Manual de Musicos Catolicos
Manual de Musicos Catolicos
Manual de Musicos Catolicos
Recuerdo muy bien la primera vez que Dios me regaló la posibilidad de grabar
un disco de música religiosa contemporánea (“Es tiempo de sembrar”); Eso sucedió el
año 1995. Por ese tiempo, yo era apenas un joven de veinte años que a pesar de que
llevaba diez ya participando activamente en mi comunidad de oración de la Renovación
carismática Católica y en el coro de la iglesia, empezaba recién a descubrir este
hermoso llamado que Dios me venía haciendo desde siempre: Consagrar mi vida a
tiempo completo a evangelizar por medio de la música. Y aunque no entendía muy bien
en lo que me estaba involucrando realmente, sentía un gran deseo de responder con
mi voz, mi canto, y mis ideas a ese llamado insistente que su santidad Juan pablo II,
nos venía haciendo desde un tiempo atrás: “Evangelizar con nuevos métodos, nuevas
formas, nuevo ardor y nuevas expresiones...” Para mí, era muy claro el mensaje;
Sentía que la música como medio de evangelización siempre iba a ser un método
novedoso de llegar a la gente, especialmente a los jóvenes, es por eso que cuando
tuve la oportunidad de grabar ese disco, lo hice pensado especialmente en llegar a
personas que no estuviesen en la iglesia, y qué mejor manera de hacerlo que
ocupando ritmos e instrumentos populares, contemporáneos, juveniles... Fue así como
entre muchas canciones con las que contaba para grabar, opté por las que más ritmo
tuvieran, pasando desde la balada, el pop, funky, hasta ritmos más tropicales como la
rumba y la cumbia. Hasta ahí todo bien... Yo por supuesto que con mi ímpetu juvenil y
mis deseos locos de conquistar a muchos para el Señor, me embarqué en esta
aventura en la que esperaba encontrar a mucho que me apoyaran y aplaudieran por
esta iniciativa, especialmente a mis pares de la iglesia, pero en ningún caso me
esperaba objeciones, o críticas a este trabajo... Recuerdo un día, en un encuentro, me
dediqué a mostrar este disco a un grupo de sacerdotes y laicos amigos; De principio,
con las primeras canciones no tuve ningún problema, pero cuando llegó a una canción
titulada “Déjalo que se mueva”, (que es una canción al Espíritu Santo en ritmo de
cumbia), uno de los sacerdotes detuvo la radio y dijo: “Esto es una herejía en contra del
Espíritu Santo...” (refiriéndose a la canción) Yo no lo podía creer, esperaba apoyo,
palabras de aliento, pero en ningún caso críticas, menos de este calibre... Después de
este episodio recuerdo haber quedado muy triste, incluso desilusionado, porque
esperaba que mis pares entendieran mi sentir respecto a la evangelización por este
medio, y a cambio ¡me trataron hasta de hereje! Fue un momento muy desconcertante
para mí, pero ciertamente Dios tenía algo que enseñarme al respecto, y esta
enseñanza me llegó a través de otro sacerdote amigo. Un día me junté con él para
hablarle de esta situación, de lo incomprendido y frustrado que me sentía, y él con esa
sabiduría que solo viene de Dios me dijo unas palabras que hasta el día de hoy no
olvido: “Marco, recuerda que son treinta años de renovación a partir del Concilio
vaticano II, frente a dos mil años de tradición. Tienes que tener paciencia y entender a
los que no te entienden a ti, pues tú eres parte de una nueva generación de músicos
que Dios está levantando en todo el mundo, eres parte de esta primavera de la Iglesia.
Pero tienes que entender que esta primavera tiene su proceso, no puedes esperar que
las cosas cambien de un día para otro, especialmente con las personas que vienen de
una formación y una tradición anterior al Concilio.” ¡Que sabias y oportunas sus
palabras! Y qué visión tan reveladora para mí de lo que Dios estaba suscitando no solo
en mi vida, sino en la vida de muchos músicos y en la vida de su iglesia en general: Un
nuevo día, una nueva primavera espiritual para el pueblo de Dios. Realmente la oración
del buen Papa Juan XXIII quien pedía: “Abrir las ventanas a un nuevo soplo del Espíritu
Santo, a un nuevo Pentecostés” estaba haciendo eco en el cielo y teniendo respuesta
de Dios. Hoy es ese tiempo, ya estamos en él, hoy Dios nos regala esa nueva
primavera espiritual, aquella primavera de la que nos habla en el libro del cantar de los
cantares:
Un tiempo al que también a ti, mi querido amigo músico, Dios te está invitando a
vivir. Pues esta primavera espiritual es en todo ámbito para nuestra iglesia, y de este
tiempo especial, la música y los músicos también somos parte. Dios está levantando
por todas partes a un ejército de músicos evangelizadores y adoradores dispuesto a
proclamar y anunciar las maravillas de Dios. Y cuidado, que Dios no está levantando a
un par de súper estrellas de la música católica, al contrario, tú y yo, desde los
diferentes frentes de batallas, desde nuestra propia experiencia de Dios, desde
muestras propias visiones estéticas, formas o estilos musicales, estamos llamados a
formar parte de este nuevo día de la música católica para su Iglesia. ¿Estas dispuesto
a formar parte de este mover de Dios? Pues ¡Bienvenido! Porque este manual está
dirigido especialmente a todos mis hermanos y colegas músicos que quieren hacer de
este don una vocación de vida, una respuesta amorosa y libre al plan de Dios para con
su Iglesia y con el mundo, poniendo al servicio de los demás este tan maravilloso y
preciado don que Dios nos ha confiado: La música.
“Mi corazón está dispuesto, Dios mío, mi corazón está dispuesto: voy a
cantar y a tocar para ti. ¡Despierta alma mía! ¡Despierta arpa y salterio!
¡Despertaré al nuevo día! Te daré gracias entre los pueblos, Señor mío, tocaré
para Ti entre las naciones.”
Este es el verdadero sentir que debiese existir entre nosotros los que servimos a
Dios en el ministerio de la música: Disponer nuestro corazón, para que él con su
Espíritu Santo nos despierte a esta realidad, a esta primavera, para que con nuestra
alma, nuestro espíritu y nuestra música a disposición de él, podamos ser realmente
canales de gracia para su pueblo.
Por mucho tiempo ha habido una falsa concepción del verdadero papel que
juega la música en la evangelización y en la animación de nuestras comunidades.
Muchos piensan que la música solo está para entretener, para llenar un vacío en la
oración, para rellenar; Sin embargo, esta nueva dimensión de la música, nos lleva a
descubrir que nos enfrentamos a un ministerio que busca por sobre todo el que las
personas tengan una experiencia personal con Jesús vivo y real, no una experiencia
sentimental, sino una experiencia verdadera con Dios a través de las melodías y
mensajes contenidos en las canciones que entonamos, y repito, no para entretener,
sino que para llevar a otros a la presencia de Dios.
“Si queremos dar gloria a Dios, necesitamos ser nosotros mismos los
que cantamos, no sea que nuestra vida tenga que atestiguar contra
nuestra lengua. Sólo se puede cantar a Dios con el corazón cuando nos
hemos rendido a Él, esto es, que hemos aceptado su plan de salvación
y buscamos su voluntad, tomando en serio su palabra, cuando lo
amamos. Bien se dice que el cantar es propio del que ama; pues la voz
del que canta no ha de ser otra que el fervor del amor.” (San Agustín)
Que hermoso pasaje, ¿no? Es decir, guardando sí las proporciones con respecto a
temas más importantes como la fe, la esperanza y la caridad, sin los cuales no tendría
ningún sentido lo que quiero comentar; De principio a fin, la Biblia nos deja muy en
claro que en el corazón de Dios, la música y el canto tienen un lugar muy especial.
Igualmente debiese ser para nosotros en nuestra relación con Dios y en nuestro
servicio a los demás. ¡Músico, es tiempo de que tú y yo empecemos a valorar este don
maravilloso que Dios nos ha confiado! Siéntete privilegiado de que Dios haya pensado
en ti para servirle a través de este hermoso don. A la vez, siéntete muy responsable
también, ya que Dios te ha confiado uno de sus mayores tesoros. Y recuérdalo
siempre: El don de la música es un gran privilegio, pues ocupa un lugar importante en
el corazón de Dios, pero esto conlleva consigo una gran responsabilidad también.
B.- El canto nuevo nos hace testigos, no intérpretes.
En una ocasión, Frederick Nieztche, filósofo ateo, dijo: “Dios ha muerto, más yo
no lo maté, los cristianos lo hicieron... es cosa de que los escuchen cantar en sus
templos” (Así habla Zaratustra) Pobrecito Nieztche!!! Nunca tubo la oportunidad de
contemplar este canto nuevo, entonado por las voces de miles de personas que han
tenido un encuentro personal con Jesús, quien les ha dado un nuevo corazón, y una
nueva canción...
Por supuesto que yo no concuerdo con este pensamiento, pues creo en un Dios
vivo, real y presente en mi historia personal y en la historia de la humanidad. Pero si
me llama la atención lo que al respecto dice de la “Manera” que tenemos muchas veces
los católicos de cantarle a Dios, y es que es verdad; ¡Para qué lo vamos a negar!
Muchas veces pareciera que le estuviésemos cantando a un Dios muerto más que a un
Dios vivo... con razón el salmista nos repite insistentemente: “Despierta alma mía”
Probablemente usted, al igual que yo, sea un fruto de una canción cantada con
un corazón y un espíritu nuevo, en el momento y el lugar oportuno. De eso se trata la
música, que ésta sea cause de encuentro personal con Jesús que nos lleve a optar por
Él para siempre. Muchos son los testimonios de hermanos que se han encontrado con
Jesús y se han quedado en la iglesia, a través de una canción especial, cantada con
una unción especial.
Ahora; ¿Qué es lo que hace que una canción cause tal impacto en la vida de
una persona? ¿Qué produce que un canto interpretado con unción y con la frescura del
Espíritu Santo, pueda romper cadenas, liberar, sanar y quebrantar el corazón del
hombre? Veamos:
Una cosa es cantar bonito, otra muy diferente, es hacerlo con unción. Por
ejemplo: Existen ministerios de música excelentes, musicalmente hablando:
Profesionales en todo aspecto, con buen sonido y grandes equipos de audio e
instrumentos, buenos intérpretes con lindo color y timbre de voz, bello repertorio,
excelentes instrumentistas, etc. Pero cuando uno los escucha cantar, simplemente nos
remitimos a decir: “que lindo cantan...” Más, en el corazón no sucede nada en especial,
algo así como si la música rebotara y no tuviese ninguna trascendencia en uno. Por
otro lado, existen ministerios, o solistas, que quizás no cuentan con el talento y el
profesionalismo de los anteriores, pero que al cantar transmiten a Dios de tal manera,
que uno no puede quedar indiferente. Al contrario, se nos mueve el corazón y el
espíritu; Y muchas veces traen a nosotros y a la comunidad mucha bendición. ¿Cuál
es la diferencia? Muy simple; Los primeros, cantan para sí, motivados por miles de
cosas, menos por el deseo de dar a conocer a Jesús y que su música sea un
instrumento para lograr este objetivo; Es por eso que comúnmente los vemos
demandando cosas, tales como: “Si no tengo un micrófono de tal marca no canto, si no
me tienen tal amplificación, no toco; si no nos dan más de una hora para nuestra
presentación, no lo hacemos, ah! Y además que esa hora sea la de mayor
concurrencia, cosa que todo mundo nos escuche... Bueno, y tantas otras cosas más,
que ni vale la pena seguir enumerándolas. Y todas estas cosas hacen que nuestro
ministerio se transforme más en un estorbo que en un cause a la presencia de Dios.
En cambio, los segundos, ni siquiera dan cabida a estos cuestionamientos,
simplemente lo hacen con alegría, con amor y entrega, pues tienen claro a quien le
cantan y cual es el propósito; y para ellos, ¡es un privilegio hacerlo! De la manera, en el
lugar, a la hora y de al forma que sea, pero hacerlo. No estoy queriendo decir que no
sea importante tener un buen sonido, un excelente ministerio, hermosas voces y
excelentes instrumentistas; porque ¡si es importante! Al contrario, ¡Qué hermoso es
cuando estas dos cosas, profesionalismo y espiritualidad, se conjugan en una sola para
bien del Reino de Dios! En el corazón de un músico enamorado de Dios, siempre
va a haber ese deseo apasionado de darle a Él lo mejor, así como Él nos da lo
mejor a nosotros a diario, pero todo en su justo equilibrio; Es decir, la música y los
medios que tengamos para hacerla, nunca debiesen ser más importantes que la
oportunidad de poder servir al Señor y a los hermanos a través de ella al punto de
quitarnos la paz y la alegría en el servicio.
¿Y cómo es que un músico puede dar ese paso que marca la diferencia entre
cantar bonito y cantar con unción? Pues, ¡Por la experiencia personal con Jesús! Un
músico que ha vivido un encuentro personal con Dios, que lo ha declarado como su
Señor, que ha pasado tiempo con él, conociéndole, dejándose moldear por su espíritu,
amándole; Es un músico que entiende y conoce muy bien cual es su lugar, cual es su
papel. A eso se refiere el salmista cuando nos invita a cantar un cántico nuevo, ya que
en la práctica, lo que nos está invitando a vivir es una experiencia nueva de Dios, “un
canto nuevo con un corazón nuevo”, eso es lo que le da poder y unción a nuestro
canto, eso es lo que nos hace testigos más que intérpretes.
En el libro de Samuel, se nos relata un episodio donde David, por ese tiempo
futuro rey de Israel, al cantar y tocar su cítara, hacía que el espíritu malo que
atormentaba al Rey Saúl, huyera. (1 Samuel 16, 23) Y esto era fruto de la experiencia
personal de David con Dios, de las horas y horas que “invertía” en adoración y
alabanza a Él. Pues cuando David cantaba o tocaba el arpa, lo hacía con tal poder, con
tal autoridad y convicción, con tal conocimiento de la dimensión espiritual que
significaba alabar al Señor, que la presencia de Dios se manifestaba profundamente en
David y a través de David; y producto de esto, los espíritus malos huían. Eso es uno de
los frutos más importantes del poder de la alabanza. Considere los siguientes textos:
“Cuando el pueblo oyó el sonido de las trompetas, lanzó el grito de guerra y las
murallas de la ciudad se derrumbaron...” (Josué 6,20)
“Más Tú eres Santo, Tú que habitas en las alabanzas de tu pueblo.” (Sal. 22, 3)
“Se levanta Dios y sus enemigos se dispersan, huyen de su presencia los que le
odian.” (Sal. 68,2)
“Al comenzar los cantos de júbilo y alabanza, el Señor suscitó disensiones...” (2
Crónicas 20,22)
“Cada golpe de la vara de castigo que el Señor descargue sobre ella, se lo dará
al son de tambores y cítaras...” (Isaías 30,32)
SEGUNDA PARTE
“Ministerio de música”
Algunos objetivos secundarios que se desprenden del principal, son los siguientes:
Los integrantes del Ministerio de Música, deben de formar comunidad, por tanto
tienen que conocerse entre sí, tratar de ayudarse, respetarse, amarse, orar unos por
otros. Por eso es necesario que tengan tiempo para convivir, para exponer sus puntos
de vista, reconciliarse cuando surjan problemas, corregirse fraternalmente buscando la
unidad del equipo, por ello es necesario que sean hermanos que:
Definiendo más el rol que cada integrante juega dentro del ministerio de música, será
importante poder reconocer los tipos de servicios que al interior del ministerio existen o
pudiesen existir, para así poder fomentar la participación de todos los integrantes de
una manera más concreta y eficaz:
Para poder presentarse para dar un servicio, el Equipo de Canto y Música debe
ser muy puntual, y estar completo unos 15 o 20 minutos antes de la asamblea, pues es
muy importante que estén todos los integrantes para:
* Formación espiritual:
“...Y los otros cuatro mil alababan al Señor acompañándose con los
instrumentos musicales que David había hecho para este fin.” (1 Cr. 23,5)
“Los cantores... sumaban doscientos ochenta y ocho.” (1 Cr. 25,7)
Otro aspecto importante en el culto del pueblo de Israel, es que habían mucho
músicos consagrados a este servicio. De alguna manera esto denota la importancia
que le daba el pueblo de Israel a la música como elemento fundamental del culto a
Dios. Hoy en día, en muchas comunidades hay una gran escasez de músicos y de
ministerios de música. Es importante que dentro de la RCC se creen instancia que
fomenten la participación de más y más músicos que se involucren en el ministerio.
“Quenanías, jefes de los levitas portadores del Arca y muy experto, actuaba de
maestro de ceremonia.” (1Cr. 15,22)
“Los cantores, todos hábiles y expertos en el arte de cantar... (1 Cr. 25,7)
“Estos eran los cantores cabezas de familia de los levitas. Vivían en las
estancias del templo, exentos de toda otra función, porque día y noche estaban
ocupados en sus cargos.” (1 Cr. 9,33)
“David dejó allí delante del Arca de la alianza del Señor a Asaf y a sus hermanos
levitas, a los que confió el servicio permanente del Arca...” (1 Cr. 16,37)
“Todos los días tenían que acudir por la mañana y por la tarde para alabar y
dar gracias al Señor” (1 Cr. 23,30)
En los tiempos de David, los músicos eran consagrados a tiempo completo para
este servicio. Hoy existen músicos que han entendido el ministerio de música como una
“opción de vida“ y han dejado todo para servir al Señor como una manera de vivir.
Hay que aclarar que este es un llamado específico para algunos, y que este llamado no
debiese ser presionado o manipulado , sino producto de un servicio que ya se viene
haciendo con fidelidad y del discernimiento de la comunidad. Esto no quiere decir que
todos estemos llamados a esta opción de vida, y que los que lo hacen sean mejores
que los demás. Al contrario, todos somos importantes dentro de la viña del Señor, es
solo que a algunos les toca servir de una manera concreta y a otros de otra forma.
En este punto me gustaría motivar a los responsables de comunidades y de
movimientos, así como a los pastores, a que apoyen, acompañes, orienten y guíen a
sus músicos. No los dejen solos, entiéndanlos y ayúdenlos a encausar de la forma más
sana el ministerio que ejercen.
TERCERA PARTE
“Discernimiento de cantos”
Primero diremos que DISCERNIR es la facultad del alma por cuya virtud el
hombre puede distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso. Norma para conocer
la verdad. Es el juicio por cuyo medio percibimos la diferencia entre varias cosas,
distinguiendo una de otra, señalando la diferencia que hay entre ellas.(1 Tes 5,21)
Respecto al servicio del equipo de Canto y Música, discernimiento sería que
puedan captar los cantos que el Señor quiere para un momento dado de la oración.
Para esto deben aprender a escuchar al Señor sabiendo distinguir lo que viene de la
propia carne (psicología propia, criterios, deseos personales no inspirados por Dios), o
lo que inspira Dios.
Es muy importante esto, porque el canto es muy fuerte para apoyar o desviar la
oración de toda la asamblea. Un canto mal discernido, es decir fuera de lugar, no apto
para ese momento, puede bajar toda la entrega y participación en la oración de la
asamblea.
Captar cual es el canto que pueda favorecer la oración, no se trata de cantar lo
que me gusta o de no cantar lo que no me gusta.
Este discernimiento se hace con y en espíritu y con la mente (1 Cor 14,15).
Entre los muchos momentos de oración, hay algunos en que el Espíritu Santo
suscita silencios profundos y fecundos, llenos de su presencia. El equipo de canto y
música debe saber cuándo se presentan estos momentos para que no los interrumpa
metiendo algún canto. También debe saber discernir cuándo son silencios estériles,
pesados, como puntos muertos en la oración, para meter algún canto que ayude a
regresar a la oración y levantarla ó reiniciarla.
No cantar sólo por llenar espacios, se puede entorpecer la acción del Espíritu
Santo. Estar atentos para dejar actuar al Espíritu Santo en la Asamblea, como El quiera
y cuando El quiera.
1. La música litúrgica
2. La música de concierto
3. La música religiosa
Nosotros nos abocaremos al estudio de este último tipo de canto, que es el que
nos compete en nuestro servicio puntual como ministerios de canto carismáticos. Antes
si, recordar, que también es importante poder formarse en las demás áreas del servicio
de música dentro de nuestra Iglesia.
1) Canto Sacerdotal
Entendiendo la función del sacerdote, como aquel que ofrece sacrificios y actúa
de nexo entre la relación de Dios con su pueblo, este canto es de carácter sacerdotal,
en el sentido que nos lleva a una relación con Dios a través de la oración, el diálogo
directo con Dios, tanto personal como comunitario. Es de dirección ascendente (dirigido
a Dios), le canta a Dios, ya sea para alabarlo, agradecerle, suplicarle, entregarse,
adorarlo, etc. Entre los cantos sacerdotales más comunes encontramos:
- Canto de Alabanza. Canto para la oración celebrativa, festiva y alegre.
Este está lleno de reconocimientos de las grandezas de Dios, con un dialogo no sólo
de palabras, sino que también de gestos corporales, ya que la alabanza es elogiar a
Dios, y expresarle con manifestaciones externas lo que se ha vivido en el corazón.
2) Canto profético
Finalmente, es importante recalcar, que en el estricto rigor, todos los cantos son
sacerdotales y proféticos a la vez, es decir, orantes y evangelizadores, pero descubrir
su función específica, nos ayudará a poder discernir qué cantar, cuando hacerlo, en
qué lugar y en qué momento.
Marco López