Poemas Daniel Montoya

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Mandarino

Daniel Montoya

Amargord, 2019

Mandarino es el primer poemario de


Daniel Montoya. Está inspirado en la
muerte del abuelo, una figura impor-
tante para Montoya cuando era niño.

“El libro está conformado a partir de


las cabañuelas, que es la manera en la
que los campesinos, basados en los
primeros días de enero, organizan sus
cosechas. Mi abuelo las hacía todos
los años. Luego están también ins-
trucciones para preparar el tinto,
recoger mandarinas, obtener agua de
la tierra y zocar los cultivos”, explica
el escritor.

“En gran parte la estructura de valo-


res que me conforma ahora son los
suyos. Sin embargo, no podría decir
cómo generó aquello en mí. Cuando murió, la sensación de haber perdido algo
mucho mayor a la idea de abuelo me invadió. Sentí que se desvanecía una ma-
nera de vivir y que toda la configuración que había hecho sobre lo que soy se
perdía con él. Cuando intenté recordar conversaciones que tuvimos no pude,
probablemente porque no existieron. Este libro, a la larga, no es más que un
esfuerzo por entendernos. Entenderlo a él y entenderme a mí. Ese amor tan
íntimo y tan poco público que nos tuvo. Entender sus gestos, tan poco articula-
dos en el habla, con el que nos entregó todo lo que él consideraba necesario
para poder seguir con nuestras vidas una vez el no estuviera”.

Montoya se trasladó a Madrid en 2016, cuando comenzó el taller de poesía de


Luis Luna en la Escuela de Escritores de Madrid. Luna se interesó por su traba-
jo y lo presentó con la editorial Amargord.

“Les presenté algunos poemas que les gustaron, pero aún tenía muy pocos.
Estuve trabajando un año y les entregué el manuscrito completo. Les gustó y de
ahí en adelante ponernos de acuerdo no fue difícil”, cuenta el escritor.

El autor: Daniel Montoya (Bucaramanga, Colombia, 1985)

Daniel Montoya es politólogo y periodis-


ta. Ha escrito para diferentes medios
cubriendo temas del conflicto armado
colombiano. Fue asistente de producción
del programa Club de Prensa en NTN24,
desde Washington D.C.

Asistió al taller de poesía de Luis Luna en


Escuela de Escritores y formó parte de la
VIII Promoción del Máster. En 2019
publica Mandarino (Amargord ediciones),
su primer poemario; y es coeditor de
Sobre las macetas, antología de poetas naci-
dos después de los ochenta en Colombia (Amargord, 2018).

Actualmente se encuentra terminando su primera novela e imparte clases en el


Máster de Narrativa de Escuela de Escritores en la asignatura de Proyectos
Narrativos.
de Mandarino
cabañuela I
de su padre
mi abuelo aprendió,
al comienzo de cada año,
a contar los días como ciclos
en docenas que varían.
aprendió de la seguridad que ofrece el cielo a
los colores que tendrá la tierra.
aprendió a tomar una pala en el momento
que indicaban las nubes de enero
para enterrar, en el tosco de su punta
la fuerza de su pie,
la semilla mandarina que
había de germinar.
aprendió a rezarle a la tierra
en el momento de sequía
para que, introducidos los
cachetes, estos se llenaran de agua.
aprendió a cerrar la ventana cuando
la brisa, que enero
un día adivinó, volara para
rechinar los amarres de la leña
y de la caña.
aprendió a esperar paciente en el portal
a no marcharse de allí hasta ver
pasar todo lo que desde enero él previó.
de su padre mi abuelo aprendió
que las cabañuela duran dos semanas
y que suceden los doce
primeros días de enero.
que hay que tomar nota
para predecir la cosecha del año.
de su padre mi abuelo aprendió a
de ahí no moverse nunca.
a aferrarse a ese portal y a ese taburete.
y si una tarde, la amenaza
de una muerte —ácida— atravesara la raíz
desupadremiabueloaprendió
que debió haber avisado que vendría
en las cabañuela, al comienzo del año
en los primeros doce días de enero
de lo contrario no sería acogida.

la angustia de no saber el nombre de un recuerdo lo llamas mirabel y lo golpeas


con el índice, como si atendieras al linde de la mención. ante todo deseabas
encontrar los lugares por los que corrías, los mapas de un lunar y las rutas de
una quebrada. y allí, cerquita del descubrimiento, en tu ventana se forma un
lugar con la figura de un barranco.

instrucciones para recoger mandarinas

en la madrugada, cuando la luz del sol es tan débil que su forma redonda se
dibuje entre el filo de la sierra, has de salir. llevarás dos bultos de fique para que
te cuelguen de las espaldas y un canasto de plástico negro que se tercie entre tu
hombro y tus costillas. lleva el sombrero puesto por costumbre aunque sepas
que la luz todavía no existe y que su forma, aunque distingue la apariencia de un
naranjo, no deja de ser una promesa en el cielo. camina hasta recreo y saca de tu
bolsillo la foto de tu nieto, que nacerá cinco ciclos de cabañuela más tarde. con
una mano levántala para que mire de cerca la textura de las mandarinas. con la
otra muéstrale tu palma arquearse bajo su peso, dejando que tus dedos la rodeen
y por un momento, sienta él que el fruto y tú son uno. déjala girar lento, como
impulsada por la tierra, me explicas, hasta que ella caiga sola. y yo veré la man-
darina suelta sobre tu mano y el limpio de la rama esperar otra cosecha.
cabañuela X

extraño niño
debes haber conocido ahora los años
debes haber visto al Mandarino y su bosque
espero que descubras
ya en la muerte
la acidez de sus raíces
extraño niño
habrás visto hoy
el Mandarino asomar
sus pétalos brazos sobre la tierra
hasta desafiar el alto de la cabañuela
para detenerse con la quietud
con que sosiega el barbecho
extraño niño
imagino que subiste a sus ramas y caíste
imagino que cantaste en sus ramas y callaste
ahora necesitas de zurriaga
para ponerte en pie
y la tapia se te hace cellisca
y las nubes como hortensias
levantan huesos desencajados
extraño niño
el hambre esconde
el recorrido de la borboleta
y toda ausencia se sepulta
y se abona
como quien dice bultos
y en su espacio entierra la lumbre
y las llamas
los barrancos imaginan desde tu ventana que guardan un bello en el verdor.
barranco mirabel es el recuerdo. aseguras que existe un cañón en el fondo de su
hondura. en su forma lo bullente y el calor. dos hortensias bajo tierra, un trinita-
rio sobre el cielo y una borboleta que se arrastra entre ellas. embriagada está por
deslizarse en el trapiche, la regañas y le lanzas la zurriaga. está así de tanto llevar-
le flores a los árboles.

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