Esther de Caceres
Esther de Caceres
Esther de Caceres
ESTHER DE CÁCERES
El Fuego de la Cruz
UNAMUNO
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Bien es cierto que me ha tocado vivir sólo en esta época y que de las
demás épocas pretéritas sólo conservo en mi memoria - con precisión - apenas
las noticias más relevantes, las que más impactan.
Pero el pequeño dato diario - o mejor dicho - el conjunto de datos
actuales que día a día llenan las páginas de los rotativos para distraernos pero
sobre todo para llevarnos paulatina – e inadvertidamente – a la familiaridad
con la irresponsabilidad y el trastorno; no trastorno generacional sino algo más
irreconciliable, más indefinido en sus límites por pertenecer a la misma vida,
(lo que equivale a decir a la estricta condición humana) – ésos – permanecen
en mi estructura mental y desdeñan abruptamente todo cálculo optimista.
No es extraño pues que me venga a la memoria esa inquietante
conclusión de Arnold Toynbee (1) que “no ha habido variación perceptible en
el espécimen medio de la naturaleza humana en el pasado; no hay fundamento
sobre los testimonios que da la historia para esperar ninguna variación grande
en el futuro, buena o mala”.
Más, paradójicamente, Toynbee también advierte que “el progreso
espiritual (2) de las almas individuales en esta vida traerá de hecho consigo
mucho más progreso social que el que podría obtenerse en cualquier otra
forma”.
Desde hace tiempo yo pensaba escribir sobre Esther pero este último
pensamiento del historiador me llevó a ocuparme de esta vida con inusitado
interés como si el alma de Esther y todos sus instantes me llegaran desde muy
lejos y se relacionaran milagrosamente con mi mundo, con esta sociedad y con
tristes experiencias similares a las que empujaron a Malraux a la desoladora
afirmación (3): “nuestra civilización vive de lo sensacional como la griega
vivió de la mitología”.
4
Atrás quedaron
raras palabras con que mi lengua
pidió el olvido de toda cosa.
Yo estoy libre:
voy escalando el silencio
camino del cielo,
camino de mi alma.
una verdadera ayuda para muchos, sentir a través del poeta esta experiencia
tan auténtica y reveladora que asume la desesperación diaria pero la
sobreinterpreta, castrando la realidad sofocante. La miseria se vuelve así un
subtema, reclinado espiritualmente gracias a los impulsos de un Dios signado
por los sueños. Así, el discurso de Esther fluctúa en ambivalencia
musicalizada. No en balde el libro “Cruz y éxtasis de la pasión” lleva un
subtítulo: “Cantata”. Cono se sabe, “Cantata” es una obra por lo general de
carácter religioso para voces e instrumentos, dividida en movimientos de
mediana duración. En el poema o segundo movimiento “Se acerca la voz de
Cristo”, la utilización repetitiva “tu voz canta” acaba por descuidar la noche.
En la noche vencida
Tu voz
Tu amor canta
Por las tristes criaturas de Dios
Tu amor canta
A través del opaco dolor.
Tu amor canta
En la noche vencida
Tu voz
(“Se acerca la voz de Cristo” de
Cruz y Éxtasis de la Pasión)
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.......
Oh – Tú, el que está envuelto en noche
Alejado en la noche,
Te persigue mi sueño en la noche.
Te ve mi sueño – oh Tú,
Envuelto en muerte,
En luz.
.......
(“Nocturno” de Cruz y Éxtasis
de la Pasión)
“Tú, río de los desiertos, libre y puro”, “Encendido en la luz, lejos del
fuego”, “Libre en el cielo blanco”.
¿No decía acaso Kandinsky que el blanco es un silencio que no está
muerto sino, por el contrario, lleno de posibilidades y que suena como un
silencio que de pronto puede comprenderse?. Es la nada juvenil – afirma el
pintor filósofo – o mejor dicho, la nada anterior al comienzo, al nacimiento. Y
piensa que “quizás la tierra sonaba así en los tiempos blancos de la era glacial”
(20).
Al principio, sin embargo, Esther repite la acción del caos y nos coloca
en una vertiente de desastre para hallar como recompensa en el diálogo “yo –
Jesús” la libertad total de ambos.
Como se ve, es muy común la naturaleza doliente en su creación. En el
libro “El alma y el ángel”, leemos en el canto V: “Y árboles negros de la
noche claman / Golpean aquí sobre mi cuerpo en ráfagas /” para finalizar,
transformada gracias a una referencia eucarística: “Ahora mi amor entiende
por tu cara / El hambre de mis ojos ya descansa /”. La formulación
primigencia del discurso se rechaza a sí misma e introduce un salto. El canto
VIII da vuelo a una pregunta que decide la misma perspectiva: “Como
dormirte, mar, vaso de Muerte y Vida / Vaso de Dios colmado de
Tormentas y Calma”?.
Datos opuestos dentro de un mismo mensaje y en el mismo párrafo son
muy comunes en Esther.
Yo estaré aquí,
Aunque lágrimas solitarias me escondan la cara
y todo el ser
Yo estaré aquí,
Con la ternura y la bendición en toda la voz.
Yo estaré aquí,
Y ya no sabré
Cuál es tu alma y cuál es mi alma
( “Canto XVIII de
El Alma y el ángel)
¡Ay, tu corona
crucificada y sola
como las altas horas
en que el Amor y el Canto
sueñan su cruz de fuego
y sus coronas
Voltaire sostenía que Petrarca era el genio más grande del mundo en el
arte de decir siempre lo mismo (23).
Bien se puede trasladar este concepto a Esther.
como punto de encuentro, admitiendo que cada vez se avanzará más en ese
habitat. Así, los signos de acercamiento se fijan. “Quiero oírte, y más fragante
/ es el silencio encantado del jardín”.
El jardín sería para la conciencia el símbolo por antonomasia frente a la
selva, como la isla ante el océano, tal como sugiere Cirlot. La fuerza
ordenadora, íntima, de varias especies y variedades y el follaje que se eleva y
a menudo marchita, nombra – sin nombrar- lo más inteligible y ambiguo de
nuestro yo.
Yendo más lejos en esta oferta, yo diría que la expresión “Ya tú y yo”
simboliza la salvación. No en balde la autora explicita: “somos un solo
jardín...” Y lo dice reivindicando aún más la imagen poética de “jardín” al
darle a éste características antropológicas y al transformarlo a través de la
magia del lenguaje en un testimonio de unidad y movimiento, de carne y alma.
Ya lo dijo G. Marcel: cuerpo y alma no expresan lo que el hombre tiene sino
lo que el hombre es. El hombre es en su totalidad corporal. Y es, también en
su totalidad, espiritual. Por eso los más sublimes actos espirituales y místicos
vienen marcados por la corporeidad (24).
Es así que al existir diferentes niveles dentro de un poema nos
desplazaremos hacia la ternura para adquirir una opinión más certera y
cósmica. Como en tantos dulces párrafos:
........
No sé esta soledad. No sé mi mano
sin tu mano. No sé mi antigua frente
libertada de signos de ceniza
grabados por tu mano
26
........
Quiero decir adiós al aire de preguntas
en que te he amado.
Mi boca sufre el hielo. Sólo en mis pulsos late
la sangre poderosa que se esconde en tu mano,
¡y mis pulsos se apagan
con lejanas campanas de un glorioso naufragio!
........
(“Preludio de la noche” de Mar en el Mar)
de que las mismas – junto a otro poema que se llama “Encuentro”, fueron
musicalizadas por el compositor uruguayo Héctor Tosar, y estrenadas en
Montevideo, en 1957 por el Coro de Cámara de Juventudes Musicales.
Si agitara la mano
podría agitar tus ramas
y, mirando a tu copa,
recibirte en mi cara
como rocío del alba.
Tú sonríes y se despierta
un jardín.
¡Que silenciosas las flores!
¡Ay de mí!
es el silencio encantado
del jardín.
¡Ay de mí!
Tú sonríes . . .
Ya Tú y yo
somos un solo jardín. . .
¡Ay de mí!
Abandono melodiosas
arpas del mar
y contemplo, en soledad,
curvados,
Y no puedo cantarte
como te sé, radiante y escondido,
en plateada sonrisa
y en diáfano consejo
porque ya no es el árbol
de pájaros callados el misterio
que se levanta oscuro
entre Tú y yo. . .
sino esta nueva sombra
esta tormenta
donde se esconde, pájaro desierto,
la hostil mudez del sueño y de la muerte.
(“Trances del silencio” de
Canto desierto)
hasta su reclamo final, organizado en el mismo clima. Forma una unidad muy
íntima que acarrea una gran potencialidad en la sugerencia del misterio. “Mi
llanto mira / de una cruz a otra cruz, / desde el madero / a las rodillas
tiernas y transidas, / el fruto de la Cruz / de cruz a cruz caído. . . ¡Venga
hacia mí tu muerte / de cruz, / y caiga en mi regazo / esta granada
ardiente / que su secreto dice en cinco llagas / - luz de la Muerte! /.”
La idea de “granada ardiente” sinonimiza el tramo final “luz de la
Muerte”. Dos conceptos, dos caminos de sudor y noche, dos imágenes de
violencia (“granada y muerte”) se unifican para introducir un pleonasmo.
La poesía revela una armonía entre los nombres más opuestos y
distantes. De ahí por qué su empleo acerca al lector al gran conocimiento.
Citemos un poema “El silencio”, aparecido en la misma entrega, para
alcanzar su metafísica y el tiempo taciturno: Cuando metales arduos /
apresuran el aire / de esta fragua de muerte / crece como una llama tu
silencio . . . Entre metales arduos / de la tierra desierta y piadosas
campanas de mi muerte / dame el Silencio.
También se advierte en este volumen otro poema referente al mismo
tema (“Trance del silencio”) que describe ese callar, esa total desestimación de
todo ruido capaz de resolver la alterabilidad de la pieza lírica y otorga al
oyente o al lector posibilidades de interpretación profunda, exclusivas casi.
El vate alemán Friedrick Klopstoch sentenciaba: “En un buen poema
peregrina lo sin palabras como en las batallas de Homero los dioses vistos por
unos pocos” (31) y Guillermo Pellegrino al enaltecer la figura del cantautor
popular Atahualpa Yupanqui, escribió: “Privilegió siempre el silencio al
ruido” (32).
En el libro “El aire y los sueños” de Gastón Bachelard, en la quinta
reimpresión, leemos en la contratapa que “debajo del verso y de su
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Esther de Cáceres
POEMARIOS DE ESTHER
1929.
CANCIÓN DE ESTHER DE CÁCERES. ALFAR, Montevideo, 1931.
Argentina, 1937.
EL ALMA Y EL ÁNGEL. REUNIONES DE ESTUDIO, Montevideo,1938
(El primer poema de este libro es de Rafael Dieste y está dedicado a Esther).
MAR EN EL MAR. REUNIONES DE ESTUDIO, Montevideo, 1947.
Varios otros ensayos – no incluidos en esta selección – han sido escritos por Esther.
REFERENCIAS
pág. 24.
28) San Juan J. Cit. por Luis Pérez Aguirre “La opción
entrañable”, Ed. TRILCE, MONTEVIDEO, 1989,
pág. 41.
pág.729.