Siglo Xvi España y América
Siglo Xvi España y América
Siglo Xvi España y América
Durante este tiempo, España se hizo con un lugar relevante en el escenario mundial al
convertirse en una superpotencia política –especialmente durante los reinados
de Carlos I y Felipe II, a lo largo del siglo XVI– y esto se refleja en algunas de las
grandes contribuciones españolas a las humanidades. Nombres muy conocidos
como Cervantes o Velázquez son solo algunos entre los que llevaron a España a alcanzar
este estatus. El descubrimiento del Nuevo Mundo y el asentamiento en algunas zonas del
mismo, las aportaciones al arte, la música y la literatura son importantes marcas que
estos maestros dejaron, y que llegan hasta el día de hoy.
Respecto a la pintura, el Siglo de Oro español se caracteriza por una fase inicial de
renacimiento tardío y otra más marcada por el arte barroco. Uno de los pintores más
destacados de esta época de florecimiento es el griego Doménikos Theotokópoulos,
conocido en su país adoptivo como El Greco. Formado en Bizancio, Venecia y Roma,
conocía bien las obras de Tiziano, Tintoretto y Miguel Ángel; este último marcó
definitivamente su estilo, que evolucionó hacia una muy particular interpretación del
manierismo durante su etapa en Toledo. Asentado en esta ciudad castellana entre 1577 y
su muerte, allí se conserva buena parte de su revolucionaria obra, con cuadros tan
representativos como El expolio o El entierro del Conde de Orgaz. Su estilo de pintura
destaca por sus características figuras alargadas, una iluminación antinaturalista que
parece emanar de los personajes y los colores saturados.
Pero el pintor más destacado del Siglo de Oro es sin duda Diego Velázquez. Nacido el 6
de junio de 1599 en Sevilla, es quizá el pintor más importante e influyente de la historia de
España. Supo captar la atención de los monarcas y estadistas de Europa por
pintar retratos con un enfoque realista que no descuidaba la emoción. Su obra más
conocida es Las Meninas, toda una revolución pictórica en la que Velázquez se incluyó a
sí mismo entre los personajes retratados y que hoy es una de las piezas más admiradas
del Museo del Prado de Madrid.
Probablemente sea la literatura la disciplina artística del Siglo de Oro con un mayor
número de representantes destacados. La literatura del siglo XVI está marcada por dos de
las figuras más influyentes de la poesía española, Garcilaso de la Vega y San Juan de
la Cruz. El primero contribuyó a la difusión del verso endecasílabo y las estrofas italianas
en el castellano, con algunos de los sonetos más reconocidos de la historia de la literatura
española. San Juan de la Cruz es, por su parte, considerado como la cumbre de la poesía
mística en castellano, y su influencia ha trascendido las fronteras españolas.
También en el siglo XVI se publican dos obras en prosa que tendrán una importante
repercusión en la literatura posterior: la Tragicomedia de Calisto y Melibea, publicada en
torno a 1499, y que ha pasado a la posteridad como La Celestina, y La vida del Lazarillo
de Tormes y de sus fortunas y adversidades, de 1554. La primera se ha considerado obra
de Fernando de Rojas, aunque existen diferentes hipótesis al respecto, y es una novela
dialogada con un fuerte componente de crítica social. Esta obra marca el paso definitivo
de una sociedad medieval (y su literatura) al renacimiento, y conoció un rotundo éxito a lo
largo de todo el siglo XVI, pese a las críticas moralizantes de su contenido y a la censura
inquisitorial que padeció. El Lazarillo de Tormes, por su parte, es una obra realista
anónima (atribuida en la actualidad al diplomático y erudito Diego Hurtado de Mendoza)
que inaugura el género picaresco, caracterizada por una feroz crítica moral y de
costumbres.
El siglo XVII trae consigo dos corrientes poéticas enfrentadas, el culteranismo de Luis de
Góngora y el conceptismo de Francisco de Quevedo, que cultivaron versos de gran
complejidad además de una extrema antipatía hacia el otro, a menudo recogida en sus
poemas. Lope de Vega, amigo cercano de Quevedo, recupera las métricas populares y
las mezcla con las cultas en sus obras teatrales. Este autor, inmensamente popular entre
el público, y apodado Monstruo de la naturaleza por Cervantes a causa de su ingente
producción –hasta 1800 comedias, según algunos estudiosos–, introduce una serie de
innovaciones en el teatro que recoge en su tratado Arte nuevo de hacer comedias en este
tiempo (1609).
Pero la figura más relevante de todo el siglo XVII es, sin duda, Miguel de Cervantes. El
autor de la que con frecuencia se señala como la primera novela moderna, El ingenioso
hidalgo don Quijote de la Mancha (1605), siempre quiso sobresalir como poeta y
dramaturgo, pero consiguió la fama inmortal gracias a la prosa. Partiendo de una sátira de
los libros de caballería, Cervantes se embarca en una crítica social y una exploración de
la naturaleza humana en la que retrata el choque entre idealismo y realidad, y en la que
exhibe su dominio del diálogo a través de las conversaciones entre don Quijote y Sancho.
SITUACIÓN GEOGRÁFICA
Las estimaciones historiográficas de la población española de finales del siglo XVI son
enormemente discrepantes (van de los seis millones seiscientos mil a los nueve millones
novecientos mil habitantes); lo que se debe esencialmente en la discrepancia a la hora de
asignar un factor (que va de menos de 4 hasta 5) para convertir en habitantes el número
de vecinos,25 que es el concepto que miden las fuentes demográficas pre-estadísticas de la
época (vecindarios -que en la Corona de Aragón se venían realizando desde 1495). Entre
ellas, destacan las Relaciones topográficas de Felipe II (1575), que, a pesar de ser la más
ambiciosa, no dio lugar a documentación completa (se limitó a 700 poblaciones de Castilla la
Nueva y otras zonas). Otra muy importante es el Libro de los millones de 1591. Los primeros
registros parroquiales se remontan en algunos casos a 1528, antes incluso de las
disposiciones del Concilio de Trento (1545-1563).
Siglo XVI contexto histórico
En el estudio de la historia española, es aquí, a partir del siglo XVI, que se inicia el relato de lo que
conocemos como la España moderna. Sin embargo, como todo proceso histórico extenso y
complejo, esta época se empieza a definir con el annus mirabilis, el año 1492, que aparentemente
no se comprende en ninguno de los siglos XVI y XVII, pero sí tiene acontecimientos de gran
significancia para esta Edad Moderna española y cuyas ramificaciones se verán más claramente en
el periodo que aquí se trata.
El annus mirabilis se denomina por antonomasia a el año 1492 en España, o más bien, por extensión.
Originalmente, el poeta inglés John Dryden lo utilizó como título a su poema publicado en 1667,
para referirse al “año de los milagros”, el periodo de tiempo en el que en Londres correspondió a
1665-1666 y en el que coincidieron cuatro sucesos determinantes en su historia y de los que, según
el escritor, Dios libró a la nación de desastres que la pudieron haber acabado (entre ellos, el Gran
Fuego en Londres, 1666). Para España, ese término nombró al conjunto de sucesos bajo el gobierno
de los Reyes Católicos (Isabel de Castilla y Fernando de Aragón): la conquista de Granada (2 de
enero), un aditamento al imperio en expansión como resultado del inicio de la monarquía española
con el enlace de las monarquías de Castilla y Aragón; el descubrimiento de América (12 de octubre)
y la publicación de la Gramática de la lengua castellana de Antonio de Nebrija, consejero de los
reyes. Este último acontecimiento es importantísimo para la estructuración y cimentación de la
lengua castellana y, como su autor declaró: “siempre la lengua fue compañera del imperio”. Incluso,
a dichos sucesos, se le sumó en algún momento los edictos promovidos (31 de marzo) para la
expulsión de los judíos de los territorios castellanos y aragoneses. Incluso, ya en el siglo XVII, John
H. Elliott propone que 1625 también sea considerado como un annus mirabilis, porque se consiguió
la victoria en una serie de batallas decisivas para el imperio, tanto en Europa como en América
(socorro de Génova, recuperación de Bahía de Brasil, defensa de Cádiz, toma de Breda).
Los Reyes Católicos son importantes en el recuento del primer siglo que constituye el periodo
conocido como “Siglo de Oro” porque, ante todo, inician la monarquía dominante. A partir de 1516,
el primer hijo varón de Juana La Loca y Felipe El Hermoso, nieto de los Reyes Católicos, empieza a
regir los Países Bajos, Aragón, Castilla, Navarra y la región creciente de América (reino español),
Nápoles, Sicilia, y Austria (1519), reino romano (1519) y el imperio Sacro Romano Germánico (1520).
Conocido como Carlos V, para el imperio germánico, pero como Carlos I para la extensión de
territorios y reinos que ahora denominamos como “España”.
Carlos I, al tomar posesión de la corona española, no tenía conocimiento del idioma castellano y se
eligió a consejeros flamencos, para acompañarle en dicha corte. Al llegar, convocó a las Cortes para
la votación de nuevos impuestos. Esto activó inmediatamente protestas tanto en Castilla y Aragón,
exigiéndole al nuevo rey el respeto a las leyes del reino, al que también le debía su residencia. La
mayor parte de las comunidades de Castilla, entre ellas Segovia, Toledo y Salamanca, se
sublevaron contra el nuevo monarca. Esencialmente, instigados por la aristocracia castellana,
humillada al perder la administración del reino a manos de flamencos y a Adriano de Utrecht
(mentor holandés del monarca). Incluso, como que si no tuvieran razones suficientes para el
alzamiento castellano, Carlos había utilizado dinero de esos nuevos impuestos para impulsar su
elección en el título de Emperador alemán. Incluso, la clase burguesa de Castilla poseía el temor de
que se exportara la lana en bruto a Flandes (perteneciente a la herencia paterna del rey),
disminuyendo el costo de la artesanía textil local. Carlos salió de Castilla, y las revueltas
reemplazaron a las autoridades reales. Luego formaron la Santa Junta de Tordesillas, en la que
exigían la abolición de los nuevos impuestos, el respeto de las leyes locales y al reemplazo de los
consejeros flamencos por castellanos. También, le solicitaron a la madre de Carlos, doña Juana, que
apoyara a la rebelión de las Comunidades. No obstante, la nobleza empezó a distanciarse de los
comuneros, debilitando el movimiento. Finalmente, la Corona venció en 1521, dando inicio al
absolutismo de Castilla.
Al mismo tiempo, sucedieron las Germanías en Valencia, como consecuencia de las epidemias y la
crisis económica que allí surgieron. Carlos V reaccionó lentamente, porque su principal
preocupación fue Castilla. El conflicto fue extinguido en 1522.
En 1556, Carlos I abdicó, por lo que su hijo, Felipe II, gobernó los territorios de Castilla, Aragón,
Navarra, el Condado Franco, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Nápoles, Orán, Túnez, toda
la América descubierta y Filipinas. Después, en 1580 también se agrega Portugal y el imperio
afroasiático que poseía dicho reino. Felipe II es el monarca español que vive el apogeo de la
hegemonía española. A diferencia de su padre, Felipe II sentó el centro de su imperio en Castilla,
disponiendo su nieva capital en Madrid. Tuvo que afrontar problemas internos, tales como la
muerte del príncipe heredero Carlos, que deseaba la sucesión inmediata al trono, por lo que se
había conjurado con Antonio Pérez, el secretario de Felipe. Además, dicho secretario, después de
ser destituido, huyó del país y se alió a los enemigos extranjeros del emperador, forjando su mala
reputación, conocida como la “Leyenda Negra”, en la que afirmaba que el monarca había asesinado
a su hijo, a Isabel, su esposa y cargos parecidos que nunca pudieron ser comprobados.
Como política exterior, Felipe II tuvo varios matrimonios que, por alguna razón, no duraron debido
a la muerte de ellas: María de Portugal (1543), María I Tudor (1554), Isabel de Valois (1559) y Ana de
Austria, su sobrina (1570).
Su periodo se caracteriza por la unidad religiosa, que marcó la pauta de su política. Intervino ante
las amenazas berberiscas y turcas. Obtuvo una gran victoria contra los turcos en Lepanto, 1571.
También, reprimió duramente las sublevaciones moriscas. Después de la muerte de María Tudor,
las relaciones con Inglaterra se volvieron cada vez más tensas, por el apoyo de los últimos a las
rebeliones en los Países Bajos. Por lo que, en 1588 intentó invadir la isla con su Armada Invencible,
resultando en un tremendo fracaso, que marcó el declive del poder naval español.
En el ámbito económico, el siglo XVI supuso un periodo de crecimiento importante, comparado con
las crisis del siglo anterior. La población del reino español creció casi en un 40%, llegando a los siete
millones de habitantes para 1600. La economía castellana vio el crecimiento de la agricultura, tanto
por la demanda demográfica local como por la de los territorios conquistados. También, la
ganadería fue un soporte importante en la economía nacional, y aunque la artesanía ciertamente
jugó un papel, cada vez disminuyó en importancia. Los rubros principales de este oficio fueron el
textil, la ferrería vasca y la fabricación de armas para la Conquista en marcha. El comercio en
América hizo del imperio español el más importante en su momento, aunque estuviera
monopolizado por la Casa de Contratación de Sevilla (la que se instituyó por los Reyes Católicos).
La falta de modernización del sistema económico puso en desventaja al imperio comparado con
las otras naciones europeas, lo que se reflejó en una fuerte inflación. El sistema económico no pudo
soportar la demanda de la población creciente, ni de la población americana que unía sus demandas
de producto y el desbalance que generó la introducción de grandes cantidades de plata y oro
provenientes de América. Dichos recursos minerales fueron utilizados para campañas militares en
las que se involucró la monarquía en el continente, en lugar de promover la economía nacional. Por
lo que, hacia 1575 y 1597 un endeudamiento produjo la bancarrota de Hacienda. Después, las malas
cosechas, el alza de impuestos y los cuantiosos gastos bélicos extenuaron la economía española.
Uno de los mayores errores fue la constante importación, en lugar de la incentivación de la
producción castellana.
En cuanto a lo social, la sociedad española constituyó un modelo típico del Antiguo Régimen: con
estamentos heterogéneos privilegiados de población reducida, muy diferenciados del vasto
estamento popular y cuyos intereses regían la dirección de la nación. La burguesía mantuvo un
desarrollo débil y su principal interés era ocupar la baja nobleza. También, se vivió un periodo muy
tenso en el ámbito racial, que era dirigido a los judíos y a los moriscos que fueron convertidos a la
fuerza, y a los cuales se les exigía constantemente la veracidad de su conversión y la de su
ascendencia.
También, otro aspecto importante es la cultura española reinante. Empezando con que la mayoría
de la población era analfabeta, por lo que la cultura escrita pertenecía únicamente a los estamentos
altos que no lo eran. Sin embargo, dicha cultura erudita influenciaba a la popular a través del clero.
La creación literaria fue limitada, en contenido, pero no en producción, por dicha censura religiosa
y debía regirse al “Índice de libros prohibidos” a partir de 1559, publicada por el inquisidor general
Valdés. A pesar de esto, esta época vio a una España literaria prolífica, en las que fructificaron
géneros como el picaresco. También, es en este siglo que la producción literaria de Cervantes inicia.
En cuanto a otras ramas del arte, como la escultura o pintura, un tipo de Renacimiento español
sufre un desarrollo complejo, en los que se empieza a desligar de la continuidad de las formas
góticas mezcladas con elementos del Renacimiento italiano. A este “renacimiento” en España se le
denomina estilo plateresco, por una minuciosa fabricación que es similar en forma a las
elaboraciones de los plateros y orfebres. El mayor triunfo de las corrientes renacentistas es la
decoración del palacio de Carlos I, en el primer tercio del siglo.
Uno de los peores males del siglo, fue la permanencia de la institución eclesiástica, la Inquisición,
que prosiguió por una bula del Papa Sixto IV en 1478 a los Reyes Católicos, que les confería a ellos
la autoridad para renovar al inquisidor a perpetuidad. La Inquisición se enfocó en este siglo a
torturar y suprimir a los judíos convertidos a la fuerza y a eliminar a los protestantes del territorio.
Corrientes
Miguel de Cervantes. Escritor del Quijote, así como de las Novelas Ejemplares y otras
formas de narrativa que serían centrales y fundamentales para la literatura mundial de
Europa.
Luis de Góngora. Poeta y dramaturgo, cuya tendencia estética dentro de la poesía sería
conocida como el culteranismo o gongorismo.
San Juan de la Cruz. Poeta místico, religioso de oficio, reformador de la Orden de Nuestra
Señora del Monte Carmelo y de la Orden de las Carmelitas Descalzas. Desde 1952 es
patrono de los poetas en lengua española.
Santa Teresa de Jesús. Religiosa y cofundadora de la orden de las Carmelitas Descalzas, se
la considera junto a San Juan de la Cruz la cumbre de la poesía mística española.
Francisco de Quevedo. Uno de los autores fundamentales de la literatura española y autor
de poesía, narrativa y dramaturgia.
Tirso de Molina. Dramaturgo, poeta y narrador, religioso mercediano, se le considera uno
de los tres grandes de la dramaturgia del barroco español.
Pedro Calderón de la Barca. Segundo de los tres grandes dramaturgos del siglo de Oro, es
autor de la célebre La vida es sueño, fue también un sacerdote de la orden de Santiago.
Lope de Vega. El tercero de la trinidad de grandes dramaturgos del Siglo de Oro y uno de
los autores más prolíficos de la literatura universal. Renovó las fórmulas del teatro para la
época y fue autor de más de 3000 sonetos, tres novelas, cuatro novelas breves y una
epopeya.
Fuente: https://www.caracteristicas.co/siglo-de-oro/#ixzz5tCLN9tVz