Doctrina Social de La Iglesia
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Doctrina Social de La Iglesia
Cap. II- La Sociedad: su causa eficiente (su agente). Su causa final (su fin): (p. 208)
Causa eficiente de la sociedad
Es ésta la tercera de las causas de la sociedad. Podríamos compararla con aquello q efectúa o realiza la sociedad.
Podemos decir q el “conocimiento ha sido considerado como una de las causas eficientes de la sociedad.
Mediante su razón, el hombre entiende la necesidad de la vida gregaria, penetra la idea, el concepto y la naturaleza
del bien común y las estima como ventajosas p/ su desarrollo personal; se dispone entonces a aceptar la vida social
merced a las inclinaciones de su naturaleza.
Por consiguiente, también podríamos indicar como segunda causa eficiente de la sociedad la voluntad del
hombre. Pero el libre albedrío del hombre será su causa eficiente. Ante el dictamen de su razón, que le decía
que la vida social es la única vida adecuada para el hombre, éste quiso vivir así. La vida social, hecho histórico que
se observa desde los
albores de la existencia humana, nació por un acto volitivo del hombre. Es posible que el hombre primitivo haya
comprendido esta necesidad natural de sociabilidad, pero, puesto q gozaba de libre arbitrio, bien podría haberse
negado a vivir en comunidad con otros. Por ello el libre albedrío es causa eficiente de la sociedad.
Pero además es indispensable que mencionemos la autoridad externa, q es también una causa eficiente de la
sociedad. Sin la limitación externa que ella impone al ciudadano, el egoísmo humano hubiese quebrantado hace
tiempo la unidad social,
arrastrando la vida social al nivel de la asociación animal o a un total aniquilamiento.
Causa final de la sociedad (p. 209)
Es ésta la cuarta y última de las causas que explican la naturaleza de un ser.
Corresponde al fin p/ el cual fue hecha la cosa.¿Cuál es el fin, la meta, de la sociedad? ¿Hacia dónde se dirige?
¿Qué es lo que espera conseguir? La sociedad existe p/ el individuo y p/ el bien común de sus miembros. Existe
primariamente p/ el bienestar de la colectividad y en segundo término, para el bienestar de los individuos
congregados. En otras palabras: todos los individuos de la sociedad forman el fin u objetivo completo de ésta; cada
uno de esos individuos constituye su fin incompleto o parcial. Si la sociedad, a través de sus miembros individuales,
se preocupa por el bienestar del conjunto, asegurándole una existencia digna y agradable, un nivel humano de vida,
en tal caso la sociedad alcanzará su bien completo o perfecto, su objetivo primordial. Si, por otra parte, la sociedad
se ocupa exclusivamente en promover el bienestar de individuos o grupos selectos, descuidando el cuerpo total,
entonces deja de responder a su objetivo primordial. En el mejor de los casos, alcanzará apenas una meta parcial y
será rea de injusticia, si esta negligencia fuese voluntaria y evitable.
El bien común. (p. 210)
El bien común es el bien de los individuos reunidos, pero no como individuos, sino como suma total. Es el bienestar
general de la sociedad y sus beneficios que han de distribuirse a todos y a cada uno. Es otro aspecto de aquel
axioma de Sto tomás que dice: “Quien trabaja por el bien común trabaja también por su propio beneficio”. El orden
social, la estabilidad social, las riquezas y bienes (no hablamos aquí exclusivamente de la riqueza económica), la
paz y protección y la acción unida de los miembros promueven el “bien” del grupo entero, y al acrecentarse éste
aumenta también el bienestar de cada individuo que lo integra.
El bien común es el cjto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a c/u de sus
miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. Contribuye al perfecto desarrollo del ser humano e
incluye los bienes morales y religiosos. Existe fuera del individuo, pero dentro de la sociedad, y es efectivo del
hombre.
Facetas del bien común (210)
El bien común representa la vida conveniente p/ el hombre, la q incluye una proporción suficiente de bienes
intelectuales, morales y económicos. Si el hombre sólo estuviese ordenado al bienestar económico, a gozar de
abundantes riquezas, el mejor gobernante de la sociedad sería un economista. Si el fin del hombre fuese solamente
la vida y la salud corporal, un médico sería la mejor autoridad. Si el saber intelectual fuera nuestro fin, el gobernante
habría de ser, un profesor. Pero el hombre -como individuo y como multitud- está ordenado a cosas más elevadas
que los bienes intelectuales, físicos o económicos. El bien común de la sociedad y el individual de c/u de sus
miembros incluye, como es natural, estos bienes, pero no se ha de descuidar y proveer teniendo en cuenta aquel
bien q por sí sólo puede ser y de hecho es el último fin del hombre. Bien común es, pues, aquel que contribuye al
perfecto desarrollo del ser humano e incluye los bienes morales y religiosos.
El bien común como objetivo:
El bien común es el fin u objetivo de la existencia de la sociedad. La sociedad no está ordenada a sí misma, ni
existe por su propio bien, sino por el bien de sus integrantes. Por consiguiente, el fin de la sociedad es extrínseco,
está fuera de ella misma. Existe para otra cosa. Es un medio para otro fin.
Como todo el resto de la creación, la sociedad está ordenada, en último término, a Dios. También lo están el
hombre, todas las criaturas están ordenadas a otra cosa, tienen un fin que está fuera de ellas mismas. Por ello la
sociedad halla su último fin en Dios. No obstante, tiene otro fin más próximo. Ese objetivo próximo y directo de la
sociedad es promover el bien común. Ahora bien, puesto que sólo mediante el bien común es posible que se
perfeccionen los individuos que forman el cuerpo social, cada individuo está obligado a trabajar en pro del bien
común.
El bien común no es su último fin, pero sí un fin mediato. El último fin del hombre es Dios, y por este motivo, el bien
común es utilizado por el ser humano como un medio para llegar a su fin. El bien común es el bien de la
colectividad; en él halla el
hombre medios para perfeccionar su propia vida y alcanzar una felicidad perfecta.
Resumen (p. 211)
1. Triple es la causa eficiente de la sociedad: 1) comprensión de su necesidad a la luz de la razón; 2) querer del
hombre, que le mueve a vivir en sociedad con otros; 3) autoridad, que mantiene la unidad social y promueve la
acción social.
2. La causa final de la sociedad es el bien común. Ese bien es el bienestar colectivo.
3. La “vida virtuosa” a la que aludimos no es la práctica de todas las virtudes, ella es el ejercicio de las virtudes q
están relacionadas c/ el bienestar colectivo: ppalmente la justicia, la caridad y la paz. Estas virtudes promueven el
bien común.
4. Los individuos del grupo social desean el bien común, aunque sólo sea por su conveniencia personal. Pero la
actitud normal es un interés equivalente en el bienestar propio y el de todo el grupo social, aún a costa de su propio
sacrificio.
5. Puede considerarse el bien común como el de la colectividad o el de la sociedad toda; es así el fin directo o
perfecto de la sociedad. El bien común puede asimismo verse tal como se le distribuye entre los miembros reunidos
de la agrupación;
de este modo, el bien individual será el fin parcial o incompleto de la colectividad.
6. El bien común constituye un fin para el hombre, como lo es para la sociedad. El hombre avanza hacia su último
fin, que está por encima de la agrupación y la trasciende. La meta de c/ hombre es personal y eterna, por ello el bien
común se convierte en un medio que el hombre puede y debe utilizar para suplementar sus esfuerzos y satisfacer
sus necesidades, a fin de alcanzar ese fin último al que Dios y la Naturaleza lo han ordenado.
7. Cada individuo, como ciudadano obligado a contribuir, está ordenado a la sociedad y supeditado al bien común de
la misma. En cuanto persona trasciende a la sociedad y usa el bien común como medio para alcanzar su fin último.
8. La sociedad se ordena al bien común, y mediante éste al bien individual. Ahora bien, puesto que el bien individual
es, en último término, la felicidad perfecta en la posesión de Dios, se dice, que individuo y sociedad tienen el mismo
fin en
último término; el fin de ésta es el mismo de aquél: Dios.
9. El bien común es superior al individual en asuntos referentes al hombre como ciudadano; por ej: cuando se priva
de su libertad a un demente para que no sean perjudicados los demás.
10. El bien individual es superior en cuanto se refiere al hombre visto como ser racional, dotado de derechos que
están fuera del contralor de la sociedad; ej: si la autoridad decidiera abolir nuestros derechos a la vida, al
matrimonio, a la libertad de culto, etc., el individuo podría oponerse legítimamente a estas violación de sus derechos
personales.
Cap. III- El Bien común. Introducción. Desarrollar el concepto de Bien Común.xx- (p. 214)
El hombre tiene un fin último de orden sobrenatural que consiste en alcanzar a Dios y la felicidad eterna. Tiene
también un fin de orden temporal que consiste en conseguir el pleno desarrollo de la propia personalidad en todos
los aspectos: físico, culturales, espirituales...
El bien común es un concepto complejo, q en general puede ser entendido como aquello de lo q se benefician todos
los ciudadanos.
Deriva de la naturaleza humana y es por lo tanto superior a cualquier individuo: “La persona se ordena al bien
común, pq la sociedad, a su vez, está ordenada a la persona y a su bien, estando ambas subordinadas al bien
supremo, que es Dios” .
No es la suma de los bienes individuales, tampoco la sociedad es la mera suma de los individuos. La sociedad es
necesaria p/ q la persona se realice como tal, y debe presentar una serie de condiciones q hagan posible el
desarrollo simultáneo de la persona y de ella misma, hacia la perfección q se dará histórica y culturalmente.
Noción del bien común. (p. 214)
Redunda en provecho de todos: “El bien común está siempre orientado hacia el progreso de las personas: ‘el orden
social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas y no al contrario”. Este orden tiene por base la
verdad, se edifica en la justicia, es vivificado por el amor”.
“Abarca a todo el hombre, es decir, tanto a las exigencias del cuerpo como a las del espíritu. De lo cual se sigue q
los gobernantes deben procurar dicho bien por las vías adecuadas y escalonadamente, de tal forma q, respetando el
recto orden de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del espíritu” .
“Abarca todo un conjunto de condiciones sociales q permitan a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su
propia perfección” (PinT)
El bien común es “el conjunto de las condiciones necesarias para que dentro de lo posible todos los miembros del
Estado puedan alcanzar libremente y por sí mismos su auténtica felicidad terrena”
Obliga al Estado: “La razón de ser de cuantos gobiernan radica por completo en el bien común. Por ello, todo
gobernante debe buscarlo, respetando la naturaleza del propio Bien Común y ajustando al mismo tiempo sus
normas jurídicas a la situación real de las circunstancias”.
Obliga a los individuos: el bien común debe ser considerado como un valor de servicio y de organización de la vida
social, del nuevo orden de la convivencia humana. Pero no sólo el Estado debe aportar las condiciones, es tarea de
todos.
El bien común es “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y cada uno de
sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (GS 26) Concilio Vaticano II
“El bien común abarca a toda la persona humana, es decir, tanto a las exigencias del cuerpo, como a las del
espíritu” (PT 57) Juan XXIII
También la vida económico-social deben respetarse o promoverse la dignidad de la persona humana, su entera
vocación y el bien de toda la sociedad pq el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social.
(GS 63) Concilio Vaticano II
El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico, por ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover
a todas las personas y a toda la persona. (PP 14) Pablo VI
El desarrollo integral del hombre no puede darse sin el desarrollo solidario de la humanidad (PP439). El verdadero
desarrollo es el paso para cada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas a condiciones más
humanas (PP20) Pablo VI
En relación a la cuestión ecológica, la naturaleza es un bien común, propiedad de toda la humanidad, y la práctica
de la salvaguarda de la creación es también una responsabilidad común (CDSI 451-487)
Resumiendo: El B.C. es 1 cjto organizado y armónico:
- de riquezas, servicios y toda clase de bienes en continuo desarrollo,
- que interesan a la sociedad y a cada una de las personas que la componen,
- y que son necesarios para que éstas puedan alcanzar su bienestar en este mundo.
- Una especie de clima o ambiente q hace posible la plena expansión de todos los miembros del cuerpo social:
- tanto de las personas en sí mismas consideradas.
- como de todas aquellas sociedades o comunidades intermedias, mediante las cuales los hombres despliegan y
enriquecen su personalidad (familia, sindicato, asociaciones recreativas, etc.).
- Un bien objetivo q existe realmente fuera del individuo, pero dentro de la sociedad, y q es efectivo del hombre.
- Un bien q congrega y une a los miembros de la sociedad como objetivo común al q todos ellos tienden.
- Un bien q comprende elementos materiales, pero q es principalmente un bien moral.
- Un bien q está asegurado x 1 cjto de condiciones exteriores y x la unión y coordinación de los esfuerzos de todos
p/ el cjuto de los ciudadanos.
- Un bien q debe tener por efecto el perfeccionamiento de los hombres, permitiéndoles y facilitándoles:
- “El mayor bienestar espiritual y material q sea posible en la vida presente” - “El pleno desarrollo de las cualidades
y funciones de su vida material, intelectual y religiosa”.
- “Una vida conforme a la ley de Dios, firme, regular y feliz.
Componentes del bien común (p. 217).
Existen cuatro elementos los esenciales constitutivos del bien común:
1. un conjunto de bienes de todas clases (p. 217)
Este debe abarcar desde los más ínfimos hasta los más elevados. Están clasificados en 3 grupos:
a) Los bienes materiales, q son 1 instrumento al servicio de fines más elevados: la riqueza industrial, agrícola o
comercial, la técnica, los servicios, las fuentes de energía, los transportes, las carreteras, etc..
b) Los bienes culturales , con una categoría superior a los anteriores: lengua, cultura, tradiciones, instituciones, arte,
literatura, etc..
c) Los bienes morales : la comunión de todos y c/u en una adhesión a la verdad, la amistad, la justicia, la paz, etc..
Para que se realice el bien común es preciso que estos 3 tipos de bienes se den en la cantidad o proporción
exigidos por el tiempo y lugar y estén debidamente jerarquizados, de manera que los materiales estén subordinados
a los culturales y unos y otros a los morales. Se podría hablar de una construcción piramidal en cuya base estarían
los bienes materiales, en la cúspide los bienes morales y en la zona intermedia los bienes culturales.
2. una justa distribución de los bienes (p. 218)
Estos bienes deben al alcance de todos los miembros de la sociedad de forma permanente para que c/u de ellos
pueda conseguir el pleno desarrollo de sus cualidades personales según la vocación y los talentos recibidos del
Creador y obtener de forma duradera el bienestar y la perfección en todos los aspectos. Todos los individuos y
comunidades menores de la sociedad tienen derecho a participar, en la medida de su respectiva prestación, del bien
común resultante de su cooperación.
3. unas condiciones sociales externas (p. 218)
Condiciones q permitan a los individuos y a las sociedades intermedias ejercer aquellos derechos y deberes de
orden personal y comunitario q hemos estudiado al tratar de la persona humana. P/ q brote espontáneamente el
bien común se requiere:
- la implantación y mantenimiento del orden público;
- el ejercicio de las libertades cívicas en la mayor amplitud posible;
- y, como resultado, la paz social.
4. una adecuada organización social (p. 218)
Que supone como elementos integrantes o causas eficientes:
a) Ordenamiento económico
El fin de la economía consiste en “poner de una manera estable al alcance de todos los miembros de la sociedad las
condiciones materiales escogidas para el desarrollo de su vida cultural y espiritual”.
El orden económico es la base material del bien común. P/ q le sirva efectivamente se requiere:
- La iniciativa privada: “La economía debe ser obra, ante todo, de la iniciativa privada de los individuos (MetM).
- El Estado debe subsidiariamente “fomentar, estimular, coordinar, suplir y completar” la iniciativa privada.
- Sincronización del Desarrollo económico de todo el país, o sea debe darse el desarrollo y progreso de las distintas
regiones .
- Desarrollo armónico entre los distintos sectores productivos (agricultura, industria, comercio...).
- Correspondencia entre el desarrollo económico y el progreso social.
- Distribución equitativa de los bienes económicos, proporcionando a los individuos y a las familias los recursos
necesarios para una vida digna.
b) Ordenamiento jurídico
“P/ q la vida social obtenga su fin, es esencial una ordenación jurídica que le sirva de apoyo externo, de defensa y
de protección”. El orden jurídico es la garantía externa del bien común cuando:
- está cimentado sobre el orden moral;
- garantiza y respeta los derechos del hombre y la existencia y debida autonomía de las asociaciones intermedias;
- ayuda a desarrollar los valores personales del hombre;
- en la confección y aplicación de las leyes no hay arbitrariedad ni favoritismo.
c) Sistema educativo
La educación es la garantía interna del bien común. Para ello se requiere:
- el respeto a los derechos de la familia y de la Iglesia en este campo;
- una vigilancia y control del Estado sobre la instrucción y educación;
- un derecho de suplencia y de concurrencia por parte del Estado.
d) Orden político
El Estado es el promotor del ordenamiento económico, el ordenamiento jurídico y del sistema educativo. Para servir
al bien común los documentos pontificios le exigen:
-En el orden individual:
- garantizar los derechos de los individuos; favorecer su responsabilidad; respetar su libertad.
- En el orden social:
- respetar las iniciativas privadas; favorecer y respetar las sociedades y comunidades intermedias; encauzar la
tendencia asociativa del hombre.
- En el orden económico:
- respetar y favorecer la iniciativa privada; hacer que la propiedad cumpla su función social;
- desarrollar una sana política económica con la producción del pleno empleo y la solución de las crisis económicas.
III- Dignidad y grandeza del bien común: (p.220)
Sto Tomás, tomando palabras de Aristóteles sostiene q el bien común tiene algo de divino. León XIII decía también:
“Este bien es, después de Dios, en la sociedad la ley primera y última”. Pío XIII dice que 1 de los pcipios es “la
imperiosa exigencia de la sociedad de situar el bien común por encima de las ventajas personales, el servicio de
c/uno para todos”.
El bien común responde al plan de Dios, q ha querido q los hombres vivan en sociedad y, sirviéndose de ella,
consigan su destino temporal y eterno.
El bien común es un bien superior que condiciona la existencia, la vitalidad, el bienestar y la dicha de un pueblo.
El bien común mira a todos los hombres, a todas las familias, a todas las sociedades intermedias para provocar y
mantener entre ellos una sana emulación y la coordinación de esfuerzos de todos.
El servicio al bien común es una forma muy recomendable, por su extensión y eficacia, de practicar la virtud de la
caridad, ya que existe una caridad social y política.
IV. Bien común y bienes particulares: (p. 220)- El bien común difiere del bien particular:
- por su naturaleza, ya q es 1 realidad distinta (de la misma manera q la sociedad tiene 1 realidad distinta de la
suma de los individuos que la integran);
- por su extensión, ya q es mayor el bien correspondiente a la sociedad que el correspondiente a un particular;
- por su fin, ya q es la realización de las perfecciones de la sociedad humana (en cambio, el individuo busca su
perfección particular);
- por su comunicabilidad, ya que se comunica a todos los miembros de la sociedad.
V. Sujetos del Bien Común (p. 222)
Todos los miembros de la sociedad (individuos y cuerpos intermedios) son sujetos del bien común tanto en el
deber de contribuir positivamente en su creación y aumento, como en el derecho a participar y beneficiarse de él.
No todos tienen la misma obligación de participar en el mismo grado al bien común.
Los ciudadanos, las familias y los cuerpos intermedios generalm contribuyen al bien común cuando trabajan x
conseguir sus respectivos fines, colaborando entre sí y subordinando sus propios intereses a las exigencias del bien
común. En cambio, los poderes públicos tienen una obligación especial de trabajar x el bien común pues en él
encuentran toda su razón de ser y el supremo criterio de su obrar.
Naturalm, si todos los individuos y cuerpos intermedios tienen obligación de colaborar al bien común, también tienen
derecho a beneficiarse de él. Este derecho no tiene en todos los miembros una = matemática, sino q se rige x las
leyes de la proporcionalidad q, a su vez, debe inspirarse en el pcipio de las necesidades y en el pcipio de la
prestación efectiva.
VI. El B.C. internacional: (p. 222)
Con el gran desarrollo de la vida internacional moderna, la denominación de sociedad perfecta dada al Estado
puede solamente aceptarse con ciertas reservas y debe entenderse en un sentido restringido.
El Estado sigue siendo sociedad perfecta en el sentido de que posee la plenitud de la autoridad para mantener en
su interior el orden, la paz y la justicia. Hasta la fecha no ha sido creado ni parece viable un Estado universal que
someta a su jurisdicción inmediata todos los miembros de la Humanidad. Pero el Estado no es sociedad perfecta si
con esta expresión entendemos la que puede con sus propios medios procurar a sus súbditos el bien completo de la
vida humana tal cual en nuestros días lo han hecho posible los progresos de la civilización y la cooperación
internacional.
El bien común de la sociedad internacional, según el Código de Moral Internacional de Malinas, está centrado en
dos objetivos fundamentales:
a) El mantenimiento del orden internacional, donde c/Estado, en plena posesión de sus derechos, se dedique
pacíficamente al ejercicio de sus fines sociales.
b) El progreso de la civilización por el intercambio de bienes materiales y espirituales, especialmente a través de los
organismos internacionales creados con esta finalidad.
Para esto, las relaciones entre los distintos Estados deben estar basadas como dice Juan XXIII en la Pacem in
terris:
- En la verdad, reconociendo la igualdad esencial entre las distintas comunidades políticas, eliminando el racismo y
la autosuficiencia orgullosa en el trato con las demás naciones y facilitando una información objetiva y veraz.
- En la justicia, reconociendo y respetando los derechos de las demás comunidades (incluidos los de las minorías
étnicas) y evitando toda clase de atropellos y opresiones.
- En la solidaridad, colaborando en los distintos campos (económico, cultural, político, etc.) y resolviendo bajo su
espíritu los problemas de la integración racial, migración, desarme, etc..
d) En la libertad, excluyendo la opresión de unas comunidades políticas sobre otras y la indebida interferencia en
sus intereses particulares.
8) Es un desorden muy grave tratar al trabajo “como una especie de ‘mercancía’ que el trabajador vende al
empresario”, y por consiguiente tratar al trabajador “como una anónima ‘fuerza’ necesaria para la
producción”.
9) Hay un error profundo en “el acelerado proceso de desarrollo de la civilización unilateralmente materialista,
en la que se da importancia primordial a la dimensión objetiva del trabajo, mientras la subjetiva permanece
en un nivel secundario”. A la inversa, debe procurarse que “en el trabajo, el hombre mismo no sufra
mengua en su propia dignidad”.
Debe añadirse que la dimensión subjetiva del trabajo (el perfeccionamiento moral del sujeto que lo realiza) no es
independiente de su dimensión objetiva (la perfección de la obra realizada). El trabajador se hace bueno en la
medida en que trabaja bien. La calidad de su obra puede verse interferida por factores ajenos a su intención; pero,
en cuanto no es así, la perfección interna del trabajador consiste en el trabajo bien hecho.
En el orden sobrenatural: el cristiano se santifica haciendo bien su trabajo de cara a Dios, a quien no se le ofrecen
obras descuidadas, porque El se complace en la obra hecha perfecta por amor Suyo.
Y en el orden social, esta dependencia significa que la empresa no puede remunerar “buenas intenciones”: necesita
resultados.
Cap. 5
+ "La empresa es básicamente una sociedad de capitales". (Con la encíclica en mano comentar esta
afirmación según lo expresado en el capitulo IV de la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II) (xx)
La empresa no puede considerarse solamente como una “sociedad de capitales” es, al mismo tiempo, una
sociedad de personas, en la que entran a formar parte, de manera diversa y con responsabilidades específicas los
que aportan el capital necesario para su actividad y los que colaboran con su trabajo (CA 43) Juan Pablo II
El trabajo es capaz, en razón de su naturaleza misma,de unir a los hombres verdadera e íntimamente; es capaz de
devolver forma y estructura a la sociedad, que ha llegado a ser amorfa y sin consistencia, y por eso mismo, de
sanear nuevamente las relaciones de la sociedad con el Estado” “Dado que la relación entre la persona humana y el
trabajo es radical y vital, las formas y modalidades, según las cuales esta relación sea regulada, ejercerán una
influencia positiva para la solución de un conjunto de problemas sociales y políticos que se pla es necesario “que el
trabajo, además de ser concebido como fuente de ingresos personales, lo realicen también todos los miembros de
la empresa como cumplimiento de un deber y prestación de un servicio para la utilidad general” (Mater et magistra,
92). Al mismo tiempo, y en Jesucristo, “el trabajo humano se eleva y ennoblece de tal manera que conduce a la
perfección espiritual al hombre que lo realiza y, al mismo tiempo, puede contribuir a extender a los demás los frutos
de la redención cristiana y propagarlos por todas partesntean a cada pueblo. Unas relaciones de trabajo justas
prefigurarán un sistema de comunidad política apto para favorecer el desarrollo integral de toda la persona humana”
los hombres y mujeres que, mientras procuran el sustento para sí y su familia, realizan su trabajo de forma que
resulte provechoso y en servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que con su trabajo desarrollan la obra del
Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios
en la historia.
Unidad 5-
Cap. 1
+ “Habiendo fracasado el Comunismo como sistema político, económico y social, el Capitalismo se
presenta como el sistema vencedor y hacia él deberán dirigirse los esfuerzos de los países que tratan de
reconstruir su economía y su sociedad “. (Analizar esta afirmación según el contenido del capitulo IV de
la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II)
Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la
empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de
producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva,
aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de
«economía libre».
Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está
encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere
como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es
absolutamente negativa.
Concretamente la Iglesia no tiene modelos para proponer, considera que los verdaderamente eficaces pueden
nacer solamente de las diversas situaciones históricas, gracias al esfuerzo de los responsables que afronten el
problema, ofreciendo como orientación ideal indispensable, la Doctrina Social, que reconoce la positividad del
mercado y la empresa pero indicando que estos han de ser orientados al bien común.
Cap. 1
+ El fracaso del Socialismo deja al Capitalismo como único modelo de organización económica".
( Comentar esta afirmación según el contenido del capitulo IV de la Encíclica Centesimus Annus de Juan
Pablo II) (xxxx)
Juan Pablo II afirma que Cent Annus conmemora, relee el pasado; pero sobre todo se abre al futuro. Trata sobre el
orden económico. Es una verdadera actualización de la DSI.
Según el contenido de la Enc. esta afirmación es inaceptable, ya q ante la caída del socialismo como modelo de
organización económica, hoy deberían romperse las barreras y monopolios q dejan a pueblos enteros al margen de
1 vida digna, impidiéndoles el acceso al desarrollo.
Ya en la CA que León XIII previó los efectos negativos del Socialismo, cuyo error fundamental es a) la eliminación
del hombre como persona (error que halla en el ateísmo su causa fundamental) y cuyo medio de acción es la lucha
de clases. b) El criticó asimismo el liberalismo, en cuanto dejaba la esfera económica fuera del campo de acción
del Estado y, sobre todo, en cuanto --doctrinalmente hablando-- afirma una libertad apartada de la verdad (éste es
su profundo y típico error).
El capítulo tercero analiza los sucesos de los años 1980, que culminan con la caída del muro de Berlín (1989).
Su eje lo constituye el hundimiento de la regímenes opresores. a) Son factores del mismo: la violación de los
derechos de los trabajadores (y la consiguiente reacción de éstos, iniciada en Polonia, en nombre de la solidaridad);
la ineficacia del sistema económico, al par que la violación de la cultura y de los derechos nacionales;
particularmente, dentro del ámbito cultural, el vacío espiritual producido por el ateísmo. b) Y son consecuencias de
dicha caída: el encuentro que ha tenido lugar, en algunos países, entre la Iglesia y el Movimiento obrero (ángulo
religioso); el peligro de un nuevo despertar de odios y rencores en los pueblos de Europa (ángulo político); el deber
de justicia de ayudar a las naciones excomunistas, sin frenar el auxilio prestado al Tercer Mundo (ángulo solidario);
la necesidad de poner en juego una recta concepción del desarrollo, esto es, un desarrollo integral (ángulo ético-
jurídico).
Uno de los mensajes de la encíclica nos dice: desprendámonos definitivamente de las negatividades ideológicas del
Socialismo y del Liberalismo, si queremos construir verdaderamente un mundo de libertad y solidaridad.”
También este texto reflexiona sobre la alienación y el capitalismo, desde una iluminación antropólogico-teológica de
la economía.
a) Más allá del enfoque marxista de la alienación, unilateralmente economicista y materialista, la visión de este
fenómeno parte de su existencia (en los ámbitos del consumo y del trabajo) y profundiza en su causas. El hombre
se aliena cuando se niega a la autodonación; la sociedad se aliena cuando se cierra a la solidaridad. En ambos
casos, el hombre instrumentaliza al hombre.
b) Conectando con lo dicho más arriba, el capitalismo debe ser objeto de discernimiento. Si por él se entiende un
sistema económico que renoce el cuádruple papel de la empresa, el mercado, la propiedad privada (con la
consiguiente responsabilidad sobre los medios de producción) y la libre creatividad humana, la respuesta es
positiva. Pero si lo que está en juego es una ideología radical cuyos lastres y efectos son la marginación y la
explotación (sobre todo en el Tercer Mundo) y la alienación hace un momento considerada (especialmente en los
Países más avanzados), entonces no cabe otra salida que la denuncia y el rechazo.
Los tres restantes capítulos están dedicados a la propiedad privada y al destino universal de los bienes; al Estado y
la Cultura; a la Doctrina Social de la Iglesia.
El cap IV) trata dos grandes temas: el trabajo moderno como nuevo tipo de propiedad y el mercado libre.
Sobre el trabajo moderno se nos dice que el modo de relación trabajo-tierra como factor de propiedad ha cambiado
con el paso de los tiempos; hoy el factor trabajo tiene prioridad sobre el factor fecundidad de la tierra. Ahora bien,
dentro del factor trabajo como elemento determinante de la propiedad, emergen el conocimiento, la técnica y el
saber, los cuales pasan a ser las fuentes principales de riqueza. Históricamente, pues, la tierra ha cedido su papel
de factor decisivo de la producción al capital y éste, posteriormente, lo ha cedido al hombre.
Este dato nuevo presenta aspectos positivos junto a otros negativos. Entre los primeros cabe subrayar la valoración
del propio hombre, el ejercicio de determinadas virtudes y el derecho a la libertad. Entre los segundos, hay que
destacar el doble hecho de la marginación (respecto a los sistemas de empresa en los que el trabajo moderno
ocupa un lugar central) y de la miseria y explotación (en los lugares donde continúa vigente un capitalismo salvaje)
de enormes masas humanas. Se impone, pues, la conclusión de que hay que conseguir un acceso equitativo al
mercado internacional --por parte de los marginados y explotados: personas y pueblos--, basado no en el principio
unilateral de la explotación de los recursos naturales, sino sobre la universal valoración de los recursos humanos.
En cuanto al tema del mercado libre, después de mostrar cómo éste debe ser "etizado" (cumpliendo los deberes
de justicia y equidad; otorgando, más allá de ellos, lo que es debido al hombre por el simple hecho de ser hombre; y
percibiendo que, en el contexto del Tercer Mundo, los objetivos de Rerum Novarum conservan su validez), nuestro
texto se detiene sobre cuatro puntos de particular relevancia: sindicatos, empresa, capitalismo y deuda exterior.
Los sindicatos, en el contexto del Tercero como del Cuarto Mundo, deben proseguir su lucha contra el capitalismo
liberal proponiendo como alternativa no el sistema socialista, sino una sociedad que se funda en el trabajo libre, la
empresa y la participación y que requiere un oportuno control del mercado.-
La empresa capitalista tiene derecho a sus beneficios en la medida en que se constituye no en una sociedad cuyo
único fin es maximizar el lucro, sino en una comunidad de personas con vistas a resolver sus necesidades y ofrecer
bienes y servicios en provecho de la sociedad.-
El Capitalismo real, una vez fracasado el socialismo homónimo, no es ni puede ser el único modelo de
organización económica, dado que, por si solo, no asegura a todos --individuos y pueblos-- las condiciones básicas
de participación en el desarrollo. El Cap es visto como 1 sistema q superpone a las cosas por sobre los hombres,
donde los pobres , además de verse impedidos de bienes materiales, se encuentran vedados de alcanzar un
desarrollo del saber y conocimiento, continuando así en 1 estado de humillante dependencia. Se requiere una
programación responsable de parte de toda la comunidad internacional, con la consiguiente apertura de las
naciones más fuertes y la coherente inserción --que implica esfuerzo y sacrificio-- de las débiles.- La deuda
exterior, habida cuenta de la vigencia del principio de pago, requiere modalidades de reducción, dilación o extinción
en la medida en que supone sacrificios insoportables que llevarían a poblaciones enteras al hambre y a la
desesperación.
¿ Se puede decir que después del fracaso del comunismo el sistema vencedor sea el capitalismo? y que hacia él
estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad?
La respuesta obviamente es compleja. Si por “capitalismo” se entiende un sistema económico que reconoce el papel
fundamentalmente y positivo de la empresa del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente
responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la
respuesta ciertamente es positiva.
La solución marxista ha fracasado, pero permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación,
especialmente en el tercer mundo, así como fenómenos de alineación humana, especialmente en los países más
avanzados; contra tales fenómenos se alza con firmeza la voz de la iglesia.
La iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en
las opciones políticas y garantizada a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes,
o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por ello la Enc propone como alternativa una sociedad
basada en el trabajo libre, en la empresa y en la participación. Esa sociedad tampoco se opone al mercado sino q
exige q éste sea controlado por las fuerzas sociales y x el Estado, de manera q se garantiza la satisfacción de las
exigencias fundamentales de toda la sociedad.
Después de la caída del totalitarismo comunista y de otros muchos regímenes totalitarios y de “seguridad nacional”,
asistimos hoy al predominio, no sin contrastes, del ideal democrático junto con una viva atención y preocupación por
los derechos humanos. Pero, precisamente por esto, es necesario que los pueblos que están reformando sus
ordenamientos den a la democracia un autentico y sólido fundamento mediante el reconocimiento explícito de estos
derechos.
CAPITULO III-La propiedad privada y su función social- (p. 351)
+ ¿El derecho a la propiedad es un derecho absoluto de la persona humana? Fundamentar (xxxxx) (p.
351)
El principio del destino universal de los bienes es una invitación a desarrollar una visión económica inspirada por
valores morales que permitan a las personas no perder de vista el origen o propósito de estos bienes, de manera
que se logre un mundo de justicia y solidaridad, en el que la creación de riqueza pueda tener una función positiva.
Todos los bienes del universo son de todas las personas, porque son creación y don del Creador y padre común de
todos los hombres.
El derecho a la propiedad privada no es un derecho absoluto, está subordinado al destino universal de los bienes.
El derecho a la propiedad privada, adquirida o recibida de modo justo no anula la donación original de la tierra al
conjunto de la humanidad».
Pablo VI ha dicho en su encíclica PP: «La propiedad privada no constituye para nadie un derecho
incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera la propia
necesidad, cuando a otros les falta lo necesario».
«Los bienes creados deben llegar a todos en forma justa, según la regla de la justicia inseparable de la caridad.
Todos los demás derechos, comprendido el de la propiedad, a ello están subordinados»
Cuando se utiliza para concentrar bienes en las manos de unos pocos/as, crea injusticias y viola el derecho
fundamental de todos los hombres a una vida digna. (Cf. MM111; LC 87; 90; SRS 39)
Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los
bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad,
… jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes. Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener
las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el
sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás (GS 69) Concilio Vaticano II
La tierra ha sido dada para todo el mundo y no solamente para los ricos. Es decir, que la propiedad privada no
constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto (PP 23) Pablo VI
El bien común exige, algunas veces, la expropiación, si por el hecho de su extensión, de su explotación deficiente o
nula, de la miseria que de ello resulta a la población, del daño considerable producido a los intereses del país,
algunas posesiones sirven de obstáculo a la prosperidad colectiva (PP 24) Pablo VI
Existe otra forma de propiedad, concretamente en nuestro tiempo, que tiene una importancia no inferior a la de la
tierra: es la propiedad del conocimiento, de la técnica y del saber (CA 32) Juan Pablo II
1. La cuestión de la propiedad privada (351)
a) Doctrina de la Iglesia sobre la propiedad : Existen 2 principios cruciales de la dsi: el derecho a la propiedad
privada de los bienes de producción, y la función social inherente a esa propiedad.
La fundamentación de este derecho esta la propia naturaleza humana: “Por esta causa de ser el único animal
dotado de razón, es de necesidad conceder al hombre no sólo el uso de los bienes, cosas común a todos los
animales, sino también el poseerlos con derecho estable y permanente, y tanto los bienes que se consumen con el
uso cuanto los que, pese al uso que se hace de ellos, perduran”. (RN).
Por la naturaleza o por el Creador mismo se ha conferido al hombre el derecho de dominio privado, no sólo para que
puedan atender a sus necesidades propias y a las de su familia sino tambien para q los bienes que el Creador
destinó a toda la familia humana sirvan efectivamente para tal fin” (45). (QA)
Y también: “es necesario que el derecho natural de poseer en privado y de transmitir los bienes por herencia
permanezca siempre intacto e inviolable, no pudiendo quitarlo el Estado, porque ‘el hombre es anterior al Estado’”
(QA)
De esto queda de manifiesto el carácter natural de este derecho, fundado en la naturaleza humana y no en una
concesión
del Estado. Asimismo se establece claramente la radical destinación común de los bienes, por parte del Creador, a
la humanidad entera, siendo la propiedad privada una “institución” que hace efectiva esta destinación común:
principio del que arranca la necesaria “función social” de toda propiedad.
b) Los fundamentos del régimen de propiedad
El fundamento de este derecho y de su función social reposa en la propia naturaleza humana, conocida a la luz de
la razón y de la fe, y no en meros motivos pragmáticos de mayor eficiencia, si bien éstos retienen también cierta
validez relativa en cuanto expresan el orden natural. El régimen de propiedad debe fundarse radicalmente en el
dominio ético, metafísico y teológico, a saber, en “la primacía del hombre respecto de las cosas” (LE, 12), en la
trascendencia de la persona humana sobre el mundo material (cfr. Gen 1,28 y Mt 16,26), y en los fines superiores de
la existencia: no se es para haber, sino que se posee para ser.
La mayor productividad económica de un régimen de propiedad no es un criterio último. Es un error considerar al
trabajo humano exclusivamente según su finalidad económica. La prioridad del sujeto sobre el objeto del trabajo -de
la persona sobre la riqueza- tal como ha sido desarrollada por Juan Pablo II, exige que nos preguntarse a qué precio
-al precio de qué valores humanos se logró que 1 régimen de propiedad sea el más productivo.
2. LAS RAZONES DEL DERECHO NATURAL A LA PROPIEDAD PRIVADA (p. 353)
a) Propiedad privada y substantividad personal
El sujeto del derecho de propiedad es el mismo sujeto en quien subsiste la naturaleza humana, o el sujeto de las
relaciones humanas, o el sujeto del devenir histórico. Pues bien, ese sujeto es propiamente la persona humana y es
a la persona humana a quien corresponde poseer con derecho pleno. “El derecho de propiedad privada (...) es un
derecho contenido
en la misma naturaleza, la cual nos enseña la prioridad del hombre individual sobre la sociedad civil. Y porque la
persona es intrínsecamente sociable, el derecho de propiedad no es un derecho individual absoluto, sino que tiene
una función intrínsecamente social.
El poseer sigue al ser del hombre. La propiedad es personal porque la persona humana trasciende el mundo de las
cosas y trasciende la propia colectividad o el proceso social productivo. La persona tiene porque es: por su
substantividad o subsistencia espiritual. (QA)
b) Propiedad privada y trabajo personal
En un sentido análogo, podemos decir que la posesión sigue al trabajo humano: brota del carácter personal del
trabajo; es una consecuencia de la fecundidad del trabajo personal: lo producido pertenece a quien lo produjo y en
la medida en que lo produjo.
Encontramos este argumento claramente expuesto en la R.N.:
3. La función social de toda propiedad (357)
Cap. 3- La función social de toda propiedad (p. 357)
Qué significa el “destino universal de los bienes?”. El Destino universal de los bienes es uno de los principios
básicos de la doctrina social de la Iglesia Católica. Para ésta los bienes, aun cuando son poseídos legítimamente,
conservan siempre un destino universal. Toda forma de acumulación indebida es inmoral, porque se halla en abierta
contradicción con el destino universal que Dios creador asignó a todos los bienes. Al comienzo Dios confió la tierra y
sus recursos a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos, los dominara mediante
su trabajo y se beneficiara de sus frutos (cf Gn 1, 26-29). Los bienes de la creación están destinados a todo el
género humano. Sin embargo, la tierra está repartida entre los hombres para dar seguridad a su vida, expuesta a la
penuria y amenazada por la violencia. La apropiación de bienes es legítima para garantizar la libertad y la dignidad
de las personas, para ayudar a cada uno a atender sus necesidades fundamentales y las necesidades de los que
están a su cargo. Debe hacer posible que se viva una solidaridad natural entre los hombres.|CIC 2402.
Capitulo 4-
+ el trabajo como centro en la doctrina social de la iglesia. (p. 363)
El hombre hecho a imagen y semejanza de Dios en el mundo visible y puesto en él para q dominase la tierra, está
por ello, desde el pcpio, llamado al trabajo. El trabajo es 1 de las características que distinguen al hombre del resto
de las criaturas.
La clave central de toda la cuestión social en encuentra en el trabajo humano, como pto de referencia, el mas
adecuado p/ analizar todos los problemas sociales.
1. LA DIMENSION DIVINA Y TOTAL DEL TRABAJO HUMANO (p. 363)
a) La cuestión social es la cuestión laboral
JPablo II ha operado una modificación del centro de gravedad de la cuestión social, al escribir en las primeras
páginas de la L.E.: “Ciertamente el trabajo, en cuanto problema del hombre, ocupa el centro mismo de la ‘cuestión
social’”
“El trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social” (3). Este giro, tiene un
fundamento pleno en la S. Escritura, en el Magisterio anterior y en los “signos de los tiempos” históricos. Podría
parecer que el problema se centraba hasta entonces, en la distribución de la riqueza y, más en general, en el
establecimiento de relaciones humanas justas o en cierto modo era y es así; pero la “riqueza” es, cada vez más,
algo “producido” por el trabajo humano (R.N.7 y 8, y L.E., 14, sobre la relación entre propiedad y trabajo); y el
posible carácter abstracto de las relaciones humanas justas, por su parte, se torna más concreto y vivo en torno a su
eje laboral.
La Libertatis conscientia:“Dado que la relación entre la persona humana y el trabajo es radical y vital, las formas y
modalidades, según las cuales esta relación sea regulada, ejercerán una influencia positiva para la solución de un
conjunto de problemas sociales y políticos que se plantean a cada pueblo. Unas relaciones de trabajo justas
prefigurarán un sistema de comunidad política apto para favorecer el desarrollo integral de toda la persona humana”
(83). Y hace hincapie: en “la educación y el trabajo, que se expresan en fórmulas recurrentes como “educación a la
civilización del trabajo”, “Evangelio del trabajo”, una nueva “cultura del trabajo”, etc.
Los dos grandes desafíos que plantea hoy el trabajo humano, como centro de la cuestión social, son la organización
externa del trabajo para que sea ejercido encondiciones verdaderamente humanas, y la transfiguración interior del
trabajo para que
sea realizado con plenitud de sentido o con arreglo a su destino último o santificante.
Pio XII (L.E.: “Ni el trabajo solo, ni su perfecta organización con los más potentes medios, sirve para fraguar y
garantizar la dignidad del trabajador, sino la religión y todo lo que ella ennoblece y santifica”
b) La santidad del trabajo en la Laborem exercens
Los hombres y mujeres que realizan su trabajo de forma que resulte provechoso y en servicio de la sociedad, con
razón pueden pensar que con su trabajo desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y
contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia” (34).
La Laborem exercens: “Hecho a imagen y semejanza de Dios en el mundo visible y puesto en él para que dominase
la tierra, el hombre está por ello, desde el principio, llamado al trabajo” (Intr). “El hombre, creado a imagen de
Dios, mediante su trabajo participa en la obra del creador (...). El hombre, trabajando, debe imitar a Dios, su
Creador” (25). El pecado original no anula esta vocación originaria del hombre al trabajo: las palabras de la
maldición bíblica “se refieren a la fatiga, a veces pesada, que desde entonces acompaña al trabajo humano; pero no
cambian el hecho de que éste es el camino por el que el hombre realiza el ‘dominio’ que le es propio sobre el
mundo visible (...). No obstante, con toda esta fatiga -y quizás, en un cierto sentido, debido a ella’ el trabajo es un
bien del hombre” (9), un “bonum arduum” según la terminología de Sto Tomás.
A partir de estas verdades de la fe, Juan Pablo II urge a “la formación de una espiritualidad del trabajo, que ayude a
todos los hombres a acercarse a través de él a Dios, Creador y Redentor, a participar en sus planes salvíficos
respecto al hombre
y al mundo” (24). Y pide “que esta espiritualidad cristiana del trabajo llegue a ser patrimonio común de todos”
(25). Así los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo”.
2. TRABAJO Y TRABAJADOR: LA PRIORIDAD DEL SUJETO HUMANO (p. 365)
a) Los fines del trabajo humano
El fin inmediato del trabajo “es procurarse algo para sí y poseer con propio derecho una cosa como suya”,
“conseguir lo necesario para la comida y el vestido” (R.N, 3). No obstante, es necesario “que el trabajo, además de
ser concebido
como fuente de ingresos personales, lo realicen también todos los miembros de la empresa como cumplimiento de
un deber y prestación de un servicio para la utilidad general” (M et M, 92). Al mismo tiempo, y en Jesucristo, “el
trabajo humano se eleva y ennoblece de tal manera que conduce a la perfección espiritual al hombre que lo realiza
y, al mismo tiempo, puede contribuir a extender a los demás los frutos de la redención cristiana y propagarlos por
todas partes” (M.M, 259).
La G et S: “La actividad humana, así como procede del hombre, así también se ordena al hombre.
Pues éste con su acción no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende
mucho, cultiva sus facultades, se supera y se trasciende.
Tal superación, rectamente entendida, es más importante que las riquezas exteriores que puedan acumularse. El
hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Asimismo, cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más
justicia, mayor
fraternidad y un más humano planteamiento en los problemas sociales, vale más que los progresos técnicos.
Así, podemos decir que el trabajo es: -medio ordinario de sustentación, servicio a la sociedad, realización personal y
como veremos camino de santidad.
b) La prioridad del trabajo subjetivo
De estos dos principios arranca el planteamiento de JPablo II acerca de la prioridad de la dimensión subjetiva del
trabajo su fruto humano inmanente- sobre el trabajo objetivo -la cosa producida-, doctrina rica en consecuencias
doctrinales y prácticas.
El trabajo en sentido subjetivo brota de la condición de persona que posee el trabajador: “Como persona, el hombre
es, pues, sujeto del trabajo. Como persona él realiza varias acciones pertenecientes al proceso del trabajo; éstas,
con independencia de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a la realización de su humanidad, al
perfeccionamiento de esa vocación de persona, que posee en virtud de su misma humanidad”; esta verdad
“constituye en cierto modo el meollo fundamental y perenne de la doctrina cristiana sobre el trabajo humano” (L.E.).
Ella “condiciona la misma esencia ética del trabajo” (6): “porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la
naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre; es más, en cierto
sentido “se hace más hombre”” (9). De aquí la prioridad del agere sobre el facere, del actuar moral inmanente sobre
el hacer técnico transitivo;
• “en esta concepción desaparece casi el fundamento mismo de la antigua división de los hombres en clases
sociales, según el tipo de trabajo que realicen” (6). No se excluye la necesaria calificación o incluso valoración
objetiva del trabajo y de su producto; pero ellos se miden “sobre todo con el metro de la dignidad del sujeto mismo”
(6), el ser humano que trabaja;
• moralmente el trabajo más pequeño y ordinario tiene su valor intrínseco. “La finalidad de cualquier trabajo realizado
por el hombre -aunque fuera el trabajo ‘más corriente’, más monótono en la escala del modo común de valorar, e
incluso el que más margina- permanece siempre el hombre mismo” (6);
• “el trabajo está ‘en función del hombre’, y no el hombre ‘en función del trabajo’” (6). Hacer de otro hombre una
función del trabajo, o incluso de sí mismo un ser funcional, y del propio trabajo una suerte de fin último, es un
desorden moral; es un desorden muy grave tratar al trabajo “como una especie de ‘mercancía’ que el trabajador (...),
vende al empresario” (7), y por consiguiente tratar al trabajador “como una anónima ‘fuerza’ necesaria para la
producción” (7). Ya Pío XI afirmaba que el trabajador no puede ser nunca “mera herramienta”, ni el trabajo “una
mercancía cualquiera” (Q.A, 83);
• los diversos sujetos del trabajo se unen en variados “movimientos de solidaridad” laboral. “Esta solidaridad debe
estar siempre presente allí donde lo requiere la degradación social del sujeto del trabajo, la explotación de los
trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso de hambre” (8);
• de la prioridad del sujeto sobre el objeto del trabajo brota, en forma muy especial, “el principio de la prioridad del
‘trabajo’ frente al ‘capital’” (12), que en el fondo expresa “la primacía del hombre respecto de las cosas”, pues el
“capital –en sentido restringido- es solamente un conjunto de cosas” (12).
Para evitar equívocos, debe añadirse que la dimensión subjetiva del trabajo –el perfeccionamiento moral del sujeto
que lo realiza- no es independiente de su dimensión objetiva -la perfección de la obra realizada-. El trabajador se
hace bueno en la medida en que trabaja bien. La calidad de su obra puede verse interferida por factores ajenos a su
intención; pero, en cuanto no es así, la perfección interna del trabajador consiste en el trabajo bien hecho, ya se
trate de barrer el suelo, de escribir un poema o de dirigir una empresa.
c) Explicar la importancia del carácter subjetivo del trabajo humano. (p. 366) (x)
El trabajo en sentido subjetivo brota de la condición de persona que posee el trabajador:
“Como persona, el hombre es, pues, sujeto del trabajo. Como persona él trabaja, realiza varias acciones
pertenecientes al proceso del trabajo; éstas, con independencia de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a
la realización de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocación de persona, que posee en virtud de su misma
humanidad”; esta verdad “constituye en cierto modo el meollo fundamental y perenne de la doctrina cristiana sobre
el trabajo humano” (L.E).
Mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se
realiza a sí mismo como hombre; es más, en cierto sentido “se hace más hombre”” (9). De aquí la prioridad del
agere sobre el facere,debe procurarse que “en el trabajo, mediante el cual la materia es ennoblecida, el hombre
mismo no sufra mengua en su propia dignidad”
De la prioridad del sujeto sobre el objeto del trabajo brota, en forma muy especial, “el principio de la prioridad del
‘trabajo’ frente al ‘capital’” (12), que en el fondo expresa “la primacía del hombre respecto de las cosas”, pues el
“capital –en sentido restringido- es solamente un conjunto de cosas”
El hombre y la mujer mediante el trabajo se transforman a sí mismos, creciendo en humanidad. La dignidad del
trabajo se fundamenta no en la actividad realizada (dimensión objetiva) sino en el hecho de que el sjeto que
desempeña dicha actividad es una persona (dimensión subjetiva).(
PRIMACÍA DEL TRABAJO SOBRE LOS BENEFICIOS DEL CAPITAL (CDSI 255-322)
El trabajo de la persona hace que esta sea creadora y legítima consumidora de los bienes producidos; es
intrínsicamente perverso explotar a los trabajadores/as en beneficio del capital. El trabajo es la clave de la correcta
interpretación del problema social. Los cristianos/as deben ponerse al frente de la defensa de los derechos de los
trabajadores/as y de sus familias: salario justo, descanso, garantías sociales, seguridad social, empleo digno, etc.
Mediante su trabajo, la persona se compromete no sólo en favor suyo, sino también a favor de los demás y con los
demás: cada uno colabora con el trabajo y en el bien de los otros (CA 43) Juan Pablo II
El problema clave de la ética social es el de la justa remuneración por el trabajo realizado, en tal remuneración debe
estar presente también las prestaciones familiares y ayudas sociales: “prestaciones que deben corresponder a las
necesidades efectivas, es decir, al numero de personas a su cargo durante todo el tiempo en que no estén en
condiciones de asumir dignamente la responsabilidad de la propia vida (LE 19) Juan Pablo II
Otro derecho es el de asociación, “esto es a formar asociaciones o uniones que tengan como finalidad la defensa de
los interesas vitales de las personas empleadas en las diversas profesiones. Estas uniones llevan el nombre de
sindicatos” (LE 20) Juan Pablo II.-
3. LA ORGANIZACION SOCIAL Y JURIDICA DEL TRABAJO (p. 367)
a) El derecho y el deber de trabajar; empleo y desempleo
Podemos decir que el trabajo es uno de los derechos fundamentales de la persona humana y, correlativamente, es
también un deber imperioso.
La Q.A. postula, en este sentido, “un orden social y jurídico que garantice el ejercicio del trabajo” (69). Pío XII hace
brotar del trabajo mismo como dimensión constitutiva de la naturaleza humana el derecho y el deber de ejercitarlo:
“Este deber y su correspondiente derecho al trabajo lo impone y lo concede al individuo en primera instancia la
naturaleza y no la sociedad” (Mje de Pentecostés, 1941), y esto por ser el trabajo “medio indispensable para el
mantenimiento de la vida
familiar” (Mje de Navidad,1942). La G.et spes, tras enumerar las múltiples dimensiones del trabajo, concluye: “De
aquí se deriva para todo hombre el deber de trabajar fielmente, así como también el derecho al trabajo. Y es deber
de la sociedad, por su parte, ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que puedan encontrar
la oportunidad de un trabajo suficiente” (67).
JPablo II aborda este tema con detalle en la L.E. Tras hablar con elocuencia de la laboriosidad como virtud moral
(9), del “amor al trabajo” y del carácter “totalmente positivo y creativo, educativo y meritorio” del trabajo humano (11),
deriva de él su condición de estricta obligación o “deber del hombre, y esto en el múltiple sentido de esta palabra”
(16): deber de cara a Dios, a sí mismo, a la familia, al prójimo y a la sociedad entera. A este deber corresponde no
sólo el derecho a trabajar, sino los múltiples “derechos humanos que brotan del trabajo” (16), algunos de los cuales
trataremos a propósito de la empresa y el sindicato.
En cuanto al derecho de trabajar en sí, el Papa es consciente que el problema es conseguir trabajo, encontrar un
empleo adecuado para todos los sujetos capaces de él. Lo contrario de una situación justa y correcta en este sector
es el desempleo, es decir, la falta de puestos de trabajo para los sujetos capacitados”. El derecho al trabajo choca
a menudo con una situación de hecho, el desempleo. De allí justamente el deber de la sociedad entera, del Estado
y de las instituciones laborales en el sentido de actuar contra el desempleo y de “prestar subsidio a favor de los
desocupados”,así como también el deber de “proveer a una planificación global” con vistas al pleno empleo).
Hay muchos recursos de la naturaleza sin utilizarse y sin embargo existen muchos grupos enteros de desocupados
o subocupados y un sinfín de multitudes hambrientas esparcidas por la tierra, lo que atestigua el que, dentro de las
comunidades políticas, así como en las relaciones existentes entre ellas a nivel continental y mundial -en lo
concerniente a la organización del trabajo y del empleo- hay algo que no funciona, y concretamente en los puntos
más críticos y de mayor relieve social”.
b) Trabajo humano, tecnología y ética profesional
La revolución científica y tecnológica ha producido una metamorfosis social y cultural de grandes proporciones (cfr.
G et Spes, 3 y 4). La técnica es constitutiva de la naturaleza humana y está comprendida en el mandato del
Génesis: es el propio trabajo humano en cuanto artificio dominador de la tierra. La técnica participa de la
ambigüedad de todo lo humano: puede ser fuente de grandes males y de grandes bienes.
Economía y técnica no tienen sentido si no es por el hombre, a quien deben servir” (P.P, 34).
La G.et spes reconoce que, gracias a la técnica, el hombre “ha ampliado y sigue aún el campo de su dominio sobre
casi toda la naturaleza.
El peligro reside específicamente en “el desarrollo de la técnica no controlado ni encuadrado en un plan con
proyección universal y auténticamente humanística.
“El progreso de la técnica y el desarrollo de la civilización de nuestro tiempo, que está marcado por el dominio de la
técnica, exigen un desarrollo proporcional de la moral y de la ética. Mientras tanto, este último parece, por
desgracia, haberse quedado atrás.
Por eso este progreso, no puede menos de engendrar múltiples inquietudes. La primera inquietud se refiere a la
cuestión esencial y fundamental: este progreso, cuyo autor y fautor es el hombre, ¿hace la vida del hombre sobre la
tierra, en todos sus aspectos, ‘más humana’?, ¿la hace más ‘digna del hombre’?” (15).
El progreso moral paralelo a la tecnología y orientador de sus avances y aplicaciones debe ser un progreso de la
“ética profesional” en todas las áreas del trabajo humano. Hoy el ritmo y la complejidad del avance tecnológico
hacen indispensable una “ética de la ciencia”, que oriente al investigador sobre el bien y el mal de determinados
experimentos y de sus previsibles aplicaciones; una ética médica, especialmente en el área genética, y en relación
a los problemas cruciales de la concepción, nacimiento y muerte del ser humano; una ética periodística de cara a
las nuevas figuras que asumen los medios de comunicación social; una ética de la empresa, y de la economía, en
general, que actualice las normas clásicas en relación a los nuevos problemas de conciencia que derivan del
desarrollo económico; y así también una ética jurídica, policial, militar, política, educacional, familiar, etc., puesta al
día con respecto a las nuevas y complejas figuras morales que plantea el progreso científico, tecnológico y
profesional de nuestro tiempo.
c) La prioridad del trabajo sobre el capital
En el campo laboral, las relaciones entre el trabajo y el capital son a menudo conflictivas. Las dos instituciones
humanas llamadas “capital” y “trabajo asalariado” son legítimas en sí mismas. Así lo ha reivindicado la Iglesia frente
al socialismo y al comunismo. El capital es en cierto modo el mismo trabajo -su fruto acumulado con vistas a un
nuevo trabajo más eficaz, y nada hay en el trabajo asalariado que sea injusto o malo en sí mismo (R.N.)
JPablo II sienta un principio: “El principio de la prioridad del ‘trabajo’ frente al ‘capital’, ya mencionado a la luz de la
prioridad del trabajo subjetivo sobre su objeto. Esta prioridad se funda en el hecho de ser el trabajo “una causa
eficiente primaria” y el capital “sólo un instrumento o la causa instrumental” del proceso productivo.
En efecto, el capital comprende ya sea los recursos de la naturaleza, ya el cjnto de medios con los que el hombre se
apropia de ellos. Pero esos recursos son una donación del Creador, y estos medios son “fruto del patrimonio
histórico del trabajo humano”. Luego el capital, legítimo en sí, es una realidad derivada y no original.
“Todo lo que sirve al trabajo (...) es fruto del trabajo”. El capital “ha nacido del trabajo”, y de allí la prioridad de éste,
que es tanto como decir “la primacía del hombre en el proceso de producción, la primacía del hombre respecto de
las cosas”, puesto que el capital es en definitiva “un conjunto de cosas”.
No se puede separar el capital del trabajo, y de ningún modo se puede contraponer el trabajo al capital ni el capital
al trabajo, ni menos aún -como se dirá más adelante- los hombres concretos, que están detrás de estos conceptos,
los unos con los otros (...). Justo, es decir, intrínsecamente verdadero, puede ser aquel sistema de trabajo que en su
raíz supera la antinomia entre el trabajo y el capital, tratando de estructurarse según el principio expuesto más
arriba de la sustancial y efectiva prioridad del trabajo” (13).
Capitulo 5- Las asociac laborales: Empresa y sindicato (p-373).
LA DETERMINACIÓN DEL SALARIO JUSTO.
a) Legitimidad del capital y del asalariado:
Estas dos instituciones correlativas del “capital” y del “trabajo asalariado” son legítimas en sí, y el Magisterio las
considera tales cuando enseña que “ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital” (Rerum
novarum, 14), y que “capital y trabajo deberán unirse en una empresa común, pues nada podrá hacer el uno sin el
otro” (Quadragesimo anno, 53). No se puede separar el capital del trabajo ni contraponer el trabajo al capital ni el
capital al trabajo ni menos aún los hombres concretos, los unos a los otros. Ser "persona que trabaja" tiene
prioridad sobre ser "persona que trabaja". El enfoque economicista, la civilización materialista invierten este orden;
conceden importancia primaria a la dimensión objetiva sobre la subjetiva, marginan al sujeto, menosprecian a la
persona. El capital debe subordinarse al trabajo, sea éste empresarial, sea obrero.
b) Factores que determinan el salario justo:
Si el propietario de determinados bienes de producción contrata con el trabajador asalariado, quien por cierta
remuneración se compromete a determinada prestación de servicio, la primera y más general exigencia de la
justicia es que tal remuneración sea “justa”. El salario no debe ser en manera alguna insuficiente para alimentar
a un obrero frugal y morigerado (RN)
Ahora, si el obrero, obligado por la necesidad o acosado por el miedo de un mal mayor, acepta, aun no queriéndola,
una condición más dura, porque la imponen el patrono o el empresario, esto es ciertamente soportar una violencia,
contra la cual
reclama la justicia” (32). La diversidad de las circunstancias puede ser muy grande en esta materia, pero en
principio el salario debe ser “lo suficientemente amplio para sustentarse (el obrero) a sí mismo, a su mujer y a sus
hijos” (QA)
Así como no es lícito abandonar completam la determinación del salario a la libre competencia del mercado, así
tampoco es lícito q su fijación quede al arbitrio del poderoso.(MM)
Pero “para fijar la cuantía del salario deben tenerse en cuenta también las condiciones de la empresa y del
empresario, pues sería injusto exigir elevados salarios que, causen la ruina propia y la consiguiente de todos los
obrero.
Pío XI que “la cuantía del salario debe acomodarse al bien público económico”, es decir, no sólo a las condiciones
de la empresa, sino del íntegro entorno social, de tal modo “que se dé oportunidad de trabajar a quienes pueden y
quieren hacerlo.
Esto exige que los trabajadores cobren un salario cuyo importe les permita mantener un nivel de vida
verdaderamente humano y hacer frente con dignidad a sus obligaciones familiares.
La determinación del salario justo se mueve entre estas dos coordenadas, no siempre fáciles de conjugar: la digna
sustentación del trabajador y de su grupo familiar, y las posibilidades económicas de la empresa y del íntegro
sistema de producción, posibilidades que influyen no sólo en la cuantía del salario sino también en la obtención del
máximo empleo. Ambas metas, cuantía suficiente y pleno empleo, se condicionan entre sí y deben armonizarse,
dentro de las inevitables limitaciones recíprocas, en el mejor equilibrio que la situación permita con vistas al bien
común.
c) Justo y trabajo de la mujer: “El problema-clave de la ética social es el de la justa remuneración por el trabajo
realizado.
La L.E.aporta, sí, un énfasis muy específico, que se refiere al trabajo doméstico de la mujer.
“...Hay que esforzarse por la revalorización social de las funciones maternas (...). Será un honor para la sociedad
hacer posible a la madre -sin obstaculizar su libertad, sin discriminación psicológica o práctica, sin dejarla en
inferioridad ante sus
compañeras- dedicarse al cuidado y a la educación de los hijos (...). El abandono obligado de tales tareas, por una
ganancia retribuida fuera de casa, es incorrecto desde el punto de vista del bien de la sociedad y de la familia
cuando contradice o
hace difíciles tales cometidos primarios de la misión materna”.
NATURALEZA Y FINES DE LA EMPRESA: (376)
a) El fin de lucro y la norma moral
Para q sea económicamente posible el pago del salario justo y del salario familiar, es evidente la necesidad de una
cierta prosperidad económica y de un dinamismo del proceso productivo, sin el cual tales metas morales quedarían
considerablemente limitadas. Ahora bien, la empresa -sobre todo privada se ha mostrado como un agente esencial
de ese proceso dinámico.
No está mal que la unidad de producción llamada empresa tenga por objetivo inmediato un “fin de lucro”, en
términos generales, el objetivo de ganancia no es un fin espurio sino natural de cualquier trabajo humano. La Iglesia
no pide que la empresa se constituya como una sociedad de beneficencia o de asistencia social, pues tal
pretensión, aparte de desnaturalizar los móviles inmediatos del trabajo productivo, pecaría de poco realista: sólo
una minoría normalmente selecta de la humanidad está en condiciones de asumir los riesgos empresariales por un
fin exclusivo de caridad o asistencia.
Lo que no puede convalidarse moralmente es un fin de lucro exento de normas éticas o no regulado
intrínsecam x por las normas objetivas de la justicia social.
Juan P II: “los medios de producción no pueden ser poseídos contra el trabajo, no pueden ser ni siquiera poseídos
para poseer, pq el único título legítimo para su posesión -y esto ya sea en la forma de la propiedad privada, ya sea
en la de la propiedad pública o colectiva- es que sirvan al trabajo”(L.E, 14).
b) Normas de la ganancia empresarial
La ganancia empresarial es de suyo legítima, siempre que respete las leyes morales de justicia que sitúan al
hombre mismo como fin de todo el proceso económico.
Pío XI: “El empleo de grandes capitales para dar más amplias facilidades al trabajo asalariado, siempre que este
trabajo se destine a la producción de bienes verdaderamente útiles, debe considerarse como la obra más digna de
la virtud de la liberalidad y sumamente propiada a las necesidades de los tiempos” (Q.A, 51).
La ganancia empresarial está regulada por normas morales objetivas. Ella es legítima por dos títulos principales: el
servicio productivo de la empresa -que organiza diversos y complejos elementos de la producción en una unidad
funcional- y el riesgo correspondiente. Es natural que tenga su remuneración proporcionada al ingente trabajo de
organizar en forma de unidad productiva los numerosos y complejos factores de producción, que de suyo y en forma
dispersa serían estériles, y el acto de asumir el imponderable riesgo que lleva consigo esa iniciativa.
El fin fundamental de esta producción no es el mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el
servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias
intelectuales, morales, espirituales y religiosas” (64).
La ganancia empresarial es legítima en sí, pero para serlo se le impone como 1ra condición moral la prioridad del
bien de los trabajadores mismos, según la jerarquía establecida por la L.E.. La Instrucción Libertatis conscientia se
expresa así al respecto: “La prioridad del trabajo sobre el capital convierte en un deber de justicia para los
empresarios anteponer el bien de los trabajadores al aumento de las ganancias. Tienen la obligación moral de no
mantener capitales improductivos y, en las inversiones, mirar ante todo al bien común. Esto exige que se busque
prioritariamente la consolidación o la creación de nuevos puestos de trabajo para la producción de bienes realmente
útiles” (87). El pcipio gral q debe guiar esa decisión es el bien mismo de los trabajadores presentes y futuros por
encima de la mera voluntad de enriquecimiento sin beneficio social.
c) La participación del trabajador en la empresa misma
En la Q.A. aparece un nuevo elemento, si bien a título de proposición y no de obligación: la participación del obrero
en la empresa como sociedad.
Juan XXIII, (M.M, 77), insiste en la “conveniencia de que los obreros puedan hacer oír su voz y aporten su
colaboración p/ el eficiente funcionamiento de la empresa”, de modo q. no sean “meros ejecutores silenciosos, sin
posibilidad alguna de hacer valer su experiencia, y enteramente pasivos en cuanto afecta a las decisiones que
contratan y regulan su trabajo” (92).
De esta “participación activa en los asuntos de la empresa donde trabajan” (91) vuelve a hablar la G.et S: “activa
participación de todos en la gestión de la empresa, según formas que habrá que determinar con acierto” (68). Juan
Pablo II, por último, adelanta “propuestas” más concretas con carácter aún tentativo: “Son propuestas que se
refieren a la copropiedad de los medios de trabajo, a la participación de los trabajadores en la gestión o en los
beneficios de la empresa, al llamado “accionariado” del trabajo y otras semejantes.
Independientemente de la posibilidad de aplicación concreta de estas diversas propuestas, sigue siendo evidente
que el reconocimiento de la justa posición del trabajo y del hombre de trabajo dentro del proceso productivo exige
varias adaptaciones en el ámbito del mismo derecho de propiedad de los medios de producción” (L.E., 14).
d) Empresario directo e indirecto
JPablo II establece una distinción entre éste y el “empresario indirecto”, término que designa las “personas”,
“instituciones”, “contratos colectivos” y “principios” “que determinan todo el sistema socio-económico o que derivan
de él” en cuanto contienen una función cuasi empresarial (LE, 17).
Su responsabilidad no es la misma que la del empresario directo, pero es una “verdadera responsabilidad”, en
cuanto
determina diversos aspectos de las relaciones laborales.
El “empresario indirecto” comprende incluso a la entera sociedad, y al Estado mismo, bajo esta formalidad
específica, lo que tiene especial importancia “cuando se trata de determinar una política laboral correcta desde el
punto de vista ético”, lo q supera la competencia del empresario directo.
Hay muchos problemas laborales que sobrepasan esta competencia, y que inciden en la responsabilidad propia del
empresario indirecto: las líneas generales de la política laboral, las conexiones económicas internacionales, la
distancia creciente entre los países ricos y los más pobres (17), el problema del máximo empleo y la acción contra
el desempleo, el deber de subsidiar a los desocupados, la justa proporción entre los diversos tipos de empleo
(agrario, industrial, de servicios), la educación misma (18), la propia determinación del salario justo en cuanto
excede las posibilidades del empresario directo, la remuneración familiar en relación al trabajo doméstico de la
mujer, la legislación laboral (19), etc.
El concepto de empresario indirecto implica, en términos morales, que la responsabilidad por la suerte del
trabajador no se circunscribe al empresario directo, y que, una vez superada la capacidad de éste, siguen existiendo
deberes que cumplir de
cara al trabajador, y ellos deben ser efectivamente asumidos por las numerosas y variadas instancias sociales sobre
las cuales recaen tales deberes.
+ "La empresa es básicamente una sociedad de capitales". (Con la encíclica en mano comentar esta
afirmación según lo expresado en el capitulo IV de la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II) (xx)
No, La empresa no puede considerarse solamente como una “sociedad de capitales” es, al mismo tiempo, una
sociedad de personas, en la que entran a formar parte, de manera diversa y con responsabilidades específicas los
que aportan el capital necesario para su actividad y los que colaboran con su trabajo (CA 43) Juan Pablo II
El trabajo es capaz, en razón de su naturaleza misma de unir a los hombres verdadera e íntimamente; es capaz de
devolver forma y estructura a la sociedad, que ha llegado a ser amorfa y sin consistencia, y por eso mismo, de
sanear nuevamente las relaciones de la sociedad con el Estado” “Dado que la relación entre la persona humana y el
trabajo es radical y vital, las formas y modalidades, según las cuales esta relación sea regulada, ejercerán una
influencia positiva para la solución de un conjunto de problemas sociales y políticos que se pla es necesario “que el
trabajo, además de ser concebido como fuente de ingresos personales, lo realicen también todos los miembros de
la empresa como cumplimiento de un deber y prestación de un servicio para la utilidad general” (Mater et magistra,
92).Lo ideal es además q / conseguir estos objetivos los trabajadores se organicen asociativamente, con el fin de
promover íntegramente su persona tabajadora. Al mismo tiempo, y en Jesucristo, “el trabajo humano se eleva y
ennoblece de tal manera que conduce a la perfección espiritual al hombre que lo realiza y, al mismo tiempo, puede
contribuir a extender a los demás los frutos de la redención cristiana y propagarlos por todas partes a cada pueblo.
Unas relaciones de trabajo justas prefigurarán un sistema de comunidad política apto para favorecer el desarrollo
integral de toda la persona humana” los hombres y mujeres que, mientras procuran el sustento para sí y su familia,
realizan su trabajo de forma que resulte provechoso y en servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que con
su trabajo desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a que se
cumplan los designios de Dios en la historia.
Pero los beneficios no son el único factor importante q debe reflejar la empresa, es preciso q los hombres
(patrimonio esencial) sea respetado, no humilado ni ofendidoen su dignidad. Los beneficios son 1 elemento
regulador de la vida empresarial, pero debe atenderse además a los factores humanos y morales.
En relación al capital, la teología moral tradicional afirma que la “usura” es ilegítima, es decir, que la “cosa” separada
del hombre no concede derecho a un excedente de valor automático: la fecundidad “física” del dinero está sometida
al orden más fundamental de las relaciones morales entre personas. De allí la condenación del préstamo a interés
mientras el dinero no cobró, históricamente, la forma de “capital”.
La legitimidad del capital va intrínsecamente ligada al derecho de propiedad privada sobre los bienes de producción
(cfr.
Quadragesimo anno, 44-57).
NATURALEZA Y FINES DEL SINDICATO: (380)
a) Principio ético y origen histórico del sindicato
Entre los múltiples derechos de los trabajadores figura “el der a asociarse, esto es, a formar asociaciones o uniones
que tengan como finalidad la defensa de los intereses vitales de los hombres empleados en las diversas
profesiones.
Estas uniones llevan el nombre de sindicatos” (L.E, 20). Sobre el derecho mismo enseña la G. et S: “Entre los
derechos fundamentales de la persona humana debe contarse el derecho de los obreros a fundar libremente
asociaciones
que representen auténticamente al trabajador y puedan colaborar en la recta ordenación de la vida económica, así
como también el derecho de participar libremente en las actividades de las asociaciones sin riesgo de represalias”
(68).
Históricamente, el origen de los sindicatos fue “disueltos en el siglo pasado los antiguos gremios de artesanos, sin
ningún apoyo que viniera a llenar su vacío (...), el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e
indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores”. Por eso, como
precisa Juan Pablo II, “los sindicatos se diferencian de las corporaciones en este punto esencial: los sindicatos
modernos han crecido sobre la base de la lucha de los trabajadores, del mundo del trabajo y ante todo de los
trabajadores industriales para la tutela de sus justos derechos frente a los empresarios y a los propietarios de los
medios de producción” (LE, 20).
Aunque los sindicatos tuvieran un origen y una razón de ser histórica bien precisa,JPablo II afirma de su necesidad
en los tiempos ulteriores: “La experiencia histórica enseña que las organizaciones de este tipo son un elemento
indispensable de
la vida social, especialmente en las sociedades modernas industrializadas” (L.E, 20). Cfr. también PP, 38.)
b) Sindicato, antagonismo social y bien común
Los sindicatos modernos brotaron de una situación social y laboral antagónica,pero no deben entenderse de suyo
como anti ni como elementos reflejos de la “lucha de clases”.
Pío XII afirmó que el sindicato no es la contraparte del empresario en el contrato de trabajo, pues éste se conviene
entre personas y el sindicato no debe absorber a la persona del trabajador: “Si alguna vez el sindicato como tal, en
virtud de la evolución política y económica, llegase a asumir como un patronato o derecho de disponer libremente
del trabajador, de las fuerzas y de los bienes de éste, como ocurre en otras partes, quedaría con ello alterado y
destruido el concepto mismo del sindicato, que es una unión con fines de propia ayuda y defensa”
Los sindicatos son un exponente de la lucha por la justicia social, por los justos derechos de los hombres
de trabajo según las distintas profesiones. Sin embargo, esta “lucha” debe ser vista como una dedicación normal “en
favor” del justo bien (...); no es una lucha “contra” los demás (...).
El trabajo tiene como característica propia que, antes que nada, une a los hombres, y en esto consiste su fuerza
social: la fuerza de construir una comunidad (...). En todo sistema social el “trabajo” y el “capital” son los
componentes indispensables del proceso de producción, y la unión de los hombres para asegurarse los derechos
que les corresponden, nacida de la necesidad del trabajo, sigue siendo una factor constructivo de orden social y de
solidaridad, del que no es posible prescindir” (L.E., 20).
Pero “las exigencias sindicales no pueden transformarse en una especie de “egoísmo” de grupo o de clase” (20).
Los sindicatos son de hecho fuertes “grupos de presión”: su presión no debe ejercerse en función de intereses
sectoriales que atenten contra el bien común. Este requisito tiene especial importancia si se considera que, es
frecuente que los sindicatos no representen ni agrupen sino una parte -a menudo minoritaria- de la fuerza laboral
total del país: al ejercer un “egoísmo de grupo” no sólo pueden dañar el bien común, sino incluso y precisamente los
intereses de los trabajadores marginales que, por la razón que sea, no están sindicalizados.
Por motivos análogos, los sindicatos no deben ser instrumentalizados políticamente.
Su vocación no es política de suyo (cfr. Pío XII, 11-III-45). Puntualiza la Laborem exercens: “En este sentido la
actividad de los sindicatos entra indudablemente en la campo de la política, entendida ésta como una prudente
solicitud por el bien común.
Pero, al mismo tiempo, el cometido de los sindicatos no es “hacer política” en el sentido que se da hoy comúnmente
a esta expresión. Los sindicatos no tienen carácter de “partidos políticos” que luchan por el poder, y no deberían ni
siquiera ser sometidos a las decisiones de los partidos políticos o tener vínculos demasiados estrechos con ellos.
En efecto, en tal situación ellos pierden fácilmente el contacto con lo que es su
cometido específico, que es el de asegurar los justos derechos de los hombres de trabajo en el marco del bien
común de la sociedad entera, y se convierten en cambioen un instrumento para otras finalidades” (20).
c) Solución de los conflictos laborales y huelga
La G.et spes dice sobre los sindicatos, recogiendo una larga tradición: “En caso de conflictos económico-sociales
hay que esforzarse por encontrarles soluciones pacíficas. Aunque se ha de recurrir siempre primero a un sincero
diálogo entre las partes, sin embargo en la situación presente, la huelga puede seguir siendo medio necesario,
aunque extremo, para la defensa de los derechos y el logro de las aspiraciones justas de los trabajadores.
Búsquense, caminos para negociar y para reanudar el diálogo conciliatorio” (68).
La L.E. sintetiza así la cuestión: “Actuando en favor de los justos derechos de sus miembros, los sindicatos se
sirven también del método de la “huelga”, es decir, del bloqueo del trabajo, como de una especie de ultimátum
dirigido a los órganos competentes y sobre todo a los empresarios. Este es un método reconocido por la doctrina
social católica como legítimo en las debidas condiciones y en los justos límites. En relación con esto los
trabajadores deberían tener asegurado el derecho a la huelga, sin sufrir sanciones penales personales por participar
en ella.
Admitiendo que es un medio legítimo, se debe subrayar al mismo tiempo que la huelga sigue siendo, un medio
extremo. No se puede abusar de él; no se puede abusar de él especialmente en función de los “juegos políticos”.
Por lo demás, no se puede jamás olvidar que cuando se trata de servicios esenciales para la convivencia civil, éstos
han de asegurarse en todo caso mediante medidas legales apropiadas, si es necesario. El abuso de la huelga
puede conducir a la paralización de toda la vida socioeconómica, y esto es contrario a las exigencias del bien
común de la sociedad, que corresponde también a la naturaleza bien entendida del trabajo mismo” (20).
Unidad 6- "La Democracia es la mejor forma de gobierno" (Comentar esta afirmación según lo
expresado en el capitulo V de la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II.(xxxx)
La iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en q asegura la participación de los ciudadanos en las
opciones políticas y garantizada a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o
bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica.
Después de la caída del totalitarismo comunista y de otros muchos regímenes totalitarios y de “seguridad nacional”,
asistimos hoy al predominio, no sin contrastes, del ideal democrático junto con una viva atención y preocupación por
los derechos humanos. Pero, precisamente por esto, es necesario q los pueblos q están reformando sus
ordenamientos den a la democracia un autentico y sólido fundamento mediante el reconocimiento explícito de estos
derechos. Una democracia sin principios se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o apenas encubierto,
como demuestra la historia".
La democracia es apreciable por cuanto asegure la participación de los ciudadanos, ya que estos reciben de Dios
el poder y lo transfieren para su ejercicio al Estado. Por tanto, el agnosticismo y el relativismo escéptico como
fundamento de la democracia es rechazada ya q lleva al totalitarismo. El fanatismo también es rechazable por
imponer a los demás su verdad. El cristianismo afirma su verdad, pero respeta la de otros.
+ ¿Recomienda la Iglesia a través de su magisterio social alguna forma de Gobierno en particular?
(Fundamentar la respuesta)(xxxxx)
Si bien la Iglesia respeta la legítima autonomía del orden democrático, no posee titulo alguno p/expresar
preferencias x una u otra solución institucional o constitucional. El aporte que ella ofrece es precisam el concepto de
la dignidad de la persona, q se manifiesta en toda su plenitud en el misterio del Verbo encarnado.
La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en q asegura la participación de los ciudadanos en las
distintas opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios
gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica, Por eso mismo, no puede favorecer la
formación de grupos dirigentes restringidos que, x intereses particulares o x motivos ideológicos, usurpan el poder
del Estado. Una auténtica democracia es posible solam en 1 Estado de derecho y sobre la base de 1 recta
concepción de la persona humana. Requiere q se den las condiciones necesarias p/ la promoción de las personas
concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la subjetividad de la
sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad.
Hay q observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las
convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente p/fines de poder. Una democracia sin valores se
convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia.
16. "El Mensaje Social de la Iglesia será tanto mas creíble por su coherencia y lógica internas que por el
testimonio de las obras" (analizar esta afirmación según el contenido del capitulo VI de la Encíclica
Centesimus Annus de Juan Pablo II) comentar) (xxxx)
Según la encíclica mencionada, la frase correcta es que “el mensaje social de la iglesia se hará creíble por el
testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna” . Lo afirmado hace referencia no a todas las
personas, sino que a la mayoría, las cuales por su falente humanidad necesitan ver las cosas para creer. De ahí
que el mensaje de la iglesia se hace más creíble a los hombres cuando puede comprobarse a través de las
acciones, la veracidad de sus enseñanzas.
Por ejemplo, no sería admisible su amor por los pobres si sólo profesaran y nunca hicieran obras o acciones para
ayudarlos a superar las carencias que el flagelo de la pobreza imprime en sus vidas. Fue así, entonces que,
algunos de los primeros cristianos distribuían sus bienes a los pobres, dando testimonio de que, no obstante las
diversas proveniencias sociales, era posible una convivencia pacífica y solidaria.
Otra errada concepción que también tienen los hombres es la de pensar que si Dios en verdad existe, ¿por qué
permite que hayan pobres? Y es aquí donde también puede darse testimonio de lo que se enseña, a través de hacer
práctica la piedad para con los demás, razón por la cual Él permite que existan pobres en el mundo, porque
mientras que a un grupo le sobra bienes, a otros, con esa sobra, se les puede salvar la vida.
Para la Iglesia el mensaje social del Evangelio no debe considerarse como una teoría, sino, por encima de todo, un
fundamento y un estímulo para la acción. Impulsados por este mensaje, algunos de los primeros cristianos
distribuían sus bienes a los pobres, dando testimonio de que, no obstante las diversas proveniencias sociales, era
posible una convivencia pacífica y solidaria. Con la fuerza del Evangelio, en el curso de los siglos, los monjes
cultivaron las tierras, los religiosos y las religiosas fundaron hospitales y asilos para los pobres, las cofradías, así
como hombres y mujeres de todas las clases sociales, se comprometieron en favor de los necesitados y
marginados, convencidos de que las palabras de Cristo: « Cuantas veces hagáis estas cosas a uno de mis
hermanos más pequeños, lo habéis hecho a mí » (Mt 25, 40) esto no debe quedarse en un piadoso deseo, sino
convertirse en compromiso concreto de vida.
La doctrina social dicta los criterios fundamentales de la acción pastoral en campo social: anunciar el Evangelio;
confrontar el mensaje evangélico con las realidades sociales; proyectar acciones cuya finalidad sea la renovación
de tales realidades, conformándolas a las exigencias de la moral cristiana. Una nueva evangelización de la vida
social requiere ante todo el anuncio del Evangelio: Dios en Jesucristo salva a todos los hombres y a todo el hombre.
Este anuncio revela el hombre a sí mismo y debe ser el principio de interpretación de las realidades sociales. En el
anuncio del Evangelio, la dimensión social es esencial e ineludible, aun no siendo la única. Ésta debe mostrar la
inagotable fecundidad de la salvación cristiana, si bien una conformación perfecta y definitiva de las realidades
sociales con el Evangelio no podrá realizarse en la historia: ningún resultado, ni aun el más perfecto, puede eludir
las limitaciones de la libertad humana y la tensión escatológica de toda realidad creada. "Los seglares deben asumir
como su tarea propia la renovación del orden temporal, si la función de la jerarquía es la de enseñar e interpretar
auténticamente los principios morales que hay que seguir en este campo, pertenece a ellos, mediante sus iniciativas
y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar del espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las
leyes y las estructuras de su comunidad de vida" (PP, n. 42). Que cada cual se examine para ver lo que ha hecho
hasta aquí y lo que debe hacer todavía. No basta recordar principios generales, manifestar propósitos, condenar las
injusticias graves, proferir denuncias con cierta audacia profética; todo ello no tendrá peso real si no va acompañado
en cada hombre por una toma de conciencia más viva de su propia responsabilidad y de una acción efectiva.
Resulta demasiado fácil echar sobre los demás la responsabilidad de las presentes injusticias, si al mismo tiempo
no nos damos cuenta de que todos somos también responsables, y que, por tanto, la conversión personal es la
primera exigencia.
La acción pastoral de la Iglesia en el ámbito social debe testimoniar ante todo la verdad sobre el hombre. La
antropología cristiana permite un discernimiento de los problemas sociales, para los que no se puede hallar una
solución correcta si no se tutela el carácter trascendente de la persona humana, plenamente revelado en la fe. La
acción social de los cristianos debe inspirarse en el principio fundamental de la centralidad del hombre. De la
exigencia de promover la identidad integral del hombre brota la propuesta de los grandes valores que presiden una
convivencia ordenada y fecunda: verdad, justicia, amor, libertad.
La pastoral social se esfuerza para que la renovación de la vida pública esté ligada a un efectivo respeto de estos
valores. De ese modo, la Iglesia, mediante su multiforme testimonio evangélico, promueve la conciencia de que el
bien de todos y de cada uno es el recurso inagotable para desarrollar toda la vida social.
SINARQUIA: es el sistema político en el que el poder es ejercido por una agrupación o corporación. literalmente
quiere significar Concentración de Poder o Concentración de Gobiernos. Para el mundo de hace 6.000 años atrás,
era la unión de varios príncipes poderosos coaligados para la dominación de otros pueblos. En nuestro tiempo, es la
unión de las fuerzas financieras y económicas multinacionales, asociadas en un tremendo poder, para gobernar de
esa manera a su libre voluntad, mediante la explotación, el atraso, la enfermedad, la masificación, las guerras y la
ignorancia a todas las sociedades humanas que se les someten por agrado o por fuerza.
Ésa es en definitiva la verdadera y científica acepción de la palabra Sinarquía que se concreta en el llamado
Universalismo o Gobierno Universal, mediante la conjunción del poder político con las fuerzas del capitalismo
financiero y económico internacional que destruyen tras de sí, la cultura, la personalidad, el estilo vital, la ética, la
moral, las tradiciones, la familia, la paz, etc., de los diferentes pueblos, adueñándose de sus medios de producción,
de su intermediación, de su banca, de sus comunicaciones orales, escritas y visuales, de su cultura, etc. Es la
temible pinza del imperialismo económico y cultural que sufren las naciones débiles, las subdesarrolladas o las que
tratan de liberarse. Son las logias masónicas, el opus dei, el FMI,
EL REINADO ESCATOLOGICO DE CRISTO:
La Iglesia Cristiana, a lo largo de su historia, ha interpretado el Reino de Dios de dos maneras: Una es la que tiene
un carácter escatológico o futurista, y el otro que recalca su naturaleza presente o consumada. Por cierto que en la
Iglesia primitiva el concepto futurista fue el que predominó. Los llamados “Padres Apostólicos” contemplaron el reino
como un asunto FUTURO de dicha que se consumaría con la segunda venida de Cristo al mundo. Además, algunos
de esos “padres” sostuvieron, incluso, que sería un dominio terrestre, aunque otros no se atrevieron a mencionar
lugares concretos.
Escatología es, literalmente, "el discurso acerca de las últimas cosas", doctrina sobre la vida después de la muerte y
la etapa final del mundo. La escatología cristiana se presenta como reflexión sobre la suerte definitiva del hombre y
de la
creación entera a la luz de la muerte y resurrección de Cristo.