A Espaldas Del Mundo XavierVillanova

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A Espaldas del Mundo

de Xavier Villanova

Publicada en el #52 de PasodeGato

Correo de contacto:
coronanime@gmail.com
A  ESPALDAS  DEL  MUNDO      de      Xavier  Villanova  

 
Prólogo:

La paz primigenia… surge dentro del alma de las personas al sentir dentro de
sí… su unión con el universo entero y sus poderes internos, al entender que en
el centro del universo, habita el Gran Espíritu, y que ese centro, se encuentra
en todas partes, en cada uno de nosotros.
“Black Elk”

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A  ESPALDAS  DEL  MUNDO      de      Xavier  Villanova  

 
PRIMERA PARTE
0 – 11:59.999 AM
(Eduardo, sostiene un libro en su mano, preferentemente El Aleph, de Borges o
La Identidad de Milan Kundera, esta decisión no debe ser tomada a la ligera,
cualquiera de las dos opciones resultará en un personaje diferente.)

I – 12:00 PM
(El timbre interrumpe su paz.)

Magdala: Buenos días.


Eduardo: Tardes.
Magdala: ¿Está familiarizado con la palabra del Señor?
Eduardo: Lamentablemente.
Magdala: Tal vez no supieron explicársela. Yo podría…
Eduardo: En otro momento.
Magdala: Dios siempre tiene tiempo para nosotros. ¿No tiene cinco minutos
para Él?
Eduardo: Tengo la certeza de que no existe.
Magdala: Debe creer en algo.
Eduardo: (Pausa) Dragones. Estoy consciente de que es un absurdo; sin
embargo, en ocasiones miro al cielo y espero que dentro del universo de lo
improbable, ocurra un milagro.
Magdala: ¿Un qué?
Eduardo: Es un decir.
Magdala: ¿Podría considerar a Dios un Dragón?
(Silencio)
Eduardo: Quetzalcóatl.
Magdala: ¿Perdón?
Eduardo: Dragón, del latín Draco y, a su vez, del griego Drakon significa
víbora: creatura de hermoso pelaje, serpiente emplumada, mortal y, al mismo
tiempo, una divinidad. De modo que sí, podría verlo como tal.
Magdala: (Pausa) ¿Si viera un Dragón en el cielo, lo consideraría un acto de
Dios?

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Eduardo: Usted lo ha dicho, “si viera”; pospretérito imperfecto, futuro incierto,
descartable, remoto, cuasi imposible.
Magdala: Ocurrirá. (Pausa) Y cuando suceda, estaré ahí para ver su rostro
descartable, pospretérito e incierto.
Eduardo: Lo dudo.
Magdala: ¿Qué duda? Que yo esté ahí o…
Eduardo: Las dos.
Magdala: El Señor obra en formas misteriosas.
(Ella eleva sus ojos al cielo, él, renuente mira también, en su interior desea que
el Dragón aparezca. Nada.)
Eduardo: Los evangelizadores veían en Quetzalcóatl al Demonio y, según
entiendo, la serpiente Bíblica es incitadora del pecado, eso sin mencionar la
condición plumífera que lo volvería un ser esquivo y de liviana moral más
cercano al territorio de lo Satánico, ¿Está segura de ver un paralelismo?
Magdala: Se hace del rogar.
Eduardo: Científico.
Magdala: Creer es un acto de fe.
Eduardo: La perdí.
Magdala: Los científicos tienen curiosidad insaciable.
Eduardo: Ilimitada, dentro del territorio de lo real.
Magdala: ¿Qué abarca ese territorio?
Eduardo: Si Dios es un Dragón, que no digo que lo sea, pero si lo fuera, sería
una especie de guardián, un ser cósmico en espera, cuya acción determinante
implica la muerte o el renacimiento del orden universal. ¿Es acaso ése su
Dios?
Magdala: No lo podría haber expresado mejor.
Eduardo: Sí, bueno. Ha sido un placer.
Magdala: No me deje así, no me mate.
Eduardo: Dar por terminada una conversación difícilmente califica como
intento de asesinato.
Magdala: Si usted me abandona ahora, si me deja ir, si Dios tiene un plan
perfecto para los dos y usted se rehúsa a hacerlo cumplir cerrándome la
puerta, es muy probable que algo me ocurra, un castigo divino.

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Eduardo: Olvida el libre albedrío. Si su “dios” tiene un plan perfecto para usted
y específicamente para conmigo, eso sería predeterminismo, lo cual nada tiene
que ver con la libertad o la vida. Ahora, si me disculpa…
Magdala: Dios es todos los caminos, planes; vida y muerte al mismo tiempo,
es… (Él cierra la puerta) Hay caminos más catastróficos que otros…
(Silencio prolongado, ella de pie frente a la puerta, espera.)
Eduardo: ¿Sigue ahí?
Magdala: ¿Le molesta?
Eduardo: No puedo concentrarme sabiendo que hay alguien frente a mi
puerta.
Magdala: No hago mal a nadie.
(Eduardo abre la puerta decidido; una fuerza invisible dentro del campo de la
física se opone a su deseo de accionar sobre ella para ponerla en movimiento,
quizás es un campo energético formado por la postura que ella ha adoptado,
cabizbaja, de manos entrelazadas, asemeja una virgen que llora por el mundo.)
Magdala: La muerte y el abandono son elecciones sin retorno.
Eduardo: No lo discuto.
Magdala: ¿Quiere hablar de la muerte?
Eduardo: Mejor que hablar de dios.
Magdala: Tóqueme aquí.
(Silencio no tan breve.)
Magdala: Esto que siente es parte de Dios, cuando deje de latir, será Dios por
entero. ¿Entiende?
Eduardo: Ambiguo, pero convincente.
Magdala: ¿Puedo pasar?
Eduardo: ¿A mi casa?
Magdala: Mejor que hablar de Dios. ¿No cree?
Eduardo: Está un poco desordenada…
Magdala: Encuentro belleza en el caos.

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II – 1:11 PM
(Magdala mira por la ventana, llueve en círculos concéntricos a su alrededor,
su desnudez es la fijación de Eduardo, quien ya vestido, la mira un tanto
pasmado.)

Magdala: ¿Qué tan real es tu vida?


Eduardo: Depende.
Magdala: ¿De?
Eduardo: De tu definición de lo real, del marco que escojas.
Magdala: A veces pienso que nada más yo soy real y los demás relleno; dan la
vuelta a la esquina y ¡Puff! Desaparecen, se funden con el todo.
Eduardo: ¿Crees que soy relleno?
Magdala: No, bueno, no todos, no tú, los otros, los clones, esos que caminan
igual, hablan igual, todo igual y se parecen entre sí. Van como dormidos o
muertos.
Eduardo: La gente es predecible, pero real. (Pausa) ¿Has visto parvadas o
bancos de peces? Sincronía perfecta; se mueven como un solo ente y,
lamentablemente, eso no los exime de su individualidad; incluso a nivel
microcósmico, el comportamiento en la naturaleza es el mismo, es un asunto
primitivo, por decirlo así, es parte del instinto de conservación, aunque, si
tuvieras razón, si la mayoría de la gente sólo fueran palomitas de maíz
dispuestas a estallar con el calor, si no fueran mas que una iteración infinita del
mismo patrón, entonces, eso significaría que…
Magdala: ¿Siempre hablas tanto?
Eduardo: Paso la mayor parte de mis días en silencio. (Pausa) Las
matemáticas no son un arte gregario. (Pausa) Supongo que me embarga la
emoción de tener un interlocutor, no lo sé, no tengo modo de saberlo, mi
interacción social es limitada, no que eso tenga algo de malo, es… (Pausa)
¿Por qué me miras así?
Magdala: ¿Fue tu primera vez?
Eduardo: (Silencio.)
Magdala: Lo hiciste bien.
Eduardo: Gracias.

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Magdala: Dicen que el orgasmo es como la muerte.
Eduardo: Lo sabré cuando muera.
Magdala: Pienso distinto. El orgasmo se trabaja, la muerte no.
Eduardo: Difiero.
Magdala: El orgasmo se desea, la muerte no, cuando llega es bienvenido, la
muerte no, el orgasmo en el mejor de los casos es compartido, la muerte…
Eduardo: La muerte también.
Magdala: El orgasmo compartido es algo común; pasa todos los días entre los
amantes, la muerte compartida es una en un millón.
Eduardo: Estadística pura.
Magdala: El orgasmo es un instante divino, el universo estalla en un segundo;
explotas.
Eduardo: Implotas.
Magdala: Y cuando terminas, solo existe el vacío.
Eduardo: No hay tal cosa.
Magdala: Es la nada.
Eduardo: ¿Lo cual es?
Magdala: Lo que había antes de la creación del mundo.
Eduardo: La ausencia de materia.
Magdala: Eso.
Eduardo: La antimateria no es vacío.
Magdala: Mi punto es que el orgasmo, a diferencia de la muerte te permite
tocar el cielo y volver a nacer.
Eduardo: Despertar con tus mismos problemas, cuerpo, nombre,
incapacidades, imperfecciones… No. La muerte es superior; permite llegar al
punto cero, es el único proceso morfológico para salir del Aleph en el que
estamos inmersos, escapar a la cinta de Moebius.
Magdala: Si muriera en este momento, me gustaría hacerlo como Jesús, en un
orgasmo divino, muerte y resurrección.
Eduardo: ¿Siempre hablas tanto?
Magdala: Te imitaba.
Eduardo: Como tus seres de relleno, imitando pasan la vida y luego, ¡Puff!
Magdala: ¡Estoy viva!

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Eduardo: Viva y obsesionada con la muerte, como cualquier persona, como
tus amigos de relleno. ¿Ves? Te preocupan las mismas cosas. ¿Cuándo y
cómo? ¿En qué momento y para qué? Todo el mundo se cree excepcional sin
serlo. Es de lo más frustrante.
(Silencio, Magdala sangra imperceptiblemente, se viste.)
Magdala: Tú tampoco eres el centro del universo, ni con todas tus palabras
domingueras y conceptos intrincados te escapas de ser uno más en el pajar.
Eduardo: Lo sé.
Magdala: ¿Lo sabes? (Pausa) Pensándolo bien, eres algo fuera de este
mundo, capaz de causarme una gran impresión en un segundo y, al siguiente,
decepcionarme por completo.
Eduardo: No lo tomes así.
Magdala: (Pausa) ¿Sabes cuando dejé de creer en Dios?
Eduardo: Pensé que eras evangelista.
Magdala: Era.
Eduardo: No comprendo.
Magdala: Quería conocerte.
Eduardo: ¿Valió la pena?
Magdala: No.
Eduardo: Espera. Aún no me has dicho cuándo dejaste de creer en Dios.
Magdala: El día que murió mi hermano.
Eduardo: ¿Qué edad tenía?
Magdala: Veintinueve. (Pausa) Adiós.
Eduardo: El mío tenía dos meses.
Magdala: No sabía.
Eduardo: Vamos progresando. Ya tenemos algo en común.
Magdala: Casi. Tú no pudiste conocerlo del todo.
Eduardo: Se quedó en potencia.
Magdala: Las cosas no son importantes porque existan, son importantes si se
piensa en ellas.
Eduardo: Puede ser.
Magdala: Por eso mi hermano existe, porque pienso en él y lo extraño y le
pregunto cosas todo el tiempo, como ¿qué debo hacer? ¿Por qué no está para

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aconsejarme? ¿Por qué estoy en la casa de un extraño que pretende no
interesarse por nada de lo que tengo que decir y, sin embargo, cada vez me
parece más familiar? (Silencio) Luego me dan ganas de gritarle, reprocharle
por arrancarme la fe. (Pausa) Al final lo perdono, aunque no quiera.
Eduardo: ¿Sabes por qué soy matemático?
Magdala: ¿Por tu hermano?
Eduardo: Por la incertidumbre que es mi hermano, para ser precisos. Por la
nostalgia de lo que aún no ocurre. Calculo posibilidades, su vida, las variables
que pudieron alterar su proceso hasta llevarlo a ser una persona entera, real,
con una profesión y un camino trazado por su impulso. (Pausa) Lo descifré.
Dadas las circunstancias familiares, el entorno, y teniéndome a mí como
hermano, hubiera buscado el equilibrio, diferir, hacerse notar. Se hubiera
convertido en mi opuesto. Actor de cine, extrovertido, social, una estrella
inalcanzable. (Pausa) Yo también lo perdono por no ser. Me doy cuenta de lo
estúpido que es pensar en eso, que no tiene sentido seguir guardándole un
lugar en mi cuarto, que la tristeza es un sentimiento poco productivo, que es
mejor ponerse a trabajar.
Magdala: Dice la Biblia que el universo es infinito, si así fuera, debe existir otra
Tierra donde tú y yo somos novios o enemigos a muerte, y también otra donde
nuestros hermanos están vivos.
Eduardo: ¿Cuántos números fraccionarios hay entre el dos y el tres?
(Pausa)
Magdala: No sé.
Eduardo: Infinito. Empezando por el dos punto cero, cero, cero, cero, cero,
infinito ceros, uno; hasta el dos punto nueve, nueve, nueve, nueve, nueve,
nueve, nueve, etc. Existen infinito números fraccionarios entre el dos y el tres y
ningún número cuatro entero. Este mundo es parte de un sistema finito de
infinitas variables y, en todas ellas, mi hermano vale cero. (Pausa) O punto
cero dos, depende del margen de error.
Magdala: Y el mío veintinueve punto cuatro. (Pausa) ¿Quieres hacerlo de
nuevo?
Eduardo: Sí.

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III – 3:33 PM
(Magdala acompaña a Eduardo a la puerta, es la hora de la misericordia;
silencio tierno, él no encuentra palabras para describir lo que siente, ella llena
el silencio con sus labios.)

Magdala: Hasta pronto.


Eduardo: Pronto viene del italiano “dispuesto”, indica que estás dispuesta a
volverme a ver.
Magdala: Lo estoy.
Eduardo: Ídem.
Magdala: Bueno, ya quedamos, nos vemos al pasar el dragón.
Eduardo: ¿Y si no pasa?
Magdala: Pasará.
(Pausa)
Eduardo: ¿Qué harás más tarde?
Magdala: Depende.
Eduardo: ¿De?
Magdala: A qué te refieras con más tarde.
Eduardo: Digamos… ¿En una hora con veintitrés minutos?
Magdala: No sé.
Eduardo: A las cuatro con cincuenta y seis, para ser exactos.
Magdala: ¿Qué quieres que esté haciendo?
Eduardo: Llegar a mi encuentro. Hay algo que quiero proponerte.
Magdala: Está bien.
Eduardo: ¿Cómo sabré que eres tú?
Magdala: Nos reconoceremos.
Eduardo: Tal vez, pero existe la posibilidad de que te confunda por otra
persona, una variable con tus facciones, pero distinto corazón o alma, si es que
eso existe.
Magdala: ¿Qué propones?
Eduardo: Nos veremos sub rosa.
Magdala: ¿Qué?

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Eduardo: La rosa es el emblema de Horus, el dios egipcio del silencio. Viene
del latín “bajo la rosa”. Quiere decir que nuestro encuentro será secreto y en
silencio, un acto confidencial, los dos portaremos una rosa.
Magdala: Odio las rosas. Son seres agonizantes envueltos con un listón rojo, y
te las regalan para que puedas verlas morir.
Eduardo: Yo llevaré una rosa simbólica y tú una metafórica.
Magdala: ¿Cuál será la metáfora?
(Eduardo susurra algo al oído de Magdala quien sonríe o se sonroja o canta o
llora o tiembla. Las posibilidades son infinitas.)
Magdala: Déjame sorprenderte.
Eduardo: Entonces te veré a las cuatro con cincuenta y seis minutos.
Magdala: Cuatro con cincuenta y seis minutos, siete segundos y ocho
milésimas, es un trato.

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IV – 4:56:07:008 PM
(Eduardo, sentado bajo un árbol de ramas entrelazadas que se cortejan; en su
mano, una rosa de papel. Magdala llega como la casualidad, ligera y a tiempo.)

Magdala: ¿Querías proponerme algo?


Eduardo: ¿Trajiste tu rosa metafórica?
Magdala: Sí.
Eduardo: Ver para creer.
Magdala: La llevo en mi mente, es invisible.
Eduardo: ¿Entonces?
Magdala: Escucha:
Crees que Dios es un Dragón, no estás equivocado.
En el Edén habitan serpiente y fruto.
Toqué, abres, amarás mi piel,
bajo la sombra, me citas,
el paraíso un derecho,
no a todos toca, pero toqué,
abriste y
abrirás mi piel.

Estás en la carne.
Eres el fruto y la vida.
No queda mucho,
desvanecerás,
como siempre,
y, como siempre,
quiero preservar, retenerte
y combatir.
Entramos sin llave al reino,
nuestro amor ofende,
fugitivos, iremos tras los arbustos sagrados,
fogatas en las cuevas, hojas
para cubrir la piel,

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seremos invisibles a su ira por un instante,
y, por un instante,
por un instante,
y para un instante,
combatir.

Perder los nombres,


¿Cuál Adán? No hay Eva.
¿Cuál pareja universal?
Si nos encuentran,
si nos arrojan fuera una vez más,
trabajaremos,
secaré tu frente,
pariré hijos con dolor,
seré tu esposa,
combatiremos, juntos, el vacío
de Dios.
Eduardo: No sé qué decir.
Magdala: Es una invitación.
Eduardo: Otra coincidencia.
Magdala: ¿Qué?
Eduardo: Durante los ochenta y tres minutos que estuvimos separados, no he
hecho sino pensar en las coincidencias que nos unen; mi madre alcohólica, la
tuya ausente, mi padre devoto, tu madre evangélica, nuestras familias
olvidadas y nuestra condición de ateos inadaptados, nostálgicos…
Magdala: Olvidaste que a los dos nos gusta Van Gogh.
Eduardo: A mi no.
Magdala: Supuse de más.
Eduardo: También yo.
Magdala: Y nuestro gusto por la muerte.
Eduardo: El tuyo. Yo soy incapaz de matar una mosca, bueno, tal vez una o
dos de vez en cuando, nada fuera del otro mundo.

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Magdala: Yo en cambio, no podría. Imagino a sus millones de hijos mosca
vagando, huérfanos, sin que nadie los tome de la mano para cruzar el umbral
de la ventana. ¿Los ves? ¿Ahí, solitos, aferrados al marco, con sus patitas
temblando y sus mil ojitos llorosos? Eso es mosquicidio.
Eduardo: Y me haces reír.
(Pausa)
Magdala: También está lo de nuestros hermanos.
Eduardo: Es la coincidencia definitiva.
Magdala: ¿Quieres que sea tu novia?
Eduardo: (Pausa)
Magdala: Acepto.
Eduardo: No es lo que iba a proponerte, al menos, no exactamente.
Magdala: ¿Matrimonio?
Eduardo: No.
Magdala: Tu capacidad de lastimarme es infinita.
Eduardo: Déjame terminar. No quiero que seas mi novia ni quiero casarme
contigo; no porque te haya conocido esta tarde ni porque no te quiera, más
bien, no creo en las instituciones ni en lo establecido, es más, hasta hace unos
días no creía en nada que no fuera comprobable por métodos científicos de
ensayo y error, sin embargo, mírame, estoy aquí, arrojándome al vacío, a punto
de proponerte algo que cambiará nuestras vidas para siempre.
Magdala: Continua.
Eduardo: Aún tomando en cuenta el hecho de que apenas te conocí el día de
hoy, existen coincidencias que francamente son difíciles de ignorar. Mi yo
racional las desecharía, él sabe que nada es verdaderamente una
coincidencia, la mente humana forma vínculos cognitivos donde en realidad
sólo hay hechos aislados… No obstante, quiso la casualidad que minutos antes
de que te presentaras a mi puerta, estuviera leyendo a Milan Kundera, y qué
justo en el momento en que tocaste el timbre, terminara de leer lo siguiente:

“Si el amor ha de ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde
el primer momento, como los pájaros hacia los hombros de San Francisco de
Asís.”

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Y quiso de igual modo que sin conocerme, fueras mi primera mujer y yo lo


hiciera bien. (Pausa) Me voy; quiero que vengas conmigo, es un viaje que
tengo planeado desde hace tiempo, tengo víveres de sobra y, aunque pensaba
realizarlo solo, ahora no lo concibo sin ti.
Magdala: Llévame. Sólo no me sueltes.
Eduardo:¿Quieres despedirte de alguien?
Magdala: De mis padres.
Eduardo: ¿Irás a verlos?
Magdala: Una llamada será suficiente.
Eduardo: Está bien. Voy a preparar todo. Te dejo. Haz lo que tengas que
hacer. Partimos a media noche.
Magdala: Espera. Dame un beso.

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Segunda Parte
V – 12:00 AM
(Magdala, en el garage de Eduardo, al borde del abismo.)

Eduardo: ¿No trajiste maleta?


Magdala: No sé a dónde vamos ni por cuánto tiempo.
Eduardo: ¿Y?
Magdala: Si vamos al mar y traigo ropa de nieve, me será inútil; si nos vamos
por quince días y traigo para veinte, cargo demás, y si nos vamos de por vida
no importa cuánto cargue, siempre hará falta, así que mejor vine así, como
Dios me trajo al mundo.
Eduardo: ¿En jeans y playera?
Magdala: Así nací.
Eduardo: Los tiempos cambian.
Magdala: Es lo único real.
Eduardo: ¿Los tiempos?
Magdala: El cambio.
Eduardo: Sube. Nos espera un largo viaje.
Magdala: Qué extraño, ya quiero llegar y no sé a dónde nos dirigimos.
Eduardo: Todo a su cambio.

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VI – 2:22 AM
(Eduardo conduce. Magdala habla entre sueños. Tres posibles discursos.)
1.
Magdala: las estrellas para existir se acaban, para acabarse existen, para
estrellarse contra nosotros asemejan semáforos: verdes cuando está todo bien,
amarillas cuando es aconsejable tener precaución y rojas cuando…
Eduardo: Gigantes rojas.
Magdala: Rojas cuando están a punto de estallar… Dios me puso en un prado
verde de estrellas para cabalgar sobre la hierba, con mi arco fuerte y mi flecha
exacta, como si hubiera querido decir algo al hacerme Sagitario. Por las
noches puedo escuchar su voz, “es para allá, sigue el camino de la luz…”
Eduardo: Yo soy Acuario.
Magdala: Como si Dios, en toda su magnificencia, me dijera con la voz de mi
hermano: “Verde, avanza sin miedo”; y como si a mi hermano le hubiera dicho
con mi voz: “Rojo, aquí te estás, hasta aquí llegaste.” Su sacrificio es para que
pueda continuar. Es mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Eduardo: ¿Me sirves café?
2.
Magdala: Mamá, ¿puedo subir a la resbaladilla? Mírame, mírame, me voy a
aventar. Me voy a aventar, mírame. ¡Mamá! (Pausa) Entonces mírame tú,
hermanito. Aquí voy. Estoy bajando, brazos extendidos, encima el sol, rayos
brillantes que apuntan para todas partes y una nube, no, dos nubes, tres
nubes, cinco nubes. Puedo detenerme, contarlas mientras caigo; caída infinita
y árboles, hay como quinientos en este parque que se extiende hacia todas
dimensiones, y niños con globos azules, y perros que abren la boca para emitir
ladridos que no escucho, y piernas que se extienden para amortiguar la caída,
largas cuando caiga, cortas cuando llegue, y mi mamá que fuma, fuma, fuma
aros que se extienden vaporosos sobre su rostro en forma de aureola; es una
santa, mamá es una santa demasiado ocupada en su santidad para verme
caer. ¡Hermanito! ¡Aquí voy! Mi hermano tiene todas las edades, todos los
presentes. Ahora mismo puedo verlo matándose, cayendo como yo, cayendo
por la ventana; aplastado en el pavimento sin sus piernas extendidas, sin nada
que amortigüe su caída.

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Eduardo: ¿Me sirves café?
3.
Magdala: He tenido pocos momentos de absoluta claridad; momentos donde el
silencio ahoga el ruido y puedo sentir en vez de pensar… Esta noche es una
de esas, todo está vivo; las montañas, las líneas de la carretera, el olor a pino,
la bruma… Amanecí contigo, y él mundo es menos borroso, más fresco, como
si de pronto, ante mis ojos, se creara todo de cero. Me salvaste la vida.
Eduardo: Ni lo menciones.
Magdala: ¿Vamos al mar, verdad?
Eduardo: No.
Magdala: Me gusta el mar, es uniforme, inmenso, infinito… la próxima vez,
iremos al mar.
Eduardo: Quizás el mar no es tan uniforme, tan inmenso, tan infinito, quizás el
mar no es el mar, sino una sensación, una increíble sensación de soledad.
Magdala: Tal vez, pero me gusta, la próxima vez… iremos… al…
Eduardo: ¿Me sirves café?

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VII - 4:21 AM
(Rumbo al olvido. Eduardo canta “Here comes the Sun” de los Beatles o
“Mama said” de Metallica, una vez que termina cualquiera de las dos canciones
o las dos, enciende el radio y sintoniza estática.)

Eduardo: ¡Buenos días!


Magdala: ¿Qué es eso?
Eduardo: Estática. ¿Quieres manejar?
Magdala: Nunca aprendí.
Eduardo: Soy buen maestro.
Magdala: Quizá más adelante, cuando se haga de día.
Eduardo: Es de día.
Magdala: Cuando aclare. ¿Puedes apagar eso?
Eduardo: (Acelera progresivamente el automóvil mientras da su explicación,
tiempo durante el cual, Magdala se pone el cinturón y se agarra con fuerza del
descansabrazos) La estática es un fenómeno fascinante. Son descargas
eléctricas que producen una explosión de interferencia, especialmente si
sintonizas una estación de amplitud modulada, AM. En las transmisiones
normales de radio, quiero decir, las de FM, las chispas eléctricas irradian ondas
en una amplia gama de frecuencias, esas ondas aleatorias se combinan con
una onda portadora modulada para cambiar su amplitud y la frecuencia de las
ondas moduladas rara vez se ve afectada, por lo que es raro escuchar estática.
Sin embargo, para un radiorreceptor de AM, los cambios de amplitud se
parecen a la información sonora, de manera que esa sinfonía de chisporroteos
y fffffrrrrrrrttttt jjjjjjkkkkkk tchkkk ffffffffjjjjjjjjjjjjj de la estática es amplificado junto
con la señal informativa. ¡Agarra el volante!
Magda: ¡No!
Eduardo: ¡Voy a soltarlo!
Magdala: ¡Que no!
Eduardo: ¡Una!… ¡Dos!… Es tuyo.
Magdala: ¡Desacelera! Frena, cuidado. ¡Frena!

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A  ESPALDAS  DEL  MUNDO      de      Xavier  Villanova  

 
(Un chillido y sangre en las llantas, un conejo muerto, el coche intacto, la
estática es lo único que permanece. Eduardo, tras cerciorarse de que Magdala
está a salvo, reanuda la marcha.)

VIII – 4:22 AM - 5:39 AM


(Magdala en un impulso extrae la carátula y la arroja por la ventana. Silencio
prolongado.)

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VIII – IX Escena Intermedia, atemporal, limbo personal.
(Interferencia, voces en off, silencios que se empatan, acciones
complementarias, canon, o melodía sinfónica.)

Magdala: Fiesta de cumpleaños, Eduardo: Fiesta de cumpleaños,


comida abundante, servilletas rojas de comida insustancial, servilletas
tela, dos copas de vino, luz tenue, blancas de papel, vasos de plástico
sillas negras, espacio guinda rojos, hielo transparente, sillas
designado para bailar y un camino negras, espacio gris designado para
indetectable que lleva a mi habitación bailar y un camino indetectable que
para esta ocasión especial. La lleva a mi habitación para cualquier
llamada ha sido perfecta, viene para eventualidad notable. Los e-mails se
acá, su asistencia confirmada, estoy han enviado, el evento en Facebook
lista, será una gran celebración. El ha sido creado, la asistencia
dispositivo está colocado, no traigo confirmada, toda mi lista de amigos,
ropa interior y mis medias, dispuestas será una gran celebración. El
de manera que él encuentre el camino dispositivo de sonido está preparado y
con sus manos al instante. No hay las bocinas calibradas, dispuestas de
mas que esperar el timbre que manera que se distribuya el sonido de
interrumpa el balance perfecto de lo forma equidistante. No hay mas que
que está por comenzar, y claro, una esperar el timbre que interrumpa el
vez dentro, servir el vino, gran balance perfecto de lo que está por
conocedor, buena cosecha, elixir que comenzar, y claro, una vez dentro,
proporcionará el nivel adecuado de servir el alcohol, catalizador positivo,
sangre para incentivar una excitación promotor, la chispa que proporcionará
espectacular. Es… está aquí, no el nivel adecuado de energía para
viene tan elegante, pero está aquí, es incentivar la colisión molecular. Es…
suficiente, platicamos, rompemos el Están aquí, no son tantos pero están
hielo, bailamos; no lo hace mal, es el aquí, son suficientes, platicamos,
momento, son las doce de la noche, rompemos la barrera de la inhibición,
el romance está comenzando, siento bailamos; no lo hago mal, es mi
su respiración, dan la una, las dos. ¿A momento, son las doce de la noche,
dónde me llevas? ¿A la puerta? ¿A la fiesta está comenzando, siento la

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dónde diablos en el mundo? ¿Te vas? condensación, son la una, las dos. ¿A
Quédate un poco más, es temprano. dónde me llevan? ¿A la puerta? ¿A
Yo también tengo que trabajar dónde va todo el mundo? ¿Se van?
mañana. Puedes quedarte a dormir. Quédense un poco más, es temprano.
Está bien. Hasta luego. Nos vemos. Yo también tengo que trabajar
Sí. Perfecto. No te preocupes, sí, no mañana. Pueden quedarse a dormir.
importa… Está bien. Hasta luego. Nos vemos.
Es la historia de mi vida. Sí. Perfecto. No se preocupen, sí, no
importa…
Es la historia de mi vida.

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IX – 5:40 AM
Magdala: Casi nos matas.
Eduardo: Sin embargo aquí estamos.
Magdala: El conejo ya no.
Eduardo: Espero que no tuviera conejitos esperando en su madriguera.
Magdala: No me parece gracioso.
Eduardo: ¿Qué pasó con aprovechar el instante y combatir?
Magdala: Eso no implica ponernos en peligro; mucho menos matar una
creatura inocente.
Eduardo: Nadie es inocente.
Magdala: Los animales sí.
Eduardo: Quería sentirme vivo y de paso ayudarte a enfrentar tus miedos. Me
equivoqué.
Magdala: Te perdono. No lo vuelvas a hacer.
Eduardo: Lo prometo.
(Silencio)
Magdala: ¿Falta mucho?
Eduardo: Cinco horas treinta y un minutos, bajo mi calculo y si nos
mantenemos a velocidad constante a partir de ahora.

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X - 11:11 AM
(Acantilado, Eduardo duerme en el asiento, Magdala revisa furtiva el equipaje).

Magdala: ¿Por qué trajiste una pistola?


Eduardo: Buenos días.
Magdala: ¿Qué pensabas hacer? ¿Matarme?
Eduardo: No me apuntes, ni siquiera sabes usarla, mira, agárrala con…
Magdala: Quédate ahí.
Eduardo: Sólo quiero indicarte cómo usarla. No quiero que cuando sea tiempo
te equivoques.
Magdala: ¿Y cuándo va a ser tiempo?
Eduardo: Eso lo decides tú.
Magdala: ¿Qué? ¿Qué decido?
Eduardo: El final del viaje.
Magdala: Explícate.
Eduardo: La antimateria, lo hablamos.
Magdala: ¿Qué hace una pistola en tu maleta? (Pausa) ¡Contesta!
Eduardo: Son dos.
Magdala: ¿Qué?
Eduardo: Dos pistolas.
Magdala: ¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes? ¿Qué quieres de mi?
Eduardo: Pensé que sólo importaba el instante.
Magdala: ¿Quién eres?
Eduardo: Dijiste que querías encontrar la muerte perfecta, el orgasmo
compartido; tomados de la mano, vibrando juntos, muerte y resurrección, como
Jesucristo.
Magdala: Era un decir, una fantasía, no lo decía en serio.
(Silencio)
Eduardo: No quiero obligarte a nada. Esto es algo que tengo que hacer, es
solo que, después de lo de ocurrido entre nosotros y de tus palabras pensé
que…, pero supongo que malinterpreté las cosas. (Pausa) ¿Quieres oír algo
divertido? Traje unos cuantos psicotrópicos, sustancias que ni si quiera sé bien
para qué sirven, pero estoy seguro que si cumplen medianamente con lo que

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prometen, nos proporcionarían un viaje sin precedentes. No te interesa,
¿verdad? (Pausa) Escucha. Quiero ver ese dragón y que tú lo veas conmigo,
desaparecer, volar, estallar en la nada, una explosión placentera de inicio a fin,
orgasmo detonado por la combustión de la pólvora. ¡Ver a Dios, a Quetzlcoatl!
O por lo menos conocer a mi hermano y al tuyo, dejar de resolver ecuaciones
insolubles como, ¿por qué nunca pude encajar? ¿Por qué nunca sé cuándo
callarme? ¿Qué hace una mujer tan hermosa a mi lado? Quiero dejar de
preguntarme, de ser el niño raro, soltar los amarres, zarpar hacia tierras
desconocidas; quiero saber cuál es la verdad detrás de la verdad y, la verdad,
pensaba irme sólo, hoy, a las doce, pero llegaste un día antes con tu falso
evangelio, como los pájaros de la providencia, como en una novela o una obra
de teatro. La vida me dio un regalo de despedida, justo antes de partir,
apareciste tú.
Magdala: Mira, no es que quiera contradecirte, todo lo que dices suena lindo,
en serio, pero, no soy la persona que estás buscando, ni si quiera creo que
quieras suicidarte, más bien, estás perdido. Yo igual, créeme, pero quitarse la
vida es un acto cobarde.
Eduardo: Vivir sin motivo es un acto cobarde. Esconderme detrás de mis libros
es un acto cobarde. Esperar a que venga el amor de mi vida es un acto
cobarde. Esto es un acto de valentía. El primero que tengo en mi vida.
Magdala: De haber sabido…
Eduardo: Te despediste de tus padres, no sabías a dónde ibas ni cuándo ibas
a volver, si es que volvías. Dijiste que si nos echaban una vez más del paraíso,
huirías conmigo, serías mi esposa en el vacío de Dios. (Pausa) Si no querías
hacer esto conmigo, ¿por qué viniste?
Magdala: Nunca dijiste que querías suicidarte.
Eduardo: Era evidente.
Magdala: ¿Dónde están las llaves del coche?
Eduardo: Las perdí.
Magdala: ¿Qué?
Eduardo: No íbamos a necesitarlas, ayer que llegamos las tiré al acantilado.
Magdala: Ya, en serio, dame las llaves.

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Eduardo: Ese coche fue un regalo de mi madre, se sentía culpable, ¿sabes?
Remordimientos inútiles. (Pausa) Lo usé dos o tres veces.
Magdala: Sí, ya sé, la vida ha sido dura contigo, con todo el mundo, ahora por
favor déjate de juegos y llévame a casa.
Eduardo: Eso decían todas. Llévame a casa, y las llevaba; para eso me
invitaban a las fiestas, para tener con quien regresarse, porque sabían que no
iba a tomar.
Magdala: No soy ninguna de las estúpidas niñas con las que estudiaste, tenlo
por seguro, pero tampoco quiero morir en medio de la nada con un perfecto
desconocido. En realidad sueño con una muerte más convencional, de vieja,
caminando hacia al mar, porque me gusta el mar y me encantan las monedas.
Tengo monedas de miles de lugares que aún no he visitado y ¿sabes para qué
las tengo? Para recordarme que aún no he ido, para gastarlas en esos lugares
cuando vaya, porque soy un maldito caballo con una flecha apuntada hacia
alguna parte y para allá voy, y si tengo que morir, prefiero que sea en un
accidente o por enfermedad, no en medio de la nada y sin testigos.
Eduardo: Considéralo.
Magdala: No quiero.
Eduardo: Creer es un acto de fe.
Magdala: Yo también la perdí.
Eduardo: Si pensabas que era un viaje de ida y vuelta, ¿por qué no trajiste
maleta?
Magdala: ¿La verdad? Pensé que sería divertido, cosa de un fin de semana.
Eduardo: No entiendo. ¿No estabas obsesionada con la muerte? Desde ayer
no has dejado de hablar de la muerte de las moscas y los parientes, la de las
rosas, la piel y la de quien sabe cuántas cosas más. Te estoy proporcionado la
oportunidad de tu vida. (Pausa) Quiero hacer el experimento contigo,
convertirme en el opuesto de la existencia, cruzar el umbral, tomarte de la
mano y ver a dónde nos lleva, sin ensayos, hipótesis o certezas, aplicar la ley y
que se cumpla lo que se tenga que cumplir aunque no sepamos el resultado.
(Pausa) Lo que te propongo, Magdala, es una caída libre.
Magdala: Como una resbaladilla.
Eduardo: Exacto.

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Magdala: ¿Cómo supiste?
Eduardo: ¿Qué?
Magdala: Mi nombre.
Eduardo: Me lo dijiste ayer, cuando nos conocimos, antes de entrar a mi casa.
Magdala: No es cierto.
Eduardo: Lo es.
Magdala: ¿Quién eres?
Eduardo: Bueno, entonces lo leí en un folleto, no sé, ¿qué quieres que te
diga? ¿Que te espío? ¿Quién crees que soy?
Magdala: ¡No sé! (Silencio prolongado) No nos hemos presentado, ni aún
cuando me hubieras preguntado mi nombre te lo hubiera dicho, si hubieras
preguntado cuando toqué a tu puerta, hubiera dicho: Mi nombre es Paz, vengo
a hablar de la palabra del señor… Pero no preguntaste, abriste la puerta y
punto. (Silencio)
Eduardo: Tampoco somos completos extraños.
Magdala: Vivimos en la misma ciudad, hicimos el amor, nos hemos visto
infinidad de veces en el parque, en el súper y en la calle, pero nunca hasta
ayer habíamos cruzado palabra.
Eduardo: Eso no es del todo cierto.
Magdala: ¿Qué?
Eduardo: Fuimos juntos al kinder. (Pausa) Teníamos tres años, nos gustaba
acariciarnos la espalda, no sé por qué, pero lo recuerdo. Pasábamos la
mañana entera acariciando la espalda del otro. Eres tú, te llamas Magdala, la
nana nos miraba y sonreía. Ahora debe estar muerta; quizás a ella también le
de gusto vernos. Lo nuestro era un acto de amor puro, el primero y el último
que recuerdo; después cada quien entró a primarias diferentes, nos separamos
y no volvimos a vernos… hasta ayer.
(Silencio)
Magdala: Yo también recuerdo acariciar a un niño a espaldas del mundo, sin
decir palabra.
Eduardo: Era yo.
Magdala: ¿Qué le pasó a ese niño?
Eduardo: Creció.

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Magdala: ¿Por?
Eduardo: No pudo evitarlo.
Magdala: ¿Puedo hablar con él un momento?
Eduardo: Espera, déjame ver, creo que esta escondido.
(Eduardo cierra los ojos y su semblante rejuvenece.)
Magdala: Hola.
Eduardo: Hoa.
Magdala: Soy Magdala, ¿me reconoces?
Eduardo: Sí.
Magdala: No tengas miedo, sal.
Eduardo: ¿Me haces cosito en la espalda?
Magdala: Sí. ¿Me haces tú?
Eduardo: Eta bien.
(Silencio, por un momento se acarician a espaldas del mundo.)
Eduardo: ¿Como me llamo?
Magdala: ¿Mmm, con qué letra empieza?
Eduardo: Con E.
Magdala: E…
Eduardo: Eu…
Magdala: ¿Eu…?
Eduardo: ¡Euao!
Magdala: Eduardo, ¡claro! Es un nombre muy bonito. (Pausa) Eduardo, hay
algo que quiero decirte, pero no quiero que te enojes.
Eduardo: ¿Qué?
Magdala: No me quiero morir.
Eduardo: Yo tampoco.
Magdala: ¿Podemos irnos a casa?
Eduardo: No sé cómo.
Magdala: Dame la mano, podemos seguir las líneas blancas.
Eduardo: Está bien, pero no me sueltes. ¿Lo prometes?
Magdala: Lo prometo.
(Eduardo abre los ojos y para su sorpresa un dragón surca los aires).
Eduardo: Mira.

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Magdala: Es…
Eduardo: Shh… no lo vayas a asustar.
Magdala: Te dije que lo íbamos a ver.
Eduardo: Está muy padre. ¿Crees que pueda llevarnos a casa?
Magdala: Sí, yo creo que sí.
Eduardo: ¡Dagóóóóóóóóóón!

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XI – 12:00 PM
(Eduardo y Magdala en la playa frente al mar, abandonan al mundo, le dan la
espalda definitivamente, apuntan con las pistolas directo al lugar donde
suponen se encuentra el alma del ser que tienen enfrente.)
Magdala: A la cuenta de tres.
Eduardo: Una…
Magdala: Dos…

OSCURO FINAL

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