Imperio Otomano

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Imperio Otomano

El Imperio otomano, también conocido como Imperio turco otomano, fue un


Estado multiétnico y multiconfesional gobernado por la dinastía osmanlí.
Era conocido como el Imperio turco o Turquía por sus contemporáneos,
aunque los gobernantes osmanlíes jamás utilizaron ese nombre para referirse
a su Estado.
Capitales: Estambul, Bursa, Edirne, Söğüt
Fundación: 1299
Superficie: 1.8 millones km²
Idioma principal: Turco otomano
Gobierno: Monarquía constitucional, Monarquía absoluta, monarquía dual
Monedas: Lira turca, Akçe, Kuruş, Ottoman lira, Para, Sultani
l origen de los turcos otomanos se puede encontrar en las estepas de Asia
Central, en el Turkestán, en una etnia dedicada a la ganadería trashumante,
en especial de caballos, y al comercio, con prácticas seminómadas. Los
turcos pronto se relacionan con las culturas musulmanas de su entorno,
entablan con ellas relaciones comerciales y adoptan el islam en su rama suní.
Este contacto se podría deber a la ruta de la seda, pues los mercaderes
musulmanes seguramente transitarían por los territorios donde habitaban los
otomanos. Las primeras entradas de tribus turcas en la región que
posteriormente sería el Imperio otomano se producen en el ámbito militar,
cuando los ejércitos del Califato abasí necesitaron soldados para las luchas
internas y contra los cristianos y bizantinos durante el siglo IX. Por ello,
recurrieron a los territorios fronterizos reclutando a la población. Dentro del
Califato abasí ya puede apreciarse cómo los turcos van escalando posiciones
en el ejército y la administración. La lenta penetración de tribus turcas en
esta zona se realizó de dos maneras: mediante la progresiva ocupación del
territorio por parte de los grupos tribales y mediante la lucha contra el
Imperio bizantino, que había dominado esta región durante mucho tiempo y
al que anularon militarmente.

La ocupación de Anatolia por los turcos puede tener su origen en la batalla


de Manzikert en 1071, cuando los turcos, al servicio de los selyúcidas,
derrotaron al ejército bizantino del emperador Romano IV Diógenes. Esto
permitió que los selyúcidas crearan un vasto sultanato que abarcaba Irak e
Irán. Hacia 1243, una invasión mongola al mando de Batu, el jan de la Horda
de Oro, deja hecho añicos dicho sultanato, el cual había sobrevivido a las
luchas internas, a los bizantinos, a la Primera Cruzada y a sus vecinos sirios,
los zanguíes y ayyubíes; siendo la soberanía mongola la que lo reemplaza.
Sin embargo, a esta invasión aún sobreviven pequeñas porciones de territorio
que se convierten en una especie de principados autónomos. De todos estos,
hay que destacar el sultanato de Rüm, cuya capital ya estaba en Turquía, pues
era la ciudad de Konya.

Uno de esos principados —al que podríamos llamar su primer Estado


otomano—, pequeño e insignificante, era donde habitaban los turcos; el cual
había sido cedido por el sultán selyúcida antes de la invasión mongola al
primer miembro dinástico de los otomanos, Ertuğrul. Este territorio tenía por
capital la ciudad de Söğüt. Ertuğrul muere en 1290, dando paso a la sucesión
de Osmán I ("Uthman", ‫عث َمان‬ ُ , en turco), nombre del cual deriva la
denominación de otomanos o dinastía osmanlí. Con Osmán I empieza la
expansión territorial de los turcos con la finalidad de crear un imperio que
duraría casi siete siglos.
Con respecto a la religión en el Imperio otomano, el Islam hizo avances
durante su periodo de expansión y florecimiento, como el hecho de haber
tenido cierta tolerancia con los cristianos y judíos que vivían bajo su
dominio, llegando incluso a convertirlos en sus protegidos (dhimmi) bajo
tutela islámica y pagando impuestos personales.11 Parte de sus intentos de
expansión se debían (además de consideraciones políticas y económicas) a
la idea de una religión universal que, para llegar a esa universalidad, tenía
que hacerse bajo la ofensiva militar. Para esto había que combatir contra
"(los judíos), frívolos e hipócritas por no tomar en serio a sus propios
profetas; (y a los cristianos) quienes habían falseado al profeta Jesús al
convertirlo en el "hijo de Dios", (ya que para los musulmanes) Dios es Uno,
único y no tiene hijo alguno".12

Sin embargo, durante la época de crisis, la jerarquía islámico-otomana, ahora


rígidamente centralizada y burocratizada, parece haber desempeñado un
papel histórico más bien negativo, al menos bajo la perspectiva de los que
intentaron modificar y modernizar las instituciones otomanas. El ulema
principal mostró e impuso un espíritu de estrechez y rigidez mental. Por otro
lado, la integración de la jerarquía religiosa en la administración otomana
puso a los ulemas en estrecho contacto con la corrupción que se estaba
empezando a expandir entre los recaudadores de impuestos y otros sirvientes
civiles. Más de un dignatario religioso sucumbió a la tentación de amasar su
fortuna personal, desviando los ingresos, adquiriendo iltizams y usando su
dinero para vivir en el lujo.

Como ciertas familias de los ulemas otomanos se convirtieron en algo así


como una aristocracia religiosa, su poder vino a ser social y económico más
que moral. Durante el periodo de declive, la jerarquía religiosa dentro del
Imperio otomano pareció haber renunciado a su superioridad moral a favor
de los sufíes, que continuaron expandiéndose entre 1500 y 1750. La orden
Bektashi, tan extendida entre los jenízaros, empezó a ser identificada con
este cuerpo. Mientras tanto, las órdenes sufíes, más radicales, se dirigían a
las zonas rurales y a las clases más bajas. Muchos ulemas siguieron
condenando actividades como la música, la danza, beber café, fumar tabaco
o hachís, prácticas que aparecieron en el siglo XV y XVI en el contexto de
las ceremonias sufíes. En el siglo XVIII, con muchos de los ulemas asociados
a la corrupción y debilidad del gobierno central otomano, numerosos
sectores de la población miraron a los líderes populares sufíes en busca de
un guía moral.

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