La Reencarnación Humana o Metempsicosis

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La Reencarnación humana o Metempsicosis

La reencarnación del alma, como fenómeno metafísico, siempre ha sido aceptado en la


Antigüedad y ha estado presente como una realidad innegable en la mayoría de religiones,
cultos, esoterismos o espiritualidades de la historia. Pocas son, efectivamente, las doctrinas o
filosofías que nieguen la posibilidad de la reencarnación, principalmente aquellos dogmas
nacidos del judaísmo. La reencarnación del alma existe, valga la obviedad, sólo para aquellos
entes que posean alma. Tanto para las tradiciones pasú (budismo, teosofía, hinduismo,
pachamamismo, etc.) como para aquellas de viryas, la reencarnación DEL ALMA es algo
innegable. Mas, para el Judío no: el Judío no reencarna en absoluto, pues es un robot biológico
animado colectivamente por YHVH y creado para un único objetivo, que vendría a ser destruir
la sabiduría de los arios y conquistar el mundo.

Esta es una diferencia fundamental entre el Judío y el pasú corriente, quien sí presenta una
mónada individual (expresión sutil del alma material o energética) cuyo designio y destino es la
evolución consciente. Y es justamente por esto que el Judío nace y muere sin Karma, teniendo
la libertad más absoluta de obrar malignamente en el mundo mientras su vida artificial dure (de
ahí mi denominación de “comodín cósmico”). Al final de cuentas, para el Judío no existe
“juzgamiento de los pecados” ni otra vida en la cual pagarlos, por eso se comprende que para el
judaísmo el “Reino de Dios” o Cielo es terrenal, material, la “Jerusalén Celeste” que ha de
descender del cielo a la tierra y no viceversa. En resumen, este mundo es el Paraíso judío una
vez conquistado y dominado bajo su “vara de hierro”. No debemos olvidar, sin embargo, que
esta perspectiva religiosa, íntimamente materialista, no supone que el judío, como ente
designado (no humano, ni siquiera pasú) no tenga la efectiva posibilidad de alcanzar y
perpetuarse en las esferas sutiles, una vez logrando el total conocimiento de la Hokmah antes
de la muerte, pues luego, para el Judío no queda nada. Esto es muy elemental, ya que sabemos
que Shamballá está lleno, por miles, de rabinos inmortalizados que conspiran junto a pasús
perfeccionados (maestros).

Ahora bien, el judeocristianismo, como epítome de una psicología judaizante, y más


precisamente el catolicismo, tiene el nefasto efecto psíquico de TRASLADAR ESTA METAFÍSICA
DE LA MUERTE INMANENTE DEL JUDÍO a la realidad y contexto del pasú y del virya, DONDE SÍ
PRIMA LA LEY DEL KARMA. La religión católica (y el islam en Oriente) se configuran como la más
vil falsificación del conocimiento del “otro mundo” para los occidentales. Si bien dentro de la
teología cristiana ya existe un Cielo “espiritual” y no así ya el “Reino Terrenal” del Judío (NWO,
Sion, Malkouth), la Ley de reencarnación ha sido borrada, perviviendo una visión del “Cielo”
sobremanera infantil como utópica y grísea, donde al término de la vida orgánica, el alma
“conserva su identidad o personalidad” por los siglos y queda “salva” por el simple hecho de
creer en Jebús. Se entenderá enseguida que tal falsificación gnóstica es con el único fin de
acomodar y alinear a la religión pasú con la psicología judía (una mezcla de la doctrina de
Shamballá con la doctrina de Judá), y que lejos de ser algo serio y metafísicamente real, no pasa
de ser una estrategia de marketing que vende una “amorfa ensalada sin condimentos” religiosa.
En el judeocristianismo, al pasú o virya perdido ni siquiera le queda un mínimo de verdad
esotérica o mística dentro de tal frankenstein de doctrina, como sí ocurría mínimamente dentro
del orientalismo, donde las estructuras sutiles y astrales del cuerpo y del cosmos estaban
demostradas en su funcionalidad demiúrgica. Así, para el católico, sea pasú o virya, ya no habrá
después de la muerte el juicio kármico y luego la reencarnación, sino un cielo cómico como irreal
donde existen querubines (niños gordos con alitas) y ríos de miel, todo en eterna y sonámbula
loa al Anciano e ancianos que estaría al centro del Trono como un eterno yeso. Aquí, la
destrucción de una verdadera metafísica es absoluta y el judeocristiano queda como el mayor
de los payasos esperando entrar a un Reino sólo reservado a esos 144.000 rabinos perfectos y
sodomitas.

Ya habiendo aclarado que la visión teológica judeocristiana de lo que sucede después de la


muerte es un vil chiste metafísico, un engaño para niños, queda entrar a ver, de forma resumida,
lo que sí es real: la reencarnación de las almas humanas o transmigración. Para ello, obviamente
nos serviremos de las ideas de la SH, la cual nos explica, con toda claridad y exactitud, de lo que
va tal sistema sin la típica verborrea romántica, obscura y orientalista que le suelen adosar las
escuelas sinarcas.

En un principio, habrá que preguntarse antes del “qué es y cómo es”, el “por qué es”. ¿Por qué
es necesaria la reencarnación de almas dentro de este sistema creado llamado vida y existencia?
La SH nos responde que la metempsicosis es funcionalmente necesaria para posibilitar la
evolución del alma, que se debe aclarar ya, es de índole energética, DENTRO DE LA EXISTENCIA
ORGÁNICA DEL MICROCOSMOS O CUERPO. El objetivo existencial del humano, nos dice la SH,
es DOTAR DE SENTIDO AL UNIVERSO Y CREAR, CONSIGUIÉNTEMENTE, CULTURA. Para ello, el
humano debe contar con una herramienta capaz de cumplir con esta propuesta primigenia, y
para ello necesita, pues, desarrollar algo que le permita, en primera instancia, percatarse de los
entes y extraer su designio y luego estructurar ese significado, mentarlo y posteriormente
expresarlo de vuelta al mundo con un concepto cultural (del lenguaje). Esta herramienta no es
otra más que la “psique humana”, nuestra mente, que sea aclarado, no se limita únicamente a
nuestra cabeza o estructura encefálica sino a todo el cuerpo. Es esta estructura energética (que
no es otra cosa más que el alma expresada en las estructuras psíquicas) la que, una vez
evolucionada hasta la CONSCIENCIA Y DENTRO DE UN ORGANISMO VIVO, podrá, al fin, descubrir
los diversos entes diferenciados del Macrocosmos y darles un valor cultural, un nombre como
dios le manda a Adán en el Edén. Vemos cómo, para cumplir este objetivo general del alma del
pasú (objetivo macrocósmico de la Finalidad), se hace necesario, en primera instancia, cumplir
con la construcción, realización, y perfección de la esfera de consciencia (objetivo microcósmico
de la Finalidad). Se ha de notar en seguida que para que un alma humana pueda cumplir con su
objetivo de poner sentido al mundo, debe necesariamente ENCARNAR en una estructura
biológica corporal y material, para que la expresión del significado sea cultural, es decir, real en
la esfera de sentido del mundo que es la esfera de la materia más densa o 3D: SIN CUERPO
MATERIAL, MICROCÓSMOS HUMANO, NO HAY CONSCIENCIA, SUJETO; Y SIN SUJETO HUMANO
NO HAY PUESTA DE SENTIDO NI CREACIÓN DE CULTURA EN EL UNIVERSO.

Ahora bien, el problema se suscita para el Demiurgo cuando, por el mero hecho de la fluencia
temporal de su consciencia (tiempo trascendente) necesaria para la concreción procesual de las
entelequias, los entes materiales indefectiblemente han de deteriorarse en la medida que
avanza el logos temporal; esto quiere decir que en algún momento el microcósmos, donde se
encuentra encarnada el alma humana, HA DE MORIR Y DISOLVERSE ORGÁNICAMENTE. Si no
existiera un mecanismo que permitiera y propiciara dotar de un nuevo cuerpo material al alma
que acaba de separarse de un microcósmos muerto, la evolución de la esfera de consciencia
sería prácticamente imposible, pues, a poco que lo pensemos, una sola vida humana, ni siquiera
mil años de vida continua, lograría hacer evolucionar al alma como es debido. Sólo la constante
trasmigración, de generación en generación, ha posibilitado que el perfeccionamiento del alma
sea ininterrumpido y la producción de cultura constante.

Tenemos ahora respondidas, someramente, el “qué“ y el “por qué” (un mecanismo por el cual
el alma puede continuar su evolución continua dentro de la esfera material o corporal), pero
nos queda saber el “cómo”, la mecánica propia por la cual la metempsicosis posibilita
efectivamente la evolución del alma humana. Esta pregunta la vino a responder recién la SH al
fin; o sea, del cómo el hecho de la separación del alma de un cuerpo en la muerte y su
subsecuente encarnación en otra llega a dotar a ésta de progreso óntico; y lo que es más
interesante aun, DOTAR AL MICROCOSMOS, A SU VEZ, DE EVOLUCIÓN GENÉTICA.

¿Qué vino primero, el huevo o la gallina? Esta trivia sólo la podrá contestar con fehaciencia el
gnóstico de la SH, y no así científicos ni especuladores filosóficos o religiosos. La biología
moderna, que se encuentra fundada religiosamente en Darwin en estos aspectos claro, no ha
podido identificar con precisión y acierto el momento y el cómo las estructuras vivas u
organismos van evolucionando de una generación a otra, llegando inclusive a esgrimir que tal
cambio se efectúa aun en vida del ejemplar, en una especie de “adaptación mágica viviente”.
¿Cómo llega la gallina a ser gallina desde su antecesor genético, digamos un dinosaurio? ¿Será
que el dinosaurio irá transformándose en vida en gallina, adquiriendo plumas y pico a medida
que crece y se adapta a un medio granívoro, por ejemplo; o será que la gallina será el resultado
de un huevo que ha evolucionado recién en la matriz genésica de la madre? AMBAS COSAS
SUCEDEN EN REALIDAD. Pero antes de entrar en esto, veamos la evolución del alma antes que
del cuerpo.

Para que la metempsicosis cumpla con su función se hace necesario que, antes de volver a
encarnar en un nuevo cuerpo, el alma NO PIERDA LA EVOLUCIÓN GANADA DURANTE LA
ANTERIOR VIDA, PERO QUE TAMPOCO RECUERDE TAL EVOLUCIÓN. Para entender esto hay que
tener en claro que lo verdaderamente valioso entre toda la substancia de la psique, y lo que
finalmente se lleva el alma inscrita en ella al momento de la muerte es el ESQUEMA DE SÍ
MISMO, LA ESFERA DE CONSCIENCIA. ¿Y qué es la esfera de consciencia? Son todas aquellas
imágenes, fantasías, pensamientos, ideas, relaciones, cuadros, sueños, sentimientos, etc., que
fueron dirigidos durante toda nuestra vida a nosotros mismos: es decir, RECUERDOS. Los
recuerdos de las vivencias pasadas son en realidad nuestra personalidad, nuestro personaje, el
individuo particular. Esto es muy fácil de entender cuando pensamos, por ejemplo, en esas
películas donde el personaje pierde sus recuerdos y deja de ser ella misma, o si pensamos que a
un hombre se le quitan todos sus recuerdos y le implantan otros; dejará de ser el que fue para
convertirse en el que recuerda que es. Cada uno de nosotros somos nosotros mismos, Juan,
Pedro, María, etc., por medio de nuestras vivencias formativas y recordadas. Es esto, la
personalidad surgida de las vivencias personales, lo que queda salvaguardado en el alma al
momento de la muerte: puras imágenes mnémicas de una estructura histórica (es decir, que se
desarrolla secuencialmente como criatura en crecimiento en el tiempo) que se cree algo
autónomo y esencial. Luego, como nos explica la SH con profundidad, esto ganado será
“olvidado” superficialmente en la nueva encarnación, y así el alma tendrá borrón y cuenta nueva
para pintarse una nueva personalidad vivida desde blanco; acumulando así, vida tras vida, una
serie de personalidades cada una más perfecta que la anterior (en el caso de los viryas de la SH
todo esto se va al diablo ajaja), hasta que en una determinada encarnación, la última, el
microcosmos consiga la entelequia, y por consiguiente, la autonomía óntica o inmortalidad.

Cuando una persona muere, el alma se separa del cuerpo y sólo se lleva la esfera de consciencia,
es decir, el esquema de sí mismo de esa encarnación particular, la cual pasa a formar parte como
miembro de la “superserie onticotemporal” de esquemas de sí mismo, que se encuentran
repartidos dentro de sectores innatos del alma. Es decir, que el alma adquiere cada vez más,
mejores y más perfectos esquemas de sí mismo, que van modificando y conformando los
sectores innatos del alma transmigrante, sectores que vendrán a ser, luego de la futura nueva
encarnación, el proyecto o diseño en el cual se fundamentarán los órganos y tejidos del cuerpo
gestado y en crecimiento. Sí, al momento de la concepción del germen microcósmico (unión de
gametos sexuales masculino y femenino y la activación de la vida) el alma “baja” desde la
mónada como átomo arquetípico y se posiciona dentro y al centro del germen, siendo cubierto
luego por una membrana cuya substancia interna es Logos kundalini. Ahora bien, lo que nos
interesa extraer de todo esto es que el germen u óvulo fecundado, irá creciendo y
desarrollándose de forma secuencial y exponencial DE ACUERDO A UN PLAN, plan, que como
dijimos, SON LOS ESQUEMAS ANTERIORES DE SÍ MISMOS, que son “leídos” por logos kundalini
para formar el futuro cuerpo como sobre un segundo que sería el cuerpo doble, el cuerpo astral,
los esquemas de sí mismos anteriores.

Vemos, entonces, cómo la segunda cuestión, sobre la evolución genética y no sólo psíquica
merced a la reencarnación del alma, se empieza a comprender ahora; volvamos, pues,
nuevamente a servirnos de nuestro ejemplo primero, pero cambiándolo un poco. El dinosaurio,
pongamos un T-Rex, en razón a un cambio climático abrupto en su medioambiente, como una
inundación o glaciación prolongada, debe de repente “aprender a nadar”. Muchos serán los que
efectivamente mueran, pero habrá uno o dos ejemplares que logren desarrollar esta capacidad
en vida. Al morir, este T-Rex nadador habrá esquematizado en sí mismo la necesidad de nadar,
la habilidad de nadar, EL RECUERDO DE NADAR. Este esquema será guardado en el alma como
sector innato hasta que acontezca una nueva encarnación, y luego, previo olvido de tal
esquema, ésta (el alma) se precipitará a coincidir dentro y en el centro del germen
microcósmico, Y EN BASE A ESTOS ESQUEMAS ANTERIORES, EL NUEVO CUERPO SE ERIGIRÁ.
¿Qué pasó con el esquema de la natación? Pues ha de expresarse en el nuevo ser, ya “modificado
evolutivamente” en su genética, como rudimentarias branquias, dedos palmípedos o fauces
adaptadas para la pesca, como efectivamente sucedió con el Baryonyx y el Estegosaurio. Vemos
ahora cómo la evolución del alma significa también la evolución o adaptación de las especies
paralelamente, PERO SÓLO EN EL PASÚ EXISTE LA POSIBILIDAD DE EVOLUCIONAR LA
CONSCIENCIA PLENA. El registro óntico de los esquemas anteriores, como superserie, vendría a
ser el extremo astral del adn, o más bien, el adn vendría a configurarse como la expresión
químico-biológica de la superserie (Plan especial del designio pasú integrado armónicamente en
su estructura, nos dice Nimrod), expresión molecular de todas aquellas matrices funcionales de
los sectores innatos; en fin, una estructuración de esquemas ganados y hereditarios de
anteriores planes de sí mismo que se va perfeccionando en las vidas orgánicas subsecuentes.
Así, finalmente tenemos que cada órgano de nuestro cuerpo, y éste en su generalidad, es la
expresión orgánica de un sector innato del alma, sectores que son esquemas de sí mismos
heredados por selección filogenética en base al principio de plasmación y acumulación de
esquemas de la metempsicosis.

Como podremos observar, la reencarnación del alma humana, como cuerpo astral formado de
esquemas anteriores y materializado como átomo genésico, es lo que permite cumplir con el
objetivo microcósmico de la Finalidad: tanto permitir la evolución del alma mediante la
fabricación continua de esquemas de sí mismos o personalidades, como el perfeccionamiento
arquetípico de los microcosmos en los cuales se desarrollará. La reencarnación es una realidad
innegable para el pasú y el virya perdido y absolutamente necesaria para el plan de dios, y que
se encuentra regida por la Ley del Karma o Llave Kalachacra de los Siddhas Traidores. La batalla,
entonces, para el virya en pos de la liberación espiritual, o sea, salirse del “eterno retorno a lo
mismo”, es, precisamente, cortar de una vez con esta mecánica satánica y ruin de la
metempsicosis AL DESENCADENAR EL ESPÍRITU DEL ALMA, O APROPIARSE DE ÉSTA Y DEL
MICROCÓSMOS, MEDIANTE LA INICIACIÓN HIPERBÓREA, romper con la cadena insensata de
muerte y nacimiento sin pausa ni fin mediante la consecución del aislamiento del Yo.

Todo esto ha sido burdamente expuesto aquí, y se aconseja leer los incisos “E - El objetivo
microcósmico de la finalidad requiere de la metempsicosis.” de la primera parte de
Fundamentos y “B – El “principio plasmador microcósmico” o Logos Kundalini” en el cuarto
tomo para completar en detalle.

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