controlable su conducta,
en las condiciones particulares que rodearon los hechos la
responsabilidad de la entidad demandada se ve comprometida, ya que
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Así por ejemplo, en un caso conocido por la Sala Penal del Tribunal Superior de
Bogotá, en el que un docente fue procesado por el delito de acceso carnal abusivo con
menor de catorce años agravado -delito cometido en la casa de uno de sus alumnos
durante una actividad denominada piyamada- y el plantel para el cual laboraba como
titular de quinto de primaria fue vinculado como tercero civil responsable, la corporación
judicial, mediante sentencia del 10 de junio de 2008, señaló:
Así las cosas, de conformidad con las normas legales antes mencionadas, así
como teniendo en cuenta la jurisprudencia transcrita, es claro que a las instituciones de
enseñanza les corresponde prestar el servicio público educativo bajo los más altos
estándares de seguridad, de tal forma que los estudiantes conserven las condiciones de
vida, salud e integridad en las que fueron matriculados e ingresados al respectivo
establecimiento. No proceder de esta manera puede acarrear consecuencias legales de
especial gravedad, tanto para las directivas como para los docentes y por supuesto para
el plantel mismo, afectando con ello la buena marcha y gestión al igual que la imagen
institucional. 9
Hasta aquí nos hemos referido a la responsabilidad civil que adquiere una
institución educativa, cuando el incumplimiento del deber de garantizar el cuidado y la
integridad de los alumnos les acarrea a estos daños en su integridad física, mental o
emocional, fundamentalmente por el descuido de quienes tienen a su cargo velar por la
seguridad de los discentes.
Ahora bien, existe otro tipo de responsabilidad civil para quienes prestan servicios
de educación, capacitación, formación y enseñanza, que es la responsabilidad que nace
por el incumplimiento de los otros deberes básicos que emanan del contrato educativo,
esto es, el deber de educar y el deber de formar. 10
Ciertamente, aun cuando no han sido suficientemente abordados por los autores y
doctrinantes de Derecho Civil, la responsabilidad por prestación defectuosa de servicios
educativos no solo ocurre por el incumplimiento del deber de velar y cuidar a los
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Hay que tener en cuenta que los colegios en Colombia no tienen personería jurídica, y por lo tanto el rector
no es el representante legal de la institución. La circunstancia de que la Ley 715 de 2001 establezca como
funciones del rector, entre otras, la de “representar al establecimiento ante la comunidad educativa y ante las
autoridades”, no tiene el alcance de convertir a la entidad de enseñanza en sujeto de derechos y obligaciones,
esto es, con capacidad jurídica para responder por sus actos, pues en tratándose de centros e instituciones
educativas oficiales, la responsabilidad recaerá en la entidad nacional o territorial a la cual esté adscrito el
respectivo plantel, mientras que en establecimientos de gestión privada, la responsabilidad será de la persona
natural o jurídica dueña del correspondiente centro escolar. En ese sentido, el Consejo de Estado ha
expresado que la licencia de funcionamiento que expiden las secretarías de educación no constituye el acto de
reconocimiento de personería jurídica a quien pretende hacer valer la condición de propietario del
establecimiento. En ese sentido, ver entre otros, auto de la Sección Primera, del 25 de abril de 1996.
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En efecto, la educación como contrato genera fundamentalmente tres obligaciones, la de educar o instruir,
la de formar y la de vigilar y cuidar a los estudiantes.
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