Via Crucis Anna Maria Canopi
Via Crucis Anna Maria Canopi
Via Crucis Anna Maria Canopi
Todos: Amén.
Guía: Oremos
Quien preside:
Todos: Amén.
PRIMERA ESTACIÓN
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
Lector:
“¡Sea crucificado!”.
Señor Jesús, este grito de condenación,
este griterío inhumano,
lo continúa alzando contra Ti
una multitud soliviantada, irresponsable,
sugestionada y cegada por el mal.
No a Ti, que ahora eres el Eterno Viviente,
sino a sí el hombre se condena a la muerte,
cuando no le importa que prevalga la injusticia,
cuando elige violencia y corrupción,
cuando pisotea al pequeño y al inocente,
y arroja la propia dignidad humana
como un deshecho en el basurero.
Quien preside:
Padrenuestro...
Lector:
Jesús, Señor nuestro,
toda tu existencia sobre la tierra
fue un camino de humillación y de cruz.
En Nazaret ya te adiestraste
con la fatiga diaria del trabajo
a llevar el madero del suplicio,
y luego caminando por las ciudades y pueblos
anunciando a los pobres el Reino de los cielos,
tu Reino que no es de este mundo.
Quien preside:
TERCERA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
Lector:
Tus caídas, Señor Jesús,
son un misterio de compasión hacia nosotros.
En efecto, es en nuestra debilidad humana
que Tú has querido sufrir.
“El espíritu está pronto -has dicho-, pero la carne es débil”.
Quien preside:
Jesús, Hijo de Dios,
que has cargado sobre Ti toda la debilidad del hombre,
¡ten piedad de nosotros!
Padrenuestro...
CUARTA ESTACIÓN
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
Lector:
Señor Jesús,
a lo largo del camino de la cruz,
en la hora de la soledad y del abandono,
no podía faltar Ella, tu Madre.
Desde tu infancia llevaba en su corazón
la profunda herida de aquella palabra -espada de dolor-
y la custodiaba en silencio,
porque para Ella también el dolor era virgen.
Quien preside:
Jesús, Hijo de la Bendita entre las mujeres,
por el amor y el dolor de tu Madre,
¡ten piedad de nosotros!
Padrenuestro...
QUINTA ESTACIÓN
JESÚS ES AYUDADO POR SIMÓN DE CIRENE
Lector:
¡Señor Jesús,
tu invitación es muy exigente!
¡Quisiéramos seguirte por el camino de la Vida,
pero tú nos haces pasar por el camino de la muerte!
Aquí es donde nos encontramos
con nuestras vilezas y nuestros miedos.
Para evitar el encuentro con la realidad de la cruz
nosotros, duros de corazón, desviamos el camino
y cerramos los ojos ante tus sufrimientos
que continúan en nuestros hermanos.
Quien preside:
Jesús, Dios fuerte, que te has hecho débil
hasta tener necesidad de la ayuda del hombre,
¡ten piedad de nosotros!
Padrenuestro...
SEXTA ESTACIÓN
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
Lector:
Ningún rostro es tan bello como el tuyo, Señor Jesús,
que has venido a mostrarnos el esplendor
de la gloria del Padre.
Con todo, en el camino de la cruz
desfigurado por la fealdad de nuestros pecados,
no tenías siquiera el aspecto de hombre.
Fue ella, entonces, que te vio con la mirada del corazón,
fue ella, la piadosa Verónica, que te enjugó el rostro
ensangrentado.
Y Tú se lo regalaste, impreso en el velo,
lleno de atractivo en el silente misterio.
Este gesto de ánimo viril y de delicadeza femenina
fue como el desvelamiento de tu identidad,
¡oh Cristo, Hijo de Dios!
Quien preside:
Señor, dulce Rostro del Siervo sufriente,
¡ten piedad de nosotros!
Padrenuestro...
SÉPTIMA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
Lector:
La primera caída de un hombre
puede suscitar sentimientos de pena y compasión;
la recaída, al contrario, suscita con frecuencia escándalo e
indignación.
¿Quién podrá jamás conocer el misterio de humildad
escondido en tu repetido desfallecimiento a lo largo del
camino,
oh Jesús, varón de dolores?
De veras has querido ser probado en todo,
como nosotros, menos en el pecado.
Por el amor que te ha movido
a revestirte de nuestra debilidad
has venido a ser para nosotros fortaleza y escudo
contra los asaltos frecuentes del mal.
Caeremos, sí, caeremos quizás muchas veces todavía
bajo el látigo de la tentación,
pero Tú nos sostendrás, Señor,
y nos harás caminar de nuevo con la cabeza alta,
partícipes de tu regia dignidad.
Quien preside:
Oh Cristo, Buen Samaritano,
piadosamente inclinado sobre nuestras heridas,
¡ten piedad de nosotros!
Padrenuestro...
OCTAVA ESTACIÓN
JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
Lector:
Una mujer había derramado sobre tus pies, oh Jesús,
lágrimas de amor y de arrepentimiento.
También una mujer -y se llamaba María-
había derramado sobre tu cabeza,
durante una última cena,
el perfume de nardo purísimo...
Ahora salen a tu encuentro, llorosas,
las “hijas de Jerusalén”,
las mujeres de la estirpe de Raquel,
para lamentarse doloridamente de Ti.
Sí, es justo que lloren por Ti
como por un hijo primogénito, el más querido, destinado a
la muerte.
Pero Tú les invitas a llorar sobre su suerte
de madres desoladas, de madres despojadas
como árboles frutales sacudidos por la ventisca.
Quien preside:
Señor Jesús, Primogénito entre muchos hermanos,
¡ten piedad de nosotros!
Padrenuestro...
Lector:
Señor Jesús, en el quebranto de la tercera caída
reconocemos el derrumbamiento de nuestras presunciones.
Quieres enseñarnos a esperar la salvación
únicamente de Dios, nuestro Padre.
Tu silencio de humildad y tu manso sufrir
nos hacen intuir el secreto de la fuerza interior
que te hace avanzar en tu camino de filial obediencia.
Quien preside:
Jesús, nuestra fuerza y nuestra salvación,
¡ten piedad de nosotros!
Padrenuestro...
Lector:
Has entrado en el mundo despojándote de tu gloria de Hijo
de Dios,
para nacer hijo del hombre.
En esta hora decisiva de toda la historia
también tu humanidad es despojada por manos profanas...
Tu cuerpo, ese cuerpo virgen
formado en el seno inmaculado de la Virgen,
es desnudado y hecho objeto de irreverencia y de
vulgaridad.
¡Y, sin embargo, Tu eres Rey!. ¡Tú eres el único Señor del
mundo!
Verte a Ti es ver la luz.
Tocarte a Ti es tocar el fuego.
Quien preside:
Por todas nuestras divisiones,
Señor Jesús,
¡ten piedad de nosotros!
Padrenuestro...
UNDÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Lector:
Como una vid exuberante
que la ventisca ha despojado de sus verdes pámpanos,
así Tu, colgado del madero de la cruz,
has venido a ser espectáculo para el cielo y la tierra.
Tu cuerpo extendido en dimensiones cósmicas
es todo don y todo acogida.
Y el antiguo enemigo está todavía ahí, puntualmente,
para intentar el último ataque desesperado:
“¡Baja!...¡Sálvate a ti mismo!”.
Quien preside:
De todas nuestras vilezas y desobediencias,
Señor, ¡ten piedad de nosotros!
Padrenuestro...
DUODÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Lector:
El poder de las tinieblas parece prevalecer:
Tú, Hombre-Dios, trágicamente solo,
suspendido entre el cielo y la tierra,
eres el árbitro de la historia.
Ésta es la hora “cero”.
Tu grito de moribundo
lacera el gris espesor del tiempo
y nos abre las puertas radiantes
del eterno reino de los vivientes.
Tu gemido al morir
poniéndote en las manos del Padre,
se hace grito de gozo en el corazón de la Madre Iglesia
por el nacimiento del hombre nuevo.
¡Grande es este misterio!
Y María, tu Madre y la nuestra, está en pie junto a tu cruz,
en reflexivo silencio.
Quien preside:
Cordero de Dios que lavas los pecados del mundo,
¡ten piedad de nosotros!
Padrenuestro...
DÉCIMOTERCERA ESTACIÓN
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
Lector:
Bajo la cruz, pronta a recogerte,
como racimo maduro cortado de la vid,
está tu Madre: cáliz desbordante de amor y de dolor.
Pero también otras mujeres -las más fieles-
se quedan contemplándote,
con el corazón lleno de empatía para con tu muerte
y para con el silencioso dolor de María.
Quien preside:
Oh Cristo, cáliz de salvación,
¡ten piedad de nosotros!
Padrenuestro...
DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN
JESÚS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO
Lector:
Sobre el monte Calvario ha caído, al atardecer, un gran
silencio.
El dolor ya no tiene lágrimas, ni palabras,
mientras, envuelto en el blanco lienzo,
el cuerpo del más bello entre los hijos de los hombres
es depuesto en la roca excavada para sepulcro.
José de Arimatea, discípulo bueno,
lleva a cabo para su dulce Maestro
los últimos gestos de humana piedad
y de religiosa devoción.
Ahora el rey duerme, vigilado por los guardias,
pero no ha sido sepultada con Él la intrépida esperanza.
Sí, porque tras su íntimo tormento
Él verá la luz;
después de haberse ofrecido en expiación,
le será dada una grande descendencia (cf. Is 53,10-11).
En el corazón de la noche
la semilla se prepara para germinar.
El aire se va ya perfumando con la nueva primavera:
lo presienten, quedándose allí, en el huerto,
la ardiente María Magdalena y la otra María...
Quien preside:
Jesús, Vida y Resurrección nuestra,
¡ten piedad de nosotros!
Padrenuestro...