Tedesco Educacion
Tedesco Educacion
Tedesco Educacion
Este trabajo fue realizado en el marco del Programa de "Desigualdad y Democracia ", con
apoyo de la Fundación Heinrich Böll.
I. Introducción
Este texto está organizado en tres grandes secciones. En la primera de ellas se intenta
presentar un breve balance histórico de la educación argentina. Esta evocación histórica se
justifica porque las tradiciones educativas juegan un papel relevante en la explicación del
comportamiento actual de los diferentes actores del proceso político-educativo. La segunda
sección está destinada a analizar las principales líneas de las políticas diseñadas y aplicadas en
la última década, según dos hipótesis centrales. En primer lugar, se sostiene la hipótesis según
la cual la ley fue concebida como uno de los principales instrumentos para el diseño y
definición de políticas por parte del gobierno central. Sobre esta base, se describen los
cambios en las leyes educativas nacionales y los procesos a través de los cuales fueron
formuladas y sancionadas. En segundo lugar se sostiene la hipótesis según la cual las políticas
educativas estuvieron destinadas fundamentalmente a mejorar tanto las condiciones
materiales de vida de la población que accede a la educación como los insumos materiales del
aprendizaje. A partir de la experiencia y el limitado impacto de estas políticas en la calidad y la
equidad educativa en esta década, la sección tercera del documento está destinada a analizar
los desafíos pendientes. Sin desconocer la importancia de sostener las políticas dirigidas a los
insumos materiales, en esta sección se sostiene la hipótesis según la cual será necesario
colocar la dimensión cultural en el centro de los procesos futuros de cambio educativo. Esta
parte del texto asume un carácter más propositivo y, por lo tanto, supone un explícito
voluntarismo político.
1
objeto de fuertes críticas desde el punto de vista de los actores políticos. Muy sintética y
simplificadamente expuesto, es posible sostener que la izquierda política criticaba el modelo
por su carácter socialmente reproductor, la derecha católica y la derecha autoritaria por su
racionalismo laico y por el vínculo entre la educación y la subversión ideológica y los sectores
vinculados a proyectos de desarrollo económico moderno, por su distancia con respecto a las
necesidades del aparato productivo.
La literatura sobre este tema es amplia y bien conocida1. Sabemos poco, sin embargo,
acerca de los procesos mediante los cuales – a pesar de las críticas - se instaló esa
representación cultural del pasado glorioso de la educación argentina en vastos sectores de la
población. No es éste el lugar para saldar esa deuda. Interesa, en cambio, destacar que esta
suerte de “herencia simbólica” juega actualmente un papel ambiguo y complejo. Por un lado,
tiene una fuerte potencialidad para recuperar dos ideas fundamentales de cualquier proyecto
político basado en el objetivo de construir sociedades más justas: la centralidad de la
educación para la justicia social y su carácter público. Esta dimensión de la tradición educativa
jugó un papel importante para impedir, en la historia reciente, que las políticas de
privatización y arancelamiento alcanzaran altos niveles de legitimidad social, como fue el caso
de otros países de la región. El ejemplo más claro de este fenómeno lo constituyen las políticas
educativas de la década de los años ’90, donde el modelo neo liberal tuvo plena vigencia en las
políticas económicas pero enormes dificultades en el ámbito educativo. Pero por otro lado,
estas mismas tradiciones crean significativas dificultades para introducir nociones de eficiencia
y responsabilidad por los resultados en la gestión estatal de la educación. Al respecto, los
debates de la última década, particularmente con las organizaciones sindicales docentes, son
un indicador de la resistencia a incorporar mecanismos elementales de evaluación de
resultados y de monitoreo del desempeño docente.
Para explicar el diseño y las reacciones frente a las políticas educativas recientes es
necesario agregar a las tradiciones históricas de largo plazo, las consecuencias materiales y
culturales de la profunda crisis del año 2001. Dicha crisis cambió significativamente la agenda
de discusión sobre las políticas educativas y colocó en primer lugar el tema de cómo educar en
un contexto de emergencia social. Al respecto, vale la pena recordar someramente que, en
esos años, siete de cada diez menores de 14 años era pobre. En el cordón urbano que rodea a
la ciudad de Buenos Aires, el 78% de los alumnos de educación primaria y secundaria se
encontraba en situación de pobreza y ese porcentaje crecía al 86% cuando se consideraba a los
alumnos de las escuelas públicas.
La pobreza siempre provoca un fuerte deterioro en las condiciones con las cuales se
produce el desarrollo cognitivo y afectivo de los niños y jóvenes que llegan a la escuela. Pero
además de carencias básicas en alimentación, salud, vivienda y demás dimensiones de las
condiciones materiales de vida, la caída en la pobreza está asociada a otros efectos más
intangibles pero de enorme importancia en el proceso educativo. Desde el punto de vista
1
Juan Carlos Tedesco. Educación y Sociedad en la Argentina (1880-1945). Buenos Aires, Siglo Veintiuno de
Argentina editores. 2003. Adriana Puiggrós (Dirección). Sociedad civil y Estado en los orígenes del sistema
educativo argentino. Buenos Aires, Editorial Galerna, 1991. Cecilia Braslavsky. La discriminación educativa
en Argentina. Buenos Aires, FLACSO/GEL 1985.
2
pedagógico, la crisis del 2001 modificó profundamente las condiciones con las cuales llegaban
a la escuela niños y jóvenes de sectores populares cuyos hogares sufrían procesos de descenso
social. La magnitud y la novedad de este fenómeno permiten suponer la existencia de
situaciones muy diversas pero, en todas ellas, se pueden identificar elementos de anomia,
dificultades para definir proyectos de futuro, bajos niveles de confianza y de auto-estima,
factores todos que afectan directamente el proceso de enseñanza y aprendizaje. El deterioro
no afectó solamente a los alumnos sino también a los docentes, que vieron reducidos sus
salarios, sus ingresos familiares y sus condiciones de trabajo. La crisis del 2001 fue, desde este
punto de vista, una crisis sistémica, que llegaba a la escuela afectando a todos sus actores:
alumnos, docentes, familias y autoridades y daba lugar a respuestas que alteraban el sentido
mismo de la acción educativa. La escuela, en los contextos de pobreza, se convirtió en un
espacio de contención social más que de enseñanza y aprendizaje.
Para comprender la lógica con la cual se diseñaron las políticas de la última década es
necesario no perder de vista el conjunto de esta herencia histórica.
2
Las principales leyes educativas sancionadas en este período fueron la Ley de Financiamiento
Educativo (nº 26075, del 21/12/2055), la Ley de Educación Técnico-Profesional (nº 26.058, del
07/09/2005), la Ley de garantía del salario docente y 180 días de clase (nº 25864, del 04/12/2003), la
Ley de Educación Nacional (nº 26.2006, del 14/12/2006), Ley Programa Nacional de educación Sexual
Integral ( nº 26150, del 04/10/2006). Ver Compendio Legislativo 2003-2007. Educación. Buenos Aires,
Dir. Nacional del Registro Oficial, 2008.
3
como una forma particular de los procesos de construcción de consensos sociales
fundamentales para garantizar la continuidad de las políticas educativas.
A pesar de estas limitaciones, la ley tiene virtudes que no pueden ser subestimadas. En
primer lugar, es importante recordar que, en la tradición político-educativa argentina, la ley no
sanciona prácticas existentes sino que constituye un programa de acción y un importante
factor de legitimidad – o de ilegitimidad - de las políticas de transformación. El ejemplo más
claro de esta tradición puede encontrarse en la comparación entre la ley 1420 – sancionada en
el año 1884 – y la Ley Federal de Educación – sancionada en 1993. La Ley 1420 declaró la
obligatoriedad de la escuela primaria de siete grados, pero sólo en 1960 el país pudo alcanzar
la universalización de la cobertura de ese nivel. A fines del siglo XIX, la ley 1420 era una
“utopía”, pero durante muchas décadas su texto operó como un factor legitimador de las
políticas y de las demandas sociales por educación popular. La ley Federal de Educación, en
cambio, fue identificada como uno de los factores del deterioro de la educación y, en ese
sentido, percibida como socialmente ilegítima por amplios sectores de la población. Si bien
esta ley declaró la obligatoriedad escolar desde los cinco años de edad hasta el final de la
enseñanza básica de nueve años, no fue utilizada como fundamento de las demandas sociales
y muy pocos atribuyen a ella los progresos en términos de cobertura que experimentó el
sistema educativo argentino en los últimos años.
En primer lugar, este consenso indica que se ha producido un cambio muy importante
en el “clima ideológico” con respecto al existente en la década de los años ‘90. La experiencia
de la aplicación de las recetas neo-liberales dejó en el país un saldo muy doloroso, que se
traduce –entre otras muchas consecuencias – en el agotamiento del discurso basado en la
privatización, la desregulación y el mercado como solución a todos los problemas. Sin
embargo, el acuerdo obtenido acerca de la ley no implica suponer que la adhesión a los
principios de justicia social es un fenómeno profundo y general, particularmente en los
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sectores sociales medios y altos de la sociedad. Se abre aquí un interrogante acerca del grado
de compromiso real con los valores de la justicia social que existen en esos sectores sociales.
Frente a estos temas, las soluciones adoptadas fueron diversas. En algunos casos
predominó la orientación política de la mayoría; en otros el tema quedó fuera de la norma
legal para que la discusión prosiga y se llegue eventualmente a algún acuerdo en el futuro; en
otros, por fin, se adoptaron soluciones intermedias y de compromiso, aceptadas por los
sectores en pugna. No es posible, en los límites de este artículo, desarrollar cada una de estas
alternativas. Sin embargo, es importante destacar que cuando la forma de negociación se
desarrolla a través del debate, tienden a participar casi exclusivamente los sectores
organizados, a través de sus especialistas o representantes. Asimismo, la negociación a través
del debate modifica el papel del Ministerio de Educación Nacional. En algunos casos, el
Ministerio debe dirimir las diferencias en base a sus propias opciones políticas mientras que en
otros debe actuar como mediador, facilitando la búsqueda de alguna solución de compromiso.
5
Desde esta perspectiva, el carácter público de la educación le otorga al Estado un rol
central en la definición de objetivos y estrategias que no pueden ser el mero reflejo de las
demandas de cada sector particular. El Estado asume así su responsabilidad no sólo en
términos de convocar a construir los pactos educativos, sino también en representar los
intereses generales y los intereses de los sectores excluidos. Sólo el Estado puede hablar por
los que están afuera y no están representados a través de organismos corporativos.
Esta metodología permitió que el proyecto de ley que el Poder Ejecutivo presentara al
Congreso Nacional estuviera dotado de un consenso social muy amplio, ya que era el resultado
de las consultas, debates y negociaciones entre los diferentes actores. Si bien varios diputados
y senadores involucrados en los temas educativos participaron de las actividades de consulta y
debate llevadas a cabo antes de la presentación del proyecto, lo cierto es que el Congreso y los
partidos políticos en tanto tales no fueron los protagonistas principales de la elaboración de la
ley.
Además de las leyes, las estrategias recientes se dirigieron a mejorar los insumos
materiales tanto de la demanda como de la oferta educativa. Desde el punto de vista de la
demanda y en el marco social generado por las consecuencias de la crisis del año 2001, las
políticas estuvieron dirigidas a brindar subsidios económicos en los extremos de la estructura
del sistema educativo. Para la base del sistema, la principal estrategia adoptada fue la
Asignación Universal por Hijo (AUH). Para la cúpula, el programa más importante fue las Becas
Bicentenario para el acceso a las carreras científico-técnicas de la enseñanza superior.
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Como se sabe, la AUH fue creada en octubre de 2009 y su objetivo general está
dirigido a mejorar las condiciones de vida de los menores de 18 años pertenecientes a seis
grupos específicos de población: grupos familiares que no se encuentren amparados por el
Régimen de Asignaciones Familiares para trabajadores formales y que cuenten con ingresos
familiares inferiores al salario mínimo establecido; desempleados o trabajadores del sector
informal; beneficiarios de los programas de asistencia social; monotributistas sociales;
empleados o empleadas domésticas y las personas con alguna discapacidad, en tanto se
encuadren en las demás condiciones antes enumeradas.
Más allá de la discusión acerca de la forma como fue adoptada esta medida, aquí
interesa destacar que las condicionalidades para recibir el subsidio implican acreditar el
cumplimiento de los controles sanitarios y el plan de vacunación, en el caso de los niños y
niñas menores de 5 años y, en el caso de los niños, niñas y adolescentes en edad escolar, la
certificación de cumplimiento del ciclo lectivo escolar correspondiente. La información
disponible indica que este beneficio alcanza actualmente a más de 3.670.000 niños, niñas y
adolescentes, que aproximadamente el 70% de estos beneficiarios se ubican en los dos
primeros deciles del ingreso y que el 60% vive en situación de pobreza. El resultado de esta
política ha permitido que alrededor del 65% de los niños, niñas y adolescentes lograra salir de
la situación de indigencia y un 18% superara la situación de pobreza3.
Los resultados de esta política han sido objeto de evaluaciones parciales. La más
importante y reciente es el estudio realizado por el Observatorio de la Deuda Social de la
Universidad Católica Argentina sobre 3500 casos comparando la situación en el período 2010-
2013. Según este estudio el programa ha tenido un impacto positivo en reducir el abandono
escolar pero no ha tenido impacto en mejorar logros de aprendizaje y reducir la repetición4.
3
CIFRA. La asignación universal por hijo a un año de su implementación. Documento de Trabajo Nº 7.
Noviembre de 2010.
4
Agustín Salvia, Ianina Muñón y Santiago Poy. Desafíos teórico-metodológicos de los estudios de
evaluación de impacto de programas sociales: el caso de la Asignación Universal por Hijo en la
Argentina. IV Encuentro Latinoamericano de Metodología de las Ciencias Sociales. 27 al 29 de agosto de
2014. Costa Rica, Heredia, Universidad Nacional de Costa Rica.
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No disponemos de información que permita evaluar el impacto de este programa en
las orientaciones de la matrícula de enseñanza superior. La matrícula de las carreras científico-
técnicas ha aumentado pero existen altos niveles de fracaso en el primer año de la trayectoria
educativa de los estudiantes. Asimismo, se aprecia un bajo nivel de atracción de estas carreras
en los egresados de la escuela secundaria al punto tal que el cupo de treinta mil becas
ofrecidas por el programa no llega a cubrirse.
Desde el punto de vista de la oferta, las políticas estuvieron dirigidas a mejorar los
insumos materiales del aprendizaje y se concentraron en cuatro variables fundamentales:
salario docente, infraestructura, tiempo y equipamiento tecnológico (computadoras).
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los alumnos más pobres5. Es probable que la situación haya mejorado desde el 2010 en
adelante, particularmente en algunas provincias. Sin embargo, las dificultades para avanzar
derivan fundamentalmente de la infraestructura y el aumento del cuerpo docente.
Desafíos pendientes
5
Un estudio exhaustivo sobre la importancia del tiempo en la calidad educativa y las polìticas
implementadas para la extensión de la jornada escolar puede verse en Veleda, Cecilia. Nuevos tiempos
para la educación primaria; lecciones sobre la extensión de la jornada escolar. Buenos Aires, Fundaciòn
CIPECC/ UNICEF Argentina, 2013.
6
(Galarza y Gruschetsky, 2001).
7
UNICEF. Programa TIC y Educación Básica. Buenos Aires, 2014.
9
adecuados de crecimiento económico, una de las condiciones para poder enfrentar con éxito
dicho desafío será mostrar su impacto en los resultados educativos, particularmente en los
sectores sociales más vulnerables. Pero para producir dicho impacto será necesario diseñar
estrategias dirigidas a modificar variables culturales e institucionales más complejas tales
como los prejuicios, estereotipos y actitudes docentes, los modos de organización del trabajo y
los estilos de gestión y, por sobre todo, generar niveles de adhesión a la justicia que superen la
mera retórica.
Estos desafíos comprometen a todos los actores sociales y no sólo a los educadores.
Siguiendo el esquema analítico adoptado en este texto, es posible señalar la importancia de los
aspectos culturales tanto desde el punto de vista de la demanda como de la oferta educativa.
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El cambio institucional en el marco de un proyecto político-educativo destinado a
promover justicia social no puede subestimar la importancia de la variable pedagógica. Al
respecto, como ya fue expuesto en otros trabajos, es necesario asumir la centralidad de
algunos contenidos (alfabetización en lecto-escritura, alfabetización digital, alfabetización
científica) y la imprescindible renovación de los saberes y de los valores con los cuales los
docentes ejercen su profesión8.
8
Ver Juan Carlos Tedesco. Educacion y justicia social en América Latina. Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2012.
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