Sistematizacion Barragán y Torres 2017
Sistematizacion Barragán y Torres 2017
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En efecto, puede concebirse este hecho como una concreción de lo trazado por el gobierno
nacional de Juan Manuel Santos, el cual, a través del Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018,
Todos por un Nuevo País, establece la educación como uno de los pilares para el desarrollo
económico y social en Colombia, se fijan varios objetivos y estrategias para mejorar el acceso, la
calidad y la pertinencia de la educación en todos los niveles, con la visión fundamental de
transformar a Colombia en “el país mejor educado de América Latina en el año 2025” (TORRES,
2016).
Ahora bien, desde la orilla de los detractores de este plan de gobierno, vienen haciéndose las
denuncias sobre las repercusiones que este proceso de contrarreforma implica a mediano plazo en
términos de la materialización del derecho a la educación en Colombia. Tal es el caso de las
organizaciones de sectores progresistas de la sociedad colombiana, como son: la Coalición
Colombiana por el Derecho a la Educación, quienes promueven la Campaña por la exigibilidad de
la gratuidad de la educación en Colombia; el movimiento magisterial que además de las usuales
(*)
Yolanda Gómez Mendoza. Magister en Educación, profesora Facultad de Educación. Universidad Pedagógica Nacional.
Alfonso Torres Carrillo. Doctor en Estudios Latinoamericanos, profesor Departamento de Ciencias Sociales. Universi-
dad Pedagógica Nacional.
Es por ello que, el presente artículo parte de reconocer de manera crítica, los principales
desarrollos de la contrarreforma en las política educativa nacional, con especial interés en materia
curricular, dada la importancia que revisten las prácticas colectivas de contestación y resistencia; así
mismo, visibilizar desde la perspectiva de la Educación Popular, otros sentidos para la educación
colombiana, diferentes a los que impone el discurso neoliberal, como lo es en el papel fundamental
en la construcción de paz con justicia social, la educación como derecho humano inalienable, como
espacio social para la democratización sustantiva de la sociedad y como plataforma para mejorar la
calidad de vida través de la producción y acceso a los bienes culturales.
se asume la educación popular como movimiento y corriente pedagógica desde la cual pueden
derivarse principios, criterios y pautas para la construcción de currículos participativos, críticos,
contextualizados, que empoderen a los educadores y a las comunidades educativas, desde un
sentido transformador y liberador. Por último, a modo de cierre provisorio, las principales
conclusiones de este ejercicio documental y analítico.
El proyecto educativo neoliberal impuesto a los países latinoamericanos desde finales del
siglo pasado orientado a subordinar el sentido de la educación y el sistema escolar a las exigencias
del capital, ha recobrado un impulso en años recientes por parte de los gobiernos de derecha, bajo el
pretexto de mejorar su eficacia y eficiencia; en países como Brasil, México y Argentina, se ha
desencadenado una serie de reformas que apuntan a aumentar el tiempo de escolaridad, a
desmejorar condiciones laborales de los profesores, a desarticular el sindicalismo magisterial, a
controlar la formación inicial del profesorado y a minimizar su capacidad de agencia, así como a
intervenir en los currículos escolares, generalmente a través de la unificación de contenidos.
Colombia no ha sido ajena a esta oleada de contra reformas educativas, bajo la presión de la
OCDE. En lo que respecta al terreno curricular, el país ha recibido de dicha organización, a manera
de recomendación, mejorar la calidad y pertinencia de los resultados de los aprendizajes (OCDE,
2017). Por ello, se han producido en tiempo record una serie de orientaciones, con las cuales se
prescriben, de manera precisa, los contenidos curriculares en la educación básica, bajo el
eufemístico nombre de “Derechos Básicos de Aprendizaje”, entiéndase por ello: valores,
conocimientos y habilidades, asumidas como competencias que todo estudiante debe adquirir en
cada ciclo educativo.
Valga decir, que esta definición de expectativas de aprendizaje, además de “reforzar los
aportes de la educación al cumplimiento de metas económicas y sociales” –como lo manifiesta
dicha Organización (OCDE, 2016) – viene a constituir, sobre todo, un ejercicio de poder que
establece como criterios y parámetros adecuados para modernizar la educación en Colombia, las
mejores prácticas de los países miembros desconociendo que
los currículos dependen de las desigualdades de poder y de un conjunto de relaciones
sociales que en última instancia juegan un papel importante en determinar de quién es el
capital cultural que se difunde y se relocaliza en nuestras escuelas. Solo si se entiende
esta interacción entre las fuerzas que actúan sobre la regulación del gobierno y los que la
hacen desde la economía de las editoriales de los libros de texto, se puede determinar
cómo funciona esta descontextualización y esta relocalización (APPLE, 1996, p. 88-89)
Del mismo modo, que las adecuaciones sugeridas impactan las políticas educativas, también
lo hacen con las prácticas pedagógicas, de modo que instalan cambios deseables en las identidades
sociales que resultan convenientes y que se configuran como microtexto, como práctica de
significación en el aula (SILVA, 1999); de modo que, la mediación pedagógica, queda inscrita en
las coordenadas que fija el imperativo de mejorar los resultados de los escolares colombianos en las
evaluaciones estandarizadas, en los cuales resultan deficientes1. Para ello, las recomendaciones se
trasladan a la didáctica escolar, como, por ejemplo: desarrollándose guías que incluyan materiales
didácticos con ejemplos de actividades, así como mejorando el desarrollo profesoral para
desarrollar las competencias de los maestros que les permita administrar salones con diversidad y
grandes cantidades de estudiantes, mermando con ello, el alto grado de autonomía que, las
instituciones escolares colombianas habían conquistado con la Ley 115 de 1994.2
1
Desde el año 2006, los escolares colombianos participan en el Programa Internacional para la Evaluación de
Estudiantes de la OCDE. Los resultados obtenidos muestran a juicio de esta organización, un retraso de tres años en el
rendimiento académico comparando los desempeños de estudiantes pertenecientes a países miembros. ( OCDE, 2016)
2
Dicha norma, expresa las grandes movilizaciones del magisterio en la década previa, el llamado Movimiento
Pedagógico, así como la apertura democrática que representó la Constitución Política de 1991
Aprendizaje (DBA). En lo que va del año 2018, el Ministerio de Educación Nacional (MEN), acumula
estas prescripciones en un total de cuatro áreas del saber escolar - matemáticas, lenguaje, ciencias
naturales y sociales – y uno específico para el nivel educativo de transición, publicando los
correspondientes documentos técnicos, a través de los cuales, el Estado ofrecen al magisterio
colombiano, la selección cultural que los estudiantes deben aprender en cada grado de escolaridad,
constituyéndose en el conocimiento oficial a impartir.
En la misma dirección, en los últimos años se han publicado las llamadas mallas de
aprendizaje para los grados de primero a quinto de educación básica primaria en las áreas ya
mencionadas. Tanto los DBA como las mallas de aprendizaje están concebidas en forma de currículo
real y prescriptivo, es decir, lo que los escolares colombianos deben aprender en cada grado, así
como una serie de orientaciones didácticas para las actividades que los maestros deben realizar para
tal fin.
Visto de este modo, lo que traen consigo tales contrarreformas, es la concepción de currículo
como una representación, lo que según Silva (1999, p. 31), “significa verlo como soporte material
del conocimiento en forma de significante. Esta representación es impuesta cultural y
educacionalmente por los grupos sociales dominantes a través de sistemas de significación
hegemónicos”. Por ello, es plausible afirmar que, el currículo queda cosificado en forma de mallas,
plan de materias, plan de estudios, listado de contenidos, entre otros, que ha de ser reproducido en
la enseñanza. Es un dispositivo pedagógico que no solamente delimita los contenidos sino también
las formas en que se desarrolla la práctica pedagógica, pudiendo llegar a inhibir el potencial de los
maestros para usar/producir saber pedagógico.
Pero, si se acepta que, el texto curricular dispuesto, no puede ser enseñado sin una
mediación cultural como concreción del significado del currículo y realizado por los maestros
tomando en cuenta sus criterios epistemológicos de significación educativa (MARRERO, 2015, p.
203), entonces enseñar se puede concebir como una creación, desarrollada en parte a través del
proceso de recontextualización, según el cual, los espacios escolares son a la vez, lugares de
reconstrucción del conocimiento y de la práctica prefigurada por los currículo, impuestos desde
fuera de las instituciones (p. 199)
Pero como sea dicho, si la experiencia no surge de manera espontánea, sino en medio de la
tensión constante entre la delimitación y naturalización del significado, de cerrar el proceso de
significación, propio de los proyectos conservadores, y la necesidad, también permanente, de liberar
el significado, de diseminarlo, de resistir a que sea aprisionado (SILVA, 2010) (Traducción de los
autores). De este modo, el currículo además de ser un campo sometido a reglas y restricciones
propias de la institucionalización de la educación, también posee la potencia de crear nuevos
significados; emergencias que entran en conjunción o en tensión con la cultura disponible. Así, en
las escuelas y otros escenarios educativos, acontece una tensión permanente entre las políticas
curriculares hegemónicas y las apuestas de resistencia y en algunos casos, de transformación y
creación.
3
Para los efectos de esta discusión, tomamos distancia de las nociones esencialistas y conservadoras de la experiencia,
asumiendo este concepto como un acontecer de los sujetos en una práctica, a su vez vivido y reflexivo.
Como es sabido, la Educación Popular es, a la vez, un movimiento educativo y una corriente
pedagógica latinoamericana, que emerge a partir de la recepción y radicalización de las prácticas e
ideas pedagógicas planteadas por Paulo Freire a finales de la década de 1960, en particular, el libro
Pedagogía del oprimido (1970). A lo largo de su devenir, en diferentes áreas de acción, tales como
la educación de jóvenes y adultos, la formación de dirigentes sociales, la educación política y la
educación en derechos humanos, la educación popular, ha compartido los siguientes rasgos
comunes que les confieren su singularidad política y pedagógica (TORRES, 2014, p. 14):
a) Un posicionamiento crítico e indignado frente a las injusticias del orden social y al
sistema escolar donde se expresan y perpetúan. En ese sentido, se han visibilizado y
cuestionado opresiones políticas, explotaciones económicas, discriminaciones
sociales, raciales y de género. En lo curricular, ello se expresa en una preocupación
permanente por abordar problemas de la realidad de los educandos y el desarrollo de
su conciencia y su pensamiento crítico.
b) Un horizonte ético y político emancipador. En los discursos y prácticas educativas
populares, siempre están en juego esperanzas, visiones de futuro y proyectos de “otros
mundos posibles”, tales como el socialismo raizal, la democracia radical y el buen
vivir. Esta apuesta por la utopía, que Freire (1970) llama el “inédito viable”, se
expresa en la incorporación en los discursos y prácticas curriculares de otros sentidos
de vida personal, colectiva y societal que amplíen el horizonte de deseo y voluntad de
transformación de los sujetos educativos.
c) El propósito de contribuir a que los sectores populares (llámense “oprimidos”, pobres,
campesinos, indígenas, mujeres, jóvenes, etc.) se constituyan como sujetos de
transformación. En la historia de las prácticas educativas populares, dicha opción ha
sido asumida a través del acompañamiento a sus luchas, procesos organizativos y
movimientos sociales; en la actualidad, la mayor parte de nuestras instituciones
escolares están localizadas en territorios atravesados por múltiples conflictos y
Desde los saberes pedagógicos surgidos desde la reflexión sobre las prácticas educativas en
movimientos sociales, también podemos reconocer, algunos rasgos y criterios pedagógicos, que
pueden aportar a la construcción cotidiana de currículo en el ámbito escolar, tales como (TORRES,
2015, p.137ss):
3. Las prácticas educativas populares son dialógicas. Para los educadores populares la
educación es diálogo desde el cual nos con-formamos como sujetos. Más que una técnica didáctica
o una conversación entre individuos, el diálogo es comunicación entre personas que poseemos una
misma historia, una misma memoria social, los mismos saberes previos, afectos, sueños y
esperanzas. Es comunicación entre personas que pertenecen a una comunidad de vida, a una
generación, a un género, etc. Por eso, en educación popular se habla de diálogo de saberes, diálogo
intergeneracional y diálogo intercultural.
8. Las estrategias pedagógicas populares son flexibles y reflexivas. Si bien es cierto que
toda actividad educativa popular debe ser planeada rigurosamente (definir propósitos formativos,
contenidos educativos, actividades, recursos, evaluación), el educador debe estar dispuesto a
transformarla de acuerdo con las particularidades de los educandos, las características del contexto
de realización y a las contingencias de la vida.
9. Las prácticas de educación popular busca la coherencia entre pensar y actuar. Uno de
los desafíos de los educadores populares consiste en pensarse y pensar su acción de forma crítica y
amorosa, para buscar mayor coherencia entre lo que piensan, dicen y hacen. Esta búsqueda de
coherencia sólo es posible, para Freire (1970), a través de la praxis: “No hay palabra verdadera que
no sea una unión inquebrantable entre acción y reflexión, y por ende que no sea praxis. De ahí que
decir la palabra verdadera es transformar el mundo”.
(saber), munay (amar), ruray (hacer), ushay (poder) y kawsay (origen, vida). Otro rasgo común es
que los contenidos curriculares se abordan a partir de problemas, ejes o situaciones problemáticas
relacionadas con sus propias realidades y prácticas. Esta perspectiva problematizadora se inscribe
dentro de la tradición de la educación popular; el abordaje de los contenidos es activo, cuestionador
de las verdades naturalizadas, generador de desafíos al pensamiento y a los saberes previos
(TORRES, 2017).
diferentes actores de la comunidad educativa, sino también articularse en torno a temas y problemas
significativos y relevantes para los contextos locales sin perder de vista los horizontes nacionales y
mundiales que demanda hoy toda formación.
Esta trama relacional, sujeta y organiza no solo el conjunto de contenidos escolares con
relación a las culturas escolares y locales, sino también puede conferir otros sentidos a los vínculos
entre los sujetos de la acción educativa, orientados por valores democráticos, solidarios y de
cuidado mutuo.
Ello confluye a la necesidad de una apertura epistémica de los currículos, que posibilite la
confluencia y diálogo de saberes, provenientes, tanto de los saberes disciplinares recontextualizados
en el ámbito escolar, así como los saberes previos de los sujetos educativos y las sabidurías locales,
ancestrales, tradicionales, populares y emergentes, que circulan en cada contexto.
Una quinta condición, resulta en la resignificación de las prácticas evaluativas. Lo que pre
domina hasta ahora es que
el proceso de evaluación en la escuela se ampara en la valoración de la relación entre
estudiantes y conocimiento, en lo que se reconoce como conocimiento válido, lo que se
constituye como referencia para la validez de determinados procesos y contenidos en
detrimento de otros, o de valores que queremos fortalecer, etc. (ESTEBAN, 2015, p.
158). (Traducción de los autores.)
REFERENCIAS
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_______. Prácticas educativas en movimientos sociales de América Latina. Folios: Revista de la Faculdad de
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RESUMO
O artigo pretende comunicar os principais desdobramentos e conclusões de um estudo sobre a realidade
educacional colombiana, a partir das condições atuais que imprimem a contrarreforma da política educacional
na Colômbia, em particular, as recentes medidas em matéria curricular. Trata-se de um estudo documental,
no qual se recorre aos desdobramentos conceituais dos estudos contemporâneos do currículo, em especial ao
cotidiano da criação curricular, juntamente com as contribuições pedagógicas da educação popular e das
práticas educativas nos movimentos. sociais, para propor conclusivamente que a reificação curricular é um
dos pilares do projeto educativo hegemônico neoliberal liderado pela Organização para a Cooperação e
Desenvolvimento Econômico - OCDE, enquanto a partir da Educação Popular e outras formas alternativas de
educação, se gestam projetos contra-hegemônicos que revitalizam o currículo como criação de um campo
cultural, em que os sujeitos são agentes na produção de sistemas alternativos de significados nos quais a
pedagogia adquire um caráter transformador e inspira novos sentidos para a educação na América Latina.
Palavras-chave. Currículo, criação curricular, educação popular.