Contrucción y Recepción Crítica de Diván Del Tamarit
Contrucción y Recepción Crítica de Diván Del Tamarit
Contrucción y Recepción Crítica de Diván Del Tamarit
TRABAJO RECEPCIONAL
PARA OBTENER EL TÍTULO DE
P R E S E N T A:
LÁZARO TELLO PEDRO
DIRECTOR
DRA. ADRIANA AZUCENA RODRÍGUEZ TORRES
TRABAJO RECEPCIONAL
PARA OBTENER EL TÍTULO DE
P R E S E N T A:
LÁZARO TELLO PEDRO
DIRECTOR
DRA. ADRIANA AZUCENA RODRÍGUEZ TORRES
©
2019, Universidad Autónoma de la Ciudad de México
©
Lázaro Tello Pedro
Cuidado de la edición
Lázaro Tello Pedro y Ma. Viridiana Martínez A.
Conclusiones..............................................................................107
Bibliografía................................................................................115
Anexos.........................................................................................123
Introducción
M is primeros acercamientos a la obra lorquiana fueron marcados por
la figura del poeta popular y el dramaturgo: el octosílabo del Ro-
mancero gitano, el director de La barraca, teatro móvil que representaba
obras clásicas del teatro español, y el autor de Bodas de sangre o La casa
de Bernarda Alba terminaban por arrinconcar libros tan valiosos como
Suites, Diván del Tamarit o Sonetos del amor oscuro.
Voltear a ver obras menores o marginales no sólo sirve para vol-
ver a ponerlas en circulación, sino para buscar vetas que creemos poco
exploradas. En un autor clásico, tan visitado por la crítica, en el que todo
investigador «se roza» (como dice el soneto de sor Juana), la tarea parece
poco fructífera. Y, sin embargo, de vez en cuando uno puede agregar un
par de líneas a ese incesante «polvillo de discursos críticos» que cubre las
obras literarias.
Las primeras impresiones de lectura me hacían pensar en Diván del
Tamarit como un libro oriental e inconcluso, y por el desconocimiento
de las palabras «diván», «gacela», «casida», creí que había allí un camino
hacia el Oriente que se iniciaba en su libro Cante jondo y en su conferencia
sobre “El canto primitivo andaluz”. Comparé los tópicos de la poesía árabe
y andaluza, el lunar, la mejilla, el viento, la noche, el llanto, la muerte, con
la obra lorquiana para ver si podría hallar en ella ecos o reelaboraciones.
Además, creí que al ser un libro casi desconocido para la mayoría, habría
pocos comentarios sobre él.
Cuando leí los poemas de Diván del Tamarit en distintas ediciones,
aun sin noticia de la crítica textual, me di cuenta que había pequeñas varia-
ciones en palabras o versos. Después supe de la existencia de las ediciones
críticas que ponían a pie de página las variantes textuales y la procedencia
de los textos. La lectura de las notas eruditas, de las cronologías y los cua-
dros informativos me motivaron a la búsqueda de los materiales textuales.
En algunos casos las digitalizaciones y en otros la búsqueda en bibliotecas
hicieron posible la adquisición casi completa de los impresos originales y,
cuando no fue así, tuve siempre a la mano la información a pie de página
de las ediciones críticas.
Con los materiales a la mano, impresos de los poemas en revistas,
antologías e información sobre los manuscritos, y el ejercicio de la com-
paración y comprobación, vi que se podía analizar desde otro enfoque,
el de la creación literaria, y dado que la Universidad Autónoma de la Ciu-
dad de México tiene una carrera en Creación literaria decidí emprender
dicha tarea. También en el proceso de investigación fui acumulando los
comentarios que los críticos habían hecho sobre el libro y sobre los poemas
del Diván,1 y así me fui quitando esa idea de un libro escasamente explora-
do por la crítica.
Ya con los materiales textuales y con las cronologías decidí, en me-
táfora de John Keats, destejer el arcoiris, es decir, en un primer momento
construir la historia textual del libro, buscar gérmenes de ideas o versos
en obras suyas, en otros géneros y otros libros; reconstruir la mudanza de
proyectos y ver cómo se editó Diván del Tamarit a lo largo de los años;
además de ello, recuperar las lecturas y declaraciones entre amigos o en
los diarios; lecturas que iban desde la recitación de un poema hasta la lec-
tura completa del libro. Esto me sirvió para darme cuenta de cómo Lorca
se apasionaba por sus proyectos, de cómo daba a sus amigos manuscri-
tos y cómo les recitaba de memoria obra suya. Finalmente, el trabajo me
sirvió para trazar una genealogía de comentarios críticos que puede
fecharse desde 1935 y continúa hasta años recientes.
Dado que la presente tesis se titula “Construcción y recepción
crítica de Diván del Tamarit”, en el primer capítulo iré describiendo
el proceso editorial de la conformación del libro que va desde septiem-
bre de 1931, hasta febrero de 1936 cuando se publica, en vida del autor, uno
de los poemas que conformarían el libro. Lo resalto porque esto clarifica la
relación que tiene García Lorca con sus editores y, en ese sentido, con los
cambios que pudo insertar en sus poemas. Es recurrente en la crítica ligar
Diván del Tamarit con el arabista Emilio García Gómez. Sin embargo, en la
exposición el lector verá cómo la relación con sus editores, no sólo con el
arabista, resulta en lo que se puede denominar «ciclos de escritura».
Diván del Tamarit es un libro que se iba a publicar en la Universi-
dad de Granada. Se habían comprometido para su elaboración Antonio
Gallego Burín y Emilio García Gómez. Los constantes retrasos y su pu-
blicación interrumpida llevaron a Lorca a pedir los originales del libro.
Sabemos que se hizo una copia en limpio, la copia apógrafa, y sabemos que
hay varios manuscritos de los poemas en los que se pueden ver las tacha-
duras de Lorca.
El tránsito y evolución de los versos de una publicación a otra se
resalta más en algunos poemas que en otros, y sin embargo los cambios
sirven para revelar partes del sistema creativo de García Lorca en Diván
del Tamarit, que puede consistir en sustitución de palabra, preservando
la atmósfera léxica del proyecto, la conservación de fenómenos fonéticos
en la reescritura, la resemantización y contextualización, el paralelismo, en
suma, operaciones léxicas, gramaticales y creativas.
1
Durante la exposición se verá que cada editor del libro decidió rebautizarlo: El diván del
Tamarit, Diván de Tamarit, Diván del Tamarít [sic], Diwan del Tamarit, Diwan de Tamerit;
por razones de estilo, cuando diga Diván, me refiero al libro aquí estudiado.
14
Estudios como “Recepción e impacto” de Robert Jammes dedicado
a las Soledades de Luis de Góngora, “La recepción de García Lorca en
la España de la posguerra” de Sultana Wahnón o La recepción inicial de
Pedro Páramo (1955-1963) de Jorge Zepeda, me dieron la pauta de cómo
trabajar con la recepción crítica de Diván del Tamarit. Fue así que fui
recogiendo las nociones del jardín como locus del poemario, lo hermético
y lo difícil de los versos, la plena madurez de la escritura, la originalidad, el
regreso o retorno a la tierra natal (también visto desde la colorística de los
versos), el neopopularismo, los distintos tipos de muerte (la muerte de luz
o muerte clara), la predominancia de la primera persona, el apóstrofe, el
velamiento del autor.
Mi corpus para el análisis son los materiales recogidos y que irán en
el apartado «Anexos»: poemas publicados en la revistas madrileña Héroe
y Almanaque literario, la argentina Sur, la cubana Verbum, la mexicana
Segundo Taller Poético, el Homenaje de Escritores y Artistas a García Lorca,
una antología hecha por María Zambrano, reproducciones de los poemas
en el Heraldo de Madrid y en la revista Noreste. Resalto las Obras comple-
tas de Federico García Lorca editadas en 1938 para la editorial Losada por
Guillermo de Torre y la edición de 1940 de Obras inéditas en Revista His-
pánica Moderna que son las primeras y principales referencias del Diván.
La propuesta del editor Guillermo de Torre dio apenas ocho poemas con
las designaciones árabes; la segunda, incluye numeración romana y deja
fuera uno de los poemas. Estas dos ediciones plantean uno de los tantos
problemas textuales a la hora de editar el libro: los críticos leyeron una u
otra edición y así vertieron sus comentarios. Existe el caso de trabajos de
investigación reimpresos cuarenta años después que no se pusieron al día a
pesar de que había nuevos materiales disponibles.
Sumaré al corpus la revisión y el comentario de una Antología
hecha en 1943 por Rafael Alberti y Guillermo de Torre y, en 1945, una
edición mexicana (Diván del Tamarít [sic]) donde aparece la figura del em-
bajador mexicano Genaro Estrada. Añado también la primera edición de
las Obras completas que se imprimieron en la casa editorial Aguilar en 1954
(reviso la primera edición para ver cómo hasta ese año habían evolucio-
nado los estudios lorquianos; la sola revisión de las distintas ediciones y
reimpresiones compondrían un nuevo trabajo recepcional). Finalmente,
me acompaña el vadémecum de los estudios lorquianos que conforman
la triada que he denominado «editores modernos de Diván del Tamarit»:
Mario Hernández, Miguel García-Posada y Andrew A. Anderson. Estos
editores pusieron muchísima atención a los materiales textuales y a las
cronologías. Nos dan en sus comentarios las pautas para la construcción
editorial del libro y vemos sus decisiones a la hora de editar un poema al
seguir un manuscrito, una publicación o la copia apógrafa. Una carencia
de este estudio es que no logre consultar los trabajos de Daniel Devoto: In-
troducción al Diván del Tamarit de F. G. L., Ediciones Hispanoamericanas,
París, 1976, ni el de Andrew A. Anderson: “The Evolution of García Lorca’s
Poetic Projects 1929-1936”, Bulletin of Hispanic Studies, 60 (1983), 221-246.
15
Diván del Tamarit es un libro clave en la bibliografía lorquiana,
síntesis de años de escritura que dialoga con otras obras, no sólo suyas
sino con las de otros autores y otros siglos. El sistema creativo de Lorca
se entrevé en sus reescrituras: cuando mantiene fonemas se nos revela
el músico, asegurando la persistencia de «notas» que deben permanecer
en la armonía del poema. Las palabras amor o muerte suelen despistar-
nos, hay allí pugna de significados que crea nuevos elementos poéticos. La
metáfora suele ser sutil, llena de hondísima pasión.
La construcción de Diván del Tamarit está muy bien pensada, como
conjunto y como transición de un poema a otro. El uso de sustantivos y
adjetivos en todo el poemario crea una clara atmósfera léxica unificadora:
la «cintura, enemiga de la nieve» del primer poema se convierte en el ad-
versativo del segundo poema: «pero no me enseñes tu cintura fresca». Las
«turbias cloacas de la oscuridad» del tercer poema remite a la «turbia de
plata mala» de la “Casida de la muchacha dorada”; hay adjetivos compar-
tidos en «noche herida» y «muchacho herido», o en «con todo el yeso de
los malos campos», «malos cielos», «malos sueños»; las rosas «buscan en
la frente», o la rosa que «buscaba otra cosa»; los endecasílabos: «tu boca
ya sin luz para mi muerte» y «una muerte de luz que me consuma»; el
inicio del primer poema con el pronombre indefinido «Nadie», el cierre
del apartado con «se pasea nadie» y el cierre del libro con «las dos eran
ninguna».
El enfoque en los manuscritos y publicaciones en periódicos y libros
es importante a la hora de editar la obra lorquiana. Una de mis aportacio-
nes sería no sólo revisar desde el plano léxico, gramatical y creativo, sino
buscar argumento rítmicos y métricos y motivaciones estilísticas. De esta
manera estaría apoyando a que los estudios de poesía se basen y solidifi-
quen en otro tipo de argumentos. Aunque hay variantes en otros poemas
del Diván que también sería pertinente analizar, solamente me enfoco
en aquellos en los que el autor pudo insertar cambios; quedan pues para
trabajos posteriores el comentario a los poemas restantes.
En su mayoría, solamente fiché lo concerniente al libro y al conjun-
to; queda en el tintero (o en el cursor parpadeante) sumar el comentario a
cada uno de los poemas. Asimismo, falta como trabajo a desarrollar la tra-
dición de la «gacela» y la «casida» en lengua española: Miguel Hernández
(“Casida del sediento”), Ricardo Molinari (“Casida de la bailarina”), Joa-
quín Romero Murube (“Kasida de la amante y la madrugada”), Juan Rejano
(“Gacela de la sombra”), Félix Grande (“Casida de la alta madrugada”); en
México, Hugo Gutiérrez Vega (“Poemas para el Diván de Al-Mutannabi”,
“Casidas”, “Gacela”), Jaime Sabines (“Casida de la tentadora”), Juan Ba-
ñuelos (“Casida de la entrega”), Vicente Quirarte (“Casidas del nombre sin
aire”), Mario Bojórquez (Diván de Mouraria), Luis Tiscareño (Qasidas de
los ojos del mar), son apenas algunos de los escritores que formarían parte
de ese corpus literario.
Ya que me he inclinado por el camino de la investigación, la escri-
tura de este trabajo me ha hecho dimensionar la labor de fichaje para un
16
trabajo de esta magnitud. El miedo a los artículos extensos decrece y
crecen también las motivaciones para escrituras siguientes. Queda pues,
inaugurado, este arduo camino de investigación, análisis y comentario
literario.
17
Construcción de
Diván del Tamarit
Consciente voluntad, anhelo de superación, rigor au-
tocrítico, al lado de un genial instinto aventurero y
cazador, le guiaron por las selvas de su creación poética.
Concha Zardoya
11
Federico García Lorca, Poeta en nueva York, ed. Andrew A. Anderson, Galaxia Guten-
berg, Barcelona, 2015, p. 12.
12
Interesante es la anécdota de Carlos Morla Lynch acerca de la publicación de este nú-
mero: «Manolito ha traído el segundo número de la revista Héroe, que edita, y se suscita
un desagrado con Federico, que protesta porque su nombre figura en ella en segundo
término, después de un autor de categoría mediana, que, para colmo, le desagrada. Ma-
nolito, pálido e inmóvil, le escucha sin proferir palabra, dejando que pase la borrasca», en
Carlos Morla Lynch, En España con Federico García Lorca [páginas de un diario íntimo,
1928-1936], España Renacimiento, Sevilla, 2008, p. 263. El autor que aparece en primer
término, cuatro páginas antes que Federico, es José Moreno Villa. (Anexo, p. 126.).
13
Para esta y otra información de carácter editorial me baso en los cuadros de las edicio-
nes de Guillermo de Torre, Arturo del Hoyo, Miguel García-Posada y la importantísima
de la edición crítica de Andrew A. Anderson, op. cit., pp. 56-59.
14
José Manuel Trabado Cabado, “Contexto y producción de sentido en la lectura lírica. Iti-
nerarios poéticos de La casida de las palomas oscuras de Federico García Lorca”, Dicenda.
Cuadernos de Filología Hispánica, 20 (2002), p. 328.
23
Esta constante «resemantización» no sólo se trata del cambio de
título, sino de la operación léxica, gramatical y creativa en sus propios
poemas. Este poema tiene dos cambios dentro de su versificación que apa-
recen distintamente en las ediciones. El verso onceavo «vi dos águilas de
mármol», publicado así en Héroe (1932), La Nación (1933) y Primeras can-
ciones (1936), para su configuración en Diván del Tamarit cambia a «vi dos
águilas de nieve». La manera de proceder de Lorca es una clase magistral
sobre el proceso creativo. La palabra «mármol» que tiene a su alrededor
el halo de significaciones de blancura y frialdad, de pesadez, se sustituye
por la «nieve», blanca y fría, con esa liviandad de la «nieve desmayada».
Hay que resaltar que la palabra «mármol» no está registrada en el léxico
del Diván. La blancura en el libro es encomendada a la palabra «nieve»,
ejemplos: «tu cintura, enemiga de la nieve», «eras rumor de nieve por mi
pecho», «¿Quién recoge tu semilla / de llamarada en la nieve?» y, para así
continuar con la atmósfera léxica, «vi dos águilas de nieve».
Domnita Dumitrescu, en su trabajo estadístico sobre el léxico del
Diván, señala «vocablos-tema», en los cuales se organiza el pensamiento
poético de Lorca, y señala los motivos principales de esta obra. En su análi-
sis registra: «cuerpo», «flor-fruta», «muerte», «sombra», «agua», «animal»,
«camino», «sufrir», «amor», «oriental», «cosmos», «claridad», «ciudad»,
«herido», «tiempo», «vivir», «pureza», «espacio», «comunicación», «po-
sesión», «destrucción», «entendimiento», «existencia», «sueño», «aire»,
«sonido», «paisaje», «inmóvil», «frío», «lucha», «soledad», «fuego», «espe-
rar»; que a su vez reúne en siete apartados: «naturaleza», «muerte», «vida»,
«amor», «humano», «dolor»; y que, una vez más, agrupa en tres motivos
principales: «vida (vida-amor-humano)», «muerte (muerte-dolor)», «cos-
mos (naturaleza-universo)».15 El espacio natural y espacial, el paisaje, la
vitalidad y la muerte son evidentes en el análisis léxico de este poemario.
La crítica al Diván será recurrente en este tipo de afirmaciones, algunas
veces matizada, otras señalándolas reiteradamente.
La “Casida de las palomas oscuras” en Héroe (1932), Primeras can-
ciones (1936), y en el apartado “Poemas varios” de la reunión de Guillermo
de Torre (1938), registra en el verso 19 la palabra «cerezo»: «por las ramas
del cerezo». No sucede así en Revista Hispánica Moderna (1940), Obras
completas, edición de Arturo del Hoyo (1954), ni en la edición de Mario
Hernández (1981), ni la de Andrew A. Anderson (1988) que editan «por
las ramas del laurel». Para la configuración de Diván del Tamarit, este
«cerezo» no se suprime, sino que cambia de lugar, y forma parte lírica-
mente esencial de otro poema, la “Gacela del recuerdo de amor”, donde
la rima e-o, «temblor de blanco cerezo», resonará en el poema. Resulta
interesante que la “Casida de las palomas oscuras” sea el primer poema
publicado y el que cierra Primeras canciones y Diván del Tamarit, porque
15
Domnita Dumitrescu, “Estructura léxica del Diván del Tamarit”, en Actas del iv Con-
greso Internacional de Hispanistas, coord. Eugenio de Bustos, Universidad de Salamanca,
Salamanca, 1982, t. 1, p. 417.
24
como hemos visto, Lorca se volvió un lector activo de su obra y fue alre-
dedor de este poema que fue configurándose la idea de libro; además, me
parece que en el ordenamiento de los poemas la palabra «ninguna» tiene
tono de cierre de libro.
El siguiente poema para comentar es “Jazmín Toro y Niña”, cuyo
manuscrito está fechado el 21 de agosto de 1931. Esto lo convierte en el
primer poema escrito del ciclo Diván del Tamarit. Para el proyecto de
Tierra y luna, señalado en el índice, el título se sintetiza: “Toro y jazmín”.
En la revista Héroe, núm 5, (1933) aparece sin título y sufre cambios
importantes al momento de ser llevado a las prensas de La Nación (1933)
en Buenos Aires, titulado como “Sueño al aire libre”, y, finalmente, en su
configuración para el Diván, como “Casida del sueño al aire libre”. Pero
al igual que la “Casida de las palomas oscuras” se trata no sólo del cambio
de título sino de una «resemantización» del poema, logrado tan sólo con
el mínimo cambio de un verbo. (Anexos, pp. 127, 186-187, 196-197)
El título del manuscrito pone en juego tres entidades “Jazmín Toro
y Niña” y en eso radica justamente el cambio más importante. Ocurre en
el verso tercero: «la niña finge un toro de jazmines», con ese fricativo ve-
lar sordo de la ‘g’ y la ‘j’ que aliteran; pero para su nueva contextualización
dentro del Diván, y en concordancia con el título sobre el sueño, “Ca-
sida del sueño al aire libre”, aparentemente basta el cambio de un verbo:
«la niña sueña un toro de jazmines». En la poesía de Lorca todo cambio
es evaluado, y comprobaremos que no hay descompensación sonora,
pues ahora el juego fonético que parecía perdido vuelve a sonar: está en
niña/sueña: «la niña sueña un toro de jazmines», y con esto además suma
el carácter de ensueño que caracteriza a la poética oriental. A lo largo del
análisis se resaltarán muchísimos fenómenos fonéticos, ya sea en sustitu-
ción de palabra o verso, o de un verso tachado a uno reescrito, lo que nos
da la idea de una poética clara y un rasgo estilístico unificador. La crítica
que ha hablado del Diván como un libro inconcluso o incompleto puede
ver en estos fenómenos un contraargumento a sus comentarios.
Estos dos poemas se han publicado, primero, en la revista madri-
leña Héroe. El nombre Héroe fue sugerido por Federico García Lorca a
Manuel Altolaguirre, que junto a la escritora y esposa suya Concha Mén-
dez16 habían instalado en su piso la impresora donde hacían el tiraje de la
revista.17 García Lorca da como regalo de bodas el libro Primeras cancio-
nes, que sabemos se publica en 1936 y que, como hemos visto, contenía
la “Casida de las palomas oscuras”. La imprenta de Manuel Altolaguirre,
«editor de cristales», fue la encargada durante ese primer período de di-
fundir la obra de Federico, aun cuando no existía un proyecto de Diván
16
La poeta Concha Méndez tiene, entre sus libros de poesía, Lluvias enlazadas (1939),
título que recuerda el verso de la “Casida del herido por el agua”: «El niño y su agonía,
frente a frente, / eran dos verdes lluvias enlazadas». Lo pongo como una curiosidad que
relaciona la amistad del matrimonio y García Lorca, y con el libro aquí estudiado.
17
Gibson, op. cit., p. 186.
25
como tal. Carlos Morla Lynch ha escrito la estampa de cómo funcionaba
la estancia del matrimonio durante la impresión:
23
Ver el apartado “Lecturas y declaraciones de Diván del Tamarit”, p. 29.
24
Diván del Tamarit..., ed. crítica de Andrew A. Anderson, p. 84.
25
Gerardo Diego, “El llanto, la música y otros recuerdos”, en Versos para Federico: Lorca
como tema poético, ed. Eduardo Castro, Universidad de Murcia, Murcia, 1986, p. 117.
29
de leitmotiv. Las formas mayores de los romances muestran casi
siempre una trimembración dramática: tras la descripción de
la situación inicial como preparación, se viene al suceso inaudito,
al drama; sobre él se cierran las últimas notas, la conclusión. Otra
característica de la composición es el diálogo, el mero apóstrofe
sin respuesta o el verdadero intercambio de palabras en el que
se produce una tensión particular merced a la incongruencia entre
proposición y respuesta.26
30
Federico García Lorca, Obra completa, ed. Miguel García-Posada, Akal, Madrid, 2008,
t. 2, p. 748. En la Antología de Lorca editada por María Zambrano el poema “Casida de la
rosa” también aparece como “Caída de la rosa”.
31
Luís Pérez Rodríguez habla del mismo manuscrito de Blanco-Amor, con la notícu-
la: «Este autógrafo do poema, que Lorca regalou a Blanco-Amor, conservouno o escritor
auriense, cunha nota engadida por el: “Del libro Diván del Tamarit que publicará la Uni-
versidad de Granada”». O pórtico poético dos Seis poemas galegos de F. García Lorca,
Consello de Cultura Gallega, Santiago de Compostela, 1998, p. 102, nota 90.
32
Obras completas, ed. Arturo del Hoyo, t. 3, p. 611.
33
Resalto aquí que la variante del verbo en tiempo presente no fue anotada por Andrew A.
Anderson; sí por Mario Hernández.
31
Existen dos manuscritos de este poema, en uno de ellos leemos «un
ruiseñor agrupa los suspiros». Que un ruiseñor los «agrupe» y que un fai-
sán los «ahuyente» tiene sentido semántico; no que primero se «apaguen» y
luego se «ahuyenten». Mario Hernández defiende «agrupa» sobre «apaga»:
«El ave primera, culmen del llanto o del deseo amoroso, agrupa suspiros,
no los apaga, según lectura errónea en la versión más conocida de este poe-
ma».34 Por su parte, García-Posada añade error de lectura de Blanco-Amor
al momento de mecanografiar el poema35 y Anderson también edita «agru-
pa» sobre «apaga» en su edición de 1988.
Para solucionar el verso catorceavo, variantes «aguardaban-espe-
raban», hay que pensar en el paralelismo que se desarrolla en el poema.
Están en los vv. 3 y 4 («a esperar que se caigan los ramos, / a esperar
que se quiebren ellos solos»), vv. 9 y 10 («Pero los ramos son alegres,
los ramos son como nosotros», o «Pero los ramos son como nosotros»),
vv. 19 y 20 («a esperar que se caigan mis ramos, / a esperar que se quie-
bren ellos solos»). Los versos 13 y 14 tienen un paralelismo interior, un
paralelismo fonético, en agua-aguardar: «Sentados con el agua en las
rodillas / dos valles aguardaban al Otoño».
Podemos acudir a Poeta en Nueva York, al poema “Paisaje de la mul-
titud que orina (Nocturno de Battery Place)”:
Se quedaron solos:
aguardaban la velocidad de las últimas bicicletas.
Se quedaron solas:
esperaban la muerte de un niño en el velero japonés.
37
Isabel Paraíso, El verso libre hispánico, orígenes y corrientes, Gredos, Madrid, 1985,
p. 229.
33
Lecturas y declaraciones
de
Diván del Tamarit
F iel a su espíritu, el de entregar la carne viva de la poesía, Federico Gar-
cía Lorca es recordado por sus lecturas de poemas, obras de teatro
y conferencias, en la radio, en el patio público y en la íntima estancia.
Los testimonios abundan: la tarde que leyó a Vicente Aleixandre los que
serían sus Sonetos del amor oscuro; la noche en Casa de los Tiros donde
unos amigos oyeron la obra dramática Yerma. Desde la época escolar en
la Residencia de Estudiantes, Lorca era conocidísimo por sus romances,
aún no impresos, que pasaban de boca en boca entre sus admiradores
y amigos. Es una lástima que aún no se haya descubierto alguna cinta
magnética o de otro soporte, en la que su voz aguarda a ser reproducida
y conocida.
Las lecturas en el espacio íntimo o ante el público le servían para
medir el termómetro de la empatía o del rechazo, del aplauso o del boste-
zo. Sabía qué era lo indispensable o peligroso para el público. Un ejemplo
de esto nos lo da el investigador Gustavo Pellón, que recupera algunas
líneas de una carta, en la que Lorca pide a su familia cuartillas de su confe-
rencia “La imagen poética de don Luis de Góngora” para una lectura ante
la audiencia cubana:
Por eso os ruego que me hagáis el favor de enviarme las cinco úl-
timas hojas, que no me habéis enviado. Desde la página 20 hasta
la 26 que tiene. Yo quisiera que me la enviases enseguida, y por
eso os escribo a vuelta de correo. Porque es la parte de la muer-
te de Góngora, que es a propósito para la gente sentimental de
Cuba. Claro es que mis conferencias son fuertes y no doy gusto al
público, pero es que esta página es bonita y como son varias las
conferencias, pues quiero ser variado.38
39
James Valender, América en un poeta, Los viajes de Federico García Lorca al nuevo
mundo y la repercusión de su obra en la literatura americana, ed. Andrew A. Anderson,
Universidad Internacional de Andalucía-Fundación Focus Abengoa, Sevilla, 1999, p. 158.
El mismo Valender da como posibles fechas de esta lectura entre septiembre de 1934
y noviembre del mismo año.
40
Genaro Estrada, “Federico García Lorca”, Revista Universidad, 10 (1936), p. 15.
41
Eduardo Blanco-Amor, “Un recuerdo de Federico García Lorca, cómo nació un libro
inédito, El diván del Tamarit”, Ensayos, 16 (1937), pp. 4 y 5. (Anexos, p. 159.).
38
La relación de Blanco-Amor con García Lorca iniciada cuatro años
antes puede verse en las dolidas reclamaciones hechas en esta publicación
uruguaya. Aquí Blanco-Amor escribe cómo dos años antes, en noviembre
de 1935, había escrito lo último sobre Federico, luego de haber pasado
casi todo el verano en su compañía. Su relación hizo posible la publica-
ción de la “Casida de los ramos” en el diario Ciudad (diciembre de 1934) y
de los cuatro poemas del Almanaque literario (enero 1935).42
Agreguemos otro testigo de la génesis creativa de Federico García
Lorca. Se trata de las conocidísimas líneas de Jorge Guillén, donde habla
de cómo nació la “Casida de los ramos”: «el poema se deriva de una impre-
sión causada por una tarde de septiembre en el Tamarit: tarde de tormenta,
unos ramajes rotos, la irrupción de unos chicuelos... Interviene el mágico
granadino, y el Tamarit se trueca en un jardín irreal, un jardín con una am-
plitud fantástica donde caben seres nunca vistos, destinados a manifestar
una emoción real».43
Se podría conjeturar que se trata de septiembre de 1934, pues tres
meses más tarde el poema ya estaría publicándose en el diario Ciudad. Este
poema es el único del Diván que contiene esa palabra aparentemente des-
conocida: Tamarit. Las palabras de Jorge Guillén serán retomadas para el
«Epílogo» a las Obras completas en la editorial Aguilar donde se comenta la
génesis escritural.
El testimonio más repetido y conocido ocurre en el verano de este
1934 y se trata de la lectura de Yerma; y del intercambio de proyectos entre
Emilio García Gómez y Lorca nace el proyecto de editar el Diván en la
Universidad de Granada, edición de la que sabemos hay una copia en lim-
pio de mano de García Gómez, y que se tirarían algunas capillas pero que
quedaría interrumpida aduciendo a la Guerra Civil como la culpable del
retraso. Más adelante veremos las reticencias de Antonio Gallego Burín en
que avance el proyecto.
De agosto de 1935, son el recuerdo y la cita errónea de Adriano del
Valle sobre Diván del Tamarit, al que llama Carmen del Tamarit: «Toda la
fantasía concreta y fabulosamente oriental del gran cantor del Carmen del
Tamarit, uno de los cuatro o cinco genios poéticos contemporáneos en
lengua hispana».44 Recordemos que la palabra «carmen» tiene dos signifi-
cados, la de significar verso o composición poética (y con ello Carmen del
Tamarit como una antología de poesía al modo de los antiguos griegos)
y la de, quizá la más convincente, atisbar que «carmen» es palabra árabe,
que viene de kárm, karm, y que significa viña y que en Granada significa
42
La ordenación de fechas sobre los testimonios de Eduardo Blanco-Amor es algo proble-
mática porque pasó con Lorca temporadas seguidas. Remito al apartado “La gestión de
publicación y la preparación de la edición”, del estudio de Andrew A. Anderson. Diván del
Tamarit, Seis poemas galegos..., pp. 96-106.
43
Jorge Guillén, “Jardines españoles. Antonio Machado, Pedro Salinas, Dámaso Alonso y
García Lorca”, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 6 (1946) p. 164.
44
Diván del Tamarit... ed. Mario Hernández, p. 197.
39
quinta con huerto o jardín: o sea la siempre referida Huerta de San Vicente
donde Lorca compuso su obra de teatro Así que pasen cinco años y demás
poemas que conformarían Diván del Tamarit.
Tenemos que esperar un mes más, septiembre de 1935, para tener
testimonio de otra lectura. Ocurrió en Cataluña: Tomás Garcés, director
de la revista Quaderns de Poesia, lo buscó en un teatro de la ciudad y le
pidió un poema para el tercer número de la revista que dirigía; Federico
García Lorca dictó, recitó de memoria la “Gacela de la terrible presencia”.45
Tomás Garcés lo cuenta así:
45
Antonina Rodrigo, García Lorca en Cataluña, Geoplaneta, Barcelona, 1975, p. 334.
46
Ibid., p. 424.
47
Obra completa, 2008, t. 2, p. 744.
48
Antonina Rodrigo, op. cit., p. 403.
40
Desde 1933, en Argentina, ante los socios de Amigos del Arte Lorca
había leído la conferencia “Cómo canta una ciudad de noviembre a no-
viembre”, así, sin subtítulos. Y desde 1929, en su estancia como estudiante
en Nueva York y encargado del coro en la fiesta española de fin de semes-
tre, haría cantar a los norteamericanos las canciones “Por la calle abajito”
y unas sevillanas.49 Para la lectura de 1935, más completa, García Lorca re-
úne el trabajo que ha venido haciendo por años de lectura e interpretación
musical. Encarnación Sánchez García intuye el título y el subtítulo «que
podía sonar, a los oídos de muchos, excesivamente misterioso o incluso
incomprensible».50
49
Carta a su familia desde Nueva York, Obras completas, ed. Arturo del Hoyo, t. 3,
p. 829.
50
Encarnación Sánchez García, “Lorca y la tradición clásica andalusí: el Diwán del Tamarit”,
en La memoria e l’invenzione: Presenza dei classici nella letteratura spagnola del Novecen-
to: atti del Congresso Internazionale: Salerno, 6-7 aprile 2006, coord. Maria D’Agostino,
Alfonsina De Benedetto, Carla Perugini, 2008, p. 14.
41
En la publicación de Antonina Rodrigo se habla de otra lectura del
Diván, por esas fechas, finales de 1935, ahora íntima, a un grupo reducido
de amigos: «Sempronio, entonces Avelino Artís, recuerda una lectura de
El Diwan del Tamarit que les ofreció a un grupo muy reducido, en la sala
de los “Balancins” del Ateneo, en la calle de Canuda».51
En su viaje por Argentina y Uruguay, en 1933, Lorca se hizo amigo
del periodista argentino Pablo Suero. Éste no lo había esperado en Buenos
Aires sino que viajó a Montevideo para entrevistarse con él. Su relación de
amistad convirtió a Suero en defensor y divulgador de la obra lorquiana.
Sus crónicas y reseñas en el diario Noticias gráficas celebraban el éxito del
poeta en su estancia sudamericana. Para profundizar en estos y más por-
menores, remito al texto de Pedro Larrea, donde recoge una lectura de
Diván del Tamarit al periodista argentino:
•†•
de imprenta ni el original del “Diván del Tamarit”; pero aún así y en la seguridad de que
ha sido un olvido del encargado de traerlo, dejo ahora escrita esta carta para que usted
pueda utilizar como mejor le convenga». Véase Para una edición del Diván del Tamarit de
Federico García Lorca, tesis doctoral, Universidad de Granada, 2015, p. 76.
63
Mario Hernández, “Cronología y estreno de Yerma, poema trágico, de García Lorca”,
Rev. Arch. Bibl. Mus. Madrid, 2 (1979), p. 297.
64
Gibson, op. cit., t. 2, p. 307.
65
Almanaque literario, Editorial Plutarco, Madrid, 1935. (Anexos, p. 140.).
45
1934 y que la fecha de entrega de originales para dicha publicación fue el
siguiente 10 de noviembre.66
Los poemas publicados siguen el siguiente orden: “Casida de la
muerte clara”, “Gacela del mercado matutino”, “Gacela del amor con cien
años” y “Casida de la mujer tendida boca arriba”, dos casidas y dos gacelas.
La importancia de esta publicación es el número de poemas, el conjunto,
en el que ya hay una marcada búsqueda por resaltar una nueva sensibili-
dad y que se puede juzgar como anuncio de su Diván del Tamarit. Súmese
por primera vez la designación de «casida» y «gacela» en los títulos de
los poemas. Pasarían por lo menos tres años para que estos textos se con-
juntaran con sus iguales bajo un título agrupador. Resulta interesante la
nota editorial del Almanaque: «todos los trabajos que contiene este
almanaque literario son originales, y han sido expresamente es-
critos para sus páginas». Es verdad, las casidas y gacelas publicadas de
García Lorca eran hasta ese momento inéditas.
Después de «Signos del Zodiaco», «Calendario» y las «Efemérides
literarias», quien abre el Almanaque es Federico García Lorca, y lo abre
con una casida. Los que han seguido la historia de la literatura española sa-
ben que esa palabra ya había aparecido desde la publicación de los Poemas
arabigoandaluces (1930), con designación «qasida», y aun antes. Gracias al
trabajo de Abdellah Djbilou en el que antologa poemas modernistas que
insertan la sensibilidad oriental, sabemos que Francisco Villaespesa (1877-
1936), ya escribe “Kasidas”.67 Lo mismo sucede con Leopoldo Lugones
(1874-1938) (“Kasida”) y Manuel Curros Enríquez (1851-1908) (“Casida
árabe”).68 Sumemos de esa misma antología el verso de Enrique Díez-Ca-
nedo en su poema “Intermedio de Las mil y una noches” en el que escribe
«la ardiente kasida del poeta ruiseñor». Sin embargo, es posible que esa
palabra haya llegado a García Lorca a través de su lectura de Rubén Darío.
El poeta nicaragüense en una de sus prosas, Tierras solares, “Málaga”, es-
cribe: «[las malagueñas] llevan en sus rostros un poema de belleza natural
y una atávica chispa encendedora de corazones que hacen revivir en las
más prosaicas almas de este tiempo práctico, un enamorado son de guzla,
o una declamación que valga por una kásida».69 Los autógrafos de los poe-
66
Federico García Lorca, Guillermo de Torre, Carlos García, Correspondencia y amistad,
Iberoamericana, Madrid, 2009, p. 359.
67
Encarnación Sánchez García suma el libro de Villaespesa Los panales de oro y sus seccio-
nes “Kasidas del reino interior” y “Gacelas de antaño”; y en 1927, Fernando Villalón con
algunos poemas titulados “Gacelas” de su libro Romances del 800, op. cit., p. 15.
68
Abdellah Djbilou, Diwan modernista, una visión de oriente, Taurus, Madrid, 1986.
Tengo que puntualizar que Abdellah edita Casida mientras que la edición de las Obras
completas, t. 2 de Manuel Curros Enríquez, Madrid, 1921 se lee “Kásida árabe”. Se edita
de la misma forma en La tierra gallega, periódico bimensual de intereses regionales, núm.
26, 1894. (Consulté catálogo en línea.)
69
Rubén Darío, Tierras solares, Leonardo Williams, Madrid, 1904, p. 38 y en Obras com-
pletas, A. Aguado, Madrid, 1950, t. 3, p. 870.
46
mas de García Lorca revisados por Andrew A. Anderson refuerzan el uso
de «kasida», sobre «casida», uso preferido seguramente por los editores.
La “Gacela de la huida”, publicada en el Almanaque literario (1935)
como “Casida de la muerte clara”, tiene pocas variantes en lo que se refiere
a Revista Hispánica Moderna (1940). El cambio evidente en RHM es la
división estrófica entre los vv. 3 y 4, y el cambio de ordenación sintáctica
de «Me he perdido muchas veces por el mar» por «Muchas veces me he
perdido por el mar» del verso cuarto. Este cambio sirve para crear un es-
tribillo que se repetirá a partir del verso 13 y que marca el cierre del poe-
ma. Además, si analizamos rítmicamente el verso, vemos que agrupados
en golpe de cuatro tiempos, la inversión sintáctica no afecta el ritmo:
Me he perdido muchas veces por el mar [- - o - - - o - - - o ]
Muchas veces me he perdido por el mar [- - o - - - o - - - o ]
Por otro lado, el verso seis registra las variantes «No hay nadie que
al dar un beso» y «No hay noche que al dar un beso». Las grafías «na-
die» y «noche» sin duda son fácilmente confundibles. Sabemos, también,
que «nadie» es la primera palabra que inaugura el libro con la “Gacela
del amor imprevisto” (aparece dos veces en el poema; una vez la palabra
noche); también es el pronombre final de la “Gacela del amor con cien
años”; en cambio, «noche» aparece en “Gacela de la terrible presencia”
(dos veces), “Gacela del amor desesperado” (dos veces), “Gacela de la raíz
amarga” (una vez), “Gacela del recuerdo de amor” (dos veces), “Casida del
sueño al aire libre” (una vez), “Casida de la mano imposible” (dos veces) y
“Casida de la muchacha dorada” (una vez).
Al contrastar con las tres ediciones modernas del Diván, encontra-
mos que Mario Hernández elige la división estrófica del tercer y cuarto
verso, la inversión de frase en el cuarto verso y la variante «noche». A. An-
derson y García-Posada prefieren la unión estrófica y la lección «nadie»,
éste último dando autoridad al impreso en el Almanaque.70 La publicación
pasó directamente del Almanaque a la edición de las Obras completas de
Guillermo de Torre, (desapareció la dedicatoria); en la edición de la Anto-
logía (1943) editada por Rafael Alberti y Guillermo de Torre se recupera el
cambio del verso cuarto, pero se mantiene la unión estrófica y no se sigue
la lección de «noche» por «nadie». (Anexos, pp. 141, 174, 195.).
Ese «nadie» del primer poema del Diván (“Gacela del amor impre-
visto”) nos hace pensar en un recurso que ya hemos reconocido como
rasgo estilístico del poemario, la repetición y el paralelismo: «Nadie com-
prendía el perfume / de la oscura magnolia de tu vientre. / Nadie sabía
que martirizabas / un colibrí de amor entre los dientes». Es decir, el «na-
die» del verso sexto de la “Gacela de la huida” necesita enlazarse con el
otro «nadie» del verso nueve para que este mecanismo de repetición y
70
Obra completa, ed. Miguel García-Posada, op. cit., t. 2, p. 748.
47
paralelismo funcione.71 Además, hay que decir que este poema, en casi
todos sus versos, presenta un movimiento dialógico de vida y muerte, de
positividad y negatividad: perder-lleno de flores, amor-agonía, recién naci-
do-inmóviles calaveras, rosas-paisaje de hueso, manos-raíces, y para que el
mecanismo «beso-gente sin rostro» siga funcionando: «no hay nadie que al
dar un beso / no sienta la sonrisa de la gente sin rostro». Ese movimiento
dialógico se resuelve ejemplarmente en el último verso: «una muerte de
luz que me consuma». Recalquemos que el título usado para el Almana-
que era “Casida de la muerte clara”, donde se deja entrever una idea que
la crítica explorará en: «una muerte de luz que me consuma»; véase por
ejemplo el comentario de Christoph Eich cuando anota: «Pero así como
la muerte irrumpe en la vida, también la vida es capaz de irrumpir en la
muerte, de arrastrarla consigo y penetrarla».72 O lo dicho por Jaroslaw M.
Flys, de que se trata de «un procedimiento de contraposición de térmi-
nos opuestos que, simbólicamente, forman unidad»73 o lo que he descrito
como movimiento dialógico, de oposición de contrarios. Sumo, además,
la reiteración de la idea o del procedimiento en el poema: el verso tachado,
anotado en la edición crítica de A. Anderson, registra la escritura: «vida
eterna de luz que me dé muerte»), con la muerte y la luz dialogantes en un
mismo endecasílabo.74
•†•
•†•
¡Ay galán,
deja tu sombrero por el olivar!89
89
Obras completas, ed. Arturo del Hoyo, t. 2, p. 745.
90
Siebenmann, op. cit., p. 309.
91
Obras completas, ed. Arturo del Hoyo, t. 2, p. 798.
92
Diván del Tamarit..., ed. crítica de Andrew A. Anderson, p. 220.
53
llación del Bautista”,93 en el que las exclamaciones y los ayes en progresión
y reducción recuerdan la gacela estudiada:
¡Ay!
¡Ay ay!
¡Ay ay!
¡Ay ay ay!
¡Ay ay ay!
¡Ay ay ay ay!
[…]
¡Ay ay ay ay!
¡Ay ay ay!
¡Ay ay ay!
¡Ay ay!
¡Ay ay!
¡Ay !
Eran tres.
(Vino el día con sus hachas.)
Eran dos.
(Alas rastreras de plata.)
Era uno.
Era ninguno.
(Se quedó desnuda el agua.)
•†•
93
«“Degollación de los inocentes” y “Degollación del Bautista” pertenecen a un ciclo que
formaría el libro titulado Las tres degollaciones [...] entrevista con Giménez Caballero, que
se publicó en La Gaceta Literaria en el número 48 del 15 de diciembre del año 28». María
Victoria Utrera Torremocha, Teoría del poema en prosa, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1999,
p. 352.
94
Eich, op. cit., pp. 54-55.
54
El último poema aparecido en el Almanaque (1935) es la “Casida
de la mujer tendida boca arriba”, finalmente bautizada como “Casida de
la mujer tendida” en RHM (1940). ¿Por qué el énfasis de estar boca arriba
y tendida? La imagen de alguien tendido le ha parecido a García Lorca
como el signo ineludible de la muerte. Ya en Bodas de sangre leemos:
«¡Qué espaldas más anchas! ¿Cómo no te gusta estar tendido sobre ellas
y no andar sobre las plantas de los pies, que son tan chicas?».95 El tamaño
de la espalda no se compara con el de los pies, y por ello es mejor estar
tendido. Esta relación entre estar tendido y los pies a la vista viene desde
los recuerdos de infancia:
sáfico-heroico-heroico-heroico
sáfico-melódico-melódico-francés
heroico-melódico-melódico-francés
heroico-heroico-italiano- sáfico
99
Diván del Tamarit..., ed. introducción y notas de Mario Hernández, p. 166.
57
“Casida de la rosa”
Casida de la rosa
Para Ángel Lázaro
La rosa,
no buscaba la aurora:
confín de carne y sueño
buscaba otra cosa.
La rosa, 5
no buscaba ciencia ni sombra:
casi eterna en su ramo
buscaba otra cosa
La rosa,
no buscaba la rosa: 10
inmóvil por el cielo
¡buscaba otra cosa!
Federico García Lorca
Del libro «Diwan del Tamerit»
La rosa
no buscaba la aurora:
casi eterna en su ramo,
buscaba otra cosa.
100
Diván del Tamarit..., ed. crítica de Andrew A. Anderson, p. 243.
58
En la conferencia “La imagen poética de don Luis de Góngora”
hallamos estas líneas: «se puede hacer un poema épico de la lucha que
sostienen los leucocitos en el ramaje aprisionado de las venas, y se puede
dar una inacabable impresión de infinito con la forma y olor de una rosa
tan solo». Para García Lorca, todo es materia poetizable y la rosa y su
«inacabable impresión de infinito» es la tesis que deja clara desde el ini-
cio de estrofa en el poema. La sustitución funciona para eso, y para eso es
necesario decir «casi eterna en su ramo» y no como aparecía en Zaragoza:
«confín de carne y sueño». Lo eterno de la rosa frente a su caducidad me
parece un aprendizaje de su lectura del cancionero popular; sólo Lorca ha
podido extraer la médula del pueblo y darle un nuevo escalón en la tradi-
ción de la poesía de lengua española: «Debaxo de la peña nace / la rosa que
no quema el ayre», esa rosa que permanece y que dormía en las páginas de
un libro del siglo xvi ha venido a aparecer en un libro del siglo xx.
Entonces, en la nueva ordenación, la aposición del sujeto «rosa» pasa
al verso séptimo: «confín de carne y sueño» o como leemos en el manus-
crito del poema «terca de sueño» e «incompleta de sueño». Después de la
«inacabable impresión de infinito» hay que pasar a «la forma y olor de una
rosa tan solo». Los versos tachados «terca de sueño» e «incompleta de sue-
ño» contienen los fonemas ca y co; para su nueva escritura, en la revisión
del manuscrito, estos fonemas son el inicio para revivir el mecanismo ya
encontrado pero quizá no valorado como bueno: «confín de carne y sue-
ño». Lorca ha evaluado sus versos y ha comprendido nuevas posibilidades,
la tachadura no es error sino ensayo y el juego fonético que parecía per-
dido vuelve a sonar. Así es la escritura creativa, la revisión y la valoración
de sus poemas que está escribiendo en este ciclo escritural llamado Diván
del Tamarit.
El análisis métrico nos devela el porqué de la inclusión del adver-
sativo «ni» del sexto verso: «no buscaba ni ciencia ni sombra» en RHM
(1940). Las estrofas primera y tercera de esta casida se conforman de la
siguiente manera: trisílabo / heptasílabo / heptasílabo / hexasílabo; la an-
terior escritura «no buscaba ciencia» se queda en las seis sílabas y rompe
la uniformidad bien conseguida de las otras dos estrofas. Es así que «no
buscaba ni ciencia ni sombra» tiene ya completo el pie de las siete sílabas
para continuar con el trisílabo «ni sombra». El verso sexto es de diez sí-
labas en total pero con el hemistiquio bien marcado en la séptima sílaba.
Hay también en este verso un juego fonético «no buscaba ni ciencia ni
sombra», revelando así una similicadencia, clave estilística del libro aquí
estudiado.
La información de la materialidad del manuscrito, papel holande-
sa Charta Dantis, 21.0 x 27.8 cm., estudiada por Anderson, revela una
correspondencia con otros poemas donde también hay una preocupación
métrica: “Gacela del amor que no se deja ver” (octosílabos y endecasí-
labos), “Gacela del niño muerto” (oscilación de eneasílabos, decasílabos,
endecasílabos y claros alejandrinos con cesura en séptima sílaba), “Gacela
del recuerdo de amor” (octosílabos), “Gacela del amor maravilloso” (pen-
59
tasílabos y endecasílabos). Estos poemas y la “Casida de la rosa” pueden
ser primero borradores, con correcciones, anota Anderson.101
El mismo investigador menciona el sintagma tachado en el sépti-
mo verso de la “Casida de la rosa”: «marfil de mediodía», ya se hablará
de la colorística del Diván que se inclina a la blancura, desde la “Gacela del
amor imprevisto”: «las letras de marfil» hasta “Casida del sueño al aire li-
bre”: «o garfios de marfil o gente dormida» que aquí se hubiera continuado
si se hubiera editado desde el manuscrito con «marfil de mediodía».
Otra de las diferencias visibles respecto a RHM (1940) es la unión
en un dístico de los versos finales y la eliminación de la exclamación final
como sigue:
La rosa,
no buscaba la rosa.
Inmóvil por el cielo
buscaba otra cosa.
Este poema sólo fue editado una vez en vida de García Lorca y fue gracias
al encuentro que tuvo con Tomás Garcés cuando ambos estaban en Cata-
luña. Quaderns de Poesia era la publicación dirigida por el catalán; en ella
se acogieron los textos “Pensar en ti esta noche” de Pedro Salinas, núm. 1,
junio de 1935; “Deshecha” de Gabriela Mistral, núm. 2, julio de ese mismo
año; la “Gacela de la terrible presencia”, núm. 3, octubre 1935; el “Madri-
gal a Cibdà de Santiago” de Federico García Lorca y “Luna de hombre”
de Juan Ramón Jiménez, en diciembre de 1935; tengo noticias de que la
revista se publicó hasta el número 7, esto es, febrero de 1936.104
Este poema fue dictado, como dice el testimonio de Tomás Garcés,
«de viva voz» por el poeta. La comparación que ha hecho Garcés con el
texto definitivo del libro, esto es con RHM (1940), lo cuenta así: «única-
mente una palabra aparece corregida al pasar de la revista al libro. Sólo un
leve retoque en aquella versión oral inolvidable».105 Para Mario Hernández
es «más probable, sin embargo, que el poema fuera escrito de memoria
por el propio García Lorca».106
El poema se vuelve a publicar en noviembre del año siguiente en
México, en Segundo Taller Poético, cuando la noticia de su muerte era in-
minente, junto al poema algunas líneas de Genaro Estrada. James Valender
explica que la edición de la “Gacela de la terrible presencia” en Segundo
Taller Poético pudiera provenir de una transcripción hecha por Genaro Es-
trada de la publicación catalana.107
104
Literatura comparada catalana i espanyola al segle xx: Gèneres, lectures i traduccions
(1898-1951), Miquel Maria Gibert i Pujol, Amparo Hurtado Díaz, José Francisco Ruiz
Casanova, Punctum, Barcelona, 2007, p. 24.
105
Antonina Rodrigo, op. cit., p. 424.
106
Hernández, op. cit., p. 159.
107
James Valender, América en un poeta... op. cit., p. 159.
61
En confrontación entre Obras completas (1938) de Guillermo de
Torre y Revista Hispánica Moderna (1940) (Guillermo de Torre tomó
como fuente a Segundo Taller Poético) son distintas en la puntuación
y en la unión estrófica (en la publicación mexicana (1945) los vv. 9-12
aparecen en una estrofa y me parece más un error del cajista que el segui-
miento de un manuscrito o copia). La revisión del poema de la mano de
Hernández (1981) y A. Anderson (1988) revela que tanto Segundo Taller
Poético (1936) como RHM (1940) prefieren el uso de «ilumines» del verso
treceavo. (Anexos, pp. 151, 178, 193.).
Para la edición de las Obras completas de Federico del año 2008,
García Posada en el verso 13 elige «Pero no me enseñes tu limpio desnu-
do». Argumenta que luego de la consulta de la revista Quaderns de Poesia,
elige esta variante puesto que es un caso claro «en que el impreso debe ser
tomado como texto base» y porque la «variante mejora la trabazón de los
cuatro versos finales al eliminar la metáfora».108
Al elegir «enseñes» sobre «ilumines», no sólo se elimina la metá-
fora, sino que se pierde el juego fonético de las delgadas íes de ilumines
y limpio, sino también el movimiento labial de la 'm'.109 Y si hilamos fino y
vemos la comparación («primer grado del lenguaje metafórico») del verso
siguiente «Pero no ilumines tu limpio desnudo / como un negro cactus
abierto en los juncos» como aparece en RHM (1940), ¿podríamos estar
ante un caso de armonía imitativa, donde las íes son el juego tipográfico
de la delgadez, del cactus puesto en pie?
Eliminar la metáfora «Pero no ilumines tu limpio desnudo» para
mejorar la trabazón de los cuatro versos finales de la “Gacela de la terrible
presencia” me parece un descuido de García-Posada. Los estudios sobre el
estilo lorquiano necesitan de metáforas como materia de trabajo. Admira-
ble es el ejercicio de Concha Zardoya de clasificar los mecanismos en los
poemas de García Lorca. En su apartado “Humanización y personifica-
ción”, ejemplifica esto con versos extraídos del Diván del Tamarit: «Quiero
que la noche se quede sin ojos / y mi corazón sin la flor del oro; / que los
bueyes hablen con las grandes hojas...» (“Gacela de la terrible presencia”);
«Todas las tardes el agua se sienta / a conversar con sus amigos», «Pero los
ramos son alegres, / pero los ramos son como nosotros. / No piensan en la
lluvia, y se han dormido, / como si fueran árboles, de pronto» (“Casida de
los ramos”); «¡Qué clavel enajenado / en los montones de trigo!)» (“Gacela
del mercado matutino”).110
Añade también metáforas sinestésicas: «la sangre sonará por las
alcobas» (vista-oído); «agua dura», «duro paisaje» (vista-tacto); «verde
108
Obra completa, t. 2, p. 744.
109
He puesto énfasis en los recursos fonéticos de los poemas de García Lorca, porque es un
rasgo poco estudiado en los análisis de poesía, y porque recalcar esto nos hace sensibles a
lo que verdaderamente suena un poema. La “Gacela del amor imprevisto” deja muy claro
el juego fonético con la ‘m’ y ‘n’. Ver Anexos, p. 125.
110
Concha Zardoya, Poesía española del siglo xx, Gredos, Madrid, 1974, p. 31.
62
veneno» (vista-gusto); «rosas tibias» (olfato- tacto) y las que por ser «más
originales y abundantes son las que contienen sensaciones transpuestas y
son tan variadas que hacen imposible toda clasificación», y cita: «con el
oído lleno de flores recién cortadas», «la sonrisa de la gente sin rostro»,
«noche herida», «un ocaso de verde veneno».111 Súmese las de materia,
atribución de materias inusuales o imposibles, por necesidad simbólica,
sinestésica o afán surrealista: «un duro paisaje de hueso», «establo de oro»,
«manzana de sollozos».112
Mario Hernández al comparar este poema con unos versos de
Mutamid, en versión versificada y en prosa de los Poemas arabigoandalu-
ces, anota: «la situación es parecida, aunque sólo sea por antítesis, a la que
se produce en la lorquiana “Gacela de la terrible presencia”, donde el para-
lelismo de los versos desencadena el temor de ver la belleza subyugadora
de un cuerpo y una cintura».113
Si el Diván del Tamarit ha empezado con un «Nadie», es preciso que
en el segundo poema aparezca un río de fuerza, se levante y diga «Yo»: «Yo
quiero que el agua se quede sin cauce. / Yo quiero que el viento se quede
sin valles». Y ese delgado «cactus abierto en los juncos» es el símbolo de la
altivez. Este «Yo» se comentará en el apartado “Recepción crítica de Diván
del Tamarit” desde la perspectiva de Marcelle Auclair.
Más que una reseña, se trata de una mera acrobacia con el concep-
to, mero artificio de lenguaje, paranomasia entre «diván» y «devaneo»,
entre «oriente», «occidente» y «accidenta». Rivera no hace una revisión
de los poemas y apenas toca una de las cosas más repetidas sobre esta
obra, la vinculación con el Diván de Oriente y Occidente de Goethe. Cier-
tamente en el Almanaque no se daba más señas sobre los poemas que se
estaban publicando, sólo se destacaba el género «poesía» entre paréntesis.
Pero es sugerente que el reseñista tenga noticia sobre lo que es un diván y
que establezca una genealogía ligando a Lorca con Goethe.
Posiblemente a finales y principios de febrero de 1935, Luís Ardilla,
desde La Época, en su artículo “El mundo de las letras. Almanaque litera-
rio 1935” anota:
La obra no constituye, ni mucho menos, lo que pudiera aguardarse
de la promesa de su título. No están todos los que son ni son todos
los que están. Y a demostrarlo vamos con unas pocas notas. Entre
encuestas y críticas, artículos y anuncios, insértanse cuatro poesías,
a la manera de pórtico y compañía de otros tantos dibujos consagra-
121
La voz, Madrid, 31 de enero de 1935, p. 1.
dos a las estaciones del año, cuatro versos de García Lorca. Uno de
lo primeros líricos de España, el primero si se quiere. Pero ¿no hay
otros? ¿Deficiencia de solicitación de originales o criterio preconce-
bido de los autores del Almanaque? Lo ignoramos. ¿Y Marquina, los
Machado, Villaespesa, Ardavín, etc.? […]122
¿Por qué tal dificultad en hallar y reunir de una vez todos los ori-
ginales de Lorca, si su obra no es excepcionalmente extensa? Ante
todo, para responder a esta pregunta, deberíamos recordar, una
vez más, ciertos hábitos del poeta: o bien recatar los originales,
retrasando lo más posible su publicación –a la espera de últimas
limas–, o bien, en otros casos, desprenderse de ellos, confiándolos
al último amigo recién conocido que le pareciera simpático, con
espontaneidad irreprimible.129
126
Federico García Lorca, Obras completas, ed. Guillermo de Torre, Losada, Buenos Aires,
1938, t. 6, pp. 169-176.
127
Me baso en el cuadro de A. Anderson, Diván del Tamarit, Seis poemas galegos, Llan-
to por Ignacio Sánchez Mejías, Poemas sueltos, ed. crítica, Espasa-Calpe, Madrid, 1988,
pp. 56-59.
128
Guillermo de Torre, Las metamorfosis de Proteo, 2a ed., Revista de Occidente,
Madrid, 1967, p. 131.
129
Ibid., p. 130.
71
Dos años después del esfuerzo de Guillermo de Torre se publicó la
edición de Diván del Tamarit que podríamos llamar canónica, y después...
silencio. Editada por Francisco García Lorca, ya incorporado al departa-
mento de Español de la Universidad de Columbia, y por Federico de Onís,
aparece dentro de la compilación de Obras inéditas.130 La nota editorial
es la siguiente: «La obra Diván del Tamarit, que publicamos a continua-
ción íntegra, quedó terminada y en parte impresa a la muerte del poeta.
Algunos de sus poemas han sido publicados como poesías póstumas en
las Obras completas» (se refiere a la hasta entonces Obras completas edita-
das en Losada por Guillermo de Torre). Uno de los rasgos importantes de
esta edición es que queda fijada la numeración romana tan característica
de las casidas y gacelas, esto gracias a la copia en limpio recuperada por
Concha Lorca, en la que trabajaron Antonio Gallego Burín, Eduardo
Blanco-Amor y Emilio García Gómez, en 1934-1935. Sabemos gracias a
A. Anderson que García Gómez no fue sólo copista, sino encargado de
la edición: preparó hojas preliminares y subtítulos, recopió los cambios
hechos por Lorca, completó, revisó, corrigió y añadió la característica
numeración romana.131
Resulta interesante que Emilio García Gómez haya olvidado el tra-
bajo que había hecho para esa edición interrumpida: «la circunstancia, por
mí olvidada, de que para la imprenta hice de mi mano una copia, revisada
luego por el poeta, de todas las composiciones, la cual figura hoy en los
archivos familiares. Me convencí cuando reconocí mi letra en unas foto-
copias que me fueron mostradas».132 Como editor, García Gómez sabía que
las gacelas de Hafiz editadas en 1833 para la Imprenta de Julio de Didot
Mayor llevaron la numeración romana, así que para lograr la originalidad
lorquiana también las usó. Algunos editores posteriores deciden editar sin
esta numeración característica.
Dije un párrafo arriba que después de esta edición vino un silencio.
Se puede matizar, porque en Latinoamérica se siguieron publicando poe-
mas sueltos o el Diván como conjunto (incluso en España, en la revista
Corcel núm. 2 (diciembre 1942-enero 1943) se publicaron la “Gacela de la
terrible presencia” y “El poeta se queja de que su amor no le escriba”).133
Por ejemplo, en 1943 para una editorial de Buenos Aires, Rafael Alberti y
Guillermo de Torre suman esfuerzos para hacer una antología del poeta
granadino.134 El subtítulo es interesante, porque marca los años 1918-1936,
es decir abarca el inicio de su obra hasta la escritura de Diván del Tamarit
130
Revista Hispánica Moderna, 3-4 (1940), 307-314.
131
A. Anderson, op. cit., p. 78.
132
Emilio García Gómez, “Lorca y su Diván del Tamarit”, ABC, 5 de febrero de 1982, p. 3.
133
Fanny Rubio, “Federico García Lorca y la poesía española de primera posguerra”, en
Valoración actual de la obra de Federico García Lorca, Casa de Velázquez-Universidad
Complutense, Madrid, 1988, p. 117, nota 14.
134
Federico García Lorca, Antología poética (1918-1936), sel. Rafael Alberti y Guillermo
de Torre, Pleamar, Buenos Aires, 1943.
72
(es decir, de 1931 “Casida del sueño al aire libre” hasta “Gacela de la muer-
te oscura” febrero de 1936). Los poemas antologados que son parte del
Diván son “Gacela del niño muerto”, “Gacela del mercado matutino”, “Ga-
cela de la huida”, “Gacela del amor con cien años”, “Casida del herido por
el agua”, “Casida de los ramos”, “Casida de la mujer tendida”, “Casida de la
rosa” y “Casida de las palomas oscuras”. En esta nueva incursión editorial
de Guillermo de Torre con las obras de Lorca, pueden verse ya cambios en
la edición de los nombres de los poemas, quizá ya influido por la publica-
ción de Revista Hispánica Moderna.
Una edición mexicana que no he visto reseñada vio la luz en 1945.
Se trata de Poemas póstumos. Canciones musicales. Diván del Tamarít [sic],
con ilustraciones de Gori Muñoz y un retrato de F. Domingo. De ese libro,
en el poema “La ‘suite’ del agua”, hago resaltar esta nota: «Ilegible la últi-
ma palabra en el original copiado por Genaro Estrada». La relación entre
Genaro Estrada y Federico García Lorca135 quedó recogida en los párrafos
siguientes publicados en la Revista Universidad, en noviembre de 1936:
Tenía Federico García Lorca mucho material inédito, entre el cual
algunos libros completos. Trabajaba desordenadamente y le im-
portaban un pito los editores y la publicidad. Convencerle de que
publicara un libro, de que diera algún poema para las revistas, era
trabajo de Hércules. Pescarle en su casa, en el extremo de la calle
de Alcalá, era perder el tiempo. A lo mejor desaparecía, lo mismo a
las 10 de la mañana que a las 5 de la madrugada, por la carretera de
Granada que por la tan opuesta de Tuy.
Tenía muchas cosas que ahora se podrían publicar inmediata-
mente: dramas, comedias, romancillos, odas, estudios. Pero como
si nada.Una vez me leyó, de un tirón, un próximo libro suyo por
el cual tenía cierta predilección: Diván del Tamarit. El Tamarit se
llama una granja que tienen sus padres en la provincia de Granada
y que es donde Federico solía pasar largos descansos.136
190
Andrés Soria Olmedo, “Mariana Pineda”, en García Lorca, perfiles críticos, ed. Kurt Rei-
chenberger y Alfredo Rodríguez López Vázquez, Edition Reichenberger, Kassel, 1992, p. 28.
191
ABC, 1 de diciembre de 1966, p. 80. La admiración de Umbral por García-Posada lo
llevó a escribir una “Casida de Miguel García-Posada”. Lo anoto como curiosidad, pues el
título sin duda alude a nuestro tema de estudio.
192
Miguel García-Posada, Federico García Lorca, Edaf, Madrid, 1979, p. 109.
86
[...]
Granada era una corza
rosa por las veletas. (“Gacela del amor que no se deja ver”, RHM, 1940)
Lo mismo pretende hacer con las casidas, con una línea para des-
cribir cada poema. Sobre la “Casida del llanto” escribe: «el desconsuelo
universal»; sobre la “Casida de los ramos”: «la obsesión de la muerte inmi-
nente», etcétera.
Tendremos que esperar hasta 1996 para que de verdad tome decisiones
importantes en la edición de las obras de García Lorca. A la labor de Guiller-
mo de Torre, Francisco García Lorca, Federico de Onís y Arturo del Hoyo, se
suma la edición que él hace de Diván del Tamarit. Para él, Diván del Tama-
rit publicado en la Revista Hispánica Moderna en 1940 es la «pulcra edición
que sigue siendo de obligada referencia».195 En 1996, sumará a esta declara-
ción las ediciones de Mario Hernández (1981) y de Andrew A. Anderson
(1988) como las ediciones modernas más importantes. Círculo de Lectores
le encargó editar las obras completas de Federico García Lorca. Hans Maike,
editor y representante de Círculo de Lectores, declara: «un canon de la obra
193
Ibid., p. 110.
194
Ibid., p. 111.
195
Federico García Lorca, ed. Miguel García-Posada, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lecto-
res, Barcelona, 1996, t. 1, p. 954.
87
lorquiana accesible al lector no iniciado, pero que será de utilidad para el es-
pecialista».196 Y es verdad, ese tomo primero, a diferencia de los comentarios
de 1979, ya viene acompañado de médula crítica. Viene información sobre
los manuscritos, información sobre primeras publicaciones y variantes. Una
«opción filológica conservadora» en palabras de García-Posada.
Aquí la “Gacela de la terrible presencia” se edita siguiendo a Revista
Hispánica Moderna (1940), tal como lo había dicho; es texto de obliga-
da referencia y sólo añade en nota que el poema se publicó en Quaderns
de poesia (1935), «con alguna variante respecto al texto definitivo»; y en
ese sentido sustituye el verso trece «Pero no ilumines tu limpio desnudo»
por «Pero no me enseñes tu limpio desnudo».197 De esa forma elimina el
palateo de la ele y añade el epifonema «¡pero no me enseñes tu cintura
fresca!» del verso 16. Abundan los signos de interrogación y admiración
de la “Gacela de la raíz amarga” y agrega puntos a los vv. 2 y 4; edita basán-
dose en una autógrafo que cree posterior a la publicación de Héroe (1933)
y Sur (1937), con un argumento de «incremento subsiguiente de pureza
textual no importa que sea mínimo».198
En la “Gacela de la muerte oscura” García-Posada aligera la puntua-
ción, porque «la puntuación [es] en exceso académica»). Como podemos
ver, en algunos momentos añade y en otros suprime, y en vez de uni-
formar los poemas nos entrega desequilibrio y vacilación. Ejemplo de
esto es el verso nueve «que trabaja antes del amanecer»; puesto que en el
manuscrito había un subrayado, él indica que debe adoptarse el uso de
itálicas en el poema, a pesar de que en los demás esto no suceda, a menos
de que se trate de un estribillo.
En la “Gacela de la huida” nos entrega la lección «nadie» por «no-
che», que creemos correcta, y también aligera la puntuación. Incluye la
“Gacela del mercado matutino” en el conteo final de los poemas y recupe-
ra la gradación de los verbos del estribillo saber-beber-sufrir; nos entrega
unión de estrofas (segunda y tercera) en la “Casida del llanto”; decide
«agrupa» sobre «apaga» de la “Casida de los ramos”; respeta la variante
«tus labios son un alba sin contorno» de la “Casida de la mujer tendida”;
fija el epifonema «¡buscaba otra cosa!» de la “Kasida de la rosa”, y en ese
sentido adopta la onomástica arabizante de «Diwán» y «kasida», ciñendo
el proyecto a los años 1931-1934: «el Diwán es libro de elaboración más
rápida que el Romancero o Poeta en Nueva York, y los poemas surgen, en
lo esencial, ya “definitivos” desde el principio».199
196
Javier Goñi, “García Posada pone en limpio a García Lorca”, El País, 1 de diciembre
de 1996, consultado en: https://bit.ly/2WcPHu3
197
Porque «el impreso debe ser tomado como texto base».
198
Federico García Lorca, Obra completa, ed. Miguel García-Posada, Akal, Madrid, 2008,
t. 2, p. 745.
199
Ibid, p. 741.
88
Mario Hernández, Alianza, 1981
Quien podemos decir que abre ese abanico para la nueva crítica moderna
de Diván del Tamarit es Mario Hernández. En la colección de Obras de
Federico García Lorca, representa el título tercero, que se publica junto
con Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y Sonetos. Es 1981, dos años después
del primer acercamiento que nos dio García-Posada. Mario Hernández
es el primero que incorpora la nota escrita por Emilio García Gómez como
prólogo a la edición de Diván del Tamarit; «de lo que estoy reconocido y
satisfecho»,200 dice el arabista. Desde aquel lejano momento en que estaban
en prensas de la Universidad de Granada, los poemas y el prólogo vuelven
a formar esa alquimia que no pudo ver el poeta debido a los retrasos de la
edición interrumpida.
A diferencia de la crítica anterior como la de Alfredo de la Guardia,
para Mario Hernández no es excesivo decir «que este breve conjunto de
gacelas y casidas constituye una de las expresiones más acabadas y com-
plejas de Federico García Lorca, además de uno de los grandes libros de
la poesía europea de este siglo».201 Lo que a otros parecía bisbiseo, imita-
ción de los Anacreontes de Arabia, extravagante y abstruso, divertimento
mecánico o libro apenas comenzado, a los ojos de Mario Hernández
ha tomado nueva estatura. Para él, los libros iniciados en 1931, esto es
el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, Seis poemas galegos, los Sonetos y
Diván del Tamarit representan una «irrestañable vocación elegíaca y [una]
insólita capacidad para dejarse penetrar por la ambivalencia y riqueza del
significado profundo de unos símbolos procedentes del campo mítico
religioso».202 Porque la poética que Lorca ha perfeccionado la vía del acce-
so a lo sensible a través de la metáfora.
Y para quienes han acusado a Lorca de hermético, Hernández
contraargumenta: «su hermetismo parcialmente se diluye en alas de la
sensorialidad y de la música, incluso del dramatismo, nacido de la opo-
sición continua de términos que pugnan por anularse entre sí».203 No
ejemplifica con versos del Diván, pero nosotros podemos traer aquí a la
«cintura, enemiga de la nieve» (“Gacela del amor imprevisto”), «el duelo
de la noche herida / luchando enroscada con el mediodía» (“Gacela de la
terrible presencia”), «Ni la noche ni el día quieren venir / para que por ti
muera / y tú mueras por mí» (“Gacela del amor desesperado”), «El viento
nublado y el viento limpio / son dos faisanes que vuelan por la torres»
200
Emilio García Gómez, “Lorca y su Diván del Tamarit”, ABC, 5 de febrero de 1982, p. 3.
201
Hernández, op. cit., p. 10.
202
Ídem.
203
Ibid., p. 11.
89
(“Gacela del niño muerto”), «El niño y su agonía, frente a frente, / eran dos
verdes lluvias enlazadas» (“Casida del herido por el agua”), sí, pero de esta
pugna surge un tercer término poético.
Sobre la originalidad, la apreciación de Mario Hernández se acerca
a lo ya dicho por García Gómez o Marcelle Auclair. Lo menciona como
«fingido florilegio arábigo-andaluz» y más bien como «lorquiano hasta la
médula».204 No sólo por la presencia del «yo» ni el carácter intimista, sino
también por la utilización de recursos que se ven en otros poemas suyos.
Compárese, por ejemplo, y para no abundar en tantas relaciones textuales,
la primera estrofa de la “Gacela del amor imprevisto” con los siguientes
versos de Canciones o del Romancero gitano: «Sueño flor adormecida / en
el valle de la enagua» (“Canción con movimiento”), «Los azabaches recón-
ditos / oscurecen tus magnolias» (“Lucía Martínez”), «Abre en mis dedos
antiguos / la rosa azul de tu vientre» (“Preciosa y el aire”), «y otras recogen
las gotas / de su flor martirizada» (“Thamar y Amnón”).
Sobre la originalidad en Lorca quisiera traer las palabras lúcidas y
esclarecedores del crítico Amado Alonso:
Ésta es una de las fuentes de García Lorca, el poeta moderno más po-
roso a la tradición poética española, el que más elementos incorpora
y asimila de la poesía popular de todas las regiones y de la poesía culta
de todos los siglos. Pero no temáis que aproveche una fuente como
un descanso de su propio poetizar; no temáis que se limite siquiera
a acomodarla. Él se siente ser el poeta originario, se adueña estu-
pendamente de la misma índole creadora del poeta antepasado, y
elegantísimamente continúa la imagen lopesca como si él mismo
fuera Lope:
204
Ibid., p. 9.
205
Amado Alonso, Materia y forma en poesía, Gredos, Madrid, 1986, p. 102.
90
Lo impresionante de la originalidad de Lorca y regresando a la
comparación entre sus versos es que él mismo se imita y se supera:
caracol cuya concha se enrolla en sí misma para preparar la música
del mundo. Y si el poeta revisó los poemas de Ibn Hafiz, «pudo hallar
en estas gacelas del poeta persa un paisaje poético y pasional que él rein-
ventaría y transformaría a su modo, dentro de esa general y asombrosa
capacidad para asimilarse –vueltas sangre de su propio estilo– las voces
más ajenas».206
Querer convertir una lectura de poema en un nuevo texto poético
es muy arriesgado y quizá poco fructífero, además de que hay poquísimas
líneas que puedan llamarse emulaciones o verdaderos hallazgos. En la com-
paración de las gacelas de Hafiz y los poemas de Lorca apenas encontramos
reminiscencias: «Sobre tu frente cual la luna clara» de la “Gazela iii” que
puede emparentarse al verso «en la plaza con luna de tu frente» de la “Gacela
del amor imprevisto”, pero cuya relación luna-frente ya se halla en Góngora
«media luna las armas de su frente» (Soledad I); la pregunta «¿A dónde?»
de la “Gazela xi” con la «¿Dónde vas, adónde, dónde?» de la “Gacela de la
raíz amarga”; algo de léxico: «que está empapado el pavimento en sangre»
de la “Gazela xiv” con las mismos fonemas ‘pa’ en el verso de «Pavimento
infinito. Mapa. Sala. Arpa. Alba» de la “Casida del sueño al aire libre”; y
quizá podemos añadir la inquietud lorquiana sobre el desmontamiento del
sistema metafórico árabe.207 Lo que sí podemos afirmar es que la numera-
ción romana la gacelas de Hafiz fue retomada por Emilio García Gómez y
Antonio Gallego Burín a la hora de proponer su edición.
Hernández encuentra las fuentes a los poemas del Diván en el can-
cionero sefardita, coplas granadinas, canciones infantiles, prosa surrealista
de Agustín Espinosa, o pone en diálogo poemas como “Viento de amor” de
Juan Ramón Jiménez con la “Gacela del amor desesperado” para mostrar
esa sustancia, esa médula lorquiana de los poemas.
En lo que refiere al emparentamiento monorrimo de las casidas
clásicas con los poemas del Diván, y advirtiendo que sólo hay dos poemas
con esa característica en el libro, “Casida de la muchacha dora” y “Gacela
del recuerdo de amor”, Mario Hernández apunta el cambio de nombre de
casida a gacela: «García Lorca tachó en el manuscrito la primera adscripción
–gacela– para convertirlo en casida, si no fue por el deseo de que las gacelas
de la primera parte del Diván constituyeran por sí solas un breve corpus
fundamentalmente amoroso».208
El espacio natural de Granada se nos presenta distinto, recalca Ma-
rio Hernández. La ciudad se encarna en la palabra, «casi omnipresente»
206
Hernández, op. cit., p. 34.
207
Véase por ejemplo la nota al verso «Las plantas bañaré» de la “Gazela x” (Poesías asiáti-
cas puestas en verso castellano por el Conde de Noroña, ed. de Santiago Fortuño, Hiperión,
Madrid, 2003, p. 281.) o la introducción de los Poemas arabigoandaluces.
208
Hernández, op. cit., p. 16
91
en el Diván: agua.209 En la “Gacela del amor que no se deja ver” podemos
notar cómo el carácter externo e interno se abrazan en significaciones
dialogantes, donde un cuerpo pone una corona a otro cuerpo, donde un
cuerpo se abrasó en otro «sin saber de quién era» (“Gacela del amor que
no se deja ver”). Pero la interpretación de Mario Hernández lleva al agua
como representación y símbolo de muerte, quizá resumido también con
los versos: «Granada era una luna / ahogada entre las yedras» (“Gacela
del amor que no se deja ver”). Justamente comenta la conexión con los
poemas de Poeta en Nueva York y Seis poemas galegos: “Niña ahogada en
el pozo” y el “Noiturnio do adoescente morto”.
Su propuesta de edición viene nutrida de las cronologías de Marie
Laffranque, Arturo del Hoyo, André Belamich y la de Daniel Devoto, en
suma ha «reunido el mayor número posible de noticias sobre la génesis
de Diván del Tamarit, sobre todo en lo que se refiere a variantes y crono-
logía».210 Sin ser una edición crítica aporta muchísimas noticias para que
siete años después la complete y mejore Andrew A. Anderson.
Las decisiones de Mario Hernández que nos entrega en su edición
del Diván son: la “Nota junio de 1935”, la “Gacela del mercado matutino”
como apéndice, pues no aparece en el índice del apógrafo; da noticias del
apógrafo de García Gómez y de las capillas tiradas, y el título de «Gacelas»,
y la ya citada cronología»;211 decide «agrupa» sobre «apaga» en la “Casida
de los ramos”. Como se ve que, a quien antepone su edición es a la del edi-
tor anterior, esto es a Arturo del Hoyo, pues García-Posada aún no tomaba
decisiones importantes.
213
Diván del Tamarit, Seis poemas galegos, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, Poemas suel-
tos, ed. crítica de Andrew A. Anderson, Espasa-Calpe, Madrid, 1988. p. 14.
214
Ibid., p. 17. Como ya hemos anotado antes, en la lista de escritores del modernismo
también podemos citar a Francisco Villaespesa, Leopoldo Lugones, Manuel Curros Enrí-
quez, Enrique Díez-Canedo, Rubén Darío, como antecedentes a la onomástica de Lorca.
215
Poemas arabigoandaluces..., p. 63.
216
Diván del Tamarit... ed. crítica de Andrew A. Anderson, p. 17.
93
mentarias a las agrupaciones estróficas, el recurso al estribillo, etc».217 Y sin
embargo sabemos que esos recursos también los comparte la lírica antigua
y los cancioneros del xv al xvii.
En lo que concierne a lo temático, simbólico y metafórico, Anderson
añade que también hay que andar con cautela de sacar conclusiones rápidas
de una «imitación consciente de los poemas arabigoandaluces»218 y que dada
la extensión de la poesía arabigoandaluza, es posible hallar afinidades léxicas
y tópicas. Concluye que el verdadero tema es Granada y el agua, con todo
lo que esto implica: huertas, acequias, torres, valles, ríos, juncos, jazmines,
aljibes y surtidores. Para Anderson, Diván del Tamarit es el libro de poemas
más importante fechado durante los últimos seis años de vida de Lorca: tan
pensado que hay una clara reflexión para la ordenación de los poemas.
Anderson ve una clara diferencia entre las gacelas y casidas: las pri-
meras abordan el tema del amor o cierto aspecto del amor y las casidas se
preocupan por la muerte. Pero advierte que en la bipartición de los poemas
no hay una clara división temática amor/muerte sino más bien «en com-
pleja y trabajada asimilación», citando a Umbral. Hay que sumar a esto el
cambio de nombre de casida a gacela o viceversa en los poemas. Lo adverti-
do por Anderson es el orden de los poemas, donde ve «intención y reflexión
artística por parte del autor»; en efecto, el acomodo de los poemas está
muy bien pensado, como conjunto y como transición de un poema a otro.
El uso de sustantivos y adjetivos en todo el poemario crea una atmósfera
donde el tono parece continuar un enunciado: la «cintura, enemiga de la
nieve» del primer poema se convierte en el adversativo del segundo poema:
«pero no me enseñes tu cintura fresca». Las «turbias cloacas de la oscuri-
dad» del tercer poema remite a la «turbia de plata mala» de la “Casida de las
muchacha dorada”. Sumemos los adjetivos que comparten «noche herida»
y «muchacho herido», «el yeso / de los malos campos», con «malos cielos»,
«malos sueños»; «las rosas buscan en la frente», o la rosa que «buscaba otra
cosa» o los endecasílabos con acento en sexta que comparten además un
valor semántico parecidísimo: «tu boca ya sin luz para mi muerte» y «una
muerte de luz que me consuma»; el inicio del apartado “Gacelas” con «Na-
die» y el cierre del apartado con «se pasea nadie». También aquí Anderson
invita a que pongamos atención a las palabras, pues al reflexionar sobre la
posición final de los poemas “Gacela del amor con cien años” y “Casida de
las palomas oscuras” anota «ambas ostentan una fuerte influencia estilís-
tica popular, y ambas poseen un movimiento, tema o forma que crea un
ambiente marcadamente “finalizador”».219
Sobre los manuscritos advierte que en «determinados casos han
sobrevivido dos versiones manuscritas del mismo poema».220 Su análisis
217
Begoña Molino Prieto, “Aspectos métricos y formales de la tradición poética árabe en
el Diván del Tamarit de Federico García Lorca”, Rhytmica, 11 (2013), p. 158.
218
Diván del Tamarit... ed. crítica de Andrew A. Anderson, pp. 17-18.
219
A. Anderson, op. cit., pp. 21 y 22.
220
Ibid., p. 71.
94
a la materialidad de los manuscritos nos reafirma los grupos en lo que ya
hemos clasificado los ciclos de publicaciones. En holandesas sin filigrana
la “Gacela del amor desesperado”, “Gacela de la raíz amarga”, “Casida de
los ramos”, “Casida de la mujer tendida”, “Casida del sueño al aire libre”,
“Casida de las palomas oscuras” y “Gacela del mercado matutino”; de este
grupo se entrevé las que fueron publicaciones de Héroe (1932) y La Nación
(1933), pero que ahora ya son copias en limpio, así como señalamientos en
tinta azul en la “Casida de la mujer tendida” y “Gacela del mercado matuti-
no” para su publicación en el Almanaque literario; cuartillas bloc, escritos
primeros a lápiz y con correcciones después a tinta encontramos los del
ciclo el Conte Biancamano, esto es: la “Gacela de la muerte oscura”, “Gacela
de la huida”, “Casida del herido por el agua”, “Casida del llanto”, “Casida de
la mano imposible”; holandesa Charta Dantis, “Gacela del amor que no se
deja ver”, “Gacela del niño muerto”, “Gacela del recuerdo de amor”, “Gacela
del amor maravilloso” y “Casida de la rosa”.221
También nos da datos de la copia en limpio que se utilizó como
original para la interrumpida edición de la Universidad de Granada.
Antonio Gallego Burín, Eduardo Blanco-Amor y Emilio García Gómez
fueron los amanuenses. Gallego Burín fue quien más poemas copió, cator-
ce; dos a máquina por parte de Blanco-Amor y cuatro por García Gómez.
Esta información desmitifica y rompe la ligazón común y gratuita de los
nombres Federico García Lorca y Emilio García Gómez. Anderson deja
en claro que las copias en limpio ofrecen «evidentes revisiones posteriores
por parte de Lorca, Gallego Burín y García Gómez».222 Las revisiones apa-
recen a lápiz o a tinta negra y Anderson supone que quizá hayan existido
por lo menos dos revisiones parciales en distintas ocasiones.
Sobre cómo y cuándo cristalizó el libro, A. Anderson pone como
primera fecha el hecho de que antes de septiembre de 1934, o sea antes de
la declaración de Lorca a Emilio García Gómez sobre el homenaje a los
poetas de Granada con una serie de casidas y gacelas; segundo: hasta antes
de diciembre de 1934 no había ningún poema publicado con la designa-
ción gacela o casida. Podemos agregar la importancia del título unificador
ya a finales de diciembre de ese año del título Diván del Tamarit. Anderson
concluye: «todo demuestra que la idea de un ciclo de poemas con títulos
“árabes” debió surgir en el verano de 1934 (junio/julio/agosto/septiem-
bre), más probablemente en Granada».223
221
Ibid., pp. 70-74
222
Ibid., p. 77.
223
Ibid., p. 85.
95
Continuación a la
Recepción crítica de
Diván del Tamarit
E n 1982 y para Círculo de Lectores, el investigador Allen Josephs entrega
una antología poética, con prólogo y notas. En las páginas dedicadas al Di-
ván escribe: «comparten, como muchos de los poemas de Poeta en Nueva York,
un acento personal, interior, y angustiado, pero han perdido el carácter apoca-
líptico o profético con sus correspondientes toques oníricos o “surrealistas”».224
Para él también son una vuelta a Libro de poemas pero sin la «inseguridad téc-
nica de la juventud ni la nota romántica de aquella época».
Al conjuntar los poemas del Diván con los sonetos, le parece que
son «complejos, herméticos, personales y densos, muchos de ellos en
segunda persona, en soliloquios que combinan y recombinan los insepa-
rables elementos del amor y de la muerte».225 Es decir, el apóstrofe señalado
por Auclair y el binarismo repetido de amor y muerte. Los calificativos a
los poemas pasan por el «erotismo morboso», «mezcla tanático-erótica»,
«amor-flamante» y finalmente «innegable autenticidad poética».
Por otro lado, el doctor en literatura, Emilio Barón Palma, ha dedi-
cado estudios no sólo a la poesía de Federico García Lorca sino a la de Luis
Cernuda, Luis Cernuda: vida y obra, también publicada en 1990. Tenemos
que puntualizar que el corpus de su análisis a la obra lorquiana tiene como
base los trabajos de Daniel Devoto de 1976 y el de Mario Hernández de
1981. Agua oculta que llora se divide en tres partes: la génesis del Diván,
«desde las aguas de Granada hasta el proyecto lorquiano (fechable) hacia
1921 de “escribir un gran poema entre oriental y cristiano, europeo, del
agua”»;226 la de la búsqueda de paralelismo entre la poesía de Hafiz, los
poetas arabigoandaluces y –en esto se diferencia de otros– de más autores
árabes traducidos por Emilio García Gómez; por último, una sección de
interpretación, poniendo atención al léxico simbólico del libro, al color
blanco, verde, a las flores, plantas y al agua.
La presencia «casi omnipresente» del agua que había anotado Her-
nández es retomado por Barón Palma, y es que para él Diván del Tamarit es
224
Federico García Lorca, Antología poética, ed. Allen Josephs, Círculo de Lectores,
Barcelona, 1982, p. 59.
225
Ibid., p. 60.
226
Emilio Barón Palma, Agua oculta que llora: el Diván del Tamarit de García Lorca,
Editorial Don Quijote, Granada, 1990, p. 10.
un poema del agua, uno que se inicia desde Canciones, con el tema presente
del adolescente/niña/niño ahogado, y que culmina en el Diván.227 Es el llanto
del rey Boadbil y las aguas de Fuente Vaqueros lo que el crítico ha venido a
unir para crear su interpretación de un libro donde se llora por un amante
perdido, que aparece recurrentemente ahogado en los poemas. Ya Emilio
García Gómez daba con una Granada, donde el agua de acequias, aljibes y
fuentes «la aturden, la ahogan, la despeñan por las cuestas y la transportan,
en su fluir...».228 Pero Barón Palma traza una genealogía desde el río físico,
hasta meditaciones y apariciones del agua en los textos lorquianos.
Emilio Barón Palma ha encontrado paralelismo entre “The Waste
Land” de T. S. Eliot y Diván del Tamarit. ¿Desde dónde? Desde el tema del
ahogamiento, del amante ahogado. Ciertamente hay versos en Eliot don-
de se habla de ello: «With a wicked pack of cards. Here, said she, / Is your
card, the drowned Phoenician Sailor... […] I do not find / The Hanged
Man. Fear death by water», o el poema “Death by water” pero pareciera
un poco arriesgado o forzado hacer tales comparaciones y llegar a tales
conjeturas.229
Agua oculta que llora es el resultado de una relectura de Barón Pal-
ma de un trabajo escrito el primer año de estudiante de doctorado en la
Universidad de Montreal en 1972.230 La propuesta de Barón Palma, en pa-
labras suyas, es interpretar «el último poemario de Lorca, el enigmático
Diván del Tamarit» y sugerir «una posible ordenación de toda su poesía a
partir de las conclusiones obtenidas».231 Es encontrar una narrativa dentro
del libro, esto es «el cuento del poemario: la muerte en el agua de un joven
amado del poeta».232 Ve una importancia narrativa en las gacelas que luego
pierde en la casidas, exceptuando a la “Casida del herido por el agua”, que
cree un resumen de todas las gacelas y que por lo tanto se permite tras-
ladarla al primer grupo de gacelas (esta es su propuesta de ordenación).
Y es que la ligazón de la “Casida del herido por el agua”, por ejemplo con
el “Noiturnio do adoescente morto” de los Seis poemas galegos o las rela-
ciones con el agua son predecibles, pero como he dicho, deberíamos ser
precavidos en conjunciones. Barón Palma pudo sumar el apóstrofe como
recurso retórico, la recurrencia de la segunda persona para dar carácter a
tal «amado», pero su análisis se inclina más a la interpretación.
Barón Palma se repite con la crítica anterior en llamar al Diván como
el «poemario más bello y difícil de Lorca, […] se caracteriza ante todo por
227
Ibid., p. 27.
228
A. Anderson, op. cit., p. 187.
229
Véase su estudio T. S. Eliot en España, Universidad de Almería, Almería, 1996, p. 19.
230
Francisco Lira, “Entrevista a Emilio Barón: escritor, poeta y profesor universitario”, en
La poesía de Emilio Barón, ed. Ana Belén León Marco, Editorial Universitaria de Almería,
Almería, 2012, p. 139.
231
Pedro M. Domene, “La soledad, la lluvia y los caminos de Emilio Barón”, en La poesía
de Emilio Barón Palma..., p. 96.
232
Barón Palma, op. cit., p. 49.
100
su densidad y su hermetismo, se trata de una poesía que ejerce un fuerte im-
pacto emocional y que, al mismo tiempo, no se deja prender fácilmente en
las mallas de la intelección, del análisis crítico».233 Hemos visto, en la prime-
ra parte de este trabajo recepcional, cómo ante el análisis esas aparentes
dificultades han sido dejadas de lado, desde el examen silábico, métrico,
rítmico, o con Concha Zardoya, metafórico. En resumen, lo que quie-
re entregarnos Barón Palma es un ensayo literario, «una visión inusitada
(e inesperada) de la obra estudiada. Algo tan llamativo o sugerente que
incite a releer ese autor o esa obra como una obra nueva».234
El siguiente libro de la recepción crítica es de Candelas Newton,
Lorca, una escritura en trance, Libro de poemas y Diván del Tamarit de
1992; trabajo que he podido revisar parcialmente desde Google books, y
que amplío con dos reseñistas. El corpus para su análisis es el material bi-
bliográfico de la edición de Anderson; el «amado», visto por Barón Palma,
vuelve a aparecer pero sin concreción: «en constante proyección hacia el
amado sin nunca abarcarlo».235 Porque a esta aspiración vital la muerte
con su inevitable rostro vuelve a aparecer.
Aquello que ha repetido la crítica del Diván como regreso o retorno
desde Candelas Newton se analiza de un lugar opuesto: Libro de poemas
frente a Diván del Tamarit, en «dos “dramatizaciones” extremas de una
experiencia existencial: desde el final de una infancia feliz, la pérdida de
la inocencia y el descubrimiento de una “sexualidad divergente” hasta el
desgarrado mundo de un adulto que se sabe condenado por las leyes de
la normalidad social, y, sobre todo, por las de la ortodoxia religiosa».236
A esta labor de oposición se suma una segunda, la del lenguaje, la de los
términos formales, pues mientras en Libro de poemas el lenguaje funciona
como «transmisión de contenidos subjetivos» y la poesía como «captación
directa de la realidad», en Diván del Tamarit sería «expresión autónoma,
sostenida por la propia materialidad del lenguaje».237
El lector puede encontrar referencias a trabajos anteriores como
el de Jorge Guillén en las palabras de Newton: «Diván del Tamarit reúne
una serie de once gacelas y nueve casidas dentro de los contornos de un
jardín, el de Tamarit, y por extensión, el del mundo como locus existen-
cial. El sujeto lírico se sitúa en medio de los elementos cósmicos (agua,
aire, tierra, fuego), traídos por él al ámbito circundado del jardín, y con
los que establece su juego poético».238 Se trata de un trabajo donde térmi-
233
Ibid., p. 31.
234
Rafael Vargas, “Entrevista a Emilio Barón y selección de su poesía...”, en La poesía de
Emilio Barón..., p. 145.
235
Candelas Newton, Lorca, una escritura en trance Libro de poemas y Diván del
Tamarit, John Benjamins, Amsterdam/Philadelphia, 1992, p. 124.
236
Luis F. Cifuentes, “Lorca, una escritura en trance. Libro de poemas y Diván del
Tamarit”, Nueva Revista de Filología Hispánica, 1 (1996), p. 250.
237
Newton, op. cit., p. 9.
238
Ibid., p. 121.
101
nos como «ambivalencia», «agonía» o «espacio existencial sin realización»
son desarrollados en su demostración. La revisión al primer punto se lo-
gra, pero no el segundo, pues sólo se leen algunos «enunciados perentorios
y dispersos», es un «triunvirato de premisas», una «laboriosa cristología»,
en palabras de Luis F. Cifuentes.239
Es Antonio F. Cao quien en su reseña del libro de Newton amplía lo
de la cristología, por ejemplo cuando habla de la “Casida de la muchacha
dorada”: «la luna está considerada, en parte, como uroboros, que en la con-
cepción de Jung va como Cristo a autorregenerarse y autoinmolarse, proce-
so que se perpetúa con la comunión eucaristía».240 Finaliza el reseñista en el
elogio, calificando al libro como una obligada lectura para los estudiosos de
Lorca, ya que el análisis «ilumina la obra total del poeta».
Antonio Ferrera Comesaña publica su libro Federico García Lorca:
vida, obra y muerte. Es interesante la advertencia en el prólogo de que se
trata de un trabajo sistemático y bien construido. Pero apenas entramos a
las páginas dedicadas al Diván, encontramos la titulación arbitraria de “Ga-
cela del amor matutino” en vez de la correcta “Gacela del mercado matuti-
no”; también incurre en afirmar que en el Almanaque (1935) se publicaron
la “Gacela del amor imprevisto” y “Este pichón de Turia que te mando”, que
es el soneto después llamado “Soneto gongorino en que el poeta manda a
su amor una paloma” y que pertenece al libro de sonetos.
En ese intento de ligar la poética de Lorca con Oriente vemos el
comentario a poemas de Hafiz y la escritura lorquiana. Los intentos que
hemos visto sólo se quedan en el léxico y en algún giro sintáctico, y como
ya se ha anotado con Anderson, dada la extensión de la poesía arabigoan-
daluza, es posible hallar afinidades léxicas y tópicas. Las composiciones
del Diván, anota Ferrero Comesaña, son concluyentes «que por su den-
sidad y poder de sugestión, un fuerte impacto emocional producen […]
venían a completar –por decirlo de alguna manera– el ciclo de su poesía
erótica en la más noble acepción de la palabra».241
Su estudio se centra en Diván del Tamarit, Sonetos oscuros [sic] y
Suites. Así que su ensayística va pasando de un libro a otro, de un poema
a otro con plena libertad. Nos dice cómo la crítica suele «resbalar sobre el
conjunto del Diván tal vez porque su dificultad estriba principalmente en
la originalidad, en la novedad de sus metáforas. Acaso también, porque sin
el carácter homosexual que emana de los versos (excepto en la “Casida de
la muchacha dorada”), no fácil resulta su comprensión».242 En resumen,
el libro de Comesaña, lleno de inconsistencias y permitiéndose muchas
“licencias literarias”, en vez de iluminar la obra lorquiana nos entrega
turbiedad.
239
F. Cifuentes, op. cit., p. 251.
240
Antonio F. Cao, Hispanic Review, 3 (1994), p. 445.
241
Antonio Ferrera Comesaña, Federico García Lorca: vida, obra, muerte, Muñoz Moya,
Sevilla, 1996, p. 199.
242
Ibid., p. 202.
102
Francisco Umbral escribe en 1968, para la Biblioteca Nueva, Lorca,
poeta maldito; hay una segunda edición para Bruguera en 1978; cito en esta
revisión desde la edición de Planeta de 1998. Umbral advierte rápidamente,
por el título, que «poeta maldito en función de su emparentamiento, cada
vez más hondo y consciente o inconsciente, con las que convendremos
en llamar fuerzas del mal»,243 es decir, una genealogía que busca sacar
desde «las últimas habitaciones de la sangre» aquella fuerza creativa del
duende lorquiano. Aquello que tiene sonidos oscuros o el daimonismo
de Andalucía viene a enrarecer la poética de Lorca y lo acerca al sueño
y al misterio.
Precisamente para Umbral la muerte y el sueño llegan a «reteñir
la realidad o a contrastarla desventajosamente, de modo que podemos ir
siguiendo progresivamente en la obra de Federico esta crecida lenta e
inexorable de las aguas del sueño y de la muerte por las laderas de la vida,
hasta los poemas fúnebres de Diván del Tamarit».244 Poemas fúnebres por-
que para él Diván del Tamarit carece de movimiento, es agua estancada.
Su análisis incluye el subjetivismo lírico: «lirismo objetivo es el que
ve de fuera a dentro o de dentro a afuera. Lirismo subjetivo es el que ve
de dentro a más adentro», por lo tanto, escribe, la «poesía objetiva se hace
con metáforas exteriores racionales y razonables –aun dentro de toda su
posible sorpresa expresiva–, y la poesía subjetiva se hace con metáforas
interiores, irracionales, irrazonables muchas veces».245 Y aunque Lorca
sea para él un poeta de la descripción o de la narración, su metaforismo
es siempre interno, o sea «el drama que describe no es tal drama sino la
dinamización exterior de su tragedia interior». Lamentamos que no dé
ejemplos con versos de García Lorca.
Liga también al Diván con los Sonetos del amor oscuro, poniendo
énfasis en el tono de amor oscuro, pero porque no hay luz, «tu boca ya
sin luz para mi muerte», pero ya hemos visto con Eiche que más que
oscuro estamos ante un tipo de muerte. Lo que hace Umbral es poner
atención a los sintagmas «noche herida» y «oscuros planetas» (“Gacela
de la terrible presencia”), «turbias cloacas de la oscuridad» (“Gacela del
amor desesperado”), «sombra violeta de mis manos» (“Gacela del niño
muerto”), «muro de malos sueños» (“Gacela del recuerdo de amor”); yo
preferiría inclinarme hacia la noche, hacia ese espacio nocturno, donde
«sobra todo lo demás». Junto a la noche, las menciones del viento, el aire,
y el llanto, vemos esa marcada reutilización de tópicos orientales para
completar su libro.
Fernando Lázaro Carreter explica de dónde viene este sintagma del
amor oscuro: «Oscuro fue desde sus orígenes míticos, cuando del Caos
nacieron la Noche y el Erebo, aquel reino de la lobreguez. La Noche de
alas negras –Aristófanes lo explica– depositó un huevo nacido del viento
243
Francisco Umbral, Lorca, poeta maldito, Planeta, Barcelona, 1998, pp. 85 y 86.
244
Ibid., p. 88.
245
Ibid., pp. 102-104.
103
en el seno del Erebo, y de tal horror surgió Eros: oscuro pues, desde su
nacimiento».246 Y continúa «Ya Poliziano lo llamó así. Los “demones” de
la Venus vulgar, explicaba el neoplatónico Masilio Ficino en el siglo xv,
provienen de una aire craso y turbio, por lo cual mantiene a los hombres
“nebulis amoris obcecati”, cegados por las brumas del amor. León Hebreo
puntualizaba que la pasión erótica se engendra en la cara “escura” del
alma; ese amor carece de “propia luz”, “deja la luz por la sombra”, “sigue
umbrosas imágenes” y “se anega en el agua turbia”. Petrarca mismo, ena-
morado confesará “che’l nostro estato è inquieto e fosco”».
Umbral llama a Diván del Tamarit «su primer libro de amor». Pues
aquello que ha sido presencia permanente, el erotismo, deja paso al amor
y éste, a su vez, va dejando el paso a la muerte. Movimiento de lo erótico a
lo amoroso y a la muerte, acotando que a «lo largo de la casi totalidad de
su obra, es un poeta erótico, casi nunca un poeta amoroso».247
Define al Diván como «el libro más confesional de Lorca y el
más puramente lírico, subjetivo. […] ¿Y qué es lo que hay en su lirismo
subjetivo, intimista, confesional? Muerte y sólo muerte para decirlo con
palabras suyas. […] Así pues, Diván no es un libro funeral, mortuorio,
porque tenga presagios de la muerte cercana, como se ha venido soste-
niendo novelescamente. La muerte no le viene del futuro, sino del pasado.
La muerte la traía Lorca consigo al Tamarit».248 Llama a esta permanencia
el mal, el misterio, el drama, la pena existencia, la angustia andaluza, cosas
inherentes en la obra de García Lorca.
Quizá las líneas más citadas del estudio de Umbral son éstas:
posible enunciado posterior». (“El ensayo fragmentario”, en Mujeres maximalistas, ed. Rosa de
Diego, Lydia Vázquez, Univessitat Jaume, Castellón, 2005, p. 16.)
251
Pedro Guerrero Ruiz y Veronica Dean-Thaker, Federico García Lorca: el color de la
poesía, EDITUM, Murcia, 1998, p. 129.
252
Ibid., p. 134.
253
Jesús Arias, “Un poema presentado como inédito provoca controversia”, El País, 26 de
mayo de 1998, recurso digital: https://bit.ly/2FhI6n6
254
Andrés Soria Olmedo, Federico García Lorca, Eneida, Madrid, 2000, p. 42.
105
al “amor oscuro”, y dada la extensión de los poemas, el Diván del Tamarit
no sea un libro de sonetos» (Javier del Prado Biezma);255 «libro posterior
[…] en el que la arqueología filológica de García Gómez en la lírica ará-
bigo-andaluza sirve de ocasión para embridar sus versos y producir unos
poemas excepcionales, entre los mejores en el idioma» (Julián Jiménez
Heffernan);256 «hay en este libro una asimilación más profunda de metros
como el endecasílabo y de formas desprestigiadas como el soneto. Allí está
el García Lorca más desnudo y más hondo que yo haya leído jamás. Tal
vez, después de Shakespeare, no había habido tal matrimonio feliz entre la
acción dramática y la reflexión lírica» (Hernán Bravo Varela).257
Sin embargo, es Encarnación Sánchez García la que da nuevas se-
ñas, por ejemplo, de la poca atención prestada a Diván del Tamarit. Esto
tendría que ver con tres cosas: el éxito de Federico García Lorca como
autor de teatro y su éxito en España y en América acapararía la crítica des-
viando su atención a este libro; la complicada historia textual del libro y
por último «la dificultad intrínseca que presenta el intento de desentrañar
el modo en que una tradición hispánica no romance se injerta en la obra
romance de una poeta del siglo xx».258
Quisiera concluir este estudio con la última revisión que ha anotado
Andrew A. Anderson sobre el libro lorquiano, en el que ya no habla de
libro sino de colección de poemas: «se puede apreciar, pues, que el orden
en el que aparecen los poemas en el libro no configura ninguna anécdota
cronológica ni una deliberada progresión temática eslabonada, aunque sí
evidencia cierta diferenciación –aunque no absoluta– entre las once “Ga-
celas” generalmente más amorosas y las nueve “Casidas” en su mayoría
más metafísicas».259
255
Javier del Prado Biezma, “Paroxismo amoroso y preciosismo en los Sonetos del amor
oscuro”, Versants, 58 (2011), p. 133.
256
Julián Jiménez Heffernan, “Poesía española (1900-1939)”, Historia de la literatura.
El mundo moderno: 1914 hasta nuestros días, Akal, Madrid, 2004, t. 6, pp. 289 y 290.
257
Hernán Bravo Varela, “Matrimonio feliz entre la acción dramática y la reflexión lírica”,
en Luvina, revista literaria, 45 (2006), p. 89.
258
Encarnación Sánchez García, “Lorca y la tradición clásica andalusí: el Diwán del Tama-
rit”, La memoria e l’invenzione..., p. 9.
259
Andrew A. Anderson, “Diván del Tamarit”, Poéticas, 2 (2016), p. 10.
106
Conclusiones
L a conformación de Diván del Tamarit puede rastrearse desde agosto
de 1931 hasta febrero de 1936; o sea que está en plena convivencia
con los otros proyectos de teatro y poesía de García Lorca, fechados en la
etapa de su madurez lírica y dramática. En esta exposición, se dejó paten-
te las relaciones con la obra Así que pasen cinco años, con los Sonetos del
amor oscuro o con la conferencia “Cómo canta una ciudad de noviembre
a noviembre”. Asimismo, los cambios registrados en los títulos y versos de
Diván del Tamarit son el resultado de la relación con los editores que pu-
blicaron los poemas, en los que Lorca pudo insertar cambios; estos «ciclos
de escritura» revelan parte del proceso editorial de la construcción del
libro; el primer ciclo quedó claro con la relación de Federico García Lorca
y el matrimonio Concha Méndez y Manuel Altolaguirre, en cuya revista
Héroe se publicaron los primeros tres poemas.
En estas reescrituras a sus poemas, parece que García Lorca vuelve
a ver sus impresos y manuscritos y crece en él ese «anhelo de superación
y rigor autocrítico» que anotó Concha Zardoya; y ya que puede volver a
imprimir sus poemas deja allí una huella escritural. El paso del proyecto
Poemas para los muertos a Tierra y luna y luego a Diván del Tamarit nos
demuestran un titubeo que fue desapareciendo conforme escribía y publi-
caba los poemas. Las revisiones a los cambios de versos y títulos iluminó
partes del sistema creativo de reescritura lorquiana y, en ese sentido, una
uniformidad que signa el libro, por ejemplo en la conservación de fenó-
menos fonéticos a la hora de reescribir, como el verso tercero de la “Casida
del sueño al aire libre” o la reescritura del verso de la “Casida de la rosa”.
Y, en ese sentido, la crítica literaria que ha visto al libro como incompleto
puede ver en estas características un contraargumento.
Llamé «resemantización» no solamente al cambio de título en los
poemas, sino a la operación que busca que prevalezca una atmósfera léxi-
ca y estilística. Puse como el mejor ejemplo de la reescritura lorquiana el
análisis de la “Gacela de la raíz amarga”, en la que se manifiesta una síntesis
de las reescrituras: los versos «Ni la mano más pequeña / quiebra la raíz
del agua», «Ni la mano más pequeña / abre la puerta del agua» y finalmen-
te «Ni la mano más pequeña / quiebra la puerta del agua».
El segundo ciclo escritural ocurre durante el regreso de Argentina
en el barco Conte Biancamano, entre el 4 y 5 de abril de 1934. Es el poema
“El llanto”, versión primera de la “Casida del llanto”, la que se publica en
la Antología (1934) de Gerardo Diego; este poema nos ayudó a resaltar las
«materialidades sonoras» del poema (la escucha del llanto, el canto de los
ángeles, el ladrido de los perros, el viento y el violín), y además nos sirvió
para entrar a lo que la crítica ha llamado «neopopularismo», es decir, una
métrica nada rebuscada, medidas populares sencillas y el uso de la tri-
membración en las estrofas.
La revisión de “Casida de los ramos”, publicada el 26 de diciembre
de 1934, dejó explícita dos cosas, el topus Tamarit y el nombre del poe-
mario al pie del manuscrito; nos sirvió también para analizar el sentido
semántico entre «agrupar» y «ahuyentar» y valorar como errónea la lec-
tura «apagar» y «ahuyentar»; además reveló el paralelismo fonético de los
versos «Sentados con el agua en las rodillas / dos valles aguardaban al
Otoño»; y lo más importante, dejar en claro que en este diciembre Lorca
titula de forma explícita el libro en declaraciones en periódicos y entrevis-
tas sobre su producción poética.
Las lecturas de Diván del Tamarit, desde la recitación de uno de los
poemas o la lectura del libro completo, medían el gusto o el rechazo de
su obra, le servían como termómetro para ver qué era lo necesario que
debía reescribir. Por otro lado, las declaraciones en entrevistas mostraron
cómo la pasión de Lorca por compartir su obra empieza a disminuir, y, en
ese sentido, cómo empezó a buscar nuevos caminos editoriales, ya que la
edición con la Universidad de Granada quedaría interrumpida. Al visitar
el trabajo de Merlo Calvente vimos que el culpable del retraso no fue la
Guerra Civil en España como se ha venido repitiendo, sino que quedó en
decisiones de Antonio Gallego Burín que retrasó la publicación.
Genaro Estrada, Eduardo Blanco-Amor, Jorge Guillén, Tomás Gar-
cés, Pablo Suero y muchísimos amigos más fueron quienes presenciaron
la lectura del poema o incluso la génesis. Es en septiembre de 1934 cuando
ocurre la famosa lectura de Yerma en la que están Emilio García Gómez y
Antonio Gallego Burín quienes se comprometerían a escribir un prólogo
y a editar el libro para la Universidad de Granada. El prólogo se escribió
y un boletín anunciaba el número de cuadernos literarios que con-
tendría las Gacelas del Tamarit. Sin embargo, el desaliento de García
Lorca por no ver su obra publicada se evidencia en la entrevista del 2 de
abril de 1936, donde para La voz declaraba: «Tengo cuatro libros escritos
que van a ser publicados: Nueva York, Sonetos, la comedia sin título y
otro». Las cuartillas del libro de la edición interrumpida fueron recupe-
radas a través de Eduardo Rodríguez Valdivieso que serían con las que
trabajarían después Francisco García Lorca y Federico de Onís en Revista
Hispánica Moderna.
El tercer ciclo de escritura se inaugura con el Almanaque literario:
cuatro poemas que se publican ya con la designación de «casida» y «gace-
la». Y aunque pareciera palabras que por vez primera aparecen en la lírica
española, en el estudio vimos que exponentes de primera fila como Rubén
Darío ya las incluían en su obra. En los autógrafos de los poemas de Lorca
110
se manifiesta el uso de «kasida» sobre «casida», uso preferido seguramente
por los editores.
El análisis a la “Gacela de la huida” y la “Casida de la mujer tendida”
nos reveló el sistema rítmico en los versos; esto ayuda para agregar argu-
mentos rítmicos en la decisión de editar un verso de tal o cual manera.
Encontramos en estos poemas los mecanismos de movimientos dialógicos
de oposición y de paralelismo. Hallamos también la relación de García
Lorca con la muerte, ya no desde su poesía sino a través de un recuerdo de
infancia con la relación de estar tendido con los pies a la vista.
He puesto argumentos para la inclusión de la “Gacela del mercado
matutino”dentro del conjunto, no sólo por aparecer con otros poemas en
el Almanaque, sino por poseer rasgos estilísticos unificadores con los de-
más poemas del Diván: el verso «sufrir tus muslos», resultado además de
la gradación semántica del estribillo; la republicación del poema en tres
ocasiones, rasgo que veo como una manera editorial de desmarcarse del
proyecto frustrado con la Universidad de Granada.
La “Casida de la rosa” se muestra como el resultado de la reflexión
sobre la materia poetizable y una propuesta lírica de la eternidad de la rosa
frente a su caducidad que se repite en casi todos los poemas de la tradición
en lengua española. La revisión a la materialidad del manuscrito del poe-
ma lo liga con otros donde existe una preocupación métrica. En términos
de edición, se nos aparece un Miguel García-Posada que oscila en decisio-
nes textuales de una edición a otra.
“Gacela de la terrible presencia” reveló la relación de América y Es-
paña a través del embajador Genaro Estrada y dos publicaciones: Segundo
Taller Poético y Revista Universidad y quizá la edición Poemas póstumos.
Canciones musicales. Diván del Tamarít [sic]; su revisión a las variantes
reveló a Miguel García-Posada que eliminaba una metáfora y, otra vez,
oscilaba en decisiones textuales. Si el primer poema del Diván inicia con
un «Nadie» es preciso que el segundo poema se levante y diga «Yo quiero».
Finalmente “Gacela de la muerte oscura” es el último poema publicado del
ciclo Diván del Tamarit y nos reveló el mecanismo del velamiento: pasar
de un «él» a un «todos», abierto y generalizador.
Por otro lado, la recepción de la obra lorquiana puede rastrarse desde
la publicación del Almanaque literario, cuyas primeras reseñas aludieron a
«poemas orientales». Gerardo Rivera, Luís Ardilla y Eduardo Blanco-Amor
fueron quienes discutieron primeramente sobre los méritos y desméritos
de esta publicación, unos desde el reclamo o la mera acrobacia y parano-
masias entre «diván» y «devaneos» u «occidental» y «accidental». Domnita
Dumitrescu al unificar los «vocablos-tema» en Diván del Tamarit reveló lo
que la crítica abundaría de manera explícita o implícita desde el inicio, que
ligaba Diván del Tamarit con el Der west-östliche Divan de Goethe.
Luego de la muerte de García Lorca, Guillermo de Torre fue quien
se dio a la tarea de juntar su obra y editarla para la editorial Losada en
Argentina en 1938. En el tomo seis apareció El Diván del Tamarit; los
poemas que no se incluyeron en este apartado, por no tener las desig
111
naciones «casida» y «gacela», pasaron al apartado Poemas varios. Esta
edición, frente a la estadounidense de Revista Hispánica Moderna edita-
da por Francisco García Lorca y Federico de Onís, presentó uno de los
tantos problemas textuales, que devino en diferentes lectura en la recep-
ción de la obra. Los críticos leyeron una u otra edición y así se formaron
un juicio, calificando al conjunto como incompleto o sencillo: es el caso
de Ángel del Río que revisó ocho poemas o el caso de María Teresa Ba-
bín que a lo largo de la reimpresión de sus estudios, seguía con la misma
edición frente a sus ojos.
Dámaso Alonso, Jorge Guillén y Luis Cernuda dedicaron estudios a
la obra lorquiana donde el carácter español, el estudio de los jardines o la
métrica viene a definir Diván del Tamarit. Se suma al comentario crítico
Ángel del Río, que pone sobre la mesa mucho de lo que será recurren-
te después: la imitación de los poetas árabes, el elemento lúdico en sus
poemas con una plenitud en la versificación que las hace sencillas, y la
vuelta a lo floklórico y tradicional. Las notas críticas y poemas siguieron
apareciendo en Latinoamérica; es el caso de Revista Universidad o Segun-
do Taller Poético, con líneas que anunciaban la noticia de la muerte del
poeta granadino. Es hasta los años cincuenta que en España comienzan a
aparecer estudios serios sobre la obra de García Lorca, pues el tabú hacia
el poeta asesinado comenzaba a disminuir.
Uno de los pasos en la conformación y edición del corpus lorquiano
fue la propuesta de Arturo del Hoyo para la casa editorial Aguilar en 1954.
Aquí se añade la “Gacela del mercado matutino” al corpus; la propuesta de
Arturo del Hoyo es una oscilación entre la edición de Guillermo de Torre
y Revista Hispánica Moderna. Así, pues, con un corpus más completo los
comentarios se siguen sumando; Guillermo Díaz-Plaja añade como revi-
sión la metáfora lorquiana en plena ligazón con la poesía arabigoanzaluza
(Jaroslaw M. Flys y Concha Zardoya llevarán más lejos el análisis metafó-
rico). Asimismo, es él quien empieza con la distinción entre «casidas» y
«gacelas» y quien pone sobre la mesa el término «neopopularismo» que se
puede ligar con los estudios de métrica y el «verso libre de base tradicio-
nal» que estudiará Isabel Paraíso.
Más adelante, Jaroslaw M. Flys centra sus estudios en los temas
estilísticos, especialmente en la metáfora, posicionando la de Diván del
Tamarit entre el Romancero gitano y Poeta en Nueva York, con calificativos
como «metáforas preciosas» o «composiciones impresionantes». En este
mismo sentido, y en la misma editorial, vimos cómo Christoph Eich revela
otro tipo de muerte en Diván del Tamarit: la muerte clara. Y puesto que
Lorca es un poeta diverso, es claro que también la muerte poseería distin-
tos rostros en su poética.
Por otro lado y a pesar de haber contabilizado 21 poemas en
su lectura del Diván, Jean-Louis Schonberg y Alfredo de la Guardia se
quedan en la crítica parcial, pues se centran más en el hombre y su homo-
sexualidad que en el texto. (Carlos Blanco Aguinaga que reseñó el libro
sentencia lo convencional de sus interpretaciones.) Alfredo de la Guardia
112
enfatiza la cuestión de la problemática textual de las composiciones de
Diván del Tamarit.
Los editores modernos marcan una nueva pauta en los análisis: se
centran en los manuscritos, su materialidad y en el análisis de variantes,
en una anotada cronología. De ellos, Miguel García-Posada de una edi-
ción a otra, en vez de uniformar las ediciones no entrega desequilibrio y
vacilación. El prólogo de Emilio García Gómez por fin se añade al libro
en la edición de Miguel Hernández y se reanima la alquimia textual que
no pudo ver García Lorca. Los calificativos al conjunto son ya de plena
madurez y como uno de los grandes libros de poesía europea del siglo xx.
Andrew A. Anderson es quien hace la edición crítica más completa
de su tiempo. Traza una genealogía física, histórica y geográfica con el
transfondo árabe y sabe que hay que tener cuidado con las conclusiones
rápidas que las vinculen, pues dada la extensión de la poesía arabigoanda-
luza es posible encontrar afinidades léxicas y tópicas. El verdadero tema
del Diván del Tamarit para A. Anderson es Granada: huertas, acequias,
torres, valles, ríos, juncos, jazmines, aljibes y surtidores.
Justamente, es el agua lo retoma Emilio Barón Palma como tema
de Diván del Tamarit. Su análisis se centra más en la interpretación, en la
búsqueda del relato de la muerte en el agua de un joven amado del poeta
y, en ese sentido, traslada la “Casida del herido por el agua” al primer gru-
po de gacelas por encontrarlas más narrativas que las casidas. También el
trabajo de Candelas Newton se centra más en el análisis simbólico pero
recurriendo a temas despachados como el de los jardines que hiciera Jorge
Guillén en 1946.
Francisco Umbral también trabaja el tema del agua, pero desde el
estancamiento. Para él Diván del Tamarit es el libro más confesional y pura-
mente lírico. Lo distintivo de su argumentación es el movimiento que hace
de lo erótico, a lo amoroso y a la muerte. Y es que estamos en los poemas
ante la ausencia de movimiento, casi no hay verbos en algunos versos y pa-
reciera usarse como argumento para las ideas de Francisco Umbral.
En conclusión, la visión de un libro incompleto responde a una
lectura parcial del libro, es decir, a la edición primera de Guillermo
de Torre. Hay en el acercamiento a Diván del Tamarit el resaltamiento de
las palabras «Tamarit», «casida» o «gacela» que distraen del poema me-
ramente lorquiano; digo lorquiano porque durante el análisis uno se da
cuenta cómo Lorca se revisa a sí mismo para modificar con una sola pala-
bra todo el contexto del poema. Las lecturas públicas ante amigos le daban
la impresión de una primera recepción de su obra. Las palabras que ha
dicho Lorca sobre hacer un homenaje a los poetas de Granada ha quedado
perpetuándose y la crítica superficial las recupera como mármol macizo
difícil de cambiar. Las revisiones aquí no han hecho sino tratar de horadar
esta nominación para darle su verdadero valor al libro.
El libro es un despliegue de la madurez lírica de Lorca: aparición
del yo, como sujeto enunciador y el tú como apóstrofe. Los estudios no
se quedan en la superficialidad de imitación de poesía árabe y andaluza
113
sino que entran en el estudio pleno de la metáfora y de la métrica, de la
colorística; los temas ya no son el amor y la muerte, sino Granada, el agua,
la agonía. El diálogo que registra Diván del Tamarit con otras obras nos
entrega a un García Lorca prolífico, uno que tenía muchos trabajos en el
tintero, que aprecia que los trazos de una obra pueden repetirse en otra.
Lo primero que me inquietó durante las primeras lecturas de Diván
del Tamarit fueron los nombres «casidas» y «gacelas». Creía que si analiza-
ba rítmica y metafóricamente podía hacer una clara distinción entra una y
otra. Fue gracias a las ediciones críticas que pude ir registrando parte del
sistema escritural de Lorca. Creo que lo he he hecho en este trabajo es pro-
poner una manera de leer estas ediciones, y poner argumentos creativos
para justificar las variantes textuales de una edición a otra.
114
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1973.
Zardoya, Concha, Poesía española del siglo xx, 4 t., Gredos, Madrid, 1974.
122
Anexos
•
Andrew A. Anderson ha dicho sobre este poema, refiriéndose a los versos finales «la
sangre de tus venas en mi boca, / tu boca ya sin luz para mi muerte»: «No nos sorprenderá
demasiado si encontramos que la vinculación íntima de besar, morder la boca, la sangre,
la vida y la muerte ocurra varias veces en la poesía tardía de Lorca. Llamamos poesía
tardía aquella de los años 33 al 36 y, acaso, aquella que no se llegó a publicar en vida del
poeta».
Podemos agregar argumentos a la bien vista relación con la boca de la que habla
Anderson ayudados de la fonética. La eme y la ene, bilabial y labiodental, están presenten
en todo el poema.
125
•
“Canción”, Héroe, núm. 2, 1932. Catálogo en línea.
126
•
[Sin título], Héroe, núm. 5, 1933.
127
•
“Poema”, Héroe, núm. 6, 1933.
128
•
“Aire de amor”, en “Poemas póstumos”, Sur, año vii, núm. 34, 1937.
129
130
131
132
133
134
•
“Aire de amor”, en “Los poemas póstumos de Federico García Lorca” (Gastón Baquero),
Verbum, año i, núm. 3, 1937.
135
136
137
138
139
•
Almanaque literario, Editorial Plutarco, Madrid, 1935.
140
141
142
143
144
•
“Un poema de Federico García Lorca” (Eduardo Blanco-Amor), Heraldo de Madrid,
7 de febrero de 1935. (Detalle).
145
•
“Casida de la rosa”, Noreste, año iv, núm. 12, 1935 (Detalle).
146
•
“Caída [sic] de la rosa”, en Federico García Lorca. Antología, sel. y prólogo de María
Zambrano, Panorama, Chile, 1937.
147
148
•
“Gacela de la terrible presencia”, Segundo Taller Poético, 1936.
149
150
151
•
Homenaje de escritores y artistas a García Lorca (Norberto A. Frontini), Porter, Buenos
Aires-Montevideo, 1937.
152
153
154
155
156
157
158
•
“Un recuerdo de Federico García Lorca, cómo nació un libro inédito, El diván del Tama-
rit” (Eduardo Blanco-Amor), Ensayos, 16 (1937).
159
160
161
162
163
164
165
166
167
•
Diván del Tamarit y Poemas varios, en Obras completas (Federico García Lorca),
ed. Guillermo de Torre, t. vi, Losada, Buenos Aires, 1938.
168
169
170
171
172
•
Ibídem. pp. 169-176.
173
174
175
176
177
178
•
Ibídem. pp. 187-198.
179
180
181
182
183
184
185
186
187
188
189
•
Ibídem. pp. 213-215.
190
191
192
•
“Obras Inéditas.” en Revista Hispánica Moderna, vol. 6, núm. 3/4, 1940, pp. 307–314.
JSTOR, www.jstor.org/stable/30201237.
193
194
195
196
197
•
“¿Que obras prepara usted? Cien autores contestan a nuestra pregunta”, en el Heraldo
de Madrid, jueves 17 de enero de 1935, edición de la noche, año xlv, núm. 15.270.
pp. 4-5. (Detalle).
198
Construcción y recepción crítica de Diván del Tamarit se imprimió
en la Ciudad de México. •Para los interiores se utilizaron las familias
tipográficas Minion Pro, Adobe Caslon Pro y A song for Jennifer.•
•†•
Al cuidado Editorial:
Viridiana Ambriz y Lázaro Tello
•†•
Mayo de 2019