Dos Discursos Patrios de Vicente Riva Palacio

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Ensayos

Dos discursos patrios de Vicente Riva Palacio.


Un caso para evaluar la aportación de la novela
histórica como método de conocimiento

José Ortiz Monasterio*

En los años de 1867 y 1871 Vicente Riva Pa- Lafragua, De la Llave, Orozco y Berra, Otero,
lacio y Guerrero pronunció, en la Alameda de la Prieto, Quintana Roo, Ramírez (Ignacio), De la
ciudad de México, sendos discursos conmemo- Rosa, Tornel y otros menos recordados. Pero el
rativos del 16 de septiembre. En el ínterin es- discurso de 1867, el primero de Riva Palacio, fue
cribió seis novelas históricas (publicaría una especial. En primer lugar hablaba el nieto de
más en 1872). Idénticos el asunto, el lugar, el Guerrero, actualizando por los vínculos de la
público, la ocasión y el objetivo de los discursos, sangre la gesta de la emancipación. Además, ape-
difieren en cuanto al nivel de comprehensión nas ayer se había vencido al invasor francés y el
histórica. El propósito de este ensayo es compa- humo de los cañones aún no se disipaba del todo:
rar dichas alocuciones para evaluar qué le apor- Puebla fue tomada por Díaz el 2 de abril, Queré-
tó al autor la escritura de esas novelas y en qué
taro cayó el 15 de mayo y la ciudad de México el
medida enriquecieron su visión de la historia.
21 de junio de ese año. El orador había tenido un
A todo lo largo del siglo xix se tuvo la costum-
papel muy destacado en la reciente guerra —ge-
bre entre nosotros de que en el mes de septiem-
bre los ayuntamientos formaban una Junta Pa- neral en jefe del Ejército del Centro— y había
triótica que organizaba las celebraciones de la sostenido la resistencia en los estados de México
independencia y designaba un orador para el dis-
curso conmemorativo. Ilustres oradores habían sagrado y apremiante surge para todo aquel que no vea en
antecedido a Riva Palacio en la oración ritual en la historia un conjunto de hechos incoherentes y estrambó-
la capital: Altamirano, Gómez Pedraza, Iglesias, ticos, propios sólo para preocupar a los novelistas y a los
curiosos; una necesidad se hace sentir por todas partes,
para todos aquellos que no quieren, que no pueden dejar la
* Instituto Mora. Este trabajo fue escrito durante mi año historia entregada al capricho de influencias providenciales,
sabático, gracias a la hospitalidad de la Dirección de Estu- ni al azar de fortuitos accidentes, sino que trabajan por ver
dios Históricos del inah. Agradezco especialmente a Brian en ella una ciencia, más difícil sin duda, pero sujeta, como
Hamnett y a Esteban Sánchez de Tagle por sugerirme re- las demás, a leyes que la dominan y que hacen posible la
flexionar, de nuevo, sobre la novela histórica. previsión de los hechos por venir y la explicación de los que

Si bien por razones obvias el discurso septembrino en ya han pasado”; véase Abelardo Villegas, Positivismo y por-
la capital de la república era el de mayor jerarquía es preci- firismo, México, Secretaría de Educación Pública (SepSe-
so mencionar la “Oración cívica pronunciada en Guanajua- tentas, 40), 1972, p. 41- 42.
to el 16 de septiembre de 1867” por Gabino Barreda, donde 
Enrique Plascencia de la Parra, “La visión de la inde-
interpreta la historia mexicana a la luz de algunos concep- pendencia a través de los discursos conmemorativos (1825-
tos de Augusto Comte. Entre otras cosas dice: “un deber 1867)”, México, [tesis profesional], unam, 1989.

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y Michoacán; para mayor honra, su padre había emancipados escriban sus instituciones…” (p.
defendido a Maximiliano en el proceso que se le 133) Este proceso progresivo no tiene fin, pues
siguió, esforzándose denodadamente por salvar- dichas instituciones “son la bandera con que de-
le la vida, desgraciadamente sin éxito. ben en lo sucesivo lanzarse al combate, en busca
Esta pieza oratoria, pues, está impregnada de de nuevas conquistas de civilización y de progre-
pólvora y aún tiene alguna mancha de sangre so, hasta llegar al nuevo triunfo; renovando así
fresca en ella. Con su experiencia literaria y de esa incesante lucha de la humanidad en que
orador parlamentario —Congreso Constituyente cada sol alumbra sobre la tierra nuevos comba-
del 56, Congreso rebelde del 61— Riva Palacio tes, nuevos triunfos, nuevas conquistas, nuevas
estuvo a la altura de la ocasión y produjo un víctimas y nuevos caudillos” (p. 133). La defensa
texto muy bien pensado, dividido en diez seccio- de estas banderas —instituciones y principios—
nes breves, como los mandamientos de Dios, que es lo que da sentido a la historia, lo que distin-
merece un detenido estudio. Pleno de metáforas gue la barbarie de la civilización.
bíblicas y del mundo clásico, hace desfilar ante Para que los pueblos no olviden sus banderas
nuestros ojos a los héroes máximos de México; a está reservada una fecha para celebrar a la pa-
la vez, con una retórica envidiable, culpa al clero tria: “su gran día en que se agrupan, se estre-
y al partido conservador de los males que había chan, se unen para celebrar los recuerdos de sus
padecido México. pasadas glorias, para alentarse a los combates en
el porvenir… por la boca de uno de sus herma-
nos… y allí se gozan en oírle decir eso mismo que
El discurso cívico de 1867 han escuchado tantas veces y por tantos años…
y que se resume en una sola palabra ¡adelante!”
La tesis inicial del “Discurso que pronunció en (p. 134). “No importa que el orador sea un genio
la Alameda de esta ciudad el ciudadano general o una inteligencia vulgar” porque todos los oyen-
Vicente Riva Palacio por encargo de la Junta Pa- tes “traducen y graban en su corazón estos pen-
triótica” es la siguiente: “Si el progreso es la samientos” (p. 134).
condición esencial de la existencia de todos los El proceso del progreso aparece más definido
seres creados, nunca su marcha se manifiesta cuando el orador aclara que se trata de “la lucha
de la libertad y de la reforma”, y en esa lucha no
tan majestuosa y tan terrible como en la marcha
se debe ceder ni un ápice, “ni un paso atrás”.
de los pueblos a la libertad y a la civilización” (p.
Hasta aquí el exordio de la retórica clásica.
133). El progreso, entonces, es la premisa —no
En seguida Riva Palacio asegura que México
demostrada— de la existencia, que en los pue-
es un pueblo que está todavía en proceso de ges-
blos es la marcha ascendente a la libertad y a la
tación: “Atraviesa aún ese doloroso y sangriento
civilización. Pero en este camino, dirá en segui-
vía crucis que conduce a los hombres, a las na-
da, los pueblos pagan un alto costo: sangre, pa-
ciones y a la humanidad, al día glorioso de su
tíbulos, humeantes ruinas; luego transforma transfiguración, atravesando por las terribles
esta idea en una metáfora plástica: “la libertad pruebas del Calvario…” (p. 135). En este párra-
necesita mártires: su sangre debe caer como un fo la palabra clave es transfiguración y para su
rocío benéfico sobre la tierra, y de su sepulcro inteligencia debemos recordar que entre abril y
deben brotar laureles, a cuya sombra los pueblos julio del año siguiente, es decir 1868, Riva Pala-
cio publicará, por entregas hebdomadarias, la

Vicente Riva Palacio, Obras escogidas de… (coord. novela histórica Calvario y Tabor. La presencia,
José Ortiz Monasterio), t. X, Periodismo. Primera parte
(invest. y comp. María Teresa Solórzano Ponce), México,
Conaculta/unam/Instituto Mexiquense de Cultura/Institu-
to Mora, 2002, pp. 133-146. Discurso publicado original- 
Vicente Riva Palacio, Calvario y Tabor. Novela históri-
mente en El Monitor Republicano, año XVII, núm. 4746, ca y de costumbres, México, Manuel C. de Villegas y Compa-
septiembre 20 de 1867, México, pp. 1-3. ñía, editores, 1868, ils. de Constantino Escalante.

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en el discurso patrio, de la metáfora del Calvario dencialista del mundo; es decir que entonces era
denota que ya está dando forma a la novela. normal considerar que la Providencia tenía in-
Todos conocemos el episodio del Calvario, jerencia en los asuntos humanos, por más que
pero es menos conocido el pasaje del monte desde tiempos de Carlos María de Bustamante
Tabor. Por ello vale la pena que profundicemos la historiografía da un giro laico. Podemos seña-
en ello. Según los evangelios de la Biblia, Pedro lar como ejemplo otra obra de Riva Palacio, titu-
descubre por revelación que Jesús es Cristo, lo lada Cuentos de un loco, en que refiere cómo
que quiere decir el Mesías. Jesús sube con Pedro, Francia fue castigada por la Providencia por su
Jacobo y Juan a “una altura” —eso es lo que li- intervención en México, con la derrota que su-
teralmente significa Tabor, altura o monte—. En friría poco después en su guerra con Alemania.
esa “altura” Jesús se transfigura y se muestra Y en la propia novela Calvario y Tabor dice el
resplandeciente en su gloria. Una nube de luz autor: “La suerte de los hombres y de las nacio-
cubre a los discípulos y de ella sale una voz: nes depende de la Providencia”.
“Éste es mi hijo amado y en él se complace Dios. En resumen, después de pasar por el Calvario
Oídle”. Los discípulos, temerosos, se postran en de las guerras civiles y extranjeras México ha
el suelo. Jesús los levanta y los consuela dicien- alcanzado el Tabor del triunfo de la república
do: “No temáis”. Ellos levantan los ojos y sólo en 1867, se ha trasfigurado al echar abajo —de-
ven a Jesús. Al bajar del monte Cristo les dice finitivamente— al régimen monárquico. La me-
que no divulguen lo sucedido, además les anun- táfora bíblica, pues, no resulta exagerada y don
cia que será perseguido y muerto, pero que re- Edmundo O’Gorman lo confirma en uno de sus
sucitará a los tres días. Los discípulos no entien- ensayos más luminosos cuando concluye: “Afir-
den y por temor no preguntan. mamos, entonces, que el significado de alcance
La interpretación de este pasaje es la siguien- continental —y por eso universal— de “El Triun-
te: Pedro descubre que Jesús es el Mesías, esa es fo de la República”, consiste en que con esa vic-
su misión y su razón de ser. Pero Jesús, al trans- toria del liberalismo expiró la Nueva España al
figurarse en el monte Tabor, revela que no sólo cobrar México por primera vez en plenitud su
es el Mesías, sino una persona divina. Así, su mi- ser como nación del Nuevo Mundo”.
sión trasciende a la del mesianato y se convier- Para algunos son largas las cinco décadas que
te en el salvador del género humano; no es sólo siguieron a la independencia, antes de que el
el Mesías que esperaban los judíos, es además el país tuviera un gobierno estable. Para Riva Pa-
redentor, que será concebido como la tercera lacio es una mutación rápida pues en otras par-
persona de la divinidad. De este modo la trans- tes la modernización ha sido trabajo de “muchos
figuración en el Tabor es la revelación y confir- siglos” y con una metáfora consigue el efecto de
mación de la divinidad de Jesús. Esa transfigu- que parezca deveras un corto tiempo:
ración marca el misterio de la resurrección de
Jesús y de todos los hombres que serán juzgados [...] hombres que sintieron brotar su barba
por Cristo en el final de los tiempos. cuando la antigua metrópoli española dic-
Los temas bíblicos pudieran parecer extraños taba sus órdenes a los antiguos virreyes de
para la época de las leyes de Reforma. Pero, en Nueva España; y la nieve de los años blan-
realidad, la pugna entre el clero y el Estado no quea apenas su cabeza, y esa Nueva España
significó el abandono total de una visión provi- es ya una república libre, independiente, so-
berana, que ha despedazado por dos veces

Véase “Evangelio según san Mateo”, en La sagrada Bi- el yugo extranjero; que ha roto las cadenas
blia traducida de la vulgata latina al español por don Félix
Torres Amat, México, Unión Tipográfica Editorial Hispano
Americana, 1953, p. 418. Otros evangelistas narran el pa- 
Edmundo O’Gorman, La supervivencia política novo-
saje del monte Tabor con ligeras diferencias; debo la inter- hispana, México, Fundación Cultural Condumex, 1969,
pretación del pasaje a don Edmundo O’Gorman. p. 93.

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del fanatismo y el retroceso; que ha dado la que huye de los extremos del elogio absoluto y la
libertad a los esclavos; que ha proclamado condena total. Pero aún más admirable resulta
y planteado la democracia y la igualdad; y el orador cuando establece un principio metodo-
que a pesar de los mil obstáculos que han lógico fundamental: el historiador debe mirar y
puesto en su camino la traición y la maldad, juzgar cada época con la luz que le es propia:
marcha de frente y sin detenerse en el ca-
mino de la libertad y de la reforma, erizado La conquista de las Américas, obra del es-
de bayonetas extranjeras y traidoras; san- píritu en que se verificó, debe contemplarse
grando, pero llena de majestad, de valor, de a la distancia en que nos encontramos, no a
constancia y de fe en el porvenir (p. 135). la roja luz del esntusiasmo, ni con el cora-
zón herido por las impresiones que produ-
Tenemos una ventaja sobre Riva Palacio: cen necesariamente en nosotros horribles
ahora sabemos que después de 1867 se inició memorias de aquellos tiempos, que llegan
una era de relativa tranquilidad y de crecimien- hasta hoy en las alas de la tradición o de la
to económico; él en cambio escribía, por así de- historia. La mirada del filósofo debe desli-
cirlo, sobre el terreno, y sólo podía adivinar el zarse entre aquellos detalles históricos, y
porvenir, pero dio en el blanco. estudiar, con la mano sobre la conciencia,
Una vez enunciada su tesis de la transfigura- el espíritu y la índole de la sociedad, de los
ción de 1867 Riva Palacio entra propiamente en pueblos y de los hombres durante el reina-
la narración de la historia y se remite a la con- do de aquellos poderosos monarcas en cu-
quista; no va más atrás, pasa por alto las civili- yos dominios no se ponía el sol… (p. 136).
zaciones prehispánicas y nos propone como
punto de partida de la historia de México la lle- Tenemos aquí una visión de gran altura donde
gada de los conquistadores españoles. De hecho la historia es contemplada como un proceso
hace un cumplido elogio de Cortés: “el más hábil, donde las épocas se suceden y donde cada una
el más audaz y el más afortunado de todos los de ellas tiene normas, actividades económicas,
aventureros que registra la historia del mundo” leyes, manifestaciones artísticas, sistemas
(p. 137). Y no ve en los conquistadores una fuer- políticos y estructuras sociales, en fin, una
za puramente destructiva sino una dualidad de visión del mundo distinta que las caracteriza.
fuerzas opuestas, pues Cortés: “Llevando la cruz Esto es lo que quiso decir Marc Bloch cuando
y la guerra, es decir, la paz y el exterminio, la li- escribe que los hombres se parecen más a su
bertad y la conquista, la mansedumbre del Már- siglo que a sus padres. Y Riva Palacio abunda
tir del Calvario y el horrible pensamiento de en el concepto al decirnos que estaban: “los
Atila y de Breno, forma con estos elementos tan corazones más grandes y las inteligencias más
disímbolos y tan heterogéneos, las cadenas que claras, saturadas, por decirlo así, con la idea de
ataron al imperio azteca al trono de Carlos V y su siglo” (p. 136). Y más adelante remacha la
Felipe II” (p. 137). idea diciendo: “Ésta fue la conquista; pero no
Atila es bien conocido por la tradición que se tendremos un rencor para sus hombres, porque
conserva de que donde pisaba su caballo no volvía ellos no hacían sino lo que nosotros: adivinar y
a crecer la yerba; Breno, o más propiamente, seguir el espíritu de su siglo y la conciencia de
Brenno, es una voz céltica que significa jefe y se su nación; porque entonces, el conquistador y
aplica especialmente al caudillo de los galos seno- los conquistadores creían arrastrar al mundo así
nes que asolaron Roma en el 390 a.C., y a quien al progreso” (p. 137).
se atribuye la frase: “¡Ay de los vencidos!” que Esta idea de la historia como proceso de etapas
alude a la inmiscericordia de los victoriosos. sucesivas, cada una de ellas con una visión del
La idea dialéctica del acontecer de Riva Pala- mundo y reglas propias, es uno de los puntales de
cio nos habla de una visión ponderada, madura, la escuela historicista alemana del siglo xix, que

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tiene antecedentes tan ilustres como Vico. Sin mosa capacidad de síntesis, ha escrito un párra-
embargo, me parece muy dudoso que el orador fo que no tiene desperdicio:
haya conocido directamente a los alemanes, quie-
nes sólo empezarán a tener impacto en América La historia es una ciencia y es un arte. Es
Latina a través de Ortega y Gasset; Dilthey era esencialmente progresiva y al mismo tiem-
coetáneo de Riva Palacio y su Introducción a las po aspira a la permanencia. Cada genera-
ciencias del espíritu se publicó hasta 1883. ¿De ción escribe su propia historia y asume una
dónde proviene, entonces, su visión de la historia idea diferente del pasado. Como obras de
como proceso? Me parece que la única respuesta la ciencia, todos los libros de historia están
razonable es que Riva Palacio tomó esta idea his- condenados a la obsolescencia; como obras
toricista del acontecer de las novelas históricas de arte, tal vez un puñado escape del olvi-
del siglo xix. Enrique Anderson Imbert, ese feno- do. Como ciencia, la historia instruye;
menal crítico, de manera mucho más clara que como arte, produce placer. Sólo tres tipos
Lukács ha mostrado que el nuevo género incluía de trabajos históricos librarán con éxito el
una nueva visión de la historia: naufragio del tiempo: los libros de memo-
rias, ciertos textos de referencia y esos ra-
En todas las épocas se noveló el pasado pero ros volúmenes que identifican las leyes
fue especialmente en el período romántico del comportamiento humano en una época
cuando las novelas históricas aparecieron determinada.
en constelación con una implícita filosofía
de la vida. Los racionalistas habían desaten- Pero cabe recordar la palabra con que Riva Pa-
dido las raíces históricas de la existencia lacio inicia su discurso: progreso. Para él la suce-
humana. Cuando ofrecían asuntos lejanos sión de las eras es un proceso ascendente de per-
apuntaban a lo inmutable; y la móvil rela- feccionamiento sin fin. Las guerras mundiales
tividad y versatilidad del hombre se les es- del siglo xx, donde el horror indecible fue prácti-
capaba. La filosofía romántica, en cambio, ca sistemática, hicieron que el concepto de pro-
insistió en que vivimos en el tiempo y, por greso fuera seriamente cuestionado. Pero 1867,
tanto, el sentido de nuestras acciones está especialmente en México, era un año pleno de
condicionado por las particularidades del optimismo y aun festivo; Riva Palacio tuvo la hu-
proceso cultural. El novelista del siglo xix morada de comentarle a Constantino Escalante,
—el siglo de la historia— enriqueció, pues, el caricaturista de La Orquesta, que había man-
el viejo arte de contar con un nuevo arte de dado apagar el fuego en su casa, en vista de que
comprender el pasado. todos los días los pasaba en convites. Y con su in-
teligencia fuera de serie Riva Palacio estaba con-
Tal vez la verdadera medida de un historiador vencido de que aun los grandes logros de su época
está dada por su habilidad para captar lo especí- parecerían poca cosa respecto al porvenir:
fico de una época. David A. Brading, con su pas-
Apóstoles y confesores nosotros de la doc-
trina democrática, hemos necesitado subir

Sobre el historicismo es fundamental la obra de Álvaro sobre este inmenso pedestal, formado por
Matute, El historicismo en México. Historia y antología, Mé- la ceniza de cien generaciones, hacinadas
xico, unam, 2002. Matute destaca que los historicistas com-
batieron la visión iusnaturalista que veía en la humanidad por el transcurso de muchos siglos, para
una naturaleza inmutable; en contraste buscaron lo parti- descubrir un horizonte más claro y más se-
cular de las culturas sin renunciar a una visión universal.

Enrique Anderson Imbert, “El telar de una novela his-
tórica: Enriquillo de Galván”, en Estudios sobre letras his- 
Enrique Florescano y Ricardo Pérez Monfort (comps.),
pánicas, México, Libros de México (Biblioteca del Nuevo Historiadores de México en el siglo xx , México, fce, 1995,
Mundo, 7), 1974, p. 93. p. 424.

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reno; y todavía las futuras edades nos con- El otro aspecto que destaca el orador es el de
templarán en el error, porque aun nosotros la ignorancia en que vivía la Nueva España, su-
mismos vemos confuso el porvenir al través mida en la superstición y bajo la presencia omi-
del llanto de la humanidad, que anubla nosa del Santo Oficio. Fue postura común entre
nuestros ojos (pp. 137-138). los escritores del partido liberal avanzado res-
tarle méritos a la dominación española, y aquí
A continuación el orador señala un aspecto Riva Palacio parece querer impresionar a su au-
que desesperó a muchos escritores del siglo xix: ditorio con un cuadro sombrío pasando de la
la monotonía de los tiempos coloniales. En efec- exageración a la franca mentira, pues el conocía
to, en una época en que la historiografía era fun- muy bien nuestra literatura colonial que alcanzó
damentalmente política y, según la expresión cumbres en Ruiz de Alarcón y Sor Juana. Nóte-
francesa, evénementielle, es decir plena de datos se como remacha la palabra nada y la expresión
y menos atenta a los procesos estructurales que ni de: “Nada de noticias de Europa; nada de re-
hoy se prefieren. Era ésta una dificultad de com- laciones con los otros pueblos del mundo; nada
posición, pues impedía darle algún interés a la de imprenta, ni de libros, ni de periódicos, ni de
narración; Guillermo Prieto opina lo mismo: “La instrucción pública. Todo era tan extraño para
historia de la conquista era en extremo monóto- el gobierno colonial, como las revoluciones del
na…”.10 En su discurso dice Riva Palacio: celeste imperio para los antiguos habitantes de
Tenochtitlan” (p. 138).
Tranquilos se deslizaban los días de los vi- En cuanto a lo que dice del tribunal de la In-
rreyes, y México se aletargaba en la igno- quisición habla con autoridad, por más que eso
rancia y la esclavitud. Apenas turbaba la de los “mil mártires” es una gran exageración,
calma del extenso territorio de Nueva Es- pues en 1861 Riva Palacio había recibido la co-
paña el pasajero rumor de la plebe de algún misión del presidente Juárez de recoger del Ar-
pueblo o de alguna ciudad, amotinada por zobispado el archivo del Tribunal de la Fe, aún
la miseria… Las noticias de la salud de los lo tenía en su poder y a pesar de la Guerra de In-
reyes católicos, que llegaban de tarde en tervención había podido leer muchos procesos.
tarde, y el arribo de la nao de China a Aca- Otra idea que Riva Palacio quiere sembrar en
pulco, preocupaban sólo a los desgraciados el público, y que desarrollará ampliamente en sus
habitantes de este país (p. 138).11 novelas coloniales, es que, pese a todo, en la Colo-
nia ya puede hallarse el germen del progreso: “Y
10
Guillermo Prieto, “Algunos desordenados apuntes que sin embargo, en medio de esta calma desconsola-
pueden considerarse cuando se escriba la historia de la bella dora y en el secreto del hogar, germinaba la idea
literatura mexicana”, en El Museo Mexicano, vol. IV, 1844,
p. 355.
del progreso representada por la independencia
11
Veinte años después Riva Palacio se enfrentará de nue- y la libertad, y más de un cerebro se calcinaba
vo a esta dificultad narrativa, y en la introducción al tomo con el fuego de esta idea, alimentado con algunos
II de México a través de los siglos escribirá: “Vanamente se trozos de los discursos de la asamblea francesa o
buscarán en la historia de los tres siglos que abraza el pe-
ríodo de la dominación española en México esos grandes
de los publicistas europeos…” (p. 138).
acontecimientos que perpetua resonancia dejan en el mun- Y en seguida explica la aparición de un ancia-
do; inútilmente querrán encontrarse allí esas luchas apasio- no providencial con una metáfora, una más de
nadas de los partidos políticos y religiosos; esa efervescencia las muchas que pueblan la alocución, tomadas
de los ánimos, tan fecunda en deslumbrantes rasgos de vir-
tudes o de valor, que caracterizan en las épocas críticas de
los pueblos las grandes convulsiones de la madurez y la vi- la corte que una o dos veces al año llegaban con las flotas,
rilidad. Período tranquilo de crecimiento interrumpido ape- las funciones religiosas, los actos literarios de la Universidad
nas por tumultos locales y sin consecuencias, o por y algunas veces las ejecuciones de justicia o los autos de fe,
invasiones piráticas en las costas que no tenían más resul- eran los acontecimientos que turbaban la monotonía de
tado que el saco o destrucción de algún puerto, la vida de la aquella existencia”. El virreinato, t. II, Barcelona, Espasa y
Colonia se deslizaba sin ruido y sin brillo. Las noticias de Compañía, impresores, 1884-1889, p. XII.

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especialmente de la mitología griega o de la Bi- anciano de la mirada dulce y tranquila de las vír-
blia, que sirven para brindar una imagen, un genes de la Escritura…” (p. 140). Por qué o para
ejemplo plástico de las ideas del autor, a la vez qué había de tener el jefe del ejército libertador
que, haciendo alternar la mexicana historia con de la América septentrional una mirada virginal
las más célebres del Viejo Mundo, queda la nues- es algo difícil de entender para el lector actual,
tra colocada entre las historias principales. Es- y yo lamento muchísimo que Jorge Ibargüengoi-
cuchemos: tia no haya incluido este rasgo en Los pasos de
López. Vale la pena reflexionar sobre la distan-
No toda la semilla cayó sobre las rocas ni fue cia, especialmente en cuanto a sensibilidad pa-
arrebatada por las aves del cielo. El marcado triótica, que nos separa del primer auditorio de
por la Providencia tenía que llegar, y llegó; Riva Palacio. Recientes, inmediatos, los sucesos
y esa nación cadáver, atada como Prometeo de Querétaro y la ocupación extranjera, la pala-
sobre una roca y devoradas sus entrañas de bra independencia tenía un sentido enteramen-
oro por un buitre, como las del semidiós de los te diferente al que hoy le damos: era el valor
griegos, volvió a la vida repentinamente, fundamental para la existencia de México y, por
como galvanizada por las palabras de un an- ende, de los mexicanos. Por ello idealizar al
ciano, rompiendo como el Hércules judío las padre de la patria no requería ningún tipo de li-
ligaduras con que la habían atado sus ene- cencia y, muy al contrario, era lo que esperaba
migos durante su sueño (p. 139). el auditorio. Pero la cosa no para aquí, con su
envidiable manejo de la lengua, Riva Palacio nos
No es sólo la calvicie prematura de don Mi- dirá que Hidalgo no sólo era un anciano, sino,
guel Hidalgo la que ha conducido a tantos histo- por añadidura, desvalido:
riadores a retratarlo como un anciano, siendo
que tenía 57 años cuando inició su temeraria ¡Notable coincidencia! ¡Profundo misterio
empresa y era más bien, según los retratos más en los destinos de este mundo! Un anciano
fidedignos,12 un hombre robusto. El anciano sim- virtuoso y desvalido concibe el pensamien-
boliza la experiencia, la sabiduría y cuanto de to de dar a España un nuevo continente,
venerable puede un hombre aspirar a ser: el inicia el pensamiento y lucha por él, y
padre por antonomasia. Pero una vez adelanta- muere antes de verlo realizado. Tres siglos
do el argumento de la ancianidad, Riva Palacio después otro anciano, también virtuoso,
va más lejos y quiere vendernos a “Hidalgo, el desvalido, concibe el pensamiento de arran-
car de las manos de los reyes de España el
imperio de México, haciendo libre a una na-
12
Dice Edmundo O’Gorman: “En 1825 la ciudad de Mé- ción. Inicia el pensamiento, y lucha y mue-
xico celebra por primera vez el aniversario del 16 de sep-
tiembre con gran discurso apologético del héroe [Hidalgo]. re por él antes de verlo completamente
Al año siguiente se publica en El Iris, también por primera realizado. Hidalgo y Colón. ¡He aquí dos
vez, su retrato, y dos años más tarde, aparece de nuevo en anillos de oro que cierran una cadena de
el precioso álbum de Claudio Linati con un texto que le
atribuye toda la responsabilidad y gloria de la rebelión. Se
bronce, húmeda por tantas lágrimas y man-
le ve de pie y de cuerpo entero vistiendo un extravagante chada por tanta sangre! (p. 140).
traje de campaña, cubierta la cabeza por un sombrero de
anchas alas coronado con plumas. Seguramente priva mu- Es interesante la comparación que se hace
cho la fantasía en la indumentaria, pero quizá no tanto
como se ha supuesto, según noticias que hay sobre el par- entre Colón e Hidalgo, ancianos virtuosos y des-
ticular. La imagen es la de un hombre robusto, más con- validos, y me parece que sirve al propósito de
gruente con las hazañas, nos parece, que la del frágil darle unidad a la historia mexicana por vía de un
anciano a que estamos acostumbrados”. Véase “Hidalgo en mecanismo literario —propiamente, mágico y ho-
la historia”, en Historiología: teoría y práctica (est. intro-
ductorio y selección de Álvaro Matute), México, unam, meopático— a falta de otro recurso historiográfi-
1999, p. 169. camente más valido; se conecta el origen y el des-

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tino de México mediante los inescrutables lacio nos hace la confidencia de que su abuelo,
designios de la Providencia. El discurso sigue con Vicente Guerrero, siempre comprendió que el
una sección de transición que sirve para narrar sistema monárquico era un imposible entre no-
velozmente la guerra de independencia: “Terrible sotros, y en cierto modo le atribuye ser el origen
fue la lucha. Once veces brotaron entre sangre las del partido de la democracia:
flores de primavera; por once veces tendió el in-
vierno su manto de nieve como un sudario in- [...] el alma del caudillo suriano, del hombre
menso sobre insepultos cadáveres de combatien- de la constancia y de la fe, se elevó a la al-
tes” (p. 140). tura de la situación, y comprendió que la
A continuación Riva Palacio narra el medio idea de colocar un príncipe extranjero sobre
siglo que siguió a la independencia, el cual com- el trono de Moctezuma, debía ser siempre el
para con la infancia, pero una infancia terrible y aborto de la imaginación calenturienta de
peligrosa porque “el cáncer” se introdujo en su un partido y un clero a quienes la ambición
seno en el momento de nacer; ese cáncer era la cegaba, y cuyo espíritu embargaba el miedo.
monarquía: “Entonces no hay salvación, si el Desde aquella época, el partido de la demo-
niño no es Hércules que despedaza las serpientes cracia comenzó a caminar (pp. 142-143).
en su cuna, o la nación no es México, que destro-
za con el sangriento desenlace de Querétaro esa El orador muestra “el desatino” de Iturbide
red emponzoñada que se le tendiera desde el Plan al ceñirse la corona, pues su enorme prestigio de
de Iguala y que ha necesitado la vida de dos em- soldado no le bastó y fue a perder la vida en el
peradores llevados al cadalso por orden del pue- patíbulo, y he aquí una interpretación curiosa:
blo, para acabar de desaparecer” (pp. 141-142). “Merced a la traición de los mismos que conci-
En efecto, el punto cuarto del Plan de Igua- bieron el Plan de Iguala” (p. 143), es decir a la
la preveía: “Fernando VII, y en sus casos los de traición del clero. Esto sí nos parece un malaba-
su dinastía o de otra reinante serán los empe- rismo retórico, pues la fuerza que había adqui-
radores, para hallarnos con un monarca ya rido el partido republicano desde la coyuntura
hecho y precaver los atentados funestos de la internacional de 1808 hasta 1824, cuando Itur-
ambición”.13 bide es fusilado en Padilla, es a todas luces evi-
Ya cerca del final de la oración cívica Riva Pa- dente y fue el principal obstáculo del proyecto
lacio denuncia la responsabilidad del clero y el imperial de Agustín I. Cargarle el milagrito al
partido conservador, por su adhesión al pasado y clero debe considerarse un belicoso producto de
su horror al progreso. En cuanto al clero: “prefi- la guerra de Reforma, un recurso retórico con
rió unirse formando el Plan de Iguala, a los inde- muy dudoso fundamento histórico. Pero a fin de
pendientes a quienes detestaba, antes que al go- cuentas esta es una pieza oratoria, y su principal
bierno de su metrópoli a quien temía, porque los objetivo no era descubrir la verdad histórica sino
primeros movimientos de la revolución y de la persuadir al auditorio de que vivía en el mejor
Reforma comenzaban a sentirse en las cortes es- de los mundos posibles; debemos pues admirar
pañolas, y a tomar forma con su famosa Consti- las dotes oratorias de Riva Palacio.
tución” (p. 142). Para acabar pronto, el clero resulta responsa-
Es decir que por más que el Plan de Iguala ble de todos los males de México:
esté firmado por Iturbide, en realidad, nos ase-
gura el orador, fue formado por el clero. Riva Pa- Rebosando de sangre, ávido de víctimas,
sombrío y amenazador el abismo de la gue-
rra civil, era ahondado de día en día por el
13
“Plan de Iguala”, 24 de febrero de 1821, en Álvaro Ma- partido clerical, que no descansaba en su
tute (comp.), México en el siglo xix. Fuentes e interpretacio-
nes históricas, México, unam (Lecturas Universitarias, 12), empeño contra la libertad. Terrible Proteo,
1993. tomaba todas las formas, usaba todas las

65
Ensayos

armas, ensayaba todos los medios, ponía en de Roma, he aquí el bello ideal que se ha-
juego todos los ardides, todas las intrigas, bían formado los hombres del Partido Con-
todos los arbitrios, para detener al pueblo servador en México, y que por una gran
en su marcha, para hacerlo retroceder en su felicidad para nosotros, tuvo una benévola
camino, y para hacerle comprender lo malo acogida y una eficaz cooperación por parte
de la república; para adelantar, en fin, ese del emperador de los franceses. Felicidad
trono que soñaron los misteriosos revolu- digo, porque la guerra de la intervención
cionarios que en la casa de ejercicios en Mé- ha probado al mundo lo que vale México
xico formaron el plan, que fue poco tiempo (p. 144).
después proclamado en Iguala (p. 143).
Riva Palacio declara definitivamente muerto
Nada dice Riva Palacio de la ambición de los el proyecto monárquico de Iguala y vincula la
militares, ni siquiera de Santa Anna, nada de la primera con la segunda independencia; el nom-
ruina de la economía minera, nada del bandida- bre de Zaragoza ha mantenido su fama y se ha
je, nada de los agiotistas, nada de la pérdida de grabado en la memoria de todos los mexicanos,
Texas; todo, todo era culpa del clero, incluso las lo cual lo lleva a la siguiente conclusión:
revueltas republicanas:
La última esperanza del partido conserva-
Tan pronto se proclamaba por ellos el cen- dor y el último nudo del Plan de Iguala, se
tralismo y la dictadura del presidente como han desatado sobre la tumba de Maximilia-
el tránsito natural a una monarquía, como se no. El águila de México bate libre sus alas
protegía una revolución republicana, y se so- en el espacio; y si algún día esta nación su-
plaba el fuego de las pasiones en el corazón cumbe, el día de su muerte no será el día de
de sus autores para desprestigiarlos, ha- su ignominia; los hilos de oro de la tradi-
ciéndolos presentarse ellos mismos como ción que unieron su primera con su segun-
unos mounstros. Tan pronto se dejaba en- da guerra de independencia, formarán la
trever la idea de una monarquía extranjera coraza que cubre su pecho, y confundidos
y de una intervención en algún infame en uno los recuerdos de esas dos luchas glo-
opúsculo, que viniendo de allende los ma- riosas, y unidos los espíritus de los grandes
res se deslizaba furtivo como un espía o un hombres que dieron sus vidas en esas dos
explorador; y tan pronto la idea de una gui- épocas de terrible prueba, y fortalecidos
llotina y de las sangrientas ejecuciones de con esos nobles ejemplos, los mexicanos po-
los republicanos de 93 en Francia, se hacía drán conservar siempre esa independencia
aparecer como el programa del Partido Re- y esa libertad evocando los nombres, siem-
publicano en México (pp. 143-144). pre sagrados, de Hidalgo o de Zaragoza, de
Arteaga o de Guerrero, de Salazar o de Mo-
El clero, además, levantó todas las calumnias relos (p. 145).
imaginables contra el partido republicano, cali-
ficándolo de “sanguinario, ignorante, débil, El final, el remate del discurso es inmejorable;
anárquico y plagado de la lepra de todos los vi- allí el general Riva Palacio asegura con toda cer-
cios de la humanidad” (p. 144), ¿Cuál era el pro- teza: “Pueblo: puedes estar satisfecho de ti
yecto clerical? Dice el orador: mismo” (p. 145). Sigue haciendo alarde de sus
recursos literarios, como lo es el uso repetido de
Ofrecer un imperio a Napoleón III; entre- la conjunción “y” para acumular cargo sobre
gar la corona a un rey extranjero; volver a cargo y formar un torrente al ponderar lo que
los tiempos de las conquistas, del derecho diría el espíritu de Hidalgo a los intervencionis-
de la fuerza y del influjo decisivo de la silla tas de la víspera:

66
Ensayos

Si hace un año el orador de esta fiesta cívi- riencia de vida por las muchas relaciones de su
ca, que como un falso sacerdote profanaba familia, por sus pininos en la política —regidor,
los misterios de nuestro culto patriótico, diputado— y especialmente por su experiencia de
hubiera evocado el espíritu de Hidalgo, y guerra. Cinco años como guerrillero, literalmen-
este se hubiera presentado en medio de te a salto de mata, le permitieron entrar en estre-
aquel aparato de aquella fiesta, y cuando la cho contacto con ese México profundo del que
intervención descansaba con sus ejércitos, habla Guillermo Bonfil y contrastar el áspero
y sus empleados, y sus carros, y su corte, y mundo rural con su muelle existencia en la ciu-
su emperador, y sus esclavos, y sus traido- dad de México, todo ello teniendo como escenario
res, a la sombra de nuestros palacios, de la fabulosa geografía de Michoacán, y una guerra
nuestros templos y de nuestros bosques en que se disputaba la existencia misma de la na-
profanados; entonces, ese espíritu podría ción. Y luego el triunfo ¡qué triunfo! El más gran-
haber dicho a ese orador como el Señor dijo de que ha conocido México. Cuando se ganó
a Caín: “¿qué hiciste de tu hermano?” Po- Puebla el 5 de mayo Porfirio Díaz se paseó por la
dría haberle preguntado: “¿qué habéis he- noche entre los muertos para convencerse, según
cho de la independencia que os legué?” Y escribe en sus Memorias, de que la victoria no
él, trémulo, confuso, avergonzado, hubiera era una ficción. ¡Vencer a Francia en el siglo de
tenido que caer con la frente entre el polvo, Napoleón!
y gritando: “¡Perdón!” Pero si hoy esta
Desceñirse la espada victoriosa, como ha dicho
sombra serena y majestuosa se alzara entre
Vicente Quirarte,14 para pulsar la pluma y escri-
nosotros y me dijera “¿qué ha hecho ese
bir literatura nacional, ese caro proyecto lenta-
pueblo de la libertad que le legué?” Yo, en
mente construido desde antes de la Academia de
nombre de vosotros, henchido el pecho de
Letrán (1836) y que en 1867 cristalizó en las Ve-
ese santo y noble orgullo que cada uno de vo-
sotros abriga, fijos mis recuerdos en el pasa- ladas Literarias, muchas de las cuales se celebra-
do, mi vista en el presente y mi fe en el ron en casa de Riva Palacio; alternar las horas
porvenir, le contestaría: “Defenderla, re- del día entre la redacción de La Orquesta (de
conquistarla, consolidarla” (pp. 145-146, oposición, faltaba más), la Suprema Corte de
cursivas mías). Justicia y el dictado de sus novelas; levantar el
velo que ocultaba el terrorífico aparato de la
Sobre el discurso cívico de 1867 sólo resta men- Santa Inquisición, trasunto de los documentos
cionar una ausencia notable: los Estados Unidos. originales que tenía en su poder y concluir que
En efecto, nada se dice de la guerra con aquel país las cortes marciales del Imperio mataron más
y menos aún se menciona el apoyo decisivo que gente; fumar un cigarrillo tras otro sin sospechar
de él recibió la causa republicana en su lucha con- que el poeta moriría sin voz, fulminado en Ma-
tra los enemigos de dentro y de fuera. drid en 1896 por el cáncer de garganta; tal era el
tren de vida de Riva Palacio después del triunfo
de Querétaro.
Un novelista de la generación Estimulado por la euforia de la victoria y por
de El Renacimiento el vigoroso movimiento literario del momento,
don Vicente escribiría siete novelas históricas
En 1867, a sus 35 años, Riva Palacio estaba per-
fectamente preparado para ser novelista. Había
recibido una esmerada educación clásica que le
permitió escribir una quincena de dramas al ali-
14
Vicente Riva Palacio, Obras escogidas de… (coord.
José Ortiz Monasterio), t. VI. Calvario y Tabor (est. preli-
món con Juan A. Mateos en los tormentosos años minar Vicente Quirarte), México, Conaculta/unam/Institu-
de 1861 y 1862. Tenía además una buena expe- to Mexiquense de Cultura/Instituto Mora, 1997.

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Ensayos

en cinco años,15 seis de ellas de tema colonial.16 El tema principal de Calvario y Tabor es la
En Calvario y Tabor, su primera novela, narra lucha por la independencia y contra la In-
sus experiencias de guerra pero él hace mutis tervención Francesa en Michoacán, en
para destacar el papel de guerrilleros como Ni- Monja y casada lo es el tumulto de 1624 y
colás Romero, gente humilde del pueblo que dio la caída del virrey como antecedente del po-
la vida por una causa que sintieron propia. tencial revolucionario del pueblo, en Mar-
Como en todas sus novelas abundan los episo- tín Garatuza la supuesta conjura de los
dios truculentos y las muertes horribles, cosa criollos para derrocar al gobierno español,
que tanto disgusta a los puristas, a ellos res- en Los piratas del Golfo los imaginados pla-
ponde Mariano Azuela diciéndoles que él ha nes para arrebatar a España las islas del
leído con más gusto las novelas de Riva Palacio Caribe y la Nueva España, en Las dos em-
que las de ¡Thomas Mann! porque él lee nove- paredadas el fallido intento de El Tapado
las para entretenerse, no para hacerse sabio.17 para liberar a México del yugo hispánico,
En las novelas coloniales el gran personaje es en La vuelta de los muertos la fracasada re-
la Inquisición, pero el tema dominante, el telón belión de los indios contra la corona espa-
de fondo frente al cual desfilan todos los demás ñola y, por último, en Memorias de un
personajes es siempre un asunto relacionado impostor la soñada revolución del irlandés
con la independencia nacional. Ya lo dije en Lampart.18
otra parte:
El propósito aparente de Riva Palacio al escri-
bir sus novelas coloniales fue mostrar los horro-
15
Sobre las novelas rivapalatinas son indispensables los res de la Inquisición como botón de muestra de
trabajos de Leticia Algaba: Las licencias del novelista y las
máscaras del crítico, México, uam-Azcapotzalco (Biblioteca las supuestas “bondades” del antiguo régimen,
de Ciencias Sociales y Humanidades, Serie Literatura) todo para apuntalar las ideas liberales del día.
1997; “Una novela de Riva Palacio en entredicho”, en Se- Pero de alguna manera el novelista fue cautiva-
cuencia, núm. 35, mayo-agosto de 1996, p. 43-58; “Los pro-
tagonistas de Monja y casada, virgen y martir”, en
do por nuestra historia colonial y comprendió
Literatura Mexicana, vol. VII, núm. 2, 1996, pp. 335-350. que esos tres siglos no fueron un mero episodio
Véanse también los trabajos fundamentales de María Tere- contingente sino, al contrario, una etapa decisi-
sa Solórzano Ponce: “La historia como material compositivo va y consustancial de nuestra historia, pues,
de las novelas de Vicente Riva Palacio”, en Secuencia, núm.
35, mayo-agosto de 1996, pp. 23-42; “La novela teatralizada según dirá años más tarde en el México a través
de Vicente Riva Palacio”, en Literatura Mexicana, vol. VII, de los siglos, en ella es donde se halla la “embro-
núm. 2, 1996, pp. 351-363. Para la teoría literaria de Riva genia y morfología” de México. A la vez, rompió
Palacio la interpretación canónica sigue siendo la de Cle-
mentina Díaz y de Ovando, Un enigma de los Ceros. Vicen-
la dicotomía convencional entre indigenistas y
te Riva Palacio o Juan de Dios Peza, México, unam (Ida y colonialistas, es decir, entre aquéllos que sólo
regreso al siglo xix), 1944. veían como legítima ya la aportación indígena,
16
Calvario y Tabor. Novela histórica y de costumbres, o bien la colonial; fue una hazaña cultural con-
Manuel C. De Villegas y Compañía, editores, México, 1868.
Monja y casada, virgen y mártir. Historia de los tiempos de siderable construir la idea integradora de que
la Inquisición, Manuel C. De Villegas, editor, imprenta de
la Constitución Social, México, 1868. Martín Garatuza. Me-
morias de la Inquisición, México, Manuel C. De Villegas, 18
José Ortiz Monasterio, México eternamente. Vicente
editor, 1868. Las dos emparedadas. Memorias de los tiem- Riva Palacio ante la escritura de la historia, México, fce/
pos de la Inquisición, Manuel C. De Villegas, editor, Tomás Instituto Mora, 2004, p. 99; más pormenores y referencias
F. Neve, impresor, México, 1869. La vuelta de los muertos. sobre las novelas pueden consultarse en mi trabajo His-
Novela histórica, Manuel C. De Villegas, editor, México, toria y ficción. Los dramas y novelas de Vicente Riva Pa-
1870. Memorias de un impostor. Don Guillén de Lampart, lacio, México, Universidad Iberoamericana/Instituto
rey de México. Novela histórica, Manuel C. De Villegas, edi- Mora, 1993; para la vida del autor véase mi bosquejo bio-
tor, México, 1872. gráfico “Patria, tu ronca voz me repetía…” Biografía de
17
Mariano Azuela, Cien años de novela mexicana, Méxi- Vicente Riva Palacio y Guerrero, México, iih-unam/Insti-
co, Botas, 1947, p. 93. tuto Mora, 1999.

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Ensayos

los mexicanos podían estar orgullosos lo mismo al género del ensayo y se preocupa menos por
por ser descendientes de Cuauhtémoc, que por impactar al auditorio que en aquel 16 de sep-
serlo del Cid. Queriendo mostrar el cruel cauti- tiembre lo escuchaba.
verio al cual sometía el tribunal de la fe a los El discurso de 187119 comienza señalando que
desviantes, Riva Palacio termina cautivado por México es una “nación atleta” que desde la cuna
los procesos de mestizaje y de integración cultu- “ha crecido y se ha desarrollado en medio de los
ral que se gestan en los tres siglos de la domina- combates”, y en seguida maneja una dialéctica
ción española: nacía un historiador. de oposiciones, fácil de captar, y obtiene una his-
En última instancia, lo que el autor ofreció a toria plena de dramatismo al señalar que el 16
los lectores de sus novelas fue una visión moder- de septiembre es la ocasión para detenerse un
na del proceso histórico mexicano, una demos- momento en el camino y contemplar serenamen-
tración de que el triunfo de los liberales obedecía te: “Todo ese camino que dejamos atrás regado
a profundas fuerzas históricas. A pesar de que de sangre y de lágrimas, pero también cubierto de
las novelas condenan la intolerancia, el despo- laureles; y todo ese inmenso horizonte, lumino-
tismo y la represión que ejerció la Corona a tra- so en algunas partes, negro y tempestuoso por
vés de instituciones como la Inquisición a lo otras, lleno de terribles amenazas y de consola-
largo de la época colonial, queda en el lector la doras esperanzas, en calma y agitado, vertigino-
idea de que México siempre ha tenido quien sa sima algunas veces, encantada y floreciente
luche por su independencia y su libertad, desde llanura otras...” (p. 59).
Cuauhtémoc hasta Guillén de Lampart, o mejor Pondera luego la dificultad ante la que se halla
aún, hasta Juárez. La causa de los liberales pues “para cantar las glorias y la independencia
queda así convertida en “la verdadera” ruta del de un pueblo, se necesitaría la pujante voz de la
destino nacional. tempestad”; no obstante, el espíritu de un hombre
se levanta, por pequeño que éste sea, cuando “su
voz es la palabra de un pueblo”, cuando sus pala-
El discurso de 1871 bras despiertan “el amor de la patria, amor tierno
y dulcísimo algunas veces como la brisa de la
¿Por qué repitió Riva Palacio en su papel de ora- tarde, terrible y conmovedor otras como el aliento
dor oficial en las celebraciones? Bueno, no había del huracán, pero que vive siempre al lado de ese
nada que lo impidiera y a él le gustaba hablar santo amor, del amor de la madre” (p. 59).
en público y recibir aplausos. Pero, en mi opi- Riva Palacio establece a continuación la guía
nión, lo decisivo fue que era nieto de Guerrero. metodológica de su análisis que es también la
En su archivo personal consta que él y sus her- dialéctica de dos opuestos, que son los dos gran-
manos siempre eran invitados oficiales a las ce- des partidos en que, a su parecer, se ha dividido
lebraciones, es decir que a través de ellos se siempre la humanidad. En efecto, desde los tiem-
honraba al caudillo sureño. Nada mejor, enton- pos más remotos, a donde no alcanza la luz de la
ces, que el orador oficial fuera un Riva Palacio historia y sólo los conocemos con los atavíos de
y Guerrero quien, por añadidura, tenía méritos la leyenda:
propios por sus combates en nuestra segunda
guerra de independencia. Además tenía, como
veremos, nuevas cosas que decir.
19
“Discurso del 16 de septiembre”, en Vicente Riva Pa-
lacio, Obras escogidas de… (coord. José Ortiz Monasterio),
El segundo discurso, en su forma, es muy dis- t. IV. Ensayos históricos (comp. y est. preliminar José Ortiz
tinto al primero. El tono es más medido y se re- Monasterio), México, Conaculta/unam/Instituto Mexiquen-
curre menos a las interjecciones, también es se de Cultura/Instituto Mora, 1997, pp. 58-72. Publicado
menos frecuente el uso de las metáforas, pero originalmente con el título de Discurso pronunciado por el
general Riva Palacio en la capital de la república el 16 de
éstas persisten. En conjunto el segundo discurso septiembre de 1871, México, Imprenta de F. Díaz de León y
es más cerebral y menos emotivo, se acerca más Santiago White, 1871.

69
Ensayos

La humanidad se ha dividido en dos gran- histórica sino al conjunto del acontecer humano.
des partidos, en dos grandes principios, en Dice el orador:
dos grandes elementos que, luchando y
combatiendo a cada paso, y vencedores o Las ideas del retroceso y del adelanto no se
vencidos, y dueños del campo y gobernando muestran siempre a la luz del sol bajo sus
al mundo entre el fausto y la opulencia, o mismas formas, ni se engendran inexorable-
tramando en el silencio misteriosas y terri- mente en los cerebros de sus mismos parti-
bles conspiraciones, han dirigido el destino darios: son como dos serpientes que luchan,
de los pueblos, han impreso su sello a las se deslizan entre la oscuridad, se enlazan en-
épocas de la historia, y han sido el día y la tre sus anillos hasta que, a veces, no pudien-
noche, la luz y las tinieblas de la humani- do distinguirse la una de la otra, se estrechan
dad. El principio del retroceso y el espíritu y se confunden. El clero mismo, considerado
del progreso han compartido alternativa- en los tiempos modernos como el enemigo de
mente el reino de la tierra… (p. 60, cursivas la Ilustración, de la democracia y la sobera-
mías). nía del pueblo, como el partidario del abso-
lutismo, de la teoría del derecho divino y de
Y para dar una idea de la antigüedad de este la aristocracia de la sangre, ha sido, sin em-
proceso dialéctico pone el ejemplo de Prometeo, bargo, en la época del bajo Imperio, el fiel de-
robando el fuego de la inteligencia a los dioses, y positario y el ardiente propagador de la
el de Eva, haciendo comer a Adán el fruto del ciencia… (pp. 60-61, cursivas mías).
árbol de la ciencia. Los hombres, en este proceso,
“se dividen instintivamente, anhelando unos el Hay dos épocas, asegura Riva Palacio, en que
bien y la felicidad de los pueblos en las conquis- la verdad de estas teorías brilla especialmente: la
tas que esperan hacer en el porvenir, soñando época de la conquista y la de la independencia de
otros la felicidad y la fortuna como la emanación América. Y aquí introduce un elemento explica-
directa de las viejas instituciones, de las pasadas tivo que no está presente en el discurso de 1867:
y olvidadas costumbres y de las ya gastadas tra- la conquista y la independencia no son hechos
diciones” (p. 60). Entonces, buscan unos la per- aislados entre sí y sin liga cuya influencia se li-
manencia de lo viejo y ya probado, y otros la lle- mite a tal o cual nación; todo lo contrario, pues
gada de lo nuevo e inédito, se enfrascan en una forman parte de un grande y único proceso de
lucha incesante, no carente de violencia, de la alcance planetario:
que brota “la luz rojiza, como el reflejo de un in-
cendio, porque es luz de sangre y de rencor” (p. La conquista y la idependencia de México
60). Y esta lucha marca el avance de la humani- no deben considerarse como hechos aisla-
dad porque cada combate es un paso: “paso del dos, influyendo sólo en un pueblo y en una
que jamás retrocede y que es siempre un avance, nación, sin liga, sin relaciones, sin conse-
porque tal es la ley eterna, que aun el mismo cuencia en toda la América y en el resto del
triunfo de las ideas retrógradas, por más que mundo, no; la conquista y la independencia
aparezca como contrario al adelanto, hace mar- de nuestra patria forman parte de nuestro
char siempre el mundo en su camino de progreso grandioso todo, de esa inmensa obra de la
y civilización” (p. 60). El proceso de la lucha de humanidad que ha hecho del continente
los opuestos es, pues, siempre ascendente, aun americano el lugar escogido por la libertad,
cuando parezca lo contrario. por la república y por la democracia para
Un gesto de gran historiador es cuando Riva plantar su imperio (p. 61).
Palacio historiza el papel de los agentes históri-
cos, con lo cual su idea del progreso por la lucha Hoy es más fácil contemplar y explicar en con-
de los contrarios es aplicable no sólo a una época junto la conquista y la emancipación de Améri-

70
Ensayos

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Ensayos

ca; en la época de Riva Palacio, época de oro del de tributarios; y para esto, era necesaria la
nacionalismo, todos los ojos miraban las peculia- conquista, era necesario que los soldados de
ridades de cada país y esta visión hemisférica del los monarcas del viejo mundo vinieran a
orador es una muestra más de la originalidad y echar por tierra las instituciones monárqui-
el gran alcance de sus ideas. Fue así que: “Toda cas del nuevo, que los principios de absolu-
la América fue conquistada casi a un mismo tismo y de gobierno hereditario vinieran a
tiempo, como toda casi al mismo tiempo se hizo borrar hasta el recuerdo del absolutismo y
libre…” (p. 61). del gobierno hereditario, y que los mismos
La conquista “fue hija de un principio monár- sostenedores del derecho de conquista vinie-
quico y religioso intolerante” (p. 61-62) donde ran a soplar el fuego de la independencia,
el capricho de un soberano, “apoyado en una convirtiéndose así, de terribles enemigos, en
concesión del pontífice romano, bastaba para con- poderosos auxiliares de la libertad (p. 63).
vertir a una nación independiente en colonia, a
un pueblo libre en tributario, a un país feliz y Tenemos aquí dos elementos importantísimos
tranquilo en sumiso y desgraciado esclavo…” (p. que no conocíamos en Riva Palacio y que deben
62). Pero no debe culparse a aquellos soldados, sin duda atribuirse a la factura de sus novelas
sacerdotes y reyes que no hacían otra cosa que históricas: el mestizaje como crisol donde se
seguir “el espíritu de la época” y ceder a las forma la nueva raza apta para la democracia20 y
“ideas de su siglo” (p. 62). De hecho: la decisiva misión histórica de los conquistado-
res, que consistía en echar abajo las monarquías
[...] con toda la buena fe del fanático en sus indígenas; nuevamente aquí hay algo de ho-
creencias políticas y religiosas, seguían el meopático, de aquel principio de Hahnemann de
camino natural marcado al progreso de la que “lo semejante cura lo semejante”. Al intro-
sociedad, y eran, sin conocerlo ellos mismos, ducir estos dos elementos en el proceso histórico
los más entusiastas y constantes obreros del atizan “el fuego de la independencia” y se con-
porvenir de la humanidad, y que prepara- vierten en “poderosos auxiliares de la libertad”,
ban, sin comprenderlo, el triunfo lento pero he aquí su misión histórica fundamental. Añade
seguro de la democracia y de la república Riva Palacio:
abriendo, con el regio aparato de los dogmas
del derecho divino, ancho paso al sagrado Y así sucedió. Los monarcas, que sin más
principio de la soberanía popular (p. 62). ley que su capricho, sangriento y terrible
las más veces, gobernaban los antiguos pue-
En seguida Riva Palacio explica que Europa blos de la América, cayeron al empuje de los
no era el lugar a propósito para ser escenario de soldados de Cortés, de Pizarro y los Alma-
los nuevos caminos de la humanidad, pues “la gros; desapareció la monarquía para dar
república y la democracia eran plantas exóticas lugar a la colonia. Pero esas colonias eran
en el antiguo mundo” (p. 62), donde pesaba gobernadas por virreyes, por adelantados o
mucho la tradición de los césares, los señores por capitanes generales que duraban pocos
feudales y donde se unía la idea de rey con la de años en el poder, y que eran exaltados o des-
Dios; hacía falta un continente nuevo “y una tituidos caprichosamente por la corte de Es-
raza que hubiera perdido hasta las costumbres y paña (p. 63, cursivas mías).
los hábitos de los pueblos monárquicos” (p. 63).

La América era ese continente predestina- 20


La ponderación del mestizaje indicaría que si bien
do: la raza debía formarse de la mezcla, de Riva Palacio se está refiriendo a la América en su conjunto,
sus ideas tienen especial aplicación a la América Latina que
la amalgama de conquistadores y conquista- es donde la mezcla de razas fue un fenómeno generalizado
dos, de vencedores y vencidos, de señores y e incesante.

72
Ensayos

Es decir que, según argumenta el orador, la tía y que esgrimían como una arma los mis-
condición de colonia es muy distinta a la de una mos que se la negaban. Los pueblos
monarquía propiamente dicha pues: entonces comenzaron a comprender que
eran algo que no creían; comenzaron a
Temerosos siempre de su porvenir, acatan- comprender, que sus opresores eran menos
do serviles la voluntad de su señor, pen- de lo que ellos presumieron (p. 64).
dientes de la gracia de los favoritos del rey,
y temblando cada vez que un buque de la Riva Palacio asegura que en América sólo se
metrópoli surcaba las aguas de la colonia, conoció la monarquía por su lado más odioso:
aquellos gobernantes, expuestos a las acu- “por el de la guerra, por el de las persecuciones,
saciones de sus mismos empleados, no eran de la esclavitud, del estanco, de los impuestos,
ni la sombra de un monarca: los pueblos de de los azotes, de la picota y de los autos de fe del
la América se acostumbraron a no ver en Santo Oficio”; aquí nada se conoció del esplen-
ellos más que hombres sujetos a la volun- dor de las cortes que da a los monarcas un halo
tad de otros hombres. Nada de sagrado, de divinidad, ni nada se supo de la “magnanimi-
nada de Dios, nada de derecho divino dad” de los príncipes, es decir, de esos gestos de
aprendieron en aquella dominación, que perdón o largueza que hacen sentir a los pueblos
mientras más terrible era y más despótica, que tienen en el monarca a un protector. Así, día
más les hacía comprender que eran los hom- a día, durante trescientos años se “preparó el te-
bres y no el derecho de la herencia los que rreno a la democracia, a la independencia y a la
podían formar de un semejante suyo un república, minando y desmoronando hasta los
déspota o un padre de los pueblos, un tira- últimos restos de monarquía y poder absoluto”
no o un bienhechor, pero en todo caso, un (p. 64).
gobernante, virrey o adelantado, corregidor Si el orador, con ánimo de persuadir a su au-
o capitán general (pp. 64-65). ditorio, generaliza demasiado o peca con alguna
inexactitud poco importa. Lo fundamental es la
Qué hábil es con la lengua Riva Palacio y qué conexión de propósitos que plasma entre la con-
buen orador, qué persuasivo. Sí, porque se con- quista y la independencia; lo que consigue es
centra en la figura del virrey o el corregidor y no nada menos que una visión integral de la histo-
nos dice que Carlos V era tan rey de España y de ria americana, un hilo conductor que atraviesa
Flandes como monarca de sus posesiones ame- las épocas, si bien cada una con un carácter pro-
ricanas. Y en los tres siglos de la dominación no pio, el cual nos indica que se trata de un único
todos los gobernantes, por cierto, temblaban proceso:
cuando un buque español surcaba las aguas cos-
taneras. Pero lo fundamental es apreciar cómo Bajo la cincelada borgoñota de Carlos V,
la experiencia de escribir novelas enriqueció su bajo la severa ropilla de Felipe II, los mo-
visión histórica y, otro punto clave, es aquilatar dernos apóstoles de la democracia habían
que su apreciación de los tumultos y motines se tenido colaboradores, y los ilustres héroes
modificó radicalmente, los cuales, como hemos de nuestra independencia, infatigables
visto, tienen una importancia capital en las no- obreros que comenzaron trescientos años
velas, al punto de convertirse en el tema central. antes a preparar el desenlace de ese gran-
En el discurso de 1871 dice el orador: dioso drama que se llama la independencia
de México, de esa sublime epopeya que se
Los tumultos, tan comunes en las colonias, llamó la libertad del Nuevo Mundo, de ese
enseñaron a los pueblos que había en ellos gigantesco paso de la humanidad que se lla-
un poder, un derecho, una fuerza latente ma y se llamará por muchos siglos la demo-
que trataba de ocultárseles, pero que exis- cracia en la América (pp. 64-65).

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Ensayos

La historia colonial americana es, en su tiem- ción y, con un lenguaje envidiable, retrata cómo
po, parte de la historia de España, pero lo que re- “el primer grito de libertad se escuchó en la Amé-
sulta más trascendental es que es también el ger- rica… era que se iban a dar un terrible combate
men de ese porvenir que Riva Palacio dibuja las repúblicas nacientes y las envejecidas monar-
luminoso del progreso y la civilización: la demo- quías” (p. 65). México necesitaba un caudillo y lo
cracia en América. Al insistir el orador en la di- halló en Hidalgo, cuya lucha será continuada por
mensión continental del fenómeno nos recuerda Morelos y Guerrero, “esa trinidad de genios” (p.
que la independencia no es sólo la gesta que se 66). Y lo que es una realidad palmaria para su
inició en el pueblo de Dolores, sino un proceso persona Riva Palacio la extiende a todos al decir
inédito y sin duda el más grande de la historia que ésta es una historia íntima, familiar, al pre-
universal, pues la democracia ganó: “No una ciu- guntar ¿quién no ha escuchado: “… reclinada la
dad, un pueblo, una nación, sino una inmensa cabeza sobre el blando regazo de una madre amo-
muchedumbre de pueblos y de ciudades, una fa- rosa, referir a los viejos amigos de la familia esa
bulosa cadena de naciones, que unidas entre sí historia siempre repetida y siempre nueva para
por la eterna y majestuosa cordillera de los Andes, los corazones bien formados, la historia de la in-
iban a dar al asombrado mundo el ejemplo hasta dependencia de nuestra patria?” (p. 66). También
entonces desconocido en la historia, de un conti- es una historia viva y cargada de sentimentalis-
nente democrático y republicano” (p. 65). mo, rasgos que caracteriza inmejorablemente el
Estrictamente hablando, esta idea de América “tipo” del veterano, al cual alude Riva Palacio en
de Riva Palacio debe considerarse como un mo- su discurso, personaje muy característico de nues-
mento culminante del proceso que don Edmundo tro siglo xix y al que el orador dedicaría un ar-
O’Gorman ha denominado la invención de Amé- tículo en la prensa al año siguiente.22
rica. En efecto, al cobrar conciencia los conquis- Diez años duró la lucha, hubo combates por
tadores de la existencia de un Nuevo Mundo, del todas partes y se derramó mucha sangre que fue
cual no mencionaban palabra ni los libros sagra- “el agua lustral23 de México, que purificado apa-
dos, ni los autores clásicos, ni Marco Polo se vino reció el día de su apoteosis a tomar su lugar en
abajo la visión antigua de un universo cerrado, medio de las naciones libres” (p. 67). Desde en-
geocéntrico y del orbis terrarum constituido por tonces nació la república y la monarquía se hizo
sólo tres continentes: Europa, Asia y África. El imposible; el imperio de Iturbide fue sólo “el
llamado “descubrimiento” no fue sino: error de un pueblo niño” (p. 67). Casi medio
siglo después fracasaría la segunda intentona
El primer episodio de la liberación del hom- monárquica, la de Maximiliano. Al parecer, Riva
bre de su antigua cárcel cósmica y de su mul- Palacio intenta convencer a su auditorio de que
tisecular servidumbre e impotencia, o si se América, y México en particular, está predesti-
prefiere, liberación de una arcaica manera de nado para la democracia y la república. ¿A quién
concebirse a sí mismo que ya había producido quiere convencer? Obviamente no a sus correli-
los frutos que estaba destinada a producir. gionarios, que ya están plenamente convencidos,
No en balde, no casualmente, advino Amé- entonces por fuerza debe dirigirse a los partida-
rica al escenario como el país de la libertad
y del futuro, y el hombre americano como el 22
“El veterano”, en Vicente Riva Palacio, Obras esco-
nuevo Adán de la cultura occidental.21 gidas de…(coord. José Ortiz Monasterio), t. X. Periodis-
mo. Primera parte (comp. y est. preliminar Teresa
Solórzano Ponce), México, Conaculta/ unam /Instituto
Del plano abstracto y general en que viene ar- Mexiquense de Cultura/Instituto Mora, 2002, pp. 217-
gumentando Riva Palacio transita al de la narra- 223. Artículo publicado originalmente en El Correo del
Comercio, segunda época, núm. 493, septiembre 29 de
1872, p. 3.
21
Edmundo O’gorman, La invención de América, 2a. ed., 23
Agua sagrada con la cual los antiguos rociaban a las
México, fce (Tierra Firme), 1986, p. 95. víctimas de los sacrificios.

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rios de la monarquía. Aquí veo una coincidencia del partido reaccionario, a pesar de las in-
de propósitos con sus novelas históricas que bus- trigas de los reyes y de los emperadores,
can divulgar el evangelio liberal; es decir, el que… han llegado a enviar hasta las playas
triunfo militar ya se había consumado, pero aún del nuevo continente ejércitos que vinieran
hacía falta conquistar las conciencias de los de- a plantar aquí una monarquía y a formar
rrotados. Este aspecto fue finamente percibido un trono con sus bayonetas. Inútiles es-
por doña Clementina Díaz y de Ovando, quien fuerzos: los soldados que venían buscando
nos recuerda que gran parte del público de las la monarquía, regresaban a su país llevan-
novelas eran las mujeres: do la idea de la república (p. 68).

A esa mujer, incansable lectora de novelas, Riva Palacio introduce luego una metáfora
Riva Palacio forzando su sentimentalismo, que me parece prodigiosa, pues tiene la rara
su inclinación a compadecerse, a llorar, virtud de plasmar una imagen muy moderna
quería hacerla aceptar la moraleja de su que tiene a la vez el sabor y la fuerza de las ha-
novela. Con suerte la curiosidad femenina zañas mitológicas: “Franklin, arrebatando el
llevaría a leer Monja y casada y Martín rayo a las nubes para ponerlo en manos de los
Garatuza a algunas jóvenes y lindas “mo- hombres, simboliza la América arrancando el
chitas”, esas que veían con horror a los li- poder de manos de los reyes para ponerlo en las
berales por considerarlos herejes… [que] manos de los pueblos” (p. 68).
aún podían tener la enmienda, que era ya Concede luego que hemos cometido errores,
imposible para sus papás; echarles por tie- especialmente la guerra fratricida que ha condu-
rra las versiones negativas sobre los prin- cido al patíbulo a hombres “que hoy glorifica-
cipios de la Reforma, que esas “mochitas” mos” (p. 69); aquí de seguro está pensando Riva
solían escuchar con demasiada frecuencia Palacio en su abuelo materno, pero también en
en el confesionario y en el círculo familiar. Iturbide.25 La única disculpa es ponderar que el
En cuanto a las “chinacas” se afirmarían pueblo que esté libre de ingratitudes, que lance
orgullosamente en sus convicciones.24 la primera piedra.
Insiste el orador en lo dicho en el discurso de
El orador continúa su labor persuasiva aseve- 1867: un pueblo que no ha atravesado por una
rando que si la opresión y la tiranía han llegado senda dolorosa no sabrá aquilatar su libertad,
a enseñorearse de los pueblos de la América, los porque: “Para comprender la grandeza de un
tiranos “tiemblan ante la idea de apellidarse pueblo, sus virtudes y su derecho de ser inde-
reyes y de llamarse majestades” (pp. 67-68). En pendiente, libre y soberano, es necesario conocer
este continente, asevera, hay repúblicas inmen- también los dolores, los sacrificios y las lágrimas
sas y otras minúsculas, las hay prósperas y tam- de ese pueblo en su penosa peregrinación desde
bién las hay destrozadas por la guerra civil y la la infancia a la virilidad” (p. 69).
anarquía pero, con la excepción del Brasil:
25
En otra obra, publicada en los años 1870-1871, Riva
[...] siempre gobernadas bajo el sistema re- Palacio escribe: “Guerrero e Iturbide consumaron la inde-
publicano, a pesar de los sordos trabajos pendencia, y ambos, con el pretexto de que atacaban a un
gobierno legítimo, expiraron a manos de sus mismos con-
ciudadanos. No seré yo quien pueda hablar de la muerte de
24
Clementina Díaz y de Ovando, “La novela histórica en Guerrero; pero en cuanto a la de Iturbide, exclamaré siem-
México”, en Memorias de la Academia Mexicana de la His- pre que fue la prueba más tristemente célebre de ingratitud
toria, México, t. XXX, 1971-1976, p. 182. Otra obra funda- que pudo haber dado en aquella época la nación mexicana.
mental de la misma autora es Vicente Riva Palacio y la Iturbide reportaba, si se quiere, el peso de grandes delitos
identidad nacional, discurso de ingreso a la Academia Me- políticos, venía a conspirar a la república, bien; ¿pero no
xicana de la Lengua, leído el 13 de junio de 1985, México, hubiera bastado con reembarcarle?”. Véase, “Iturbide”, en
unam, 1985. El libro rojo, México, Leyenda, 1946, p. 352.

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En seguida hace una referencia a las rebelio- tiempos de Roma, que protestó en los mu-
nes que podría ser una alusión a los asuntos del nicipios de España, que se indignó en la re-
día, en efecto dice Riva Palacio: “todas las rebe- volución francesa, y que se ha glorificado
liones han muerto y morirán en lo adelante… y en las naciones de América. Las repúblicas
si en nuestra historia se registran cien revolu- de Roma fueron el galvanismo, la ilusión y
ciones y se leen con indignación cien rebeliones, el ensayo; las de Francia la poesía, la pa-
aquéllas marcan los pasos de una sociedad que sión, el vértigo; las de América la realidad,
camina sin detenerse a la civilización y al pro- la lógica, la filosofía (p. 70).
greso; éstas son el recuerdo de otros tantos
triunfos del pueblo sobre los que han querido Y debemos aceptar que Riva Palacio se mues-
convertirle en ciego y dócil instrumento de sus tra profético cuando dice: “El porvenir es de la
caprichos y de sus pasiones” (p. 69). Recuérdese democracia: el vapor y la electricidad llevarán
que en febrero de 1870 Sóstenes Rocha había del Nuevo Mundo al viejo continente esas ideas
derrotado la rebelión zacatecana de Trinidad y esas instituciones que son el terror de los gran-
García de la Cadena; el mismo Rocha fue encar- des y la esperanza de los pequeños; que anun-
gado de sofocar, en mayo de 1871, la rebelión ta- cian la nueva redención…” (p. 70). Concede el
maulipeca contra la reelección de Juárez; poste- orador que algunas máculas pueden hallarse en
riores al discurso fueron las rebeliones de Miguel el nuevo modo de ser de México, a las que algu-
Negrete en la Ciudadela, la de Porfirio Díaz en nos aluden para opacar la grandiosidad del
La Noria y la de Gerónimo Treviño en La Bufa, triunfo del pueblo, pero “ni la historia ni la filo-
Zacatecas, todas ellas animadas por el propósito sofía apreciarán esos pequeños accidentes como
de derrocar a Juárez. un argumento contra la bondad de nuestro modo
Acercándose ya al final de su discurso Riva de ser político y social” (p. 71).
Palacio contempla el presente y no esconde sus Termina su discurso Riva Palacio preguntán-
dificultades, aún hay mucho que conquistar: dose si ha lisonjeado en exceso el orgullo patrió-
“pero esto prueba que las obras de los hombres tico de su auditorio y responde que, si tal ha
son siempre capaces de perfeccionarse, delezna- hecho, no lo lamenta “porque quizá nuestro
bles y fáciles de destruirse; prueba que el pro- gran defecto nacional haya consistido en la poca
greso no tiene ‘hasta aquí’, prueba que la huma- fe que hemos tenido en nosotros mismos, y la
nidad no nació para el descanso sino para la demasiada veneración en las cosas y los adelan-
lucha” (p. 70). Este párrafo es interesante, pues tos de otros países, que al través de exageradas
demuestra que si bien para Riva Palácio la repú- relaciones, han tomado a nuestros ojos propor-
blica y la democracia son la meta del progreso, ciones gigantescas” (p. 71). Aquí el orador sabe
esto no obsta para que la humanidad, en el fu- bien de lo que habla, como que apenas unos
turo, se plantee metas superiores. meses atrás ha regresado de un largo periplo en
Confirma el orador su americanismo conside- Europa y sus cartas escritas allá dicen lo
rando superiores a los próceres del Nuevo mismo: las bondades de Europa han sido exa-
Mundo, frente a los Cincinatos, los Vercingéto- geradas.
rixes, los Viriatos, los Aníbales y los Escipiones. Cierra su alocución diciendo que quienes com-
De paso recalca que las repúblicas del Viejo prendan cuánto orgullo hay en llamarse mexica-
Mundo son pálido reflejo de las que el progreso nos, “ésos, ésos serán los que hagan de México
ha traído al mundo de Colón: una nación poderosa” (p. 71) y un día podrán
enarbolar la bandera de Iguala y decir: “México
Las repúblicas de América son las únicas es grande porque es republicano, México es libre
que han puesto la corona de la soberanía porque merece serlo, México es la tumba de las
sobre la cabeza del pueblo, de ese antiguo tiranías y el asilo de las libertades. ¡Viva México!”
destronado que se movió en los primeros (p. 72).

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Comparación final dentalista cristiana de la remuneración en el


otro mundo, sino en éste, progreso marcado por
La idea de la historia que Riva Palacio manifies- la sucesión de las épocas prehispánica, colonial
ta en ambos discursos está centrada en el con- y republicana, cada una de ellas superior a la an-
cepto de progreso. Esta noción fue desconocida terior. El progreso es una ascensión lineal pues,
en la antigüedad y la Edad Media, en que la eta- nos dirá Riva Palacio, aun aparentes retrocesos
pa dorada era la inicial y no la final, comenzó a a la postre se convierten en elementos de pro-
insinuarse desde el siglo xvi y alcanzó su culmi- greso; así la conquista representa la pérdida de
nación en el xix primero con el romanticismo, la independencia, pero los conquistadores fue-
luego con los descubrimientos de Darwin y fi- ron realmente poderosos auxiliares de la liber-
nalmente con el positivismo comtiano y spence- tad y la república porque echaron abajo a las
riano. Lo más probable es que la idea del monarquías indígenas. Esto último sólo se dice
progreso de Riva Palacio provenga de lecturas en el discurso de 1871 y debemos considerarlo
literarias, en cualquier caso el concepto tiene como una importante aportación, resultado de
cuatro implicaciones: 1) el curso de los hechos la escritura de las novelas a la idea, de la histo-
(naturales e históricos) constituye una serie ria de Riva Palacio. En ambos discursos hay una
unilineal; 2) todo término de esta serie es nece- necesidad —nacionalista— de integrar las dife-
sario en el sentido que no puede ser diferente rentes etapas de nuestra historia, pero en el pri-
de lo que es; 3) todo término de la serie realiza mero el orador recurre al recurso retórico y falaz
un incremento de valor sobre el precedente; 4) de hacer de Colón e Hidalgo dos ancianos desva-
toda regresión es aparente o constituye la con- lidos, conectados por esa analogía; después de la
dición de un progreso mayor.26 factura de las novelas este recurso ya no hace
En el caso mexicano la idea de progreso tenía falta porque el orador ha comprendido la misión
cierta dificultad para aplicarse, pues la crisis de histórica de los conquistadores: acabar con los
la independencia (en realidad anterior a ella) despotismos indígenas para que, andando el
sumió al país en una franca decadencia signifi- tiempo, pueda plantarse una etapa superior de
cada por la pérdida territorial a manos de Esta- civilización, y así nos dirá en el segundo discur-
dos Unidos, el estancamiento de la economía, la so que la conquista y la independencia son par-
penuria financiera del Estado, la descomposición tes de un grandioso todo, hacer no sólo de Méxi-
social y la anarquía política. Por ello ideólogos co sino de toda la América, el continente elegido
conservadores como Lucas Alamán tendrán cré- por la libertad y la república, que requería para
dito cuando aboguen por el monarquismo como su implantación de una nueva raza producto del
la mejor solución a los graves problemas del país. mestizaje. Esta visión hemisférica resulta espe-
En todo caso, 1867 marca apenas el inicio de la cialmente notable para la época, donde el nacio-
salida de la crisis y sólo hasta la década de 1880 nalismo imperaba en todas partes.
habrá un clamor general por la paz y se percibi- Hemos señalado la gran diferencia en el tono
rán las pruebas fehacientes del progreso mate- del discurso de 1867 con respecto al de 1871; el
rial. En consecuencia, el ideal progresista de primero, por así decirlo, todavía está permeado
Riva Palacio es, en ese momento, en gran medi- por el fragor de la batalla, es un canto a la victo-
da hipotético, y de ahí la necesidad de apoyarse ria y ataca duramente al adversario: el clero y el
en la mejor oratoria para persuadir al auditorio. partido conservador; en cambio el segundo es
Y un elemento clave es precisamente convencer más sereno, están ausentes las invectivas contra
a los oyentes de que el mundo marcha en un pro- el enemigo y en su lugar hay un franco afán por
greso ascendente, pero no a la manera trascen- persuadir, por convencer a los adversarios de ayer
de la necesidad de apoyar al gobierno liberal.
26
Nicola Abbagnano, Diccionario de filosofía (trad. de En ambos discursos se marca como inicio de la
Alfredo N. Galletti), México, fce, 1982, p. 957. mexicana historia a la conquista española y tie-

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nen el notable mérito de incorporar el concepto El final (la clave del sentido) de los dos discur-
historicista de que no deben juzgarse las épocas sos es notablemente diferente: en el primero es
pasadas con las luces actuales; no, cada época contencioso y culpa al clero y al partido conser-
debe mirarse con la luz que le es propia. De ahí vador de todos los males del país, es decir que la
que Riva Palacio contemple en la obra conquista- lucha continúa y no se da una respuesta eficien-
dora una dualidad, un claroscuro que tiene ele- te; en cambio, el final del discurso posterior a las
mentos brillantes pero también otros crueles novelas es armonioso al dibujar el espectáculo
para los conquistados. A reserva de seguir explo- espléndido, inédito en la historia, de la democra-
rando esta veta, todo parece indicar que esta vi- cia en América. Y como buen criollo americano,
sión historicista Riva Palacio la toma de las nove- como buen general mestizo de la guerra de in-
las históricas de su siglo, y tal vez especialmente tervención, califica como superiores a los héroes
de Walter Scott, conocido suyo: no debemos olvi- de la independencia americana, al tiempo que
dar que Ivanhoe (1820) retrata la conquista nor- los atisbos democráticos de la antigüedad y la
manda de los primitivos pobladores celtas de In- modernidad europeas le parecen apenas un pá-
glaterra y que en ella el mestizaje, lo mismo que lido reflejo de la democracia y la república en
el claroscuro de esa conquista, son factores fun- América, el continente predestinado para llevar-
damentales.27 En cualquier caso este punto es las a toda su perfección y nos invita así a tener
crucial, pues historiador que no es historicista —en más fe en nosotros mismos.
este aspecto— es como caballero andante sin amo- Desde tiempo atrás supe que no podría com-
res, como árbol sin hojas, como flor sin aroma. prenderse la obra historiográfica de Riva Palacio
En ambos discursos se mencionan los tumul- sin estudiar sus novelas, pero sólo hasta ahora
tos que alteraban apenas la monotonía de la vida comprendo de una manera bien caracterizada
colonial, pero en el primero no pasan de ser un cuánto le aportó escribir dichas novelas. No fue
“pasajero rumor de la plebe de algún pueblo o sólo entrar en contacto directo con la documen-
alguna ciudad, amotinada por la miseria” (p. 138, tación del Santo Oficio, con los cronistas e his-
cursivas mías); en cambio en el discurso leído toriadores, sino que las novelas le permitieron
después de escribir las novelas Riva Palacio se- alcanzar una nueva manera de comprender el
ñala que esos tumultos sirvieron para algo tras- pasado. Me parece, en consecuencia, que el es-
cendental: mostrar a los pueblos que sus amos tudio de las novelas históricas es de gran nece-
no eran tanto como creían, son la anticipación sidad no sólo para la literatura sino también, y
del movimiento de independencia. señaladamente, para la historiografía.

27
Algunos críticos han creído hallar filiaciones a las no-
velas rivapalatinas por motivos estilísticos, como cuando se
aduce la influencia de Manuel Fernández y González por
aquello de la truculencia, pero la realidad es que Riva Pala-
cio no lo cita, que yo recuerde, en ninguna de sus obras; en
cambio sí cita a Walter Scott, por ejemplo en Los ceros (pról.
de José Ortiz Monasterio), México, Promexa, 1979, p. 327.

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