Historia Del Arte
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Neoclásico
Descubrimiento de Pompeya (1748) Italia
Siglo XVIII
Pintura
Escultura
Arquitectura
Arte VIRTUD
Amor -> deseo de lo que nos falta y que es conveniente a nuestra naturaleza
el amor es todo deseo de cosas buenas y de felicidad (205d), desear que
lo bueno sea de uno para siempre (2063) amor es
procreación en la belleza tanto corporal como espiritual
(206b)
Conclusión:
Desprecio del cuerpo afirmación del alma = intelecto –-> razón
Platón habló mucho sobre el amor. En “Sofistas” compara el amor con la caza (quizás por
esto se parezcan tanto “cazamiento” y “casamiento”). En otros libros compara el amor con
un dios poderoso, y finalmente en “Fedro” lo compara con la locura.
Hay dos formas de locura: 1) la locura como enfermedad psíquica; y 2) la locura como
posesión divina, y esta es la que aquí nos interesa, y que también se llamará manía o
delirio.
La locura como posesión divina puede adoptar cuatro formas distintas:
EL ALMA
En ”Fedro” se explica que todo cuerpo que recibe de afuera su movimiento es inanimado,
mientras que el cuerpo que lo recibe de adentro es animado: posee, en este último caso,
un alma. En esto radica la esencia del alma: es algo que otorga animación, movimiento al
cuerpo desde dentro.
En “Fedón” y “Fedro” Platón discrimina alma de cuerpo: el cuerpo es mortal, y el alma es
inmortal y puede separarse del cuerpo, cuando éste muere, migrando a otro cuerpo.
Instalada en un nuevo cuerpo, el alma puede recordar (reminiscencia) su vida anterior.
El alma tiene tres funciones, cada una de las cuales está relacionada con distintas partes
del cuerpo. Las funciones son:
1. Apetitiva (vientre)
Historia del arte XVII, XVIII, XIX
2. Pasional (pecho)
3. Racional (cabeza)
En “Fedro”, Platón recurre al mito del “tiro alado” para explicar con mayor claridad qué es
alma y cuál es su modo de operar.
El tiro alado es un carro que puede volar (tiene alas), que es tirado po un par de caballos y
conducido por un “auriga”.
El alma puede asemejarse a una fuerza natural que mantiene unidos al carro y su conductor
(el auriga). Los caballos de los dioses son buenos, pero los mortales tienen un carro
conducido por un caballo bueno y otro malo, lo cual hace difícil la conducción del carro.
El alma perfecta tiene sus alas intactas y vuela libremente por los cielos, pero cuando pierde
las alas se arrastra sobre la tierra hasta que se apodera de un cuerpo inanimado, dotándolo
de vida: surge así un nuevo ser viviente, mortal. ¿Por qué pueden perderse las alas? Lo que
provoca esto es lo malo, lo vergonzoso, que es lo que consume las alas y las hace perecer.
En cambio todo lo divino, lo sabio y lo bueno alimenta las alas y las hace crecer, de aquí
que el ser mortal, el hombre, debe alimentar sus alas, perfeccionar su alma.
Discrimina aquí Platón dos mundos o regiones: el mundo sensible (imperfecto, temporal),
y el mundo de las Ideas (perfecto, eterno).
Las Ideas estás en este mundo último, el mundo de las Ideas, también llamado
supraceleste o “topos uranos”. La reminiscencia justamente consiste en el acto por el cual
el alma accede a la visión de estas ideas que había ya contemplado en su anterior estado
cuando estaba deligada del cuerpo.
El lugar supraceleste es la realidad verdadera (y no la apariencia, que sería el mundo
sensible), y sólo puede ser contemplado con la inteligencia (no con los sentidos). Así, se
contemplan las ideas de belleza, justicia, etc. Los dioses, con sus carros alados, recorren
libremente el mundo supraceleste siguiendo movimientos circulares. Las almas que
ingresan a los cuerpos de los mortales, los hombres, encuentran dificultad para volar
libremente, y caen hacia la tierra (aquí se ve en Platón una interpretación del origen del
hombre como una caída). El hombre común no puede seguir el viaje circular, el cortejo de
los dioses.
Se entiende aquí ahora la ley de Adrastea, que dice que toda alma que habiendo estado en
el cortejo de un dios haya visto algo de lo verdadero, queda excenta de pruebas hasta la
siguiente revolución (pues realiza un movimiento circular). Pero puede ocurrir que un alma
no pueda seguir a los dioses, en cuyo caso no ha visto la verdad, y se llena de olvido y de
maldad, se hace pesada, pierde las alas y cae a tierra.
El alma que cayó se implanta en un cuerpo humano: puede ser un rey, un guerrero, un
político o negociador, un gimnasta, un médico, un adivino, un versificador, un artesano, un
campesino, un sofista, un demagogo o un tirano (este orden es decreciente, o sea va de la
vida mejor a la vida peor, siendo el primer grado, el mejor, el sabio o filósofo, que está
antes que el rey). En todas estas clases de hombres el que haya llevado una vida justa
obtiene en otra vida, en recompensa, una vida mejor, y quien haya llevado una vida injusta,
tendrá un destino peor. Por ejemplo el guerrero que haya tenido una vida justa pasará a
ser luego rey, etc.
Cada esxistencia nueva dura 1.000 años, o sea que si un es tirano y quiere llegar a filósofo,
tiene que hacer buena letra más o menos unos 1.000 años. Por otro lado, si algún alma
perdió las alas, éstas tardan en crecer de nuevo 10.000 años, salvo que uno haya sido
filósofo durante tres vidas consecutivas, en cuyo caso al cumplirse esos tres ciclos (3.000
años) vuelve a tener alas. Las demás almas, una vez que terminaron su primera existencia,
deben someterse a un juicio, del cual pueden salir condenadas (y van a cumplir su prisión
debajo de la tierra), o bien con una sentencia aligerada, y entonces van a parar a algún
lugar del cielo donde llevan una vida más digna de la que llevaron en la tierra.
Recordemos que casa 1.000 años se cumple un movimiento circular por el cielo (se cierra
el círculo), y es el momento en que cada alma elije su segunda existencia de acuerdo a
cómo se haya portado anteriormente. El refrán podría ser entonces “Dime cómo te has
portado y te diré cómo te reencarnarás”.
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Todo este mito del carro alado tiene relación con la teoría de las Ideas: cuando el filósofo
asciende desde el mundo sensible al mundo de las Ideas, cuando va de lo efímero a lo
eterno, de las numerosas sensaciones a la Idea única, no está sino haciendo una
reminiscencia de aquello que en otro tiempo contempló su alma cuando marchaba en
compañía de los dioses.
El filósofo es el único que sabe servirse de tales recuerdos, y por tanto el único hombre
perfecto, pero como se aparta de las ocupaciones terrenales consagrándose a lo divino, el
vulgo lo reprende, lo trata de loco sin darse cuenta que es una locura divina, está poseído
por los dioses. Esta forma de locura es la suprema.
LA BELLEZA
En “Hipias el Mayor” Platón busca averiguar qué es la belleza a partir de la discusión entre
Hipias (empirista y relativista) y Sócrates (racionalista y absolutista).
Para Hipias lo bello se capta con los sentidos, por ejemplo lo bello es una muchacha
hermosa. Para Sócrates la belleza es una Idea, se contempla con la inteligencia (la belleza
es lo que hace que las cosas terrenales u otras sean bellas). Hipias atiende a la apariencia,
pero Sócrates dice que debe discriminarse apariencia de esencia, pues algo puede “parecer”
bello y no serio.
En “Fedro” dice Platón que la Idea de Belleza tiene un privilegio sobre las demás Ideas:
por ejemplo dice que mientras en la tierra no hay imágenes de la Sabiduría, sí las hay de
la Belleza. Las cosas bellas pueden apreciarse con la vista como sentido, las cosas sabias
no.
La justicia, la templanza y todas las demás Ideas o contemplaciones supraemíricas no tienen
un reflejo en imágenes en este mundo. La Belleza en cambio brilla y la captamos mediante
el más claro de los sentidos: la vista.
El alma se vuelve loca al contemplar las cosas bellas, y las ama. Esta oración puede resumir
las relaciones entre alma, locura, belleza y amor.
Cuando el alma, entonces, contempla algo bello experimenta una ola de deseo, se reanima,
alivia sus sufrimientos y experimenta alegría. En cambio cuando el alma está separada de
la cosa bella amada, enloquece de dolor (aunque su recuerdo también la alegra). Hay
entonces una mezcla de sentimientos opuestos, característicos de este estado de locura.
En presencia de lo bello, el alma se obnubila, se olvida de todo, aún de su madre y amigos.
El alma, en este estado, además de la veneración que siente por el poseedor de la belleza,
encuentra en él el remedio para sus penas. Esta es la condición que los hombres llaman
amor.
Todas estas tragedias y alegrías las sufre quien tuvo el privilegio de contemplar la Belleza
como Idea, o sea el iniciado. En cambio el no iniciado, al contemplar la cosa bella, no siente
veneración por ella y procura una satisfacción sensorial (por ejmplo fecundar), y no siente
ni miedo ni vergüenza de sumirse en un placer contrario a la naturaleza.
Los hombre se conducen en la tierra según el dios a cuyo cortejo perteneció su alma,
acomodándose al carácter de ese dios en su trato y relaciones con los objetos y personas
amadas y los demás. Por ejemplo los que son del dios Zeus investigan si el ser amado es
filósofo o director por naturaleza y si es así, se enamoran de él y hacen todo lo posible para
que llegue a serlo efectivamente, ya que Zeus rige las actividades del filósofo y del director.
RETÓRICA Y DIALÉCTICA
Al comienzo de “Fedro” Platón critica a la retórica como método de los sofistas, como
método de la persuación. La retórica busca por la persuación convencer al otro de su verdad,
y por tanto no hay verdades únicas. Así, la retórica sofista o seudoretórica se da más
importancia a la forma de decir algo que al contenido mismo de lo dicho.
Hacia el final de “Fedro”, Platón habla de la verdadera retórica, o arte de conducir a la
verdad (y no a la persuación del otro). La oratoria, como instrumento de la retórica,
entonces puede estar al servicio de la retórica sofística o bien de la retórica de la verdad,
esta última a la que tiene que aspirar el filósofo.
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Además de la oratoria (lo hablado) plantea Platón lo escrito (los libros) como instrumentos
retóricos, pero privilegia el lenguaje hablado: lo escrito está muerto, petrificado, y para que
las ideas escritas revivan deben ser habladas, es decir, otro hombre debe reproducir en su
persona, en su individualidad, en su situación vital las ideas escritas. Sólo entonces puede
decirse que las frases del libro han sido entendidas y que el decir pretérito se ha salvado.
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