La Vocacion
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¿QUÉ ES LA VOCACIÓN?
ÁLGUIEN LLAMA.
Debemos poner en claro antes que nada, que es Dios quien llama.
Iluminados por la fe y experiencia enorme de la Iglesia, sabemos
ciertamente que toda vocación viene de Dios. El uso de dicha palabra
en otro contexto, es abusivo o equivocado. Aclaremos los puntos.
EL PRIMER LLAMADO.
Pero Dios no nos llama a la existencia nada más para que vivamos,
crezcamos, nos reproduzcamos y nos muramos. No somos animales.
Él tiene un proyecto grandioso e inefable para cada persona llamada a
la existencia. Si ha constituido a los esposos como colaboradores
suyos en la procreación, es para un fin mucho muy superior al mero
deseo de llenar la tierra de seres humanos.
Quede tan solo claro, que Dios no nos llama únicamente a gozar de la
vida humana, sino que aparte de esta existencia a nivel humano, El
nos llama a participar ya de su Divinidad: es la vocación a la Gracia. Y
siendo la Gracia de por sí santificante, en resumidas cuentas, Dios nos
llama a la santidad. Todo hombre nacido en este planeta, está llamado
a ser Santo. La vocación a la Santidad es universal.
Del mismo modo con que el Apóstol San, Pablo invita a todos a la
santidad, el Papa Juan Pablo II, en su visita a Brasil, repite la misma
idea: "La verdad es que estamos llamados todos -¡no temamos a la
palabra! A la santidad (¡y el mundo hoy necesita tanto de los santos!)
una santidad cultivada por todos, en los varios modos de' vida y en las
diferentes profesiones y vivida según los dones y las tareas que cada
uno ha recibido, avanzando sin vacilaciones por el camino de la fe
viva, que enciende la esperanza y actúa por medio de la caridad".
Tal vez jamás habías pensado en ser santo y sin embargo estás
llamado a serio, participando de la Vida Divina que se nos comunica
por los Sacramentos a partir del Bautismo. "¡Yo no nací para ser
santo!" hemos oído muchas veces y sin embargo la realidad es
precisamente lo contrario: hemos sido llamados a la existencia para
ser santos. Aquel grito no es sino una confesión de ignorancia o de
cobardía ante la necesidad de responder al llamado de Dios.
El HOMBRE RESPONDE...
Puesto en claro que Dios nos llama a la Gracia, no hay mas que tres
modos de responder al llamado: casados, solteros o consagrados.
Todos nacemos solteros pero llega el momento en que cada quien
debe decidir de qué manera Dios lo llama a vivir en santidad.
Ciertamente hay algunos que deciden vivir en pecado, pero no
podemos decir que esa sea una vocación: Dios no nos llama al
pecado y a la condenación al darnos la vida. El pecado viene a ser
precisamente la respuesta negativa al llamado divino.
Así pasa que sin pensar gran cosa en el aspecto vocacional del
matrimonio, se van fundando nuevas familias y hasta los que se casan
"por la Iglesia" en muchas ocasiones no ven su unión como un camino
de santidad.
LA VOCACIÓN SACERDOTAL.
Leemos en el Evangelio de San Mateo 4,18-22 cómo "Caminaba
Jesús a orillas del lago de Galilea y vio a dos hermanos; Simón,
llamado después Pedro y Andrés, que echaban las redes al agua,
porque eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme y los haré
pescadores de hombres". Los dos dejaron inmediatamente las redes y
empezaron a seguirlo. Mas allá vio a otros dos hermanos: Santiago y
Juan, que con Zebedeo, su padre, estaban en su barca zurciendo las
redes Jesús los llamó y ellos también dejaron la barca y al padre y
empezaron a seguirlo".
Así llamó Cristo a "los que Él quiso" de entre todos sus discípulos y los
fue formando por tres años de una manera especial. Les fue dando
órdenes y confiriéndoles sus poderes para llevar a cabo su obra de
salvación.
"Los presbíteros, tomados de entre los hombres para las cosas que
miran a Dios, para ofrecer ofrendas y sacrificios por los pecados, viven
entre los demás hombres como entre hermanos" (P.O.3).
"Por su vocación y ordenación, los presbíteros de la Nueva Alianza
son ciertamente separados en el seno del Pueblo de Dios, no para
alejarse de él, ni de cualquier hombre, sino para que puedan
consagrarse totalmente a la obra a la que el Señor los llamó" (P.O.3).
2. Gusto por las cosas de Dios. Muy raro sería que se manifestara
una vocación en un muchacho tibio y desapegado. Por lo general,
existe una inclinación, tal vez heredada y vivida en la familia, hacia lo
religioso. Familias profundamente religiosas, donde Dios está
presente, donde la oración es frecuente y la asistencia a Misa es
gozosa y festiva, no es raro que se vean bendecidas con el llamado de
alguno de sus hijos al estado sacerdotal.
El gusto por las cosas de Dios, a pesar del mal ambiente familiar,
puede llegar súbitamente como un magnífico descubrimiento a partir
de un encuentro con Cristo, por Ejemplo en una Jornada de Vida
Cristiana o un Retiro Espiritual. De pronto Dios es el personaje más
importante en la existencia y todo lo que tenga que ver con Él es
maravilloso: Biblia, Sacramentos, catequesis, apostolado, parroquia,
oración, obras de caridad, liturgia, etc... No es de extrañar, por lo
tanto, que se diga: "Esto es lo mío" y piense en entrar al seminario.
LA VIDA RELIGIOSA.
1. El Voto de Castidad.
Nadie piensa que el que se casa está renunciando a todas las mujeres
del mundo y hasta a su propia familia, padres y hermanos. Más bien
piensan que encontró al amor de su vida y en su esposa encuentra la
razón de su existencia. ¡Por eso los matrimonios son una fiesta!
2. El voto de Pobreza.
Decía San Francisco de Sales: "Tengo pocas cosas y las que tengo
poco me importan". Una posición tal ante la riqueza, proporciona al
religioso una libertad maravillosa, que no tuvo el joven rico del
Evangelio que no pudo seguir a Cristo "porque tenía muchos bienes".
3. El Voto de obediencia.
En la práctica, Dios llama por causas segundas, como pueden ser los
religiosos con los cuales el joven tiene contacto. Si se ha sentido
atraído a la vida religiosa es porque ha encontrado modelos que imitar.
Un santo sacerdote, una monja extraordinaria, un religioso entusiasta.
UN CONSEJO PERTINENTE:
Como sucede en los noviazgos, no siempre el primer novio o novia
son los adecuados. Al ingresar a una Congregación como aspirante,
pudiera darse el caso de que por algún motivo, no era lo que se
esperaba. Pero como en los noviazgos, se puede intentar de nuevo.
La primera congregación no es la última. El llamado a la vida religiosa
no se agota en una congregación. Hay que insistir en otro lado, hay
que tocar otras puertas.