El Evolucionismo (PG 86 96)

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LA EVOLUCIÓN DEL EVOLUCIONISMO 85

Capítulo V
La evolución del evolucionismo

¿Hasta dónde llegan las teorías científicas sobre la evolución?, ¿existen


unas fronteras más allá de las cuales se plantean problemas que esas teorías no
pueden abordar, y necesitan ser complementadas con la reflexión filosófica o teo-
lógica? Para responder a estas preguntas es importante distinguir los problemas
que el evolucionismo encuentra dentro del ámbito científico, y los que se refieren
a problemas filosóficos o teológicos que suelen plantearse a propósito del evolu-
cionismo.
Muchas críticas contra ideologías seudocientíficas de tipo materialista o na-
turalista intentan mostrar que el evolucionismo tiene huecos o fallos como teoría
científica. Este tipo de argumentación es peligroso si lo que se pretende es clarifi-
car las cosas desde el punto de vista filosófico o teológico. En efecto, es posible
que las dificultades, si realmente son científicas, se solucionen más adelante. Ade-
más, a veces se critica al evolucionismo utilizando objeciones científicas que son
ya viejas y han sido examinadas, y a veces resueltas, desde tiempo atrás.
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Para clarificar los problemas filosóficos y teológicos parece preferible con-


siderar el evolucionismo en su mejor estado posible, dejando de lado objeciones
puramente científicas que, aunque a veces sean reales, pueden ser resueltas con el
posterior progreso de la ciencia.
De acuerdo con este planteamiento, dedicaremos el presente capítulo a con-
siderar cómo ha evolucionado el evolucionismo como teoría científica desde que
fue propuesto en el siglo XIX hasta la actualidad. Señalaremos las críticas princi-
pales que se le han dirigido, cómo se ha respondido a ellas, cómo se ha progresa-
do en la formulación de la teoría, y qué problemas debe afrontar todavía. Todo
esto se refiere al evolucionismo como teoría científica.
Es cierto que existen muchos enigmas sin resolver y que muchos aspectos
de las teorías evolucionistas son discutidas por los propios científicos. Sin embar-
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go, prácticamente la totalidad de los científicos admiten la evolución, y entre


ellos se cuentan muchos que son gente religiosa. No parece lógico aceptar que el
evolucionismo no es científico, o que los científicos lo admiten por motivos ideo-
lógicos, aunque los motivos ideológicos puedan desempeñar algún papel en
cómo se utilizan, a veces, las teorías evolucionistas.
Por tanto, examinaremos ahora qué se puede decir del evolucionismo como
teoría científica. Así podremos valorar mejor las interpretaciones ideológicas que
se han expuesto en los capítulos anteriores o se expondrán en los siguientes, y es-
taremos en condiciones de abordar los problemas ideológicos, filosóficos o teo-
lógicos en su propio terreno, evitando la ingenua pretensión de solucionarlos me-
diante críticas al evolucionismo en el terreno científico. Mostrar que existen
huecos o dudas en el evolucionismo no basta, en absoluto, para resolver los inte-
rrogantes filosóficos o teológicos que plantea.

EL EVOLUCIONISMO ANTES DE DARWIN

La idea de evolución biológica, como tantas otras ideas, se encuentra en el


pensamiento de los griegos de la antigüedad. Aristóteles le dedica cierta atención
en el libro segundo de su Física. Se pregunta si en la naturaleza existe finalidad y
contesta que sí. El mundo aristotélico está lleno de finalidad o teleología (télos,
en griego, significa «fin»). Es un mundo de tendencias, que tiende por todas par-
tes hacia una perfección, hacia la actualización de potencialidades.
Otros no veían las cosas así, y Aristóteles les critica,. Entre ellos cuenta a
Empédocles, otro filósofo griego anterior que parece haber defendido algo muy
parecido al evolucionismo actual. Sostenía que en los vivientes se producen todo
tipo de variaciones, incluso «terneros con rostro humano», pero sólo sobreviven
los que consiguen adaptarse a las circunstancias. La naturaleza no actúa por un
fin, sino por necesidad. Los efectos se producen porque «coincide» casualmente
que se dan determinadas causas: pero sólo sobreviven los mejor adaptados a las
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circunstancias ambientales y los demás desaparecen sin dejar rastro. Esto sería
suficiente para explicar la apariencia de orden y finalidad. En realidad no hay fi-
nalidad. Lo que sucede es que, como sólo sobreviven los organismos mejor adap-
tados, se produce la ilusión de que existe una tendencia hacia una perfección. En
palabras de Aristóteles: «Así se preguntan: ¿qué impide que la naturaleza actúe
sin ningún fin ni para lo mejor, que sea como la lluvia de Zeus, que no cae para
que crezca el trigo sino por necesidad?... ¿Y qué impide que las partes de la natu-
raleza lleguen a ser también por necesidad, por ejemplo, que los dientes incisivos
lleguen a ser por necesidad afilados y aptos para cortar, y los molares planos y
útiles para masticar el alimento, puesto que no surgieron así por un fin, sino que
fue una coincidencia? La misma pregunta se puede hacer también sobre las otras
partes en las que parece haber un fin. Así, cuando tales partes resultaron como si
hubiesen llegado a ser por un fin, sólo sobrevivieron las que «por casualidad» es-
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taban convenientemente constituidas, mientras que las que no lo estaban perecie-


ron y continúan pereciendo, como los terneros de rostro humano de que hablaba
Empédocles» 1.
A lo largo de los siglos siguieron existiendo ideas evolucionistas en el pen-
samiento occidental, aunque no llegaron a afianzarse hasta el siglo XVIII, cuan-
do ya se había producido la revolución científica moderna. Por ejemplo, el evo-
lucionismo fue sostenido por el inglés Erasmus Darwin (1731-1802), abuelo de
Charles Darwin. Le llamaron la atención las «homologías» o similitudes entre or-
ganismos de distintas especies, así como los fósiles, y especuló sobre las posibles
causas de la evolución; pero no fue un científico sistemático 2.
El evolucionista más famoso de la época fue el francés Lamarck (nombre
abreviado de Jean Baptiste Pierre Antoine de Monet, caballero de Lamarck:
1744-1829), quien publicó en 1809 su libro Filosofía zoológica. Se dedicó profe-
sionalmente a trabajos relacionados con la biología, y formuló una explicación
de la evolución mediante la herencia de los caracteres adquiridos. El ejemplo tí-
pico es el cuello de las jirafas que, a base de levantarlo más y más para alcanzar
alimento cada vez más alto, acaban estirándolo, y eso se transmite a los descen-
dientes, provocando finalmente variaciones importantes. Aunque esa explicación
no suele admitirse en la actualidad porque se sabe que los factores genéticos tie-
nen su propia independencia, se trataba de una exposición sistemática del evolu-
cionismo y de sus causas.
En la primera mitad del siglo XIX el evolucionismo estaba en el ambiente,
aunque debía hacer frente a críticas científicas y también filosóficas y teológicas.
Pero alcanzó una importancia mucho mayor, y definitiva, a mitad del siglo, gra-
cias a Charles Darwin.

EL ORIGEN DE LAS ESPECIES


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Charles Darwin (1809-1882) realizó su famoso viaje de exploración de las


costas de América del Sur (Patagonia, Tierra del Fuego, Chile, Perú, islas del Pa-
cífico), de cinco años de duración (1831-1836), actuando como naturalista y
compañero del capitán del barco HMS Beagle. A su regreso se convirtió en un
científico conocido, y en 1859 publicó su libro El origen de las especies, que
tuvo un enorme éxito. Ese libro es una defensa larga y muy articulada, llena de
datos, de la realidad de la evolución biológica o transformismo. Defiende que las
especies vivientes provienen de otras más primitivas, y así sucesivamente, hasta

1. ARISTÓTELES, Física, libro II, capítulo 8: edición de G.R. de Echandía (Madrid: Gredos
1995), pp. 162-163.
2. Puede verse: M. RUSE, El misterio de los misterios. ¿Es la evolución una construcción so-
cial? (Barcelona: Tusquets 2001), capítulo 2: «Erasmus Darwin. Del pez al filósofo», pp. 53-69.
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llegar a una o pocas formas primitivas de vida. Y propone un mecanismo para ex-
plicar esa evolución: la selección natural.
Influido por las ideas de Malthus, Darwin sostiene que los vivientes produ-
cen mucha más descendencia de la que puede sobrevivir a largo plazo, de donde
resulta la «lucha por la vida», que tiene como resultado la «supervivencia de los
mejor adaptados» a las circunstancias. Postula la existencia de variaciones gené-
ticas heredables, y el éxito de los organismos que poseen las variaciones mejores
para su supervivencia. A la larga se dará una «selección natural» análoga a la «se-
lección artificial» que desde siglos atrás se practicaba con plantas y animales,
cruzando las variedades para obtener nuevos ejemplares cada vez mejores. Lo
que el ser humano produce manipulando la naturaleza artificialmente, la natura-
leza lo puede producir de modo natural, mediante la combinación de variaciones
genéticas y selección natural, produciendo, a la larga, variaciones cada vez más
adaptadas a las circunstancias, y de ahí se llegaría a nuevas especies. La evolu-
ción de una especie a otra («macroevolución») sería el resultado de la acumula-
ción gradual de muchas variaciones pequeñas («microevolución»): el gradualis-
mo es un aspecto importante del darwinismo.
El darwinismo debió afrontar, desde el principio, serias objeciones científi-
cas, a las que Darwin respondió introduciendo nuevas reflexiones, e incluso un
capítulo nuevo (el capítulo 7, dedicado a examinar objeciones a la selección na-
tural), en sucesivas ediciones de su libro. Tal como la proponía, la evolución dar-
winista necesitaba de mucho tiempo, muchos millones de años, y en aquella épo-
ca todavía no existían las teorías actuales sobre el origen del universo, de la
Tierra y de la vida, que efectivamente remontan esos orígenes a miles de millo-
nes de años. No se sabía prácticamente nada sobre las variaciones genéticas que
constituían la «materia prima» de la evolución, porque la ciencia de la genética
estaba naciendo entonces. No se podían realizar experimentos que mostraran
cambios de una especie en otra; sólo se podían indicar cambios dentro de las es-
pecies: por tanto, no se podía demostrar que una suma de muchas «microevolu-
ciones» tuviera como resultado una «macroevolución». Se conocían fósiles de
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vivientes arcaicos, pero el registro fósil era muy incompleto, y no servía para de-
mostrar el cambio gradual postulado por la teoría de Darwin.
A las dificultades científicas había que añadir las dificultades filosóficas, ya
que no era fácil compaginar el evolucionismo con las ideas filosóficas tradiciona-
les; y las dificultades teológicas, que surgían cuando se interpretaba literalmente,
como se solía hacer en la época, las narraciones de la creación que se encuentran
en la Biblia, en los primeros capítulos del libro del Génesis. Aunque algunos afir-
maron desde el principio que el evolucionismo era compatible con la acción divi-
na y la existencia de un plan divino, también debían afrontar las peculiares dificul-
tades asociadas al posible origen evolucionista del ser humano, al que Darwin
dedicó su obra El origen del hombre, publicada en 1871. Allí afirmaba que las di-
ferencias entre las cualidades humanas y las de los animales superiores son sólo de
grado, lo cual chocaba también con las ideas filosóficas y teológicas tradicionales.
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Además, algunos de los principales seguidores de Darwin no facilitaron la


conciliación del darwinismo con la religión. Más bien propusieron interpretacio-
nes filosóficas que iban más allá del darwinismo y resultaban difíciles de compa-
ginar con ésta.

LA TEORÍA SINTÉTICA O NEO-DARWINISMO

Aunque el evolucionismo fue ganando adeptos por todo el mundo, las difi-
cultades recién señaladas no eran fáciles de resolver. El registro fósil seguía sien-
do incompleto. Gregor Mendel (1822-1884) publicó en 1866 las primeras leyes
de la genética, pero no se reconoció del todo su importancia hasta su «redescubri-
miento» en 1900. Entonces se desarrolló seriamente la genética, pero en los co-
mienzos no se veía cómo se podía compaginar la genética con el darwinismo.
Una primera síntesis del darwinismo con la genética mendeliana fue realiza-
da por los científicos británicos Ronald A. Fisher (1890-1962), biólogo matemá-
tico cuyos trabajos en estadística fueron aplicados con éxito a la genética; John
B.S. Haldane (1892-1964), quien realizó importantes avances en genética; y Se-
wall Wright (1889-1988). Los tres son considerados como fundadores de la «ge-
nética de poblaciones», que estudia con métodos matemáticos los fenómenos de
la herencia en poblaciones enteras. Así comienzó la colaboración entre el evolu-
cionismo darwinista y la genética mendeliana. En esa combinación se acentúa la
importancia de las variaciones genéticas no sólo a nivel individual, sino a nivel
de poblaciones.
En esa línea, en torno a 1940 se llegó a formular lo que se denomina teoría
sintética de la evolución, o también neo-darwinismo (aunque no todos están de
acuerdo en identificar los dos nombres), en la que se funden el darwinismo, la
genética y la ciencia del desarrollo o embriología. Se pueden mencionar tres au-
tores especialmente influyentes en esa síntesis: Theodosius Dobzhansky (1900-
1975), genético ruso que emigró a los Estados Unidos, realizó importantes estu-
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dios sobre la Drosófila o mosca del vinagre (muy utilizada en los experimentos
de genética), y publicó un libro muy influyente para consolidar la nueva síntesis,
con el título La genética y el origen de las especies (1937); George Gaylord
Simpson (1902-1984), paleontólogo estadounidense, quien estudió la evolución
de los mamíferos aplicando la genética de poblaciones y publicó, entre otras
obras, El tiempo y modo en evolución (1944); y Ernst Mayr (nacido en 1904), de
origen alemán pero afincado en Estados Unidos, quien insistió en la importancia
del aislamiento geográfico para la evolución, y publicó su libro La sistemática y
el origen de las especies en 1942. Los autores de la teoría sintética tuvieron dis-
cípulos influyentes; por ejemplo, Francisco J. Ayala, español afincado en Estados
Unidos, que es un defensor del neodarwinismo ortodoxo.
El neodarwinismo sigue considerando la selección natural como factor cla-
ve de la evolución, dando a veces la impresión de que prácticamente es el factor
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no sólo principal sino casi único. También acepta el gradualismo, explicando los
grandes cambios evolutivos (macroevolución) como el resultado de la acumula-
ción gradual de pequeños cambios (microevolución). Pero al mismo tiempo ha
introducido muchos conceptos que no se encontraban en la teoría original de
Darwin: en concreto, los relacionados con la genética, especialmente los conoci-
mientos sobre las mutaciones en los individuos y la variabilidad genética en las
poblaciones, y en época más reciente, los conceptos relacionados con la genética
del desarrollo, por ejemplo la interacción entre diferentes tipos de genes, de los
cuales algunos son «reguladores», porque controlan la expresión de otros genes.
Se puede decir que, de algún modo, el «neodarwinismo» se ha convertido
en la versión «oficial» del evolucionismo. Lo cual no significa que ostente pací-
ficamente el monopolio de las interpretaciones de la evolución. Por el contrario,
existen serias críticas al neodarwinismo por parte de biólogos evolucionistas que,
aceptando el hecho de la evolución, no ven claro que el darwinismo esté en con-
diciones de explicar todo en la evolución, y proponen variantes o alternativas.
Los neodarwinistas tienden a rebajar el tono de esas críticas y suelen interpretar-
las como variantes que tienen cabida dentro del darwinismo 3.
La teoría sintética sigue viva e influyente, y uno de sus creadores, Ernst
Mayr, publicó en 2001, a los 97 años, un libro divulgativo en el que, de modo
ágil, presentaba su versión del darwinismo ortodoxo. Mayr integra dentro del
neodarwinismo algunas teorías evolucionistas que aparentemente no son darwi-
nistas (como el «equilibrio puntuado» de Gould y Eldredge), y refuta las críticas
que se suelen dirigir contra el darwinismo.

DARWINISMO CORREGIDO Y AUMENTADO

En 1972, Niles Eldredge y Stephen Jay Gould propusieron su teoría del


«equilibrio puntuado», según la cual se pone en tela de juicio el «gradualismo»,
punto básico de la «teoría sintética». Se niega que la evolución se haya dado de
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modo gradual mediante acumulación de pequeños cambios, o al menos que ésa


sea la historia principal, y se afirma que, de acuerdo con el registro fósil, existen
largas épocas sin cambios notables seguidas de «saltos» bruscos que no son el re-
sultado de la acumulación progresiva de pequeños cambios. Por eso se habla a
veces de «saltacionismo».
Gould (1941-2002) ha sido uno de los evolucionistas más influyentes del si-
glo XX. Ha simultaneado su trabajo como paleontólogo y profesor en la Univer-
sidad de Harvard con su actividad como divulgador, que ha alcanzado una fama
notable. Desde 1974 hasta 2001 publicó un artículo mensual en la revista Natural

3. Esto se puede ver en: G.L. STEBBINS y F.J. AYALA, «La evolución del darwinismo», en Inves-
tigación y ciencia, n.º 108, septiembre de 1985, pp. 42-53.
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History. En esos artículos combina la ciencia con la historia de un modo accesi-


ble al gran público. De ahí surgieron 10 libros, que son colecciones de esos artí-
culos.
En julio de 1982, Gould supo que sufría un mesotelioma abdominal, un tipo
muy serio y raro de cáncer. Después de ser operado, leyó las últimas publicacio-
nes sobre esa enfermedad y se enteró de que era incurable y que por término me-
dio se vivía ocho meses después de que fuera descubierta. Gould, que se confesa-
ba materialista del viejo estilo (parece que recibió una educación marxista en
Nueva York), se planteó cómo luchar contra su cáncer. Su amigo el premio Nobel
de Medicina sir Peter Medawar le dijo que la mejor prescripción contra el cáncer
era «una personalidad optimista» (sanguine). Gould, que se dedicó profesional-
mente al estudio de los caracoles de las islas Bahamas utilizando métodos mate-
máticos y estadísticas, pensó que, para la mayoría de la gente, una supervivencia
de ocho meses de «media» significaba que probablemente moriría dentro de ocho
meses, pero ésa no era la interpretación correcta. Para un evolucionista, razonó,
la variación es la dura realidad, no una medida imperfecta de tendencias medias,
que no son más que abstracciones. Pensó que la mitad de la gente viviría más de
ocho meses, y encontró que poseía todas las características para encontrarse en-
tre los que lograrían vivir más tiempo: era joven, la enfermedad se había diagnos-
ticado pronto, recibiría un excelente tratamiento médico, tenía deseos de vivir.
Además, si la media era ocho meses y seguramente, en muchos casos, los pacien-
tes vivían mucho menos, era posible que viviera durante años 4.
Efectivamente, Gould vivió 20 años más. Y como resultado de sus trabajos
dejó, entre otras cosas, un libro dedicado a examinar de modo concienzudo el es-
tado actual del evolucionismo. El libro, titulado La estructura de la teoría evolu-
cionista, fue publicado en marzo de 2002 5, y Gould falleció en mayo. Ese libro
puede considerarse, por tanto, como el testamento científico de Gould, quien pre-
tendió, sin duda, que ese testamento fuera sólido e incluyera todos los argumen-
tos necesarios con la debida extensión: el libro tiene 1342 páginas.
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Gould pretende actualizar el darwinismo, no combatirlo. Desde luego, es


opinable hasta qué punto una reforma y ampliación pueda ser considerada como
darwinista o antidarwinista. De hecho, Gould se opone al neodarwinismo y pre-
tende superarlo, pero considera que su versión actualizada sigue respondiendo a
la intención de Darwin en lo esencial y debe ser considerada como darwinismo.
Quizá uno de los motivos para proclamar fidelidad al darwinismo sea que el
prestigio de Darwin es muy grande. Darwin es el gran héroe del evolucionismo,
el que consiguió que fuera generalmente respetado y aceptado como teoría cien-

4. Gould comenta esos datos en una página de Internet dedicada al cáncer: http://www. cancer-
guide.org.
5. S.J. GOULD, The Structure of Evolutionary Theory (Cambridge, Mass.: Harvard University
Press 2002).
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tífica, y el evolucionismo se presenta como una de las mayores revoluciones en


la historia de la humanidad.
A pesar de su gran longitud, el libro de Gould no cubre todas las áreas im-
portantes de la evolución en la actualidad. Él mismo advierte que trata especial-
mente lo relacionado con su especialidad, la paleontología o ciencia de los fósi-
les, y que, en cambio, desarrolla menos dos aspectos que son muy importantes en
las teorías evolucionistas actuales: la genética, por una parte, y por otra el desa-
rrollo (interacciones entre los genes durante el desarrollo del organismo). Son
dos ámbitos que se han desarrollado enormemente en los últimos tiempos, y que
forman parte importante del evolucionismo en la actualidad.
Aunque su longitud sea un posible inconveniente, el libro de Gould tiene
una importante ventaja: concretamente, que sus críticas o correcciones al darwi-
nismo provienen de una persona que se declaraba cien por cien evolucionista y,
además, materialista. Por tanto, no tienen nada que ver con motivos religiosos du-
dosos, tales como los que mueven a los «creacionistas científicos» norteamerica-
nos. Gould luchó legalmente contra ellos, actuando como uno de los testigos cua-
lificados en un importante juicio en el Estado de Arkansas. Los científicos son
quienes deben pronunciarse sobre el acierto o desacierto de las ideas de Gould,
que nada tienen que ver con la religión.
Vamos a exponer, de modo forzosamente breve (dada la enorme extensión
del libro: Gould mismo habla de una «longitud extravagante»), algunas ideas
principales del libro de Gould, con objeto de mostrar el panorama de las teorías
evolucionistas en los comienzos del siglo XXI. No es difícil hacer un buen resu-
men, porque Gould facilita la tarea: su exposición, aunque muy larga, es también
muy ordenada y clara.

LOS TRES PILARES DEL DARWINISMO


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Al comenzar el último capítulo de El origen de las especies, Darwin escri-


bió: «este volumen es sólo un largo argumento». Gould hace suyas estas palabras
y las aplica a su libro.
¿Cuál es el argumento del libro de Gould? Consiste en definir la «esencia»
del darwinismo en función de tres puntos básicos, de tal modo que si cualquiera
de los tres cayera por tierra, todo el darwinismo quedaría refutado. El libro tiene
dos partes. En la primera, Gould examina las dificultades que esos tres puntos
que definen el darwinismo han encontrado en la historia, y en la segunda expone
las correcciones y aumentos que han experimentado en la actualidad, concluyen-
do que los tres puntos básicos del darwinismo siguen siendo válidos, aunque en
una versión corregida y aumentada, y que el resultado es una teoría evolucionista
que sigue siendo darwinista, porque se mantienen los tres puntos esenciales, aun-
que con una serie de correcciones y adiciones.
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LA EVOLUCIÓN DEL EVOLUCIONISMO 93

Gould argumenta que el propio Darwin expuso su argumento siguiendo esos


tres puntos; que la teoría evolucionista experimentó dificultades al final del siglo
XIX y principios del XX debido a las disputas que se produjeron en torno a esos
tres puntos (es lo que trata en la parte primera del libro), y que, cuando el neo-
darwinismo estricto de la teoría sintética pareció triunfar en la celebración del
tercer centenario de El origen de las especies (1859-1959), una ola de nuevos da-
tos y teorías desafiaron de nuevo a esos tres puntos, lo cual finalmente ha condu-
cido a nuevas y fascinantes reformulaciones en las tres últimas décadas del siglo
XX y principios del siglo XXI, proceso que continúa en la actualidad. En otras
palabras: se ha producido una reformulación, que más que crítica (aunque con-
tenga revisiones) es constructiva, y deja intacta la esencia de la lógica darwinis-
ta, que es la selección natural.
¿Cuáles son esos tres puntos esenciales de la lógica darwinista? Gould los
titula «agencia» (agency), «eficacia» (efficacy), y «alcance» (scope). Son tres pa-
labras que no dicen mucho, pero Gould explica con detalle en qué sentido las
emplea.
La «agencia» responde a la pregunta: ¿cuál es el sujeto de la selección na-
tural? Darwin responde: los organismos individuales, que son los que luchan por
la supervivencia, y perecen en esa lucha o sobreviven a la selección natural. Se-
gún Gould, en la actualidad se admite que la selección natural actúa simultánea-
mente en varios niveles: los genes, los linajes de células, los organismos, los de-
mes (poblaciones locales de organismos que pueden reproducirse entre sí), las
especies, los clades (porciones del árbol filogenético entre dos puntos de separa-
ción en el mismo).
La «eficacia» responde a la pregunta: ¿es la selección natural una causa ver-
dadera y positiva de la evolución? Todo el mundo admite que existe la selección
natural, pero muchos piensan que es sólo un factor negativo que elimina a los su-
jetos menos adaptados, pero no puede producir positivamente la aparición de los
sujetos mejor adaptados. La explicación de la aparición de novedades habría que
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buscarla en otros factores, aún desconocidos. Según Gould, en la actualidad se ad-


mite, con Darwin, que la selección natural es creativa, pero se añaden nuevos y
muy importantes factores, en forma de vínculos y restricciones estructurales, his-
tóricas y de desarrollo que canalizan los caminos de la evolución de modo positi-
vo. Por ejemplo, en el genoma de una especie, los genes se encuentran relaciona-
dos de modos sutiles y complejos, de modo que existe una cascada de influencias
de unos sobre otros: un gen «regulador» controla la expresión de todo un conjunto
de otros genes, de tal manera que una variación en ese gen puede afectar, a veces
de modo drástico, a la producción de una nueva característica. Además, si bien las
variaciones genéticas se producen de modo aleatorio, existen unos «canales» que
hacen posible, por ejemplo, que una variación en un gen regulador tenga unos
efectos evolutivos positivos. Existen canales de diversos tipos, que hacen posible
unos tipos de evolución y hacen que otros, en cambio, sean inviables.
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94 LAS FRONTERAS DEL EVOLUCIONISMO

El «alcance» responde a la pregunta: ¿es posible que una acumulación de


pequeños cambios, que responden a lo que suele denominarse «microevolución»,
acaben causando grandes cambios, tales como el origen de nuevas especies, que
es lo que se denomina «macroevolución»? Según Gould, la respuesta es afirmati-
va, pero no da cuenta de toda la riqueza de caminos que está presente en la evolu-
ción. Hay que añadir nuevos modos de evolución, como el «equilibrio puntuado».

UNA NUEVA SÍNTESIS

Los tres pilares del darwinismo están relacionados con la «selección natu-
ral», que es, según Darwin, la causa principal de la evolución biológica. Gould
sostiene que si cualquiera de los tres pilares del darwinismo tuviera que ser aban-
donado, eso significaría el abandono del programa darwinista. Pero dice que no
es ése el caso. Los tres pilares han debido soportar fuertes críticas, pero han so-
brevivido a ellas. En primer lugar, gracias a la «síntesis moderna» o «teoría sin-
tética de la evolución» («neodarwinismo»), formulada en torno a 1940, que com-
binó el darwinismo con la genética, especialmente la genética de poblaciones. Y
ahora, gracias a una nueva nueva síntesis, que incorpora nuevos datos y concep-
tos, pero sigue manteniendo lo esencial del darwinismo.
Según Gould, el neodarwinismo se ha convertido en una teoría demasiado
rígida, pero es posible incorporar los nuevos datos y formulaciones sin abando-
nar ninguno de los tres pilares del darwinismo. La selección natural sigue siendo
factor central. Pero hay que añadir los nuevos desarrollos, llegando a una nueva
síntesis, que sigue siendo darwinista, pero incorpora importantes novedades.
Un ejemplo importante de las novedades que hay que incorporar es el
«equilibrio puntuado» formulado por el propio Gould, en el cual la especie se
convierte en auténtica unidad o sujeto de la selección natural, y se da una macro-
evolución que no es el resultado de la acumulación gradual de microevoluciones.
Otro ejemplo es el descubrimientos de genes que afectan al plan del organis-
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mo: los llamados genes hox, o «genes homeóticos». Esos genes controlan el plan
general del desarrollo del organismo, de modo que, a partir del cigoto, las nuevas
células vayan formando, por ejemplo, la cabeza, el tronco y las extremidades, de
acuerdo con el plan de cada tipo de organismo. Se trata de un mecanismo común
a muchas especies diferentes: se ha descubierto que algunos de ellos son comunes
a líneas genealógicas separadas por más de 500 millones de años. Se trata de «ca-
nales» que se encuentran en organismos y especies muy diversos, e imponen una
cierta direccionalidad a la evolución. Este tipo de genes permite comprender, al
menos en principio, cómo pueden surgir nuevas especies, con tal de que un cam-
bio en esos genes dé lugar a un nuevo tipo de viviente que resulte viable.
La genética está todavía en sus comienzos, pero se puede adivinar que qui-
zá nos depara muchas sorpresas, permitiendo comprender aspectos de la evolu-
ción que hasta ahora resultaban misteriosos.
Artigas, Mariano. Las fronteras del evolucionismo, EUNSA, 2004. ProQuest Ebook Central,
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LA EVOLUCIÓN DEL EVOLUCIONISMO 95

Otro factor a tener en cuenta es la existencia, aceptada prácticamente de


modo unánime en la actualidad, de factores catastróficos que se encuentran más
allá de los mecanismos ordinarios. Tal sería el caso de la extinción masiva de or-
ganismos provocada hace unos 65 millones de años, según se acepta ahora, por
impacto de un enorme meteorito que causó una explosión muy superior a toda la
capacidad nuclear actualmente existente en la Tierra.
Gould presenta la «nueva síntesis» como un modelo jerárquico, con acción
simultánea de la selección en diversos niveles, en contra del modelo original que
estaba centrado sólo en los organismos, y también contrario a otros modelos más
recientes, como el de Richard Dawkins, que insiste demasiado (en opinión de
Gould) en la acción de la selección natural al nivel de los genes. En el nuevo mo-
delo, de acuerdo con las ideas actuales, se da gran importancia a la complejidad,
la interacción, los múltiples niveles de causalidad, las influencias multi-direccio-
nales, y el pluralismo de las explicaciones científicas.
Gould subraya, y es un aspecto interesante, que las novedades que presenta
se deben, en parte, a la colaboración, desde hace años, entre científicos y filóso-
fos, y menciona una serie de trabajos publicados conjuntamente por él mismo u
otros científicos en colaboración con filósofos de la ciencia. Esos filósofos, se-
gún Gould, han aportado una capacidad de recursos intelectuales, a los que están
preparados por su entrenamiento profesional, que han sido muy útiles a la hora
de formular los nuevos conceptos.
Como ya se ha señalado, los neodarwinistas ortodoxos como Mayr y Ayala
tienden a minimizar las diferencias, y consideran las variantes propuestas por
Gould y otros como plenamente compatibles con la ortodoxia que ellos defien-
den. Hasta cierto punto puede tratarse de un problema de acento, según se prefie-
ra acentuar las diferencias o suavizarlas. Los neodarwinistas prefieren mantener
el darwinismo ortodoxo como la interpretación correcta que es capaz de asimilar
nuevos datos y explicaciones, y Gould, en cambio, prefiere insistir en la novedad
de las correcciones y aumentos de la teoría evolucionista, aunque sostiene que,
en lo esencial, su interpretación sigue en la línea del darwinismo y puede consi-
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derarse como la versión actual del darwinismo.


Es importante notar que unos y otros admiten igualmente la evolución como
un hecho, y las ideas básicas de Darwin como núcleo central de la explicación de
la evolución. Las divergencias no pueden ser utilizadas para criticar la evolución,
porque sobre el hecho de la evolución todos están de acuerdo, y difícilmente ser-
virían para criticar el darwinismo, porque también existe un acuerdo al menos so-
bre los aspectos básicos.

CRÍTICAS AL DARWINISMO Y AL EVOLUCIONISMO

Se oyen también otras voces que combaten al darwinismo e incluso al evo-


lucionismo en general. Por lo general, los argumentos empleados se basan en la
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